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ALLEN, Jennie Lo que me pidas

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la oración que abrió mis ojos 
a Dios y a mi alma 
Elogios de Lo que me pidas 
«Lo que me pidas es teología sin hacerle propaganda. Usando hechos de todos 
los días, con mucho cuidado Jennie planta la Palabra de Dios en el corazón, 
en los lugares débiles y descoloridos, para que podamos ser fortalecidos en 
la gracia y florecer en la verdad. Ha tenido éxito con sus metas, pero Jennie 
logra aun más porque escribe no como una persona que observa desde afuera 
sino que lo hace como una amiga, invitándote a que te sientes y tomes un 
café y que abras el corazón mientras ella te presenta la gracia de Dios. Toma 
asiento, abre el libro y abre tu corazón. Estarás contento de haberlo hecho». 
JONATHAN DODSON 
Autor, Gospel-Centered Discipleship 
Pastor, Austin City Life 
«Jennie Allen tiene una visión, es una amiga y es seguidora de Jesús. No 
puedo pensar en otras tres cualidades que aprecie más en una mujer. Me 
encantó este libro de tapa a tapa, y he estado meditando en cómo una 
oración de cuatro palabras [Lo que me pidas] puede afectar el corazón y el 
ministerio de una persona. Quiero ser una mujer al estilo “lo que me pidas”, y 
aprecio y respeto el ejemplo que nos ha dado Jennie en su búsqueda de Dios 
y en lo que él quiere para nosotros. No es solo palabras escritas en papel sino 
que es una elección para toda la vida que puede marcar la diferencia. ¿Te has 
unido al grupo?». 
ANGIE SMITH 
Oradora, Women of Faith 
Autora, l Will Carry You y What Women Fear 
«Si estás contento y cómodo y te sientes satisfecho con la vida que tienes 
ahora, no leas este libro. Al escribir Lo que me pidas, Jennie ha llegado a ser 
para mí lo que ella llama un “dominó espiritual”. Su pasión me ha afectado 
profundamente, y lo que es más Importante, he sido afectada por la voz de 
Dios que he escuchado a través de ella, al punto que todo lo que pude hacer 
fue caer sobre mi rostro y clamarle: “¿Lo que me pidas!”». 
LAUREN CHANDLER 
Oradora, cantante, esposa de Matt Chandler—The Village Church 
«Jennie Allen es una de esas personas que recuerdas mucho tiempo después 
de haberla conocido. Cuando se trata de comunicar las verdades de Dios, 
es una persona apasionada, pertinente y auténtica hasta lo más profundo de 
su ser. Estoy muy entusiasmada para ver adónde la guía Dios, y voy a estar 
victoreándola en todo el camino». 
Vick1I COURTNEY 
Oradora y autora, Five Conversations 
«En su libro Lo que me pidas, Jennie Allen presenta una invitación a orar: 
“Dios, haré lo que me pidas”. Ella no presume saber lo que eso va a significar 
para mí, lo cual es tal vez una de las razones principales por la cual confío 
en ella como comunicadora. Jennie no me empuja a que haga algo radical 
o a una experiencia dramática. Con una perspectiva refrescante sobre la 
entrega, simplemente nos señala a Jesús y nos desafía a que realmente crea- 
mos. No puedo dejar de hablar de este poderoso libro». 
EmiLY P. FREEMAN 
Autora, Grace for the Good Girl 
«Es así de simple: si todos los creyentes oraran esta oración y vivieran su 
propia historia con esta clase de abandono, el evangelio sería proclamado 
en cada rincón del mundo, incluyendo los rincones más oscuros de nuestro 
corazón. Jennie nos ha dado un verdadero regalo. Lee, medita y luego corre 
directo a tu propio “lo que me pidas”». 
Jen HATMAKER 
Autora, Interrupted y Seven 
«Este libro de Jennie Allen, Lo que me pidas, es la clase de libro que no puedes 
leer de corrido. Espera que tu lectura sea interrumpida por el abrumador 
deseo de caer de rodillas y rogarle a Dios que te ayude a orar las palabras 
imposibles: Lo que me pidas. Entre capítulo y capítulo yo descubrí nuevos 
pedacitos de mi corazón que debía entregarle a Dios, y al dar vuelta a cada 
página sentí un gozo nuevo que reverberaba en mí ante la posibilidad de 
vivir una vida en la cual Dios es el dueño de todo. Leer este libro no fue un 
ejercicio de la mente, fue una experiencia transformadora». 
FABIENNE HARFORD 
Discipulado de la mujer 
Austin Stone Community Church 
«Jennie Allen cuenta su historia con transparencia, honestidad y humor. Es 
una de esas escritoras que no se toma a sí misma con demasiada seriedad 
pero ¡sí a Dios! Ella incluye al lector en su búsqueda espiritual para ver 
adónde la llevará su oración “lo que me pidas”. Este libro alentará a todos 
los lectores, cualquiera que sea su edad, a explorar lo que significa entregarle 
todo a Dios». 
Susie HAWKINS 
Maestra de estudios bíblicos 
Autora, From One Ministry Wife to Another 
«En su libro Lo que me pidas, Jennie Allen me da mucha esperanza para la 
iglesia en nuestra cultura actual. En una época cuando enormes cantidades 
de adultos jóvenes se están yendo de las iglesias, Jennie y su esposo Zac 
han descubierto lo que es la fe verdadera. Para mí, Jennie representa un 
movimiento cada vez mayor de individuos como Francis Chan, David Platt 
y otros, que desean seguir a Jesús cueste lo que cueste. Jesús nos enseñó 
que seguirlo no era fácil. En Lo que me pidas, Jennie es honesta y abierta 
en cuanto a su camino, desde las luchas por dejar algunas cosas hasta la 
paz que solo Jesús puede dar. Jennie no oculta nada, es honesta y se basa 
totalmente en las Escrituras, es transparente y tiene el don de comunicarse 
con el lector». 
STEVE CARR 
Director Ejecutivo, Flannel 
«La lectura de Lo que me pidas me ha conmovido profundamente. Estoy al 
lado de Jennie Allen en este nuevo movimiento de entrega total a Dios... 
y estoy agradecida por las vidas que Lo que me pidas cambiará para siempre. 
Es una lectura poderosa que te obligará a tomar una decisión». 
Lisa WHITTLE 
Oradora, defensora de los derechos humanos, 
autora, [whole y Behind Those Eyes 
«Jennie Allen nos habla con una voz refrescante, enérgica en el mundo de 
hoy, y presenta profundos discernimientos sobre lo que la mujer moderna 
quiere y necesita». 
RoBErT Le wWwIs 
Autor, Men's Fraternity 
«Ya sea que estemos llorando en el piso del cuarto de baño o estemos senta- 
dos detrás de un escritorio, hay una pequeña voz por dentro que demanda 
más. No la forma vacía norteamericana de más, sino la creencia de que hay 
más que la simple existencia. Porque hay más, mucho más. 
»Cuando la creencia de más se encuentra con el deseo de hacer lo que 
Dios nos pide, la persona temerosa se convierte en una persona intrépida, el 
que no tiene una meta fija se convierte en un líder y el que duda llega a ser 
creyente. Porque cuando pronunciamos oraciones intrépidas que le prom- 
eten a Dios que haremos lo que él nos pide, Dios se manifiesta. 
»En este libro de Jennie Allen, Lo que me pidas, las páginas descubren 
y revelan la cadena de propósito, el deseo y la búsqueda de hacer más por 
Dios al decidir hacer lo que se nos pida. Si hay un libro que abre la puerta a 
un cambio sin mirar atrás, y a una entrega total es Lo que me pidas. Estoy 
esperando que las compuertas se abran y que las mujeres pasen por ellas, 
gritando a todo pulmón que están dispuestas y listas a hacer lo que Dios les 
pide. ¡Yo voy a ser una de ellas!». 
BIANCA JUAREZ OLTHOFF 
Maestra, oradora y narradora principal de A21 Campaign 
«Ha sido una bendición para mí conocer a Jennie por muchos años. Ella 
irradia sinceridad y sabiduría, y Dios le ha dado el don del liderazgo. Me 
entusiasma que también tú la llegues a conocer». 
JoHN SOWERS 
Autor, Fatherless Generation 
lo que me pidas 
la oración que abrió mis ojos 
a Dios y a mi alma 
jennie allen 
GRUPO NELSON 
Una división de Thomas Nelson Publishers 
Desde 1798 
NASHVILLE DALLAS MÉXICO DF. RÍO DE JANEIRO 
O 2012 por Grupo Nelson 
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, 
Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo 
Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com 
Título en inglés: Anything 
O 2011 por Jennie Allen 
Publicado por Thomas Nelson, Inc.Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser 
reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en 
cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u 
otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por 
escrito de la editorial. 
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados 
de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 O 1960 por Sociedades Bíblicas en 
América Latina, O renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con 
permiso. Reina-Valera 1960” es una marca registrada de la American Bible Society 
y puede ser usada solamente bajo licencia. 
Editora en Jefe: Graciela Lelli 
Traducción: Raquel Monsalve 
Adaptación del diseño al español: Blomerus.org 
ISBN: 978-1-60255-752-9 
Impreso en Estados Unidos de América 
1213141516BTY987654321 
Lao 
me haces amar más a Jesús. 
gracias. 
mi propio lo que me pidas xi 
parte 1: lo que nos impide llegar a lo que me pidas 
1. un dios de plástico: abandonar la incredulidad 3 
2.los menos buenos: abandonar todo fingimiento 13 
3. faltan algunos botones: abandonar la verguenza 26 
4. gigantes: abandonar la aprobación 35 
5. una droga normal: abandonar lo que 43 
creemos merecer 
6. álbum de recortes y recuerdos: abandonar el temor 53 
7. ochenta años: abandonar esta vida 64 
Ix 
x | lo que me pidas 
parte 2: orando /o que me pidas 
8. adiós a las cortinas: despertar 
9. ojos nuevos: verdadero cambio 
10. un Dios grande: orar lo que me pidas 
11. mil problemas: Dios entra de golpe 
12. dominó: no vuelvo atrás 
13. propagando la locura: muchos «sí» 
parte 3: vivir lo que me pidas 
el lo que me pidas de Jesús 
14. cuando vemos a Dios: nuestro propósito aquí 
15. el despegue: aceptar el desafío 
16. fuera de control: Dios en el caos 
17. se desata la guerra: luchar con valor 
18. al revés: donde se esconde la libertad 
19. sueños mejores: derramados 
20. el viento: todo es diferente 
¿cuál es tu lo que me pidas? 
reconocimientos 
notas 
acerca de la autora 
«Dios, haremos lo que sea. Haremos lo que nos pidas». 
Zac y yo nos acostamos una noche como cualquier otra hace dos 
años. Estábamos bastante cansados. Allí estábamos, mirando al techo, 
con solo pequeños chispazos de fantasía sobre lo que Dios nos podría 
decir. Zac me tomó la mano y pronunció las simples palabras que 
habíamos estado procesando durante los últimos meses pero que no 
habíamos estado listos para decir antes. 
Dios nos había estado abriendo los ojos sobre lo preciosas que 
son nuestras vidas temporales y el hecho de que estábamos viviendo 
adormecidos. 
No podíamos seguir así. Ya estábamos cansados de estar intentando 
construir nuestras vidas. Estábamos cansados de las casas, los automó- 
viles y lindas tarjetas de Navidad. Queríamos algo, pero no podíamos 
dilucidar qué era. Algo ardía en nuestro interior. Habíamos amado 
muchas otras cosas más que a Dios. 
Estábamos listos para hacer lo que fuera que Dios nos pidiera. 
Así que oramos. Con tanta sinceridad como jamás había orado por 
cualquier otra cosa, oré en mi corazón mientras Zac hablaba: 
«Señor, haremos lo que sea. Haremos lo que nos pidas. 
No se sintió como algo espectacular. Ni siquiera como algo grande. 
Pero esa oración contenía en sí misma mil muertes pequeñas. Al decirle 
lo que nos pidas, le estábamos entregando todo a Dios. 
XI 
xii | lo que me pidas 
El corazón me palpitó un poco más rápido ante ese pensamiento ... 
y luego nos dormimos. 
PARTE 1 
lo que nos 
impide llegar a 
lo que me pidas 
¿200 "subo! 
A 1699 cl fz ion 
WC 260 Son EN A SY la 
abandonar la incredulidad 
«¡Cuelga el teléfono y ven aquí de inmediato!». Yo tenía dieciséis años. 
Corté la llamada con mi novio y me dirigí a la cocina. Mis dos 
hermanitas ya estaban sentadas a la mesa. Todo parecía estar bien. Mi 
mamá siempre hacía muchas cosas durante la Navidad: comida y deco- 
raciones, como algo de lo que se ve en una revista, pero mejor, porque 
yo podía oler y sentir el ambiente. Sentía que la temporada navideña era 
importante y especial. 
La mesa tenía un adorno de Navidad con varias velas en él. Sabía 
lo que estábamos haciendo. Lo hacíamos casi todos los domingos en 
la noche durante el mes de diciembre. Nos sentábamos y cantábamos; 
sí, nuestra familia de cinco personas cantaba torpemente himnos allí, 
sentados a la mesa. Hablábamos sobre la Navidad y lo que sucedió 
aquella noche hace dos mil años. Se llama advenimiento y es una hermosa 
tradición que se enfoca en Cristo durante el mes de su nacimiento. 
Cada uno sostenía una vela mientras cantábamos (un año mi 
hermana menor se quemó el flequillo con la llama de la vela). Luego, 
papá lee una historia acerca de la llegada de Cristo y nos presenta una 
lección de la que podemos aprender algo. 
Recuerdo que él lucía algo tenso aquella noche; parecía una tarea 
ardua. Mirando atrás, me doy cuenta de que él estaba haciendo su 
mejor esfuerzo para darnos a Dios. 
4 | lo que me pidas 
Pero, ¿cómo puedes darle Dios a alguien? 
Había historias en franelógrafos sobre Noé y Sansón. En la escuela 
dominical me enseñaban a no contar chismes y a no tener relaciones 
sexuales todavía. Pero, ¿cómo puedes darle Dios a alguien? 
Nunca me hice preguntas sobre aquellas noches ni tampoco las 
aprecié. Permanecía neutral. A decir verdad, me sentía neutral con 
respecto a Dios. Cuando creces con las historias y los himnos y las 
lecciones, aceptas todo: no tratas de explicar a Dios si desde que naciste 
has oído hablar de él, algo así como Santa Claus. Sabía lo que pensaba 
que necesitaba saber. La mayoría de las veces no sentía mucho cuando 
escuchaba a la gente hablar de Dios. No recuerdo haberlo sentido muy 
real, Recuerdo que sentía a Dios como algo prefabricado, como de 
plástico. 
Era como una estatua de plástico sobre la repisa de la chimenea. En 
mi mente de niña, me parecía que mi familia se movía alrededor de la 
estatua; todos le hablábamos a la estatua y también hablábamos sobre 
ella. Pero para mí era simplemente una estatua, una figura decorativa 
en nuestro hogar que parecía inamovible. Estática. Pasada de moda. 
Que no se preocupaba por nada. Nuestro Dios de plástico. Me fijé en 
otras familias, y al pasar los años, también traté de mirar dentro del 
alma de las personas. Me parecía que la mayoría de ellas también tenía 
un Dios de plástico. 
Enamorarse de Dios era un concepto intangible para mí. Sabía que 
era parte del trato, parte del «paquete». Lo había escuchado durante 
mi vida en algunas de las lecciones. Simplemente no sabía cómo rela- 
cionarme de verdad con la estatua de plástico. Aun si lograba mirar 
más allá del plástico, entonces él era simplemente invisible. ¿Cómo te 
enamoras de alguien invisible? 
Quería sentir algo. Quería que fuera real. Necesitaba que fuera real. 
¿Pero cómo puedes hacer real algo como Dios? 
No lo haces. No puedes hacerlo. 
Yo era el tipo de persona que sigue la corriente. No estaba fingiendo. 
Simplemente vivía en un lugar en el que se asignaban papeles, roles. 
un dios de plástico | 5 
Y cada uno tomaba el suyo y lo representaba. Me dieron el mío y lo 
desempeñé con tanta sinceridad como pude . . . No era una farsa; era 
simplemente mi «normal». Era una buena muchacha que provenía de 
una buena familia y una buena iglesia y 
una buena escuela, que sacaba buenas ¿Cómo puedes 
notas y tenía buenos amigos, y tomaba CAlarle Dios a alguien? 
buenas decisiones y hasta tenía un 
perro bueno. Era una buena creyente. Digo, debí haberlo sido . . . había 
escuchado las historias, los himnos y las lecciones 7,338 veces. Era lo 
que conocía. 
¿Pero a Dios? 
No recuerdo a Dios. No recuerdo que el Dios verdadero estuviera 
allí. Posiblemente sí estaba. Sencillamente no lo vi . . . hasta que sí lo vi. 
No puedes controlar el ver a Dios. Eso es algo que él hace a su 
discreción:el cómo o el cuándo la gente realmente lo ve, realmente lo 
recibe. Pero yo necesitaba que Dios no fuera de plástico antes de poder 
confiar en él, especialmente antes de confiarle todo. 
Los dioses de plástico son seguros. Los dioses plásticos no se meten 
contigo. Los dioses de plástico no importan mucho; ellos encajan en 
la pequeña grieta de la vida que deseas, la vida que estabas planeando 
tener. Y cuando todo en la vida está marchando bien . . . los dioses de 
plástico parecen ser suficiente. 
luces rojas 
La incredulidad no es algo que solo puede atribuirse a los ateos o agnós- 
ticos. La incredulidad se encuentra en rincones y esquinas dentro del 
cristianismo. Todo pecado, en su raíz, se basa en algo que no creemos 
totalmente respecto a Dios. 
Hace poco, cuando estaba a punto de firmar el contrato para escribir 
este libro, estaba mirando fijamente un semáforo en rojo mientras iba 
de camino a la casa. Estaba a punto de comprometer mi vida a escribir 
y hablar acerca de mi Dios (o por lo menos algunos años). En esencia, 
6 | loque me pidas 
lo que iba a hacer era exponer mi fe de una manera tan pública que si 
Dios no era real, entonces sería una pérdida de tiempo o una gran farsa. 
Me quedé parada frente aquel semáforo en rojo el tiempo suficiente 
como para tener una crisis de fe. Me imaginé el cielo y los ángeles, y el 
infierno, y a Dios en el cielo y a Cristo en la tierra . .. y pensé que todo 
esto parecía tener muy pocas probabilidades de éxito, que estaba muy 
lejos de la realidad de mi vida diaria . . . llevar a los hijos a la escuela, 
lavar ropa y salir de vacaciones . . . todas las cosas en las que piensan las 
personas cuerdas. 
Todo aquel cuestionamiento me hizo sentir como si alguien estu- 
viera arrancando de mi vida todo lo que parecía seguro y preciado. Y 
y entonces recordé. Recordé la evidencia 
Los dioses de 
plástico son día de mi vida, su presencia innegable en 
seguros. Los di0ses mi alma mientras sufrí o sentí que él me 
plásticos no se estaba guiando. Los notables cambios en 
meten contigo. mi interior que no eran resultado de mis 
de la mano de Dios aun aquel mismo 
propios esfuerzos. Todo esto me gritaba 
que había algo más . . . realidades espirituales tangibles. El semáforo 
cambió a verde. Y la crisis de fe terminó. 
La crisis de fe de Laura duró más que un semáforo en rojo. 
Algo en sus ojos y en su voz decía que pasaba algo muy serio: «Ya no 
sé en qué creo. Ni siquiera estoy segura si todavía creo en Jesús». 
Laura asistía a nuestra iglesia. Ella era una persona profunda y 
franca con quien me gustaba pasar tiempo cuando mis hijos o mi 
horario me lo permitían. Laura era hija de pastor y creció en un 
mundo muy similar al mío. Estuvo trabajando para el ministerio de 
una universidad hasta que nació su segundo hijo. Laura era la mejor 
entre las chicas buenas. Ella conocía las reglas y desempeñaba su 
un dios de plástico | 7 
papel a perfección. Dios era real porque su mamá y su papá siempre 
le habían dicho que así era. Dios siempre había ocupado un lugar tan 
prominente en su vida, que nunca cuestionaba cómo sería la vida sin 
él. Se casó con un hombre bueno y tuvo dos hijos buenos y asistía a 
una iglesia buena. Y, sin embargo, Laura se estaba cuestionando todo 
esto, se preguntaba si alguna vez había sido real. 
Se sentía culpable por estar haciéndose estas preguntas; y en verdad 
ni siquiera sabía cómo hacerlas. Las realidades de la vida la estaban 
haciendo cuestionarse cómo, en un principio, había creído en todo 
eso, si su fe había sido propia alguna vez o si simplemente había creído 
porque era todo lo que había conocido. Mientras hablábamos, sentí que 
el Señor me guiaba a alentarla en esa jornada. 
«Laura, Dios puede lidiar con tus preguntas, pero no lo pospongas. 
Llega hasta allí y luego decide si él es real o no». 
Ella lloró, temiendo lo que pensaría su familia, temiendo cómo se 
sentiría la vida si no creyera en el Dios que temían todas las personas 
que ella amaba. Pero fue como si Dios le estuviera dando permiso a esta 
buena muchachita para luchar con él. El Dios del universo le decía con 
amor: «Está bien». 
Ella mantuvo esta imagen mientras se cuestionaba: la imagen de 
un alma débil y cansada, parada en la parte más alta de un rascacielos. 
Dios, tomando la forma de una sólida grúa firmemente asentada en el 
suelo, la levantó y la llevó para que mirara sobre el borde de la fe. Ella le 
echó un vistazo a las opciones, visiones de cosas que nunca había explo- 
rado o escogido ver. Dios, por su gracia, la dejó saltar, y sin embargo, 
ella sentía que él todavía la estaba sosteniendo allí, mientras por más de 
un año se balanceaba en su búsqueda. 
Laura terminó entregándole todo a Dios, junto conmigo, y él puso 
su vida de cabezas. Pero esta jornada de Laura tuvo que comenzar con 
Laura decidiendo si Cristo era o no era el camino. Hasta que eso no 
estuvo resuelto, todo el mundo estaba simplemente jugando a «papá y 
a mamá». 
8 | lo que me pidas 
definición de intangibles 
La incredulidad no es una tontería. En realidad sienta las bases de 
todas las áreas con las que luchamos, y a fin de cuentas, la fe en 
Cristo es lo que separará a los que pertenecen a Dios de los que no le 
pertenecen. 
Por lo general, no tememos a Dios. No lo vemos como es, lo 
ponemos en duda. Lo menospreciamos. Y este es el error que más daño 
nos hace: Es lo que más nos daña. Tenemos la creencia equivocada de 
que Dios es algo pequeño o cambiante. Sin embargo, dejamos que esas 
dudas se queden quietecitas en nuestro interior, creyendo que son solo 
pensamientos simples y caprichosos. 
z A. Y. Tozer escribió: «Lo que nos 
Comencé a anhelar ... 
una fe temeraria, una en Dios es lo más importante en 
fe donde sabía QUe cuanto a nosotros»! Nada define 
Dios era real porque mejor el alma que lo que esa alma 
lo necesitaba, una fe — piensa sobre Dios. Y ningún obser- 
donde vivía entregada, vador externo puede saber lo que hay 
obediente; una fe el alma de una persona. Lo más 
donde sacrificaba 
algo ... la comodidad 
o la seguridad, 0-lOS. los demás ven: lo que queremos que 
aspectos prácticos - ellos vean. Nada nos define más... 
en mivida... algo. nada es más importante que lo que 
viene a la mente cuando pensamos 
importante sobre nosotros solo es 
conocido y definido por el dueño del 
alma y por aquel que la creó. Todos 
creemos acerca de Dios. 
Yo solía pensar que saber acerca de Dios es lo mismo que conocerlo. 
Recuerdo cuando tenía que sentarme en un salón repleto de futuros 
pastores en el seminario. Nunca me sentía fuera de lugar. Tal vez era por 
el hecho de ser mujer o porque me quedaba allí sentada, con lágrimas 
en los ojos, escuchando a los profesores hablar sobre Dios mientras 
todos los demás tomaban notas y discutían sobre el dispensacionalismo. 
un dios de plástico | 9 
Mientras ellos analizaban minuciosamente a Dios ante mis ojos, yo 
seguía mirándolos y pensando: ¿Escucharon eso? ¡Es ridículo! Me sentía 
aterrada al hablar sobre ángeles, el cielo y de cómo nuestras almas 
se transforman en el instante en que ponemos nuestra fe en Cristo. 
¡Vamos! Eso es una locura. 
Un fin de semana en el lago, tuve una conversación profunda con una 
amiga íntima que provocó que me planteara una enorme pregunta: 
¿cómo puede alguien conocer a Dios? Ella creía firmemente que la 
única manera de conocer a Dios es leyendo las Escrituras. Estoy de 
acuerdo. No podemos conocer a Dios aparte de la Biblia, y cualquier 
otra experiencia debe estar de acuerdo con su Palabra, puesto que es 
la revelación más clara de Dios. Este era el fundamento de todo lo 
que yo creía acerca de Dios. Me aferraba a esto como lo haría de cada 
palabra de Dios, porque en realidad, eso es la Biblia. Pero, aún así, me 
parecía algo demasiado simple. Sabía que mis experiencias, mis amigos, 
mi vida de oración, mi iglesia y mis libros me habían acercado más aDios... me habían a ayudado a conocerlo. 
El lunes en clase, le formulé la pregunta a uno de mis profesores 
favoritos. La respuesta que siguió ayudó a darle forma a mi perspectiva 
de Dios. Mi profesor comenzó con una lista de las maneras en que 
crecemos o conocemos a Dios: la oración, estudiar las Escrituras, la 
iglesia, la adoración, nuestras experiencias, el sufrimiento, la confesión, 
la comunidad, y así sucesivamente. Luego dijo: «Pero obviamente cada 
una de estas cosas es imprevisible... muchas personas que estudian 
la Biblia nunca encuentran a Dios. Mucha gente que va a la iglesia en 
realidad nunca lo conoce. El único ejercicio que trabaja cien por ciento 
de las veces para acercarnos al Dios verdadero es el riesgo». 
Creo que toda la clase comenzó a cuestionarle . . . buscábamos 
textos en nuestra mente que lo probara, tratábamos de encontrar una 
categoría para lo que él acababa de decir. 
10 | lo que me pidas 
Entonces continuó: «El riesgo es poner voluntariamente tu vida en 
manos de un Dios que no se ve y en un futuro que no conoces, y luego 
ver como hace lo que esperas de él. Dios comienza a hacerse real cuando 
vives de esa forma». 
Todos nos quedamos mudos. Conocer a Dios —realmente cono- 
cerlo— se estaba haciendo más complicado. Pero si él era real, si él 
era Dios, entonces valía la pena conocerlo —no solo los hechos, sino 
experimentar lo que es correr con él, apoyarse en él, que solo su mano 
nos sostenga. 
La Biblia describe una vida radical y reorientada para los que confían 
en Cristo. Una vida en la que se vive para lo invisible y para el futuro. Es 
una vida totalmente dedicada a un Dios invisible cuya agenda para mi 
vida aquí es contraria a mi propia agenda, una vida muy diferente de la 
vida segura y cómoda que yo estaba creando. 
Comencé a anhelar algo que nunca me había parecido aceptable 
hasta aquel día: una fe temeraria, una fe donde sabía que Dios era real 
porque lo necesitaba, una fe donde vivía entregada, obediente; una fe 
donde sacrificaba algo . . . la comodidad o la seguridad, o los aspectos 
prácticos en mi vida... algo. El corazón comenzó a latirme más rápido 
cuando pensé en esto y algo hizo que resonara en mi corazón. 
Tomar la decisión de vivir dependiendo totalmente en que Dios 
va a hacer lo que esperamos de él —y apartarnos de lo que nos parece 
seguro y cómodo—, expone los huecos en nuestra fe. Pero luego, si 
Dios lo hace, entonces aumenta nuestra fe. En esto de saltar desde los 
acantilados a los que Dios nos dirige hay algo que le da la oportunidad 
a Dios de moverse en formas más grandes. Cuando nos arriesgamos y 
él se manifiesta, lo vemos distinto a la forma en que lo veríamos si nos 
quedamos parados mirando desde el borde del acantilado. 
cruces difíciles 
La primera noche que vi a Jesús yo tenía diecisiete años. Estaba sentada 
mirando una cruz de madera. Todos los años me sentaba frente a las 
un dios de plástico | 1 
cruces en el campamento Kanakuk Kamp. Había visto los pedazos de 
madera con clavos por lo menos por cinco años seguidos. La madera 
crujía en la fogata, y tres hombres colgaban en las cruces, aquella calu- 
rosa noche de julio, representando el día en que Cristo murió, el día 
en que su cuerpo visible y con vida colgaba de una cruz de manera 
similar. 
Pero aquella noche lo vi. Vi mi pecado y cómo lo puso a él allí. Vi 
lo que le costó. Vi su misericordia y mi corazón se conmovió. Lo que 
Cristo hizo en la cruz... me compró; murió para que yo no muriera. 
Mi dios de plástico se rompió, y un nuevo e inquietante Dios ocupó 
rápidamente su lugar. Lo sentí. 
Somos criaturas de carne y con sentimientos. Nos encanta que las 
cosas se sientan reales; queremos que se sientan bien, que sean tangibles, 
que nos conmuevan ... o por lo menos, que nos aceleren las palpitacio- 
nes de nuestro corazón. 
Nunca olvidaré la primera vez que Cuando una historia 
vi la película Titanic. Ya había escu- se te hace real, 
chado la historia varias veces antes de OS algo OY 
interior. Cuando 
graciosa sobre esto que incluía la frase: do es asi, Se siente 
¿Todos fuimos al fondo del mar, el Simulado, superficial 
capitán, el pulpo y yo». —y puedes cantar 
Y entonces vi la película. canciones tontas 
Estuve llorando por dos días. Y sobre el tema. 
que hicieran la película. Y aun en el 
campamento cantábamos una canción 
nunca más canté aquella tonta canción. 
Cuando una historia se te hace real, cambia algo en tu interior. Cuando 
no es así, se siente simulado, superficial —y puedes cantar canciones 
tontas sobre el tema. 
Después de aquella calurosa noche de julio, las cosas se me hicieron 
reales y todo comenzó a cambiar. Mi fría y adormecida alma se llenó de 
algo tangible, algo caótico y a la vez era algo en lo que podía confiar. El 
Dios viviente me había salvado, había trazado un camino para mí, me 
12 | lo que me pidas 
había llenado y comenzó a intervenir en mi vida y en mis sentimientos. 
Nunca había pasado al frente de la iglesia ni había pensado con dema- 
siada seriedad en Jesús. En un instante, él hizo algo que yo no podría 
haber hecho. Y el cambió no ocurrió debido a la profundidad de mi 
nueva fe en ese momento . . . fue una cruz. Era la persona que ahora 
podía ver la que me estaba salvando. 
En un instante fui libre y me sentí segura para siempre. Dios se 
mueve. Dios salva. 
En aquel momento, Dios hizo que algo muerto cobrara vida. Todas 
las Navidades que había cantado alrededor de adornos y sosteniendo 
velas encendidas en mis manos, y todas las historias y lecciones cobraron 
vida, porque solo tienen sentido debido a esa persona. 
Sin embargo, es posible creer en Cristo, ser libres y aún así per- 
manecer estancados. Dios era mi nuevo dueño, pero no sabía cómo 
deshacerme de mis antiguos dueños. Sabía mucho acerca de Dios, 
pero todavía no lo conocía. Sabía que él era lo suficientemente grande 
como para salvarme para siempre, pero ahora tendría que crecer para 
comenzar a creer que él era lo suficientemente grande como para abrirse 
camino en mi vida diaria, guiándome y cambiándome. 
Pero ahora él era real y yo le pertenecía. 
se 
_ los menos buenos 
abandonar todo fingimiento 
Era un hermoso día en Dallas y yo iba en mi automóvil de vuelta a casa 
después de clases. Estaba a unas pocas cuadras del seminario, cuando 
sonó el teléfono. Kathryn, una de mis mejores amigas, estaba al otro 
lado. Kathryn y yo habíamos crecido juntas, pero no fue sino hasta 
que asistíamos a la universidad que nos hicimos amigas inseparables. 
Nuestra amistad se profundizó un lindo domingo, cuando íbamos en 
el auto de camino al lago, justo antes de terminar nuestro primer año 
en la universidad. Estábamos escuchando en la radio algunas canciones 
cristianas populares y ella comenzó a llorar, y me dijo que quería vivir 
de forma diferente; que quería vivir para Dios. Una canción y ella fue 
cambiada. Y es cierto, nunca miró hacia atrás. Me encanta la gente así: 
sinceras, apasionadas, decididas. 
Años más tarde, cuando contesté el teléfono, ella estaba llorando. 
«Jennie, ¿crees que mi papá está en el cielo?». 
Mi corazón se detuvo y mi cerebro se aceleró en busca de una res- 
puesta. Repasé los recuerdos que tenía de la vida desordenada de su 
papá, y comencé a dudar.Hacía poco que el padre de Kathryn había 
muerto de un ataque al corazón. Su papá, Mike, era uno de los hombres 
más alegres y echados a perder que yo conocía. Él había provocado que 
su matrimonio terminara y era más probable encontrarlo en un bar que 
en la iglesia. Su vida no se parecía en nada a la de los hombres que yo 
conocía que eran creyentes fieles. 
ls 
14 | lo que me pidas 
Pero algo en Mike estaba vivo y lleno de gozo. Cuando estabas cerca 
de él, se podía sentir. Se hacía amigo de todas las personas que conocía. 
De hecho, Kathryn tuvo que ir a ver al supermercado, a la farmacia 
y a la barbería después de que él murió, porquea todos él los consi- 
deraba buenos amigos, y se iban a preguntar por qué ya no pasaba 
a verlos. Era un hombre que amaba bien. En esta llamada mi amiga 
sonaba desesperada; no estaba segura de que su padre estuviera en el 
cielo. Mientras más escarbaba en sus recuerdos de él, más destructiva le 
parecía su conducta. 
Hay muchos temas sobre Dios y el cristianismo que son dignos 
de un buen debate, pero el hecho de que todos pecamos típicamente 
no es uno de ellos. Nunca he conocido a nadie que se atreva a decir 
que es perfecto, pero he conocido a muchos que creen que son buenas 
personas. 
¿Qué quieren decir con eso? ¿Quieren decir que tienen buenas inten- 
ciones, que hacen cosas buenas? ¿O quieren decir que son simplemente 
buenos, igual que las galletas de chocolate recién horneadas siempre son 
buenas? Me da la impresión que cuando dicen eso acerca de sí mismos 
lo que quieren decir es: «Dios cree que soy bueno». 
Analizándolo profundamente, ¿somos en realidad tan «buenos» 
como creemos serlo? 
A pesar de mi impresionante libreto de desempeño, en lo más 
profundo de mi ser rara vez he sentido que soy realmente una buena 
persona. No creía que era tal mala como otras personas y me esforzaba 
por mantener el respeto de la gente usando mi comportamiento exterior, 
pero aun en mis mejores días, siempre supe lo lejos que realmente estaba 
de ser buena. Siempre ha habido una dicotomía dentro de mí. 
Una persona puede aprender el comportamiento correcto para 
cualquier cualidad del carácter. Y aunque algunos de mis compor- 
tamientos provenían de un lugar bastante sincero, la verdad siempre 
ha sido que sin la intervención de Dios, soy egoísta y orgullosa cada 
minuto de cada día. Me importa lo que otras personas piensan, porque 
en lo profundo de mi ser quiero que me vean como alguien grande; 
los menos buenos | 15 
quiero ser importante. Me resulta imposible perdonar; tener la capa- 
cidad de perdonar realmente a la gente que nos hace daño debe ser 
uno de de los más grandes milagros de Dios. Y tengo en poco al Dios 
del universo cuando me preocupo por algo como si él no estuviera en 
control. En mi interior, mi alma parece estar propensa a inclinarse 
hacia toda cualidad que nunca quisiera poseer. Y vivo asumiendo que 
no soy la única que tiene estas debilidades. Particularmente porque 
conozco a mucha gente. 
arena en el rostro 
Siempre he pensado que la guerra épica en nuestro universo era bas- 
tante simple: el bien contra el mal. Pero si lees acerca de esa guerra en 
la Biblia, siempre ha sido más complicado que eso, aun desde el princi- 
pio. Adán y Eva escogieron el mal, pero en aquel entonces estaban en 
un lugar sin iglesia ni Biblias y sin presión de su ministro o sacerdote. 
Siguiendo su intuición, se escondieron de Dios y trataron de cubrirse a 
sí mismos con hojas de higuera porque tuvie- 
ron vergiienza (Génesis 3). Estas eran hojas Analizándolo 
de pretensión, las mismas hojas que nosotros profundamente, 
llamamos religión, o tal vez moralidad o ser ¿somos en 
buenos. Ellos simplemente trataron de cubrir realidad tan 
«buenos» como 
creemos serlo? 
lo malos que eran. 
He hecho esto. Lo hago. Impresiono al 
mundo con una moralidad apasionada y 
visible mientras que evito a Dios totalmente. 
Hay algo en la humildad que cuesta . . . algo que se parece a la humi- 
llación . . . una declaración categórica de que, sin Dios, somos un 
desastre en lugar de tratar de vivir una vida hermosa que casi no 
necesita un salvador. 
A menudo hemos recurrido al fingimiento; nos hemos cubierto con 
la religión o la hoja de aparentar ser buenos. Fue la lucha más grande 
que Cristo enfrentó, y todavía es nuestro mayor problema. Pensamos 
16 | lo que me pidas 
que nos podemos ver bien . . . bien ante Dios y los unos con los otros, y 
que si nos tapamos bien con nuestras hojas, nadie lo va a saber. 
Dios habla con claridad. El estado de nuestro corazón invisible es 
más importante que todos nuestros buenos comportamientos, y que 
todos los malos. Desde Adán y Eva hasta las iglesias que se describen en 
el libro del Apocalipsis, Dios trata con el interior del ser humano. Es lo 
que más le interesa. 
Me tomó mucho tiempo aprender esto porque todo en nuestro 
mundo funciona en oposición a esta idea. juzgamos a los niños por su 
comportamiento y desempeño desde el momento que nacen. «Ah, qué 
bebé tan buena», decimos. «Es tan tranquila y come tan bien». Desde 
el jardín de infantes les ponemos buenas notas a los trabajos buenos. 
Cuando nuestros hijos se portan mal los castigamos, y les ponemos 
estrellas a sus gráficos de tareas o comportamiento. Entonces, llegamos 
a adultos, y recibimos ascensos y premios basados en nuestro buen 
desempeño. 
De plano, le caemos bien a la 
Dios habla con claridad. gente cuando somos . . . buenos. 
A ES Todo en la vida parece girar 
corazón invisible es 
más importante que importancia. Con honestidad, es 
todos nuestros buenos todo lo que tenemos para seguir 
comportamientos, y adelante. Por lo general, no tra- 
que todos los malos. bajamos en el espacio invisible del 
alma, pensamientos, motivos y 
alrededor de nuestro comporta- 
miento exterior. El ser bueno tiene 
sentimientos. Son demasiado abstractos e inmensurables. Y entonces, 
Dios apareció en carne y hueso. Cristo apareció y trastornó completa- 
mente nuestro sistema de ser buenos. 
Cuando Jesús vino, fue a los más quebrantados, a los menos 
buenos. De hecho, siempre les ministraba a los más pecadores. Los 
tocaba y los sanaba, y los amaba, y ellos también lo amaban a él. Lo 
necesitaban. 
los menos buenos | 17 
Recuerdo la primera vez que me percaté que mi vida se parecía más 
a la vida de la gente a la que Jesús reprendía que a la vida de los que se 
acercaban a él. Estaba leyendo las palabras de Jesús a los religiosos en 
Mateo: «Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos 
pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad» (23.28). 
¡Uf! Me sentía así. Sabía en lo más 
profundo de mi ser era todo un desastre. Cuando leí las 
También sabía que nadie lo sabía, y me palabras de Cristo 
gustaba que fuera así. No quería estar sentí este llamado. 
con el rostro en la tierra como todos los El llamado a 
postrarme, con el 
rostro en el suelo. 
pecadores que Jesús había sanado. Quería 
estar como estaba, aparentando ser buena. 
Me sentía cómoda así. Pero cuando leí las 
palabras de Cristo sentí este llamado. El 
llamado a postrarme, con el rostro en el suelo. 
Nos duele físicamente ver nuestro orgullo, nuestro pecado, dejar de 
jugar a ser buenos, sentirnos quebrantados y necesitar de Dios. Y duele 
más aún permitir que otros lo vean. Así que corremos para no postrar- 
nos; y en lugar de escoger a Dios, escogemos inmensas hojas de higuera 
para cubrirnos. Nos alejamos de ese sentimiento vulnerable de que tal 
vez no damos la talla, mientras que todo el tiempo lo que anhelamos es 
eso: dar la talla. 
A través de toda la historia de la humanidad así es como nos hemos 
relacionado con Dios. Primero nos preguntamos, ¿es Dios real? Y 
segundo, ¿en realidad lo necesitamos? 
¿Y qué si aquello con lo que tratamos de impresionarlo es precisa- 
mente lo que nos separa de él? 
redefinición de las manos 
Me encanta la canción «Cosas hermosas» por Gungor. Dice: «Tú haces 
cosas hermosas del polvo de la tierra. Tú haces cosas hermosas de 
nosotros». 
18 | lo que me pidas 
El pueblo de Dios siempre ha sido bueno huyendo de él. Jeremías 
fue una de las personas que Dios envió para recordarles que Dios era 
real y que ellos lo necesitaban, y que Dios quería que volvieran a él. Así 
que envió a Jeremías a casa de un alfarero. 
Cuando Jeremías llegó, la vasija que el alfarero tenía en las manos 
estaba deforme y estropeada. Mientras Jeremías miraba, el alfarero 
volvió a trabajar con la arcilla e hizo algo hermoso, una vasija total- 
mente diferente. 
Mientras Jeremíasse alejaba, Dios le preguntó: «¿Acaso no puedo 
hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro? .... 
Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos 
del alfarero» (Jeremías 18.56). 
Mientras estuvo en la tierra, Cristo siempre se acercó a los quebran- 
tados. A la mujer que fue sorprendida en adulterio, con su rostro en 
el suelo y a punto de ser apedreada en Juan 8, Jesús la protegió de las 
piedras. Y para protegerla del juicio eterno, le dijo lo mismo que nos 
dice a nosotros: Arrepiéntete, porque no eres buena, no estás bien. Vuelve a 
mí. Me necesitas. Él dice: Vete, y no vuelvas a pecar» (Juan 8.11), lo que 
es imposible de lograr lejos de la rectitud que Cristo les ofrece a todos 
los que se acercan a él en fe. Él nos hace estar bien. 
Hay algo muy hermoso en estar consciente de nuestro pecado y 
nuestra necesidad de Dios. Es hermoso para Dios. Él puede trabajar 
con eso, entrar en eso. La primera orden de Cristo en casi todos sus 
encuentros con personas necesitadas fue decirles que debían arrepen- 
tirse. Él les prometió esperanza y sanidad a esas personas quebrantadas. 
Prometió abrirles un camino. A menudo, después de esos encuentros, él 
iba a los religiosos que parecían tener todo en orden, y los confrontaba 
con sus pecados de orgullo y de pretender ser algo que no eran. Y sin 
embargo, con cada oportunidad, la mayor parte de las veces, nunca se 
arrepintieron. Creían que estaban bien sin Jesús. No lo necesitaban. 
los menos buenos | 19 
Hace algunos años estábamos en San Antonio, disfrutando de un fin 
de semana familiar. Habíamos pasado un día en Sea World y el día 
siguiente en River Walk. La mayor parte del tiempo la pasé corriendo 
detrás de nuestra hija de dos años, obligándola a que tomara mi mano 
para que no tuviera un accidente. A menudo me encontré diciéndole: 
«Carolina, toma mi mano o te voy a castigar y no vas a poder hacer 
nada». Quería controlarla con la mano, para su propia protección. 
Nuestro hijo mayor, Conner, quien entonces tenía ocho años, fue 
testigo de todo eso. Al final de nuestro segundo día juntos, con Carolina 
sentada y sujeta a su cochecito, con suavidad y afecto, extendí mi mano 
para tomar la de mi hijo. Quería caminar con él. Él retiró su mano y 
de inmediato supe por qué. Recordé lo que había significado tomar la 
mano de mamá en esos días .. . una pelea, disciplina, control... y 
también supe que Conner estaba llegando a la edad cuando no está en 
«onda» necesitar a mamá. Me arrodillé en medio del River Walk. Le 
tomé ambas manos y le dije con sencillez: «¿Me quieres dar la mano 
simplemente porque te amo, solo porque soy tu mami?». 
Tuve que redefinirle mi mano. Lo que parecía ser una mano que 
indicaba disciplina y fracaso, ahora era algo diferente; ahora se trataba 
de una relación. Quería que él me amara y me necesitara solo porque 
tiene ocho años y yo soy su mamá; no porque lo estuviera disciplinando 
ni tratando de controlar. 
Dios trata de llegar a nosotros, quiere que veamos que lo necesita- 
mos. Sin embargo, como él es Dios, pensamos que quiere que cantemos 
y bailemos; en otras palabras, que modifiquemos nuestro comporta- 
miento. Lo que en realidad él quiere es a ti y a mí. Él quiere liberarnos. 
Y sí, para lograrlo, quiere todo lo que somos. 
Para nosotros, Dios es nuestro hogar. Fuimos creados para vivir en 
él. Fuimos creados para él. Simplemente nos olvidamos de esto cuando 
estamos tratando de ser buenos e independientes. 
El pretender ser buenos detiene que Dios se mueva en nuestras 
vidas. El legalismo o la religión nos ayudan a sentirnos mejor con 
nosotros mismos, nos infla, y nos pone en posición de criticar, juzgar 
20 | loque me pidas 
y ser orgullosos. ¡Ah! Y todo lo humano que hay en nosotros disfruta 
de eso. Nos sentimos mejor cuando vivimos así. Nos sentimos mejor 
cuando caminamos independientemente —como «gente grande»—, 
que no necesita tomar la mano de mamá en el River Walk porque ya 
crecimos y queremos ser cool. No queremos necesitar a Dios. 
manchas en la frente 
Estaba de visita en un hogar de transición para hombres que recién 
habían salido de la cárcel. Era la época navideña y el grupo con el 
que estaba les habíamos llevado unos regalitos para que abrieran en 
Navidad. No sabía qué esperar de aquella visita, pero mi corazón 
comenzó a derretirse de inmediato. 
Vi a un hombre mayor, usando una camisa muy vieja, sirviendo 
limonada —de la que viene en sobrecitos y se le agrega agua—, y colo- 
cando cuidadosamente galletitas compradas en un plato. Los otros 
hombres nos recibieron con sonrisas como si estuvieran dándole la 
bienvenida al presidente. Aquella noche me había apurado muchísimo 
para llegar allí —tuve que hacer arreglos de niñeras, transportación y 
envolver regalos—, y honestamente me sentía un poco irritada, pero 
cuando vi a aquellos humildes hombres, mi pulso disminuyó y no quise 
estar en ningún otro lugar. 
Cada hombre esperó su turno para hablar un poco sobre su vida. 
Con lágrimas y un gran sentido de responsabilidad, cada uno habló 
de sus debilidades y errores. Sus corazones sangraban por el daño que 
les habían causado a las personas que amaban, y hablaban con entu- 
siasmo sobre cómo vivían perdonados por haber aceptado a Cristo. No 
alardeaban ni pretendían. Cristo se había manifestado en sus vidas 
destrozadas y los había restaurado. Hablaban con paz y sentí que 
tenían esperanza. 
Comencé a anhelar ser como ellos; ser como estos hombres que se 
estaban recuperando de las consecuencias del pecado. Quería necesitar 
a Dios de la forma en que ellos lo necesitaban, sentirme quebrantada 
los menos buenos | 21 
como ellos, y ser tan transparente como ellos. Era como si ya hubieran 
sido expuestos . . . ya habían sido sorprendidos. Todos llevaban un 
letrero en la frente que leía «metí la pata» —no había necesidad de pre- 
tender algo distinto. Y en eso había algo que les trajo libertad. Hizo que 
Dios fuera el héroe, no ellos. 
Mi alma se identificó con aquello. Aunque soy una esposa de 
pastor, madre de tres hijos y rubia, que estaba relacionándose con 
criminales acabados de salir de prisión, soy también un ser humano, 
y nosotros los humanos venimos al mundo con las palabras «metí la 
pata» escritas en la frente. Venimos así «de fábrica», pero en algún 
punto entre comenzar a caminar y llegar a la adultez, aprendemos a 
borrar el letrero de nuestra frente. Aprendemos a sentarnos derechos. 
Aprendemos a ser buenos. 
No obstante, delante de Dios, no soy distinta a esos hombres. Mi 
frente está limpia, pero ciertamente mi alma no lo está. Aquel día, 
sentada en un viejo y maltratado sofá, junto a unos hombres viejos y 
maltratados, reexaminé lo que valoro en las personas y el tipo de gente 
a la que valoro, y me di cuenta de que 
Dios resplandecía más a través de Para nosotros, Dios es 
aquellos hombres acusados y dolidos NUestro hogar. Fuimos 
que a través de mí. creados para vivir en 
Nos escondemos unos de otros ál Fyimos creados 
detrás de nuestras inmensas hojas de para él. Simplemente 
higuera, pero Dios nos dice: «Deja nos sidsamos 
de esto cuando 
estamos tratando 
de hacerlo, porque yo soy una mejor 
cobertura. Tengo la forma de pagar 
por todos los pecados que estás ocul- 
tando. Pero será necesario que salgas de ser buenos e 
de detrás de esas hojas. Tienes que ¡ndependientes. 
ser humilde para reconocer que me 
necesitas» (Juan 11.25, 1 Juan 1.8, parafraseados). La ironía es que la 
sangre de Cristo toma a los menos buenos y los hace los más buenos. 
¡Es hermoso! 
22 | lo que me pidas 
con el rostro en la arena 
No queremos caernos. Nos encanta escuchar testimonios asombrosos 
de la gracia de Dios, pero no queremos ser el testimonio. 
Mi caparazón estaba brillante y reluciente, pero estaba llena de 
pecado y de orgullo. Finalmente me caí, de cara al suelo, en la arena, 
llorando porque había vivido comouna farisea con todo mi orgullo 
y arrogancia. En realidad, he aprendido a caerme bastante. Me caigo 
porque no puedo continuar pretendiendo que estoy bien cuando en mi 
interior sé que no es así. Pero también me caigo porque encuentro a 
Dios en la arena. Encuentro a Dios cuando tengo la cara en la arena. Y 
entonces, es él quien levanta mi rostro, en lugar de mi orgullo. 
Cerca del tiempo en que mi pecado más aceptable me estaba haciendo 
caer de cara en la arena, mi amiga Kathryn me llamó para hablarme 
Cualquiera puede de su descaradamente pecador padre. 
llegar al cielo, sin Todo lo que pensaba que Dios quería 
importar cuán de mí estaba bajo escrutinio. Cuando 
desordenada 
pueda ser su 
vida. Y de igual eliminas todo lo que jamás hayas apren- 
modo, cualquiera - dido sobre Dios y solo miras a Jesús, lo 
puede no llegar, que hizo, lo que dijo, a quién amó, solo 
independientemente hay una cosa necesaria. Solo una. 
CA SUl eleg ante Cualquiera puede llegar al cielo, sin 
bondad importar cuán desordenada pueda ser 
eliminas las lecciones, las canciones, los 
predicadores, la moralidad nacional de 
todos los creyentes que conoces; cuando 
su vida. Y de igual modo, cualquiera 
puede no llegar, independientemente de su elegante bondad. 
Necesitaba responderle a Kathryn. 
«Kathryn, solo estoy segura de una cosa: la obra de Cristo es lo 
único que nos puede salvar. Nuestro comportamiento aquí en realidad 
es el mismo . . . todos metemos la pata —bastante— cuando vivimos 
sin Dios. Algunos somos mejores que otros en ocultar nuestro pecado. 
los menos buenos | 23 
Cuando lleguemos al cielo, nos vamos a encontrar con mucha gente 
que jamás pensábamos que estarían allí, y otro montón que sí esperába- 
mos encontrar, no estará por ninguna parte. Dios trata con el corazón 
—con lo que no vemos—, y aunque tu papá nunca fue experto en 
asuntos de iglesia y sí arruinó su matrimonio, había algo en él que 
contagiaba a todo el que se le acercaba . . . ¿Conocía a Jesús?». 
Kathryn nunca le había preguntado a su papá dónde estaba parado 
con Jesús, así que aquella noche, se postró sobre su rostro y le pidió a 
Dios que de alguna forma le mostrara que Mike estaba en el cielo . ... 
Estaba desesperada y rogaba por una prueba tan fehaciente que nadie 
pudiera negar. 
Al día siguiente de aquella súplica ante Dios y sin conocer la oración 
que Kathryn había elevado, su tía, con quien nunca había conversado 
sobre temas espirituales, la llamó con algo de renuencia. Con nervio- 
sismo, le dijo a Kathryn que una voz que ella sabía que era la de Dios la 
había despertado durante la noche y le había dicho que Mike estaba con 
él, y que Mike le había entregado su corazón a Jesús unos pocos años 
antes cuando falleció el suegro de Kathryn. Su tía no había asistido al 
funeral, pero todos estuvieron de acuerdo, pensando en ese tiempo, que 
su padre había experimentado un cambio repentino y había mostrado 
interés en cosas espirituales. Ella recordó que había notado algo dife- 
rente en él para aquel tiempo —no era algo perfecto, ni «bueno», ni 
espectacular, pero era evidente algo real y profundo en su vida. 
Cuán profundo es el amor del Padre por nosotros, 
Tan grande que no se puede medir 
Que nos ha dado a su Hijo unigénito 
Para que los pecadores seamos sus hijos. 
No me gloriaré en nada, 
Ni en dones, ni en poder, ni en sabiduría 
Me gloriaré en Jesucristo 
En su muerte y resurrección. 
24 | lo que me pidas 
¿Qué ganaré como recompensa? 
No puedo dar una respuesta 
Pero sé en lo profundo del corazón 
Que sus heridas pagaron mi salvación.? 
La gracia es inexplicablemente loca. Recuerdo haber temblado al 
leer El despertar de la gracia de Chuck Swindoll. En aquel momento 
estaba comenzado a entender las implicaciones de la gracia. 
La gracia dice que usted no tiene que dar nada, ganar nada, ni pagar 
nada. ¡Y no podría hacerlo aunque lo intentara! . . . ¡La salvación es 
un don gratuito! Usted simplemente se apropia de lo que Cristo ha 
provisto. Eso es todo. Y sin embargo, la doctrina herética de las obras 
sigue circulando por todo el mundo, y continuará haciéndolo. Su éxito 
se debe a que el orgullo de los hombres y las mujeres es muy fuerte. 
Sencillamente, pensamos que tenemos que hacer algo para sentirnos 
bien al respecto. No concuerda con el sentido común del ser humano 
obtener algo valioso a cambio de nada.” 
En una acción Dios hizo lo que ninguna cantidad de esfuerzo 
de nuestra parte podría hacer. Él sacrificó a su Hijo perfecto y puso 
sobre él todo pecado. Ningún pecado quedaría exento de este pago. Él 
pagaría por cada uno de ellos. Todo asesinato, todo pecado sexual y 
perversión, todo pensamiento orgulloso, todo ídolo que adoremos, todo 
chisme o calumnia, toda vez que nos salimos de nuestras casillas por 
falta de paciencia, cada pecado que alguna 
En una acción vez nos ha avergonzado sería pagado .... 
Dios hizo lo que — Para aquellos que reconozcan su pecado y se 
ninguna cantidad vuelvan a Cristo pidiendo perdón. 
de esfuerzo de No 3 solo los que están en prisión 
nuestra parte los que están lejos de Dios; con frecuencia 
' somos nosotros, los que estamos sentados en 
podría hacer. 
las bancas de la iglesia, tratando de decidir 
los menos buenos | 25 
adónde vamos a ir a almorzar después que ese tipo termine de hablar 
sobre un Dios que casi no necesitamos. 
«No me gloriaré en nada». Estoy empezando a sentirme más cómoda 
con los letreros de imperfección en la frente. 
Este es el mío: 
Meto la pata constante e interminablemente. 
Y mi única esperanza es mi Jesús. 
abandonar la verguenza 
Todos lo sentimos . . . en algún momento. 
Nunca hablé en la clase; no quería llamar la atención. Y en especial 
no quería meterme en problemas. Por lo general, mi cabello rubio 
estaba dividido y sujetado hacia atrás con un broche rosado, y usaba 
medias finas y blancas que me llegaban a la rodilla, y zapatillas azules 
y blancas con velcro, que tenían un arco iris de adorno. La señora Reed 
fue la peor maestra que tuve. Todas mis otras maestras nos abrazaban 
y parecía que sabían cómo nos sentíamos, aun cuando no lo decíamos. 
En la clase de segundo grado de la señora Reed, había figuras de peque- 
ñitos Pitufos adornando las paredes, y cada uno de sus gorros tenía 
anotado un nombre. Tenían tres pequeños botones magnéticos sobre el 
estómago, aunque los Pitufos reales no tenían botones. 
Los varones siempre se metían en problemas, y cuando eso sucedía, 
tenían que caminar tristemente frente a toda la clase y quitarle botones 
a los Pitufos. El primer botón les costaba cinco minutos menos de 
recreo. No recuerdo lo que pasaba si tenías que sacar los tres; en aquellos 
tiempos te podrían haber encerrado en un closet, o algo por el estilo 
de terrible. 
Aquel día Brent, quien quería ser mi novio, estaba sentado enfrente 
de mí, y me daba puntapiés por debajo de la mesa. Así que le di un 
puntapié y le dije que parara de hacerlo. 
La señora Reed levantó la vista de lo que estaba leyendo y me dijo: 
«Jennie, ve a sacar un botón». 
26 
faltan algunos botones | 27 
El salón comenzó a darme vueltas . .. eso jamás me había sucedido. 
Y era una de esas épocas en la vida cuando piensas que algo jamás te va 
a suceder. Me puse de pie frente a la clase y comencé el difícil camino 
para quitarle parte del orgullo a mi Pitufo. 
Cuando llegó el recreo y 
la clase salió, yo me quedé Se supone que debemos 
como pegada a mi asiento por Querer estar cerca de Dios 
cinco minutos eternos. Quería todo el tiempo y confiarle 
ocultarme debajo de mi silla. todos los aspectos de 
La señora Reed estaba corri- A a TE 
se supone que debemos 
ella estaba demasiado desilu- escribir q EUA notas de 
sionada conmigo como para agradecimiento y votar 
prestarme atención. Me sentía. en las elecciones locales. 
como si me estuviera dando 
giendo tareas y ni siquiera me 
miraba. Estaba segura de que 
fiebre.Algún tipo de enfermedad se estaba apoderando de mi cuerpo. 
Esta no fue la última vez en que me he sentido así. Aun ahora, la 
vergúenza parece apoderarse de mí a veces, aun cuando me estoy afe- 
rrando a la gracia. 
de mucha importancia 
Todo tipo de cosas apartan a las personas de Dios. Aun aquellos de 
nosotros que parecemos vivir muy cerca de él, en realidad no lo esta- 
mos. Por supuesto que a veces estamos cerca de él. Pero muchas veces 
no lo estamos. Se supone que debemos querer estar cerca de Dios todo 
el tiempo y confiarle todos los aspectos de nuestra vida. También se 
supone que debemos escribir a mano notas de agradecimiento y votar 
en las elecciones locales. 
Pero cuando nuestro pecado nos aleja de Dios, ¿qué hacemos? 
Cuando me siento con alguno de mis hijos después de que él o ella se 
ha arrepentido por mentir o por pegarle a su hermano, nunca ninguno 
28 | loque me pidas 
me ha dicho: «Me siento mucho mejor porque ese pecado en realidad 
estaba perjudicando mi vida de oración». 
No nos incomoda mucho lo que el pecado y los errores le hacen a 
nuestra relación con Dios. Tal vez él no se siente muy real en nuestra 
vida, o tal vez pensamos que Dios simplemente acepta nuestro pecado. 
Cuando somos salvos, hay cosas espirituales que comienzan a obrar 
en nuestro interior y trastornan la forma en que solíamos pensar y 
vivir. El pecado se hace desagradable porque lucha con quien somos. 
Dios se convierte en nuestro principal anhelo. Esas son señales de que 
somos creyentes. Si no sentimos en nuestro interior un anhelo por Dios 
y desagrado ante el pecado, entonces debemos preguntarnos si somos 
creyentes. Somos hijos de un Dios viviente que quiere sacarnos de la 
esclavitud, del pecado y del peso de la vergienza. 
Sin embargo, con mucha frecuencia nos sentimos felices viviendo 
estancados. Lo he visto en mi propia vida y lo escucho a menudo por 
teléfono, y lo veo en los ojos de las personas: el peso de la vergúenza, 
el horrible sentimiento que recuerdo haber sentido por primera vez 
cuando le tuve que quitar el botón a mi Pitufo. 
¿Y cómo interseca todo esto .. . esta ver- 
Cuando Dios gúenza, y gracia, y santidad, y el Dios que 
nos da su gracia, requiere todo, y que a la vez perdona todo? 
también no Crecí pensando que revelar las peores 
está quitando Partes de mí —especialmente en la iglesia—, 
algo. Nos quita sería inaceptable. Si la gracia es real, ¿cómo es 
ue a veces me podía sentir así? Los lugares 
el control. E A > 
que guardan la gracia deberían ser los lugares 
más seguros para revelar nuestra humanidad. 
Sin embargo, por lo general no lo son. El evangelio de la gracia 
lucha con cada atisbo de orgullo en nosotros. Cuando Dios nos da su 
gracia, también no está quitando algo. Nos quita el control. Muchos 
de nosotros no vivimos en gracia a pesar de que posiblemente hemos 
Ak 
crecido cantando sobre la gracia desde que tenemos uso de razón. 
faltan algunos botones | 29 
Queremos ganarnos el sentimiento de que estamos bien. Queremos 
subir a la cima y que todos nos digan que están muy orgullosos de 
nosotros, que merecemos todas las cosas buenas, y así podemos asentir, 
y sonreír al asentir. 
Si somos realmente súper malos, como las prostitutas o los hombres 
que acababan de salir de la cárcel, la gracia es lo mejor que jamás escu- 
chamos. Pero para los muchachos buenos, con la mayoría de los botones 
en nuestros Pitufos, se siente un poco diferente pensar que necesitamos 
a Dios con desesperación. - 
La gracia verdadera amenaza nuestro control. Pero también nos da 
algo. Y ese algo es mejor. 
anclas internas 
Los ojos de Heather siempre tenían esa mirada, una mirada que decía 
que ella no merecía estar hablando contigo. Era algo que a menudo 
escondía detrás de una personalidad algo irritable que muchas veces 
provocaba que la gente no se le acercara. De hecho, Heather había tra- 
tado varias veces de apartarme de ella. Lo que yo hacía era reírme e 
ignorarla, o le decía que superara lo que fuera que la estaba haciendo 
actuar con enojo. 
A pesar de nuestra cercanía de años, nunca había logrado descifrar 
aquella mirada que se escondía detrás de una apariencia exterior dura 
y fría. 
Un día Heather llegó con la cabeza baja. Me quería decir algo. Le 
costó esfuerzo comenzar a hablar. Ella se había hecho un aborto cuando 
asistía a la universidad, y ahora finalmente, estaba saliendo de la oscu- 
ridad del secreto. Nunca le había dicho a nadie hasta hacía unas pocas 
semanas. Y ahora quería que lo supieran algunas de sus amigas íntimas. 
Apenas se le veían los ojos aquel día. Pero escuché. Le dije que la 
amaba y que nada de lo que me estaba diciendo cambiaría mis senti- 
mientos hacia ella, y que la gracia de Dios era suficiente para esto, a 
30 | loque me pidas 
pesar de lo devastador que era. Sin embargo, capté una mirada en sus 
ojos que me dijo que no me creía. 
La vergiienza había sido un ancla atada en su interior, y la había 
estado cargando completamente sola, paralizada ante el temor de que si 
lo decía —si alguien lo llegaba a saber—, lo cambiaría todo. 
Me parece que hasta aquellos de nosotros 
Sé perfectamente que parecemos relucientes y radiantes 
que Dios ve — sentimos un poco la punzada de esta clase 
mi pecado, mi de vergijenza. Creo que nos sucede a todos. 
basura, y eso Aun si decimos que somos buenos, en lo 
no es algo ni 
confortable ni en nosotros, hay algunas cosas oscuras y 
fácil de aceptar. desconcertantes. 
profundo, en algún lugar, sabemos que no 
lo somos. Debajo de todo lo que es bueno 
El apóstol Pablo dice: «Yo sé que en mí, 
es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque 
deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo» (Romanos 7.18). Si 
no hay nada bueno en nosotros, ¿cómo es posible que alguien pueda 
sentirse petulante? Todos deberíamos sentirnos seguros los unos con los 
otros porque todos somos personas que fallamos, que metemos la pata. 
Pero no nos sentimos seguros, porque no es seguro. La gente juzga, 
especialmente las que afirman seguir a Jesús. 
A menudo, cuando intento estar a solas con Dios —realmente a 
solas con él, no simplemente elevar una oración rápida o leer algunos 
versículos biíblicos—, me siento incapaz de hacerlo. Siento como si 
quisiera estar en cualquier otro sitio menos en ese. Y me parece que 
otras personas también se sienten así. Sé perfectamente que Dios ve mi 
pecado, mi basura, y eso no es algo ni confortable ni fácil de aceptar. 
Con demasiada frecuencia, elevo una oración, leo algunos versículos 
bíblicos y sigo mi camino. Y por dentro me siento como el rey David 
en la Biblia después de haber cometido adulterio y asesinato: «Mientras 
guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de 
todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como el calor del verano, 
faltan algunos botones | 31 
porque día y noche tu mano pesaba sobre mí» (Salmo 32.34). El peso 
del pecado hace que hasta los huesos nos duelan. 
Pero, ¿y qué si estoy enfocando todo esto en forma incorrecta? ¿Y qué 
si la forma en que me siento después de quitar aquel botón, o la forma 
en que mi amiga se sintió cuando me contó su terrible secreto, o cómo 
me siento cuando quiero salir corriendo de la presencia de Dios. . . qué 
si realmente estuviéramos malinterpretando el sentimiento? 
De alguna forma, todos los que estamos leyendo esto somos 
imperfectos y estamos quebrantados. Parte de ese quebrantamiento se 
debe a las heridas del pasado, otra parte es 
nuestra propia culpa y parte es simplemente El peso del 
por el triste estado del planeta. Pero todos lo pecado me deja 
O de en tierra. Me 
Pero lo que siento cuando veo a Dios debe : 
nace tlizas. M8 
muestra que 
necesito a Jesús. 
ser definido y catalogado, o siempre me va a 
mantener queriéndome apartar de Dios. ¿Qué 
es lo que hace el peso? Dios creó el cosmos y 
las leyes por las cuales funciona. ¿Cuál es el 
propósitodel peso? Todo lo que no pesa, se evapora o se eleva. Todo lo 
que no tiene peso flota. 
El peso hace que las cosas caigan en la tierra, que permanezcan en 
el suelo. ¿Y qué si el peso del pecado tiene el mismo propósito que el 
peso físico? 
Cuando me acurruco en mi sofá con Dios y su Palabra, ese senti- 
miento que me provoca salir corriendo debería ser el sentimiento que 
me mantiene allí con él. Es el peso de mi pecado el que me empuja de 
los lugares altos y cómodos en los que mi orgullo preferiría mantenerme. 
¿Sabes? Me gusta sentirme bien conmigo misma. Prefiero los lugares 
- altos en los que estoy adormecida, al lugar en que tengo el rostro mojado 
de lágrimas porque me doy cuenta de que no tengo esperanza alguna 
aparte de Jesús. Quiero tener aplomo, serenidad, y ser agradable y feliz. 
Esa es la chica que quiero ser. Pero mi pecado .. . no quiero bregar con 
eso. A menudo vivo protegida por mi creencia de que soy buena. 
32 | loque me pidas 
El peso del pecado me deja en tierra. Me hace trizas. Me muestra 
que necesito a Jesús. Sin esta necesidad de Dios, nunca iría a él. Pero 
aun cuando nos sentimos debilitados no vamos a Jesús ni a la iglesia ni a 
otros creyentes con el peso de nuestro pecado. Nos escondemos porque 
justo el lugar que nos promete gracia puede sentirse condenatorio. Pero 
el pecado y la vergijenza nunca se vuelven más livianos. De hecho, los 
he visto agrandarse y ganar peso cuando no se brega con ellos. 
En los meses que siguieron a la confesión de Heather de haberse 
hecho un aborto, la observé mientras con fidelidad y dificultad se 
acercaba a Dios, buscando sanidad y perdón. Heather encontró una 
comunidad donde no solo se canta sobre la gracia sino que también 
se practica. Hemos visto a algunos amigos que salen de su escondite, 
que confiesan matrimonios destrozados, adicción a la pornografía, 
depresión, abuso, alcoholismo, temor, aun creerse buenos, y que se han 
encontrado con la gracia restauradora de Dios. 
La mirada de Heather cambió a medida que su ancla se hacía más 
pequeña y ella recibía en forma consecuente el amor y la gracia que llega 
por la sangre de Jesús. Durante décadas ella había creído la mentira 
de que revelar los pedazos rotos de su vida apartaría a la gente, ¡y que 
apartaría a Dios! 
salir corriendo o quedarse 
Aun si encontramos a personas comprensivas, ¿estamos seguros? 
Cuando Jesús estuvo en la tierra, pasó mucho tiempo con personas 
quebrantadas. La gente que aparentaba no tener problemas se pregun- 
taba: «¿Y éste come con recaudadores de impuestos y con pecadores?» 
(Marcos 2.16). Y Jesús les contestó: «No son los sanos los que necesitan 
médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a 
pecadores» (Marcos 2.17). 
Como ya dije, creo que el peso que sentimos tiene el propósito de 
recordarnos que todos caemos en la segunda categoría. Todos somos 
pecadores y necesitamos arrepentirnos. El dolor y el peso nos empujan 
faltan algunos botones | 33 
a caer de rodillas, para que nos arrepintamos y busquemos el perdón 
de Dios. 
Así que, ¿por qué no vamos a Dios? ¿Por qué salimos corriendo en 
lugar de quedarnos? 
La libertad se A veces salimos corriendo porque detes- 
encuentra en tamos arrepentirnos. El confesar nuestros 
pecados se siente como una muerte. Pero la persona que 
cuando Dios nos llama a hacer algo que se Se hizo cargo 
siente incómodo por lo general es su camino de los botones 
para que encontremos la libertad. El camino que nos faltan, 
que nos aparta de la vergijenza es ver nuestro y de los lug ares 
que tienen 
Yo puedo arreglar esto... En realidad, ya ha cicatrices dentro 
sido arreglado. de nosotros y 
La enfermedad que comenzó con los (QUe nos han 
botones de mi Pifufo crecería y crecería. Pasé sido robados. 
la mayor parte de la vida enferma con el senti- 
pecado, alejarnos de él y volvernos a Dios. Y 
allí encontramos paz y un Dios que nos dice: 
miento de que no estaba a la altura que debería estar. De vez en cuando, 
aun ahora, el mismo sentimiento que sentí por esos cinco minutos 
eternos cuando estaba en segundo grado, se desliza sigilosamente, como 
si estuviera en problemas con la maestra. 
«Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto man- 
téngase firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» 
(Gálatas 5.1). Para vivir en libertad . . . pero, ¿somos libres realmente? 
La libertad no está en rebelarse o pretender. Esos dos lugares nos 
atan con más fuerza. La libertad se encuentra en la persona que se hizo 
cargo de los botones que nos faltan, y de los lugares que tienen cicatrices 
dentro de nosotros y que nos han sido robados. 
Cuando finalmente David fue a Dios, todo cambió: «Dichoso 
aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran 
sus pecados. Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su 
maldad» (Salmo 32.12). 
34 | loque me pidas 
Si tengo una visión apropiada de Dios, corro a él en el instante en 
que siento cualquier peso sobre mis hombros. Dios brega con eso. Yo 
voy a él quebrantada, al igual que la mujer que cometió adulterio en la 
Biblia, y él me toma de la mano y me ayuda a levantarme, y me dice 
lo mismo que le dijo a ella: «Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no 
vuelvas a pecar» (Juan 8.11). 
Y con ese sabor de libertad, con ese sabor de perdón, quiero apar- 
tarme corriendo de mi pecado e ir al Dios que me ama. 
La Biblia dice que la bondad de Dios quiere llevarnos al arrepen- 
timiento (Romanos 2.4). A veces, cuando nos sentamos en el sofá con 
Dios, tenemos miedo de que él sea el maestro malo que tuvimos en 
segundo grado, cuando en cambio él es el lugar más seguro en el que 
jamás podremos estar. Su presencia es el único lugar en el cual el peso 
invisible es quitado. El único lugar donde se sanan los espacios ocultos 
y quebrados. El único lugar que nos define aparte de nuestros éxitos y 
de nuestros fracasos. 
Este es el evangelio: 
Todos hemos pecado y no podemos alcanzar la gloria de Dios (Romanos 
ZO): 
Dios hizo lo que la ley no podía hacer. El envió a su Hijo con un 
cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos, y en ese cuerpo condenó 
el dominio del pecado en la carne (Romanos 8.3, parafraseado). 
Cristo hizo lo que ninguno de nosotros, sin importar lo brillantes 
que seamos, podíamos hacer. Eso nos compró la libertad. 
-glgantes 
abandonar la aprobación 
Era bastante tarde. La mayor parte de las luces estaban apagadas. Había 
pasado tiempo con algunos amigos y empacando, y me olvidé que mis 
padres se acostaban a las diez de la noche. Pero todavía estaban levan- 
tados, esperando que su hija mayor —la primera que se les había ido 
del nido y que ahora era estudiante de primer año en la Universidad de 
Arkansas— llegara a su casa para pasar el fin de semana. 
Aquella noche entré al cuarto de ellos 
y me senté en el borde de su cama, había Dios era real, y 
llegado de la universidad con algo impor- aia y se 
movía en mí. Yo 
realidad no había crecido tanto, como si les escuchaba su voz 
estuviera preguntando si podía ir a un baile Y obedecía, pero, 
con un joven apuesto, o pasar la tarde afuera ¿estaba dispuesta 
con una amiga. a obedecer a 
Pero no les estaba pidiendo permiso para Dios en todo 
tante que decirles. Estoy segura de que 
aquella noche les pareció que su hijita en 
ir a un baile. sin importar 
Después de aquellas cruces de madera en 
el COsto? 
el campamento, Dios siguió agrandándose 
en mi vida. Dios era real, y me hablaba y se 
movía en mí. Yo escuchaba su voz y obedecía, pero, ¿estaba dispuesta a 
obedecer a Dios en todo sin importar el costo? ¿Estaba dispuesta a hacer 
cualquier cosa que me pidiera? 
39 
36 | loque me pidas 
Cuando Dios empezó a despertar dentro de mí, comenzó a des- 
pertarme para las cosas de él. Y yo quería que se estuviera refiriendo a 
edificar su reino, no solo en la Universidad de Arkansas sino en todo el 
mundo.Me sentía guiada a ir al extranjero. No tenía claro adonde, pero 
podría ir por un año o dos y servir en un ministerio con el que estaba 
trabajando en la universidad. 
Cuando me senté en la cama de ellos, les dije: «Mamá, papá, siento 
que Dios me está llamando para ir al extranjero. No sé todos los detalles, 
pero estoy segura de su llamado en mi vida». Los miré con ansias, espe- 
rando escuchar lo que me dirían. 
corrientes y ríos 
Toda persona consciente tiene ideas, sentimientos y pasiones que corren 
en su interior. Estas corrientes nunca se detienen y muy pocas veces 
tienen filtros. Nos inundan con mensajes, y nosotros vivimos de esos 
pensamientos, tomamos decisiones, creamos —y hasta retrocedemos— 
como resultado directo de esas corrientes que se mueven en nuestro 
corazón y en nuestra mente. 
Las corrientes obvias son nuestra preocupación por la comida o 
el sexo, o lo que es más probable, por contestar emails o hacer listas 
para ir al supermercado. Pero las corrientes 
Yo amaba a más profundas, las que controlan nuestras 
Dios, pero — vidas, son las que nos hacen dudar, soñar, y 
amaba más a sentir miedo o inseguridad. Típicamente, las 
la gente que dejamos todas allí, corriendo dentro de nuestro 
5 NE ser, controlándonos. 
no era invisible. 
A menudo, Dios habla del corazón o de 
nuestras almas. Nada en mi interior es más 
importante que mi corazón, entonces, ¿por qué parece que no puedo 
controlarlo, ni siquiera ubicarlo? Durante la mayor parte de mi vida 
parece haber hecho lo que quiso, dirigido por el temor o el deseo. Mi 
corazón se mueve y también me mueve a mí. 
gigantes | 37 
Sé que mi corazón es tangiblemente real en este sentido; veo evi- 
dencia de sus afectos. Pero, ¿cómo puede alguien controlar el corazón? 
Desde joven me he sentido fascinada por la vida del rey David. Él 
cometió terribles errores y le hizo doler el corazón a Dios. David era 
una persona apasionada. Una y otra vez durante sus escritos a través de 
los Salmos pronuncia variaciones de la siguiente frase: «El SEÑOR está 
conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?» 
(Salmo 118.6). 
Y su vida fluyó a partir de esta mentali- 
dad. Como temía y adoraba a Dios, no le tenía. El amor es 
miedo a nada. Á nadie. ¿Cuál era la diferencia celoso... 
entre mi fe y la fe de David? ¿Por qué vivía yo especialmente 
con esa corriente de temor a la gente? : 
eltamor ge Dos. 
Él me quiere a 
que ahogaba a Dios en mí, que controlaba MI, Y yO QUIeroO a 
mi corazón y, por lo tanto, la vida. Yo amaba todo el mundo. 
a Dios, pero amaba más a la gente que no 
La corriente que fluía en mi corazón no 
era un pequeño arroyo; era un impetuoso río 
era invisible. Adoraba a esas personas, me inclinaba ante ellas por sus 
estrellitas doradas, especialmente de las dos personas a las que estaba 
mirando aquella noche desde el borde de su cama. 
Crecí conociendo las características de Dios, y una de ellas era que 
él quería poseer mi corazón en su totalidad. Sabía que debía amar al 
Señor, mi Dios, con todo el corazón, el alma y la mente .. . todo en mí 
debería amarlo a él en primer lugar (Deuteronomio 6.5). Pero en aquel 
entonces no podía vivir así. Estaba muy ocupada disfrutando mi vida 
al máximo y todo estaba marchando bien —por lo menos la mayor 
parte del tiempo. Estoy mintiendo. Nada estaba marchando bien. En 
mi interior, estaba hecha un desastre. ¿Cómo puede alguien hacer feliz 
a todo el mundo? Esperé la respuesta de mis padres. 
38 | loque me pidas 
¿Era yo la única persona con este dilema? ¿Era yo la única que amaba a 
Dios pero que servía con empeño a todo el mundo menos a él? 
No llamaría cobarde a mi amiga Julie. Tampoco nadie diría que 
es una persona deseosa de complacer a todo el mundo. Simplemente 
Julie dice lo que piensa. Nos hemos peleado a menudo cuando ella 
abre la boca, sobre un tema delicado, y deja a una cantidad de personas 
heridas. Sin embargo, siempre la he admirado; ella es muy diferente 
a mí. A Julie parece importarle muy poco las opiniones y las críticas 
debido a su personalidad. Rebosa confianza. 
Pero yo la conozco. Julie tiene miedo. Pero se protege de forma dife- 
rente a la mía. Me parece que, en cierta forma, a todos nos importa lo 
que piensa la gente. Si no deseamos la aceptación de las personas que 
amamos, entonces casi no seríamos humanos. Es uno de los atributos 
que nos define: nuestro deseo de ser aceptados, primero por Dios y 
luego por nuestros semejantes. La mayoría de la gente no necesita que 
todo el mundo se sienta feliz con ellos. Pero todos quieren que alguien 
se sienta feliz con ellos. 
Aquella noche, sentada en la cama de mis padres, mientras les decía 
que quería obedecer a Dios y servirle en otro país, lejos de sus categorías 
y sueños, muchas corrientes me inundaron. Eran corrientes que, en ese 
tiempo, le ganaban al Dios que había hecho el planeta. 
Mis padres no estuvieron equivocados al expresar sus opiniones. Yo 
solo tenía dieciocho años de edad, y era su hija. Nunca me dijeron que 
me prohibían ir. Pero yo tenía intuición. Lo podía sentir. Podía sentir 
la desaprobación de ellos. 
Así que no fui. Ni siquiera pensé otra vez en el viaje. 
En la década que siguió, a pesar de lo mucho que creció mi amor y 
comprensión sobre Dios, también el río de idolatría corría en mí con 
más y más fuerza, a veces volviéndome ansiosa y hasta frenética. Como 
los pensamientos invisibles de las personas no se pueden controlar con 
facilidad, la cabeza me daba vueltas deseando poder controlarlos. 
La gente tenía que achicarse en mi vida antes de que Dios me 
pudiera tener completamente . .. pero, ¿cómo? 
gigantes | 39 
temiblemente quieto 
Cuando cierras los ojos y todo se vuelve temiblemente quieto, escuchas 
tu corazón. Por supuesto que siempre está allí. Pero nunca escuchas sus 
corrientes y sus ríos moviéndose a través de ti hasta que todo no se torna 
incómodamente tranquilo. 
Cuando estoy quieta y escucho lo que hace más ruido en mí es 
porque estoy siguiendo a todo el mundo, menos a Dios. Y temo que 
si él se acerca demasiado, lo va a ver. Pero si le permito que se acerque 
de todas maneras, nos sentamos juntos en días como ese, y miramos 
juntos a la corriente frenética que me está agotando. Nunca me dice: te 
lo advertí. Lo podría hacer, pero nunca lo hace. 
El amor es celoso . . . especialmente el amor de Dios. Él me quiere 
a mí, y yo quiero a todo el mundo. 
Dios sabe que todos tenemos este problema: amar a todo el mundo 
menos a él. Así que llamó a un profeta para que dedicara su vida a 
responder a la misma pregunta que yo formulo: ¿cómo puedo dejar de 
correr detrás de todo el mundo y regresar a Dios? 
Dios le dijo a su siervo Oseas que fuera a la ciudad y que tomara a 
una mujer prostituta como esposa. Dios vio que Israel iba tras de todos 
los ídolos y no lo buscaban a él —similar a lo que hago yo—, y esa fue 
la forma en que le habló a Israel de este asunto. Oseas obedeció y se 
casó con Gómer, la prostituta. Tuvieron varios hijos, y aunque Oseas 
era un esposo amoroso, amable y le proveía todo lo que necesitaba, 
Gómer continuó yendo a sus amantes, quienes abusaban de ella y no la 
amaban. Las corrientes de su corazón casi la estaban ahogando. 
Cuando comencé a leer el libro de Oseas, pensé que su propósito 
era presentar la ira de Dios, su enojo con Israel .. . y conmigo. Dios 
comenzó a hablar con bastante desagrado. Dijo cosas como: «No volveré 
a compadecerme del reino de Israel... ni ustedes son mi pueblo, ni yo 
soy su Dios» (Oseas 1.6, 9). 
Pero luego, en medio de su metáfora, Dios dice lo siguiente de 
aquellos de nosotros que buscamos otros amores: 
40 | lo que me pidas 
Por eso, ahora voy a seducirla, 
me la llevaré al desierto 
y le hablaré con ternura. 
Allí le devolveré sus viñedos, 
y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la 
Esperanza. 
Allí me corresponderá, como en los días de su

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