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20 El océano que queremos: ciencia oceánica inclusiva y transformadora Probablemente es la historia sobre biotec- nología y descubrimiento de biodiversidad que más gente conoce: la que relaciona los científicos Thomas D. Brock y Kary Mullis con el condenado a muerte Kirk Bloodsworth. En los años 60, Thomas Brock estudió en Ye- llowstone los microorganismos hipertermófilos (procariotas que se desarrollan a temperaturas muy altas). Encontró una bacteria que crece y se divide a temperaturas de hasta 70 °C, y la llamó Thermus aquaticus. Trabajó por el placer del conocimiento, para comprender los límites de la vida. Nadie le pidió nunca que hiciera investigaciones «aplicadas». Muchos años des- pués, Kary Mullis recordó que este procariota replica su ADN a altas temperaturas y desa- rrolló un método para copiar y multiplicar cualquier molécula de ADN mediante una en- zima aislada de Thermus. Esta técnica, llamada reacción en cadena de la polimerasa (PCR), se ha convertido en una palabra de moda habitual para la mayoría de nosotros y le hizo ganar el premio Nobel de Química, a la vez que él y su empresa ganaban mucho dinero. Y he aquí que unos años después, la primera vez que se utilizó la PCR en un caso judicial, permitió demostrar que Kirk Bloodsworth no era responsable del asesinato del que le habían acusado. Brock, el descubridor de la biodiversidad, nunca pen- só que su investigación básica podría llegar a hacer que algunas personas fueran ricas, otras absueltas de asesinato y la mayor parte de no- sotros nos hiciéramos pruebas para detectar la COVID19. La investigación básica en diversi- dad permitió avances y desarrollos biotecnoló- gicos muy significativos. Muchos microorganismos, y muy diversos El océano rebosa de microbios. Hasta 1029 procariotas y eucariotas unicelulares se reparten en una cantidad estimada de 1011 especies dife- rentes (Locey y Lennon 2016). Por su amplio repertorio metabólico, inmensamente mayor que el de los eucariotas, los procariotas con- ducen los ciclos biogeoquímicos de la Tierra (Falkowski et al. 2008) hasta el punto que un mundo de grandes eucariotas pluricelulares (es decir, plantas y animales) no sería sostenible sin los microorganismos. Cada procariota tiene de 2000 a 7000 genes y cada protista (es decir, un eucariota unicelular) unos 30 000. Aunque la mayor parte de la maquinaria genética de los microbios trata de funciones esenciales comunes a la mayoría de ellos (como la duplicación del ADN, la división celular, etc.), también hay una gran cantidad de «genes funcionales», que codi- fican funciones y metabolismos específicos y que son los que dirigen los ciclos biogeoquímicos. Para una determinada función específica, hay muchas variantes genéticas distintas de micro- bios diferentes: a menudo cientos de variantes en una misma ubicación. Con un poco de ma- temáticas sencillas se puede imaginar la inmensa diversidad en las funciones biogeoquímicas que pueden hacer los microbios. Pueden fijar el nitrógeno atmosférico en forma de amoníaco, pero también convertir el amoníaco en nitrito y volverlo a nitrógeno gas. Pueden oxidar el hierro reducido, pero también reducir el hierro oxida- do (y corroer las tuberías y hacer que funcionen mal) y mientras algunos usan el metano como 1.1. Microorganismos marinos y biotecnología azul Josep M. Gasol, Ramon Massana, Maria Montserrat Sala, Marta Sebastián, Ramiro Logares, Pablo Sánchez, Silvia G. Acinas El océano que queremos: ciencia oceánica inclusiva y transformadora. Pelegrí J.L., Gili J.M., Martínez de Albéniz M.V. (eds.). 2022. Institut de Ciències del Mar, CSIC, Barcelona. Océano limpio 21 fuente de carbono, otros producen metano. Los metabolismos microbianos son extremada- mente versátiles y pueden degradar multitud de sustancias producidas de manera autóctona en el océano, pero también muchas sustancias alóctonas: las que los humanos hemos introdu- cido, como plásticos, petróleo o todo tipo de productos químicos. Y es probable que ejecuten otras muchas funciones que ni siquiera sabemos que existen. En una investigación reciente del océano profundo tropical y subtropical, hemos encontrado más de 600 000 genes microbianos únicos de este hábitat, de los cuales el 58% no se habían observado antes y el 63% de estos tie- nen una función por ahora desconocida (Acinas et al. 2021). Aunque algunas de estas nuevas funciones pueden ser similares a otras descritas anteriormente, algunas pueden ser nuevas para la ciencia. Microorganismos oceánicos y economía No es extraño, por tanto, que los genes pre- sentes en los microbios oceánicos sean parte de los fundamentos de la llamada economía azul, la economía que se genera a partir de productos o servicios derivados del océano. El descubri- miento de organismos que contienen moléculas y genes de interés comercial ha crecido paralelo a la exploración de la biodiversidad marina. Para 2025, se prevé que el mercado mundial de biotecnología marina llegará a los 6400 millones de dólares, y que incluirá una amplia gama de supuestos comerciales dentro de las industrias farmacéutica, de biocombustibles y química. Desde 2017, un total de 12.998 secuencias genéticas provenientes de 862 especies marinas han sido patentadas con protección interna- cional en virtud del Tratado de Cooperación de Patentes (figura 1). La mayor parte de estas patentes se asocian a especies microbianas. Re- presentan más del 73% de todas las secuencias patentadas en las bases de datos (Blasiak et al. 2018), a pesar de constituir solo el 19% de las especies recogidas en el Registro Mundial de Especies Marinas (WoRMS). Esto indica el gran potencial de los microbios marinos para aplica- ciones biológicas. Uso biotecnológico de los microorganismos marinos: algunos ejemplos relevantes ¿Cómo se pueden utilizar biotecnológi- camente las funciones microbianas? La produc- ción de biomasa es uno de los procesos más an- tiguos. La biomasa microalgal se ha recolectado como alimento y también se ha utilizado como biocombustible desde hace mucho tiempo. Los polisacáridos (agar y carraginatos son los más conocidos), y otros compuestos de alto peso molecular como los alginatos, se usan en la industria alimentaria y en la industria cosmé- tica, a menudo utilizando el origen oceánico del principio activo microbiano para avalar la utilidad del producto. Los biosurfactantes, Figura 1. Interés comercial creciente por los recursos genéticos marinos. Número acumulado de especies marinas con secuencias patentadas a lo largo del tiempo (1988–2017) (A) y secuencias patentadas de especies marinas (B). En los gráficos esféricos, las proporciones correspondientes a los microbios. Adaptado de Blasiak et al. (2018). 0 200 400 600 800 1000 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015 N úm er o de e sp ec ie s Año Microbios 0 2000 4000 6000 8000 10000 12000 14000 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015 Año Microbios N úm er o de s ec ue nc ia s 73% 27% 74% 26% 22 El océano que queremos: ciencia oceánica inclusiva y transformadora los bioemulsionantes o los exopolisacáridos de origen microbiano también tienen aplicacio- nes en ingeniería (en perforación de rocas) y las sílices derivadas de bacterias, en forma de nuevos biosilicatos con propiedades eléctricas, ópticas y catalíticas únicas, también tienen un gran potencial en la ciencia de nanomateriales (OECD 2013). A pesar de que la mayoría de los antibióticos utilizados actualmente se aislaron de organismos terrestres, se cree que las bacterias y los hongos marinos son fuentes prometedoras para la bioprospección y para nuevos descubri- mientos. Además de la aplicación de subproductos del crecimiento microbiano, podemos destacar el papel de los microbios en la degradación de sus- tancias. Bacterias degradadoras de hidrocarburos como Alcanivorax, Cycloclasticus o Marinobacter se utilizan junto con agentes tensioactivos para la biorremediaciónde los derrames de petróleo en el océano. Se ha demostrado que algunas bacterias son capaces de subsistir solo degradan- do hidrocarburos, y se han encontrado en todos los océanos, incluso en los puntos más profun- dos de la fosa de las Marianas, a 11.000 metros de profundidad. Los compuestos inorgánicos, como el metil-mercurio, son tóxicos para la mayoría de organismos, incluidos los humanos, pero no para muchos microbios. Ya se sabía que las bacterias metanotróficas, que se han especia- lizado en la degradación de sustratos reducidos de un solo carbono en presencia de oxígeno, son capaces de desmetilar y, por tanto, desintoxicar, este compuesto tóxico, pero hemos encontrado una gran diversidad y una amplia distribución de microbios con este potencial genético en el océano profundo. Se está haciendo un esfuerzo para utilizar estas bacterias marinas en la degra- dación de metil-mercurio y en la biorremedia- ción de sedimentos marinos contaminados. Los plásticos se están convirtiendo en uno de los contaminantes más prevalentes en el océano y afectan a los organismos marinos de todo tipo. Pero los plásticos están formados principalmente por hidrocarburos y algunos microbios han de- sarrollado la capacidad de degradar el PET (tere- ftalato de polietileno, un componente principal del plástico), e incluso se ha descrito un aislado, Ideonella sakaiensis, que degrada el PET y lo asimila como fuente única de carbono y energía Figura 2. Una visión general de la presencia y la relevancia de los microbios en el océano (panel superior, izquierda), la recuperación de la biodiversidad marina en cultivo puro (panel superior, derecha) y las aplicaciones biotecnológicas discutidas en el texto a partir de la biomasa, de las secuencias y de los genes de estos microbios marinos. Producción de biomasa Polisacáridos, antibióticos, enzimas Edición genómica Sistemas CRISPRs-Cas9 Procesos de Biorremediación Océano limpio 23 (Yoshida et al. 2016). En un estudio reciente de la expedición Malaspina, hemos observado varias decenas de variantes de esta enzima, que son particularmente abundantes en el océano profundo (Alam et al. en revisión): parece que estas bacterias han evolucionado y se han diver- sificado hace relativamente poco, lo que indi- caría que la contaminación por plásticos se está convirtiendo en una fuente de carbono para los microbios del océano profundo que contribu- yen a eliminar el plástico presente en el medio marino. Las bacterias oceánicas se adaptarían a los contaminantes que nosotros, los humanos, vertemos en el medio marino. Otro gran ejemplo de avance biotecnológico basado en la investigación básica es el descubri- miento de las repeticiones cortas palindrómicas intercaladas regularmente, conocidas como CRISPR. Estas secuencias fueron observadas por Francisco Mojica y colaboradores durante la década de 1990 cuando estudiaban arqueas halófilas en salinas. Mojica acuñó el término CRISPR y sugirió que estaban implicadas en la inmunidad bacteriana contra elementos genéti- cos extraños (Mojica et al. 2005). Los sistemas CRISPR-Cas son sistemas de respuesta inmune adaptativa que protegen los procariotas de los bacteriófagos y otros agentes externos. El sis- tema CRISPR-CAS9 ha sido usado como una herramienta robusta de edición del genoma para eliminar, editar o introducir nuevos genes y re- gular la expresión génica. Este es probablemente el descubrimiento científico más relevante del siglo y con un impacto enorme en la biomedici- na y la biotecnología. Si bien Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier ganaron el premio Nobel de Química en 2020 por desarrollar la tecnología CRISPR de edición del genoma, las primeras observaciones de Mojica fueron esen- ciales y abrieron el camino a los estudios pos- teriores. De nuevo, la investigación básica fue por delante. En un análisis reciente de muestras de la expedición Malaspina hemos identificado nuevas arquitecturas del sistema CRISPR-Cas y nuevas variantes CAS9 provenientes del océano profundo que, tras la validación en organismos modelo, podrían ser aprovechadas en investiga- ciones biológicas, biotecnológicas y aplicaciones clínicas. Aunque los microorganismos tienen mucho menos glamour que otros organismos marinos, como ballenas, tortugas o peces de colores, son esenciales para el funcionamiento del sistema Tierra y representan una fuente inexplotada de enzimas y compuestos que cada vez aparecen en más iniciativas de economía azul (figura 2). Es esencial que se continúe haciendo esfuerzos para determinar la diversidad microbiana y la de sus genes, para aislar bacterias, arqueas, hongos, pequeños protistas y virus, para caracterizar sus genomas y las enzimas y compuestos que produ- cen, y para explorar su potencial biotecnológico, de forma que la gran cantidad de funciones útiles que utilizan para dirigir la biogeoquímica oceánica se utilicen también industrialmente para mejorar la vida humana. Referencias Acinas S. G., Sánchez P., Salazar G. et al. 2021. Deep ocean metagenomes provide insight into the meta- bolic architecture of bathypelagic microbial commu- nities. Comm. Biol. 4. Blasiak R, Jouffray J.B., Wabnitz C.C.C., et al. 2018. Corporate control and global governance of marine genetic resources. Science Advances 4, 6: eaar5237. Falkowski P.G., Fenchel T., Delong E.F. 2008. The microbial engines that drive Earth’s biogeochemical cycles. Science 320: 1034-1039. Locey K. J., Lennon J.T. 2016. Scaling laws predict global microbial diversity. Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 113: 5970-5975. Mojica F.J., Díez-Villaseñor C., García-Martínez J. et al. 2005. Intervening sequences of regularly spaced pro- karyotic repeats derive from foreign genetic elements. J. Mol. Evol. 60: 174-182. OECD. 2013. Marine Biotechnology: Enabling Solutions for Ocean Productivity and Sustainability, OECD Publishing. http://dx.doi.org/10.1787/9789264194243-en Yoshida S., Hiraga K., Takehana T., et al. 2016. A bac- terium that degrades and assimilates poly(ethylene terephthalate). Science 351: 1196-1199. DOI: https://doi.org/10.20350/digitalCSIC/14051 http://dx.doi.org/10.1787/9789264194243-en
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