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Guía n2 Filosofía IV Medio

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COLEGIO SAN JOSÉ PUERTO MONTT 
UNIDAD TÉCNICO PEDAGÓGICA 
GUÍA DE APRENDIZAJE Nº3 
 
ASIGNATURA: 
 
FILOSOFÍA 
DOCENTE: 
 
FRANCISCO FERNANDEZ DE CABO 
NIVEL: 
 
IV. AÑO MEDIO 
 
UNIDAD TEMA 
La Filosofía permite cuestionar el 
conocimiento y las acciones del ser 
humano 
Concepto y sentido de la filosofía 
 
ESTRATEGIA DE APRENDIZAJE: Precisar el significado de la filosofía a través de un texto 
con autonomía. 
 
 
 
INSTRUCCIONES: Lea silenciosamente el siguiente texto, medítelo y luego desarrolle los 
ejercicios propuestos. Aténgase al texto leído. 
 
Idea de la filosofía: Volumen I (Pagina 49-51) Jorge Millas Jiménez 
 
Habíamos partido de una pregunta sobre la necesidad de la Filosofía, y del principio según el 
cual la más alta de las empresas humanas es alcanzar la perfección del hombre. Entendíamos 
por perfección la completa realización de las posibilidades de una cosa. El análisis de lo 
humano nos permite admitir ahora una conocida conclusión: la plenitud o perfección del 
hombre reside en una vida de máxima conciencia de sí mismo y del mundo, como condición 
de su autonomía espiritual. Apenas necesitamos desarrollar esta conclusión. Se trata de que 
el hombre se haga consciente de sus posibilidades y metas, y como centro vigilante y 
dilucidante de conducta, presida el despliegue de su propio ser. A un ser semejante, la vida 
no le «pasa» sin que él, teniendo conocimiento crítico de ese pasarle, la haga 
verdaderamente suya. Se trata, en fin, de que el hombre ejercite su excepcional capacidad de 
ver las cosas en su verdad, como mundo dado a su conciencia, y, en cuanto dado, 
independiente de ella. La perfección humana viene a comprenderse así en función del 
conocimiento y de la libertad que éste favorece. 
 
Será, pues, a partir de este ideal que nos plantearemos la [50] cuestión sobre la 
necesidad y función de la Filosofía. ¿Hasta dónde hace posible la perfección humana, 
concebida como plenitud de libertad espiritual? Justamente hasta donde ensancha la 
conciencia de nosotros mismos y del mundo natural y social. Como hemos venido insistiendo, 
la esencia de la Filosofía, que aspira a la integración racional de la experiencia, reside en la 
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búsqueda del conocimiento total. Ya tendremos oportunidad de precisar el significado de 
esta expresión. Bástenos indicar por ahora que, si no siempre por sus resultados, al menos 
por sus propósitos y por su sentido histórico, la Filosofía es la disciplina cognoscitiva por 
excelencia. Ella consiste en llevar el pensamiento hasta los límites de su posibilidad: intenta 
pensar radicalmente la experiencia, y con ella, el propio pensamiento que la piensa. «Que el 
hombre sepa a qué atenerse»: esta fórmula de Ortega podrían suscribirla todos los filósofos, 
como representativa de sus desvelos intelectuales y del resultado de sus investigaciones. 
 
Pensar en el límite no es, sin embargo, una actitud natural del pensamiento humano, si por 
natural entendemos la manera como opera en la mayoría de los hombres. Por lo común 
pensamos mucho más acá del límite: pensamos lo cercano, lo que, interesando a los fines 
próximos de nuestra acción, no requiere de un esforzado regodeo intelectual. No es, por eso, 
extraño que el prejuicio antifilosófico haga a menudo gran caudal de la índole artificiosa de la 
Filosofía, sin parar mientes en que todo pensar, aun el más simple y baladí, es por esencia un 
artificio -como es artificioso todo trato humano con el mundo, desde el técnico y científico al 
religioso y poético. Aun así, el artificio de la Filosofía parece superlativo e intolerable, no sólo 
por los problemas que plantea, sino por la jerga abstracta, elusiva y a menudo esotérica con 
que se expresa. El pensamiento Filosófico puede ser, a todas luces, fácilmente acusado de 
antinatural. 
 
¿Pero qué significan, en rigor, los términos natural y antinatural? El asunto es menos obvio de 
lo que aparenta, pues a menudo empleamos equívocamente las palabras «naturaleza» y 
«natural» en relación con las cosas humanas, confundiendo dos sentidos terminológicos 
distintos. «Natural» se refiere, por una parte, a lo que es propio de la Naturaleza, esto es, al 
ordenamiento del mundo material por leyes más o menos constantes y universales. Pero 
natural se refiere también a lo propio de cada cosa, a lo que es conforme a su esencia. Ahora 
bien: si es cierto que en el caso de la Naturaleza ambos sentidos de la palabra [51] «natural» 
coinciden, no sucede lo mismo con el hombre, respecto al cual no es sólo frecuente, sino 
usual, que lo natural en un sentido de la palabra sea antinatural en el otro. En efecto, es 
propio del hombre «no dejarse estar» en la Naturaleza, no abandonarse al puro juego de las 
leyes que rigen el comportamiento de los mundos inorgánico y animal. Todo ello, por 
supuesto, dentro de ciertos límites; pero, descontados éstos, la vida humana es naturalmente 
(es decir, en conformidad con el modo de ser humano) antinatural. Sólo así ha podido 
construirse la sociedad y ese su régimen espiritual que llamamos cultura. Antinaturales son 
en este sentido la moral, el derecho, la religión, el arte, la cortesía, las modas, las comidas, la 
técnica: porque todas esas estupendas cosas han nacido de la voluntad humana de dominar y 
exceder a la naturaleza, de no abandonarse a ella y hacer inventiva y libremente la vida. 
 
Si ahora, percatados de este dúplice sentido del término «natural», examinamos el reparo de 
«antinaturalidad» que nos sentimos inclinados a hacer a las alquitaradas formas técnicas de 
la Filosofía, fácil nos será reconocer su imprecisión y debilidad. Desde el punto de vista de la 
vida como naturaleza, es decir, de la vida determinada por las leyes de la adaptación orgánica 
y de la sobrevivencia, es, en gran medida, antinatural el pensamiento filosófico. En cambio, 
desde el punto de vista de su condición pensante, es «natural» en el hombre afanarse por 
llevar el pensamiento al límite de la máxima tensión reflexiva. El pensamiento tiende por 
naturaleza a ejercerse en el límite: y si en tal o cual cultura o en tales o cuales individuos o 
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hasta en la mayoría de ellos se reduce a lo inmediatamente aplicable, es inevitable que en 
tales o cuales otros rompa el cerco de la inmediatez que le contiene y prosiga hasta su límite, 
conforme a su propia naturaleza. Lo que llamamos «pensamiento natural» no es natural en el 
sentido de corresponder a la naturaleza o disposición intrínseca del pensamiento, sino en el 
de ser la costumbre generalmente seguida por las gentes al buscar en la reflexión un 
instrumento de adaptación al mundo y de dominio sobre él. Pero esto que así resulta ser 
natural, deja de serlo en cuanto consideramos las cosas desde el punto de vista de la 
idiosincrasia del pensamiento mismo, de sus leyes, capacidades y fines. Porque entonces 
descubrimos que el pensamiento tiende, por natural imperativo, a esa tensión máxima que 
implica la pregunta en el límite, esto es, la pregunta por el fundamento último de las 
situaciones y las cosas. Y esta pregunta se [52] halla libre de compromisos prácticos 
inmediatos, si por tales se entiende el mero servicio de adaptación a los requerimientos del 
medio. Es una pregunta «desinteresada», teórica, contemplativa: su función es hacerle ver 
las cosas al hombre hasta el límite de la visión posible; y ya sabemos lo que esto significa 
desde el punto de vista de la naturaleza humana. 
 
Los griegos antiguos pudieron conformarse durante mucho tiempo con la explicación de que 
la Tierra no caía porque Atlas, el Titán, la sostenía sobre sus espaldas, y de que Atlas mismo 
no caía porque estaba parado en una tortuga. Desde el punto de vista práctico eso 
bastaba, porque lo importante era la seguridad que tales imágenes procuraban. Pero el 
pensamiento no podía quedarse allí, y fue inevitable que alguien, alguna vez, se preguntara 
dónde se apoyaba latortuga: la inteligencia, siguiendo las leyes de su propia naturaleza, 
tendía de este modo al límite. 
 
Obviamente, no podemos pretender que la reflexión sea llevada al límite por todos los 
individuos en todas las circunstancias de la vida. Las tareas urgentes que ésta nos impone, 
nos abocan a la cuestión práctica de saber qué hacer para alcanzar tales y cuales fines 
inmediatamente dados. Los problemas cotidianos son más problemas de medios que de 
fundamentos, más de acción que de comprensión. Así y todo, el prurito intelectual del 
hombre, la capacidad de asombrarse, considerada por los maestros griegos como la fuente 
psicológica de la Filosofía, nos impulsa a filosofar -a veces muy a pesar nuestro; a filosofar, es 
decir, a preguntarnos por las cosas desde el punto de vista de la totalidad y del fundamento. 
Y esto ocurre, sobre todo, en dos situaciones en que puede hallarse nuestra vida: a) Cuando 
individual o colectivamente perdemos seguridad respecto a los fines y normas comúnmente 
aceptados. Las épocas llamadas de crisis -de crisis histórica- suelen caracterizarse por esta 
incertidumbre respecto a los fines: los ideales religiosos, éticos, estéticos, políticos, ya no 
sostienen la cultura; no suscitan entusiasmo ni infunden respeto; la gente comienza a 
descubrir sus contradicciones y a poner en duda su validez. Lo propio sucede muchas veces a 
un individuo dentro de una cultura, aun en épocas de máxima vitalidad colectiva. 
Frustraciones reiteradas o experiencias traumáticas pueden precipitar la crisis personal del 
alma, y hacer al individuo insolidario con los ideales básicos de su propia cultura. b) Cuando, 
con independencia de una crisis propiamente tal del alma, tomamos conciencia de lo que el 
filósofo Karl Jaspers ha llamado en nuestros días las [53] situaciones límites. Estas son 
situaciones permanentes de la existencia humana, caracterizadas por su irrevocabilidad y por 
el desafío a la comprensión racional, que acarrean la perplejidad, cuando no la angustia. Son 
límites, en cuanto ponen una barrera al conocimiento, a la acción y a la seguridad. El análisis 
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de ellas constituye el tema predilecto de las filosofías existencialistas. Encontrarse la vida 
humana siempre limitada en su libertad y en sus aspiraciones a lo eterno, es para Jaspers la 
situación límite por excelencia. Mas, no es la única: la muerte, el sufrimiento, la conciencia de 
culpa, lo absurdo y varias otras forman un conjunto de experiencias que, como la crisis de 
valores, intensifican la capacidad de asombro del pensamiento y abren el camino de la 
Filosofía. 
 
Ejercicios: 
 
1. Concepto de filosofía según Jorge Millas: Explique su significado. 
2. ¿Cuál es la fuente psicológica de la filosofía para los pensadores griegos? 
3. ¿Qué son las situaciones límites? De ejemplos. 
4. ¿Cuáles son las situaciones que movilizan la actividad del pensamiento y que son 
directamente vinculadas a la vida cotidiana? 
5. Haga un comentario del texto leído. Presente algunas ideas o pensamientos que le 
han parecido importantes o le hayan llamado la atención.

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