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Afronta tu depresión con terapia interpersonal - Javier García Sánchez

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© Juan García Sánchez y Pepa Palazón Rodríguez, 2010
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2010
Henao, 6 -48009 Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede
ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www. cedro.org–), si necesita fotocopiar o
escanear algún fragmento de esta obra.
Printed in Spain -Impreso en España
ISNB: 978-84-330-2445-9
Depósito Legal: BI-2509/2010
Impresión: RGM, S.A., Urduliz
E-pub x Publidisa
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NOTA DE LOS AUTORES
Las explicaciones y las reflexiones que aparecen en este libro pretenden ayudar al
lector a que entienda qué es la depresión y cómo ésta puede asociarse a su contexto
interpersonal. Si sospechas que estás padeciendo una depresión, la lectura de este libro te
ayudará. Sin embargo, no será suficiente para recuperarte. Consulta con tu médico o con
un profesional de la salud mental.
Para escribir este libro nos hemos basado en los trabajos y manuales profesionales del
Dr. Gerald L. Klerman, de la Dra. Myrna M. Weissman y de su equipo de colaboradores.
Atribúyase a nosotros cualquier diferencia entre sus ideas originales y las que aquí
aparecen.
Para cualquier comentario o sugerencia sobre el libro, puede contactar con nosotros
en psicoterapia-interpersonal @hotmail.com.
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AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer a la Dra. Myrna M. Weissman, de la Universidad de Columbia
(EE.UU.), la confianza que ha depositado en nosotros para el desarrollo de este libro.
Como ella misma nos dice en el prólogo que nos ha escrito, este libro es el primero en su
género, en tanto que es el primer libro de autoayuda para la depresión que se basa en su
método: la psicoterapia interpersonal. Mil gracias a la Dra. Weissman y a su equipo de
colaboradores, en especial a su difunto marido, el Dr. Gerald L. Klerman, que falleció en
abril de 1992. Sus investigaciones sobre depresión les condujeron a inventar una nueva
forma de entender la psicoterapia, breve en el tiempo, intensa en los afectos y centrada
en la importancia de las relaciones humanas a la hora de enfermar y de sanar.
Gracias también a Manuel Guerrero y Olga Castanyer, del equipo editorial de Desclée
de Brouwer, por haber acogido este proyecto con tanto entusiamo.
Qué decir de nuestros familiares, amigos y colegas de profesión, muchas gracias por
vuestro apoyo. Valiosas han sido las sugerencias de Laura Wilkis, Pedro Moreno, Ana
Beatriz Padilla, Esteban Ortiz, Carmen Martínez, Juan A. Aznar, Marisa Terradillos,
Pablo Hernández, José Mª López Ochando y Pilar García. ¡Gracias a todos!
Y, por supuesto, gracias a nuestros pacientes, por hacernos partícipes de sus historias
personales y por confiar en nosotros para recuperarse de la depresión. Ellos y ellas son
los que más nos han enseñado.
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PRÓLOGO
La Psicoterapia Interpersonal, cuyas siglas en inglés son IPT, fue desarrollada en los
años setenta por Gerald L. Klerman, Myrna M. Weissman y sus colaboradores. Su
intención era satisfacer la cada vez mayor necesidad de especificar los procedimientos de
psicoterapia, de forma que pudieran definirse en un manual, utilizarse en la formación de
psicoterapeutas y también testarse en ensayos clínicos, como se hace con los fármacos.
En aquel momento, la necesidad de este trabajo era obvia, debido a la creciente variedad
de fármacos psicotrópicos existentes y las pruebas de su eficacia a la hora de tratar
trastornos psiquiátricos. Se necesitaba una información similar para la psicoterapia, ya
que ésta era a menudo preferida como tratamiento por los pacientes, ya fuera sola o
acompañada de medicación.
La psicoterapia interpersonal ha sido desarrollada durante los últimos 40 años. Se ha
demostrado su eficacia en el tratamiento de pacientes adultos, adolescentes y ancianos
con trastornos depresivos, así como para tratar el trastorno bipolar y la distimia. Los
manuales originales han sido traducidos al alemán, francés, portugués, italiano y japonés.
Se han realizado estudios en todo el mundo, incluso en el África subsahariana, con
resultados favorables. Se constituyó además una sociedad internacional para la
psicoterapia interpersonal (www.interpersonalpsychotherapy.org).
Este libro de autoayuda, escrito por Juan García Sánchez y Pepa Palazón Rodríguez,
es el primero en su género. Es la primera publicación autorizada en español y es el primer
libro de autoayuda basado en la psicoterapia interpersonal. Sus autores han tomado los
principios fundamentales de esta forma de psicoterapia y los han adaptado para que los
pacientes puedan utilizarlos. Añaden además ejemplos de su propia experiencia clínica a
modo de guía. La idea central de la psicoterapia interpersonal es que la depresión tiene
lugar en un contexto interpersonal, como una situación de duelo, una disputa, un cambio
vital o la falta de relaciones; y entender ese contexto es el punto de partida para curarse.
Siguiendo las directrices del manual de psicoterapia interpersonal, este libro enseña al
lector cómo reconocer los síntomas de la depresión y cuáles son sus posibilidades de
tratamiento. Comprender el contexto interpersonal es básico para reconocer la depresión
y entenderla. A lo largo de este libro aparecen ejemplos y casos prácticos de pacientes
deprimidos, para que el lector pueda ayudarse a sí mismo.
Ha sido una buena idea escribir el primer libro de autoayuda para la depresión basado
en la psicoterapia interpersonal. La depresión es una enfermedad muy común, que afecta
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a todas las clases sociales y, aunque su primera aparición es temprana, suele volver a
aparecer de nuevo a lo largo de la vida. A pesar de que la depresión tiene un grave
impacto en el funcionamiento laboral, académico y familiar, es una enfermedad que
puede ser tratada con éxito. Este libro pretende ayudarte a reconocer los primeros
síntomas de la depresión y las situaciones que los pueden estar provocando.
Felicito a sus autores por hacer estas ideas accesibles a los pacientes. Para muchas
personas, conocer los síntomas y el curso de la depresión, entender qué problemas en su
vida pueden estar originándola, y aprender estrategias para afrontar dichos problemas,
puede ser suficiente. Para otras personas, si la autoayuda no funciona, recomendamos
seguir un tratamiento con un profesional de la salud mental. Hay distintas opciones de
tratamiento para la depresión como la medicación y/o la psicoterapia, incluyendo la
psicoterapia interpersonal.
Para los profesionales de la salud mental interesados en la psicoterapia interpersonal,
recomendamos la lectura de los siguientes manuales:
Klerman, G.L.; Weissman, M. M.; Rounsaville, B. y Chevron,
E.S.Interpersonal Psychotherapy of Depression. Basic Books; Nueva York, NY:
1984.
Mufson, L.; Pollack Dorta, K.; Moreau, D. y Weissman, M.M. Interpersonal
Psychotherapy for Depressed Adolescents, 2ª ed. Guilford Publications, Inc.,
Nueva York, 2004.
Weissman, M.M.; Markowitz, J.C. y Klerman, G.L. A Comprehensive Guide to
Interpersonal Psychotherapy. Basic Books, Nueva York, NY; 2000.
Weissman, M.M.; Markowitz, J.C. y Klerman, G.L. A Clinician’s Quick Guide
to Interpersonal Psychotherapy. Oxford University Press, Nueva York, NY:
2007.
Dra. Myrna M. Weissman
Catedrática de Epidemiología y Psiquiatría Universidad de Columbia, Nueva York
mmw3@columbia.edu
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¿TENGO DEPRESIÓN?
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Una introducción
Es frecuente escuchar expresiones como “estoy deprimido”, “estoy de bajón” o “no
levanto cabeza” para referirse a distintos estados de ánimo que reflejan un sentimiento de
malestar que afecta a la forma habitual de pensar, sentir y comportarse. Sin embargo,
sentirse triste y tener dificultades para adaptarse a la vida cotidiana no necesariamente
indican que padezcas una depresión. La tristeza no es una enfermedad, es una emoción,
y como todas las emociones es útil, aunque sea desagradable. Cuando perdemos algo
importante que es imposiblede recuperar o cuando nuestro esfuerzo no sirve para
conseguir una meta deseada, la tristeza nos ayuda a detener nuestro empeño imposible,
recuperar las energías perdidas, buscar compañía para consolarnos y planificar cómo
continuar adelante.
La depresión, en cambio, es un trastorno psicológico que se caracteriza por una
alteración del estado del ánimo y de la vitalidad, que impide que la persona funcione
como de costumbre en su entorno familiar, social y laboral, y que genera un gran
malestar. Se manifiesta mediante un conjunto de síntomas, se prolonga en el tiempo y
bloquea a quien la padece. Si tienes depresión, es bastante probable que lleves un tiempo
sintiéndote triste o irritado, con la sensación de que te cuesta disfrutar o relajarte como
antes, y con la sensación de que estás más cansado física y mentalmente. Quizás hayas
dejado de hacer algunas actividades y pases más tiempo solo, dándole vueltas a la
cabeza.
En tu mente siempre los mismos pensamientos: “No valgo”, “no puedo”, “no me
quieren”, “tengo la culpa de todo”, “nada merece la pena”… Quizás también hayas
notado cambios en tu cuerpo. Tu apetito, tu necesidad de dormir y tu deseo sexual
pueden haber disminuido (o en algunos casos, aumentado). Es posible, además, que te
sientas más “lento”, con dificultades para ponerte en marcha, tomar decisiones o prestar
atención, o que sientas en cambio como una inquietud interna que te lleva a moverte sin
sentido de aquí para allá, morderte las uñas o fumar. Puede que incluso te haya rondado
la idea de que estarías mejor muerto o que lo mejor sería quitarte de en medio.
Todos estos cambios en tu forma de pensar, sentir y comportarte, habrán afectado la
manera en que te relacionas con los demás y cómo ocupas tu tiempo. Así, no es extraño
que estés menos implicado que antes en tu trabajo, estudios, tareas domésticas o
aficiones. Tampoco sería raro que te encontraras más aislado o que tus relaciones con los
demás se hayan vuelto más tensas, bien porque la gente te “agobie” con su buena
disposición a ayudarte, bien porque se muestren irritados contigo al ver que no te sientes
mejor con su ayuda.
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Si te ves muy reflejado en las líneas de arriba, es probable que estés pasando por un
episodio depresivo o una distimia, y que requieras un tratamiento específico. Si no te
ves tan reflejado, puede que no tengas una depresión, pero sí que estés pasando por un
mal momento debido a un cambio en tu vida que te haya desestabilizado, lo que
llamaríamos un trastorno de adaptación. Más adelante te explicaremos la diferencia
entre estos tipos de depresión.
A continuación, te proponemos rellenar y corregir tú mismo un inventario de
síntomas, que te ayudará a clarificar la gravedad de tu depresión.
Inventario para valorar tu grado de depresión
En el Inventario 1 encontrarás un listado de síntomas típicos de la depresión. Marca
en cada caso la frecuencia con la que los has experimentado o los estás experimentando
en las últimas semanas. Después, suma los totales y lee su interpretación.
Inventario 1: Grado de depresión
Síntomas depresivos
Casi
nunca
Algunos
días
Casi a
diario
A diario
1. Me siento triste, decaído y con ganas de
llorar
2. Me siento irritado y me enfado con más
facilidad
3. Siento que he perdido el interés por casi todo
4. Me cuesta disfrutar de lo que hago, como si
estuviera “anestesiado” o vacío
5. Me siento cansado, fatigado y sin fuerzas
6. Me implico menos en mis actividades
7. Estoy más retraído, más callado
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8. Estoy más despistado y olvidadizo
9. Mi sueño ha cambiado: tardo más en
dormirme, me desvelo o duermo más tiempo de
lo habitual
10. Mi apetito ha cambiado: como bastante
menos o me pego atracones (sobre todo a sabor
dulce)
11. Mi deseo sexual ha disminuido
12. Me cuesta tomar decisiones y ponerme en
marcha. Voy como a “cámara lenta”
13. Me siento tan inquieto que necesito
moverme o hacer algo y, aún así, no me calmo
14. Confío menos en mis capacidades
15. Pienso que soy un inútil, que no valgo
16. Pienso que estoy solo, que no me quieren
17. Pienso que tengo la culpa de todo, me
reprocho y me critico a mí mismo con facilidad
18. Recuerdo el pasado con sufrimiento e
imagino el futuro con desesperación
19. Pienso que estaría mejor muerto
20. Pienso que no tengo salida a mis problemas,
que estoy desesperado
TOTALES:
Interpretación. Padecer alguno de estos síntomas ocasionalmente no significa que
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estés sufriendo una depresión, pero una combinación de varios síntomas casi a diario o a
diario, durante al menos un par de semanas, sí podría estar indicándolo. Descarta los
síntomas que presentas “casi nunca” o “algunos días”, y suma el total de síntomas que
presentas “casi a diario” o “a diario”. A continuación te indicamos los diagnósticos más
probables. Pero eso sí, ten en cuenta que este inventario es sólo orientativo y no puede
substituir la valoración de un profesional.
Menos de 5 síntomas. Es posible que estés experimentando malestar ante
algún cambio o acontecimiento reciente para el que no te ves preparado. Es
poco probable que tengas una depresión, pero sí que tengas un trastorno de
adaptación. Estos síntomas suelen remitir sin tratamiento, conforme uno se
adapta al cambio. No obstante, si te generan mucho malestar, sería
interesante consultar con un especialista.
De 5 a 10 síntomas. Es bastante probable que presentes una depresión,
especialmente si has marcado 2 de los 5 primeros síntomas. Dependiendo
del tiempo que lleves así y de la intensidad de los mismos, podrías estar
padeciendo una distimia, si los síntomas están presentes con poca
intensidad pero casi a diario durante más de 2 años, o un episodio
depresivo, si los síntomas son mucho más intensos y continuos durante más
de 2 semanas. Sería recomendable que consultases con un profesional de la
salud mental.
Más de 10 síntomas. Si estás padeciendo más de 10 de estos síntomas de
forma intensa, durante más de 2 semanas, a diario, casi todo el día, y con
dificultades para llevar tu vida adelante, con bastante probabilidad estés
sufriendo un episodio depresivo de cierta gravedad. Necesitas ponerte ya en
tratamiento psicológico, farmacológico o ambos.
Nota importante: con independencia del número de síntomas marcados, si
has incluido los 3 últimos, sería necesario que hablases urgentemente con un
profesional de la salud mental. De cada 7 personas que padecen un trastorno
depresivo, una termina suicidándose, sobre todo si no ha recibido ningún
tipo de tratamiento. Este libro puede ser un buen complemento para tu
tratamiento pero en ningún caso puede substituir la ayuda de un profesional.
Algunos ejemplos de personas que han sufrido depresión
A continuación vamos a hablarte de cuatro pacientes tratados por nosotros que han
sufrido distintos tipos de depresión. Aparecerán de nuevo más adelante en otros
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capítulos, junto a otros ejemplos, para darte ideas de cómo afrontaron su enfermedad y
cómo fue su recuperación.
El caso de María
María es una mujer de 41 años que vivió la peor experiencia para una madre: la
pérdida de su hijo. Conduciendo con su niño de 7 años en el asiento trasero, tuvo un
grave accidente. Ella sólo sufrió heridas superficiales pero su hijo murió al no llevar
puesto el cinturón de seguridad. Por entonces lo pasó muy mal. Se sentía triste y
culpable, perdió el apetito y tenía insomnio. Con el tiempo y un antidepresivo, que le
recetó su médico de familia, consiguió recuperarse. De hecho, a mucha gente le
sorprendía la entereza que había mostrado y cómo había conseguido reponerse tan
pronto. Ella decía que no podía permitirse estar deprimida porque tenía otra hija de 2
años que la necesitaba y que no entendía que su mamá pasara el día llorando. Tras unos
meses decaída, María salió adelante, centrándose en su familia, su trabajo y sobre todo
en su hija. Sin embargo, cuando ésta cumplió los 7 años, empezó a obsesionarse con la
idea de que su hija podía morir también, porque ella era una “mala madre”. Su estómago
se cerró y perdió dos tallas. Se sentía mucho más tristey culpable. Su cuerpo estaba
cansado y su mente despistada, por lo que se veía incapaz de llevar a cabo su trabajo y
sus tareas domésticas. Sólo tenía ganas de estar en la cama, aunque tampoco conseguía
dormir, así que se dedicaba a criticarse a sí misma. “Soy una mala madre”, “no sirvo
para nada” y “mi familia es infeliz por mi culpa”, eran sus pensamientos.
Se despertaba continuamente con pesadillas en las que veía a su hija en peligro o
recordaba el accidente sufrido. Llevaba así más de dos meses y se sentía tan desesperada
que pensó que era un estorbo para su familia y que la mejor forma de no hacerles sufrir
era quitándose ella de en medio. Un día, tomó varios fármacos, que tenía por casa, con
la intención de matarse. La descubrió por casualidad su marido y la llevó a un servicio de
urgencias, donde le hicieron un lavado de estómago y estuvo unos días hospitalizada.
María sufría un episodio depresivo grave, para el que necesitó tratamiento combinado:
psicológico y farmacológico.
El caso de Carmen
Carmen es una mujer de 27 años, que lleva dos años casada y trabaja en un
supermercado. Lleva casi un año sintiéndose triste y apagada, aunque no entiende muy
bien por qué. Dice no tener razones para estar triste, pero que, a veces, le da por llorar.
Ha engordado en los últimos meses. Cuando está en casa sola, le da por picar y
últimamente se desvela por las noches con un hambre irresistible, que le conduce al
frigorífico a comer lo que pille. Durante el día está soñolienta y fatigada, y su deseo
sexual es mínimo. Su jefa le ha llamado la atención por bajar su rendimiento y
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últimamente discute mucho con su marido, quien critica su aumento de peso y su poco
apetito sexual.
También ha tenido crisis de ansiedad con palpitaciones intensas y la sensación de que
le faltaba el aire, lo que le hacía pensar que podía morir asfixiada. En su mente siempre
los mismos pensamientos: “Soy una inútil”, “soy tonta”, “mi marido me dejará porque
soy horrible”. Carmen estaba sufriendo un episodio depresivo moderado, que trató
primero con fármacos y, al notar poca mejoría con éstos, con psicoterapia.
El caso de Pepe
Pepe es un hombre de 35 años, con dos niños, que está en trámites de divorcio. Su
mujer le ha dejado porque dice que ya no aguanta más su “mamitis”, aunque él sospecha
que la verdadera razón es que tiene una aventura con un compañero de trabajo.
Reconoce que ha sido muy dependiente de la opinión de su madre y que ésta no se lo ha
puesto fácil a su mujer, pero no se esperaba el divorcio. Desde que su mujer le dijo que
quería divorciarse, se ha sentido triste e irritable.
Al principio pensaba que su mujer se arrepentiría de su decisión; sin embargo, sus
súplicas y llamadas de atención no han servido para nada. Su decisión es firme y le ha
pedido que se marche de casa. Pepe ha perdido el apetito y tiene continuos dolores de
estómago. No consigue dormir por las noches y está cansado al día siguiente. Al
acostarse comienza a dar vueltas a la cabeza. Se siente incapaz de afrontar el cambio y
no se hace a la idea de perder a su mujer. Tiene una imagen muy negativa de sí mismo.
Piensa que ninguna mujer se interesará por él y que es un fracasado como hombre. Se
siente muy culpable y avergonzado por no haber sido lo suficiente bueno para ella. Como
su economía se va a resentir, no sabe si volverse a vivir con sus padres o convivir con un
compañero de trabajo.
A veces se ha sentido tan desbordado que ha recurrido al alcohol para olvidarse de
todo, aunque es consciente de que el alcohol no es una opción, sino un problema
añadido. En un primer momento, Pepe fue diagnosticado de trastorno de adaptación, ya
que sus síntomas eran leves y muy reactivos al momento que estaba viviendo. Después,
el diagnóstico se cambió a un episodio depresivo leve, en la medida que aumentó la
intensidad de sus síntomas y sus dificultades para conducir su vida. Fue tratado
exitosamente con psicoterapia.
El caso de Sandra
Sandra es una mujer de 45 años, divorciada y con una niña de 12 años, que trabaja
como arquitecta. Piensa que más que estar deprimida, su problema es que ella es así, que
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su personalidad es depresiva. Hace años que no ríe, que no se divierte. Su mente sólo
recuerda momentos tristes o se preocupa por catástrofes futuras. Apenas sale de casa,
salvo cuando hace alguna actividad con su hija o con alguna amiga soltera. Piensa que no
encaja en ningún sitio. Siempre se ha sentido inferior a los demás. Nunca se ha sentido
valorada ni querida.
Cree que sus padres siempre han querido más a su hermana mayor, que es más
brillante que ella en todos los aspectos, y que sus amigas siempre se han aprovechado de
su buena voluntad. Desde que se divorció de su marido, tras continuas infidelidades, que
ella sospechaba pero no quería admitir, no ha vuelto a tener ninguna relación con
hombres. Piensa que nadie se fijará en alguien tan fea y aburrida como ella. Sandra
padecía una distimia desde hacía años, que consiguió vencer con tratamiento
farmacológico y psicoterapia.
¿Cómo puedo resolver mi problema?
Si estás padeciendo una depresión o conoces a alguien que la esté padeciendo, te
habrá resultado familiar mucho de lo leído hasta ahora. Quizá te estés preguntando si se
puede solucionar este problema y qué puedes hacer para resolverlo. Hasta hoy, dos
tratamientos han demostrado ser eficaces para tratar la depresión. Uno es psicológico y
otro es farmacológico. En ocasiones, se combinan los dos, especialmente cuando los
síntomas físicos son intensos y cuando los pensamientos suicidas son repetidos.
Hay depresiones en las que el tratamiento fundamental será de tipo psicológico, en
otras será de tipo farmacológico, y en otras depresiones se combinarán ambos
tratamientos. Este libro pretende ser un complemento tanto del tratamiento psicológico
como del farmacológico, aunque en ningún caso podrá substituir un tratamiento con un
profesional de la salud mental.
Tratamientos psicológicos
Según los estudios científicos realizados hasta el presente, existen tres tratamientos
psicológicos o psicoterapias que han demostrado ser eficaces para tratar la depresión y
para prevenir sus recaídas: la psicoterapia conductual, la psicoterapia cognitiva y la
psicoterapia interpersonal. Estas tres formas de psicoterapia son eficaces tanto si se
aplican de forma individual como dentro de un grupo de psicoterapia.
Lo ideal es que se lleven a cabo en sesiones semanales de 50 minutos. Dependiendo
de la gravedad del trastorno depresivo, se recomienda participar de forma continuada de
10 a 20 sesiones, programando en algunos casos sesiones de seguimiento para valorar la
evolución del paciente y prevenir recaídas. Te explicamos brevemente en qué consiste
cada uno de estos tratamientos:
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Psicoterapia conductual. La psicoterapia conductual, también llamada activación
conductual, parte de la idea de que la depresión es un trastorno psicológico provocado
por una “desactivación” de la forma habitual de comportarse de quien la padece. Para
adaptarse a algún cambio importante en la vida, como por ejemplo una pérdida o un
fracaso, el individuo reduce de manera generalizada sus actividades y tareas cotidianas.
Al permanecer tan pasivo y “desactivado”, el paciente limita su contacto con los demás y
abandona aún más las actividades que habitualmente le provocaban bienestar, aislándose
y bloqueándose cada vez más y más. Poco a poco se va creando un círculo vicioso en el
que cuanto más pasivo permanece, más hundido se siente, y, a su vez, cuanto más
hundido se siente, más pasivo permanece, hasta quedar totalmente paralizado.
Siguiendo esta lógica, el tratamiento consiste en aumentar la cantidad y la calidad de
actividades y contactos sociales que el paciente ha abandonado (o que quizá nunca ha
llevado a cabo por temores exagerados). El terapeuta ayuda al paciente a planificar
progresivamente tareas diarias que le ayuden a recuperar una sensación de bienestar y
control. También le enseña a relajarse y a conducirse en situaciones sociales para que sus
temoresno le impidan implicarse de nuevo en actividades y relaciones interpersonales.
Psicoterapia cognitiva. Según este modelo de psicoterapia, la depresión es un
trastorno psicológico que surge al distorsionarse el pensamiento de quien la padece. Tras
un periodo de estrés o un cambio importante en la vida, se activa en el cerebro una
forma de pensar en negativo. La atención, los recuerdos y la imaginación se ven
empañados de pesimismo, llegando la persona a verse a sí misma, a los demás y al futuro
con desesperación. Esto repercute en su estado de ánimo, que se vuelve triste y apagado,
y en su comportamiento, que se convierte en pasivo y meditabundo. Finalmente, la
persona queda paralizada, inmersa en sus pensamientos negativos.
El tratamiento consiste en ayudar al paciente a que se dé cuenta de cómo sus
pensamientos están distorsionados, con la intención de que aprecie la realidad tal y como
es, y no como su pensamiento le hace creer. El objetivo no es que vea la vida de color de
rosa, sino que su pensamiento se haga menos radical y se aproxime más a la realidad.
Para conseguir esto, el terapeuta pide al paciente que anote sus pensamientos e
imaginaciones, el contexto en el que se producen y cómo éstos influyen en su estado de
ánimo y en su comportamiento. Después, entre los dos exploran cómo los pensamientos
se han distorsionado de forma pesimista y catastrófica, para pasar después a encontrar
formas alternativas de valorar los problemas, que le ayuden a sentirse mejor y a
comportarse como dicha persona decida y no como sus pensamientos le impongan.
Psicoterapia interpersonal. Este modelo de psicoterapia ve la depresión como una
enfermedad médica a la que se llega por muchas causas. Más que centrarse en el
comportamiento de quien la padece (como hace la psicoterapia conductual) o en la forma
de pensar (como hace la psicoterapia cognitiva), la psicoterapia interpersonal se centra en
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el entorno familiar y social en el que tiene lugar la depresión. Las investigaciones no
dejan claro si los problemas con los demás conducen a la depresión o si es la depresión la
que conduce a tener problemas con los demás. En cualquier caso, sí se ha demostrado
que ayudar al paciente a afrontar los cambios que ha sufrido en su vida y a resolver sus
conflictos con los demás, mejora el estado de ánimo y la calidad de vida, lo que le
permite salir de la depresión.
El tratamiento consiste en hacer una revisión de los cambios y conflictos que el
paciente ha vivido en su entorno familiar, social y laboral (en adelante entorno
interpersonal) poco antes o poco después de comenzar a sentirse deprimido. Con esta
revisión se pretende localizar un foco de tensión para el paciente, que según los estudios
científicos, puede ser de cuatro tipos: la pérdida de un ser querido (duelo complicado), un
conflicto de intereses o expectativas con alguien importante (disputa interpersonal),
dificultades para adaptarse a un cambio significativo en la vida (transición vital)
o dificultades para establecer o mantener relaciones satisfactorias con los demás (déficit
interpersonal). Una vez establecido el foco de tensión, se charla con el terapeuta sobre el
mismo, con la intención de provocar un cambio en la forma de vivirlo o en la forma de
afrontarlo. Si estás deprimido, es bastante probable que uno o varios de estos focos de
tensión estén dificultando tu recuperación.
Tratamientos farmacológicos
Existen multitud de psicofármacos antidepresivos que han demostrado ser eficaces
para el tratamiento de la depresión. Su uso está especialmente indicado cuando los
síntomas físicos son intensos y los pensamientos suicidas continuos. Si tu sueño y apetito
están muy alterados, tu inquietud interna es insoportable o, al contrario, estás tan agotado
y paralizado que te cuesta pensar y moverte, sería recomendable que acudieses a tu
médico para que valorara la necesidad de tomar una medicación antidepresiva que
estabilizara estos síntomas. La medicación no va a afrontar los problemas por ti ni va a
tomar decisiones por ti, pero sí puede ayudarte a mejorar tu estado físico y anímico. Esta
mejoría te ayudará a centrarte en cómo afrontar tus problemas con los demás y en cómo
conducir tu vida. Además, esa mejoría te permitirá estar más preparado para implicarte
en una psicoterapia.
La medicación también sería recomendable si te encuentras tan mal que la idea de
suicidarte ronda por tu cabeza con frecuencia. En este caso, un tratamiento combinado
sería la mejor opción. La medicación reduciría tu impulsividad y la psicoterapia te
ayudaría a encontrar formas distintas de solucionar tus problemas. El suicidio, al fin y al
cabo, no es más que un intento desesperado de escapar de los problemas, especialmente
cuando crees estar atrapado; bien porque creas que tus problemas te desbordan, bien
porque creas que tu malestar será insoportable y eterno.
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Lo cierto es que la gran mayoría de las personas que han intentado suicidarse al estar
pasando por una depresión, se arrepienten de haberlo hecho cuando se recuperan de ella,
y esto al margen de que sus problemas personales se hayan resuelto o no. Lo que lleva al
suicidio no son los problemas en sí, sino la idea de que no podrás afrontarlos nunca y de
que tampoco podrás soportar el malestar.
En el capítulo 8 te hablaremos de los fármacos antidepresivos más utilizados para que
conozcas su uso y sus posibles beneficios y efectos secundarios. En cualquier caso,
nunca inicies ni abandones la toma de una medicación por tu cuenta. Es imprescindible
que un médico te asesore sobre la conveniencia de tomarla, cómo hacerlo y cuándo
dejarla.
Cómo leer esta guía de autoayuda
Este libro está diseñado y escrito para que pueda ayudarte de varias maneras a
afrontar tu depresión. Si estás muy angustiado por los síntomas que experimentas o si
dudas sobre tu estado emocional, es aconsejable que consultes con un profesional de la
salud mental antes de intentar diagnosticarte y tratarte tú mismo. Difícilmente un libro
puede ayudarte a descartar la presencia de otras enfermedades, tanto físicas como
psicológicas, que pudieran ser la verdadera causa de tu estado de ánimo deprimido.
Hecha esta advertencia, nos gustaría contarte cómo hemos diseñado esta obra, nuestro
propósito, sus contenidos y cómo puede emplearse para que te beneficies al máximo de
ella.
Partimos de la idea de que la depresión es una enfermedad causada por muchos
motivos. Tus genes, tu personalidad, tus experiencias pasadas, tus relaciones actuales, y
cómo has sido educada por el hecho de ser mujer; todos han confluido para que te hayas
deprimido. También están influyendo para que no te recuperes. Y para conseguirlo, el
principal paso es reconocer que padeces una enfermedad. El segundo paso es conocerla
y decidir afrontarla.
En el capítulo 2 vamos a ayudarte a conocerla. Aunque nadie mejor que tú sabe lo
que es estar deprimido, te ayudaremos a poner nombre a lo que estás experimentando.
En él te explicaremos cuáles son los síntomas más frecuentes de la depresión, algunos
síntomas no propios de la misma pero que suelen acompañarla y los tipos de depresión
que existen. También te contaremos cómo se ha podido incubar y cómo se puede estar
manteniendo tu enfermedad. Como hemos dicho antes, la depresión tiene muchas
causas. Sin embargo, se da en un entorno familiar, social y laboral determinado.
Echaremos un vistazo, en el capítulo 3, a este entorno interpersonal que te rodea para
valorar qué puede estar bloqueando tu proceso de recuperación.
Una vez que conozcas tu enfermedad y qué la puede estar manteniendo, gracias a
estos tres primeros capítulos, pasaremos a la acción, aportándote ideas de cómo
afrontarla. Para ello, vamos a centrarnos en los cuatro focos de tensión propios de la
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psicoterapia interpersonal. Los capítulos del 4 al 7 se centran en cómo afrontar estos
cuatro focos de tensión, frecuentemente encontrados en las personas que padecen
depresión.
El capítulo 4 aborda el tema del duelo complicado. Si la muerte de un ser querido,
aunque haya pasadomucho tiempo de ello, ha influido en que se inicie o se mantenga tu
estado depresivo, haremos un alto en el camino para explorar cómo has vivido dicha
pérdida y qué está impidiendo que puedas seguir conduciendo tu vida sin la presencia de
esa persona a tu lado.
En el capítulo 5 trataremos el tema de los conflictos con los demás, lo que llamamos
técnicamente una disputa interpersonal. Quizá ni te lo hayas planteado, pero puede que
tu relación con alguien importante esté minándote poco a poco sin ser tú muy consciente
de ello. Exploraremos junto a ti si tienes algún conflicto en activo, qué está impidiendo
que se resuelva y qué podría estar en tu mano para resolverlo.
Otro foco importante de tensión que puede estar en el origen o en el mantenimiento
de tu depresión puede ser cómo estás afrontando un cambio importante en tu vida, es
decir, un estado de transición vital. A veces, los cambios, aunque positivos y deseados,
nos hacen dejar ilusiones y personas por el camino. Examinaremos contigo en el capítulo
6 por qué duele tanto lo perdido y qué aspectos de la nueva situación te están asustando,
de forma que no te permite disfrutar de lo ganado con el cambio.
Por último, el capítulo 7 trata el foco de tensión conocido técnicamente como déficit
interpersonal, que se refiere a cómo tu forma de relacionarte con los demás te puede
estar conduciendo a tener menor cantidad o menor calidad en tus relaciones personales,
de manera que te puedes estar sintiendo aislado o solo.
Para terminar nuestra obra, hemos incluido otros dos capítulos a los que hemos
llamado botiquín. El primero, el capítulo 8, es un botiquín de fármacos. En él te
contaremos cuáles son los fármacos antidepresivos más recomendados por médicos de
familia y psiquiatras, así como sus beneficios y efectos secundarios. El segundo, el
capítulo 9, es un botiquín de remedios psicológicos. En él te proponemos remedios que
puedes utilizar para calmar tus estados de malestar.
Son propios de la psicoterapia conductual y cognitiva, y hemos pensado que pueden
serte útiles. Nuestro propósito es que la lectura de este libro te ayude a conocer tu
enfermedad, para que puedas afrontarla. Esperamos y deseamos que la lectura te resulte
fácil y pueda ser un buen complemento para tratar tu depresión actual o para reducir el
riesgo de sufrir una recaída futura.
Para concluir, decirte que es importante leer el libro en el orden en el que aparecen los
capítulos, especialmente los tres primeros. Después, puedes ir directamente al foco o
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focos de tensión que crees que pueden estar impidiendo tu recuperación. Los dos últimos
capítulos déjalos para el final.
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2
CONOCER LA ENFERMEDAD
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Los síntomas y los tipos de depresión
Si te levantas por la mañana con la nariz taponada, mucosidad abundante, tos seca,
picor de garganta, estornudos y dolor de cabeza, ¿qué pensarías que te está pasando? ¿Y
si además recuerdas que ayer pasaste frío al salir de casa con poca ropa? Casi seguro que
es un resfriado. Ya sabes qué hacer durante la próxima semana: reposo, mucho líquido y,
si es muy molesto, visitar al médico.
Los síntomas del resfriado son fáciles de reconocer. Tanto tú como los que te rodean
podéis ver cómo te suenas los mocos o cómo estornudas, algo que no es típico en tu
forma habitual de comportarte (a no ser que tengas alergia crónica). La depresión, en
cambio, es más difícil de reconocer por uno mismo, ya que sus síntomas aparecen en
forma de pensamientos y sentimientos, lo que puede llevar a creer que la persona
deprimida se comporta así porque ella es así.
Un estornudo es fácil de reconocer como un síntoma pero un pensamiento del tipo
“No puedo hacer nada porque soy un inútil” puede confundirse con una realidad (YO
soy un inútil y por tanto no puedo hacer nada), a pesar de que también sea un síntoma
como el estornudo. En este capítulo podrás aprender a reconocer los síntomas propios de
la depresión y otros trastornos que suelen acompañarla. No confundas estos síntomas
con tu personalidad ni con un castigo divino. Las personas que sufren depresión, al igual
que las que sufren un resfriado, cambian su forma habitual de comportarse porque sus
síntomas los inducen a ello.
Síntomas propios de la depresión
La depresión es una enfermedad frecuente, que afecta al 5% de la población adulta en
algún momento de su vida, y constituye la cuarta causa de discapacidad en el mundo,
sólo superada por las infecciones respiratorias, los trastornos digestivos y las
complicaciones durante el parto. Recuerda que es una enfermedad y tú no tienes la culpa
de estar padeciéndola, aunque sí está en tu mano dar pasos que te ayuden a recuperarte
de ella.
A pesar de que ahora te sientas desesperado y creas no tener solución, lo cierto es que
la depresión responde bastante bien al tratamiento farmacológico y psicológico. Como te
hemos indicado en el capítulo 1, diversos fármacos antidepresivos y psicoterapias han
demostrado ser eficaces para tratar la depresión. Una vez tratada, los síntomas irán
remitiendo poco a poco hasta que puedas volver a desenvolverte en tu vida como de
costumbre y no como lo has estado haciendo últimamente.
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De momento, mientras sigas deprimido, es posible que no te impliques tanto en tus
actividades cotidianas y en tus relaciones con los demás. Es necesario que te des permiso
para ello y que se lo hagas saber a los que te rodean para que no malinterpreten tu
comportamiento. También es necesario que te impliques en un tratamiento.
Esta obra no pretende reemplazar a una psicoterapia pero sí pretende ser un buen
complemento para ella o para un tratamiento farmacológico. Nuestro propósito es
ayudarte a conocer cómo está funcionando tu organismo deprimido y qué problemas han
podido conducirte a ello para que puedas afrontarlos de forma diferente en el presente y
en el futuro. Te aconsejamos que leas esta obra, especialmente si no estás siguiendo
ningún tratamiento psicológico. Conforme vayas saliendo de tu depresión, los síntomas
irán remitiendo y volverás a implicarte en tus actividades y relaciones personales. Aunque
entendemos que es difícil de creer ahora que te encuentras desesperado. Confía en
nosotros y sigue leyendo este libro. Pero eso sí, no seas exigente ni crítico contigo
mismo.
Un síntoma típico de la depresión es el agotamiento y la falta de concentración. Otro
síntoma típico es criticarse a sí mismo. Si al leer estas líneas, tienes la sensación de que
tu mente se bloquea o se dispersa, es normal. No seas duro contigo y dale permiso a tu
concentración para funcionar así. Por ahora, no puede hacerlo de otra manera. Lee esta
obra despacio y haciendo pequeños descansos. Vuelve a leer lo ya leído si lo necesitas.
Toma alguna nota, haz resúmenes o subraya lo que consideres más importante. Eso
facilitará tu concentración y su posterior recuerdo.
A lo largo de este capítulo haremos referencia a los cuatro ejemplos de personas
deprimidas que vimos en el capítulo 1 (María, Carmen, Pepe y Sandra) para facilitar la
comprensión. No tengas prisa en recuperarte. Es mejor dar pasos lentos, pero firmes,
que correr demasiado rápido y caerse. Además, no hagas mucho caso a ese pensamiento
que tienes por ahí rondando y que intenta convencerte de que la lectura de este libro, al
igual que todo lo que haces, no sirve para nada. Si ronda por tu cabeza, acéptalo y déjalo
estar, es un producto de tu mente deprimida; pero no dejes que te convenza. Aquí quien
decide eres tú y no ella.
Cambios en la forma de sentir: el estado de ánimo deprimido
El síntoma más característico de la depresión es el estado de ánimo deprimido. No se
refiere a una emoción como la tristeza, la alegría o el enfado, que vienen y se van en el
día a día. Se refiere más bien a un sentimiento de fondo, que está presente casi todo el
tiempo y que contamina tu forma de ver el mundo. Generalmente se manifiesta con
tristeza permanente y ganas de llorar, pero también puede manifestarse con irritabilidad,
culpa y vergüenza constantes.
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En otras ocasiones es más un sentimiento de vacío,de falta de sentimientos, como si
uno estuviera anestesiado. María decía que se sentía “muerta por dentro”. En estos
casos, es frecuente que haya desaparecido el deseo, la ilusión y la motivación. Ya casi
nada despierta interés y mucho menos provoca placer. Uno se mueve por moverse o
porque le obligan, pero no porque tenga el deseo, el interés o las ganas de hacerlo. En
casos graves, uno puede perder la capacidad de sentir y responder al entorno, pero ése
no es tu caso, al menos en la actualidad, ya que estás leyendo este libro y eso indica que
tienes la capacidad de interesarte.
Cambios en el cuerpo: el agotamiento físico y mental
El cuerpo deprimido se caracteriza por estar cansado y fatigarse pronto. Desde que
estás deprimido, habrás notado que realizas tus tareas con mayor lentitud y que te fatigas
antes. A veces sentirás pesadez en tus brazos y en tus piernas. También notarás que te
cuesta más trabajo prestar atención y tomar decisiones, estarás menos ágil en general y
con la sensación de que estás perdiendo la memoria. Esto puede contrastar con el estado
de inquietud en el interior de tu cuerpo, con esa angustia que no te deja tranquilo y que
difícilmente se calma con consuelo o medicación. María decía que era como si sus
músculos y cerebro estuvieran dormidos pero su sangre estuviera hirviendo.
Además de este agotamiento físico y mental, puedes haber experimentado cambios en
la necesidad de dormir, alimentarte y en tu deseo sexual. Lo más característico es el
insomnio. María solía dormirse pronto (en parte debido a la medicación) pero a media
noche se desvelaba y le costaba volver a quedarse dormida. Incluso había días que ya no
se volvía a dormir. A veces se despertaba con pesadillas y otras simplemente se
despertaba sin más. Otras personas tardan horas en dormirse, hasta el punto de que la
mera idea de irse a la cama les parece una tortura, como le pasaba a Pepe. En cambio,
otras personas, como Carmen, necesitan dormir mucho más de lo habitual, y aun así
siguen sintiéndose cansados. Es lo que se conoce como hipersomnia.
El apetito también puede verse alterado. Desde que estás deprimido, puede que hayas
perdido el apetito, e incluso perdido peso, como María, que había perdido dos tallas de
ropa. O, al contrario, puede pasarte como a Carmen, que su apetito había aumentado. A
veces el apetito puede aumentar tanto que aparecen ataques de hambre en momentos
inesperados, sobre todo en busca de sabor dulce, en los que uno come por comer sin
llegar a saciarse. Es lo que se llama un atracón compulsivo.
El deseo sexual suele disminuir, lo que se traduce en dificultades para excitarse y tener
orgasmos. Si eres mujer, puede que te cueste excitarte, lubricar o tener un orgasmo. Si
eres hombre, quizá tengas dificultades para mantener la erección o tu eyaculación se
adelante o se atrase. Estos cambios son consecuencia del agotamiento físico del
organismo y suelen mejorar poco con la medicación. Es importante que seas paciente y
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se lo expliques a tu pareja. El problema no es que tu pareja haya dejado de atraerte de
repente, sino que el deseo está bloqueado, lo que dificulta la relación sexual. Sé paciente
y busca formas alternativas de mantener un contacto sensual (no sexual) con tu pareja.
Aumenta la estimulación con juegos eróticos, masajes, abrazos y besos. Recuerda que el
mayor órgano sexual que tenemos es la piel y no los genitales, como muchos creen. De
momento, si practicas sexo, hazlo como una forma de comunicación e intimidad con tu
pareja, no como una forma de buscar placer, pues puede que éste no aparezca y te
frustres aún más.
Cambios en la forma de pensar: la mente deprimida
Cuando estás deprimido, tu forma habitual de pensar experimenta una serie de
cambios, lo que llamamos la mente deprimida. No confundas la mente deprimida con tu
auténtica personalidad. Una cosa eres tú, la persona que ve, escucha, huele, siente, sabe,
recuerda, imagina, razona, decide, actúa… Y otra cosa muy distinta es lo que cruza por
tu mente: pensamientos, recuerdos, imaginaciones, fantasías, ideas y planes. Si estás
deprimido, tu mente tiene una forma peculiar de funcionar y es importante que la
conozcas para que no la confundas con tu personalidad. Insistimos: una cosa eres TÚ y
otra cosa es tu mente, que además resulta estar deprimida.
La mente deprimida intentará convencerte, si no lo ha logrado ya, de que eres una
persona fracasada, culpable, estúpida, defectuosa y que no merece el cariño ni el
reconocimiento de los demás. Tratará de bloquearte para que te quedes estancado y no
dirijas tu propio destino, haciéndote sentir desesperado. Vamos a ver cómo intenta
conseguirlo para que no se lo permitas.
El tipo de pensamientos, ideas y fantasías que cruzan por tu cabeza tienen algo en
común. Se caracterizan por la crítica destructiva hacia tu persona. Estos pensamientos
destructivos intentarán convencerte de que eres inútil, inválido e inferior, que todo es por
culpa tuya y que nadie te quiere porque no mereces ser querido. Duras críticas que
difícilmente pueden reflejar la realidad, por muy reales que las creas o las sientas.
Muchas personas deprimidas creen que no son útiles y fracasarán en todo; que no
valen nada ni para nada; que los demás no les quieren, y tarde o temprano les rechazarán
o les abandonarán; y que tienen la culpa de todo, que siempre hacen daño a los demás.
Al estar agotado física y mentalmente, es más fácil que termines creyendo este tipo de
pensamientos sin cuestionarlos; de forma que te sientas peor aún y termines
comportándote además como ellos dicen, y no conforme a tu voluntad y a la realidad.
No sólo cambia el tipo de pensamientos que acude a tu cabeza, sino que cambia en sí
misma la manera de pensar. Al estar deprimido, uno suele prestar más atención a los
aspectos desagradables de la realidad e ignora los aspectos agradables. Observa cómo tu
mente se cree los pensamientos pesimistas que acuden a ella. En cambio, ignora o le
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quita importancia a los pensamientos optimistas.
A la hora de recordar, rebusca entre los recuerdos sólo el pasado doloroso y oculta los
recuerdos placenteros para que no estén disponibles. Cuando se pone a imaginar, tu
mente deprimida aventura un futuro desolador, sin esperanza, catastrófico, pero eso sí,
sin tener pruebas de que ese futuro vaya a hacerse realidad. A la hora de hacer planes, tu
mente te hace creer que no serás capaz llevarlos a cabo, influyéndote para que los
pospongas o los abandones.
Vamos a ponerte el ejemplo de María. Su mente se llenaba de pensamientos que la
intentaban convencer de que ella era la culpable de todo y que sólo hace daño a los
demás: “Mi hija no es feliz porque no levanto cabeza”, “si yo estuviera bien, mi madre
no iría tan sobrecargada”, “estoy decepcionando a mi jefe”… Su atención se centraba en
lo desagradable. Sólo se fijaba en que su niña lloraba y tenía rabietas, pero no se fijaba
cuando su niña se divertía jugando con ella con una sonrisa de oreja a oreja. Rebuscaba
en su baúl de recuerdos aquéllos que pudieran convencerla de su culpabilidad: “Si no
hubiese cogido el coche, mi hijo no habría muerto”, “si le hubiese puesto el cinturón,
estaría vivo”, “si hubiese estado más atenta, no habría tenido el accidente”…
Y si esto no era suficiente, su imaginación se llenaba de situaciones futuras en las que
ella sería culpable: “Mi hija también morirá porque soy una mala madre”, “mi marido
terminará dejándome porque no tengo ganas de sexo”, “mi jefe me despedirá porque ya
no puede confiar en mí”… No tenía pruebas convincentes de sus predicciones
catastróficas pero las creía sin más. Pensando de esta forma, no es extraño que tuviera
dificultades para hacer planes, así que posponía quedar con sus amistades y abandonaba
actividades que antes le gustaban.
Estos cambios en la forma de pensar, pueden dejarte paralizado y bloqueado.
Recuerda que son síntomas de la depresión que afectan a la forma de pensar. Igual que
tu nariz se ve afectada cuando estás resfriado (se congestiona y estornuda), tu forma de
pensarse ve afectada cuando estás deprimido (se vuelve pesimista y catastrofista). Que
tu mente piense así al estar deprimido, no quiere decir que TÚ realmente quieras pensar
así. Tú, la persona que está leyendo estas líneas, tú y sólo tú, eliges si te dejas convencer
o no por tu mente deprimida.
Cambios en la forma de actuar: la falta de vitalidad
Teniendo en cuenta que tu deseo y motivación están bloqueados, tu cuerpo agotado y
tu mente deprimida, no es extraño que te quedes paralizado y que esto se traduzca en
una falta general de vitalidad. Quizá hayas abandonado o reducido algunas actividades
cotidianas en casa o en tus ocupaciones. También puede ser que evites o estés menos
implicado en tus relaciones con los demás. Incluso puede ser que más de uno te haya
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llamado la atención, esté preocupado por ti o resentido contigo, debido a estos cambios.
No seas duro contigo mismo. Todos estos cambios indican que tienes una enfermedad
que se llama depresión. Una vez instalada, estará presente un tiempo y salir de ella no va
a depender sólo de tu voluntad. Será necesario tiempo y algunos cambios en tu forma de
afrontarla. En algunos casos, será necesario también medicación o un tratamiento
psicológico. Los siguientes capítulos tienen el propósito de darte ideas para que tú
decidas cómo hacerlo. No existen recetas mágicas pero sí muchas posibilidades.
Otros trastornos que suelen acompañar a la depresión
Aunque la depresión es una enfermedad que se caracteriza por los síntomas típicos
que hemos comentado anteriormente, es común que se vea acompañada por síntomas de
otros trastornos psicológicos. A continuación vamos a contarte los más frecuentes, para
que valores si también te pasan, y busques un tratamiento adecuado en su caso. A veces,
algunas depresiones aparecen al sentirse desesperado por el padecimiento de otro
trastorno psicológico.
La ansiedad
Los trastornos de ansiedad suelen acompañar a la depresión. En este caso, el estado
de ánimo dominante es ansioso, y no deprimido. Este estado de ánimo se caracteriza por
estar alerta, pendiente del peligro, con la sensación de amenaza. Esto favorece que el
cuerpo esté tenso y que los pensamientos sean cada vez más amenazantes, lo que lleva a
estar continuamente preocupado y a evitar lugares y situaciones.
Algunas personas que padecen depresión suelen tener crisis de ansiedad o ataques
de pánico. Carmen contaba que un día empezó a sentir como si su cuerpo y su mente se
descontrolaran de repente. Su corazón palpitaba con fuerza, su pecho la oprimía, le
costaba respirar, sentía un sudor frío, hormigueo por los brazos y temblor en las piernas.
Segundos después estaba mareada, con sensación de inestabilidad y con visión borrosa.
Pasó de todo por su cabeza: “Me estoy muriendo”, “me estoy volviendo loca”, “me voy
a desmayar”.
Todas estas sensaciones desagradables y pensamientos catastróficos se esfumaron en
unos minutos; sin embargo, se asustó mucho y empezó a preocuparse, comenzando a
tener diversos temores, que antes no tenía. Le daba miedo estar en sitios donde hubiese
mucha gente, ir sola por la calle, montarse en ascensores o conducir por la autovía. Todo
por si volvía a darle el “ataque”. Sólo se sentía a salvo en casa o si iba acompañada. Si te
pasa lo mismo que a Carmen, es posible que estés padeciendo un trastorno de ansiedad
llamado agorafobia con trastorno de pánico.
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Menos común, pero también frecuente, es lo que le pasaba a Sandra. Ha sido tímida
desde niña, pero a veces su timidez le ha causado problemas. Recuerda que cuando tenía
que hablar en clase o cuando conocía a gente nueva lo pasaba muy mal. Se ponía roja,
se le revolvía el estómago y sentía como si tuviera que ir al baño, aunque luego iba y ni
vomitaba (a pesar de la sensación de nausea) ni orinaba (a pesar de la sensación de no
poder aguantarse). Evitaba conocer gente nueva e intentaba pasar desapercibida. Cuando
no tenía más remedio que interactuar con un desconocido, medía mucho sus palabras e
incluso se quedaba callada. Vivía con mucha humillación sonrojarse, algo que le ocurría
con facilidad, y su mente se llenaba de fantasías en las que imaginaba cómo hacía el
ridículo delante de los demás o cómo se reían de ella.
Durante mucho tiempo pensó que su problema era la timidez. Después cayó en la
cuenta de que no era la timidez, sino el temor a ser rechazada el que le impedía conducir
una vida social satisfactoria. Cuanto más se esforzaba en dar una buena imagen ante los
demás, con más angustia vivía esas situaciones, hasta el punto que llegaba a evitarlas por
completo. Por supuesto, luego se daba excusas a sí misma de que en el fondo le gustaba
estar sola y que prefería hacer una vida tranquila sin ajetreos. El tipo de ansiedad que
experimentaba Sandra se llama fobia social.
Por último, el trastorno de ansiedad generalizada es otro trastorno de ansiedad que
suele acompañar a la depresión, o incluso la precede. Se caracteriza por presentar un
estado de continua preocupación, que te lleva a estar alerta física y mentalmente. Este
estado de alerta puede traducirse en tensión y dolores musculares, problemas de
estómago, dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad y continuos sobresaltos.
Es frecuente la presencia de síntomas de ansiedad antes de estar deprimido o mientras
se está deprimido. Si no son intensos, pueden considerarse parte de la propia depresión.
No obstante, si son intensos o te impiden funcionar como de costumbre, sí que sería
necesario un tratamiento específico para la ansiedad. Los fármacos antidepresivos, la
psicoterapia conductual y la psicoterapia cognitiva han demostrado ser eficaces para
tratar estos trastornos. Actualmente hay distintos estudios en marcha para comprobar
científicamente la efectividad de la psicoterapia interpersonal.
Las obsesiones y las compulsiones
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes mentales que invaden la
mente repetidamente y en contra de la voluntad de quien las padece. Suelen generar
malestar porque tratan de temas desagradables o absurdos. Son frecuentes las ideas de
hacer daño a los demás de forma cruenta o inmoral (por ejemplo, agredir a un niño),
ideas relacionadas con el sexo descontrolado (por ejemplo, abusar de alguien), dudas
repetitivas de haber realizado o no una acción (por ejemplo, haber cerrado la puerta),
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ideas relacionadas con contraer un enfermedad (por ejemplo, contraer cáncer) o con un
tema cualquiera al que se le da vueltas infinitamente (por ejemplo, ¿por qué somos de
carne y hueso?).
Las obsesiones generan gran malestar, bien porque atentan directamente contra los
principios de quien las padece, bien porque se las considera totalmente absurdas e
innecesarias. En cualquier caso, quien las padece se ve abocado a hacer algo para calmar
el malestar y sentirse menos culpable. Es ahí cuando entran en juego las compulsiones,
que son determinadas acciones que supuestamente evitan que las obsesiones se hagan
realidad o ayudan a sentirse menos mal.
Estas acciones suelen hacerse de manera repetitiva, a veces en forma de ritual. Las
más típicas son comprobar acciones repetidamente (por ejemplo, comprobar 10 veces si
se ha cerrado la puerta), rituales de lavado y desinfección del cuerpo (por ejemplo, no
tocar pomos de puertas y lavarse las manos 50 veces al día) y rituales de limpieza y
orden de objetos (colocar los muebles simétricamente).
Si crees tener obsesiones y compulsiones, es posible que estés padeciendo un
trastorno obsesivo compulsivo al mismo tiempo que tu depresión. Si es así, necesitas
ponerte en tratamiento. Los fármacos antidepresivos también reducen el malestar
generado por las obsesiones y compulsiones, y las psicoterapias conductual y cognitiva
han demostrado ser eficaces.
Hay muchas depresiones que aparecen tras años de estar padeciendo en secreto un
trastorno obsesivo compulsivo. Quien lo padece, suele avergonzarse mucho de ello, por
lo que ni se plantea buscar ayuda. Si es tu caso, habla con un profesional de la salud
mental. Nada de lo que le cuentes le sorprenderá,por muy horroroso y humillante que te
parezca. Sentirás un gran alivio al poder desahogarte. Ten en cuenta que de cada
cincuenta personas que te encuentres por la calle, una tiene, ha tenido o tendrá un
trastorno obsesivo compulsivo. No es tan raro, aunque pueda parecértelo.
El dolor y las molestias físicas
Cuando los estados de ansiedad y de depresión se mantienen largo tiempo en el
organismo, se genera un estado de tensión que puede dar lugar a diversos síntomas.
Pueden parecer enfermedades físicas, que no se ven confirmadas en las pruebas médicas
realizadas. Manuela, por ejemplo, antes de ponerse en tratamiento de su depresión visitó
a muchos especialistas y se hizo muchas pruebas médicas. Sentía un fuerte dolor
muscular y no entendía por qué tenía que verla un psiquiatra. Había días que podía
hacerse cargo de sus ocupaciones, pero otros días, el dolor era tan intenso que no podía
más que acostarse y quejarse. Le dolía la cabeza, los brazos, las muñecas, la espalda… A
veces también tenía una sensación continua de mareo. Ella decía que era como si
estuviese borracha todo el día, a pesar de no haber tomado alcohol. Después de visitar a
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muchos especialistas, le diagnosticaron fibromialgia y nadie supo darle explicación de
sus mareos.
La fibromialgia es como si en los músculos hubiese unas agujetas permanentes.
Habrás observado que cuando tienes agujetas y tensas el músculo, duele. Algo parecido
pasa en la fibromialgia. Cuando el músculo se tensa por un sobreesfuerzo físico o por
una sobrecarga emocional, también duele. El miedo y el enfado son dos emociones que
provocan tensión muscular, y por tanto favorecen el dolor de quien tiene fibromialgia.
Manuela observó que su dolor y sus mareos solían aparecer cuando se preocupaba en
exceso o cuando estaba muy enfadada por algo. Afrontar sus problemas de otra forma le
ayudó a estar menos preocupada y enfadada, y esto a su vez le ayudó a tener menos
dolores y mareos.
Hay algunas enfermedades como la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn, el colon
irritable, el asma, los vértigos, la fibromialgia o la fatiga crónica, que se ven agravadas
con la depresión. Afrontar tu depresión no te quitará automáticamente estas
enfermedades, pero sí que te ayudará a disminuir su intensidad y tu malestar.
Un estado de ánimo ansioso, deprimido o irritable puede ocasionar síntomas físicos
como dolores musculares (incluidos el dolor de cabeza y la opresión en el pecho),
problemas en el aparato digestivo (sequedad de boca, afonía, dolor de barriga, nausea,
estreñimiento o diarrea), vértigos, sensaciones de confusión, pérdidas de memoria,
sensaciones de hormigueo y anestesia, palpitaciones y sensación continua de necesitar
orinar. Una vez hechas las pertinentes pruebas médicas y una vez descartadas otras
enfermedades médicas que justifiquen estos síntomas, si alguno de ellos acompaña a tu
depresión, no le des más vueltas y tómalo como parte de ella. Será más eficaz afrontar tu
depresión que seguir buscando opiniones médicas.
Las adicciones
El alcohol, algunas drogas como el hachís y la cocaína, algunos fármacos como los
tranquilizantes, algunas actividades como el juego (máquinas tragaperras, bingo, cartas,
casinos, etc.) y el uso abusivo de Internet y de sexo, tienen algo en común. Por un lado,
generan un estado transitorio de placer que reduce el estado de ánimo deprimido. Por
otro, mantienen la mente distraída temporalmente de los problemas que pueden estar
manteniendo la depresión. Da la impresión de que ayudan a sentirse mejor, pero sólo es
una impresión. Lo cierto es que después de los momentos de supuesto placer y de
distracción, la realidad sigue siendo la misma o incluso peor.
La depresión y las dificultades siguen ahí, y para colmo otros problemas aparecen,
como la necesidad de seguir consumiendo (alcohol, drogas o juego), que se hace mayor.
Tu salud y tus relaciones personales se resienten, las deudas se acrecientan, al igual que
los reproches y los sentimientos de culpa. Si estás recurriendo a sustancias o actividades
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adictivas para evitar tu malestar, ésa no es la solución. Te aconsejamos que afrontes tu
malestar y tus problemas de forma más constructiva. Consulta con tu médico qué
fármacos consiguen disminuir el “mono” y qué psicoterapias pueden ayudarte.
La bulimia nerviosa
En ocasiones, los pensamientos depresivos se ensañan de forma especial con el
aspecto físico de quien padece depresión. Si recuerdas a Carmen, al deprimirse comenzó
a tener ataques de hambre, lo que se conoce como atracones compulsivos. Pasaba el día
picando y por las noches se desvelaba con un hambre increíble. Iba al frigorífico e
ingería lo que encontraba, con la sensación de que no podía parar de comer. Luego, su
mente deprimida se encargaba de hacerle sentir mal: “Estoy horrible”, “me voy a poner
como una vaca” y “soy una fracasada”, eran sus pensamientos. Al día siguiente, comía
menos con la intención de compensar lo que había tomado la noche anterior; pero eso le
provocaba más ansia de comer aún.
Estaba en una trampa. Cuanto menos comía, más ansia le daba, y terminaba
comiendo más durante un atracón. En ocasiones se provocaba el vómito después del
atracón. El vómito le daba una sensación de alivio transitorio pero no resolvía el
problema. Había observado que cuanto más vomitaba y más restringía su alimentación,
más ansia de comer tenía y más odiaba su cuerpo. Sin darse cuenta además de tener
depresión, estaba adentrándose en una enfermedad peligrosa: la bulimia nerviosa.
La psicoterapia interpersonal, que es el hilo conductor de esta obra, ha demostrado
ser eficaz para el tratamiento de la bulimia. Si crees tener este problema, o incluso tu
depresión es consecuencia de verte atrapada en este problema, este libro también te
ayudará. Pero es imprescindible que busques ayuda profesional. Los fármacos
antidepresivos, la psicoterapia cognitiva y la psicoterapia interpersonal han demostrado
ser efectivos para tratar tanto la bulimia nerviosa como la depresión.
La euforia
Una de cada diez personas que ha padecido un episodio depresivo experimentará en el
futuro un estado de ánimo radicalmente opuesto: la euforia patológica. Dependiendo de la
intensidad de la misma, hablaremos de un episodio hipomaníaco, si es menos intensa y
no requiere hospitalización, o de un episodio maníaco, si es más intensa o requiere
hospitalización.
Los episodios de euforia pueden durar desde unos días a varios meses y se
caracterizan por un sentimiento desbordante de energía y bienestar que lleva a la persona
a involucrarse en todo tipo de actividades. Uno siente tanta energía y vitalidad que no
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necesita dormir ni comer, la mente se llena de proyectos y uno tiene la sensación de que
es todopoderoso. Además, como desaparece totalmente la vergüenza, uno se toma
demasiadas confianzas con los demás, dice lo que se le ocurre sin medir las
consecuencias y puede llevar a cabo acciones peligrosas, como hacer gastos excesivos,
conducir peligrosamente, tomar drogas, insinuarse sexualmente e implicarse en peleas y
proyectos muy arriesgados.
Todo esto puede deteriorar las relaciones personales, especialmente si durante la
euforia uno se muestra irritable y ofensivo con quien intenta frenar su energía
desbordante y proyectos alocados. Es frecuente volver a deprimirse después como efecto
del agotamiento físico y por la vergüenza y culpa que uno experimenta al ver cómo se ha
comportado. Es importante resaltar que durante los momentos de euforia patológica uno
no es totalmente consciente de sus actos y puede ofender a los demás sin querer.
Si has experimentado estos momentos de euforia, sin haber consumido ninguna droga,
es importante que acudas a tu médico. Es posible que tengas una enfermedad llamada
trastorno bipolar y necesites tomar una medicación llamada estabilizador del ánimo
para evitar que tengas esos cambios de ánimo en el futuro.
Tipos de depresión
Dependiendo del tiempo que dure la depresión y de la intensidad de los síntomas
experimentados, podemos distinguir cuatro tipos dedepresión, que vamos a explicar
brevemente a continuación.
Trastorno depresivo recurrente
Esta enfermedad da la cara en forma de episodios, es decir, los síntomas depresivos
intensos aparecen durante unos meses y desaparecen casi totalmente. Si es la primera
vez en tu vida que padeces síntomas depresivos intensos, hablaríamos de un episodio
depresivo. Si te recuperaste de un episodio depresivo y meses o años después vuelves a
experimentar síntomas depresivos intensos, hablaríamos de un trastorno depresivo
recurrente.
El primer episodio depresivo puede aparecer a cualquier edad, pero normalmente
suele hacerlo de los 20 a los 45 años, sobre todo si ha habido algún acontecimiento o
conflicto personal previo que haya generado ansiedad. Sin ser tratada, la depresión suele
durar unos 6 meses pero puede prolongarse hasta años, sobre todo si se padece alguna
otra enfermedad médica, si ya se padecía una distimia previa o si se tiene una adicción.
La mitad de los que se recuperan del primer episodio no volverán a tener más episodios,
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pero la otra mitad sí que tendrá uno o más episodios posteriores, generalmente sin que
haya una recuperación total.
A la hora de padecer un episodio depresivo da igual cuál sea tu raza, tu grado de
estudios, tus ingresos económicos o tu estado civil. En cambio, no da igual tu sexo. Esta
enfermedad se da el doble en mujeres que en hombres. Una de cada cinco mujeres
tendrá un episodio depresivo a lo largo de su vida; sin embargo, sólo uno de cada diez
hombres lo sufrirá. Esta diferencia entre hombres y mujeres no sólo se debe a factores
biológicos. Los factores sociales y culturales son muy importantes. La educación recibida
por ser mujer y la discriminación frente al hombre, facilitan que las mujeres se depriman
más.
Trastorno bipolar, en fase depresiva
El trastorno bipolar se caracteriza por alternar episodios o fases de euforia patológica
(maníacos o hipomaníacos), momentos de estabilidad emocional y episodios o fases de
depresión. El primer episodio maníaco suele aparecer en la veintena, habitualmente
precedido de algún cambio o conflicto personal importante. Sin medicación puede llegar a
durar meses y alternarse cuatro episodios distintos en diez años. La mitad de los que
presentan un episodio maníaco padecen un episodio depresivo seguidamente, sin llegar a
estabilizarse entre ambos. Los episodios depresivos del trastorno bipolar son similares a
los del trastorno depresivo recurrente pero más intensos.
El trastorno bipolar es menos frecuente que el trastorno depresivo recurrente, ya que
sólo una de cada cien personas padecerá un trastorno bipolar a lo largo de su vida. Se da
por igual en hombres que en mujeres. Los hombres suelen comenzar el trastorno con un
episodio maníaco. Las mujeres, en cambio, suelen hacerlo con uno depresivo, muy a
menudo después del parto. La depresión del trastorno bipolar se considera mucho más
genética que los otros tipos de depresión.
Se considera una enfermedad crónica, que requiere la toma continuada de
estabilizadores del ánimo. La psicoterapia ha demostrado ser efectiva para tratar los
episodios depresivos y prevenir los maníacos, pero es imprescindible un tratamiento
farmacológico.
Distimia
La distimia es un tipo de depresión menos intensa en los síntomas que el trastorno
depresivo recurrente, pero más prolongada en el tiempo. Suele comenzar en la
adolescencia, incluso en la niñez, y puede durar años si no es tratada. De hecho, para ser
diagnosticado de distimia tienes que haber presentado síntomas depresivos casi a diario
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durante dos años.
Es frecuente encontrarla entre familiares de personas que padecen trastorno depresivo
recurrente. Una de cada quince personas padecerá una distimia a lo largo de su vida y de
ellos habrá el triple de mujeres que de hombres.
Trastorno de adaptación, de tipo depresivo
Los síntomas depresivos del trastorno de adaptación son menos intensos que el resto
de depresiones y aparecen tras un cambio importante en la vida al que cuesta adaptarse
como por ejemplo un divorcio, la maternidad, la muerte de un ser querido, un fracaso
amoroso o la jubilación. Generalmente los síntomas depresivos desaparecen conforme
uno se va adaptando a la nueva situación y raramente requiere tomar medicación o iniciar
una psicoterapia. No obstante, algunos trastornos de adaptación pueden agravarse y dar
lugar a un episodio depresivo, que sí necesite un tratamiento farmacológico o psicológico.
¿Por qué tengo depresión?
Cuántas veces te habrás hecho esta pregunta, ¿verdad? ¿Por qué yo, que se supone
que debería ser feliz, tengo depresión? Es muy difícil responderla. De hecho, ni los
especialistas nos ponemos de acuerdo. A lo largo de la historia se han dado muchas
explicaciones sin que ninguna resulte totalmente convincente. Podríamos hablar de tus
genes, de tu personalidad, de todo lo que te ha pasado en la vida, de cómo has aprendido
a resolver problemas y a relacionarte con los demás, de tus conflictos personales y de tu
forma de afrontarlos. Todos estos factores contribuyen en mayor o menor medida para
dejarte deprimido. No podemos decirte en qué porcentaje ha contribuido cada uno de
ellos, pero sí podemos decirte que una vez deprimido de poco importa.
Cuando la depresión se instala en tu cuerpo y en tu mente, tarda un tiempo en
marcharse, por lo que es importante que aceptes su presencia. También es importante
que no dejes bloqueada tu vida esperando a que se marche. Vamos a contarte una posible
explicación de por qué las personas se deprimen. Pero sólo es eso: una posible
explicación. No intentes encasillarte en ella. Tan sólo saca tus propias conclusiones y
aplícalas a tu caso particular.
Antes de notar todo el cortejo de síntomas depresivos, es probable que hayas pasado
un periodo de tiempo sintiéndote mal. Tristeza, culpa, vergüenza, impotencia e
irritabilidad, son las formas de malestar más frecuente. Su presencia indica que algo en tu
vida no ha ido o no está yendo como desearías, lo que te genera estos sentimientos para
que reacciones. Pérdidas, fracasos, decepciones, tener que morderte la lengua o ir en
contra de tus deseos, contribuyen a este malestar. La forma en la que tú y las personas
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que te rodean lo manejéis y la forma en que tú conduzcas tu vida a partir de entonces,
facilitará que quedes estancado en la depresión o que te recuperes de ella.
A lo largo del libro nos vamos a centrar en la importancia de tus relaciones con otras
personas de tu presente y/o de tu pasado, como factores que tienen que ver con tu
mayor predisposición a padecer una depresión o que pueden haber contribuido a originar-
la o a mantenerla. Hay muchos estudios (en los que no vamos a entrar porque no es el
objetivo de esta obra) que demuestran la importancia de tener relaciones humanas
estrechas desde la infancia y a lo largo de toda la vida, que nos den seguridad,
tranquilidad y sensación de fortaleza por dentro.
Puedes reflexionar sobre el tipo y la calidad de relaciones afectivas significativas que
has tenido desde la niñez, por ejemplo con tu madre, con tu padre, con tus hermanos (si
los hay) u otras personas que hayan jugado un papel importante cuando eras pequeño, en
tu adolescencia, con tus compañeros de trabajo, con tus vecinos, con tu pareja, con tus
amigos o con tus hijos. En esa reflexión puedes observar qué ha pasado en esas
relaciones. Si han sido problemáticas, si ha habido separaciones o pérdidas importantes,
si te has sentido protegido, agobiado, tranquilo, exigido, culpado; si has sido cuidador o te
han cuidado. También puedes observar si alguna persona importante en tu vida ha
padecido depresiones, si has tenido o no en tu infancia una familia estable…
Está demostrado que, cuando tenemos que enfrentarnos en la vida a situaciones
difíciles (muerte de un ser querido, problemas en relaciones importantes como la pareja o
los amigos, tener que adaptarnos a cambios como independizarse o comenzar a trabajar),
haber tenido en el pasado y/o tener ahora buenas relaciones sociales o una relación
estrechaen la que confiar, nos protege de la depresión y de la ansiedad. Esto no quiere
decir que por ello no nos vayamos a deprimir, pero nos hace menos vulnerables cuando
en la vida nos encontramos ante situaciones que nos generan tensión. Por eso también,
cuando una persona está deprimida, empeoran sus relaciones con los demás, se siente
torpe, un estorbo, no disfruta con la gente, está irritable y la paga con las personas más
cercanas, es decir, se van deteriorando cada vez más sus relaciones significativas y
poniendo en peligro sus relaciones de apoyo, como por ejemplo la pareja.
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? A veces no se tiene muy claro si la pérdida o el
deterioro de las relaciones con los demás (lo que llamamos foco de tensión) da lugar a la
depresión o, al contrario, una vez deprimido se van perdiendo o deteriorando las
relaciones con personas significativas. En cualquier caso, diversos estudios demuestran
que mejorar la cantidad y la calidad de las relaciones con los demás, contribuye a
recuperarse de la depresión. Y es precisamente en esto en lo que nos vamos a centrar.
En el siguiente capítulo, haremos una revisión de tu entorno interpersonal y de las
situaciones que han podido contribuir a que te deprimas. Una vez encontrado tu foco de
tensión, la lectura de los siguientes capítulos te ayudará a abordarlo para facilitar que te
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recuperes de la depresión y encuentres remedios para evitar recaídas. De hecho, la
psicoterapia interpersonal, que es el fundamento de este libro, surgió a raíz de multitud
de estudios que realizaron el Dr. Gerald Klerman y la Dra. Myrna Weissman junto a
otros colaboradores, con la intención de prevenir recaídas en personas que habían
padecido depresión.
Hemos preferido no hacer referencia a estudios concretos. Este libro no va dirigido a
profesionales de la salud mental, sino a personas que padecen depresión, y nuestro único
objetivo es ayudarte en tu recuperación. Si estás interesado en conocer estudios
concretos, te remitimos a los manuales que aparecen en el prólogo de la Dra. Weissman,
ya que son las fuentes que hemos utilizado para escribir este libro.
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3
MIS RELACIONES Y YO
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Explorando mi entorno interpersonal
Como te dijimos en capítulos anteriores, las personas que te rodean juegan un papel
muy importante en tu vida, incluso aunque seas una de esas personas que va de
independiente y autosuficiente. La depresión está determinada por muchas causas. Sin
embargo, su comienzo suele estar asociado a problemas de adaptación en las relaciones
con los demás. El ejemplo más evidente es la pérdida de un ser querido. Pero, además,
tensiones con personas importantes para ti, bien por un conflicto de intereses, bien por
un cambio en tu vida, que implica a su vez un cambio en tu relación con ellos. También
la ausencia de relaciones que aporten apoyo y afecto.
Todas estas dificultades contribuyen a crear un malestar que puede dar lugar a una
depresión. En otras ocasiones, estas situaciones no están en el origen del malestar pero,
conforme la persona va cayendo en la depresión, sus relaciones con los demás se van
deteriorando igualmente, lo que deja a la persona bloqueada y dificulta su recuperación.
En este capítulo vamos a intentar entender junto a ti cómo se asocian tu depresión y
tus problemas con los demás. Da igual si fue antes el huevo o la gallina. En cualquier
caso, lo más probable es que coincidan más o menos en el tiempo la depresión y las
dificultades con los demás. Trataremos de descubrir qué necesitas de los demás y te
aportaremos ideas para que puedas conseguirlo. Para ello será imprescindible que tengas
tu mente abierta y te atrevas a experimentar cambios en tu forma de relacionarte, a
descubrir nuevas partes de ti. Será necesario que dejes de actuar el mismo papel de
siempre en la misma película de siempre. Será necesario que te desencasilles como
protagonista de tu vida. Tú seguirás siendo la misma persona, pero podrás actuar
personajes nuevos en la misma o en distinta película, lo que facilitará tu adaptación y,
esto a su vez, facilitará tu recuperación.
Un sondeo a tu alrededor
El primer paso hacia nuestro objetivo es hacer una revisión de tu entorno
interpersonal actual, del tipo de relación que tienes con quien te rodea hoy y de los
cambios que han podido acontecer en tu vida. De esta forma podremos localizar el foco
de tensión que está en el origen y/o en el mantenimiento de tu depresión, para así
desbloquearlo y facilitar tu recuperación. Antes de continuar, vamos a pedirte que dejes
de leer y te concentres en dos preguntas, que aparecen en la tabla Reflexiones 1. Toma
papel y lápiz, y anota lo que se te ocurra; todo lo que te venga a la mente. Después, léelo
tranquilamente y saca tus propias conclusiones. No tengas prisa. Ahí van las dos
preguntas:
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Reflexiones 1: Un sondeo a tu alrededor
¿En qué época de tu vida, más o menos, empezaste a sentirte mal?
¿Qué estaba pasando en tu vida por entonces?
Si has conseguido establecer una época aproximada del momento en que comenzó tu
malestar, te habrán venido a la cabeza algunas ideas de los cambios o conflictos que
vivías. Si no consigues establecer ninguna época o sencillamente no te vienen ideas a la
cabeza, responde al Inventario 2 y lee a continuación su interpretación.
Inventario 2: Buscando el foco de tensión
Por la época en que empezaste a encontrarte mal… Sí No
1. ¿Había fallecido algún ser querido o era el aniversario de su muerte?
2. ¿Pasó algo o era una fecha señalada que te hizo recordar a un ser querido
fallecido?
3. ¿Comenzaste a obsesionarte con la idea de morir de forma parecida a la
que murió un ser querido?
4. ¿Tuviste algún aborto provocado o espontáneo? (o tu pareja lo tuvo)
5. ¿Estabas pasando por una crisis con tu pareja?
6. ¿Sentías a tu pareja lejos de ti o no había momento para estar juntos?
7. ¿Estabas cansado de discutir con tu pareja?
8. ¿Tenías dificultades con tus hijos?
9. ¿Tenías problemas con tus padres, hermanos o algún familiar cercano?
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10. ¿Tus suegros o tus cuñados se entrometían en tu relación de pareja?
11. ¿Tenías problemas con algún vecino?
12. ¿Te sentiste decepcionado o traicionado por un amigo?
13. ¿Estabas a disgusto con tu jefe o encargado?
14. ¿Te sentías incómodo con tus compañeros de trabajo?
15. ¿Estabas a punto de casarte o te habías casado hacía poco?
16. ¿Te quedaste embarazada o tuviste un hijo? (o tu pareja)
17. ¿Tenías dificultades para quedarte embarazada o fallaron los intentos de
fertilidad?
18. ¿Descubriste que no podías tener hijos o empezaste la menopausia?
19. ¿Estabas en proceso de separación o divorcio?
20. ¿Se acabó una relación sentimental?
21. ¿Te estabas independizando de tus padres?
22. ¿Te planteabas irte o te fuiste a convivir con tu pareja?
23. ¿Algún hijo se independizó de ti?
24. ¿Te mudaste de vivienda o de ciudad?
25. ¿Te diagnosticaron alguna enfermedad o te operaron?
26. ¿Enfermó algún ser querido?
27. ¿Tuviste algún accidente o una lesión importante?
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28. ¿Comenzaste o terminaste unos estudios o un trabajo?
29. ¿Te promocionaron o te despidieron de tu trabajo?
30. ¿Te jubilaste o te prejubilaron?
31. ¿Atravesabas problemas económicos o cerraste un negocio?
32. ¿Te sentías solo al mirar alrededor?
33. ¿Te sentías aburrido con la gente que te rodeaba?
34. ¿Te sentías poco apoyado o poco valorado por los tuyos?
35. ¿Sentías que los tuyos siempre se aprovechaban de ti y te agobiaban?
36. ¿Desconfiabas de todos?
37. ¿Sentías que los tuyos nunca te tienen en cuenta?
38. ¿Te daba miedo o vergüenza conocer gente nueva?
Interpretación. Es probable que hayas marcado más de un sí en el inventario. De
todos ellos, quédate con aquél que más te haya dolido o costado afrontar. Su número te
indica a continuación cuál es tu foco de tensión más probable:
Del 1 al 4. Posiblemente es un duelo no superado, también llamado duelo
complicado, lo que generó tu malestar o está bloqueando tu proceso de
recuperación.
Del 5 al 14. Estas situaciones hacen referencia

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