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AGRICULTURA_SOSTENIBLE_Y_ECOSISTEMAS_ARI

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Copyright © 1997. Depósito legal pp. 76-0010 ISSN 0378-1844. INTERCIENCIA 22(3): 123-130 
Forma correcta de citar este articulo: SILVIA DIANA MATTEUCCI y AÍDA COLMA 1997. AGRICULTURA 
SOSTENIBLE Y ECOSISTEMAS ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOS DE VENEZUELA. INTERCIENCIA 22(3): 123-
130. URL: http://www.interciencia.org.ve 
AGRICULTURA SOSTENIBLE Y ECOSISTEMAS ÁRIDOS 
Y SEMIÁRIDOS DE VENEZUELA 
SILVIA DIANA MATTEUCCI y AÍDA COLMA 
Silvia Diana Matteucci. Licenciada en Ciencias Biológicas, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de 
Buenos Aires, Argentina (1967); PhD, de Duke University (1970). Coordinadora del Equipo de Ecología Regional de 
Falcón, Venezuela (1975-1982). Es docente Investigador del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos 
Aires, Argentina. Dirección: Silvia Diana Matteucci, Washington 1821, 1430 Buenos Aires, Argentina. 
Aída Colma. Licenciada en Ciencias Biológicas, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos 
Aires, Argentina (1968); Miembro del Equipo de Ecología Regional de Falcón, Venezuela (19751982), Es docente 
investigador en el Departamento de Ambiente y Tecnología Agrícola de la Universidad Nacional Experimental 
Francisco de Miranda, Venezuela, Actualmente en el Año Sabático. 
RESUMEN 
Las estrategias de manejo de los recursos dependen de la concepción subyacente sobre la 
dinámica de los ecosistemas. El enfoque será antagónico según se haga hincapié en la 
estabilidad o en la resiliencia. En este último caso, el manejo respeta la heterogeneidad 
temporal y espacial del ecosistema. Los ecosistemas áridos y semiáridos tienen un 
funcionamiento de pulso-reserva; esto es, la heterogeneidad temporal es muy marcada. El 
agua es el factor de control, la reposición es errática y discreta. Durante el período seco el 
sistema se encuentra en un equilibrio inactivo, hasta que la lluvia desencadena el 
crecimiento de la biomasa y se producen estructuras reservantes. El tamaño del pulso 
depende de la intensidad del estímulo. La persistencia del sistema depende de la cantidad 
de reservas almacenadas y de la cantidad de biomasa viva capaz de producir reservas. 
Todo factor que interfiera con los mecanismos de acumulación o que acelere la pérdida de 
las reservas disminuirá la resiliencia. La alta resiliencia de los ecosistemas áridos y 
semiáridos determina que cuando se advierte el avance del deterioro, en general ya es 
demasiado tarde para frenar el proceso. El manejo de estos ecosistemas es una empresa 
delicada ya que pequeñas perturbaciones van disminuyendo su resiliencia hasta un valor 
umbral en que un evento casual e impredecible puede destruir el ecosistema. Los 
ecosistemas áridos y semiáridos de Venezuela ocupan el 4,6% del territorio nacional. Se 
encuentran pauperizados, tanto ecológica como socioeconómicamente, por años de uso 
desgastante basado sobre la cría de caprinos, sin manejo de rebaños y sin control 
sanitario, al libre pastoreo de la vegetación seminatural. Las características de fragilidad y 
resiliencia de los ecosistemas de zonas secas y su escasa importancia en extensión 
parecen justificativos suficientes para desalentar todo intento de manejo. Sin embargo, la 
función amortiguadora de la vegetación y la existencia de una población pauperizada 
marginal son dos razones importantes para promover la investigación y el desarrollo 
basados sobre una política de 'menor riesgo'. Los organismos gubernamentales han 
enfocado el problema unidimensionalmente, basando sus acciones sobre la falta de agua. 
Sin embargo, es el conjunto de interacciones biosocioculturales el que influye en el 
mecanismo pulso-reserva modificando la resiliencia. Se propone un nuevo enfoque basado 
sobre las experiencias recogidas en la región y con la participación de la comunidad desde 
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la etapa de planificación. Se promueve la diversificación de usos y funciones y no se 
requiere la incorporación de capitales. Se busca optimizar el uso de los recursos locales, 
disminuyendo la dependencia extrarregional. Se describen los usos y potencialidades de 
las especies forrajeras nativas e introducidas y su manejo, para disminuir la presión sobre 
la vegetación natural. Se analizan tecnologías de bajo costo tendientes a incrementar la 
disponibilidad de agua y disminuir la erosión. La búsqueda de la intersección entre la 
comprensión científica del sistema y la acción concreta en el medio social real es un 
camino para superar los planteos clásicos. Sobre bases experimentales sólidas y 
modernas, se crea un cuerpo de tácticas que puedan ser fácilmente absorbidas, puestas 
en práctica y evaluadas tanto por extensionistas como por productores. PALABRAS 
CLAVE / Manejo de agrosistemas / Espacio pastoril / Trópico seco / Especies promisorias / 
Resiliencia / 
El ecodesarrollo, la productividad sostenida, la agroecología, el mantenimiento armónico 
de la producción con el capital natural, son sinónimos aparentes de un enfoque que en los 
últimos 30 años se difunde como agricultura sostenible o desarrollo sostenible en términos 
más amplios. Cualquiera sea la expresión usada, la intención es lograr un manejo que 
compatibilice el mejoramiento de la calidad de vida de los pobladores con la protección del 
ambiente. Para ello es imprescindible comprender los aspectos fundamentales de la 
dinámica de los ecosistemas. 
Un análisis histórico de la trayectoria general del manejo de los recursos naturales deja 
como balance la necesidad de un cambio radical del enfoque. Tradicionalmente la 
manipulación del ecosistema ha sido dirigida a la consecución de un rendimiento máximo 
sostenido. Esta estrategia surge de la concepción que los ecosistemas poseen una única 
región de equilibrio o dominio de atracción dentro de cuyo límite pueden fluctuar sin 
modificar su estructura y que cuanto más estrechas son las fluctuaciones más estable es el 
sistema. En esta acepción, estabilidad es sinónimo de inercia. 
Sin embargo, podemos considerar a cada porción de la naturaleza como un sistema cuya 
heterogeneidad temporal y espacial constituye el factor esencial de su estabilidad a largo 
plazo. Esto es, un sistema puede tener varios dominios de atracción entre los cuales 
fluctúa sin alterar dramáticamente su estructura (Holling, 1973). Esta propiedad llamada 
resiliencia del sistema, le otorga la capacidad de absorber las perturbaciones externas 
manteniendo las mismas relaciones entre poblaciones y variables de estado. Estabilidad y 
resiliencia son propiedades del sistema, en tanto la amplitud de fluctuación y la 
probabilidad de extinción (o la persistencia) son sus respuestas. Estas propiedades tienden 
a ser contrapuestas porque un sistema que fluctúa poco tiene mayor probabilidad de 
extinción ante una perturbación que lo aleja de su dominio de atracción más allá del umbral 
de tolerancia. Esta misma perturbación produce un cambio menor en un sistema con alta 
resiliencia y éste persiste, y tiene posibilidades de retomar a su dominio inicial. 
Desde el punto de vista del manejo de los ecosistemas, la comprensión de la diferencia 
entre estabilidad y resiliencia es importante porque determina el tipo de acción a aplicar y 
los resultados pueden ser divergentes. En general, la obtención de un rendimiento estable 
sostenido involucra la introducción de subsidios energéticos que deterioran los controles 
biológicos internos y aumentan la probabilidad de extinción del sistema ante una 
perturbación inesperada. Los defensores de la estabilidad como propiedad fundamental 
de] sistema, suponen que su funcionamiento está regido únicamente por fuerzas 
determinísticas y por lo tanto es predecible. Creen que conociendo todas las variables del 
sistema y sus interrelaciones pueden elaborar modelos predictivos de su comportamiento y 
con esto recomendar estrategias de manejo racional. En cambio, aquellos que aceptan el 
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concepto de resiliencia dan importancia a los eventos casuales y admiten la estocasticidad 
del sistema. El enfoque centrado en la resiliencia hace énfasis en el análisis del 
comportamiento del sistema por fuera de los dominios de atracción, y se preocupa por las 
condiciones de persistencia. El manejo hará hincapié en la necesidad de mantener 
opciones, de ver los eventos en un contexto regional más que local y de reconocer la 
heterogeneidad del ambiente. 
Una larga historia de manejo basado en la prueba y error, en la suposición de que un 
efecto dañino podía detectarse con la antelación suficiente como para detener el deterioro, 
ha reducido la resiliencia de los ecosistemas a un nivel tal que un evento casual y raro, que 
previamente podría haber sido absorbido por el sistema, desencadena un cambio 
repentino y drástico con la pérdida de su integridad estructural (Holling, 1986) 
 
Figura 1. 
Las zonas secas tropicales tienen una realidad que comparten: un uso tradicional 
desgastante, basado sobre la cría extensiva de ganado caprino y unos pocos cultivos, con 
escasa tecnología y rendimientos de subsistencia. Las zonas secas no están 
geográficamente aisladas, sino que se encuentran en los bordes de paisajes subhúmedos. 
La devastación de la vegetación de la zona seca acelera el avance gradual de la 
desertificación sobre las áreas vecinas, tanto por pérdida de la función de barrera que 
ejerce la vegetación como por la presión de la población que migra con su tecnología en 
busca de sitios menos hostiles. Hasta el presente se ha experimentado, acumulado 
información y ejercitado la planificación, de manera que es posible intentar una ación 
coordinada para dar respuesta a la urgente necesidad de preservar transformando. 
Funcionamiento de ecosistemas áridos y semiáridos 
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Los ecosistemas de zonas secas están caracterizados por precipitaciones relativamente 
bajas, muy variables con un componente aleatorio importante. En los sistemas controlados 
por la radiación solar o por la temperatura, el flujo energético opera a través de los niveles 
de energía lumínica o calórica disponible para las plantas. Cuando el agua es el factor 
limitante, es ésta la que determina el influjo de energía al sistema y el flujo energético a lo 
largo de todos los niveles tróficos está acoplado al flujo hídrico (Noy-Meier, 1973). 
Tal como ocurre con la energía radiante, el agua no es reciclada en el sistema, sino que 
fluye a través del mismo. La cantidad de agua reciclada desde plantas y animales hacia el 
suelo es ínfima. La mayor parte del agua se pierde hacia sistemas vecinos por convección 
y es precipitada en regiones distantes. El agua es un recurso que se agota periódicamente 
y que se repone únicamente gracias a una entrada nueva. Pero la lluvia entra al sistema 
en cantidades discretas y por lo tanto, las entradas que ponen en marcha el sistema son 
pulsos de corta duración. Un sistema pulsante pasa por etapas de actividad y etapas de 
reposo, cada una de las cuales puede constituir un dominio de atracción diferente. Durante 
el período de sequía el sistema está en un equilibrio caracterizado por flujos lentos y poca 
biomasa. Con una lluvia efectiva se activan los procesos biológicos y se incrementa la 
biomasa. Estos procesos agotan la ración de agua provista por la lluvia, el agua se toma 
limitante y los procesos biológicos y la biomasa decrecen nuevamente a un estado de 
equilibrio que puede ser igual o no al estado inicial. 
En los ecosistemas de las zonas secas muchos procesos físicos y biológicos ocurren en 
pulsos y muchas respuestas son de tipo 'gatillo' (desencadenadoras de procesos). Un 
estímulo de tipo 'gatillo' (la lluvia) desencadena un pulso de producción. Gran parte de la 
producción se pierde por consumo y muerte, el resto se convierte en reserva. El 
compartimiento de reserva sufre pérdidas durante el período adverso, aunque éstas 
ocurran lentamente. 
Cuando las precipitaciones son inciertas tanto en la época como en la magnitud, la 
respuesta de un organismo a una señal simple puede ser prematura y conducir a un 
fracaso total. En un medio impredecible; esto es, de baja correlación entre las diversas 
señales y sus resultados, los organismos deben procesar una cantidad mayor de 
información ambiental para poder regular sus respuestas. Esto implica un costo energético 
mayor para los organismos y para el sistema, tanto por el costo del procesamiento de la 
información como por la pérdida que significa el hecho de desaprovechar la oportunidad de 
responder a un estímulo en prevención de un fracaso. Los organismos vegetales y 
animales han debido desarrollar mecanismos adaptativos que les permitan hacer frente a 
las condiciones favorables intermitentes y erráticas. Las adaptaciones incluyen respuestas 
fisiológicas rápidas a la entrada de agua, tolerancia a déficit hídricos o mecanismos de 
evasión de las penurias hídricas, así como mecanismos de ajuste de las interrelaciones 
entre especies, todo ello en detrimento de la producción de biomasa. 
Las especies vegetales anuales son un ejemplo de evasión de la penuria hídrica. 
Germinan en respuesta a una lluvia efectiva y completan su ciclo vital antes del período 
adverso, acumulando en sus semillas el material de reserva. Las reservas que permiten la 
reestructuración de los ecosistemas están representadas por las semillas almacenadas en 
el suelo y por los órganos de regeneración y de reserva (tallos y raíces) de las especies 
perennes. El pulso está representado por el crecimiento de plantulas nuevas y de brotes, 
en respuesta al ingreso de agua. El tamaño del pulso depende del tamaño del evento 
desencadenante y de la cantidad de reservas. 
La persistencia de este sistema depende de la acumulación suficiente de reservas para 
recuperar la biomasa original en el período favorable. Todo factor que altere el tamaño del 
pulso (manejo del suelo que reduzca la entrada de agua al sistema) o la cantidad de 
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reservas (sobrepastoreo o cosecha excesiva de la biomasa verde 0 de las reservas) 
causará la disminución de la producción en el siguiente período favorable. Las variables de 
estado del sistema fluctuarán ciclo tras ciclo, dependiendo de la intensidad de dichos 
factores, pero mientras permanezcan dentro del dominio de atracción, el sistema persistirá. 
Sin embargo, si el consumo excesivo se prolonga, puede producirse una disminución 
brusca de la especie cosechada de manera tal que, aun eliminada la presión su 
Abundancia no se recupera. El sistema saltó de su dominio de atracción y pasó a otro 
caracterizado por un nivel inferior de abundancia de la especie en cuestión. La prolongada 
presión sobre el sistema fue disminuyendo su resiliencia: su capacidad de respuesta frente 
a la perturbación fue disminuyendo gradualmente. La observación de los hechos puede dar 
la falsa imagen de que una sequía prolongada, o cualquier otro evento casual ha sido la 
causa del repentino deterioro del ecosistema, porque existe una fase de deterioro críptico, 
lenta y gradual que no es percibida, pero que es el factor que determina la pérdida de 
resiliencia (Matteucci et al., 1977). 
El viento, una entrada energética continua, adquiere importancia operativa en los sistemas 
degradados, ya que potencia la acción destructiva de otros factores. De aquí, el papel de la 
vegetación como protectora. El deterioro de la cubierta vegetal altera el balance energético 
e hídrico. Con el suelo descubierto, además de acelerarse la escorrentía, incrementa la 
evaporación local por aumentar la transferencia de calor hacia el suelo y la de áreas 
vecinas por un aumentode la advección. La vegetación amortigua la fuerza del viento y 
previene la erosión eólica e hídrica. 
Los ecosistemas áridos y semiáridos de Venezuela 
Los ecosistemas de las zonas secas de Venezuela(41023 km2) se ubican en cuatro 
regiones geográficas: a lo largo de la costa, desde la Goajira hasta el Golfo de Cariaco; en 
la altiplanicie de Barquisimeto; en las mesas áridas de Los Andes y en las islas caribeñas. 
El clima es tropical estacional, con una o dos estaciones secas (Figura 1). Los suelos son 
de poca profundidad, pedregosos y líticos (litosoles) o con escaso desarrollo (entisoles), 
pobres en materia orgánica y en fósforo (Comerma, 1974). La vegetación va desde tipos 
contraídos en las zonas litorales hasta bosques y matorrales densos en las vegas de los 
ríos. Predominan los arbustales y matorrales espinosos (Matteucci et al., 1982b, 1985; 
Matteucci, 1986, 1987). 
El sistema de producción predominante es la cría extensiva de caprinos, fuente principal 
de proteínas y de ingreso económico, complementada con agricultura de subsistencia y 
artesanía, como fuentes adicionales de ingreso familiar. 
La cría de caprinos se realiza sin manejo de rebaños y sin control sanitario, al libre 
pastoreo de la vegetación seminatural. Los rebaños son pobres, de bajo índice de 
productividad y escasa rentabilidad (García, 1966; González, 1981). Esta actividad, junto 
con la tala indiscriminada para la obtención de leña y postes, provoca una pérdida 
constante de la cobertura vegetal, causando problemas de erosión eólica e hídrica, que se 
traducen en el avance de la desertización (Matteucci et al., 1982a; Pla, 1980). 
Existen áreas hortícolas en los alrededores de Coro (capital de Falcón) y en el valle de 
Quibor (Estado Lara), donde se ha producido la sobrexplotación de los acuíferos y se ha 
perdido la capacidad productiva por la salinización y alcalinización de los suelos 
(Matteucci, 1986). 
Las propiedades descriptas de los ecosistemas secos, con el consiguiente riesgo para su 
explotación, así como su escasa importancia en extensión (4,6% de la superficie de 
Venezuela) parecen justificativos suficientes para desalentar todo intento de manejo. Sin 
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embargo, existen dos razones de peso para intensificar la investigación y la implantación 
de proyectos de desarrollo basados sobre una política de 'menor riesgo': el servicio 
ecológico de la franja semiárida hacia el entorno y la existencia de una población 
pauperizada marginal que no puede ser ignorada. 
La vegetación de la franja costera semiárida brinda un importante servicio ecológico como 
barrera protectora contra la gran tensión climática originada en la alta radiación solar y los 
vientos alisios cálidos y secos. Un suelo desnudo potencia el impacto de estos factores 
climáticos, alterando el balance hidrológico local y en las zonas vecinas (incremento de las 
tasas de evapotranspiración, de escorrentía y de erosión). Por otra parte, los fragmentos 
de vegetación natural constituyen fuentes de reposición de especies para la recuperación 
de sitios vecinos degradados. Ante el actual grado de deterioro, el proceso podría tomarse 
irreversible sin un manejo adecuado. 
Las propuestas de manejo productivo de los organismos gubernamentales han estado 
basadas sobre la importación de agua para crear "microambientes aptos para las prácticas 
agrícola tradicionales de zonas templadas. Se ha ocasionado así un aumento de la 
salinización de los suelos y se han acelerado los procesos de desertificación. 
Es necesario adoptar un nuevo marco de referencia para el manejo de las zonas secas, 
aplicando criterios particulares para la toma de decisiones y estimulando la formulación de 
nuevos conceptos y prácticas agrícolas que, con un enfoque sistémico, aprovechen la 
oferta del ecosistema. Se requiere una política ambiental que estimule el aprovechamiento 
óptimo de los recursos existentes con un mínimo de disturbio ecológico. Esto se puede 
lograr con proyectos de desarrollo a pequeña escala, que sean fácilmente aprehendidos 
por los pobladores y cuyos efectos puedan ser absorbidos por el ecosistema. La 
participación activa de los actores sociales involucrados garantiza el compromiso de los 
pobladores y facilita tanto la búsqueda de información como la transferencia de los 
resultados y propuestas. El compromiso de los beneficiarios del proyecto constituye la 
garantía de la conservación de los ecosistemas (Matteucci y Colma, 1983). 
Manejo de los ecosistemas de zonas secas en Venezuela 
La escasez de recursos hídricos y de cultivos adaptados a las condiciones agroclimáticas 
de estas zonas ha traído como consecuencia la escasez de alimentos, tanto para el 
consumo humano como animal con la consiguiente intensificación de la presión sobre la 
vegetación seminatural. La sobrexplotación de la biomasa vegetal provoca un déficit 
estacional creciente de la oferta forrajera y el deterioro del suelo, haciendo peligrar la 
estructura del sistema (Matteucci et al., 1977; Guichard, 1985). 
En las zonas áridas y semiáridas de Venezuela, los estudios de uso y manejo de las 
pasturas han sido escasos. El PIDZAR (1) investigó el comportamiento de especies 
forrajeras y el establecimiento de especies resistentes y adaptadas a las condiciones 
ambientales imperantes. Algunas especies forrajeras promisorias, tales como alfalfita 
maracaibera (Stylosanthes hamata (L.) Taub.); leucaena (Leucaena leucocephala (Lamp.) 
de Wit); flor de sangre (Macroptilium lathyroides (D.C.) Urb.); millo perla (Pennisetum 
typhoides Hitch.); quinchoncho forrajero (Cajanus cajan (L.) Mills P.) y asociaciones de 
pasto buffel (Cenchrus ciliaris L.) con alfalfita maracaibera fueron evaluadas 
cuantitativamente (Zamora et al., 1987). 
En el marco del mismo proyecto se evaluó la adaptabilidad del pasto buffel a las 
condiciones de sequía. Esta especie puede ser pastoreada o usada como forraje de corte 
y heno. En el primer caso, soporta una carga animal de 10 a 15 caprinos/ha/año en las 
zonas áridas; evitando el sobrepastoreo de la vegetación seminatural; o puede ser cortada 
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2 o 3 veces en la época de lluvia a intervalo de 35 días y altura de corte 20 cm. Con 2 ha 
de pasto buffel se suplementa la alimentación de 100 cabras en el período crítico (Durand, 
1987). Otro uso importante de esta especie deriva de la facilidad con que constituye 
bandas antierosivas. Si se destina una pequeña parcela a la producción de semillas, cada 
productor puede garantizar su propio germoplasma. 
La complementación de la alimentación de los caprinos con residuos de cultivos está 
generalizada entre los criadores propietarios de conucos, parcelas de 1 a 2 ha de maíz o 
sorgo forrajero a secano. La práctica de la henificación, es muy limitada, aunque ha 
despertado interés en criadores con rebaños de más de 150 cabezas, estimulados por los 
resultados de la introducción de C. ciliaris, que dio un rendimiento de 3 ton/ha en la zona 
piloto del PIDZAR. 
Si bien no se ha cuantificado la productividad primaria neta de los ecosistemas de las 
zonas secas de Venezuela, González (1981) aseveraba que mediante el uso 
complementario de follaje, flores y frutos de la vegetación leñosa se han mantenido 
durante años cargas de una cabeza/ha. Las observaciones realizadas en el área del 
PIDZAR coinciden con este dato, aun con métodos de pastoreo extensivo poco adecuados 
El análisis bromatológico de las especies nativas más consumidas por los caprinos indica 
que la mayoría posee un alto valor energético y proteínico, entre las que destacan los 
frutos de cují (Prosopis juliflora (Swartz) D.C.) y el follaje de úveda (Acacia tortuosa (L.) 
Willd.) y de dividive (Caesalpinia coriaria (Jacq.) Willd.) (Tabla I). Estas especies no sóloproveen un forraje de alta calidad sino que también ofrecen opciones para reforestar áreas 
desertificadas. 
Tabla I COMPOSICIÓN QUÍMICA DE ESPECIES PRESENTES EN LAS ZONAS SECAS 
Nombre científico Nombre 
común 
Parte 
analizada 
Mat. 
Seca 
% 
Prot. 
Cruda 
% 
Fribra 
Cruda 
% 
Extr. 
Eter. 
% 
Cenizas 
% 
Extr. 
Libre 
N % 
Ca 
% 
P
%
1 Acacia flexuosa uveda Ht - 21.71 31.15 5.93 10.16 31.05 1.48 0.
1 Acacia flexuosa cují negro H 49.29 15.41 23.74 4.90 5.87 50.08 2.83 0.
2 Agave cocui cocui Hs - 2.70 37.40 1.07 3.12 55.71 - 
3 Allionia incarnara tostón AT,H 22.51 15.05 17.69 3.24 12.28 51.34 4.18 0.
4 Alternanthera halimifolia bullabulla T,H - 22.80 16.60 2.70 18.70 39.02 0.80 0.
4 Alternanthera halimifolia abrojo bobo H - 33.60 10.10 1.132 18.30 36.70 - 
4 Alternanthera halimifolia tarero Tj,l-l 21.88 22.88 12.14 1.66 14.73 49.09 - 
5 Amaranthus crassipes amaranto Tj, H 14.21 19.83 13.30 3.48 15.48 47.94 3.18 0.
6 Arrabidea coralina bejuco de corral H 40.40 10.20 24.75 0.91 10.90 53.27 - 
7 Astronium graveolens gateado H - 17.40 20.40 2.70 4.00 55.50 - 
8 Bastardia viscosa chivatera H 43.02 23.30 17.90 8.13 4.79 45.88 1.00 0.
9 Bourreria cumanensis guatacaro H 44.69 20.57 10.90 4.03 10.96 54.35 3.21 0.
10 Brasilettia mollis cuajuaro H 48.44 16.00 24.75 3.91 7.88 47.46 0.87 0.
10 Brasilettia mollis birote F 38.09 13.71 44.11 2.85 10.03 29.30 0.64 0.
11 Bulnesia arborea vera F - 22.20 25.40 3.06 5.82 43.52 - 
11 Bulnesia arborea vera H 57.37 8.80 18.90 9.10 10.80 52.40 - 
11 Bulnesia arborea vera H - 15.60 19.40 4.50 14.23 46.27 - 
12 Cactus caesius buche Planta 18.80 3.12 13.22 0.85 13.97 68.84 3.74 0.
13 Caesalpinia coriaria dividive H 40.18 12.50 10.30 7.00 5.10 65.00 - 
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13 Caesalpinia coriaria guatapán F 53.25 4.60 6.53 0.44 2.19 86.24 - 
13 Caesalpinia coriaria guatapán H 43.00 14.80 11.80 3.20 3.90 61.20 0.10 0.
13 Caesalpinia coriaria dividive F 84.63 6.70 8.20 0.80 4.00 80.30 - 
13 Caesalpinia coriaria dividive H 51.87 16.95 16.57 3.86 4.28 58.34 0.84 0.
14 Calea berteroana bubita amarilla - - 16.60 14.00 4.66 14.20 50.54 - 
15 Capparis linearis gatillo H 57.42 15.24 34.05 5.39 9.86 35.46 2.14 0.
15 Capparis linearis lengua de vaca H 52.73 12.80 31.00 7.30 14.40 34.50 - 
16 Capparis odoratissima olivo - 24.50 20.50 1.46 12.78 40.76 - 
16 Capparis odoratissima olivo H 53.93 19.02 29.19 5.56 10.66 35.57 1.69 0.
16 Capparis odoratissima olivo H 45.65 16.30 26.80 2.60 11.40 42.90 - 
17 Cassia fruticosa platanico F 82.98 10.80 31.80 0.30 4.50 52.50 - 
17 Cassia fruticosa platanico - 17.90 25.30 3.20 7.54 46.06 - 
18 Cassia saeri flor amarilla H - 18.38 13.20 7.10 13.85 47.47 2.26 0.
19 Cassia sp. chiquichique * 12.50 20.20 5.95 10.01 51.34 - 
20 Cercidium praecox yabo Fl 44.92 27.60 11.60 2.30 8.70 49.80 - 
20 Cercidium praecox yabo Fl - 30.90 14.10 1.41 5.52 48.07 - 
21 Cereus deficiens cardón lefaria - 6.20 11.00 0.83 12.85 60.12 - 
21 Cereus deficiens cardón lefaria Corteza 14.27 7.70 11.40 1.00 15.00 65.00 - 
22 Chloris polidactila pata de gallina T,H 34.84 8.40 28.00 1.50 16.80 45.20 - 
23 Cordia cylindrostachya basura prieta F 41.78 15.93 14.40 5.41 9.10 55.16 - 
23 Cordia cylindrostachya majao negro H,FI,F 91.50 18.90 14.80 8.50 11.90 45.90 2.00 0.
23 Cordia cylindrostachya bubita negra AT,H,Fl 53.45 18.17 15.11 6.61 8.43 51.68 - 
24 Cordia dentata caujaro H - 14.60 16.30 5.10 18.30 45.70 - 
25 Croton argyrophilloides - H - 6.29 16.02 5.06 6.71 65.92 - 
26 Geoffrea spinosa taque H 46.19 19.00 23.90 1.70 6.40 48.90 - 
27 Ipomoea carnea campanilla H 20.15 27.83 17.97 3.73 11.39 39.08 - 
28 Jacquinia aciculata trompillo H - 7.40 34.80 1.89 8.50 47.41 - 
29 Jacquinia sp. - H 52.20 9.35 31.72 3.23 11.50 44.20 2.81 0.
30 Lagascea mollis - T 23.20 8.91 28.23 1.46 17.53 43.87 - 
30 Lagascea mollis - AT,H,Fl 23.50 23.80 9.61 2.09 21.28 43.22 - 
31l Lantana sp. cariaquito H 38.87 21.98 17.69 3.29 10.51 46.53 2.71 0.
32 Lemaireocereus griseus cardón dato Corteza 12.97 6.40 5.70 1.30 10.00 76.60 - 
32 Lemaireocereus griseus cardón dato - - 4.60 11.90 1.91 7.37 74.22 - 
33 Lippia alba orégano AT,H - 9.80 26.12 2.08 5.14 56.86 - 
33 Lippia alba orégano H,Fl,T,F 90.10 11.20 10.90 1.90 5.80 70.20 0.90 0.
34 Lippia origanoides orégano de 
burro 
H - 14.06 16.05 2.94 9.78 57.17 - 
34 Lippia origanoides orégano de 
burro 
Rb,H 38.31 22.09 13.77 3.06 9.89 51.23 3.15 0.
34 Lippia origanoides orégano de 
burro 
H 54.40 20.15 15.20 5.40 10.70 48.20 0.20 0.
35 Lonchocarpus atropurpureus jebe H 27.90 21.00 22.39 2.00 9.60 45.23 - 
35 Lonchocarpus atropurpureus jebe Fl 21.78 21.20 26.66 2.00 8.10 42.01 - 
36 Malpighia glabra semeruco H 48.44 14.90 16.80 3.90 14.60 49.60 - 
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H: hojas; Ht: hojas tiernas; Hs: hojas secas; Rb: rebrotes; T: tallos; Tj: tallos jóvenes; AT: ápice de tallos; 
Fl: Flor; F: fruto. 
I: Trujillo, 1966; II: García, 1966; III: García y Bravo, 1979; IV: García et al., 1983. 
En la época seca la distribución de las aguadas tiene un papel esencial en el 
desplazamiento de las cabras, condiciona sus movimientos en busca de comida 
provocando una pérdida de peso importante (30 a 40 %) y reduce drásticamente el índice 
de natalidad. Durante la estación de lluvia las aguadas se multiplican y además las áreas 
de reposo pueden transformarse en comederos. El comportamiento de los animales 
evoluciona paralelamente a las modificaciones de los circuitos de pastoreo. Las 
observaciones de Guichard (1985), Bracho (1985) y Peralta (1985) en Mide definen la 
tipología del comportamiento diario de los animales, según la estación, entre áreas de 
pastoreo, desplazamiento, rumia, reposo y toma de agua. Se observó que el 
desplazamiento es la actividad que consume más tiempo, desde 32% en la época húmeda 
36 Malpighia glabra semeruco H 57.77 23.24 23.25 3.60 11.94 37.96 - 
36 Malpighia glabra semeruco H,Fl,F 36.10 21.50 22.60 4.40 11.20 40.30 0.30 0.
37 Melicoca bijuga mamón - - 14.40 34.50 2.81 12.70 35.59 - 
38 Mimosa arenosa ñaraulí H - 27.78 12.35 4.96 4.64 50.28 0.86 0.
38 Mimosa arenosa caudero F 86.58 15.80 26.70 0.80 4.30 52.40 - 
39 Mimosa tenuiflora caudero - - 22.30 15.60 0.98 4.43 56.79 - 
40 Phthirusa elongata tiña H 44.10 15.50 9.10 3.60 8.50 63.30 - 
41 Phyla nodiflora coronilla Tj,H 28.14 15.35 14.16 2.84 14.41 53.24 - 
42 Pithecelobium 
himeneaefolium 
paují - - 6.80 19.00 1.86 14.81 57.53 - 
42 Pithecelobium 
himeneaefolium 
paují H 46.73 14.10 17.50 2.40 9.80 56.20 - 
43 Pithecelobium sp. - H 55.29 20.30 27.15 5.29 7.89 39.37 2.77 0.
44 Pithecelobium unguis-cati yacure H - 17.20 25.70 5.71 9.87 39.72 - 
44 Pithecelobium unguis-cati yacure H 55.05 17.40 20.50 11.50 8.20 42.40 - 
45 Portulaca oleracea verdolaga Tj,H 8.77 24.18 8.98 3.27 27.80 35.77 - 
46 Prosopis juliflora cují H 34.25 27.84 21.88 3.62 8.83 37.83 2.13 0.
46 Prosopis juliflora cují F 83.53 10.80 18.27 1.90 11.00 58.12 - 
47 Rochefortia spinosa caimito H 53.45 15.10 15.90 11.50 5.80 51.70 - 
48 Setaria macrostachya paja de sabana H,T,Fl 20.40 13.50 28.40 1.60 15.20 41.30 0.20 0.
49 Sporobolus pyramidatus paja coneja H,T,Fl 36.85 16.40 18.17 2.45 15.01 47.97 - 
49 Sporobolus pyramidatus paja coneja Raíz 24.64 10.69 16.89 1.20 22.26 48.96 - 
50 Tabebuia bilbergii curarí - - 17.10 19.50 2.77 7.86 52.77 - 
50 Tabebuia bilbergii curarí H 51.63 18.10 14.80 3.20 8.10 55.60 - 
50 Tabebuia bilbergii curarí Hs - 15.00 17.20 0.87 5.73 61.20 - 
50 Tabebuia bilbergii curarí Fl - 24.60 14.60 2.95 6.41 51.66 - 
51 Talisia olivaeformis cotoperiz H 54.47 15.50 32.00 1.20 5.50 45.90 - 
51 Talisia olivaeformis cotoperiz - - 11.00 37.50 0.84 3.65 47.01 - 
51 Talisia olivaeformis cotoperiz - - 16.70 32.40 1.80 6.60 42.50 - 
52 Tribuluscistoides abrojo AT,H 28.29 16.48 21.24 2.56 15.57 44.15 3.79 0.
53 Trichachne californica rabo de zorro T,H,Fl 29.70 10.70 30.40 2.10 10.40 46.40 0.40 0.
54 Wedelia caracasana buba-bubita H,T,Fl 57.90 18.70 15.20 5.40 16.40 44.30 1.50 0.
54 Wedelia caracasana buba-bubita H 34.66 25.68 13.59 6.23 14.39 40.11 2.58 0.
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hasta 64% en la seca (Guichard y Dollé, 1985). 
Para mejorar la gestión colectiva del espacio pastoril es necesaria la comprensión de las 
modalidades de uso; es decir, conocer los desplazamientos o circuitos de pastoreo, los 
sitios de reposo (quedaderos), los de abrevamiento y los comederos. El método de 
pastoreo así como los posibles sistemas de pastoreo están muy condicionados por la 
estructura social y la tenencia de la tierra. El conocimiento de los modos de utilización y las 
relaciones con las superficies cultivadas permite planificar los recursos alimentarios 
complementarios que no sólo redundarán en beneficio del rebaño sino también del 
ambiente (Guichard, 1985). 
El uso combinado de árboles leguminosos y un estrato de herbáceas como sitio de 
pastoreo para caprinos es tradicional en zonas cercanas a Maracaibo y en Carora. Este 
sistema silvopastoril, conocido localmente como 'materas', es un bosque ralo de dividive 
con un sotobosque de gramíneas, amarantáceas y algunas otras herbáceas y 
subarbustivas forrajeras. Se ubica en suelos planos, arcillosos o arcillo-arenosos, sin riego 
y con sólo 400 mm anuales de precipitación. En Falcón está presente en las inmediaciones 
de Santa Ana de Paraguaná, en la localidad de 'Sabana de Piedra', topónimo que alude a 
la presencia de afloramientos rocosos en la comunidad herbácea con árboles dispersos. 
Se desconoce el origen de estos sistemas, aunque el control de las especies no palatables 
favorece su permanencia. 
El cují, especie leñosa de amplia distribución en las zonas áridas y subhúmedas de 
Venezuela, ocupa diversos nichos, desde invasora de parcelas deforestadas hasta 
componente de bosques seminaturales y dominante en las comunidades protectoras de 
cuencas en las vegas de los ríos. Su potencial no es aprovechado mediante un manejo 
planificado, sino que la especie es expoliada, para la obtención de postes y leña. El uso del 
cují y de otras especies arbóreas de la selva veranera decidua ha convertido a los centros 
poblados en núcleos de áreas desérticas que se expanden radialmente y al unirse entre si 
forman amplias zonas desertificadas. En las zonas secas la falta de madera para uso 
humano y la desaparición del bosque como protector del suelo, constituye un problema 
socioeconómico aún más grave que la carencia de agua (Matteucci et al., 1991). 
La caracterización del potencia] productivo del P. juliflora en los bosques secos del Estado 
Falcón sentó las bases para una explotación combinada del estrato arbóreo de 
leguminosas nativas como un refuerzo de biomasa de alto valor nutritivo para la época de 
máxima sequía. La producción de frutos de cují oscila entre 1,2 y 2,1 ton/ha/año en el 
matorral ralo y en el bosque denso, respectivamente (Matteucci et al., 1991). 
Los niveles de escorrentía en las zonas secas son altos: 60 a 330 millones de metros 
cúbicos anuales (Matteucci y Colma, 1988). Este potencial no es aprovechado, aunque las 
técnicas de manejo y conservación de agua y suelos son conocidas: captación de agua de 
lluvia en reservorios impermeabilizados de bajo costo, captación de agua in situ mejorando 
la infiltración con diferentes modos de arar, arado siguiendo las curvas de nivel en zonas 
de concentración natural de humedad (depresiones, márgenes de ríos y quebradas), 
cosecha de agua en microcuencas, represas subterráneas, riego por surcos parcialmente 
cerrados, riego con potes de barro y cápsulas de arcilla subterráneos. Excepto los potes de 
arcilla que están en etapa de experimentación, todas estas técnicas aplicadas a escala de 
producción en el Noroeste Brasileño (UNESCO, 1985), son desconocidas en las zonas 
secas de Falcón. 
En el área piloto del PIDZAR se evaluó un dispositivo antierosivo (toroba) construido con 
estacas de madera y restos de vegetales, colocado perpendicularmente a la dirección de 
escorrentía, que sirve para encauzar las aguas hacia las parcelas cultivadas o hacia las 
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lagunas. La toroba es un recurso de los pobladores para lograr una mejor distribución del 
agua y disminuir la velocidad de escorrentía aumentando la infiltración; permite la 
formación de terrazas y de suelos antropogénicos (Martínez, 1987). 
El mejoramiento de la explotación extensiva con dominio del agua por medio de técnicas 
sencillas requiere la construcción de cercas y corrales. Un porcentaje muy bajo (1-10 %) 
de los criadores percibe la potrerización como un método de resolver problemas, 
especialmente en la mejora de la oferta de forraje durante los períodos de máxima sequía. 
En la estación experimental de FONAIAP-Lara se han probado sistemas de 
almacenamiento para heno y modelos de corrales con comederos simples que pueden 
construirse con materiales accesibles a productores pequeños y medianos (Castillo, 1983). 
La preparación del suelo, en la mayoría de los casos hecha con escardilla, significa una 
capacidad de laboreo de 800 m2/día, lo cuál no permite el aprovechamiento óptimo de la 
tierra ni del agua. La incorporación de tracción animal ha cuadruplicado la capacidad de 
laboreo (Durand, 1987). Si a esto se agrega el manejo adecuado del agua promoviendo la 
concentración de escorrentía, aumentan las probabilidades de éxito y se genera una base 
de confianza para la introducción de pasturas que incrementan la disponibilidad de forraje 
para parte del cielo de cría. 
La flora nativa de la zona seca de Venezuela no incluye leguminosas herbáceas o 
subarbustivas que puedan desempeñar la función de complemento alimenticio y de 
mejorador del suelo (Colma y Matteucci, 1981). En general las herbáceas nativas son de 
baja calidad nutritiva. La introducción de herbáceas leguminosas exóticas es una 
alternativa que merece investigación, ya que el aumento de la eficiencia en el manejo de 
los espacios pastoriles y los beneficios que se alcanzan al usar germoplasma adaptado a 
las condiciones agroecológicas del árido están ampliamente comprobados (Matteucci et 
al., 1982c). Por esto se encaró la evaluación ecofisiológica y agroecológica del frijol 
makusta (Vigna aconitifolia (Jacq.) Marechal)(Colma et al., 1986). Esta especie ha 
demostrado buena adaptabilidad para las zonas secas de suelos medios a livianos, 
obteniéndose rendimientos en materia seca de 2-3 ton/ha de biomasa aérea en menos de 
3 meses con 240 mm de agua consumida (Medina y Salas, 1990; Mora et al., 1990). 
Otras alternativas de uso poco exploradas y potencialmente valiosas para mejorar la 
productividad vegetal de zonas áridas como: riego con agua salina y utilización de 
especies halofíticas forrajeras; utilización de herramientas y técnicas de bajo costo 
energético para el laboreo de la tierra; uso de fuentes de energía no convencionales 
(cólica, solar) para el manejo de agua y la conservación de biomasa; aprovechamiento de 
especies xerofíticas nativas con metabolismos fotosintéticos de alta eficiencia hídrica (CAM 
y C4); aprovechamiento de estrategias biológicas que aumenten la fertilidad del suelo 
(fijadores de nitrógeno y micorrizas vesículo-arbusculares endotróficas); asociación de 
especies en sistemas agrosilvopastoriles; y diversificación de las fuentes de alimentación 
(cosecha de frutos, henificación, ensilaje, pasturas arbustivas introducidas), deben 
probarse y combinarse, adecuadamente según las características locales 
Comentarios finales 
La metodología basada en la comprensión sabia, inteligente e intuitiva de la maneraen 
que funciona el ecosistema permite eliminar muchas opciones tecnológicas por no ser 
apropiadas bien sea social, económica o ecológicamente. Es decir, facilita la selección y 
puesta a prueba de mecanismos de manejo sobre la base de la aceptación por parte del 
agroecosistema, tanto desde el punto de vista sociocultural como ecológico; posibilita la 
presentación de un paquete tecnológico con incertidumbre acotada; y garantiza su puesta 
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a prueba con la aceptación activa y constructiva (le los ejecutores y beneficiarios. 
Las interacciones biológicas básicas de un ecosistema particular son relativamente 
sencillas de interpretar. Lo importante es poder acoplar a este dominio la identificación y 
caracterización de fuerzas operativas a nivel de los componentes socioculturales que 
permitan la transferencia. 
La búsqueda de la intersección entre la comprensión científica del sistema y la acción 
concreta en el medio social real es un camino para superar los planteos clásicos de 
investigación para el desarrollo. La investígación-acción en el marco del desarrollo 
armónico de los agrosistemas de las zonas áridas y semiáridas debe establecer 
estrategias epigenéticas controladas, con una red de experimentación in situ. Sobre bases 
experimentales sólidas y modernas, se crea un cuerpo de tácticas que puedan ser 
fácilmente absorbidas, puestas en práctica y evaluadas tanto por extensionistas como por 
productores. 
Si sólo se enfocan los aspectos tecnológicos, aunque se promuevan tecnologías de bajo 
costo, se oscurecen los problemas fundamentales que subyacen en la crisis ambiental y en 
la pobreza rural de las regiones secas del mundo. 
La agricultura sostenible es muy participativa, compatible culturalmente, sabia 
ecológicamente y viable económicamente. No cuestiona la racionalidad de los campesinos, 
sino que construye sobre ella. No promueve grandes cambios que requieren de la 
incorporación de capitales sino que promueve la diversificación de usos y funciones. No 
aumenta la dependencia extrarregional, sino que busca optimizar los recursos locales. 
El manejo de los ecosistemas secos con un enfoque unidimensional es erróneo. Si bien el 
agua es el elemento de control del sistema natural, es el conjunto de interacciones 
biosocioculturales el que influye en el mecanismo pulsoreserva modificando la resiliencia. 
La aplicación de un enfoque multidimensional debe orientar una planificación flexible que 
responda a la heterogeneidad espaciotemporal de los factores operativos. En síntesis, es 
recomendable combinar adecuadamente según las características locales, algunas de las 
técnicas ya desarrolladas. Ahora es el momento de adaptar y adoptar estas tecnologías de 
bajo costo biosocioeconómico 
Notas 
(1) PIDZAR = Proyecto de Investigación-Desarrollo de Zonas áridas y Semiáridas; liderado 
por FUDECO (Fundación para el Desarrollo de la Región Centro Occidental) y por 
FONAIAP (Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias), con la cooperación técnica 
francesa (GERDAT: Groupement d'Etudes et de Recherches pour le Développement de 
l'Agronomie Tropicale) y con la colaboración de la UNEFM (Universidad Nacional 
Experimental Francisco de Miranda) entre otros. El proyecto se realizó en un área piloto 
ubicada en Mide (11º LN; 70º 15' LO), Distrito Democracia, Estado Falcón. 
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