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Artículo de Revisión / Review Article Revista Fesahancccal, (2020), vol. 6. Num 2 20-31 ISSN: 2448-7252 Attribution-ShareAlike 4.0 International (CC BY-SA 4.0) Envejecimiento biológico: Una revisión biológica, evolutiva y energética Biological aging: A biological, evolutionary and energetic review Elda María del Roció Coutiño-Rodríguez,* Omar Elind Arroyo-Helguera, Luis Alfredo Herbert-Doctor Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana. Av. Luis Castelazo Ayala s/n Col. Industrial Ánimas. C. P. 91190. Xalapa, Veracruz, México. * Autor de correspondencia ecoutino@uv.mx Resumen El envejecimiento biológico es analizado desde las distintas teorías biológicas bajo la perspectiva de la evolución. A través del tiempo y del espacio, las cosas vivas e inertes que forman las sociedades y la biósfera se transforman y cambian energéticamente, en especial las vivas; a estos cambios biológicamente sustanciales los llamamos evolución. Entre esos cambios se encuentra el proceso de envejecimiento biológico, que es considerado como el proceso óptimo de la evolución, no obstante que se relaciona con la decadencia, la pérdida de capacidades funcionales y la incapacidad progresiva de las funciones que conduce a enfermedades como el cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, alzhéimer, esclerosis múltiple, entre otras. Estas enfermedades son las principales causas de morbilidad y de mortalidad e implican serios problemas de salud pública y socioeconómicos, debido al alto porcentaje de adultos mayores a los que afectan. Por otra parte, las condiciones de las sociedades actuales no están hechas para tratar este tipo de enfermedades. Los enfermos deben ser atendidos con esquemas integrales de políticas públicas y sociales incluyentes, y el tema debe ser analizado desde la mirada nutricional de sistemas energéticos complejos, utilizando modelos animales. Palabras clave: Envejecimiento, evolución, energía, salud pública, políticas de salud Abstract Biological aging is analysed from the different biological theories from the perspective of evolution. Through time and space, the living and inert things that make up societies and the biosphere space are transformed and change energetically, mainly living ones, we call these biological substantial changes, evolution. Among these changes is biological aging process, which is considered the optimal of evolutionary process, of most living organism, although it is related to decline and the loss of functional capacities and progressive incapacity of the organism functions that in man lead to diseases such as: cancer, diabetes, cardiovascular diseases, Alzheimer, multiple sclerosis, among others. These diseases are the main causes of morbidity and mortality, and involve serious public health and socioeconomic problems, due to the high percentage of older adults they affect. On the other hand, the conditions of current societies are not made to treat this type of disease. Patients must be cared for with comprehensive schemes of inclusive public and social policies, and the issue must be analyzed from the nutritional perspective of complex energetic systems based on animal models. Keywords: Biological aging, evolution, energy, public health, policy health mailto:coutino@uv.mxgmail.com Coutiño-Rodríguez et al. 21 Introducción Desde el punto de vista biológico, el envejecimiento es un proceso natural, intrínseco, dinámico, secuencial, progresivo, universal y, hasta el momento, inevitable e irreversible. El envejecimiento es un proceso que aparece después de alcanzarse la optimización biológica y que conduce a un riesgo creciente de vulnerabilidad, pérdida de vigor, transformaciones energéticas, enfermedad y muerte. Este proceso tiene consecuencias sistémicas, principalmente en los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino, musculo esquelético, digestivo e inmunológico, lo que genera dependencia e incapacidad por parte de los individuos, la mayoría de las veces. Así, el envejecimiento aflige en los niveles psicológico, social, económico y poblacional tanto a las personas afectadas como a los familiares que se encargan de sus cuidados y atención. Además, debido a los cambios demográficos y epidemiológicos, estas repercusiones sociales y económicas afectan más al grupo poblacional de las mujeres, pues la mayoría de ellas no cuentan con seguridad social, son amas de casa y tienen trabajos domésticos e informales, con poca remuneración económica de los programas sociales gubernamentales para sostener los gastos que provoca el deterioro funcional del envejecimiento. En la mayoría de los organismos, el proceso de envejecimiento es el preámbulo de la muerte, y ya que desde las primeras culturas y civilizaciones se ha buscado la inmortalidad, también se ha tratado de entender dicho proceso bajo esta perspectiva, surgiendo el interés de comprender cómo se desarrolla y cuáles son los factores que desencadenan el deterioro funcional de este proceso para evitarlos. En la comprensión de la etiología del envejecimiento, se han estudiado sus bases celulares y moleculares, con el fin de entender sus alcances en los daños observados desde un horizonte microscópico, molecular, submacroscópico y hasta los niveles macroscópico, bioquímico, celular, tisular, fisiológico, psicológico, social y ambiental. En la actualidad, los logros y avances científicos y tecnológicos han permitido controlar, disminuir o atenuar algunas de las alteraciones asociadas con la edad y evitar repercusiones patológicas más severas; sin embargo, tarde o temprano se presenta este deterioro, y los seres vivos no escapamos al envejecimiento, ya que, hasta ahora, se trata de un proceso programado, inevitable e irreversible. No obstante, tales logros científicos y tecnológicos actuales han permitido obtener cambios sustanciales que evitan muertes prematuras y aumentan la esperanza o expectativa de vida (edad promedio que la población muere) en las mujeres a los 76 años y en los hombres a los 73. Como consecuencia, hace 5 décadas se consideraba que la vejez iniciaba alrededor de los 50 años de edad, hace una década se decía que alguien era viejo alrededor de los 60 años y, actualmente, se considera que las personas de estas edades son adultos mayores. En este contexto, en el año 1950, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) registró en México a 1.4 millones de personas de 60 años y más; esta cifra representaba el 4.6 % del total de la población. Luego, medio siglo más tarde, como resultado de las políticas en salud traducidas en menor mortalidad y aumento en la fecundidad de la población en general, en el año 2000 se registró a 6.9 millones de adultos mayores, es decir, el 10.5 % del total de habitantes en el suelo mexicano. Posteriormente, en el año 2017, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) reportó que había 13 millones de ciudadanos mayores a 60 años de edad, prácticamente el 9.5 % de la población total del país. Como puede verse, en México la población de más de 60 años ha aumentado 400 veces durante los últimos 50 años. Estos cambios van en paralelo con las transformaciones sociales, económicas, industriales y tecnológicas de la globalización, y han permitido el desarrollo de investigaciones en salud para mejorar la calidad de vida. Sin embargo, esto también ha ocasionado que se modifique la pirámide de la población y, por tanto, que la población de adultos mayores a nivel mundial presente un acrecentamiento muy considerable, debido a que la esperanza de vida actual se encuentra alrededor de los 80 años, cifra que varía mucho por las formas y estilos de vida de las poblaciones, asociados con el nivel socioeconómico. Por ejemplo, la esperanza de vida en África es de alrededor de 30 años, mientras que en Japón y en algunos países europeos se encuentra arriba de los 85 años. No obstante, a pesar de este incrementode la esperanza de vida en el mundo, la población adulta sufre fragilidad, deterioro de sus capacidades y de su autonomía, además de discriminación, y ni las ciudades ni los sistemas de salud están capacitados para atender a esta población cada vez más creciente. Por otra parte, aun cuando se controlen las principales causas de muerte de la población mayor, como cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, entre otras, la esperanza de vida máxima en el hombre y la mujer será de hasta alrededor de 120 años. Esto es así por la información codificada en el programa genético, con leves variaciones en los distintos individuos tanto de la misma especie y como de especies diferentes, y como resultado del potencial máximo de longevidad que presentan. Este potencial máximo depende de la información genética codificada en cada especie, así como de la modulación y regulación de su expresión genética, en donde los factores ambientales o condiciones externas originan cambios epigenéticos en la expresión de genes que juegan un papel Coutiño-Rodríguez et al. 22 muy importante en atrasar o activar el proceso del desgaste del organismo y presentar una gran variabilidad de las manifestaciones del deterioro, entre los individuos de la misma especie, principalmente las detectadas en la mayoría de las enfermedades crónicas degenerativas asociadas con la edad. En modelos animales de ratones envejecidos se han documentado cambios en la cognición, en la composición corporal y en la actividad eléctrica cardiaca, además de disminución de la función renal, hematológica e inmunitaria y deterioro de la función física. Asimismo, en razas endogámicas de ratones se ha observado que disminuye la función inmunológica y se presentan daño renal, fragilidad física, anemia y osteoporosis. Estos fenotipos de envejecimiento son consistentes con los observados durante el envejecimiento en humanos. Por lo tanto, las enfermedades y el deterioro que ocurre en el modelo de ratón envejecido suceden de manera similar en el envejecimiento en los humanos (Kenyon, 2010). Por otro lado, en relación con el factor genético y el fenotipo asociado, se ha reportado que el QTL (locus / loci de rasgo cuantitativo) de vida humana y del ratón, así como la duración de la salud, muestran una concordancia considerable; es decir, se asignan a regiones cromosómicas homólogas (Ackert-Bicknell et al., 2010; Ackert-Bicknell et al., 2015). Una definición de envejecimiento es la incapacidad progresiva, en función de la edad, de mantener la homeostasis, es decir, el equilibrio fisiológico que finalmente se da a nivel energético, y por ello ocurre la disminución o aumento de ciertas capacidades, relacionadas con la pérdida de funcionalidad y de adaptabilidad o resistencia frente al estrés al que se someten los individuos durante el transcurso de su vida (López y Rodríguez, 1997). En estudios en animales de laboratorio se ha demostrado que el envejecimiento en las diversas especies, como en los individuos, así como entre individuos de una misma especie, ocurre de una manera muy similar, incluso entre diferentes especies (Pérez y Sierra, 2009). Sin embargo, también se han observado diferentes efectos en los distintos tejidos de organismos estudiados, como respuesta a factores químicos extrínsecos dietarios, laborales o ambientales; por ello, el envejecimiento es considerado un proceso de evolución para adaptarse a los cambios dietarios y del ambiente, por lo que tendrá una gran variabilidad de manifestaciones en cada individuo, órgano, célula y molécula, en función del tiempo y de su ambiente, ecológico y psicosocial o ambioma (Gaviria 2007, Rico-Rosillo, Oliva-Rico y Vega- Robledo, 2018). Envejecimiento desde el punto de vista biológico Considerando como hipótesis válida que la duración de la vida humana está genéticamente determinada a través del programa de crecimiento y la diferenciación que se da desde el nivel molecular, celular, hasta el nivel de un organismo, entonces el crecimiento y la diferenciación son procesos complejos, programados genéticamente y opuestos. Básicamente, la diferenciación se caracteriza por una disminución en la capacidad de crecimiento (división o proliferación); en otras palabras, pasa de ser un fenotipo al que se le conoce como inmaduro proliferativo a uno postmitótico maduro, diferenciado y especializado (conocido como fenotipo senescente) que, en la mayoría de los casos, representa el camino a la muerte inminente. El desequilibrio entre diferenciación y proliferación está asociado a los telómeros, ya que a pesar de que las células madre estén dando origen a más células, éstas no puede proliferar debido al acortamiento de los telómeros (Harley, Futcher y Greider, 1990). Así, las células empiezan un proceso de senescencia antes de morir, y hay una regresión conocida como envejecimiento. Como consecuencia, las células que se diferencian envejecerán más rápidamente que aquellas inmaduras que tienen la capacidad de crecer, dividirse o proliferar. Así, las células de los tejidos y órganos diferenciados son los que sufren más las regresiones y el deterioro celular, particularmente neuroinmunológico endocrino. En la senescencia celular hay un sacrificio de la supervivencia tardía por la reproducción. Las células con mayor capacidad de dividirse y proliferar son aquellas que no experimentan un proceso de senescencia, sin embargo, son susceptibles a procesos neoplásicos en los que el fenotipo de las células cancerosas es contrario al de las células senescentes, y están siendo estudiadas bajo esta perspectiva para entender el proceso del envejecimiento (Kirkwood y Rose, 1991). El proceso de las regresiones y transformaciones que conducen al envejecimiento biológico, y que acontece a todos los seres vivos, puede ocurrir más tarde o más temprano, rápida o lentamente y con mayor o menor deterioro orgánico, dependiendo de cada organismo, ya que no todos los organismos envejecen al mismo tiempo ni de la misma forma. Esto es así porque los órganos y sus sistemas no envejecen por igual, ni se exponen a los mismos factores, es decir, responden de manera diferente a las condiciones ambientales que pueden generar cambios epigenéticos (Waddington, 1942; Pal y Tyler, 2016). Coutiño-Rodríguez et al. 23 Por tanto, no hay un esquema típico del proceso de envejecimiento, ya que, como hemos visto, este proceso resulta de la interacción entre el programa genético (factor intrínseco interno) de los individuos y el programa epigenético, regulado por factores químicos extrínsecos externos ambientales (Pal y Tyler, 2016). Entre estos factores se encuentran la dieta y los factores físicos y químicos laborales, así como el ambiente psicosocial conocido como ambioma, el cual incluye aspectos afectivos sociales, profesionales, familiares e individuales como la moralidad y espiritualidad. El desgaste o deterioro orgánico ocurre desde las moléculas y las células, ya que en ellas se encuentran las bases de la vida y la muerte. Precisamente, es en las moléculas y en las células en donde se han realizado la mayoría de las investigaciones y se han obtenido aportes referentes al proceso del envejecimiento. De esta manera, gracias a los estudios a nivel molecular se ha logrado distinguir una gran cantidad de cambios morfológicos que obedecen a aumentos o disminuciones, es decir, pérdidas o ganancias de los procesos bioquímicos energéticos, asociados con transformaciones y alteraciones de las células senescentes y envejecidas. Son muchas las deficiencias, disminuciones o reducciones de múltiples funciones asociadas con alteraciones morfológicas de las células senescentes, como la fosforilación oxidativa, la síntesis de los ácidos nucleicos y de las proteínas estructurales y enzimáticas, así como de su degradación, del pH, de la sensibilidad a hormonas, factores de crecimiento, y la respuesta inmune,los cuales dependen tanto del receptor como de mecanismos posreceptores, de los receptores celulares y de los factores de transcripción, de la captación de nutrientes, la actividad enzimática, la reparación de las lesiones cromosómicas, la metilación de citosinas necesarios para regulación de genes y la pérdida del retículo endoplásmico, entre otros factores (Coutiño, 2005; Gaviria, 2007). De manera similar, durante el envejecimiento se modifica la regulación de los transportadores de calcio que realiza la bomba de calcio de retículo sarcoplásmico (SERCA). Este cambio ha sido asociado con la disminución de la masa muscular (sarcopenia), el tono muscular, la fuerza y la velocidad de la contracción esquelética muscular, en relación con el flujo de calcio, y con el proceso de excitación y relajación; sin embargo, en las células envejecidas no disminuye el número de bombas SERCA (López y Rodríguez, 1997). Adicionalmente, se ha descrito que durante el envejecimiento ocurre una variedad de condiciones patofisiológicas, como una falla cardiaca, la expresión y la disminución de la actividad de la bomba SERCA (Periasamy y Kalyanasundaram, 2007). Del mismo modo, se ha visto aumento de tejido conjuntivo, lo cual afecta al colágeno y la elastina, lo cual está relacionado con el debilitamiento del tono muscular. Asimismo, en células endoteliales se advierte un incremento de interleucina 1, que es un inhibidor y proactivador de la proliferación de procesos inflamatorios asociados a la mayoría de las enfermedades degenerativas. Incluso, en fibroblastos envejecidos se ha observado acrecencia de fibronectina y estatina, lo que se vincula con el crecimiento y la proliferación. Además, en células intestinales se ha detectado pérdida de diversidad en la microbiota intestinal (Sherwin, Dinan, T. y Cryan, 2017). Mientras que, en fibroblastos de pacientes con el síndrome de Werner (síndrome prematuro de envejecimiento) se ha identificado la sobreexpresión de distintas proteínas que podrían estar asociadas con la disminución de proliferación, como una proteína ligadora del factor de sulfatación IGF-1 y con la acción inhibidora del plasminógeno 4 (López y Rodríguez, 1997). Por otra parte, con el envejecimiento celular también se ha encontrado una disminución de la expresión de ciertos genes cuyas proteínas estimulan la proliferación celular, como los genes c-fos y cdc2, entre otros, y su aumento activa procesos inflamatorios. Para explicar el envejecimiento celular, estas observaciones detectadas in vitro e in vivo se centran en dos procesos relacionados entre sí: uno determinista no estocástico que considera la existencia de un reloj interno genéticamente determinado, el cual controla el envejecimiento asociado con la cronobiología, y otro estocástico o no determinista que considera procesos probabilísticos conectados a los efectos de la exposición continua a factores exógenos (Gaviria, 2007; Rico-Rosillo et al., 2018). Ambos procesos regulan la expresión genética (epigenética) y están enlazados con la producción de proteínas, dando lugar a la acumulación progresiva de lesiones celulares y moleculares como errores catastróficos de las proteínas. Sobre este tema, podemos decir que la mayoría de las propuestas teóricas se centran en dos procesos: el genético, intrínseco, y el epigenético, extrínseco, regulados o alterados por el medioambiente (Rico-Rosillo et al., 2018). Así, los factores externos ambientales, dietarios y metabólicos serán los responsables de los cambios epigenéticos desencadenantes del envejecimiento y tienen un 75 % de peso en este proceso, mientras que los factores genéticos intrínsecos sólo tienen un peso del 25 %. De tal modo, estos factores están relacionados con los genes y determinan la programación genética y la velocidad del proceso de envejecimiento. Por esta razón, a los seguidores de la teoría genética les resulta sumamente atractivo que los genes regulen la génesis, el Coutiño-Rodríguez et al. 24 desarrollo y la maduración de los seres vivos, así como el capítulo final del ciclo vital; no obstante, la velocidad de este proceso dependerá de los cambios epigenéticos (Pal y Tyler, 2016). Teorías biológicas del envejecimiento El proceso de envejecimiento a nivel celular se centra en teorías que conjugan aspectos genéticos puramente deterministas y aspectos estocásticos, como la regulación génica por factores epigenéticos y mixtos, en donde el medioambiente juega un papel determinante en la expresión y regulación de genes. En este contexto, no existe ninguna propuesta teórica que se ajuste totalmente al proceso del envejecimiento, debido a su carácter multifactorial, y algunos autores reclaman la conciliación de ambas tendencias, contemplando el fenómeno global como un conjunto de interacciones complejas de origen intrínseco (genético) y regulatorio extrínseco (ambiental) con carácter estocástico, es decir, producen un daño aleatorio a moléculas vitales (Rico-Rosillo et al., 2018). Teorías estocásticas no deterministas Las propuestas estocásticas no deterministas comprenden la interacción del ambiente y la programación genética, como la teoría de la regulación genética, la cual establece que cada especie e individuo trae un conjunto de genes que aseguran el desarrollo y la reproducción. De acuerdo con esto, el envejecimiento es el desequilibrio entre diferentes factores que han permitido la reproducción para lograr la supervivencia, y los organismos acumulan genes que favorecen el envejecimiento. Por su parte, la teoría de la diferenciación terminal, vinculada con la anterior, postula que el envejecimiento se debe a una serie de modificaciones en la expresión de genes, los cuales propician una diferenciación terminal de las células. Aquí, el metabolismo celular juega un papel muy importante sobre la regulación de los genes y participan los cambios epigenéticos provocados por las dietas. Esta teoría explica al envejecimiento celular programado por la activación de un cierto número de genes inducidos por las sucesivas divisiones celulares. Estos genes podrían codificar unas proteínas que inhiban la entrada en la fase S del ciclo celular, ya que los fibroblastos envejecidos expresan, de preferencia, algunas proteínas asociadas con la división, como la fibronectina o la estatina (López y Rodríguez, 1997). A su vez, la teoría de la inestabilidad del genoma considera al envejecimiento directamente como una consecuencia de las alteraciones en el genoma. Este planteamiento incluye la teoría genética de las mutaciones propuesta por Szilard en 1959: la teoría de la mutación somática que predijo que el envejecimiento es el resultado de mutaciones en el ADN nuclear. Sobre este particular, Miquel y Fleming (1984) propusieron, a su vez, que el envejecimiento también es provocado por la inestabilidad del ADN mitocondrial, dado que la mitocondria es el organelo celular que genera más radicales libres (RL). Desde 1979, de acuerdo con Confort, se considera que los RL son los causantes del daño generado a las moléculas vitales, propugnando que son responsables de la inestabilidad del genoma. Por su parte, Denham Harman (1956), con su teoría de los radicales libres, ya había postulado que el envejecimiento se debe al daño fortuito en los tejidos generado por los RL. Por su parte, Gerschman et al. (1954) consideraron que la mitocondria juega un papel importante en el proceso del envejecimiento, con la generación de los RL. Como puede verse, la mayoría de las teorías estocásticas convergen en esta idea, pues todo el daño fortuito a las moléculas vitales detectado en el proceso de envejecimiento es producto de los RL y derivado de especies de oxígeno como DOAAS (Vericel et al., 1992). Los RL se originan en la mitocondria y son producidos, en parte, por agentes externos al metabolismo que provienen de factores dietarios, laborales o ambientales e incrementansu producción y aceleran los procesos de envejecimiento cuando existe un desbalance entre agentes antioxidantes y prooxidantes. Entre dichas teorías se encuentra la del error catástrofe, de Orgel (1963), quien plantea que con la edad surgen errores en los mecanismos de síntesis de proteínas, y que esto produce proteínas anormales. A decir de Orgel, el aumento de estas últimas puede deberse al daño oxidativo en ellas y en el ADN. Asimismo, al igual que en la teoría de las uniones cruzadas de estructuras celulares, la propuesta del error catástrofe implica la formación de enlaces moleculares entre proteínas o cadenas de ácidos nucleicos, los cuales aumentan con la edad. Por otra parte, la teoría de la restricción calórica desarrolla que dicha restricción aumenta la supervivencia de las células y de los organismos y retrasa el envejecimiento; la baja tasa metabólica disminuye los procesos oxidativos en la mitocondria y, por tanto, de la producción de RL, el daño y deterioro celular, entre ellos del sistema nervioso (Volicer, West, Chase, y Greene, 1983). A su vez, con la teoría de la acumulación de productos de deshecho, Sheldrake (1974) propone que el envejecimiento se debe a la acumulación de productos citoplásmicos que pueden ser perjudiciales a la célula, como es el caso de los pigmentos de lipofucsina. Por otro lado, la teoría por acumulación de metabolitos y pérdida de la homeostasis, de Reiss y Rothstein (1974), es semejante a la del error catastrófico, y expone que hay un aumento de proteínas defectuosas a causa de la pérdida Coutiño-Rodríguez et al. 25 en la remoción y renovación de las células. En cambio, la teoría por pérdida de la integración y permeabilidad de la membrana, propuesta por Imre Zs.-Nagy en 1978, indica que ocurre una reducción en la permeabilidad de iones como el potasio, lo que acumula y aumenta la fuerza iónica y altera el valor del pH; aquí también el daño a la membrana se debe a los RL. Asimismo, la acumulación de derivados oxigenados procedentes del ácido araquidónico (DOAAS) está ligada con las teorías anteriores, y propone que, con la edad, hay un aumento en el metabolismo del ácido araquidónico y del calcio libre, asociado con DOAAS (Coutiño, 2005; Vericel, 1992). Los cambios en la concentración de calcio son una de las alteraciones más notables en el proceso de envejecimiento. Estas alteraciones no sólo se asocian con los DOAAS y los RL, sino que, como también se ha propuesto, que la presencia de calcio en las proteínas reduce las uniones disulfuro e incrementa la presencia de grupos tioles (Coutiño, 1979), causando alteraciones en su fina relación, lo que conduzca a nuevas reorganizaciones moleculares. Como consecuencia de lo anterior, se producen variaciones en la actividad enzimática, funcional y estructural de las proteínas, lo cual incrementa las proteínas defectuosas, como los entrecruzamientos erróneos, principalmente de las membranas. Las proteínas ricas en uniones disulfuro, como los receptores plasmáticos y nucleares, los transportadores de electrones, los factores de crecimiento, las proteínas del huso mitótico y del sistema inmune, como las propias inmunoglobulinas y el complejo mayor de histocompatibilidad, se verán afectadas, causando modificaciones en la permeabilidad de la membrana, la segregación de cromosomas, la inestabilidad genética y la respuesta inmune. Tales alteraciones son comunes en el envejecimiento (Coutiño, 2005; Makinodan y Kay, 1980; Slagboom y Vug, 1989) por lo que se esperaría una disminución de uniones disulfuro y un aumento de tioles con pérdida de energía. De igual manera, los radicales libres o especies reactivas de oxígeno (deficientes en electrones), tienen la necesidad de recuperar su energía atacando y alterando a otras moléculas vitales con grupos nucleofílicos; además, en el envejecimiento los procesos de óxido reducción RedOx están en desequilibrio. El estado RedOx es regulado por el calcio y la relación disulfuro tioles de las proteínas. En este sentido, la membrana celular, las proteínas y el calcio serían los principales protagonistas de las teorías estocásticas del envejecimiento, como lo es el ADN en las teorías deterministas. La teoría mixta de tipo genética denominada como teoría inmunológica formula que el genoma nuclear actúa como un reloj celular que está involucrado en los cambios que presenta un organismo durante su desarrollo a lo largo de la vida, es decir, desde su concepción hasta su envejecimiento y muerte, pasando por la madurez sexual. Entre esos cambios se encuentra el descenso de la respuesta inmune que ocurre con la edad, debido a la disminución de las células T, y aumento de citosinas inflamatorias, principalmente. Esto es causado por la exposición a factores ambientales externos y, quizás, por la pérdida en la diversidad de la microbiota intestinal (Sebastián-Domingo, Sánchez-Sánchez y Enfermera, 2018; Makinodan y Kay, 1980). Actualmente, la teoría del desequilibrio de la microbiota o flora intestinal en el envejecimiento aporta nuevas evidencias de la participación de la flora intestinal o microbiota durante este proceso, así como en los procesos inmunes inflamatorios y neurodegenerativos, es decir, procesos asociados con las enfermedades crónico- degenerativas del envejecimiento. Esta teoría tiene su fundamento desde hace más de 100 años en las observaciones epidemiológicas de Elie Metchnikoff (1845- 1916), que ganó el premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1908 gracias a su investigación sobre la longevidad de los campesinos búlgaros, quienes son grandes consumidores de yogur. La teoría de Metchnikoff se centra en el papel que tiene la microbiota del intestino en la absorción de nutrientes y su relación con el sistema neuroinmunológico endocrino, destacando su compromiso en funciones metabólicas como la fermentación, la absorción de hidratos de carbono no digeridos y su contribución al almacenamiento de energía. Igualmente es significativa la capacidad de la microbiota para producir señales que facilitan la maduración de las células y funciones inmunitarias, en donde la presencia de cierto tipo de bacterias de la microbiota potencia la actividad metabólica, ya que estas bacterias poseen numerosas enzimas que favorecen la desintoxicación o eliminación de compuestos procedentes de la dieta, la resistencia a la infección, la inflamación, las enfermedades inmunes y autoinmunes tumorales y las inmunes. Esto último es así porque las bacterias modulan la activación del sistema inmune y mejoran la transmisión de las señales endocrinas a través del eje cerebro-intestino, optimizando, de ese modo, la función neurológica. Se ha visto que las bacterias intestinales tienen la capacidad para sintetizar neurotransmisores, como el amino-butírico (GABA), la noradrenalina y la dopamina, y de producir metabolitos, como los ácidos grasos de cadena corta, que poseen propiedades neuroactivas (Ribera, 2016; Sherwin et al., 2017, Sebastián-Domingo et al., 2018). En este sentido, durante la última década se ha comprobado que hay una vía de comunicación Coutiño-Rodríguez et al. 26 bidireccional entre las bacterias intestinales y el sistema nervioso central; además, se ha observado que el eje microbiota-intestino-cerebro ejerce una profunda influencia en los procesos clave del cerebro, como la neuroinflamación, la activación de los ejes de esfuerzo, la neurotransmisión y la neurogénesis; y, de igual manera, en la modulación de comportamientos complejos, como la sociabilidad y la ansiedad. Todo ello ocurre mediante la secreción de factores que modulan la permeabilidad intestinal, la función de las células epiteliales, la inmunidad innata y adaptativa, la movilidad intestinal y la neurotransmisión. Sumado a esto, la microbiota intestinal y el cerebro también están conectados por otras vías adicionales, como la vía vagal, a través de la modulación de losprincipales aminoácidos de la dieta, como el triptófano. Así, dada la estrecha asociación entre la microbiota intestinal y el cerebro, las bacterias intestinales pueden desempeñar un papel en el desarrollo neurológico y en las enfermedades psiquiátricas, como las neurodegenerativas, alzhéimer, párkinson, autismo y en el campo de las adicciones (Ribera, 2016, Sherwin et al., 2017). Por otra parte, el intestino es el órgano que posee mayor cantidad de células epiteliales (para favorecer la absorción y asimilación), células del sistema inmune y nervioso y una cantidad muy superior de microbiota (alrededor de trillones de bacterias), por lo que actualmente se encuentra bajo diferentes investigaciones para estudiar procesos de un envejecimiento más saludable (Sebastián- Domingo et al., 2018). Teorías deterministas no estocásticas Ahora bien, en el caso de las teorías deterministas, éstas comprenden aquellos fenómenos que se describen con un número limitado de variables. Dichas teorías evolucionaron exactamente de la misma forma sin recurrir a ningún cálculo probabilístico, y sugieren que una serie de procesos de envejecimiento están programados innatamente dentro del genoma de cada organismo. En este sentido, la teoría de la capacidad replicativa finita de las células, de Hayflick y Moorhead (1961), muestra que las células en cultivo tienen una limitación en el número de veces que se pueden dividir. A su vez, en la teoría de la reducción de telómeros, Harley et al. (1990) exponen que la longitud de los extremos de los cromosomas, los telómeros, disminuyen progresivamente en las células somáticas que están en división, ya que éstas no replican completamente sus cromosomas durante cada división y, cuando cesan de dividirse, los telómeros han reducido su tamaño. Los telómeros de los extremos de los cromosomas no se replican del mismo modo que el resto del genoma; en cambio, son añadidos posteriormente por el proceso regulado de un complejo enzimático denominado telomerasa, de forma que estas secuencias que se replican tardíamente acaban perdiéndose después de varias divisiones, lo que reduce su tamaño. Mientras tanto, los telómeros se mantienen en las células transformadas que crecen indefinidamente. Por otro lado, basado en la “maquinaria biológica” de cada organismo, hasta el momento las evidencias demuestran que la edad máxima de expectativa de vida para el hombre es de 130 años, esta esperanza de vida dependerá de factores genéticos, epigenéticos y los ambientales del individuo, la cual está limitada entre otras, a la actividad de la telomerasa en células en división (Gaviria, 2007, Rico- Rosillo et al., 2018). Asimismo, se ha demostrado que la capacidad de replicación de las células de diversas especies es bastante proporcional a su expectativa de vida, lo que sugiere una relación estrecha entre el envejecimiento celular y el envejecimiento del organismo entero. Por su parte, las teorías evolutivas se basan en el proceso de senescencia, que es considerado perjudicial en los seres vivos, pero se trata de una característica normal en ellos. De tal manera, el proceso del envejecimiento está siendo estudiado a partir de la senescencia celular, que refiere a la respuesta de las células mitóticamente competentes (células no diferenciadas terminalmente y, por tanto, con capacidad de dividirse) frente a estímulos externos (ambientales) que tienen la potencialidad de provocar transformaciones neoplásicas o envejecidas que ocurren, entre otros aspectos, por un crecimiento indefinido o un arresto de su crecimiento, respectivamente manifestados en cambios funcionales que, en su conjunto, definen a un fenotipo neoplásico inmaduro o fenotipo postmitótico envejecido a causa de señales intrínsecas y extrínsecas (Gaviria, 2007). En este sentido, se conocen 3 teorías evolutivas a partir de la senescencia, que explican el porqué del envejecimiento: 1) la primera y más viable postula que la senescencia es una adaptación necesaria para el recambio y renovación de las poblaciones, 2) la segunda propone que las mutaciones perjudiciales que se activan tardíamente son las responsables del envejecimiento y 3) la tercera sugiere que la senescencia es el resultado de un desajuste entre la supervivencia tardía y la fecundidad temprana. Estas teorías implican conceptos de cómo funciona el control genético del envejecimiento y la longevidad (Gaviria, 2007). Estudios experimentales en animales y búsqueda de genes relacionados con el envejecimiento En su hipótesis sobre la aparición de genes reguladores que mantienen los procesos vitales por más tiempo, Cutler Coutiño-Rodríguez et al. 27 (1975) plantea que estos genes suministran una ventaja selectiva para las especies, y realiza dos predicciones: que el envejecimiento no está programado genéticamente, sino que es un proceso biológico normal necesario para la vida, y que pueden existir genes claves que sean determinantes para la longevidad, y cuya naturaleza reguladora pueda gobernar la tasa del envejecimiento del cuerpo entero, tal como se ha estudiado en varios modelos para identificar los genes relacionados con la longevidad (Cutler, 1975). Estas teorías evolutivas del envejecimiento proponen que la causa primaria de este proceso resulta de acciones no seleccionadas de genes específicos, los cuales evolucionaron en condiciones ambientales que difieren significativamente de las actuales; es muy probable que el fenotipo envejecido surja porque la fuerza de selección natural disminuye con la edad, lo que puede tener 2 efectos. En primer lugar, esto puede permitir la acumulación de mutaciones deletéreas de efecto retardado que comprometan la salud de los organismos viejos; y, en segundo lugar, puede posibilitar procesos que fueron seleccionados por sus efectos beneficiosos en edades tempranas, pero que, a su vez, presentan efectos dañinos no seleccionados en edades avanzadas. Este fenómeno se conoce como pleiotropismo antagónico y es una de las principales y actuales teorías evolutivas del envejecimiento (Gaviria, 2007). El envejecimiento es un proceso común que comparten muchos organismos y que está determinado por genes que se comparten entre distintos organismos pero que tienen en común su participación en procesos RedOx, es decir, en el manejo y transferencia de energía y que gobiernan la tasa del envejecimiento. El único método no genético que ha aumentado la longevidad en distintos animales de experimentación es la restricción calórica. En levaduras se ha propuesto que el efecto se debe a sirtuinas que son desacetilasas dependientes de NADH, lo que implica el papel de los factores epigenéticos como el remodelamiento de la cromatina, en la inducción de genes, donde se ha demostrado el efecto del revesterol, en activación de las sirtuinas, así como la mejora en la vida media de ratones obesos tratados con revesterol (Pérez y Sierra, 2009). Por otra parte, las vías más estudiadas a nivel genético en distintos animales en experimentación, en las que se han manipulado los genes de vías de señalización relacionados con la velocidad del envejecimiento son la vía IGF y la vía Tor, lo que sugiere una relación entre la habilidad para detectar nutrientes y la restricción calórica. Por tanto, otros genes que parecen jugar un papel en el envejecimiento biológico en animales de experimentación son Eat (mutaciones que afectan la capacidad de ingestión en C. elegans), Indy (un transportador de ácidos dicarboxílicos), Methuselah (un receptor asociado a proteínas G cuyo ligando, Sun, es una subunidad de la ATPasa F1), p66Shc34 y GPC-1entre otros. También se han realizado muchos estudios para determinar la participación de los genes en el desarrollo del envejecimiento y la longevidad. Estos genes están vinculados con procesos RedOx, como el metabolismo del ADN, el metabolismo energético, básicamente con el oxidativo, y con la proliferación,que son las causas de los procesos afectados en el envejecimiento. Los modelos más estudiados para determinar la tasa de envejecimiento son la Drosophila melanogaster Meigen y los ratones. Así, se ha visto la participación de varios genes asociados con la tasa del envejecimiento en mamíferos, principalmente en ratones. Estos genes se pueden agrupar en tres grandes vías: la del metabolismo del ADN (CKN1, Lámina A, WRN, XPD, Terc, PASG, ATM y p53), la de los metabolismo energéticos y la del factor de crecimiento 1 de hormona del crecimiento parecida a la insulina (GH/IGF-1, GHR/BP, GHRHR,I GFR1, Pit1, Pro1 y UPA), de estrés oxidativo (MSRA, P66shc y Thdx1) y un gene Kloto cuya función es desconocida. De esta forma se ha acuñado el término de gerontogenes, que se relaciona con la regulación del envejecimiento y con la expectativa de vida (Gaviria, 2007, Rico-Rosillo et al., 2018). En la Drosophila melanogaster, los organismos con copias extras del gen de la enzima superóxido dismutasa y catalasa tienen una mayor vida media que las cepas sin tales copias, mientras que el gen mutante age-1 de Caenorhabditis. elegans, caracterizado por una mayor expectativa de vida, tiene un aumento en la expresión de superóxido dismutasa (López, 1997). En este contexto, se han descrito nuevos genes para la ciencia de la longevidad humana: la variante CC del gen rs3764814, en el cromosoma 7, y la variante AA/AG del gen rs28391193, en el cromosoma 4. A la primera variante también se le vinculó con menor riesgo de enfermedades cardiovasculares e hipertensión. Además, estudios genéticos sostienen que la longevidad excepcional en aquellas personas centenarias y sus familias se debe a un componente genético con una heredabilidad del 25 %. Asimismo, se determinó por estudios de mapeo y ligamiento que este componente se encuentra en el cromosoma 4 y posiblemente en el 7, al igual que los genes relacionados con la regulación del gen TERC, asociado con la actividad de la telomerasa. Al respecto, Harley et al. (1990) descubrieron la disminución de los telómeros y de 4 Kb a 2 Kb en fibroblastos envejecidos en el gen WRN. Este gen está implicado en el desarrollo del síndrome de Werner, el cual se caracteriza por la aparición de un envejecimiento precoz, y es homólogo con una familia de Coutiño-Rodríguez et al. 28 genes que codifican las enzimas DNA helicasas en Escherichia coli, Escherich, lo cual sugiere que el envejecimiento es un proceso celular autónomo, conservado desde estadios muy tempranos de la evolución de los seres vivos. Aún más, los fibroblastos de estos pacientes con el síndrome de Werner y de pacientes con progeria, otra enfermedad genética con aparición temprana de síntomas de vejez y acortamiento de la expectativa de vida, tienen una gran reducción de su capacidad proliferativa in vitro y una reducción de los telómeros. Por tanto, podemos decir que todo ser vivo no sólo evolucionó cronológicamente a través de la filogenia y ontogenia para mantener un equilibrio que le permitiera adaptarse y sobrevivir a las nuevas circunstancias ambientales, sino que también lo hizo a la senescencia y al envejecimiento (Harley et al., 1990; Gaviria, 2007). Por otra parte, estudios de la regulación genética y de la epigenética están permitiendo analizar el envejecimiento de una manera integral, considerando elementos de las teorías deterministas y estocásticas de forma mixta, lo que nos permite vislumbrar cómo el ambiente puede retrasar o acelerar el envejecimiento, mediante el cambio en la expresión de genes por factores externos, así como sus efectos a nivel evolutivo. En células envejecidas hay una reducción de los patrones de metilación, por deficiencia de actividad de metil transferasas y, por consiguiente, de cambios estructurales de la cromatina y de la expresión de genes (Rico- Rosillo et al., 2018). Con ello, no debe considerarse a estos cambios como degenerativos, sino como fenómenos de adaptación a una fase distinta del desarrollo, que responde a los cambios y necesidades del ambiente y, por lo tanto, hay que tenerlos en cuenta como un éxito evolutivo en la transformación de la materia, y no como un efecto secundario negativo del hecho de vivir. El envejecimiento desde la perspectiva energética y la evolución Desde 1882, August Weismann propuso formalmente en su teoría del envejecimiento que este proceso es un rasgo evolutivo, una adaptación con un propósito evolutivo, que es, posiblemente, el de mantener la energía para dividirse y crecer en edades tempranas, y mantener la homeostasis (equilibrio) en organismos adultos. Se sabe que el proceso de envejecimiento empieza a partir del momento en que las células dejan de crecer y dividirse, así que, probablemente, sea parte o resultado de la complejidad y del manejo de la energía durante el trayecto de la vida, desde los niveles molecular, celular, fisiológico, sistémico, social, ecológico y cosmológico. De tal manera, si el envejecimiento tiene un propósito evolutivo, entonces debe estar subordinado a las leyes físicas de la termodinámica, como la entropía y la disipación de energía, relacionados con los procesos de óxido reducción (RedOx). En este sentido, la evolución es un proceso complejo, y la complejidad, según Tyrtania (2008), (figura 1) por sí sola es un régimen físico de no equilibrio, en el que los sistemas existen al borde del caos (no equilibrio) y de la incertidumbre, mediante la disipación de energía. La complejidad de la vida es el arte de transferir la energía disipada a otros tiempos, espacios y sistemas, llámense entornos, moléculas, etcétera (Tyrtania, 2008). El proceso energético es la base físico-material de todos los procesos prebióticos, biológicos y sociales e, incluso, cosmológicos, en donde la complejidad es la característica de un sistema que “existe”, esto es, que disipa la energía en un régimen de no equilibrio, y con ello se ha considerado que la producción de entropía, a través de la disipación referida, no es incidental a la vida, sino la razón fundamental para su existencia desde sus orígenes y evolución. Figura 1. Complejidad del envejecimiento entre el orden y el caos Modificada de Tyrtania (2008). Autorizado por Desacatos Todas las teorías del envejecimiento ponen de manifiesto que las leyes físicas juegan un papel importante en el concepto de pérdida de homeostasis durante el proceso evolutivo del envejecimiento. Por lo tanto, dichas leyes serían el reflejo de un proceso complejo entre el caos (entropía o desorden) y el orden de la energía de las moléculas, en donde la creación del orden, por una parte, sólo puede ocurrir a expensas de la destrucción del mismo orden en otras partes; de ahí el aumento y la disminución de moléculas que repercuten igualmente en los procesos bioquímicos y fisiológicos. Así, el envejecimiento y la complejidad, vistas desde la termodinámica —la entropía Coutiño-Rodríguez et al. 29 y el orden—, operan simultáneamente en el marco de un régimen físico de no equilibrio en el que los sistemas muestran características que parecen incompatibles, como la vida y la muerte, el caos y el orden. Entre estos procesos, de gran complejidad del manejo de energía, el eje conductor intestino-cerebro puede estar jugando un papel fundamental durante el envejecimiento, para mantener un equilibrio termodinámico (entropía y orden), relacionado con el estado oxidado o reductor de las moléculas y mantener el estado RedOx, y conservar la energía que durante el envejecimiento es lo más afectado, e incluso favorecer al sistema neuroendocrino inmunológico. Ahora bien, la complejidad es un paradigma que sirve para entender, ordenar y explicar la realidad, en donde el conocimiento es capaz de incidir, porque evoluciona como parte integral de la realidad misma. En estos términos, el envejecimiento es un proceso complejo que, desde elpunto de vista energético, obedecería a un orden, ya que si consideramos la hipótesis de Jeremy England sobre el origen de la vida, que llama “adaptación impulsada por la disipación”, los grupos aleatorios de moléculas pueden autoorganizarse para absorber y disipar el calor del medioambiente de manera más eficiente, lo cual genera la vida. La hipótesis de England afirma que tales sistemas de autoorganización son una parte inherente del mundo físico y de la entropía, del caos y el orden, en donde la vida, su crecimiento, envejecimiento y muerte, sería un proceso asociado a la pérdida de absorber y disipar calor, y, al mismo tiempo, de autoorganizarse. Por lo tanto, la vida sería un proceso estructurado, determinista y llevaría a un estado de evolución. Es decir, la evolución es toda expansión de energía como consecuencia de la disipación de energía y de la selección; entre más evolución exista en un sistema, éste integrará más energía a sus ciclos, acumulando para ello información y mayor conducción de calor a través de estructuras inclusivas autoreplicativas. Así, la disipación del calor es contrarrestada por la autoorganización (Tyrtania, 2008) y, en este sentido, da sustento a las teorías deterministas, en las que el soporte biológico se afianza nuevamente en el orden de la molécula informativa de los genes (ADN), pero también se mantiene por los procesos estocásticos que implicaría el caos. Esto quizás se deba a la energía disipada en la memoria molecular, celular, fisiológica, neurológica, organísmica, comunitaria, ecológica y cosmológica, y, por qué no, desde la diversidad de la microbiota, es decir, células evolutivamente ancestrales que generen nuevos códigos informativos complejos, los cuales se han ido adoptando y adaptando en el transcurso de la existencia de los seres vivos, hasta la culturización del ambiente “biosocial” y físico. Por ello, esos códigos informativos no son iguales ni interpretados de la misma forma por todos los involucrados, además, van variando, modificándose, adquiriéndose o perdiéndose, esto es, evolucionando, por lo que el proceso de envejecimiento resulta ser muy complejo, impredecible, no predictible e irreversible, y con posibilidad de atenuar sus complicaciones. De acuerdo con Tyrtania (2008), el costo energético que se paga por el procesamiento de información se eleva “progresivamente en la medida en que nos desplazamos ‘hacia arriba’ en la escala de la evolución y dependiendo del nivel en que ubiquemos el sistema de referencia” (p. 47). De este modo, no hay información o proceso informativo que no ocupe tiempo, espacio y recursos energéticos, como es el caso del envejecimiento. Asimismo, todo sistema, en cualquier nivel biológico, social, ecológico o cosmológico deberá evolucionar si tiene una fuente energética constante, si disipa calor y si se mantiene lejos del equilibrio termodinámico. Por otra parte, England propone que el surgimiento y la persistencia de la vida, como de todo proceso irreversible, se debe a la producción de entropía, tal como postuló Ludwig Boltzmann en 1886. Es decir, para el surgimiento de la vida es necesario un potencial químico generalizado e impuesto que, al tiempo de su disipación, sirve como motor para la autoorganización y la evolución. Bajo esta premisa, dicho proceso no sería reversible, y a la fecha no se conoce cómo mantener la energía, ni el equilibrio de un sistema; quizás cuando esto se logre será posible llegar a la eterna juventud y la inmortalidad, pero bajo los supuestos físicos no habría evolución. De tal manera, la teoría de Jeremy England, basada en la termodinámica y la mecánica estadística establecida, propone que los organismos mantienen una relación implícita entre complejidad y energía; esta relación indica que, cuanto más complejo es un fenómeno, más energía debe disiparse, de modo que crezca la probabilidad de que tal fenómeno acontezca finalmente. Por su parte, Tyrtania (2008) considera que es importante entender que la termodinámica no se refiere a una cuestión escatológica, como podría ser la muerte térmica de la materia viva y del cosmos, sino a una cuestión de aquí y ahora: todos los esfuerzos que realizamos son, en última instancia, para mantenernos alejados del estado del equilibrio termodinámico, en el que la energía se distribuya uniformemente. Finalmente, bajo la mirada energética del análisis de las teorías celulares del envejecimiento con mayor impacto, el proceso de envejecimiento no se puede evitar, pero sí podemos alcanzar un envejecimiento exitoso, a través del control, regulación o disminución del caos y de la pérdida de energía, y mantener la homeostasis RedOx (Meng et al., Coutiño-Rodríguez et al. 30 2017, Rico-Rosillo et al., 2018). Para logarlo, es necesario enfocarnos en la obtención y el mantenimiento de una energía útil mediante una dieta saludable y adecuada que suministre las moléculas necesarias para mantener la autoorganización molecular, y sumarle el consumo de bacilos que favorezcan la actividad enzimática proveniente de la microbiota intestinal. Esto facilitará la asimilación de nutrientes vitaminas, minerales a través de la dieta, propiciando la producción de moléculas activas, como los neurotransmisores, psicoactivos, inmunoestimulantes, etcétera. Asimismo, es importante proveerse de una energía afectiva proveniente de nuestro ambioma social, familiar y laboral, mantenerse en movimiento a través del ejercicio para la remoción de la energía sobrante y evitar la exposición a condiciones socioambientales dañinas que afecten las actividades normales autoorganizativas que mantienen los sistemas vivos. De tal manera, para lograr un envejecimiento exitoso, habrá que enfocarse principalmente en el eje bidireccional microbiota-intestino-cerebro, y estudiarlo más para mantenerlo funcionalmente activo, ya que regula las actividades sensoriales, cognitivas, neurológicas, hormonales e inmunológicas que conservan nuestro ambioma (Sherwin et al., 2017; Ribera, 2016). De tal manera, los estudios sobre envejecimiento y longevidad enfocados en la salud pública deben tener un carácter multifactorial y multidisciplinar, considerando las consecuencias de los cambios demográficos, epidemiológicos y psicosociales, así como los problemas bioéticos y legales, en especial el problema de la discriminación por edad. Asimismo, tal como hemos visto a lo largo de este trabajo, dichos estudios, con un sustento ético, deben incluir, principalmente, la capacidad funcional en términos de pérdida de energía y calidad de vida, el nivel biomédico molecular, la senescencia celular o mitocondrial, el papel de los telómeros, los radicales libres, las consecuencias del conocimiento del genoma humano en relación con los llamados genes del envejecimiento, las posibilidades de corregir genes, la tecnología CRISPR y los avances en biología molecular (Ribera, 2016). Además, en el desarrollo del envejecimiento, se tienen que considerar de forma integral el código epigenético, aspectos de la cronobiología, la nutrigenómica, la nutrigenética y la farmacogenética, e incorporar e integrar otras esferas del conocimiento, como los condicionantes psicocomportamentales del ambioma, contribuyendo en los procesos del envejecimiento exitoso o crónico- degenerativo. En conclusión, el proceso evolutivo que conduce al envejecimiento es un reflejo de la complejidad de la vida, de las sociedades y de la cosmología, que han evolucionado a partir de códigos informativos generados desde el conocimiento y la experiencia, acumulándose para interpretar, en su momento, la realidad. Desde una mirada integral, el envejecimiento de un individuo, aunque se somete a sus bases genéticas, dependerá en gran medida del contexto social y ambiental al que esté expuesto. Hoy en día existe mucha información para conocer la etiología del envejecimiento basada en evidencias científicas en todos los ámbitosde las ciencias, sin embargo, el envejecimiento debe ser interpretado, analizado y manejado desde una mirada energética integral, apoyándose en los modelos animales bajo la premisa que todos los organismos vivos que evolucionan también comparten el proceso del envejecimiento, y que, además, coevolucionan en las mismas circunstancias. 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