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Universidad Veracruzana Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias Libra astronómica y filosófica: entre la ciencia y la literatura de los Siglos de Oro Tesis Que para obtener el Grado de Maestro en Literatura Mexicana Presenta Sebastian Heinrich Welke Laborde Director Dr. Marcos Cortés Guadarrama Xalapa, Veracruz, México Diciembre, 2019 2 En la más encumbrada y gloriosa época de Roma, un poco antes de que cayera el poderoso Julio, Inhabitadas quedáronse las tumbas, y envueltos en sus mortajas los muertos aullaron y dieron voces confusas por las calles de Roma; viéronse estrellas de encendidas colas, desastres en el sol, lluvia de sangre, y la húmeda estrella, bajo cuyo influjo se sostiene el imperio de Neptuno padeció eclipse cual si fuera el Día del Juicio. Y parecido anuncio de terribles sucesos, cual precursores que anteceden siempre y prólogo a los hados y a las calamidades que van a acontecer, han mostrado juntos cielo y tierra a este país y a nuestros compatriotas. Shakespeare Hamlet Menos solicitó veloz saeta destinada señal, que mordió aguda; agonal carro por la arena muda no coronó con más silencio meta, que presurosa corre, que secreta, a su fin nuestra edad. A quien lo duda (fiera que sea de razón desnuda) cada Sol repetido es un cometa. Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías en seguir sombras y abrazar engaños. Mal te perdonarán a ti las horas, las horas que limando están los días, los días que royendo están los años. Luis de Góngora y Argote 3 Hay quienes estudian y comentan los calendarios y alegan autoridad en cuanto ocurre. Hablan tanto que por fuerza aciertan y se equivocan. Montaigne Ensayos, Capítulo XI Ellos dicen que los eclipses presagian desgracias, porque las desgracias son ordinarias, de suerte que sucede tan a menudo el mal, que aquéllas ocurren a menudo; si en lugar de eso dijeran que presagian felicidad mentirían a menudo. Ellos no atribuyen la felicidad más que a reencuentros raros en el cielo; así yerran pocas veces en la adivinación. Pascal Pensamientos Yo también soy astrólogo y sé muy bien cuál es el pie de que la astrología cojea y cuáles los fundamentos debilísimos sobre que levantaron su fábrica. Carlos de Sigüenza y Góngora Libra astronómica y filosófica 4 Índice Introducción………………………………………………………………………….……6 CAPÍTULO PRIMERO. Los modelos del mundo y la astronomía-astrología en la Nueva España 1.1 Los tres modelos del mundo……………………………………………………….9 1.2 La corrupción de los cielos: La supernova de 1572 y el cometa de 1577…………………………………………………………………………………..….20 1.3 De heraldos infaustos……………………………………………………………...25 1.4 El Gran Cometa de 1680………………..……………………………………..….30 1.5 La astronomía en la Nueva España…………………………………………..….33 CAPÍTULO SEGUNDO. La hermenéutica del cielo 2.1 Libra Astronómica ante la crítica………………………………………………..…53 2.2 La hermenéutica del cielo en Libra Astronómica………………………………..66 2.2.1 Astrónomos-astrólogos: hermeneutas del cielo……………………………....71 2.2.2 El Barroco en la hermenéutica del cielo……………………………………….75 5 CAPÍTULO TERCERO. Carlos de Sigüenza y Góngora y la lectura del cometa de 1680/81 3.1“Manifiesto filosófico”: política y hermenéutica del cielo…………………..……..79 3.2 La desemantización del cielo………………………………………………..…..112 CONCLUSIONES……………………………………………………………….……...132 ANEXOS………………………………………………………………………...………136 BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………138 6 Introducción La introducción es, emulando a Jorge Luis Borges, aquel rato de la investigación en que el autor es menos autor. Es leyente de un trabajo que realizó a lo largo de rutinarios desvelos y discusiones con fantasmas. La introducción está al inicio de una tesis, pero su tiempo está atado al fin de un ciclo de investigación. Escribir sobre Carlos de Sigüenza y Góngora ha presentado para mí un gran reto y deleite. Su obra Libra astronómica y filosófica me celaba un mundo oculto de oráculos, desastres y cometas maléficos que desconocía. Después de dos años de lectura sobre historia de la astronomía y la medicina, sobre la estética del Barroco y su época, después de revisar diferentes tratados del siglo XVI y XVII del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo, en particular, de la Nueva España, comenzó a aclararse el cielo de Libra astronómica y logré leerlo un poco más con los ojos de la época y pude, en efecto, comprender mejor los documentos astronómicos-astrológicos que surgieron en torno a la aparición del cometa de 1680-1681. Varias ideas que presento en mi investigación encuentran su origen en las lecturas que realicé de los trabajos de Alicia Mayer, Ernesto Priani y Miruna Achim, quienes son de los pocos estudiosos que han examinado el tema de la astrología-astronomía en Libra astronómica y los tratados astronómicos astrológicos que surgieron en torno al cometa, desde una perspectiva que considera tanto la ciencia de la época como el contexto histórico y la estética del Barroco. Cabe destacar que el doctor Marcos Cortés Guadarrama fue quien me inició en la lectura de Libra astronómica y a quien 7 le debo gran parte de mi formación como investigador en el ámbito de la historiografía literaria. Ahora bien, mi investigación tiene una división tripartita. En el capítulo primero, emprendo un recorrido por la historia de la astronomía, desde la Antigua Grecia hasta Newton. Cabe destacar que la literatura y la ciencia están abrazadas desde el inicio de estas teorías que presento. Expongo, al comienzo, los tres modelos del mundo que fueron predominantes en la Historia del Occidente. Hablo, en efecto, del modelo aristotélico-tolemaico, del copernicano y del ticónico. Posteriormente hablo de los cambios que sufre la concepción del cielo a finales del siglo XVI, la simbología con la que se carga a los cometas en la Historia occidental y el contexto histórico del avistamiento del Cometa de 1680-1681. Al no haber encontrado una historia detallada de la astrología-astronomía en México, termino este capítulo con una línea del tiempo sobre ésta en la Nueva España, la cual trazo desde el primer posible documento de astronomía-astrología publicado en estos lares hasta la toma de Sigüenza y Góngora de la cátedra de matemáticas en la Real y Pontificia Universidad de México. Asimismo, expongo aquí el contexto novohispano de la astrología-astronomía del siglo XVII y el ambiente competitivo en el que se situaban estos astrólogos-astrónomos. La estructura del primer capítulo se conforma como un recorrido a través de la historia de la astronomía, iniciando desde la parte propiamente más “científica” para desembocar en la más literaria. En el segundo capítulo, reviso los diferentes trabajos que se han hecho sobre Libra astronómica y finalizo este apartado con una reflexión sobre el encanto literario de algunos postulados científicos que surgieron en torno del avistamiento del 8 cometa de 1681. Propongo, asimismo, que se estudié esta obra de Sigüenza desde una perspectiva literaria, considerándola inserta, por lo tanto, en una hermenéutica del cielo y en el periodo Barroco. En el tercer capítulo, emprendo el análisis de Libra astronómica. He divido en dos apartados este capítulo: a) antes de la afrenta entre Eusebio Kino y Sigüenza -es decir, aquí me enfoco principalmente en el Manifiesto filosófico y en su relación con el contexto social durante el virreinato de don Tomás Antonio de la Cerda-; b) después de la ofensa de Kino –cuando fue escrito Libra astronómica. En la segunda parte expongo las diversas teorías de cometas que yacen en los textos de Sigüenza y Góngora, Eusebio Kino y Salmerón y Castro. Escribo, asimismo, sobre el papel que ha tenido elcometa como recurso literario en la hermenéutica del cielo del periodo Barroco y reflexiono sobre la lectura que realizó Sigüenza del cometa de 1680-1681 y la crítica que efectúa sobre las diversas teorías que existían en su época. En la conclusión recapitulo la tesis y enfatizo la importancia de leer Libra astronómica no sólo desde la perspectiva de la historia de la ciencia, sino que, como he mencionado, se debe considerar el contexto político-social en que se circunscribe, es decir, que se puede leer también como una producción literaria propiamente del ámbito astrológico-astronómico novohispano. Xalapa-Enríquez, Veracruz, 25 de junio de 2019 9 CAPÍTULO PRIMERO. Los modelos del mundo y la astronomía-astrología en la Nueva España 1.1 Los tres modelos del mundo Quizá la historia de la astronomía occidental, desde Aristóteles hasta antes de Kepler, es la historia sobre la variación de una obstinada idea: el arduo y constante reajuste de un sistema de esferas y círculos.1 Anaximandro, en el siglo VI a.C., decía que “el universo infinito era una fuente de infinidad de mundos, de los cuales el nuestro era sólo un ejemplo” (North: 2001, p. 52) y que la Tierra era una suerte de disco flotante. Pitágoras decía que “el universo fue producido cuando el cielo inhaló el infinito para formar grupos de números” (p. 53).2 Lactancio aseveraba que la Tierra era plana, pero ya Parménides de Elea, en el siglo V a.C., había dicho que la Tierra era esférica y que el brillo de la luna era producido por el Sol. Esta idea de la esfericidad cautivó la imaginación de los pensadores atenienses del siglo ulterior. 1 En este capítulo, expondré brevemente los tres modelos del universo que, según John D. North, convivían en el siglo XVII. Éstos eran los siguientes: el modelo aristotélico-tolemaico, el copernicano y el ticónico. 2 Los pitagóricos, señala North, proponían un modelo del universo donde los cuerpos celestes giraban alrededor de un fuego central, fuego que no era el Sol. Consideraban, asimismo, la existencia de una Contra- Tierra para explicar el origen de los eclipses. No ves cuán erguidas hacia las estrellas hizo Dios Las cabezas de los hombres y cuán sublimes modeló sus rostros; Mientras a las bestias y al género de los pájaros y a los cuerpos de las fieras Hizo abatirse indistintamente sobre su vientre torpe e inmundo-. Silio Tálico, citado por Carlos de Sigüenza y Góngora en Manifiesto Filosófico De ese punto dependen el cielo y la naturaleza toda. Mira aquel círculo que está más próximo a él, y sabe que su movimiento es tan veloz por el encendido amor que le da impulso. Dante Alighieri 10 Platón la introduce en el libro décimo de la República con el mito de Er y Eudoxio de Cnido la utiliza para explicar su sistema homocéntrico, sistema construido a partir de esferas concéntricas que rodean a la Tierra. El astrónomo de Cnido fue maestro de Polemarco, quien fue a su vez maestro de Calipo, quien fue maestro de Aristóteles. Estos últimos dos discípulos completaron el sistema de Eudoxio, incrementándole el número de esferas concéntricas.3 Cabe aclarar que, desde este subcapítulo hasta el 1.4, ofreceré un estado de la cuestión sobre la literatura astronómica-astrológica desde sus raíces grecolatinas hasta la publicación de Philosopiae naturalis principia mathematica (1687) de Isaac Newton y de las diversas posturas que tuvieron los astrónomos-astrólogos en torno a las apariciones de cometas. Ulteriormente, en el subcapítulo 1.5 aterrizaré las ideas de los subcapítulos anteriores en el contexto de la Nueva España. Esta revisión de las diversas posturas tomadas a lo largo de los siglos será exhaustiva y espero no cansar al lector. Sin embargo, ante la escasa investigación de la literatura astronómica-astrológica en México, se vuelve indispensable trazar una línea que no sólo contextualice los modelos del cosmos predominantes en la Historia del Occidente, de los cuales Sigüenza y Góngora es heredero, sino que perfile el contexto de la astronomía-astrología en la Nueva España. Las ideas que prevalecían durante el periodo novohispano, la postura de los astrónomos- astrólogos de la Nueva España, la literatura que consumían éstos, el lugar que 3 Las esferas concéntricas, señala Allen G. Debus, eran utilizadas para explicar la rotación diurna de las estrellas y los movimientos de la Luna, el Sol y las estrellas. Mientras el esquema de Eudoxio tenía 26 esferas, el de Calipo constaba de 33 y el de Aristóteles de 55. Para una explicación detallada acerca de las esferas transportadoras, las transportadas y contra-actuantes, véase Historia Fontana… de North, p. 64-68. 11 ocupaban en la sociedad, serán algunos de los aspectos que se revisarán en este apartado. Estos capítulos que he presentado brevemente son fundamentales para entender la propuesta hecha por Sigüenza y Góngora en Libra astronómica y filosófica, obra que se debe a una tradición de gran interés para la filología. Espero que este primer capítulo permita no sólo esclarecer algunos aspectos de la astronomía-astrología en Libra…, sino en los estudios posteriores que se hagan de la literatura astronómica-astrológica de la Nueva España y que abra un debate en torno a la literatura de este tipo, que ha sido leída por mucho tiempo desde una perspectiva reduccionista, la cual ha considerado este tipo de textos sólo como documentos de carácter científico. Cabe señalar que en Alemania y Francia existe una perspectiva de investigación que estudia los textos astronómicos-astrológicos de la Edad Media, Renacimiento y Barroco considerando los aspectos literarios que hay en estos documentos, pues la división entre ciencia y literatura es algo que sucede posteriormente, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Es un error considerar que estos textos son puramente científicos o puramente literarios; mas bien, son una quimera en donde la Historia, la literatura, el folclor, la mitología, la filosofía, los avances científicos se entremezclan para formar un todo, el cual trataba de explicar, en gran parte por medio de la imaginación, el mundo en estos siglos. El astrónomo-astrólogo desarrollaba, en efecto, una serie de imaginerías que se explicaban por los parámetros de esta misma literatura astronómica y no necesariamente por la realidad. 12 Ahora bien, ¿cómo era el universo que concibió Aristóteles? Imaginemos una serie de esferas concéntricas y sólidas, una dentro de otra -como si fuesen las capas de una cebolla-, hasta llegar a un centro inmóvil, el cual es la Tierra. No son los planetas los que se mueven alrededor de ésta, sino las esferas que transportan a aquéllos. Es decir, cada esfera concéntrica tenía, por decirlo de una manera, planetas adheridos a su superficie, los cuales eran transportados por el movimiento circular de éstas. Aristóteles dividía el cosmos en dos regiones: la supralunar y la sublunar. La primera comprendía los cuerpos celestes, que estaban compuestos por el quinto elemento: el éter.4 La segunda región estaba compuesta por los cuatro elementos: Tierra, agua, aire y fuego. La primera región es perfecta e inmutable; la segunda, imperfecta y mutable. En la primera región los movimientos son circulares; en la segunda son hacia arriba o hacia abajo. En Acerca del cielo, Aristóteles escribe: De modo que ni ahora hay múltiples cielos ni los hubo ni es posible que los llegue a haber, sino que este cielo es uno, único y perfecto. Está claro, a la vez, que no existe lugar ni vacío ni tiempo fuera del cielo. Pues en todo lugar puede llegar a haber algún cuerpo; el vacío, por otro lado, dicen que es aquello en lo que no hay ningún cuerpo pero puede llegar a haberlo; yel tiempo es el número del movimiento: y no hay movimiento sin cuerpo natural. Ahora bien, se acaba de demostrar que fuera del cielo no existe ni puede generarse cuerpo alguno. Luego es evidente que fuera 〈del universo〉 no hay lugar ni vacío ni tiempo. 4 Para Platón, refiere North, las estrellas eran dioses visibles a los que un Ser Supremo les había dado vida. Esta concepción fue muy influyente en el pensamiento cristiano. Aristóteles, asimismo, defendió la divinidad de las estrellas. Los babilonios (“caldeos”) afirmaban que podían pronosticar fenómenos meteorológicos a partir de los signos del cielo, así como el destino de las naciones y los individuos. 13 Por eso las cosas de allá 〈arriba〉 no están por su naturaleza en un lugar, ni el tiempo las hace envejecer, ni hay cambio alguno en ninguna de las cosas situadas sobre la traslación más externa, sino que, llevando, inalterables e impasibles, la más noble y autosuficiente de las vidas, existen toda la duración 〈del mundo). (Aristóteles: 1996, p. 88) El cielo es, por lo tanto, uno, único y perfecto.5 La teoría de Aristóteles, señala North, es “la explicación mecanicista de un universo formado por capas con diversas funciones” (North, p. 68), donde los movimientos se postulan en términos de una física de causa y efecto. ¿Cuál es, entonces, el principio de todo movimiento? Aristóteles dice: “Y es suficiente que haya un único moviente, el primero de los inmóviles, que al ser eterno será para todas las demás cosas el principio de movimiento” (Aristóteles: 2014, p. 271). En efecto, el primer motor, autónomo y eterno, transmite su movimiento circular perpetuo a las esferas inferiores. Indica North que Aristóteles da a entender que cada movimiento de tipo “eudoxiano” tiene su propio primer motor, “así que habría 55 (o 47) de ellos, a los cuales finalmente aceptó como dioses” (North, p. 69). Ciertos glosadores, en la Antigüedad tardía y en la Edad Media, consideraron aberrante e intolerable la idea y decidieron sustituir la palabra “dioses” por “inteligencias” o “ángeles”.6 Sin embargo, el sistema aristotélico, indica Allen G. Debus, en El hombre y la naturaleza en el Renacimiento, no explicaba la variación de distancias que tenían periódicamente el Sol, la Luna y las estrellas con respecto a la Tierra, pues variaban 5 En Metafísica de Aristóteles se encuentran los aspectos técnicos del sistema de esferas concéntricas. 6 En la Divina Comedia, en el canto vigesimoctavo de “El paraíso”, Dante habla sobre el noveno cielo: “Este círculo, pues, que lleva consigo los más sublimes del universo, corresponde a aquel en que más se ama y se sabe más; por lo que si aplicas tu medida a la virtud, no a la extensión de las sustancias que se te ofrecen en esa forma de círculos, verás una admirable conformidad entre las inteligencias de cada cielo” (Dante 1982, p. 476). 14 su brillo y sus dimensiones ante el ojo de quien los observaba. Los astrónomos alejandrinos (especialmente Apolonio e Hiparco), en los siglos II y III a.C., “refundieron los datos disponibles en un nuevo sistema” (Debus: 1985, p. 140). Posteriormente, Claudio Ptolomeo (siglo II a.C.) revisó y amplió este sistema configurando así un sistema astronómico complejo, matemático -mas no del todo preciso-, que podía predecir y explicar con bastante exactitud los movimientos celestes.7 Debus explica algunas de las precisiones que realizó Ptolomeo al modelo de las esferas concéntricas: La astronomía de Ptolomeo conservaba las antiguas esferas, pero añadía una serie de círculos (preservando así el movimiento “perfecto” de los cielos) para explicar con mayor precisión los fenómenos observados. En el caso más simple un planeta podía localizarse en un círculo deferente o mayor -si parecía moverse alrededor de la Tierra con perfecta circularidad. Sin embargo, semejante perfección -salvo en lo que se refería a las estrellas- no existía. En vista de ello se introdujo otra serie de círculos. El epiciclo, con su centro situado en la circunferencia del deferente, giraba mientras avanzaba con el movimiento del deferente. Este movimiento dual explicaba tanto las variaciones aparentes de las distancias como las retrogresiones planetarias. Otras irregularidades obligaron a Ptolomeo a situar a la Tierra a cierta distancia del Sol y a utilizar círculos excéntricos (“fuera del centro”) y círculos ecuantes. Con la ayuda de estos últimos se explicaban los aparentes cambios de velocidades de los planetas. (Debus, p. 142). Alrededor del año 850 d.C., según North, el esquema tolemaico, a través de un resumen del Almagesto escrito por Al-Farghani, se convirtió en una materia 7 El modelo tolemaico está expuesto en el libro Almagesto, libro que tuvo como seguidores a la mayor parte de los astrónomos del mundo islámico y el occidental hasta el siglo XVII, según indica Allen G. Debus. Su catálogo de 1022 estrellas en las 48 constelaciones proporcionó un marco de trabajo para abordar gran parte de los temas astronómicos de la época. 15 estándar del plan de estudios de las universidades de la Edad Media europea. Asimismo, el Tetrabiblos de Tolomeo entró a la conciencia europea a través del Islam.8 En Astrología y astronomía en el Renacimiento¸ Juan Vernet indica que el Almagesto fue sumamente importante para la formación de Copérnico: la lectura del De revolutionibus prueba que Copérnico dominaba a la perfección todos los métodos matemáticos utilizados por Tolomeo, lo cual implica una lectura muy atenta y una larga meditación del Almagesto. Es más: la mayoría de las observaciones de la Antigüedad que conoce y utiliza le han llegado -a él al igual que a los autores medievales- a través de dicho libro. (Vernet: 2000, p. 71). Si leemos atentamente el título De revolutionibus orbium coelestium libri sex observamos, como bien señala Vernet, que la obra trata del movimiento de las esferas celestes y no del desplazamiento de los planetas, pues éstos, para el astrónomo polaco eran transportados por aquéllas. A diferencia de lo que generalmente se ha dicho sobre el sistema copernicano, que es heliocéntrico, Debus, Vernet y North abundan en que se trata más bien de un sistema “heliostático”. Asimismo, Copérnico no situó el Sol exactamente en el centro. El modelo copernicano atentaba contra el sentido común y el dogma religioso, que durante años había dictado que la Tierra era fija y se encontraba situada en el centro del universo. Tolomeo, según North, consideraba que una Tierra en rotación ocasionaría movimientos tan violentos que “ésta se fragmentaría y se despedazaría 8 North indica que esta obra funcionó como un manual de astrología compartido por pueblos de diversas creencias. Cabe recordar que este arte tiene hondas raíces babilonias: los griegos “cuando utilizaban ideas tomadas de Egipto, en realidad estaban utilizando materiales de segunda mano que originalmente provenían de Babilonia” (North, p. 97). Aunque la astrología, con el ascenso del cristianismo, fue reprimida, “se convirtió en una actividad aceptada en la Europa cristiana hasta los días presentes” (p. 97). 16 a través de los cielos” (North, p. 219). Sin embargo, Copérnico indicaba que, debido a la estabilidad de la esfera celeste, esto no podría suceder. Debus resume algunos de los puntos principales del modelo copernicano: En suma, se trataba de una refundición del sistema de Ptolomeo. El Sol, ahora en reposo, estaba cerca (pero realmente no en él) del centro matemático del universo y circundando por los planetas (entre los cuales se consideraba a la Tierra, con su Luna girando en epiciclo) incrustados en sus esferas cristalinas. El sistemaincluía la tradicional esfera de las estrellas fijas. […] [S]i el sistema copernicano conservaba mucha de la complejidad del universo ptolemaico, en cierta medida lo simplificaba. No sólo se eliminaban los círculos ecuantes, sino que también se consideraban superfluos los epiciclos, con los que se explicaba el movimiento retrógrado de los planetas contra el fondo de las estrellas fijas, en forma de rizo, podía explicarse ahora como el resultado de las posiciones y velocidades relativas de la Tierra y los planetas observados. (Debus, p. 156). Aunque el Commentariolus de hypothesibus motuum coelestium a se constitutis¸ obra en la que desarrolla Copérnico primeramente su concepción de un universo heliocéntrico, llevara la palabra “hipótesis” para disimular la realidad física que admitía este astrónomo, los teólogos protestantes no se dejaron engañar. El rechazo al modelo de Copérnico fue feroz. Juan Vernet cita, como ejemplo, un fragmento de Conversaciones de sobremesa de Lutero: “El loco quiere cambiar toda la Astronomía, pero las Sagradas Escrituras muestran que Josué dijo al Sol y no a la Tierra que se parara” (p. 94). La reacción católica, aunque más tardía, no fue menos violenta. Escribe Juan Vernet que la supervivencia del sistema heliocéntrico copernicano, a lo largo de los siglos XVI y XVII, se debió a su contenido matemático más que al ideológico: 17 El De revolutionibus permitía calcular las tablas y los almanaques, tan necesarios a los astrónomos y astrólogos de la época, y, por tanto, debía ser utilizado con tal fin sin entrar en discusiones […] de si Copérnico había expuesto una teoría o se trataba de simples hipótesis (p. 156). Refiere el historiador North que el orden de los planetas nunca había sido establecido de manera concluyente en el pensamiento astronómico. Mercurio y Venus eran los planetas más problemáticos. Mientras Platón los situó encima del Sol, Tolomeo los colocó debajo. En el sistema copernicano, el orden de los planetas alrededor de un Sol estacionario era el siguiente: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno.9 Las doctrinas del De revolutionibus eran conocidas en España desde el momento de su publicación: “Salamanca precedió así a la misma Cracovia en la difusión del sistema heliocéntrico sin sufrir intromisiones ni del poder real ni de la Inquisición” (Vernet, p. 160). Las doctrinas del sistema copernicano se aplicaron, desde 1582, al cálculo de efemérides. El director de la Academia de Matemáticas, Juan de Herrera, pidió en 1584 al embajador de Venecia “un lote de libros entre los cuales figuraba el de Copérnico” (p. 160). Incluso, en la cátedra de astrología de la Universidad de Salamanca, indica Vernet, se llegó a estudiar a Copérnico. Sin embargo, en 1616, el Santo Oficio califica a la teoría heliocéntrica de: necia y absurda filosóficamente, y formalmente herética, por cuanto expresamente contradice las doctrinas de las Sagradas Escrituras en muchos puntos, tanto conforme a su sentido literal como conforme a la común exposición e interpretación de los santo Padres y Doctores (Debus, p. 177). 9 Véase Historia Fontana…de North, páginas 218-228, y Astrología y astronomía… de Juan Vernet para una explicación más detallada del sistema copernicano. 18 Semanas después, el De revolutionibus fue enclaustrado en la lista de libros prohibidos; el mismo año, Galileo Galilei fue advertido por el Santo Oficio. En 1642, tras la muerte del astrónomo italiano, el sistema copernicano aún no había sido aceptado. Escribe Juan Vernet que después de la condena de Galileo, tanto la Iglesia católica como las reformadas dificultaron la difusión del nuevo sistema, sistema que sólo podía ser considerado como una hipótesis. Los astrónomos, en consecuencia, tendrían únicamente las siguientes opciones: 1) Someterse a la autoridad eclesiástica y seguir con el sistema geocéntrico; 2) inventar o aceptar otros sistemas que no se opongan a las Sagradas Escrituras; y, 3) defender a ultranza, bien como teoría, bien como hipótesis, el heliocentrismo. Pero todos ellos utilizan, cuando les conviene, los procedimientos de cálculo divulgados por Copérnico (Vernet, p. 166). Ante la acumulación de evidencias durante el siglo XVI y XVII en contra del sistema tolemaico, muchos astrónomos, autores europeos y defensores del geocentrismo encontraron refugio en el sistema ticónico, pues “no sólo no contradecía las Sagradas Escrituras (aunque sí a Aristóteles) sino que facilitaba unos modelos matemáticos capaces de representar muy bien las realidades observadas” (Vernet, p. 167). Tycho Brahe ideó un nuevo sistema donde armonizaba la ciencia y la religión. La defensa del sistema tolemaico y de la física aristotélica se había debilitado: el astrónomo danés había desterrado para siempre el dogma de las esferas cristalinas del sistema aristotélico. Y sin embargo, para sus 19 contemporáneos, según indican North, el mayor logro de Brahe fue dejar a la humanidad en el centro del universo.10 En 1687, tras la publicación de Philosopiae naturalis principia mathematica, Isaac Newton asestó un golpe mortal a las teorías geocéntricas. “El triunfo definitivo del copernicanismo en cada país”, refiere Vernet, “es el de la introducción de los Principia” (Vernet, p. 171). Hacia 1732, en Francia, Maupertius difunde la obra de Newton; en Italia, Capelli lo hará un año después con su obra Astrophianumerica; en España, Jorge Juan, a mediados de siglo, se colocó a la cabeza del movimiento renovador de la astronomía: “El triunfo del sistema copernicano en la Península influyó en la expansión del mismo por Hispanoamérica” (p. 171). A lo largo de la Historia occidental el cosmos sufre de una expansión que irá de lo finito a lo infinito. El avance de la ciencia en los siglos XVI y XVII rompió la parcela celeste trazada por el modelo aristotélico-ptolemaico. Conforme la astronomía-astrología se desarrollaba, Dios se fue alejando cada vez más del centro del mundo hasta quedar, en el modelo de Newton, relegado a su orilla. En el Barroco, en efecto, el hombre se sentirá un ser que yace entre dos abismos infinitos. 10 En el sistema ticónico, la Tierra se encuentra en el centro del mundo, es decir, del universo. El Sol y la Luna giran alrededor de ésta. El Sol, a su vez, está rodeado por las órbitas de los planetas. North señala que Tycho a pesar de sus innovaciones, era en otros aspectos un tradicionalista: su descripción física del universo, aunque liberada de la esfera del fuego, era muy parecida a la de Aristóteles y a la astrología tradicional; estaba convencido en la eficacia de la astro-meteorología; realizó, como muchos otros astrónomos, estudios de los horóscopos de los famosos. 20 1.2 La corrupción de los cielos: La supernova de 1572 y el cometa de 1577 Hay, en la armonía de los cielos, una minúscula disonancia que fascinó y aterrorizó al hombre durante años. La supuesta irregularidad de estas apariciones arremetía directamente contra la perfecta maquinaria aristotélica. El cometa, ornitorrinco de las clasificaciones celestes, causaba dolores de cabeza a los teólogos y astrónomos-astrólogos de la tradición medieval, mientras que, para los de la nueva escuela, era un fuerte argumento que corroboraba la ausencia de las esferas celestes.11 Asimismo, los avances tecnológicos en la astronomía, como la invención del telescopio, permitieron observar fenómenos y detalles que antes eran ignorados por el ojo desnudo del astrónomo, y con ello confirmar la imperfección de los cielos.12 Entre los últimos años del siglo XVI y los albores del XVII, una serie de fenómenos celestes formaron parte del proceso de destrucción de la cosmología aristotélica y medieval. Como señala Víctor NavarroBrotons en su artículo “Las novedades celestes en España entre 1572 y 1618”,13 la referencia a la supernova 11 La tradición medieval sostenía que el cielo estaba dividido en 10 esferas. La tierra era inmóvil y ocupaba el centro del universo. En torno giran nueve esferas concéntricas. Las primeras siete son los cielos planetarios. La octava era denominada como la “esfera de las estrellas fijas”; en la novena se encontraba el Primer móvil y, más allá, en la décima, estaba el Empíreo. 12 Refiere North que se ha atribuido la invención del telescopio a diversos académicos del siglo XVII, tales como Giambattista de la Porta, John Dee y Thomas Digges. No obstante, estas afirmaciones carecen de fundamento. Se sabe, por medio de una carta datada el 25 de septiembre de 1608, que en la Provincia de Zelanda, Holanda, había un fabricante de anteojos llamado Hans Leippershey, quien construía este tipo de artefactos. A mediados de julio del año 1609, Galileo se enteró de su existencia y fabricó uno por su cuenta. Si el primer telescopio amplificaba dos o tres veces el cielo, el del astrónomo italiano tenía un poder de amplificación de 20 o 30. Con el nuevo aparato, Galileo observó los valles y montañas de la Luna y las manchas del Sol. Esto le permitió argumentar a favor de la corruptibilidad de los cielos. 13 El artículo de Víctor Navarro Brotons se encuentra en el libro Novas y cometas entre 1572 y 1618. Revolución cosmológica y renovación política y religiosa, cuyo compilador es Miguel Ángel Granada. 21 de 1572 se ha vuelto ya un clásico en la historia de la astronomía moderna. Para dar un contexto general de las posturas que había en el ámbito astronómico- astrológico, presento una breve y modesta relación de algunas observaciones realizadas en 1572 y en 1577. Cuando Tycho Brahe regresaba de su laboratorio de alquimia en Dinamarca, el 11 de noviembre de 1572, descubrió una nueva estrella en la constelación de Casiopea. Durante meses, midió y registró sus variaciones de brillo y color, hasta que la supernova se apagó. Escribe G. Debus que el astrónomo danés intentó determinar su paralaje, pero no lo obtuvo. Por lo tanto, este astro debía hallarse a una enorme distancia respecto a la Tierra. En efecto, se encontraba en la región supralunar y no sublunar como indicaban los postulados aristotélicos. A este fenómeno se le adhirió la aparición del cometa de 1577, visto también por Tycho Brahe, quien determinó que estaba más allá de la órbita de Venus. Su observación sobre la nova y el cometa lo llevaron a descartar la incorruptibilidad de los cielos y la existencia de las esferas aristotélicas. Tanto la nova como el cometa fueron vistos por innumerables astrónomos. Había dos grandes posturas: una sostenía que se habían originado en la región sublunar; otra que se habían originado en la supralunar. La última afirmación no sólo atentaba contra el modelo tolemaico-aristotélico, sino contra la misma concepción católica del cielo, pues éste era inmutable, único y perfecto, mientras que los cometas eran fenómenos imperfectos, producidos por exhalaciones marinas 22 y provenientes, por lo tanto, de la región sublunar. Aristóteles explica la generación de los cometas en Meteoros:14 Así, pues, cuando a causa del movimiento superior un principio ígneo entra en 〈un grado de〉 condensación tal, pero no tan excesivamente grande como para consumirse casi todo enseguida ni tan débil como para extinguirse rápidamente, sino lo bastante grande y 〈presente〉 en la mayor parte 〈de la región〉, y coincide que al mismo tiempo asciende desde abajo una exhalación lo bastante fuerte, 〈entonces〉 se forma ese astro con cabellera según la forma que venga a adquirir la 〈masa〉 exhalada; pues cuando 〈se extiende〉 igual por todas partes, 〈el astro〉 se llama cometa, pero cuando 〈se extiende solo〉 en longitud, se llama 〈astro〉 con barba (Aristóteles: 1996, p. 268) En España, el astrónomo, matemático, geógrafo y helenista, Jerónimo de Muñoz, científico de enorme importancia para la península ibérica del siglo XVI, observó también la supernova de 1572. Que las ideas de Muñoz eran antiaristotélicas, desde antes de este impresionante avistamiento, queda demostrado en sus manuscritos.15 Escribe Navarro Brotons que Muñoz, en Utrum sint plures orbes celestes necne. Questio prima (hacia 1569-1570), expone una serie de testimonios y argumentos que arremetía contra el agrietado cristal de las esferas celestes. Uno de los argumentos se basa en los cometas: “dice Muñoz que estos, como han observado muchos autores, tienen una paralaje inferior a la Luna y dado que se engendran en el aire, 14 Cabe destacar el título del libro de Aristóteles, pues el significado etimológico de “meteoro”, “que está en el aire” -es decir, fenómenos meteorológicos-, nos da una noción general de la idea que tenía el filósofo estagirita sobre los cometas. 15 Véase en “Las novedades celestes de España entre 1572 y 1618” de Víctor Navarro Brotons. Este investigador señala que las ideas de Muñoz se pueden calificar afines a la tradición estoica. 23 este debe extenderse más allá de ella” (Granada 2012, p. 20).16 Por lo tanto, los cometas son cuerpos celestes. “Y sobre este tema, Muñoz insistió en que no había que dar crédito a Aristóteles, sino a los matemáticos, que estaban más capacitados para considerar el asunto con argumentos sólidos” (p. 19). Al astrónomo y matemático valenciano, indica Navarro Brotons, le debemos el mejor estudio realizado en España de la supernova de 1572 y uno de los más importantes de toda Europa.17 El catedrático y teólogo barcelonés Micó, en Diario y juicio del grande cometa¸ expone sus observaciones sobre el cometa de 1577. Considera que el cielo de los astros se compone de orbes contiguos y que, por lo tanto, el cometa los rompería si pasara por ellos.18 Rechaza, asimismo, la idea del vacío entre las esferas.19 El cometa se originó, por lo tanto, entre la esfera de fuego y el orbe lunar. El médico aragonés Francisco Fernández Raxo estudia el cometa de 1577 desde una perspectiva aristotélica, es decir, considera a los cometas como productos de exhalaciones terrestres y por lo tanto sublunares. El dominico Juan de Victoria abunda en la misma idea de Raxo. No obstante, comenta que algunos cometas se 16 Señala Brótons que Hagecius le proporcionó a Tycho Brahe las carta sobre la supernova de Jerónimo de Muñoz. Vernet comenta que Tycho Brahe, en varias de sus obras, citaba con elogio y admiración al astrónomo valenciano. 17 Señala Navarro Brotons que Muñoz concluyó que la nova se trataba de un cometa de naturaleza y origen celeste. Clasificarlo como cometa implicaba considerar el génesis de este fenómeno en términos de causas naturales. Esto formaba parte de la herencia astrológica. Por otro lado, los autores que consideraron este fenómeno como una estrella recurrieron a la idea de la omnipotencia divina, es decir, el surgimiento de la estrella se consideraba como un milagro. En la página 19 del mismo artículo, Navarro Brotons sintetiza el modelo cósmico de Muñoz. 18 Los ejemplos que expongo son tomados del artículo de Navarro Brotons. 19 La idea del vacío horrorizaba a los astrónomos del siglo XVI y XVII. Este rechazo respondía a la herencia del filósofo estagirita, quien no concebía la idea del vacío. Cabe recordar que el mundo, es decir, el universo, era un conjunto de esferas sólidas sobrepuestas. Ante el terror al vacío, Tycho Brahe, principal destructor de las esferas, llegó a colocar cometas entre planeta y planeta de manera casi impulsiva. 24 engendran en el cielo y que éste no es totalmente incorruptible ni ingenerable. Éstos son sólo algunos de los tantos ejemplos que hay en los debates suscitadospor la supernova de 1572 y el cometa de 1577. Aunque entre 1572 y 1618 muchos fueron los astrónomos españoles que defendieron la tradición aristotélica y atacaron las ideas defendidas por Jerónimo de Muñoz, sus discípulos, que ocuparon cátedras en Salamanca, Alcalá y Sevilla, continuaron las ideas del astrónomo valenciano. Por esos años, Kepler defendía el heliocentrismo de Copérnico y destruyó los rezagos de una larga herencia de círculos, pues indicaba el astrónomo alemán que las órbitas de los planetas eran elípticas. Sin embargo, fuera del medio académico, había una gran exaltación en el espíritu y ánimo de la población europea. Catástrofes naturales, enfermedades y guerras habían desatado las quimeras en la población. 25 Satan stood Unterrified, and as a Comet burned That fired the length of Ophiuchus huge In th’ arctic sky, and from its horrid hair, Shakes pestilence and war. John Milton 1.3 De heraldos infaustos . En el Tapiz de Bayeux se encuentra una imagen donde seis personas miran con pavor un objeto en el cielo. Es el cometa Halley. Del lado derecho aparece el rey Harold sobre su trono. Arriba, junto a la ancha cauda del cometa, resaltan las palabras “Isti mirant Stella”. Howard Robinson señala que Odericus Vitalis en su Ecclesiastical History of England and Normandy escribe que el cometa de 1066 fue un signo de mal augurio. Lo fue, al menos, para Inglaterra.20 El carácter irregular de los cometas y su asociación a infaustos eventos históricos, que coincidían con su aparición, fueron cargando de un significado negativo a los visitantes celestes. Surgió, en efecto, toda una literatura del miedo inspirada en los astros.21 Algunos creían que los cometas eran heraldos de 20 El Tapiz de Bayeux, bordado a finales del siglo XI, registra los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra. 21 Resulta interesante ver cómo el temor a las estrellas y cometas se ha enraizado en la palabra “desastre”, cuya etimología proviene del occitano “desastre” que viene del prefijo latino “dis” y la palabra “astrum”. Por otro lado, la palabra “cometa” proviene del griego “kóme” que significa “cabellera”. De este modo, los cometas son astros con cabellera, la cual, ya sea que tuviese un tamaño descomunal o una forma particular perteneciente a alguna de las clasificaciones del tipo de cabellera comética, desataba quimeras y temores en 26 infortunios; otros, que eran los causantes mismos del mal. Basta sólo con revisar algunos ejemplos de estas fatídicas coincidencias: Refieren Howard Robinson y Elías Trabulse que en la Ilíada la guerra y la caída de Troya fueron anunciadas por una “errática estrella” y que un cometa con cauda de cuerno apareció el año en el que Jerjes invadió Grecia; que el cometa de 1348 arrastró consigo la Muerte Negra, y el de 1453 prologó la caída de Constantinopla; que la muerte de Carlos V fue anunciada por un cometa en 1556; que la estrella volante de 1618 inauguró la Guerra de los Treinta Años.22 Los cometas, por lo tanto, han sido cómplices infundados de muertes de príncipes, caídos de reinos, derramamientos de sangre, pestes, terremotos, enfermedades y hambres. Los prejuicios y las fatídicas coincidencias fueron labrando durante años el carácter maldito de los visitantes celestes y, en consecuencia, la espesa superstición cometaria del siglo XVII. Los cometas son, en efecto, símbolo de una narrativa del desastre.23 Este siglo, asimismo, fue particularmente fértil en avistamientos de cometas. El cometa Halley, longevo testigo de atrocidades, lo visitó dos veces: primero, en 1607, cuya aparición observó Kepler; después, en 1682, examinado por Edmund Halley. El cielo fue surcado por otros cometas en 1604, 1618, 1652, 1661, 1665, y cada uno de éstos presenció enormes catástrofes que cicatrizaron en el alterado las mentes de los astrónomos-astrólogos y la población en general de la Edad Media, Renacimiento y Siglos de Oro. 22 En Alemania, la fiebre apocalíptica fue enorme. Hay una canción protestante suiza del mismo año que registra el pavor de la época. Ésta se llegó a cantar en las escuelas alemanas: “Hay ocho cosas que trae un cometa,/ Cuando se encuentra en las alturas desata una tremenda furia;/ Aire, hambruna, plaga y muerte de reyes;/ Guerra, terremoto, inundaciones y atrocidades.” La traducción es mía. 23 En el soneto “De la brevedad engañosa de la vida” de Luis de Góngora, por ejemplo, la figura del cometa es precisamente símbolo de un mal presagio. 27 espíritu de la época. Cabe destacar los tres cometas de 1618, que, como he mencionado, fueron el sanguinario prólogo de la Guerra de los Treinta Años. Ante la admiración cometaria, nace el impulso de registrar y describir estos fenómenos. Señala Howard Robinson, en The Great Comet of 1680: A Study in the History of Rationalism, que a finales del siglo XV aparecen algunas evidencias de este tipo de actividad. Sin embargo, es en el siglo XVII cuando la literatura astronómica-astrológica alcanza un gran auge.24 La astrología judiciaria y la astronomía matemática eran prácticamente dos caras de la misma moneda. No había astrónomo de la primera mitad de siglo que no volteara hacia la astrología. Preocupados por el devenir del hombre, los astrólogos derramaron ríos de tinta para leer los cielos y descifrar el oculto significado de estos ígneos mensajeros. Proliferaron libros de astrología y, en la mayoría de estos, había una sección dedicada al estudio de los cometas. Grandes ejemplos de este tipo de publicaciones son el Speculum (1661) de Weigel, y El Theatrum cometicum (1667) de Lubienietsky. Ambas obras reúnen un extenso catálogo de cometas y sus pronósticos.25 En el siglo XVII, la interpretación cometaria es altamente desarrollada y sus hermeneutas, incluyendo a grandes astrónomos como Tycho Brahe y Kepler, usaban métodos de la astrología judiciaria para desentrañar los significados de estos portentos: 24 En “Presentación” del libro Novas y cometas: Entre 1572 y 1618, Miguel A. Granada comenta que los tres cometas de 1618 suscitaron una nueva oleada de escritos e interpretaciones justo en el momento en que estallaba la Guerra de los Treinta Años. 25 Señala Robinson que Lubienietsky enlista la aparición de 404 cometas antes del año de 1600 y, prácticamente, cada uno está relacionado con alguna desgracia acontecida a la humanidad. 28 Even the greatest of the astronomers were not yet free from astrological learnings. Tycho Brahe took the horoscope of the emperor Rudolph II. Indeed, the ruler had astrologers and alchemist around him constantly. The apparition of Halley’s Comet in 1607 greatly terrified him. Kepler was enough of an astrologer to go even as far as to take the horoscope of the last Comet of 1618 (Robinson: 1916, p. 13). Elías Trabulse, en Ciencia y religión en el siglo XVII, profundiza en este punto. Escribe que eruditos como Causino, Vossius, Dietrich, Beutel, Torreblanca, Kircher, Lubienetzky, entre otros, intentaron adaptar los supuestos de la astrología judiciaria a la astrología cometaria. Mientras la primera trataba sobre los movimientos regulares de los planetas, el Sol y la Luna, la segunda se encargaba de los movimientos irregulares e impredecibles de los cometas: Una nueva reglamentación y codificación astrológica logró establecer las relaciones entre las características físicas aparentes de los cometas y su posición con respecto a otros cuerpos celestes y los posibles acontecimientos futuros que de ahí se desprenden (Trabulse:, 1974, p. 8).26 El color del cometa indicaba el tipo de desgracia que sobrevendría: si tenía un color saturnal pálido, indica Robinson, adquiría las cualidadesdel planeta Saturno y, en consecuencia, traía plagas; si su apariencia era rojiza, tenía las cualidades bélicas de Marte. Los colores variaban de astrólogo a astrólogo, cuyos ojos, la mayoría de las veces, estaban impregnados de quimeras. La conjunción del cometa con planetas o constelaciones pronosticaba también el tipo de mal por venir: si el cometa aparecía primero cerca de cierto planeta, aquél adquiría cualidades de éste. La relación del cometa respecto a las diferentes constelaciones, especialmente a las doce casas del zodiaco, era también un factor importante que se tomaba en cuenta: 26 Estos métodos tuvieron un gran auge en el siglo XVII, incluso durante sus últimos años. 29 si el cometa cortaba la cabeza de Escorpio, indicaba una gran desgracia; si cortaba el brazo de Virgo, en el que sostenía la gavilla, pronosticaba una mala cosecha. La dirección de la cauda, asimismo, señalaba en qué país o continente ocurrirían las desgracias. Otro rasgo importante era la duración de la visibilidad del cometa. No había, escribe Robinson, un acuerdo en común con respecto a este punto. Sin embargo, muchos astrólogos llegaron a pensar que un día equivalía a un año de influencia y catorce días, a siete años. Se desarrolló, asimismo, un minucioso método comparativo, donde se relacionaban los nuevos cometas con los antiguos: si sus cursos o rasgos eran parecidos, el nuevo cometa era heredero de las desgracias de su antepasado.27 Como se ha podido observar, la literatura astronómica desarrollaba una serie de imaginerías que se explicaban por los parámetros de esta misma literatura y tradición astronómica-astrológica y no necesariamente por la realidad. Por ello, estas imaginerías se pueden adscribir a la categoría de lo maravilloso, pues se adhieren a un mundo que se explica a partir de sus propias reglas, tal y como lo hacen narraciones maravillosas del Mundo Clásico, de la Edad Media, del Renacimiento y del Barroco. 27 Una variante, escribe Trabulse, “fue la de hacer árboles genealógicos cometarios asociados a las diversas dinastías europeas. Se pensaba que con un tipo determinado de cometa se propiciaba la muerte de algún príncipe de determinada casa reinante” (Trabulse, p. 8). 30 1.4 El Gran Cometa de 1680 Cuenta el teólogo e historiador Howard Robinson que el astrónomo y escritor de almanaques Gotffried Kirch fue quien por vez primera vislumbró el gran cometa de 1680. Fue una mañana del catorce de noviembre, cuando el astrónomo alemán, mientras observaba la Luna y Marte, se percató de esta aparición. Después de que el cometa hubo rodeado el Sol y desaparecido por el intervalo de algunos días, regresó nuevamente a la vista de sus espectadores. Ahora, contaba con una larga, maravillosa e ígnea cabellera que reverberó en los abiertos y atónitos ojos del europeo y americano. Apareció, primeramente, en el signo de Leo; después, dejó de verse en Perseo. Señala Robinson que muchos astrónomos, incluido Kirch, pensaron que se trataba de dos cometas distintos: uno visto en noviembre; otro en diciembre. Sin embargo, la órbita indica que era el mismo fenómeno.28 Un espeso aire de superstición asediaba la Europa del siglo XVII. Refiere Benjamin Gerlach, según Robinson, que la mayoría de la gente, especialmente en los países protestantes, le tenía más miedo al cometa que a Dios.29 Guerras, plagas, terremotos, gélidos inviernos, inundaciones, concordancias con rasgos de pretéritos cometas, bolas de fuego y otros infortunios exaltaron la malevolencia del heraldo 28 Diferentes fueron los nombres que recibió este cometa de enorme cauda. Se le conoce como el Cometa de Kirch, el Gran Cometa de 1680, Heaven’s charriot, Cometa de Newton, entre otros. Actualmente, en el medio científico, lleva el nombre de C/1680 V1. 29 Hay una medalla-amuleto, según Robert S. McIvor, que fue acuñada en 1681 en Alemania, cuyo anverso lleva en relieve la figura del cometa sobre un fondo estrellado y registra, en la parte inferior, la fecha en que fue visto; su reverso tiene la siguiente rima: “Der Stern droht Boese Sachen. Trau nur! Gott wirds wol machen”. He realizado la siguiente traducción: “La estrella amenaza cosas fatales. ¡Confía solamente! Dios traerá el bien”. 31 infausto. Y sin embargo, el portento que confirmó irrevocablemente la malignidad del cometa de 1680 fue un huevo descubierto en Roma, en cuyo cascarón reverberaban las amenazantes barbas del astro. Las cartas llegaron a Francia y Alemania, describiendo el maravilloso suceso. Asimismo, numerosos panfletos, una de las varias materialidades textuales por donde corría esta literatura, con imágenes de la gallina y el huevo fueron difundidos en el país teutón.30 Escribe Robinson que éste no fue el primer huevo con bajorrelieve de portento, pues en 1678 una gallina de Montpellier había puesto uno cuyo cascarón llevaba las sílabas “ou, pa, re, ma, ne, pa”. Cuenta el historiador estadounidense que el astrólogo Kostradamy interpretó el gallináceo mensaje del modo siguiente: “ova parturito, regnum manebit pacificum” (Robinson, p. 28). La concordancia entre huevos y cometas, en Europa, fue un tópico recurrente.31 Nunca en la historia habían corrido tantos ríos de tinta en torno a un cometa. El año de 1681 presenció un desbordamiento de escritos y la disputa entre razón y superstición. Se publicaron textos a favor y en contra de la superstición cometaria, se imprimieron numerosos folletos, se reimprimieron obras como las de Weigel y Lubienetzky: France saw some of its ablest writers turn to the subject. England, America, Italy, Spain, Holland, all made their contributions […] the struggle between the two diametrically opposed views, the theological-astrological on the one hand, and the 30 Cabe mencionar que este tipo literatura se expresaba no sólo en panfletos, sino en cartas, tratados, diálogos, entre otros, todos adscritos a los géneros menores del canon literario. El panfleto corría de mano en mano pregonando todo tipo de calamidades y monstruosidades, como malformaciones de fetos humanos o de animales, cometas con forma de espada, barbados o crinitos, etc. En este tipo de formato escribió, por ejemplo, parte de su literatura médica, especialmente sobre las monstruosidades y los prodigios, uno de los más importantes cirujanos del siglo XVI: Ambroise Paré. 31 Consultar las figuras A y B en la parte de anexos de esta investigación. 32 philosophical and scientific on the other, engaged in keen combat. With the attack of the philosophers and scientists at this time begins the rapid break-up of the superstition in intellectual circles (Robinson, p. 29). Cabe destacar que en 1680, según Elías Trabulse, entre el ámbito intelectual europeo, los cometas habían sido despojados de su carácter maligno. Sin embargo, éste no era el caso en la Nueva España. Aunque gran parte de los dedicados a la observación celeste pertenecían al paradigma medieval, hubo excepciones como el matemático Diego Rodríguez y don Carlos de Sigüenza y Góngora. Temerosa ante la aparición del cometa, la virreina María Luisa de Gonzaga Manrique de Lara buscó consejo del polígrafo mexicano, quien le dedica su Manifiesto filosófico. La tarea principal de este folleto fue la de quitar el carácter monstruoso de los cometas y demostrar que no eran ni mensajeros de males ni causa de ellos. Manifiesto filosófico desató críticas contra Sigüenza. Los opositores del polígrafo mexicano fueron Josef Escobar Salmerón y Castro, Martín de la Torre y el padre Eusebio Kino, jesuita bávaro que había llegado de misionero a la Nueva España. Libra astronómica es la obra con que Sigüenza pesay critica los argumentos de los opositores y, principalmente, del jesuita de origen bávaro, quien defendía la tesis de que los cometas eran mensajeros de infortunios. Refiere Cristina Beatriz Fernández que Sigüenza no quiso sacar a luz esta respuesta contra el padre Kino, aun cuando tenía el permiso de publicación. Y es que el polígrafo mexicano evitaba enfrentarse a este miembro prestigioso de la Compañía de Jesús. Sin embargo, su editor, Sebastián de Guzmán y Córdoba, ante la visita de otro cometa en 1689, aprovecha para publicar, en 1690, Libra astronómica. 33 1.5 La astronomía en la Nueva España En 1539 llegó la imprenta a la Nueva España. Fray Juan de Zumárraga fue su signatario y Juan Pablos su ejecutor. Gracias al primero se abrió la universidad por mandato real (1551-1553), la cual obtuvo su carácter pontificio años después.32 En ésta hubo facultad de leyes, teología, medicina y artes o filosofía. El toledano Alonso Gutiérrez, instruido en gramática y retórica por la universidad de Alcalá y en teología y filosofía por Salamanca, tomó el hábito en Veracruz y se volvió agustino. De ahí, como bien se sabe, adoptó el nombre de fray Alonso de la Veracruz. Fue uno de los primeros catedráticos de la Real Universidad de México y editó, según Beuchot, el primer curso filosófico del Nuevo Mundo para enseñar a sus estudiantes conocimientos de lógica y física. Dentro de ese curso, se encontraba el libro Physica Speculatio, obra que nació en la imprenta de Juan Pablos, en el año de 1557. El De Caelo o Libro del Cielo, una de las partes del Physica Speculatio de fray Alonso, puede clasificarse como una obra de astrología y cosmografía, “lo que ahora denominamos astronomía y geografía” (Beuchot 2012, p. 13). Indagué en Bibliografía mexicana del siglo XVI de Joaquín García Icazbalceta y no hallé una publicación más antigua relacionada con esta ciencia. Es muy probable que el Libro del Cielo haya sido la primera obra de astronomía publicada en la Nueva España. En el Libro del Cielo, Fray Alonso aborda en quince especulaciones los temas que había tratado Aristóteles en Sobre el cielo (también conocido como De Caelo). Sin embargo, destaca Mauricio Beuchot que el catedrático de teología no 32 Mauricio Beuchot Puente. Fray Alonso de la Veracruz. México: UNAM, 2012, p. 11. 34 se reduce a comentar solamente el texto del estagirita, sino que aborda temas nuevos, como aspectos de la geografía relacionados con los recientes descubrimientos. Resumo, ahora, algunos puntos que señala Mauricio Beuchot sobre el libro de Fray Alonso de la Veracruz: a) el agustino indica que el universo- mundo es uno y perfecto, el Nuevo Mundo forma parte de éste, el fin último del universo es Dios y el mediato es el hombre; b) el cielo no consta de los cuatro elementos, sino que es un quinto elemento, pero aún así es materia y forma; c) el cielo no se mueve por su forma, sino que lo mueve el ángel o inteligencia que Dios le asignó para ello;33 d) el cuerpo simple puede tener varios movimientos, pero al cielo le pertenece el circular, el cual es perpetuo sólo en potencia;34 e) hay tantas inteligencias (ángeles) cuantos orbes o cielos; f) la Tierra y el cielo son esféricos; g) combate la idea tolemaica “de que hay zonas deshabitadas por ser antípodas de los europeos, ya que los descubrimientos recientes las han mostrado habitadas” (p. 16); h) comenta que en la Nueva España existen los mismos climas que en Europa y llega a decir que es un paraíso terrenal, pues hay frutas todo el año; i) describe los 33 En el Flos sanctorum con sus etimologías, editado por Marcos Cortés Guadarrama, encontramos un ejemplo del diálogo narrativos entre la literatura astronómica y la hagiográfica de la Baja Edad Media: Ca cuenta rabí Mose, muy grand filosofo, que qualqquier cerco de qualquier planeta ha en grueso, e en redondo, tanto espacio quanto podría andar un omne en quinientos años por carrera llana. E ha en longura como tanto en el cielo e la ti[f. 109d]erra, e entre cerco e cerco, otro tanto. E por ende, commo sean siete cielos, segunt dize este filósofo, que de medio de la tierra fasta el seteno cielo de Saturno, que es el sétimo cielo, ay andadura de siete mil e quenientos años si o,ne visquiese para lo andar. Así, enpero que qualquier de los años sea conpuesto de CCC e LXVI días, e el camino de cada día que sea de XL milias, e cada milia de dos mil pasos que de cada día ande su jornada. E aquesto que sea verdat Dios lo sabe, ca él sabe esta medida, que fizo todas las cosas e las fizo por peso o por medida: pues queste fue grant salto que fizo Jhesu Christo de la tierra al cielo. E de aqueste salto, e de todos los otros, dize sant Anbrosio así: “E un salto vino Jhesu en aqueste mundo, del Padre vino en la Virgen, traspasó al pisebre, descendió en Jordán, subió en la cruz, decendió al sepulcro, levantose dél e see a la diestra del padre” (Cortés Guadarrama: 2018; p. 373). 34 A diferencia de Aristóteles, indica Beuchot, Alonso sostiene que, en acto, el movimiento circular del cielo podría ser detenido por algo contrario: “Porque Dios lo ha comenzado en el tiempo y la Escritura dice que cesará” (p. 15). 35 lugares del Nuevo Mundo que se han hallado (desde la península del Labrador, en América del Norte, por el Atlántico, hasta el estrecho de Magallanes y luego por la parte del Pacífico hasta California); j) se pregunta por el número y orden de los cielos y sostiene que hay once cielos (el décimo es el primer móvil y el undécimo, el cielo empíreo); k) el paraíso no se puede hallar en un monte inaccesible y alto, “ya que los españoles han navegado hacia todas partes: norte, sur, oriente y occidente, y en ninguna parte han visto ese lugar” (Beuchot: 2012, p. 19). Aunque Sobre el Cielo de Fray Alonso pertenezca a la tradición aristotélica- ptolemaica, se advierten, para su época, algunos rasgos de la avanzada del arte astronómico, como se ha podido observar en el resumen anterior. Mauricio Beuchot incluso llega a denominarlo como uno de los pioneros de la ciencia en México, pues aprecia “el saber empírico, según lo hemos visto decir en varios lugares, anotando que él mismo lo había comprobado o que se había consultado a los que habían tenido experiencia de ello. Es, por eso, uno de los iniciadores de la ciencia mexicana” (p. 20). El veintiséis de febrero de 1637, a petición de los estudiantes de la Facultad de Medicina, se abre la cátedra de matemáticas y astrología en la Real Universidad de México, quedando al frente de dicha asignatura el padre mercedario fray Diego Rodríguez, quien fue maestro ininterrumpidamente durante más de treinta años.35 La proposición fue la siguiente: 35 Martínez Hernández escribe sobre Rodríguez la siguiente breve biografía: “Nació este sabio fraile en el pueblo de Atitalaquia, actual estado mexicano de Hidalgo, hacia 1596. Su familia era de escasos recursos, lo que no fue impedimento para que mandaran al joven Diego a estudiar a la capital del virreinato, en donde se incorporó a la Orden de la Merced en 1613. Con los mercedarios cursó los estudios que se acostumbraban en 36 En la ciudad de México a veinte y dos días del mes de febrero de mil seis cientos treinta y siete años, en la Universidad Real de la dicha ciudad, en la sala de los actos de ella se juntaron a claustro pleno de consiliarios en virtud de cédula de antediem, dada por el señor Agustín de Barrientos, canónigo de la santa iglesia catedral y rector de la dicha universidad, con su merced de los señores consiliarios, y juntos y congregados en el lugar dicho, habiendo visto lo pedido por el padre presentado fray Diego Rodríguez, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, bachiller enlas facultades de artes y teología por esta Real Universidad y el estatuto de Salamanca, título treinta y tres de las provisiones de las cátedras párrafo once, y el ofrecimiento que hace a esta dicha universidad de leer en ella la cátedra de matemática, y así mismo lo pedido por los cursantes de la Facultad de Medicina, en esta razón y ser como es la dicha cátedra de tanta utilidad y provecho para los dichos cursantes y universidad, dijeron que aceptaban y aceptaron el dicho ofrecimiento en nombre de la dicha Real Universidad y atendiendo a la suficiencia que el dicho padre presentado tiene en la dicha facultad de matemática y a sus grandes letras y partes, le daban licencia para que públicamente lea en la dicha universidad (Martínez Hernández: 2014, p. 316) La apertura de esta cátedra representa un hecho realmente significativo para la ciencia mexicana. Por vez primera, se expusieron en México teorías astronómicas sumamente modernas como las de Copérnico, Kepler, Tycho Brahe y Galileo, entre otras. En palabras de Trabulse: “marca un hito en la historia de la ciencia novohispana. Fue el primer curso que incorporaba a los estudios tradicionales otros de corte totalmente moderno’” (Trabulse: 1984; p. 30). En el siglo XVII, la medicina novohispana se practicaba bajo los dictados de una tradición hipocrática-galénica-arabizante, cuya característica principal es que la dicha provincia. Más tarde, en la Universidad obtuvo los grados de bachiller en artes y teología. Posteriormente, se adentró en el estudio de los números, lo que lo condujo a la cátedra universitaria de matemáticas y astrología” (Martínez Hernández: 2014, p. 325). Por otro lado, escribe Tena Villeda que la cátedra de astrología en la Universidad de Lima fue establecida en 1657, por el virrey Luis Henríquez de Guzmán, Conde de Alva de Aliste. 37 en la Nueva España no echó raíces la verdadera avanzada de la época planteada por Vesalio, quien publica De humani corporis fabrica en el mismo año que Copérnico, y Paré. La medicina en la Nueva España sería arcaizante, basada en las teorías de las principales médicas bajomedievales.36 En ésta, la salud del hombre depende del equilibrio de los cuatro fluidos o humores (la bilis amarilla, la bilis negra, la sangre y la flema). Los factores que podían alterar este equilibrio eran principalmente las condiciones climáticas y ambientales, la actividad del individuo, la dieta y el influjo de los astros.37 Se tenía la creencia de que la posición de los planetas y las estrellas causaban enfermedades, así como ciertas configuraciones planetarias indicaban el procedimiento curativo que se debía usar (la purga, el sangrado o la administración de algunos medicamentos).38 Los médicos novohispanos requerían, por lo tanto, de un conocimiento especializado para estudiar el cielo y, así, tomar algunas decisiones terapéuticas o de diagnóstico: “ese estudio no podía ser llevado a cabo por cualquiera, puesto que para ello era necesario hacer cálculos muy sofisticados y precisos que estaban más allá de la preparación común del médico” (Priani: 2016, p. 64). Esto explica no sólo la relación entre medicina y astrología que existió en la cátedra de matemáticas de la Facultad de Medicina, sino que ésta fuese ocupada no por un médico ni un astrólogo tradicional, sino por un matemático. 36 M. C. Tratado breve de medicina, Iberoamericana/Vervuert, Colección El paraíso en el Nuevo Mundo (en prensa). 37 Ibid. 38 Véase La medicina en La Nueva España, siglos XVI y XVII de Martínez Hernández. El autor explica con detalle la relación entre astronomía y medicina en las páginas 322-330. 38 Asimismo, la denominación “astrología y matemáticas” tenía otra connotación en la Edad Moderna. En La medicina en la Nueva España, Gerardo Martínez Hernández explica que, desde la Edad Media hasta finales del siglo XV, “los estudiantes de artes de las universidades fueron introducidos en el estudio de la filosofía y la física (ciencias naturales) mediante el aprendizaje de las artes liberales del trívium y el quadrivium” (p. 317). El primero agrupaba las disciplinas de la palabra (gramática, lógica y retórica); el segundo, los conocimientos correspondientes a las artes de los números (aritmética, geometría, astronomía y música). Con el correr del tiempo, hubo ciertas variaciones en la clasificación e importancia de estos conocimientos. En el caso del quadrivium, la especialización del estudiante desembocaba en la astronomía.39 Esta disciplina no sólo se convirtió en una herramienta imprescindible para la medicina, sino también para la navegación y la agricultura.40 La corona española tuvo un profundo interés en el estudio de las matemáticas y la astronomía. Martínez Hernández escribe al respecto lo siguiente: En el último tercio del siglo XVI, el rey Felipe II había establecido la Academia de Matemáticas en Madrid. Por su parte, la Casa de Contratación en Sevilla mantuvo una constante atención por el saber matemático y astronómico. En 1552 se estableció en ella una cátedra de navegación, en la cual el conocimiento cosmográfico servía de fundamento teórico al arte de navegar. (Hernández, p. 318). 39 Señala Martínez Hernández que, en el siglo XVI, las universidades hispánicas que enseñaban matemáticas eran Valencia, Salamanca, Alcalá y, a finales de esa centuria, también Sevilla. 40 En los virreinatos americanos fue fundamental su difusión mediante sumarios que permitían la rápida contabilidad del oro y la plata extraídos de las minas. Ejemplo de ello es el Sumario compendioso de las cuentas, de Juan Diez Freyle, de 1556, impreso en la Nueva España. 39 Los siglos XVI y XVII fueron de gran esplendor en los estudios matemáticos y astronómicos de España. Jerónimo Muñoz (1520-1591), quien enseñó en las universidades de Valencia y Salamanca, fue un sobresaliente matemático, astrónomo, geógrafo, topógrafo, helenista y hebraísta. Sus alumnos, Gabriel Serrano, Diego Pérez de Mesa (1563-1632) y Antonio Núñez de Zamora (c. 1565- 1640) continuaron y expandieron los conocimientos de su maestro, tanto en Salamanca, Alcalá, como en la Academia de Matemáticas de Madrid. Si bien en la segunda mitad del siglo XVI la astronomía estaba en estrecha relación, según Martínez Hernández, con las corrientes del humanismo, la cosmografía, la medicina y la filosofía natural, en el siglo XVII hubo un declive en el estudio científico de esos campos. No obstante, durante el siglo XVII existieron grandes astrónomos y matemáticos en España “en cuyos escritos es posible detectar el conocimiento de las nuevas teorías del universo, del movimiento de los planetas y de la bóveda celeste, derivadas de autores como Copérnico, Kepler, Tycho Brahe, Galileo, Nieremberg, etcétera” (p. 322). Algunos de éstos fueron Andrés García Céspedes, Juan Cedillo Díaz, Juan Bautista Vélez, Juan Caramuel, Tomás Vicente Tosca, entre otros. Refiere Martínez Hernández, con base en las investigaciones de Elías Trabulse, que en la Nueva España, a partir del segundo tercio del siglo XVII, la ciencia se torna en un estímulo para marcar una diferencia entre los criollos y los peninsulares, diferencia en la que se exaltó, en diversos documentos, entre ellos astronómicos, el ingenio de los primeros. Fray Diego Rodríguez realizó precisamente esto en su Discurso ethereológico de los cometas, donde, por medio 40 del estudio del cometa de 1652, reivindica y enaltece el ingenio universitario novohispano. Asimismo, Rodríguez rechaza la arraigada idea del cometa como mensajero de calamidades y su origen sublunar y refuta la teoría de las “exhalaciones secas”, la cual estaba muy en boga en esos años. Gracias a los escritos del mercedariose puede realizar un esbozo de su perfil científico.41 Estos trabajos muestran a Diego Rodríguez como un astrónomo- astrólogo que estaba en la vanguardia de su época y como un conocedor de las obras de Copérnico, Kepler, Tycho Brahe, Longomontano, William Gilbert, Pedro Apiano, Cornelius Gemma, entre otros. Escribe Martínez Hernández que el mercedario se adhirió a la idea geoheliocéntrica de Tycho Brahe. Esto era algo común entre los astrónomos de este siglo, pues evitaban tener problemas con los dogmas de la Iglesia. Cabe recordar que una práctica entre los astrónomos de este siglo era tomar del modelo copernicano sólo el aspecto matemático y no el ideológico, es decir, la concepción heliocéntrica del cielo. De esta manera, según Martínez Hernández, “el fraile rechazaba el principio aristotélico, pero mantenía un sistema geostático” (p. 326). Tras la muerte de Fray Diego Rodríguez en 1668, el predicador dominico Fray Ignacio Muñoz se queda a cargo de la materia de Astrología y Matemáticas. Menciona Rosalba Tena Villeda en Astrónomos-Astrólogos en la Nueva España del siglo XVII que el dominico fue el único que presentó oposición para obtener la cátedra, la cual ocuparía durante cuatro años. El 13 de marzo de 1672 presentó 41 Según Martínez Hernández, son seis los manuscritos y un impreso que se conservan del mercedario. Véase nota al pie 67 en la página 325 del libro La medicina en la Nueva España, siglos XVI y XVII para encontrar la lista de las obras. 41 oposición para obtener la cátedra el matemático, astrónomo y apologista guadalupano Luis Becerra Tanco, quien, según Tena Villeda, presentó su exposición intitulada Zodiaco Círculo est aluis circulus in Sphera de la Sphera de Sacrobosco. Cabe destacar que, en la Baja Edad Media, según Martínez Hernández, el tratado de Sphera (siglo XIII) del inglés John of Hollywood, conocido como Sacrobosco, se leía en las cátedras de matemáticas y astrología de las universidades europeas. Este texto estaba asentado en el Almagesto de Ptolomeo y su finalidad era “explicar, de manera conjunta, los fundamentos de los movimientos planetarios” (Martínez Hernández, p. 318). Resulta interesante ver cómo, normativamente, la Sphera de Sacrobosco continuaba vigente en la Real Universidad de México. En la oposición de Becerra y, posteriormente, en la de Carlos de Sigüenza y Góngora se mandó que “se abriese en tres partes la Sphera de Juan se Sacro Vosco” (p. 318). Sin embargo, “la realidad de los estudios astronómicos en el mundo hispánico”, indica Martínez Hernández, “era otra puesto que a partir del siglo XVI los matemáticos y astrónomos españoles se vieron influenciados por los recientes descubrimientos y nuevas teorías acerca del cosmos que se estaban generando en Europa” (p. 318). Los postulados de las corrientes renacentistas llegaron a la Nueva España en el siglo XVI y, en el siglo posterior, los mecanicistas. Refiere Martínez Hernández que estos paradigmas fueron asimilados tempranamente por los círculos científicos novohispanos: se puede afirmar que una parte de la comunidad científica novohispana del siglo XVII llevó a cabo un temprano rompimiento con la concepción aristotélica del universo. Así, la recepción y difusión de la ciencia moderna en México fue, como 42 en Europa, un movimiento intelectual de largo alcance, que comenzó impugnando la visión arcaica de un cosmos jerarquizado, y terminó siglo y medio más tarde, cuestionando la también arcaica sociedad de jerarquías inmutables (p. 325). Sin oponente alguno, la cátedra le fue asignada de manera vitalicia a Becerra. Sin embargo, el dominico falleció en junio de ese año. Es muy probable, escribe Tena Villeda, que Becerra continuara la línea de Fray Diego, pues en la cátedra de la Universidad comentaba las obras de Cardana, Tartaglia, Galileo, Descartes y Kepler, obras que expuso, con anterioridad, el fraile mercedario. No obstante, a pesar de los modernos autores que presentaba en dicha cátedra, el dominico, como gran parte de los astrónomos de esta época, es, para nuestros días, un personaje paradójico en el que se imbrican religión y ciencia: “antes que astrólogo soy guadalupano” (Tena Villeda, p. 73). El 20 de julio de 1672, Juan de Saucedo, José de Salmerón y Carlos de Sigüenza y Góngora fueron opositores para obtener la cátedra de Astrología y Matemáticas de la Real y Pontificia Universidad de México. Al primero, según Tena Villeda, le tocó exponer la parte relativa al lugar ocupado por la Tierra en De Sphera de Sacrobosco; al segundo, el quinto capítulo del mismo libro, el cual trataba de los círculos del zodiaco; al tercero, el tema relacionado con las constelaciones, situado también en De Sphera. Escribe Pérez de Salazar, según Tena Villeda¸ que el Rector, Antonio de la Torre y Arellano, fue “sacando votos a puños como lo dispone la constitución” y contó catorce a favor de José de Salmerón, siete a favor de Saucedo y setenta y cuatro a favor de Sigüenza y Góngora, “con que parece haberse llevado la dicha cátedra en propiedad con el salario de cien pesos” (p. 79). 43 Sigüenza retuvo la cátedra hasta 1697, año en el que fue jubilado.42 Cabe destacar que antes de estos resultados, José de Salmerón se declaró por único opositor legítimo, de acuerdo, según Tena Villeda, con la Constitución 163 de la Universidad, la cual disponía que los interesados fueran doctores, maestros, licenciados o bachilleres universitarios y “no siéndolo sus contrincantes, sólo él tenía derecho a la cátedra” (Tena Villeda, p. 78). Sin embargo, Sigüenza supo defenderse y comentó al respecto de Salmerón lo siguiente: que el susodicho [don José] intenta con todos sus esfuerzos la consecución de dicha cátedra sin estar versado (como es público y notorio) en dicha facultad y teniendo como tengo noticias de que pretende valerse de otras personas para hacer dicha lición [sic] (p. 78). Según Pérez de Salazar, Salmerón no aceptó la victoria de Sigüenza y apeló ante la Real Audiencia. A pesar de esto, el polígrafo mexicano comenzó a profesar la materia. Ahora bien, refiere Achim que el titular de la cátedra de astrología tenía la obligación de publicar anualmente unos pequeños libritos -de unas veinte páginas e impresas, generalmente, en octavo-. En éstos se encontraban los pronósticos astrológicos anuales: “una especie de calendarios impresos bajo nombres diversos, como lunario, diario, almanaque, pronóstico o efemérides” (Achim: 2011, p. 598). Comenta Miruna Achim, en “Lecturas para todos: pronósticos y calendarios en el México Virreinal”, que fueron una de las publicaciones más populares de la Nueva España. Al parecer, tenían un público bastante variopinto en el que había médicos, 42 Señala Tena Villeda que Sigüenza estuvo a punto de ser despedido “por acumular faltas consecutivas y no presentarse a clases por largo periodo” (p. 141). 44 navegantes, agricultores, mujeres embarazadas,43 nuevas madres, cortesanos y comerciantes. Asimismo, los escritores de los pronósticos formaban un grupo también heterogéneo, donde no sólo había profesores de astrología (Diego Rodríguez, Becerra Tanco, Sigüenza y Góngora, etc.), sino también otros astrólogos como Enrico Martínez, Joaquín Velázquez de León, el impresor Juan Ruíz, Gabriel López de Bonilla, Fray Felipe de Castro. Además, comenta Achim, hubo autores de pronósticos que provenían de diversas profesiones, como médicos, agrimensores, boticarios, impresores, entre otros. Los pronósticos resultaban ser una fuente importante de ingresos. El ambiente entre los astrólogos de la Nueva España no siempre fue cordial, sino que llegaba a dominar en él la competencia y los celos y, por lo tanto, resultaba ser muchas veces hostil, pues había detrás un prestigio
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