Logo Studenta

Unidad1-4medio

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

CENTRO EDUCATIVO SALESIANOS ALAMEDA 
«Desde 1891 formando Buenos Cristianos y honestos ciudadanos» 
Año Educativo Pastoral 2020 
Departamento de Religión y Filosofía 
 
 
(SE SOLICITA HACER LECTURA DEL TEXTO COMO PREPARACIÓN PARA TRABAJO 
EVALUADO). 
 
UNIDAD I. CUARTO MEDIO 
EVANGELIO Y CULTURA, UN DIÁLOGO FECUNDO 
 
Para conocer el entorno cultural es preciso observar los elementos que expresan la cultura y 
confrontarlos con nuestras ideas y pensamientos. Haciendo esta reflexión, sabremos cuál es nuestro 
lugar en esta vida y con qué identidad nos construimos como personas. 
 
Todos estamos inmersos en una cultura determinada. Ella nos modela, nos dice cómo pensar y cómo no 
pensar, cómo expresarnos y qué es lo que ocultamos, qué es lo que nos afecta y lo que tratamos con 
indiferencia. Sin embargo, la persona humana no es un ser pasivo. Más bien, construye la cultura, 
aunque esta la preceda (todos nacemos dentro de una cultura determinada). Ahora bien, nos 
preguntamos qué rol jugamos en nuestra cultura como personas creyentes. 
De qué modo enriquece la cultura el que seamos cristianos y cristianas y cómo la cultura enriquece 
nuestra fe. De estos temas nos ocuparemos en la presente unidad. 
En resumen: 
Formas e interpretación cultural 
La cultura, en un primer acercamiento, puede ser entendida como el conjunto de significaciones 
persistentes y compartidas, adquiridas mediante la filiación a un grupo social concreto, que lleva a 
interpretar los estímulos del entorno según actitudes, representaciones y comportamientos valorados 
por esa comunidad. Es decir, cultura es el medio por el cual la gente se comunica, perpetua y desarrolla 
su conocimiento acerca de sus actitudes frente a la vida, lo que les permite a las personas interpretar 
sus experiencias y guiar sus acciones. 
Lee el siguiente texto que recoge el testimonio de un músico argentino radicado en Estados Unidos. Te 
permitirá ilustrar esta aproximación a la cultura a partir de un ejemplo concreto: el beso, como saludo. 
 
Un gesto que, a alguien, en su contexto cultural, puede parecerle que tiene un significado natural y 
unívoco, en otro contexto puede ser interpretado de modo distinto y hasta opuesto. En este ejemplo, 
el gesto de dar un beso produce sentidos diferentes en dos culturas (argentina y estadounidense, 
latina y anglosajona, para simplificar) que pertenecen a eso que también podemos llamar “cultura 
occidental”. ¿Qué diferencias habría entre el beso entre los occidentales y los orientales? 
La dificultad para definir la cultura de un modo general, radica precisamente en que ninguna definición 
puede darse desde fuera de ella, de alguna cultura, pese al esfuerzo de los investigadores en “ciencias 
humanas” para hacerlo. 
 
Conceptos de cultura 
Reconociendo que es un término difícil de definir, sobre el cual existen innumerables descripciones, 
conviene examinar algunas de las más básicas: 
• La cultura como el saber ilustrado. Se entiende como el saber o conocimiento que posee una persona 
en varias disciplinas. 
En la actualidad, debido a la especialización de los saberes disciplinarios, nos encontramos con que hay 
cada vez menos “personas cultas”, hasta el punto de que incluso las teorías educativas han desechado 
ese concepto de sus objetivos formativos para privilegiar personas preparadas y funcionales al mundo 
laboral. La fragmentación del individuo posmoderno es fruto de la fragmentación de los saberes, que 
tiende hacia la especialización del conocimiento. No obstante, aún quedan personas que, a pesar de la 
imposibilidad fáctica de adquirir conocimientos en todas las áreas del saber, demuestran una cultura 
general que las distingue y les ofrece herramientas para dialogar en múltiples ámbitos culturales 
(científicos, técnicos, artísticos, filosóficos, económicos, musicales…). 
Renunciar a cultivarse es dejar de hablar distintos lenguajes que nos permiten comprender más 
cabalmente el mundo en que vivimos, entre ellos, el mundo religioso. 
 
• La cultura como progreso. Se asocia al bienestar social y material, bajo categorías de desarrollo o 
subdesarrollo científico, tecnológico y económico. 
Los progresos científicos y tecnológicos han permitido concebir la cultura mundial como una “aldea 
global”, informatizada y digitalizada, la que, sin embargo, abre brechas entre países y culturas que 
tienen pleno acceso a estos medios de comunicación e intercambio de información y comercialización, y 
aquellos otros que quedan rezagados respecto de sus beneficios. Asimismo, el progreso científico-
tecnológico repercute sobre los valores de las personas, que son el núcleo y, por lo tanto, el centro 
decisivo de las culturas: se difunden los valores técnicos de la eficacia y la eficiencia y el valor 
científico de la objetividad como si fueran los valores supremos; y se supone que la auténtica 
racionalidad es la racionalidad tecnocientífica, debilitando el mundo de la trascendencia. 
 
• La cultura como el producto del hombre y la mujer. Consiste en ver la cultura como la construcción 
del sentido global de la vida de un pueblo, de sus condiciones materiales, su organización social y su 
universo simbólico e imaginario. 
 
Creemos de un modo cultural 
La última de las definiciones es la que nos ayuda a entender mejor la complejidad de la cultura y los 
procesos culturales que intervienen en la configuración de la riqueza, diversidad e identidad de los 
grupos sociales. 
Todos estamos inmersos en una cultura. Muchas veces nos olvidamos de esto. El hecho de pensar de un 
modo determinado, el tipo juicios que emitimos frente a una situación o realidad, la forma cómo 
celebramos o expresamos el dolor, el sentido que le damos a la muerte o al sufrimiento, el modo cómo 
concebimos y vivimos la esperanza de otra vida mejor, etc., se manifiestan a través del tamiz de la 
cultura en que estamos insertos. El sentido de todas nuestras prácticas sociales depende de la cultura 
en que vivimos, que nos ha ido modelando casi sin que nos demos cuenta. 
Entre las expresiones culturales está también la dimensión religiosa. El hecho de haber nacido en la 
cultura occidental, monoteísta y cristiana ciertamente nos da un sello, una perspectiva para mirar el 
mundo y entenderlo. 
En toda cultura se dan respuestas a lo que el hombre siente y piensa sobre lo trascendente, el futuro 
supramundano y el sentido de la historia. El respeto por la cultura pasa también por el respeto de las 
creencias y opciones religiosas de los demás. Ahora bien, toda religión es respetada en la medida que 
se descubre su contribución al progreso de los pueblos y al desarrollo de la persona plena. Esta es una 
exigencia que la misma humanidad le pide a cada credo religioso. 
 
Niveles de análisis cultural 
Ahora, situándonos en nuestra realidad, podemos distinguir, como en un círculo concéntrico, diversos 
niveles culturales en los cuales participamos y de los cuales nos nutrimos. 
• La cultura familiar: Cada familia expresa en su vivir cotidiano —y transmite a sus hijos/as en el 
proceso de socialización— una forma particular de ver el mundo y de actuar en él. Así, una familia 
enseña a tratar a los padres de “tú”, mientras que en otras los hijos deben tratarlos de “Ud.” 
Diferentes familias variarán en costumbres, valores, normas de vida, lenguaje, simbolismos que les son 
propios, etc., respecto de sus vecinos. Estas diferencias particulares definen la identidad cultural de 
cada familia. 
• La cultura del barrio: Los barrios o vecindarios tienen cierta identidad propia, dependiendo de su 
ubicación en la ciudad, años de antigüedad, etc. Así, ocurre que en Año Nuevo, por ejemplo, hay barrios 
donde las familias se saludan alegremente recorriendo las casas de todos los vecinos en un radio a 
veces bastante amplio, mientras que en otros vecindarios la gente celebra privadamente. 
• La cultura regional: No se refiere a las regiones administrativas de Chile,sino a una porción del 
territorio nacional más o menos amplia que manifiesta una clara identidad regional. En Chile, son 
distintas las culturas del norte, centro y sur del país. En cambio, uno puede identificar que hay más de 
una identidad regional al interior de una misma Región. Las diferencias se deben a que cada región a lo 
largo de su historia, ha desarrollado sus propios elementos culturales, con sus sabores locales, sus 
propios significados, valores y costumbres, generando una identidad característica. 
• La cultura nacional: Los lazos de unión son los elementos o contenidos culturales comunes para 
todos los habitantes de un país. Esos rasgos culturales comunes representan nuestra identidad nacional 
y nos dan la categoría de “nación”. Son innumerables, algunos de ellos tocan fibras claramente 
psicológicas, como los valores profundos de “amor a la patria” o de nuestra cultura religiosa. 
• La cultura occidental: Se habla mucho de nuestra cultura “occidental y cristiana”, pero hay un gran 
desconocimiento en torno a lo que significa “Occidental” en cuanto a cultura, siendo común que se crea 
que cuando hablamos de cultura occidental nos estamos refiriendo solamente a las raíces filosóficas 
nacidas en la antigua Grecia, pero la cultura occidental es mucho más amplia que ello e incorpora 
costumbres, valores, creencias y normas, lenguajes, simbolismos y 
aspectos materiales con una clara raíz histórica judeo-cristiana traspasada a Europa y luego a América. 
• La cultura universal: Obviamente, el territorio de esta cultura es todo el planeta y esta 
representada fundamentalmente por todos aquellos aspectos significativos que proporcionan sentidos 
compartidos por todos y para todos los seres humanos, como el pensamiento científico, filosófico y el 
arte, la música, la técnica, etc., que conforman el patrimonio de la humanidad. 
 
Intercambios culturales 
Como se ha dicho, la cultura es la manera en que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, 
celebra y comparte la vida. Entendida de este modo, la cultura comporta tres grandes aspectos unidos 
entre sí sistemáticamente: la cosmovisión, los valores y la forma de expresión. 
• La cosmovisión. Es la que da sentido al mundo material y humano. Este sentido se expresa en mitos, 
en narraciones y parábolas, en artes creativas u obras literarias, en reflexión filosófica y teológica, en 
ideologías, etc. 
• Los valores. Pero la cosmovisión no es un retrato del mundo; es una guía para la vida y la acción. Por 
eso se complementa con un sistema de valores: la dignidad, la justicia, la igualdad, la fraternidad, etc. 
• La forma de expresión. La cultura adquiere formas concretas y visibles: están el lenguaje y los 
gestos, los modos de actuar, de vestirse, de organizarse, los estilos de vida familiar, rituales, modos de 
participación política, costumbres sociales, etc. 
Estos tres ámbitos, que pueden tener formas muy específicas y acotadas en cada cultura, 
experimentan modificaciones cuando las personas o grupos entran en contacto con otra cultura. Este 
fenómeno es muy frecuente en un mundo globalizado. Es necesario, por tanto, distinguir en dicho 
proceso dos formas de contacto cultural: uno externo y otro interno. 
 
La aculturación 
El encuentro entre dos culturas conlleva intercambios que pueden producir distintas consecuencias. 
Así, cuando una persona o un grupo se enfrenta a una cultura distinta a la suya (por ejemplo, los 
inmigrantes) sufre necesariamente una transformación: debe dejar expresiones y formas culturales 
propias para adaptarse a la cultura dominante. Esto es lo que se denomina aculturación. Esta exposición 
a la nueva cultura de algún modo repercute en los principios aprendidos desde la infancia, en los 
criterios de juicio, en la mirada de la realidad, etc. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los inmigrantes 
(los peruanos en Chile, los latinoamericanos en Estados Unidos o Europa, etc.) o con las modas 
introducidas con fines comerciales, como Halloween. En este caso, tal celebración, que tiene un sentido 
específico en el hemisferio norte, acá distorsiona la cultura cristiana en lo que se refiere a la muerte y 
el respeto de los difuntos. 
 
La inculturación 
El término inculturación se aplica propiamente a las personas de una cultura cuando se integran en otra 
con el debido respeto de las diferencias y modos propios de mirar y expresarse en la realidad. El 
encuentro con otra cultura se asume desde adentro del grupo humano que la vive, encarnándose en ella 
con respeto y acogiendo plenamente sus valores positivos. Por eso, cuando se dice que el Evangelio se 
incultura se está queriendo indicar que en tal cultura se transmiten los valores del reinado de Dios 
asumiendo lo que hay de bueno en ella y renovándola desde dentro. La aculturación, de hecho, sucede 
por todas partes. Pero, no es una meta para la evangelización inculturada. Dios no se aculturó en el 
mundo, sino que se encarnó en este mundo por medio de Jesús de Nazaret. 
 
Desafíos de la inculturación 
Una definición de inculturación en el lenguaje teológico misionero indica el proceso de desarrollo del 
mensaje evangélico en una cultura particular. No se trata de traducir las categorías de la fe y el estilo 
de la vida cristiana a una determinada cultura, sino de pensar el anuncio evangélico como una semilla 
que, echada en una tierra determinada, se desarrolla y da fruto aprovechando los recursos de la tierra 
misma en la que se encuentra. En los frutos maduros se hallan unidos de manera única la semilla 
originaria y todas las características particulares asimiladas de la tierra. 
De esto se puede deducir que el proceso de inculturación comprende la persona de Cristo en el 
momento de su encarnación, predicación, muerte y resurrección y el posterior encargo confiado por 
Cristo a los apóstoles y, por su medio, a la Iglesia de todos los tiempos. 
La inculturación podría identificar la persona y la actividad terrena de Cristo, la vocación y la misión 
específica de la Iglesia. Se trataría solo de una nueva palabra para calificar la misión evangelizadora de 
la Iglesia, que ha estado presente desde sus inicios. 
Nuestros pastores han dicho: 
La inculturación del Evangelio es un proceso que supone conocimiento de los valores evangélicos que se 
han mantenido más o menos puros en la actual cultura; y el reconocimiento de nuevos valores que 
coinciden con el mensaje de Cristo. Mediante la inculturación se busca que la sociedad descubra el 
carácter cristiano de los valores, los aprecie y los mantenga como tales. Además, intenta la 
incorporación de nuevos valores evangélicos que están ausentes de la cultura, o porque se han 
oscurecido o porque han llegado a desaparecer. Por medio de la inculturación, la Iglesia encarna el 
Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su 
misma comunidad; les transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en 
ellas y renovándolas desde dentro. 
Santo Domingo (230) 
 
Ahora bien, en el contexto actual, es necesario tener presentes los desafíos que supone la 
inculturación del Evangelio en un mundo caracterizado por: 
• La ruptura entre fe y cultura, que produce la incoherencia entre los valores del pueblo inspirados en 
principios cristianos y los actuales modelos y patrones de conducta secularizados que prevalecen en la 
sociedad. 
• La presencia de un estilo de educación escasa en valores morales y religiosos, que privilegia los 
elementos técnicos y utilitaristas de la eficacia económica, política y social, dando más importancia al 
hacer que al ser de la persona. 
• La actual cultura del individualismo y de la amoralidad, que reduce los valores cristianos a meros 
compromisos sociales, sin ofrecer principios sólidos ni convicciones personales. 
• La débil presencia y la poca eficacia de los laicos católicos en los centros culturales eintelectuales de 
nuestra sociedad, y la ausencia de atención pastoral a las personas que se dedican al arte en sus 
diversas expresiones y niveles. 
• El impacto de los grandes medios de comunicación social y la tendencia consumista asociada a la 
publicidad, la simulación y la manipulación, factores que debilitan el influjo de la vida de fe en la 
sociedad. 
 
El Evangelio se escribió en una cultura 
Jesucristo mismo fue un ejemplo de inculturación del Mensaje en la matriz cultural de la Palestina del 
siglo I en la que creció como judío. La fuente y meta de su existencia y acción, si bien no eran unos 
valores o verdades prácticas, sino Dios a quien llama Padre, son mediados a través de la cultura, del 
lenguaje, los valores, gestos y prácticas de su pueblo. Oraba los salmos, subía al Templo de Jerusalén 
según la tradición, entraba a las sinagogas e invitaba a vivir según el mandamiento de amor a Dios y al 
prójimo tal como se encontraba en la Ley. 
Además, usaba palabras sencillas para transmitir su mensaje o contar sus parábolas: 
• Cuando hablaba con pescadores, comparó el Reino de los Cielos con una red. 
• Cuando estaba entre pastores, les habló de Dios como un Buen Pastor. 
• Entre agricultores, comparó la evangelización con un sembrador que salió a sembrar. 
Si Jesús hubiera venido al mundo hoy, habría hablado de Internet, de la televisión, de empresarios y 
obreros, de los enfermos de sida, usando nuestro lenguaje y nuestros medios de comunicación. 
En su carta a los Corintios, Pablo nos da en claras muestras de su esfuerzo por inculturar el mensaje 
de acuerdo a las características y el medio social de sus interlocutores: 
Me hice judío con los judíos para ganar a los judíos; me sometí a la Ley con los que están sometidos a 
ella para ganar a los que están sometidos a la Ley. Y con los que no están sometidos a la Ley (…) me hice 
como uno de ellos, a fin de ganar a los que no están sometidos a la Ley. Me hice débil con los débiles 
para ganar a los débiles. Me hice todo para todos para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. 
1 Cor. 9, 20-22 
La Iglesia inculturada 
La Iglesia, desde el comienzo de su historia, aprendió a expresar el mensaje cristiano con los 
conceptos y en la lengua de cada pueblo. El primer desafío surgió ante la encrucijada de entrar en 
contacto con el mundo pagano. El Evangelio se identificaba con una sola cultura, la judía, siendo 
únicamente una versión, aunque original, del judaísmo. La Buena Noticia de Jesucristo tenía que romper 
los moldes judíos e injertarse en las diversas culturas con las que iba entrando en relación, adquiriendo 
un rostro pluricultural y comunicándoles toda su energía y su savia vivificadoras. Un ejemplo de esto se 
da cuando Bernabé y Pablo empezaron a misionar a los no judíos, es decir a los griegos y romanos 
(Hechos 17, 16-25). 
Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia primitiva decidió tomar este camino e hizo de su vida y su 
predicación la traducción de la Buena Noticia en las múltiples lenguas de las culturas de la época. Se 
trataba de hacer vida el acontecimiento de Pentecostés. Así, cada época ha vivido la fidelidad al 
Evangelio de un modo cultural determinado. 
Por eso el Papa Juan Pablo II resaltó que “Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente 
acogida, no totalmente pensada, ni fielmente vivida”. 
a9 
Inculturación y Encarnación 
En el proceso de inculturación de la fe no se trata solamente de predicar el Evangelio entre los no 
cristianos o en las diferentes culturas, ni de llevar allí a Dios o a Jesucristo, sino de descubrir y 
discernir los valores auténticamente humanos y cristianos que existen en cada cultura e integrarlos, a 
lo largo de un proceso, en el cristianismo. 
O, en otros términos, se trata de descubrir y discernir a Dios y a Jesucristo vivos en cada hombre y 
mujer partiendo de su cultura y sus valores, para hacerlos conscientes de esta verdad salvadora a fin 
de que sus comportamientos humanos y sus estructuras sociales de todo orden, se vuelvan coherentes 
con esa Verdad y se vaya creando por sus raíces y desde dentro, una verdadera “cultura cristiana”. 
El proceso de inculturación del Evangelio no sería fecundo si no descubrimos que es Dios, encarnado en 
Jesucristo vivo y siempre presente, quien por la acción invisible de su Espíritu, nos anima y da su 
fuerza para esta transformación cultural. 
De este modo, la inculturación del Evangelio es la encarnación de Cristo en las diferentes culturas y, al 
mismo tiempo, la introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia. 
Esta inculturación de la llamada de Dios sigue los mismos caminos del Verbo al encarnarse, que 
conocemos por el prólogo del Evangelio de Juan: 
• El Verbo “era Dios”(v.1); era algo distinto a la naturaleza humana, algo que la sobrepasaba 
infinitamente. Viene, por tanto, a la humanidad desde fuera. 
• Este Verbo comienza haciéndose “carne” (v.14), asumiendo esta naturaleza nuestra, tan limitada, sin 
violencia, sin suprimirla, sin buscar en ella la perfección imposible, sino recibiéndola precisamente como 
lo distinto a Él. Jesucristo no cambia la cultura sino el corazón del ser humano. 
• Este Verbo “pone su carpa entre nosotros” (v.14); asume una cultura concreta, se hace judío, en una 
cultura que lo esperaba desde hacía siglos; sin dejar de ser Dios y de estar en comunión con el Padre 
en el Espíritu, le toma treinta años aprender a hacer arados al modo judío o a pulir sus puertas. 
• El Verbo se hace semejante en todo a nosotros —dentro de una cultura concreta— y que puede ser 
Palabra para todas las culturas porque sigue siendo Palabra de Dios, y eso se manifiesta en que es 
“semejante en todo a nosotros menos en el pecado”. Al hacerse miembro de nuestras culturas, nos 
libera de la esclavitud fundamental que es el pecado. 
• Gracias a la Encarnación del Verbo, el género humano en toda su diversidad de culturas adquiere la 
posibilidad de alcanzar la plenitud de sentido, ya que “la Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo 
hombre que viene a este mundo” (v.9). 
En síntesis, el proceso de inculturación puede definirse como el esfuerzo de la Iglesia por hacer 
penetrar el mensaje de Cristo en un determinado medio socio-cultural, llamándolo a crecer según 
todos sus valores propios, en cuanto son conciliables con el Evangelio. El término inculturación 
incluye la idea de crecimiento, de enriquecimiento mutuo de las personas y de los grupos, a partir 
del encuentro con Cristo en la cultura. 
 
Inculturación de la fe en América 
Entre los procesos históricos más relevantes de inculturación del Evangelio, se encuentra el ocurrido 
en América, que nos ayuda a comprender mejor nuestro catolicismo. 
En general, se puede decir que las culturas precolombinas poseían valores muy positivos, como el amor a 
la tierra y la vida en contacto con la naturaleza; formas de organización social en las que predominaban 
la solidaridad y el servicio; el sentido de la familia; y una religiosidad fundada en la creencia en un Dios 
Supremo providente y benefactor, y en otras deidades secundarias. 
 
La cultura católica latinoamericana 
Nuestro “catolicismo popular” proviene del mestizaje de esa religiosidad indígena con el catolicismo 
europeo-ibérico. 
Una característica admirable de la evangelización del siglo XVI es el fervor y la mística con que los 
misioneros recorrieron un continente desconocido e inhóspito para llevar el Evangelio; situación 
agravada por la falta de protección, la precariedad de medios y las enormes dificultades para 
comunicarse con culturas e idiomas distintos. Muchos murieron mártires y por eso la Iglesia ha 
proclamado santos a varios de ellos. 
Si miramos su acción misionera, no es posible estar de acuerdo en todo con el proceso conquista y 
evangelización de América, aunque es necesario tener presente la cultura de ese momento histórico: el 
método normal de evangelización era que los misionerosiban detrás de los conquistadores; la cruz se 
apoyaba en la espada. Hasta el siglo XVI era legítima la guerra de conquista, y así lo consideraban 
también los portugueses, ingleses, aztecas, incas, árabes, chinos… Esto se justificaba pensando que era 
buena la colonización para dar a conocer una cultura “superior” y la verdadera fe por cualquier medio. 
Así sucedió con la expansión del cristianismo en Europa, en Oriente, en África y en América. 
A pesar de la mentalidad imperante, los misioneros se opusieron tenazmente a los abusos de los 
conquistadores. 
En esa época era también normal el método de las “conversiones” y bautismos masivos; la catequesis 
venía después. Además, muy ineficazmente se pensaba que la religión debía asegurar la unidad de una 
región y que la conversión de las autoridades o jefes indígenas garantizaba plenamente la conversión de 
los pueblos. 
Pese a todas sus debilidades, la obra misionera fue, al mismo tiempo, civilizadora. Conventos y otras 
instituciones católicas construyen hospitales, asilos, casas de huérfanos. Las primeras escuelas se 
destinaron a la educación de los indígenas y fueron fruto de la iniciativa de los misioneros. 
La historia muestra una larga lista de personas de la Iglesia que dedicaron su vida a la defensa y 
protección de los aborígenes, entre las cuales destacan Fray Antonio Montecinos y el Padre Bartolomé 
de las Casas, entre otros. 
Igualmente, los laicos participaron en la evangelización. Como en tierra de misión no siempre se 
contaba con la presencia del sacerdote, el laico administraba el bautismo, oficiaba de testigo en los 
matrimonios y asistía a los moribundos. Las mujeres, por su parte, hicieron un aporte notable mediante 
el cuidado espiritual de los miembros de la propia familia (una suerte de catequistas familiares), la 
educación de los indígenas, la administración de víveres y limosnas y al florecimiento de la santidad 
entre religiosas y laicas (santa Rosa de Lima, santa Mariana de Quito, etc…) 
 
Constructores del Reino 
Editorial Salesiana 
 
Del encuentro de las características de los pueblos precolombinos y la cultura y fe cristianas traídos 
por los españoles, surgió nuestro continente mestizo, que a grandes rasgos se ha caracterizado por los 
siguientes valores culturales populares: 
• Una tradicional hospitalidad de los pueblos. 
• Una religiosidad sencilla pero arraigada, sincera hasta el sacrificio. 
• Una fuerte valoración de la familia. 
• La solidaridad con los pobres y los más necesitados para compartir lo poco que se tiene. 
• Una acendrada devoción a la Virgen María (Latinoamérica es un continente mariano). 
Juan Pablo II dijo: “Mientras la mayoría de los pueblos llegaron a conocer a Cristo y su Evangelio 
después de varios siglos de haber nacido a la historia, las naciones del continente latinoamericano 
nacieron cristianas”. 
 
Los valores del Evangelio en la cultura actual 
Como sabemos, el Evangelio de Jesucristo es la buena noticia de que Dios nos ama y nos quiere ver 
felices y realizados. Esta misma noticia, en la acción evangelizadora de la Iglesia, debe ser proclamada 
a todos los pueblos de la tierra. En otras palabras, evangelizar es vivir los valores del Evangelio de 
Jesús en la propia cultura. De esto se trata la evangelización de la cultura. 
Los valores del Evangelio son: la libertad, el amor, la paz, la fraternidad, el perdón, la solidaridad. 
Estos mismos valores se viven de un modo determinado y concreto en nuestra cultura chilena y 
latinoamericana. Pero, también, hay factores culturales que pueden debilitar los valores cristianos. 
¿Una cultura de masas? 
La “cultura de masas”, que como propósito y como resultado se quiere convertir en una meta —cultura 
universal—, no es otra cosa que un producto de la “industria cultural capitalista” y forma parte de la 
lógica y dinámica del mercado. En la llamada “cultura de masas” no se difunden propiamente los valores 
universales, sino que tiende a fomentar universalmente los pilares de la ideología neoliberal: la 
exasperación del consumo, el individualismo, la competitividad y el éxito, la eficiencia laboral y 
mercantil. Va creando un conjunto de patrones de comportamiento y conductas “de moda” que se 
implantan y se desvanecen con la velocidad de las nubes. Quien no consume o no está a la última moda, 
es como si no existiera: “consumo luego existo”, “el que no compra no es”. 
Esta “así llamada cultura” no respeta ni promueve la identidad y la diversidad, sino la uniformidad y el 
mimetismo; no se basa en el diálogo entre sujetos culturales sino en la recepción pasiva de modelos de 
vida y formas de pensamiento impuestos por la “industria cultural”. 
A la base de esta cultura de masas se encuentran elementos de la posmodernidad que se introducen 
hasta constituir modelos de vida personal y colectivos: el estilo ligero de la vida y las relaciones, la 
canalización de realidades tan fundamentales como el amor, la política, la familia, la religión, la ética. La 
“masa-población” solo participa en esta industria cultural como receptora o no de los productos 
culturales, como “consumidores” que no tienen conciencia ni como etnia, ni como pueblo, ni como grupo 
social, privándose de su identidad y subjetividad. La cultura de masas no es un movimiento cultural sino 
una industria mercantil. 
Los medios de comunicación llegan a ser, no por sí mismos, sino por el monopolio que se ejerce sobre 
ellos, por la propiedad y control que se tiene sobre ellos, los vehículos y escuela de esta forma de 
pensamiento y de vida masificante y homogeneizadora. 
Mario L. Peresson, sdb 
Inculturación del Evangelio en un mundo pluricultural 
 
La tarea de la Iglesia es pasar de una cultura de antivalores a una cultura que promueva y dignifique a 
la persona humana. De esto se trata la evangelización de la cultura: que la buena noticia del Reinado de 
Dios, proclamada por Jesús, sea anunciada y aplicada en todo el mundo y por todo el mosaico cultural 
de la especie humana. 
Evangelizar una cultura es “transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de 
juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes 
inspiradoras y los modelos de vida... que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de 
salvación” 
Papa Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 19

Continuar navegando