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la oración que abrió mis ojos a Dios y a mi alma Elogios de Lo que me pidas «Lo que me pidas es teología sin hacerle propaganda. Usando hechos de todos los días, con mucho cuidado Jennie planta la Palabra de Dios en el corazón, en los lugares débiles y descoloridos, para que podamos ser fortalecidos en la gracia y florecer en la verdad. Ha tenido éxito con sus metas, pero Jennie logra aun más porque escribe no como una persona que observa desde afuera sino que lo hace como una amiga, invitándote a que te sientes y tomes un café y que abras el corazón mientras ella te presenta la gracia de Dios. Toma asiento, abre el libro y abre tu corazón. Estarás contento de haberlo hecho». JONATHAN DODSON Autor, Gospel-Centered Discipleship Pastor, Austin City Life «Jennie Allen tiene una visión, es una amiga y es seguidora de Jesús. No puedo pensar en otras tres cualidades que aprecie más en una mujer. Me encantó este libro de tapa a tapa, y he estado meditando en cómo una oración de cuatro palabras [Lo que me pidas] puede afectar el corazón y el ministerio de una persona. Quiero ser una mujer al estilo “lo que me pidas”, y aprecio y respeto el ejemplo que nos ha dado Jennie en su búsqueda de Dios y en lo que él quiere para nosotros. No es solo palabras escritas en papel sino que es una elección para toda la vida que puede marcar la diferencia. ¿Te has unido al grupo?». ANGIE SMITH Oradora, Women of Faith Autora, l Will Carry You y What Women Fear «Si estás contento y cómodo y te sientes satisfecho con la vida que tienes ahora, no leas este libro. Al escribir Lo que me pidas, Jennie ha llegado a ser para mí lo que ella llama un “dominó espiritual”. Su pasión me ha afectado profundamente, y lo que es más Importante, he sido afectada por la voz de Dios que he escuchado a través de ella, al punto que todo lo que pude hacer fue caer sobre mi rostro y clamarle: “¿Lo que me pidas!”». LAUREN CHANDLER Oradora, cantante, esposa de Matt Chandler—The Village Church «Jennie Allen es una de esas personas que recuerdas mucho tiempo después de haberla conocido. Cuando se trata de comunicar las verdades de Dios, es una persona apasionada, pertinente y auténtica hasta lo más profundo de su ser. Estoy muy entusiasmada para ver adónde la guía Dios, y voy a estar victoreándola en todo el camino». Vick1I COURTNEY Oradora y autora, Five Conversations «En su libro Lo que me pidas, Jennie Allen presenta una invitación a orar: “Dios, haré lo que me pidas”. Ella no presume saber lo que eso va a significar para mí, lo cual es tal vez una de las razones principales por la cual confío en ella como comunicadora. Jennie no me empuja a que haga algo radical o a una experiencia dramática. Con una perspectiva refrescante sobre la entrega, simplemente nos señala a Jesús y nos desafía a que realmente crea- mos. No puedo dejar de hablar de este poderoso libro». EmiLY P. FREEMAN Autora, Grace for the Good Girl «Es así de simple: si todos los creyentes oraran esta oración y vivieran su propia historia con esta clase de abandono, el evangelio sería proclamado en cada rincón del mundo, incluyendo los rincones más oscuros de nuestro corazón. Jennie nos ha dado un verdadero regalo. Lee, medita y luego corre directo a tu propio “lo que me pidas”». Jen HATMAKER Autora, Interrupted y Seven «Este libro de Jennie Allen, Lo que me pidas, es la clase de libro que no puedes leer de corrido. Espera que tu lectura sea interrumpida por el abrumador deseo de caer de rodillas y rogarle a Dios que te ayude a orar las palabras imposibles: Lo que me pidas. Entre capítulo y capítulo yo descubrí nuevos pedacitos de mi corazón que debía entregarle a Dios, y al dar vuelta a cada página sentí un gozo nuevo que reverberaba en mí ante la posibilidad de vivir una vida en la cual Dios es el dueño de todo. Leer este libro no fue un ejercicio de la mente, fue una experiencia transformadora». FABIENNE HARFORD Discipulado de la mujer Austin Stone Community Church «Jennie Allen cuenta su historia con transparencia, honestidad y humor. Es una de esas escritoras que no se toma a sí misma con demasiada seriedad pero ¡sí a Dios! Ella incluye al lector en su búsqueda espiritual para ver adónde la llevará su oración “lo que me pidas”. Este libro alentará a todos los lectores, cualquiera que sea su edad, a explorar lo que significa entregarle todo a Dios». Susie HAWKINS Maestra de estudios bíblicos Autora, From One Ministry Wife to Another «En su libro Lo que me pidas, Jennie Allen me da mucha esperanza para la iglesia en nuestra cultura actual. En una época cuando enormes cantidades de adultos jóvenes se están yendo de las iglesias, Jennie y su esposo Zac han descubierto lo que es la fe verdadera. Para mí, Jennie representa un movimiento cada vez mayor de individuos como Francis Chan, David Platt y otros, que desean seguir a Jesús cueste lo que cueste. Jesús nos enseñó que seguirlo no era fácil. En Lo que me pidas, Jennie es honesta y abierta en cuanto a su camino, desde las luchas por dejar algunas cosas hasta la paz que solo Jesús puede dar. Jennie no oculta nada, es honesta y se basa totalmente en las Escrituras, es transparente y tiene el don de comunicarse con el lector». STEVE CARR Director Ejecutivo, Flannel «La lectura de Lo que me pidas me ha conmovido profundamente. Estoy al lado de Jennie Allen en este nuevo movimiento de entrega total a Dios... y estoy agradecida por las vidas que Lo que me pidas cambiará para siempre. Es una lectura poderosa que te obligará a tomar una decisión». Lisa WHITTLE Oradora, defensora de los derechos humanos, autora, [whole y Behind Those Eyes «Jennie Allen nos habla con una voz refrescante, enérgica en el mundo de hoy, y presenta profundos discernimientos sobre lo que la mujer moderna quiere y necesita». RoBErT Le wWwIs Autor, Men's Fraternity «Ya sea que estemos llorando en el piso del cuarto de baño o estemos senta- dos detrás de un escritorio, hay una pequeña voz por dentro que demanda más. No la forma vacía norteamericana de más, sino la creencia de que hay más que la simple existencia. Porque hay más, mucho más. »Cuando la creencia de más se encuentra con el deseo de hacer lo que Dios nos pide, la persona temerosa se convierte en una persona intrépida, el que no tiene una meta fija se convierte en un líder y el que duda llega a ser creyente. Porque cuando pronunciamos oraciones intrépidas que le prom- eten a Dios que haremos lo que él nos pide, Dios se manifiesta. »En este libro de Jennie Allen, Lo que me pidas, las páginas descubren y revelan la cadena de propósito, el deseo y la búsqueda de hacer más por Dios al decidir hacer lo que se nos pida. Si hay un libro que abre la puerta a un cambio sin mirar atrás, y a una entrega total es Lo que me pidas. Estoy esperando que las compuertas se abran y que las mujeres pasen por ellas, gritando a todo pulmón que están dispuestas y listas a hacer lo que Dios les pide. ¡Yo voy a ser una de ellas!». BIANCA JUAREZ OLTHOFF Maestra, oradora y narradora principal de A21 Campaign «Ha sido una bendición para mí conocer a Jennie por muchos años. Ella irradia sinceridad y sabiduría, y Dios le ha dado el don del liderazgo. Me entusiasma que también tú la llegues a conocer». JoHN SOWERS Autor, Fatherless Generation lo que me pidas la oración que abrió mis ojos a Dios y a mi alma jennie allen GRUPO NELSON Una división de Thomas Nelson Publishers Desde 1798 NASHVILLE DALLAS MÉXICO DF. RÍO DE JANEIRO O 2012 por Grupo Nelson Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com Título en inglés: Anything O 2011 por Jennie Allen Publicado por Thomas Nelson, Inc.Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial. A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 O 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, O renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960” es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia. Editora en Jefe: Graciela Lelli Traducción: Raquel Monsalve Adaptación del diseño al español: Blomerus.org ISBN: 978-1-60255-752-9 Impreso en Estados Unidos de América 1213141516BTY987654321 Lao me haces amar más a Jesús. gracias. mi propio lo que me pidas xi parte 1: lo que nos impide llegar a lo que me pidas 1. un dios de plástico: abandonar la incredulidad 3 2.los menos buenos: abandonar todo fingimiento 13 3. faltan algunos botones: abandonar la verguenza 26 4. gigantes: abandonar la aprobación 35 5. una droga normal: abandonar lo que 43 creemos merecer 6. álbum de recortes y recuerdos: abandonar el temor 53 7. ochenta años: abandonar esta vida 64 Ix x | lo que me pidas parte 2: orando /o que me pidas 8. adiós a las cortinas: despertar 9. ojos nuevos: verdadero cambio 10. un Dios grande: orar lo que me pidas 11. mil problemas: Dios entra de golpe 12. dominó: no vuelvo atrás 13. propagando la locura: muchos «sí» parte 3: vivir lo que me pidas el lo que me pidas de Jesús 14. cuando vemos a Dios: nuestro propósito aquí 15. el despegue: aceptar el desafío 16. fuera de control: Dios en el caos 17. se desata la guerra: luchar con valor 18. al revés: donde se esconde la libertad 19. sueños mejores: derramados 20. el viento: todo es diferente ¿cuál es tu lo que me pidas? reconocimientos notas acerca de la autora «Dios, haremos lo que sea. Haremos lo que nos pidas». Zac y yo nos acostamos una noche como cualquier otra hace dos años. Estábamos bastante cansados. Allí estábamos, mirando al techo, con solo pequeños chispazos de fantasía sobre lo que Dios nos podría decir. Zac me tomó la mano y pronunció las simples palabras que habíamos estado procesando durante los últimos meses pero que no habíamos estado listos para decir antes. Dios nos había estado abriendo los ojos sobre lo preciosas que son nuestras vidas temporales y el hecho de que estábamos viviendo adormecidos. No podíamos seguir así. Ya estábamos cansados de estar intentando construir nuestras vidas. Estábamos cansados de las casas, los automó- viles y lindas tarjetas de Navidad. Queríamos algo, pero no podíamos dilucidar qué era. Algo ardía en nuestro interior. Habíamos amado muchas otras cosas más que a Dios. Estábamos listos para hacer lo que fuera que Dios nos pidiera. Así que oramos. Con tanta sinceridad como jamás había orado por cualquier otra cosa, oré en mi corazón mientras Zac hablaba: «Señor, haremos lo que sea. Haremos lo que nos pidas. No se sintió como algo espectacular. Ni siquiera como algo grande. Pero esa oración contenía en sí misma mil muertes pequeñas. Al decirle lo que nos pidas, le estábamos entregando todo a Dios. XI xii | lo que me pidas El corazón me palpitó un poco más rápido ante ese pensamiento ... y luego nos dormimos. PARTE 1 lo que nos impide llegar a lo que me pidas ¿200 "subo! A 1699 cl fz ion WC 260 Son EN A SY la abandonar la incredulidad «¡Cuelga el teléfono y ven aquí de inmediato!». Yo tenía dieciséis años. Corté la llamada con mi novio y me dirigí a la cocina. Mis dos hermanitas ya estaban sentadas a la mesa. Todo parecía estar bien. Mi mamá siempre hacía muchas cosas durante la Navidad: comida y deco- raciones, como algo de lo que se ve en una revista, pero mejor, porque yo podía oler y sentir el ambiente. Sentía que la temporada navideña era importante y especial. La mesa tenía un adorno de Navidad con varias velas en él. Sabía lo que estábamos haciendo. Lo hacíamos casi todos los domingos en la noche durante el mes de diciembre. Nos sentábamos y cantábamos; sí, nuestra familia de cinco personas cantaba torpemente himnos allí, sentados a la mesa. Hablábamos sobre la Navidad y lo que sucedió aquella noche hace dos mil años. Se llama advenimiento y es una hermosa tradición que se enfoca en Cristo durante el mes de su nacimiento. Cada uno sostenía una vela mientras cantábamos (un año mi hermana menor se quemó el flequillo con la llama de la vela). Luego, papá lee una historia acerca de la llegada de Cristo y nos presenta una lección de la que podemos aprender algo. Recuerdo que él lucía algo tenso aquella noche; parecía una tarea ardua. Mirando atrás, me doy cuenta de que él estaba haciendo su mejor esfuerzo para darnos a Dios. 4 | lo que me pidas Pero, ¿cómo puedes darle Dios a alguien? Había historias en franelógrafos sobre Noé y Sansón. En la escuela dominical me enseñaban a no contar chismes y a no tener relaciones sexuales todavía. Pero, ¿cómo puedes darle Dios a alguien? Nunca me hice preguntas sobre aquellas noches ni tampoco las aprecié. Permanecía neutral. A decir verdad, me sentía neutral con respecto a Dios. Cuando creces con las historias y los himnos y las lecciones, aceptas todo: no tratas de explicar a Dios si desde que naciste has oído hablar de él, algo así como Santa Claus. Sabía lo que pensaba que necesitaba saber. La mayoría de las veces no sentía mucho cuando escuchaba a la gente hablar de Dios. No recuerdo haberlo sentido muy real, Recuerdo que sentía a Dios como algo prefabricado, como de plástico. Era como una estatua de plástico sobre la repisa de la chimenea. En mi mente de niña, me parecía que mi familia se movía alrededor de la estatua; todos le hablábamos a la estatua y también hablábamos sobre ella. Pero para mí era simplemente una estatua, una figura decorativa en nuestro hogar que parecía inamovible. Estática. Pasada de moda. Que no se preocupaba por nada. Nuestro Dios de plástico. Me fijé en otras familias, y al pasar los años, también traté de mirar dentro del alma de las personas. Me parecía que la mayoría de ellas también tenía un Dios de plástico. Enamorarse de Dios era un concepto intangible para mí. Sabía que era parte del trato, parte del «paquete». Lo había escuchado durante mi vida en algunas de las lecciones. Simplemente no sabía cómo rela- cionarme de verdad con la estatua de plástico. Aun si lograba mirar más allá del plástico, entonces él era simplemente invisible. ¿Cómo te enamoras de alguien invisible? Quería sentir algo. Quería que fuera real. Necesitaba que fuera real. ¿Pero cómo puedes hacer real algo como Dios? No lo haces. No puedes hacerlo. Yo era el tipo de persona que sigue la corriente. No estaba fingiendo. Simplemente vivía en un lugar en el que se asignaban papeles, roles. un dios de plástico | 5 Y cada uno tomaba el suyo y lo representaba. Me dieron el mío y lo desempeñé con tanta sinceridad como pude . . . No era una farsa; era simplemente mi «normal». Era una buena muchacha que provenía de una buena familia y una buena iglesia y una buena escuela, que sacaba buenas ¿Cómo puedes notas y tenía buenos amigos, y tomaba CAlarle Dios a alguien? buenas decisiones y hasta tenía un perro bueno. Era una buena creyente. Digo, debí haberlo sido . . . había escuchado las historias, los himnos y las lecciones 7,338 veces. Era lo que conocía. ¿Pero a Dios? No recuerdo a Dios. No recuerdo que el Dios verdadero estuviera allí. Posiblemente sí estaba. Sencillamente no lo vi . . . hasta que sí lo vi. No puedes controlar el ver a Dios. Eso es algo que él hace a su discreción:el cómo o el cuándo la gente realmente lo ve, realmente lo recibe. Pero yo necesitaba que Dios no fuera de plástico antes de poder confiar en él, especialmente antes de confiarle todo. Los dioses de plástico son seguros. Los dioses plásticos no se meten contigo. Los dioses de plástico no importan mucho; ellos encajan en la pequeña grieta de la vida que deseas, la vida que estabas planeando tener. Y cuando todo en la vida está marchando bien . . . los dioses de plástico parecen ser suficiente. luces rojas La incredulidad no es algo que solo puede atribuirse a los ateos o agnós- ticos. La incredulidad se encuentra en rincones y esquinas dentro del cristianismo. Todo pecado, en su raíz, se basa en algo que no creemos totalmente respecto a Dios. Hace poco, cuando estaba a punto de firmar el contrato para escribir este libro, estaba mirando fijamente un semáforo en rojo mientras iba de camino a la casa. Estaba a punto de comprometer mi vida a escribir y hablar acerca de mi Dios (o por lo menos algunos años). En esencia, 6 | loque me pidas lo que iba a hacer era exponer mi fe de una manera tan pública que si Dios no era real, entonces sería una pérdida de tiempo o una gran farsa. Me quedé parada frente aquel semáforo en rojo el tiempo suficiente como para tener una crisis de fe. Me imaginé el cielo y los ángeles, y el infierno, y a Dios en el cielo y a Cristo en la tierra . .. y pensé que todo esto parecía tener muy pocas probabilidades de éxito, que estaba muy lejos de la realidad de mi vida diaria . . . llevar a los hijos a la escuela, lavar ropa y salir de vacaciones . . . todas las cosas en las que piensan las personas cuerdas. Todo aquel cuestionamiento me hizo sentir como si alguien estu- viera arrancando de mi vida todo lo que parecía seguro y preciado. Y y entonces recordé. Recordé la evidencia Los dioses de plástico son día de mi vida, su presencia innegable en seguros. Los di0ses mi alma mientras sufrí o sentí que él me plásticos no se estaba guiando. Los notables cambios en meten contigo. mi interior que no eran resultado de mis de la mano de Dios aun aquel mismo propios esfuerzos. Todo esto me gritaba que había algo más . . . realidades espirituales tangibles. El semáforo cambió a verde. Y la crisis de fe terminó. La crisis de fe de Laura duró más que un semáforo en rojo. Algo en sus ojos y en su voz decía que pasaba algo muy serio: «Ya no sé en qué creo. Ni siquiera estoy segura si todavía creo en Jesús». Laura asistía a nuestra iglesia. Ella era una persona profunda y franca con quien me gustaba pasar tiempo cuando mis hijos o mi horario me lo permitían. Laura era hija de pastor y creció en un mundo muy similar al mío. Estuvo trabajando para el ministerio de una universidad hasta que nació su segundo hijo. Laura era la mejor entre las chicas buenas. Ella conocía las reglas y desempeñaba su un dios de plástico | 7 papel a perfección. Dios era real porque su mamá y su papá siempre le habían dicho que así era. Dios siempre había ocupado un lugar tan prominente en su vida, que nunca cuestionaba cómo sería la vida sin él. Se casó con un hombre bueno y tuvo dos hijos buenos y asistía a una iglesia buena. Y, sin embargo, Laura se estaba cuestionando todo esto, se preguntaba si alguna vez había sido real. Se sentía culpable por estar haciéndose estas preguntas; y en verdad ni siquiera sabía cómo hacerlas. Las realidades de la vida la estaban haciendo cuestionarse cómo, en un principio, había creído en todo eso, si su fe había sido propia alguna vez o si simplemente había creído porque era todo lo que había conocido. Mientras hablábamos, sentí que el Señor me guiaba a alentarla en esa jornada. «Laura, Dios puede lidiar con tus preguntas, pero no lo pospongas. Llega hasta allí y luego decide si él es real o no». Ella lloró, temiendo lo que pensaría su familia, temiendo cómo se sentiría la vida si no creyera en el Dios que temían todas las personas que ella amaba. Pero fue como si Dios le estuviera dando permiso a esta buena muchachita para luchar con él. El Dios del universo le decía con amor: «Está bien». Ella mantuvo esta imagen mientras se cuestionaba: la imagen de un alma débil y cansada, parada en la parte más alta de un rascacielos. Dios, tomando la forma de una sólida grúa firmemente asentada en el suelo, la levantó y la llevó para que mirara sobre el borde de la fe. Ella le echó un vistazo a las opciones, visiones de cosas que nunca había explo- rado o escogido ver. Dios, por su gracia, la dejó saltar, y sin embargo, ella sentía que él todavía la estaba sosteniendo allí, mientras por más de un año se balanceaba en su búsqueda. Laura terminó entregándole todo a Dios, junto conmigo, y él puso su vida de cabezas. Pero esta jornada de Laura tuvo que comenzar con Laura decidiendo si Cristo era o no era el camino. Hasta que eso no estuvo resuelto, todo el mundo estaba simplemente jugando a «papá y a mamá». 8 | lo que me pidas definición de intangibles La incredulidad no es una tontería. En realidad sienta las bases de todas las áreas con las que luchamos, y a fin de cuentas, la fe en Cristo es lo que separará a los que pertenecen a Dios de los que no le pertenecen. Por lo general, no tememos a Dios. No lo vemos como es, lo ponemos en duda. Lo menospreciamos. Y este es el error que más daño nos hace: Es lo que más nos daña. Tenemos la creencia equivocada de que Dios es algo pequeño o cambiante. Sin embargo, dejamos que esas dudas se queden quietecitas en nuestro interior, creyendo que son solo pensamientos simples y caprichosos. z A. Y. Tozer escribió: «Lo que nos Comencé a anhelar ... una fe temeraria, una en Dios es lo más importante en fe donde sabía QUe cuanto a nosotros»! Nada define Dios era real porque mejor el alma que lo que esa alma lo necesitaba, una fe — piensa sobre Dios. Y ningún obser- donde vivía entregada, vador externo puede saber lo que hay obediente; una fe el alma de una persona. Lo más donde sacrificaba algo ... la comodidad o la seguridad, 0-lOS. los demás ven: lo que queremos que aspectos prácticos - ellos vean. Nada nos define más... en mivida... algo. nada es más importante que lo que viene a la mente cuando pensamos importante sobre nosotros solo es conocido y definido por el dueño del alma y por aquel que la creó. Todos creemos acerca de Dios. Yo solía pensar que saber acerca de Dios es lo mismo que conocerlo. Recuerdo cuando tenía que sentarme en un salón repleto de futuros pastores en el seminario. Nunca me sentía fuera de lugar. Tal vez era por el hecho de ser mujer o porque me quedaba allí sentada, con lágrimas en los ojos, escuchando a los profesores hablar sobre Dios mientras todos los demás tomaban notas y discutían sobre el dispensacionalismo. un dios de plástico | 9 Mientras ellos analizaban minuciosamente a Dios ante mis ojos, yo seguía mirándolos y pensando: ¿Escucharon eso? ¡Es ridículo! Me sentía aterrada al hablar sobre ángeles, el cielo y de cómo nuestras almas se transforman en el instante en que ponemos nuestra fe en Cristo. ¡Vamos! Eso es una locura. Un fin de semana en el lago, tuve una conversación profunda con una amiga íntima que provocó que me planteara una enorme pregunta: ¿cómo puede alguien conocer a Dios? Ella creía firmemente que la única manera de conocer a Dios es leyendo las Escrituras. Estoy de acuerdo. No podemos conocer a Dios aparte de la Biblia, y cualquier otra experiencia debe estar de acuerdo con su Palabra, puesto que es la revelación más clara de Dios. Este era el fundamento de todo lo que yo creía acerca de Dios. Me aferraba a esto como lo haría de cada palabra de Dios, porque en realidad, eso es la Biblia. Pero, aún así, me parecía algo demasiado simple. Sabía que mis experiencias, mis amigos, mi vida de oración, mi iglesia y mis libros me habían acercado más aDios... me habían a ayudado a conocerlo. El lunes en clase, le formulé la pregunta a uno de mis profesores favoritos. La respuesta que siguió ayudó a darle forma a mi perspectiva de Dios. Mi profesor comenzó con una lista de las maneras en que crecemos o conocemos a Dios: la oración, estudiar las Escrituras, la iglesia, la adoración, nuestras experiencias, el sufrimiento, la confesión, la comunidad, y así sucesivamente. Luego dijo: «Pero obviamente cada una de estas cosas es imprevisible... muchas personas que estudian la Biblia nunca encuentran a Dios. Mucha gente que va a la iglesia en realidad nunca lo conoce. El único ejercicio que trabaja cien por ciento de las veces para acercarnos al Dios verdadero es el riesgo». Creo que toda la clase comenzó a cuestionarle . . . buscábamos textos en nuestra mente que lo probara, tratábamos de encontrar una categoría para lo que él acababa de decir. 10 | lo que me pidas Entonces continuó: «El riesgo es poner voluntariamente tu vida en manos de un Dios que no se ve y en un futuro que no conoces, y luego ver como hace lo que esperas de él. Dios comienza a hacerse real cuando vives de esa forma». Todos nos quedamos mudos. Conocer a Dios —realmente cono- cerlo— se estaba haciendo más complicado. Pero si él era real, si él era Dios, entonces valía la pena conocerlo —no solo los hechos, sino experimentar lo que es correr con él, apoyarse en él, que solo su mano nos sostenga. La Biblia describe una vida radical y reorientada para los que confían en Cristo. Una vida en la que se vive para lo invisible y para el futuro. Es una vida totalmente dedicada a un Dios invisible cuya agenda para mi vida aquí es contraria a mi propia agenda, una vida muy diferente de la vida segura y cómoda que yo estaba creando. Comencé a anhelar algo que nunca me había parecido aceptable hasta aquel día: una fe temeraria, una fe donde sabía que Dios era real porque lo necesitaba, una fe donde vivía entregada, obediente; una fe donde sacrificaba algo . . . la comodidad o la seguridad, o los aspectos prácticos en mi vida... algo. El corazón comenzó a latirme más rápido cuando pensé en esto y algo hizo que resonara en mi corazón. Tomar la decisión de vivir dependiendo totalmente en que Dios va a hacer lo que esperamos de él —y apartarnos de lo que nos parece seguro y cómodo—, expone los huecos en nuestra fe. Pero luego, si Dios lo hace, entonces aumenta nuestra fe. En esto de saltar desde los acantilados a los que Dios nos dirige hay algo que le da la oportunidad a Dios de moverse en formas más grandes. Cuando nos arriesgamos y él se manifiesta, lo vemos distinto a la forma en que lo veríamos si nos quedamos parados mirando desde el borde del acantilado. cruces difíciles La primera noche que vi a Jesús yo tenía diecisiete años. Estaba sentada mirando una cruz de madera. Todos los años me sentaba frente a las un dios de plástico | 1 cruces en el campamento Kanakuk Kamp. Había visto los pedazos de madera con clavos por lo menos por cinco años seguidos. La madera crujía en la fogata, y tres hombres colgaban en las cruces, aquella calu- rosa noche de julio, representando el día en que Cristo murió, el día en que su cuerpo visible y con vida colgaba de una cruz de manera similar. Pero aquella noche lo vi. Vi mi pecado y cómo lo puso a él allí. Vi lo que le costó. Vi su misericordia y mi corazón se conmovió. Lo que Cristo hizo en la cruz... me compró; murió para que yo no muriera. Mi dios de plástico se rompió, y un nuevo e inquietante Dios ocupó rápidamente su lugar. Lo sentí. Somos criaturas de carne y con sentimientos. Nos encanta que las cosas se sientan reales; queremos que se sientan bien, que sean tangibles, que nos conmuevan ... o por lo menos, que nos aceleren las palpitacio- nes de nuestro corazón. Nunca olvidaré la primera vez que Cuando una historia vi la película Titanic. Ya había escu- se te hace real, chado la historia varias veces antes de OS algo OY interior. Cuando graciosa sobre esto que incluía la frase: do es asi, Se siente ¿Todos fuimos al fondo del mar, el Simulado, superficial capitán, el pulpo y yo». —y puedes cantar Y entonces vi la película. canciones tontas Estuve llorando por dos días. Y sobre el tema. que hicieran la película. Y aun en el campamento cantábamos una canción nunca más canté aquella tonta canción. Cuando una historia se te hace real, cambia algo en tu interior. Cuando no es así, se siente simulado, superficial —y puedes cantar canciones tontas sobre el tema. Después de aquella calurosa noche de julio, las cosas se me hicieron reales y todo comenzó a cambiar. Mi fría y adormecida alma se llenó de algo tangible, algo caótico y a la vez era algo en lo que podía confiar. El Dios viviente me había salvado, había trazado un camino para mí, me 12 | lo que me pidas había llenado y comenzó a intervenir en mi vida y en mis sentimientos. Nunca había pasado al frente de la iglesia ni había pensado con dema- siada seriedad en Jesús. En un instante, él hizo algo que yo no podría haber hecho. Y el cambió no ocurrió debido a la profundidad de mi nueva fe en ese momento . . . fue una cruz. Era la persona que ahora podía ver la que me estaba salvando. En un instante fui libre y me sentí segura para siempre. Dios se mueve. Dios salva. En aquel momento, Dios hizo que algo muerto cobrara vida. Todas las Navidades que había cantado alrededor de adornos y sosteniendo velas encendidas en mis manos, y todas las historias y lecciones cobraron vida, porque solo tienen sentido debido a esa persona. Sin embargo, es posible creer en Cristo, ser libres y aún así per- manecer estancados. Dios era mi nuevo dueño, pero no sabía cómo deshacerme de mis antiguos dueños. Sabía mucho acerca de Dios, pero todavía no lo conocía. Sabía que él era lo suficientemente grande como para salvarme para siempre, pero ahora tendría que crecer para comenzar a creer que él era lo suficientemente grande como para abrirse camino en mi vida diaria, guiándome y cambiándome. Pero ahora él era real y yo le pertenecía. se _ los menos buenos abandonar todo fingimiento Era un hermoso día en Dallas y yo iba en mi automóvil de vuelta a casa después de clases. Estaba a unas pocas cuadras del seminario, cuando sonó el teléfono. Kathryn, una de mis mejores amigas, estaba al otro lado. Kathryn y yo habíamos crecido juntas, pero no fue sino hasta que asistíamos a la universidad que nos hicimos amigas inseparables. Nuestra amistad se profundizó un lindo domingo, cuando íbamos en el auto de camino al lago, justo antes de terminar nuestro primer año en la universidad. Estábamos escuchando en la radio algunas canciones cristianas populares y ella comenzó a llorar, y me dijo que quería vivir de forma diferente; que quería vivir para Dios. Una canción y ella fue cambiada. Y es cierto, nunca miró hacia atrás. Me encanta la gente así: sinceras, apasionadas, decididas. Años más tarde, cuando contesté el teléfono, ella estaba llorando. «Jennie, ¿crees que mi papá está en el cielo?». Mi corazón se detuvo y mi cerebro se aceleró en busca de una res- puesta. Repasé los recuerdos que tenía de la vida desordenada de su papá, y comencé a dudar.Hacía poco que el padre de Kathryn había muerto de un ataque al corazón. Su papá, Mike, era uno de los hombres más alegres y echados a perder que yo conocía. Él había provocado que su matrimonio terminara y era más probable encontrarlo en un bar que en la iglesia. Su vida no se parecía en nada a la de los hombres que yo conocía que eran creyentes fieles. ls 14 | lo que me pidas Pero algo en Mike estaba vivo y lleno de gozo. Cuando estabas cerca de él, se podía sentir. Se hacía amigo de todas las personas que conocía. De hecho, Kathryn tuvo que ir a ver al supermercado, a la farmacia y a la barbería después de que él murió, porquea todos él los consi- deraba buenos amigos, y se iban a preguntar por qué ya no pasaba a verlos. Era un hombre que amaba bien. En esta llamada mi amiga sonaba desesperada; no estaba segura de que su padre estuviera en el cielo. Mientras más escarbaba en sus recuerdos de él, más destructiva le parecía su conducta. Hay muchos temas sobre Dios y el cristianismo que son dignos de un buen debate, pero el hecho de que todos pecamos típicamente no es uno de ellos. Nunca he conocido a nadie que se atreva a decir que es perfecto, pero he conocido a muchos que creen que son buenas personas. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Quieren decir que tienen buenas inten- ciones, que hacen cosas buenas? ¿O quieren decir que son simplemente buenos, igual que las galletas de chocolate recién horneadas siempre son buenas? Me da la impresión que cuando dicen eso acerca de sí mismos lo que quieren decir es: «Dios cree que soy bueno». Analizándolo profundamente, ¿somos en realidad tan «buenos» como creemos serlo? A pesar de mi impresionante libreto de desempeño, en lo más profundo de mi ser rara vez he sentido que soy realmente una buena persona. No creía que era tal mala como otras personas y me esforzaba por mantener el respeto de la gente usando mi comportamiento exterior, pero aun en mis mejores días, siempre supe lo lejos que realmente estaba de ser buena. Siempre ha habido una dicotomía dentro de mí. Una persona puede aprender el comportamiento correcto para cualquier cualidad del carácter. Y aunque algunos de mis compor- tamientos provenían de un lugar bastante sincero, la verdad siempre ha sido que sin la intervención de Dios, soy egoísta y orgullosa cada minuto de cada día. Me importa lo que otras personas piensan, porque en lo profundo de mi ser quiero que me vean como alguien grande; los menos buenos | 15 quiero ser importante. Me resulta imposible perdonar; tener la capa- cidad de perdonar realmente a la gente que nos hace daño debe ser uno de de los más grandes milagros de Dios. Y tengo en poco al Dios del universo cuando me preocupo por algo como si él no estuviera en control. En mi interior, mi alma parece estar propensa a inclinarse hacia toda cualidad que nunca quisiera poseer. Y vivo asumiendo que no soy la única que tiene estas debilidades. Particularmente porque conozco a mucha gente. arena en el rostro Siempre he pensado que la guerra épica en nuestro universo era bas- tante simple: el bien contra el mal. Pero si lees acerca de esa guerra en la Biblia, siempre ha sido más complicado que eso, aun desde el princi- pio. Adán y Eva escogieron el mal, pero en aquel entonces estaban en un lugar sin iglesia ni Biblias y sin presión de su ministro o sacerdote. Siguiendo su intuición, se escondieron de Dios y trataron de cubrirse a sí mismos con hojas de higuera porque tuvie- ron vergiienza (Génesis 3). Estas eran hojas Analizándolo de pretensión, las mismas hojas que nosotros profundamente, llamamos religión, o tal vez moralidad o ser ¿somos en buenos. Ellos simplemente trataron de cubrir realidad tan «buenos» como creemos serlo? lo malos que eran. He hecho esto. Lo hago. Impresiono al mundo con una moralidad apasionada y visible mientras que evito a Dios totalmente. Hay algo en la humildad que cuesta . . . algo que se parece a la humi- llación . . . una declaración categórica de que, sin Dios, somos un desastre en lugar de tratar de vivir una vida hermosa que casi no necesita un salvador. A menudo hemos recurrido al fingimiento; nos hemos cubierto con la religión o la hoja de aparentar ser buenos. Fue la lucha más grande que Cristo enfrentó, y todavía es nuestro mayor problema. Pensamos 16 | lo que me pidas que nos podemos ver bien . . . bien ante Dios y los unos con los otros, y que si nos tapamos bien con nuestras hojas, nadie lo va a saber. Dios habla con claridad. El estado de nuestro corazón invisible es más importante que todos nuestros buenos comportamientos, y que todos los malos. Desde Adán y Eva hasta las iglesias que se describen en el libro del Apocalipsis, Dios trata con el interior del ser humano. Es lo que más le interesa. Me tomó mucho tiempo aprender esto porque todo en nuestro mundo funciona en oposición a esta idea. juzgamos a los niños por su comportamiento y desempeño desde el momento que nacen. «Ah, qué bebé tan buena», decimos. «Es tan tranquila y come tan bien». Desde el jardín de infantes les ponemos buenas notas a los trabajos buenos. Cuando nuestros hijos se portan mal los castigamos, y les ponemos estrellas a sus gráficos de tareas o comportamiento. Entonces, llegamos a adultos, y recibimos ascensos y premios basados en nuestro buen desempeño. De plano, le caemos bien a la Dios habla con claridad. gente cuando somos . . . buenos. A ES Todo en la vida parece girar corazón invisible es más importante que importancia. Con honestidad, es todos nuestros buenos todo lo que tenemos para seguir comportamientos, y adelante. Por lo general, no tra- que todos los malos. bajamos en el espacio invisible del alma, pensamientos, motivos y alrededor de nuestro comporta- miento exterior. El ser bueno tiene sentimientos. Son demasiado abstractos e inmensurables. Y entonces, Dios apareció en carne y hueso. Cristo apareció y trastornó completa- mente nuestro sistema de ser buenos. Cuando Jesús vino, fue a los más quebrantados, a los menos buenos. De hecho, siempre les ministraba a los más pecadores. Los tocaba y los sanaba, y los amaba, y ellos también lo amaban a él. Lo necesitaban. los menos buenos | 17 Recuerdo la primera vez que me percaté que mi vida se parecía más a la vida de la gente a la que Jesús reprendía que a la vida de los que se acercaban a él. Estaba leyendo las palabras de Jesús a los religiosos en Mateo: «Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad» (23.28). ¡Uf! Me sentía así. Sabía en lo más profundo de mi ser era todo un desastre. Cuando leí las También sabía que nadie lo sabía, y me palabras de Cristo gustaba que fuera así. No quería estar sentí este llamado. con el rostro en la tierra como todos los El llamado a postrarme, con el rostro en el suelo. pecadores que Jesús había sanado. Quería estar como estaba, aparentando ser buena. Me sentía cómoda así. Pero cuando leí las palabras de Cristo sentí este llamado. El llamado a postrarme, con el rostro en el suelo. Nos duele físicamente ver nuestro orgullo, nuestro pecado, dejar de jugar a ser buenos, sentirnos quebrantados y necesitar de Dios. Y duele más aún permitir que otros lo vean. Así que corremos para no postrar- nos; y en lugar de escoger a Dios, escogemos inmensas hojas de higuera para cubrirnos. Nos alejamos de ese sentimiento vulnerable de que tal vez no damos la talla, mientras que todo el tiempo lo que anhelamos es eso: dar la talla. A través de toda la historia de la humanidad así es como nos hemos relacionado con Dios. Primero nos preguntamos, ¿es Dios real? Y segundo, ¿en realidad lo necesitamos? ¿Y qué si aquello con lo que tratamos de impresionarlo es precisa- mente lo que nos separa de él? redefinición de las manos Me encanta la canción «Cosas hermosas» por Gungor. Dice: «Tú haces cosas hermosas del polvo de la tierra. Tú haces cosas hermosas de nosotros». 18 | lo que me pidas El pueblo de Dios siempre ha sido bueno huyendo de él. Jeremías fue una de las personas que Dios envió para recordarles que Dios era real y que ellos lo necesitaban, y que Dios quería que volvieran a él. Así que envió a Jeremías a casa de un alfarero. Cuando Jeremías llegó, la vasija que el alfarero tenía en las manos estaba deforme y estropeada. Mientras Jeremías miraba, el alfarero volvió a trabajar con la arcilla e hizo algo hermoso, una vasija total- mente diferente. Mientras Jeremíasse alejaba, Dios le preguntó: «¿Acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro? .... Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero» (Jeremías 18.56). Mientras estuvo en la tierra, Cristo siempre se acercó a los quebran- tados. A la mujer que fue sorprendida en adulterio, con su rostro en el suelo y a punto de ser apedreada en Juan 8, Jesús la protegió de las piedras. Y para protegerla del juicio eterno, le dijo lo mismo que nos dice a nosotros: Arrepiéntete, porque no eres buena, no estás bien. Vuelve a mí. Me necesitas. Él dice: Vete, y no vuelvas a pecar» (Juan 8.11), lo que es imposible de lograr lejos de la rectitud que Cristo les ofrece a todos los que se acercan a él en fe. Él nos hace estar bien. Hay algo muy hermoso en estar consciente de nuestro pecado y nuestra necesidad de Dios. Es hermoso para Dios. Él puede trabajar con eso, entrar en eso. La primera orden de Cristo en casi todos sus encuentros con personas necesitadas fue decirles que debían arrepen- tirse. Él les prometió esperanza y sanidad a esas personas quebrantadas. Prometió abrirles un camino. A menudo, después de esos encuentros, él iba a los religiosos que parecían tener todo en orden, y los confrontaba con sus pecados de orgullo y de pretender ser algo que no eran. Y sin embargo, con cada oportunidad, la mayor parte de las veces, nunca se arrepintieron. Creían que estaban bien sin Jesús. No lo necesitaban. los menos buenos | 19 Hace algunos años estábamos en San Antonio, disfrutando de un fin de semana familiar. Habíamos pasado un día en Sea World y el día siguiente en River Walk. La mayor parte del tiempo la pasé corriendo detrás de nuestra hija de dos años, obligándola a que tomara mi mano para que no tuviera un accidente. A menudo me encontré diciéndole: «Carolina, toma mi mano o te voy a castigar y no vas a poder hacer nada». Quería controlarla con la mano, para su propia protección. Nuestro hijo mayor, Conner, quien entonces tenía ocho años, fue testigo de todo eso. Al final de nuestro segundo día juntos, con Carolina sentada y sujeta a su cochecito, con suavidad y afecto, extendí mi mano para tomar la de mi hijo. Quería caminar con él. Él retiró su mano y de inmediato supe por qué. Recordé lo que había significado tomar la mano de mamá en esos días .. . una pelea, disciplina, control... y también supe que Conner estaba llegando a la edad cuando no está en «onda» necesitar a mamá. Me arrodillé en medio del River Walk. Le tomé ambas manos y le dije con sencillez: «¿Me quieres dar la mano simplemente porque te amo, solo porque soy tu mami?». Tuve que redefinirle mi mano. Lo que parecía ser una mano que indicaba disciplina y fracaso, ahora era algo diferente; ahora se trataba de una relación. Quería que él me amara y me necesitara solo porque tiene ocho años y yo soy su mamá; no porque lo estuviera disciplinando ni tratando de controlar. Dios trata de llegar a nosotros, quiere que veamos que lo necesita- mos. Sin embargo, como él es Dios, pensamos que quiere que cantemos y bailemos; en otras palabras, que modifiquemos nuestro comporta- miento. Lo que en realidad él quiere es a ti y a mí. Él quiere liberarnos. Y sí, para lograrlo, quiere todo lo que somos. Para nosotros, Dios es nuestro hogar. Fuimos creados para vivir en él. Fuimos creados para él. Simplemente nos olvidamos de esto cuando estamos tratando de ser buenos e independientes. El pretender ser buenos detiene que Dios se mueva en nuestras vidas. El legalismo o la religión nos ayudan a sentirnos mejor con nosotros mismos, nos infla, y nos pone en posición de criticar, juzgar 20 | loque me pidas y ser orgullosos. ¡Ah! Y todo lo humano que hay en nosotros disfruta de eso. Nos sentimos mejor cuando vivimos así. Nos sentimos mejor cuando caminamos independientemente —como «gente grande»—, que no necesita tomar la mano de mamá en el River Walk porque ya crecimos y queremos ser cool. No queremos necesitar a Dios. manchas en la frente Estaba de visita en un hogar de transición para hombres que recién habían salido de la cárcel. Era la época navideña y el grupo con el que estaba les habíamos llevado unos regalitos para que abrieran en Navidad. No sabía qué esperar de aquella visita, pero mi corazón comenzó a derretirse de inmediato. Vi a un hombre mayor, usando una camisa muy vieja, sirviendo limonada —de la que viene en sobrecitos y se le agrega agua—, y colo- cando cuidadosamente galletitas compradas en un plato. Los otros hombres nos recibieron con sonrisas como si estuvieran dándole la bienvenida al presidente. Aquella noche me había apurado muchísimo para llegar allí —tuve que hacer arreglos de niñeras, transportación y envolver regalos—, y honestamente me sentía un poco irritada, pero cuando vi a aquellos humildes hombres, mi pulso disminuyó y no quise estar en ningún otro lugar. Cada hombre esperó su turno para hablar un poco sobre su vida. Con lágrimas y un gran sentido de responsabilidad, cada uno habló de sus debilidades y errores. Sus corazones sangraban por el daño que les habían causado a las personas que amaban, y hablaban con entu- siasmo sobre cómo vivían perdonados por haber aceptado a Cristo. No alardeaban ni pretendían. Cristo se había manifestado en sus vidas destrozadas y los había restaurado. Hablaban con paz y sentí que tenían esperanza. Comencé a anhelar ser como ellos; ser como estos hombres que se estaban recuperando de las consecuencias del pecado. Quería necesitar a Dios de la forma en que ellos lo necesitaban, sentirme quebrantada los menos buenos | 21 como ellos, y ser tan transparente como ellos. Era como si ya hubieran sido expuestos . . . ya habían sido sorprendidos. Todos llevaban un letrero en la frente que leía «metí la pata» —no había necesidad de pre- tender algo distinto. Y en eso había algo que les trajo libertad. Hizo que Dios fuera el héroe, no ellos. Mi alma se identificó con aquello. Aunque soy una esposa de pastor, madre de tres hijos y rubia, que estaba relacionándose con criminales acabados de salir de prisión, soy también un ser humano, y nosotros los humanos venimos al mundo con las palabras «metí la pata» escritas en la frente. Venimos así «de fábrica», pero en algún punto entre comenzar a caminar y llegar a la adultez, aprendemos a borrar el letrero de nuestra frente. Aprendemos a sentarnos derechos. Aprendemos a ser buenos. No obstante, delante de Dios, no soy distinta a esos hombres. Mi frente está limpia, pero ciertamente mi alma no lo está. Aquel día, sentada en un viejo y maltratado sofá, junto a unos hombres viejos y maltratados, reexaminé lo que valoro en las personas y el tipo de gente a la que valoro, y me di cuenta de que Dios resplandecía más a través de Para nosotros, Dios es aquellos hombres acusados y dolidos NUestro hogar. Fuimos que a través de mí. creados para vivir en Nos escondemos unos de otros ál Fyimos creados detrás de nuestras inmensas hojas de para él. Simplemente higuera, pero Dios nos dice: «Deja nos sidsamos de esto cuando estamos tratando de hacerlo, porque yo soy una mejor cobertura. Tengo la forma de pagar por todos los pecados que estás ocul- tando. Pero será necesario que salgas de ser buenos e de detrás de esas hojas. Tienes que ¡ndependientes. ser humilde para reconocer que me necesitas» (Juan 11.25, 1 Juan 1.8, parafraseados). La ironía es que la sangre de Cristo toma a los menos buenos y los hace los más buenos. ¡Es hermoso! 22 | lo que me pidas con el rostro en la arena No queremos caernos. Nos encanta escuchar testimonios asombrosos de la gracia de Dios, pero no queremos ser el testimonio. Mi caparazón estaba brillante y reluciente, pero estaba llena de pecado y de orgullo. Finalmente me caí, de cara al suelo, en la arena, llorando porque había vivido comouna farisea con todo mi orgullo y arrogancia. En realidad, he aprendido a caerme bastante. Me caigo porque no puedo continuar pretendiendo que estoy bien cuando en mi interior sé que no es así. Pero también me caigo porque encuentro a Dios en la arena. Encuentro a Dios cuando tengo la cara en la arena. Y entonces, es él quien levanta mi rostro, en lugar de mi orgullo. Cerca del tiempo en que mi pecado más aceptable me estaba haciendo caer de cara en la arena, mi amiga Kathryn me llamó para hablarme Cualquiera puede de su descaradamente pecador padre. llegar al cielo, sin Todo lo que pensaba que Dios quería importar cuán de mí estaba bajo escrutinio. Cuando desordenada pueda ser su vida. Y de igual eliminas todo lo que jamás hayas apren- modo, cualquiera - dido sobre Dios y solo miras a Jesús, lo puede no llegar, que hizo, lo que dijo, a quién amó, solo independientemente hay una cosa necesaria. Solo una. CA SUl eleg ante Cualquiera puede llegar al cielo, sin bondad importar cuán desordenada pueda ser eliminas las lecciones, las canciones, los predicadores, la moralidad nacional de todos los creyentes que conoces; cuando su vida. Y de igual modo, cualquiera puede no llegar, independientemente de su elegante bondad. Necesitaba responderle a Kathryn. «Kathryn, solo estoy segura de una cosa: la obra de Cristo es lo único que nos puede salvar. Nuestro comportamiento aquí en realidad es el mismo . . . todos metemos la pata —bastante— cuando vivimos sin Dios. Algunos somos mejores que otros en ocultar nuestro pecado. los menos buenos | 23 Cuando lleguemos al cielo, nos vamos a encontrar con mucha gente que jamás pensábamos que estarían allí, y otro montón que sí esperába- mos encontrar, no estará por ninguna parte. Dios trata con el corazón —con lo que no vemos—, y aunque tu papá nunca fue experto en asuntos de iglesia y sí arruinó su matrimonio, había algo en él que contagiaba a todo el que se le acercaba . . . ¿Conocía a Jesús?». Kathryn nunca le había preguntado a su papá dónde estaba parado con Jesús, así que aquella noche, se postró sobre su rostro y le pidió a Dios que de alguna forma le mostrara que Mike estaba en el cielo . ... Estaba desesperada y rogaba por una prueba tan fehaciente que nadie pudiera negar. Al día siguiente de aquella súplica ante Dios y sin conocer la oración que Kathryn había elevado, su tía, con quien nunca había conversado sobre temas espirituales, la llamó con algo de renuencia. Con nervio- sismo, le dijo a Kathryn que una voz que ella sabía que era la de Dios la había despertado durante la noche y le había dicho que Mike estaba con él, y que Mike le había entregado su corazón a Jesús unos pocos años antes cuando falleció el suegro de Kathryn. Su tía no había asistido al funeral, pero todos estuvieron de acuerdo, pensando en ese tiempo, que su padre había experimentado un cambio repentino y había mostrado interés en cosas espirituales. Ella recordó que había notado algo dife- rente en él para aquel tiempo —no era algo perfecto, ni «bueno», ni espectacular, pero era evidente algo real y profundo en su vida. Cuán profundo es el amor del Padre por nosotros, Tan grande que no se puede medir Que nos ha dado a su Hijo unigénito Para que los pecadores seamos sus hijos. No me gloriaré en nada, Ni en dones, ni en poder, ni en sabiduría Me gloriaré en Jesucristo En su muerte y resurrección. 24 | lo que me pidas ¿Qué ganaré como recompensa? No puedo dar una respuesta Pero sé en lo profundo del corazón Que sus heridas pagaron mi salvación.? La gracia es inexplicablemente loca. Recuerdo haber temblado al leer El despertar de la gracia de Chuck Swindoll. En aquel momento estaba comenzado a entender las implicaciones de la gracia. La gracia dice que usted no tiene que dar nada, ganar nada, ni pagar nada. ¡Y no podría hacerlo aunque lo intentara! . . . ¡La salvación es un don gratuito! Usted simplemente se apropia de lo que Cristo ha provisto. Eso es todo. Y sin embargo, la doctrina herética de las obras sigue circulando por todo el mundo, y continuará haciéndolo. Su éxito se debe a que el orgullo de los hombres y las mujeres es muy fuerte. Sencillamente, pensamos que tenemos que hacer algo para sentirnos bien al respecto. No concuerda con el sentido común del ser humano obtener algo valioso a cambio de nada.” En una acción Dios hizo lo que ninguna cantidad de esfuerzo de nuestra parte podría hacer. Él sacrificó a su Hijo perfecto y puso sobre él todo pecado. Ningún pecado quedaría exento de este pago. Él pagaría por cada uno de ellos. Todo asesinato, todo pecado sexual y perversión, todo pensamiento orgulloso, todo ídolo que adoremos, todo chisme o calumnia, toda vez que nos salimos de nuestras casillas por falta de paciencia, cada pecado que alguna En una acción vez nos ha avergonzado sería pagado .... Dios hizo lo que — Para aquellos que reconozcan su pecado y se ninguna cantidad vuelvan a Cristo pidiendo perdón. de esfuerzo de No 3 solo los que están en prisión nuestra parte los que están lejos de Dios; con frecuencia ' somos nosotros, los que estamos sentados en podría hacer. las bancas de la iglesia, tratando de decidir los menos buenos | 25 adónde vamos a ir a almorzar después que ese tipo termine de hablar sobre un Dios que casi no necesitamos. «No me gloriaré en nada». Estoy empezando a sentirme más cómoda con los letreros de imperfección en la frente. Este es el mío: Meto la pata constante e interminablemente. Y mi única esperanza es mi Jesús. abandonar la verguenza Todos lo sentimos . . . en algún momento. Nunca hablé en la clase; no quería llamar la atención. Y en especial no quería meterme en problemas. Por lo general, mi cabello rubio estaba dividido y sujetado hacia atrás con un broche rosado, y usaba medias finas y blancas que me llegaban a la rodilla, y zapatillas azules y blancas con velcro, que tenían un arco iris de adorno. La señora Reed fue la peor maestra que tuve. Todas mis otras maestras nos abrazaban y parecía que sabían cómo nos sentíamos, aun cuando no lo decíamos. En la clase de segundo grado de la señora Reed, había figuras de peque- ñitos Pitufos adornando las paredes, y cada uno de sus gorros tenía anotado un nombre. Tenían tres pequeños botones magnéticos sobre el estómago, aunque los Pitufos reales no tenían botones. Los varones siempre se metían en problemas, y cuando eso sucedía, tenían que caminar tristemente frente a toda la clase y quitarle botones a los Pitufos. El primer botón les costaba cinco minutos menos de recreo. No recuerdo lo que pasaba si tenías que sacar los tres; en aquellos tiempos te podrían haber encerrado en un closet, o algo por el estilo de terrible. Aquel día Brent, quien quería ser mi novio, estaba sentado enfrente de mí, y me daba puntapiés por debajo de la mesa. Así que le di un puntapié y le dije que parara de hacerlo. La señora Reed levantó la vista de lo que estaba leyendo y me dijo: «Jennie, ve a sacar un botón». 26 faltan algunos botones | 27 El salón comenzó a darme vueltas . .. eso jamás me había sucedido. Y era una de esas épocas en la vida cuando piensas que algo jamás te va a suceder. Me puse de pie frente a la clase y comencé el difícil camino para quitarle parte del orgullo a mi Pitufo. Cuando llegó el recreo y la clase salió, yo me quedé Se supone que debemos como pegada a mi asiento por Querer estar cerca de Dios cinco minutos eternos. Quería todo el tiempo y confiarle ocultarme debajo de mi silla. todos los aspectos de La señora Reed estaba corri- A a TE se supone que debemos ella estaba demasiado desilu- escribir q EUA notas de sionada conmigo como para agradecimiento y votar prestarme atención. Me sentía. en las elecciones locales. como si me estuviera dando giendo tareas y ni siquiera me miraba. Estaba segura de que fiebre.Algún tipo de enfermedad se estaba apoderando de mi cuerpo. Esta no fue la última vez en que me he sentido así. Aun ahora, la vergúenza parece apoderarse de mí a veces, aun cuando me estoy afe- rrando a la gracia. de mucha importancia Todo tipo de cosas apartan a las personas de Dios. Aun aquellos de nosotros que parecemos vivir muy cerca de él, en realidad no lo esta- mos. Por supuesto que a veces estamos cerca de él. Pero muchas veces no lo estamos. Se supone que debemos querer estar cerca de Dios todo el tiempo y confiarle todos los aspectos de nuestra vida. También se supone que debemos escribir a mano notas de agradecimiento y votar en las elecciones locales. Pero cuando nuestro pecado nos aleja de Dios, ¿qué hacemos? Cuando me siento con alguno de mis hijos después de que él o ella se ha arrepentido por mentir o por pegarle a su hermano, nunca ninguno 28 | loque me pidas me ha dicho: «Me siento mucho mejor porque ese pecado en realidad estaba perjudicando mi vida de oración». No nos incomoda mucho lo que el pecado y los errores le hacen a nuestra relación con Dios. Tal vez él no se siente muy real en nuestra vida, o tal vez pensamos que Dios simplemente acepta nuestro pecado. Cuando somos salvos, hay cosas espirituales que comienzan a obrar en nuestro interior y trastornan la forma en que solíamos pensar y vivir. El pecado se hace desagradable porque lucha con quien somos. Dios se convierte en nuestro principal anhelo. Esas son señales de que somos creyentes. Si no sentimos en nuestro interior un anhelo por Dios y desagrado ante el pecado, entonces debemos preguntarnos si somos creyentes. Somos hijos de un Dios viviente que quiere sacarnos de la esclavitud, del pecado y del peso de la vergienza. Sin embargo, con mucha frecuencia nos sentimos felices viviendo estancados. Lo he visto en mi propia vida y lo escucho a menudo por teléfono, y lo veo en los ojos de las personas: el peso de la vergúenza, el horrible sentimiento que recuerdo haber sentido por primera vez cuando le tuve que quitar el botón a mi Pitufo. ¿Y cómo interseca todo esto .. . esta ver- Cuando Dios gúenza, y gracia, y santidad, y el Dios que nos da su gracia, requiere todo, y que a la vez perdona todo? también no Crecí pensando que revelar las peores está quitando Partes de mí —especialmente en la iglesia—, algo. Nos quita sería inaceptable. Si la gracia es real, ¿cómo es ue a veces me podía sentir así? Los lugares el control. E A > que guardan la gracia deberían ser los lugares más seguros para revelar nuestra humanidad. Sin embargo, por lo general no lo son. El evangelio de la gracia lucha con cada atisbo de orgullo en nosotros. Cuando Dios nos da su gracia, también no está quitando algo. Nos quita el control. Muchos de nosotros no vivimos en gracia a pesar de que posiblemente hemos Ak crecido cantando sobre la gracia desde que tenemos uso de razón. faltan algunos botones | 29 Queremos ganarnos el sentimiento de que estamos bien. Queremos subir a la cima y que todos nos digan que están muy orgullosos de nosotros, que merecemos todas las cosas buenas, y así podemos asentir, y sonreír al asentir. Si somos realmente súper malos, como las prostitutas o los hombres que acababan de salir de la cárcel, la gracia es lo mejor que jamás escu- chamos. Pero para los muchachos buenos, con la mayoría de los botones en nuestros Pitufos, se siente un poco diferente pensar que necesitamos a Dios con desesperación. - La gracia verdadera amenaza nuestro control. Pero también nos da algo. Y ese algo es mejor. anclas internas Los ojos de Heather siempre tenían esa mirada, una mirada que decía que ella no merecía estar hablando contigo. Era algo que a menudo escondía detrás de una personalidad algo irritable que muchas veces provocaba que la gente no se le acercara. De hecho, Heather había tra- tado varias veces de apartarme de ella. Lo que yo hacía era reírme e ignorarla, o le decía que superara lo que fuera que la estaba haciendo actuar con enojo. A pesar de nuestra cercanía de años, nunca había logrado descifrar aquella mirada que se escondía detrás de una apariencia exterior dura y fría. Un día Heather llegó con la cabeza baja. Me quería decir algo. Le costó esfuerzo comenzar a hablar. Ella se había hecho un aborto cuando asistía a la universidad, y ahora finalmente, estaba saliendo de la oscu- ridad del secreto. Nunca le había dicho a nadie hasta hacía unas pocas semanas. Y ahora quería que lo supieran algunas de sus amigas íntimas. Apenas se le veían los ojos aquel día. Pero escuché. Le dije que la amaba y que nada de lo que me estaba diciendo cambiaría mis senti- mientos hacia ella, y que la gracia de Dios era suficiente para esto, a 30 | loque me pidas pesar de lo devastador que era. Sin embargo, capté una mirada en sus ojos que me dijo que no me creía. La vergiienza había sido un ancla atada en su interior, y la había estado cargando completamente sola, paralizada ante el temor de que si lo decía —si alguien lo llegaba a saber—, lo cambiaría todo. Me parece que hasta aquellos de nosotros Sé perfectamente que parecemos relucientes y radiantes que Dios ve — sentimos un poco la punzada de esta clase mi pecado, mi de vergijenza. Creo que nos sucede a todos. basura, y eso Aun si decimos que somos buenos, en lo no es algo ni confortable ni en nosotros, hay algunas cosas oscuras y fácil de aceptar. desconcertantes. profundo, en algún lugar, sabemos que no lo somos. Debajo de todo lo que es bueno El apóstol Pablo dice: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo» (Romanos 7.18). Si no hay nada bueno en nosotros, ¿cómo es posible que alguien pueda sentirse petulante? Todos deberíamos sentirnos seguros los unos con los otros porque todos somos personas que fallamos, que metemos la pata. Pero no nos sentimos seguros, porque no es seguro. La gente juzga, especialmente las que afirman seguir a Jesús. A menudo, cuando intento estar a solas con Dios —realmente a solas con él, no simplemente elevar una oración rápida o leer algunos versículos biíblicos—, me siento incapaz de hacerlo. Siento como si quisiera estar en cualquier otro sitio menos en ese. Y me parece que otras personas también se sienten así. Sé perfectamente que Dios ve mi pecado, mi basura, y eso no es algo ni confortable ni fácil de aceptar. Con demasiada frecuencia, elevo una oración, leo algunos versículos bíblicos y sigo mi camino. Y por dentro me siento como el rey David en la Biblia después de haber cometido adulterio y asesinato: «Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como el calor del verano, faltan algunos botones | 31 porque día y noche tu mano pesaba sobre mí» (Salmo 32.34). El peso del pecado hace que hasta los huesos nos duelan. Pero, ¿y qué si estoy enfocando todo esto en forma incorrecta? ¿Y qué si la forma en que me siento después de quitar aquel botón, o la forma en que mi amiga se sintió cuando me contó su terrible secreto, o cómo me siento cuando quiero salir corriendo de la presencia de Dios. . . qué si realmente estuviéramos malinterpretando el sentimiento? De alguna forma, todos los que estamos leyendo esto somos imperfectos y estamos quebrantados. Parte de ese quebrantamiento se debe a las heridas del pasado, otra parte es nuestra propia culpa y parte es simplemente El peso del por el triste estado del planeta. Pero todos lo pecado me deja O de en tierra. Me Pero lo que siento cuando veo a Dios debe : nace tlizas. M8 muestra que necesito a Jesús. ser definido y catalogado, o siempre me va a mantener queriéndome apartar de Dios. ¿Qué es lo que hace el peso? Dios creó el cosmos y las leyes por las cuales funciona. ¿Cuál es el propósitodel peso? Todo lo que no pesa, se evapora o se eleva. Todo lo que no tiene peso flota. El peso hace que las cosas caigan en la tierra, que permanezcan en el suelo. ¿Y qué si el peso del pecado tiene el mismo propósito que el peso físico? Cuando me acurruco en mi sofá con Dios y su Palabra, ese senti- miento que me provoca salir corriendo debería ser el sentimiento que me mantiene allí con él. Es el peso de mi pecado el que me empuja de los lugares altos y cómodos en los que mi orgullo preferiría mantenerme. ¿Sabes? Me gusta sentirme bien conmigo misma. Prefiero los lugares - altos en los que estoy adormecida, al lugar en que tengo el rostro mojado de lágrimas porque me doy cuenta de que no tengo esperanza alguna aparte de Jesús. Quiero tener aplomo, serenidad, y ser agradable y feliz. Esa es la chica que quiero ser. Pero mi pecado .. . no quiero bregar con eso. A menudo vivo protegida por mi creencia de que soy buena. 32 | loque me pidas El peso del pecado me deja en tierra. Me hace trizas. Me muestra que necesito a Jesús. Sin esta necesidad de Dios, nunca iría a él. Pero aun cuando nos sentimos debilitados no vamos a Jesús ni a la iglesia ni a otros creyentes con el peso de nuestro pecado. Nos escondemos porque justo el lugar que nos promete gracia puede sentirse condenatorio. Pero el pecado y la vergijenza nunca se vuelven más livianos. De hecho, los he visto agrandarse y ganar peso cuando no se brega con ellos. En los meses que siguieron a la confesión de Heather de haberse hecho un aborto, la observé mientras con fidelidad y dificultad se acercaba a Dios, buscando sanidad y perdón. Heather encontró una comunidad donde no solo se canta sobre la gracia sino que también se practica. Hemos visto a algunos amigos que salen de su escondite, que confiesan matrimonios destrozados, adicción a la pornografía, depresión, abuso, alcoholismo, temor, aun creerse buenos, y que se han encontrado con la gracia restauradora de Dios. La mirada de Heather cambió a medida que su ancla se hacía más pequeña y ella recibía en forma consecuente el amor y la gracia que llega por la sangre de Jesús. Durante décadas ella había creído la mentira de que revelar los pedazos rotos de su vida apartaría a la gente, ¡y que apartaría a Dios! salir corriendo o quedarse Aun si encontramos a personas comprensivas, ¿estamos seguros? Cuando Jesús estuvo en la tierra, pasó mucho tiempo con personas quebrantadas. La gente que aparentaba no tener problemas se pregun- taba: «¿Y éste come con recaudadores de impuestos y con pecadores?» (Marcos 2.16). Y Jesús les contestó: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores» (Marcos 2.17). Como ya dije, creo que el peso que sentimos tiene el propósito de recordarnos que todos caemos en la segunda categoría. Todos somos pecadores y necesitamos arrepentirnos. El dolor y el peso nos empujan faltan algunos botones | 33 a caer de rodillas, para que nos arrepintamos y busquemos el perdón de Dios. Así que, ¿por qué no vamos a Dios? ¿Por qué salimos corriendo en lugar de quedarnos? La libertad se A veces salimos corriendo porque detes- encuentra en tamos arrepentirnos. El confesar nuestros pecados se siente como una muerte. Pero la persona que cuando Dios nos llama a hacer algo que se Se hizo cargo siente incómodo por lo general es su camino de los botones para que encontremos la libertad. El camino que nos faltan, que nos aparta de la vergijenza es ver nuestro y de los lug ares que tienen Yo puedo arreglar esto... En realidad, ya ha cicatrices dentro sido arreglado. de nosotros y La enfermedad que comenzó con los (QUe nos han botones de mi Pifufo crecería y crecería. Pasé sido robados. la mayor parte de la vida enferma con el senti- pecado, alejarnos de él y volvernos a Dios. Y allí encontramos paz y un Dios que nos dice: miento de que no estaba a la altura que debería estar. De vez en cuando, aun ahora, el mismo sentimiento que sentí por esos cinco minutos eternos cuando estaba en segundo grado, se desliza sigilosamente, como si estuviera en problemas con la maestra. «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto man- téngase firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» (Gálatas 5.1). Para vivir en libertad . . . pero, ¿somos libres realmente? La libertad no está en rebelarse o pretender. Esos dos lugares nos atan con más fuerza. La libertad se encuentra en la persona que se hizo cargo de los botones que nos faltan, y de los lugares que tienen cicatrices dentro de nosotros y que nos han sido robados. Cuando finalmente David fue a Dios, todo cambió: «Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad» (Salmo 32.12). 34 | loque me pidas Si tengo una visión apropiada de Dios, corro a él en el instante en que siento cualquier peso sobre mis hombros. Dios brega con eso. Yo voy a él quebrantada, al igual que la mujer que cometió adulterio en la Biblia, y él me toma de la mano y me ayuda a levantarme, y me dice lo mismo que le dijo a ella: «Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar» (Juan 8.11). Y con ese sabor de libertad, con ese sabor de perdón, quiero apar- tarme corriendo de mi pecado e ir al Dios que me ama. La Biblia dice que la bondad de Dios quiere llevarnos al arrepen- timiento (Romanos 2.4). A veces, cuando nos sentamos en el sofá con Dios, tenemos miedo de que él sea el maestro malo que tuvimos en segundo grado, cuando en cambio él es el lugar más seguro en el que jamás podremos estar. Su presencia es el único lugar en el cual el peso invisible es quitado. El único lugar donde se sanan los espacios ocultos y quebrados. El único lugar que nos define aparte de nuestros éxitos y de nuestros fracasos. Este es el evangelio: Todos hemos pecado y no podemos alcanzar la gloria de Dios (Romanos ZO): Dios hizo lo que la ley no podía hacer. El envió a su Hijo con un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos, y en ese cuerpo condenó el dominio del pecado en la carne (Romanos 8.3, parafraseado). Cristo hizo lo que ninguno de nosotros, sin importar lo brillantes que seamos, podíamos hacer. Eso nos compró la libertad. -glgantes abandonar la aprobación Era bastante tarde. La mayor parte de las luces estaban apagadas. Había pasado tiempo con algunos amigos y empacando, y me olvidé que mis padres se acostaban a las diez de la noche. Pero todavía estaban levan- tados, esperando que su hija mayor —la primera que se les había ido del nido y que ahora era estudiante de primer año en la Universidad de Arkansas— llegara a su casa para pasar el fin de semana. Aquella noche entré al cuarto de ellos y me senté en el borde de su cama, había Dios era real, y llegado de la universidad con algo impor- aia y se movía en mí. Yo realidad no había crecido tanto, como si les escuchaba su voz estuviera preguntando si podía ir a un baile Y obedecía, pero, con un joven apuesto, o pasar la tarde afuera ¿estaba dispuesta con una amiga. a obedecer a Pero no les estaba pidiendo permiso para Dios en todo tante que decirles. Estoy segura de que aquella noche les pareció que su hijita en ir a un baile. sin importar Después de aquellas cruces de madera en el COsto? el campamento, Dios siguió agrandándose en mi vida. Dios era real, y me hablaba y se movía en mí. Yo escuchaba su voz y obedecía, pero, ¿estaba dispuesta a obedecer a Dios en todo sin importar el costo? ¿Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que me pidiera? 39 36 | loque me pidas Cuando Dios empezó a despertar dentro de mí, comenzó a des- pertarme para las cosas de él. Y yo quería que se estuviera refiriendo a edificar su reino, no solo en la Universidad de Arkansas sino en todo el mundo.Me sentía guiada a ir al extranjero. No tenía claro adonde, pero podría ir por un año o dos y servir en un ministerio con el que estaba trabajando en la universidad. Cuando me senté en la cama de ellos, les dije: «Mamá, papá, siento que Dios me está llamando para ir al extranjero. No sé todos los detalles, pero estoy segura de su llamado en mi vida». Los miré con ansias, espe- rando escuchar lo que me dirían. corrientes y ríos Toda persona consciente tiene ideas, sentimientos y pasiones que corren en su interior. Estas corrientes nunca se detienen y muy pocas veces tienen filtros. Nos inundan con mensajes, y nosotros vivimos de esos pensamientos, tomamos decisiones, creamos —y hasta retrocedemos— como resultado directo de esas corrientes que se mueven en nuestro corazón y en nuestra mente. Las corrientes obvias son nuestra preocupación por la comida o el sexo, o lo que es más probable, por contestar emails o hacer listas para ir al supermercado. Pero las corrientes Yo amaba a más profundas, las que controlan nuestras Dios, pero — vidas, son las que nos hacen dudar, soñar, y amaba más a sentir miedo o inseguridad. Típicamente, las la gente que dejamos todas allí, corriendo dentro de nuestro 5 NE ser, controlándonos. no era invisible. A menudo, Dios habla del corazón o de nuestras almas. Nada en mi interior es más importante que mi corazón, entonces, ¿por qué parece que no puedo controlarlo, ni siquiera ubicarlo? Durante la mayor parte de mi vida parece haber hecho lo que quiso, dirigido por el temor o el deseo. Mi corazón se mueve y también me mueve a mí. gigantes | 37 Sé que mi corazón es tangiblemente real en este sentido; veo evi- dencia de sus afectos. Pero, ¿cómo puede alguien controlar el corazón? Desde joven me he sentido fascinada por la vida del rey David. Él cometió terribles errores y le hizo doler el corazón a Dios. David era una persona apasionada. Una y otra vez durante sus escritos a través de los Salmos pronuncia variaciones de la siguiente frase: «El SEÑOR está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?» (Salmo 118.6). Y su vida fluyó a partir de esta mentali- dad. Como temía y adoraba a Dios, no le tenía. El amor es miedo a nada. Á nadie. ¿Cuál era la diferencia celoso... entre mi fe y la fe de David? ¿Por qué vivía yo especialmente con esa corriente de temor a la gente? : eltamor ge Dos. Él me quiere a que ahogaba a Dios en mí, que controlaba MI, Y yO QUIeroO a mi corazón y, por lo tanto, la vida. Yo amaba todo el mundo. a Dios, pero amaba más a la gente que no La corriente que fluía en mi corazón no era un pequeño arroyo; era un impetuoso río era invisible. Adoraba a esas personas, me inclinaba ante ellas por sus estrellitas doradas, especialmente de las dos personas a las que estaba mirando aquella noche desde el borde de su cama. Crecí conociendo las características de Dios, y una de ellas era que él quería poseer mi corazón en su totalidad. Sabía que debía amar al Señor, mi Dios, con todo el corazón, el alma y la mente .. . todo en mí debería amarlo a él en primer lugar (Deuteronomio 6.5). Pero en aquel entonces no podía vivir así. Estaba muy ocupada disfrutando mi vida al máximo y todo estaba marchando bien —por lo menos la mayor parte del tiempo. Estoy mintiendo. Nada estaba marchando bien. En mi interior, estaba hecha un desastre. ¿Cómo puede alguien hacer feliz a todo el mundo? Esperé la respuesta de mis padres. 38 | loque me pidas ¿Era yo la única persona con este dilema? ¿Era yo la única que amaba a Dios pero que servía con empeño a todo el mundo menos a él? No llamaría cobarde a mi amiga Julie. Tampoco nadie diría que es una persona deseosa de complacer a todo el mundo. Simplemente Julie dice lo que piensa. Nos hemos peleado a menudo cuando ella abre la boca, sobre un tema delicado, y deja a una cantidad de personas heridas. Sin embargo, siempre la he admirado; ella es muy diferente a mí. A Julie parece importarle muy poco las opiniones y las críticas debido a su personalidad. Rebosa confianza. Pero yo la conozco. Julie tiene miedo. Pero se protege de forma dife- rente a la mía. Me parece que, en cierta forma, a todos nos importa lo que piensa la gente. Si no deseamos la aceptación de las personas que amamos, entonces casi no seríamos humanos. Es uno de los atributos que nos define: nuestro deseo de ser aceptados, primero por Dios y luego por nuestros semejantes. La mayoría de la gente no necesita que todo el mundo se sienta feliz con ellos. Pero todos quieren que alguien se sienta feliz con ellos. Aquella noche, sentada en la cama de mis padres, mientras les decía que quería obedecer a Dios y servirle en otro país, lejos de sus categorías y sueños, muchas corrientes me inundaron. Eran corrientes que, en ese tiempo, le ganaban al Dios que había hecho el planeta. Mis padres no estuvieron equivocados al expresar sus opiniones. Yo solo tenía dieciocho años de edad, y era su hija. Nunca me dijeron que me prohibían ir. Pero yo tenía intuición. Lo podía sentir. Podía sentir la desaprobación de ellos. Así que no fui. Ni siquiera pensé otra vez en el viaje. En la década que siguió, a pesar de lo mucho que creció mi amor y comprensión sobre Dios, también el río de idolatría corría en mí con más y más fuerza, a veces volviéndome ansiosa y hasta frenética. Como los pensamientos invisibles de las personas no se pueden controlar con facilidad, la cabeza me daba vueltas deseando poder controlarlos. La gente tenía que achicarse en mi vida antes de que Dios me pudiera tener completamente . .. pero, ¿cómo? gigantes | 39 temiblemente quieto Cuando cierras los ojos y todo se vuelve temiblemente quieto, escuchas tu corazón. Por supuesto que siempre está allí. Pero nunca escuchas sus corrientes y sus ríos moviéndose a través de ti hasta que todo no se torna incómodamente tranquilo. Cuando estoy quieta y escucho lo que hace más ruido en mí es porque estoy siguiendo a todo el mundo, menos a Dios. Y temo que si él se acerca demasiado, lo va a ver. Pero si le permito que se acerque de todas maneras, nos sentamos juntos en días como ese, y miramos juntos a la corriente frenética que me está agotando. Nunca me dice: te lo advertí. Lo podría hacer, pero nunca lo hace. El amor es celoso . . . especialmente el amor de Dios. Él me quiere a mí, y yo quiero a todo el mundo. Dios sabe que todos tenemos este problema: amar a todo el mundo menos a él. Así que llamó a un profeta para que dedicara su vida a responder a la misma pregunta que yo formulo: ¿cómo puedo dejar de correr detrás de todo el mundo y regresar a Dios? Dios le dijo a su siervo Oseas que fuera a la ciudad y que tomara a una mujer prostituta como esposa. Dios vio que Israel iba tras de todos los ídolos y no lo buscaban a él —similar a lo que hago yo—, y esa fue la forma en que le habló a Israel de este asunto. Oseas obedeció y se casó con Gómer, la prostituta. Tuvieron varios hijos, y aunque Oseas era un esposo amoroso, amable y le proveía todo lo que necesitaba, Gómer continuó yendo a sus amantes, quienes abusaban de ella y no la amaban. Las corrientes de su corazón casi la estaban ahogando. Cuando comencé a leer el libro de Oseas, pensé que su propósito era presentar la ira de Dios, su enojo con Israel .. . y conmigo. Dios comenzó a hablar con bastante desagrado. Dijo cosas como: «No volveré a compadecerme del reino de Israel... ni ustedes son mi pueblo, ni yo soy su Dios» (Oseas 1.6, 9). Pero luego, en medio de su metáfora, Dios dice lo siguiente de aquellos de nosotros que buscamos otros amores: 40 | lo que me pidas Por eso, ahora voy a seducirla, me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura. Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza. Allí me corresponderá, como en los días de su
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