Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1 2 Ahora sí, con pretensiones de llamarlo Un Libro y para cerrar el entendimiento de lo escrito en “Una Mosca en la Nariz”… El Ministerio de Enseñanza Bíblica Radial TIEMPO DE VICTORIA Presenta: Ya Salí de Babilonia; ¿Y Ahora? Autor: Espíritu Santo. Colaboradores: Muchos Instrumentos humanos utilizados por el Autor Escrito por: Néstor Martínez – Rosario – República Argentina (Uno de esos instrumentos) 3 Prólogo Muchos de lo que leyeron mi primer libro, me escribieron llamándome: Bendecido, Siervo, Ungido, Apóstol, Profeta, Pionero y demás bellezas por el estilo. Otros, por su parte, también me escribieron llamándome: Resentido, Hereje, Anticristo, Basura y demás “bellezas” por el estilo. Con el debido perdón de los unos y los otros, me atrevo a asegurarles que no soy ni una cosa ni la otra. Sólo soy un hombre que recibió del Señor la directiva de escribir “Una Mosca en la Nariz” tal como está, sin tener ni la menor idea la razón o el motivo y simplemente obedeció. El mismo hombre que, una vez publicado el primer trabajo, recibió la luz amplia y necesaria para encarar este, su complemento. Lo que vas a leer le pertenece íntegramente al Espíritu Santo de Dios. No me lo dio sólo a mí, sino que lo distribuyó entre varios hombres deseosos de servirle. Yo he tomado los principios que cada uno de ellos recibió (He descartado sus propias opiniones) y los he sumado a los que yo mismo recibí, (Dejando de lado también mis “maravillosas” ideas humanas). El resultado está aquí. Léelo, examínalo, reflexiónalo y evalúalo. De acuerdo con lo que pueda dejarte en tu espíritu, procede. Pero, atención: sea cual fuere tu reacción, para uno u otro sector, de todos modos muévete. Recuerda que la victoria será de los Pacíficos, pero jamás de los Pasivos. La victoria será de los que se mueven en alguna dirección. La derrota, mientras tanto, patrimonio de los que se quedan inmóviles esperando que otros más “espirituales” piensen por ellos. 4 A Modo de Introducción… No tuve ningún inconveniente, ni tampoco ninguna clase de falso pudor, para decírtelo en aquel momento cuando escribí Una Mosca en la Nariz: no tenía ni la más pálida idea del motivo por el cual lo estaba haciendo. Lo único que sabía con total y absoluta certeza, era que Dios me había ordenado hacerlo. Y no sólo me había dado la orden de escribir eso, sino que incluso me había delineado día por día y momento por momento (A veces sin que ni yo mismo me diera cuenta del todo), de la manera que tenía que hacerlo. Con qué contenidos, formas, léxico y epicentros básicos. Te confieso que tuve muchas dudas y algunos miedos, pero una palabra precisa y concreta del Señor me tranquilizó primero, me convenció seguidamente y me activó en último término: No hay espacio para los cobardes en el Reino de Dios. Sin embargo, no quisiera que te hagas una imagen mía que no se parece en nada a la real. De ninguna manera soy un valiente caballero de la edad media que con su sola lanza en ristre se apresta a encarar contra todo un ejército de miles y miles de feroces soldados. Soy un hombre (Un “tipo”, como decimos en Argentina), de lo más vulgar, común, corriente y hasta algo menos, si quieres. Y no estoy menoscabándome ni subestimándome. A eso quizás lo hice en parte en el primer libro y ya me lo criticaron y me lo corrigieron. Soy un hijo de Dios. Y es el ser un hijo de Dios lo que me hace una persona especial, no alguna otra virtud personal, familiar, eclesiástica o de cualquier otra naturaleza. Y si sobresalgo por sobre tanta gente que hace las mismas cosas, no es porque yo sea mejor que ellos, sino porque – repito – yo soy un hijo de Dios. ¡Hermano! ¿Usted me está queriendo decir que hay gente que también planta páginas Web, escribe artículos sobre Jesucristo y hasta predica en vibrantes audios que no son hijos de Dios? No te lo estoy “queriendo” decir; te lo estoy diciendo por una simple razón: es verdad. Y el ochenta por ciento de quienes leen esto, lo saben. Pero entiende bien, por favor, porque en este tiempo se escucha, se ve y se lee cualquier barbaridad. No te estoy diciendo que sea EL Hijo de Dios encarnado. A eso, ya hay algunos que “se les escapó la tortuga”, que andan jurándolo por la Web. Yo dije que soy UN hijo de Dios. Como tú, tú o tú, hermano o hermana, sin acepción de personas. La diferencia es que yo he sido comisionado por el Reino de Dios, enviado por mi Padre celestial, sustentado por mi Señor Jesucristo, inspirado y fortalecido por mi amado Espíritu Santo para hacer esto que estoy haciendo, y no otra de las tantas cosas que otros van a hacer o están haciendo ya. El mayor problema que hemos tenido como pueblo santo, ha sido el suponer que todos estábamos para hacer de todo y que aquellos que no hacían las cosas según las costumbres de lo que llamábamos “la iglesia”, no pertenecían a ella. Lamento decirte que una gran mayoría de estos sí que pertenecían a una iglesia de la cual muchos de sus jefes estaban fuera. 5 El caso es que, tal como te lo relaté en el primer libro, fui llamado, capacitado y levantado para hacer una tarea muy específica, concreta y apuntada a complementarse con otras que otros hombres de Dios están haciendo hoy por hoy de una punta a la otra del planeta. No son pocos los lugares en los que se están hablando cosas que no tienen sabor a iglesia, que sólo tienen sabor a verdad. Y la verdad no te promete terminar en la iglesia. La verdad siempre te lleva al reino de Dios. La iglesia es un medio, no es la meta. Yo creo que hemos sobre enfatizado a la iglesia de tal manera, que cuando Dios quiere manifestarse tal como Él es, no tiene por donde entrar. Cuando el amor Ágape de Dios, quiere manifestarse, el amor que la iglesia ha creado en su lugar, no se lo permite. El amor de Dios es fuerte. Es más que obvio que nosotros tenemos mucho más Phileo que Ágape. Entonces, con todos estos romanticismos inventores de las “contenciones” psicológicas dentro de la iglesia, no hemos dejado que se manifieste. Dios es fuerte, pero siempre va a traerte a posiciones en Él. La verdadera autoridad de Dios es realmente fuerte, pero la manipulación y el control, que son las imitaciones más abundantes de ella, no tienen ninguna clase de fortaleza. Porque bastará un gramo de inteligencia en un creyente para que nadie pueda manipularlo ni controlarle despóticamente su vida. Sin embargo, por lo que podemos ver, ese gramo de inteligencia no es abundante. Es mucho más la gente que llega a amar y respetar, amén de obedecer a quienes les palmean sus espaldas aunque luego los abusen de varias maneras, al que seriamente pero con una autoridad que no está exenta de amor, les dice la verdad. A esos, poco a poco, se les van cerrando todos los caminos. Es que hay algo que va más allá de los comportamientos humanos. Hay una cuestión dimensional. El ministro de luz y el falso ministro de luz, viven en dimensiones opuestas. Y eso es algo que trasciende el problema del hermanito que te viene a protestar. Ya sabemos que el nuevo sacerdocio, no tiene absolutamente nada que ver con el viejo sacerdocio. No habla igual, no tiene las mismas prioridades, no tiene los mismos valores, no predica igual, no prepara sus mensajes igual y no usa los mismos materiales de apoyo. En nada es igual. Es más: nadie lo identificaría como un sacerdote. No le hace; Dios lo levantó y lo es. Punto. Nada. Nada de lo anterior. Tampoco usa esas biblias especiales de estudio con que la mayor parte estudiaba. Nada viene de lo viejo. Para lo único que sirven aquellas biblias de estudio, es para tener más espacio para hacer nuestras anotaciones. Pero ya nunca más para llevarnos por los comentarios de viejos teólogos incapaces de sostenerseen algo fresco. En suma: nada de lo que se usaba antes, se está usando ahora. La misma Palabra de Dios ha cambiado. Antes estaba en una urna, ahora está en una urna de oro; es gubernamental. Ahora se dice lo que hay que decir, no lo que conviene decir para seguir teniendo gente los domingos. Estoy hablando de la Iglesia, no de Babilonia, entiende. Si se dice lo que hay que decir, la verdad prevalece. Lamentablemente, este no es el cuadro que vemos. Podrán acusarme de negativo, pero no hago más que reflejar una realidad que estamos comenzando a vivir porque este el tiempo de vivir esto y no otra cosa. ¿Por qué estoy hablando así? Entiendo que la mayor parte de quienes leen esto, puede suponer que soy alguien que pretende armar algo nuevo y colocarse al frente. Lo han hecho cientos o miles durante todos estos tiempos. No tendría nada de raro que una vez más se repitiera. Te equivocaste. No tengo edad ni ganas para armar algo, y mucho menos si ese algo es una idea mía y no una orden de Dios. Yo ya he tenido suficiente en mi vida con las decenas o centenas de “brillantes” ideas que se me ocurrieron. Gracias a Dios y su misericordia te lo puedo contar. 6 También podría estar haciendo esto en la búsqueda de hermanitos desprotegidos a los cuales manipular a mi antojo y necesidad (Todo con un barniz de santa sujeción) con el fin de convertirme en una especie de jeque moderno con diferentes calidades de harem sin menosprecio de los literales. Créeme que conforme a la “educación cristiana” que la mayoría hemos recibido en las iglesias, hacer esto sería decididamente sencillo. Hay cientos y cientos de seres buscando desesperadamente que alguien los someta en todas las áreas que se le ocurra porque no saben ni pueden vivir de otra manera. Vendría a ser algo así como un supuesto masoquismo cristiano… Y, finalmente, también podría andar por la vida diciendo cosas explosivas dudosamente demostradas bíblicamente, con el afán simple de hacer dinero. Ya sé que suena demasiado fuerte y hasta grosero, pero dime qué otra cosa has visto hacer a tantos y tantos por allí disfrazados de ministros… Lo que te dije, se prueba y comprueba con actitudes que vemos a diario a lo largo y ancho del planeta. El mundo critica a la iglesia porque es impío, incrédulo y pecador y por lo tanto está endemoniado, pero ¿Sabes que? En más de la mitad de sus críticas, lamentablemente, el mundo está diciendo la verdad. Muy bien: no es mi caso. Digo esto porque pretendo, espero y deseo que, al menos un alto porcentaje de quienes acceden a estos estudios, donde quiera que se encuentren, puedan levantarse en fe para aportar lo suyo a que en el Reino de Dios se cumpla de una vez por todas, Su soberana voluntad. Es decir: que cada uno de ustedes sea un oráculo; y que ninguno sea ni eco ni sombra de alguien prestigioso. Esto te dice que tus reacciones ante la vida, ahora ya no están en un arca inmóvil sino en un compartimiento gubernamental. Lee, escudriña, estudia y aprende: (Mateo 27: 45)= Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. (46) Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Jesús, aquí, está haciendo una pregunta, está hablando con alguien.) (Verso 47)= Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. (48) Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber. (49) Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. (50) Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. (51) Y he aquí, el velo del templo se rasgó de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; Aquí vemos que desde la sexta hasta la novena hora, que es el tiempo más claro del día, (De doce a tres de la tarde), se pone absolutamente oscuro. Oscuridad es ausencia de luz. No hubo eclipse, no fue algo científico, sino que la luz del mundo se estaba apagando. Es importante que entiendas esto. Porque no hubo un eclipse, no fueron nubes que taparon el sol. Quedó todo absolutamente negro, de tan oscuro que estaba. Ausencia de luz. Una colisión de dos realidades. ¿Necesitas tocarlo con tus manos para creerlo, Tomás? 7 El impacto fue tan fuerte, que se manifiesta como terremoto en lo natural. Fue tan fuerte el impacto de vida, que revivió a ciertos muertos que luego caminaron por la ciudad. Lo que ocurre en esa realidad o en esa dimensión, es tan fuerte que produce varias manifestaciones en la dimensión tangible, palpable, o en la realidad del mundo natural. El verso 51 dice que el velo fue rasgado. La palabra scico, “demolición”, en el griego clásico. Es un rasgado de un sistema o de una estructura. Recuerda: no había caja, no había arca, desde el tiempo del templo de Zorobabel. Pasa el tiempo de Herodes. Cuando se rasga el velo, no hay arca. De manera que no hay una gloria manifestada. No hay un querubín, no hay un maná, no hay nada. Lo que había era otra dimensión. No fue acceso a una caja, no fue acceso a Dios, sino que el velo se corre, se rasga y se abre otra dimensión al ser humano. Tan fuerte fue esa manifestación, que hubo terremotos. El impacto de una dimensión, nos da evidencias en la otra. Cuando Dios habló en el Sinaí, la tierra también tembló. Nota que lo que ocurre en el mundo del espíritu, se refleja en el mundo natural. Lo triste del caso es que tú te pongas a seguir y estudiar la historia natural y no entiendas lo que está pasando en el espíritu. Es decir que, la condición natural imperante, fue el resultado del impacto de otra dimensión. ¡Pastor! ¡En la iglesia no pasa nada! ¿Qué estás estudiando? ¿Sabes cual es el lamento diario de un evangelista del Señor? Las miles y miles de almas que se pierden en el infierno sin llegar a conocer a Jesucristo. ¿Sabes cual es el de un maestro del Señor? Que miles y miles de personas que concurren a templos, acompañados de profesores de historia bíblica, de teología y en divinidades se vayan al mismo infierno aún cuando suponían haberlo conocido. Quiero reenfatizar que el acceso no era a Dios. Que el velo se rasgara, no nos daba acceso a Dios, daba acceso a otra dimensión. Dice Jeremías 3:16 que el tiempo llegará en que no vamos a procurar el arca, porque va a haber relaciones de alianza en un nivel de reyes. Nota que lo que intercambia el arca, es un nivel de relación. Dice el Salmo 133 que es allí donde habita el Señor. Este ámbito natural, este ámbito al que llamamos “la realidad”, es un mundo de ilusión. Nosotros fuimos diseñados (Y ten en cuenta que todo esto es alegoría pura), para operar en la otra dimensión. Nosotros somos espíritu, y estamos viviendo una experiencia terrenal. En Génesis, Dios tiene un plan. Él va a crear un hombre a su imagen. Ese es el plan de Dios. …Hagamos el hombre a nuestra imagen… Dios, desde que comienza a crear, comienza a traer separación. Mucho antes de que el tiempo comenzara, ya la tierra fue creada. El tiempo comienza efectivamente, cuando hay separación de día y noche. Y el tiempo que transcurrió entre la creación de la tierra y en el que hubiera día y noche, pudieron ser esos billones de años que los científicos han descubierto. Tú, hazme caso en algo: jamás discutas con la ciencia. Muy a su pesar para los hombres científicos, la ciencia generalmente termina apoyando la Biblia. Sólo que ellos llegan allí mil años después que nosotros, aunque la televisión no venga a hacernos entrevistas por ello. Eso, claro está, si tú te crees como se debe lo que dice la Biblia. Pero también, debes reconocer quenos hemos inventado una sarta de teorías que no tienen nada que ver con Dios. Por ejemplo: la Biblia dice que la muerte entró por un hombre. Muy bien; eso elimina a toda la raza pre adámica, porque si la muerte no existía hasta que un hombre muere, entonces, ¿Cómo murieron todos los demás? 8 La caída del hombre fue tan fatal y tan deprimente, que el hombre cuando se imagina algo, siempre lo imagina más inteligente que sí mismo. ¿Un marciano? ¡Más inteligente! Cientos de películas de ciencia ficción los han mostrado así. Bastará con decir una palabra casi mágica: extraterrestre, para que inmediatamente cualquier hombre o mujer, sin dudarlo, estimen que ese extraterrestre es más inteligente que nosotros. ¿Nadie va a decir, nunca, que si somos hechos a imagen y semejanza de Dios, no puede existir cosa más inteligente que nosotros? No estoy levantando debate ni polémica sobre ovniología ni vida interplanetaria. Sólo estoy predicando el evangelio, enseñando sobre el Reino de Dios. Ellos, si quieren, que sigan pensando que somos seres inferiores a cualquier tipo de vida intergaláctica. Tú eres imagen de Dios y no hay nada superior a eso. ¿Y que significa imagen de Dios? Ah, te sonríes, eh? Espera que termine esto y verás. Por eso mataron a Cristo. …Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza… …Y luego vamos a darle dominio… La palabra imagen, es tselem. Es un icono, o la casa de Dios. La palabra significa “la exacta especificación”. Una copia exacta en integridad, moralidad y carácter. La misma naturaleza. Las mismas propiedades que. Cuando Dios dice: “hagamos al hombre de esta manera”, lo está diciendo en Génesis 1:26, 27 y 28. Lo que Dios construye en Génesis 1:26, es su maqueta. Todo plan, comienza con una idea. El hombre de Génesis 1:2627, no está formado. Es una creación en la mente de Dios. …hagamos el hombre, a mi imagen… Aquí lo tengo. ¡Perfecto! Es decir que el plan de Dios, era encarnarse. Transferirse de una dimensión a otra. Cuando Dios descansa, entonces forma al hombre. En su descanso. El hombre no es hecho en el sexto día, sino en el séptimo. El hombre es creado ser con una imaginación de lo que Dios quiere. Es el producto final, lo tengo ya calculado, esta es la maqueta del producto final, pero no está en la tierra. Génesis 2:5 dice que no había hombre que la abrace a la tierra. Esto significa que aún no existía el hombre. Génesis 2:7 dice que Dios formó al hombre. Ahora escucha: cuando formó a Adán, Corintios nos dice que Adán es alma viviente. Dios es espíritu vivificante. Adán no es la imagen de Génesis 1:26. Adán es el comienzo de un proyecto, que termina en la imagen de Dios. Y eso es, exactamente, lo que estamos tratando de terminar ahora. Como toda construcción empieza en el fundamento y llega al pronto final, que viene a ser igual a la maqueta que es el comienzo. Adán es alma viviente, Dios es Espíritu vivificante. Dios no es un ser creado. Dios es santo. Adán era inocente. No es ni santo ni profano. ¿Qué es tener misericordia, sin estar rodeado de debilidades de la que se necesita ser liberado? ¿Qué es ser bueno sin andar en un mundo de maldad? ¿Qué es ser santo, o fiel, sin la oportunidad de apostatar? Adán no es imagen de Dios. Adán es el comienzo de un proyecto. El hombre es creado, formado y luego colocado. Así lo vemos en Génesis 2:15. Yo sé que esto va en contra de todo lo que aprendimos, pero no le hace. Sigue siendo cierto. Ya mismo va a empezar a cobrar sentido para ti todo el plan de Dios. Porque la imagen que tenemos si aceptamos la enseñanza clásica, es la de un Dios que fracasa dos veces antes de comenzar. Se le escapa un ángel y después se le escapó el primer hijo. 9 Ahora bien: si es un Dios, Tal como te lo muestra la teología , que ha fracasado dos veces antes de empezar todo esto, yo te pregunto: ¿Cuál será la garantía de que no va a fracasar una vez más cuando regrese? Utiliza tu inteligencia, no seas religioso papagayo. Fíjate que nuestra doctrina nos da a entender, o quizás lo dice concretamente, que nosotros somos salvos porque Israel lo rechazó, y eso nos hace salvos de pura casualidad, porque si Israel no lo llegaba a rechazar, nosotros no entrábamos ni disfrazados de monos… Eso es lo que dicen nuestras doctrinas básicas. Esas a las cuales, encima, les llamamos “sana doctrina”. Que somos un plan alterno. Que entramos porque Israel no lo quiso. Somos una especie de trozo de jamón entre dos panes llamados Israel. Esto nos deja el criterio de que, como no pudo vencer entonces, pues entonces se fue y prometió que algún día regresaría para, en este caso, vencer. Ahora piensa. ¿Cuál es la garantía que podemos tener nosotros que, si no venció la primera vez, va a vencer ahora cuando venga? ¡Pero es que esa es nuestra doctrina! Claro, yo lo estoy mostrando con un tinte humorístico, pero créeme que todavía es eso lo que andamos enseñando en nuestros institutos y seminarios bíblicos. No sirve. Había que aprenderlo todo mal para venir en este tiempo a refrescar nuestro entendimiento. Entonces esta es la época en que las librerías cristianas van a comenzar a quedarse sin lectores, que es como decir: sin clientes. Porque ellos, sujetos a las “supervisiones” ministeriales estructuradas, sólo van a poder vender lo que es aprobado por tales y tales concilios. Y eso que resulta aprobado, como ya te habrás percatado, sabe a un té de agua; insaboro, incoloro e inodoro. Es un reflejo de lo que hoy por hoy también está ocurriendo en las congregaciones cristianas. Y que va mucho más allá de si tal o cual pastorcito ha hecho un gran negocio en lugar de una gran iglesia. En todo caso, esa es una parte de la corrupción ambiente que se filtra por las deficiencias espirituales que el sistema ha propuesto desde su creación. Y una vez que tú has visto todo eso (Y si me estás leyendo es porque lo has visto, ya que de otro modo hubieras salido huyendo a los alaridos de: ¡¡¡Herejía!!! ¡¡¡Herejía!!!), es cuando no sabes adonde colocarte, literal y espiritualmente. Muchos se ponen a orar para que el pastor Fulanito cambie, y no se dan cuenta que, por una parte, están haciendo una oración hechicera, porque suponen que sus voluntades van a prevalecer por sobre las del pastor Fulanito. Y por otra parte, ese cambio que piden para Dios resulta imposible porque Fulanito tiene todas las condiciones que quieras encontrarle, pero lo único que no tiene es llamado de Dios ni mucho menos unción pastoral. Otros se ponen a interceder a favor de la iglesita que los vio nacer y hoy anda tambaleante con más señales de derrumbarse que de sostenerse. Y lo hacen con sinceridad y fervor, porque en sus corazones sentimentales aman a esas cuatro paredes, al púlpito que quizás ellos mismos barnizaron y a ese bautisterio donde aquella noche fueron bautizados. Y esto, que en esencia no es malo ni mucho menos, porque habla de los afectos y los buenos sentimientos de las personas, en el ámbito espiritual actúa de manera contraproducente. Porque Dios que andaba presto a borrar del mapa a ese lugar nido de ladrones y corruptos, se ve paralizado e impedido de hacerlo por causa de la intercesión romántica de muchos de sus fieles hijos a los cuales no puede dejar de oír. Y otros se van. Abandonan los templos esperando, en principio, que Dios les muestre con claridad a cual otro deberán concurrir y a que pastor deberán darle el parte de presentes y prestos para todo servicio, sujeción, diezmo y obediencia. 10 Les caerá muy pesado a sus tradiciones costumbristas la novedad de que Dios les muestre que no deben ir a ninguna iglesia de las conocidas, que Él está por llevar a cabo una tremendareforma y que en esa reforma lo conocido ya no tiene espacio, lugar y mucho menos poder o unción. Entonces, alguno de ellos, (Como fue mi caso específico), reciben la directiva de escribir algunos pormenores de su epopeya eclesiástica, de sus aventuras en la religión, matizada con alguna pequeña enseñanza que presenta en sociedad al cáncer que más cristianos ha asesinado: Babilonia. El dilema vendrá después de finalizar y publicar por la vía que sea el trabajo. Porque uno se mira hacia adentro, se echa a temblar de temor santo y se formula la pregunta que hoy le da título a esta segunda entrega: “ Ya Salí de Babilonia; ¿Y ahora?” Dicho así parecería lo más lógico del planeta, pero no siempre se lo cataloga así. Muchos de los que nos conocen suelen preguntarnos: ¿Así que se fueron de la iglesia? Me lo quedo mirando y le digo: ¿Tú te crees que yo ando de gran parranda pecaminosa y perdida? A lo cual me responden: “¡No, hermano! ¡No dije eso!” Sí que dijiste eso. Porque irse de la iglesia del Señor, es regresar a Egipto, al mundo, a la impiedad, la pecaminosidad. ¿Y entonces? Entonces resulta ser que no me fui nada de la iglesia, porque YO SOY IGLESIA. De donde si me fui, es de los templos evangélicos tradicionales, que es algo muy distinto. Entonces muchos de ellos que en más de una ocasión a esa actitud la estuvieron barajando como una de las posibilidades a seguir, me quedan mirando con una pregunta muda que también yo en su momento me hice: Ajá, está muy bonito eso, pero… ¿Y ahora, que? Mi Dios tiene la respuesta. Y lo hubiera dejado allí por tiempo indefinido…si no fuera porque Dios me dio la respuesta casi inmediatamente a la colocación del trabajo en la página Web. Es como si hubiera estado esperando que yo obedeciera su mandato inicial para, recién allí, pasarme la letra de lo que seguía. Y si has leído ese primer libro habrás visto de qué modo fui capacitado. Por una suma de “casualidades” fui recibiendo material ordenado por rubros durante un determinado lapso. No terminaba de aprender una materia cuando ya Él me pasaba a la siguiente. Así me capacitó para poder cumplir con esta tarea que hoy trato de administrar con la mayor excelencia. ¿Y por qué tendría que cambiar su modalidad? Esto era lo que yo aguardaba, un cambio de formas que me hiciera conocer lo que yo sabía (Aunque no conocía) debía venir a continuación de lo escrito. Él, demostrando que la palabra Soberanía le queda exacta (Es al único, porque no hay hombre, por mucho poder que ostente, que sea verdaderamente soberano), decidió hacerlo del mismo modo. Entonces, así como en mis comienzos se encargó de enviarme desde cualquier sitio diversos temas específicos, así lo volvió a hacer ahora, con matemática precisión, claridad y exactitud. Aquella vez lo hizo en forma de libros, videos, casetes y predicaciones en vivo. Hoy prácticamente la fórmula es la misma, sólo que con el agregado de la Web, un adelanto técnico sumamente criticado y satanizado por la iglesia por causa de su inmensa oferta pornográfica, pero único vehículo, hasta hoy, conjuntamente al de la tele vía satélite, capaz de cumplir con los fundamentos de la Gran Comisión. Por esa razón es que no puedo decir, tal cual lo hice en Una Mosca en la Nariz que yo, Néstor Martínez, soy el autor de este segundo libro. Sigue siéndolo el Espíritu Santo. Y a mí me toca ser UNO de los instrumentos usados por Él para bendecirte. Pero acompañado de muchos otros… 11 Otros a los cuales no menciono por una sencilla razón: ellos tampoco fueron autores de lo que escribieron o dijeron. El mismo Espíritu Santo plasmó la enseñanza y la dejó allí para que cada hombre dispuesto a aceptarla, creerla y ponerla por obra, la usara para la gloria y honra de SU nombre, y no para beneficio personal, tal como observamos en la mayor parte de la literatura cristiana. ¡¡Pero hermano!! ¡¡Está equivocado!! ¡¡El obrero es digno de su salario!! ¿Por qué va a negarse a percibir dinero por un trabajo que esté realizando para el Señor? Te equivocaste, no me niego a eso, todo lo contrario. A lo que sí me niego es a manipularle las emociones a alguien para sacarle unos centavos en el nombre del Señor. A eso sí me niego y me seguiré negando. Por tanto, no soy autor porque, sin el Espíritu Santo, no soy capaz de escribir una jota. En todo caso soy coautor, a eso lo acepto. Y los beneficios materiales que esa coautoría produzca, me serán liquidados a mi cuenta por intermedio del Banco Celestial. Más seguro que eso, imposible. En el lapso de algo menos de un año, (Lo que va desde el mes de Junio de 2005, que fue cuando finalicé el libro publicado en primer término, hasta hoy), me llegaron por distintas vías trabajos de otros siervos que, en lo global, quizás respondían a determinadas tendencias no del todo recomendables. Pero trabajos que, leídos con atención, u oídos con juiciosidad, tenían dentro de sí partes que eran toda una revelación relacionada con la iglesia del futuro. Es decir que cada uno de nosotros, (Obviamente me incluyo), tiene algo del Señor para decir y un montón de interpretaciones propias que ni siquiera valdría la pena mostrar, pero que a la hora de escribir un libro, va todo junto. Una Mosca en la Nariz tiene, indudablemente, mucho que viene directamente del Señor, tanto a través de decenas de siervos fieles como de mí mismo en alguna pequeña proporción. Pero también tiene un porcentaje que emana de mí mismo, de mi interior no crucificado, que viene a ser la parte que ni siquiera debería ser leída. Pero así somos los cristianos cuando hacemos literatura, que es el modo correcto de definir a todo esto, ya que la Literatura Cristiana sencillamente no existe. Si tú tomas aquel, se lo sumas a los que Dios pueda poner en tus manos relacionados con el mismo tema, y ahora le agregas éste, los juntas y extraes de ello lo bueno, tal el consejo paulino, no interesa que el resto tenga que ir al cesto de la basura, lo que importa es que lo que queda, es revelación pura y guía para tu dirección futura. Es que…hermano…no es ese el concepto que yo tengo de la literatura cristiana, ¿Sabe? – Sí, lo sé. Lo que ocurre es que así como existe una literatura secular que se maneja conforme a rudimentos y códigos propios, así también existe algo que la gente llama “literatura cristiana”, cosa que en realidad no existe. ¿Cómo que no existe? ¿No anduvo nunca usted por las centenas de librerías cristianas que hay? Sí, anduve. Y si bien hace algunos años pude hallar material medianamente aceptable, hoy lo único que encuentro es autoayuda con versículos bíblicos, testimonios de gente famosa convertida y recetas para ser feliz, agradar al pastor, prosperar rápidamente y cien mentiras más encerradas entre dos tapas que, para justificar su ascendencia cristiana, se complementan con versículos bíblicos que tienen más o menos algo de relación con lo que se dice. Ese es un negocio denominado como “literatura cristiana”. No me opongo a él, no confronto ni confrontaré a los miles que están en el negocio, así como tampoco lo defenestraré como cosa del diablo. Pero ni loco les hago el juego o les publicito sus engendros. Y mucho menos publicaría algo allí. Porque un libro que se precie de llamarse “cristiano”, es como la Palabra de Dios y como la Unción del poder. O viene de parte de Dios o es una imitación, un paralelo falso, ilegítimo y corrupto que hemos llamado Babilonia. 12 Y si viene de parte de Dios, nuestra obligación, como vehículos aptos, es escribirlo con la mayor excelencia, totalmente despojados de cualquier intencionalidad promocional propia y entregarlo de gracia tal cual como lo hemos recibido,también de gracia. Si es algo que Dios considera bueno por nuestra parte, Dios mismo se va a encargar como a Él le parezca, de recompensarnos en nuestro esfuerzo. Esto que digo parece una quimera ilusoria y digna de un místico irracional. Sin embargo, tengo que decirte que ¡¡Funciona!! Dios paga todas sus cuentas. En ese tenor, te invito a sumergirte en la lectura de Ya Salí de Babilonia; ¿Y ahora? Porque, al menos en este tenor crítico y confrontativo para con la iglesia tradicional que conocemos, será el último. Lo que venga después, si Dios así lo quiere, será formativo para los que están fuera, dejando librados a sus propias decisiones, para siempre, a los que quedaron dentro. Y todo eso sin saber si entre los que están fuera, habrá mayoría femenina, tal cual vemos hoy en los templos, o si habrá supremacía masculina. Creo que lo ideal sería construir la iglesia tal cual está construido el mundo: diferencias más, diferencias menos, mitad y mitad. Que no es el caso de hoy, a eso todos lo sabemos. Y no sólo lo sabemos, sino que incluso lo comprendemos, lo avalamos y lo justificamos. No hay lugar ya en la iglesia para los machismos estériles e irracionales, pero sí para un grado de equidad con la Palabra. Por allí comenzaremos esto que yo denominaría de modo doméstico, como un: Pequeño Manual ilustrado para salir de los templos para ir a ser parte de la Iglesia, sin suicidarse por la culpa o morir aterrorizado por lo que te dicen los antiguos “ hermanos” . 13 1 ¿Adonde Están los Hombres de la Iglesia? Yo te confieso una vez más, que cuando comencé a escribir mi primer libro, no tenía ni la menor idea del motivo, la causa o el fundamento por el cual lo estaba haciendo. Ya te lo dije en la Introducción. Pero también debo confesarte que, por un instante, pasó por mi cabeza la idea que, seguramente, pasó por la de muchos que lo leyeron. Si estaba contando abiertamente mis vicisitudes personales en una congregación evangélica; si estaba confrontando una tarea pastoral que dejaba algo que desear; si de alguna manera estaba poniendo en tela de juicio todo el sistema eclesiástico de mi ciudad, de mi provincia, de mi país, o yo estaba siendo enviado por el Señor a un trabajo muy grande o tenía un resentimiento de enorme magnitud. Claro; no sería ni el primero ni el último. Conocí a mucha gente en esas condiciones. Y en todos los casos produjeron en mí una imagen altamente negativa. Porque no se trataba de hermanos prestos a buscar lo mejor en la iglesia de su Señor, sino de personas dolidas, lastimadas, perjudicadas y amargadas dispuestas a destruir todo lo que tuviera color a pastor y a hermanos. Mi ignorancia sobre los fundamentos reales de esta publicación, más las historias vívidas de tantos y tantos, sumado a la opinión de amigos convertidos en “examigos” que me lo echaban en cara abiertamente, te confieso, me hicieron pensar y esperar en Dios con auténtico temor y temblor. Y Él no se hizo esperar demasiado. Me mandó a un diccionario secular a ver el significado de la palabra en juego. Resentido: Que muestra o tiene algún resentimiento. Resentimiento: Disgusto o sentimiento penoso del que se cree maltratado por la sociedad, la suerte o la vida. Claro; el diccionario es secular y la palabra iglesia no figura en ellos porque no forma parte, (Según su interpretación humanista) de algo digno de tener en cuenta. Pero lo podemos agregar porque es real y visible: disgusto o sentimiento penoso del que se cree maltratado por la sociedad, la suerte, la iglesia o la vida. Reflexión privada, íntima y personal: ¿Fui maltratado en la sociedad? Gracias a Dios, no. Tampoco te voy a decir que me sentí elevado por ella, pero maltrato no tuve. ¿Por la suerte? Bueno; convengamos que jamás me saqué la Lotería, pero tampoco puedo decir que por eso “la suerte” me haya tratado tan mal. ¿Y la vida? 14 Pasé las que pasé. Desde cero a veinte años no puedo quejarme. De los veinte a los veinticinco, una y una, cal y arena, indistintamente. De los veinticinco a los treinta un pequeño infiernillo terrestre. A los treinta y uno, Jesucristo. Fin del maltrato de la vida, sanidad total y nueva vida en el Señor. Entonces me queda la iglesia. ¿Fui maltratado en la iglesia? Ya te lo relaté bien detalladamente en “Una Mosca…” Una historia como la de tantos y tantos hermanos. Pero no podría llamarle a eso maltrato. No sufrí ninguno de esos horribles abusos que hoy muchos me relatan haber vivido. De todos modos, la idea de albergar algún resentimiento recóndito, todavía daba vueltas por mi cerebro. Allí fue donde el Señor me mostró que estar resentido con alguien o con algo, es lisa y llanamente aguardar ocupar el lugar de aquel que nos ha herido para, pensamos , hacer las cosas mejor. Eso significaría que, si yo estuviera resentido, por ejemplo , con quien fuera mi pastor, sería porque en mi intimidad estaría pensando que yo lo haría mucho mejor que él. ¿Sabes que? Jamás me imaginé siquiera ser pastor de la manera en que lo son los que conocemos. Ni siquiera cuando me lo propusieron, tal como te lo conté en mi primer libro. Entonces, muy bien podría estar resentido con la iglesia. Eso significaría que yo tendría en mente erigir una iglesia mucho mejor que esa si me lo permitieran. ¿Sabes que? Tampoco eso pasó ni una miserable vez por mi cabeza. Es más: creo que no tendría ni la menor idea de cómo manejar una organización eclesiástica tal como las que vemos a nuestro alrededor. Entonces, ¿Resentimiento de que podría tener? Por más que busqué, no lo encontré. Ni siquiera guardo el menor rencor o alguna sensación parecida por algo o alguien de mi vida eclesiástica. Lo conté como lo conté porque, estuve siempre convencido , no serían pocos los que iban a identificarse, y mis vivencias le darían mucha paz a sus corazones oprimidos por el miedo. ¿Miedo? Sí, miedo. La iglesia estructural ha sabido aceitar con el correr de los años, un prolijo y cuidadoso sistema de inhibiciones que ha llevado a mucha gente a suponer que, de sólo pensar cosas como las que yo he relatado, eso era suficiente motivo para irse de cabeza al infierno. Pero las decenas, o centenas, o millares de cristianos que hoy por hoy están con miedo dentro de las congregaciones, no pueden siquiera imaginarse el motivo o las causas por las cuales lo padecen. De ninguna manera se les ocurriría pensar que han sido sutilmente manipulados hacia ello. ¡Hermano! ¿Usted me está diciendo que hay gente que trabaja para infundir miedo en los miembros de una iglesia? Sí mi amigo; eso es exactamente lo que estoy diciendo. Valiéndose de las veladas amenazas u otra clase de artimañas, hay gente presta a infundirle miedo a otros para que se comporten conforme a lo que se espera de ellos. ¡Pero hermano! ¡Eso no puede ser! ¡Es antibíblico! Porque infundir miedo en la gente, es conducirlos hacia la cobardía. Y la Palabra es muy clara al respecto: …el Reino de Dios no es para los cobardes… Sin embargo, es así. Y no me crea, por favor, lo que le estoy diciendo sin comprobarlo con dos o tres testigos. Los va a encontrar rápidamente. En cualquier congregación evangélica hallará muchos más con ciertos miedos que con total tranquilidad y libertad. La duda que en ese caso nos queda, es que, si hay personas con poder suficiente como para operar en dirección a la inspiración de miedo, y con eso fabricar cobardes incapaces de confrontar corrupciones o mentiras, esa gente no está trabajando conforme a la Palabra de Dios, ¿Verdad? 15 Es la resultante de una suma. Dos más dos, es cuatro. Si opero manipulando emociones para despertar miedo en alguien, fabrico cobardía en esa persona. Y si los cobardes no entran al Reino de Dios, yo estoy haciendo que alguien no entre.La pregunta es: ¿Para quién estoy trabajando yo? ¿Pero es tan así, hermano? No sé como lo será en tu tierra, pero en la mía te puedo dar garantías que sí. Y si no, bastará hacer una pequeña encuesta entre las hermanas de cualquier congregación local. Simplemente pregúnteles que piensan de los hombres de la iglesia. Ellas van a responder con expresiones que darán espacio a lo que termino de decirte. Y eso ha determinado, entre otras cosas, que las iglesias estén conformadas mayoritariamente por mujeres, haciéndole creer a una sociedad que tiene predilección machista, que los hombres no tienen espacio para moverse en esos sitios espirituales. Una enorme mentira satánica con gran aceptación, incluso, dentro de nuestros ambientes supuestamente muy espirituales. Yo recuerdo que en mi infancia (Y no deja de ser un milagro que con más de sesenta pueda recordarlo), participando de la gigantesca mesa de campo, donde una vez por mes se almorzaba un domingo en la casa de mi abuela materna, se armaban unas tremendas discusiones centralizadas en dos temas: política y religión. Mi madre tuvo tres hermanas y, a excepción de la menor que en esa época aún estaba soltera, las otras dos solían participar, cuando podían, de esos almuerzos, con sus respectivos maridos. Ellos, sumados a mi padre, armaban la tremolina grande de interminables discusiones que jamás llegaban a una conclusión limpia o positiva. Todo ante la atenta e interesada mirada de mi abuelo, un hombre de infinita bondad y dueño de un carácter muy singular. Jamás tuve la ocasión de ver enojado a mi abuelo, y mucho menos deprimido. Era muy inteligente y creativo para la época, el medio ambiente y su propia condición social. Políticamente, mis tíos eran enemigos ideológicamente irreconciliables, y mi padre, solía hacer de moderador, aunque por allí también perdía los estribos porque atesoraba sus propias simpatías y no las podía ocultar. De hecho, allí mismo se terminaba la paz familiar. Profesionales radicales, obreros peronistas, terratenientes conservadores y líricos demócratas, que aquí constituían una especie de centroderecha moderada no podrían jamás, por más que se amaran como parte integrante de la misma familia, llegar a acuerdos conciliatorios. Entonces, cuando las cosas se ponían color violeta oscuro y a mi abuelo se le empezaba a terminar la paciencia y los miraba con cara de echarlos a todos a puntapiés, decidían cambiar de tema y, tanto como para aliviar las cosas, se metían con la religión. ¡Mucho peor, todavía! Porque la religión cristiana, en mi primera infancia, obviamente no iba ni podría ir más allá de las distintas opiniones que cada uno tenía de la única iglesia conocida en la pequeña población donde nací: la Católica, Apostólica Romana. Pensar en otro credo, era sacar credencial de herejía. Y esas discusiones eran más complicadas que las otras, porque no estaban referidas a la existencia o no existencia de un Dios al que cada uno veía como mejor le parecía, o sencillamente no veía, sino directa y sencillamente a la validez, credibilidad, honorabilidad o todo lo contrario de los curas. Y digo que esta discusión era mucho más compleja, porque en contraposición con las divagaciones pretendidamente ideológicas de mi gente mayor, aquí inmediatamente tomaban participación y partido las mujeres, lo cual solía hacer más voluminoso el escándalo dominguero. A los hombres se les llenaba la boca criticando a curas borrachines, mujeriegos, jugadores de naipes de la baraja española o dueños de otros hábitos no menos “santos” que esos. 16 Matemáticamente, aparecían las mujeres encabezadas por mi abuela, asumiendo la defensa de esos “santos curitas” que vivían haciendo el bien. Y si bien estando de pie, mi nariz aún no llegaba a la altura de la enorme mesa de las deliberaciones entremezcladas con la “pasta” del domingo (Tradición exportada de la Italia lejana de los bisabuelos), mi capacidad de razonamiento me alcanzaba para definir algo que quizás todavía tiene demasiada incidencia hoy: la religión era una cuestión reservada para las mujeres. Porque a medida que fui creciendo, (Naturalmente, como Católico Apostólico Romano por bautismo de aspersión, catecismo y hostia) el panorama se fue ampliando conforme a lo que podía ver las contadas veces que, por obligación, desde luego, fui a una misa. La iglesia no se limitaba a estar formada por mujeres, sino que había que agregarle viejos y viejas, además de los niños que, como este servidor, no tenían otro remedio que sumarse porque eso era lo que “correspondía” hacer para cumplir con los preceptos y no exponerse a un sermón que te dejara mal parado con todo el pueblo. Porque mi pueblito natal era muy pequeño, (Unos quinientos habitantes), y a una misa de domingo por la mañana (La única del día) iban más o menos unas cuarenta personas. Todas ellas cruzaban la única plaza, llena de árboles y plantas de moras no evidenciando un interés espiritual demasiado fuerte. Iban porque había que ir, no porque se creyeran demasiado lo que allí adentro se hacía o se decía. Lo importante era hacerse ver porque un día cualquiera iban a necesitar del sacerdote para algo de la familia y había que estar en buenas relaciones. No había otro incentivo. Pero si el cura llegaba a criticar por alguna razón a alguien conocido (Todos se conocían) para la tarde lo sabían los quinientos del pueblo. Y supongo que ocho o diez perros, también. Parecería ser que así nació el periodismo informativo, no? Entonces, todo este prolegómeno que te he hecho, sirve para que me entiendas que yo crecí viendo como la cosa más natural del mundo, que todo lo que tuviera que ver con iglesia y religión, estaba reservado para viejos, mujeres y niños. Los hombres se dignaban en pisar la parroquia sólo en ocasiones muy especiales. Todos saben ya que esas ocasiones especiales podían ser tres: bautismo de hijo, casamiento propio y funeral de despedida mortuoria de alguien cercano. En esa clase de religión nacimos, por lo menos, el ochenta o noventa por ciento de los hombres de mi generación en mi país. Una gran mayoría de ellos no tuvieron oportunidad o no quisieron aprovecharla, de conocer a Jesucristo. A mí, por la tremenda misericordia de Dios, me fue dada esa oportunidad. Y la tomé como un náufrago toma una tabla que va a permitirle flotar y salvarse al menos por un rato. Y no creo haber sido la excepción; la mayor parte de los que hemos conocido al Señor de adultos, hemos llegado de ese modo: respirando hondo sin llenar los pulmones, con los ojos desorbitados y a punto de asfixiarnos. Acepto como mera formalidad religiosa de culto dominguero, que alguien pase a dar su testimonio y me cuente que llegó a Cristo atraído por la magnificencia de su Deidad. Será muy difícil que me pueda convencer que no llegó porque ya no sabía más para donde mirar, como llegué yo. Lastimados, humillados, heridos, ofendidos, traicionados, por citar apenas cinco expresiones con las que la mayor parte de los nuevos creyentes pisa alguna vez por primera vez un templo. ¿Qué buscan? Buscan a Cristo. ¿Qué les dan? Generalmente, oraciones, imposiciones de manos y sanidad interior. 17 ¿Les hace mal? No, no les hace mal, al contrario; los ayuda y bastante. Pero les enseña que la solución a sus problemas íntimos y personales, siempre pasará por las manos, las decisiones y las oraciones de un determinado líder. Y desvían su mirada de Aquel a quien jamás habrá que dejar de mirar. Ahora bien; el caso es que la mayoría de esas lastimadas, humilladas, heridas, ofendidas, traicionadas, abusadas y violadas,suelen ser mujeres. En el “mejor” de los casos, (Si a eso se le puede llamar “mejor”) por extraños de manera circunstancial. En el peor, por sus propios allegados, familiares e, incluso, sus mismísimos maridos. Cualquiera ha visto esto sobradamente. Así es que, si se suman estas dos alternativas que te he mencionado, por cada hombre que arrima a una congregación, están llegando no menos de diez mujeres. Y de esas diez, será un verdadero hallazgo si dos de ellas tienen matrimonios normales y buenos. Si a eso le sumas que los matrimonios contraídos dentro mismo de la congregación por parte de miembros de la iglesia entre sí tampoco suelen ser un reaseguro de éxito conyugal, eso nos da un resultado de mayoría femenina y con profundos desacomodos en sus vidas domésticas. Yo todavía no puedo saber quien fue el inventor de la iglesia como lugar de contención para este tipo de problemas. ¿Contención? ¿La iglesia del Señor, predestinada a recuperar el reino del Padre usurpado por el diablo y devolvérselo a Él, limitada a un opaco grupo de autoayuda? ¡Cuánto mal te ha hecho el humanismo descarnado iglesia mía! El caso es que es demasiada la gente la que llega a la iglesia con esa expectativa: encontrar una almohada fiel sobre la cual llorar sus desdichas. Que no estaría mal ni sería contraproducente en demasía, si no fuera porque paulatinamente, esa gente olvida a la figura central del sitio en el cual se encuentra y comienza a dedicar sus esfuerzos, amor, trabajo y alabanza a la figura humana a cargo. 001 - La Iglesia Romántica… Y por alguna razón que la sociología quizás podría explicar debidamente y mejor que yo, que no tengo ninguna autoridad en esa materia, todas nuestras congregaciones cristianas se componen, como promedio, por un setenta y cinco por ciento de mujeres y el restante veinticinco por hombres y niños. Y eso, entre otros inconvenientes que luego detallaré, ha determinado que el espíritu que impera en la iglesia, todavía, tenga que ver mucho más con cierto romanticismo florido que con el espíritu guerrero que Dios pensó desde el principio para ella. No descubro nada si digo que la mujer tiene una tendencia sana al romanticismo muy por encima del hombre. Pero esto no es crítica, es realidad. Y una realidad que no deja de ser positiva y buena: la mujer es romántica por su propia naturaleza, mientras que el hombre es más…rústico, por catalogarlo de alguna manera más elegante a las decenas de bestias peludas que andamos por allí. Y si bien esa suavidad, esa femineidad romántica es excelente para adornar noviazgos y matrimonios, no resulta tan positiva ni exitosa a la hora de llevar adelante la marcha de la iglesia. Porque a la hora de elegir entre canciones de guerra o baladas que hablan de amor, la mayoría femenina inclina la balanza y el resultado tú lo conoces tan bien como yo. No puedo hacer de esto un análisis evaluativo de calibre profesional, pero sí puedo acotar pequeñas grageas que he ido recogiendo en mi experiencia personal por los templos de distinta categoría social, teológica, económica y espiritual: iglesia guerrera, veinte por ciento; iglesia de amor, ochenta por ciento. En una ocasión, una joven mujer que era oyente de uno de mis trabajos radiales, me preguntó si aceptaría ir a predicar a su iglesia. Le dije que sí, pero que lógicamente quien debía invitarme era su pastor, que con las intenciones de ella no era suficiente. 18 Me respondió con una amplia sonrisa que no me preocupara, que lo diera por hecho y que fuera reservando fecha. La esposa del pastor era tía suya y estaba convencida que no iba a haber ningún problema en convencerlos. ¿Sabes algo? Fue así, nomás. Antes de una semana tenía una invitación formal para visitar a una iglesia que no conocía, firmada por un pastor al que tampoco conocía, quien había dirigido esa invitación a un predicador que él tampoco conocía. Toda una pintura rosada… Fui con mi familia. Por “sugerencia” de esta niña, la banda de alabanza me recibió a mi ingreso con los acordes de la música que yo utilizaba como presentación de mi espacio radial. Me pareció una verdadera “cholulada” (No sé como se le llama a esa clase de ridiculeces en otros países), pero lo acepté como un acto de amor fraternal para conmigo. La iglesia tenía, además del pastor principal y su esposa, tres o cuatro copastores más. No era demasiado grande, (Unos cien miembros) pero la noche de mi visita estaban todos. Me pareció muy bueno eso de tener muchos líderes porque yo todavía andaba convencido en la “contención” de las personas, por encima de la validez de la Palabra enseñada. Creía, como todavía lo siguen creyendo miles de cristianos, (O acaso millones), que la iglesia estaba para cubrir las necesidades de la gente. Y jamás lo pude ver en la Biblia, hasta el día en que fueron abiertos mis ojos, que no se trataba de Las Necesidades, sino de La Necesidad. Y la única necesidad que tiene el hombre, es Jesucristo. A todo lo demás, si se lo hace y se lo tiene, bienvenido sea como accesorio, pero la base de una iglesia del Señor, es la predicación fiel de Su Palabra genuina y, a partir de allí, el discipulado de cada uno de los que Dios añada a ese lugar. Solía ejemplificar un pastor que, un avión de línea, tiene como objetivo trasladarte a un determinado destino. Que durante el viaje tú uses el aire acondicionado, la música funcional, el cine y el restaurante de a bordo, es accesorio. Pero a nadie se le ocurriría ir solamente a ver cine a un avión. Entonces, el único problema que tenía en mi corazón, era la palabra que el Señor me había dado para llevar allí. Luego de orar y creo que hasta ayunar respecto a ello, Él me había dirigido a llevar nada menos que Gálatas 5: ¡Las obras de la carne! ¿Pero como iba yo a devolver tanta gentileza, pleitesía y exagerado respeto ministerial para conmigo y mi familia, predicándoles sobre las mugres del pecado, a toda esa gente que seguramente recibía contención, enseñanza y guía permanente por parte de todos sus pastores a cargo? ¡Eso era sencillamente una muestra de falta de consideración! Sin embargo, y pese a que me faltaban varias monedas para completar el peso en mi vida espiritual, algo ya estaba teniendo muy claro en ella: obedecía sin chistar las órdenes de mi Padre celestial o cualquier cosa que hiciera carecía de unción. Entonces, sencillamente y sin el menor pudor, a continuación de los homenajes y palabras alusivas, sumadas a los afectuosos saludos de todo el cuerpo ministerial de la iglesia, las alabanzas y adoración de rigor y los anuncios, me cedieron el púlpito y Gálatas 5 cobró vida y efecto. A esa altura de la jornada, yo ya me había convencido que esa Palabra Dios me la había dado porque, seguramente, habría alguien a quien le iba a calzar de perlas. Estaba convencido que esa gente estaba lo suficientemente pastoreada como para no necesitar examinarse su carne, pero que por allí a uno, apenas a uno, podía serle útil. No iba a pasar al frente, claro está, pero iba a ser bendecido. 19 Con esa tranquilidad en mi corazón, me olvidé del viejo pastor, de su esposa (La tía de mi joven intermediaria), de todos los pastores ayudantes y me dejé llevar por el Espíritu Santo. Leí las obras de la carne, fluí en conceptos claros, precisos, concretos y específicos. Y en el final del mensaje, hice un llamado sin mucha convicción a que, si alguien debía reconocer haber estado influenciado por alguna de estas obras de la carne, que pasara al frente que con gusto íbamos a orar pidiendo misericordia al Señor por esos pecados y recibir el ansiado perdón y la paz que precede al arrepentimiento genuino. Tal como te dije antes, no esperaba movimiento alguno, por lo que no creí ni necesario ni oportunorepetir ese llamado, tal como lo tienen por costumbre la mayoría de los predicadores, esencialmente los evangelistas. Cerré mi Biblia, cerré mis ojos e hice una breve oración de gracias. Cuando los abrí, casi me voy al suelo y no tocado por el Espíritu, precisamente. Allí, en el frente, apretujados y casi empujándose entre ellos para poder llegar, estaba la iglesia completa. Mejor dicho: casi completa: faltaban los pastores principales y sus tres ayudantes. El resto, todo… Hubo llantos, arrepentimientos casi a gritos, reconocimiento de pecados sin confesar, gente de rodillas, gente desparramada por el suelo sin que nadie les orara ni los tocara, en fin; un monumental barullo en un sitio no demasiado acostumbrado a estas cosas. Estoy seguro que para la gente, mi paso por allí fue de bendición. No dudo que fueron muchos los que entraron en un camino genuino de sincera fe en Jesucristo, abandonando los rudimentos tradicionales de la religión costumbrista. Pero también estoy más que seguro que en el plano del liderazgo, las cosas no fueron vistas del mismo modo. ¿Cómo iba yo a predicar una palabra de tal naturaleza que desnudara la falta de trabajo pastoral y cuidado por todas esas ovejas? ¿Qué me había creído? Me fui del lugar despedido por una inmensa cantidad de, todavía, emocionados hermanos y hermanas de todas las edades y condiciones. El pastor, su esposa y los tres ayudantes, creo que fueron los únicos que no aparecieron por las cercanías. Se habían ofendido duramente, claro…Los entiendo. Sentí mucha culpa los días subsiguientes por ese episodio, pero Dios es Dios y los hombres son los hombres. Según a quien respondas, allí estás. Cuando un hombre sabe perfectamente lo que tiene que hacer, adonde lo tiene que hacer, como lo tiene que hacer y en que momento lo tiene que hacer, pero por alguna causa no puede hacerlo, ese hombre está controlado por otros hombres. El caso es que en esa congregación, esa “brillante” actuación, significó mi debut y, en la misma reunión, mi despedida. Jamás volví allí. Y no sólo eso, sino que la jovencita que había hecho la gestión para que se me invitara, debió mudarse a otra iglesia porque los tíos no quisieron saber más nada con ella y sus afanes espirituales progresistas. ¿Por qué te he relatado esta anécdota tan similar a tantas que les deben haber ocurrido a miles de predicadores por todo el planeta? Por una simple razón: la decisión (Independientemente de si acertada o equivocada) de llevarme allí, fue tomada por dos mujeres. Una joven y su tía. Por encima de la mismísima autoridad pastoral principal y sus ayudantías. ¿Acaso este será un pensamiento de carácter machista? No. En absoluto. Nadie más lejos del sentir machista que este hijo de Dios. Estoy más que en claro que, cuando Dios dice no hacer acepción de personas, eso incluye también al hombre y la mujer, aunque en muchos sitios no se haya enseñado así. Entre otras cosas, porque un día estudiando sobre la ayuda idónea, descubrí que no se traducía como yo imaginaba en eso: ayuda, apoyo, bastón, respaldo o similares. Ayuda idónea es, literalmente: lo mejor que Dios ha encontrado para ti… 20 ¿Y entonces? Entonces, tiene que ver con un estilo cargado de romanticismo que hoy por hoy todavía gobierna espiritualmente a las congregaciones. Lugares en que los pocos hombres que hay, se dedican a disputarse cargos y posiciones, mientras que sus mujeres se calzan el efod sacerdotal y llevan adelante a la iglesia en ese ámbito. ¿Eso está mal? No, no lo está, ya que si termino de decirte que para Dios (Y para mí tampoco, obvio), no hay acepción de personas, estaría muy a contramano que yo la hiciera aquí. Pero la iglesia se compone de familias, y éstas de hombres y mujeres. Y las que veo, no tienen la necesaria presencia masculina como para tomar su rol guerrero. Pero resulta ser que para ser un buen guerrero, un hombre tiene que tener por encima de cualquier otra virtud, cierta valentía. Que no es irresponsabilidad o inconsciencia, sino fuerza para vencer cualquier temor. Y allí es donde el hombre desaparece. Ha sido tan meticulosamente operado en sus emociones que, a la hora de esgrimir su potencial masculino, éste no aparece. Si partimos de la base que en la mayoría de las predicaciones, por causa de la supremacía del ministerio pastoral (No predican los otros ministerios restantes), se proclama preponderantemente a un Dios de amor (Porque ese es el corazón del pastor); la suma se convierte en algo demasiado débil como para preocupar al diablo y sus demonios. Entonces se cae en vicios demasiado abundantes y conocidos como para que a alguien les resulten novedosos. El espíritu de Jezabel se hace verdaderos “picnic” con muchos ministerios y, como instrumentos de ese espíritu, hay una mayoría femenina, que es la que mejor se adapta, ya que opera eminentemente por seducción. He recorrido (Mientras fui persona más o menos grata para la estructura), decenas de congregaciones. Tuve oportunidad de conocer mujeres fuertes, mujeres ungidas, mujeres influyentes y mujeres con enorme capacidad de organización. Lo que conocí muy poco, fue a hombres con autoridad, comportamiento y estilo masculino. Déspotas y autoritarios, sí, unos cuantos, pero no es lo mismo. Y que conste que no estoy hablando de los clásicos y también demasiado abundantes “don juanes” cristianos. Muchachos que andan por los templos en búsqueda de hermanitas solas, aburridas, tristes o desprotegidas para, en el mejor de los casos, establecer alianzas eclesiásticas firmes, y en el peor… Pero debo reconocer que abundan hermanos cuyo comportamiento, actitud y gestualidad te dejan pensando como mirarlos de la mejor manera para no equivocarte feo en el tratamiento protocolar y confusamente tratarlos de “hermanitas…” Esto, indudablemente, es fruto de un feo error que viene cometiéndose con la complicidad de ciertas enseñanzas sobre santidad, erróneas. El error consiste en suponer que, al convertirse, un hombre perderá su carácter rústicamente masculino y se transformará en una suave mariposa escuálida volando alegremente sin destino cierto. No tengo nada en contra de los homosexuales desde lo social, no soy un discriminador, pero sí debo consignar una vez más que la homosexualidad desagrada a Dios. Es un avance diabólico que con mucha sutileza ha logrado infiltrarse en ambientes supuestamente cristianos produciendo verdaderos estragos y tomando un carácter de cosa corriente. El cuento chino (con el debido perdón de mis hermanos chinos), de la conducta sexual alternativa ha logrado demasiados adeptos adentro. Que yo sepa, Dios dijo al crearlos que eran varón y hembra. Si Él hubiera planificado un tercer estado sexual, lo hubiera dicho. Dios jamás hizo sus cosas a medias. 21 Y pensar que hay unos cuantos que, incluso, han llegado a formar iglesias de homosexuales. Eso, a mí, a la luz de la Palabra y sin el menor asomo de discriminar o cazar brujas, me causa la misma sensación que el asunto de los matrimonios. Porque en el planeta entero, mientras los matrimonios heterosexuales cada vez son menos, ya que los jóvenes optan por hacer lo que Dios ha prohibido, esto es: irse a vivir en pareja con sus novias, cometiendo lisa y llanamente fornicación, las parejas gay luchan denodadamente para poder casarse…¿Lo quieres más sutil y perverso? Y digo que esas enseñanzas conllevan error, porque nuestras militancias antiguas en el catolicismo romano no parecen habernos dejado ninguna lección a aprender. Entonces, ante la demanda de una santidad inequívoca para servir al Señor y no poseyéndolaefectivamente, se adopta la postura de la autorepresión, con los resultados legendariamente conocidos, antes y ahora. Allá y acá. Para muestra, basta un botón, dice el refrán. Cuando apareció el movimiento de la santidad, el catolicismo romano entendió que lo mejor para poder lograrlo, era la reclusión en soledad. Entonces crearon los monasterios. Y en lugar de conseguir santidad, lograron aumentar y sobreabundar el alcoholismo, la homosexualidad y demás chistes por el estilo. En la iglesia evangélica ocurrió algo parecido, por eso digo que nadie parece haber aprendido la lección. En aras de alcanzar la tan ansiada, declamada y ordenada santidad, viendo ciertas imposibilidades por causa de nuestra naturaleza pecaminosa, se optó por la represión y la disciplina. Podrá tener un color parecido, pero no es la misma cosa, sin dudas. Entonces salieron los que prohibieron esto, aquello y lo otro. No te pongas eso, no te pintes, no uses pantalones, no te cortes el cabello y cien cosas más que, lo único que consiguieron fue darle campo propicio al adulterio por parte de hombres que, ahuyentados por esposas con rostros lavados con cloro, eran atraídos por mujeres bellas y sin limitaciones. Astuto el diablo… Pero no te creas que allí terminaron las alucinantes novelas de la santidad eclesiástica. También hubo cientos de hermanas que de pronto cayeron en las redes de los pocos hombres masculinos que quedaban por causa de no sentir ya atracción por maridos demasiado….suaves…¿Santidad o Represión? Todos sabemos la diferencia abismal que hay entre una cosa y la otra. Santidad es algo que viene desde adentro hacia fuera, es producto de un estado interior mancomunado con Cristo y una permanente actitud de: No quiero, No lo necesito, No me interesa. Represión, mientras, es: No puedo, No se me permite, No debo. En algún momento se cae el andamiaje carnal y el estrépito del zafarrancho de combate se oye a miles de kilómetros. La iglesia se ahorraría mucho pecado si en lugar de imponer buena conducta a sus miembros, presentara a Jesucristo como cabeza de toda razón y de toda vida, dejando que Él produzca fruto a ciento por uno. Sin embargo, en una iglesia sobrecargada de romanticismos poéticos y hombres débiles sometidos a límites insospechados de abuso espiritual por parte de otros hombres con fuerte autoritarismo, no podían estar ausentes los problemas de alcoba. ¿Nadie ha sido capaz de examinar que, si en los matrimonios cristianos, no existe una clara definición entre la masculinidad del hombre y la femineidad de la mujer, algo o alguien va a ser enviado por el diablo a cubrir esos espacios de carencias afectivas y de las otras? La idiosincrasia femenina contempla, inexorablemente, una natural necesidad de protección. Pese a la fortaleza que muchas damas han exhibido, en su intimidad femenina, ellas añoran a ese hombre fuerte capaz de amarlas, protegerlas y hacerlas sentir muy mujeres. 22 Pero resulta ser que esa tergiversación de roles que por años se ha dado dentro de las congregaciones, como resultado de una sujeción lindante con la esclavitud, ha determinado que en muchos casos, un hombre se transformara poco menos que en el califa de un harem cristiano. Y para colmo de males, sin la menor vocación de eunuco. Porque la hermana puede ser muy eficiente y útil en su ministerio, pero se corre el riesgo de alterar el orden divino, que habla del hombre como cabeza espiritual del hogar. Son tantos los matrimonios en los que esto no se da, que casi ha ingresado en descrédito y no son pocos los que llegan a cuestionar a la misma Biblia por expresarlo. El caso es que, cuando la mujer es la que se calza el efod sacerdotal, (Y no hablo de maridos inconversos, sino de maridos cristianos débiles), toma el mando con autoridad, firmeza, unción y buenos frutos. Lo único en lo que queda en deuda, es en su necesidad interior de sentirse mujer. Porque para que ello suceda tal como Dios lo planificó, indefectiblemente deberá tener cerca suyo a ese hombre que, con su fortaleza, física y espiritual, la hará sentir segura, protegida, cubierta y respaldada como para ser poco menos que imbatible. Por eso es que la Biblia habla del matrimonio como un cordón de tres dobleces. Cuando eso no ocurre porque ese esposo es alguien timorato, incapaz de tomar decisiones sin consultar a su pastor, incluidas las domésticas y propias de la pareja, esa mujer está incompleta. Y pese a su fidelidad, su lealtad al Señor y sus mejores intenciones, interiormente añora ese protector que por naturaleza femenina necesita para sentirse plena. Y casi sin proponérselo, comienza a observar a su alrededor en búsqueda de modelos. Y generalmente, al primero (Cuando no el único) que encuentra, es al pastor. No creo que haga falta comentar las tremendas vicisitudes que deben pasar estos hijos de Dios para no caerse. Una vez más habrá que decir: ¡Diablo astuto! Porque él sabe muy bien que cualquier congregación local está basada y fundamentada en las familias que la componen. ¿Entonces? Entonces, si la quiere destruir, simplemente habrá que atacar de la manera que se pueda a esa familia. Y podrán salir novedades de cualquier calibre y color al respecto, pero hoy por hoy, todavía el mejor modo de destruir a una familia, es destruyendo primeramente el matrimonio principal que la conforma. Y el primer punto de ese socavamiento, es precisamente, el socavamiento a la autoridad. Todo lo demás, es consecuencia de esa pérdida de autoridad. Cuando un matrimonio se pierde el respeto mutuo, es porque un tiempo antes, se ha perdido el sentido de la autoridad. En uno de ellos o en ambos. Todo lo que pueda suceder después, apenas es una prosecución de consecuencias. Esto es lo mismo que esa caprichosa clasificación de pecados que en algunos sitios eclesiásticos se ha inventado para que se estudie y se prepare la defensa. No existe clasificación ni calificación de pecados. Hay un pecado que es la madre y el padre de todos los demás: incredulidad. Porque tú te largas a pecar alegremente y sin el menor temor porque, en el fondo de tu intimidad, crees que no va a suceder absolutamente nada. Y si crees eso después que has leído en la Biblia lo que has leído, es porque en verdad tú no crees que exista un Dios después de todo… Pero volvamos al tema central. ¿Qué es lo que sucede con los hombres en la iglesia? ¿Por qué son las mujeres las que mayoritariamente, están involucradas en las máximas responsabilidades administrativas de los ministerios? Particularmente, siento un enorme respeto por la capacidad organizativa de la mujer. Creo que llegado el momento de las grandes decisiones, las mujeres cuentan con un plus especial que les 23 permite tomar las decisiones más importantes con su mente mucho más fresca y ágil que cualquier hombre. Sin embargo, también entiendo que en la iglesia espiritual, esa que tiene muy poco o nada que ver con la organizativa, Dios se preocupó por crear un orden y darlo a conocer. Pero para que eso sea efectivo, no basta con que se lo declame desde los púlpitos o se lo escriba en los boletines eclesiásticos. Los hombres creyentes genuinos deben consolidar sus estados internos para que, a partir de ello, puedan cumplir fehacientemente con el rol que se les ha asignado. No te olvides que la “fama” del yugo desigual se fundamenta en la pareja conformada por un o una creyente y un o una incrédula. Sin embargo, y sin perder esta línea que es inamovible, debo decirte que la unión entre un o una ungida y un o una “dominguera”, también es yugo desigual. Pero claro; para que todo eso suceda, tiene que existirdentro de cada persona, una convicción que irá mucho más allá de la simple pertenencia al credo, denominación o membresía de una iglesia local. El creyente, tendrá que tener certeza de una identidad espiritual propia. ¿Y como se consigue eso? Escudriñando la Escritura. Buscando las puntas, los extremos de un ovillo de fino hilado que terminará constituyendo una madeja capaz de fortalecer nuestras estructuras íntimas. Está muy bien, pero ¿Qué escudriñar? Escudriñar los principios básicos que se encuentran encerrados en los relatos bíblicos literales. ¡Pero hermano! ¡A mí me enseñaron que…! Sí, ya sé lo que a ti te enseñaron por una simple razón: es lo mismo que me han enseñado a mí. Pero si yo, que no soy una excepción en lo más mínimo, pude tener la misericordia de Dios a mi favor para poder ver lo que había detrás de toda nuestra enseñanza clásica, no veo el motivo por el cual no puedas tú también acceder a ese mismo privilegio. Allí será cuando caigas en la cuenta que todo el tiempo que te pasaste supuestamente estudiando la Biblia, no has hecho otra cosa que enriquecer tu intelecto con historia hebrea. Asimismo, todo el tiempo utilizado en el cumplimiento férreo de devocionales diarios, lo único que produjeron en tu vida ha sido el aprendizaje de versículos de memoria, cosa que está muy bien en sí misma, pero que no produce los resultados que te mencionaba. Cuando yo hablo de acceder a principios básicos, estoy refiriéndome a que como genuinos hijos de Dios, podamos acceder al pensamiento básico de nuestro Padre. Si los hijos no saben como piensa su padre, jamás podrán cumplimentar con los objetivos de la familia. Lo primero que deberemos conocer, entonces, es nuestra condición de redención. ¿Nuestra condición? ¿Cómo que nuestra condición? ¡Somos salvos y se acabó el problema! Sí, eso es lo que piensan casi todos. No voy a poner en tela de juicio la salvación de nadie, obviamente, pero sí el conocimiento que cada uno pueda tener de cómo se produce esa salvación. ¡Pero hermano! ¡Todos sabemos muy bien como se produce nuestra salvación! ¡Es el ABC, lo elemental del aprendizaje del evangelio! ¿Quién puede ignorarlo? La mayoría. ¿Qué? – Lo que lees. Porque tú podrás saber la historia que te han relatado, pero es muy probable que no sepas lo que verdaderamente ocurrió en aquella cruz del Gólgota. ¿Quieres comprobarlo? Sigue leyendo sin distraerte en nada. 24 2 ¿Qué Fue lo que Sucedió en la Cruz? Ya hemos proclamado en muchos trabajos que Cristo murió por ti, no en tu lugar. Hemos expresado, también, que lo que eventualmente murió en la cruz, fue nuestra naturaleza adámica. Ahora vamos a recorrer la Biblia para probarlo, ya que es el único modo en que habremos de entender todo lo que Dios está preparando para este tiempo… Es decir que vamos a salirnos de la fraseología evangélica tradicional, clásica y conocida y vamos a entrar en la Palabra para ver, efectivamente, como es que eso que dijimos tantas veces ha ocurrido verdaderamente. Como es que eso que sucedió en la cruz, viene a ser nuestro. Porque recién cuanto tú entiendes la cruz, entiendes el sentido de tu vida aquí. Porque todo lo que más adelante tendré para decirte, enseñarte y quizás descubrirte, tiene razón y sentido de ser si tú sabes quien eres, por qué estás aquí, como es que has sido redimido y qué cosa real sucedió en la cruz del calvario más allá de la figurita colgada que nos vendiera el catolicismo romano. (2 Timoteo 1: 8)= Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, (9) quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, (10) pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, (11) del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Quiero que entiendas bien algo que aquí es esencial. Te está diciendo que el evangelio contiene, en sí mismo, el suficiente potencial como para determinar inmortalidad. No es, necesariamente, ese evangelio chato y sin fuerza que suele predicarse en las iglesias, es el verdadero. ¿Pero es tan así, hermano? No lo sé; compruébalo tú mismo: mira a tu alrededor. El verdadero evangelio, tiene el potencial de producir el fin. Dice allí: …el cual quitó la muerte…algo que ya es un hecho, …y sacó a la luz… es decir: reveló. Esto significa que existe, pero no es manifestado hasta que se revela. Hay mucha gente clamando por una manifestación de Dios, pero cuando ésta llega por revelación, como ha sido formado en otro tipo de doctrina, se la pierde porque no la cree. El verdadero evangelio te revela, saca a la luz lo que es vida e inmortalidad. Y todo eso es por medio del evangelio. Si es el verdadero evangelio, te va a enseñar como vencer la muerte. Para ello, sólo es necesario producir fe. Esa una tarea básica de la iglesia. Que la iglesia que tú y yo conocemos no esté cumpliendo correctamente con ese cometido, no es un asunto de organizaciones, pastores ni denominaciones. Es un asunto tan espiritual que 25 tiene que ver con una guerra que en muchos sitios ni siquiera se sabe que se esté librando. Y además tiene que ver con un proceso que Dios está llevando adelante en este tiempo. Yo sé que habrá muchos que aquí mismo dirán: ¡Ah, no! ¡Este asunto de las revelaciones es demasiada fantasía! ¿Por qué deberíamos apartarnos de las líneas correctas y reconocidas de interpretación bíblica, para caer en el riesgo de la confusión por causa de seguir la locura de alguien? Eso sería altamente correcto si no fuera por un pequeño detalle. Yo conozco (Debe haber más) al menos cuatro líneas clásicas de interpretación bíblica: premilenarista – postmilenarista – historicista – espiritualista. Suponte que lo aceptamos como válido. Vamos a la Biblia para ver qué nos dice ella de todo esto. Buscamos y no encontramos a un Dios premilenario, tampoco hallamos a un Dios post milenario y mucho menos a un Dios histórico. ¿Entonces? ¡Ah, no lo sé! Lo único que pude hallar, es que en muchos pasajes dice que Dios es Espíritu. Tú imagínate el resto… Recuerda que nada sucede hasta que alguien primero lo dice, lo predica y se convierte en un mover, hasta que se materializa. Debemos revestirnos. Entiende: revestirnos, vestirnos con otro ropaje. No estábamos desnudos, teníamos otra ropa no válida para este presente. Estamos gimiendo, ya, cansados de esta dimensión. Y podemos observar casi con triste sorpresa, que mientras la iglesia tradicional anda a gusto en el cuerpo, nosotros andamos disgustados con la caída. Estamos buscando la próxima dimensión en Dios. La iglesia va a redimir los tiempos, apresurando los tiempos. Hay que apresurarlos. Te di esta última escritura, sólo para que veas que la Palabra contiene un elemento mucho más vital que el de producir salvación. La salvación incluye tres tiempos y tres dimensiones. La dimensión del espíritu, el alma y el cuerpo, ayer, hoy y mañana. Entiende: estamos siendo salvos. Y si logramos reprogramar la configuración de la computadora de nuestro viejo inquilino, al que con demasiado respeto solemos llamar “viejo hombre”, veremos la redención de nuestros cuerpos. Una es contingente de la otra, no viene automático. Tú no puedes vivir como se te da la gana y esperar reinar con Cristo. Algunos estarán dentro, y otros no. Algunos entrarán cerca, y otros no. Unos traerán parte de
Compartir