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Neurociencia educativa 2 Neurociencia educativa Mente, cerebro y educación David A. Sousa (ed.) Con la colaboración de: Eric Jensen · Sherley G. Feinstein · Pamela Nevills Abigail Norfleet James · Michael A. Scaddan Robert Sylwester · Marcia L. Tate Prólogo a la edición española de: José Antonio Marina NARCEA, S. A. DE EDICIONES MADRID 3 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. Índice PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA. José Antonio Marina INTRODUCCIÓN. David A. Sousa I. EL CEREBRO EN DESARROLLO La fisiología del cerebro. David A. Sousa Partes externas del cerebro. Partes internas del cerebro. El desarrollo neuronal en los niños. El cerebro, un apasionado de las novedades. Estrategias didácticas. El cerebro del niño. Robert Sylwester El sistema de las neuronas espejo. Dominar el movimiento. Movimientos y cambios psicológicos. El cerebro del adolescente. Sheryl G. Feinstein Cómo captar la atención de los adolescentes. Trastorno de Hiperactividad y Déficit de Atención. Cómo deshacerse de las viejas costumbres didácticas. Haciendo del mundo un lugar mejor. La mente adolescente. Coordinación de los procesos cognitivos. Un feedback positivo alimenta el aprendizaje. Organización versus Opresión. Técnicas de memoria. Estrategias didácticas. II. EL CEREBRO EN LA ESCUELA El cerebro alfabetizado. Pamela Nevills El aprendizaje y los buenos lectores. Comprensión lectora. Los sistemas de filtrado cerebral. Implicaciones didácticas. El cerebro aritmético. David A. Sousa Desarrollo de las estructuras conceptuales en los estudiantes. Cómo enfrentarse a la multiplicación. El impacto del lenguaje en el aprendizaje de la multiplicación. El cerebro masculino y el cerebro femenino. Abigail Norfleet James Modalidades de aprendizaje. Los grupos de trabajo: dimensiones. El esfuerzo es la medida del éxito. Trastornos del aprendizaje. Resumir versus analizar. Estrategias didácticas. El cerebro con necesidades especiales. Eric Jensen El sistema operativo social del cerebro: áreas implicadas y estrategias. El sistema operativo académico del cerebro: áreas implicadas y estrategias. III. ESTRATEGIAS DIDÁCTICAS BASADAS EN LA NEUROEDUCACIÓN Cómo aquietar y serenar el cerebro. Michael A. Scaddan Estrés y aprendizaje. Actitudes del educador. Evaluación basada en el funcionamiento del cerebro. Cómo estimular el cerebro. Marcia L. Tate Establecer vínculos con la vida real: el qué enseñamos. Marco teórico: el porqué enseñamos. 4 10. 11. Aplicación en el aula: el cómo enseñamos. Estrategias didácticas. El cerebro y la concentración. Marcia L. Tate Definir las estrategias. Actividades didácticas: los organizadores gráficos. Estrategias didácticas. Cómo dinamizar el cerebro. Eric Jensen La música y el aprendizaje. Cómo insuflar energía en el aula y en los alumnos. Conclusión. AUTORES REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 5 Prólogo a la edición española DESDE HACE AÑOS TRABAJO EN LA COMPLEJA Y APASIONANTE tarea de acercar el mundo de la neurociencia a la escuela. Con ese fin escribí El cerebro infantil: la gran oportunidad y La inteligencia ejecutiva. Si lo hacemos bien, podemos llevar a cabo una fantástica y pacífica revolución educativa. Felicito, pues, a la editorial NARCEA por publicar este libro en castellano. Estoy seguro de que, por la calidad y claridad de sus contenidos, será de gran utilidad para docentes y para personas interesadas en la educación. No está siendo fácil unir la neurología y la pedagogía. Todo el mundo comprende que tienen muchas cosas en común, pero ambas disciplinas responden a distintos intereses y, sobre todo, a diferentes metodologías, técnicas y conceptualizaciones. En el año 2002, la OCDE presentó un documento titulado Understanding the brain, en el que se afirmaba que la educación estaba aún en una etapa precientífica y que convenía preguntarse si las neurociencias podían ayudar a elevarla a un estatus científico. A la vista de que uno de cada seis alumnos dice que odian la escuela, los autores se preguntaban: ¿estaremos estableciendo una escuela “hostil al cerebro”? Tres años después, se constituyó la International Mind, Brain, and Education Society (IMBES). Su objetivo es la creación de una ciencia transdisciplinar, construida sobre los conocimientos de la neurociencia, la psicología y la educación. Publica una revista con el mismo título: Mind, Brain, and Education. Además, se ha producido una abundante bibliografía sobre “cómo enseñar pensando en el cerebro”, “brain-based learning”, “neurodidáctica” o “neuroeducación”, motivada en parte porque la aplicación de la neurología en múltiples dominios se ha puesto de moda. Pero los lenguajes de la ciencia neurológica y de la práctica pedagógica están aún demasiado alejados. Dos expertas, Sarah-Jayne Blakemore y Uta Frith señalan que los avances de la neurociencia no han tenido todavía aplicación educativa. Según John T. Bruer, otro experto, hay que construir los puentes entre neurociencia y educación, pues todavía no existen, y considera que son los “psicólogos cognitivos” los que están en mejores condiciones para hacerlo. Además, muchos científicos se quejan de que se ha producido una industria de la brain-based education, basada en neuromitos y no en datos científicos, y algunos llegan a afirmar que si no se precisa el modo de colaboración entre neurociencia y educación, todos estos movimientos pueden quedarse como una nota a 6 pie de página en la historia de la educación. Paul Howard-Jones, de la Universidad de Bristol, ha señalado que la neurociencia y la educación han ido hasta ahora por caminos diferentes. Pone como ejemplo de esta dualidad la teoría de las inteligencias múltiples, a la que los educadores dan mucha importancia, pero que, según él, no tiene fundamento neurocientífico. Afortunadamente, en los últimos años se ha trabajado mucho para salvar esa brecha entre la ciencia y la práctica en el aula, con rigor y eficiencia. Una buena prueba es este libro dirigido por David A. Sousa, un autor con merecido prestigio en estos temas. El objetivo de todos los participantes es aprovechar la neurociencia para mejorar el aprendizaje. Por eso, incluyen en sus capítulos “estrategias didácticas” fácilmente aplicables. Esto es lo que necesitamos. Se trata de enseñar a los docentes a educar “pensando en el cerebro” y que así puedan comprobar su eficacia. Sólo conociendo, por ejemplo, los mecanismos de la atención o de la memoria, podremos mejorar nuestros procedimientos didácticos. Sabemos que las nuevas tecnologías están cambiando la gestión del cerebro, y debemos saber si lo hacen de una manera beneficiosa o no. Nuestros alumnos tienen una gran habilidad para buscar y manejar información, una gran destreza para realizar simultáneamente muchas tareas, pero tienen dificultades para comprender textos largos. Como indica uno de los autores, para paliar este problema se ha propuesto que los centros de educación secundaria dediquen al menos una hora a tareas de investigación que requieran el empleo de soportes impresos y complejos. Por otra parte, también las administraciones educativas tienen que aprovechar los conocimientos científicos. Los autores llaman la atención sobre la gravedad de reducir las clases de arte y el ejercicio físico en los planes de secundaria en EEUU. En España está sucediendo lo mismo y por eso debemos sentirnos implicados en el problema. En el libro se tratan temas de extraordinaria importancia educativa: el aprendizaje de la comprensión lectora, la construcción del cerebro matemático, o el capítulo dedicado al cerebro adolescente. La neurociencia nos indica que en la adolescencia se lleva a cabo un profundo rediseño del cerebro, lo que hace posible una segunda edad de oro del aprendizaje. Como dice Linda Spears, una neuróloga especializada en esta edad, “la adolescencia es tal vez la última oportunidad para que una persona ‘tunee’ su cerebro”, es decir, decida cómo quiere organizarlo. Es evidente que este hecho debe hacer cambiar nuestro modo de pensar en la educaciónde los adolecentes. Poco a poco, vamos sabiendo responder a preguntas que antes no tenían respuesta: ¿Es verdad que hay períodos críticos para aprender?¿Qué ocurre si no se aprovechan? ¿Cómo aprenden los niños sobre el mundo y sobre los demás?¿Es necesario o útil un entorno enriquecido?¿Es eficaz enseñar a escribir a los cinco años?¿Cuáles son los trastornos del aprendizaje más frecuentes basados en problemas neurológicos: autismo, dislexia, hiperactividad, discalculia? ¿Podemos aprender a activar ciertas funciones o estados del cerebro: la atención, la motivación, la creatividad, el control emocional, la resolución de problemas, la estimulación de las funciones ejecutivas, etc.? ¿Cómo está representado el conocimiento en el cerebro? ¿Qué conocimientos posee el cerebro del 7 niño al nacer? ¿Hasta qué punto el cerebro tiene control sobre los procesos que median en su desarrollo y en la adquisición del conocimiento? Ante nosotros se extiende un territorio maravilloso, al que les invito a entrar. Y una buena manera de hacerlo es leyendo este libro. JOSÉ ANTONIO MARINA Filósofo Especialista en Ciencias Cognitivas REFERENCIAS BLAKEMORE, S-J, y FRITH, U. (2007) Cómo aprende el cerebro, Ariel, Barcelona. BRUER, J.T. (2008) “In Search of… Brain Based education”, en The Jossey-Bass Reader on The Brain and Learning, Wiley, San Francisco. HOWARD-JONES, P. (2011) Investigación neuroeducativa, La Muralla, Madrid. SPEAR, L. (2010) The Behavioral Neuroscience of Adolescence, Norton, Nueva York. 8 Introducción ¿SIENTES CURIOSIDAD POR LA APLICACIÓN DE LA NEUROCIENCIA a la enseñanza y el aprendizaje? En ese caso este libro puede que sea el adecuado para ti. Desde hace más de dos décadas, educadores, psicólogos y neurocientíficos han estado explorando de qué forma se puede aplicar la enorme cantidad de información que hemos generado en torno al funcionamiento del cerebro humano, a la enseñanza y el aprendizaje. Poco a poco, esas aplicaciones han ido tomando forma. Hoy en día, se ha establecido un nuevo campo de investigación, denominado neurociencia educativa (a la que también se hace referencia como mente, cerebro y educación), que se dedica, específicamente, a determinar las concomitancias entre la investigación neurocientífica y nuestro trabajo en los centros educativos y en el aula. Gracias a ello, muchos profesores en todo el mundo han empezado a revisar la didáctica, el currículo y la evaluación para adecuar su práctica escolar a dichos hallazgos. Los profesores, los equipos docentes y los directivos de instituciones educativas siguen buscando nuevas formas de incluir las técnicas didácticas señaladas por la investigación neurocientífica. En este sentido, el presente libro pretende reunir a diversos autores que han sido capaces de traducir la investigación neurocientífica a una serie de estrategias didácticas, significativas a la par que rigurosas. Dichos autores han escrito y publicado gran cantidad de libros muy populares en torno a la investigación cerebral. Algunas de esas obras se centran en los nuevos descubrimientos que existen en materia del crecimiento y desarrollo del cerebro. Otras han brindado estrategias afines a la investigación cerebral para todo tipo de experiencias educativas, incluyendo el aprendizaje de la lectura y del cálculo, la atención a alumnado con necesidades especiales o bien con altas capacidades, por ejemplo. Si el lector apenas se está iniciando en la investigación cerebral y sus aplicaciones en pedagogía, puede que la ingente cantidad de publicaciones que existe sobre el tema le resulte abrumadora. Esa es la razón de ser del presente libro, que brinda una atractiva y variada selección de textos, diseñada para introducir al lector en los diversos trabajos de ocho respetados autores, redactados en un lenguaje llano, en torno a las aplicaciones de la neurociencia en diferentes entornos de enseñanza y de aprendizaje. 9 ESTRUCTURA DE LA OBRA El libro esboza la panorámica actual en torno al concepto de neurociencia educativa a través de escritos de reconocidos expertos en el tema. Para hacer que la lectura sea más sencilla, hemos dividido el libro en tres partes. La primera parte se centra en el cerebro en desarrollo, e incluye tres capítulos sobre las estructuras cerebrales, el movimiento y los misterios del cerebro adolescente. La segunda parte aborda el cerebro en la escuela, e incluye capítulos sobre cómo aprende el cerebro a leer y a calcular, las diferencias existentes entre el cerebro femenino y el masculino, así como la comprensión de algunas necesidades sociales y académicas de los alumnos con dificultades de aprendizaje. La tercera parte contiene una serie de valiosas estrategias didácticas válidas para todos los alumnos. Asimismo, incluye algunos capítulos sobre cómo reducir el estrés en el aula y favorecer la implicación, la concentración y el estímulo del alumno a nivel cerebral. El capítulo 1, La fisiología del cerebro, presenta una visión global de algunas de las estructuras básicas del cerebro y sus funciones, todo ello en un formato y estilo sencillo y de fácil lectura. Debate los nuevos hallazgos que se han producido en materia de crecimiento y desarrollo cerebral (que son como ventanas abiertas que nos indican nuevas oportunidades de aprendizaje) y explica que, en materia de neuroeducación, las expectativas del alumno actual difieren en gran medida de las que tenían los alumnos de hace tan solo una década. Dichas expectativas plantean un significativo desafío para los profesores. El capítulo brinda algunas sugerencias para poder abordarlo. Los seres humanos son criaturas móviles. Uno de los enormes desafíos que se plantean al enfrentarnos al cerebro del niño es dominar las redes fisiológicas y cognitivas que dirigen el movimiento en todas sus formas. El capítulo 2, El cerebro del niño, discute cómo se produce dicho proceso y qué pueden hacer los padres y los profesores de los alumnos más jóvenes para propiciar un desarrollo saludable y robusto de esas redes vitales. Trabajar con adolescentes puede ser todo un desafío, a menudo a causa de las ideas erróneas que albergamos sobre ellos. Este valioso capítulo 3, El cerebro del adolescente, deconstruye algunos de los mitos más comunes acerca de este colectivo y discute cómo las distintas fases del desarrollo del cerebro afectan el crecimiento cognitivo, emocional y físico de los adolescentes. Ofrece un gran número de estrategias prácticas para captar y mantener su atención y hace hincapié en la importancia de las devoluciones durante los procesos de aprendizaje. Una de las tareas más difíciles que pedimos que emprenda al cerebro del niño es la de aprender a leer. El capítulo 4, El cerebro alfabetizado, explica cómo el cerebro va construyendo una serie de caminos neuronales para decodificar la lectura. Además sugiere algunas estrategias de enseñanza y señala la importancia de vincular la lectura con la escritura, de identificar las áreas de formación de palabras para el desarrollo de un vocabulario rico, así como el abordaje de un planteamiento analítico de las palabras. Las estrategias se basan en la investigación e incluyen ejemplos prácticos para el aula. 10 Los niños nacen con un sentido de los números (la habilidad para deducir y reconocer que se han sumado o restado una serie de objetos de un grupo). Este sentido numeral se desarrolla a medida que el cerebro del niño va madurando y prosigue también durante el aprendizaje de la multiplicación, una operación difícil para gran parte de los alumnos. El capítulo 5, El cerebro aritmético, explica el desarrollo de las estructuras conceptuales del cerebro que están implicadas en el acto de calcular, y ofrece una serie de estrategias didácticas para ayudar a los niños a aprender con éxito a multiplicar. Durante décadas, los padres y los educadores han debatido si el cerebro masculino y femenino aprenden de forma distinta. En el capítulo 6, El cerebro masculino y el cerebro femenino, el lector podrá analizar los resultados delas últimas investigaciones en torno a las diferencias de género y cómo dichas diferencias pueden afectar al aprendizaje. Ciertas estrategias de enseñanza pueden ser más eficaces con los chicos que con las chicas y viceversa. Este capítulo también examina de qué modo las necesidades especiales en materia de aprendizaje pueden manifestarse de forma distinta en función del género. En el capítulo 7, El cerebro con necesidades especiales, analizamos el crecimiento y el desarrollo de los sistemas que operan en el cerebro social y académico. Los problemas que surgen en estos sistemas pueden provocar que los alumnos tengan dificultades de aprendizaje. Este capítulo ofrece cantidad de sugerencias para que los profesores ayuden a los alumnos a construir sus competencias sociales así como para que desarrollen un esquema mental que les sea de ayuda a la hora de superar los desafíos académicos. El estrés tiene un impacto negativo en el aprendizaje, porque fuerza al cerebro a centrarse en lidiar con la causa de esa excitación. El capítulo 8, Cómo aquietar y serenar el cerebro, aporta una serie de técnicas de demostrado éxito que los profesores pueden emplear para rebajar el nivel de estrés de los alumnos y para hacer que aumente su motivación a la hora de aprender. Si esperamos que los alumnos recuerden lo que aprenden, entonces el aprendizaje debe tener sentido y ser relevante. El capítulo 9, Cómo estimular el cerebro, ofrece numerosas estrategias que los profesores pueden emplear para vincular el aprendizaje con las experiencias del mundo real, mientras mantienen el interés de los alumnos y favorecen la retención de lo que van aprendiendo. Actualmente, los alumnos están acostumbrados a interactuar constantemente con todo tipo de medios de comunicación visuales. En consecuencia, las herramientas visuales pueden ser un dispositivo didáctico muy potente para captar la atención de los alumnos y ayudarles a recordar lo que aprenden. El capítulo 10, El cerebro y la concentración, sugiere varios organizadores visuales muy eficaces que mejoran la comprensión y la retención de lo que se aprende. Los resultados más recientes de la investigación neurocientífica han señalado que el movimiento mejora el flujo sanguíneo del cerebro, al tiempo que contribuye a que esté centrado e implicado en el aprendizaje. En el último capítulo, Cómo dinamizar el cerebro, veremos cómo la música y otras actividades dinámicas pueden insuflar energía en los alumnos y ayudarles a superar el aburrimiento y la fatiga. 11 Al final de algunos capítulos se incluyen varias “Estrategias didácticas”. Son herramientas de trabajo que los docentes pueden utilizar con provecho, tanto para afianzar los contenidos del capítulo cuanto para mejorar el aprendizaje de los alumnos. La lectura de este libro proporcionará al lector una amplia panorámica de lo mucho que hemos aprendido acerca de la enseñanza y el aprendizaje en los últimos años, gracias a los avances en neurociencia. También le brindará una serie de importantes estrategias y técnicas que contribuirán a que sus alumnos gocen de un aprendizaje más participativo y exitoso. Por último, esperamos que su lectura constituya un acicate para leer otras obras de estos autores y así ir desarrollándose profesionalmente. Los profesores tienen un significativo papel en el desarrollo cerebral de sus alumnos, por lo que, saber algo más sobre el tema puede ser un excelente revulsivo para su labor docente. 12 I EL CEREBRO EN DESARROLLO 13 1 La fisiología del cerebro Los nuevos conocimientos que tenemos sobre el cerebro han propiciado, aunque aún de forma muy tenue, que empecemos a darnos cuenta de que ahora podemos entender al ser humano y, a fin de cuentas, entendernos a nosotros mismos, como nunca antes lo hemos hecho. Este es el gran avance actual, y muy probablemente el más importante de toda la historia de la humanidad. LESLIE A. HART Este capítulo presenta las estructuras básicas del cerebro humano y sus funciones. Analiza el crecimiento del cerebro en los jóvenes y algunos de los factores medioambientales que influyen en su desarrollo durante la adolescencia. Se plantea si el cerebro del alumno actual es compatible con las instituciones educativas de hoy y reflexiona en torno al impacto de la tecnología. El cerebro del adulto es una masa húmeda y frágil que pesa poco más de tres kilos. Tiene más o menos el tamaño de un pequeño pomelo, la forma de una nuez y cabe en la palma de la mano. Metido en el cráneo y rodeado por membranas protectoras, se situa en lo alto de la columna vertebral. El cerebro funciona incesantemente, incluso durante el sueño. Aunque solo represente en torno al 2% del peso de nuestro cuerpo, ¡consume alrededor del 20% de nuestras calorías! Cuanto más pensamos, más calorías consumimos. Quizás esta pueda convertirse en la nueva dieta de moda. De hecho, podríamos modificar aquella famosa cita de Descartes que dice “pienso, luego existo” por “pienso, luego adelgazo”. Durante siglos, quienes se ocuparon de la observación del cerebro han examinado cada rasgo del cerebro, diseminando nombres griegos y latinos para explicar lo que veían. Analizaron sus estructuras y funciones y generaron conceptos para explicar sus observaciones. Un concepto temprano dividía el cerebro en localizaciones: lóbulo frontal, cerebro mesencéfalo y metencéfalo. 14 Otra clasificación, propuesta por Paul MacLean (1990) en la década de 1960, describía la tríada cerebral según tres estados evolutivos: el reptiliano (bulbo raquídeo), paleo-mamífero (área límbica) y mamífero (lóbulos frontales). Para lo que nos atañe, vamos a echarle un vistazo a las partes más grandes del exterior del cerebro (Figura 1.1). Después, observaremos el interior del cerebro y lo dividiremos en tres partes, basándonos en sus funciones generales: el bulbo raquídeo, el sistema límbico y el cerebro (Figura 1.2). También examinaremos la estructura de las células nerviosas del cerebro, denominadas neuronas. Figura 1.1. Las zonas exteriores más importantes del cerebro. PARTES EXTERNAS DEL CEREBRO Lóbulos del cerebro Aunque las arrugas menores son únicas en cada cerebro, muchas de esas arrugas y de los pliegues mayores son comunes a todos los cerebros. Estos pliegues conforman un conjunto de cuatro lóbulos en cada hemisferio. Cada lóbulo tiende a especializarse en ciertas funciones. Lóbulos frontales. En la parte delantera del cerebro están los lóbulos frontales, y la parte que queda justo detrás se denomina corteza prefrontal. A menudo se habla de ellos como centro del control ejecutivo. Dichos lóbulos se ocupan de la planificación y el pensamiento. Comprenden el centro de control racional y ejecutivo del cerebro, supervisando el pensamiento complejo, dirigiendo la resolución de problemas y regulando los excesos del sistema emocional. El lóbulo frontal también contiene el área de la voluntad propia (lo que algunos llaman “nuestra personalidad”). Un traumatismo en el 15 lóbulo frontal puede provocar cambios dramáticos, y a veces permanentes en nuestra personalidad. Figura 1.2. Sección transversal del cerebro humano. Dado que la mayor parte de nuestra memoria de trabajo se localiza allí, es el área donde se produce la concentración (Geday y Gjedde, 2009; E. E. Smith y Jonides, 1999). El lóbulo frontal madura lentamente. Los estudios basados en resonancias magnéticas de post-adolescentes revelan que el lóbulo frontal sigue madurando hasta la primera edad adulta. Por eso, la capacidad del lóbulo frontal para controlar los excesos del sistema emocional no se halla plenamente operativa durante la adolescencia (Dosenbach et al., 2010; Goldberg, 2001). Esta es una razón importante que explica por qué los adolescentes son más propensos a entregarse a sus emociones y a activar comportamientos de riesgo. Lóbulos temporales. Bajo las orejas se hallan los lóbulos temporales, que se ocupan del sonido, la música, el reconocimiento de rostros y de objetos y algunas partes de la memoria a largo plazo. Tambiénacogen los centros del habla, aunque suelen alojarse solo en el lado izquierdo. Lóbulos occipitales. Detrás se hallan el par de lóbulos occipitales, que se emplean casi exclusivamente para el procesamiento visual. Lóbulos parietales. Cerca de la cima se hallan los lóbulos parietales, que se ocupan, principalmente, de la orientación espacial, del cálculo y de ciertos tipos de 16 reconocimiento. Corteza motora y corteza somatosensorial Entre los lóbulos parietales y los frontales hay dos bandas que cruzan la parte superior del cerebro y que van de oreja a oreja. La banda más próxima a la frente es la corteza motora. Esta tira controla el movimiento del cuerpo y, tal y como aprenderemos después, trabaja con el cerebelo para coordinar el aprendizaje de las capacidades motoras. Tras la corteza motora, al principio del lóbulo parietal, se halla la corteza somatosensorial, que procesa las señales de contacto recibidas por varias partes del cuerpo. PARTES INTERNAS DEL CEREBRO El bulbo raquídeo El bulbo raquídeo es el área más antigua y más profunda del cerebro. A menudo se alude a la misma como “el cerebro reptiliano”, porque se asemeja al cerebro de un reptil. De los doce nervios del cuerpo que se dirigen al cerebro, once de ellos terminan en el bulbo raquídeo (el nervio olfativo, para el olor, se dirige directamente al sistema límbico, un evolucionado artefacto). Aquí es donde las funciones vitales del cuerpo, tales como el latido del corazón, la respiración, la temperatura corporal y la digestión, son supervisadas y controladas. El bulbo raquídeo también aloja el sistema reticular activador ascendente, responsable del estado de alerta del cerebro y de otras funciones que se explicarán en el siguiente capítulo. El sistema límbico Cobijado por el bulbo raquídeo y debajo del cerebro se halla un sistema formado por varias estructuras cerebrales a las que comúnmente nos referimos como el sistema límbico y que a veces se denomina como “el antiguo cerebro mamífero”. Muchos investigadores advierten que contemplar el sistema límbico como una entidad funcional separada es una idea desfasada, porque ahora sabemos que todos sus componentes interactúan con muchas otras áreas del cerebro. La mayoría de las estructuras del sistema límbico están duplicadas en cada hemisferio del cerebro. Estas estructuras llevan a cabo varias funciones distintas, incluyendo la generación de emociones y el procesamiento de recuerdos emocionales. Su situación entre el cerebro y el bulbo raquídeo permite la interacción entre la emoción y la razón. Hay cuatro partes del sistema límbico que son importantes para el aprendizaje y la memoria. Son las siguientes: tálamo cerebral, hipotálamo, hipocampo y amígdala. El tálamo cerebral. Toda la información sensorial que llega al cerebro, excepto el olor, se dirige primero al tálamo (del griego “aposento interior, dormitorio”). De ahí se dirige a otras partes del cerebro para ser procesada. El cerebro y el cerebelo también envían señales al tálamo, implicándolo así en muchas actividades cognitivas, por ejemplo, la memoria. 17 El hipotálamo. Alojado justo bajo el tálamo está el hipotálamo. Mientras el tálamo supervisa la información procedente del exterior, el hipotálamo supervisa los sistemas internos para mantener el estado normal del cuerpo (denominado homeostasis). Mediante el control del equilibrio de diversas hormonas, modera numerosas funciones corporales, incluyendo el sueño, la temperatura corporal y el consumo de alimentos y de líquidos. Si los sistemas corporales se desequilibran, al individuo le resultará difícil concentrarse en el procesamiento cognitivo del material curricular. El hipocampo. Situado cerca de la base del área límbica está el hipocampo (del griego “caballito de mar”, por su forma). Juega un papel muy importante en la consolidación del aprendizaje y en la conversión de la información proveniente de la memoria de trabajo a través de señales eléctricas que se dirigen a las regiones de almacenamiento a largo plazo, un proceso que puede llevar días o meses. Supervisa de forma constante la información que se acumula en la memoria de trabajo y se compara con las experiencias almacenadas. Este proceso es esencial para la creación de significado. Su papel se reveló en principio gracias a pacientes cuyo hipocampo estaba dañado o a quienes se les había extraído a causa de una enfermedad. Estos pacientes podían recordar todo lo sucedido antes de la operación, pero no después. Si los conocieras hoy, mañana no te recordarían, serías un extraño para ellos. Puesto que pueden recordar la información durante solo unos minutos, pueden leer el mismo artículo repetidas veces y pensar, en cada ocasión, que es la primera vez que lo leen. Los escáneres cerebrales confirman el papel del hipocampo en el almacenamiento permanente de la memoria. La enfermedad de Alzheimer va destruyendo progresivamente las neuronas del hipocampo, y tiene como resultado la pérdida de memoria. Estudios recientes de pacientes con daño cerebral han revelado que a pesar de que el hipocampo juega un importante papel en el recuerdo de hechos, objetos y lugares, no parece jugar un papel tan importante en la recuperación de recuerdos personales de largo plazo (Lieberman, 2005). Una revelación sorprendente de los últimos años es que el hipocampo tiene la capacidad de producir nuevas neuronas (un proceso que se denomina neurogénesis) durante la edad adulta (Balu y Lucki, 2009). Es más, existen evidencias que indican que esta forma de neurogénesis tiene un impacto significativo en el aprendizaje y en la memoria (Deng, Aimone y Gage, 2010; Neves, Cooke y Bliss, 2008). Los estudios también revelan que la neurogénesis puede fortalecerse mediante la dieta (Kitamura, Mishina y Sugiyama, 2006) y el ejercicio (Pereira et al., 2007) e irse debilitando por el efecto de una prolongada falta de sueño (Meerlo, Mistlberger, Jacobs, Heller y McGinty, 2009). La amígdala. Pegada al final del hipocampo se halla la amígdala (del griego “almendra”). Esta estructura juega un importante papel en las emociones, especialmente en el miedo. Regula las interacciones individuales con el ambiente que pueden afectar a la supervivencia, tales como cuándo atacar, escapar, aparearse o comer. Dada su proximidad con el hipocampo y su actividad, visible en los escáneres, los investigadores creen que la amígdala codifica un mensaje emocional —cuando está presente— siempre que se etiqueta un recuerdo para ser almacenado en la memoria a 18 largo plazo. Actualmente, no se sabe si incluso los recuerdos emocionales, de hecho, se almacenan en la amígdala. Una posibilidad es que el componente emocional de un recuerdo se almacene en la amígdala mientras que otros componentes cognitivos como nombres, fechas, etc., se almacenen en otros lugares (Squire y Kandel, 1999). El componente emocional se recuerda cuando el recuerdo se rememora. Esto explica por qué las personas, cuando evocan un recuerdo emocional fuerte suelen experimentar de nuevo esas emociones. Las interacciones entre la amígdala y el hipocampo aseguran que recordemos durante mucho tiempo aquellos acontecimientos que son importantes o emotivos. Los profesores, por supuesto, tienen la esperanza de que sus alumnos recuerden permanentemente lo que les han enseñado. Por otro lado, es fascinante constatar que las dos estructuras cerebrales que son las principales responsables del recuerdo a largo plazo están situadas en el área emocional del cerebro. La conexión existente entre las emociones, el aprendizaje cognitivo y la memoria se analizará en otros capítulos. Cerebrum El cerebrum, el cerebro, una masa suave, parecida a la gelatina, es el área más grande y representa alrededor del 80 por ciento del peso cerebro. Su superfície es gris pálido, llena de arrugas, y está marcada por unos profundos surcos denominados fisuras y otros superficiales denominados sulci (singular, sulcus). Los pliegues se denominan gyri (singular, gyrus). Un gran surco atraviesa de adelante hacia atrás y divideel cerebrum en dos mitades, denominadas hemisferios cerebrales. Por alguna razón aún no explicada, los nervios de la parte derecha del cuerpo se dirigen al hemisferio izquierdo y los del lado izquierdo del cuerpo se dirigen al derecho. Los dos hemisferios están conectados por un cable fino de más de 200 millones de fibras nerviosas denominadas el corpus callosum (del latín “cuerpo grande”). Los hemisferios utilizan ese puente para comunicarse entre ellos y para coordinar actividades. Los hemisferios están cubiertos por un delgado pero fuerte córtex laminado (el significado es “corteza de árbol”), rico en células, que tiene un grosor que oscila entre 1’5 mm y 4’5 mm. Está muy circunvolucionado, por lo que si se extensiese, ocuparía unos 2500 cm. Se corresponde, aproximadamente, con el tamaño de una servilleta grande. La corteza está compuesta por seis capas de células ¡encajadas en unos 17000 kilómetros de fibras por cada 2’54 cm! Allí es donde se produce la mayor parte de la acción. El pensamiento, la memoria, el habla y el movimiento muscular son controlados por áreas del cerebrum. A menudo nos referimos a la corteza como a la materia gris del cerebro. Las neuronas de la corteza delgada forman columnas cuyas ramificaciones se extienden por la capa cortical dentro de una densa red que hay debajo y que es conocida como la materia blanca. Allí, las neuronas conectan las unas con las otras para conformar vastas matrices de redes neuronales que llevan a cabo funciones específicas. 19 Cerebelo El cerebelo (del latín “pequeño cerebro”) es una estructura de dos hemisferios localizada justo bajo la parte anterior del cerebro, tras el bulbo raquídeo. Representa aproximadamente el 11% del peso del cerebro, y es una estructura profundamente arrugada y altamente organizada que contiene más neuronas que todas las demás áreas del cerebro juntas. El conjunto del área de superfície del cerebelo es igual a la de los hemisferios cerebrales. Este área coordina el movimiento. Dado que el cerebelo supervisa los impulsos de las terminaciones nerviosas de los músculos, es importante para el rendimiento y la temporización de tareas motoras complejas. Modifica y coordina órdenes; por ejemplo, para jugar al golf o para dar unos pasos de baile, y nos permite agarrar una taza con la mano, acercárnosla a los labios y arrojar su contenido en nuestra boca. El cerebelo también puede almacenar los recuerdos de movimientos automatizados, tales como el tecleo frente al ordenador o atarnos los cordones de los zapatos. Mediante estos automatismos se puede mejorar el rendimiento, dado que las secuencias de movimiento se pueden realizar con mayor rapidez, mayor exactitud y menos esfuerzo. El cerebelo también es conocido por estar implicado en el entrenamiento de tareas motoras, que también pueden mejorar nuestro rendimiento y hacer que seamos más competentes. Una persona con daños en el cerebelo suele ir muy lenta, simplificar el movimiento y tener dificultades con la motricidad fina y movimientos tales como coger una pelota o dar un apretón de manos. Estudios recientes indican que se había subestimado el papel del cerebelo. Los investigadores creen, en la actualidad, que también actúa como una estructura de apoyo en el procesamiento cognitivo, coordinando y afinando nuestros pensamientos, emociones, sentidos (especialmente el tacto) y los recuerdos. Dado que el cerebelo está también conectado con regiones del cerebro que realizan tareas mentales y sensoriales, puede realizar dichas habilidades de forma automática, sin una atención consciente en el detalle. Esto permite que la parte consciente del cerebro tenga la libertad de atender otras actividades mentales, ampliando así su alcance cognitivo. Dicha ampliación de las capacidades humanas no se puede atribuir a ninguna parte concreta del cerebelo y contribuye a la automatización de numerosas actividades mentales. Células cerebrales El cerebro está compuesto por un billón de células de al menos dos tipos conocidos: las células nerviosas y las células gliales. La mayoría de las células son gliales (del griego “pegamento”); células que unen las neuronas y actúan como filtros para impedir el paso de sustancias dañinas a las neuronas. Estudios muy recientes indican que unas células gliales con forma de estrella, denominadas astrocitas, tienen un papel en la regulación del índice de señales neuronales. Adhiriéndose a los vasos sanguíneos, las astrocitas también sirven para conformar una barrera sanguínea del cerebro, que juega un importante rol a la hora de proteger las células cerebrales de sustancias de transmisión sanguínea que podrían resultar disruptivas para la actividad celular. 20 Las neuronas son el núcleo en funcionamiento del cerebro y de todo el sistema nervioso. Hay neuronas de todos los tamaños, pero el cuerpo de cada neurona cerebral oscila entre 5 y 135 micrometros. Dichas células fueron descubiertas por primera vez a finales del siglo XIX por el neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal. A diferencia de otras células (véase la Figura 1.3) tienen decenas de miles de bifurcaciones que emergen de su núcleo, denominadas dendritas (del griego “árbol”). Las dendritas reciben impulsos eléctricos de otras neuronas y los transmiten a través de una larga fibra, denominada el axón (del griego “axis”). Normalmente hay solo un axón por neurona. Una capa denominada la capa de mielina rodea a cada axón. La capa aísla al axón de las otras células e incrementa la velocidad de transmisión del impulso. Dicho impulso viaja a través de un proceso electroquímico y se puede desplazar a lo largo del 1,80 cm de altura de un adulto cualquiera en dos décimas de segundo. Una neurona puede transmitir de entre 250 y 2.500 impulsos por segundo. Figura 1.3. Las neuronas transmiten señales a lo largo de un axón y a través de la sinapsis (marcada con un círculo jaspeado) hacia las dendritas de la célula vecina. La capa de mielina protege al axón e incrementa la velocidad de transmisión. Las neuronas no tienen contacto directo entre sí. Entre cada dendrita y su axón hay un hueco pequeño de aproximadamente unos 20 nanómetros denominado sinapsis (del término griego para “unión”). Una neurona típica recoge señales de las demás a través de las dendritas, que están cubiertas en la sinapsis por miles de diminutas protuberancias, denominadas espinas dendríticas. La neurona envía, impulsos de actividad eléctrica a través del axón hacia la sinapsis, donde la actividad libera sustancias químicas almacenadas en receptáculos (denominados vesículas sinápticas) al final del axón (Figura 1.4). Dichas sustancias químicas, denominadas neurotransmisores, pueden tanto excitar como inhibir la neurona vecina. Por el momento se han descubierto más de 50 tipos distintos de neurotransmisores. 21 Algunos de los neurotransmisores más comunes son la acetilcolina, la epinefrina, la serotonina y la dopamina. El aprendizaje tiene lugar cuando las sinapsis cambian, de modo que la influencia de una neurona sobre otra cambia también. Parece existir una conexión directa entre el mundo físico del cerebro y el trabajo del propietario del cerebro. Estudios recientes sobre las neuronas de personas con oficios distintos (por ejemplo, de músicos profesionales) muestran que cuanto más complejas sean las capacidades demandadas por la profesión en cuestión, mayor será el número de dendritas que se hallan en las neuronas. Este aumento de dendritas permite un mayor número de conexiones entre las neuronas y resultan en un mayor número de lugares en los que almacenar aprendizajes. Figura 1.4. El impulso neuronal se desplaza a lo largo de la sinapsis mediante unas sustancias químicas denominadas neurotransmisores que se hallan dentro de las vesículas sinápticas. Existen aproximadamente 100.000 millones de neuronas en el cerebro de un ser humano adulto; es decir, como si multiplicáramos por 16 la población mundial o como el número de estrellas de la Vía Láctea. Cada neurona puede tener más de 10.000 bifurcaciones dendritales.Eso significa que es posible tener alrededor de un cuatrillón, esto es un 1 seguido por 15 ceros, de conexiones sinápticas en el cerebro. Este enorme e inconcebible número permite al cerebro procesar los datos que llegan, constantemente, provenientes de los sentidos, almacenar décadas de recuerdos, rostros y lugares, 22 aprender lenguas y combinar la información de un modo que nunca nadie imaginó que fuera posible. ¡Todo un logro para tan solo tres kilos de tejido blando! La creencia tradicional era que las neuronas eran las únicas células corporales que nunca se regeneraban. Sea como sea, ya señalamos que los investigadores descubrieron que el cerebro del ser humano adulto genera nuevas neuronas al menos en un lugar: en el hipocampo. Este descubrimiento hace emerger la pregunta de si las neuronas se regeneran en otras partes del cerebro y que, si es así, es posible estimularlas para que reparen y curen aquellos cerebros que han sufrido un daño, y esto es especialmente importante dado el creciente número de personas que sufren Alzheimer. Las investigaciones que giran en torno al Alzheimer se están centrando en buscar formas de detener los mortíferos mecanismos que amenazan con la destrucción de neuronas cuando se padece dicha enfermedad. Neuronas espejo Los científicos, mediante el empleo de tecnología fMRI (resonancias magnéticas), descubrieron la existencia de racimos de neuronas en la corteza premotora (el área que está frente a la corteza motora, encargada de planificar los movimientos), que se activan justo antes de que la persona lleve a cabo un movimiento planificado. Curiosamente, dichas neuronas también se activan cuando la persona ve a otra realizar el mismo movimiento. Por ejemplo, el patrón de activación de dichas neuronas que precede a la acción de un sujeto de coger una taza es idéntica al patrón que se observa cuando el sujeto ve a otra persona cogiendo la taza. Así, áreas similares del cerebro procesan tanto la producción como la percepción del movimiento. Los neurocientíficos creen que estas neuronas espejo quizás ayuden al individuo a decodificar las intenciones y predecir el comportamiento de los demás. Nos permiten recrear la experiencia de los demás y comprender las emociones ajenas, así como empatizar. Ver la expresión de disgusto o alegría en los rostros de los demás provoca que las neuronas espejo desencadenen emociones similares en nosotros. Empezamos a sentir sus acciones y sensaciones como si las estuviéramos realizando nosotros mismos. Las neuronas espejo probablemente explican el mimetismo que observamos en los niños pequeños cuando imitan nuestra sonrisa y muchos de nuestros movimientos. Todos hemos experimentado este fenómeno cada vez que se nos escapa un bostezo tras ver a nuestro interlocutor bostezar. Los neurocientíficos creen que las neuronas espejo podrían explicar mucho acerca de diversos comportamientos mentales que han sido un misterio hasta el momento. Por ejemplo, existen evidencias experimentales de que los niños con autismo tienen un déficit en su sistema de neuronas espejo. Esto podría explicar por qué tienen dificultades a la hora de inferir las intenciones y el estado mental de los demás (Oberman et al., 2005). Los investigadores también sospechan que las neuronas espejo juegan un papel en nuestra habilidad para desarrollar el habla articulada (Arbib, 2005). El “combustible” del cerebro 23 Las células cerebrales consumen oxígeno y glucosa (una forma de azúcar) como combustible. Cuanto más exigente sea la tarea cerebral, más combustible se consume. Además, es importante contar con una cantidad adecuada de dichas sustancias en el cerebro para que funcione de forma óptima. Una cantidad baja de oxígeno y glucosa en la sangre puede producir letargia y somnolencia. Comer una porción moderada de alimento que contenga glucosa (la fruta es una fuente excelente) pueden mejorar el rendimiento y la precisión en el trabajo, la memoria, la atención y la función motora (Korol y Gold, 1998; Scholey, Moss, Neave y Wesnes, 1999), así como mejorar la memoria de reconocimiento a largo plazo (Sünram-Lea, Dewhurst y Foster, 2008). El agua, que también es esencial para asegurar esa actividad cerebral saludable, es necesaria para el desplazamiento de las señales neuronales a través del cerebro. Si se da una baja concentración de agua disminuye el índice y la eficiencia de dichas señales. Es más, el agua mantiene los pulmones lo suficientemente húmedos como para permitir una transferencia eficiente de oxígeno hacia el flujo sanguíneo. Muchos alumnos, y sus profesores, no desayunan suficiente glucosa o no beben suficiente agua durante el día como para poder garantizar una función cerebral saludable. Las escuelas deberían prestar más atención a los desayunos y educar a sus alumnos en la necesidad de tener unos buenos niveles de glucosa en la sangre durante la jornada. Las escuelas también deberían proporcionar a los alumnos y al equipo docente frecuentes oportunidades para beber grandes cantidades de agua. La cantidad normalmente recomendada es de ocho vasos de agua al día por persona. EL DESARROLLO NEURONAL EN LOS NIÑOS El desarrollo neuronal empieza en el embrión alrededor de la cuarta semana tras la concepción y prosigue a una velocidad asombrosa. Durante los primeros cuatro meses de gestación, se forman alrededor de 200 billones de neuronas, pero aproximadamente la mitad morirá durante el quinto mes al no lograr conectarse con ninguna área del embrión en crecimiento. Este despropósito de destrucción de neuronas (denominado apoptosis) está genéticamente programado para garantizar que solo se preserven aquellas neuronas que han logrado realizar conexiones, y prevenir que el cerebro no esté superpoblado de células desconectadas. Los característicos pliegues del cerebrum se empiezan a desarrollar alrededor del sexto mes de gestación, creando los sulci y los gyri, que le dan al cerebro ese aspecto arrugado. La ingesta de drogas o alcohol por parte de la madre durante ese periodo puede interferir con el crecimiento de las células del cerebro, así como incrementar el riesgo de adicción fetal y de defectos mentales. Las neuronas del recién nacido son inmaduras; muchos de sus axones carecen de la capa protectora de mielina y existen pocas conexiones entre ellas. Así, la mayoría de regiones de la corteza cerebral están en silencio. En consecuencia, también lo están las áreas más activas del bulbo raquídeo (funciones corporales) y del cerebelo (movimiento). Las neuronas, en el cerebro de un niño, realizan muchas más conexiones que en el 24 cerebro de los adultos. El cerebro de un recién nacido realiza conexiones a un ritmo increíble a medida que el niño va absorviendo su ambiente. La información entra en el cerebro a través de una especie de “ventanas” que emergen y se van haciendo más estrechas en diversos momentos. Cuanto más rico sea el ambiente, mayor será el número de interconexiones que se realizarán. En consecuencia, el aprendizaje se dará con mayor rapidez y será más significativo. Al tiempo que el niño se acerca a la pubertad, el ritmo se va aflojando y empiezan otros dos procesos: las conexiones que el cerebro considera útiles se vuelven permanentes y aquellas inútiles se eliminan (apoptosis) mientras el cerebro, de forma selectiva, fortalece y poda las conexiones, basándose en la experiencia. Este proceso continúa a lo largo de nuestra vida, pero parece ser más intenso entre los 3 y los 12 años. Así, a una edad temprana, las experiencias ya están dando forma al cerebro y diseñando la única arquitectura neuronal que influirá en cómo el sujeto se maneje en el futuro en la escuela, en el trabajo y en otros lugares. Ventanas abiertas a la oportunidad Las ventanas abiertas a la oportunidad (windows of opportunity) representan importantes periodos en los que el joven cerebro responde a ciertos tipos de inputs provenientes de su ambiente para crear o consolidar redes neuronales. Algunas ventanas relacionadas con el desarrollo físico son de importanciacrítica, y los investigadores pediátricos las denominan períodos críticos. Por ejemplo, incluso si un niño dotado de un cerebro en perfecto estado no ha recibido ningún estímulo visual al cumplir dos años, será ciego de por vida, y si a los doce años no ha escuchado nunca ni una palabra, es probable que nunca pueda aprender una lengua. Cuando estas ventanas críticas se estrechan, las células cerebrales asignadas para dichas tareas pueden ser podadas o reclutadas para otras tareas (M. Diamond y Hopson, 1998). Las ventanas que se relacionan con el desarrollo cognitivo y de competencias tienen una mayor plasticidad, pero aun así, son muy significativas. Es importante recordar que el aprendizaje puede darse en cada una de estas áreas durante el resto de nuestras vidas, incluso después de que una de las ventanas se haya estrechado. Sea como sea, el nivel de la habilidad en cuestión no será tan alto. A esta habilidad del cerebro para cambiar continuamente y de forma sutil durante toda la vida como resultado de la experiencia se la denomina plasticidad. Una pregunta fascinante es por qué las ventanas se estrechan en una época tan temprana de la vida, especialmente teniendo en cuenta que nuestra esperanza de vida en la actualidad gira en torno a los 75 años. Una posible explicación es que estos hitos del desarrollo están genéticamente determinados y se instauraron hace muchos miles de años, cuando nuestra esperanza de vida giraba en torno a los 20 años. La figura 1.5 muestra algunas de las ventanas que analizaremos a continuación para comprender su importancia. VENTANAS DE OPORTUNIDAD MIENTRAS EL CEREBRO DEL NIÑO MADURA 25 Figura 1.5. La gráfica muestra algunos de los periodos sensibles del aprendizaje durante la infancia, según los datos actuales de los que disponemos fruto de la investigación. Puede que los estudios futuros modifiquen las franjas mostradas en la gráfica. Es importante recordar que el aprendizaje se da a lo largo de toda nuestra vida. Es necesario añadir aquí una advertencia. El concepto de “ventanas abiertas a la oportunidad” no debe generar que los padres se preocupen por haber desperdiciado la ocasión de proporcionarles a los niños experiencias de importancia crítica en edades tempranas. Es más, los padres y los educadores deben recordar que la plasticidad y la resiliencia del cerebro le permiten aprender casi cualquier cosa en cualquier momento. En general, podemos afirmar que el aprendizaje temprano es mejor, pero aprender más tarde no es ninguna catástrofe. Desarrollo motor Esta ventana se abre durante el desarrollo fetal. Quienes hayan sido padres recordarán muy bien el movimiento del feto durante el tercer trimestre, mientras las conexiones motoras y los sistemas se están consolidando. La capacidad del niño para aprender habilidades motoras parece ser más pronunciada durante los primeros ocho años. Tareas aparentemente simples como nadar y caminar requieren complejas asociaciones de redes neuronales e incluyen la integración de información proveniente de sensores de equilibrio en el oído interno, así como el envío de señales a los músculos de las piernas y de los brazos. Por supuesto, la persona puede adquirir habilidades motoras después de que la ventana se haya estrechado. Sea como sea, aquello que se aprende mientras está abierta puede llegar a dominarse de una forma increíble. Por ejemplo, la mayoría de virtuosos, medallistas olímpicos y jugadores profesionales de deportes individuales (por ejemplo, de tenis y de golf) comenzaron a practicar sus habilidades alrededor de los 8 años. 26 Control emocional La ventana para el desarrollo del control emocional parece abrirse de los 2 a los 30 meses. Durante ese periodo, el sistema límbico (emocional) y el sistema racional del lóbulo frontal evalúan mutuamente su habilidad para ofrecerle a su propietario lo que demanda. Es toda una batalla. En la figura 1.6 vemos cómo los estudios en torno al crecimiento del cerebro sugieren que el sistema emocional (el más antiguo) se desarrolla más rápido que los lóbulos frontales (Beatty, 2001; Gazzaniga, Ivry & Mangun, 2002; Goldberg, 2001; Luciana, Conklin, Hooper & Yarger, 2005; Paus, 2005; Restak, 2001; Steinberg, 2005). En consecuencia, en esa guerra por el control, el sistema emocional lleva las de ganar. Si el niño logra casi siempre con sus rabietas aquello que quiere cuando la ventana está abierta, es probable que ese sea el método que utilice el niño para conseguir lo que quiere cuando la ventana se estreche. Esta constante batalla emocional- racional es uno de los principales causantes de los denominados “terribles dos años”. Ciertamente, uno puede aprender a controlar sus emociones tras esta edad. Pero lo que el niño aprendió durante este periodo de ampliación de la ventana será difícil de cambiar, e influirá fuertemente en lo que aprenda antes de que la ventana se estreche. DESARROLLO DEL ÁREA LÍMBICA Y DE LOS LÓBULOS FRONTALES DEL CEREBRO Figura 1.6. Basada en estudios de investigación, esta gráfica sugiere el posible nivel de desarrollo del área límbica del cerebro y de los lóbulos frontales. El periodo que va de los 10 a los 12 años, en el que se da el pleno desarrollo de los lóbulos frontales (el sistema racional del cerebro), explica por qué tantos adolescentes y jóvenes se ven implicados en situaciones de riesgo. A continuación aportamos un asombroso ejemplo de cómo la educación puede influir en la naturaleza: existen considerables evidencias que confirman que el modo en que los padres respondan emocionalmente a sus hijos durante este periodo puede animar o hacer que se debiliten ciertas tendencias genéticas. La biología no es un destino, de modo que 27 la expresión de los genes no es, necesariamente, inevitable. Para que produzcan sus efectos, los genes deben ser activados. La células de la punta de nuestra nariz contienen el mismo código genético que las que hay en nuestro estómago. Por ejemplo, la timidez es un rasgo que parece ser parcialmente hereditario. Si los padres se muestran sobreprotectores con su tímida hija, es probable que la niña crezca y siga siendo tímida. Del mismo modo, las tendencias genéticas hacia la inteligencia, la sociabilidad, la esquizofrenia o la agresión pueden despertarse, moderarse o sofocarse mediante la reacción de los padres y las influencias ambientales (Reiss, Neiderhiser, Hetherington & Plomin, 2000). Vocabulario Dado que el cerebro humano está geneticamente predispuesto para el lenguaje, los bebés empiezan a emitir sonidos y a balbucear frases sin sentido a la tierna edad de dos meses. Hacia los ocho meses, los niños empiezan a tratar de pronunciar palabras sencillas tales como mamá y papá. Las áreas del lenguaje presentes en el cerebro se vuelven realmente activas de los 18 a los 20 meses. Un niño de esa edad puede aprender más de 10 palabras por día, llegando a poseer un vocabulario de unas 900 palabras a los 3 años, que se incrementará hasta llegar a 2.500 o 3.000 palabras a la edad de 5 años. A continuación mostraremos un ejemplo del poder del habla: los investigadores han demostrado que los bebés cuyos padres hablan más con ellos, tienen un vocabulario significativamente más amplio que el de los bebés a quienes se les habla menos (Pancsofar y Vernon-Feagans, 2006). Conocer una palabra no es lo mismo que comprender su significado. De modo que es importantísimo que los padres animen a sus hijos a emplear nuevas palabras en un contexto que demuestre que saben lo que significan esas palabras en cuestión. Los niños que conocen el significado de la mayoría de la palabras de su amplio vocabulario tendrán más oportunidades de aprender a leer de forma sencilla y rápida. Adquisición del lenguaje El cerebro del recién nacido no es una tabula rasa, tal y como antes se pensaba. Ciertas áreas están especializadas en estímulos específicos, que incluyen el lenguaje hablado. La ventana para la adquisición del lenguaje hablado se abre en seguida tras el nacimiento y se estrecha alrededor de los 5 años y de nuevo alrededorde los 10 o 12 años. Pasada esa edad, aprender cualquier lengua se vuelve más difícil. El impulso genético para aprender una lengua es tan fuerte que los niños que se hallan en ambientes salvajes a menudo se inventan su propia lengua. También existen evidencias de que la habilidad humana para adquirir la gramática podría tener una ventana de oportunidad específica en los primeros años (M. Diamond y Hopson, 1998; Pulvermüller, 2010). Sabiéndolo, no parece lógico que aún haya tantas escuelas que no introducen la enseñanza de la segunda y la tercera lengua hasta la educación primaria o la secundaria, en vez de introducirla durante los primeros años. El capítulo 4 aborda con mayor detalle el modo en que el cerebro adquiere una lengua hablada. 28 Lógica y matemáticas No se sabe cómo y cuándo comprende los números el joven cerebro, pero hay gran cantidad de evidencias que muestran que los niños tienen un sentido rudimentario de los números, que se halla en ciertos lugares del cerebro ya al nacer, a punto para ser liberado (Butterworth, 1999; Dehaene, 2010; Devlin, 2000). El propósito de estos lugares es categorizar el mundo en términos de “número de cosas” dentro de una tipología; esto es, que pueden captar la diferencia entre dos ejemplares de una determinada cosa y tres ejemplares de esa determinada cosa. Conducimos por una carretera cuando vemos a unos caballos en la pradera. Mientras nos damos cuenta de que los hay marrones y negros, no podemos evitar ver que hay cuatro, aunque no los hayamos contado uno por uno. Los investigadores también han descubierto que los niños pequeños (desde los 2 años) reconocen las relaciones que se establecen entre números como 4 o 5, incluso aunque no sean capaces de etiquetarlos verbalmente. Esta investigación muestra que no es necesario que la habilidad del lenguaje esté en pleno funcionamiento para apoyar el pensamiento numeral (Brannon y Van der Walle, 2001), pero que es necesaria para los cálculos numéricos (Dehaene, 2010). Música instrumental Todas las culturas crean música, de modo que podemos afirmar que es un rasgo importante de la condición humana. Los bebés reaccionan ante la música ya con 2 o 3 meses. Puede que al nacer exista una ventana abierta para la creación de música, pero es obvio que ni las cuerdas vocales del bebé ni las habilidades motoras son las adecuadas ni para cantar ni para tocar un instrumento. Alrededor de los tres años, la mayoría de los niños pequeños tienen la suficiente destreza manual como para tocar el piano (Mozart tocaba el clavecín y componía ya a los 4 años). Varios estudios han demostrado que niños de 3 y 4 años que recibieron clases de piano sacaron una puntuación significativamente más alta en tareas espacio-temporales en comparación con otros grupos de niños que no habían recibido ese entrenamiento musical. Es más, esa diferencia persistía a largo plazo. Las imágenes cerebrales muestran que la creación de musica instrumental excita las mismas regiones del lóbulo frontal izquierdo que son las responsables de las matemáticas y de la lógica. Véase el último capítulo para saber más acerca de los efectos de la música en el cerebro y el aprendizaje. La investigación en torno al desarrollo temprano del cerebro sugiere que un ambiente doméstico y preescolar rico durante estas edades puede ayudar a los niños a construir conexiones neuronales y a que hagan pleno uso de sus habilidades mentales. Dada la importancia de los primeros años, creo que las escuelas deberían comunicarse con los padres de los recién nacidos y ofrecerles sus servicios y recursos para ayudarles a tener éxito en su papel de “primeros maestros” de sus hijos. Ya existen programas de este tipo y están en marcha en algunas partes de los Estados Unidos como Michigan, Missouri y Kentucky, y están surgiendo programas parecidos, promovidos por las autoridades 29 • • • educativas locales, por todas partes. Pero tenemos que trabajar con mayor dinamismo para alcanzar este importante objetivo. EL CEREBRO, UN APASIONADO DE LAS NOVEDADES Parte de nuestro éxito como especie se puede atribuir al persistente interés del cerebro por la novedad, esto es: por los cambios que se producen en el ambiente. El cerebro está constantemente “escaneando” el entorno en busca de estímulos. Cuando emerge un estímulo inesperado (como un estruendo proveniente de una habitación vacía) una descarga de adrenalina clausura toda actividad innecesaria y centra la atención del cerebro de modo que pueda estar preparado para la acción. Y a la inversa, un entorno que contenga principalmente estímulos predecibles o repetidos, como es el caso de algunas aulas, provoca un descenso en el interés del cerebro por el mundo externo y que se vuelque hacia dentro para buscar nuevas sensaciones. Factores ambientales que fomentan la novedad Craig es un buen amigo mío, tiene más de veinte años de experiencia como profesor de matemáticas en secundaria. A menudo señala lo distintos que son los alumnos de hoy respecto a los de hace tan solo unos años atrás. Llegan a clase con todos sus aparatos electrónicos y su atención bascula entre varias tareas al mismo tiempo (tareas que no suelen incluir las matemáticas). Como profesor consciente que es, Craig ha ido incorporando la tecnología a sus clases, puesto que ésta logra captar la atención de los alumnos. En el pasado, Craig sonreía escéptico cuando le hablaban de los crecientes hallazgos que se estaban dando en torno al cerebro y sus posibles aplicaciones en la enseñanza y el aprendizaje. ¡Ahora ya no tiene esa actitud! Se ha dado cuenta de que, como el cerebro del alumno actual se está desarrollando en un entorno en constante cambio, debe reajustar su didáctica para poder adaptarse a esa realidad. A menudo escuchamos a los profesores señalar que los alumnos actuales aprenden de un modo completamente diferente a como lo hacían en el pasado. Parece que su atención es más breve y que se aburren con mayor facilidad. ¿Por qué? ¿Está sucediendo algo en el entorno de los alumnos que altera la manera que tienen de acercarse al proceso de aprendizaje? El entorno en el pasado El entorno doméstico, hace unas décadas y para la mayoría de los niños, era un ambiente bastante distinto al que nos encontramos hoy. Por ejemplo: El hogar era más silencioso; algunos dirían que “aburrido” comparado con el actual. Los padres y los niños leían y hablaban mucho. La unidad familiar era más estable, los miembros de la familia comían juntos y la hora de comer era una oportunidad para que los padres discutieran las actividades 30 • • • de los niños y les prodigaran su amor y su apoyo. Si la casa tenía televisión, se situaba en un espacio común y controlada por los adultos. Lo que los niños miraban podía ser supervisado cuidadosamente. La escuela era un lugar interesante porque allí había televisiones, películas, se hacían excursiones e iba gente interesante a dar charlas. Dado que no había muchas otras distracciones, la escuela era una importante influencia en la vida del niño y una fuente primaria de información. El vecindario también representaba una parte importante en la crianza. Los niños jugaban juntos, desarrollando sus habilidades motoras a la vez que aprendían las habilidades sociales necesarias para desarrollar sus relaciones e interactuaban con éxito con otros niños del vecindario. El entorno de hoy en día En los últimos años, el entorno en el que crecen los niños ha cambiado radicalmente. Las unidades familiares no son tan estables como antes. Las familias monoparenales son más comunes, y en el 2007 representaban el 26,3% de todos los hogares de Estados Unidos en los que hubiera hijos menores de 21 años (Grall, 2009). Eso supone más de 5,7 millones de niños. Los hábitos nutricionales también están cambiando y la cocina casera se está convirtiendo en un arte en desuso. Como resultado, los niños tienen menos oportunidades de disfrutar de ese importante momento de conversación durante las comidas familiares, junto a los adultos que cuidan de ellos. Muchosniños y jóvenes de 10 hasta 18 años, actualmente, pueden mirar la televisión y jugar con otro tipo de tecnología en su propia habitación, cosa que a menudo conlleva un descenso de sus horas de sueño. Es más, sin ningún adulto presente en la misma estancia, ¿qué tipo de moral se construye en la mente preadolescente como consecuencia de la exposición a programas que contienen grandes dosis de sexo y violencia tanto en la televisión como en Internet? Los niños y los jóvenes consiguen información de muchas otras fuentes a parte del centro educativo, y parte de ésta es poco rigurosa o falsa. Pasan mucho más tiempo dentro de casa con sus dispositivos tecnológicos, desperdiciando así las oportunidades externas para desarrollar sus habilidades motoras y sociales, necesarias para comunicarse y actuar personal y civilizadamente con los demás. Una consecuencia inesperada de ello es el rápido aumento del número de niños y adolescentes con sobrepeso, actualmente más del 17% de los niños y jóvenes con edades comprendidas entre los 6 y los 19 años en Estados Unidos (Centers for Disease Control and Prevention, 2010). El cerebro de los jóvenes ha reaccionado ante la tecnología cambiando su funcionamiento y su organización para acomodarse al enorme conjunto de estímulos que se dan en su entorno. Aclimatándose a estos cambios, el cerebro reacciona, hoy más que nunca, ante lo único y lo diferente; aquello que hemos calificado de “novedad”. Hay un lado oscuro en este aumento del comportamiento de búsqueda de novedades. Algunos adolescentes que perciben pocas novedades en su entorno pueden empezar a consumir drogas que alteren la mente, tales como el éxtasis o las anfetaminas para sentirse 31 estimulados. Esta dependencia de las drogas puede, en última instancia, fomentar la demanda de novedad exigida por su cerebro hasta el punto de desequilibrarlo y desembocar en un comportamiento de riesgo. Su dieta contiene crecientes cantidades de sustancias que pueden afectar a las funciones corporales y cerebrales. La cafeína es un fuerte estimulante cerebral, considerado seguro para la mayoría de adultos en pequeñas cantidades. Pero la cafeína se halla en muchos de los alimentos y las bebidas que los adolescentes consumen diariamente. Un exceso de cafeína produce insomnio, ansiedad y náuseas. Algunos adolescentes también pueden desarrollar alergias al aspartamo (un azúcar artificial hallado en las vitaminas y en varios alimentos “light” para niños) y otros aditivos alimentarios. Algunos de los posibles síntomas de estas reacciones alérgicas incluyen hiperactividad, dificultad para concentrarse y dolores de cabeza (Bateman et al., 2004; Millichap y Lee, 2003). Cuando le añadimos a esta mezcla los cambios que ha sufrido el estilo de vida de las familias y las tentaciones del alcohol y las drogas, nos damos cuenta hasta qué punto es distinto el entorno de los niños actuales respecto al de los niños de hace tan solo 10 o 15 años. ¿Cómo está afectando la tecnología al cerebro del alumno? Los alumnos hoy en día están rodeados por medios de comunicación: teléfonos móviles, smartphones, múltiples televisiones, reproductores de MP3, películas, ordenadores, videojuegos, iPads, e-mails e Internet. De los 8 a los 18 años los jóvenes invierten una media de siete horas al día con los medios digitales (Rideout, Foehr y Roberts, 2010). El entorno multimedia divide su atención. Incluso los telediarios son distintos. Antes, solo aparecía en la pantalla el rostro del reportero. Ahora, la pantalla de televisión que contemplamos está repleta de información. Tres personas están reportando notícias desde diferentes rincones del mundo. En la parte de abajo de la pantalla van pasando otras notícias y en la esquina derecha, justo debajo del tiempo y de la temperatura, va cambiando el índice del mercado. A mi, todos estos detalles me distraen y me obligan a dividir mi atención en varios componentes. Me descubro perdiéndome el comentario del reportero porque uno de los ítems que va cambiando ha captado mi atención. Aun así, los niños se han acostumbrado a estos mensajes ricos en información y tan velozmente cambiantes. Pueden dirigir su atención hacia múltiples cosas rápidamente, pero sus cerebros solo pueden centrarse en una cosa cada vez. El mito de la multitarea Por supuesto que podemos pasear y mascar chicle al mismo tiempo, puesto que son tareas físicas separadas que requieren inputs cognitivos no medibles. Sea como sea, el cerebro no puede llevar adelante dos procesos cognitivos de forma simultánea. Nuestra predisposición genética a la supervivencia dirige al cerebro para que se centre solo en un asunto por vez, para que pueda determinar si supone una amenaza. Si fuéramos capaces de centrarnos en varios ítems a la vez, se diluiría nuestra atención y se reduciría 32 seriamente nuestra capacidad para determinar la presencia de una amenaza de forma rápida y precisa. Aquello a lo que nos referimos como “multitarea” es en realidad el salto de una tarea a otra. Sucede cuando nos ocupamos de varias tareas de forma secuencial (la atención se desplaza del ítem A al B y al ítem C, etc.) o a alternarlas (la atención se desplaza entre los ítems A y B). Siempre que el cerebro pasa de centrarse en el ítem A a centrarse en el ítem B para volver de nuevo al ítem A, está implicada una pérdida cognitiva. La figura 1.7 ilustra el proceso que explicaremos con el siguiente ejemplo. La línea continua representa la cantidad de memoria de trabajo empleada para procesar una tarea de los deberes, y la línea discontinua representa la cantidad empleada para procesar una llamada de teléfono. Pongamos que Jeremy es un alumno de educación secundaria que está trabajando en un proyecto de historia y ha pasado tan solo 10 minutos centrado en la comprensión de las causas más importantes de la Segunda Guerra Mundial. La parte pensante de su cerebro está trabajando duro, y una cantidad significativa de su memoria de trabajo está procesando esa información. GRADO DE CONCENTRACIÓN EN LOS DEBERES Y EN LA LLAMADA DE TELÉFONO Figura 1.7. Cuando una llamada telefónica interrumpe una tarea, los recursos de memoria dedicados a la tarea en cuestión (línea continua) declinan, y los recursos dedicados a enfrentarse a la información proveniente de la llamada telefónica (línea discontínua) aumentan. De repente suena el teléfono. Es la novia de Jeremy, Donna. Mientras responde al teléfono, su cerebro debe desvincularse del procesamiento de la información histórica para volver sobre sus pasos y responder a la llamada de teléfono. Jeremy dedica los siguientes seis minutos a charlar con Donna. Durante ese tiempo, buena parte de la información sobre la Segunda Guerra Mundial que la memoria de trabajo de Jeremy 33 1. 2. estaba procesando empieza a desdibujarse mientras va siendo reemplazada por la información de la llamada de teléfono. (La memoria de trabajo tiene una capacidad limitada). Cuando Jeremy retoma sus deberes, prácticamente es como si empezara de nuevo. La sensación de haber trabajado en los deberes puede producir que el alumno crea que toda la información está aún en su memoria de trabajo, pero la mayor parte de la misma se ha perdido. Puede que incluso se diga: “Vale, ¿dónde me había quedado?”. La tarea de pasar de una actividad a otra tiene un precio (Monk, Trafton y Boehm- Davis, 2008). Algunos estudios indican que si se interrumpe a una persona mientras realiza una tarea puede tardar más del 50% en terminar la tarea y cometer más del 50% de errores que si trabajara sin interrupciones (Medina, 2008). El pasar de una tarea a otra y los textos complejos Vivir en un mundo en el que el salto de una tarea a otra es la norma puede estar afectando a la habilidad del alumno para leer y concentrarse en textos complejos. En un informe del 2006, la empresa de evaluación e investigación ACT examinó la capacidad de los alumnos que salían del instituto para enfrentarse a la lectura de textos universitarios y manuales técnicos. El estudio descubrió que no existía una diferenciasignificativa entre las puntuaciones obtenidas por aquellos alumnos que se encaminaban hacia la universidad y aquellos que no se lo planteaban, en las siguientes áreas: localización de la idea principal del texto, el significado de las palabras, razonar las afirmaciones, hacer generalizaciones y extraer conclusiones. Otro hallazgo fue que una variable de lectura que claramente diferenciaba a los que se encaminaban a la universidad de los que no, era la habilidad por comprender textos complejos. Esos textos normalmente contienen un vocabulario complejo y unas elaboradas estructuras gramaticales, así como significados literales y otros que deben inferirse. Se constató que poco más de la mitad de los alumnos que finalizan la educación secundaria eran capaces de alcanzar el nivel de lectura de un primer curso de universidad, basándose en un indicador nacional de nivel de comprensión lectora. ¿Es posible que los alumnos de secundaria se hayan adaptado tanto al salto entre tareas que no hayan desarrollado la disciplina cognitiva necesaria para leer textos complejos? Bauerlein (2011) sugiere que leer con éxito textos complejos requiere las tres competencias siguientes que los alumnos, que están constantemente conectados a sus dispositivos tecnológicos, puede que no estén desarrollando: Una disposición para sondear los escritos de un autor para buscar los significados literales e inferidos y para detenerse y deliberar en torno a lo narrado. Por otro lado, los textos digitales suelen tener un formato breve y nos permiten ir hacia adelante y hacia atrás rápidamente, de modo que los alumnos se acostumbran a desplazarse rápidamente por el texto en vez de ir poco a poco y reflexionar sobre él. Una capacidad del pensamiento ininterrumpido para seguir un razonamiento y tener en cuenta la suficiente información en su memoria de trabajo como para 34 3. poder comprender el texto. Los textos complejos no están construidos para permitir pequeñas ráfagas de atención sino que a menudo abordan escenas e ideas desconocidas para los adolescentes actuales. Captar el significado de los textos complejos requiere la concentración en una sola tarea y una atención constante, no el salto entre distintas tareas y la rápida interacción que caracterizan las comunicaciones digitales. Una apertura hacia el pensamiento profundo que implica, por ejemplo, decidir si estamos de acuerdo o no con la premisa del autor y reflexionar sobre distintas alternativas. A menudo los textos complejos provocan que los adolescentes se enfrenten con la insuficiencia de su conocimiento y los límites de sus experiencias. En vez de ganar en modestia gracias a estas revelaciones y leer con mayor profundidad, los adolescentes reaccionan dando por sentado que la persona que son, cuya vida vuelcan en sus páginas personales de perfil, es autosuficiente. Bauerlein sugiere que los centros de educación secundaria dediquen al menos una hora al día a tareas de investigación que requieran el empleo de soportes impresos, no necesiten de una conexión a Internet e incluyan textos complejos. La clave es no eliminar la tecnología, sino controlar su invasión para que no infiera en los momentos que deben dedicarse a pensar en profundidad. La tecnología no es ni la panacea ni el enemigo. Es una herramienta. Los alumnos de primaria y de secundaria siguen necesitando el contacto personal y la interacción con su profesores y sus compañeros. Esta es una parte importante del desarrollo social, pero la tecnología (quizás en gran medida), está reduciendo la frecuencia de dichas interacciones. Ni debemos introducir el uso de tecnologías por el bien de la tecnología, ni tampoco debemos concebirla como un fin en sí mismo. En vez de enseñar con diversas tecnologías, los profesores deben emplearlas para mejorar, enriquecer y presentar sus contenidos de forma más eficaz. Muchos sitios de Internet ofrecen material gratuito para ayudar a los profesores a ampliar sus clases con fragmentos de audio y de vídeo. ¿Han cambiado las instituciones educativas por el efecto del entorno? Muchos profesionales de la educación reconocen las nuevas características del cerebro, pero no siempre están de acuerdo en ese sentido. Los adolescentes, en sus casas, están acostumbrados a saltar constantemente de una tarea a otra empleando sus dispositivos: MP3, móvil, portátil, video-juegos y la televisión. Lo multimedia les rodea. ¿Podemos esperar entonces que se sienten en silencio durante 30 o 50 minutos para escuchar al profesor, para rellenar una página o para trabajar en solitario? Por supuesto que las metodologías didácticas están cambiando, y los profesores emplean las más nuevas tecnologías e incluso introducen la cultura y la música pop para implementar los materiales de aula tradicionales. Pero ni la didáctica ni los centros educativos están cambiando lo suficientemente rápido. En los centros de educación secundaria de los Estados Unidos, la lectura sigue siendo el principal método de enseñanza, principalmente dada la vasta cantidad de material 35 curricular requerido y la creciente presión de la evaluación externa. Los alumnos señalan que los centros son entornos poco estimulantes y aburridos, mucho menos interesantes que lo que hay fuera de sus muros. A pesar de los recientes esfuerzos de los educadores por enfrentarse a estos cambios, muchos alumnos de instituto, aun así, no se sienten implicados. En el High School Survey of Student Engagement del 2009, el 65 por ciento de unos 43.000 alumnos respondieron que “disfrutan de debates en los que no haya una respuesta clara”, evidenciando el placer por la complejidad. Al mismo tiempo, el 82% dijo que agradecería tener más oportunidades para ser creativos en secundaria (Yazzie- Mintz, 2010). En otro informe sobre 10500 alumnos de educación secundaria, dirigido por la National Governors Association (2005), más de un tercio de los alumnos dijo que su instituto no había hecho un buen trabajo a la hora de fomentar en ellos el pensamiento crítico y el análisis y resolución de problemas. Alrededor de un 11% dijo que estaba pensando en dejar de estudiar. Y alrededor de un tercio de ese grupo dijo que querían dejarlo porque no estaban aprendiendo “nada”. En una encuesta realizada en 2004, se les pedía a alrededor de 800 alumnos con edades comprendidas entre los 13 y los 17, en un informe online, que seleccionaran los tres adjetivos que mejor describieran cómo se sentían en relación al centro educativo. La mitad de los alumnos escogió “aburrido” y el 42% escogió “cansado”. Basta con que pensemos en algunas de las cosas que habitualmente hacemos en las escuelas que se oponen por completo a lo que ahora sabemos acerca de cómo aprende el cerebro. Un ejemplo sencillo pero importante es el concepto de ejercicio. El ejercicio físico hace que aumente el flujo sanguíneo hacia el cerebro y a través del cuerpo. Que haya más cantidad de sangre en el cerebro es particularmente efectivo para el hipocampo, una área profundamente implicada en la formación de recuerdos a largo plazo. El ejercicio también desencadena la liberación de una de las sustancias químicas más potentes del cerebro, un trabalenguas denominado “factor neurotrófico derivado del cerebro” (BDNF, por sus siglas en inglés). Esta proteína garantiza la salud de las jóvenes neuronas y anima el crecimiento de otras nuevas. Una vez más, el área del cerebro que es más sensible a esa actividad es el hipocampo. Los estudios muestran que una creciente actividad física en el entorno escolar conduce a la mejora del rendimiento de los alumnos (Taras, 2005). Y aun así, los alumnos siguen pasando demasiado tiempo sentados en la escuela y especialmente cuando son adolescentes, y las escuelas primarias están reduciendo o eliminando la hora del recreo para dedicar cada vez más tiempo a la preparación de exámenes. En otras palabras: estamos cercenando, precisamente, aquella actividad que más impacto positivo podría tener en el rendimiento cognitivo en los examenes. Es evidente entonces que debemos volvernos
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