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INNOVACIONES EN EL GOBIERNO Y LA GESTIÓN DE LOS CENTROS ESCOLARES 2 PROYECTO EDITORIAL BIBLIOTECA DE EDUCACIÓN Director: Antonio Bolívar Botia 3 4 INNOVACIONES EN EL GOBIERNO Y LA GESTIÓN DE LOS CENTROS ESCOLARES M.ª TERESA GONZÁLEZ GONZÁLEZ (coord.) JUAN MANUEL ESCUDERO MUÑOZ JOSÉ MIGUEL NIETO CANO ANTONIO PORTELA PRUAÑO 5 Consulte nuestra página web: www.sintesis.com En ella encontrará el catálogo completo y comentado Diseño de cubierta: Verónica Rubio Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. © M.ª Teresa González González (coord.) Juan Manuel Escudero Muñoz José Miguel Nieto Cano Antonio Portela Pruaño © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallehermoso, 34. 28015 Madrid Teléfono 91 593 20 98 http://www.sintesis.com ISBN: 978-84-995863-5-9 6 http://www.sintesis.com http://www.sintesis.com 7 Índice Introducción 1. Coordenadas y referentes para la renovación organizativa de los centros escolares M.ª Teresa González González, Juan Manuel Escudero Muñoz, José Miguel Prieto Cano y Antonio Portela Pruaño 1.1. Escenarios educativos del futuro previsible 1.2. El currículo escolar, los aprendizajes, la enseñanza y la evaluación 1.3. Ejes sobre los que vertebrar la renovación pendiente del gobierno y la gestión de los centros escolares 1.3.1. La cara humana de los centros: el alumnado y el profesorado, 1.3.2. El gobierno y la gestión de los centros por dentro, 1.3.3. Las organizaciones escolares en contexto, estableciendo redes y alianzas PRIMERA PARTE LOS CENTROS ESCOLARES Y EL APRENDIZAJE DE LOS ALUMNOS 2. La atención, el cuidado, las relaciones y la responsabilidad del centro escolar con los estudiantes M. ª Teresa González González 2.1. El centro escolar como contexto de relaciones para el aprendizaje y la convivencia 2.1.1. Las relaciones entre adultos y estudiantes 2.2. Condiciones organizativas en los centros y relaciones con los estudiantes 2.2.1. Condiciones ligadas a aspectos estructurales de los 8 centros escolares, 2.2.2. Condiciones ligadas a las relaciones profesionales en el centro, 2.2.3. Condiciones ligadas al currículo y la enseñanza, 2.2.4. Condiciones ligadas al clima escolar 2.3. Algunas propuestas de mejora 2.3.1. Sobre aspectos estructurales, 2.3.2. Sobre el clima relacional en el centro, 2.3.3. Sobre el currículo y la enseñanza 2.4. Consideraciones finales 3. La participación y la voz del alumno en el centro escolar José Miguel Nieto Cano 3.1. La voz del alumno 3.1.1. La experiencia del alumno es importante en sí misma, 3.1.2. Cada alumno es un sujeto individual y único, 3.1.3. El alumno es una persona con derechos 3.2. Modalidades de participación 3.3. Estrategias para la participación 3.3.1. Consulta, 3.3.2. Implicación, 3.3.3. Asociación, 3.3.4. Delegación 3.4. Condiciones de desarrollo de la participación 4. Diversidad del alumnado y respuestas de los centros escolares Antonio Portela Pruaño 4.1. La diversidad en los centros escolares: ¿a qué hace referencia? 4.2. Exclusión, asimilación y reconocimiento como respuestas escolares deficitarias a la diversidad 4.3. Educación inclusiva: una aproximación 4.4. Escuelas inclusivas 4.5. Liderazgo inclusivo 4.6. Consideraciones finales SEGUNDA PARTE CENTROS ESCOLARES, CONDICIONES DE TRABAJO Y DESARROLLO PROFESIONAL DE LOS DOCENTES 9 5. Condiciones del trabajo docente, organización de los centros escolares y mejora de la educación Juan Manuel Escudero Muñoz 5.1. Elevación de las exigencias a la profesión y condiciones de trabajo docente: indicadores tradicionales y estado de la situación 5.1.1. Demandas de la profesión quizás demasiado irreales, pero justificadas, 5.1.2. Condiciones del trabajo docente, 5.1.3. El Borrador del Estatuto Docente y sus controversias como un ejemplo 5.2. Las percepciones y vivencias de la profesión por parte de los docentes también forman parte de sus condiciones de trabajo 5.3. Una ampliación necesaria de la mirada sobre la condiciones del trabajo docente 5.3.1. La ampliación del concepto de condiciones de trabajo docente, 5.3.2. Distintas categorías de las condiciones del trabajo docente, 5.3.3. La tarea compleja y pendiente de establecer relaciones entre los diferentes componentes y dinámicas de las condiciones del trabajo docente, 5.3.4. Un esquema de síntesis como hipótesis de trabajo 6. Los centros escolares como espacios de aprendizaje y de desarrollo profesional de los docentes Juan Manuel Escudero Muñoz 6.1. Los centros escolares como comunidades profesionales de aprendizaje: significados, fundamentos, posibilidades y limitaciones 6.1.1. Las comunidades de aprendizaje están por doquier, 6.1.2. Significados diversos y componentes fundamentales de las comunidades profesionales de aprendizaje en educación 6.2. Hacia una caracterización más detallada: fundamentos, posibilidades y limitaciones 6.2.1. Tres propuestas ilustrativas, 6.2.2. Tres ejes vertebrales de atención y de trabajo, 6.2.3. Fundamentos, posibilidades y limitaciones de las comunidades profesionales de aprendizaje 6.3. Orientaciones para crear y mantener comunidades docentes de aprendizaje en los centros escolares 6.3.1. Un imperativo inexcusable, la mejora sustantiva de los aprendizajes escolares, 6.3.2. Un par de condiciones estructurales, 6.3.3. Algunas sugerencias para pensar y hacer 10 TERCERA PARTE GOBIERNO Y LIDERAZGO EN LOS CENTROS ESCOLARES 7. El Gobierno del centro Antonio Portela Pruaño 7.1. Una aproximación a la noción de gobierno 7.2. El gobierno de los centros escolares 7.2.1. Del gobierno a la gobernanza: también para los centros escolares, 7.2.2. La complejidad de la gobernación, 7.2.3. La gobernanza de los centros escolares 7.3. ¿Y el gobierno en los centros escolares? 7.3.1. Contextualización, 7.3.2. La gobernanza penetra en los centros escolares 7.4. Consideraciones finales 8. Dirección y liderazgo educativo en los centros escolares M. ª Teresa González González 8.1. La dirección escolar y la relevancia de sus facetas educativas. Consideraciones generales 8.2. La evolución en los planteamientos sobre la dirección escolar: de la gestión al liderazgo 8.1.1. La dirección escolar como proceso técnico, de gestión, 8.2.2. Dirección y liderazgo “cultural”, 8.2.3. Dirección y procesos educativos. La importancia de la dimensión educativa en la dirección escolar 8.3. Hacia una consideración del liderazgo educativo como liderazgo distribuido 8.3.1. El liderazgo educativo requiere la participación de los docentes, 8.3.2. El liderazgo como fenómeno relacional 8.4. Liderazgo distribuido: algunas acotaciones 8.4.1. Dos modos de entender la noción de “distribución” 8.5. Dirección educativa y liderazgo distribuido 8.5.1. Grandes ejes para la dirección educativa del centro escolar 9. Evaluar hoy para mejorar mañana. La revisión interna del centro escolar 11 José Miguel Nieto Cano 9.1. Caracterización de la revisión interna 9.1.1. Los objetos de revisión, 9.1.2. Las funciones de la evaluación, 9.1.3. La mejora del centro escolar, 9.1.4. Los agentes de la revisión 9.2. La dinámica de revisión interna 9.2.1. La planificación, 9.2.2. La implementación, 9.2.3. La devolución y la toma de decisiones 9.3. El contexto institucional para la revisión interna CUARTA PARTE LOS CENTROS ESCOLARES EN CONTEXTO Y EN RELACIÓN 10. Implicación de las familias en la educación escolar de sus hijos José Miguel Nieto Cano 10.1. ¿De qué formas se implican las familias en la educación de sus hijos? 10.1.1. Implicación centrada en la familia, 10.1.2. Implicación centrada en la escuela, 10.1.3. Implicación centrada en la comunidad 10.2. ¿Por qué y cómo las familias deciden implicarse? 10.2.1. Factores de decisión,10.2.2. Factores de modulación 10.3. ¿Qué hacer desde el centro escolar? 10.3.1. Estrategia de comunicación, 10.3.2. Estrategia de asesoramiento, 10.3.3. Estrategia de asociación 10.4. Condiciones de desarrollo 11. Las instituciones escolares como centros para la integración de servicios Antonio Portela Pruaño 11.1. Dependencia entre organizaciones 11.2. Coordinación interorganizativa 11.2.1. Contextualización, 11.2.2. Coordinación interorganizativa: ¿Qué es? 11.3. Integración de servicios 11.3.1. ¿Cuál es el sentido de la integración de servicios?, 11.3.2. ¿Qué es? Una aproximación conceptual a la integración 12 de servicios, 11.3.3. La integración de servicios en el ámbito de la educación escolar: algunas singularidades, 11.3.4. Escuelas integradoras de servicios 11.4. Consideraciones finales 12. Los centros escolares y sus relaciones con la administración local, autonómica y nacional Juan Manuel Escudero Muñoz 12.1. Retos actuales de los sistemas escolares, organizaciones educativas y responsabilidades de los poderes públicos 12.1.1. La educación tiene hoy retos importantes que afrontar, 12.1.2. Educación de calidad como un derecho de toda la ciudadanía, 12.1.3. El papel decisivo de los centros escolares, 12.1.4. Responsabilidades de la política estatal 12.2. Administración de la educación: unidades y servicios locales y relaciones con los centros. Focos y estrategias de relación con los centros escolares 12.2.1. La administración autonómica representa un aparato organizativo complejo y no siempre funcional, 12.2.2. En general, prevalece la dispersión y fragmentación de servicios, tareas y funciones de la administración, 12.2.3. La administración como un sistema integrado de relación y apoyo a los centros para la mejora de la educación: un par de propuestas 12.3. Principios generales para articular relaciones provechosas entre los centros escolares y las administraciones de la educación 12.3.1. Mejorar el reconocimiento de la situación, los dispositivos para recabar e interpretar datos y el establecimiento de prioridades concertadas y comprometidas en materia de currículo, enseñanza y aprendizaje escolar, 12.3.2. Fortalecimiento de los servicios de formación del profesorado, de inspección y asesoramiento con un enfoque integrador, 12.3.3. Rendición de cuentas constructiva y colateral, acompañada de apoyos adecuados y medidas pertinentes, 12.3.4. Dejar atrás el afán regulador pero propiciar lealtad institucional, 12.3.5. Crear y sostener una masa crítica de organizaciones intermedias, liderazgo compartido y dinámicas sostenidas de indagación y mejora, 12.3.6. Establecer y aplicar con rigor criterios y procedimientos para reconocer y detectar zonas, centros y alumnado con más dificultades, arbitrando medidas y apoyos adecuados 13 13. El desarrollo de los centros escolares participando en redes de centros y redes profesionales M.ª Teresa González González 13.1. Las redes en la sociedad actual y en la educación 13.2. Tipos de redes 13.3. Organizaciones y redes 13.4. Redes de escuelas 13.4.1. Redes de profesores y redes de escuelas, 13.4.2. Redes de escuelas: más allá del trabajo aislado de cada centro escolar, 13.4.3. Las redes de escuelas. Algunas condiciones 13.5. Las redes de escuelas como comunidades de aprendizaje 13.5.1. Comunidad de aprendizaje escolar, y comunidad de aprendizaje en red: similitudes y relación, 13.5.2. Comunidad de aprendizaje en red: relaciones, colaboración e investigación 13.6. Consideraciones finales Bibliografía 14 Introducción En las coordenadas actuales de nuestra sociedad son múltiples los retos y desafíos a los que han de hacer frente los sistemas educativos en general y los centros escolares en particular, tanto en lo que respecta a los procesos educativos que se desarrollan en ellos, como a las dinámicas y condiciones organizativas que han de facilitarlos o las conexiones e interrelaciones que cultivan con agentes e instancias externas al mismo. Los capítulos que componen este libro pretenden abordar algunos de tales retos y ofrecer una panorámica de cómo se están planteando, así como algunas líneas de actuación que se están ofreciendo sobre el particular. El telón de fondo sobre el que se articulan los distintos capítulos queda bosquejado en el primero de ellos. En él, como reza su título, se ofrece una mirada genérica sobre los centros escolares en la actualidad, los desafíos con los que se enfrentan y algunas de las tendencias y perspectivas para dar respuestas a los mismos. Los demás capítulos desgranan sucesivamente distintos aspectos y cuestiones a los que se alude en ese primer capítulo. El libro se ha organizado en cuatro partes que representan otros tantos focos de interés y atención que pueden ser considerados esenciales para los centros escolares en la actualidad. La primera parte, bajo el título los centros escolares y el aprendizaje de los alumnos recoge los capítulos dos, tres y cuatro cuyo eje gira en torno a los alumnos y alumnas en los centros escolares. En el capítulo dos el foco de atención se sitúa en los estudiantes y sus interacciones en el centro escolar, insistiendo en la importancia de promover relaciones de cuidado personal, social y académico con ellos. Desde la consideración de que los aspectos relacionales del centro en su conjunto determinan en gran medida la experiencia escolar que viven los estudiantes en él, se abordan diversas cuestiones relativas a las condiciones organizativas –estructurales, curriculares y ligadas al clima escolar– que condicionan unos u otros modos de relación con los alumnos. Se comentan, así mismo, algunas propuestas y líneas de mejora que se están planteando sobre el tema en el ámbito internacional – referidas a remodelar estructuras de coordinación docente, tiempos, formas de 15 agrupamiento, configurar climas positivos de relación o repensar el currículo y la enseñanza– orientadas todas ellas a promover entornos escolares más acogedores, más cercanos y personalizados para los estudiantes y sus aprendizajes académicos y sociales. El capítulo tres plantea la necesidad de favorecer la participación de los alumnos en los asuntos que conciernen a su educación escolar y muestra las principales estrategias que se están acometiendo a tal fin. Adoptando la perspectiva normativa de la “voz del alumno”, el primer apartado expone fundamentos de carácter psicológico, ético y jurídico que sirven para argumentar por qué y en qué es relevante la participación de los alumnos. A continuación se abordan y sistematizan los dos referentes básicos que han de considerarse en la aplicación práctica de tales principios y valores. Así, el segundo apartado clarifica diversos niveles y tipos de participación que pueden ser interpretados como resultados deseados o metas a conseguir, mientras que el tercero describe una gama de estrategias y actividades tipo (de consulta, de implicación, de asociación y de delegación) que pueden emprenderse como procesos o medios para conseguir aquéllas. Para concluir, se examinan algunas condiciones pertinentes en la elección, diseño e implementación de experiencias de participación de los alumnos por parte de centros escolares y profesores. El último capítulo de esta primera parte del libro, el cuatro, está dedicado a las respuestas con que los centros escolares afrontan lo que suele ser percibido como un importante problema para la labor educativa que les corresponde desempeñar: la creciente diversidad de sus alumnos, a quienes necesariamente tendría que beneficiar esa labor. Aunque, sin duda, la diversidad entre sus familias o la diversidad entre el profesorado que ha de educarlos serían aspectos igualmente relevantes que merecerían ser tratados al hacer un planteamiento integral de la diversidad en los centros escolares y las respuestas que éstos proporcionan al ocuparse de ella. El texto comienza indagando en la propia noción de ‘diversidad’ cuando se predica de los alumnos y en la noción de ‘diferencia’ sobre la que aquélla se asienta, conforme suelen serentendidas en los centros escolares. Continúa analizando las respuestas organizativas que estas instituciones han dado a esa situación. Se diferencian dos tipos de respuesta: por un lado, aquellas que ponen de manifiesto más limitaciones y carencias (como son la exclusión y la asimilación, pero también el “reconocimiento” de las diferencias) hasta aquellas otras que se adaptan de un modo aparentemente más completo a las diferencias, encuadradas bajo la denominación de inclusión educativa. Finalmente, recibe especial atención el importante papel que el liderazgo del centro escolar puede desempeñar en el desarrollo de la educación inclusiva y las condiciones en que puede ser desempeñado ese papel. La segunda parte del libro pone la mirada preferentemente en los docentes: sus condiciones de trabajo y su desarrollo profesional, dos aspectos importantes por sus relaciones e implicaciones para las organizaciones educativas que se abordan respectivamente en los capítulos cinco y seis. En el capítulo cinco se plantea que, aunque determinados elementos de las condiciones laborales del profesorado residen más allá de los centros, como el salario, los tiempos de dedicación o reconocimiento y valoración social y política, hay otros que están recibiendo una atención singular en determinadas 16 políticas de las administraciones y discusiones teóricas sobre el tema y comportan implicaciones organizativas relevantes, como el clima institucional, el liderazgo, las relaciones de trabajo en colaboración, la rendición de cuentas. Entendidas las condiciones del trabajo docente en estrecha relación con las condiciones de aprendizaje del alumnado, es preciso armonizar una perspectiva de inversión en capital humano con otra de capital social. En ese sentido, como se desarrolla en el sexto capítulo, ciertas ideas y propuestas destinadas a crear y sostener en cada centro comunidades profesionales de aprendizaje apuntan hacia modelos organizativos en los que se refuercen los vínculos sociales e intelectuales entre el profesorado, la cultura institucional y pedagógica a favor de garantizar a todo el alumnado la educación debida y los compromisos que requieren para hacerlo del modo más efectivo posible. Los capítulos incluidos en la tercera parte del libro giran fundamentalmente en torno a procesos en la organización como el gobierno, la dirección y liderazgo, y la revisión interna. El capítulo siete versa sobre el gobierno de los centros escolares. Al menos en el caso de éstos, el gobierno es algo cuyo significado no siempre llega a clarificarse lo suficiente. No es, pues, de extrañar que tampoco llegue a diferenciarse lo suficiente, por lo que a menudo se desdibuja ante la dirección, la gestión o el liderazgo de la organización, hasta el punto de llegar a ser considerado como virtualmente equiparable siquiera a alguno de ellos. Sin duda, el gobierno de los centros escolares está inextricablemente ligado a su dirección, su gestión y su liderazgo. Pero cabe considerar que tiene entidad en sí mismo y merece la debida consideración, aunque ésta implique atender a los vínculos que lo unen a dichos procesos. El capítulo persigue contribuir a su delimitación. No obstante, ello demanda hacer referencia a los importantes cambios que están operándose en la propia noción de gobierno, a los que el capítulo presta especial atención. Al tiempo, son abordados los desafíos a los que actualmente ha de hacer frente el gobierno de la educación escolar, y es analizada la posición de los centros escolares ante los mismos Por su parte, el capítulo octavo aborda algunas cuestiones sobre la dirección escolar. Su foco de atención se sitúa particularmente en las facetas “educativas” del proceso directivo y en la necesaria atención que los directores y directoras han de prestar al adecuado funcionamiento educativo del centro y a sus dinámicas de innovación y mejora. El capítulo ofrece en primer lugar una panorámica del desarrollo conceptual y teórico por el que ha ido transcurriendo el discurso en torno al liderazgo y la dirección escolar, subrayando cómo progresivamente se ha ido llamando la atención sobre el hecho de que la dirección de los centros no puede perder de vista en ningún caso que la actividad nuclear de la organización que se pretende dirigir no es otra que la de desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje y su mejora. Tras comentar que una dirección no alejada del día a día de los centros escolares y los procesos educativos que ocurren en ellos no sólo requiere gestionar el centro, sino también desplegar liderazgo educativo en el mismo, se apunta que éste no descansa única y exclusivamente en la figura del director, pues ha de estar distribuido en toda la organización y en los modos 17 de trabajo y relación profesional entre sus miembros. Una vez abordadas algunas cuestiones sobre la noción de “distribución”, el capítulo finaliza apuntando que un planteamiento de liderazgo distribuido no desvaloriza el rol del director o directora, si bien lo resitúa como elemento central a la hora de vertebrar y cohesionar el discurrir educativo del centro, evitar su funcionamiento fragmentado y articular y cultivar los procesos y condiciones organizativas que hagan posible que los grandes propósitos y valores de aquél se materialicen en la práctica cotidiana del mismo, en las aulas y con los estudiantes. El último capítulo de esta tercera parte del libro, el noveno, aborda una estrategia de evaluación concebida para mejorar la calidad de la educación a nivel de centro escolar: la “revisión interna”. Planteada la evaluación como fuente de conocimiento a utilizar en procesos de toma de decisiones que están dirigidos a guiar y promover acciones de cambio, el control de la misma se sitúa en la organización integrando la capacidad o potencial de sus miembros, la gestión de los procesos de evaluación y mejora, así como la responsabilidad de los resultados obtenidos. En una primera parte, se caracterizan y discuten los principales aspectos que definen y dan sentido a la revisión interna: los objetos a los que se aplica, las funciones que cumple, el tipo de cambio al que contribuye y el papel de los agentes que la inician y desarrollan. En este marco de fundamentación, la segunda parte clarifica los elementos que se ponen en juego a lo largo de la dinámica de revisión interna y que están referidos en particular a los aspectos procesuales y procedimentales de la misma. Para ello se analizan secuencialmente los procesos de planificación, de implementación y de devolución y toma de decisiones, poniendo de relieve la importancia de los aspectos que tienen que ver con el conocimiento y la valoración. Finalmente, se comentan algunas cuestiones que afectan al contexto institucional en el que se insertan las escuelas y las iniciativas de revisión interna, argumentando tanto la pertinencia de éstas como la necesidad de articular, a nivel de sistema escolar, condiciones y proveer recursos que las faciliten. Finalmente, la cuarta y última parte del libro denominada los centros escolares en contexto y en relación abarca cuatro capítulos en los que se abordan diversos aspectos relacionados con los centros escolares considerados como organizaciones abiertas y en permanente conexión con su contexto más amplio. El capítulo diez examina, en el marco de las relaciones entre escuela y familias, la implicación de éstas en la educación de sus hijos. Para comenzar, se consideran una serie de escenarios (familia, escuela y comunidad) que permiten clasificar de modo coherente múltiples y diversas situaciones de implicación. Ello da pie a exponer a continuación un modelo explicativo que sirve para identificar los factores que influyen en la decisión parental de implicarse y de hacerlo de una forma u otra. Estas aportaciones poseen una importancia significativa en tanto que permiten fundamentar iniciativas desde los centros escolares para incitar y promover una interacción positiva con las familias de sus alumnos. En esta línea, se contemplan seguidamente tres estrategiasgenerales de actuación (comunicación, asesoramiento y asociación) adaptadas a propósitos y circunstancias diferentes. Para finalizar, se reflexiona sobre las cualidades de valor que 18 pueden adquirir las relaciones de colaboración entre escuela y familias y se argumenta la necesidad de articularlas y potenciarlas en el contexto de la comunidad. A continuación, el capítulo once se ocupa de la incidencia de la integración de servicios en el ámbito de la educación escolar, que acaba afectando de manera importante, no ya sólo a los centros escolares sino también a su entorno (particularmente, la comunidad en que están insertos) y, naturalmente, a las relaciones que se establecen entre ambos. Para ello se comienza analizando, con carácter general, el fenómeno de la integración de servicios, aunque poniendo de relieve las singularidades que presenta en el mencionado ámbito. Ello lleva a analizar previamente la interdependencia y la coordinación entre organizaciones, en calidad de condicionantes de la integración de servicios. Seguidamente, se aborda el concepto y las características de la integración de servicios: primero, haciendo referencia a las organizaciones en general y, en segundo lugar, detallando las particularidades que suele presentar en el ámbito de la educación escolar. Las relaciones entre la administración de la educación y los centros escolares constituyen el objeto del capítulo doce. Además de reconocer y valorar otras relaciones de las organizaciones educativas con el entorno social, insiste en el papel y la importancia insoslayable que tienen sus conexiones con la administración, es decir, con los poderes públicos. A lo largo del capítulo se sostiene que tanto las políticas y la administración estatal de la educación como las correspondientes a otros niveles de los sistemas educativos (las Comunidades Autónomas, los distritos o zonas escolares) tienen roles indeclinables que asumir, particularmente en estos tiempos en que todos los sistemas educativos afrontan retos sin precedentes en la provisión a toda la ciudadanía de una educación de calidad democrática, justa, equitativa e inclusiva. El capítulo subraya que un horizonte de esa naturaleza exige superar relaciones burocráticas y técnicas, adoptando nuevos esquemas de pensamiento y prácticas centradas en los focos más decisivos para la mejora de la educación: la provisión de los recursos necesarios, la diseminación de buenos conocimientos y materiales, la creación de capacidades, el liderazgo extendido a lo largo de zonas o distritos escolares, el fortalecimientos de los compromisos y las capacidades institucionales de los centros que son necesarios para afrontar retos educativos que hay que resolver. Por último, la creciente presencia y relevancia de diversos tipos de redes en el ámbito educativo y, específicamente, escolar constituye el telón de fondo en el que se enmarca el capitulo trece. En él, tras una breve acotación del concepto “red” y un comentario somero sobre la diversidad de redes existentes en estos momentos, se hace especial hincapié en las redes de centros escolares. Constituyen uno de los tipos de red que podemos encontrar en el ámbito educativo y el capítulo destina buena parte de su contenido a caracterizarlas, subrayando que dichas redes pueden configurarse como contextos valiosos para generar conocimiento y posibilitar que los centros puedan aprender unos con, de y beneficio de otros. Tomando como punto de referencia el programa Networked Learning Communities desarrollado en Inglaterra, se comenta cuáles son las características que definen a una comunidad de aprendizaje en red, 19 prestando una especial atención a la importancia de las relaciones en ella, la colaboración entre sus integrantes y la necesaria investigación en colaboración a desarrollar en su seno. En definitiva, el libro selecciona y desarrolla algunos de los grandes asuntos que, como se indica en el primero de los capítulos, los centros escolares y los profesionales que trabajan dentro de ellos han de afrontar para la provisión del derecho esencial a la educación con nuevas ideas y prácticas internas y sosteniendo relaciones corresponsables con la sociedad, las comunidades y familias, la administración y las políticas sociales y educativas. 20 1 Coordenadas y referentes para la renovación organizativa de los centros escolares Las escuelas y sistemas escolares creados en los inicios del siglo XX a la luz de las demandas y necesidades de la sociedad “industrial” constituyeron esencialmente modelos burocráticos. Pero en la actualidad hay serias dudas de que tales modelos se ajusten a las necesidades y características de la sociedad “del conocimiento” del siglo XXI. Las demandas y retos que la sociedad actual plantea a los sistemas escolares en general y a las organizaciones educativas en particular son múltiples, como también lo son las respuestas deseables, posibles y reales. Este primer capítulo presenta el marco general que sucesivamente van desarrollando los demás. De un lado, se hace eco y comenta una serie de escenarios prospectivos elaborados por la OECD (2001) sobre los sistemas escolares y la educación; en otro punto se hace una mención explícita a las tareas y cometidos esenciales de cualquier organización educativa, es decir, el currículo, los aprendizajes a desarrollar con los estudiantes, la enseñanza y la evaluación, aspectos que el libro, que se centra específicamente en cuestiones más bien organizativas, no analiza con detalle. Concluye con la identificación de los ejes que han servido para seleccionar y desarrollar los capítulos que sucesivamente se irán presentando. 1.1. Escenarios educativos del futuro previsible La OECD (2001), en el marco del proyecto “la escuela del mañana” y desde el análisis de tendencias económicas, sociales, culturales y políticas en el conjunto de la sociedad, construyó seis escenarios que vislumbran los futuros probables de la educación en los próximos años. Aunque son escenarios amplios sin duda constituyen un punto de apoyo para pensar en las organizaciones escolares y cómo habrán de trabajar y conformar su propio futuro. De esos seis escenarios, como se recoge en el cuadro 1.1 (OECD, 2001: 78), dos de ellos se articulan sobre la continuidad de modelos ya existentes: “el statu quo extrapolado”; dos describen el fortalecimiento de las escuelas, con nuevo dinamismo, 21 reconocimiento y propósito (escenarios de re-escolarización), y los dos últimos describen mundos futuros que presencian un declive significativo en la posición de las escuelas (des-escolarización). Cuadro 1.1. Escenarios para el futuro de la escuela (OECD, 2001: 78) Sin entrar aquí a comentar todos y cada uno de estos escenarios y sus características (OECD, 2001; Instante y Koyabashi, 2003; Sancho, 2009), estos seis escenarios difieren en el grado de centralidad que se le concede a las organizaciones escolares. Una centralidad que queda patente en los escenarios 3 y 4, a los que se hará aquí referencia más explícita. El escenario 1 (Sistemas escolares burocráticos robustos) no es desconocido, pues está construido sobre la continuación de sistemas burocráticos poderosos, caracterizados por la uniformidad, por la resistencia al cambio radical y por la consideración de las escuelas como instituciones bien acotadas y organizadas en sistemas nacionales con complejas disposiciones administrativas. El mantenimiento del statu quo es también un rasgo definitorio del escenario 2 (extensión del modelo de mercado), caracterizado por la fuerte presencia de políticas de privatización, competitividad escolar y diversificación de ofertas educativas, debilitando la intervención de los Estados, reducida a funciones de regulación, arbitraje y control de la educación. En el escenario 5 (redes de estudiantes y la sociedad en red) se difuminan las organizaciones escolares como tales, pues en él se vislumbra el desmantelamiento, en mayor o menor medida, de los sistemas escolares, en un contexto en el que nuevas redes de aprendizaje,propiciadas por las amplias y poderosas posibilidades de las TIC, vienen a sustituir la educación escolar institucionalizada, valorada como obsoleta. El escenario sexto (Éxodo de profesores-el escenario debacle) describe una situación de crisis provocada por la escasez de profesorado, muy resistente a las respuestas políticas convencionales. Una crisis que sería dispar según zonas geográficas y también según asignaturas. Es un escenario centrado fundamentalmente en la dificultad que están encontrando algunos países para reemplazar a un profesorado envejecido. 22 Son los escenarios 3 (Escuelas como centros sociales) y 4 (Escuelas como organizaciones centradas en el aprendizaje) los que conllevan un mayor reconocimiento de las organizaciones escolares. Ofrecen múltiples elementos interesantes a los que prestar atención a la hora de pensar en las escuelas y su futuro. El tres (escuelas como centros sociales) es un escenario definido por los siguientes rasgos: – Se reconoce a las escuelas un papel decisivo como baluarte frente a la fragmentación de la comunidad y las familias. – Las escuelas ocupan una posición importante en la comunidad; están bien definidas por tareas colectivas y comunitarias, y ello conlleva amplias responsabilidades compartidas entre ellas y otras entidades de la comunidad, fuentes de experiencia e instituciones de educación terciaria. La escuela es el centro de una interacción dinámica de grupos y agentes comunitarios, una organización con puertas abiertas y paredes bajas. – Cuentan con niveles generosos de apoyo financiero a fin de satisfacer las exigencias de ambientes de aprendizaje de calidad en todas las comunidades y asegurar una alta estima para los docentes y la propia escuela. – En contraste con una orientación fuerte al conocimiento, se amplía el foco del aprendizaje a resultados no-cognitivos, valores y ciudadanía. En este escenario, se contempla el que emerjan diversas formas y contextos organizativos con un fuerte énfasis en el aprendizaje no-formal. – Se estimula la dimensión local de la acción y la toma de decisión, que estaría apoyada por marcos-guía (más que por regulaciones detalladas) nacionales, particularmente en comunidades cuyo capital social e infraestructura son débiles. Las formas de gobierno darían más voz a grupos, empresas, entidades locales y a las propias escuelas. – La interrelación dinámica de la escuela con grupos, agentes y diversos intereses de la comunidad así como la integración de programas de aprendizaje formal con otra serie de actividades conllevan múltiples desafíos, que hacen más compleja la gestión. – El liderazgo está ampliamente distribuido y con frecuencia es colectivo. – Las escuelas son el punto focal en el que convergen y encuentran expresión los intereses de la comunidad –lingüísticos, culturales geográficos, profesionales–, a los que habrían de responder y promover. En tal contexto, florecerían la cooperación y el trabajo en red como expresión de esas diferentes comunidades de interés. Por su parte, el escenario 4 (escuelas como organizaciones centradas en el aprendizaje) se caracteriza, entre otros, por los rasgos siguientes: 23 – Se revitalizan las escuelas en torno a una agenda de conocimiento fuerte (más que en torno a una agenda social), en una cultura de experimentación de alta calidad, diversidad e innovación. – Proliferan nuevas formas de evaluación y valoración de competencias. – Las TIC se utilizarían extensivamente junto con otros medios de aprendizaje, tradicionales y nuevos. – La mayoría de las escuelas justifica la etiqueta de ‘organizaciones de aprendizaje’ con una destacada gestión del conocimiento y conexiones con la educación terciaria y otras organizaciones. – Amplio desarrollo de especialidades y diversidad de formas organizativas, junto con expectativas exigentes de enseñanza y aprendizaje. – Escuelas caracterizadas por estructuras organizativas planas, utilización de equipos, redes y diversas fuentes de experiencia y conocimiento. – La toma de decisión se sitúa en las escuelas y la profesión, con la implicación estrecha de los padres, organizaciones y educación terciaria, y con marcos- guía y sistemas de apoyo bien desarrollados (particularmente en comunidades con recursos sociales más débiles). Se “da poder” a la escuela, si bien es un poder cualificado y compartido por medio de alianzas con otros agentes sociales y más basado en grupos de escuelas que en centros aislados. – Las normas de calidad reemplazan enfoques de rendición de cuentas reguladoras y punitivas. Problemas de calidad que surjan se resolverían a través de diversas formas de mediación profesional a nivel local o más alto. – Existencia de amplias estructuras de apoyo accesibles a todos los implicados. – Liderazgo profesional (equipos y redes asumirán mucho de lo que habitualmente se carga a individuos individuales), que reemplaza al liderazgo eminentemente administrativo, propio de sistemas burocráticos. – Los modelos burocráticos y jerárquicos de gobierno dan paso a otros más planos, con redes más colaborativas, (incluyendo redes de profesores) y asociaciones (alianzas) con diferentes agentes. – Inversiones sustanciales en todos los aspectos escolares, sobre todo en comunidades en desventaja, para desarrollar servicios flexibles y actualizados. – Profesorado altamente motivado, con condiciones de trabajo favorables, con fuerte énfasis en investigación y desarrollo, formación continua, actividades de grupo y en red, con movilidad dentro y fuera de la carrera docente. Estos dos escenarios que se acaban de comentar son, en la opinión de Sancho (2009: 19) los más aceptados y deseados y los que más han captado la atención y la imaginación de los distintos implicados en la educación. Transmiten una imagen de organizaciones escolares revitalizadas y dinámicas, que no siguen ofreciendo más de lo mismo y que desempeñarían un papel clave en el mundo complejo y rápidamente cambiante en el que vivimos actualmente. Se refieren, con todo, a un horizonte más deseable que real, más localizable en las grandes declaraciones retóricas que se 24 encuentran en informes de organismos internacionales influyentes en la creación de pensamiento o en las justificaciones generales de las reformas educativas que se están proponiendo. También es un horizonte con una fuerte pugna entre el sostenimiento del modelo burocrático, mantenido a pesar de sus fuertes contradicciones, y el modelo de mercado bajo los auspicios del neoliberalismo, todavía promovido por la filosofía privatizadora y excluyente de la educación, considerada un valor y un bien estratégico en la economía y la sociedad del conocimiento. Comentando esos escenarios, Johanson (2003: 149-150), anterior Ministra de Educación en Suecia, sostiene que los más deseables serían los dos incluidos bajo la categoría de “re-escolarización”, lo cual habría de conllevar una clara revitalización y dinamización de las escuelas. Apunta, en tal sentido, que las políticas educativas futuras habrían de seguir las siguientes orientaciones. – Configurar instituciones escolares fuertes y con altas ambiciones educativas con vistas a satisfacer su potencial y sobrevivir como organizaciones efectivamente relevantes para las actuales y futuras sociedades del conocimiento. Las escuelas, así como otros lugares de aprendizaje, habrán de estar bien equipadas, ser fuertes e interdependientes dentro y entre ellas. Precisan sistemas de evaluación y rendición de cuentas bien desarrollados y que proporcionen un conocimiento adecuado sobre el grado en que están satisfaciendo sus finalidades dentro del marco de metas nacionales más amplias. – Asumir que una de esas ambiciones ha de llevar a construir cohesión y capital social, constituyéndose los centros escolares, por tanto, en agentes democráticos para la cohesión social. Son organizaciones clave para la inclusión y éste debería ser uno de los principales resultados sobre los cuales se juzgue su éxito. – Estar bien equipadas para satisfacer responsabilidadespúblicas exigentes y claras. Las escuelas deberían tener asegurada su financiación adecuada, de modo que, aunque un rasgo importante de la educación es que está llamada a establecer alianzas con otras entidades sociales, no debería depender de éstas para satisfacer sus necesidades presupuestarias, sino de los poderes y recursos públicos. – Reconocer la relevancia de las redes y asociaciones (alianzas), pues la autonomía escolar va de la mano de su conexión con la comunidad, otros educadores y la sociedad más amplia. Se hace necesario, pues, superar el aislamiento de las escuelas no sólo en su seno (alumnos y docentes en aulas aisladas) sino también con respecto a las familias, la comunidad y otros centros. – Entender que el currículo está en el corazón de la escuela y que es necesario cambiar el foco de la enseñanza hacia el aprendizaje, o, para ser más precisos a nuestro entender, establecer mejores relaciones mutuas entre la 25 enseñanza, o la formación en sentido más amplio, y los aprendizajes del alumnado. Si las escuelas van a sentar las bases para el aprendizaje a lo largo de la vida –conocimiento, competencias y motivación para seguir aprendiendo en diferentes contextos más allá de la escuela– es importante tener muy en cuenta ese foco. Para promoverlo, las instalaciones y servicios, las estructuras y las dinámicas de trabajo y relación habrían de ser atractivas, flexibles y ajustadas a una variedad de propósitos. – Asumir que relacionar mejor lo que se enseña y lo que ha de aprenderse en las escuelas requiere conocimientos, capacidades y compromisos más variados y rigurosos de sus profesionales. Por una parte, profesores más motivados que trabajen en redes y equipos con adecuadas condiciones de trabajo. Se necesitan nuevos incentivos concretados en un abanico diverso de condiciones y recompensas, tanto para atraer a personas de alta calidad como para mantener una fuerza docente vibrante y diversa. Por otra, líderes, directores y gestores fuertes, con vistas a satisfacer las altas expectativas de las escuelas, lo cual hace que sea de vital importancia el desarrollo profesional para el liderazgo y la gestión. – Reconocer la importancia de las TIC como herramienta de aprendizaje y desarrollo. Para utilizarlas de forma integrada en el aprendizaje escolar, no sólo son precisas las inversiones en hardware sino, sobre todo, actuaciones que propicien su uso innovador en las aulas: Los profesores y alumnos deberían explotar el enorme potencial de las TIC para la comunicación y el aprendizaje colaborativo. Debe haber lazos mucho más estrechos entre escuelas, hogares y comunidades, en orden a superar cualquier “brecha digital” emergente. El contenido y las previsiones del Informe de la OECD (2001) sobre los escenarios escolares del futuro son marcos de referencia genéricos y, por lo tanto, comprensiblemente, no consideran propuestas diferenciadas según diversos contextos y países, así como tampoco aquellos cambios prioritarios que habrían de promoverse en sus respectivas políticas educativas. De otro lado, sus prospectivas, elaboradas hace tan sólo una década, han quedado desbordadas por turbulencias inimaginables que desde entonces han ido ocurriendo y desafían, precisamente ahora, muchos de los esquemas de análisis e interpretación precedentes y valorados como razonables. Heredados del siglo pasado y a la espera de respuestas sociales y educativas convincentes, sigue habiendo cambios tan profundos como los referidos a las condiciones y formas de vida de la niñez y la juventud, la cuestión generacional y los problemas relativos a su cuidado y socialización, la demografía y la composición crecientemente multicultural de las sociedades occidentales, las cuestiones de género y las modificaciones experimentadas por las familias, los estilos de vida, el consumo, la sostenibilidad y la cultura del individualismo, las fracturas de las desigualdades socioeconómicas y culturales amenazantes de la cohesión social y la vida en democracia, las dimensiones geopolíticas a 26 escala planetaria. Los acontecimientos que se han ido precipitando en los últimos años seguramente exigirían reconsiderar y actualizar tanto los grandes marcos de referencia como las realidades más cotidianas y presentes. Sobre todo, a la vista de las profundas convulsiones derivadas del desarrollo desbocado de la globalización, cuyo exponente más espectacular está siendo la crisis sin precedentes de las finanzas y la economía mundial. Sus secuelas, y también desafíos, se están haciendo notar en la práctica totalidad de las esferas de la vida social y personal. Como es fácil suponer, también recaerán sobre los sistemas y las instituciones educativas y exigirán nuevos análisis y lecturas de situación, así como quizás nuevos focos de atención y políticas aún difíciles de imaginar para afrontarlos. Lejos de despejarse interrogantes e incertidumbres que llevó consigo el tránsito del milenio, algunas se han agudizado y es previsible que vayan surgiendo otras nuevas, aunque resulta difícil realizar pronósticos precisos por el momento. Ya que la educación es extremadamente sensible a las turbulencias ambientales, recibirá algún tipo de impactos desde nubarrones que no parecen fáciles de aclarar. Existe cierta unanimidad en análisis poco halagüeños acerca del tiempo previsible que llevará una salida satisfactoria de la crisis actual, así como muchas dudas sobre el tipo de medidas que habrían de tomarse para ello. También hay algún consenso en que debieran extraerse lecciones juiciosas para no repetir crasos errores ligados a las reglas del juego que llevaron a una situación como la que se está padeciendo. Por desgracia, abunda un escepticismo realista en que no llegarán a aprenderse como sería deseable. Muchas y poderosas son las fuerzas y los intereses en juego que no se muestran dispuestos a modificar la partida y a jugarla con otros referentes y términos más justos y solidarios, humanos y sociales, sostenibles y equitativos que los que se han aplicado hasta la fecha. Es comprensible que la UNESCO (2009) haya levantado la voz sobre los riesgos, todavía más acusados, de que la crisis financiera impacte muy negativamente sobre los países, los colectivos y las personas en situaciones más desfavorecidas. En todos ellos, incluidos los más desarrollados, previsiblemente las tensiones y fracturas sociales y educativas van a seguir constituyendo un entorno y fenómenos complejos para las organizaciones educativas que tendrán que afrontarlos entre el reconocimiento de muchos factores fuera de su control y el afán de representar para todas las personas que las habitan espacios sociales y culturales lo más humanos y justos posible. Sean cuales fueren los escenarios que se vayan configurando, la reconstrucción profunda de los centros escolares como instituciones inteligentes para propiciar aprendizajes intencionales, y garantizar al máximo que lleguen a adquirirlos todas la personas de forma organizada y disciplinada, no podrá alcanzarse persistiendo en fórmulas burocráticas ni mercantiles, ni seguramente tampoco a través del sueño ya viejo o ahora actualizado de la desescolarización. Los otros dos escenarios descritos, tomados siempre como hipótesis de trabajo que ayuden a leer bien las situaciones y a dibujar trayectos morales e inteligentes concentrando en ellos las voluntades precisas, son los que hoy por hoy parecen más dignos de ser perseguidos. 27 1.2. El currículo escolar, los aprendizajes, la enseñanza y la evaluación Cualquier proyecto de las políticas y organizaciones educativas sería vacío sin responder con fundamento a las cuestiones perennes de la escolarización que son básicamente las que se enuncian en el título de este punto. Los contenidos culturales que se seleccionen y organicen con criterios y principios adecuados y pertinentes a cada uno de los tramos de la escolaridad y a la diversidad del alumnado, los aprendizajes en los cuales ha de ponerse un énfasis preferente, las condiciones, metodologías, estrategias y recursosdidácticos y las relaciones a desarrollar dentro de las aulas u otros espacios de formación, así como los dispositivos aplicados al seguimiento y la evaluación de los estudiantes, coherentemente integrados en la enseñanza, han sido y seguirán siendo asuntos de siempre, de ahora y del futuro. Las prioridades cambiantes surgidas de un diálogo fructífero de la educación y la sociedad, el buen diagnóstico del estado de la cuestión en contextos y tiempos determinados, el conocimiento disponible y la creatividad necesaria son ingredientes relevantes para encarar tiempos inciertos. En los escenarios escolares descritos más arriba, se insiste una y otra vez en la elevación de las expectativas educativas. Precisando sucintamente esa apelación, lo que se quiere significar es que aquello en lo que han de ser innovadoras las organizaciones educativas actuales es en elevar sus ambiciones respecto a los aprendizajes escolares, su rigor, relevancia y validez para expandir las potencialidades de las personas. El trayecto escolar de los estudiantes, el tipo de contenidos con los que entren en contacto y las oportunidades de enseñanza con las que cuenten han de orientarse a desarrollar aprendizajes mucho más variados e integrales (cognitivos, emocionales y sociales) y no tan academicistas. Los que son precisos y contribuyen a armar buenas cabezas, algo que es bien distinto del afán por llenarlas de informaciones y datos sin sentido ni duraderos; los que hacen posible una comprensión profunda de los conocimientos escolares y el establecimiento de conexiones significativas entre cursos, áreas y asignaturas como una alternativa a la fragmentación curricular, buscando, por el contrario, una construcción activa y progresiva del conocimiento. Se requieren contenidos y aprendizajes que faciliten procesos a través de los cuales los estudiantes descubran y establezcan relaciones entre la cultura escolar y la cultura del mundo físico, personal y social donde viven, entre sus conocimientos previos y representaciones de los fenómenos y la ampliación y reconstrucción de los mismos, logrando comprensiones más precisas y críticas. Se alude y reclama, asimismo, que los contenidos debidamente seleccionados y organizados sean trabajados de modo que los alumnos desarrollen capacidades superiores de pensamiento, argumentación, indagación y evaluación de datos e informaciones de acuerdo con criterios racionales y justificados, resolución de problemas reales, cotidianos y en todo caso con sentido, adecuando su naturaleza y complejidad a la edad y las características personales, sociales y culturales de los estudiantes. La elevación de las expectativas educativas en cuestión incluye, no sólo que el alumnado se implique activamente y tenga la oportunidad de decidir y responsabilizarse de lo que ha de aprender, sino que para ello vaya logrando autonomía, disposiciones y estrategias para 28 aprender a aprender, ser creativos e innovadores, persistir en tareas complejas que requieran esfuerzo intelectual y tenacidad personal. Ponderar, pues, el rigor cultural y el potencial intelectual (formativo) de los contenidos escolares e impregnarlos con dimensiones afectivas (interés, motivación, sentido y propósito, responsabilidad y esfuerzo, etc.) es un principio directriz ampliamente avalado por el mejor conocimiento disponible sobre el aprendizaje escolar y un buen número de síntesis que reconocen y reclaman una revisión a fondo de los contenidos, la enseñanza y la evaluación escolar. Un ejemplo entre muchos es un documento elaborado por el Ministerio de Educación inglés (Department for Education and Skills, 2006). Además de insistir en lo que se viene indicando sobre los aprendizajes, se despliega un buen conjunto de propuestas para la personalización de la enseñanza y la atención a la diversidad del alumnado, la reducción de las desigualdades educativas, la profesión docente y los centros escolares. Con más o menos fortuna en los planteamientos teóricos y en las correspondientes políticas de desarrollo, el énfasis actual en las competencias del currículo escolar viene insistiendo, desde hace unos años, precisamente en la necesidad de clarificar y concretar debidamente los conocimientos, las capacidades intelectuales, el desarrollo personal y social (educación cívica) de los alumnos a lo largo del currículo escolar, la enseñanza, el apoyo, seguimiento y evaluación de los aprendizajes. Una buena parte de la discusión sobre las competencias escolares plantea la cuestión de justificar y clarificar aquellos aprendizajes que merecen ser considerados como indispensables desde el punto de vista formativo, personal y social y, a su manera, profesional. Con matices diferentes, pero también con muchos elementos comunes, en esa dirección apuntan las reformas educativas en los países de la Unión Europea, cuyas sucesivas Conferencias de Ministros de Educación han acordado un marco de competencias clave o básicas para la educación obligatoria. En cierto modo, los aprendizajes escolares expresados a través de las competencias básicas tienen como trasfondo el marco teórico que el Proyecto DeSeCo (2000) ha venido puliendo y documentando, también utilizado como referente para el diseño de las capacidades evaluadas periódicamente por PISA. Los aprendizajes justificados en ese Proyecto asumen una concepción compleja de las competencias (núcleos de conocimientos, capacidades, actitudes y valores que han de movilizarse y aplicarse en contexto para interpretar y resolver tareas complejas) y articula las que considera necesarias para todos los ciudadanos en torno a tres categorías: la interacción y el uso inteligente de herramientas y recursos (lenguajes, datos, herramientas necesarias para comprender y actuar reflexivamente en el medio simbólico, cultural y físico, desarrollo de capacidades informativas y comunicativas dominando y usando medios y nuevas tecnologías), el desarrollo de capacidades y actitudes necesarias para relacionarse con los demás y el desarrollo de la autonomía personal e intelectual (aprender a aprender, asumir iniciativas y responsabilidades, crear y operar con visiones globales para entender los fenómenos y actuar en consecuencia, defender los propios derechos y asumir deberes y responsabilidades). Se plantean no como objetivos específicos de cursos, áreas o asignaturas, sino como un continuo de competencias a 29 promover y desarrollar a lo largo de la escolaridad al ir trabajando los contenidos del currículo y promoviendo experiencias de enseñanza y aprendizaje idóneas. En EEUU, por su parte, las perspectivas sobre los aprendizajes (en términos de estándares no sólo referidos al alumnado, sino también a los contenidos, los docentes, los centros) son idiosincrásicas y precedieron a su aparición en el contexto europeo. Allí, por lo demás, la respuesta a qué aprendizajes escolares han de merecer una atención preferente se han construido dentro de un contexto político, social y económico todavía más marcado por el imperativo de la competitividad económica y la formación de capital humano, la elevación de los niveles y la obsesión por los resultados escolares (productividad), el énfasis en los tests estandarizados, la evaluación, el control y la rendición de cuentas, la potenciación de la libertad de elección de las familias y una manifiesta mercantilización de la educación. Como es de suponer, un planteamiento que desborda de ese modo una clarificación cándida de los aprendizajes como competencias ha dado pie a fuertes controversias. Más allá de enfoques alternativos y hasta opuestos sobre competencias escolares, lo que se discute es el modelo de escolarización y las políticas correspondientes destinadas a estimular una fuga hacia la excelencia educativa excluyente de los sectores más desfavorecidos, o una apuesta coherente, justa y democrática a favor de sistemas escolares que luchen contra la distribución desigual de los recursos, trabajando con un currículo riguroso y relevante para la vida de los estudiantes, una enseñanza capazde desarrollar al máximo las potencialidades de todo el alumnado, adoptando para ello medidas estructurales, organizativas, curriculares y pedagógicas congruentes. Dos ejemplos como los que se refieren a continuación ilustran al menos una parte del estado de la cuestión. Es indicativo de lo que se está comentado el Consorcio creado en torno a los Aprendizajes necesarios para el siglo XXI (Partnership for 21st Century Skills (hptt.//www.21stcenturyskills.org). Se trata de un grupo de presión creado para debatir el problema, concentrar a distintas fuerzas políticas, sociales y empresariales, representar un grupo de presión con sus correspondientes propuestas, que pueden consultarse en la página citada. En una línea similar a lo dicho, aunque con matices que sería prolijo detallar, se aboga por: habilidades de aprendizaje e innovación: creatividad, pensamiento crítico, resolución de problemas, comunicación y colaboración; habilidades informativas y comunicativas; habilidades para la vida y el mundo del trabajo: iniciativa y responsabilidad, liderazgo y responsabilidad consigo mismo y con los demás. Al tiempo, ofreciendo un marco más comprensivo que el Proyecto DeSeCo (2000), propone: a) un conjunto de contenidos nucleares y temas interdisciplinares, presupuestos fundados para cultivar las habilidades anteriores, b) un sistema coherente de evaluación, una orientación del currículo y la enseñanza (trabajar habilidades específicas en las materias y los temas transversales, hacer transversales las competencias a todo el currículo, c) metodologías innovadoras que integren TIC, indagación, resolución de problemas y altas habilidades cognitivas, integración de recursos comunitarios en los proyectos educativos), d) diseño e implementación de entornos de aprendizaje (aprendizajes en prácticas, potenciar comunidades de aprendizaje que accedan y construyan buenas prácticas, contextos del mundo real que 30 faciliten el aprendizaje del alumnado, acceso equitativo a herramientas tecnológicas, diseños arquitectónicos de los centros adecuados para el aprendizaje individual y en grupo, implicación de la comunidad y las familias en aprendizaje cara a cara y en línea. Es una buena muestra de hacia dónde apuntan las tareas esenciales que habrían de constituir el foco de trabajo y el funcionamiento de las organizaciones educativas. Esta propuesta es un exponente claro, además, de dos cosas. Una, hay aprendizajes que insistentemente se están reclamando aquí y más allá de los mares. Interesan tanto que determinadas fuerzas sociales y económicas no consienten que sean sólo pensados por las políticas educativas (el Consorcio en cuestión, del que también forma parte el Departamento de Educación, está constituido por corporaciones bien conocidas en el mundo de la tecnología y las finanzas, surgió y funciona como una iniciativa privada). Algunas de las mejores aspiraciones (concretadas en el cultivo de aprendizajes tan sugerentes como los referidos), al tiempo que abogan por el fortalecimiento de la educación pública (así se hace expresamente), dejan bien claro que se trata de alinear la educación con imperativos de competitividad internacional. Un comunicado al Presidente Obama, que puede verse en la página citada, le advierte de que ya se le ha dedicado bastante atención al objetivo de que nadie se quede fuera, siendo éste el momento de apostar decididamente por la excelencia en los rendimientos, tema éste que constituye una espina en la conciencia del Consorcio, consciente de lo mal parado que sigue saliendo EEUU en las pruebas comparativas internacionales. El discurso corporativista, la globalización competitiva y depredadora (las actualizaciones de la página del Consorcio no muestran inquietud por la crisis ni parecen inquietarles posibles consecuencias como las antes referidas), están, en ocasiones, tras el escenario donde se aboga por la revisión de los aprendizajes escolares y las altas expectativas. Para complicar más las cosas, si cabe, ni los aprendizajes ni las competencias pertenecen en exclusiva al discurso más conservador. Hay otros planteamientos que también reclaman una revisión profunda del currículo escolar, de los aprendizajes, la enseñanza y la evaluación, y corresponden a opciones sociales, culturales y educativas bien diferentes. La segunda muestra antes prometida puede ser el trabajo sobre el mismo tema por un colectivo diferente (Banks y otros, 2007, un grupo constituido por doce profesionales). Tomando nota de cambios demográficos y de las posibilidades y amenazas de la globalización, reconociendo que el aprendizaje ha de entenderse como un proceso a lo largo de toda la vida de las personas, que ocurre en muchos contextos y que las experiencias de aprendizaje más profundas son las que ocurren en la vida de los individuos, proponen cuatro principios para el aprendizaje escolar, el currículo y la enseñanza: a) Tomar en consideración que el aprendizaje está situado en contextos socioeconómicos y culturales, así como en las historias amplias de vida de los sujetos, mediadas por modos de pensar y modos de hacer culturales y locales, b) Reconocer y actuar en consecuencia con el hecho de que no sólo se aprende en las escuelas, sino en contextos múltiples en los que los valores y las prácticas sostenidas son decisivas, c) Todos los estudiantes necesitan apoyos múltiples y estrechos en una variedad de instituciones que estimulen su desarrollo personal e intelectual, d) El aprendizaje se 31 facilita realmente cuando los estudiantes son incitados a usarlo en sus contextos reales, en la familia y la comunidad, siendo el lenguaje y la expansión de sus recursos de comprensión y expresión decisivos para potenciarlo. Reconocer, valorar y trabajar con el capital cultural y social de los estudiantes, vienen a decir, es un contenido y un proceso a través del cual los centros y los docentes han de trabajar para superar la marginación de las minorías cultuales y de los sectores más desfavorecidos. Son un par de muestras tan sólo, pero representativas de cuáles son algunos de los contenidos sustantivos sobre los que los centros escolares están llamados a revisar y tomar decisiones. Como sucede en otros contextos, también en el nuestro el tema está sometido a discusión (Pérez Gómez, 2007; Bolívar, 2008). Al lado de los debates necesarios que requiere el currículo, todos sus componentes, incluidos ciertamente los aprendizajes, cuáles han de recibir un énfasis bien justificado, por qué y cómo puede hacerse, el núcleo de la cuestión sigue remitiendo más lejos. ¿Qué opciones y decisiones de las políticas educativas, qué modelos conceptuales y prácticos de centro, qué modelos de profesorado y qué conexiones entre las escuelas, las familias y la comunidad son los que es necesario construir y desarrollar para que la educación debida a toda la ciudadanía se convierta en un derecho y un deber efectivo? No basta enunciar grandes y buenos propósitos; hay que desmenuzar hasta qué punto son moralmente defendibles, qué inteligencia y qué voluntades se requieren y han de concitarse para determinarlos y hacer lo necesario para alcanzarlos. Un amplio ámbito de trabajo y decisiones que, desde luego, no sólo corresponden al gobierno y la gestión de los centros escolares pero, sin una reconsideración seria y transformaciones ineludibles dentro de ellos, no podría ser acometido como es menester. 1.3. Ejes sobre los que vertebrar la renovación pendiente del gobierno y la gestión de los centros escolares Si la renovación pedagógica es una gran palabra que significa cosas diferentes para distintas personas, de la renovación organizativa de los centros puede decirse otro tanto, de manera que igual que la primera es compleja a la hora de definirla y quizás todavía más al intentar practicarla, la segunda comporta factores y dimensiones abiertos a interpretaciones múltiples según las perspectivas que se adopten, pues su desarrollo depende de muchos más factores y dinámicas sociales, culturales y políticas. La innovación organizativa no puedeentenderse ya como meros cambios en las estructuras y los modos de hacer las cosas dentro de los centros, sino que inexcusablemente remite a cuáles han de hacerse, por qué y cómo, al servicio de qué propósitos han de ser pensados y desarrollados, bajo qué condiciones han de entrar en contacto con lo que existe y, al menos en la intención, despejar muchas cuestiones acerca de cómo ir realizándolos de forma reflexiva y crítica. No queda otro remedio que ir haciendo camino al andar, asumiendo que hay horizontes de referencia y tareas sustantivas como las esbozadas en el apartado anterior que están llamadas a representar el contenido y el 32 horizonte de trayectos inciertos. A nuestro entender, tres son los ejes que pueden servir para identificar y considerar razones y realidades, argumentos, políticas y decisiones que tiendan a crear y sostener el tipo de organizaciones educativas que son reclamadas por el derecho esencial de todas las personas a la educción y los focos sobre los que ha de proyectarse y ser garantizado: 1) el reconocimiento de que los centros están habitados por personas y ellas constituyen su razón de ser, por lo que es necesario insistir en una idea de las organizaciones escolares como espacios sociales y culturales humanos, acogedores, reconocedores de sus diversidades y también de los intereses comunes que cada individuo ha de asumir y realizar al lado de sus semejantes; 2) los centros como un todo, no sólo cada uno de sus profesores aisladamente; las decisiones para la educación que ofrezcan al alumnado y, por lo tanto, sus respectivos proyectos institucionales, el liderazgo conveniente y el desarrollo de procesos que les permitan analizar y valorar sus modos de operar y sus resultados son cuestiones críticas a reconsiderar; 3) los centros están llamados a reflexionar sobre sus alianzas con el exterior, con otras fuerzas sociales y formativas, contar y propiciar sinergias para una formación más adecuada de los niños y jóvenes, sacando provecho de las posibilidades que hoy ofrecen las nuevas tecnologías, particularmente las redes entre centros y profesionales. Avancemos tan sólo aquí algunas de las ideas centrales que serán cumplidamente desarrolladas en cada uno de los capítulos. 1.3.1. La cara humana de los centros: el alumnado y el profesorado Un foco potencialmente fecundo para la renovación organizativa de los centros escolares gira, seguramente, en torno a esta cuestión: ¿De qué manera, cómo y por qué han de ser planteados como espacios acogedores de las personas –alumnado y profesorado– que los habitan, implicarlos activamente en las experiencias y decisiones que se toman, reconocer sus derechos y reclamarles los deberes pertinentes, tomar buena nota de la singularidad de cada uno y, también, de su condición de miembros de una comunidad educativa? Se trata de asuntos difíciles de comprender y acometer adecuadamente, pero susceptibles de ser abordados, aunque, desde luego, sin ninguna pretensión de cerrarlos ni agotarlos. Algunas consideraciones, pues, sobre el alumnado, en primer lugar, y a continuación sobre el profesorado. En el apartado anterior se ha puesto el acento en los aprendizajes que hoy se demandan con mayor énfasis de los centros y la educación y, aunque ya se hizo alguna mención a la diversidad del alumnado, resulta inexcusable prestarle una atención mayor. Es una obviedad decir que siempre han sido diversos los niños y jóvenes que asisten a los centros. También que, como ahora se dice por doquier, la diversidad de ahora no tiene precedentes y que está constituyendo uno de los asuntos más complejos de asumir, entender y afrontar como sería debido en teoría y sería conveniente en las prácticas, no sólo pensando en los estudiantes, sino también en los docentes y los centros. Se han ido 33 afinando las maneras de entenderla y son variadas las propuestas para tomarla en consideración (Rielh, 2000), pero sigue figurando entre los nudos gordianos más complicados de deshacer. Ya no se trata de una diversidad utilizable como etiqueta para designar y, a veces por desgracia, para estigmatizar deficiencias o singularidades, sino de una característica que corresponde a la individualidad de todos y cada uno de los alumnos y alumnas como personas, como sujetos con un abanico de características personales (edad, sexo, habilidades y conocimientos, intereses y motivaciones, expectativas y representaciones, etc.), cruzadas con las que surgen de su pertenencia a familias, clases sociales, culturas, lenguajes. Las diversidades han de ser tomadas en consideración de forma que no se vulneren derechos individuales y, precisamente para garantizar algunos de ellos, tienen que se complementados con una perspectiva de deberes. El reto de la diversidad para los centros y las aulas requiere que no se tome como un techo lo que cada sujeto sabe, piensa, siente, vive, es capaz y aspira, sino como una base sobre la que construir, ensanchar sus posibilidades de crecimiento y de aprendizaje personal y social. Una cosa es atender a las diferencias y otra, bien diferente, utilizarlas como pretexto para perpetuar desigualdades injustas (Istance y Thiesens, 2008). Otro tema relevante, en la misma dirección, es el de la participación del alumnado en la vida de los centros en todo lo que le concierne y es legítimo, incluidas las responsabilidades que le tocan en hacerse cargo de su propio aprendizaje de forma activa. Más allá de la participación reglada de los estudiantes en los centros y sin minimizar su importancia, la participación no es ajena a muchos de los asuntos ligados a la diversidad (OECD, 2009). Algunos de ellos conectan con cuestiones candentes como la presión sobre los centros para elevar la calidad de la enseñanza y la mejora de los resultados, máxime cuando, además, se reclama que debe hacerse atendiendo a valores de equidad y el logro efectivo de la misma (Pont, Nusche y Moorman, 2008). Los elevados índices de fracaso escolar, la existencia de problemas y dificultades ligados a la convivencia, el desinterés y la desafección de los estudiantes por el trabajo escolar, el absentismo o el abandono prematuro son fenómenos que procede entenderlos integrando diversidad y participación. Son indudables los factores externos (sociales, económicos, culturales, familiares) que inciden en ello, pero no se puede pasar por alto que los propios centros escolares –sus valores, normas, creencias, relaciones, patrones de funcionamiento y prácticas habituales– juegan un papel importante, constituyen un escenario propio donde interpretar y replantear de qué manera se atiende la diversidad y se propicia la participación necesaria. Un buen criterio y principio con el que articular ideas y prácticas al respecto es trabajar por configurar entornos relacionales acogedores en el que los estudiantes puedan crecer con los demás, participar, tener oportunidades para establecer relaciones positivas, progresar conjuntamente, compartir y construir significados, y desarrollar simultáneamente aprendizajes cognitivos, emocionales y sociales, tanto individualmente como con los demás. Desafíos concretos en ese sentido son pensar en centros capaces de desarrollar el sentido de pertenencia, entenderlos como un lugar al que los alumnos 34 deseen asistir y en el que les guste estar porque encuentran sentido a las tareas y relaciones escolares, se implican en ellas, asumen decisiones y responsabilidades, se tienen en cuenta sus voces al mismo tiempo que toman conciencia clara de que han de tener en cuenta las de otros, las de sus profesores y compañeros. Y, desde luego, no se trata de entender la participación del alumnado como un recurso instrumental para mejorar rendimientos o prevenir problemas de indisciplina (eso tiene su importancia), sino como una oportunidad insustituible, quizá la única para muchos de ellos, de vivir experiencias y relaciones positivas con los demás que les ayuden a crecer como personas y como ciudadanos responsables: el valor esencial de la democracia no sólo ha de ser habladoen los centros y aulas, también ha de ser vivido. Seguramente hay que repensar inercias institucionales y apostar por el valor de la participación auténtica, intentando hacer realidad la inclusión participativa del alumnado en su educación escolar con las formas y los grados pertinentes en cada momento de su escolaridad. En definitiva, hacer del centro un lugar activamente interesado por sus alumnos y por los aspectos humanos de su formación y aprendizaje pasa por responder adecuadamente a sus peculiaridades y necesidades únicas, ser sensibles a sus culturas, ofrecerles un currículo y enseñanza que conecten con sus realidades e intereses, cultivar un ambiente escolar de relaciones y apoyo estimulante para todos ellos, donde los alumnos cuenten con oportunidades para participar y tener voz, escuchar a otros, aprender a vivir con los demás, equilibrar derechos y deberes. Al resaltar el carácter humano y personal de las instituciones educativas, el profesorado merece, asimismo, una consideración bien justificada. En gran medida, la participación de los estudiantes en la vida escolar y su implicación efectiva en el aprendizaje, la escucha atenta de sus voces, el reconocimiento de sus derechos y las exigencias de los deberes y las responsabilidades que han de asumir, o la atención a su diversidad, residen e interpelan a cada docente y todos los que forman parte de la comunidad escolar. Los profesores no sólo son mediadores instrumentales de los contenidos culturales, de la enseñanza o de la evaluación diseñada por la administración o los centros. Son, de hecho, sujetos activos cuyas ideas, prácticas y disposiciones constituyen el factor más decisivo de la experiencia y los resultados escolares del alumnado, tal como la investigación educativa ha ido documentando una y otra vez. Ello justifica, por lo tanto, que también han de ser atendidos, cuidados y apoyados por las organizaciones en las que trabajan. Los centros como un todo son construidos y realizados por quienes los habitan, siendo los docentes agentes muy influyentes en ello. También parece cierto que unos determinados valores, normas y reglas de juego, apoyos y exigencias institucionales, crean un entorno profesional cercano capaz de contribuir a que sus profesores piensen, se comprometan, desempeñen su trabajo y se relacionen con los demás, con los alumnos, las familias, los colegas, la institución de unas u otras maneras. Se trata de relaciones recíprocas entre los centros y las organizaciones educativas: el gobierno y la gestión de las mismas no puede plantearse al margen de que son personas, no objetos, lo que hay que gobernar, y son culturas, relaciones, prácticas y propósitos lo que ha de ser movilizado. 35 Como se desarrolla con más detalle en un par de capítulos del libro, hay dos cuestiones que merecen una atención particular. La primera se refiere a las condiciones de trabajo del profesorado, la segunda, a una determinada manera de entender y promover el desempeño del profesorado en las escuelas bajo la perspectiva de comunidades de aprendizaje. Si las condiciones de trabajo del profesorado no se reducen a aspectos materiales y estructurales (salario, tiempos, recursos), por importantes que sean, sino que se expanden hasta incluir diversos elementos representados bajo el concepto de capital social (Leithwood, 2006) (apoyos, relaciones, aprendizaje conjunto y coordinación, proyectos institucionales, formación, rendición de cuentas), a los centros se les plantea un amplio territorio sobre el que explorar en qué y cómo sus docentes han de ser apoyados y respaldados, qué capacidades y medios han de ponerse a su disposición, y también qué compromisos y responsabilidades han de serles claramente expresados y exigidos. Y, si los centros quieren tomar entre sus manos la reflexión conjunta, el trabajo compartido y las decisiones que son precisas para repensar y mejorar el currículo, la enseñanza, la evaluación y los aprendizajes del alumnado, es difícil imaginar otra alternativa a la que supone reforzar las relaciones y los vínculos sociales e intelectuales entre sus docentes, disponer tiempos y medios consecuentes, crear ámbitos de trabajo sobre las tareas nucleares de los centros y del profesorado, hacer posible que circule el conocimiento, la renovación pedagógica, la investigación sobre los procesos y los resultados que se vayan o no logrando. Bien entendidas, tanto las condiciones de trabajo adecuadas como las comunidades de aprendizaje docente no sólo constituyen exigencias (que no hay por qué negarlo), también pueden representar contribuciones importantes a una vivencia más positiva de la profesión, así como al fortalecimiento de capacidades que, de desarrollarlas adecuadamente, hacen de ella un espacio personal y profesional de posibilidad, no ya de desbordamiento y desesperanza. 1.3.2. El gobierno y la gestión de los centros por dentro Las organizaciones escolares están llamadas igualmente a reconstruir concepciones y prácticas sobre su gobierno y gestión, fijando la atención en el liderazgo y la dirección de los centros, pues constituyen papeles decisivos para que cuenten y desarrollen proyectos educativos institucionales cuyo seguimiento y evaluación habrá de constituir un mecanismo efectivo para conocer qué está sucediendo y qué ha de ir siendo mejorado y transformado. Ya el informe Schooling for tomorrow: What schools for the future (OECD, 2001: 55), como se ha comentado más arriba, hacía patente que el referente de hacer posible el aprendizaje permanente para todos, por su envergadura, complejidad y alcance, ha de comportar cambios de calado en el gobierno de la educación escolar. No es, pues, ninguna novedad llamar la atención sobre el papel decisivo que, en la educación escolar y las instituciones que se ocupan de ella, le corresponde al gobierno y gestión de los centros. Todo el despliegue realizado en las últimas décadas en torno a la autonomía organizativa y pedagógica de las instituciones escolares, la descentralización de 36 responsabilidades y la rendición de cuentas sobre procesos y resultados han ido situando a los centros escolares en un territorio movedizo entre márgenes de posibilidades y decisiones que han de construir por dentro y un conjunto inexcusable de demandas y peticiones de cuenta que se les exige desde fuera, no sólo por la administración sino también por las familias y la sociedad. Se trata de otro asunto controvertido donde los haya, muy difícil de acotar razonablemente, muy complejo de articular en las relaciones entre las políticas educativas, la presión ambiental (particularmente de parte de las familias y sobre todo de algunas de ellas) y extremadamente difícil de acometer dentro de las estructuras, relaciones, dinámicas y márgenes de posibilidad de cada centro, cada uno de ellos en contextos y condiciones sociales e internas muy variados y desiguales. La cuestión sufre de heridas abiertas por las que aparecen todo tipo de enfoques y decisiones. El abanico va desde quienes abogan por autonomías y responsabilidades acordes con el valor público de la educación y las exigencias de hacerlo posible por parte de políticas de la administración y de organizaciones inteligentes, renovadoras y defensoras del bien común, hasta los que siguen insistiendo machaconamente en que sean las familias las que tengan la palabra más decisiva (para elegir centros o hasta para determinar qué contenidos han de abordarse o no en el currículo) y declaran que las mejores políticas para la educación son aquellas que confinan a los poderes públicos a la tarea de garantizar que la oferta de centros sea parecida a la oferta de comercios donde comprarse un traje a medida. En todo ese concierto, la dirección de los centros, y si se quiere en sentido más amplio el liderazgo, es otro de los asuntos que están sobre la mesa, también a la espera de concepciones adecuadas y medidas consecuentes. Si un determinado centro aspira a proveer y garantizar la educación y los aprendizajes debidos, el todo ha de ser más que la suma de
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