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Universidad Veracruzana 
 
 
Instituto de Investigaciones 
Lingüístico-Literarias 
 
Libra astronómica y filosófica: entre la ciencia y la 
literatura de los Siglos de Oro 
 
Tesis 
Que para obtener el Grado de 
Maestro en Literatura Mexicana 
 
Presenta 
Sebastian Heinrich Welke Laborde 
 
Director 
Dr. Marcos Cortés Guadarrama 
 
 
 
Xalapa, Veracruz, México Diciembre, 2019 
2 
 
 En la más encumbrada y gloriosa 
época de Roma, un poco antes 
de que cayera el poderoso Julio, 
Inhabitadas quedáronse las tumbas, 
y envueltos en sus mortajas los muertos 
aullaron y dieron voces confusas 
por las calles de Roma; 
viéronse estrellas de encendidas colas, 
desastres en el sol, lluvia de sangre, 
y la húmeda estrella, bajo cuyo influjo 
se sostiene el imperio de Neptuno 
padeció eclipse cual si fuera el Día del 
Juicio. 
Y parecido anuncio de terribles sucesos, 
cual precursores que anteceden siempre 
y prólogo a los hados y a las 
calamidades 
que van a acontecer, 
han mostrado juntos cielo y tierra 
a este país y a nuestros compatriotas. 
 
 Shakespeare 
Hamlet 
 
 
Menos solicitó veloz saeta 
destinada señal, que mordió aguda; 
agonal carro por la arena muda 
no coronó con más silencio meta, 
que presurosa corre, que secreta, 
a su fin nuestra edad. A quien lo duda 
(fiera que sea de razón desnuda) 
cada Sol repetido es un cometa. 
Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras? 
Peligro corres, Licio, si porfías 
en seguir sombras y abrazar engaños. 
Mal te perdonarán a ti las horas, 
las horas que limando están los días, 
los días que royendo están los años. 
 
Luis de Góngora y Argote 
 
 
3 
 
 
Hay quienes estudian y comentan los calendarios y 
alegan autoridad en cuanto ocurre. Hablan tanto 
que por fuerza aciertan y se equivocan. 
 Montaigne 
Ensayos, Capítulo XI 
 
 
Ellos dicen que los eclipses presagian desgracias, 
porque las desgracias son ordinarias, de suerte que 
sucede tan a menudo el mal, que aquéllas ocurren 
a menudo; si en lugar de eso dijeran que presagian 
felicidad mentirían a menudo. Ellos no atribuyen la 
felicidad más que a reencuentros raros en el cielo; 
así yerran pocas veces en la adivinación. 
 Pascal 
Pensamientos 
 
Yo también soy astrólogo y sé muy bien cuál es el 
pie de que la astrología cojea y cuáles los 
fundamentos debilísimos sobre que levantaron su 
fábrica. 
Carlos de Sigüenza y Góngora 
Libra astronómica y filosófica 
 
4 
 
Índice 
 
Introducción………………………………………………………………………….……6 
 
CAPÍTULO PRIMERO. Los modelos del mundo y la astronomía-astrología en la 
Nueva España 
1.1 Los tres modelos del mundo……………………………………………………….9 
1.2 La corrupción de los cielos: La supernova de 1572 y el cometa de 
1577…………………………………………………………………………………..….20 
1.3 De heraldos infaustos……………………………………………………………...25 
1.4 El Gran Cometa de 1680………………..……………………………………..….30 
1.5 La astronomía en la Nueva España…………………………………………..….33 
 
CAPÍTULO SEGUNDO. La hermenéutica del cielo 
2.1 Libra Astronómica ante la crítica………………………………………………..…53 
2.2 La hermenéutica del cielo en Libra Astronómica………………………………..66 
2.2.1 Astrónomos-astrólogos: hermeneutas del cielo……………………………....71 
2.2.2 El Barroco en la hermenéutica del cielo……………………………………….75 
 
5 
 
 
CAPÍTULO TERCERO. Carlos de Sigüenza y Góngora y la lectura del cometa de 
1680/81 
3.1“Manifiesto filosófico”: política y hermenéutica del cielo…………………..……..79 
3.2 La desemantización del cielo………………………………………………..…..112 
CONCLUSIONES……………………………………………………………….……...132 
ANEXOS………………………………………………………………………...………136 
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………138 
 
6 
 
Introducción 
 
La introducción es, emulando a Jorge Luis Borges, aquel rato de la investigación en 
que el autor es menos autor. Es leyente de un trabajo que realizó a lo largo de 
rutinarios desvelos y discusiones con fantasmas. La introducción está al inicio de 
una tesis, pero su tiempo está atado al fin de un ciclo de investigación. 
 Escribir sobre Carlos de Sigüenza y Góngora ha presentado para mí un gran 
reto y deleite. Su obra Libra astronómica y filosófica me celaba un mundo oculto de 
oráculos, desastres y cometas maléficos que desconocía. Después de dos años de 
lectura sobre historia de la astronomía y la medicina, sobre la estética del Barroco 
y su época, después de revisar diferentes tratados del siglo XVI y XVII del Viejo 
Mundo y del Nuevo Mundo, en particular, de la Nueva España, comenzó a aclararse 
el cielo de Libra astronómica y logré leerlo un poco más con los ojos de la época y 
pude, en efecto, comprender mejor los documentos astronómicos-astrológicos que 
surgieron en torno a la aparición del cometa de 1680-1681. Varias ideas que 
presento en mi investigación encuentran su origen en las lecturas que realicé de los 
trabajos de Alicia Mayer, Ernesto Priani y Miruna Achim, quienes son de los pocos 
estudiosos que han examinado el tema de la astrología-astronomía en Libra 
astronómica y los tratados astronómicos astrológicos que surgieron en torno al 
cometa, desde una perspectiva que considera tanto la ciencia de la época como el 
contexto histórico y la estética del Barroco. Cabe destacar que el doctor Marcos 
Cortés Guadarrama fue quien me inició en la lectura de Libra astronómica y a quien 
7 
 
le debo gran parte de mi formación como investigador en el ámbito de la 
historiografía literaria. 
 Ahora bien, mi investigación tiene una división tripartita. En el capítulo 
primero, emprendo un recorrido por la historia de la astronomía, desde la Antigua 
Grecia hasta Newton. Cabe destacar que la literatura y la ciencia están abrazadas 
desde el inicio de estas teorías que presento. Expongo, al comienzo, los tres 
modelos del mundo que fueron predominantes en la Historia del Occidente. Hablo, 
en efecto, del modelo aristotélico-tolemaico, del copernicano y del ticónico. 
Posteriormente hablo de los cambios que sufre la concepción del cielo a finales del 
siglo XVI, la simbología con la que se carga a los cometas en la Historia occidental 
y el contexto histórico del avistamiento del Cometa de 1680-1681. Al no haber 
encontrado una historia detallada de la astrología-astronomía en México, termino 
este capítulo con una línea del tiempo sobre ésta en la Nueva España, la cual trazo 
desde el primer posible documento de astronomía-astrología publicado en estos 
lares hasta la toma de Sigüenza y Góngora de la cátedra de matemáticas en la Real 
y Pontificia Universidad de México. Asimismo, expongo aquí el contexto 
novohispano de la astrología-astronomía del siglo XVII y el ambiente competitivo en 
el que se situaban estos astrólogos-astrónomos. La estructura del primer capítulo 
se conforma como un recorrido a través de la historia de la astronomía, iniciando 
desde la parte propiamente más “científica” para desembocar en la más literaria. 
 En el segundo capítulo, reviso los diferentes trabajos que se han hecho sobre 
Libra astronómica y finalizo este apartado con una reflexión sobre el encanto literario 
de algunos postulados científicos que surgieron en torno del avistamiento del 
8 
 
cometa de 1681. Propongo, asimismo, que se estudié esta obra de Sigüenza desde 
una perspectiva literaria, considerándola inserta, por lo tanto, en una hermenéutica 
del cielo y en el periodo Barroco. En el tercer capítulo, emprendo el análisis de Libra 
astronómica. He divido en dos apartados este capítulo: a) antes de la afrenta entre 
Eusebio Kino y Sigüenza -es decir, aquí me enfoco principalmente en el Manifiesto 
filosófico y en su relación con el contexto social durante el virreinato de don Tomás 
Antonio de la Cerda-; b) después de la ofensa de Kino –cuando fue escrito Libra 
astronómica. En la segunda parte expongo las diversas teorías de cometas que 
yacen en los textos de Sigüenza y Góngora, Eusebio Kino y Salmerón y Castro. 
Escribo, asimismo, sobre el papel que ha tenido elcometa como recurso literario 
en la hermenéutica del cielo del periodo Barroco y reflexiono sobre la lectura que 
realizó Sigüenza del cometa de 1680-1681 y la crítica que efectúa sobre las diversas 
teorías que existían en su época. 
 En la conclusión recapitulo la tesis y enfatizo la importancia de leer Libra 
astronómica no sólo desde la perspectiva de la historia de la ciencia, sino que, como 
he mencionado, se debe considerar el contexto político-social en que se 
circunscribe, es decir, que se puede leer también como una producción literaria 
propiamente del ámbito astrológico-astronómico novohispano. 
 
 
 
 
Xalapa-Enríquez, Veracruz, 25 de junio de 2019 
9 
 
CAPÍTULO PRIMERO. Los modelos del mundo y la astronomía-astrología en la 
Nueva España 
1.1 Los tres modelos del mundo 
 
 
 
 
 
 
Quizá la historia de la astronomía occidental, desde Aristóteles hasta antes de 
Kepler, es la historia sobre la variación de una obstinada idea: el arduo y constante 
reajuste de un sistema de esferas y círculos.1 Anaximandro, en el siglo VI a.C., decía 
que “el universo infinito era una fuente de infinidad de mundos, de los cuales el 
nuestro era sólo un ejemplo” (North: 2001, p. 52) y que la Tierra era una suerte de 
disco flotante. Pitágoras decía que “el universo fue producido cuando el cielo inhaló 
el infinito para formar grupos de números” (p. 53).2 Lactancio aseveraba que la 
Tierra era plana, pero ya Parménides de Elea, en el siglo V a.C., había dicho que 
la Tierra era esférica y que el brillo de la luna era producido por el Sol. Esta idea de 
la esfericidad cautivó la imaginación de los pensadores atenienses del siglo ulterior. 
 
1 En este capítulo, expondré brevemente los tres modelos del universo que, según John D. North, convivían 
en el siglo XVII. Éstos eran los siguientes: el modelo aristotélico-tolemaico, el copernicano y el ticónico. 
2 Los pitagóricos, señala North, proponían un modelo del universo donde los cuerpos celestes giraban 
alrededor de un fuego central, fuego que no era el Sol. Consideraban, asimismo, la existencia de una Contra-
Tierra para explicar el origen de los eclipses. 
 
No ves cuán erguidas hacia las estrellas hizo Dios 
Las cabezas de los hombres y cuán sublimes modeló sus rostros; 
Mientras a las bestias y al género de los pájaros y a los cuerpos de las fieras 
Hizo abatirse indistintamente sobre su vientre torpe e inmundo-. 
Silio Tálico, citado por Carlos de Sigüenza y Góngora en Manifiesto Filosófico 
 
De ese punto dependen el cielo y la naturaleza toda. Mira aquel círculo que está 
más próximo a él, y sabe que su movimiento es tan veloz por el encendido amor 
que le da impulso. 
Dante Alighieri 
 
 
 
10 
 
Platón la introduce en el libro décimo de la República con el mito de Er y Eudoxio 
de Cnido la utiliza para explicar su sistema homocéntrico, sistema construido a partir 
de esferas concéntricas que rodean a la Tierra. El astrónomo de Cnido fue maestro 
de Polemarco, quien fue a su vez maestro de Calipo, quien fue maestro de 
Aristóteles. Estos últimos dos discípulos completaron el sistema de Eudoxio, 
incrementándole el número de esferas concéntricas.3 
 Cabe aclarar que, desde este subcapítulo hasta el 1.4, ofreceré un estado de 
la cuestión sobre la literatura astronómica-astrológica desde sus raíces grecolatinas 
hasta la publicación de Philosopiae naturalis principia mathematica (1687) de Isaac 
Newton y de las diversas posturas que tuvieron los astrónomos-astrólogos en torno 
a las apariciones de cometas. Ulteriormente, en el subcapítulo 1.5 aterrizaré las 
ideas de los subcapítulos anteriores en el contexto de la Nueva España. Esta 
revisión de las diversas posturas tomadas a lo largo de los siglos será exhaustiva y 
espero no cansar al lector. Sin embargo, ante la escasa investigación de la literatura 
astronómica-astrológica en México, se vuelve indispensable trazar una línea que no 
sólo contextualice los modelos del cosmos predominantes en la Historia del 
Occidente, de los cuales Sigüenza y Góngora es heredero, sino que perfile el 
contexto de la astronomía-astrología en la Nueva España. Las ideas que 
prevalecían durante el periodo novohispano, la postura de los astrónomos-
astrólogos de la Nueva España, la literatura que consumían éstos, el lugar que 
 
3 Las esferas concéntricas, señala Allen G. Debus, eran utilizadas para explicar la rotación diurna de las estrellas 
y los movimientos de la Luna, el Sol y las estrellas. Mientras el esquema de Eudoxio tenía 26 esferas, el de 
Calipo constaba de 33 y el de Aristóteles de 55. Para una explicación detallada acerca de las esferas 
transportadoras, las transportadas y contra-actuantes, véase Historia Fontana… de North, p. 64-68. 
11 
 
ocupaban en la sociedad, serán algunos de los aspectos que se revisarán en este 
apartado. 
 Estos capítulos que he presentado brevemente son fundamentales para 
entender la propuesta hecha por Sigüenza y Góngora en Libra astronómica y 
filosófica, obra que se debe a una tradición de gran interés para la filología. Espero 
que este primer capítulo permita no sólo esclarecer algunos aspectos de la 
astronomía-astrología en Libra…, sino en los estudios posteriores que se hagan de 
la literatura astronómica-astrológica de la Nueva España y que abra un debate en 
torno a la literatura de este tipo, que ha sido leída por mucho tiempo desde una 
perspectiva reduccionista, la cual ha considerado este tipo de textos sólo como 
documentos de carácter científico. Cabe señalar que en Alemania y Francia existe 
una perspectiva de investigación que estudia los textos astronómicos-astrológicos 
de la Edad Media, Renacimiento y Barroco considerando los aspectos literarios que 
hay en estos documentos, pues la división entre ciencia y literatura es algo que 
sucede posteriormente, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Es un error 
considerar que estos textos son puramente científicos o puramente literarios; mas 
bien, son una quimera en donde la Historia, la literatura, el folclor, la mitología, la 
filosofía, los avances científicos se entremezclan para formar un todo, el cual trataba 
de explicar, en gran parte por medio de la imaginación, el mundo en estos siglos. 
El astrónomo-astrólogo desarrollaba, en efecto, una serie de imaginerías que se 
explicaban por los parámetros de esta misma literatura astronómica y no 
necesariamente por la realidad. 
12 
 
Ahora bien, ¿cómo era el universo que concibió Aristóteles? Imaginemos una 
serie de esferas concéntricas y sólidas, una dentro de otra -como si fuesen las capas 
de una cebolla-, hasta llegar a un centro inmóvil, el cual es la Tierra. No son los 
planetas los que se mueven alrededor de ésta, sino las esferas que transportan a 
aquéllos. Es decir, cada esfera concéntrica tenía, por decirlo de una manera, 
planetas adheridos a su superficie, los cuales eran transportados por el movimiento 
circular de éstas. Aristóteles dividía el cosmos en dos regiones: la supralunar y la 
sublunar. La primera comprendía los cuerpos celestes, que estaban compuestos 
por el quinto elemento: el éter.4 La segunda región estaba compuesta por los cuatro 
elementos: Tierra, agua, aire y fuego. La primera región es perfecta e inmutable; la 
segunda, imperfecta y mutable. En la primera región los movimientos son circulares; 
en la segunda son hacia arriba o hacia abajo. En Acerca del cielo, Aristóteles 
escribe: 
De modo que ni ahora hay múltiples cielos ni los hubo ni es posible que los llegue 
a haber, sino que este cielo es uno, único y perfecto. 
Está claro, a la vez, que no existe lugar ni vacío ni tiempo fuera del cielo. 
Pues en todo lugar puede llegar a haber algún cuerpo; el vacío, por otro lado, dicen 
que es aquello en lo que no hay ningún cuerpo pero puede llegar a haberlo; yel 
tiempo es el número del movimiento: y no hay movimiento sin cuerpo natural. 
Ahora bien, se acaba de demostrar que fuera del cielo no existe ni puede generarse 
cuerpo alguno. Luego es evidente que fuera 〈del universo〉 no hay lugar ni vacío ni 
tiempo. 
 
4 Para Platón, refiere North, las estrellas eran dioses visibles a los que un Ser Supremo les había dado vida. 
Esta concepción fue muy influyente en el pensamiento cristiano. Aristóteles, asimismo, defendió la divinidad 
de las estrellas. Los babilonios (“caldeos”) afirmaban que podían pronosticar fenómenos meteorológicos a 
partir de los signos del cielo, así como el destino de las naciones y los individuos. 
13 
 
 Por eso las cosas de allá 〈arriba〉 no están por su naturaleza en un lugar, ni 
el tiempo las hace envejecer, ni hay cambio alguno en ninguna de las cosas 
situadas sobre la traslación más externa, sino que, llevando, inalterables e 
impasibles, la más noble y autosuficiente de las vidas, existen toda la duración 〈del 
mundo). (Aristóteles: 1996, p. 88) 
El cielo es, por lo tanto, uno, único y perfecto.5 La teoría de Aristóteles, señala North, 
es “la explicación mecanicista de un universo formado por capas con diversas 
funciones” (North, p. 68), donde los movimientos se postulan en términos de una 
física de causa y efecto. ¿Cuál es, entonces, el principio de todo movimiento? 
Aristóteles dice: “Y es suficiente que haya un único moviente, el primero de los 
inmóviles, que al ser eterno será para todas las demás cosas el principio de 
movimiento” (Aristóteles: 2014, p. 271). En efecto, el primer motor, autónomo y 
eterno, transmite su movimiento circular perpetuo a las esferas inferiores. Indica 
North que Aristóteles da a entender que cada movimiento de tipo “eudoxiano” tiene 
su propio primer motor, “así que habría 55 (o 47) de ellos, a los cuales finalmente 
aceptó como dioses” (North, p. 69). Ciertos glosadores, en la Antigüedad tardía y 
en la Edad Media, consideraron aberrante e intolerable la idea y decidieron sustituir 
la palabra “dioses” por “inteligencias” o “ángeles”.6 
 Sin embargo, el sistema aristotélico, indica Allen G. Debus, en El hombre y 
la naturaleza en el Renacimiento, no explicaba la variación de distancias que tenían 
periódicamente el Sol, la Luna y las estrellas con respecto a la Tierra, pues variaban 
 
5 En Metafísica de Aristóteles se encuentran los aspectos técnicos del sistema de esferas concéntricas. 
6 En la Divina Comedia, en el canto vigesimoctavo de “El paraíso”, Dante habla sobre el noveno cielo: “Este 
círculo, pues, que lleva consigo los más sublimes del universo, corresponde a aquel en que más se ama y se 
sabe más; por lo que si aplicas tu medida a la virtud, no a la extensión de las sustancias que se te ofrecen en 
esa forma de círculos, verás una admirable conformidad entre las inteligencias de cada cielo” (Dante 1982, p. 
476). 
14 
 
su brillo y sus dimensiones ante el ojo de quien los observaba. Los astrónomos 
alejandrinos (especialmente Apolonio e Hiparco), en los siglos II y III a.C., 
“refundieron los datos disponibles en un nuevo sistema” (Debus: 1985, p. 140). 
Posteriormente, Claudio Ptolomeo (siglo II a.C.) revisó y amplió este sistema 
configurando así un sistema astronómico complejo, matemático -mas no del todo 
preciso-, que podía predecir y explicar con bastante exactitud los movimientos 
celestes.7 Debus explica algunas de las precisiones que realizó Ptolomeo al modelo 
de las esferas concéntricas: 
La astronomía de Ptolomeo conservaba las antiguas esferas, pero añadía una 
serie de círculos (preservando así el movimiento “perfecto” de los cielos) para 
explicar con mayor precisión los fenómenos observados. En el caso más simple 
un planeta podía localizarse en un círculo deferente o mayor -si parecía moverse 
alrededor de la Tierra con perfecta circularidad. Sin embargo, semejante 
perfección -salvo en lo que se refería a las estrellas- no existía. En vista de ello se 
introdujo otra serie de círculos. El epiciclo, con su centro situado en la 
circunferencia del deferente, giraba mientras avanzaba con el movimiento del 
deferente. Este movimiento dual explicaba tanto las variaciones aparentes de las 
distancias como las retrogresiones planetarias. Otras irregularidades obligaron a 
Ptolomeo a situar a la Tierra a cierta distancia del Sol y a utilizar círculos 
excéntricos (“fuera del centro”) y círculos ecuantes. Con la ayuda de estos últimos 
se explicaban los aparentes cambios de velocidades de los planetas. (Debus, p. 
142). 
Alrededor del año 850 d.C., según North, el esquema tolemaico, a través de un 
resumen del Almagesto escrito por Al-Farghani, se convirtió en una materia 
 
7 El modelo tolemaico está expuesto en el libro Almagesto, libro que tuvo como seguidores a la mayor parte 
de los astrónomos del mundo islámico y el occidental hasta el siglo XVII, según indica Allen G. Debus. Su 
catálogo de 1022 estrellas en las 48 constelaciones proporcionó un marco de trabajo para abordar gran parte 
de los temas astronómicos de la época. 
15 
 
estándar del plan de estudios de las universidades de la Edad Media europea. 
Asimismo, el Tetrabiblos de Tolomeo entró a la conciencia europea a través del 
Islam.8 
 En Astrología y astronomía en el Renacimiento¸ Juan Vernet indica que el 
Almagesto fue sumamente importante para la formación de Copérnico: 
 la lectura del De revolutionibus prueba que Copérnico dominaba a la perfección 
todos los métodos matemáticos utilizados por Tolomeo, lo cual implica una lectura 
muy atenta y una larga meditación del Almagesto. Es más: la mayoría de las 
observaciones de la Antigüedad que conoce y utiliza le han llegado -a él al igual 
que a los autores medievales- a través de dicho libro. (Vernet: 2000, p. 71). 
Si leemos atentamente el título De revolutionibus orbium coelestium libri sex 
observamos, como bien señala Vernet, que la obra trata del movimiento de las 
esferas celestes y no del desplazamiento de los planetas, pues éstos, para el 
astrónomo polaco eran transportados por aquéllas. A diferencia de lo que 
generalmente se ha dicho sobre el sistema copernicano, que es heliocéntrico, 
Debus, Vernet y North abundan en que se trata más bien de un sistema 
“heliostático”. Asimismo, Copérnico no situó el Sol exactamente en el centro. El 
modelo copernicano atentaba contra el sentido común y el dogma religioso, que 
durante años había dictado que la Tierra era fija y se encontraba situada en el centro 
del universo. Tolomeo, según North, consideraba que una Tierra en rotación 
ocasionaría movimientos tan violentos que “ésta se fragmentaría y se despedazaría 
 
8 North indica que esta obra funcionó como un manual de astrología compartido por pueblos de diversas 
creencias. Cabe recordar que este arte tiene hondas raíces babilonias: los griegos “cuando utilizaban ideas 
tomadas de Egipto, en realidad estaban utilizando materiales de segunda mano que originalmente provenían 
de Babilonia” (North, p. 97). Aunque la astrología, con el ascenso del cristianismo, fue reprimida, “se convirtió 
en una actividad aceptada en la Europa cristiana hasta los días presentes” (p. 97). 
16 
 
a través de los cielos” (North, p. 219). Sin embargo, Copérnico indicaba que, debido 
a la estabilidad de la esfera celeste, esto no podría suceder. Debus resume algunos 
de los puntos principales del modelo copernicano: 
En suma, se trataba de una refundición del sistema de Ptolomeo. El Sol, ahora en 
reposo, estaba cerca (pero realmente no en él) del centro matemático del universo 
y circundando por los planetas (entre los cuales se consideraba a la Tierra, con su 
Luna girando en epiciclo) incrustados en sus esferas cristalinas. El sistemaincluía 
la tradicional esfera de las estrellas fijas. […] [S]i el sistema copernicano 
conservaba mucha de la complejidad del universo ptolemaico, en cierta medida lo 
simplificaba. No sólo se eliminaban los círculos ecuantes, sino que también se 
consideraban superfluos los epiciclos, con los que se explicaba el movimiento 
retrógrado de los planetas contra el fondo de las estrellas fijas, en forma de rizo, 
podía explicarse ahora como el resultado de las posiciones y velocidades relativas 
de la Tierra y los planetas observados. (Debus, p. 156). 
Aunque el Commentariolus de hypothesibus motuum coelestium a se constitutis¸ 
obra en la que desarrolla Copérnico primeramente su concepción de un universo 
heliocéntrico, llevara la palabra “hipótesis” para disimular la realidad física que 
admitía este astrónomo, los teólogos protestantes no se dejaron engañar. El 
rechazo al modelo de Copérnico fue feroz. Juan Vernet cita, como ejemplo, un 
fragmento de Conversaciones de sobremesa de Lutero: “El loco quiere cambiar toda 
la Astronomía, pero las Sagradas Escrituras muestran que Josué dijo al Sol y no a 
la Tierra que se parara” (p. 94). La reacción católica, aunque más tardía, no fue 
menos violenta. 
 Escribe Juan Vernet que la supervivencia del sistema heliocéntrico 
copernicano, a lo largo de los siglos XVI y XVII, se debió a su contenido matemático 
más que al ideológico: 
17 
 
El De revolutionibus permitía calcular las tablas y los almanaques, tan necesarios 
a los astrónomos y astrólogos de la época, y, por tanto, debía ser utilizado con tal 
fin sin entrar en discusiones […] de si Copérnico había expuesto una teoría o se 
trataba de simples hipótesis (p. 156). 
Refiere el historiador North que el orden de los planetas nunca había sido 
establecido de manera concluyente en el pensamiento astronómico. Mercurio y 
Venus eran los planetas más problemáticos. Mientras Platón los situó encima del 
Sol, Tolomeo los colocó debajo. En el sistema copernicano, el orden de los planetas 
alrededor de un Sol estacionario era el siguiente: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, 
Júpiter y Saturno.9 
 Las doctrinas del De revolutionibus eran conocidas en España desde el 
momento de su publicación: “Salamanca precedió así a la misma Cracovia en la 
difusión del sistema heliocéntrico sin sufrir intromisiones ni del poder real ni de la 
Inquisición” (Vernet, p. 160). Las doctrinas del sistema copernicano se aplicaron, 
desde 1582, al cálculo de efemérides. El director de la Academia de Matemáticas, 
Juan de Herrera, pidió en 1584 al embajador de Venecia “un lote de libros entre los 
cuales figuraba el de Copérnico” (p. 160). Incluso, en la cátedra de astrología de la 
Universidad de Salamanca, indica Vernet, se llegó a estudiar a Copérnico. Sin 
embargo, en 1616, el Santo Oficio califica a la teoría heliocéntrica de: 
necia y absurda filosóficamente, y formalmente herética, por cuanto expresamente 
contradice las doctrinas de las Sagradas Escrituras en muchos puntos, tanto 
conforme a su sentido literal como conforme a la común exposición e interpretación 
de los santo Padres y Doctores (Debus, p. 177). 
 
9 Véase Historia Fontana…de North, páginas 218-228, y Astrología y astronomía… de Juan Vernet para una 
explicación más detallada del sistema copernicano. 
18 
 
Semanas después, el De revolutionibus fue enclaustrado en la lista de libros 
prohibidos; el mismo año, Galileo Galilei fue advertido por el Santo Oficio. En 1642, 
tras la muerte del astrónomo italiano, el sistema copernicano aún no había sido 
aceptado. Escribe Juan Vernet que después de la condena de Galileo, tanto la 
Iglesia católica como las reformadas dificultaron la difusión del nuevo sistema, 
sistema que sólo podía ser considerado como una hipótesis. Los astrónomos, en 
consecuencia, tendrían únicamente las siguientes opciones: 
1) Someterse a la autoridad eclesiástica y seguir con el sistema geocéntrico; 2) 
inventar o aceptar otros sistemas que no se opongan a las Sagradas Escrituras; y, 
3) defender a ultranza, bien como teoría, bien como hipótesis, el heliocentrismo. 
Pero todos ellos utilizan, cuando les conviene, los procedimientos de cálculo 
divulgados por Copérnico (Vernet, p. 166). 
Ante la acumulación de evidencias durante el siglo XVI y XVII en contra del sistema 
tolemaico, muchos astrónomos, autores europeos y defensores del geocentrismo 
encontraron refugio en el sistema ticónico, pues “no sólo no contradecía las 
Sagradas Escrituras (aunque sí a Aristóteles) sino que facilitaba unos modelos 
matemáticos capaces de representar muy bien las realidades observadas” (Vernet, 
p. 167). Tycho Brahe ideó un nuevo sistema donde armonizaba la ciencia y la 
religión. La defensa del sistema tolemaico y de la física aristotélica se había 
debilitado: el astrónomo danés había desterrado para siempre el dogma de las 
esferas cristalinas del sistema aristotélico. Y sin embargo, para sus 
19 
 
contemporáneos, según indican North, el mayor logro de Brahe fue dejar a la 
humanidad en el centro del universo.10 
 En 1687, tras la publicación de Philosopiae naturalis principia mathematica, 
Isaac Newton asestó un golpe mortal a las teorías geocéntricas. “El triunfo definitivo 
del copernicanismo en cada país”, refiere Vernet, “es el de la introducción de los 
Principia” (Vernet, p. 171). Hacia 1732, en Francia, Maupertius difunde la obra de 
Newton; en Italia, Capelli lo hará un año después con su obra Astrophianumerica; 
en España, Jorge Juan, a mediados de siglo, se colocó a la cabeza del movimiento 
renovador de la astronomía: “El triunfo del sistema copernicano en la Península 
influyó en la expansión del mismo por Hispanoamérica” (p. 171). 
 A lo largo de la Historia occidental el cosmos sufre de una expansión que irá 
de lo finito a lo infinito. El avance de la ciencia en los siglos XVI y XVII rompió la 
parcela celeste trazada por el modelo aristotélico-ptolemaico. Conforme la 
astronomía-astrología se desarrollaba, Dios se fue alejando cada vez más del centro 
del mundo hasta quedar, en el modelo de Newton, relegado a su orilla. En el 
Barroco, en efecto, el hombre se sentirá un ser que yace entre dos abismos infinitos. 
 
10 En el sistema ticónico, la Tierra se encuentra en el centro del mundo, es decir, del universo. El Sol y la Luna 
giran alrededor de ésta. El Sol, a su vez, está rodeado por las órbitas de los planetas. North señala que Tycho 
a pesar de sus innovaciones, era en otros aspectos un tradicionalista: su descripción física del universo, aunque 
liberada de la esfera del fuego, era muy parecida a la de Aristóteles y a la astrología tradicional; estaba 
convencido en la eficacia de la astro-meteorología; realizó, como muchos otros astrónomos, estudios de los 
horóscopos de los famosos. 
20 
 
1.2 La corrupción de los cielos: La supernova de 1572 y el cometa de 1577 
 
Hay, en la armonía de los cielos, una minúscula disonancia que fascinó y aterrorizó 
al hombre durante años. La supuesta irregularidad de estas apariciones arremetía 
directamente contra la perfecta maquinaria aristotélica. El cometa, ornitorrinco de 
las clasificaciones celestes, causaba dolores de cabeza a los teólogos y 
astrónomos-astrólogos de la tradición medieval, mientras que, para los de la nueva 
escuela, era un fuerte argumento que corroboraba la ausencia de las esferas 
celestes.11 Asimismo, los avances tecnológicos en la astronomía, como la invención 
del telescopio, permitieron observar fenómenos y detalles que antes eran ignorados 
por el ojo desnudo del astrónomo, y con ello confirmar la imperfección de los 
cielos.12 
Entre los últimos años del siglo XVI y los albores del XVII, una serie de 
fenómenos celestes formaron parte del proceso de destrucción de la cosmología 
aristotélica y medieval. Como señala Víctor NavarroBrotons en su artículo “Las 
novedades celestes en España entre 1572 y 1618”,13 la referencia a la supernova 
 
11 La tradición medieval sostenía que el cielo estaba dividido en 10 esferas. La tierra era inmóvil y ocupaba el 
centro del universo. En torno giran nueve esferas concéntricas. Las primeras siete son los cielos planetarios. 
La octava era denominada como la “esfera de las estrellas fijas”; en la novena se encontraba el Primer móvil 
y, más allá, en la décima, estaba el Empíreo. 
12 Refiere North que se ha atribuido la invención del telescopio a diversos académicos del siglo XVII, tales como 
Giambattista de la Porta, John Dee y Thomas Digges. No obstante, estas afirmaciones carecen de fundamento. 
Se sabe, por medio de una carta datada el 25 de septiembre de 1608, que en la Provincia de Zelanda, Holanda, 
había un fabricante de anteojos llamado Hans Leippershey, quien construía este tipo de artefactos. A 
mediados de julio del año 1609, Galileo se enteró de su existencia y fabricó uno por su cuenta. Si el primer 
telescopio amplificaba dos o tres veces el cielo, el del astrónomo italiano tenía un poder de amplificación de 
20 o 30. Con el nuevo aparato, Galileo observó los valles y montañas de la Luna y las manchas del Sol. Esto le 
permitió argumentar a favor de la corruptibilidad de los cielos. 
13 El artículo de Víctor Navarro Brotons se encuentra en el libro Novas y cometas entre 1572 y 1618. 
Revolución cosmológica y renovación política y religiosa, cuyo compilador es Miguel Ángel Granada. 
21 
 
de 1572 se ha vuelto ya un clásico en la historia de la astronomía moderna. Para 
dar un contexto general de las posturas que había en el ámbito astronómico-
astrológico, presento una breve y modesta relación de algunas observaciones 
realizadas en 1572 y en 1577. 
Cuando Tycho Brahe regresaba de su laboratorio de alquimia en Dinamarca, 
el 11 de noviembre de 1572, descubrió una nueva estrella en la constelación de 
Casiopea. Durante meses, midió y registró sus variaciones de brillo y color, hasta 
que la supernova se apagó. Escribe G. Debus que el astrónomo danés intentó 
determinar su paralaje, pero no lo obtuvo. Por lo tanto, este astro debía hallarse a 
una enorme distancia respecto a la Tierra. En efecto, se encontraba en la región 
supralunar y no sublunar como indicaban los postulados aristotélicos. A este 
fenómeno se le adhirió la aparición del cometa de 1577, visto también por Tycho 
Brahe, quien determinó que estaba más allá de la órbita de Venus. Su observación 
sobre la nova y el cometa lo llevaron a descartar la incorruptibilidad de los cielos y 
la existencia de las esferas aristotélicas. 
 Tanto la nova como el cometa fueron vistos por innumerables astrónomos. 
Había dos grandes posturas: una sostenía que se habían originado en la región 
sublunar; otra que se habían originado en la supralunar. La última afirmación no 
sólo atentaba contra el modelo tolemaico-aristotélico, sino contra la misma 
concepción católica del cielo, pues éste era inmutable, único y perfecto, mientras 
que los cometas eran fenómenos imperfectos, producidos por exhalaciones marinas 
22 
 
y provenientes, por lo tanto, de la región sublunar. Aristóteles explica la generación 
de los cometas en Meteoros:14 
Así, pues, cuando a causa del movimiento superior un principio ígneo entra en 〈un 
grado de〉 condensación tal, pero no tan excesivamente grande como para 
consumirse casi todo enseguida ni tan débil como para extinguirse rápidamente, 
sino lo bastante grande y 〈presente〉 en la mayor parte 〈de la región〉, y coincide 
que al mismo tiempo asciende desde abajo una exhalación lo bastante fuerte, 
〈entonces〉 se forma ese astro con cabellera según la forma que venga a adquirir 
la 〈masa〉 exhalada; pues cuando 〈se extiende〉 igual por todas partes, 〈el astro〉 se 
llama cometa, pero cuando 〈se extiende solo〉 en longitud, se llama 〈astro〉 con 
barba (Aristóteles: 1996, p. 268) 
En España, el astrónomo, matemático, geógrafo y helenista, Jerónimo de Muñoz, 
científico de enorme importancia para la península ibérica del siglo XVI, observó 
también la supernova de 1572. 
Que las ideas de Muñoz eran antiaristotélicas, desde antes de este 
impresionante avistamiento, queda demostrado en sus manuscritos.15 Escribe 
Navarro Brotons que Muñoz, en Utrum sint plures orbes celestes necne. Questio 
prima (hacia 1569-1570), expone una serie de testimonios y argumentos que 
arremetía contra el agrietado cristal de las esferas celestes. Uno de los argumentos 
se basa en los cometas: “dice Muñoz que estos, como han observado muchos 
autores, tienen una paralaje inferior a la Luna y dado que se engendran en el aire, 
 
14 Cabe destacar el título del libro de Aristóteles, pues el significado etimológico de “meteoro”, “que está en 
el aire” -es decir, fenómenos meteorológicos-, nos da una noción general de la idea que tenía el filósofo 
estagirita sobre los cometas. 
15 Véase en “Las novedades celestes de España entre 1572 y 1618” de Víctor Navarro Brotons. Este 
investigador señala que las ideas de Muñoz se pueden calificar afines a la tradición estoica. 
23 
 
este debe extenderse más allá de ella” (Granada 2012, p. 20).16 Por lo tanto, los 
cometas son cuerpos celestes. “Y sobre este tema, Muñoz insistió en que no había 
que dar crédito a Aristóteles, sino a los matemáticos, que estaban más capacitados 
para considerar el asunto con argumentos sólidos” (p. 19). Al astrónomo y 
matemático valenciano, indica Navarro Brotons, le debemos el mejor estudio 
realizado en España de la supernova de 1572 y uno de los más importantes de toda 
Europa.17 
 El catedrático y teólogo barcelonés Micó, en Diario y juicio del grande 
cometa¸ expone sus observaciones sobre el cometa de 1577. Considera que el cielo 
de los astros se compone de orbes contiguos y que, por lo tanto, el cometa los 
rompería si pasara por ellos.18 Rechaza, asimismo, la idea del vacío entre las 
esferas.19 El cometa se originó, por lo tanto, entre la esfera de fuego y el orbe lunar. 
El médico aragonés Francisco Fernández Raxo estudia el cometa de 1577 desde 
una perspectiva aristotélica, es decir, considera a los cometas como productos de 
exhalaciones terrestres y por lo tanto sublunares. El dominico Juan de Victoria 
abunda en la misma idea de Raxo. No obstante, comenta que algunos cometas se 
 
16 Señala Brótons que Hagecius le proporcionó a Tycho Brahe las carta sobre la supernova de Jerónimo de 
Muñoz. Vernet comenta que Tycho Brahe, en varias de sus obras, citaba con elogio y admiración al 
astrónomo valenciano. 
17 Señala Navarro Brotons que Muñoz concluyó que la nova se trataba de un cometa de naturaleza y origen 
celeste. Clasificarlo como cometa implicaba considerar el génesis de este fenómeno en términos de causas 
naturales. Esto formaba parte de la herencia astrológica. Por otro lado, los autores que consideraron este 
fenómeno como una estrella recurrieron a la idea de la omnipotencia divina, es decir, el surgimiento de la 
estrella se consideraba como un milagro. En la página 19 del mismo artículo, Navarro Brotons sintetiza el 
modelo cósmico de Muñoz. 
18 Los ejemplos que expongo son tomados del artículo de Navarro Brotons. 
19 La idea del vacío horrorizaba a los astrónomos del siglo XVI y XVII. Este rechazo respondía a la herencia del 
filósofo estagirita, quien no concebía la idea del vacío. Cabe recordar que el mundo, es decir, el universo, era 
un conjunto de esferas sólidas sobrepuestas. Ante el terror al vacío, Tycho Brahe, principal destructor de las 
esferas, llegó a colocar cometas entre planeta y planeta de manera casi impulsiva. 
24 
 
engendran en el cielo y que éste no es totalmente incorruptible ni ingenerable. Éstos 
son sólo algunos de los tantos ejemplos que hay en los debates suscitadospor la 
supernova de 1572 y el cometa de 1577. 
 Aunque entre 1572 y 1618 muchos fueron los astrónomos españoles que 
defendieron la tradición aristotélica y atacaron las ideas defendidas por Jerónimo de 
Muñoz, sus discípulos, que ocuparon cátedras en Salamanca, Alcalá y Sevilla, 
continuaron las ideas del astrónomo valenciano. Por esos años, Kepler defendía el 
heliocentrismo de Copérnico y destruyó los rezagos de una larga herencia de 
círculos, pues indicaba el astrónomo alemán que las órbitas de los planetas eran 
elípticas. Sin embargo, fuera del medio académico, había una gran exaltación en el 
espíritu y ánimo de la población europea. Catástrofes naturales, enfermedades y 
guerras habían desatado las quimeras en la población. 
 
 
 
25 
 
Satan stood 
Unterrified, and as a Comet burned 
That fired the length of Ophiuchus huge 
In th’ arctic sky, and from its horrid hair, 
Shakes pestilence and war. 
John Milton 
1.3 De heraldos infaustos 
 
 
 
 
 
. 
 
En el Tapiz de Bayeux se encuentra una imagen donde seis personas miran con 
pavor un objeto en el cielo. Es el cometa Halley. Del lado derecho aparece el rey 
Harold sobre su trono. Arriba, junto a la ancha cauda del cometa, resaltan las 
palabras “Isti mirant Stella”. Howard Robinson señala que Odericus Vitalis en su 
Ecclesiastical History of England and Normandy escribe que el cometa de 1066 fue 
un signo de mal augurio. Lo fue, al menos, para Inglaterra.20 
El carácter irregular de los cometas y su asociación a infaustos eventos 
históricos, que coincidían con su aparición, fueron cargando de un significado 
negativo a los visitantes celestes. Surgió, en efecto, toda una literatura del miedo 
inspirada en los astros.21 Algunos creían que los cometas eran heraldos de 
 
20 El Tapiz de Bayeux, bordado a finales del siglo XI, registra los hechos previos a la conquista normanda de 
Inglaterra. 
21 Resulta interesante ver cómo el temor a las estrellas y cometas se ha enraizado en la palabra “desastre”, 
cuya etimología proviene del occitano “desastre” que viene del prefijo latino “dis” y la palabra “astrum”. Por 
otro lado, la palabra “cometa” proviene del griego “kóme” que significa “cabellera”. De este modo, los 
cometas son astros con cabellera, la cual, ya sea que tuviese un tamaño descomunal o una forma particular 
perteneciente a alguna de las clasificaciones del tipo de cabellera comética, desataba quimeras y temores en 
26 
 
infortunios; otros, que eran los causantes mismos del mal. Basta sólo con revisar 
algunos ejemplos de estas fatídicas coincidencias: Refieren Howard Robinson y 
Elías Trabulse que en la Ilíada la guerra y la caída de Troya fueron anunciadas por 
una “errática estrella” y que un cometa con cauda de cuerno apareció el año en el 
que Jerjes invadió Grecia; que el cometa de 1348 arrastró consigo la Muerte Negra, 
y el de 1453 prologó la caída de Constantinopla; que la muerte de Carlos V fue 
anunciada por un cometa en 1556; que la estrella volante de 1618 inauguró la 
Guerra de los Treinta Años.22 Los cometas, por lo tanto, han sido cómplices 
infundados de muertes de príncipes, caídos de reinos, derramamientos de sangre, 
pestes, terremotos, enfermedades y hambres. Los prejuicios y las fatídicas 
coincidencias fueron labrando durante años el carácter maldito de los visitantes 
celestes y, en consecuencia, la espesa superstición cometaria del siglo XVII. Los 
cometas son, en efecto, símbolo de una narrativa del desastre.23 
Este siglo, asimismo, fue particularmente fértil en avistamientos de cometas. 
El cometa Halley, longevo testigo de atrocidades, lo visitó dos veces: primero, en 
1607, cuya aparición observó Kepler; después, en 1682, examinado por Edmund 
Halley. El cielo fue surcado por otros cometas en 1604, 1618, 1652, 1661, 1665, y 
cada uno de éstos presenció enormes catástrofes que cicatrizaron en el alterado 
 
las mentes de los astrónomos-astrólogos y la población en general de la Edad Media, Renacimiento y Siglos 
de Oro. 
22 En Alemania, la fiebre apocalíptica fue enorme. Hay una canción protestante suiza del mismo año que 
registra el pavor de la época. Ésta se llegó a cantar en las escuelas alemanas: “Hay ocho cosas que trae un 
cometa,/ Cuando se encuentra en las alturas desata una tremenda furia;/ Aire, hambruna, plaga y muerte de 
reyes;/ Guerra, terremoto, inundaciones y atrocidades.” La traducción es mía. 
23 En el soneto “De la brevedad engañosa de la vida” de Luis de Góngora, por ejemplo, la figura del cometa 
es precisamente símbolo de un mal presagio. 
27 
 
espíritu de la época. Cabe destacar los tres cometas de 1618, que, como he 
mencionado, fueron el sanguinario prólogo de la Guerra de los Treinta Años. 
 Ante la admiración cometaria, nace el impulso de registrar y describir estos 
fenómenos. Señala Howard Robinson, en The Great Comet of 1680: A Study in the 
History of Rationalism, que a finales del siglo XV aparecen algunas evidencias de 
este tipo de actividad. Sin embargo, es en el siglo XVII cuando la literatura 
astronómica-astrológica alcanza un gran auge.24 La astrología judiciaria y la 
astronomía matemática eran prácticamente dos caras de la misma moneda. No 
había astrónomo de la primera mitad de siglo que no volteara hacia la astrología. 
Preocupados por el devenir del hombre, los astrólogos derramaron ríos de tinta para 
leer los cielos y descifrar el oculto significado de estos ígneos mensajeros. 
Proliferaron libros de astrología y, en la mayoría de estos, había una sección 
dedicada al estudio de los cometas. Grandes ejemplos de este tipo de publicaciones 
son el Speculum (1661) de Weigel, y El Theatrum cometicum (1667) de 
Lubienietsky. Ambas obras reúnen un extenso catálogo de cometas y sus 
pronósticos.25 En el siglo XVII, la interpretación cometaria es altamente desarrollada 
y sus hermeneutas, incluyendo a grandes astrónomos como Tycho Brahe y Kepler, 
usaban métodos de la astrología judiciaria para desentrañar los significados de 
estos portentos: 
 
24 En “Presentación” del libro Novas y cometas: Entre 1572 y 1618, Miguel A. Granada comenta que los tres 
cometas de 1618 suscitaron una nueva oleada de escritos e interpretaciones justo en el momento en que 
estallaba la Guerra de los Treinta Años. 
25 Señala Robinson que Lubienietsky enlista la aparición de 404 cometas antes del año de 1600 y, 
prácticamente, cada uno está relacionado con alguna desgracia acontecida a la humanidad. 
28 
 
Even the greatest of the astronomers were not yet free from astrological learnings. 
Tycho Brahe took the horoscope of the emperor Rudolph II. Indeed, the ruler had 
astrologers and alchemist around him constantly. The apparition of Halley’s Comet 
in 1607 greatly terrified him. Kepler was enough of an astrologer to go even as far 
as to take the horoscope of the last Comet of 1618 (Robinson: 1916, p. 13). 
Elías Trabulse, en Ciencia y religión en el siglo XVII, profundiza en este punto. 
Escribe que eruditos como Causino, Vossius, Dietrich, Beutel, Torreblanca, Kircher, 
Lubienetzky, entre otros, intentaron adaptar los supuestos de la astrología judiciaria 
a la astrología cometaria. Mientras la primera trataba sobre los movimientos 
regulares de los planetas, el Sol y la Luna, la segunda se encargaba de los 
movimientos irregulares e impredecibles de los cometas: 
Una nueva reglamentación y codificación astrológica logró establecer las 
relaciones entre las características físicas aparentes de los cometas y su posición 
con respecto a otros cuerpos celestes y los posibles acontecimientos futuros que 
de ahí se desprenden (Trabulse:, 1974, p. 8).26 
El color del cometa indicaba el tipo de desgracia que sobrevendría: si tenía un color 
saturnal pálido, indica Robinson, adquiría las cualidadesdel planeta Saturno y, en 
consecuencia, traía plagas; si su apariencia era rojiza, tenía las cualidades bélicas 
de Marte. Los colores variaban de astrólogo a astrólogo, cuyos ojos, la mayoría de 
las veces, estaban impregnados de quimeras. La conjunción del cometa con 
planetas o constelaciones pronosticaba también el tipo de mal por venir: si el cometa 
aparecía primero cerca de cierto planeta, aquél adquiría cualidades de éste. La 
relación del cometa respecto a las diferentes constelaciones, especialmente a las 
doce casas del zodiaco, era también un factor importante que se tomaba en cuenta: 
 
26 Estos métodos tuvieron un gran auge en el siglo XVII, incluso durante sus últimos años. 
29 
 
si el cometa cortaba la cabeza de Escorpio, indicaba una gran desgracia; si cortaba 
el brazo de Virgo, en el que sostenía la gavilla, pronosticaba una mala cosecha. La 
dirección de la cauda, asimismo, señalaba en qué país o continente ocurrirían las 
desgracias. Otro rasgo importante era la duración de la visibilidad del cometa. No 
había, escribe Robinson, un acuerdo en común con respecto a este punto. Sin 
embargo, muchos astrólogos llegaron a pensar que un día equivalía a un año de 
influencia y catorce días, a siete años. Se desarrolló, asimismo, un minucioso 
método comparativo, donde se relacionaban los nuevos cometas con los antiguos: 
si sus cursos o rasgos eran parecidos, el nuevo cometa era heredero de las 
desgracias de su antepasado.27 
 Como se ha podido observar, la literatura astronómica desarrollaba una serie 
de imaginerías que se explicaban por los parámetros de esta misma literatura y 
tradición astronómica-astrológica y no necesariamente por la realidad. Por ello, 
estas imaginerías se pueden adscribir a la categoría de lo maravilloso, pues se 
adhieren a un mundo que se explica a partir de sus propias reglas, tal y como lo 
hacen narraciones maravillosas del Mundo Clásico, de la Edad Media, del 
Renacimiento y del Barroco. 
 
 
27 Una variante, escribe Trabulse, “fue la de hacer árboles genealógicos cometarios asociados a las diversas 
dinastías europeas. Se pensaba que con un tipo determinado de cometa se propiciaba la muerte de algún 
príncipe de determinada casa reinante” (Trabulse, p. 8). 
30 
 
1.4 El Gran Cometa de 1680 
 
Cuenta el teólogo e historiador Howard Robinson que el astrónomo y escritor de 
almanaques Gotffried Kirch fue quien por vez primera vislumbró el gran cometa de 
1680. Fue una mañana del catorce de noviembre, cuando el astrónomo alemán, 
mientras observaba la Luna y Marte, se percató de esta aparición. Después de que 
el cometa hubo rodeado el Sol y desaparecido por el intervalo de algunos días, 
regresó nuevamente a la vista de sus espectadores. Ahora, contaba con una larga, 
maravillosa e ígnea cabellera que reverberó en los abiertos y atónitos ojos del 
europeo y americano. Apareció, primeramente, en el signo de Leo; después, dejó 
de verse en Perseo. Señala Robinson que muchos astrónomos, incluido Kirch, 
pensaron que se trataba de dos cometas distintos: uno visto en noviembre; otro en 
diciembre. Sin embargo, la órbita indica que era el mismo fenómeno.28 
 Un espeso aire de superstición asediaba la Europa del siglo XVII. Refiere 
Benjamin Gerlach, según Robinson, que la mayoría de la gente, especialmente en 
los países protestantes, le tenía más miedo al cometa que a Dios.29 Guerras, plagas, 
terremotos, gélidos inviernos, inundaciones, concordancias con rasgos de pretéritos 
cometas, bolas de fuego y otros infortunios exaltaron la malevolencia del heraldo 
 
28 Diferentes fueron los nombres que recibió este cometa de enorme cauda. Se le conoce como el Cometa de 
Kirch, el Gran Cometa de 1680, Heaven’s charriot, Cometa de Newton, entre otros. Actualmente, en el medio 
científico, lleva el nombre de C/1680 V1. 
29 Hay una medalla-amuleto, según Robert S. McIvor, que fue acuñada en 1681 en Alemania, cuyo anverso 
lleva en relieve la figura del cometa sobre un fondo estrellado y registra, en la parte inferior, la fecha en que 
fue visto; su reverso tiene la siguiente rima: “Der Stern droht Boese Sachen. Trau nur! Gott wirds wol machen”. 
He realizado la siguiente traducción: “La estrella amenaza cosas fatales. ¡Confía solamente! Dios traerá el 
bien”. 
31 
 
infausto. Y sin embargo, el portento que confirmó irrevocablemente la malignidad 
del cometa de 1680 fue un huevo descubierto en Roma, en cuyo cascarón 
reverberaban las amenazantes barbas del astro. Las cartas llegaron a Francia y 
Alemania, describiendo el maravilloso suceso. Asimismo, numerosos panfletos, una 
de las varias materialidades textuales por donde corría esta literatura, con imágenes 
de la gallina y el huevo fueron difundidos en el país teutón.30 Escribe Robinson que 
éste no fue el primer huevo con bajorrelieve de portento, pues en 1678 una gallina 
de Montpellier había puesto uno cuyo cascarón llevaba las sílabas “ou, pa, re, ma, 
ne, pa”. Cuenta el historiador estadounidense que el astrólogo Kostradamy 
interpretó el gallináceo mensaje del modo siguiente: “ova parturito, regnum manebit 
pacificum” (Robinson, p. 28). La concordancia entre huevos y cometas, en Europa, 
fue un tópico recurrente.31 
 Nunca en la historia habían corrido tantos ríos de tinta en torno a un cometa. 
El año de 1681 presenció un desbordamiento de escritos y la disputa entre razón y 
superstición. Se publicaron textos a favor y en contra de la superstición cometaria, 
se imprimieron numerosos folletos, se reimprimieron obras como las de Weigel y 
Lubienetzky: 
France saw some of its ablest writers turn to the subject. England, America, Italy, 
Spain, Holland, all made their contributions […] the struggle between the two 
diametrically opposed views, the theological-astrological on the one hand, and the 
 
30 Cabe mencionar que este tipo literatura se expresaba no sólo en panfletos, sino en cartas, tratados, 
diálogos, entre otros, todos adscritos a los géneros menores del canon literario. El panfleto corría de mano en 
mano pregonando todo tipo de calamidades y monstruosidades, como malformaciones de fetos humanos o 
de animales, cometas con forma de espada, barbados o crinitos, etc. En este tipo de formato escribió, por 
ejemplo, parte de su literatura médica, especialmente sobre las monstruosidades y los prodigios, uno de los 
más importantes cirujanos del siglo XVI: Ambroise Paré. 
31 Consultar las figuras A y B en la parte de anexos de esta investigación. 
32 
 
philosophical and scientific on the other, engaged in keen combat. With the attack 
of the philosophers and scientists at this time begins the rapid break-up of the 
superstition in intellectual circles (Robinson, p. 29). 
Cabe destacar que en 1680, según Elías Trabulse, entre el ámbito intelectual 
europeo, los cometas habían sido despojados de su carácter maligno. Sin embargo, 
éste no era el caso en la Nueva España. Aunque gran parte de los dedicados a la 
observación celeste pertenecían al paradigma medieval, hubo excepciones como el 
matemático Diego Rodríguez y don Carlos de Sigüenza y Góngora. Temerosa ante 
la aparición del cometa, la virreina María Luisa de Gonzaga Manrique de Lara buscó 
consejo del polígrafo mexicano, quien le dedica su Manifiesto filosófico. La tarea 
principal de este folleto fue la de quitar el carácter monstruoso de los cometas y 
demostrar que no eran ni mensajeros de males ni causa de ellos. 
Manifiesto filosófico desató críticas contra Sigüenza. Los opositores del 
polígrafo mexicano fueron Josef Escobar Salmerón y Castro, Martín de la Torre y 
el padre Eusebio Kino, jesuita bávaro que había llegado de misionero a la Nueva 
España. Libra astronómica es la obra con que Sigüenza pesay critica los 
argumentos de los opositores y, principalmente, del jesuita de origen bávaro, quien 
defendía la tesis de que los cometas eran mensajeros de infortunios. Refiere 
Cristina Beatriz Fernández que Sigüenza no quiso sacar a luz esta respuesta contra 
el padre Kino, aun cuando tenía el permiso de publicación. Y es que el polígrafo 
mexicano evitaba enfrentarse a este miembro prestigioso de la Compañía de Jesús. 
Sin embargo, su editor, Sebastián de Guzmán y Córdoba, ante la visita de otro 
cometa en 1689, aprovecha para publicar, en 1690, Libra astronómica. 
 
33 
 
1.5 La astronomía en la Nueva España 
En 1539 llegó la imprenta a la Nueva España. Fray Juan de Zumárraga fue su 
signatario y Juan Pablos su ejecutor. Gracias al primero se abrió la universidad por 
mandato real (1551-1553), la cual obtuvo su carácter pontificio años después.32 En 
ésta hubo facultad de leyes, teología, medicina y artes o filosofía. El toledano Alonso 
Gutiérrez, instruido en gramática y retórica por la universidad de Alcalá y en teología 
y filosofía por Salamanca, tomó el hábito en Veracruz y se volvió agustino. De ahí, 
como bien se sabe, adoptó el nombre de fray Alonso de la Veracruz. Fue uno de los 
primeros catedráticos de la Real Universidad de México y editó, según Beuchot, el 
primer curso filosófico del Nuevo Mundo para enseñar a sus estudiantes 
conocimientos de lógica y física. Dentro de ese curso, se encontraba el libro Physica 
Speculatio, obra que nació en la imprenta de Juan Pablos, en el año de 1557. 
 El De Caelo o Libro del Cielo, una de las partes del Physica Speculatio de 
fray Alonso, puede clasificarse como una obra de astrología y cosmografía, “lo que 
ahora denominamos astronomía y geografía” (Beuchot 2012, p. 13). Indagué en 
Bibliografía mexicana del siglo XVI de Joaquín García Icazbalceta y no hallé una 
publicación más antigua relacionada con esta ciencia. Es muy probable que el Libro 
del Cielo haya sido la primera obra de astronomía publicada en la Nueva España. 
 En el Libro del Cielo, Fray Alonso aborda en quince especulaciones los 
temas que había tratado Aristóteles en Sobre el cielo (también conocido como De 
Caelo). Sin embargo, destaca Mauricio Beuchot que el catedrático de teología no 
 
32 Mauricio Beuchot Puente. Fray Alonso de la Veracruz. México: UNAM, 2012, p. 11. 
34 
 
se reduce a comentar solamente el texto del estagirita, sino que aborda temas 
nuevos, como aspectos de la geografía relacionados con los recientes 
descubrimientos. Resumo, ahora, algunos puntos que señala Mauricio Beuchot 
sobre el libro de Fray Alonso de la Veracruz: a) el agustino indica que el universo-
mundo es uno y perfecto, el Nuevo Mundo forma parte de éste, el fin último del 
universo es Dios y el mediato es el hombre; b) el cielo no consta de los cuatro 
elementos, sino que es un quinto elemento, pero aún así es materia y forma; c) el 
cielo no se mueve por su forma, sino que lo mueve el ángel o inteligencia que Dios 
le asignó para ello;33 d) el cuerpo simple puede tener varios movimientos, pero al 
cielo le pertenece el circular, el cual es perpetuo sólo en potencia;34 e) hay tantas 
inteligencias (ángeles) cuantos orbes o cielos; f) la Tierra y el cielo son esféricos; g) 
combate la idea tolemaica “de que hay zonas deshabitadas por ser antípodas de los 
europeos, ya que los descubrimientos recientes las han mostrado habitadas” (p. 16); 
h) comenta que en la Nueva España existen los mismos climas que en Europa y 
llega a decir que es un paraíso terrenal, pues hay frutas todo el año; i) describe los 
 
33 En el Flos sanctorum con sus etimologías, editado por Marcos Cortés Guadarrama, encontramos un 
ejemplo del diálogo narrativos entre la literatura astronómica y la hagiográfica de la Baja Edad Media: 
Ca cuenta rabí Mose, muy grand filosofo, que qualqquier cerco de qualquier planeta ha en grueso, e 
en redondo, tanto espacio quanto podría andar un omne en quinientos años por carrera llana. E ha 
en longura como tanto en el cielo e la ti[f. 109d]erra, e entre cerco e cerco, otro tanto. E por ende, 
commo sean siete cielos, segunt dize este filósofo, que de medio de la tierra fasta el seteno cielo de 
Saturno, que es el sétimo cielo, ay andadura de siete mil e quenientos años si o,ne visquiese para lo 
andar. Así, enpero que qualquier de los años sea conpuesto de CCC e LXVI días, e el camino de cada 
día que sea de XL milias, e cada milia de dos mil pasos que de cada día ande su jornada. E aquesto 
que sea verdat Dios lo sabe, ca él sabe esta medida, que fizo todas las cosas e las fizo por peso o por 
medida: pues queste fue grant salto que fizo Jhesu Christo de la tierra al cielo. E de aqueste salto, e 
de todos los otros, dize sant Anbrosio así: “E un salto vino Jhesu en aqueste mundo, del Padre vino 
en la Virgen, traspasó al pisebre, descendió en Jordán, subió en la cruz, decendió al sepulcro, 
levantose dél e see a la diestra del padre” (Cortés Guadarrama: 2018; p. 373). 
34 A diferencia de Aristóteles, indica Beuchot, Alonso sostiene que, en acto, el movimiento circular del cielo 
podría ser detenido por algo contrario: “Porque Dios lo ha comenzado en el tiempo y la Escritura dice que 
cesará” (p. 15). 
35 
 
lugares del Nuevo Mundo que se han hallado (desde la península del Labrador, en 
América del Norte, por el Atlántico, hasta el estrecho de Magallanes y luego por la 
parte del Pacífico hasta California); j) se pregunta por el número y orden de los cielos 
y sostiene que hay once cielos (el décimo es el primer móvil y el undécimo, el cielo 
empíreo); k) el paraíso no se puede hallar en un monte inaccesible y alto, “ya que 
los españoles han navegado hacia todas partes: norte, sur, oriente y occidente, y 
en ninguna parte han visto ese lugar” (Beuchot: 2012, p. 19). 
 Aunque Sobre el Cielo de Fray Alonso pertenezca a la tradición aristotélica-
ptolemaica, se advierten, para su época, algunos rasgos de la avanzada del arte 
astronómico, como se ha podido observar en el resumen anterior. Mauricio Beuchot 
incluso llega a denominarlo como uno de los pioneros de la ciencia en México, pues 
aprecia “el saber empírico, según lo hemos visto decir en varios lugares, anotando 
que él mismo lo había comprobado o que se había consultado a los que habían 
tenido experiencia de ello. Es, por eso, uno de los iniciadores de la ciencia 
mexicana” (p. 20). 
 El veintiséis de febrero de 1637, a petición de los estudiantes de la Facultad 
de Medicina, se abre la cátedra de matemáticas y astrología en la Real Universidad 
de México, quedando al frente de dicha asignatura el padre mercedario fray Diego 
Rodríguez, quien fue maestro ininterrumpidamente durante más de treinta años.35 
La proposición fue la siguiente: 
 
35 Martínez Hernández escribe sobre Rodríguez la siguiente breve biografía: “Nació este sabio fraile en el 
pueblo de Atitalaquia, actual estado mexicano de Hidalgo, hacia 1596. Su familia era de escasos recursos, lo 
que no fue impedimento para que mandaran al joven Diego a estudiar a la capital del virreinato, en donde se 
incorporó a la Orden de la Merced en 1613. Con los mercedarios cursó los estudios que se acostumbraban en 
36 
 
En la ciudad de México a veinte y dos días del mes de febrero de mil seis cientos 
treinta y siete años, en la Universidad Real de la dicha ciudad, en la sala de los 
actos de ella se juntaron a claustro pleno de consiliarios en virtud de cédula de 
antediem, dada por el señor Agustín de Barrientos, canónigo de la santa iglesia 
catedral y rector de la dicha universidad, con su merced de los señores consiliarios, 
y juntos y congregados en el lugar dicho, habiendo visto lo pedido por el padre 
presentado fray Diego Rodríguez, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, 
bachiller enlas facultades de artes y teología por esta Real Universidad y el 
estatuto de Salamanca, título treinta y tres de las provisiones de las cátedras 
párrafo once, y el ofrecimiento que hace a esta dicha universidad de leer en ella la 
cátedra de matemática, y así mismo lo pedido por los cursantes de la Facultad de 
Medicina, en esta razón y ser como es la dicha cátedra de tanta utilidad y provecho 
para los dichos cursantes y universidad, dijeron que aceptaban y aceptaron el 
dicho ofrecimiento en nombre de la dicha Real Universidad y atendiendo a la 
suficiencia que el dicho padre presentado tiene en la dicha facultad de matemática 
y a sus grandes letras y partes, le daban licencia para que públicamente lea en la 
dicha universidad (Martínez Hernández: 2014, p. 316) 
La apertura de esta cátedra representa un hecho realmente significativo para la 
ciencia mexicana. Por vez primera, se expusieron en México teorías astronómicas 
sumamente modernas como las de Copérnico, Kepler, Tycho Brahe y Galileo, entre 
otras. En palabras de Trabulse: “marca un hito en la historia de la ciencia 
novohispana. Fue el primer curso que incorporaba a los estudios tradicionales otros 
de corte totalmente moderno’” (Trabulse: 1984; p. 30). 
En el siglo XVII, la medicina novohispana se practicaba bajo los dictados de 
una tradición hipocrática-galénica-arabizante, cuya característica principal es que 
 
la dicha provincia. Más tarde, en la Universidad obtuvo los grados de bachiller en artes y teología. 
Posteriormente, se adentró en el estudio de los números, lo que lo condujo a la cátedra universitaria de 
matemáticas y astrología” (Martínez Hernández: 2014, p. 325). Por otro lado, escribe Tena Villeda que la 
cátedra de astrología en la Universidad de Lima fue establecida en 1657, por el virrey Luis Henríquez de 
Guzmán, Conde de Alva de Aliste. 
37 
 
en la Nueva España no echó raíces la verdadera avanzada de la época planteada 
por Vesalio, quien publica De humani corporis fabrica en el mismo año que 
Copérnico, y Paré. La medicina en la Nueva España sería arcaizante, basada en 
las teorías de las principales médicas bajomedievales.36 En ésta, la salud del 
hombre depende del equilibrio de los cuatro fluidos o humores (la bilis amarilla, la 
bilis negra, la sangre y la flema). Los factores que podían alterar este equilibrio eran 
principalmente las condiciones climáticas y ambientales, la actividad del individuo, 
la dieta y el influjo de los astros.37 Se tenía la creencia de que la posición de los 
planetas y las estrellas causaban enfermedades, así como ciertas configuraciones 
planetarias indicaban el procedimiento curativo que se debía usar (la purga, el 
sangrado o la administración de algunos medicamentos).38 Los médicos 
novohispanos requerían, por lo tanto, de un conocimiento especializado para 
estudiar el cielo y, así, tomar algunas decisiones terapéuticas o de diagnóstico: “ese 
estudio no podía ser llevado a cabo por cualquiera, puesto que para ello era 
necesario hacer cálculos muy sofisticados y precisos que estaban más allá de la 
preparación común del médico” (Priani: 2016, p. 64). Esto explica no sólo la relación 
entre medicina y astrología que existió en la cátedra de matemáticas de la Facultad 
de Medicina, sino que ésta fuese ocupada no por un médico ni un astrólogo 
tradicional, sino por un matemático. 
 
36 M. C. Tratado breve de medicina, Iberoamericana/Vervuert, Colección El paraíso en el Nuevo Mundo (en 
prensa). 
37 Ibid. 
38 Véase La medicina en La Nueva España, siglos XVI y XVII de Martínez Hernández. El autor explica con detalle 
la relación entre astronomía y medicina en las páginas 322-330. 
38 
 
 Asimismo, la denominación “astrología y matemáticas” tenía otra connotación 
en la Edad Moderna. En La medicina en la Nueva España, Gerardo Martínez 
Hernández explica que, desde la Edad Media hasta finales del siglo XV, “los 
estudiantes de artes de las universidades fueron introducidos en el estudio de la 
filosofía y la física (ciencias naturales) mediante el aprendizaje de las artes liberales 
del trívium y el quadrivium” (p. 317). El primero agrupaba las disciplinas de la palabra 
(gramática, lógica y retórica); el segundo, los conocimientos correspondientes a las 
artes de los números (aritmética, geometría, astronomía y música). Con el correr 
del tiempo, hubo ciertas variaciones en la clasificación e importancia de estos 
conocimientos. En el caso del quadrivium, la especialización del estudiante 
desembocaba en la astronomía.39 Esta disciplina no sólo se convirtió en una 
herramienta imprescindible para la medicina, sino también para la navegación y la 
agricultura.40 
 La corona española tuvo un profundo interés en el estudio de las matemáticas 
y la astronomía. Martínez Hernández escribe al respecto lo siguiente: 
En el último tercio del siglo XVI, el rey Felipe II había establecido la Academia de 
Matemáticas en Madrid. Por su parte, la Casa de Contratación en Sevilla mantuvo 
una constante atención por el saber matemático y astronómico. En 1552 se 
estableció en ella una cátedra de navegación, en la cual el conocimiento 
cosmográfico servía de fundamento teórico al arte de navegar. (Hernández, p. 
318). 
 
39 Señala Martínez Hernández que, en el siglo XVI, las universidades hispánicas que enseñaban matemáticas 
eran Valencia, Salamanca, Alcalá y, a finales de esa centuria, también Sevilla. 
40 En los virreinatos americanos fue fundamental su difusión mediante sumarios que permitían la rápida 
contabilidad del oro y la plata extraídos de las minas. Ejemplo de ello es el Sumario compendioso de las 
cuentas, de Juan Diez Freyle, de 1556, impreso en la Nueva España. 
39 
 
Los siglos XVI y XVII fueron de gran esplendor en los estudios matemáticos y 
astronómicos de España. Jerónimo Muñoz (1520-1591), quien enseñó en las 
universidades de Valencia y Salamanca, fue un sobresaliente matemático, 
astrónomo, geógrafo, topógrafo, helenista y hebraísta. Sus alumnos, Gabriel 
Serrano, Diego Pérez de Mesa (1563-1632) y Antonio Núñez de Zamora (c. 1565-
1640) continuaron y expandieron los conocimientos de su maestro, tanto en 
Salamanca, Alcalá, como en la Academia de Matemáticas de Madrid. Si bien en la 
segunda mitad del siglo XVI la astronomía estaba en estrecha relación, según 
Martínez Hernández, con las corrientes del humanismo, la cosmografía, la medicina 
y la filosofía natural, en el siglo XVII hubo un declive en el estudio científico de esos 
campos. No obstante, durante el siglo XVII existieron grandes astrónomos y 
matemáticos en España “en cuyos escritos es posible detectar el conocimiento de 
las nuevas teorías del universo, del movimiento de los planetas y de la bóveda 
celeste, derivadas de autores como Copérnico, Kepler, Tycho Brahe, Galileo, 
Nieremberg, etcétera” (p. 322). Algunos de éstos fueron Andrés García Céspedes, 
Juan Cedillo Díaz, Juan Bautista Vélez, Juan Caramuel, Tomás Vicente Tosca, 
entre otros. 
 Refiere Martínez Hernández, con base en las investigaciones de Elías 
Trabulse, que en la Nueva España, a partir del segundo tercio del siglo XVII, la 
ciencia se torna en un estímulo para marcar una diferencia entre los criollos y los 
peninsulares, diferencia en la que se exaltó, en diversos documentos, entre ellos 
astronómicos, el ingenio de los primeros. Fray Diego Rodríguez realizó 
precisamente esto en su Discurso ethereológico de los cometas, donde, por medio 
40 
 
del estudio del cometa de 1652, reivindica y enaltece el ingenio universitario 
novohispano. Asimismo, Rodríguez rechaza la arraigada idea del cometa como 
mensajero de calamidades y su origen sublunar y refuta la teoría de las 
“exhalaciones secas”, la cual estaba muy en boga en esos años. 
Gracias a los escritos del mercedariose puede realizar un esbozo de su perfil 
científico.41 Estos trabajos muestran a Diego Rodríguez como un astrónomo-
astrólogo que estaba en la vanguardia de su época y como un conocedor de las 
obras de Copérnico, Kepler, Tycho Brahe, Longomontano, William Gilbert, Pedro 
Apiano, Cornelius Gemma, entre otros. Escribe Martínez Hernández que el 
mercedario se adhirió a la idea geoheliocéntrica de Tycho Brahe. Esto era algo 
común entre los astrónomos de este siglo, pues evitaban tener problemas con los 
dogmas de la Iglesia. Cabe recordar que una práctica entre los astrónomos de este 
siglo era tomar del modelo copernicano sólo el aspecto matemático y no el 
ideológico, es decir, la concepción heliocéntrica del cielo. De esta manera, según 
Martínez Hernández, “el fraile rechazaba el principio aristotélico, pero mantenía un 
sistema geostático” (p. 326). 
Tras la muerte de Fray Diego Rodríguez en 1668, el predicador dominico 
Fray Ignacio Muñoz se queda a cargo de la materia de Astrología y Matemáticas. 
Menciona Rosalba Tena Villeda en Astrónomos-Astrólogos en la Nueva España del 
siglo XVII que el dominico fue el único que presentó oposición para obtener la 
cátedra, la cual ocuparía durante cuatro años. El 13 de marzo de 1672 presentó 
 
41 Según Martínez Hernández, son seis los manuscritos y un impreso que se conservan del mercedario. Véase 
nota al pie 67 en la página 325 del libro La medicina en la Nueva España, siglos XVI y XVII para encontrar la 
lista de las obras. 
41 
 
oposición para obtener la cátedra el matemático, astrónomo y apologista 
guadalupano Luis Becerra Tanco, quien, según Tena Villeda, presentó su 
exposición intitulada Zodiaco Círculo est aluis circulus in Sphera de la Sphera de 
Sacrobosco. 
Cabe destacar que, en la Baja Edad Media, según Martínez Hernández, el 
tratado de Sphera (siglo XIII) del inglés John of Hollywood, conocido como 
Sacrobosco, se leía en las cátedras de matemáticas y astrología de las 
universidades europeas. Este texto estaba asentado en el Almagesto de Ptolomeo 
y su finalidad era “explicar, de manera conjunta, los fundamentos de los 
movimientos planetarios” (Martínez Hernández, p. 318). Resulta interesante ver 
cómo, normativamente, la Sphera de Sacrobosco continuaba vigente en la Real 
Universidad de México. En la oposición de Becerra y, posteriormente, en la de 
Carlos de Sigüenza y Góngora se mandó que “se abriese en tres partes la Sphera 
de Juan se Sacro Vosco” (p. 318). Sin embargo, “la realidad de los estudios 
astronómicos en el mundo hispánico”, indica Martínez Hernández, “era otra puesto 
que a partir del siglo XVI los matemáticos y astrónomos españoles se vieron 
influenciados por los recientes descubrimientos y nuevas teorías acerca del cosmos 
que se estaban generando en Europa” (p. 318). Los postulados de las corrientes 
renacentistas llegaron a la Nueva España en el siglo XVI y, en el siglo posterior, los 
mecanicistas. Refiere Martínez Hernández que estos paradigmas fueron asimilados 
tempranamente por los círculos científicos novohispanos: 
se puede afirmar que una parte de la comunidad científica novohispana del siglo 
XVII llevó a cabo un temprano rompimiento con la concepción aristotélica del 
universo. Así, la recepción y difusión de la ciencia moderna en México fue, como 
42 
 
en Europa, un movimiento intelectual de largo alcance, que comenzó impugnando 
la visión arcaica de un cosmos jerarquizado, y terminó siglo y medio más tarde, 
cuestionando la también arcaica sociedad de jerarquías inmutables (p. 325). 
Sin oponente alguno, la cátedra le fue asignada de manera vitalicia a Becerra. Sin 
embargo, el dominico falleció en junio de ese año. Es muy probable, escribe Tena 
Villeda, que Becerra continuara la línea de Fray Diego, pues en la cátedra de la 
Universidad comentaba las obras de Cardana, Tartaglia, Galileo, Descartes y 
Kepler, obras que expuso, con anterioridad, el fraile mercedario. No obstante, a 
pesar de los modernos autores que presentaba en dicha cátedra, el dominico, como 
gran parte de los astrónomos de esta época, es, para nuestros días, un personaje 
paradójico en el que se imbrican religión y ciencia: “antes que astrólogo soy 
guadalupano” (Tena Villeda, p. 73). 
 El 20 de julio de 1672, Juan de Saucedo, José de Salmerón y Carlos de 
Sigüenza y Góngora fueron opositores para obtener la cátedra de Astrología y 
Matemáticas de la Real y Pontificia Universidad de México. Al primero, según Tena 
Villeda, le tocó exponer la parte relativa al lugar ocupado por la Tierra en De Sphera 
de Sacrobosco; al segundo, el quinto capítulo del mismo libro, el cual trataba de los 
círculos del zodiaco; al tercero, el tema relacionado con las constelaciones, situado 
también en De Sphera. Escribe Pérez de Salazar, según Tena Villeda¸ que el 
Rector, Antonio de la Torre y Arellano, fue “sacando votos a puños como lo dispone 
la constitución” y contó catorce a favor de José de Salmerón, siete a favor de 
Saucedo y setenta y cuatro a favor de Sigüenza y Góngora, “con que parece 
haberse llevado la dicha cátedra en propiedad con el salario de cien pesos” (p. 79). 
43 
 
Sigüenza retuvo la cátedra hasta 1697, año en el que fue jubilado.42 Cabe destacar 
que antes de estos resultados, José de Salmerón se declaró por único opositor 
legítimo, de acuerdo, según Tena Villeda, con la Constitución 163 de la Universidad, 
la cual disponía que los interesados fueran doctores, maestros, licenciados o 
bachilleres universitarios y “no siéndolo sus contrincantes, sólo él tenía derecho a 
la cátedra” (Tena Villeda, p. 78). Sin embargo, Sigüenza supo defenderse y comentó 
al respecto de Salmerón lo siguiente: 
que el susodicho [don José] intenta con todos sus esfuerzos la consecución de dicha 
cátedra sin estar versado (como es público y notorio) en dicha facultad y teniendo 
como tengo noticias de que pretende valerse de otras personas para hacer dicha 
lición [sic] (p. 78). 
Según Pérez de Salazar, Salmerón no aceptó la victoria de Sigüenza y apeló ante 
la Real Audiencia. A pesar de esto, el polígrafo mexicano comenzó a profesar la 
materia. 
 Ahora bien, refiere Achim que el titular de la cátedra de astrología tenía la 
obligación de publicar anualmente unos pequeños libritos -de unas veinte páginas 
e impresas, generalmente, en octavo-. En éstos se encontraban los pronósticos 
astrológicos anuales: “una especie de calendarios impresos bajo nombres diversos, 
como lunario, diario, almanaque, pronóstico o efemérides” (Achim: 2011, p. 598). 
Comenta Miruna Achim, en “Lecturas para todos: pronósticos y calendarios en el 
México Virreinal”, que fueron una de las publicaciones más populares de la Nueva 
España. Al parecer, tenían un público bastante variopinto en el que había médicos, 
 
42 Señala Tena Villeda que Sigüenza estuvo a punto de ser despedido “por acumular faltas consecutivas y no 
presentarse a clases por largo periodo” (p. 141). 
44 
 
navegantes, agricultores, mujeres embarazadas,43 nuevas madres, cortesanos y 
comerciantes. Asimismo, los escritores de los pronósticos formaban un grupo 
también heterogéneo, donde no sólo había profesores de astrología (Diego 
Rodríguez, Becerra Tanco, Sigüenza y Góngora, etc.), sino también otros astrólogos 
como Enrico Martínez, Joaquín Velázquez de León, el impresor Juan Ruíz, Gabriel 
López de Bonilla, Fray Felipe de Castro. Además, comenta Achim, hubo autores de 
pronósticos que provenían de diversas profesiones, como médicos, agrimensores, 
boticarios, impresores, entre otros. 
Los pronósticos resultaban ser una fuente importante de ingresos. El 
ambiente entre los astrólogos de la Nueva España no siempre fue cordial, sino que 
llegaba a dominar en él la competencia y los celos y, por lo tanto, resultaba ser 
muchas veces hostil, pues había detrás un prestigio

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