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AGÜEROS, PROFECÍAS Y CIENCIAS ADIVINATORIAS EN LA 
SEGUNDA PARTE DEL QUIJOTE 
O 
MARISA GARCÍA 
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES 
En la Segunda Parte del Quijote aparece dieciséis veces la palabra "agüero" , a diferencia 
de la Primera Parte, en la que se presenta sólo una - y en el pensamiento de moros y no de 
c r i s t i anos- . 1 Dist intas formas de predicción y adivinación se encuentran en este segundo 
libro, y es el propósi to de este breve trabajo comenzar a ahondar en ellas, en las razones de 
su presencia en el texto, y en las posibles diferencias que se establecen entre las mismas , a 
partir de la credibilidad br indada a cada una. 
Agüeros iniciales 
La pr imera vez que aparece la palabra "agüe ro" en el texto lo hace en relación con el ani­
mal considerado por los caballeros como una extensión de su propio cuerpo: su cabalgadu­
ra. Al mencionar Sancho su determinación de proporcionar nuevas aventuras y sucesos al 
autor, Rocinante comienza a relinchar y don Quijote toma esto "por felicísimo agüero" , con 
lo cual establece inmedia tamente una fecha para la p róx ima salida (II, 4 , 6 5 6 ) . 2 Días des­
pués , ya al salir de la aldea y en camino hacia el Toboso, se renuevan los rel inchos pero se 
añaden los "sosp i ros" del rucio, que son ahora tomados por ambos , cabal lero y escudero, 
como "buena señal y felicísimo agüero", y, en este caso, Sancho añade que el hecho de que 
las ventosidades del asno sean más abundantes que la manifestación del rocín de su a m o sig­
nifica que sus aventuras serán, esta vez, mayores que las de don Quijote (II, 8, 678-679) . 
Covarrubias entiende los agüeros o augurios c o m o interpretaciones dadas a acciones ani­
males, tal como ocurre aquí, pero con una diferencia: se real izaban a partir del vuelo o el 
canto de las a v e s 3 - r e c o r d e m o s , por ejemplo, las aves vistas por el Cid al salir de su ciudad 
y entrar en la siguiente, B u r g o s - y no en función del compor tamien to de animales terrestres 
como un caballo o, menos aún, un burro (asociado al trabajo y a los campes inos ) . 4 
Otros animales aparecen como portadores de significado simbólico. En otro apartado, inves­
tigaremos la simbología de la liebre del anteúltimo capítulo. Al entrar en la cueva de Montesinos, 
don Quijote ve volar infinitos cuervos y grajos -es ta vez sí aves, aunque de mala fama, siguien­
do a Covar rub ias - 5 y, dice el narrador, "si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera 
' Los moros, según la historia del cautivo, creen que pasar por la llamada "Cava Rumia" es "de mal agüero". 
2 Las citas del Quijote pertenecen a la edición de Martín de Riqucr, 1994. 
3 "Del latín augurium; genero de adivinanza por el buclo de las aves y por su canto, o por el modo de picar los gra­
nos o migajas que se les ochavan, para conjeturar los augures buenos o malos sucessos." (Covarruvias, "agüero") 
4 Sin embargo Rilcy (1979) señala que "'suspirar' (an cuphcmism for farting) was a good ornen which went back 
at least as lar as Aesop's llatulcnt woll', aecording to Donald McGrady" [el artículo, escrito por este último, que 
comenta Rilcy es "The sospiros of Sancho's donkey"]. 
5 "En Tesalia había cierto lugar de suplicio dicho El Cuervo, de donde precipitaban los malhechores, como en Roma 
de la Rupc Tarpcia; y por eso son de mal agüero. Y también por lo que escribe Plinio, lib. 10, cap. 12, y 
Atexander ab Aiexanctro refiere que, queriendo entrar Alejandro Magno en Babilonia le anunciaron cuervos su 
muerte y lo mesmo hicieron a Cicerón, huyendo dclla" (Covarrubias, 'Cuervo') 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
a mala señal y escusara de encerrarse en lugar semejante" (II, 22, 791). Volviendo al comien­
zo de la aventura, previo al ingreso de don Quijote y Sancho al Toboso para buscar a 
Dulcinea, diferentes voces de animales familiares como puercos y gatos son tenidas por don 
Quijote como "mal agüero" (II, 9, 685-686) . Tal vez podamos realizar un paralelo entre estos 
presagios y los ya citados del Cid: al salir de su innominado lugar de la Mancha , don Quijote 
recibe buenas noticias por medio de su Rocinante - y a que regresará a ella al té rmino de su 
camino, luego de haber recuperado la cordura- ; mas son malas las señales que percibe al 
entrar al Toboso: no encontrará a Dulcinea. O lo hará, pero no podrá liberarla de su encan­
tamiento. 
Astrología 
En pr imer lugar, debemos tener en cuenta que don Quijote, en conversación con el j oven 
poeta Lorenzo, incluye la astrología entre las muchas ciencias útiles que debe conocer quien 
ejerza la caballería andante, porque la considera como la ciencia por la cual el hombre , aún 
solo y alejado de la civilización, puede reconocer el t iempo y el espacio en que se encuen­
tra, pues el caballero "ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son 
pasadas de la noche, y en qué parte y en qué c l ima del m u n d o se hal la" (II, 18: 755) . 
En el Persiles, uno de los personajes perteneciente al escuadrón de los protagonis tas , 
Mauric io , es jus tamente un astrólogo judiciar io. Antes de iniciar un viaje por mar, él dice qué 
día será el más propicio para partir ya que puede deducir, gracias a las estrellas, cuál será la 
si tuación atmosférica. En la aventura del barco encantado (II, 29) , don Quijote demuest ra 
que, como caballero andante , conocía la ciencia de la astrología, y del m i s m o m o d o que 
Mauric io , la emplea de manera instrumental , para comprobar su ubicación en el mundo . 
Evidentemente don Quijote, a pesar de sus eruditas referencias a Ptolomeo, no era m u y ave­
zado en esta ciencia, dado que nos lleva en un viaje imaginario más allá de la línea equinoc­
cial mientras su barco encantado apenas se mueve unos metros de la orilla. 
En contraposición a todo esto, recordemos también que el ci tado Maur ic io logra encon­
trar a su hija mediante la lectura de las estrellas y hasta es capaz de interpretar sueños pro-
féticos; que se dice que Sancho se basa "no sé si en astrología judiciar ia que él se sabía" al 
interpretar favorablemente para sí la diferencia de porcentaje entre los "sosp i ros" de su rucio 
y los rel inchos de Rocinante (II, 8, 679); y que don Quijote sospecha que el m o n o adivino 
de maese Pedro podría ser "astrólogo judic iar io" . De hecho, habla de "alzar estas figuras que 
l laman judic iar ias , que tanto ahora se usan en España, que no hay mujercilla, ni paje, ni zapa­
tero de viejo que no p resuma de alzar una figura" (II, 25 , 817); con lo cual vemos la popu­
laridad de la astrología y sus predicciones (de lo que es prueba suficiente la obra más cono­
cida de Calderón) . Pero estas predicciones absurdas sólo echan "a perder con sus ment i ras e 
ignorancias la verdad maravi l losa de la c iencia" (818), útil para el cabal lero y también para 
el campes ino en época de cosechas. 
Artificios de adivinación 
En su camino, don Quijote se topa con dos creadores de ficciones adivinatorias: Maese 
Pedro y don Antonio . El m o n o de Maese Pedro posee , fingido, un don. En los bestiarios anti­
guos y medievales , los s imios representan los pecados del hombre ya que , s iendo semejan­
tes, carecen de razón, s iempre están tocando sus partes pudendas , y deben su nombre , según 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
Covarrubias , a "cuasi sima, por tener las narices cha tas" - q u e en extensa bibliografía se rela­
ciona con el vicio de la lujuria- . Ci tando el famoso bestiario Fisiólogo, "El s imio, por esto 
mismo, asumió el papel del d i ab lo" . 6 De hecho, don Quijote cree que el poder del mono 
puede provenir de un pacto con el demonio , ya que "no responde sino a las cosas pasadas o 
presentes, y la sabiduría del diablo no se puede estender a más , que las por venir no las sabe 
si no es por conjeturas, y no todas veces" (II, 25 , 818). A diferencia de los agüeros , este ani­
mal no permite predecir,sino adivinar lo ocurrido - a u n q u e sepamos que no lo hace por inter­
vención del demonio sino por astucia de Ginés de Pasamonte . 
N o ocurre lo m i s m o con la cabeza encantada, que sí es capaz de predecir el futuro, así 
sea con respuestas dignas de Perogrullo. Sin embargo , al igual que con el m o n o , don Quijote 
aprovecha la virtud del busto para cerciorarse de la veracidad de lo que él ha vivido en la 
cueva de Montes inos . El mono le había respondido que eran "cosas en parte falsas y en parte 
veris ímiles", y también la cabeza le responde que "hay mucho que decir: de todo t iene". Don 
Quijote insiste en esta pregunta porque requiere la confirmación de que ha visto con sus pro­
pios ojos a su señora, doliente de un encantamiento, y que necesita un redentor. N inguno de 
estos artificios le permite sacar una conclusión precisa. Además , el episodio de la cabeza es 
posterior a la profecía que sobre este tema realiza el Merl ín de los duques y por eso, el caba­
llero pregunta además qué pasará con los azotes de Sancho. La respuesta del amigo de don 
Antonio es que "el desencanto de Dulcinea llegará a debida ejecución". Veremos que esta 
respuesta es tan falsa como la virtud de la cabeza. 
Profecías 
Acerca de las profecías en el Quijote hemos sido más que a lumbrados por el trabajo pre­
sentado por August in Redondo en la primera conferencia plenaria de este Congreso , por lo 
que sólo nos queda recordar brevemente las que se encuentran en el segundo libro, que inclu­
so según el ci tado invest igador existe por imposición de una profecía del p r i m e r o . 7 
En su cueva, Montes inos le indica al caballero que m u c h o t iempo atrás Merl ín - e l mago 
por an tonomas ia y, en palabras de Redondo, el "profeta por exce lenc ia" -ha anunciado que 
don Quijote iría allí c o m o el elegido para dar a conocer las maravi l las que ésta encierra (II, 
23 , 795) y, tal vez, para acometer la gran hazaña de desencantar a los encantados en esas pro­
fundidades (798). 
Poster iormente , luego de que Sancho ha informado a los duques acerca de las aventuras 
de su amo, se planea la profecía del desencantamiento de Dulcinea y el auto-azotamiento de 
Sancho. El m a y o r d o m o aprovecha la popularidad del mi smo Merl ín, encerrado su espíritu 
"en el hueco / desta espantosa y fiera notomía" , quien finge consultar cien mil l ibros de su 
ciencia "endemoniada y torpe" para buscar una solución a la tristeza de la dama. En esta pro­
fecía bur lesca en que se "encarna" el espíritu de Merl ín y hasta se da figura a Dulcinea , 
"tuvo principio, pero carece de fin (es decir, de cola): al principio fue uno de los arcángeles, pero su fin se des­
conoce. Con razón, pues el simio, que no tiene cola, carece de belleza; pues lo más vergonzoso es carecer de cola. 
Y lo mismo le ocurre al diablo, no tiene fin bueno. Bien se expresó, pues, el Fisiólogo" (Fisiólogo, cj. simio) 
7 Decía Redondo que la obsesión de don Quijote por encontrar a Dulcinea parte de la necesidad de darle existen­
cia física, material, para cumplir la profecía que se encuentra en la Primera Parte y dar existencia a los "bravos 
cachorros" (I, 46, 559) 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
Sancho debe darse tres mil trescientos azotes en lo más bajo de su carne: sus posaderas . 
Tanto aquí c o m o en la cueva de Montes inos , en que se materializan también Dulcinea y algu­
nas leyendas como la de Durandarte y el Guadiana, las profecías se relacionan con lo físico. 
Finalmente, luego de la historia de Clavileño, en que don Quijote ha realizado una proe­
za "con sólo intentarla" y ha sido el l iberador de la condesa Trifaldi y sus dueñas y desen­
cantador de los reyes de Candaya (II, 39, 913), una nueva profecía le renueva la p romesa de 
su recompensa , ya que "cuando se cumpliere el escuderil vápulo, la blanca pa loma se verá 
libre de los pestíferos girifaltes que la persiguen, y en brazos de su querido arrullador; que 
así está ordenado por el sabio Merlín, protoencantador de los encantadores" (II, 4 1 , 928) . Sin 
embargo , cuando Sancho cumple finalmente con sus azotes (II, 72, 1152) nada ocurre. 
Hemos seguido una larga cadena de bromas y engaños: Sancho no se da realmente los azo­
tes, pero las profecías del fingido Merlín y el pergamino preparado por los sirvientes de los 
duques también han sido apócrifos; y, antes que eso, Dulcinea no ha sido rea lmente encan­
tada sino por invención de Sancho. . . y ni siquiera ha existido una Dulcinea real, material . 
Con esto, "Dulc inea no parece", o sea, no adquiere apariencia física real, más allá de la per­
pleja campesina , la tal vez imaginaria aventura de la cueva y la actuación del paje. 
Referencias a otras maneras de adivinar 
A cont inuación, me ocuparé muy brevemente de otras formas de predicción nombradas 
en el Quijote. 
El protagonista se disgusta con Sancho por enfrentarse con doña Rodríguez, diciéndole 
que si los demás "veen que tú eres un grosero villano o un mentecato gracioso, pensarán que 
yo soy algún echacuervos" (II, 31), con lo que alude a una conocida historia, ci tada por 
Covar rub ias , 8 acerca de unos fingidos adivinadores que eran denominados así por pintar 
unos cuervos de blanco s imulando que los habían transformado con magia. Creo que es inte­
resante notar la coetánea proliferación de los así l lamados, esto es: "los que con embelecos 
y mentiras engañan a los s imples, por vender sus ungüentos, aceites, yerbas , piedras y otras 
cosas que traen, que dicen tener grandes virtudes naturales". 
La fisonomía, "una cierta arte conje tura l" , 9 permite hacer predicciones sobre el a lma de 
una persona a partir de su presencia física, pero también permite realizar predicciones cuan­
do existe un lunar, "especialmente los que están en el rostro, dándoles correspondencia a las 
demás partes del cuerpo" . Don Quijote hace uso de esta ciencia cuando Sancho dice ver a 
Dulcinea no encantada y coloca un lunar en el rostro en su descripción de la doncella. Don 
Quijote, como recordamos, supone que "según la correspondencia que tienen entre sí los del 
rostro con los del cuerpo, ha de tener otro Dulcinea en la tabla del muslo que corresponde al 
lado donde tiene el del ros t ro ." (II, 10, 699) 
° "De ciertos mancebos traviesos se cuenta que, tomando con lazos unos cuervos, les dieron color blanca, y des­
pués los soltaron, y en la voz y en el cuerpo conocían ser cuervos, y desconocíanlos en la color. Hicicronsc agore­
ros en el pueblo los que los habían echado, y pronosticaron diversas cosas, con que tenían a la gente embelesada y 
amedrentada, hasta que se entendió el engaño y la burla." (Covarrubias, .v.v.'cuervos') 
" "Es una cierta arte conjetural por la qual señalamos las condiciones y calidades del hombre, considerando su cuer­
po y talle y particularmente por las señales del rostro y cabeca, como parte principal y la torre del omenaje donde 
residen los sentidos del alma, suele dar indicios de sus passiones". (Covamibias, .v.v. 'fisonomía') 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
Por úl t imo, enuncio el dicho de Sancho acerca de que su a m o es "zahori de las histo­
r i a s " , 1 0 sólo como muestra de la propagación de diferentes modos de predecir en la España 
cervantina, aunque excede este trabajo investigar cómo puede nuestro caballero -paraf rase­
ando la definición br indada por Cova r rub ia s - ver lo que está escondido detrás de las histo­
rias, los romances , los libros de caballerías, y decir si esto es profundo o somero. 
A g ü e r o s finales 
En el capítulo 58, los protagonistas se topan con unos hombres que portan imágenes de 
santos caballeros, y luego de verlas, don Quijote emprende un discurso ambiguo acerca de 
los agüeros: "esto que el vulgo suele llamar comúnmente agüeros , que no se fundan sobre 
natural razón alguna, del que es discreto han de ser tenidos y juzgar por buenos aconteci­
mien tos" (II, 58,1049). Luego ejemplifica lo opuesto, y señala " c o m o si estuviese obl igada 
la naturaleza a dar señales de las venideras desgracias con cosas tan de poco momen to como 
las refer idas" (Ibidem), no porque esté mal creer en agüeros sino porque "El discreto y cris­
tiano no ha de andar en puntillos con lo que quiere hacer el c ie lo" (Ibidem). Una vez más , 
sólo Dios conoce la verdad, y el hombre sólo puede intuirla, y no s iempre correctamente . 
Como conclusión, no del todo justificada, expresa: "Así que, Sancho, el haber encontrado 
con estas imagines ha sido para mí felicísimo acontec imiento" (II, 58 , 1050) 
Sin embargo , luego de este encuentro, si bien hallan una resurrección de la Arcadia y se 
produce el reencuentro entre Ana Félix y su padre, no podemos decir que la cont inuación del 
camino de los protagonistas sea venturosa. De hecho , ante las noticias del libro de 
Avellaneda, ellos deciden torcer su rumbo, cambiando Zaragoza por Barcelona, y allí, luego 
de que se mofen todos de nuestro querido personaje nuevamente , éste será finalmente ven­
cido por el caballero de la Blanca Luna. ¿Los agüeros han sido falaces? 
Ya de vuelta a su aldea, buscando a Dulcinea en cada mujer que aparece - y a que Sancho 
ha cumpl ido con sus azo tes - , don Quijote escucha la pelea de unos chicos e interpreta su "no 
la has de ver en todos los días de tu vida" como una premonic ión de su no encuentro de 
Dulcinea. Otis Green (1969) ejemplifica con esta escena la "c ledonomanc ia" , interpretación 
de palabras oídas por azar como si tuvieran relación directa con la situación crítica en que se 
encuentra el oyente, en que se cree que Dios provoca esa aparente "casua l idad" (267-268) . 
Agrega Otis Green, ante el intento de desestimar los agüeros por parte del escudero, que "el 
lector cala más hondo que Sancho y sabe que a Don Quijote le guía y le habla en esos 
momentos una auténtica voz del c i e lo . " (268)" 
Inmedia tamente , aparece otro hecho también interpretado c o m o fatal por el caballero, 
quien demuestra la pérdida definitiva de sus esperanzas cuando expresa: "Maltim signunú 
Maliim signum\ liebre huye; galgos la siguen: ¡Dulcinea no parece!" . 
Riley (1979) estudia la pluralidad de significaciones de la liebre en la mi tología y el fol-
clore popular, y encuentra numerosas relaciones entre ella y don Quijote, Sancho o Dulcinea 
1 0 "Digo, pues, que los zahorics, sin intervención de pacto con el demonio, no pueden ver lo que está escondido 
detrás de la tierra, o de otra parte; si no es por conjeturas, como conocen donde hay agua, y si es en cantidad, y si 
está honda o somera." 
' ' En el mismo párrafo había indicado el autor que "se supone, aunque no se afirma explícitamente, que Dios es el 
que conduce a su casa al héroe errante, para hacerle ver su error, prorrumpir en acción de gracias hacia su Hacedor 
y preparar su alma para el ciclo". (Green, 1969: 268) 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
- a s í c o m o también recuerda la creencia popular de que encontrar una liebre es de mala suer­
t e - . En todo caso, es evidente la relación que establece don Quijote entre Dulcinea y el 
pequeño animal, reforzada por Sancho al rescatarlo para dárselo a su amo. El escudero pre­
tende intervenir, o en palabras de Riley (1979), pretende realizar un acto mágico, para dejar 
" rompidos y desbartados estos agüeros" , lo que repite al comprar la jau la por la que discutí­
an los muchachos y entregársela a su amo también. Quiere continuar el papel que le han asig­
nado de desencantar a Dulcinea. 
Sin embargo , l legan los cazadores y don Quijote devuelve la liebre. Vencido, res ignado, 
las palabras de Sancho ya no hacen mella en su ánimo apresado por la melancol ía . Y es 
correcto decir "apresado" , ya que si bien devuelve al animal , se queda con la j a u l a 1 2 con la 
que se realiza la "caza de gril los", frase que metaforiza, según Covarrubias , lo que buscamos 
afanosamente mas nunca podemos alcanzar. Pero no olvidemos que en la pol isemia del len­
guaje, los grillos son también los hierros de prisión que se ponen a los pies de los esclavos , 
y que lo que le queda a don Quijote es una jaula . En la Primera Parte, don Quijote vuelve a 
su pueblo encerrado en una jaula , vencido por sus encantadores , y ahora es mos t rado nueva­
mente como preso. Sancho, que pretendía deshacer los malos agüeros, sin querer es culpa­
ble de la ulterior posesión de la cárcel de su amo. 
Sancho intenta consolar a don Quijote ante los agüeros finales y le dice: "he oído decir 
al cura de nuestro pueblo que no es de personas cristianas ni discretas mirar en estas niñerí­
as; y aún vuesa merced mi smo me lo dijo los días pasados, dándome a entender que eran ton­
tos todos aquellos cristianos que miraban en agüeros" (II, 73 , 1154) - m o s t r a n d o , de esta 
manera , su interpretación de las ambiguas palabras de don Quijote del capítulo 58. También 
Covarrubias trata los agüeros como propios de bárbaros y no de cristianos. Pero aquél cree 
en esas señales, y no hay nada que Sancho pueda hacer. Y es gracias a ellas que atraviesa su 
realidad para llegar a la verdad: atraviesa lo verosímil para acceder a lo verdadero, y lo apa­
rente hacia lo real. En virtud de las mismas , don Quijote podrá reconocer que todo ha sido 
una ficción, que su dama imaginaria no podrá tener apariencia real, a pesar de las invencio­
nes del m a y o r d o m o de los duques y de su propio amigo y escudero. Podrá asumir que en rea­
lidad él mi smo c o m o caballero nunca existió, que su autoconstrucción fue tomada en burla 
por todos, que todos sus triunfos no fueron más que autoengaños. Y decide destruir ese enga­
ño que él m i s m o creó, decide destruir a ese don Quijote y volver a ser Alonso Quijano, un 
hombre que ya sin esperanzas en sus sueños y utopías t ampoco tiene razón para seguir 
viviendo en una realidad demasiado cruel, demasiado real. 
C o n c l u s i ó n 
Lamentab lemente , dada la extensión de este trabajo, ha sido imposible dar cuenta de 
todos los episodios en que aparecen métodos de adivinación (como las numerosas imágenes 
contenidas en la aventura de la cueva de Montes inos , las alusiones a los j uegos de cartas que 
también pueden ser usadas para la adivinación del futuro, la función de los romances c o m o 
anuncios del porvenir, el curioso nombre del médico del gobernador de Barataría, los indi­
cios y señales propuestos al lector), y algunos otros han sido meramente señalados. 
Rilcy, en el artículo citado, la supone vacía. 
EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marisa GARCÍA. Agüeros, profecías y ciencias adivinatorias en ...
Lo que sí nos ha quedado claro es que los hombres , por estudio de las ciencias adivina­
torias o por pac to con el demonio , sólo pueden adivinar el pasado o el presente , pues to que 
el futuro sólo Dios lo conoce . Y la interpretación de los signos es errática y puede fallar. 
Don Quijote busca todo el t iempo descubrir la verdad acerca de Dulcinea y, al encontra­
se en un m o m e n t o de búsqueda, y por lo mi smo de gran angust ia y necesidad de certezas, 
recurre a la ciencia que permite realizar predicciones - l a as t ro log ía - y a las profecías pres­
tigiadas por sus adorados libros de caballerías, pero además a los agüeros , a la creencia popu­
lar, y a los ta imadores que proliferaban en su España burlándose de la ingenuidad de la gente. 
Todo comienza con el encantamiento de Dulcinea por parte de Sancho, cuyas posaderas 
deberán pagar. Pero m u c h o antes, comienza cuando don Quijote debe buscar una d a m a para 
enamorarse y crea así su existencia. 
Las profecías - f ing idas , de b r o m a - y la astrología - q u e don Quijote no parece manejar 
del todo b i e n - fallan, pero no podemos decir lo m i s m o de los agüeros . Al comienzo impul­
san a los personajes a asomarse a sus nuevas aventuras y hasta Sancho puede predecir que 
superará a su a m o (sabemos que llega, aunque bur lescamente , a gobernador,y que reempla­
zará a don Quijote en el papel de desencantador de Dulcinea) . Además , hacen que desde su 
acercamiento al Toboso don Quijote anticipe su mala fortuna con su dama. Al final, también 
son éstos los que acercan al vencido caballero a su fin. 
Por otro lado, los varios felicísimos agüeros, ¿son falsos? N o lo creo así, ya que incenti­
van a don Quijote a realizar su camino y finalmente regresar a su origen, a su autoconoci-
miento , a su cordura, a su fin. Los populares y desprest igiados agüeros , ¿son entonces men­
sajes divinos? 
Bibliografía 
Cervantes Saavedra, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, ed. de Martín de Riquer, 1994, Barcelona, 
RBA Editores, tomos I y IT. 
— Los trabajos de Persiles y Sigismundo, ed. de Juan Bautista Avalle-Arce, 1992, Madrid, Castalia. 
Cornelius, Geoffrey y Maggie Hyde, 1997, Astrología para principiantes, Paula Grossman (trad), 
Buenos Aires, Era Naciente. 
Covarrubias y Orozco, Sebastián de, 1995, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid, Castalia. 
Green, Otis H., 1969, España y la tradición occidental. El espíritu castellano en la literatura desde 
"El Cid" hasta Calderón, Madrid, Biblioteca Románica Hispánica, Gredos, tomo II. 
El Fisiòlogo, 1971, Buenos Aires, Eudeba. 
Haber, Abraham, 1976, Símbolos, héroes y estructuras, Buenos Aires, Librería Hachette. 
Oesterreicher-Mollwo, Marianne, 1978, Diccionarios Rioduero. Símbolos [versión en castellano de 
Purificación Murga, 1983], Madrid, Ediciones Rioduero de La Editorial Católica. 
Riley, E.C, 1979, "Symbolism in Don Quixote, Part II, Chapter 73" , Journal of Hispanic Philology, 
III, 2, 161-174. 
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