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OTRAS OBRAS DEL DR. HENRY CLOUD Integridad: valor para hacer frente a las demandas de la realidad Cambios necesarios: empleados, negocios y relaciones de los que debemos desprendernos para seguir adelante 9 cosas que todo líder debe hacer: alcanzando el próximo nivel 9 cosas que los recién graduados deben saber para triunfar en la vida La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en satisfacer las necesidades de las personas con recursos cuyo contenido glorifique al Señor Jesucristo y promueva principios bíblicos. LÍMITES PARA LÍDERES Edición en español publicada por Editorial Vida – 2014 Miami, Florida ©2014 por Henry Cloud Este título también está disponible en formato electrónico. Originally published in the USA under the title: Boundaries for Leaders Copyright ©2013 by Dr. Henry Cloud Published by HarperCollins Publishers, 10 East 53rd Street, New York, NY 10022. All rights reserved Further reprodution or distribution is prohibited. Editora en Jefe: Graciela Lelli Traducción: Andrés Carrodeguas Edición: Madeline Díaz Diseño interior: Grupo Nivel Uno, Inc. A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico se tomó de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional® NVI® © 1999 por Bíblica, Inc.® Usado con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente. Esta publicación no podrá ser reproducida, grabada o transmitida de manera completa o parcial, en ningún formato o a través de ninguna forma electrónica, fotocopia u otro medio, excepto como citas breves, sin el consentimiento previo del publicador. Edición en formato electrónico © julio 2014: ISBN 978-0-8297-6584-7 CATEGORÍA: Negocios y Economía / Liderazgo 14 15 16 17 18 RRD 6 5 4 3 2 1 Dedico con gratitud este libro a mis clientes por haberme dado el privilegio de trabajar con ustedes. Son unas personas maravillosas, y siempre me siento inspirado por todo lo que hacen. CONTENIDO Reconocimientos Prefacio CAPÍTULO 1 La gente es el plan CAPÍTULO 2 Ridículamente al frente CAPÍTULO 3 Guiar de manera que los cerebros puedan funcionar CAPÍTULO 4 El clima emocional que hace funcionar al cerebro CAPÍTULO 5 Poder por medio de las conexiones CAPÍTULO 6 El portero del pensamiento CAPÍTULO 7 El control y los resultados CAPÍTULO 8 Los equipos de alto rendimiento CAPÍTULO 9 La confianza hace que los equipos puedan trabajar CAPÍTULO 10 Límites para usted mismo Conclusión Notas Índice temático Acerca del autor RECONOCIMIENTOS Escribir un libro siempre exige una gran cantidad de cosas, y una parte importante de ellas es la ayuda que recibimos de otros. Les quiero agradecer a varias personas por haberme ayudado a convertir este libro en una realidad: En primer lugar, como ya dije en la Dedicatoria, necesito reconocer a mis clientes. Ustedes son unas personas increíbles y nunca dejan de sorprenderme con su valentía, su crecimiento, sus talentos y sus logros. Como lo demostrarán las páginas de este libro, me enseñan algo todos los días y disfruto minuto a minuto de mi trabajo con ustedes. Mis agentes, Jan Miller y Shannon Marven, son el viento que impulsa las velas en todos mis proyectos. Los mantienen siempre en movimiento a través de la línea de la meta, y son el puente que ayuda a que las ideas lleguen a las estanterías, o para ser más exactos y estar al día, a los lectores de materiales electrónicos. ¡Una vez más, gracias! Mi asistente, Alexis Randall, hace malabares con una gran cantidad de actividades, sacando el tiempo de un sombrero mágico. Gracias por ayudarme a terminar esta obra y por el afecto que les muestras a todos aquellos con los que trabajamos. Mi editor, Hollis Heimbouch, constituye una amenaza cuádruple: es un editor excelente que hace su labor sin causar dolor; un profesional experimentado; un verdadero devoto del crecimiento personal; y un experto en lo relacionado con los negocios. Eres exactamente lo que este libro necesitaba. Mi familia es la que me llena constantemente de gozo, incluso cuando batallar con un manuscrito no tiene nada de divertido. Gracias por darme ánimos durante esos maratones. Y por último, a mis compañeros espirituales que oran continuamente por mí… ¡Gracias, y por favor, nunca dejen de hacerlo! PREFACIO El liderazgo es importante si queremos conseguir resultados. Es importante para toda una organización, y lo es también en contextos más pequeños, como los equipos o los departamentos. Por esa razón, hablamos con frecuencia acerca de las disciplinas del liderazgo que son esenciales para crear resultados y hacer que todo funcione como es debido; disciplinas como lanzar una visión, darle forma al futuro, desarrollar estrategias, ubicar los talentos correctos en los lugares debidos, fomentar la innovación y la agilidad, ejecutar y otras cosas más. Como sabrá, todas estas habilidades de liderazgo deben estar en el sitio que les corresponde para que una visión se convierta en realidad. Sin embargo… hay otra verdad. Los líderes guían a las personas, y las personas son las que obtienen los resultados. Y para que los obtengan, hace falta que sean dirigidas de una forma en que puedan actuar realmente y usar todo su potencial. Dicho de otra forma, es necesario que sus cerebros funcionen. Podemos lanzar una visión maravillosa y conseguir los talentos que se necesitan, pero guiar a la gente de una manera tal que literalmente sus cerebros no nos puedan seguir, o en ocasiones ni siquiera funcionar, y mucho menos lo harán sus corazones. Esto lo aprendí cuando comencé mi práctica clínica. Mi primer trabajo lo llevé a cabo en una firma de consultoría para líderes, donde estaban buscando a un clínico que trabajara con los líderes para ayudarlos en cuanto a su estilo de liderazgo, tanto personal como interpersonal, a fin de que fueran más eficientes en su manera de dirigir a las personas. El resultado fue que me enamoré del tema del liderazgo, ya que se relaciona con el lado humano de la ecuación. Durante tres décadas mi trabajo directo se ha enfocado principalmente en esa labor: escuchar a los líderes, sus equipos y organizaciones, y trabajar con ellos. He aquí lo que he llegado a creer: aunque el liderazgo como disciplina tiene una inmensa importancia, sus aspectos personales e interpersonales son tan significativos como los grandes temas del liderazgo, los cuales incluyen la visión, la ejecución, la estrategia y otros asuntos semejantes. Lo que sucede en realidad es que, por excelente que sea una visión o una estrategia, el líder necesita hacerla funcionar con las personas y por medio de ellas. Y los líderes tienen a su alcance maneras de guiar que hacen que esa visión y esa estrategia funcionen, y también existen formas de guiar que se vuelven obstáculos o terminan causando que nada funcione como es debido. Los líderes pueden motivar a las personas que guían o desalentarlas. Las pueden impulsar por el camino que lleva a unos resultados excelentes, o confundirlas tanto que no sean capaces de moverse con claridad desde la A hasta la Z. Pueden reunir a un equipo o un grupo para hacer que alcance unas metas compartidas extraordinarias, o pueden causar la división y la fragmentación. Pueden crear una cultura que haga aumentar el alto rendimiento, una fuerte responsabilidad, unos resultados grandiosos y una labor próspera, o causar que se desarrolle una cultura en la cual las personas se queden por debajo del nivel de lo que son o podrían llegar a ser. Y la mayoría de las veces estas cuestiones tienen poco o nada que ver con la agilidad mental del líder para los negocios… sino más bien se relacionan con la forma en que guían a las personas y establecen las culturas. Tal como nos lo ha demostrado la ciencia neurológica, resulta que existen razones para todo esto. El cerebro, el corazón, la mente y el alma de las personas han sido construidos para funcionar bajo ciertas condiciones y dinámicas, y cuando estas se hallan presentes, ellas producen y prosperan. Piensan, se comportan y actúan a la altura de su capacidad. Cuando se violan estas condiciones o no se facilitan,las personas no pueden realizar a satisfacción ni lograr las visiones ni los planes. Y todas estas cosas dependen del estilo y el comportamiento del líder. En la conducta de un líder hay varios aspectos que hacen que todo funcione como es debido, y uno de ellos es el de sus «límites». Un límite es una estructura que determina lo que va a existir y lo que no. En la década de 1990 fui coautor de un libro llamado Límites, en el cual se presentaban los principios de los límites para la vida de las personas, y son millones las que han visto su vida personal transformada por tales principios. Mientras me encontraba trabajando con ejecutivos y equipos de gerencia, comencé a introducir estos principios también en su forma de guiar a las personas que estaban bajo su responsabilidad. Los resultados siempre tuvieron un profundo impacto en los logros obtenidos por sus empresas, puesto que sin importar el papel que desempeñe, así sea el de ejecutivo, vicepresidente o líder de equipo o departamento, el líder es el que establece los límites que determinan si la visión y las personas prosperan o fracasan. Los líderes son los que determinan qué va a existir y qué no. Esto nos lleva al tema central de este libro, Límites para líderes. Aunque el concepto de los «límites» ha sido un término familiar en el funcionamiento individual de las personas, no se ha escrito gran cosa sobre él en el campo del liderazgo. Ese es el tema de este libro. En él usted va a aprender que hay siete límites en el liderazgo que hacen que todo lo demás funcione, y cómo estos límites son los que literalmente establecen el escenario, el tono y el clima para el funcionamiento de los cerebros. Va a aprender a fijar unos límites que: • Ayuden a los cerebros de las personas a funcionar mejor. • Creen el clima emocional que alimenta el buen rendimiento. • Faciliten unas conexiones que estimulen el funcionamiento de las personas. • Faciliten unos esquemas de pensamiento que produzcan resultados. • Se enfoquen en las formas de conducta que moldean los resultados. • Creen unos equipos de alto rendimiento que logren los resultados que se desean. • Le ayuden a guiar de una manera tal que conduzca hacia la visión y la proteja. También se le recordará que, en su condición de líder, usted siempre recibirá lo que haya creado y permita. Así que únase a mí para observar juntos la manera de hacerse cargo de la situación y llevar a la práctica los poderosos conceptos que usan los grandes líderes a fin de crear organizaciones, equipos y culturas que prosperen, y lograr unos resultados increíbles. LÍMITES PARA LÍDERES CAPÍTULO 1 LA GENTE ES EL PLAN Mi cliente, director ejecutivo de una compañía valorada en veinte mil millones de dólares, me miró con una de esas expresiones que muestran algunas veces las personas inteligentes cuando conciben algo extraordinariamente sabio en su mente, la clase de pensamiento que capta incluso su propia atención. Con la cabeza ladeada y los ojos entrecerrados, dijo algo profundo: —¿Sabe lo que es extraño? —¿Qué? —le pregunté. —Todo el mundo está tratando siempre de crear el plan correcto. Se reúnen, discuten, se preocupan y encauzan toda su energía en intentar trazar el plan «correcto». Sin embargo, lo cierto es que existen cinco planes correctos. Hay una gran cantidad de formas de llegar a donde se quiere llegar. El verdadero problema consiste en lograr que la gente haga lo que hace falta para que el plan funcione. Aquí es donde se gana o se pierde. Todo tiene que ver siempre con la gente. Estaba en lo cierto. En última instancia, el liderazgo tiene que ver con la conversión de una visión en realidad; con lograr resultados reales en el mundo real. Y eso solo se logra cuando la gente hace lo necesario para que suceda. Así que, en su condición de líder, ¿cómo logra que esto ocurra? ¿Qué es lo que usted tiene que hacer para asegurarse de que ellos hagan lo que va a funcionar, ya sea con un equipo, un empleado que le reporte directamente, o toda una organización? Ese es el enfoque de este libro. Este libro trata de lo que los líderes necesitan hacer para que las personas logren convertir en realidad una visión. CUANDO EL LADO «PERSONAL» DE LAS COSAS NO FUNCIONA Este director ejecutivo en particular había acudido a mí en busca de ayuda para su equipo. Ellos se habían desconectado entre sí, y tal división se había comenzado a manifestar en el resto de la organización. En la raíz del problema se hallaba una brecha en las relaciones entre el jefe de operaciones de la oficina central y el director del grupo de vendedores que trabajaban afuera. La comunicación se había roto y los resultados también se iban volviendo cada vez más escasos, todo sin otra razón más que el lado «personal» de las cosas, que no estaba funcionando. Aunque el «plan» era bueno, el grupo no funcionaba como un buen equipo, compartiendo sus objetivos y manteniendo unas relaciones sanas que ayudarían a hacer que el plan funcionara. De manera similar, la cultura también se encontraba en peligro, puesto que la negatividad se estaba infiltrando donde habría debido existir una energía positiva. El dilema que tenía ante sí aquel ejecutivo era que a pesar de tener un buen «plan», como él decía, y de contar con «una gente realmente magnífica», sencillamente las personas no estaban trabajando unidas. Cuando me reúno con los líderes y sus compañías, lo más frecuente es que halle que tienen unos planes muy bien pensados. Ellos saben lo que están haciendo, de lo contrario no tendrían el puesto que tienen. Son personas con estrategias, talentos, dones y experiencia. Su experiencia en el mundo de los «negocios» los ha llevado a su posición actual, pero a medida que van ascendiendo a otras posiciones más significativas en el liderazgo, necesitan otras habilidades además de las que puede proporcionarles su destreza para los negocios. Necesitan ser capaces de guiar a las personas para que logren resultados. Por lo general, lo que los ha llevado a esos puestos es el hecho de ser hábiles en los negocios, así como en la elaboración y ejecución del «plan». Sin embargo, por ser líderes, ahora también tienen que ser buenos en algo más: lograr que la gente haga lo que se necesita para que el plan funcione. Se trata de guiar a «la gente adecuada», dándole el poder necesario para que encuentren y hagan «las cosas correctas» y de «las maneras debidas» en «los momentos oportunos». Eso es lo que lleva a un plan a alcanzar unos resultados reales. Un líder me confió: «Deseaba este puesto porque me encantan la caza, la estrategia, el triunfo. Me agrada enfocarme en la manera de hacer que las cosas funcionen y llegar a la meta. No obstante, mientras más tiempo paso en él, más tiempo dedico a cuestiones que se refieren al liderazgo de la gente, y menos a las cosas del trabajo. Tengo un personal excelente, pero lograr que todos se muestren unánimes y trabajen juntos me lleva más tiempo y energía de los que me parece que debería consumir. Algunos días me siento más como si fuera un psicólogo que el líder de una empresa». La cantidad de tiempo y energía que esto «debería» consumir es debatible, pero la clave de los resultados es esta: el tiempo y la energía que usted invierta en cuestiones relacionadas con la gente debería producir mejores resultados, además de crear unos equipos y una cultura donde prosperen el ímpetu y la energía. Y la tarea de crear un equipo excelente se debería sentir como algo personalmente gratificante, no como algo que agota las energías. Dicho de manera sencilla: el aspecto personal de la situación no debería ser lo que él estaba experimentando. Debería tratarse de una inversión con unas considerables ganancias, tanto para usted como para la empresa, en lugar de ser una fuente constante de agotamiento de sus recursos personales y los de la organización. Debería producir una energía positiva, no negativa. Como líder, es probable que le esté dedicando ya una gran cantidad de tiempo al aspecto «personal» de la empresa, y más tiempo todavíacuando los resultados son pocos. Usted está siempre creando equipos y cultura, guiando a sus empleados inmediatos, impulsando iniciativas y cambios por medio de su organización, y promoviendo la innovación, la adaptación y la agilidad. Y lo que quiere es que todos esos esfuerzos produzcan resultados y que las personas estén llenas de energía positiva mientras ayudan a llevar adelante la visión. UN PLAN EXCELENTE, UN BUEN PERSONAL, PERO UNOS RESULTADOS POBRES Algunas veces, aun después de haber gastado toda esa energía, las formas en que las diferentes personas funcionan, tanto en los equipos como individualmente, afectan de manera negativa los resultados. Con demasiada frecuencia estas cuestiones consideradas como «ligeras» se convierten en esquemas arraigados que determinan el aspecto que adquiere la empresa misma y la forma en que funciona. Cuando se suman, las debilidades personales y una dinámica interpersonal pobre pueden eclipsar los puntos fuertes. Sencillamente, toda la inteligencia y todas las habilidades individuales de los miembros del equipo no producen los resultados que usted está buscando. Se pierden las oportunidades, incluso cuando utiliza más tiempo y más energía en un esfuerzo por hacer que la gente siga adelante en la dirección correcta. Un plan excelente, un buen personal, y aun así no consigue los resultados que quiere. Considere si se puede identificar con alguno de estos problemas: • Los resultados son inferiores a los que debería estar produciendo la combinación de los talentos de todos. • Los pensamientos negativos y las actitudes negativas echan raíces, y las personas dan la impresión de ser «víctimas» de la economía, el mercado o los actos de algún otro individuo. • Una o dos personas tienen demasiado poder en un equipo o un departamento, lo cual permite que la disfunción se infiltre en el resto del equipo. • La velocidad de actuación está ausente, mientras que los planes y las decisiones se retrasan en el mar de un «consenso» deseado, pero difícil de definir. • La cultura tolera la mediocridad, o incluso una actuación pobre. • Las personas y los equipos no están enfocados en aquello que realmente produce resultados. • La estrechez de miras y la costumbre de echarse mutuamente la culpa reemplazan a una manera saludable de resolver los problemas. • La comunicación en los equipos y departamentos se produce en «la reunión después de la reunión», en lugar de producirse frente a frente, con todos los responsables presentes. • Aunque el personal tiene «jefes» y «revisiones del desempeño», no se ejerce en realidad una buena rendición de cuentas. • La actuación nunca es inmediata, y los «atrasos» en los lanzamientos u otras presentaciones se han convertido en la norma. • La celebración de los «triunfos» no es tan frecuente como solía ser o debería serlo. • La moral no se encuentra al nivel en el cual debería estar. • Se siente que la empresa está dispersa, en lugar de hallarse en una trayectoria centrada y ascendente. • Abundan las agendas que compiten entre sí y casi nunca llegan a unirse. • Algunos de los líderes y jefes de la organización crean equipos excelentes y desarrollan gente magnífica, pero otros no, creando una organización que tiene el aspecto de un alocado rompecabezas con faltas de cohesión y resultados desiguales. ¿Le parece familiar alguna de las cosas anteriores? No se preocupe, usted no está solo. Las frustraciones descritas aquí se producen con frecuencia, incluso en el caso de personas muy talentosas y organizaciones de alto rendimiento. Las cuestiones relacionadas con las «personas» tienden a infiltrarse incluso en la labor de los mejores líderes, y en ocasiones llegan a arruinar hasta los mejores talentos y los planes mejor trazados. CHRIS: UN PLAN MAGNÍFICO QUE SE ESTRELLÓ CONTRA UN MURO Considera la experiencia de uno de tales líderes: Chris fundó su compañía basándose en su éxito como gestor de negocios. Había trabajado para una compañía de tecnología, y continuamente cerró más tratos de venta que todos los que le rodeaban. Como muchas otras personas con éxito, Chris decidió hacer por su cuenta lo que había hecho para otros. Así que, con algunos inversionistas, se lanzó a la creación de una nueva empresa. «¿Por qué trabajar para provecho de otro cuando puedo hacerlo para mi propio provecho?», razonaba. Pronto hallaría la respuesta. Al principio, las cosas marcharon bien. Chris consiguió unos cuantos clientes importantes y creó una compañía a partir de esos primeros éxitos. La nueva compañía creció con rapidez, consiguiendo más cuentas importantes con corporaciones mundiales que querían usar sus equipos. A base de añadir cada vez más empleados, la compañía de Chris se convirtió pronto en una entidad importante, con unos ingresos que aumentaban cada año, hasta llegar a ser una verdadera empresa líder en su ambiente competitivo. El futuro tenía buen aspecto. Chris ya podía ver una proposición del gobierno en el futuro próximo. Sin embargo, al cabo de unos pocos años, las cosas comenzaron a marchar no tan bien dentro de las paredes de la compañía. Unos empleados importantes que se habían unido a Chris a causa de su gran energía y su espíritu positivo comenzaron a sentirse agotados por tanto trabajo y cada vez más estresados a causa de lo que ellos llamaban «el caos». Daba la impresión de que la compañía había perdido su rumbo y su impulso originales. Durante un tiempo, el éxito pareció acompañar al caos, pero primero lentamente y después con mayor rapidez, el caos comenzó a eclipsar todo lo que era bueno. Fue entonces cuando la junta de Chris, formada por sus inversionistas principales, me llamó. La preocupación de la junta procedía de lo que estaba oyendo directamente de algunos miembros del equipo ejecutivo de Chris. El equipo le dijo a la junta que habían alcanzado el punto crítico, que ya no podían soportar el caos y la disfunción reinantes, y que si la junta no hacía algo pronto, ellos se iban a marchar. Ciertamente, aquella cantidad de talentos que amenazaba con un éxodo masivo captó la atención de la junta. En mi intento por tratar de llegar al fondo del problema, mi primer paso fue realizar entrevistas con todos los miembros del equipo ejecutivo. Quería entender lo que estaba sucediendo. Lo primero que me impresionó fue el afecto que le tenían a Chris. Sentían una admiración genuina por él debido a la energía que creaba, la pasión que ponía en lo que estaban haciendo y su creatividad con respecto a la tecnología que habían desarrollado. Deseaban formar parte de su equipo para hacer triunfar y crecer lo que ellos mismos habían creado. Más importante aun era el hecho de que le querían entregar su talento a la compañía y todos aspiraban a participar a largo plazo en lo que habían emprendido. Sin embargo, habían llegado a un momento desastroso. Cuando los entrevisté, estaban tan decaídos y frustrados como motivados e inspirados se habían sentido en el tiempo en que la compañía había echado a andar. Me informaron que se sentían como si estuvieran corriendo de un lado para otro en mil direcciones distintas. Tomaban un camino, solo para que de repente les llegara un correo electrónico de Chris acerca de otro trato nuevo que les exigía a los miembros del equipo que enfocaran todos sus recursos en esta última y emocionante oportunidad, sin que importara la última y emocionante oportunidad de la semana anterior. Como es obvio, este reajuste casi constante de prioridades creaba confusiones e interrupciones, dejando a los empleados inseguros en cuanto a si aquello en lo que estaban trabajando ayer aún era aquello por lo que se debían preocupar mañana en la mañana. ¿O acaso el nuevo énfasis era «lo más importante del momento»? Peor todavía era el hecho de que Chris les enviaba correos electrónicos a los empleados de su equipo de ejecutivos que los sumían en un estado de confusión en cuanto a quién se suponía que le respondieran: ¿al director ejecutivo o a su propio jefe directo? Los empleados se sentían divididos entre dosjefes y dos agendas, y su propia carga de trabajo. Por informal que sea el ambiente en el trabajo, o por imprecisa que sea la cadena de autoridad, a la mayoría de los empleados les es difícil decirle al director ejecutivo de la compañía: «No puedo hacer eso. Estoy ocupado». Cuando los empleados acudían a sus propios jefes en medio de su frustración, los jefes se enojaban, llamaban a Chris y le decían algo como esto: «No podemos llevar cabo este proyecto “de repente” y también hacer al mismo tiempo aquello en lo que ya estábamos trabajando. Además, usted tiene que pasar a través de nosotros para llegar a nuestra gente. Esto nos está matando». Chris no reaccionaba bien, alternando entre regañarlos por no tener suficiente «capacidad de adaptación» y acusarlos de sofocar el crecimiento con su negatividad o al usurpar su autoridad. Según la personalidad de cada cual —unos estaban dispuestos a enfrentarse y otros preferían evitar los conflictos— los miembros del equipo ejecutivo terminaban, o bien entablando fuertes discusiones con Chris, o escabulléndose de vuelta hasta su escritorio para quejarse a sus espaldas. Las reuniones junto a los dispensadores de agua fría y los rumores se hallaban fuera de control, aunque en la superficie daba la impresión de que todos habían aceptado los últimos pronunciamientos de Chris. En realidad, ni siquiera había una línea clara a seguir, sino más bien tres, cuatro o más, y todas iban en direcciones distintas. Para acabar de complicar las cosas, Chris tenía el mal hábito de no involucrarse lo suficiente y no guiar realmente a su equipo ni a su gente durante largos períodos de tiempo, para luego abalanzarse sobre ellos a toda carrera, de una forma que su equipo terminó llamando «microexplosiones intermitentes». Cuando le apetecía, se aparecía sin que lo invitaran en el terreno de uno de sus ejecutivos «solo para ayudar», pero terminaba enojando a los miembros del equipo y robándole la motivación al líder de ese grupo. Con demasiada frecuencia el equipo ya se hallaba batallando para no perder su propia cohesión, por lo que no era capaz de bloquear la interferencia de Chris de una manera constructiva. Al parecer, todo el mundo se había comenzado a sentir impotente para lidiar con el liderazgo de Chris. No podían hallar la manera de hacer que los guiara de una forma diferente. Y para colmo de males, Chris era un personaje encantador. En todo esto, lo que me impresionó en mi primera entrevista con Chris fue hasta qué punto era él quien se consideraba y se manifestaba un poco como si fuera la víctima. Se estaba «quemando», como él lo expresaba, «por todos» y se sentía muy poco apreciado por la empleomanía. «Estoy creando todas estas oportunidades para ellos mismos, ¿y qué recibo a cambio? Gemidos y quejas». Lo que al parecer no podía comprender era que ellos se sentían como se sentían por muy buenas razones. No lo captaba. Sin embargo, también me sorprendió que en aquella mezcla no hubiera «gente mala». Solo había personas buenas y talentosas, y todas estaban tratando de hacer las cosas lo mejor que podían. Las preocupaciones de la junta con respecto a las habilidades de Chris para el liderazgo habían alcanzado un momento crítico. Todo aquello había llegado al punto en que la junta de directores comenzó a hablar con Chris acerca de la posibilidad de una compra de la compañía que lo sacaría por completo de ella. Un miembro de la junta me hizo la siguiente confidencia: «No tengo muchas esperanzas de que usted pueda arreglar esto. Las únicas posibilidades son traer a un nuevo director ejecutivo o vender». No obstante, sin el ímpetu y la capacidad de Chris para generar ingresos, ¿cómo podría reemplazarlo la junta sin recibir un fuerte golpe? Al mismo tiempo, si se traía a un director ejecutivo nuevo para que asumiera el timón de la compañía, era difícil imaginarse que Chris, el fundador, se quisiera quedar. ¿Cómo podría renunciar a su «criatura»? Tenía cuarenta y cuatro años, y tal parecía que toda su vida y todo su futuro estuvieran ligados al éxito de la compañía. Ambas soluciones parecían totalmente carentes de atractivo. Entonces, ¿qué hacer? Obviamente, se podrían tratar los síntomas, como intentar hacer que Chris se comportara como era debido y dejara de hacer más tratos de los que la compañía podía cumplir, o que hiciera que el resto de su equipo se comunicara mejor. O bien se podía traer a alguien de fuera para que actuara como un verdadero líder y se hiciera cargo de las operaciones de una manera distinta a la de Chris. Por supuesto, todas esas ideas hubieran sido ideas realmente buenas, pero desde mi punto de vista el problema era más hondo. Para que la compañía llegara algún día a convertir su visión en realidad y cumpliera sus metas de ingresos para el año siguiente y más allá se necesitaba un camino nuevo. ¿Cuál era el verdadero problema? LA NECESIDAD DE LÍMITES El problema radicaba en que Chris y su equipo no habían sabido establecer los límites que llevarían a la compañía a ser una organización saludable y los límites que los inmunizarían contra las enfermedades. La única solución estaba en que la junta hallara una forma de ayudar a Chris a alcanzar su potencial y en que Chris hallara la forma de ser la clase de líder que su compañía necesitaba. Durante el transcurso del año y medio que siguió, pude trabajar con Chris y su equipo, mientras ellos comenzaban a guiar a la compañía de una manera que permitió que hiciera uso de sus numerosos puntos fuertes… por medio de los conceptos que iremos desarrollando en este libro. Lo bueno de todo esto era que los problemas a los que se enfrentaban Chris y su equipo, esos problemas que muchos como usted tienen en su propia organización, tenían arreglo. Cuando los líderes guían de una manera que permite que los cerebros de las personas los puedan seguir, también se alcanzan buenos resultados. Sin importar dónde se vea reflejado en esta historia, quiero que recuerde que cuando los líderes se comienzan a comportar de una manera diferente, la mayor parte de los problemas que son obstáculos para obtener resultados y le hacen daño a la cultura de la compañía se pueden resolver de verdad. Usted podrá conseguir los resultados que desea si guía a las personas de una manera en que ellas lo puedan seguir realmente. Tal vez sea como Chris, una persona altamente productiva, un maestro en el arte de trabajar en «los negocios y el plan», pero ahora se encuentra dándose golpes contra algunas duras realidades en cuanto a la manera de llevar a otros al mismo nivel de producción que usted ya ha logrado. Tal vez sea como la junta de directores de Chris y tiene que dirigir a alguien cuyo rendimiento necesita realmente, aunque tenga que buscar la forma de ayudarlo a transformar su estilo de liderazgo disfuncional, de tal manera que pueda producir resultados y hacer prosperar a las personas. Tal vez forme parte de un equipo ejecutivo guiado por un líder disfuncional que con frecuencia les dificulta a usted y su grupo llegar al éxito. Tal vez se halle en una posición más baja dentro de la organización y esté sintiendo los efectos de los problemas que crea el liderazgo disfuncional que tiene sobre usted, de manera que desea hacer mejor las cosas, pero no sabe cómo lograrlo desde el nivel en el que se encuentra. O tal vez sea cónyuge, familiar o amigo de alguien para el cual este escenario es sumamente familiar. Y quiere ayudarlo a descubrir lo que podría hacer para sentirse mejor con respecto a su trabajo y consigo mismo. Cualquiera sea la situación en la que se encuentre, recuerde que hay buenas razones para los resultados que usted no está consiguiendo. Y hay respuestas que funcionan. No obstante, para llegar a las respuestas, es necesario que se dé cuenta antes de algo muy importante. CAPÍTULO 2 RIDÍCULAMENTE AL FRENTE Hace poco me encontraba conversando con otro director ejecutivo sobre ciertos problemas similares relacionados con las personas. Le pregunté por qué pensaba que se estaban presentando esos problemas.Me habló acerca de algunas razones, la mayoría de las cuales tenía que ver con las personas involucradas, y también sobre las constelaciones que formaban unos pocos equipos. Entonces le hice una sencilla pregunta. —¿Y por qué sucede eso? —le pregunté. —¿A qué se refiere? Me imagino que se deba a las razones que le acabo de mencionar. —Ya conozco las razones que me comentó. Sin embargo, ¿por qué existen esas razones? —le respondí. —No lo entiendo… ¿Qué quiere decir? —me volvió a preguntar. —¿Quién es el líder? ¿Quién está a cargo de la cultura? ¿Quién es responsable de las formas en que está funcionando, del hecho de que existan todas esas cosas? —lo presioné. Él se limitó a mirarme y asintió. Solo dijo: —Yo. —Entonces, ¿qué clase de cultura le gustaría a usted que existiera? —le pregunté—. ¿Qué clase de cultura haría avanzar el negocio si la tuviera? Mientras pensaba en aquello, alzó la mirada, absorto por un instante en esos pensamientos. Luego dejó a un lado su estilo de «hablar de los problemas» y pude notar un cambio en su energía, mientras que una nueva visión sobre una cultura diferente cobraba vida ante sus ojos. Comenzó a describir una cultura para la compañía que era positiva, llena de energía, responsable, innovadora y orientada hacia el rendimiento. Pareció cobrar vida cuando comenzó a hablar acerca de ella. —Y entonces, ¿por qué no crea esa clase de cultura? Inquirí. Durante un nanosegundo, me pareció que estaba a punto de dejar escapar una razón por la cual aquello no podía suceder, pero entonces hizo una pausa y dijo algo que nunca olvidaré: «¿Sabe una cosa? Ahora que lo pienso… soy yo quien estoy ridículamente al frente de todo». En ese momento supe que había comprendido. Se había dado cuenta de que tendría exactamente la cultura que creara, y que no tendría aquella cuya existencia él no permitiera. Cualquiera fuera la cultura que poseyera, era él quien la estaba construyendo o permitía que existiera. Era él quien estaba «ridículamente al frente», es decir, «totalmente a cargo de todo», y en ese momento lo aceptó. El problema era suyo. En realidad, todo dependía de él. En su condición de líder, lo que iba a tener era lo que él mismo construyera o permitiera. LÍMITES: LO QUE USTED CREA Y LO QUE USTED PERMITE ¿Qué son los límites? Los mismos están formados por dos cosas esenciales: aquello que usted crea y aquello que permite. El «límite» es el lindero de una propiedad. Es el que define dónde comienza y dónde termina su propiedad. Si piensa en su hogar, en su propiedad, puede definir lo que va a suceder allí y lo que no. Usted se encuentra «ridículamente al frente» de la visión, la gente que invita a su casa, las metas y los propósitos que va a tener, las formas de conducta que se van a permitir y las que no. Es usted quien edifica y quien permite la cultura. Es toda suya. Usted fija la agenda y hace las normas. Y lo que encuentre allí es totalmente su responsabilidad. Su obra creadora o las cosas que ha permitido son las que han hecho que todo esto exista. En pocas palabras, los límites de los líderes definen y moldean lo que va a ser y lo que no. Al final, como líder, siempre va a recibir una combinación de dos cosas: lo que usted crea y lo que usted permite. Me hallaba dirigiendo hace poco una reunión fuera de sus dependencias para una compañía dedicada al cuidado de la salud, relacionada con toda una gama de cuestiones sobre el liderazgo, cuando el director de Recursos Humanos me hizo una pregunta clave. —Entonces, ¿cómo se puede saber si el problema tiene que ver con el líder o con la persona que lo sigue? Después de esto, habló acerca de los «empleados problemáticos», que no rinden debidamente y tienen un carácter difícil. —También existen «seguidores» que no están comprendiendo la situación, ¿no es cierto? —me dijo. —Por supuesto, ¿pero bajo la supervisión de quién? ¿En la cultura de quién? ¿Quién formó el equipo que permite algo así? ¿Quién se halla por encima de ese empleado que es un «problema»? ¿Y quién está por encima del empleado que permite que estas personas sean así? Y si ese empleado está confundido en cuanto a las estrategias o la dirección a seguir, ¿quién es el que establece esas estrategias y esa dirección para su equipo o la organización? Usando el lenguaje de Apple, «¿quién es la PDR, la persona directamente responsable?» —le respondí. ¿Quién está a cargo de todo esto? Aquí tenemos un principio central en cuanto a los límites: la responsabilidad. En última instancia, esta responsabilidad les corresponde a los líderes. Ellos son los que definen y crean los límites que impulsan la conducta que a su vez le da forma a la identidad de los equipos y la cultura y fija las normas en cuanto a rendimiento. Los líderes definen la dirección a seguir y son los responsables de hacer que las cosas sucedan. También están a cargo de la creación de unos sistemas de rendición de cuentas que aseguren que sea cierto que están sucediendo. Todo siempre regresa a los líderes y a los límites que ellos permiten que existan en lo que es propiedad y responsabilidad suya. Los líderes son los que definen esos límites, y aquellos que triunfan los definen bien en relación a varios aspectos fundamentales: • Los líderes definen la visión, el enfoque, la atención y las actividades que crean el avance. • Los líderes crean y sostienen el clima emocional de la organización y su cultura. • Los líderes edifican o fragmentan la unidad y las conexiones dentro de la organización y los equipos. • Los líderes siembran la mentalidad y las creencias de la organización y las hacen crecer. • Los líderes dan y exigen la cantidad y el tipo de control y autoridad que tienen las personas. • Los líderes controlan el rendimiento y el desarrollo de sus equipos y los empleados que les responden directamente a ellos. • Los líderes demandan el liderazgo sobre sí mismos, el cual conlleva el establecimiento de sus propios límites personales y la dirección de la organización. Por medio del uso de unos cuantos límites esenciales, los líderes se aseguran de que sucedan ciertas cosas, impiden que ocurran otras y mantienen todo progresando. En los capítulos que siguen le mostraré cómo los líderes establecen de manera deliberada unos límites que crean organizaciones en las cuales el cerebro de las personas puede funcionar realmente para producir resultados. También veremos una importante función «negativa» de los límites que el líder fija, es decir, aquello que el líder «no debe permitir». A qué se tiene que negar y cómo evitar que estas cosas existan dentro de su organización. Los líderes son una fuerza positiva para lograr el bien y una fuerza negativa contra el mal. Las personas saben a favor y en contra de qué están. En el sentido positivo, establecen de forma deliberada estructuras, valores, normas, prácticas y disciplinas que edifican aquello a lo que aspiran. Como veremos, deciden a qué se le debe prestar atención para realmente ver su visión convertida en realidad, y mantienen a su gente, sus equipos y organizaciones enfocados en esas cosas y alejados de las distracciones. Son ellos los que crean el clima emocional que va a motivar, autorizar y unificar a su gente. Actúan como guardianes de los sistemas de creencias que distinguen a la cultura, asegurándose de que se mantenga optimista y llena de energía. Ayudan a su gente a definir sobre qué cosas tienen un control que va a producir resultados y la autorizan a entrar en acción. Crean equipos saludables y bien unidos, poseedores de valores y formas de conducta que llevan a lograr los resultados. En el sentido negativo, fijan límites en cuanto a la confusión y la distracción. Prohíben aquellas prácticas y formas de conductas que siembran de alguna manera las semillas de un clima emocional negativo, conscientes de que los comportamientos y las emociones tóxicas impiden que se produzca un alto rendimiento. Desaprueban los grupos secretos, la división en compartimentos, las agendas individuales, la fragmentación, el aislamientoo las divisiones entre su gente. En su esfuerzo por darle autoridad a su gente y lograr que asuma el control y la responsabilidad de su trabajo, no toleran la negatividad, la incompetencia, la impotencia o los complejos de víctima. No permiten que los equipos desarrollen esquemas disfuncionales que les impidan avanzar, y los inmunizan contra el fracaso. Además, se aseguran de que no exista nada en su cultura que obre contra la visión y la búsqueda de resultados, o contra el desarrollo de su gente para que sean todo lo que pueden ser. ENFOQUE Y ENERGÍA Ahora bien, este establecimiento positivo y negativo de límites no se produce de manera espontánea. Requiere energía y concentración. El fundador de una empresa de gran éxito me lo describía de esta manera: Cuando eché a andar mi organización, nadie me dijo que en realidad la mitad de mi energía la gastaría en levantarla y dirigirla, y la otra mitad, o tal vez más, en protegerla y defenderla contra todas las cosas que otras personas deseaban que fuera. Hace falta una feroz cantidad de fortaleza para no terminar con una mezcla inservible de la visión de uno y una cantidad interminable de fragmentos de las visiones de otros que no tuvieron el valor suficiente para comenzar algo por ellos mismos. Bien dicho. Nadie quiere una «mezcla inservible» de su propia visión y pedazos y restos de otras visiones que no encajan en la situación. En realidad, usted no tiene por qué conformarse nunca con una mezcla al azar. Una vez que valore el hecho de que en realidad es quien está «ridículamente al frente», podrá establecer y comprender la visión que tiene para su compañía, su equipo, su departamento, su proyecto o cualquier otra cosa que deba dirigir. Tanto si es el director ejecutivo o dirige a un pequeño equipo de trabajo, usted es el que se halla ridículamente al frente al ser el líder. Y por supuesto que lo puede proteger contra aquello que lo infectaría, descarrilaría, o haría desplomarse. Usted va a conseguir lo que sea capaz de crear y permitir. Sus límites lo definirán y lo convertirán en realidad si se dedica a la tarea de establecerlos. Es posible que usted esté comenzando a dirigir algo nuevo, o que se esté enfocando en cambiar algo para hacerlo mejor. Con frecuencia, lo que una organización está esperando es que el líder establezca unos límites claros, y cuando esto sucede, es posible crear la compañía más valiosa del mundo. Cuando un líder da un paso al frente y guía a los demás, estableciendo límites que proporcionen una claridad que se abra paso en medio del ruido, se trata de un nuevo día. Por ejemplo, cuando Steve Jobs regresó a Apple como director ejecutivo, la compañía estaba atravesando dificultades. Después de diagnosticar el problema como una falta de enfoque, y a base de recortar el setenta por ciento de los modelos y productos de Apple, Jobs llevó a la compañía a un momento de claridad que necesitaba mucho por medio del establecimiento de un límite positivo: Después de unas cuantas semanas, Jobs terminó por hartarse de la situación. En una sesión de estrategia para uno de sus grandes productos, gritó: «¡Basta ya! Esto es una locura». Tomó un marcador, se acercó a una pizarra, y en ella trazó una línea horizontal y otra vertical para convertirla en una gráfica con cuatro cuadrados. Entonces dijo: «Esto es lo que necesitamos». En la parte superior de las dos columnas escribió las palabras «Consumidor» y «Profesional»; a las dos hileras les puso estos títulos: «De escritorio» y «Portátil». Su trabajo consistía, les dijo, en hacer cuatro grandes productos, uno para cada cuadrante. «La sala de reuniones quedó sumida en un silencio total», según recuerda Schiller.1 En mi opinión, aquel gran silencio procedía de la profunda claridad que un límite tan positivo es capaz de crear. A partir de ese momento, cuando se trataba de hacer computadoras, los empleados de Apple sabían en qué se suponía que estuvieran trabajando, y también conocían a lo que no se suponía que se dedicaran. Jobs los ayudó a «atender» lo que era importante e «inhibió» todo lo demás. Él afirmó que se sentía tan orgulloso de lo que Apple «no hacía» como lo estaba de lo que sí hacía. Ese límite tan claro que estableció Jobs definía el propósito y el enfoque de todos los esfuerzos de Apple para avanzar. Por medio del acto de establecer un límite de esta clase, Jobs le dio a su gente la libertad necesaria para enfocarse en su trabajo. Ya no se sentían empujados en mil direcciones distintas, algo totalmente opuesto a las condiciones que habían estimulado los actos de Chris en su propia compañía. Además de fijar una dirección, los buenos límites que los líderes imponen también establecen las normas y las formas de conducta que conducen al éxito. Producen unidad y energía. Enfocan esa energía y esa atención en lo que es importante. Crean optimismo y autorizan a las personas a hacer lo que realmente tienen poder para hacer de manera que obtengan buenos resultados. Y establecen además las condiciones y las normas para la existencia de unos equipos y una cultura excelentes, como veremos más adelante. La otra cara de la moneda es que los buenos límites que los líderes establecen disminuyen las formas malas de conducta y crean un sistema inmunológico que identifica, aísla y desecha de manera automática las toxinas, las infecciones y otros esquemas virales que enfermarían a la organización o la desviarían de sus valores, misión, razón de ser y resultados. Los líderes fuertes establecen el tipo de cultura y estructura que se enfrenta a la conducta negativa con rapidez y eficacia, de manera que nunca eche raíces. Por ejemplo, si usted crea una cultura que realmente sea de alto rendimiento, esa cultura no va a permitir que se arraiguen en ella un rendimiento pobre o una falta total de rendimiento. En lugar de permitirlo, la cultura reacciona arreglando la situación o eliminando su fuente. Todo esto fluye de los límites que ha establecido el líder. EL LÍDER Y EL CEREBRO Como los expertos en las ciencias neurológicas han demostrado en años recientes, las mejores de todas las capacidades para el liderazgo tienen sus raíces en la forma de pensar de las personas, en la manera en que está construido nuestro cerebro y su modo de operar. Nuestro cerebro, tal como comenzaremos a explorar en el próximo capítulo, fue diseñado para trabajar de maneras concretas, en unas condiciones determinadas y con unas exigencias también específicas. Cuando se cumple con estas condiciones, las personas inteligentes y talentosas florecen. Son ellas las que ganan. En cambio, cuando no se cumplen esas condiciones, tales personas se mueven con dificultad y no rinden al nivel de su potencial. Y resulta que en realidad todo está en nuestra cabeza, es decir, en nuestro cerebro. El cerebro no funciona bien cuando los líderes están haciendo cosas que inhiben su funcionamiento, o están guiando a los equipos y organizaciones de formas que hacen literalmente imposible que el cerebro de la gente trabaje al máximo de su potencial. En las páginas que siguen veremos cómo y por qué ansiamos tener una atención enfocada, positivismo, unidad, control y otros factores más a fin de sobresalir. Y veremos también por qué la labor de los líderes siempre es doble: asegurarse de que existan unas condiciones positivas y librar a la organización de aquellos elementos negativos que se interponen en el camino hacia un alto rendimiento. Piense solamente en lo que es posible si existen las condiciones adecuadas: innovación, creatividad, resolución de problemas, orientación hacia las metas, planificación y organización, iniciación y perseverancia, adaptación, autorregulación y más. Piense en lo que todo eso puede traer consigo al balance final de su empresa si lo pone en práctica. Mientras vemos de qué manera los límites que establece un líder producen claridad, usted aprenderá técnicas y prácticas que llenarán algunos vacíos, proporcionándole claros pasos de acción para que los practique en su liderazgo. Aprenderá a cambiar elcurso de acción que ya existe. Aprenderá a enfrentarse con las raíces de las disfunciones y cómo crear una inmunidad contra esos agentes infecciosos. Al hacerlo, también hallará nuevas oportunidades para crecer y desarrollarse en su capacidad de liderazgo mientras ilumina algunos de los puntos ciegos que podrían estar impidiéndole que se convierta en una versión mejor de su propia persona. Algunas veces los líderes más inteligentes y talentosos se hallan muy cercanos a un éxito importante si pueden resolver sus «problemas con las personas». Los he visto pasar de ser estancados y frustrados a ser enfocados y decididos. Y hasta he visto algunos que eran realmente excelentes volverse aun mejores. Este es mi deseo con respecto a usted: ayudarlo a descubrir dónde unos límites fuertes podrían mejorar las cosas, creando más resultados para usted y su misión. Mientras trabajamos juntos a lo largo de las páginas de este libro, le voy a hablar de varios errores que he visto cometer a algunos líderes de gran talento. Sin embargo, también le hablaré de las cosas que he visto cuando he trabajado con líderes excelentes; líderes que comprenden lo que significa estar «ridículamente al frente» y aceptan ese papel y el poder que lo acompaña; líderes que comprenden que los límites pueden extender las posibilidades de grandeza a lo largo y ancho de toda una organización, abriéndoles a todos las puertas de las posibilidades. He visto funcionar estos límites en organizaciones destacadas, desde compañías mundiales que tienen unos ingresos de miles y miles de millones, hasta otras compañías privadas más pequeñas. Estos principios son universales. Dondequiera que usted sea líder, puede hacer prosperar lo que tiene entre manos. Usted se halla ridículamente al frente. Manos a la obra. PREGUNTAS NECESARIAS Mientras usted se centra en el «plan», ¿cómo puede añadir enfoque a su manera de guiar a la gente que tiene que convertir en realidad ese plan? ¿Qué clase de cultura, equipo u organización ha creado o permitido? ¿En qué aspectos usted y su equipo necesitan ser diferentes a lo que son ahora? ¿Cómo rinde cuentas y se las hace rendir a su equipo en cuanto a los resultados que están logrando? ¿Qué significa para usted esto de estar «ridículamente» al frente? CAPÍTULO 3 GUIAR DE MANERA QUE LOS CEREBROS PUEDAN FUNCIONAR ¿Recuerda haber oído decir algo como: «No es para tanto, no se trata de una cirugía de cerebro»? Las expresiones de este tipo tienen la intención de mostrar lo sencilla que es una respuesta o un concepto, y muchas veces lo que pretenden es sacudir a la gente para que se ponga en pie y haga lo que resulta obvio que debe hacer. Así son las cosas con los límites que un líder impone. Se trata de algo profundamente sencillo. No hay necesidad de ser neurocirujano para establecer los límites que suele crear un líder que realmente sabe lo que hace. Sin embargo, al mismo tiempo, por debajo de todo, lo cierto es que se trata de una cirugía del cerebro, pues los límites establecidos por un líder dan resultado porque hacen realmente posible que los cerebros de las personas funcionen de acuerdo con la forma en que fueron diseñados. Dicho de otro modo, si usted está tratando de guiar a la gente y no establece unos límites eficaces, los miembros de su personal no van a ser capaces de hacer lo que necesita y quiere que hagan, porque sus cerebros no podrán funcionar de esa manera. Estará levantando una organización repleta de genios que producen unos resultados dañados por su propio cerebro. «Eso explica muchas cosas», como me dijo un ejecutivo. «Esa es la clase de resultados que estoy consiguiendo de parte de todas esas personas tan inteligentes que he contratado». ¿Por qué sucede esto? El cerebro, al igual que las computadoras, opera de acuerdo con ciertos procesos que están conectados directamente al sistema o han sido codificados en este. Si no se hace caso de las instrucciones en cuanto a su operación, el cerebro funcionará con dificultad. En cambio, si usted en su condición de líder entiende de qué forma trabaja el cerebro y qué hace que funcione de la mejor manera posible, podrá crear las condiciones correctas para ayudar a su gente a alcanzar su máximo potencial, y cuando lo hagan, la organización prosperará y comenzarán a producirse unos resultados positivos. Muéstreme una persona, un equipo o una compañía que logra buenos resultados, y le mostraré los límites establecidos por sus líderes que hacen esto posible. Sin embargo, he aquí la trampa: si los líderes están operando de una forma que hace que cualquiera de esas funciones cerebrales no se pueda realizar, o crean un equipo o una cultura en los cuales no se puede trabajar, los resultados se verán debilitados y la visión será dañada. Y eso es precisamente lo que vemos en muchos casos. Con frecuencia, los líderes crean equipos y culturas que obstaculizan la posibilidad de una conducta humana saludable, al mismo tiempo que se preguntan por qué no logran resultados «con todas esas personas tan inteligentes». Por ejemplo, puede estar seguro de que Apple tenía una gran cantidad de personas inteligentes en sus oficinas cuando no se estaban produciendo resultados. No obstante, la confusión y la falta de claridad enturbiaban los cerebros e impedían que se lograra algo. Así que ahora vayamos a lo concreto. ¿Cuáles son esos procesos cerebrales que los límites establecidos por los líderes hacen marchar bien? En este capítulo y en los que le siguen vamos a ver varias funciones cerebrales que son críticas para el logro de un alto rendimiento. La ciencia neurológica ha demostrado que cuando se cultivan y protegen esos procesos, lo cual es precisamente lo que hacen esos fuertes límites, suceden cosas buenas. Comencemos por darles una mirada a las que los científicos llaman «las funciones ejecutivas» del cerebro. LAS FUNCIONES EJECUTIVAS DEL CEREBRO En la terminología relativa al cerebro, las funciones ejecutivas son las que se necesitan para lograr cualquier tipo de actividad deliberada, como alcanzar una meta, impulsar una visión o lograr un objetivo. Ya sea que se trate de conducir un auto o de hacer autos y venderlos, el cerebro se apoya en tres procesos esenciales: Atención: la capacidad de enfocarnos en los estímulos que tienen relevancia, al mismo tiempo que bloqueamos aquello que no la tiene: «¡Atienda!». Inhibición: la capacidad para «no hacer» ciertas cosas que podrían distraer, ser irrelevantes, o incluso ser destructoras: «¡No haga eso!». Memoria operativa: la capacidad para retener y acceder a aquella información que tenga relevancia para el razonamiento, la toma de decisiones y las acciones futuras que se emprendan: «Recuerde la información que sea relevante y construya a partir de ella». En otras palabras, nuestro cerebro necesita disponer de la capacidad de: (a) enfocarse en algo concreto, (b) no desviarse al centrarse en la intromisión o la toxicidad de otros datos o dejarse asaltar por ellos, y (c) estar continuamente consciente todo el tiempo de aquella información que posee relevancia. Tomemos como ejemplo el acto de conducir un auto hasta la tienda de víveres. A fin de realizar esta tarea, su cerebro tendrá que apoyarse en estas tres funciones ejecutivas: atención, inhibición y memoria operativa. Deberá: Prestarle atención a los datos importantes: necesitará saber a qué velocidad conduce, dónde está el auto que va delante de usted, cuánto tráfico viene de frente, en qué carril está, cuándo debe hacer el próximo giro y demás. Inhibir lo que sea irrelevante o destructor: no podrá conducir si está enviando mensajes de texto o tratando de ver un vídeo, o si en el asiento del pasajero hay alguien que le está gritando. Usar la memoria operativa: no es posible que una máquina del tiempo lo ponga dentro de un auto y usted sepa qué debe hacer después. Necesita recordar dónde se encuentra a partir de lo que ha hecho ya. ¿Dónde giró por última vez? ¿Cuánto espacio ha recorrido desde entonces? ¿Cuáles son los lugares frente a los cualesya ha pasado? Los investigadores del cerebro dicen que la «atención» es una especie de llave mágica que abre los circuitos cerebrales del orden más elevado. Cuando le prestamos atención a algo repetidamente, se crea el circuito necesario que hace posible que aprendamos cosas nuevas, hagamos lo que necesitamos hacer y alcancemos nuestras metas. Las investigaciones muestran que es crítico que favorezcamos esa atención por medio de la repetición para que se establezcan nuevas vías de neuronas y nuevas conexiones, y de esta manera obtendremos conocimientos, un crecimiento y una comprensión nuevos. La atención es esencial, pero no es suficiente. En realidad, no puede prosperar sin usar los servicios de sus hermanas: la inhibición y la memoria operativa. Se necesitan las tres funciones ejecutivas. LOS MEJORES LÍDERES FIJAN LÍMITES PARA LA ATENCIÓN Dentro del contexto de ser líder de una organización de alto rendimiento, las cosas son muy semejantes. Los líderes deberán preparar el escenario para asegurar que: a. Siempre se atienda a lo que es importante: atención. b. No se permita que aquello que no sea importante interfiera o destruya: inhibición. c. Haya una conciencia constante de todas las piezas relevantes que se necesitan para realizar la tarea: memoria operativa. En su condición de líder que se halla «ridículamente al frente», usted es el que tiene que establecer unos límites que apoyen y realcen las funciones ejecutivas de su gente. Piense en estas preguntas, las cuales tienen que ver con las personas individuales, los equipos y las culturas: ¿Cuáles estructuras, disciplinas y prácticas aseguran que su gente le esté prestando atención a lo que es más importante de todo? ¿Cuáles procesos ha establecido para inhibir aquello que sea perturbador, irrelevante o destructor? ¿Cómo mantiene consciente a su gente de lo que necesita estar consciente a fin de hacer que todas las cosas funcionen? ¿Cómo guía a su gente de tal manera que resulte capacitada para atender, inhibir y recordar? Con el objetivo de hallar las respuestas correctas no hace falta una operación quirúrgica en el cerebro, ni tampoco se trata de una cuestión de ciencia espacial, aunque al mismo tiempo el asunto no es tan sencillo como una «lista de cosas por hacer», o «manejar el tiempo», o «tener mejor comunicación». Como veremos, es necesario que usted guíe a su personal de una manera tal que asegure que su propia energía y la de ellos se gasten en aquello que es importante y lleva a los resultados apetecidos, al mismo tiempo que se limitan e inhiben las distracciones, intrusiones y toxinas. De este modo, las funciones ejecutivas le sirven de Sistema de Posicionamiento Global al líder. Se convierten en una herramienta para activar las formas de conducta y las emociones posibles, monitorear las condiciones y los retos, y reunir una información relevante que sea útil al seguir adelante en su labor. Hay líderes que parecen llegar a entender esto de una manera más natural que otros. Por ejemplo, pensemos en el contraste entre los líderes de dos compañías diferentes con las cuales trabajé. A la Compañía A le iba sumamente bien; en cambio, la Compañía B estaba sobreviviendo a duras penas. Compañía A: Un enfoque y unos límites fuertes En la Compañía A, el líder instituyó una de mis prácticas favoritas, una sencilla rutina que he visto a muchos líderes usar con éxito en docenas de industrias diferentes: la reunión diaria todas las mañanas. Su filosofía acerca de sus empleados consistía en «equiparlos, aumentar su valor, y hacerlos sentir encantados». Así que cada mañana reunía a todos los vendedores durante unos veinte minutos y seguía una rutina bastante constante. Primeramente, nombraba a seis o siete personas que habían tenido algún tipo de triunfo durante el día o la semana anterior, por lo general, alguna venta que habían conseguido hacer. Escogía a uno de ellos para que les relatara a los demás cómo habían sucedido las cosas. Le pedía: «Dinos cómo lo lograste». No solo quería llegar a «la estructura», como le llamaba él, de los elementos clave del proceso y la manera de conducirse, sino también deseaban que aquellos que escuchaban le prestaran atención a las formas de conducta que realmente producen ventas. Animaba a su personal a hacerle preguntas a la persona que relataba su historia. Por ejemplo: «¿Cómo conseguiste el cliente? ¿Cuáles fueron los obstáculos con los que te encontraste? ¿Cómo los resolviste? ¿Cuánto tiempo esperaste antes de volver a comunicarte con el cliente? ¿Cómo cerraste la venta? ¿Qué hicimos nosotros aquí desde las oficinas que te ayudó o te estorbó? ¿Tuviste que involucrar a alguno de nuestros socios?». Después preguntaba si había algún otro miembro de su equipo que presentara algún tipo de información útil de la que se había dado cuenta con respecto al mercado, la competencia, un producto o un segmento al cual ellos estaban dirigiendo su estrategia. O bien se podría tratar de alguna técnica de ventas, información al cliente, o algo muy relevante para su negocio en relación con sus estrategias y metas específicas. Sus preguntas estaban deliberadamente pensadas para hacer que su personal se enfocara en aquello que era en verdad relevante, y también para lograr que los datos relevantes estuvieran claros y cobraran vida ante ellos todos los días, manteniéndolos de forma consciente en la mente de todo su personal. Dicho de otra forma, quería mantener la memoria operativa de todos funcionando, bueno, alrededor de las cosas correctas. Estaba creando una corriente. En tercer lugar, les pedía a sus empleados que presentaran algún reto al que se estaban enfrentando, y entonces le solicitaba a todo el grupo que los ayudaran a resolverlo. Todo el mundo podía sugerir ideas, compartir sus experiencias con problemas similares y ofrecer soluciones. Después de haber transcurrido solo unos veinte minutos, cerraba la reunión y enviaba a todo el mundo a enfrentarse con sus tareas del día. La tropa salía de aquella sesión informativa diaria comprometida a hacer una buena labor, año tras año. Compañía B: Falta de enfoque y carencia de límites ¿Qué decir de la Compañía B? Me habían pedido que dirigiera una conferencia de varios días fuera de las dependencias de la compañía con el fin de diagnosticar y analizar las razones por las cuales los resultados eran insignificantes. Se trataba de un grupo de gente altamente dotada, con mucho talento, pero que se sentía demasiado dispersa en medio de sus responsabilidades, trabajando cada vez más fuerte, pero aun así sin convertir la visión en realidad. Los reemplazos de empleados eran numerosos y la moral estaba baja. Así que le di al equipo una encomienda que uso a veces para que nos revele hasta qué punto se están utilizando las funciones ejecutivas del cerebro: distribuí entre ellos tarjetas y les pedí que escribieran en ellas con la menor cantidad de palabras posible cuál era su estrategia y cómo la iban a ejecutar. Ya usted lo adivinó: en una sala donde había ocho personas, recibí siete respuestas diferentes. Una expresaba la estrategia en función de las metas con relación a las ganancias, otra en función de los mercados en los que se habían enfocado, otra en función de los productos y los servicios, otra en función del reconocimiento del mercado en general, otra en función de la rentabilidad, y así sucesivamente. En la práctica, si los hubiéramos seguido fuera de aquella sala para observar sus actividades, habríamos visto a uno de ellos tratando de mejorar los ingresos brutos, a otro enfocado en la distribución geográfica de su labor, a otra motivada por aquello que ella vende, a otro enfocado en el mercadeo, y a uno obsesionado con la declaración de ganancias y pérdidas. Por supuesto, es importante tener en cuenta todos esos factores, pero no había una «atención» cohesiva, no existía un enfoque claro que le diera al grupo una dirección o una estrategia combinada en la cual las personas pudieran trabajar juntas para convertir su visión en realidad. Era comosi estuvieran trabajando para siete compañías distintas. Con esta información tan preocupante en nuestras manos, el equipo y yo nos aseguramos de lograr un acuerdo en cuanto a aquello en lo que todos se debían estar enfocando, de modo que pudieran comenzar a ejecutar esa estrategia todos al mismo tiempo, juntos, al mismo paso. Luego fueron aun más profundo a fin de definir de una manera más concreta lo que iban a hacer y lo que no iban a hacer para llegar a su meta común, y después los caminos que recorrerían para actuar así. Sin embargo, he aquí lo decisivo y lo que les hizo comprender la situación: al comenzar a ver las cosas con claridad, recuperando sus esperanzas y energías, también admitieron que aquel proceso en sí mismo era nuevo para ellos. Entonces les pregunté con cuánta frecuencia se reunía todo el grupo para enfocarse en esta clase de cuestiones. A mi pregunta le siguió un momento incómodo. Todos ellos se miraban unos a otros, pero nadie decía nada. Su silencio los delataba: muy pocas veces. Les hice en voz alta la observación de que tal vez no lo hacían nunca. Finalmente, el vicepresidente de investigación y desarrollo habló: —No, eso no es cierto. Tuvimos una gran reunión sobre estrategias en Lakeview. —¿Qué tiempo hace de eso? —le pregunté. —Hace unos dos o tres años. ¿Hace tres años? ¿De veras? Compare esto con el estilo de reuniones diarias relacionadas con el enfoque y la memoria operativa que ponía en práctica el líder de la Compañía A. En esa compañía, desde los encargados de ventas y los que desarrollaban los productos hasta aquellos en los niveles inferiores de trabajo en la compañía, todos y cada uno de los empleados, le podía decir en qué estaban enfocados, por qué aquello era importante y cómo contribuía a las metas de la compañía. Las funciones ejecutivas estaban conduciendo a obtener resultados. No se trata de tener más reuniones, sino reuniones diferentes A pesar del ejemplo positivo de la Compañía A, me sigo sintiendo asombrado por lo frecuentes que son las maneras de operar típicas de la Compañía B. Debido a que se quejan de que ya están «demasiado ocupados» con tantas reuniones, muchos líderes se privan de las mismas herramientas que son capaces de activar el poder cerebral y la energía de sus equipos. Tengo la corazonada de que han tenido demasiadas experiencias con reuniones infames que solo han servido para desconectarlos y confundirles el cerebro. Lo último que querían sería tener otra reunión. Y lo triste de todo es que tener malas reuniones es peor que no tener ninguna en absoluto. Así que asegúrese de esto: no estamos hablando de tener más reuniones. Estamos hablando de hacer que los cerebros funcionen. Hay reuniones que ayudan a lograr esto, y hay otras reuniones que hacen daño. No obstante, resulta esencial que se encuentre alguna forma de lograr que la gente asista, inhiba lo que debe inhibir y recuerde aquello que está haciendo, aunque esto signifique cambiar las reuniones que ya están teniendo para celebrar otras que sean distintas. Cuando el líder tiene siempre presentes estas tres necesidades del cerebro —prestar atención, inhibir y tener una memoria operativa— las reuniones se convierten en algo que la gente espera deseosa en lugar de ser algo que teme, constituyen un momento para renovar la energía, el enfoque y la razón de ser. Las buenas reuniones en las cuales se fomentan las tres funciones ejecutivas suelen ir seguidas de cosas buenas. En realidad, las investigaciones indican que se producen beneficios tangibles cuando las personas tienen claridad en cuanto a la meta hacia la cual se dirigen, sienten la energía suficiente para llegar a ella, y se les da la libertad de utilizar sus dones para avanzar en esa dirección. Ellas no se limitan a presentarse a la reunión, sino que se crecen. Así que, cada vez que usted convoque a una reunión, asegúrese de que en ella quede claro a qué quiere que su gente le preste atención, qué desea que inhiba y qué está tratando de mantener en su memoria operativa. Ese fue el motivo por el que animé a la Compañía B a establecer un momento específico dedicado a reunirse, en el cual solo se permitiera un propósito: monitorear el plan estratégico y ajustarlo según cómo vaya funcionando. Esta reunión fija ayudaría a resaltar las funciones ejecutivas: prestarle atención a lo que era importante, inhibir aquello que no lo era y mantener todo consciente en la memoria. De igual manera, lo animo a usted a que una vez al mes, al menos por un momento, saque a la luz los registros de su última sesión de planificación estratégica para que se pregunten todos juntos: «¿Cómo nos va en lo que dijimos que íbamos a hacer?». Fijar esos límites es algo que les exige disciplina a los líderes. La Compañía A había establecido una estructura que posibilitaba que su equipo de ventas hiciera un uso óptimo de sus funciones ejecutivas. Con el uso de un solo límite, el líder de la Compañía A hizo que su equipo le prestara atención de varias formas a lo que era relevante: compartiendo sugerencias y prácticas bien probadas, siendo modelos de formas de conducta saludables, y creando oportunidades continuas de aprender para el equipo. Día tras día se le recordaba al equipo lo que era importante, y sus miembros podían ver sus tareas y actividades individuales en relación con las metas y las estrategias que habían acordado en colectivo. Todo esto se mantenía continuamente allí ante ellos. Al mismo tiempo, casi sin decirlo, el líder también los ayudaba a dejar de hacer cosas que no estaban funcionando o eran irrelevantes. Mientras compartían historias de sus luchas y las lecciones aprendidas acerca del cierre de los tratos, sus cerebros estaban aprendiendo a separar la paja del trigo. El líder creó también ciertas reglas explícitas destinadas a inhibir o no permitir formas de conducta contraproducentes. Por ejemplo, en las reuniones tenían dos normas: la primera era «no quejarse» y la segunda era «no resolver problema alguno que no se relacionara con las ventas». Estas dos normas también ayudaron a crear las condiciones correctas, los límites necesarios, para mantener a todo el mundo enfocado en lo que debía. He visto que otros líderes han establecido el ambiente de las reuniones basándose en normas como «nada de excusas, nada de culpar a nadie y nada de explicaciones». CUANDO LOS CEREBROS FUNCIONAN, LOS EJECUTIVOS TAMBIÉN Lo que quiero que usted vea es que el tema aquí no son las reuniones. Aunque las funciones ejecutivas nos dan a conocer cómo debemos llevar a cabo las reuniones, esta manera de pensar no se aplica solo a ellas, sino también a las formas de interacción con los empleados que se hallen directamente bajo nuestro mando, los equipos, la cultura, las revisiones del rendimiento y casi todos los aspectos de lo que hace un líder para hacer que su organización funcione como es debido. Significa que nos debemos convertir en un Sistema de Posicionamiento Global que siempre esté recogiendo datos, siempre preguntando: «¿Le estamos prestando atención a lo que es importante, inhibiendo las cosas que no nos van a ayudar o que nos van a hacer daño, y manteniéndonos al corriente?». Por este motivo, escogí dos tipos de actividades que son muy diferentes para ilustrar lo que es guiar basándose en las funciones ejecutivas, de manera que usted pueda ver que esto va más allá de una sola «técnica». El ejemplo de la Compañía A tenía que ver con una reunión matutina para hablar de las ventas. El ejemplo de la Compañía B se relacionaba con la revisión de un plan estratégico. Lo que le quiero hacer ver es que el uso de las funciones ejecutivas de prestar atención, inhibir y fomentar la memoria operativa es una manera de guiar que penetrará todo, de modo que la organización pueda convertir una forma de conducirse que lleve a los resultados deseados en una rutina semejante a la de ir en auto al supermercado. Los cerebros que existen en la organización podrán funcionar. La organización puede prestar atención, inhibir y recordar. Dicho de otro modo,es como este juego de palabras: cuando un líder funciona como un ejecutivo, refleja y echa a andar las funciones ejecutivas de los cerebros de su gente, entonces las cosas mejoran, y algunas veces lo hacen con gran rapidez. No hace mucho estaba conversando con un líder acerca de esto y él me preguntó: «¿Se refiere a la forma en que funcionan nuestros ejecutivos?». Me reí y le dije: «No, pero sí. Estoy hablando acerca de la forma en que funciona el cerebro… ¡pero sí, sería estupendo que sus ejecutivos funcionaran de la misma forma que funcionan los cerebros de la gente!». Él también se rió. Me dijo: «Buena idea. Eso me gusta». EL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN A NIVEL DE UNA ORGANIZACIÓN Aunque es triste decirlo, son muchas las organizaciones que parecen estar sufriendo un equivalente al trastorno por déficit de atención (TDA). Si ha observado alguna vez a un niño con este déficit, habrá visto lo que sucede cuando se utilizan las energías sin que existan un enfoque y una conducta orientada hacia las metas. Muchas compañías actúan así también. Sin embargo, para una compañía, «terminar su tarea» significa «lograr que su visión produzca unos resultados palpables en un mundo real». Es posible lograrlo, pero exige que el cerebro funcione. Como en el caso del tratamiento del TDA en los niños, lo que se les pide a los líderes es tan sencillo (y tan difícil) como lograr que el cerebro de la organización preste atención, inhiba y recuerde. El remedio al TDA en una organización se encuentra en la manera en que piensen y guíen los buenos líderes en todo lo que hagan. Me encontraba en una reunión de planificación de una compañía en la cual apenas acababa de comenzar a hablarles acerca de guiar al personal con las funciones ejecutivas en mente. La presidente, quien se había sentido muy frustrada durante cerca de un año, comenzó la reunión con estas palabras: «Hoy vamos a estar aquí una hora, y cuando salgamos de esta reunión, queremos que se haya respondido esta pregunta (y entonces expresó la pregunta). Eso es todo, no hay ningún otro tema». Entonces, cuando el grupo comenzó a desviarse hacia cuestiones ajenas al tema y a enfrascarse en discusiones que no los iban a llevar a la respuesta que se necesitaba para aquella pregunta, ella la volvía a traer a colación. «Eso está fuera del tema de hoy. Regresemos a la búsqueda de una respuesta». Y lo hacían. Más enfocados, tanto la líder como su equipo salieron de la reunión con nuevas energías y entusiasmados acerca del futuro. Su comentario fue: «¡Sí podemos cambiar la situación! Hoy sentimos que las cosas fueron muy distintas». Ella estaba prestando atención, inhibiendo y creando una corriente de memoria operativa. Los demás sintieron lo mismo. Tal como ya mencioné, al hablar de «prestar atención, inhibir y recordar» nos estamos refiriendo literalmente a todo. Tiene que ver con la manera de ver a sus equipos, sus empleados inmediatos y la cultura, y también con la forma de usar su propio cerebro. Por ejemplo, se han hecho muchas investigaciones acerca de ese «talento» admirado con tanta frecuencia que se llama «multifuncionamiento». ¿Sabe una cosa? Las investigaciones afirman que cuando nos dedicamos a llevar a cabo múltiples tareas a la vez, nuestro cerebro funciona en un estado de confusión. Básicamente, el multifuncionamiento reduce el cerebro de un astronauta al de un hámster confundido. Haga el intento de escuchar al mismo tiempo a dos personas, literalmente, y verá lo que le quiero decir. El cerebro ansía poder «prestar atención» para funcionar. La ciencia neurológica está demostrando esto una y otra vez. De manera que, así como usted necesita prestarle atención a lo que sea relevante, e inhibir todo lo demás, también necesita hacerlo su organización. Guíela de una manera que permita que esto suceda. UN GRAN CEREBRO He aquí un poco más de ciencia del cerebro para usted. Cuando se activan esos tres procesos del cerebro, se producen resultados porque habilitan el siguiente nivel de capacidades ejecutivas del cerebro, que son las que usted en realidad quiere que se activen en su organización. Por así decirlo, es el cerebro con esteroides. Si las funciones ejecutivas del cerebro se encuentran funcionando bien, de modo que las personas están lo suficiente estructuradas para centrarse en lo necesario, inhibir lo innecesario y estar consciente de lo que es importante, podrán llevar a cabo la siguiente lista de actuaciones, las cuales en realidad están involucradas en la producción de resultados. (Si usted es un líder interesado en lograr resultados y piensa que toda su gente está haciendo bien estas cosas, la lista que sigue lo debería entusiasmar grandemente): Selección de las metas: pueden escoger las metas basándose en sus prioridades, su relevancia, su experiencia y el conocimiento de las realidades presentes, al mismo tiempo que también prevén las consecuencias y los resultados. Palabras clave: seleccionar las metas y prever los resultados. Planificación y organización: pueden generar los pasos, así como una secuencia de formas de conducta lineales que los llevarán hasta las metas, sabiendo lo que se va a necesitar a lo largo de su trayectoria, incluso los recursos, y crear una estrategia destinada a sacar adelante el proyecto. Palabras clave: generar formas de conducta y crear una estrategia. Iniciación y persistencia: pueden comenzar y mantener una conducta orientada a las metas a pesar de las intrusiones, las distracciones o los cambios en las exigencias de la tarea que tienen entre manos. Palabras clave: comenzar y mantener una forma de conducta. Flexibilidad: pueden ejercitar la capacidad de adaptación, pensar de forma estratégica y resolver los problemas al crear soluciones a medida que las cosas cambien a su alrededor, alterando el enfoque de su atención y sus planes según se vaya necesitando. Palabras clave: adaptar, pensar y resolver. Ejecución y logro de las metas: manifiestan la capacidad necesaria para ejecutar el plan dentro de los límites de tiempo y otras restricciones. Palabras clave: ejecutar dentro del tiempo previsto. Autorregulación: se observan a sí mismos a fin de monitorear su rendimiento, se juzgan a fin de evaluar ese rendimiento, y se regulan para hacer los cambios necesarios con el fin de alcanzar las metas propuestas. Palabras clave: monitorear, evaluar, regular.1 Si observa esta lista, no hace falta un salto inmenso para convertir a su equipo u organización en un gran cerebro capaz de descubrir lo que es importante y lo que no lo es, realizando la tarea encomendada por medio de metas, planes, persistencia, adaptabilidad, flexibilidad, ejecución y una buena administración de sus propios recursos. Eso sin mencionar la innovación y la creatividad que siguen a estas cosas. Y la buena noticia en cuanto a esto es que se trata de unas funciones normales en el cerebro de los seres humanos. No obstante, esto solo podrá suceder cuando los líderes se den cuenta de que están «ridículamente al frente» y guíen de una manera tal que se encuentren presentes las tres funciones ejecutivas. Casi todas las organizaciones del mundo tienen metas y planes. Sin embargo, solo un pequeño grupo escogido de organizaciones se benefician de la presencia de un liderazgo que crea el ambiente y las prácticas que permiten prestar atención, inhibir y recordar, haciendo así posible un alto nivel de rendimiento. Mientras analizamos con mayor detenimiento el papel fundamental que desempeñan los líderes en el establecimiento de los límites, hágase estas preguntas: Con respecto a sí mismo: ¿qué hago ahora para asegurarme de estarle prestando atención a aquello que es más importante? ¿Lo he definido? ¿Qué hago para inhibirme, de manera que no me deje arrastrar hacia lo que no es importante? ¿Cómo me mantengo continuamente consciente de lo que es importante? ¿Cómo creo un «río» de información, iniciativas y pasos que mantenga en movimiento aquello que es importante? Con respecto a su equipo: ¿cuáles estructuras y procesos he establecido para
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