Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Competencia social y salud escolar Un modelo de trabajo basado en el proceso motivacional humano 2 3 Competencia social y salud escolar Un modelo de trabajo basado en el proceso motivacional humano Luis Flórez Alarcón Helena Vélez Botero 4 Competencia social y salud escolar Un modelo de trabajo basado en el proceso motivacional humano D. R. ©2020 por Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. ISBN libro impreso: 978-958-8993-66-9 ISBN versión electrónica: 978-958-8993-67-6 Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. Carrera 12A No 79 - 03/05 E-mail: info.colombia@manualmoderno.com Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S. Hecho en Colombia Made in Colombia Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno de tarjetas perforadas o transmitida por otro medio –electrónico, mecánico, fotocopiador, registrador, etcétera– sin permiso previo por escrito de la editorial. All rights reserved. No part of this publication may by reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise, without the prior permission in writing from the publisher. www.manualmoderno.com es marca registrada de Editorial El Manual Moderno, S. A. de C. V. Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia Flórez Alarcón, Luis Competencia social y salud escolar : un modelo de trabajo basado en el proceso motivacional humano / Luis Flórez Alarcón, Helena Vélez Botero. -- Bogotá : Manual Moderno, 2020. 368 p. Incluye datos de los autores e índice analítico. -- Contiene referencias bibliográficas. ISBN 978-958-8993-66-9 -- 978-958-8993-67-6 (e-book) 1. Salud escolar 2. Promoción de la salud - Aspectos psicológicos 3. Educación sanitaria 4. Habilidades sociales - Enseñanza I. Vélez Botero, Helena II. Título CDD: 371.71 ed. 23 CO-BoBN– 5 mailto:info.colombia@manualmoderno.com http://www.manualmoderno.com Diagramación: Aristóbulo Rojas Ch. 6 A todos los estudiantes de psicología que participaron en TIPICAS en la Universidad Nacional de Colombia, y en ARCOS en la Universidad de San Buenaventura sede Bogotá, por su dedicación, tenacidad y compromiso Luis Flórez Alarcón - Helena Vélez Botero A la memoria de mis padres, Luis Enrique y Ana Eulogia Luis Flórez Alarcón A mis sobrinos Martín y Markus, fuente infinita de inspiración Helena Vélez Botero 7 Acerca de los autores Luis Flórez Alarcón Psicólogo graduado en la Universidad Nacional de Colombia. Magister en Análisis experimental de la conducta y Doctor en Psicología experimental, graduado en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue líder en el diseño, implementación y evaluación del programa de salud escolar TIPICA, realizado por el grupo de investigación Estilo de Vida y Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de Colombia entre 2000 y 2016, y del programa Acciones de Reforzamiento de la Competencia Social (ARCOS) realizado por el programa de Psicología de la Universidad de San Buenaventura (sede Bogotá) desde 2011. Desde 2017 es director del énfasis en Autodeterminación y Desarrollo humano del programa de doctorado en Humanidades, humanismo y persona de la Universidad de San Buenaventura. Su investigación básica ha tratado sobre la dimensión psicológica de la prevención y de la promoción en salud, cuyos resultados se recogen en el libro Psicología Social de la Salud (Manual Moderno, 2007) y en un amplio número de artículos científicos. Las principales aplicaciones de su investigación psicológica las ha realizado en el campo de la salud escolar, en el cual propone un modelo de desarrollo de la competencia socioemocional en los(as) escolares que cursan grados de preescolar, primaria y secundaria, como medio de promoción de la salud mental desde el colegio, y de prevención de las problemáticas de comportamiento más usuales en este medio. Helena Vélez Botero Psicóloga - Magister en Psicología Psicóloga de la Universidad Católica de Colombia, Magister en Psicología con énfasis en Psicología de la salud de la Universidad Nacional de Colombia. Cinco años de experiencia en el fomento de procesos de formación investigativa con la participación en la Red Nacional de Semilleros de Investigación. Experiencia profesional de 14 años con entidades educativas, gubernamentales y organismos internacionales en la dirección, coordinación y ejecución de más de 15 proyectos psicosociales en materia de prevención de la enfermedad y promoción de la salud, diseño y evaluación de políticas públicas, construcción y validación de instrumentos 8 • • • psicométricos, de impacto distrital y nacional. Participante en más de 30 eventos científicos a nivel nacional e internacional. Más de cuarenta escritos publicados entre artículos y capítulos de libros. Coordinadora del Grupo de Investigación “Estilo de Vida y Desarrollo Humano” (GIEVDH) del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia, durante 10 años. Coordinadora editorial del Boletín electrónico de salud escolar TIPICA desde 2011. Docente universitaria, de pregrado y posgrado, desde el año 2010. Áreas principales de práctica profesional Psicología de la salud (énfasis en promoción/prevención) Investigación, medición y evaluación del comportamiento Docencia en psicología 9 Prefacio El presente libro se propone presentar, de manera integral, un modelo de competencia social para trabajar en el campo de la salud escolar. Un modelo fundamentado en una conceptualización de la dimensión psicológica de la promoción y de la prevención, entendida como dimensión que se sustenta principalmente en el proceso motivacional humano. Es el resultado de la experiencia de aplicaciones en el campo de la salud escolar coordinada por los autores, que tuvo una duración de 16 años; en ella confluyeron actividades de práctica profesional, investigación científica, publicación, capacitación, eventos académicos y coordinación interinstitucional. Como modelo conceptual, la competencia social hace referencia a un saber hacer en contexto social y cultural. Esta competencia puede sintetizarse como un saber orientado a la realización del sentido de vida personal en el contexto social y cultural en que le corresponde desenvolverse al individuo. Por supuesto, para realizar el sentido de vida es necesario primero concebirlo; entendemos ese sentido como la estructura de motivaciones que orientan la permanente y variada actividad de la persona, orientándola hacia el logro de objetivos y de metas altamente valoradas por ella. Y entendemos el contexto social y cultural, a la manera que lo hace el modelo bioecológico acerca del desarrollo humano, como un conjunto de sistemas interactuantes que abarcan desde estructuras muy próximas al individuo, como la familia y el colegio, hasta estructuras remotas como el sistema político y el sistema cultural de la sociedad, que siempre evolucionan y se transforman a través del tiempo histórico. Como campo de aplicación, entendemos la salud escolar a la manera de un sector esencial en el espacio existencial de cualquier persona, el cual se relaciona con la preservación, el mantenimiento y el mejoramiento de la vida, durante los años del ciclo escolar, pero no solo de la vida como fenómeno biológico, sino, más aún, de la calidad de vida como fenómeno psicológico y social. Esto significa que la preservación de la vida es algo más que la ausencia de enfermedades; es la presencia del bienestar físico, mental y social. Y su promoción es algo más que el fortalecimiento de la resistencia contra la enfermedad; es el logro de condiciones de vida acordes con la dignidad humana en todos los campos de la existencia, como son el del trabajo, el de la educación, el de la interacción social, el de la afectividad, el de 10 las condiciones materiales de vida, el de la evolución y el crecimiento personal y muchos más. El proceso motivacional humano, concebido como aspecto esencial de la dimensiónpsicológica de la promoción de la salud y de la prevención de la enfermedad, puede entenderse como un proceso en el que suceden fenómenos psicológicos de naturaleza fundamentalmente cognitiva, a través del cual la persona forja sus motivaciones individuales, impulsada por hechos cognitivos y emocionales individuales, pero cuyo origen se remonta a acontecimientos sociales y culturales ocurridos en su contexto de vida. Cuando se hace referencia al proceso motivacional se está haciendo alusión a las causas determinantes para que la persona haga o deje de hacer múltiples acciones, es decir, a las causas para que se comporte y ejecute actividades de muy diversa naturaleza. A que lo haga con o sin propósitos conscientes, con o sin inteligencia, con o sin habilidad. Y sabemos que la conciencia puede sustentarse sobre pensamientos con niveles de racionalidad y de lógica que son muy diversos en su calidad, que la inteligencia es múltiple, es social y emocional, no solo racional, que la habilidad es compleja en su estructura de comportamientos constitutivos, que se aprende y se desaprende a través de acciones específicas de formación y de desarrollo. Pero sobre todo, cuando se apunta hacia el proceso motivacional, se está aludiendo a la dimensión relacionada con la intencionalidad de las acciones humanas, aspecto que la propia persona autodetermina mediante las decisiones implícitas y explícitas que dirigen y orientan sus acciones, aspecto que ella misma autorregula basándose en la información que el medio le proporciona acerca de las consecuencias y de los resultados de sus acciones, y aspecto que ella misma autocontrola a través del establecimiento de un conjunto de prioridades para su vida, y de un sistema de hábitos de comportamiento que le confieren estabilidad, fluidez y consistencia a su comportamiento o estilo de vida. En últimas, el proceso motivacional incluye un sistema de intencionalidades que la propia persona autocontrola mediante el establecimiento de un conjunto individual de prioridades, que es el que le da estructura a su propia personalidad, y le confiere definición a su propio sentido subjetivo de vida. La persona se ubica en contexto, pero no es un recipiente pasivo de influencias sociales y culturales, es un agente activo que recibe esas influencias, pero a la vez las asimila y, más aún, está en condiciones de transformar el contexto del cual ellas emanan. Su capacidad de hacerlo es ese constructo al que aquí se hace referencia bajo la denominación de “competencia social”. Así vista, la competencia social se refleja en la capacidad de la persona para autodeterminar las motivaciones de tipo biológico, psicológico y social, a cuya satisfacción les dedica todo el esfuerzo de sus múltiples acciones deliberadas o voluntarias. Aunque cualquier motivación reúne componentes de las tres categorías enunciadas, algunas son representantes emblemáticas de cada una de ellas. 11 Motivaciones biológicas, como la alimentación, el sueño o la vida en un contexto de pureza orgánica, que se asocian directamente con la expectativa de vida y con la ausencia de enfermedad. Motivaciones psicológicas como el logro, la autonomía y la interacción social, de las cuales dependen las vivencias emocionales y el bienestar subjetivo que de ellas se derivan, parte esencial de la calidad de vida. Y, motivaciones sociales como la educación, el trabajo, la seguridad, la justicia social o el poder, muy asociadas con la equidad en las posibilidades de acceso a condiciones objetivas de vida que sustentan la base material del desarrollo humano. No solo en este aspecto de fomento de la autodeterminación se refleja la esencia motivacional del modelo de competencia social para el abordaje de la salud escolar. También se refleja en la selección de un modelo de educación para la salud, que integra propiedades de profunda esencia motivacional. Tal es el caso del modelo Precede-Proceed de educación para la salud, que se adoptó en el diseño de los tres módulos en que se dividió el programa de salud escolar para cubrir los cinco ciclos de formación pre-escolar, básica y media, incluidos en el currículo escolar de nuestro medio social en Colombia. Esos tres módulos son, en orden ascendente, el de formación de Habilidades Básicas, denominado CONVIVENCIA (preescolar a tercero); el de Habilidades para la Vida, denominado TIPICAS, (cuarto a séptimo grado); y el de Habilidades de Transición, denominado ARCOS (octavo a undécimo grado). Cada módulo tiene varios componentes, y cada componente tiene varios talleres, que en total suman 58, contenidos en el programa de competencia social y salud escolar, para ser cubiertos entre preescolar y undécimo grado, es decir, en un total de 12 años. La unidad básica de trabajo del programa es el taller. En él se busca incrementar la habilidad, pero sobre todo, la motivación por la práctica de un comportamiento particular que forma parte de alguna habilidad. Se desarrolla a través de seis sesiones de duración corta, en las cuales se activan los factores generadores de interés por la ejecución del comportamiento de que se trate, especialmente los factores del proceso motivacional conducentes a la auto-determinación individual del comportamiento. En dichas sesiones los procedimientos aplicados siguen un modelo pedagógico de corte vygotskiano, mediante el diseño de dinámicas que implican activación del comportamiento, participación personal, activación emocional, reflexión y socialización de conceptos, por eso la sigla PARES para denominar este modelo pedagógico. Igualmente, el taller incluye un proceso de evaluación y brinda información a la persona sobre el estado de los factores subyacentes que le permitan comprender su motivación actual para ejecutar el comportamiento, o para dejar de hacerlo. El diseño y la realización de estas actividades para la puesta en práctica del modelo de competencia social a través de los 58 talleres, así como el diseño de los instrumentos utilizados para evaluar su impacto y sus resultados, formaron parte de las prácticas profesionales de más de 200 estudiantes de último semestre de la carrera 12 de psicología en la Universidad Nacional de Colombia durante 32 semestres, y en la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá, durante 11 semestres. Adicionalmente a la participación de las instituciones ya mencionadas, vale la pena señalar que el Taller CEMA-PEMA para la prevención del consumo excesivo de alcohol, que es el que tiene el mayor soporte investigativo entre los 58 talleres y fue el más implementado entre los talleres del programa de Competencia Social y Salud Escolar, tuvo sus orígenes en las actividades de los autores del presente libro en el Centro de Estudios e Investigaciones sobre Adicciones y Violencia (CEIAV) de la Universidad Católica de Colombia. Es importante destacar que el quehacer dedicado de los estudiantes fue elemento clave en la fundamentación, estructuración y sistematización de las experiencias que dieron cuerpo al modelo de competencia social y salud escolar. Y es que estos estudiantes realizaron sus prácticas profesionales en más de un centenar de colegios públicos distritales; cada practicante permanecía entre dos y tres semestres en el programa, y sus informes finales de práctica constituían el insumo básico para la elaboración o el perfeccionamiento del manual de procedimientos y de evaluación de cada uno de los talleres, así como para la evaluación de algún componente formado por un conjunto de talleres, y para la evaluación de los tres módulos en que está dividido el programa de competencia social y salud escolar. La alta participación de instituciones del sector público de la educación fue posible por el trabajo coordinado con las Secretarías Distritales de Educación y de Salud en Bogotá, así como con el Ministerio de Salud, entidades con las que la Universidad Nacional de Colombia celebró varios convenios interinstitucionales en cuyo desarrollo participaba nuestro grupo de investigación. A manera de ilustración, en una solade esas experiencias participaron 102 orientadores pertenecientes a 65 colegios, quienes se capacitaron para implementar en sus respectivas instituciones dos talleres, uno de prevención del consumo excesivo de alcohol y otro de promoción de la expectativa de tiempo futuro entre sus estudiantes de décimo grado. La experiencia de trabajo acumulada nos permitió concluir que para implementar un currículo de formación de la competencia social, complementario al currículo tradicional de formación académica, en las instituciones educativas distritales se precisa realizar una amplia labor de capacitación del personal de docentes y de orientadores a fin de que asuman dicho proceso, pues el éxito de un cambio de esta naturaleza exige gran nivel de compromiso por parte de sus potenciales ejecutores, al igual que de parte del sector directivo y de padres y madres de familia. De otra forma se haría imposible su asimilación y su incorporación al proyecto educativo institucional. Igualmente, se harían demasiado altos sus costos si se exige una difícil vinculación de nuevo personal académico y administrativo para su implementación. Algunas experiencias de capacitación del personal académico se hicieron a través de diplomados de formación que fueron apoyados por las secretarías distritales de Salud y de Educación, con muy amplia participación del sector de orientadores, 13 quienes en la estructura actual se perfilan como el sector llamado a coordinar este aspecto de la formación de los(as) escolares. La investigación que respalda la fundamentación científica de los diseños de cada taller y de los instrumentos de evaluación, fue realizada mediante actividades distintas a las prácticas profesionales, a través de trabajos de grado de algunos estudiantes que decidían hacer en este programa su investigación final para obtener el título de psicólogos, así como de algunas tesis de maestría. A lo largo del texto se hace la citación de estos trabajos y de estas tesis, y sus detalles se presentan al final, en la sección de referencias bibliográficas. En total se incluyen las referencias de 41 investigaciones de grado dirigidas por los autores del presente libro. Mención especial merece la actividad de publicaciones para llegar a un amplio sector de educadores que deben conocer los fundamentos teóricos, metodológicos, prácticos y sociales del programa, a fin de poder involucrarse con propiedad en su implementación. En amplia medida esta labor, dentro del propósito de nuestra experiencia, pudo cumplirse mediante la publicación digital gratuita del Boletín Electrónico de Salud Escolar TIPICA (nombre popularizado del programa por la denominación de su módulo de Habilidades para la Vida). Este Boletín alcanzó a publicarse en 12 volúmenes (un volumen por año) y se entregó en un formato de dos números por volumen, contenido que puede descargarse libremente en la página web www.tipica.org. Algunos volúmenes recogen publicaciones sobre un tópico especial (p. ej., sobre el tópico de la competencia social). En particular, se recomienda la lectura del Volumen 11 (2015) cuyos dos números sintetizan los diferentes aspectos del programa en lo teórico, lo metodológico, lo aplicado y lo político, a través de los escritos de autores nacionales y extranjeros que participaron en un evento académico denominado “Salud, Educación y Desarrollo Humano”. Otras publicaciones, resultantes del trabajo antes descrito, fueron manuales apoyados por las secretarías distritales de Educación y de Salud, un curso virtual sobre intervención motivacional apoyado por la Organización de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), y un texto digital sobre el Enigma de la Motivación Humana, publicado por editorial Phrónesis. Una versión del manual de TIPICAS fue producida con el apoyo del Banco Santander, a través del Departamento de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Las demás publicaciones hechas por los autores de este libro, y otros participantes del programa, se citan a lo largo del texto y sus detalles se dan en la sección de referencias bibliográficas. Esta labor de práctica profesional e investigación científica en el campo de la salud escolar le mereció al Grupo de Investigación Estilo de Vida y Desarrollo Humano, de la Universidad Nacional de Colombia, obtener el premio doctor Tolosa- Latour 2014, otorgado por la Asociación Iberoamericana de Medicina y Salud Escolar y Universitaria (AIMSEU, Madrid, España), “en reconocimiento al liderazgo 14 http://www.tipica.org en el desarrollo del conocimiento psicológico de la salud escolar”; asi como a los autores, el nombramiento de socios de honor y mérito de la mencionada asociación, “por la defensa del derecho de la infancia a la salud y el bienestar”. Es claro pues que estamos convencidos del potencial de la educación, pero esta no puede limitarse a la transmisión y acumulación de información. El proceso educativo, como oportunidad de aprendizaje, puede aportar de forma significativa al desarrollo humano integral a través del fomento de destrezas que permitan a los(as) escolares conocerse y aprender a interactuar con los otros, construir un sentido de vida propio, y agenciar su comportamiento para ajustarse favorablemente al entorno en busca de la realización de sus metas. Es por esto que nuestra expectativa es que el presente libro sirva de estímulo al fomento de la formación de la competencia social en el entorno escolar. Luis Flórez Alarcón, PhD. Helena Vélez Botero, MSc. Bogotá, Julio de 2019 15 Contenido Introducción Unidad 1 La función adaptativa de la competencia social Capítulo 1. Conceptualización de la competencia social Competencia social, habilidades sociales y habilidades para la vida Orígenes y evolución del uso del concepto de competencia social Los conceptos psicológicos de competencia Los conceptos psicológicos acerca de la competencia social y su medición Conceptualización motivacional acerca de la competencia social Capítulo 2. Dinámica de la adaptación entre el sujeto y el medio, y su función en la formación de la competencia social La adaptación en la visión ecológica sobre el desarrollo humano Una aproximación motivacional de corte cognitivo a la explicación de la adaptación El conductismo intencionista de Edward Tolman La Teoría del campo de Kurt Lewin La Teoría histórico-cultural de Lev S. Vygotski Capítulo 3. La competencia social como proceso asociado a la salud, la calidad de vida y el bienestar de los escolares La salud escolar: de la higiene a la competencia social Evolución de la salud escolar Simetría entre la competencia social y la atención del proceso salud- enfermedad El programa de Competencia Social y Salud Escolar (CSSE) en Bogotá Asociaciones de la competencia social con factores antecedentes determinantes y con factores consecuentes relacionados con el bienestar y la calidad de vida 16 Antecedentes de la competencia social Consecuencias de la competencia social Unidad 2 Un enfoque motivacional para el desarrollo de la competencia social Capítulo 4. El proceso motivacional: fundamento conceptual de la intervención motivacional El proceso motivacional Acontecimientos inherentes a las fases cognitivas y volitivas del proceso motivacional La necesidad: origen del proceso motivacional Evaluación cognitiva en la predecisión y en la decisión La preacción La acción Atribuciones en la posacción Conclusión La DPPPS: una conceptualización particular del proceso motivacional para sustentar intervenciones en educación para la salud Capítulo 5. La intervención motivacional: conceptualización y metodología El sistema de intervención motivacional Concepto de intervención motivacional Definición de intervención motivacional La formulación en el sistema de la intervención motivacional Función de la formulación motivacional Proceso de la formulación motivacional Procedimientos de intervención motivacional El tratamiento en la intervención motivacional El papel de la reflexión en la intervenciónmotivacional La evaluación en la intervención motivacional Antecedentes de la intervención motivacional Capítulo 6. Autonomía: la funcion de autorregulacion/autocontrol Los aportes conductuales y cognitivos a la explicación del autocontrol La teoría conductual sobre el autocontrol La teoría cognitiva acerca del autocontrol El concepto de autorregulación: la función de AR/AC La autodeterminación como proceso de toma de decisiones y como proceso regulador del comportamiento El qué y el por qué de las decisiones en la teoría de la autodeterminación 17 El cómo de la regulación en la autodeterminación El proceso de AR/AC en el curso del proceso motivacional El acrónimo PRISA-NO y los procesos de AD, AR y AC Unidad 3 La educación de la competencia social como educación para la salud en el ámbito escolar Capítulo 7. La educación para la salud desde un enfoque motivacional Aprendizaje socio-emocional y metodología de educación para la salud Modelos motivacionales en educación para la salud La DPPPS y la educación para la salud El modelo pedagógico motivacional “PARES” en educación para la salud Participación Acción Reflexión Emoción Socialización El taller como actividad de educación para la salud Capítulo 8. Habilidades básicas de interacción social: Convivencia Convivencia y el desarrollo en la primera infancia Convivencia: Una estrategia de educación socio-emocional Fundamentos de las habilidades básicas de interacción social Regulación emocional Habilidades sociales Valores prosociales Análisis de la información Estructura operativa de la estrategia formativa Sistema de evaluación Reflexiones Capítulo 9. Habilidades para la vida: TIPICAS TIPICAS: la formación de HpV Fundamentos de las habilidades TIPICAS Tolerancia a la frustración Procesamiento de información Presión de grupo Integración a la escuela Comunicación asertiva Autoestima Solución de conflictos 18 Estructura operativa de la estrategia formativa Sistema de evaluación Reflexiones Capítulo 10. ARCOS, una aplicación del enfoque de competencia social y salud escolar Meta del módulo ARCOS en el programa de competencia social y salud escolar Componentes y talleres del módulo ARCOS De Cara al Estudio De Cara a la Intimidad De Cara a la Vida De Cara a Mí Mismo Conclusiones acerca del módulo ARCOS Referencias 19 Introducción Desde cualquier postura conceptual acerca de la educación parece claro y completamente admisible que los niños, niñas y jóvenes estudiantes asisten a sus colegios para recibir una formación en competencias académicas que les habiliten para el desarrollo de una vida productiva, fundamentada en la inserción de los(as) escolares al mundo laboral, haciendo uso de la ciencia y la tecnología en los niveles más avanzados que les sean posibles. Esos objetivos dan curso al planteamiento de los componentes esenciales de los currículos que sirven de cauce al cumplimiento de las metas propuestas en los proyectos educativos institucionales de los colegios. Igualmente es claro y admisible que la institución escolar debe atender al desarrollo integral de la persona, concebida no solo como ente procesador de información abstracta que se inserta al mundo de la ciencia y de la tecnología, sino también como ente que se incorpora al mundo, en medio de una red creciente de interacciones sociales necesarias para su supervivencia y para su desarrollo. Sin embargo, las actividades de formación de las competencias requeridas para integrarse exitosamente a la vida social, aunque se reconocen, no encuentran en el ámbito escolar un espacio de formación verdaderamente significativo en el currículo académico, ni son objeto de metodologías de educación explícitas, con eficacia y eficiencia comprobadas. Las instituciones educativas suelen asumir de manera un tanto ambigua su responsabilidad esencial como formadoras de los(as) escolares para la vida social, y la delegan a un rol de acciones “transversales” que se ejecutan como resultado subsidiario de las acciones esenciales de formación académica. Es común que en el medio escolar se mencione el “ejemplo” que dan los docentes acerca de habilidades de interacción social como medio más importante para la formación de esas habilidades en sus estudiantes. Igualmente, es común que el medio escolar responsabilice al medio familiar de tener la mayor carga de funciones en esa formación para la vida social. A la familia se le exige que garantice la integración del escolar al colegio; si un escolar no se adapta al colegio, por lo general se recurre a sus padres para que modifiquen esa realidad; si los padres no logran modificar la situación y el escolar no logra la adaptación al medio, es corriente que termine discriminado y excluido del 20 mismo. Un resultado tan decisivo como la adaptación del estudiante al medio se espera que suceda como consecuencia de las acomodaciones de la persona, pero no de las transformaciones del medio en su interacción con la persona. Tampoco es frecuente que, en el medio escolar, se reconozca que una mejor formación en competencia social refuerza la formación de las competencias académicas; por el contrario, se piensa que asignar espacios y tiempos curriculares a “otras” actividades diferentes a las académicas, es algo que atenta contra el buen rendimiento de los(as) escolares. Consecuentemente, la actitud reinante en el medio escolar hacia la responsabilidad con la formación para la interacción social de sus escolares no solo es ambigua, sino que en ocasiones, obstaculiza abiertamente los intentos para asumirla de forma más explícita y fundamentada. De otra parte, las consideraciones sobre la integralidad bio-psico-social de la persona llevan al medio escolar a reconocer el papel fundamental de la salud de los(as) escolares, como condición básica para que puedan obtener una buena formación académica. Es así como el medio propicia la cabida de un conjunto de acciones promotoras de la salud (p. ej., la práctica del deporte y de la actividad física) y preventivas de las enfermedades. En el sentido preventivo, se trata por lo general de acciones correspondientes a un enfoque higienista, realizadas por agentes externos al propio medio escolar, para evitar que ocurran las problemáticas de salud y las enfermedades propias de la fase por la que transcurre el ciclo vital de los estudiantes, en una explícita aproximación a la salud conceptualizada como ausencia de enfermedad, más que a la salud considerada como bienestar o calidad de vida. Esto trae como consecuencia que, de la misma forma que el medio escolar delega en la familia la responsabilidad por la formación social, también delegue en otros, en este caso en los agentes del sector salud, la responsabilidad por la ausencia de enfermedad, desatendiendo los necesarios compromisos que debe asumir, no solo para propiciar la ausencia de enfermedades físicas sino, sobre todo, para promover el bienestar y la calidad de vida de los(as) escolares, resultado posible solo si se realiza, en el propio medio escolar, una mayor y mejor labor de promoción de su salud física y mental. Si bien es cierto que en el ámbito escolar de la sociedad colombiana se han logrado avances sustanciales, ocasionalmente cuestionados, en aspectos biológicos fundamentales como el compromiso con una sana alimentación y la dotación de come-dores escolares apropiados, es claro que persisten falencias sensibles en la atención a otros factores claves relacionados con la promoción del bienestar mental y social de los estudiantes, sin desconocer la ausencia de compromiso con la calidad de vida de los propios docentes. Internacionalmente, las necesidades planteadas por este compromiso han dado origen al surgimiento de importantes iniciativas de educación para la salud en el medio escolar, entre las cuales resulta emblemática en los últimos años la propuesta de “escuela saludable”, alentada desde la promulgación en 1986 de la carta de Ottawa 21 sobre Promoción de la Salud, por parte de la Organización Mundial de la Salud. Estas iniciativashan contribuido a que permanentemente se reestructure y se someta a evaluación un cúmulo diverso de acciones específicas, o programas, que se requieren para atender a la promoción de la salud y a la prevención de las enfermedades en el medio escolar, contexto en el cual surge la iniciativa de Competencia Social y Salud Escolar (CSSE) que se analiza en este libro. El modelo conceptual para el abordaje de la salud escolar, atiende a la meta principal de formación de la competencia social, lo cual da origen a su denominación. Se apela a esta categoría como concepto que tiene gran potencial para movilizar a la institución escolar a fin de que asuma, de forma eficaz y eficiente, una parte sustancial del compromiso con la formación de las habilidades requeridas por los(as) escolares para la interacción social, y de las habilidades requeridas para el cuidado integral de la vida, especialmente para que haya calidad de vida. Se trata de un modelo concebido a partir de referentes teóricos derivados de la investigación básica sobre el aprendizaje y sobre la motivación humana, sobre la multiplicidad de factores que constituyen la inteligencia, con manifestaciones diversas como la inteligencia emocional y la inteligencia social. Y también, a partir de referentes teóricos sanitarios que, además de incorporar la noción de salud como ausencia de enfermedad, incorporan la noción de salud como bienestar y calidad de vida, que se asocia con el logro de las metas vitales de cada persona. El modelo de CSSE representa una aproximación paradigmática a la salud escolar, pues posee una clara definición disciplinaria que mira la educación para la salud desde la psicología, con fundamento en las teorías cognitivas acerca del aprendizaje social y de la motivación humana, con respaldo en un amplio volumen de datos producidos por la evaluación empírica de sus aplicaciones, además de poseer el reconocimiento de su existencia por parte de la comunidad educativa que, en el mundo, acepta los objetivos y los procesos del aprendizaje socio-emocional y de las habilidades para la vida como estrategia relevante a seguir en la educación de los(as) escolares. Este libro tiene un contenido conceptual de tipo teórico y metodológico, que fundamenta todas las aplicaciones que se realizan en el programa CSSE con escolares, padres-madres y educadores. Su conocimiento es imprescindible para comprender a cabalidad la estructura de esas aplicaciones, su metodología de talleres, los objetivos particulares y específicos de cada taller, las dinámicas que se implementan en ellos, y para hacer una adaptación creativa de los mismos en función de las condiciones propias de cada realidad sociocultural a la que se vaya a hacer extensiva su aplicación. Este documento pretende constituirse en una herramienta de tipo conceptual, teórico y práctico para facilitar la importante tarea de formar para la vida a los niños, niñas y jóvenes, fortaleciendo su desarrollo integral en el paso por la educación básica primaria y secundaria. El contenido del libro se ha estructurado en tres unidades: 22 La primera unidad tiene tres capítulos que tratan los temas conceptuales referentes a la competencia social y a la salud escolar. El Capítulo 1 aborda el análisis de las diversas nociones que se han propuesto para conceptualizar la competencia social, concluyendo en una noción que define y conceptualiza el término desde una perspectiva motivacional relacionada con la satisfacción de las necesidades humanas universales en contextos socioculturales particulares. El Capítulo 2 revisa los fundamentos teóricos de esta conceptualización motivacional acerca de la competencia social, fundamentos que remiten al análisis de la adaptación conductual y su explicación a la teoría bioecológica sobre el desarrollo humano y por algunas teorías cognitivas sobre la motivación humana. El Capítulo 3 analiza la evolución conceptual y aplicada de la noción de salud escolar, hasta arribar al concepto de competencia social; asi como de las implicaciones prácticas del concepto de competencia social y su formación en el entorno escolar, en relación con el proceso salud-enfermedad y las percepciones de calidad de vida y bienestar. En la Unidad 2 se analiza el fundamento metodológico de una aproximación a la competencia social desde la visión disciplinar de la psicología, particularmente desde una postura teórica que toma en cuenta la categoría de motivación humana, tal como esta se ha estudiado y se ha conceptualizado en las teorías motivacionales de orientación cognitiva y conductual. Se resaltan las implicaciones metodológicas y prácticas que surgen desde esta postura teórica para emprender la educación de la competencia social en el medio escolar, con una perspectiva de fomento de las capacidades de autorregulación de la persona, mediante la aplicación de actividades de educación para la salud que ponen en práctica procedimientos de intervención motivacional, orientadas por un modelo pedagógico congruente. La unidad tiene tres capítulos. El Capítulo 4 revisa el tema del proceso motivacional, base fundamental para el planteamiento de una estrategia metodológica y para el plan-teamiento de un modelo pedagógico de intervención. En el Capítulo 5 se hace un detallado análisis acerca de la estrategia instrumental de intervención motivacional. El Capítulo 6 se dedica a revisar las condiciones que determinan el proceso de auto-rregulación del comportamiento y a plantear un modelo de autodeterminación que incluye también los procesos de autorregulación y de autocontrol del comportamiento. La tercera unidad, conformada por cuatro capítulos, expone la confluencia de los fundamentos conceptuales y metodológicos expuestos en las anteriores unidades, en la estructura de la aplicación práctica para la formación de la competencia social en el entorno escolar a través de un currículo con un modelo pedagógico y operativo particular. Así pues, el Capítulo 7 plantea la extensión aplicada de la propuesta motivacional, desde el plano conceptual y metodológico, al plano práctico de la educación para la salud en el ámbito escolar bajo la óptica de desarrollo de la competencia social. Mientras que en los capítulos 8, 9 y 10 se presenta la exposición detallada de cada uno de los componentes de un programa de salud escolar orientado 23 al fomento de la competencia social, cada uno de los cuales responde a las particularidades de momentos específicos del ciclo vital en relación con el ciclo escolar. A partir del planteamiento de fundamentos conceptuales y metodológicos que se realizan en el presente libro, será posible más adelante abocar el análisis del diseño para la implementación y la evaluación de programas de salud escolar basados en el enfoque de competencia social. 24 Unidad 1 La función adaptativa de la competencia social Les Tabliers de la Rue de Rivoli (Robert Doisneau, 1912-1994) Tomado de https://emuseum.mfah.org/objects/27118/les-tabliers-de-la -rue-de-rivoli?ctx=da8a80eb31809eb55c1c210b0484b1 210cdf256b&idx=16 25 https://emuseum.mfah.org/objects/27118/les-tabliers-de-la-rue-de-rivoli?ctx=da8a80eb31809eb55c1c210b0484b1210cdf256b&idx=16 Los tres capítulos de la presente unidad presentan la competencia social como un saber hacer de alta complejidad que implica el aprendizaje y la ejecución hábil de un conjunto de habilidades de diverso orden, cuyo manejo por parte de la persona, resulta determinante para el logro de su adaptación equilibrada al medio socio-cultural. Esta noción de equilibrio adaptativo, es esencial para la definición de la salud, tanto física como mental. El enfoque motivacional acerca de la competencia social, resalta el análisis de los aspectos condicionantes que conducen a la ejecución real de ese saber hacer en la vida cotidiana de la persona individual, dentro del contexto socio-cultural en el que se desenvuelve su existencia, con miras a la satisfacción de múltiples necesidades de tipo biológico, psicológico y social, cuya solución determina el logro del nivelde calidad de vida y de desarrollo humano. La competencia social, en este marco de análisis, se manifiesta mediante el logro de un buen nivel de satisfacción de necesidades personales, pero atendiendo a las condicionantes que el contexto cultural impone, y que el desarrollo de la vida en sociedad exige. Los capítulos de esta unidad comienzan por plantear la conceptualización motivacional sobre la competencia social, lo que permite remitir a un conjunto de factores psicológicos que, ubicándose en la base del proceso motivacional, se constituyen en variables intermediarias que permiten explicar, predecir y controlar las manifestaciones de esa competencia social. Igualmente, la conceptualización desde la teoría bioecológica permite establecer una lógica de análisis que tiende puentes entre el proceso motivacional como factor personal de alta importancia para la comprensión del desarrollo humano, y otros procesos proximales del desarrollo, incorporando al análisis los factores del contexto socio-cultural, en una perspectiva de evolución histórica. Los conceptos fundamentales que se plantean en estos capítulos adquieren gran valor práctico para plantear luego los fundamentos metodológicos que orienten las acciones de educación para el fomento de la competencia social en el ámbito escolar. 26 Capítulo 1 Conceptualización de la competencia social La categoría competencia social constituye la columna vertebral de la temática tratada en el presente libro. Si alguien se interesa en encontrar la definición precisa de este término compuesto y realiza una exploración en alguna base de datos científicos, utilizando ese descriptor para orientar la búsqueda, posiblemente se encontrará con múltiples posturas conceptuales y con múltiples definiciones acerca de la competencia social, por lo cual tendrá primero que revisar y analizar algunas de ellas y compararlas, para luego hacer una síntesis y llegar a conclusiones a partir de las múltiples fuentes que se pueden consultar. Muy probablemente lo que se va a encontrar en los cientos de escritos que tratan acerca del tema de la competencia social es falta de unidad en la definición de este término compuesto, cuya comprensión implica hacer referencia a las ejecuciones competentes que se demanda realizar a las personas para que cumplan los múltiples roles que les compete desempeñar en los diversos contextos sociales en los que se desenvuelven sus vidas. También se encontrará un asunto que tiene gran trascendencia: a la competencia social se le asigna alta relevancia en la determinación de resultados positivos en campos muy importantes de la actividad humana como son, a manera de ilustración, los campos de la educación, del trabajo, de la salud mental, de las relaciones de colaboración con otros o de las relaciones de intimidad. Una conclusión que se desprende de este panorama multidimensional en el que se presenta el término competencia social, es la necesidad de simplificar su análisis, en el sentido de definirlo en primera instancia a partir de los aspectos esenciales que le sean sustanciales, los cuales deben conducir posteriormente al análisis de aspectos 27 adjetivos, no sustanciales, a través de una aproximación deductiva que parta desde los aspectos teóricos esenciales. Como cualquier otra, la competencia social hace referencia a un saber hacer y a un saber ser en contexto, si se acepta la concepción de que toda competencia es una conjunción compleja de saberes sobre el ser, el hacer y el conocer, en un contexto determinado (Tobón, 2004; 2010). Como saber, implica la posesión de conocimientos; como saber hacer, implica la posesión de capacidades y de habilidades; y como saber ser, implica la realización de identidades. Para la competencia social, el contexto hace referencia al medio sociocultural en el cual ese saber, esas habilidades y esas identidades son objeto de realizaciones o de acciones que pueden acercar o alejar a la persona de una interacción adaptativa con ese medio. El presente capítulo se propone hacer una revisión histórica de las principales conceptualizaciones que han surgido acerca de la competencia social, de su diferenciación con otros conceptos y términos relacionados, y de la particularidad e importancia que representa asumir una conceptualización de corte motivacional para caracterizarla. COMPETENCIA SOCIAL, HABILIDADES SOCIALES Y HABILIDADES PARA LA VIDA En la literatura es frecuente encontrar confusión entre la competencia y las habilidades, lo que lleva a conceptualizar a una competencia en general, y a la competencia social en particular, en términos de un listado muy amplio de habilidades, que varían de un contexto a otro. La competencia puede caracterizarse en función de las habilidades, pero a su vez se suele definir a las habilidades en función de la competencia, cayendo en tratamientos circulares que no precisan las diferencias entre las causas y las consecuencias, incurriendo en errores lógicos fundamentales. Es preciso no confundir las habilidades sociales con la competencia social; las primeras son destrezas sociales básicas aprendidas a través del estímulo social, necesarias para interactuar de forma adecuada en diversos contextos, determinando la capacidad de la persona para establecer, mantener y desarrollar relaciones sociales constructivas (Caballo, 1987; Ovejero-Bernal, 1990); su aprendizaje se ha tomado, en diversos sentidos y con algunos cuestionamientos, como fundamento para la formación de la convivencia y de la ciudadanía activa (Lozano-Pascual, 2012; Bolívar, 2016). La competencia social se constituye como un saber que incorpora ese conjunto de habilidades sociales necesarias para tener un comportamiento social adecuado y positivo, pero además exige la posesión de un amplio conjunto de conocimientos y de habilidades diferentes a las sociales, que le permitan a la persona afrontar eficazmente los retos de la vida cotidiana, en el desempeño de todos los roles que debe ejercer a través de sus diversas identidades sociales (Figura 1.1) (Flórez- Alarcón, 2015). Son cruciales las identidades propias de la vida académica o laboral que se realizan en el desempeño de roles característicos en el campo de la producción 28 social, así como las identidades propias de la vida social en el desempeño de roles característicos de las relaciones de afiliación y de las relaciones de intimidad. Es así como la competencia social hace referencia a un constructo abstracto, más complejo que las diversas habilidades y los conocimientos a partir de los cuales se infiere (Rendón y Ortiz, 2010). Para entender la relación entre habilidad y competencia es necesario plantear un contexto de análisis, como puede ser el contexto sociocultural que decide si dichas habilidades son adaptativas, o no lo son en dicho contexto. Las anteriores autoras citan un planteamiento que permite ilustrar esta afirmación, al caracterizar la competencia como un “conjunto de habilidades que se ajustan a un criterio de efectividad, tanto en lo que se refiere al logro o resultado como en lo que toca a la manera de obtenerlo o producirlo” (Varela y Ribes, 2002, citados por Rendón y Ortiz, 2010, p. 187). Figura 1.1. Competencia Social La confluencia de habilidades de comportamiento, de factores referentes al contexto en el cual se expresan estas habilidades, de otros factores personales de los cuales depende la expresión o ejecución de la habilidad, y de factores histórico- culturales cambiantes, propios del medio en el que se lleva a cabo el aprendizaje de las habilidades, hace pensar en una sinergia de factores que deben tenerse en cuenta para explicar ese constructo complejo denominado “competencia social”, apelando a un marco teórico amplio de análisis, como el marco teórico del contextualismo funcional, adoptado por Rendón y Ortiz (2010), o como el marco bioecológico sobre el desarrollo humano (Bronfenbrenner, 2001/2005), que se adopta aquí y se detallará en el siguiente capítulo del presente libro. A pesar de la amplia y variable conceptualizaciónacerca de las habilidades que conforman la competencia social, existe un grupo básico de habilidades que se toman como foco de diversas iniciativas de prevención y promoción (Mahar y Sullivan, 2002); a) comunicación en una gama de relaciones sociales, b) interpretación de señales sociales, c) solución de problemas sociales, d) toma responsable de decisiones, e) resolución constructiva del conflicto, f) reconocimiento y expresión apropiada de la emoción, g) habilidades de adaptación, y h) autocontrol. La importancia de estas habilidades para el desempeño eficaz de múltiples roles a través de las identidades que la persona asume a lo largo de su ciclo vital, ha conducido a conceptualizarlas en términos de habilidades fundamentales para la vida o, 29 simplemente, de “Habilidades para la Vida” (HpV). Por supuesto, es preciso diferenciar entre competencia social y un grupo de HpV requeridas en el desempeño de un comportamiento socialmente competente en algún contexto sociocultural específico, teniendo en cuenta que el primer concepto es más amplio o abarcador, e incorpora al segundo. De acuerdo con Atorresi (2005), el concepto de HpV surgió en el medio escolar, inicialmente asociado al desarrollo de ciertos comportamientos relacionados con el cuidado personal de la salud, como respuesta a la necesidad de incluir en el currículo escolar elementos que pudieran ayudar a los estudiantes a hacer frente a riesgos, tomar decisiones, responder en situaciones de emergencia y adoptar estrategias de supervivencia. Las HpV solían referirse además, a la necesidad de fomentar el desarrollo personal de los estudiantes, ayudarlos a realizar su potencial y a disfrutar de una vida privada, profesional y social exitosa. Estas HpV, de tipo interpersonal e intrapersonal, son lo que Ten Dam y Volman (2007), consideran como aspectos de la competencia social que se forman a través del desarrollo del niño y del joven al transcurrir por las diversas etapas del ciclo vital, con miras a desembocar en una adquisición plena de las destrezas necesarias para el éxito en la vida adulta; en la clasificación propuesta por estos autores, esas HpV se complementan con la dimensión ciudadana de la competencia social, conformada por otras habilidades requeridas para la vida democrática y participativa, representada en el concepto de ciudadanía. Con el paso del tiempo, el uso del concepto de HpV se fue transformando, para pasar de referirse a la formación restringida y asociada solo al logro de ciertos comportamientos, a entenderse como un grupo genérico de aptitudes y destrezas psicosociales que permiten a los individuos tener un comportamiento adecuado y positivo para enfrentarse, con éxito, a las exigencias y desafíos de la vida diaria (Mangrulkar, Whitman y Posner, 2001). Una clasificación de habilidades para la vida ofrecida por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que ha orientado las actividades emprendidas para su formación en el ámbito escolar, se representa en la Figura 1.2. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (WHO, 2003), las habilidades para la vida forman parte del conjunto más amplio de habilidades necesarias para conservar y para promover la salud, y su adquisición constituye una de las tareas fundamentales que deben emprenderse en el medio escolar. Si se examina la definición que presenta la OMS sobre life skills, puede apreciarse la multidimensionalidad y complejidad inherentes a este concepto, y la dificultad para distinguir entre habilidades, capacidades y competencia; esa definición es la siguiente: 30 Fuente: Mangrulkar, Whitman y Posner (2001, p. 25). Figura 1.2. Habilidades para la vida Las habilidades para la vida son destrezas para el desempeño de un comportamiento adaptativo y positivo que capacitan a los individuos para tratar efectivamente con las demandas y retos de la vida diaria (definición de la OMS). En particular, las habilidades para la vida son un grupo de competencias psicosociales y de habilidades interpersonales que ayudan a las personas a tomar decisiones informadas, solucionar problemas, pensar crítica y creativamente, comunicarse efectivamente, construir relaciones saludables, establecer empatía con otros, y afrontar y manejar sus vidas de forma saludable y productiva. Las habilidades para la vida pueden dirigirse hacia acciones personales, o hacia acciones que involucran a los otros, lo mismo que hacia acciones dirigidas a cambiar el medio ambiente del entorno para hacerlo más saludable (WHO, 2003, p. 3, traducción del autor1). En este contexto de multidimensionalidad, la diferenciación entre HpV, habilidad social y competencia social, no obedece a criterios estrictos e inmodificables, lo cual contribuye a generar confusiones y a dificultar la posibilidad de comparar los resultados acerca de su investigación, realizada en diversos contextos teóricos y sociales. En Colombia, la adopción de la formación en HpV se ha intentado de manera aislada a partir de 1992 (Mantilla-Castellanos, 2005), pero no ha sido una de las marcas características de los programas de salud escolar en instituciones públicas (Flórez-Alarcón et al., 2006); el proyecto de formación en HpV liderado por la institución Fe y Alegría ha sido pionero en la materia, siendo diez las principales HpV promovidas en su programa como alternativa de formación de los(as) escolares hacia el fomento de la convivencia, la tolerancia, y la construcción de la paz (Mantilla-Castellanos, 2001): a) conocimiento de sí mismo, b) comunicación efectiva, c) toma de decisiones, d) pensamiento creativo, e) manejo de sentimientos y emociones, f) empatía, g) relaciones interpersonales, h) solución de problemas y 31 a. b. c. conflictos, i) pensamiento crítico, y j) manejo de tensiones o estrés. La meta a largo plazo de esta formación en HpV es que los(as) estudiantes lleguen al final del ciclo escolar en las mejores condiciones posibles para emprender el tránsito hacia la vida adulta. Sin embargo, la meta de la formación en HpV, de acuerdo con Mantilla- Castellanos (2005), no es prevenir la violencia o fomentar la convivencia, sino promover el desarrollo humano. La formación en HpV, al permitirle a la persona hacer un uso más adaptativo de los recursos de los que dispone dentro de su medio sociocultural, así como expresar con más adaptabilidad su propia personalidad, se convierten en motor del desarrollo humano y en el logro de calidad de vida; esa fue una de las más importantes razones para que la OPS asumiera la formación en HpV como una de sus banderas para enfrentar los retos de la promoción de la salud desde el ámbito escolar (Mangrulkar, et al., 2001). En este sentido, puede entenderse que las HpV representan un aspecto esencial de la competencia social, entendida como capacidad personal para adaptarse al medio y favorecer la satisfacción de las necesidades individuales en contexto sociocultural; como lo expresa Mantilla-Castellanos, las “habilidades para la vida se relacionan estrechamente con el concepto de competencia psicosocial, es decir, la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria” (2005, p. 15, cursivas en el original). Pero la competencia social debe entenderse como un concepto más comprehensivo que el de HpV, pues la adaptación del individuo al medio implica no solo las HpV, también otras habilidades de naturaleza muy diversa. Dada esa multiplicidad de habilidades que pueden confluir en la formación de la competencia social, las cuales abarcan las HpV y las habilidades sociales, pero también otras clases diferentes de habilidades. Con miras a facilitar la formación o aprendizaje de todas estas habilidades de forma coherente y sistemática en el contexto escolar, en el grupo de investigación Estilo de Vida y Desarrollo Humano, de la Universidad Nacional de Colombia, se propuso una clasificación de habilidades implicadas por la competencia social, que incluyen tres grupos, con el objetivo de programar su formación a lo largo del ciclo escolar(Flórez-Alarcón, 2015; Vélez- Botero y Flórez-Alarcón, 2015); esos grupos son: Las habilidades básicas. Como son las habilidades sociales, las habilidades de regulación emocional, las habilidades fundamentales de pensamiento racional y los valores morales. Son las llamadas a formarse en los grados iniciales del ciclo escolar. Las habilidades para la vida. Son acciones complejas que se construyen a partir de la interacción de las habilidades básicas, acciones que van a requerirse en múltiples instancias de la vida social de la persona. Son las llamadas a formarse en grados intermedios del ciclo escolar. Las habilidades de transición. Referidas a acciones complejas específicas que 32 tienen una importancia particular en la transición de la vida escolar del bachillerato a la vida del adulto joven en la educación superior, en el mundo laboral y en la familia. Son las llamadas a formarse en los grados finales de la educación media. El diseño curricular para la formación de estas tres clases de habilidades se plasmó inicialmente en el programa TIPICAS de HpV (Flórez-Alarcón y Sarmiento, 2004), que luego se transformó para dar origen al Programa de Competencia Social y Salud Escolar, que incorpora en su estructura curricular la formación de los tres grupos de habilidades propuestas por ese grupo de investigación, a través de sus tres módulos constitutivos, denominados “Convivencia” (habilidades básicas), “TIPICAS” (habilidades para la vida), y “De cara a la vida” (habilidades de transición) (Vélez-Botero y Flórez-Alarcón, 2015). ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL USO DEL CONCEPTO COMPETENCIA SOCIAL El uso científico de un término demanda un alto grado de precisión teórica o conceptual para poder explicarlo y definirlo con objetividad, así como de precisión en la metodología que conduce a su análisis y a su medición. La presente sección se propone caracterizar los principales modelos conceptuales que se han propuesto para analizar y definir la competencia social, hasta arribar a un modelo motivacional que aspira a consolidar los términos teóricos, metodológicos y prácticos que le den mayor grado de unidad y de cohesión a este campo de estudio, y orientar hacia el uso y medición de indicadores que permitan consolidar la heurística explicativa y la metodología de las aplicaciones que se deriven de ella. LOS CONCEPTOS PSICOLÓGICOS DE COMPETENCIA El uso psicológico del concepto competencia está enraizado en nociones de corte motivacional, particularmente de motivación intrínseca hacia el dominio diestro de algo. White (1959) propuso la noción de effectance motivation para referirse a esta motivación fundamental que, por ejemplo, un niño exhibe cuando ejecuta con destreza un juego, o un adolescente cuando practica con maestría un deporte, o un adulto cuando domina a plenitud un trabajo, sin más recompensas que el sentimiento de eficacia generado por la realización diestra de la actividad en sí misma. Puede traducirse tentativamente esta noción como motivación de dominio, ya que el término “efectancia” no está regis-trado en el diccionario español. White (1959) usa el término “competencia” en referencia al resultado final de un conjunto complejo de acciones de tipo cognitivo, emocional y motor, en contraste con la referencia a la consecuencia inmediata, discreta o particular, de alguna de las acciones involucradas. De acuerdo con White, el fundamento de esta motivación de 33 dominio o competencia hace referencia a la ejecución total de una actividad que involucra múltiples comportamientos, “se refiere a una clase particular de actividad, inferida a partir de clases particulares de comportamientos” (White, 1959, p. 322, traducción del autor). El mismo autor considera que esa motivación básica hacia el dominio deviene, con el paso del tiempo, en motivaciones más específicas hacia el conocimiento, la construcción, la destreza y el logro, constituyéndose en el fundamento para el desarrollo de la motivación intrínseca en cualquier esfera de actividad. En esta asociación que White (1959) realiza entre la competencia y el desarrollo de una motivación por el dominio diestro del medio en alguna esfera particular de actividad, hace referencia permanente a las nociones de motivación intrínseca, satisfacción (placer), exploración (curiosidad) y reto. Tomando como ilustración la presencia de comportamientos de exploración visual del animal en un espacio experimental, o comportamientos de exploración de objetos y lugares novedosos por parte de niños, con el fin de producir cambios efectivos en el medio, White propone que estos comportamientos tienen una base biológica común, que es la competencia; de acuerdo con él, esos comportamientos “forman parte del proceso mediante el cual el animal o el niño aprende a interactuar efectivamente con su medio ambiente. La palabra competencia se elige como término apropiado para referirse a esta propiedad común” (White, 1959, p. 329, cursiva en el original; traducción del autor). Una teoría psicológica contemporánea que considera la necesidad de “competencia” como una de las tres motivaciones psicológicas humanas universales (junto a la auto-nomía y la interacción social), es la Teoría de autodeterminación (Deci y Ryan, 2000). Estos autores proponen un concepto de motivación intrínseca coherente con la proposición de White (1959) de que las personas se involucran en la realización de actividades simplemente con la finalidad de experimentar competencia o eficacia, y con la proposición de DeCharms (1968, citado por Deci y Ryan, 2000), sobre la existencia de una propensión motivacional primaria, en los sujetos humanos, a sentir que son los agentes causales de sus propias acciones. La propuesta de los autores concluye en la explicación de la motivación intrínseca humana, basada en las necesidades psicológicas de sentirse competente y auto-determinado. Deci y Ryan consideran las necesidades de competencia, autonomía e interacción social (gregarismo) como nutrientes psicológicos innatos esenciales para el crecimiento en curso, la integridad y el bienestar psicológicos (2000, p. 229, cursivas en el original; traducción del autor). Con esta afirmación los autores homologan, en términos organísmicos y funcionales, el carácter vital de estas necesidades que dan origen a motivaciones intrínsecas universales en el plano psicológico, con el de las necesidades fisiológicas que dan origen a motivaciones intrínsecas universales en el plano biológico. Existe un amplio acervo de datos experimentales revisados por los anteriores autores, el cual demuestra que la retroalimentación positiva del dominio (effectance) 34 constituye la fuente de satisfacción a la necesidad de competencia, incrementando con ella la motivación intrínseca por las actividades que la originan. La motivación intrínseca lleva a las personas a involucrarse de forma libre y voluntaria en acciones que consideran placenteras, novedosas y representativas de un nivel óptimo de reto o desafío. LOS CONCEPTOS PSICOLÓGICOS ACERCA DE LA COMPETENCIA SOCIAL Y SU MEDICIÓN El uso que se hace en la literatura psicológica del término “competencia social” ha recibido diversas acepciones que reflejan los distintos matices conceptuales que se han adoptado en su abordaje (Rendón y Ortiz, 2010). De acuerdo con estas autoras, estas acepciones pasan por definir la competencia social como “respuestas efectivas para obtener refuerzo del entorno”, “uso adecuado de repertorios de habilidad social en una situación específica”, “interacción social altamente estructurada”, “adecuación de un comportamiento social en un contexto determinado”, “capacidad de manejar el comportamiento, el afecto y la cognición para alcanzar las metas sociales propias sin obstaculizar indebidamente la oportunidad de los pares para alcanzar sus propias metas”, y “constructo multidimensional que implica un conjunto de diferentes habilidades sociales que se utilizan para determinados fines” (Rendón y Ortiz, 2010, p. 183). Las definiciones de la competencia social enunciadasdejan entrever una progresión que parte de conceptualizar este constructo como un comportamiento o una habilidad similar a la habilidad social, para llegar a conceptos multidimensionales que la consideran como un complejo de habilidades, haciendo cada vez más referencia a las variables inter-mediarias que la integran. Es común a estas definiciones de la competencia social el reconocimiento de la presencia de habilidades diversas de tipo cognitivo, afectivo y social, que convergen para determinar la adaptabilidad de un comportamiento al contexto social en el que se emite, con el fin de que la persona acceda al logro de alguna meta o propósito relevante para ella. Las dificultades que origina la diversidad conceptual se manifiestan principalmente al momento de comparar los resultados de las investigaciones y de replicar sus hallazgos, por la variedad de indicadores objetivos o definiciones operacionales que se utilizan para medir la competencia social, lo cual dificulta las comparaciones e impide llegar a conclusiones precisas en temas como el tipo de indicadores que mejor la reflejan, su relación con la salud mental y los problemas de conducta, su asociación con la interacción social, o su asociación con las competencias académicas (Knapp, 2001). Knapp (2001) propone una secuencia de desarrollo en los modelos teóricos utilizados para el abordaje conceptual y práctico de la competencia social. Esa secuencia parte de los modelos prevalentes en la década de los años 20 del siglo XX, 35 hasta llegar a la primera década del siglo actual, incorporando algunas definiciones basadas en la aceptación de pares, otras que se fundamentan en la noción de habilidad social, las orientadas hacia el análisis de la competencia en términos de solución de problemas sociales y las basadas en procesamiento de la información social; estos dos últimos son modelos funcionales que definen la competencia social, considerando el valor adaptativo del comportamiento social en cuanto a las metas que se propone, y la orientación cognitiva del procesamiento de información en cuanto a los determinantes inmediatos del comportamiento socialmente competente. Las primeras investigaciones sobre competencia social se relacionaron con la interacción del niño con sus pares, buscando establecer las características que determinaban la posición que asumía en esas interacciones; sobresale aquí el modelo de estatus en la relación con los pares, donde la popularidad entre los pares se toma como el más importante indicador de competencia social. Los hallazgos sobre la capacidad predictiva de este indicador en la infancia para anticipar el riesgo de surgimiento de inconvenientes de adaptación en la adolescencia y en la vida adulta, hizo que el tema cobrara mucha trascendencia entre los investigadores, y que surgieran propuestas de intervención para mejorar la destreza del niño en la interacción con sus pares, dentro de las cuales la más aceptada fue la propuesta que tomó la habilidad social como componente crítico de esa predictibilidad (Knapp, 2001). No obstante, el índice sociométrico no sugiere en sí mismo alguna orientación sobre las causas de los déficits, por lo cual tampoco permite prescribir alguna estrategia de intervención para superarlos. Las definiciones de la competencia social que se desprenden de este modelo conceptual la tratan como “la capacidad de un organismo para interactuar efectivamente con su ambiente” (White, 1959, p. 297), o como “la habilidad para cumplir tareas interpersonales… y para manejar las respuestas de los demás” (Weinstein, 1969, p. 755, citado por Rose-Krasnor, 1997, traducción del autor). Una dificultad importante de esta orientación conceptual es establecer cuáles son, y cuáles no, las habilidades que se asocian con la competencia social, por la falta de objetividad en los criterios para delimitarlas, cayendo en sesgos culturales e ideológicos al momento de proponerlas. Por ese camino, la competencia social termina confundiéndose con listados muy amplios de habilidades y asemejándose a un conjunto inalcanzable de virtudes. De allí se pasó a enfatizar la competencia social como habilidad de solución de problemas en situaciones de interacción social, de acuerdo con un modelo de procesamiento de información, y los resultados en términos de su efectividad sobre el funcionamiento social. Un modelo teórico característico de esta aproximación es el modelo analítico conductual propuesto por Goldfried y D´Zurilla, quienes definían la competencia social como “la capacidad o adecuación con la que un individuo es capaz de responder a diversas situaciones problemáticas que lo confrontan” (1969, p. 161, citados por Rose-Krasnor, 1997, traducción del autor). 36 En las décadas de los 70 y 80, impulsados por el surgimiento en la psicología de los modelos cognitivos sobre procesamiento de información, el énfasis de los estudios en competencia social se ubicó sobre la efectividad de la enseñanza de habilidades sociales específicas para la edad, el género y el contexto social, tomando como criterio el impacto de esta enseñanza sobre las interacciones sociales del niño. Esta investigación se realizó utilizando los modelos de procesamiento de la información social con el fin de buscar explicaciones a lo que acontece en la interacción social, y evaluando simultáneamente la habilidad social del niño en esas interacciones. De acuerdo con Knapp (2001), el más popular de estos modelos es el de Dodge, cuyo análisis del procesamiento de la información se representa en la Figura 1.3, en la que Dodge, Pettit, McClaskey y Brown 1986, (citados por Knapp, 2001), proponen las cinco unidades específicas que componen una situación social, para luego describir los procesos cognitivos implicados en esas unidades, los cuales son los responsables de la ejecución social del niño en la situación de que se trate. Esos procesos cognitivos son: 1) La codificación de claves sociales, 2) la interpretación de claves sociales, 3) la generación de respuestas potenciales, y 4) la activación de la respuesta elegida. Algunas definiciones de la competencia social, acordes con los conceptos del procesamiento de la información social, enfatizan el logro de metas incorporando en su análisis del constructo el detalle de los pasos conducentes desde la respuesta a un estímulo social hasta el logro de la meta propuesta. Estas conceptualizaciones de la competencia social enfatizan en alguno de esos pasos, atendiendo en especial al análisis del procesamiento de la información que acontece en el respectivo paso, para centrar en ese paso o fase del proceso su definición de la competencia social, para proponer indicadores a fin de medirla, o para proponer procedimientos que conduzcan a su transformación. Uno de los modelos acerca de la interacción social que ha inspirado esta tendencia en el abordaje de la competencia social, que se encuentra entre los más citados en la literatura, es el modelo de los cinco componentes de la interacción social propuesto por Dodge (1985), que se ilustra en la Figura 1.3. 37 Fuente: Dodge (1985, p. 5). Figura 1.3. Facetas implicadas en el proceso de interacción social del niño En el modelo de la Figura 1.3 Dodge (1985) representa el inicio de la interacción social como una tarea que asume la persona para resolver algún problema que le surge en un determinado contexto, tarea que surge ante la persona (en este caso el niño) como un complejo de información de diversa clase, constituyéndose en la primera faceta del proceso; el niño en esta fase, afronta el reto de resolver el problema haciendo uso de su experiencia, la cual se convierte en una especie de filtro a través del cual procesa la información acerca de la tarea. Este filtro representa la segunda fase del proceso, que Dodge caracteriza como un conjunto de “influencias inconscientes”, referentes a las metas de la interacción social, las condiciones actuales del niño, su autoconcepto, un estado de ánimo transitorio, y otros elementos que lo conducen a tener la percepciónparticular de la realidad a partir de la representación que tiene de las claves presentes en la situación. Esta representación constituye la tercera faceta de la interacción y transcurre, a su vez, a través de un conjunto de pasos secuenciales de tipo cognitivo que incluyen la codificación de las claves sociales, su interpretación, la exploración de las respuestas que pueden resolver el problema, la evaluación de sus resultados potenciales, la selección de una respuesta óptima y la activación de la respuesta elegida. El comportamiento adoptado en la situación es el cuarto aspecto del proceso de interacción. El comportamiento es percibido y evaluado por otras personas (p. ej., los pares) que forman parte relevante del medio, cuyos juicios se convierten en la quinta faceta de la interacción social. 38 Pueden citarse dos definiciones, como muestra de las conceptualizaciones que se adaptan a la propuesta de Dodge (1985) acerca de las fases en el proceso de interacción social. Por una parte, la definición de Rubin y Rose-Krasnor quienes consideran la competencia social como “la habilidad para alcanzar metas personales en la interacción social, manteniendo simultáneamente relaciones positivas con los demás a través del tiempo en diversos contextos situacionales” (1992, p. 285, citados por Rose-Krasnor, 1997, traducción del autor). De otro lado, el concepto de Yeates y Selman, quienes apuntan a fundamentar la competencia social en el desarrollo de las habilidades y de los conocimientos sociales y cognitivos, incluyendo la capacidad de control emocional, que median la ejecución conductual en contextos específicos, cuyo éxito es juzgado por la propia persona y por los demás, con lo cual incrementan la probabilidad de logro del ajuste psicosocial positivo (1989, p. 66, citados por Rose-Krasnor, 1997, traducción del autor). A finales del siglo XX, el énfasis conceptual de la competencia social se situó sobre los aspectos de efectividad del funcionamiento social, evaluando el grado en que ese funcionamiento se adapta al logro de objetivos y de metas específicos de la persona en su contexto social. El modelo tricomponente (Cavell, 1990), es bastante representativo de esta orientación, desde el énfasis que resalta el papel de la habilidad social, mientras que el modelo de prisma (Rose-Krasnor, 1997), lo es desde el énfasis que resalta la fundamentación teórica de la competencia social como una relación interactiva o transaccional entre la persona y su medio social (los “otros”); a continuación se detallan un poco más estas dos propuestas conceptuales. Cavell (1990) considera que el uso del término “competencia social” ganó presencia en los años 60, con la intención de resaltar un viraje en el abordaje de la salud mental, con el fin de dirigir la mirada más hacia la promoción de la salud mental, y menos hacia el tratamiento de las enfermedades mentales, mediante el fortalecimiento de las potencialidades o capacidades personales, alejando un tanto la mirada del énfasis médico de la enfermedad mental que predominaba en la época. Este autor presenta un modelo tricomponente acerca de la competencia social que parte de analizar en detalle los múltiples indicadores que se han tomado en las definiciones operacionales de la competencia social, tratando de establecer si se trata de indicadores de un mismo constructo o de constructos diversos. El autor sugiere que en realidad hay tres subconstructos formando parte del gran constructo de competencia social: a) el ajuste social, b) la ejecución social, y c) las habilidades sociales. Estos tres aspectos, tomados en conjunto, suponen que para evaluar la competencia social es preciso tomar en cuenta las ejecuciones sociales concretas y ponderarlas en términos de su adecuación en contextos sociales específicos. El ajuste social responde al análisis de qué tanto se amolda el comportamiento a las expectativas socioculturales del entorno; Cavell (1990) lo define como la extensión en la cual las personas están accediendo al logro de metas socialmente estipuladas que resultan apropiadas para su desarrollo humano; una meta la concibe como la posesión apropiada de un estatus que la sociedad le propone a la persona a la 39 manera de estado ideal a alcanzar (p. ej., estatus legal, estatus académico, estatus laboral, estatus socioeconómico, estatus de salud, etc.). El autor incluye en esta categoría también a los indicadores psicológicos del estatus emocional y afectivo de la persona, tales como el autoconcepto, la cohesión familiar, la calidad de sus amistades, etc. Uno de los indicadores tradicionales que se han utilizado para medir esta dimensión es la aceptación de los pares, que es la medida del grado en el cual una persona es preferida por sus similares; otro indicador que se aproxima a la evaluación de esta dimensión está dado por los logros sociales, que son realizaciones individuales ajustadas a criterios sociales del medio. La ejecución social la define el mismo autor como el grado en el cual las respuestas de la persona en situaciones socialmente relevantes se ajustan a los criterios de validación social del éxito. Esto supone una evaluación del funcionamiento social a partir del cumplimiento de los criterios establecidos para alcanzar los niveles del desempeño exitoso de una tarea, en lugar de la ponderación de la topografía, la frecuencia u otras propiedades de la ejecución de comportamientos particulares a los que se les asigna un determinado valor social intrínseco. Puede pensarse, a manera de ilustración, en la respuesta de asertividad, en la resolución de conflictos, o en la tolerancia a la frustración, y su desempeño mediante el cumplimiento de funciones socialmente aceptadas, como la defensa exitosa de los propios derechos, la ausencia de agresión en las relaciones con otros, o la persistencia en las metas a pesar de los obstáculos surgidos. Un comportamiento hostil podría cumplir con los requisitos definitorios de alguna de estas funciones, aunque la evaluación social acerca de la hostilidad pueda ser un tanto adversa. La sociedad tiende a ser más flexible en la evaluación de los medios para lograr el cumplimiento de una función, si considera importante la función en sí misma; en un caso extremo, un comportamiento reprobado (p. ej., la agresión) puede ser por completo admisible si está instrumentalmente al servicio de una función prioritaria (p. ej., la defensa de la integridad). El otro elemento necesario para el logro del ajuste, es la habilidad. Las habilidades sociales, de acuerdo con Cavell (1990), se refieren a las destrezas específicas que capacitan a las personas para desempeñar eficazmente las acciones sociales, a través de un proceso en el que se cumplen apropiadamente funciones de codificación de estímulos, toma de decisiones y habilitación de las respuestas o comportamientos, tanto los cognitivos como los emocionales y los motores. La habilidad social se evalúa a partir de las ejecuciones actuales presentes en la persona, y no a partir de la medición de su potencialidad o capacidad de acción futura. El autor llama la atención acerca de la insuficiencia de la posesión de la habilidad social para explicar la no-ejecución actual del comportamiento socialmente deseable, o la adopción actual de comportamientos indeseables, en función de otros factores personales o sociales que no implican carencia de habilidad social (p. ej., por la presencia de ansiedad social, de metas inapropiadas, o de ausencia de incentivos para 40 el comportamiento apropiado). Por otra parte, el modelo de prisma es una representación de la competencia social concebida como un prisma de tres niveles, el teórico, el de indicadores, y el de las habilidades (Rose-Krasnor, 1997), ilustrada analógicamente mediante el dibujo de la Figura 1.4. El nivel superior del prisma, de tipo teórico, corresponde a la representación de la competencia social como constructo emergente de las interacciones efectivas entre las personas; es un nivel transaccional. En él se toma al éxito social
Compartir