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DI_PARDO,_de_Mas_Irene_Introduccion_a_la_educacion_cristiana

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INTRODUCCION 
A LA 
EDUCACION 
CRISTIANA 
"Y llamando Jesús a un niño, 
lo puso en medio de ellos” 
(Mateo 18:2). 
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INTRODUCCION 
A LA 
EDUCACION 
CRISTIANA 
Libros CLIE 
Galvani, 113 
TERRASSA (Barcelona) 
INTRODUCCION A LA EDUCACION CRISTIANA 
Escuela Bíblica de Teología "A.L.E.R.T.A." 
(Acción Libre Evangélica: Reafirmación, Testimonio, Avivamiento). 
Gral. Enrique Martínez 889, Buenos Aires, Rep. Argentina. 
O Copyright por la Escuela Bíblica de Teología "A.L.E.R.T.A.", 
Buenos Aires, Rep. Argentina. 
Depósito Legal: B. 8.459-1987 
ISBN 84-7645-180-6 
Impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb, 
E.R. n* 265 S.G.- Polígono Industrial Can Trias, 
calles 5 y 8 - VILADECAVALLS (Barcelona) 
Printed in Spain 
ÍNDICE 
1. Introducción al ministerio 
des12ferseñanzamala Uencia de la. 11 
PA SB stay! Puede 567 UtTa que Una 19 
3. II. Alniño (Primera parte) . . . 31 
4. TI. Alniño(Segunda parte) . . . 39 
5. TH. Alniño(Tercera parte) . . . 49 
6. IM. En su carrera (Primera parte) . 39 
7. TI. En su carrera (Segunda parte) . 73 
8. IV. Instruye (tú) (Primera parte). . 81 
9. IV. Instruye (tú) (Segunda parte) . 87 
DAD ratiaa? peana ARSUCTISON, ES 1 MASTER] 
"Instruye al niño en su carrera. 
Aun cuando fuere viejo 
no se apartará de ella" 
(Proverbios 22:6).. 
PRÓLOGO 
Educar, y educar cristianamente —tema de 
este libro—, es sinónimo de educar bíblicamente, 
o sea, a la manera en que la Santa Palabra de 
pias: la Biblia, lo establece y con ello lo deman- 
a. 
Qué es educar y quién debe educar y cómo 
debe hacerlo, constituyen en síntesis los asuntos 
propios de la así llamada Ciencia de la Educa- 
ción. En cuanto concierne a la educación cristia- 
na, esa ciencia no puede ser otra que una de las 
facetas específicas de lo que por inspiración el 
apóstol Pablo llama «la multiforme sabiduría dé 
Dios» (Ef. 3:10). 
Extraer de las Sagradas Escrituras como fuen- 
te principal los principios fundamentales didácti- 
co-pedagógicos a fin de aplicarlos a la realización 
de una tarea fructífera en la esfera del santo mi- 
nisterio de la enseñanza, sea en el hogar como en 
la Iglesia del Señor Jesucristo, es la materia y 
propósitos de este pequeño aunque enjundioso li- 
bro que nuestra hija, señora Irene Winifred Di 
Pardo de Mas ha preparado con transparente ido- 
neidad. 
Mucho se ha publicado respecto a estos so- 
lemnes asuntos. Sin perjuicio de ello, cabe afir- 
mar que en el momento presente se advertía en 
el campo cristiano evangélico de habla hispana 
7 
la necesidad de una exposición breve, concisa y 
clarificada por la luz de la Palabra de Dios, que 
pusiera rápidamente al alcance de tantos dedica- 
dos mentores de las preciosas almas infantiles-ju- 
veniles las normas y propósitos educacionales bá- 
sicos, bíblicos, definidos y definitorios. 
Este libro expone, en lenguaje claro, directo y 
sencillo, grandes verdades principistas. Y lo que 
es tan importante en estos postreros y peligrosos 
tiempos de tanto confusionismo ideológico, lo 
hace con expresiones no comprometidas en abso- 
luto con las polutas corrientes filosófico-psicoló- 
gicas humanísticas, racionalistas y materialistas. 
Estas corrientes mal ocultan el oscuro designio 
de suplantar la realidad de la doctrina bíblica del 
pecado del hombre, con las falacias de la inde- 
mostrada —e indemostrable— teoría de la «evo- 
lución» que postula que todas las tendencias y 
práctica de acciones malas no son sino «resi- 
duos» aún no expurgados de los instintos prove- 
nientes de los antepasados «animales» del género 
humano, «expurgación» que ellos esperan podrá 
producir la psicología auxiliada por tratamientos 
psiquiátricos y por las investigaciones en el cam- 
po de la «ingeniería genética». Que tras de todo 
ello se hallan los intentos contemporáneos de Sa- 
tanás para hacer vana la obra redentora de la 
cruz de Cristo, es más que obvio para todo cris- 
tiano avisado y sabio en las Escrituras. Bien ha- 
rán los estudiantes cristianos que asisten a las 
aulas de la sabiduría de este siglo en recordar la 
clara advertencia apostólica: «Oh Timoteo, guar- 
da lo que se te ha encomendado, evitando las pro- 
fanas pláticas sobre vanas cosas, y los argumen- 
tos de la falsamente llamada ciencia, la cual pro- 
fesando algunos fueron descaminados acerca de 
la fe» (1 Ti. 6:20, 21). 
8 
Este libro no elude incursionar en los «argu- 
mentos» de distintas escuelas psicológico-peda- 
gógicas, y muestra brevemente sus deficiencias. Y 
da una nota nítida y vibrante de alerta, mientras 
desarrolla sus tesis siempre encuadradas en la 
«sana doctrina». 
Para cerrar estas breves palabras introducto- 
rias, nada mejor que recordar aquí que el Señor 
Jesucristo, para reprender a sus discípulos que 
inquirían acerca de quién es el mayor en el reino 
de los cielos, utilizó el método audiovisual, pues 
se nos dice: «Y llamando Jesús a un niño lo puso 
en medio de ellos. Y dijo: De cierto os digo que si 
no os volvieseis y fuereis como niños, no entraréis 
en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que 
se humillare como este niño, ése es el mayor en el 
reino de los cielos. Y cualquiera que recibiere a 
un tal niño en mi nombre, a mí recibe» (Mt. 18:2- 
5). 
Creemos que, por legítima extensión, ese pa- 
saje se aplica bien como portal de entrada a los 
estudios contenidos en este libro: aprenderemos a 
enseñar a nuestros niños y jóvenes, y aun a los 
mayores, en la medida en que podamos ser ilumi- 
nados para aprender humildemente lo que un 
niño nos puede enseñar. 
ARMANDO DI PARDO 
Presidente de la Escuela Bíblica 
de Teología «A.L.E.R.T.A.» 
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CAPÍTULO 1 
INTRODUCCIÓN AL MINISTERIO 
DE LA ENSENANZA 
Nuestro texto lema nos da un mandato por 
parte del Señor y una promesa si dicho mandato 
se cumple correctamente. Este texto nos ha de 
ayudar a contemplar las distintas facetas de esta 
tarea que nos es encomendada. En primer lugar 
debemos entender que en todo ministerio de en- 
señanza el principio y la fuente del mismo se en- 
cuentran en Dios, como nos lo enseña el mismo 
Señor en su Santa Palabra: 
«He aquí que Dios es excelso con su poten- 
cia. ¿Qué enseñador semejante a él?» (Job 
36:22). A. 
«Oh Dios, enseñásteme desde mi mocedad y 
hasta ahora he manifestado tus maravillas» 
(Salmo 71:17). 
«Ahora pues, ve, que yo seré en tu boca y te 
enseñaré lo que hayas de hablar» (Éxodo 
4:12). 
«... ¿Dónde está mi Dios hacedor, que da 
canciones en la noche, que nos enseña más que 
a las bestias de la tierra, y nos hace sabios 
más que a las aves del cielo?» (Job 35:10-11). 
11 
En la misma Palabra de Dios podemos encon- 
trar cuáles son los propósitos de su enseñanza di- 
vina: 
«Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré 
yo en la verdad: consolida mi corazón para 
que tema tu nombre» (Salmo 86:11). 
De acuerdo con este versículo, los propósitos 
son que caminemos en su verdad y temamos su 
nombre. | 
Sin lugar a dudas es Dios el Maestro por exce- 
lencia, y en su Palabra El no sólo nos enseña y 
santifica a través de ella, sino que nos manda que 
la impartamos a otros, a niños y adultos, mien-tras éstos transiten en su peregrinaje en la Tierra. 
Además de exhortarnos qué enseñar, nos da guías 
preciosas y santas de cómo hacerlo: 
«Y estas palabras que yo te mando hoy esta- 
rán sobre tu corazón. Y las repetirás a tus 
hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, 
y andando por el camino, y al acostarte, y 
cuando te levantes. Y has de atarlas por se- 
ñal en tu mano, y estarán por frontales entre 
tus ojos; y las escribirás en los postes de tu 
casa y en tus portales» (Deuteronomio 6:6-9). 
Podemos observar que nuestro Dios desea que 
nuestro aprender y enseñar de su palabra forme 
parte intrínseca y cotidiana de nuestro vivir per- 
sonal y familiar. Somos todos alumnos suyos, 
tanto los adultos (padre o maestros) como nues- 
tros niños y jóvenes. N ¿ 
Observemos que la forma en que El desea que 
lo hagamos debe estar embebida en todas las ac- 
tividades de nuestro andar diario «repitiendo» . 
12 
a nuestros hijos, hablando de ella en nuestras 
casas, al andar por el camino, al acostarnos y al 
levantarnos. Esta práctica debe ser lo primero al 
comenzar el día, y no dejará de serlo hasta acos- 
tarnos al fin de él. La enseñanza por parte del 
cristiano, pues, no se limita sólo a las paredes de 
un aula, sino que es un oficio constante. Pero ve- 
mos más. El Señor quiere que usemos aparte de 
los medios audibles los visuales: método «audio- 
visual» diríamos por usar una nomenclatura mo- 
derna. «Repetirás... hablarás» (audio); «atarlas 
por señal en tu mano... por frontales entre tus 
ojos; y las escribirás en los postes de tu casa y en 
tus portales» (visual). 
Este constante estudiar y repetir en nuestros 
corazones las preciosas enseñanzas de la Palabra 
de Dios es necesario en todas las etapas de la 
vida, pero, como veremos más adelante, este en- 
señar y aprender juega un papel fundamental en 
la etapa de la niñez, donde la impronta es inde- 
leble y trascendental, como nos enseña nuestro 
texto lema. 
La práctica de la enseñanza de la Palabra de 
Dios cumple propósitos fundamentales en la for- 
mación del individuo en el núcleo familiar y en la 
sociedad con afinidad en la materia, y aun in- 
fluencia a la sociedad secular: «Vosotros sois la 
sal de la tierra... sois la luz del mundo...» (Mateo 
5:13, 14). Así se aprende a temer a Jehová, a oírle, 
a aprender de El y a poner por obra su Ley. 
«Harás congregar al pueblo, varones y muje- 
res y niños... para que oigan y aprendan y te- 
man a Jehová vuestro Dios, y cuiden de po- 
ner por obra todas las palabras de esta ley» 
(Deuteronomio 31:12-13). 
13 
Dios no hace aquí acepción de personas, eda- 
des o sexos para que sean enseñadores o alumnos, 
pues todos son ambas cosas en un cierto grado. 
Hasta aquí hemos visto algunos ejemplos de 
cómo Dios exhortaba a los líderes de su pueblo y 
a las cabezas de familia para que ejercieran el 
ministerio de la enseñanza. No debemos olvidar 
que, bajo la dispensación de la Ley, el Espíritu 
Santo, el Supremo Enseñador, no moraba en for- 
ma permanente en el corazón de los israelitas, y 
Dios usaba líderes escogidos para tal tarea. Pero 
en esta presente dispensación de la gracia, en la 
cual vivimos todos nosotros como renacidos, si 
estamos idóneamente preparados en el conoci- 
miento de su Palabra, debido a que somos tem- 
plos de su Santo Espíritu, podemos ser usados 
por El conforme a la medida de nuestra humilla- 
ción y entrega a estos fines. 
El Señor Jesucristo, durante su ministerio te- 
rrenal, llevó a cabo una gran obra de enseñanza. 
La sabiduría de sus parábolas es una prueba de 
ello y su preferencia para usarlas habitualmente 
le muestra como un Maestro sin igual. El mismo 
lo reconoció y aceptó tal cargo, pues dijo: 
«Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y de- 
cís bien, porque lo soy» (Juan 13:13). 
Cabe destacar aquí que los niños eran de espe- 
cial valor para nuestro Señor en todo aspecto, in- 
cluido el de la enseñanza. 
«Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les im- 
pidáis de venir a mí; porque de los tales es el 
reino de los cielos» (Mateo 19:14). 
«... De la boca de los niños y de los que maman 
perfeccionaste la alabanza» (Mateo 21:16). . 
14 
Al mismo tiempo, somos gravemente amones- 
tados por el Señor al tipo de enseñanza que ellos 
puedan recibir de nosotros: 
«Así que, cualquiera que se humillare como 
este niño, ése es el mayor en el reino de los 
cielos... Y cualquiera que escandalizare a al- 
guno de estos pequeños que creen en mí, me- 
jor le fuera que se le colgase al cuello una 
piedra de molino de asno, y que se le anega- 
se en el profundo de la mar» (Mateo 18:4-6: 
ver también Marcos 9:42 y Lucas 17:1 y 2). 
Vemos, pues, que nuestro ejemplo y testimo- 
nio es fundamental y crucial para los niños. Al 
enseñar y testificarles con la Palabra y con el 
ejemplo, no sólo les nutrimos de la enseñanza di- 
vina, sino que les preparamos para contrarrestar 
las enseñanzas que recibirán en el mundo, sea en 
las escuelas seculares, con su enseñanza huma- 
nística-evolucionista, o en sus hogares si provie- 
nen de familias no cristianas, o simplemente del 
medio ambiente en el que se desenvuelven a dia- 
rio en sus tareas seculares fuera del ambiente 
cristiano. 
El Señor Jesucristo nos dio ejemplo en cuanto 
al ministerio de la enseñanza también, pues así lo 
dice su Palabra: 
«En el primer tratado, oh Teófilo, he habla- 
do de todas las cosas que Jesús comenzó a 
hacer y a enseñar» (Hechos 1:1). 
«Y fue que, como Jesús acabó estas palabras, 
las gentes se admiraban de su doctrina. Por- 
que les enseñaba como quien tiene autoridad 
y no como los escribas» (Mateo 7:28-29). 
15 
Luego el apóstol Pablo nos da una clara des- 
cripción de su acción educadora: 
«Como nada que fuese útil he rehuido de 
anunciaros y enseñaros públicamente y por 
las casas» (Hechos 20:20). 
«Pablo, empero, quedó dos años enteros en 
su casa de alquiler, y recibía a todos los que 
a él venían, predicando el reino de Dios y en- 
señando lo que es del Señor Jesucristo con 
toda libertad, sin impedimento» (Hechos 
28:30;31): 
San Pablo se cuidó, además, de preparar futu- 
ros enseñadores que siguieran sus pasos: 
«Esto manda y enseña... Entre tanto que 
voy, ocúpate en leer, en exhortar, en ense- 
ñar» (1.*? Timoteo 4:11-13). 
«Y lo que has oído de mí entre muchos tes- 
tigos, esto encarga a los hombres fieles que 
serán idóneos para enseñar también a otros» 
(2. Timoteo 2:2). 
Vemos, pues, que este ministerio tiene suma 
importancia a través de toda la Escritura. Dentro 
de la Iglesia del Señor, el Espíritu Santo otorga 
dones de enseñanza y la capacitación necesaria 
para efectuar la tarea que es encomendada: 
«De manera que, teniendo diferentes dones 
según la gracia que nos es dada, si el de pro- 
fecía, úsese conforme a la medida de fe; o si 
ministerio, en servir; o el que enseña, en doc- 
trina» (Romanos 12:6, 7). 
16 
La enseñanza es la espina dorsal del creci- 
miento de la iglesia local. Al impartirla, pues, a 
los niños a una temprana edad, se están forjando 
ya los miembros del futuro que serán conocedo- 
res, impartidores y defensores de la sana doc- 
trina. 
Una aclaración es necesaria: No se debe con- 
fundir la obligación que tienen todos los padres 
de enseñar la Palabra de Dios a sus niños y su 
consecuente habilitación para ello por el Espíritu 
Santo, con el don específico de enseñador o doc- 
tor dentro de la Iglesia de Jesucristo. Dentro del 
ministerio de la enseñanza, el Espíritu Santo 
dota a los miembros del cuerpo para enseñar a 
los niños y a los adolescentes la Palabra del Se- 
ñor. Esta última es la tarea específica de la edu- 
cación cristiana a la que nos referimos en este es- 
tudio. 
Debemos recordar siempre que: «El discípulo 
no es más que su maestro, ni el siervo más que su 
señor» (Mateo 10:24). Si nos ubicamos a los pies 
del Señor tanto maestros como alumnos y, cual 
María de Betania, estamos dispuestos a aprender 
de El, habiendo pasado por las experiencias de 
Romanos 12:1 y 2, seremos muy bendecidos ennuestras propias vidas, y seremos también de 
bendición a los demás. Nuestra actitud debe ser 
de humillación ante el Señor y, recibiendo de Él 
las enseñanzas, podremos comunicarlas a otros. 
Todos somos alumnos y estamos ciertos que no 
hay mejor manera de aprender... que enseñar... 
De nuestro texto lema, Proverbios 22:6, toma- 
remos los puntos básicos que hemos de desarro- 
llar y que formarán nuestro programa de estudio, 
a saber: 
17 
I. Instruye Acción de enseñar y edu- 
car. 
II. Alniño Sujeto de dicha acción. 
TI. Ensucarrera. A través de susetapas 
conscientes y de acuer- 
do con las enseñanzas 
dadas en las Escritu- 
ras, osea en el «libro 
de la Ley de Jehová» 
-(2.Crónicas 17:9). 
Aun cuando fue- 
re viejo no se 
apartará deella. Eslametaaalcanzar, la 
promesa si se cum- 
plen correctamente 
los pasos 1l a 3. 
IV. Instruye (tú): a) El Maestro y el alum- 
no 
b) Disciplina y amones- 
tación del Señor. 
CUESTIONARIO: 
1. Citar cuatro textos en el Antiguo Testamento que 
nos muestran a Dios como nuestro Maestro. 
2. ¿Cuáles son los propósitos de la enseñanza de 
Dios hacia nosotros? 
3. ¿En qué texto del Antiguo Testamento Dios nos 
muestra el método «audiovisual» para enseñar 
su palabra? 
4. ¿Qué puede decir acerca del don de enseñanza del 
apóstol Pablo? 
5. ¿Quiénes deben aprender? 
18 
CAPÍTULO 2 
I.. INSTRUYE 
Corrientes educacionales seculares 
y cristianismo histórico 
Instruir es la acción de enseñar o educar. Aho- 
ra bien: ¿qué es enseñar o educar? Existen mu- 
chas definiciones, ideas y teorías al respecto, de 
las cuales hemos de ver sólo algunas. Para co- 
menzar, podemos definir la acción de la enseñan- 
za como el desarrollo de las facultades intelectua- 
les y morales del niño, o el proceso que debe se- 
guirse para lograr la formación cultural y espiri- 
tual del hombre. 
Muchos han sido los conceptos que a través de 
las edades han sido sostenidos por filósofos y edu- 
cadores acerca de la educación, pero en ningún 
lugar ha sido tan enfatizada, bien definida y cru- 
cial como en la Biblia. El individuo en general y 
el niño en particular han sido y son de gran im- 
portancia para Dios en cuanto a educación res- 
pecta. Lamentablemente, al apartarse el hombre 
de Dios y buscar llenar el vacío creado por ese 
apartamiento con sus propios caminos humanís- 
ticos, anula la Palabra de Dios con su impacto en 
la educación, y entonces el hombre, en distintas 
etapas de desarrollo de su sociedad humanística, 
19 
agoniza buscando en su propia sabiduría lo que 
sólo Dios le puede dar. 
En la Edad Media, por ejemplo, debido a que 
se le daba muy poco valor al individuo, y lo único 
que tenía valor era el grupo social en conjunto, se 
concibe a la educación como la actividad destina- 
da a imponer al individuo aquella apreciación de 
los valores que la sociedad consideraba propia. 
Aun en pleno Renacimiento impera una concep- 
ción objetiva de la educación. El objeto de la edu- 
cación, su fin, es lo importante; el sujeto, el indi- 
viduo, en cambio, es secundario y de poco valor. 
Se trataba de imponerle al niño cierta manera de 
ser, de moldearlo según una imagen preconcebi- 
da. Para el griego, por ejemplo, el hombre ideal 
era el héroe; para el romano, lo eran el político y 
el guerrero. En la Edad Media lo fueron además 
los así llamados «santos» o «místicos» y los caba- 
lleros, etc. 
Más adelante, durante la Reforma, Martín Lu- 
tero, Erasmo y otros lograron que el énfasis de la 
educación volviera a enraizarse en el conocimien- 
to de la Biblia. Esta pasó nuevamente a ser la 
única guía para determinar el valor de una cierta 
contribución educacional. Además, el otro princi- 
pio básico de esta época es el reconocimiento del 
valor supremo del individuo. El redescubrimien- 
to del concepto bíblico de que el individuo se pre- 
senta ante Dios directamente y que la salvación 
es un asunto personal, le devuelve al hombre su 
valor e importancia como hacía años no se le ha- 
bía dado. Lutero trató de desarrollar una teología 
básica mediante catecismos sencillos empleando 
las Escrituras como la base principal para sus 
conceptos y para gran parte de su texto. 
Gracias a este despertar, la Palabra de Dios 
pasó nuevamente a ser el libro de texto de mu- 
20 
chas gentes. La imprenta y la traducción de la Bi- 
blia a las lenguas europeas populares le dieron al 
hombre común la Palabra de Dios como fuente de 
enseñanza al alcance de su mano. 
Pero la mente ávida de conocimiento del hom- 
bre natural que sigue rechazando a Dios le lleva 
a buscar en la gran expansión de las ciencias hu- 
manas el medio para satisfacer nuevamente ese 
vacío, y, por lo tanto, se aleja más de Dios depen- 
diendo menos de Él y buscando dentro de su in- 
dividualismo la respuesta de todo. Durante los si- 
glos 18 a 20, los descubrimientos de todo tipo ha- 
cen que la educación secular nazca como una 
nueva fuente de información sumamente apeteci- 
ble para el ego del hombre y así éste tiende a ale- 
jarse cada vez más de la educación cristiana ba- 
sada en la Escritura. La teoría de la Evolución es 
el nuevo «dios creador» y Darwin su mayor 
«apóstol»... Esta época llamada de la libertad de 
pensamiento, del racionalismo, etc. trae consigo 
el rompimiento de todas las normas y, por ende, 
los nuevos conceptos acerca de la educación en 
general no se habían de demorar. Surgen concep- 
tos educacionales diferentes a los sostenidos por 
la Reforma y hasta contrarios a los métodos es- 
criturales sobre todo en Europa y en los EE.UU., 
que influenciaron la educación secular hasta el 
día actual. 
No es nuestro propósito adentrarnos a estu- 
diar todas estas corrientes, peró citaremos sola- 
mente algunos filósofos, psicólogos y educadores 
que han tenido influencia en' la educación se-' 
cular de los niños, especialmente en nuestros días: 
* Juan Jacobo Rousseau (filósofo suizo, 1712- 
1778). Afirmó que todo sale perfecto de las manos 
del Autor de las cosas y todo degenera en las ma- 
21 
nos del hombre. El niño es, pues, perfecto; la so- 
ciedad lo hace malo. Esta afirmación es cierta en - 
cuanto a que Dios ha hecho todo perfecto, pero 
ignora totalmente el hecho del pecado que entró 
con el primer hombre y ha corrompido desde en- 
tonces a toda la raza humana y, por ende: 
«He aquí, en maldad he sido formado, y en 
pecado me: concibió mi madre» (Salmo 
515) 
Podemos afirmar a la luz de las Escrituras 
que si bien Dios hizo todo bueno, el hombre no 
quedó así, sino que, obedeciendo la voz de Sata- 
nás, pecó contra Dios y, desde entonces, nacemos 
en pecado y sólo la sangre de Cristo puede volver 
a unirnos con Dios. El niño, por lo tanto, no es 
bueno, sino que tiene la herencia de pecado en su 
alma desde que nace. 
-»« Herbert Spencer (filósofo agnóstico inglés, 
1820-1903). Afirmó que el fin de la educación es 
«prepararnos para una vida completa» y para 
que podamos «emplear mejor todas nuestras fa- 
cultades en el bien propio y el de los otros». 
Como buen agnóstico yerra el blanco. Estas de- 
claraciones son puramente seculares y humanís- 
ticas, pues el verdadero propósito de la educación 
es el de prepararnos para una vida de entrega y 
servicio a nuestro Creador para que El emplee 
todas nuestras facultades para su gloria. 
+ Ellen Key (educadora sueca, 1849-1926). 
Afirmó que «educar significa permitir que la na- 
turaleza trabaje de un modo lento y tranquilo por 
cuenta propia impidiendo las circunstancias que 
pudieran contrariarla». Parece ser una buena dis- 
22 
cípula de Rousseau y en sus conceptos naturalis- 
tas saca a Dios como fuente de la educación hu- 
mana y lo reemplaza por la naturaleza. 
* John Dewey (filósofo estadounidense, 1859- 
1952). Es el máximo exponente del pragmatismo 
moderno, el cual es una de las tendencias más ac- 
tuales en este siglo dentro del pensamiento filosófi- 
co. El pragmatismo de Dewey consiste en probar la 
verdad de las ideas a ver cómo resultan en la prácti- 
ca: lo que da resultadopráctico, para él es verdade- 
ro; lo que no lo da es falso, de acuerdo con su crite- 
rio. Esta es una filosofía muy peligrosa, pues no di- 
ferencia el bien del mal, lo correcto de lo incorrec- 
to, como lo establece la Palabra de Dios, sino que 
relega todo al campo experimental y el resultado 
de ese experimento es el que determina lo que sea o 
no correcto. El afirma que el niño es el centro de la 
educación, el eje alrededor del cual se organizan 
las aplicaciones de la misma. Esto barre con todo 
absoluto en la educación haciendo que las tenden- 
cias naturales del niño estén por encima aun de la 
educación misma, con el fin de respetar así el libre 
desarrollo de su particular individualidad. Él mis- 
mo lo afirma en una declaración relativista: «abso- 
lutamente ningún absoluto». El origen filosófico 
del romper con todo absoluto es anterior a Dewey, 
pero lo que éste hizo fue capitalizar en esa filosofía 
y ampliarla aplicándola a la formación de nuestra 
joven generación en lo que a educación respecta, 
sembrando el relativismo que sólo nos puede per- 
mitir segar los frutos de una vida sin propósito y sin 
sentido. 
Así pues, la educación secular ha sido invadi- 
da por las fuerzas racionalistas, naturalistas y 
materialistas, con su fuerte énfasis antisobrena- 
tural. Es penoso ver que esto ha llegado incluso a 
23 
permear instituciones de enseñanza cristiana y 
seminarios modernistas. 
Esta filosofía destierra toda esperanza de en- 
contrar algún significado o propósito en la vida. Al 
negar que existe un Dios personal y creador e igno- 
rar su verdad revelada, dejamos a cada hombre so- 
litario, aislado y sin rumbo, sin absolutos, sin leyes 
divinas ni códigos morales, con los resultantes de 
la depresión y desesperación más profundas. 
Nosotros sabemos que las Buenas Nuevas del 
Evangelio nos dan otra alternativa, pues la perso- 
na puede llegar a ser un ser humano completo y 
cumplido por la gracia de Dios y los méritos de la 
obra salvadora de nuestro Señor Jesucristo. So- 
mos personas de gran valor para Dios, salvadas 
por su gracia para un propósito: el de alabarle y 
hacer su voluntad en este mundo. ¡Qué diferente 
actitud, condición y situación la del creyente! 
Esto es lo que debemos enseñar y proclamar. 
John Dewey fue, sin duda alguna, el precursor 
de otro educador que ha influenciado mucho el 
pensar moderno en el campo de la educación: 
* Jean Piaget (filósofo y psicólogo suizo con- 
temporáneo). Nos encontramos aquí con un reco- 
nocido apóstol de este siglo en el campo de la psi- 
cología, específicamente en lo que al estudio del 
desarrollo cognoscitivo (del conocimiento) en los 
niños respecta. Así como Freud ha sido sinónimo 
del estudio del desarrollo emocional, Piaget lo es 
en el desarrollo del conocimiento. Piaget ha escri- 
to una gran cantidad de libros sobre este tema y 
es constantemente citado en el mundo de la ense- 
ñanza con sus numerosas tesis. Estudió al niño 
para ver cómo éste, en un medio ambiente natu- 
ral, llega a conocer el mundo que le rodea. A tem- 
prana edad mostró una especial precocidad inte- 
24 
lectual que ha continuado a través de su vida. A los 
21 años era doctor en ciencias naturales. Para este 
entonces ya tenía 20 ensayos escritos en el campo 
de la zoología, pero a pesar de su base en la ciencia 
natural, se interesó profundamente por la sociolo- 
gía, la religión y la filosofía. Se interesó, además, en 
la epistemología, o sea el estudio de cómo se obtie- 
ne el conocimiento. Con su base en la zoología se 
convenció que estudiando los principios biológicos 
podemos resolver los problemas de la epistemolo- 
gía, y así entró al campo de la psicología. 
A través de sus escritos afirma que la habilidad 
de conocer es una continuación del crecimiento 
biológico. La habilidad de pensar, según él, provie- 
ne de la base fisiológica solamente (una nueva 
aportación del materialismo). A todas luces, la pre- 
via formación científica de Piaget en las ciencias 
naturales le han mantenido muy influenciado por 
esta línea al formular sus ideas acerca del desarro- 
llo cognoscitivo del niño, ya que él postula que la 
habilidad para pensar proviene de la base fisiológi- 
ca. En todos sus escritos sobre el desarrollo cognos- 
citivo en los niños, siempre expresa creer que el de- 
sarrollo intelectual es una continuación directa del 
crecimiento biológico congénito. Entonces, es lógi- 
co que proclame la Escuela Activa. Su teoría resu- 
mida sería que la experimentación y la actividad 
resultan en inteligencia. 
Podemos afirmar que tiene un concepto correc- 
to en cuanto a que en la actividad hay más produc- 
tividad que en la pasividad, o sea, se aprende mejor 
haciendo uno mismo que viendo hacer a otros; pero 
de allí a postular que experimentando solamente 
se aprende, se corren graves peligros, pues ¿cuál es 
el límite de lo experimental? ¿Debo experimentar 
el pecado para saber si es malo o no? 
Piaget quiere que los niños asimilen las expe- 
25 
riencias del medio ambiente para que se desarro- 
llen más totalmente. Pero al no separar estas ex- 
periencias en buenas y malas hace una generali- 
zación que es errónea, pues carece de principios 
éticos (experiméntalo todo para aprender) es 
amoral y, por lo tanto, no cristiana. 
De estas filosofías, aunque tengan algunos 
aportes correctos, debemos cuidarnos mucho y 
decir con Pablo: 
«Mirad que ninguno os engañe por filosofías 
y vanas sutilezas, según las tradiciones de 
los hombres, conforme a los elementos del 
mundo, y no según Cristo: Porque en El ha- 
bita toda la plenitud de la divinidad corpo- 
ralmente: Y en Él estáis cumplidos, el cual 
es la cabeza de todo principado y potestad» 
(Col. 2:8-10). 
Desde el punto de vista de la educación cris- 
tiana, podemos citar los siguientes aportes: 
+ Robert Raikes (inglés, 1735-1811). Fue un re- 
formador social en Inglaterra y fundador del movi- 
miento de la escuela dominical en dicho país.A tra- 
vés de su vida trabajó para la propagación de la re- 
forma en las prisiones, pero su principal interés fue 
la educación de los niños. Estimulado por la condi- 
ción espiritual de los niños y por el ejemplo de 
otros, como William King, quien había establecido 
ya una escuela dominical para difundir la educa- 
ción cristiana, Raikes comenzó una escuela para la 
enseñanza de las Escrituras en 1780. Su movimien- 
to se extendió rápidamente y en 1785 se formó en 
Londres una organización para el establecimiento 
de escuelas dominicales allí. Sus métodos fueron 
seguidos por otros, y a su muerte las escuelas domi- 
nicales se habían extendido por todo el país. 
26 
* John Wesley (inglés, 1703-1791). Fue un lí- 
der del avivamiento evangélico en Inglaterra y 
fundador del Metodismo. Aprendió la Palabra es- 
pecialmente de su madre, Susana Annesley. Se 
calcula que durante su ministerio, que duró 52 
años, predicó unos 40.000 sermones y viajó mu- 
cho por Gran Bretaña y por los EE.UU. Entendió, 
ante todo, la importancia de la escuela dominical 
y bregó para que la misma tuviera fines espiri- 
tuales más que propósitos seculares. 
Wesley definió a la educación cristiana de la 
siguiente manera: 
«La educación cristiana puede ser definida, 
pues, como uno de los ministerios esenciales 
de la iglesia (ecclesia) por medio de la cual la 
comunidad (koinonia) de los creyentes bus- 
ca: preparar a todos los educandos para re- 
cibir el poder del evangelio...» 
Nosotros podemos definir a la educación cris- 
tiana como la formación del ser humano por la 
Palabra de Dios y el ministerio del Espíritu San- 
to, con el fin de que desde una temprana edad 
pueda conocer al Señor Jesucristo como su Salva- 
dor personal. El trabajo del maestro es el de 
guiarle a las fuentes de vida y motivarle por la 
palabra y el ejemplo a que se apropie de ellas. Lo 
vemos así en el Salmo 23: «... junto a aguas de re- 
poso me pastoreará... guiaráme por sendas de 
justicia...» En el Salmo 32:8 leemos: «Te haré en- 
tender y te enseñaré elcamino en que debas an- 
dar: sobre ti fijaré mis ojos.» Enseñar es, por lo 
tanto, guiar al alumno por el camino de la ver- 
dad, desde donde él se encuentra hasta donde 
debe ir, para que su vida sea tocada y cambiada. 
Debemos darle a conocer la Palabra para que 
27 
pueda crecer como cristiano y desarrollarse den- 
tro de la comunidad eclesial. 
«Y si no fuere tan presto, para que sepas 
cómo te conviene conversar en la casa de 
Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna 
y apoyo de la verdad» (1.* Timoteo 3:15). 
«Hasta que todos lleguemos a la unidad de 
la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a 
un varón perfecto, a la medida de la edad de 
la plenitud de Cristo: Que ya no seamos 
niños fluctuantes, y llevados por doquiera de 
todo viento de doctrina, por estratagema de 
hombres que, para engañar, emplean con as- 
tucia los artificios del error: Antes, siguiendo 
la verdad en amor, crezcamos en todas cosas 
en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo» 
(Efesios 4:13-15). 
Debemos poner énfasis en el hecho de que en 
ningún caso hablamos de la educación cristiana 
como una mera «información» solamente, sino 
como una FORMACION. La información se consi- 
gue leyendo e investigando el material de estudio 
es, por lo tanto, meramente intelectual. La 
FORMACIÓN es hacer que la información pe- 
netre en el corazón y la voluntad, produciendo un 
cambio en la vida y en la conducta. Sólo así se 
podrán lograr los objetivos deseados. 
28 
«Mas vosotros no habéis aprendido así a 
Cristo. Si empero lo habéis oído, y habéis 
sido por El enseñados, como la verdad está 
en Jesús. A que dejéis, cuanto a la pasada 
manera de vivir, el viejo hombre que está vi- 
ciado conforme a los deseos del error; y a re- 
novaros en el espíritu de vuestra mente, y - 
vestir el nuevo hombre que es criado confor- 
me a Dios en justicia y en santidad de ver- 
dad» (Efesios 4:20-24). 
Sólo el poder de Dios a través de su Palabra y 
la obra del Espíritu Santo puede lograr este cam- 
bio; la educación secular, con todas sus teorías, 
filosofías, psicologías, etc., no puede jamás efec- 
tuar el cambio necesario. Es nuestra tarea, por lo 
tanto, dar a conocer el poder del Evangelio para 
salvar, para santificar y para transformar la vida 
dándole sentido y propósito para aquí y para el 
más allá. 
CUESTIONARIO: 
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¿Cuál era la postura educacional durante la 
Edad Media? 
¿Qué cambio produjo la Reforma en la educa- 
ción? 
¿Qué idea errónea tiene Juan J. Rousseau acer- 
ca del niño? 
¿Cuál es el error ético de Piaget? 
¿Qué afirmó John Dewey en cuanto a los abso- 
lutos? ¿Por qué es esta idea tan perjudicial? 
¿Cómo definiría la acción de educar o instruir? 
¿Qué diferencia existe entre la información y la 
formación? Citar un texto bíblico que lo ilustre. 
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CAPÍTULO 3 
H. AL-NIÑO (Primera parte) 
El niño es el sujeto de nuestra acción educa- 
dora. Es, además, un ser complejo compuesto de: 
ESPIRITU: alta racionalidad (conciencia, capaci- 
dad de adoración, intuición). 
ALMA: asiento de las emociones, la voluntad y 
los pensamientos. 
CUERPO: físico, proceso biológico. 
«... para que vuestro espíritu y alma y cuer- 
po sea guardado...» (1.* Ts. 5:23). 
Hemos visto en nuestra introducción que a 
través de la Biblia el niño es de suma importan- 
cia para Dios, y luego cómo a través de las edades 
el hombre se fue apartando de Dios y así fue dan- 
do menos importancia al valor humano y, por lo 
tanto, al niño. Dentro de ese mundo secular, el 
niño sufrió, pues era considerado de escasa im- 
portancia, como si fuese un hombre en pequeño. 
No se consideraba que el niño en cada etapa de 
desarrollo es completo en sí mismo, como tal. El 
creer que un niño es un hombre en pequeño es 
tan incorrecto como afirmar que un hombre es 
un niño en grande; esto aludiría a un proceso 
31 
de desarrollo de la personalidad incompleto tan- 
to para un caso como para el otro. Como padres 
y educadores debemos tratar que nuestro lengua- 
je, actitud y gestos jamás comuniquen al niño 
estas ideas ni en los más mínimos detalles. -El 
apóstol Pablo lo entendía así cuando afirma: 
«Cuando yo era niño hablaba como niño, 
pensaba como niño, juzgaba como niño; mas 
cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era 
de niño» (1.* Co. 13:11). 
La educación durante las edades Antigua y 
Media se basaba en grabar en la mente del edu- 
cando los preceptos, sin tomar en consideración 
su propia personalidad. El educador era lo más 
importante. Más adelante, en el siglo xvui, el fi- 
lósofo suizo J. J. Rousseau, como hemos visto, 
presentó la tesis contraria: el niño lo tiene todo 
dentro, sólo hay que desarrollarlo; el niño es bue- 
no, la sociedad lo hace malo. En esta teoría es 
más importente el educando que el educador. 
Estos dos puntos de vista opuestos: 
EDUCADOR-educando 
O 
EDUCANDO-educador 
constituyen lo que se dio en llamar el «problema 
de la educación». El filósofo italiano Giovanni 
Gentile trató de solucionar este problema propo- 
niendo una interacción entre educador-educando 
y educando-educador, y afirmó que el problema 
se resuelve en cuanto el maestro diga la primera 
palabra que llegue al alma del alumno y se comu- 
niquen ambos; afirmó: «si realmente su palabra 
(la del maestro) ha enseñado, si no se ha perdido 
en el vacío, sino que ha sido aprovechada, fue sin 
duda porque él y sus alumnos se han confundido: 
32 
en un mismo acto del espíritu, han vivido el mis- 
mo acto espiritual». En otras palabras, se han 
COMUNICADO realmente... esto es enseñar. 
Hemos citado a este filósofo para hacer resaltar 
una tendencia educativa poco loable que ha existi- 
do mucho en el pasado: la del profesor catedrático 
plenipotenciario que no permite que se cuestione 
su palabra, dictando su cátedra autoritativamente 
desde su sitial alejado de toda interacción con el 
mundo del alumno. Tampoco podemos abrogar las 
tendencias ultramodernas en las cuales se respeta 
tanto el desarrollo de la personalidad del niño, 
que se deja, finalmente, de corregirle. A esto Gio- 
vanni Gentile parecería traer un balance en esta 
expresión suya citada anteriormente. 
Es importante, entonces, ubicar la acción de 
la enseñanza no sólo en el maestro que la ejerce 
como si éste fuese la fuente de todo conocimiento, 
sino en una interacción maestro-alumno, en la 
cual la habilidad del maestro guiará el pensa- 
miento del alumno hacia el conocimiento de la 
Verdad, y ya veremos más adelante los métodos 
que puede utilizar para lograrlo. El maestro hu- 
mano NO es fuente de TODO conocimiento, pues 
dicha fuente se halla ÚNICAMENTE en el Señor 
y en su Palabra. 
El maestro es la guía motivadora para que el 
alumno halle la Verdad y la apropie. La labor del 
maestro es la de cautivar la atención del alumno 
(motivarle) de tal manera que se deje conducir 
por el Espíritu Santo hacia la Verdad que está 
allí paraser aprendida y apropiada. 
Como ya dijéramos anteriormente, desde el 
punto de vista cristiano, el niño tiene suma im- 
portancia. El Señor Jesucristo así lo afirmó en re- 
petidas ocasiones ya mencionadas, pero citare- 
mos especialmente Mateo 18:10. 
33 
«Mirad, no tengáis en poco a algunos de 
estos pequeños; porque os digo que sus ánge- 
les en los cielos ven siempre la faz de mi Pa- 
dre que está en los cielos.» 
En nuestro estudio del niño debemos referir- 
nos a sus diferentes etapas de crecimiento, pues 
aunque cada ser humano es único, las personas 
pasan por las etapas de la vida siguiendo un pa- 
trón similar. Los estudiosos en el campo del desa- 
rrollo de la personalidad han dado etapas de cre- 
cimiento en la vida humana, las cuales nos pue- 
den ser útiles a manera de guía para comprender 
mejor a nuestro educando. 
El desarrollo humano, a través de todas sus eda- 
des se puede dividir en cinco etapas principales: 
NIÑEZ-ADOLESCENCIA-JUVENTUD-ADUL- 
TEZ-ANCIANIDAD. 
Para nuestro estudio nos hemos de abocar es- 
pecialmente a las dos primeras grandes divisio- 
nes: NINEZ y ADOLESCENCIA. Pero veamos pri- 
meramente una definición somera de cada una de 
las etapas citadas: 
NIÑEZ: Comprende desde el nacimiento has- 
ta los 12 años aproximadamente. Sus caracterís- 
ticas más sobresalientes son: 
Físicas: Es un período de rápido crecimiento, 
aprendizaje de la marcha, dentición, etc. 
Sociales: Es la edad en que el niño va pasando 
paulatinamente del círculo familiar al círculo 
social. Se manifiestan especialmente los intere- 
ses familiares. 
Individuales: Es el período en que el niño co- 
mienza a adueñarse de los principales instru- 
mentos de cultura: el razonamiento y el len- 
34 
guaje. Predomina la motricidad y la emotivi- 
dad. 
ADOLESCENCIA: Comprende desde los 12 
hasta los 18 años aproximadamente, siendo sus 
características principales: 
Físicas: Es un período de crecimiento rápido. 
Aparición de la sexualidad. 
Sociales: Es la edad en que el niño ingresa en el 
círculo social, aunque aún en parte depende del 
círculo familiar. Personalidad dispersa, intere- 
ses más bien sociales. 
Individuales: Es el período en que el niño se 
adueña de la cultura recibida y perfecciona los 
valores adquiridos haciéndolos suyos. 
JUVENTUD: Comprende entre los 18 hasta 
los 25 años aproximadamente, siendo sus carac- 
terísticas más importantes: 
Físicas: Lento crecimiento físico. 
Sociales: Es la edad en la que el hombre ha ingre- 
sado plenamente en el círculo social. 
Individuales: El joven se adueña de la cultura su- 
perior. Se define la personalidad. 
ADULTEZ: Desde los 25 hasta los 65 años apro- 
ximadamente. Las características generales son: 
Físicas: Período de estacionamiento en el creci- 
miento físico. 
Sociales: Es el período en que el hombre vive to- 
talmente en el círculo social. Se ha definido to- 
talmente su personalidad. 
Individuales: Utiliza la cultura adquirida y con- 
tribuye a la formación de la misma. 
ANCIANIDAD: Comienza a los 66 años aproxi- 
madamente y se caracteriza social e individual- 
35 
mente por poseer las mismas notas que distin- 
guen a la edad adulta. Los últimos años de una 
ancianidad prolongada señalan un período de de- 
crecimiento físico. 
Aunque el propósito de este estudio es el niño 
y el adolescente en su desarrollo y educación, de- 
seamos resaltar aquí que en la Palabra de Dios 
encontramos el desarrollo del hombre menciona- 
do en cuatro formas: 
Niño: Isaías 10:19, por ejemplo. 
Joven o mancebo: Salmo 119:9. 
Hombre: Proverbios 16:6. 
Anciano: Salmo 71:9. 
Así como al niño se le considera especialmen- 
te, como ya hemos visto, también la última etapa 
de la vida, la ancianidad, es mirada por el Señor 
como digna de respeto. Estas dos etapas, al co- 
mienzo y al final de la vida, son las que deben ser 
miradas por los jóvenes y adultos con especial 
cuidado. Somos así exhortados en la Palabra: 
«Delante de las canas te levantarás, y honra- 
rás el rostro del anciano» (Levítico 19:32). 
«Corona de honra es la vejez, que se hallará 
en el camino de justicia» (Proverbios 16:31). 
No debemos olvidar esto, especialmente en la 
presente era, en la cual, habiéndosele dado a la 
juventud un valor e importancia desmesurados, 
al mismo tiempo a la ancianidad se la desconsi- 
dera en toda su potencialidad y se llega en sus ex- 
tremos más virulentos a la eutanasia. Como cris- 
tianos debemos ser guiados por el Espíritu Santo 
para que El nos haga idóneos en los tratos que 
demos a estas dos etapas tan especiales. Así la 
iglesia será enriquecida con los futuros miembros 
36 
del mañana (en el caso de los niños) y con los 
ricos tesoros acumulados por el anciano a través 
de una vida de entrega y experiencias con el Se- 
ñor. No desperdiciemos estas dos grandes bendi- 
ciones. 
CUESTIONARIO: 
1. Definir el llamado «problema de la educación». 
2. ¿Qué respuesta le da el filósofo Giovanni Gen- 
tile a dicho problema? 
3. De acuerdo con su punto de vista, ¿quién es 
más importante en la educación cristiana, el 
maestro o el alumno? 
4. ¿Cuál es el papel del maestro? 
5. ¿Qué etapas de desarrollo humano encontra- 
mos en la Palabra de Dios? 
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CAPÍTULO 4 
H. AL NINO (Segunda parte) 
En el capítulo anterior hemos hablado de las 
personas en sus distintas etapas de desarrollo, y 
podemos agregar que es en el hogar donde todas 
estas personas se encuentran más íntimamente 
relacionadas y su interacción es la más álgida 
para la primera educación cristiana del niño. Es 
en la familia donde el niño recibirá su primer 
sentido de valores y creencias, los cuales él adop- 
tará fácilmente. 
Observará a sus padres como adultos en la 
manera como se desenvuelven en sus relaciones 
conyugales, paternales hacia él y filiales en rela- 
ción con sus abuelos. Al llegar a la adolescencia 
hará un examen muy cuidadoso de estos valores. 
Unos serán aceptados, otros modificados y algu- 
nos rechazados; pero, cualquiera sea su resolu- 
ción final, es en el hogar donde recibirá su educa- 
ción básica primera. Todo se observará; el trato 
entre las diferentes personas de distintas genera- 
ciones que conviven en ese núcleo familiar será 
de ejemplo, como las primeras lecciones funda- 
mentales de su educación. 
Pasemos ahora al estudio más detallado de 
nuestro tema: el niño. 
39 
NINEZ: abarca desde el nacimiento hasta los 
12 años aproximadamente. Se subdivide a su vez 
en dos períodos: 
A) Infancia: hasta los 6 años. Se divide en 
dos edades: 
1.* edad: de O a 3 años. 
2. edad: de 3 a 6 años. 
B) Puericia: desde los 6 hasta los 12 años 
aproximadamente. Se divide en dos eda- 
des: 
1. edad: de 6 a 8 años. 
2. edad: de 8 a 12 años. 
Veremos ahora cada una de estas divisiones: 
A) Infancia: Primera edad. Hasta los 3 años 
de vida: predominio de la vida instintiva. 
Nace el niño y depende desde el primer mo- 
mento del pechomaterno, para luego pasar a de- 
pender de la mano materna; incapaz al principio 
de moverse por sus propios medios, aprende lue- 
go a andar y se emancipa de la madre. Durante 
esta etapa la vida orgánica alcanza un marcado 
predominio sobre la vida psíquica. La atención 
que el niño presta a los estímulos externos no es 
voluntaria aún, sino más bien es generada por 
estos mismos estímulos. En general, predominan 
las formas inferiores de la vida del alma, los ins- 
tintos y los impulsos como el miedo, la cólera, ce- 
los, etc. o 
El niño está aún desprovisto de capacidad 
para extenderse hacia los demás (altruismo) y le 
hallamos completamente egocéntrico. No es ésta. 
40 
una falta en el niño, pues en esta etapa es lo nor- 
mal al carecer de capacidad para distinguir entre 
él y su ambiente. Todo lo que experimenta está 
destinado a su comodidad y bienestar. 
Luego, más adelante, nace el sentido del es- 
fuerzo, la noción del propio poder y de la existen- 
cia de su cuerpo como un ente autónomo en el 
medio ambiente. Hasta ahora miraba su mano y 
no sabía lo que era, ahora comienza a verla como 
algo utilitario con lo cual manipular las cosas. El 
niño IMITA, pero también ensaya y se corrige por 
incurrir en el error y tener la experiencia negati- 
va: toca algo caliente y se quema... luego no lo 
vuelve a tocar... Es extremadamente activo, no 
puede quedarse quieto. Está creciendo mucho y 
todo su organismo está abocado a crecer y es, por 
lo tanto, movedizo en extremo. 
La manifestación social más importante en 
esta etapa es la adquisición del lenguaje rudi- 
mentario. Hacia fines del segundo año, el niño 
construye sus primeras oraciones gramaticales. 
Presta atención entre 2 a 4 minutos aproximada- 
mente. Su vocabulario es limitado. Le encantan 
las actividades rítmicas y requiere atención indi- 
vidual. Es temeroso, tiene la necesidad de un sen- 
tido de seguridad tal como: mi mamá, mi habita- 
ción, mi silla, etc. Aún no puede usar bien las 
manos en lo que se refiere al dibujo o coloreado, 
pero sí puede modelar con plastilina o productos 
semejantes. 
En esta etapa aprende dos cosas muy impor- 
tantes: a comunicarse con los demás y a recono- 
cerse a sí mismo. 
Debemos enfatizar mucho la característica de 
la imitación y el ensayo en esta edad. Esto debe 
motivarnos a padres y a maestros a cuidar el mo- 
41 
delo que presentamos a nuestros niños. El após- 
tol Pablo así lo declara: 
«Sed imitadores de mí... como yo de Cristo» 
(1.? Corintios 11:1). : 
«Porque vosotros mismos sabéis de qué ma- 
nera debéis imitarnos: porque no anduvimos 
desordenadamente entre vosotros» (2.* Ti- 
moteo 2:7). 
Nunca es demasiado temprano para preparar- 
les en el camino hacia el encuentro más crucial 
de su vida: con Cristo Jesús como su personal y 
suficiente Salvador. Les enseñamos no sólo para 
que aprendan cosas, sino para que lleguen a la 
cruz de Cristo y sean renacidos. No olvidemos 
que educar es guiar, conduciendo a los niños a los 
pies del Señor, y nuestro ejemplo es esencial en 
esta etapa. 
A”) Infancia: Segunda edad. De 3 a 6 años. 
Ésta es la etapa familiar. Predomina la: vida 
activa. El niño ha aprendido a andar, a alimen- 
tarse por sí mismo, y va adiestrándose en el ma- 
nejo de las manos. La vida psíquica comienza a 
ganar importancia sobre la vida orgánica, el cre- 
cimiento es más lento que en la primera edad. En 
lo psíquico aparece la curiosidad... es la edad de 
los porqués: ¿por qué?... ¿para qué? Durante esta 
edad el niño va a aprender todo lo que puede. Ex- 
plorará todo lo que está a su alcance. Lo que no 
pueda explorar físicamente lo hará intelectual- 
mente por medio de preguntas. Estudiará inten- 
samente el mundo que le rodea. Nace la imagina- 
ción, la cual hace que la atención, aunque sea 
más voluntaria, se dirija más a las creaciones de 
42 
su propia fantasía que a los objetos reales. La 
fantasía e imaginación del niño en estad edad no 
deben nunca confundirse con mentiras. Ésta es la 
edad de las preguntas y de las narraciones fabu- 
losas. Es un período de gran actividad motriz en 
el cual aparece el juego. El lenguaje se perfeccio- 
na y se adapta a las necesidades de la sociedad 
familiar. Es aún muy movedizo e imitador. Es 
susceptible a la disciplina pero necesita ser intro- 
ducido a las actividades de grupo con paciencia, 
sin forzarle a ello. Necesita aprender a compartir 
con otros (lápices, juguetes, etc.). Su interés dura 
entre 4 a 8 minutos aproximadamente. 
Su imaginación vívida se vuelca, a veces, en 
los sueños en forma de pesadillas, de las que des- 
pierta llorando. Aun durante el día puede experi- 
mentar miedos fuera de lo real, a las sombras, a 
los animales o a las personas, etc. En este contex- 
to, los padres tranquilizarán la ansiedad experi- 
mentada por el niño y no contribuirán a ella 
asustándoles con el «cuco» u otros personajes 
reales (policía, etc.) o imaginarios. 
El niño preescolar tiene una sed insaciable de 
aprender, de allí tantas preguntas. Repite textos 
bíblicos. Es difícil saber cuánto entiende, eso de- 
penderá de su nivel individual de maduración. 
En esta etapa los niños tienen poca capacidad de 
atención y una gran necesidad de actividad física. 
Hay que enfatizar mucho la actividad lúdica (de 
juego) como esencial en esta etapa. Para los niños 
JUGAR es APRENDER. Al imitar a los adultos es- 
tán aprendiendo acerca de su mundo, su papel 
como futuros hombres y mujeres y sus expectati- 
vas sociales. 
El juego no debe entenderse como entreteni- 
miento solamente, sino que es el trabajo de los 
niños. En el juego el niño se prepara para la vida 
43 
y es un medio de fomentar la vida social. Los ju- 
guetes son los instrumentos utilizados para dicha 
actividad, y se ha comprobado que los más senci- 
llos son los que ofrecen un mejor alimento a su 
imaginación. Los juguetes más confeccionados, 
fuera del momento de admiración que producen 
inicialmente, enseñan mucho menos. Los jugue- 
tes no tienen más valor que el de las cualidades 
que la fantasía les presta; como el niño que, pos- 
trado en su lecho, «hizo de sus sábanas monta- 
ñas» para jugar con ellas y sus soldaditos de plo- 
mo. Si los juguetes tienen demasiadas cualidades 
en sí mismos, restringen las posibilidades que tie- 
ne el niño de dar rienda suelta a su fantasía al 
mismo tiempo que pierden su valor lúdico. El ju- 
guete no solamente tiene como función desarro- 
llar esa fantasía, sino que tambien le inicia en lo 
que para él son los misterios de la realidad, y le 
enseñan a tomar en cuenta sus exigencias. Lenta- 
mente irá pasando del juego al trabajo en el cur- 
so de su desarrollo físico-psíquico. 
A esta edad disfrutan reviviendo historias bí- 
blicas mediante juegos y dramatizaciones. Los 
maestros cristianos deberán tratar de crear un 
ambiente en el cual los juegos de los niños contri- 
buyan a que éstos aprendan acerca de la Biblia, 
la Iglesia, de Dios y del Señor Jesucristo, recor- 
dando que no pueden sentarse inmóviles durante 
mucho tiempo. Si los adultos ejercen suficiente 
presión sobre ellos, podrán obligarles a estarse 
quietos, pero esa exigencia engendra frustración, 
esa frustración genera hostilidad y agresividad 
que puede explotar en peleas, empujones y desa- 
fíos cuando no en llantos sin razón. Tales proble- 
mas de conducta destruyen el clima de aprendi- 
zaje y obligan al maestro a convertirse en un dis- 
ciplinario. El procedimiento mejor, en este nivel, 
44 
Es la actividad Uel Canto y movimiento !1ore, jun- 
to con períodos de participación en la lección. Ve- 
remos más al respecto en el capítulo acerca de 
Métodos y el de Disciplina. 
El niño preescolar comienza a ser sensitivo a 
la manera en que los adultos le tratan y se diri- 
gen a él. Ya no es un bebé, y lo sabe; entonces 
aprecia un trato más adecuado a su etapa de de- 
sarrollo. 
B) Puericia: Primera edad. Desde los 6 a los 8 
años. 
El niño ha dejado el ambiente familiar para 
ingresar en el ambiente escolar. En la infancia,el 
mundo del niño es reducido, se limita al rincón 
familiar del cual él es el centro y puede entrete- 
nerse perfectamente solo, con sus juguetes, sin 
necesidad de compañía. En cambio, en la pueri- 
cia, el niño necesita ya al amigo; un juego no ad- 
quiere todo su valor si no puede utilizarlo con 
otro niño. El niño vive en su mundo, pero este 
mundo es ahora una comunidad, una sociedad de 
pequeños seres que juegan. 
La vida física se disciplina. Pasamos del ju- 
guete a las actividades en conjunto y a formas de 
deporte. Las percepciones se diferencian: se per- 
ciben mejor los colores, los sonidos, las distan- 
cias. La imaginación es menos fantaseadora, la 
memoria más consciente. La curiosidad se afirma 
en determinados objetos. Surge la observación, 
nace la vida intelectual. Nace la simpatía que lo 
une a los demás y un sentimiento de respeto ha- 
cia los padres y hacia Dios. Es el momento de 
presentarle al Señor Jesucristo como su Salvador 
personal. 
Es una edad que se caracteriza aún por la ac- 
ción, pero les interesa la actividad en sí más que 
45 
10s resultados de la misma. Actores, imaginati- 
vos, buenos memorizadores. Les agradan las acti- 
vidades de grupo, pero dividido por sexo: los 
niños con los niños y las niñas con las niñas. El 
interés oscila entre 7 y 15 minutos. 
A veces el niño siente temor de su nuevo pa- 
pel, un poco más independiente y social, y vuelve 
hacia una etapa anterior de su desarrollo en la 
cual se sentía más seguro, reincidiendo en hábi- 
tos ya superados, como, por ejemplo, chuparse el 
dedo, manifestar ansiedad al irse a la cama; in- 
cluso, algunas veces, vuelven a mojarse en la 
cama. En tales casos necesitan sentirse apoyados 
por el adulto, que tendrá con él manifestaciones 
de cariño y le tranquilizará antes de dormir con 
una lectura o un cuento, o una charla, asegurán- 
dole que nadie espera que él se comporte como 
un mayor; pero lo que le pasa es que se está vol- 
viendo menos dependiente de su entorno familiar 
y esto le produce inseguridad. Aquietar su ansie- 
dad y darle el sentido de seguridad dentro del 
ambiente familiar es esencial ante estas situacio- 
nes. 
Los años de escuela primaria son críticos para 
los niños. En esos años ellos aprenden mucho so- 
bre el mundo, las instituciones sociales y acerca 
de ellos mismos. De los conflictos y tensiones de 
este período de desarrollo emergen los fundamen- 
tos terminados del carácter y la personalidad. 
B") Puericia: Segunda edad. De los 8 a los 12 
años aproximadamente. 
Durante este período comienza a manifestarse 
la personalidad del niño: descubre su yo, su vida 
interior. Se organiza la vida psíquica, surge el 
apetito por conocer en forma ordenada. Siente, 
además de la necesidad de hacer, la necesidad de 
46 
saber por qué. Sus enormes energías necesitan un 
espacio adecuado donde puedan sentirse con cier- 
ta libertad de acción. Un maestro competente 
comprenderá esto y tratará de mantener la lec- 
ción amena con participación de los alumnos, y 
se evitarán así problemas de disciplina. Existe un 
espíritu de grupo, de rivalidad y de competición. 
Buscan héroes a quienes admirar (introducir per- 
sonajes del Antiguo y del Nuevo Testamento: 
Moisés, José, Daniel, Esteban, Pablo, etc.). Nece- 
sitan verse libres y al mismo tiempo necesitan la 
aceptación y guía de los adultos. Su atención os- 
cila entre 10 y 20 minutos. 
Buscan soluciones a los problemas. El niño ha 
aprendido mucho y toma la vida más en serio. 
Descubre que ni sus padres ni sus maestros lo sa- 
ben todo. Le preocupa su propia vida y la de sus 
amigos. Es la edad de las aventuras y escapadas, 
inocentes algunas, otras no. Coleccionan cosas, es 
la edad de los hobbies, aunque muchas veces el 
interés por éstos no dura mucho tiempo, y los pa- 
dres se lamentan de haber gastado dinero en un 
hobby que luego queda abandonado en un rincón 
juntando polvo. 
Esta se considera una edad crucial para la 
conversión, pues el niño está ahora perfectamen- 
te capacitado para resolver su problema existen- 
cial eterno: la aceptación de Cristo como su Sal- 
vador y Señor. En cuanto a esto debemos recal- 
car que cada niño es diferente y no se puede, por 
lo tanto, enfatizar una edad sobre otra para la 
conversión; ésta es una observación de carácter 
general solamente y no particular. 
La educación cristiana puede acrecentar el 
sentido de laboriosidad y competencia del niño 
mediante la asignación de lecturas, memoriza- 
ción de textos bíblicos y proyectos cooperativos 
47 
de clase. Los maestros han de ser sensitivos a sus 
características individuales y cuidar de recom- 
pensarles por sus logros. 
CUESTIONARIO: 
dy 
2 
Be 
4 
a 
48 
Dar características de la infancia-primera edad 
(0 a 3 años). 
Dar características de la infancia-segunda edad 
(3 a 6 años). 
Dar características de la puericia-primera edad 
(6 a 8 años). 
Dar características de la puericia-segunda edad 
(8 a 12 años). 
¿Por qué es importante el juego en el niño? 
CAPÍTULO 5 
HI. AL NIÑO (Tercera parte) 
La adolescencia 
ADOLESCENCIA: Comprende entre los 12 y 
los 18 años aproximadamente. Es en esta etapa 
que encontramos el verdadero desafío para el 
educador cristiano, pues se trata de impartir en- 
señanza a personas que se encuentran, por su pe- 
ríodo de desarrollo, entre la infancia y la adultez, 
no siendo ni uno ni otro y teniendo constante- 
mente características de ambos. El adolescente es 
el primer sorprendido y desorientado por estas 
manifestaciones de su personalidad, y se encuen- 
tra.a menudo perplejo en casi todos los aspectos 
de su personalidad. 
El adolescente carece, como la misma palabra 
lo indica (adolesce), del desarrollo, aplomo y ex- 
periencia personal como para comportarse como 
un adulto, al mismo tiempo que se siente rápida- 
mente empujado a la adultez y demandado por el 
medio ambiente y por sus familiares a que se 
comporte como tal. Recela, además, que se le 
considere como a un niño, pues lo siente como 
una falta de respeto hacia su persona, aunque no 
deja todavía de tener muchas de las característi- 
cas de las edades más tempranas. Es en este mo- 
49 
mento crucial del desarrollo humano en el cual 
muchos interrogantes han de ser contestados en 
la mente del joven, todos sus valores han de ser 
adquiridos y su personalidad definida. Requie- 
ren, pues, toda la comprensión que como cristia- 
nos debemos tener para poderles ser de guía y 
ayuda para que puedan transitar por estos años 
tan peligrosos sintiéndose comprendidos, apoya- 
dos y amados en el seno de la familia y, en espe- 
cial, de la iglesia. 
La adolescencia es una época de grandes cam- 
bios físicos y psicológicos, por lo cual es un perío- 
do difícil. Los adolescentes se sienten inseguros y, 
por lo tanto, obran torpemente, siendo extrema- 
damente conscientes de sí mismos. Las niñas ríen 
constante y nerviosamente por cualquier cosa, los 
niños son ruidosos y torpes en sus movimientos. 
La competencia entre ellos es fuerte. Son indivi- 
dualistas: el prestigio entre ellos es más impor- 
tante que la aprobación de los adultos. Desean in- 
dependizarse de la autoridad de sus mayores, 
pero necesitan la guía y comprensión del adulto 
paciente que entienda esta etapa de crecimiento 
y no se horrorice muy fácilmente de lo que hagan 
o digan... 
Están dispuestos a luchar mucho para sobre- 
salir, pero necesitan una guía informada y moti- 
vadora. El maestro debe ser ahora mucho más 
consciente de las diferencias individuales de sus 
alumnos y no tratarlos tanto como a un grupo. 
Debe hacerse amigo de cada uno de ellos, tiene 
una gran oportunidad para ayudarles y guiarles 
por esta etapa difícil. j 
Los adolescentes buscan, investigan. Están lu- 
chando con varios interrogantes para los cuales 
la Palabra de Dios puede ayudarles a encontrar 
50 
respuestas: ¿Quién soy? ¿Qué es verdad? ¿Adónde 
voy? ¿De dónde vengo? 
La identidad es lo que más les preocupa. Los 
adolescentes no son niños, ni son adultos,están 
en un estado intermedio. La búsqueda de identi- 
dad se refleja en los diversos estilos de la vesti- 
menta y peinado de los jóvenes. Los cambios fre- 
cuentes en la manera de vestir y peinarse, etc., 
nos muestran su búsqueda interior. 
Comienzan a experimentar problemas como 
resultado de su paso de la asexualidad de la in- 
fancia a la sexualidad de la vida adulta. Uno de 
esos problemas es el de la actividad de sus glán- 
dulas sebáceas, especialmente en la cara, y mu- 
chos se ven afligidos por el acné. Otro problema 
en esta edad lo constituyen los constantes cam- 
bios de ánimo, pues pasan con rapidez de la exal- 
tación a la tristeza. Estos cambios van acompa- 
ñados por una inestabilidad emocional que va 
desde el aislamiento hasta la hostilidad abierta y 
de la depresión al júbilo. Todas estas manifesta- 
ciones psicofísicas de esta etapa pueden ser ayu- 
dadas por la amistad del maestro, por una buena 
alimentación (suficientes vitaminas y minerales 
en la dieta y suplementos de los mismos) y ejer- 
cicio físico, que es imprescindible para ayudar a 
superar los cambios físicos y psicológicos. 
Los adolescentes son muy sensibles a la críti- 
ca de su apariencia o habilidades, las observacio- 
nes derogatorias les hieren profundamente. Las 
observaciones, sea sobre su comportamiento, for- 
ma de vestir o apariencia física, debieran ofrecer 
apoyo o aprecio. Los comentarios adversos direc- 
tos o implícitos deberán ser expresados bondado- 
samente, más que como un duro reproche. Debe- 
mos recordar de ser FIRMES en nuestras creen- 
cias, pero comunicarlas con AMOR. 
51 
Los adolescentes que están aún inmaduros 
emocional y físicamente caen presa fácil de los 
problemas que aquejan a la sociedad en general, 
tales como el desempleo, el alcoholismo, la dro- 
ga, etc. Una tarea para los líderes cristianos, so- 
bre todo hoy en día, es la de ayudar a la juventud 
a escapar del error del fatalismo en que incurre 
la sociedad adulta en general en los tiempos en 
los cuales nos toca vivir, animándoles a entregar- 
se al Señor, y a seguir luchando, pues vale la 
pena vivir la vida cristiana. 
Además de los cambios sexuales y emociona- 
les, hay algo más que influye en los adolescentes: 
un crecimiento y desarrollo que tiene lugar en la 
corteza cerebral, que tiene que ver con los tipos 
superiores de actividad cognoscitiva relacionados 
con el pensamiento conceptual. Este desarrollo 
de la mente proporciona la base para entender 
varias características de la adolescencia, como, 
por ejemplo, su elevado idealismo, sus rebeliones, 
su cuestionar los valores tradicionales y su sus- 
ceptibilidad a la conversión. Con sus poderes de 
pensamiento conceptual abstracto recién adquiri- 
dos, ellos prueban, cuestionan y adoptan su pro- 
pio sistema de valores. Al adquirir estos nuevos 
poderes intelectuales y ponerlos bajo el poder 
transformador de Cristo, esto los capacitará para 
un desarrollo óptimo de sus potenciales. 
Todos estos desarrollos físico-psíquicos tienen 
influencia directa sobre el comportamiento emo- 
cional, social y fisiológico de los adolescentes. 
Los adolescentes se rebelan contra las reglas, 
pero les desanima que no las haya y se sienten in- 
seguros sin norma alguna. Repudian el infantilis- 
mo, pero a menudo lo exhiben en su conducta. 
Acuden más a sus amigos para discutir sus pro- 
32 
blemas. Desean menos autoridad paterna, pero se 
sienten inseguros sin estructuras firmes. Es en 
este período cuando comienzan los primeros «no- 
viazgos», cosa perfectamente natural dadas las 
características de desarrollo físico de esta edad. 
En esta área el tacto es sumamente necesario por 
parte del adulto, pues se juega con fuego... Mucho 
mal y mucho bien puede resultar de estas expe- 
riencias. Tal vez la mayoría de los jóvenes no ne- 
cesite que la iglesia les dé información biológica 
específica, pero la mayordomía del sexo y su ben- 
dición cuando es canalizado de acuerdo con el 
plan de Dios es una importante contribución que 
la educación cristiana puede hacer a los jóvenes. 
Es de todos sabido que vivimos en una sociedad 
obsesionada por el:sexo. La presentación pública 
de la conducta desviada y la abundancia de lite- 
ratura, películas, vídeos, etc., indican el descenso 
de los controles morales de la sociedad. En una 
sociedad superpermisiva, los líderes cristianos 
deben buscar maneras de ayudar a los jóvenes a 
hacer suyo el código bíblico de pureza moral. El 
joven no puede llegar a controlarse a sí mismo 
mientras no haya hecho su propia decisión acerca 
de lo que es más importante en su vida: debe, en 
primer lugar, entregarse a Cristo, y luego adoptar 
las enseñanzas bíblicas fundamentales y los prin- 
cipios de la moral cristiana. 
«Así que, si alguno se limpiare de estas 
cosas, será vaso para honra, santificado y 
útil para los usos del Señor, y aparejado 
para toda buena obra. Huye también los de- 
seos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la ca- 
ridad, la paz, con los que invocan al Señor 
de puro corazón» (2.* Timoteo 2:21-22). 
53 
En ambos sexos los impulsos sexuales se con- 
vierten en poderosas armas de rebelión para he- 
rir a sus padres o a la iglesia, quienes, por su- 
puesto, se sentirán muy afectados si ellos exhiben 
un comportamiento inmoral. Por supuesto, tal 
conducta lastima más al ofensor, pero el adoles- 
cente, en confusa rebeldía, no puede ver tan lejos. 
El maestro cristiano no debiera hacer comenta- 
rios acerca de uno u otro noviazgo que haya sur- 
gido, pero sí debe estar atento y listo con una pa- 
labra de guía y de consejo de la Palabra de Dios, 
cuidando de no usurpar el lugar o la autoridad de 
los padres de los alumnos involucrados. Nunca 
deberá tomar estas situaciones en forma jocosa O 
liviana, sino que en todo momento debe tomarse 
en serio, con oración. Orar con ellos y por ellos y 
con la Palabra dar el consejo necesario al caso 
para que estas experiencias no sean de estorbo es- 
piritual y emocional. ¡Cuántas vidas se han arrui- 
nado por falsos pasos dados en esta edad, espe- 
cialmente en lo que se refiere a este aspecto del 
desarrollo físico-psíquico-emocional del ser hu- 
mano! 
Hemos afirmado que los adolescentes resisten 
la autoridad de los adultos, pero por otro lado 
son infelices y sienten que no son amados si nadie 
les da órdenes específicas. Las buenas reglas to- 
madas de la Palabra de Dios les dan a los adoles- 
centes un sentido de seguridad y el sentimiento 
de ser amados, sin sentirse apabullados por ese 
amor (amores que matan...). La libertad total en 
un período de identidad incierta resulta en una 
devastadora incertidumbre. Los buenos maestros 
proporcionarán las directivas bíblicas en consul- 
ta con los mismos jóvenes. La violación de estas 
expectativas será tratada sin excepciones ni par- 
cialidades. ¿Qué mejor manera de enseñarles los 
54 
conceptos de misericordia y justicia que insistir 
en que asuman la responsabilidad personal de 
sus acciones? En un tiempo en que la libertad es 
pregonada sin la responsabilidad que debe acom- 
pañarla, vemos en su lugar un total libertinaje, y 
para que los adolescentes no caigan en ello (sea 
sexo, drogas, etc.) debemos inculcarles que la li- 
bertad debe verse siempre acompañada por la 
responsabilidad de las acciones. Sí, tengo liber- 
tad de hacer lo que quiero, pero las consecuen- 
cias las he de sufrir también (enfermedades vené- 
reas, el Sida, pérdida de la mente —en el caso de 
las drogas—, etc.). 
«No os engañéis: Dios no puede ser burlado; 
que todo lo que el hombre sembrare, eso 
también segará» (Gálatas 6:7). 
En el grado en que el joven se perciba a sí 
mismo como una persona adecuada delante de 
Dios y de los hombres, logrará el control interior 
y la aceptación de sí mismo y de los demás. 
Como corolario a esta sección de las etapas 
del desarrollo humano, debemos considerar pre- 
guntas que surgen acerca del trípode vital en el 
cual se apoya la experiencia del crecimiento, osea: Herencia, Medio ambiente y Responsabilidad 
personal. 
La herencia proporciona el equipo físico y 
mental; el medio ambiente le da la oportunidad 
para cumplir con sus potencialidades, y el tercer 
punto es qué decido hacer con todo ello; esto es lo 
que forma la personalidad. Por eso se dice eso de 
que: en parte nacemos, en parte nos hacen y en 
parte nos hacemos. 
Todos, sin excepción, hemos traído una heren- 
cia de pecado de nuestros padres y antepasados 
55 
y, por lo tanto, no podemos considerarnos «bue- 
nos», pero el Señor es también «medicina a tu 
ombligo» (herencia), como leemos en Proverbios 
3:8, y, por lo tanto, no tengo por qué ser afectado 
de tal manera por la herencia que esté subyugado 
a la misma. No puedo excusarme diciendo: here- 
dé el mal carácter de mi padre o de mi madre... 
pues en Cristo hay poder para cambiar esa heren- 
cia y, por lo tanto, cambiar mi carácter. 
Lo mismo se puede decir del medio ambiente 
que nos rodea. Los sociólogos y psicólogos huma- 
nistas modernos afirman que si un niño se desa- 
rrolla en un ambiente pobre, sin cultura, o con 
necesidad, ha de ser un resentido social y por úl- 
timo un criminal; entonces, para vencer la crimi- 
nalidad hay que vencer la pobreza y la incultura, 
y en parte tienen razón. Pero sólo en parte. Es el 
corazón el que debe cambiar, y con el poder del 
Señor en el corazón se podrán vencer todas las 
fases negativas del medio ambiente particular: 
problemas familiares, padres deficientes, medio 
ambiente inapropiado, etc. 
Erik Erikson, filósofo y psicólogo contemporá- 
neo, afirma que cada ser humano está parcial- 
mente formado por eventos históricos o ambien- 
tales, pero cada uno a la vez tiene la capacidad de 
modelar el ambiente y cambiar el curso de su histo- 
ria. Podemos agregar a ello que esto sólo lo puede 
lograr con las fuerzas del Señor y habiendo expe- 
rimentado un verdadero cambio en su corazón. 
Llegamos así a la tercera parte: lo que decido 
hacer conmigo mismo. Soy responsable ante Dios 
de mis actos aquí en la Tierra, y no puedo culpar 
a mi herencia ni a mi medio ambiente. Sólo el 
cristiano renacido puede lograr la victoria sobre 
estos factores tan determinantes en la formación 
de la personalidad. 
56 
La persona en formación desarrolla posibili- 
dades de autodirección mediante su propia vo- 
luntad. Una prueba de madurez es el grado final 
de independencia de las fuerzas hereditarias y 
ambientales que alcanza la persona al establecer 
la dirección que ha de seguir en la vida. Si bien 
el individuo es influenciado por su medio am- 
biente, no debe nunca ser víctima de él, sino más 
bien debe ejercer el dominio del Señor sobre las 
influencias hereditarias y ambientales que hacen 
impacto en él, aprovechando al máximo sus ven- 
tajas y reconociendo sus limitaciones. 
Ver: Romanos 2:6-11; Romanos 14:12; 1.* Co- 
rintios 6:11-12 y 19-20; 1.* Corintios 10:1-14. 
CUESTIONARIO: 
1. Dar características físicas y psicológicas de la 
adolescencia. 
2. ¿Cuál debe ser la actitud del maestro ante el jo- 
ven «rebelde»? ¿Debe ceder en sus convicciones 
o ser totalmente rígido en su trato con él? 
3. Herencia, medio ambiente y responsabilidad 
personal. ¿Qué piensa usted de estos tres puntos 
en los que se apoya la experiencia humana? 
¿Cuál debe ser el determinante, y por qué? 
4. ¿Cuál es la afirmación que hace el filósofo-psi- 
cólogo Erik Erikson, y que se agrega en la lec- 
ción, respecto a la única manera de lograrlo? 
5. Cite al menos dos de los textos bíblicos con que 
finaliza la lección y comente muy brevemente 
uno de ellos. 
37 
' fases negativas del medio. smbiaóa 90 
0 blo za e amorr oras. 
 costiano reuacido puede lograr. Re vidto 
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5 
CAPÍTULO 6 
III. EN SU CARRERA (Primera parte) 
Otras traducciones de nuestro texto lema di- 
cen: «en la carrera que debe seguir», o sea, de 
acuerdo a las enseñanzas dadas en la Palabra de 
Dios. 
En este punto caben dos preguntas: ¿Qué 
debo enseñar en cada etapa de crecimiento?, y 
¿cómo puedo hacerlo? 
Estas preguntas se relacionan al material que 
debo utilizar y al método que debo seguir para 
efectuar la enseñanza en la mejor manera posible. 
El material nos está dado en las Sagradas Es- 
crituras y debemos darlo de acuerdo a las etapas 
de crecimiento mencionadas en el capítulo ante- 
rior. El método forma parte de la disciplina lla- 
mada «Didáctica», y hemos de ver algunos de los 
más usados en la educación. 
Tanto el material como el método usado para 
presentarlo deben estar graduados de acuerdo a 
las etapas de desarrollo que hemos estudiado an- 
teriormente, tomando en consideración los dis- 
tintos aspectos característicos de cada etapa y 
haciendo el mejor uso posible de los mismos. 
Veremos, en primer lugar, la didáctica o me- 
todología que podemos utilizar: 
59 
A. MÉTODOS 
1. Método inductivo o de análisis. Es el méto- 
do por el cual se guía el pensamiento de lo parti- 
cular a lo general: del efecto a la causa que lo pro- 
duce; de los hechos a los principios que los rigen. 
Por ejemplo: Pedro es pecador. Pablo es peca- 
dor. Juan es pecador. Ahora bien, el carácter de 
pecadores proviene de la naturaleza del hombre; 
luego TODOS LOS HOMBRES SON PECADO- 
RES. El Señor Jesucristo utilizaba este método 
de razonamiento, el cual podemos ver, por ejem- 
plo, en Lucas 6:43-45. : 
2. Método deductivo o de síntesis. En la de- 
ducción, el razonamiento va de lo general a lo 
particular, de la causa a los efectos, de los prin- 
cipios a las consecuencias. Es un razonamiento 
que concluye de una proposición general a una 
proposición particular o menos general. Así, de 
esta proposición general: TODOS LOS HOM- 
BRES SON PECADORES, puedo deducir esta 
otra particular: Pedro es hombre, Pedro es peca- 
dor; yo soy hombre; luego yo soy pecador. Va del 
todo a la parte. Podemos verlo ilustrado en Gála- 
tas 6:7. 
3. Método socrático. Así llamado porque fue 
utilizado por Sócrates, conocido filósofo griego 
nacido en Atenas en el año 469 a.C. Este es el mé- 
todo del diálogo (preguntas y respuestas) hábil- 
mente dirigido por el maestro para guiar el razo- 
namiento del alumno hacia el fin que se propone 
de antemano. 
Nuestro Señor Jesucristo utilizó este método 
por el cual, por medio de sus hábiles preguntas, 
hacía decir a los otros las verdades que deseaba 
que aprendieran. No las decía El mismo, sino que 
les guiaba de tal manera el pensamiento, que ellos. 
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mismos las expresaban. Vemos un ejemplo en 
Mateo 22:41-46, cuando nuestro Señor, por medio 
de preguntas, hace reflexionar a los fariseos acer- 
ca de la gran verdad que Él quería que ellos re- 
conocieran acerca de su Persona: que Él era el 
Cristo, venido de Dios. 
Otro ejemplo lo vemos en el trato con Nicode- 
mo en Juan 3:1-12. Allí vemos cómo el Señor le 
va guiando su pensamiento, dando, a las pregun- 
tas formuladas, respuesta apropiada a la necesi- 
dad de esa persona. 
El maestro de niños encontrará en estos méto- 
dos una gran utilidad, pero deberá cuidar mucho 
la forma en la cual plantea sus preguntas. Las 
mismas deberán ser: 
Concisas, precisas y comprensibles. 
Deberán seguir el orden del tema. 
Deberán hacer pensar al alumno. No deben ser 
preguntas mecánicas (como las del catecismo, 
por ejemplo) o

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