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Asignación II Exposición I Rebeldes y conspiretas, la rebelión de los comuneros Armando Ordosgoite

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Rebeldes y conspiretas.
La rebelión de los comuneros
La rebelión de los comuneros fue un movimiento armado gestado en el Virreinato de la
Nueva Granada, hoy la actual Colombia, en marzo de 1781; todo esto a causa del reformismo
borbón en la España de América durante el gobierno de Carlos III.
¿Cuál fue la causa de la implementación de nuevas reformas fiscales?
“En tiempos de la guerra de España contra Inglaterra, en la que Don Bernardo de Gálvez
derrotó a esta en Luisiana y La Florida, el gobierno de Su Majestad Carlos III, se vio
precisado a hacer leva de recursos para atender las necesidades de la contienda” (Vitoria,
2019, p. 50).
La insurrección se desencadenó por la implementación de reformas fiscales y
económicas en el nivel de Virreinato que implicaron una mayor carga fiscal sobre la
población. Todas estas medidas alimentaron un clima generalizado de descontento y que se
dirigió especialmente contra las autoridades locales que implementaron las reformas.
¿Cuáles fueron esas autoridades?.
Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres.
Gutiérrez de Piñeres había llegado al Nuevo Reyno de Granada comisionado por la
Corona para imponer tributos a todo lo que se le ocurriera. Mucho se le ocurrió,
porque de tales tributos no salieron indemnes los pulperos y fabricantes, los
mercaderes y hacendados, los ganaderos y gentes del común y no tan común, entre
los que se destacaba el bendito marqués de San Jorge, quien hizo lo que pudo para
caldear los ánimos a diestra y siniestra (Vitoria, 2019, p. 51).
Sencillamente la insurrección de los comuneros fue una protesta, ya que habían subido
mucho los impuestos en los monopolios, por ejemplo, el monopolio más importante fue el
tabaco y el aguardiente.
El Visitador Regente.
Para garantizar los cobros, se hizo la figura del Visitador Regente, que en principio debía
ser un jefe administrativo del virrey, este cargo fue desempeñado por funcionarios de
confianza de la Corona.
En este sentido, la regencia de la Nueva Granada se entregó a Juan Francisco Gutiérrez
de Piñeres. La actitud en búsqueda de ingresos fiscales emprendida por este regente provocó
en 1781 la rebelión de los comuneros; resucitó el antiguo impuesto de la Armada de
Barlovento a las ventas que afectaba severamente a todos por igual; este impuesto, según
Victoria (2019), estaba vigente desde 1635 pero solo se pensó en aplicarlo a los territorios de
https://es.wikipedia.org/wiki/Virreinato_de_la_Nueva_Granada
https://es.wikipedia.org/wiki/Virreinato_de_la_Nueva_Granada
https://es.wikipedia.org/wiki/1781
https://es.wikipedia.org/wiki/Reformismo_borb%C3%B3nico
https://es.wikipedia.org/wiki/Reformismo_borb%C3%B3nico
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Francisco_Guti%C3%A9rrez_de_Pi%C3%B1eres
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Francisco_Guti%C3%A9rrez_de_Pi%C3%B1eres
https://es.wikipedia.org/wiki/Armada_de_Barlovento
https://es.wikipedia.org/wiki/Armada_de_Barlovento
ultramar a partir de las reformas de Carlos III y las crecientes necesidades de la guerra contra
Inglaterra en pro de la independentismo norteamericano.
Además de las altas cargas tributarias, Victoria (2019), señala otros motivos que
favorecieron las protestas y tumultos:
Otro motivo de protesta fue el recorte de las facultades de los virreyes y del
gobierno local que hicieron más patente que las reformas borbónicas tendían hacia
una mayor centralización del poder político, aumento de la burocracia, incremento
de los costos y prolongación en el tiempo de las decisiones administrativas que se
tomaban desde la lejana España (p. 52).
En palabras de Vitoria (2019), refiriéndose a las causas de las protestas, señala que:
Los antecedentes de todos estos tumultos se originan en la introducción de políticas
reformistas que se llevan de calle lo que hasta ahora se había considerado
tradicional en la política indiana, acostumbrada, como estaba, a cierta casuística y
pactismo en el tratamiento tributario antes que a fórmulas eficaces de recaudo (p.
52).
El inicio de las revueltas de 1781.
Una cigarrera de nombre Manuela Beltrán se rebeló contra unos gendarmes, que en
represalia por estar vociferando, trataron de arrebatarle unas piezas de tabaco, otras
de arroz y unos ovillos de hilo que vendía en la plaza. La chusma se acumula y
todos comienzan a gritar, intentando defenderla, en tanto ella arrancaba el real
edicto de impuestos, lo rompía y lo pisoteaba en el quicio de la puerta de la
Recaudación de Alcabala. A este hecho se suma el «Zarco» Ardila y sus
compañeros, quienes con Manuela Beltrán, marchan hacia el Cabildo; por primera
vez salen a relucir palos y machetes. Se dirigían a romper la tabla de la sisa del
Cabildo, donde se anuncian los nuevos gravámenes; la turba era seguida por los
gritos de «¡viva el Rey y muera el mal gobierno!», consigna que había sido enviada
por los oligarcas de Santa Fe a quienes no les era indiferente el éxito del motín, ni
la lejanía que había entre El Socorro y la capital del Reyno a fin de que no
recayesen dudas acerca de la lealtad de los súbditos de Su Majestad, que se
parapetaban entre la lealtad aparente y la traición clandestina. Estaban dispuestos a
tomar cualquier partido, el de la revolución, si el motín salía adelante, y el del
respeto a las instituciones, si fracasaba (p. 51).
Toda esta revuelta se fue extendiendo como pólvora por las distintas poblaciones de la
Nueva Granada bajo la consigna ¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!.
Las capitulaciones de Zipaquirá.
A mediados de mayo de 1781 el arzobispo Caballero y Góngora accedió a la firma del
documento (aunque él mismo no rubricó lo pactado con los comuneros, sino que lo hicieron
el alcalde Galavís y el oidor Osorio) que fue llamado las Capitulaciones de Zipaquirá. Este
nombre se le dio por estar el documento dividido en capítulos y no porque la firma de los
revoltosos significara de algún modo una rendición de su parte.
Los puntos más destacados del documento fueron:
Revolución, Gobierno y negociadores se encontraron el 14 de mayo de 1781 en la
plaza del pueblo, atestada de Comuneros, bajo la sombra protectora de Berbeo,
quien aguardaba con sus «tropas» en el campamento de El Mortiño. Capitulaciones
se hicieron, pues la Real Audiencia, desprovista de tropas confiables que guardaran
el orden, accedió a pactar la suspensión del impuesto de Barlovento, la limitación
en el uso del papel sellado, la suspensión de la renta del estanco del tabaco, la
devolución de tierras a los indígenas, la rebaja de la renta del aguardiente, la
desaparición del impuesto de la alcabala para los productos alimenticios, la
construcción de nuevos caminos para El Socorro, Tunja y Villa de Leyva y la
eliminación del recaudo de peajes; similarmente, accedió a la reducción de los
importes de correo y de los trámites burocráticos; cedió el control de la explotación
de sal y de sus costos de comercialización; suspendió la figura de los visitadores y
determinó la expulsión de Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, visitador de la
Nueva Granada e impulsador de las elevadas cargas tributarias; permitió la
eliminación del nombramiento de Corregidores de Justicia Mayor para El Socorro
y San Gil; permitió la conservación de los cargos militares nombrados por los
Comuneros y su entrenamiento militar, la inspección sobre los escribanos reales y
los notarios eclesiásticos para que no se excedieran en el cobro de sus servicios, la
vigilancia sobre la migración y permanencia de extranjeros en el territorio de la
Nueva Granada, la rebaja del precio de la pólvora, la eliminación del pago de
impuestos por uso de caminos y puentes a particulares, la reducción de impuestos a
pequeños comerciantes y tenderos, la universalización y el control sobre pesos y
medidas. El Estado quedó técnicamente quebrado. Por último, se pactó la prelación
de los americanos en el nombramiento de cargos en el sector público (p. 55-56).
También se acordó perdonarles toda falta a los comuneros.
Vitoria (2019), refiriéndose a tales acuerdos señala que:
Este último punto no fue másque la reivindicación de una tradición conservada,
hasta la llegada de Carlos III, de nombrar criollos en los altos cargos
administrativos, práctica sustituida en favor del nombramiento de españoles
peninsulares, quienes ya ocupaban la mitad de los cargos. El choque burocrático y
el cultural se expresaron de la siguiente manera, y nos da idea del distanciamiento
que ya se percibía en las relaciones interpersonales de españoles y criollos: «Que
en los empleos de primera, segunda y tercera plana, hayan de ser antepuestos y
privilegiados los nacionales de esta América a los europeos (peninsulares), por
cuanto diariamente manifiestan la antipatía que contra las gentes de acá conservan.
Pues están creyendo, ignoradamente, que ellos son los amos y los americanos,
todos sin excepción, sus criados…» (p. 56).
La negociación finalizó con un juramento ante los Evangelios y una misa solemne
presidida por el Arzobispo Caballero y Góngora, quien procedió a convencer a los insurrectos
de marchar a sus hogares.
En las Capitulaciones de Zipaquirá, que Berbeo y los Comuneros negociaron con la
comisión oficial, encontramos presentes la defensa de las tradiciones jurídicas de los pueblos,
el reclamo por la supresión y por la rebaja de los impuestos, la libertad de cultivo y de libre
https://es.wikipedia.org/wiki/Berbeo
comercio del tabaco, la mejora de los caminos y de los puentes, el acceso de los americanos a
los altos puestos administrativos, la devolución de los resguardos y de las salinas a los
indígenas, así como otras reivindicaciones semejantes.
Un sector del movimiento representado por los criollos, en su mayoría, aceptó las
capitulaciones y regresaron tranquilamente a sus casas. Sin embargo algunos miembros de la
revuelta, encabezados por José Antonio Galán, desconfiaron de la forma como se procedió la
firma de tales acuerdos por parte de los negociadores y el arzobispo y prosiguieron la lucha.
Incumplimiento de las capitulaciones.
En una reunión posterior de las autoridades de Santa Fe se acordó la nulidad de las
Capitulaciones, y el Virrey ordenó la captura de Galán y la de los demás comuneros que aún
proseguían con el movimiento “lo cierto es que la anulación fue tramada por los criollos,
puesto que había plena justificación para rescindir los acuerdos logrados bajo amenaza y lo
único que hizo Madrid fue ratificar lo dicho por Galavís cuando se enteró de todos los
pormenores” (Vitoria, 2019, p. 59); “ni los Cuatro Evangelios ni el juramento público que se
le tomó a Galavís sirvieron para dejar en firme lo convenido” (Vitoria, 2019, p. 58);
“Eustaquio Galavís justificó su acción fundamentado en que un acuerdo hecho bajo coacción
no puede ser válido” (Vitoria, 2019, p. 59).
El movimiento comunero fracasó, pero dejó en claro a los criollos la desconfianza que
debían tener frente a las autoridades españolas.
En este sentido, las Capitulaciones de Zipaquirá no fueron más que un instrumento de las
autoridades coloniales para ganar tiempo mientras se reforzaba la capital con tropas enviadas
desde Cartagena. Sin embargo el movimiento demostró la debilidad del gobierno español y
sacó a la luz las profundas contradicciones en las que se encontraba la sociedad granadina de
finales del siglo XVIII.
El virrey Manuel Antonio Flórez, desconoció las capitulaciones con el argumento de que
habían sido firmadas bajo amenaza, y envió el regimiento fijo desde esa ciudad para
implantar la autoridad en Santa fe. Todo volvió a su antiguo estado.
Un grupo de comuneros al mando de José Antonio Galán decidió levantarse de nuevo.
En represalia, él y sus compañeros Isidro Molina, Lorenzo Alcantuz, y Manuel Ortiz,
recibieron castigos ejemplares.
En febrero de 1782 Galán fue apresado y ejecutado junto a Lorenzo Alcantuz y a otros
comuneros; se les quitaron los pies, las manos y la cabeza y éstas fueron expuestas en jaulas
en las plazas públicas de la capital virreinal y de los pueblos más activos de la rebelión. Sus
descendientes fueron declarados infames, todos sus bienes fueron confiscados y sus hogares
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Gal%C3%A1n
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Antonio_Fl%C3%B3rez
https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Santa_f%C3%A9_de_Bogot%C3%A1&action=edit&redlink=1
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Gal%C3%A1n
https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Isidro_Molina&action=edit&redlink=1
https://es.wikipedia.org/wiki/Lorenzo_Alcantuz
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Ortiz
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Gal%C3%A1n
destruidos y regados con sal. El cacique Ambrosio Pisco fue encarcelado en Cartagena y pese
a que luego fue indultado, nunca pudo volver al interior del país. Otros dirigentes fueron
sentenciados a sufrir 200 latigazos, vergüenza pública y prisión en África. Muchos
campesinos sin tierra fueron enviados a Panamá, donde perecerían por cuenta de las
inclemencias del malsano clima tropical. Las pocas penas impuestas a los participantes más
ricos fueron mucho menos horrendas; algunos simplemente fueron encarcelados en Cartagena
y después fueron indultados. Mucha gente se dispersó a las zonas periféricas por temor a las
represalias.
Consecuencias del movimiento.
Pese a sus reivindicaciones coyunturales y a su declaración en pro de la autoridad real y
carácter popular el movimiento comunero puede ser visto como un anticipo de
la independencia americana, en la medida en que aquel fue una expresión de furia contra los
funcionarios españoles y también una aspiración a tener gobiernos con participación criolla.
Si bien los comuneros nunca pretendieron la independencia, sino su oposición a las reformas
del gobierno español, este movimiento sirvió de base a los criollos para años más tarde
intentar levantar al pueblo y llevarlo a apoyar en gran parte el bando de la independencia
definitiva, o bando patriota, en objetivo de romper todo vínculo con la monarquía.
https://es.wikipedia.org/wiki/Ambrosio_Pisco
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81frica
https://es.wikipedia.org/wiki/Panam%C3%A1
https://es.wikipedia.org/wiki/Independencia

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