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ANALISIS DE LA PELICULA HOTEL RWANDA

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ANALISIS DE LA PELICULA HOTEL RWANDA
Los conceptos de paz y de anti-paz según Hotel Ruanda
Comencemos por un concepto omnipresente en todas mentes de los personajes
durante el film: la paz.
Veamos que en el Estado ruandés nunca existió paz en el sentido entero de la 
palabra, ya que la paz que nosotros conocemos como la ausencia de guerra no es 
más que la paz negativa (Galtung, 2003). La cual no implica una ausencia de 
problemas estructurales como la salud, el acceso a la educación y otros Derechos 
Económicos, Sociales y Culturales que aquejan y matan a Ruanda . En esta película
no vemos más que un periodo inicial de paz negativa que se suple con la guerra, sin
embargo en ningún momento hay siquiera un esbozo de lo que significa paz en su 
concepción integra, en su concepción positiva. Mostrándonos la pobreza y los 
conflictos armados, Hotel Ruanda, por sus imágenes y diálogos, hace que tengamos
que deplorar dos guerras, en donde la miseria y asimetrías sociales parecen ser el 
escenario perfecto para un conflicto de tal amplitud como el que luego ocurre.
Pero veamos también el concepto interesante de educación para la paz, quien 
desgraciadamente no es un tema principal de la película pero que si influencia en la
evolución de la personalidad de Paul durante el transcurso de la historia. Esto no 
implica solamente un aspecto de pedagogía directa que quizás esté implícita en la
educación que Paul haya recibido. Sino que, además, se encuentra en las acciones
y vivencias experimentadas. En este sentido, en algunos momentos se ven escenas
en donde existe este tipo de educación. Por ejemplo, los consejos y pedidos de la 
esposa de Paul quién lo induce a proteger, a indignarse contra la injusticia y a 
ayudar a los demás. También se ve de manera más sutil cuando, “atrapados” en el 
hotel se enseña a los niños artes corporales, música, etc. Así, se les trata de dar
una condición de vida tranquila con apariencia de bienestar y de paz en medio de la
guerra, tratando de protegerlos de la educación para la anti-paz que sería dejarlos a
la merced de los guerrilleros, de las armas, de la furia y rencor, etc.
Por otro lado, la guerra es aquí sinónimo de genocidio para describir el tema 
principal. No obstante, como decíamos anteriormente, existen múltiples guerras en 
este país (la pobreza, las asimetrías, la corrupción, el rencor y finalmente el 
enfrentamiento armado). Pero, parece ser que esto que debería de indignar a la 
humanidad entera es considerado para algunos (lo veremos más adelante) como un
evento que solo provoca o beneficio o neutralidad para algunos. Así, para la alta 
jerarquía militar ruandesa, los vendedores de armas y para la prensa extranjera es 
una bendición tener una guerra ya que sus economías pueden potenciarse, unos 
vendiendo muerte y otros mostrándola.
Pero ya más cerca del concepto, la guerra es una de las más viejas formas de 
relación entre humanos con el propósito de imponerse y controlar algo: una caverna,
un área de caza, un señorío o un Estado, y así, entendiendo la progresión de las 
sociedades occidentales. Sin embargo, ¿que nos puede llevar a determinar cuando 
estamos en presencia de una guerra o no? Según el instituto sueco Paz 
Internacional, la guerra es todo aquel conflicto armado que cumple dos requisitos: 1-
Enfrentar al menos una fuerza militar, ya sea contra otro u otros ejércitos o contra 
una fuerza insurgente. 2- Contar al menos mil personas muertas. En Ruanda este
fue definitivamente el caso.
El genocidio, por otro lado, muy ligado a la guerra aquí, es el tema de fondo de 
Hotel Ruanda, ya que aunque no está en boca de los personajes principales es lo
que parece ser mientras avanza la historia. Además de esto, es lo que pudo
determinarse por los actos cometidos y también de manera cuantitativa. Entonces
¿Cómo se determina lo que es un genocidio? Según la Convención para la 
Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, se entiende por genocidio 
cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso:
• La lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
• La matanza de miembros del grupo;
• El sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial;
• Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
• Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
En el caso ruandés, nuestro testimonio audio visual nos permite observar que en 
esa situación existieron todas estas formas de genocidio: desde impedir que la raza
tutsi se desarrolle matando a los niños; hasta el sometimiento intencional de hutus 
contra tutsis y viceversa con intenciones de destrucción física; pasando por el 
desplazamiento forzado de hutus y tutsis, etc. Por ello, el genocidio no podemos 
entenderlo por la característica principal de él que es la matanza directa pero 
también por los actos anteriores y posteriores a dichas matanzas directas.
En este sentido, el concepto de genocidio está muy ligado a la evolución de los 
tribunales penales que previenen las matanzas grupales. Así, el Acuerdo o Carta de 
Londres de 8 de agosto de 1945, que estableció el Estatuto del Tribunal de 
Nuremberg, definió como "crímenes contra la humanidad" los asesinatos y otras 
agresiones contra cualquier población civil o las persecuciones por motivos políticos,
raciales o religiosos. Esto cristalizó en la Convención para la Prevención y Sanción 
del Delito de Genocidio, adoptada por la AG de la ONU en su resolución 260 A (III), 
en1948. La definición de genocidio plasmada en la Convención de 1948 evolucionó,
siendo acogida en el artículo 4 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la
antigua Yugoslavia, de 1993, el artículo 2 del Estatuto del Tribunal Penal 
Internacional para Ruanda, de 1994, y el artículo 6 del Estatuto de Roma de 1998,
por el que se creó la Corte Penal Internacional.
Además un hito interesante del caso ruandés con respecto a la definición del 
concepto de genocidio es que durante los procesos del Tribunal Ad Hoc para 
Ruanda, ocurrió, en el caso Akayesu, la primera condena internacional por 
genocidio y por violencia sexual “pasiva” como actos genocidas acusando culpable
de violación sexual a Akayesu por no haber impedido ni detenido este acto en su 
calidad de oficial, y no por haberla cometido personalmente.
Además el tribunal consideró que la violación constituía tortura y que, dadas las 
circunstancias, la violación generalizada, como parte de unas "medidas dirigidas a
impedir nacimientos dentro del grupo", constituía un acto de genocidio.
El Hotel Mille Collines y la comunidad internacional: razones del oasis en
pleno desierto
Es cierto que cuando estalla la guerra civil, el hotel no es atacado porque existen 
varias particularidades que lo hacen intocable. En primer lugar, está el hecho que 
es capital extranjero y que en un principio no son estos los blancos de la violencia. 
También, se debe de agradecer la participación de la ONU quienes protegían el 
recinto y además la colaboración por medio del soborno de altos mandos militares 
hutus (a pesar de saber de la existencia de tutsis dentro del hotel). Sin embargo, lo 
que otorga primordialmente una garantía de vida a todos los que se encuentran en 
el hotel es la presencia de extranjeros, hasta donde podemos ver, todos blancos. 
Ellos son el seguro de vida de los tutsis, ya que desde un punto de vista puramente
político, si se masacraran a tantos extranjeros occidentales, la opinión internacional
se sentiría quizás más apegada al drama e presionarían para una intervención.
Para corroborar esto, basta con acordarnos de dos ejemplos recientes:
En primer lugar, los atentados del 11 de septiembre, vistos en el Mundo como una
catástrofe universal, miles de muertos en pleno suplicio, etc. No obstante, por el
interés dela prensa en un segmento occidental frente a toda la población mundial, 
se cubrió este acontecimiento y los miles de muertes como el mayor de los actos 
criminales, cambiando medidas de seguridad, instaurando una unilateralidad 
mundial, legitimando guerras en Oriente… Pero este ataque, aunque manchado de 
sangre y deplorable, nunca fue de magnitud tal como para justificar otras miles de 
muertes en las guerras de Afganistán e Irak. Aquí, no cabe comparación pero se 
puede constatar que cuando fallecieron niños en Somalia por la guerra que los 
estadounidenses llevaron a cabo, cuando los afganos morían en manos de las 
milicias financiadas por capitales del gobierno de Carter, nadie les dio tanta 
cobertura ni tanta importancia a nivel de opinión o solidaridad como si ocurrió con el
único ataque en territorio estadounidense. En Francia, por ejemplo, se decretaron 
minutos de silencio nacionales, un día de luto, las banderas a media asta en todos 
los edificios públicos y en ciertas ciudades sonaban himnos del país y de Estados
Unidos en solidaridad con este ataque. No obstante, nunca ocurrió algo parecido por
el genocidio de Ruanda, la intervención en Irak (a pesar de estar en contra), o
incluso los atentados de Madrid.
Un segundo ejemplo, si se quiere ser más reciente, es el tsunami ocurrido en el 
océano Índico en diciembre de 2004, allí miles perdieron la vida, pero entre ellos se 
hallaban europeos y norteamericanos que durante sus vacaciones navideñas 
encontraron la muerte. Las imágenes de occidentales muertos en la arena aún con 
sus trajes de baño fueron posiblemente tan impactantes en el mundo occidental que
la ayuda llegó hasta de forma excesiva. Pero cuando el turno de las catástrofes les 
tocó a las montañas de Pakistán, solo diez meses más tarde, dejando más de
30000 muertos, ni la prensa cubrió este hecho, ni la ayuda llegó como cuando 
ocurrió el tsunami. Es cierto que Pakistán no era una zona de turismo, ni de 
establecimiento de capitales hoteleros como Tailandia o el oeste de Indonesia, 
tampoco habían fallecido miles de occidentales, sino que eran todos orientales, y es
por ello que la ayuda fue magra a pesar de que el gobierno pedía ayuda.
En este sentido, posiblemente los hutus al no matar a los occidentales se 
resguardaron de la indignación de la comunidad internacional para que estos no
intervengan.
No fue la ignorancia sobre la masacre sino la falta de voluntad la que impidió
la intervención: del idealismo humanista ilustrado por "la paz" encarnada en
Paul, a la realidad de los intereses geopolíticos
Paul, el protagonista es un ejecutivo, tiene un buen estatus social en su país y
aunque conoce los problemas de su país (porque se protege) no parece querer
intervenir en asuntos que no sean de su incumbencia personal o familiar para
solucionarlos. De esta forma lo vemos, en una actitud de diferencia con el chofer de
su auto, que aunque no es pedante si es algo que de hecho él tiene y los demás
hutus empleados no tienen: “la clase”. Esta clase, hace que él pueda relacionarse
con altos mandos militares, y con extranjeros muy influyentes, pero siempre en
perspectiva de favorecer a su familia (acordémonos de la conversación que tiene
con su esposa en la primera noche de los disturbios).
Es así como en el transcurso de la película lo vemos evolucionar, pasando de ser un
tipo casi individualista que sólo aboga por su familia cuando lo sacan de su casa,
hasta ser un hombre que prefiere quedarse con los tutsi en lugar de ir y salvarse
junto con su familia.
Pero Paul en sus momentos solidarios o individualistas siempre confió en los valores
de la gente y sobre todo en el humanismo, por ello podemos arriesgarnos a decir
que era una persona que parecía estar educada con principios de paz. Es por esta
razón, que lo vemos queriendo congraciarse con diversos personajes importantes ya
que él cree, que así como él lo hizo, ellos le prestarían ayuda pacíficamente en caso
de problema. Pero además cree, de la misma forma que Cándido creía vivir en el
mejor de los mundos, que la comunidad internacional intervendría si sólo supiera lo
que ocurría en Ruanda. Es allí, que dos eventos intervienen para llevarlo a la dura
realidad.
Primero el periodista de la BBC filma, a pesar de entrar en conflicto con su colega
que prefiere cuidar su vida en lugar arriesgarla en beneficio de la información real,
matanzas a pocos metros del hotel, lo cual daría a conocer al Mundo entero la
amplitud del problema y los crímenes de lesa humanidad cometidos en territorio
ruandés, lo cual a criterio de Paul debía ser sancionado por lógica, e incluso si nos
ponemos a ver esto desde el derecho internacional, iría contra un derecho
imperativo que meritaría una intervención.
Pero, luego de ser agradecido, el periodista dice a Paul que nada sucederá y que la
indignación no ocurrirá, posiblemente porque los occidentales no se identificarán
con ello, o porque Ruanda no es estratégica. Pero eso parece ser un choque
emocional para Paul quien parece creer que el periodista es muy negativo.
Entonces llegan los militares franceses, por lógica de igualdad entre seres humanos
serían los salvadores, pero no es así, sólo socorren a los occidentales como si en
cuestión de vidas o humanidad pudiera haber diferencias de nacionalidad o de color
de piel. El caso es que le dan la razón al periodista y no intervienen para parar la
muerte de negros, pero si para evitar la de blancos.
El segundo acontecimiento, es la intervención del presidente de SABENA quien
luego de conocer la situación que vive Paul y los tutsi, es conmovido e indignado,
usa de sus contactos para dar a conocer el problema urgente que viven los
refugiados. Pero, la respuesta no es sorprendente, sólo hay un retiro provisorio de
los militares que ocupan el hotel, y aunque se dio a conocer la situación a los líderes
de Bélgica y Francia, estos no mostraron interés en intervenir en este pequeño país
que presentaría más perdidas para sus tropas y arcas que ganancias estratégicas o
beneficios económicos.
Es solo allí, cuando se derrumban los ideales de Paul y se da cuenta que está solo
en el Mundo contra un Estado genocida, que se organiza solo sin contar más con la
ayuda exterior pensando en resistir o morir. Su instinto de supervivencia lo empuja a
fingir y a escapar lo más que pueda, pero sabe que sin ayuda el último de los
caminos
siendo el techo de su hotel, solo quedaría como opción saltar y es lo que le
transmite a su esposa… es así como sus esperanzas cada vez son menores,
deseando pelear hasta el final pero sabiendo que la muerte, esta vez, sí está cerca.
El rol de un cuarto poder en manos equivocadas: ¿Los medios de
comunicación contemporáneos comunican, educan o manipulan?
No sólo está el hecho de que los medios de comunicación informen o comuniquen
como su nombre lo indica, sino que parece que por el poder que se les ha
concedido grandes medios económicos, legitimación popular, monopolios de
información a las grandes cadenas, etc. Los medios de comunicación son capaces
de llevar horror y morbo sin conmover a la opinión. Cierto es que desde el punto de
vista mercantil, ellos venden sueños en los programas de entretenimiento así como
venden información buena y mala en los noticieros. Pero la ética profesional y el
humanismo no querrían sólo que ellos vendan estas imágenes o las presenten, sino
que además sensibilicen a aquellos que las ven, que les den más que una imagen,
un sentir. La expresión libre en los países occidentales es quizás demasiado libre,
tanto así que incurre contra la libertad y en los derechos individuales (derecho a la
vida) de los ruandeses quienes aún muertos prestaban sus imágenes para narrar el
horror vivido pero que los intermediarios de esta narración no supieron poner de
relieve. Y ello porque nadie los puede culpar por no haber denunciado el genocidio,
nadie los puede condenar por no haber educado enmateria de paz: es que son
libres.
Como lo hemos visto anteriormente líneas atrás, cuando algunos eventos chocan
con la sensibilidad de la persona, cuando el sentimiento de pertenencia ha sido
tocado, existe una reacción positiva, como el caso de las ayudas después del
tsunami. Es decir, cuando nos decimos “pude haber sido yo” reaccionamos y
cuando vemos la diferencia y decimos que eso pasa lejos, sólo nos quedan los
segundos mientras pasan la imagen para decirnos “qué pena” y nada más.
Cierto es que de por sí, cada uno debería guardar esa capacidad de indignarse por
un suceso de esa envergadura. Cada ser humano anticonformista y educado para y
por la paz debería no conformarse con sólo ver esas imágenes, sino hacer algo para
luchar contra aquello que considera injusto para la humanidad entera, aunque sea
negro y africano (para retomar las palabras del Coronel Oliver. ¿Pero quién organiza
si no es el Estado? ¿Quién educa para la paz si no es el Estado? En respuesta a
esto acordémonos que en países de democracia el poder es siempre del pueblo y
que la opinión pública maneja a gobiernos. Con un poder popular sensibilizado y
organizado por los medios de comunicación se hubiera podido solucionar en algo el
problema, pero en el Mundo neoliberal esto no es posible porque vender la imagen
es más importante y menos engorroso que sensibilizar a la audiencia.
Pero para ser complaciente con algún economista o politólogo ortodoxo, no
vayamos tan lejos. Sólo partamos del supuesto que la educación y la sensibilización
no se puede hacer, porque no es el rol de una empresa de comunicación y además
esto podría provocar incómodos disturbios políticos internos en el país donde se
difunde la información. Pero aun así, ¿no existen analistas internacionales, juristas,
periodistas políticos en los medios de comunicación para enfrentar a los ministros, a
los parlamentarios, a los Generales con sus responsabilidades? Esto no se hizo, se
limitaron todos a pasar sólo la información dejando que día a día muriera gente por
la indiferencia. Por ello, cada periodista que calló, cada informante que escondió
sentimientos, cada medio de comunicación colaboró moralmente con el genocidio.
Pero veamos también al otro medio de comunicación que aquí juega un rol
fundamental para la comisión del genocidio: la radio RTL de Ruanda. Pienso que
ésta está en tan malas manos como lo están muchos de los medios de
comunicación occidentales. Cuando la radio RTL conminaba directamente a matar y
a perseguir al tutsi. Los demás medios de comunicación (occidentales) los
dejaban morir, entonces ¿se puede decir que es mejor dejar morir o conminar a
matar?
Lo cierto es que la modernidad debería justamente de haber servido desde los
ideales y las teorías de nuestros científicos como Graham Bell, Albert Einstein
o Isaac
Newton, para agilizar soluciones, para evitar muertes, más no para crear
insensibles, conformistas e indiferentes[1].
Los indiferentes y los solidarios: ¿Quién es quien a la hora del peligro?
Durante la Segunda Guerra Mundial hubo en Europa colaboracionistas con el
régimen nazi y también gente que resistió combatiéndolos. Estos últimos y sus
descendientes el día de hoy son aplaudidos y reconocidos. Pero son pocos los que
dicen: “yo si hubiera la misma guerra sería resistente”. No lo dicen por qué de
manera común alguien podría responder o pensar (como es seguramente más el
caso) que esas son cosas que no se pueden saber hasta cuando uno se ve
confrontado con la situación. Eso quizás lo sepan popularmente por el legado social
que les dejó la guerra, sabiendo que durante el conflicto fueron pocos los que
resistieron activamente frente a la cantidad que colaboró y a los que querían pasar
desapercibidos.
Lo mismo es en este caso ruandés. Muchos hutus que no eran asesinos,
encontrándose con machetes gratuitos entre las manos y con legitimidad nacional
para matar a los tutsis lo hicieron, convirtiéndose así en colaboradores del genocidio
o en genocidas. Pero también sin saberlo, personas como Paul, aunque no tenían
armas para combatir a los genocidas, luchó pacíficamente por la vida de su familia y
de desconocidos convirtiéndose en un resistente.
No obstante, observamos que por una gran falta de solidaridad todos los
occidentales blancos abandonaron el hotel en la primera oportunidad que tuvieron
para irse. Es más, desde los primeros disturbios, se les veía pugnar entre ellos
incluso para ser los primeros en irse, nunca se les vio retribuir en algo al país o a los
ruandeses que los cobijaron durante su estadía. Parece como si se hubieran servido
de la gente, aprovechando de la situación cuando estaba bien, pero abandonando
cuando las cosas no iban bien. Y es probable que no tuvieran ganas de resistir o de
morir, lo cual
se comprende, pero sabiendo que eran el seguro de vida de los ruandeses que los
habían protegido, ni uno solo pensó en quedarse por su propia voluntad… ni el cura,
ni el periodista de la BBC, nadie se quedó en solidaridad con ellos a la hora del
peligro.
Los únicos que tuvieron el valor de quedarse solidariamente arriesgándose fueron
Paul quien no se fue cuando tuvo la oportunidad, mostrando una cualidad humana
que occidentales y muchos de nosotros occidentalizados del Tercer Mundo hemos
perdido: la solidaridad. Y también el coronel Oliver de la ONU quien no se sabe si
por su labor o por su convicción personal se quedó apoyándolos hasta el último
instante. Lo cierto es que el coronel fue una persona que se involucró
personalmente en el conflicto, presionando para que los ruandeses sean salvados,
pero sin aplicar violencia en respuesta a la que él sí recibía.
El papel de los Estados de Occidente y el de la misión de la ONU en materia de
mantenimiento y educación para la paz
Sería iluso pensar que la ONU en algún momento tuvo la voluntad de solucionar el problema
de masacre que sucedía en Ruanda. El coronel Oliver por más buena voluntad que haya
tenido dijo en una declaración de prensa: “el papel de la ONU no es el de hacer la paz, es el
de mantenerla”. Esto quiere decir que en un país en guerra la ONU no tiene más nada que
hacer, y en teoría esto es lo que hicieron todos los países del Mundo: vieron la guerra y
sacaron a sus ciudadanos y sus intereses desligándose de Ruanda alejándose lo más lejos
que pudieron. Lo cual quiere decir que basados en esta teoría, no se puede hacer nada
cuando un Estado regresa por motivos graves a eras cavernarias o incluso animales
matándose sólo por ser de otro bando.
Aceptamos que la ONU que no es un Estado ni un ente soberano, depende no sólo del
Consejo de Seguridad, sino que depende sobre todo de Occidente, de Estados Unidos, del
Reino Unido, países que por cierto, querían que la misión de la ONU terminara luego de
iniciado el conflicto, dejando a Ruanda sola frente a sus problemas. De manera muy
respetuosa del derecho internacional los países quisieron respetar el derecho de los pueblos
a decidir sobre ellos, también prefirieron que se respete ante todo el principio de no
intervención en los asuntos internos de otro Estado soberano. Pero lo que extraña aquí es
que sea una de las únicas ocasiones en que esto ocurría, ya que Occidente interviene por
doquier bajo cualquier pretexto en países tan distintos y variados como Cuba, Argelia,
Vietnam, Somalia, El Salvador, Siria, Afganistán, Costa de Marfil, etc.
No entendemos entonces porque esta vez sí se respetó la soberanía de un Estado.
Sabiendo además que estos principios no debían de haber primado frente a un derecho
imperativo como es el de los crímenes de lesa humanidad.
Entonces a la pregunta ¿influenciaron los Estados o la ONU en educar para la paz?
podemos responder con seguridad que no directamente ya que no hubo planes de
educación ni reconciliación estructural antes del conflicto. Pero tampoco indirectamente ni
por el ejemplo, ni por suaccionar, ya que respectivamente, avalaron con su abandono a los
hutus asesinos y no cumplieron con su rol de aseguradores de la paz estando en el Consejo
de Seguridad de la ONU , por ello estos Estados se convierten en los más grandes
colaboradores morales del genocidio ruandés.

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