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ciencia

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Hemos visto que la ciencia es un paradigma y 
que en función de esto surgen algunas cualidades 
importantes, como la de que está constituida por 
leyes universales que conforman un conocimiento 
sistemático de la realidad. Hemos explicado también 
que la estructura del concepto conlleva el carácter 
de universalidad de la ciencia. 
Penetremos ahora en el hecho de que la ciencia 
no es un paradigma común y corriente, sino que 
exige un cierto rigor para que una supuesta ley pue-
da ingresar al nivel científico. En otras palabras, la 
ciencia es un paradigma fundamentado. La funda-
mentación es la cualidad específica que logra elevar 
una afirmación cualquiera al rango de ciencia. De 
no ser por este trabajo de fundamentación, los para-
digmas quedarían dentro de un nivel diferente (no 
siempre inferior), como es la simple opinión, la di-
vulgación, el mito y la literatura. 
Estudiaremos, pues, en primer lugar, qué enten-
demos por fundamentación en el terreno científico. 
Enseguida aludiremos al carácter de necesidad que 
aparece en las leyes de la naturaleza. En tercer lu-
gar, veremos que es gracias al método científico co-
mo se consigue esta fundamentación. En cuarto 
lugar, explicaremos la verificabilidad de la ciencia, 
como una garantía de su fundamentación. Y, por 
último, concluiremos que todo esto conduce a la 
certeza propia del nivel científico. Los apéndices am-
pliarán algunos conceptos aquí mencionados. 
1. LA FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA 
Lo típico, lo distintivo de un conocimiento propia-
mente científico reside en el hecho de su fundamen-
tación. Fundamentar una proposición significa apor-
tar evidencias que la comprueban o la confirman 
como verdadera. Los fundamentos de una ciencia 
pueden compararse con los cimientos de un edificio. 
Su estabilidad depende de la calidad de estos funda-
mentos. 
Así pues, la ciencia busca continuamente la de-
mostración, el argumento, las razones, las causas, 
las pruebas de que lo asentado por ella corresponde 
con la realidad. Este es el trabajo más importante de 
toda persona que ingresa en el ámbito de lo científi-
co. 
La dificultad más seria en esta búsqueda de evi-
dencias reside en el hecho de que las afirmaciones 
científicas son universales o, por lo menos, preten-
den abarcar un horizonte mucho más amplio que el 
caso singular captado en un momento determinado. 
Sería relativamente sencillo demostrar que el caso X 
se comportó de la manera Y. Pero si esto no deja de 
ofrecer alguna dificultad, nótese cómo crece la com-
plejidad cuando lo que se intenta es demostrar que 
"todos los casos X (similares .o pertenecientes a la 
misma clase) deben comportarse de la misma mane-
ra Y". He aquí el desafío experimentado por todo 
científico que no desea permanecer en un puesto de 
simple narrador de anécdotas fáciles. 
Expliquemos, pues, esta palabra "debe" utilizada 
en el párrafo anterior. Se refiere a una cierta necesi-
dad u "obligación" de actuar de un modo determina-
do. Al parecer, la naturaleza evoluciona y cambia de 
un modo preciso, ordenado, determinado, y esto es 
precisamente lo que intenta expresar una ley cientí-
fica. 
2. EL CARÁCTER DE NECESIDAD EN LA CIENCIA 
La ciencia es un paradigma universal y necesario. 
Ya hemos explicado lo que entendemos por paradig-
ma y su cualidad de universalidad. Veamos ahora 
en qué consiste esta "necesidad" en el conocimiento 
científico. 
Necesario es aquello que es de cierto modo y no 
puede ser de otro.El carácter de necesidad aplicado 
al conocimiento científico nos está hablando, en pri-
mer lugar, acerca de una cierta imposibilidad de 
cambio en ese conocimiento, lo cual significaría que 
una verdad científica lo es de un modo invariable y 
permanente. Como puede notarse, estamos frente a 
una utopía. En realidad, los conocimientos científi-
cos evolucionan con el tiempo, pues se trata de crea-
ciones humanas siempre perfectibles. Las correccio-
nes y afinaciones de los principios científicos ocupan 
varios capítulos en la historia de la ciencia. 
Por otro lado, se podría postular una necesidad 
en las leyes de la naturaleza, independientemente 
del modo como las conocemos. De esta manera, 
nuestros conocimientos científicos (humanos, imper-
fectos, falibles) se pueden concebir como una aproxi-
mación, cada vez más exacta y fiel, respecto a esas 
leyes naturales que funcionan en la realidad, sea 
que las conozcamos o no. De cualquier manera, la 
postulación de tal necesidad en las leyes naturales 
no pasa de ser una postulación gratuita, puesto que 
el hombre no llega a tener la perspectiva suficiente 
como para poder fundamentar y aseverar con certe-
za dicha necesidad. En todo caso, lo prudente es 
hablar de una cierta necesidad de esas leyes, dentro 
de un plan hipotético, mientras no se compruebe lo 
contrario. Pero aun así, nuestro conocimiento acerca 
de esas leyes, no goza de esa cualidad, sino que ape-
nas es un intento de aproximación y de expresión 
fiel de tales leyes supuestamente invariables. 
Existe una tercera manera de entender esta ne-
cesidad en nuestros conocimientos científicos, mu-
cho más adecuada a lo que de hecho constituye ac-
tualmente la ciencia. Se trata del carácter prescripti-
vo que tienen los principios, leyes y demás elemen-
tos de la ciencia. Una Icy no solamente describe el 
fenómeno allí expresado, sino que, además, insiste 
en que así debe suceder. La ciencia, aun cuando en 
sus estados preliminares parece que se queda en el 
plano de hecho, en el fondo pretende instalarse en el 
plano de derecho. No sólo dice lo que es, sino lo que 
debe ser. 
El científico, cuando descubre y expresa una ley 
propia de su campo de investigación, experimenta 
CAPÍTULO 2 
LA CIENCIA ES UN PARADIGMA FUNDAMENTADO 
Gutiérrez, Raúl . Introducción al Médodo Científico Ed. Esfinge, Naucalpan, Estado de México 1995 9a. 
edición. pp 51-70 
un cierto gozo intelectual que consiste en conocer no 
solamente el hecho singular que tiene enfrente, sino 
el comportamiento que en adelante seguirán esos 
materiales estudiados. Su ley se convierte en un 
conocimiento predictivo, y en cierto modo exigitivo 
respecto a los fenómenos que maneja. 
Mientras este carácter de necesidad está por 
comprobarse, el científico honesto no se atreve a 
enunciar una ley o un principio, sino que habla de 
meras hipótesis, con lo cual está sugiriendo la pre-
tensión de universalidad y de necesidad en sus pro-
posiciones, pero que aún no ha sido suficien-
temente fundamentada. El método científico es, jus-
tamente, el instrumento utilizado para comprobar si 
una hipótesis dada merece el rango de ley. 
Ahora bien, las leyes científicas, supuestamente 
comprobadas, fundamentadas y corroboradas, que 
además gozan de una general aceptación entre los 
especialistas y el público en general, no por eso se 
convierten en leyes absolutas, inmutables y 
"eternas", aun cuando así se haya pretendido en 
ciertas épocas de tinte racionalista-paranoico, para-
lelas del todo al absolutismo político. Un científico 
sabio está siempre dispuesto a la afinación, la corre-
ción, la evolución, e inclusive la retractación, con 
respecto a sus afirmaciones previas. 
En este punto es conveniente aclarar que la aper-
tura del científico hacia posibles correcciones no es 
lo mismo que el escepticismo. El escéptico duda de 
todo, desconfía de cualquier afirmación, y tal parece 
que su inseguridad personal se proyecta hacia cual-
quier tema que pretenda manejar. Esta actitud pue-
de llegar a ser enfermiza, pues se convierte en una 
especie de obsesión que, además, entorpece el avan-
ce de la ciencia. En cambio, quien tiene confianza en 
sí mismo, logra afirmar una tesis con certeza (con lo 
cual, simultáneamente, se afirma a sí mismo), pero 
no en un plano dogmático e infalible, sino con base 
en un fundamento suficiente, aun cuando no sea 
perfecto y eterno. 
3. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO METÓDI-
CO 
Anteriormente dijimos que la ciencia es un conoci-
miento sistemático. Entonces nos referimos al resul-
tado, esdecir,a la ciencia ya elaborada. Ahora agre-
gamos que la ciencia es un conocimiento metódico, y 
con esto nos referimos al procedimiento para elabo-
rar la ciencia, gracias al cual resulta un conocimien-
to sistemático, y además, fundamentado. 
A reserva de ampliar posteriormente en qué con-
siste el método científico, lo cual es el tema central 
de este libro, por lo pronto basta señalar entre las 
características generales de toda ciencia, que se tra-
ta de un conocimiento metódico. Con esto se quiere 
decir, por lo pronto, que el trabajo de un científico 
produce mejores resultados cuando se ejecuta de-
ntro de ciertos lineamientos, cuya eficacia ha sido 
comprobada por los investigadores experimentados. 
El método científico ha cobrado especial impor-
tancia en algunas áreas cognoscitivas, pues se ha 
señalado que sólo gracias a él es como se puede ob-
tener algún resultado valioso. Por ejemplo, el con-
ductismo, una corriente psicológica de actualidad, 
propone un cierto rigor en el estudio de la conducta 
humana; ese rigor incide, principalmente, en la eli-
minación de todo elemento captado por la intros-
pección y en el enfoque exclusivo de los elementos 
observables y manipulables físicamente. De esta 
manera (arguyen los conductistas) se garantiza la 
objetividad, la mensurabilidad y la verificabilidad de 
los resultados obtenidos. Sin este rigor metodológico 
(continúan diciendo los conductistas), el psicólogo 
caería fácilmente en un terreno que, aunque real, no 
puede ofrecer garantías de objetividad, como es el 
terreno de la introspección y análisis de los fenóme-
nos internos, tales como la emoción, los sentimien-
tos, la fantasía, etc. 
Con lo anterior podemos adelantar una tesis am-
pliable posteriormente. Según sea el método segui-
do, así será el objeto captado. Y es que el método es 
comparable a un camino para llegar a un determina-
do sitio. Según sea el camino escogido, así será el 
sitio alcanzado. Un método, por tanto, no debe con-
cebirse exclusivamente como una serie de reglas 
más o menos molestas, a las cuales hay que ate-
nerse durante el trabajo científico. Más bien, se tra-
ta de seleccionar un procedimiento adecuado al ob-
jetivo que se pretende alcanzar. De esta manera, 
método y objetivo estarán estrechamente enlazados. 
Así es posible entender la importancia del método, 
una vez que se hayan fijado los objetivos que se pre-
tenden conseguir en determinada investigación 
científica. 
A su debido tiempo veremos que, en última ins-
tancia, el método debe ser lo suficientemente flexible 
como para que cada persona, conforme a sus carac-
terísticas individuales, pueda aplicarlo sin graves 
inconvenientes. En realidad, el método es a posterio-
ri, o sea, una .persona con cierta experiencia en la 
investigación, reflexiona y obtiene en limpio cuáles 
han sido los pasos que le han ayudado en su traba-
jo. Posteriormente sistematiza esos pasos y su ex-
presión adquiere una forma conceptual bastante 
rígida ante los ojos de los investigadores incipientes. 
Pero, debido a esto, es necesario insistir desde ahora 
en que el método está al servicio de la persona, de la 
eficiencia en su trabajo, y que, por tanto, debe man-
ter una flexibilidad y una adecuabilidad a cada tipo 
de investigador. En el fondo, la persona se hace su 
propio método. Por tanto, las indicaciones metodoló-
gicas que trataremos, deberán tomarse siempre con 
las precauciones indicadas, y dentro de un espíritu 
de creatividad y de avance, dejando a un lado el ser-
vilismo y la docilidad pasiva. 
4. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO VERIFICA-
BLE 
Verificar quiere decir constatar o comprobar la ver-
dad de una proposición. Cuando decimos que la 
ciencia es un conocimiento verificable estamos indi-
cando que no solamente es verdadero, sino que, 
además, su verdad ha sido comprobada y está siem-
pre en disposición de ser nuevamente comprobada 
cuantas veces sea requerido. 
Con esto se quiere decir también que la ciencia 
no es un conocimiento secreto, oculto, o reservado 
para unos cuantos iniciados. La ciencia es un cono-
cimiento abierto para todo público, disponible para 
cualquier persona que tenga las cualidades necesa-
rias para entenderlo y escudriñarlo. 
Uno de los procedimientos más utilizados para la 
verificación de un conocimiento científico es la ob-
servaciónde los fenómenos tratados. Así es como 
queda abierta a todo el mundo la constatación de los 
fenómenos astronómicos, como los eclipses, el movi-
miento periódico de los planetas y de las estrellas, 
etc. 
Un segundo procedimiento verificativo es la expe-
rimentación. En este caso se producen los fenóme-
nos estudiados de un modo voluntario, gracias a un 
estricto control de Variables. Se llama variable al 
aspecto cuantitativo del fenómeno estudiado. Se 
distingue la variable independiente y la variable de-
pendiente. Las dos están conectadas entre sí, y se 
supone que la segunda depende de la primera. Por 
ejemplo, la variable independiente en un experimen-
to de Física puede ser la temperatura de un gas; la 
variable dependiente estudiada es el volumen de ese 
gas. Modificando la temperatura de ese gas se obtie-
ne una modificación en el volumen del mismo. Una 
experimentación rigurosa puede llegar a constatar la 
ley que rige estos cambios en los gases. Así es como 
se ha comprobado que "el volumen de un gas a pre-
sión constante está en razón directa de su tempera-
tura absoluta". 
El control de las variables es la condición indis-
pensable para una experimentación fructífera. Es 
preciso manipular directamente la variable indepen-
diente (temperatura, en el ejemplo anterior), obser-
var los cambios producidos en la variable depen-
diente (volumen), al mismo tiempo que se mantienen 
constantes los demás elementos o variables que 
podrían interferir (la presión). Posteriormente dare-
mos una ampliación de estos procedimientos meto-
dológicos. Por lo pronto, lo que pretendemos dejar 
asentado es el carácter de verificabilidad de todo 
conocimiento científico, gracias a la experimentación 
y al control de las variables. 
La verificación de una tesis científica no siempre 
es posible en función de la observación y el experi-
mento empírico. En algunos casos lo apropiado es la 
intuición o el raciocinio intelectual. Las Matemáti-
cas, por ejemplo, no utilizan experimentos, sino que 
realizan serias verificaciones con base en análisis y 
síntesis de orden puramente intelectual. Cualquier 
estudiante de segunda enseñanza puede llegar a 
comprobar la verdad del teorema de Pitágoras con-
procedimientos algebraicos o por medio de racioci-
nios basados en principios geométricos. 
Es necesario subrayar la importancia y la eficacia 
de este procedimiento verificatorio, a fin de no ence-
rrarse en límites demasiado estrechos con respecto a 
la naturaleza de la ciencia y a sus posibilidades me-
todológicas. Existen corrientes de pensamiento que 
han pretendido excluir todo lo que no sea empírico 
como carente de valor científico. El empirismo y el 
positivismo lógico, por ejemplo, otorgan una garant-
ía definitiva a la experimentación, pero expresan 
una fuerte desconfianza contra el conocimiento inte-
lectual que origina la inducción y la universalidad de 
ciertas proposiciones. Así, por ejemplo, David Hume, 
clásico empirista inglés, ha negado el principio de 
causalidad ("Todo fenómeno tiene una causa") y sos-
tiene que las leyes científicas han surgido por una 
simple asociación de dos fenómenos que suelen su-
cederse de la misma manera, sin que exista garantía 
de que así tenga que seguir sucediendo. 
Una de las importantes tesis que se esgrimen, 
dentro de la filosofía analítica, es el principio de veri-
ficabilidad. Consiste, esencialmente, en abstenerse 
de calificar como verdadero o falso aquello que no se 
haya comprobado experimentalmente, o que no se 
ve cómo se puede comprobar. La verificación o com-
probación experimental es la piedra de toque de 
cualquier proposición. Por medio de ella es como se 
puede obtener la certezaacerca de su verdad o de su 
falsedad. El principio de verificabilidad se podría 
enunciar, pues, de la siguiente manera: "Sólo es ver-
dadero aquello que se puede verificar experimental-
mente". 
Nótese, entre paréntesis, que ese mismo principio 
enuncia algo que no puede ser comprobado experi-
mentalmente. 
Aquellas proposiciones (o enunciados) que no 
pueden comprobarse, representan una' ausencia de 
sentido. Se les debe rechazar, no por ser falsas, sino 
porque carecen de significado. En este momento, 
advierten los positivistas lógicos, para que una pro-
posición sea calificada como carente de sentido, sólo 
es necesario que se vea la imposibilidad de recurrir 
a un método experimental para comprobarla. No es 
necesario que de hecho ya esté comprobada. Lo que 
no tiene sentido es lo incomprobable. Lo que tiene 
sentido es lo comprobable, sea que ya ha sido com-
probado, sea que todavía no, pero es posible ver 
cómo se llegaría a comprobar. Entre esas proposicio-
nes verificables es donde se da lo verdadero y lo 
falso; no así en las inverificables, que, simplemente, 
carecen de sentido. 
Los ejemplos más típicos están en el caso de 
aquellos conceptos referentes a lo puramente espiri-
tual. "Dios existe" es, según esta corrien‑ te, una 
proposición carente de sentido, porque no hay medio 
posible para comprobarlo experimentalmente. Hay 
que desechar dicha proposición del contenido filosó-
fico, y no porque sea falsa, sino porque carece de 
sentido. En cambio, "la Luna tiene vida vegetativa" 
ya es una proposición verdadera o falsa porque, aun 
cuando no se hubiera comprobado con los recientes 
viajes a la Luna, de todos modos es fácil imaginar el 
método que se puede seguir para comprobarla expe-
rimentalmente. 
En resumen, se dan proposiciones con sentido y 
sin sentido. Las primeras son comprobables, sea 
que ya se hayan comprobado o que todavía no 
hayan sido comprobadas. Estas proposiciones con 
sentido pueden ser verdaderas o falsas. En cambio, 
las proposiciones carentes de sentido con incompro-
bables, y, por tanto, no son ni verdaderas ni falsas. 
Podemos dar un comentario crítico a la postura 
del positivismo lógico en relación con el principio de 
verificabilidad: La falla de este principio reside en 
que, además de lo ya hecho notar poco más arriba 
(pues él mismo no es comprobable experimental-
mente), supone que el conocimiento de lo verdadero 
se limita a lo puramente sensible, y no admite (al 
menos explícitamente, pues enseguida se traiciona) 
la intuición intelectual, con la cual el hombre puede 
posesionarse de verdades inteligibles, que no dejan 
de serlo a pesar de la imposibilidad de su comproba-
ción o verificación experimental. El positivismo lógi-
co y la Filosofía analítica se colocan en un pobre 
nivel empirista que será criticado a lo largo de este 
libro. 
5. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO CIERTO 
a) La palabra certeza significa la firme adhesión de 
la mente a la verdad. Consiste en afirmar algo sin 
temor de equivocarse. La ciencia es un conocimiento 
cierto porque, gracias a su método, ordinariamente 
ofrece una garantía de verdad y, por tanto, la mente 
adquiere una cierta seguridad cuando sostiene algu-
na proposición científica. En cambio, la simple opi-
nión consiste en afirmar algo, pero con temor de 
errar. 
b) Como puede notarse, la certeza es un estado 
subjetivo de la mente con respecto a la verdad. Es el 
resultado de una cierta garantía ofrecida por la pro-
posición que se trata. El método científico es el en-
cargado de proporcionar esta seguridad ala mente 
que afirma dicha proposición. Posteriormente des-
arrollaremos en qué consiste ese método y cómo 
puede llegar a ofrecer un considerable grado de cer-
teza. Por ahora, baste decir que la evidencia de una 
proposición es el fruto conseguido por el método, y 
gracias a esa evidencia la mente queda satisfecha en 
su afirmación o negación, y por esto se adhiere con 
firmeza a ella. La evidencia de una proposición es, 
pues, el fundamento que otorga certeza al sujeto que 
la sostiene. 
Quedaría por aclarar en qué consiste esta eviden-
cia como fundamento de la certeza. La evidencia, 
como el mismo término lo sugiere, consiste en una 
claridad tal que permite una captación satisfactoria 
por parte de la mente. Cuando una persona capta 
oscuramente un fenómeno o sus relaciones, ordina-
riamente no se arriesga a expresarlo con certeza. La 
oscuridad produce duda, y a lo sumo, opinión. La 
claridad en la captación de un fenómeno produce 
evidencia y, por tanto, certeza. De aquí que el méto-
do científico dé tanta importancia a la repetibilidad 
del fenómeno estudiado, a la experimentación en 
condiciones óptimas, a la observación y registro de 
los hechos y al rigor en el raciocinio. Gracias a estas 
precauciones metodólógicas, el científico obtiene 
evidencia y, por tanto, una cierta seguridad en las 
tesis y conclusiones que sostiene. 
c) Existen varios grados de certeza: matemática, 
física y moral. 
1) La certeza matemática (que tradicionalmente 
se ha llamado metafísica) se basa en la evidencia 
que ofrecen, en primer lugar, los juicios analíticos. 
Un juicio analítico expresa en el predicado algún 
aspecto ya mencionado en el sujeto. Por tanto, la 
afirmación que se está expresando ofrece una abso-
luta evidencia, si es que se conoce el significado de 
los términos utilizados en ese juicio. 
La certeza matemática se define, pues, como una 
absoluta seguridad en lo que se afirma puesto que la 
proposición afirmada ofrece una evidencia imposible 
de rechazar. Esta evidencia se ha llamado apodícti-
ca, y se refiere a lo que se capta de un cierto modo y, 
además, no puede ser de otro modo. En las Matemá-
ticas existen claros ejemplos de proposiciones que 
ofrecen este tipo de evidencia, como por ejemplo: 
"Dos más dos son cuatro"; "la diferencia de cuadra-
dos es igual a la suma por la diferencia de esos 
términos". 
Con el último ejemplo se puede notar que no so-
lamente los juicios analíticos ofrecen una certeza 
absoluta. También existen proposiciones sintéticas 
que gozan de este tipo de evidencia. Ha sido célebre 
en la historia de la Filosofía, la indagación y la dis-
cusión acerca del origen de la certeza absoluta de 
algunas proposiciones sintéticas.' 
A raíz de esas discusiones da la impresión de que 
la certeza absoluta se produce cuando el hombre 
capta en las proposiciones precisamente lo que pre-
viamente ha puesto en forma creativa, que es lo que 
sucede en las Matemáticas, en la Lógica, y en algu-
nas tesis metafísicas. 
2) Un segundo nivel de certeza es la certeza físi-
ca. Se define como la seguridad que adquiere la 
mente gracias a la evidencia asertórica. Este tipo de 
evidencia, a diferencia de la apodíctica, admite que 
las cosas captadas son de cierto modo, pero podrían 
ser de otro modo. Mientras que en la certeza apodíc-
tica no se puede concebir una excepción en la afir-
mación asentada, en la certeza asertórica sí es posi-
ble concebir alguna excepción. Este es el tipo de 
certeza que ordinariamente se posee en el estudio de 
las ciencias de la naturaleza, entre las cuales ha 
descollado la Física, y de aquí el nombre de este tipo 
de certeza. Las leyes de la Física ordinariamente 
ofrecen una evidencia suficiente para producir segu-
ridad en la mente, aun cuando no sea, una seguri-
dad absoluta. 
3) En tercer lugar está la certeza moral, que se 
basa en las costumbres y hábitos de la gente. Es 
inferior a los otros dos tipos de certeza, puesto que 
las excepciones que ofrecen las proposiciones relati-
vas a conductas humanas son más numerosas. Uno 
puede estar seguro de que los padres aman a sus 
hijos, pero hay bastantes casos en donde esto no 
sucede. Una persona virtuosa ordinariamente actúa 
bien, pero se dan excepciones, a veces sorpresivas. 
d) De los tres niveles de certeza expuestos, indu-
dablemente el que más nos interesa es el segundo. 
La certeza física, a partir de la evidencia asertórica, 
es suficiente para sostener en forma estable las pro-posiciones obtenidas en la investigación científica. 
El método científico se encargará de conducir a la 
mente a este nivel de evidencia y de certeza. La pre-
tensión de 
Véase, por ejemplo, la teoría de los juicios sintéti-
cos a priori de Kant, en cualquier Historia de la Filo-
sofía. obtener siempre una evidencia apodíctica no 
deja de ser una utopía, como lo ha mostrado la evo-
lución del conocimiento de las leyes de la naturaleza 
a través de siglos de investigación y de afinación. 
A este respecto habría que advertir que la eviden-
cia solamente es garantía de verdad si se toman en 
cuenta los límites en los que se da, y se mantiene 
uno dentro de esos límites. Esto es una seria adver-
tencia contra ese abuso que consiste en la falsa ge-
neralización. El investigador puede captar con plena 
evidencia ciertas conclusiones de su experimenta-
ción; pero sólo será válido asentarlas dentro de los 
límites de su propia experimentación. Por ejemplo, 
una observación repetida acerca de la inteligencia de 
algunos niños puede generalizarse solamente para 
los niños con las mismas características; posi-
blemente en otros niños, de otras costumbres, edu-
cación y raza, las conclusiones serán diferentes. Así 
es como las leyes clásicas de la física newtoniana 
han resultado válidas solamente dentro de los lími-
tes de una observación ordinaria, no así en un mun-
do de dimensiones microscópicas (de electrones, 
protones, etc.), ni tampoco cuando se trata de di-
mensiones altamente macroscópicas (cercanas ala 
velocidad de la luz, por ejemplo).' 
e) Por último, nótese que la evidencia proporcio-
nada por el método científico no siempre ha sido 
posesión de todos los que repiten las tesis científi-
cas. Es una lástima que, aun en medios académicos 
especializados, lo que pesa como motivo princ;pal 
para afirmar determinadas proposiciones científicas, 
no es la evidencia de ellas, sino la autoridad de los 
maestros o los autores que las divulgan. En ese mo-
mento la ciencia se convierte en una serie de dog-
mas, cuya creencia está en razón directa de la fama 
o del atractivo de la persona que las expone. Esta 
tergiversación de la fuente de la certeza científica ha 
dado origen a serios entorpecimientos en el avance 
de la investigación científica. Recuérdese, por ejem-
plo, la lucha del heliocentrismo contra el geocentris-
mo; el peso de la autoridad de la Biblia y de Aristóte-
les impedía que la evidencia de esta última postura 
se impusiera. En el siglo XX también ha sido un 
triunfo el asentamiento de las tesis de Einstein que 
corrigen las tesis clásicas de Newton. 
En ciencia "la primera autoridad es la razón, y la 
última razón es la autoridad". 
APÉNDICE 2.1. 
OTROS ESTADOS DE LA MENTE CON RESPECTO 
A LA VERDAD 
A manera de apéndice podemos agregar aquí una 
explicación acerca de los otros estados de la mente 
con respecto ala verdad. Entre esos estados sola-
mente hemos explicado la certeza, que es el más 
perfecto y el más adecuado en el terreno científico; 
pero existen otros, como son: la ignorancia, la duda, 
la opinión y el error. 
a) La ignorancia es la ausencia de conocimientos 
con respecto a determinado asunto. La mente, en 
este caso, permanece ausente, vacía, con respecto a 
ciertas proposiciones. 
Se distingue una ignorancia culpable y otra no 
culpable. La primera consiste en no saber lo que se 
debería saber, como sería el caso del profesional que 
por negligencia desconoce los asuntos propios de su 
carrera. En cambio, la ignorancia no culpable es la 
que se padece en otros terrenos que no es obli-
gatorio conocer. La peor ignorancia es la del que ni 
siquiera se da cuenta de ello y permanece satisfecho 
dentro de ese estado. 
b) La duda es el estado de oscilación de la mente 
respecto a la afirmación y la negación. Cuando el 
sujeto duda, prefiere no afirmar ni negar; no pro-
nuncia un juicio. La proposición que se le enfrenta 
podrá ser absolutamente verdadera, pero el sujeto 
no encuentra razones para hacerla suya; más bien 
ve razones en pro y en contra de ellas. 
Se distinguen varios tipos de duda: 
1) Parcial: se suspenden algunos juicios. 
2) Universal: se suspenden todos los juicios. 
3) Metódica: como un medio para llegar a la ver 
 dad. 
4) Escéptica: como un fin en sí misma. 
5) Real: efectivamente vivida. 
6) Ficticia: como una suposición. 
Evidentemente, la duda tiene un papel en la 
búsqueda de la verdad científica. Es necesario dudar 
cuando no se tienen razones suficientes para afir-
mar algo. La investigación científica es un modo de 
salir de la duda. Pero, en cambio, la duda del excép-
tico es más bien una manifestación de debilidad y 
fracaso. 
c) La opinión es la afirmación de algo, pero con 
temor de errar. El sujeto con esta actitud se reserva 
la posibilidad de cambiar la afirmación por la nega-
ción. Se trata de un estado menos imperfecto que la 
duda; en ésta todavía hay abstención de juicio; en la 
opinión ya se afirma, pero no con firmeza. 
En general, buen porcentaje de nuestros conoci-
mientos cotidianos los poseemos en calidad de mera 
opinión. Naturalmente, aquí interviene el tempera-
mento del sujeto: habrá unos más temerosos que 
otros, y también habrá individuos más exigentes 
para dar por cierto lo que se presenta a su conside-
ración. 
Cuando se percibe una mera posibilidad, se esta-
blece el juicio dentro de la duda. Cuando se percibe 
una probabilidad, entonces ya se pasa de la duda a 
la opinión. Y por fin, cuando se capta la evidencia, 
entonces se coloca el sujeto en la certeza. 
d) El error consiste en considerar lo verdadero 
como falso, y viceversa. Lo peor del caso es que 
mientras permanece en el error la persona no se da 
cuenta de ello, sino que mantiene una situación de 
seguridad, que en el fondo es una falsa certeza, da-
do que no hubo motivos suficientes para ello. 
El error suele tener causas psicológicas y causas 
morales. Las causas psicológicas consisten en la 
debilidad natural del Metódica: como un medio para 
llegar a la verdad. 
Evidentemente, la duda tiene un papel en la 
búsqueda de la verdad científica. Es necesario dudar 
cuando no se tienen razones suficientes para afir-
mar algo. La investigación científica es un modo de 
salir de la duda. Pero, en cambio, la duda del excép-
tico es más bien una manifestación de debilidad y 
fracaso. 
La opinión es la afirmación de algo, pero con te-
mor de errar. El sujeto con esta actitud se reserva la 
posibilidad de cambiar la afirmación por la nega-
ción. Se trata de un estado menos imperfecto que la 
duda; en ésta todavía hay abstención de juicio; en la 
opinión ya se afirma, pero no con firmeza. 
En general, buen porcentaje de nuestros conoci-
mientos cotidianos los poseemos en calidad de mera 
opinión. Naturalmente, aquí interviene el tempera-
mento del sujeto: habrá unos más temerosos que 
otros, y también habrá individuos más exigentes 
para dar por cierto lo que se presenta a su conside-
ración. 
Cuando se percibe una mera posibilidad, se esta-
blece el juicio dentro de la duda. Cuando se percibe 
una probabilidad, entonces ya se pasa de la duda a 
la opinión. Y por fin, cuando se capta la evidencia, 
entonces se coloca el sujeto en la certeza. 
El error consiste en considerar lo verdadero como 
falso, y viceversa. Lo peor del caso es que mientras 
permanece en el error la persona no se da cuenta de 
ello, sino que mantiene una situación de seguridad, 
que en el fondo es una falsa certeza, dado que no 
hubo motivos suficientes para ello. 
El error suele tener causas psicológicas y causas 
morales. Las causas psicológicas consisten en la 
debilidad natural del juicio nos remite a un ser que 
de alguna manera es señalado por nuestro pensa-
miento. Por tanto, la verdad del juicio existencial no 
puede ser detectada y confirmada, si no es en con-
tacto con ese ser que se pretende expresar. Aquí es 
donde se da la verdad formal, ya definida como ade-
cuación de la mente con la realidad. El juicio es ver-
dadero en tanto que expresa un ser real. Elfunda-
mento para determinar si un juicio es verdadero es 
la misma realidad. 
Nos encontramos, pues, con la ineludible necesi-
dad de confrontar nuestros juicios con la realidad 
para aceptar unos y desechar otros. El método 
científico es precisamente el encargado de indicar-
nos cuál es el procedimiento que nos asegure una 
buena selección de juicios. La observación y la expe-
rimentación son los medios que utiliza el método 
científico para poder confrontar su acervo de propo-
siciones. 
Es oportuno señalar que, de acuerdo con algunos 
pensadores (Karl Popper, en especial) lo apropiado 
no es verificar, sino falsar una proposición.' Esto 
significa, de acuerdo con este autor, que en el fondo 
siempre existe la posibilidad de desechar alguna 
proposición que ya se había aceptado como verdade-
ra. El acrecentamiento de la ciencia, gracias a la 
investigación, produce nuevas hipótesis que otor-
gan una mejor explicación del fenómeno estudiado. 
Con esto, el científico se ve en la necesidad de des-
echar o de corregir sus tesis anteriores. Las nuevas 
hipótesis, a su vez, también corren el mismo riesgo 
de ser desechadas ante futuras investigaciones. Por 
tanto, de lo que podemos estar seguros, es de la fal-
sedad de algunas tesis o hipótesis propuestas, pero 
jamás podremos asegurar una verdad definitiva en 
ninguna proposición. De aquí surge la idea de la 
falsación en lugar de la verificación. 
En otros términos, de acuerdo con Popper, el 
científico debe formular sus hipótesis en forma tal 
que siempre sea posible contrastarlas con los fenó-
menos reales, y, además, debe inventar experimen-
tos en donde ponga a prueba sus tesis así formula-
das. Si el experimento da al traste con la hipóte‑ sis, 
se llega a una certeza, la de la falsedad de la hipóte-
sis. Pero, si los experimentos no refutan la hipótesis, 
lo más que se puede concluir es que la hipótesis se 
ha mantenido incólume hasta ahora, sin que sea 
posible garantizar una. incolumidad permanente 
para el futuro. He aquí el resultado de la falsación, 
señalar las hipótesis falsas, y mantener en reserva 
las hipótesis que aparentemente resultan verdade-
ras. 
Todo esto es un colorario de algunas tesis bási-
cas de Popper, como la que rechaza el valor de la 
inducción; de donde concluye que la ciencia, en el 
fondo, es una simple conjetura. 
Por mi parte, pienso que mi crítica al concepto 
como una reducción de lo conocido, también propor-
ciona la misma conclusión: no podemos aspirar a 
una adecuación plena con la realidad, dado que el 
concepto no puede, por su propia naturaleza, llenar 
esa función de adecuación con la idea conocida, y 
mucho menos con la realidad rica en facetas aún no 
captadas por la idea. 
Son, pues, tres planos que pueden representarse 
como tres círculos concéntricos: el mayor es el 
círculo o plano de la realidad, inagotable en aspec-
tos, desbordante en fenómenos y combinaciones. El 
segundo círculo, más pequeño, contenido en el ante-
rior, es cl de nuestras ideas, que sólo captan algu-
nos aspectos, estructuras y significados que se dan 
en la realidad. El tercer círculo es mucho más pe-
queño; es el de nuestros conceptos, que aspiran a 
expresar lo conocido en las ideas, pero logran pro-
porcionar algunos datos, bastante exiguos, en una 
proporción semejante a la del esqueleto, que expresa 
sólo ciertos rasgos del cuerpo humano. 
Por otro camino, pues, obtengo una conclusión 
semejante a la de Popper: nuestro conocimiento es 
sólo una aproximación asintótica a la realidad, 
siempre es falsablc, no hay una adecuación comple-
ta entre la ciencia objetiva (expresada en conceptos) 
y la realidad. 
Sin embargo, es importante insistir en que de 
aquí no se sigue el escepticismo. Lo obtenido en el 
conocimiento conceptual es ya una aproximación 
suficientemente eficaz como para producir la técnica 
que actualmente conocemos. Esto no suprime la 
necesidad de afinar cada vez mejor nuestros para-
digmas acerca de la realidad. 
APÉNDICE 2.3. 
LA FILOSOFÍA ES UNA CIENCIA 
Por lo dicho hasta ahora, resulta que también la 
Filosofía es una ciencia, puesto que sus característi-
cas encajan perfectamente en la causa material y la 
causa formal que hemos aplicado como propias de 
todo conocimiento científico. Veamos esto con mayor 
detenimiento. 
Cuando se habla de ciencia en la actualidad, 
suele pensarse casi exclusivamente en las ciencias 
de la naturaleza, tales como la Física, la Química y 
la Biología. Pero el caso es que existen otras discipli-
nas que también cumplen con los requisitos de una 
ciencia, tales como la Historia, las Matemáticas, la 
Sociología y la Antropología, aun cuando algunas de 
ellas apenas se manifiestan en los inicios de su ma-
durez. 
La Filosofía ha sido, cronológicamente hablando, 
la primera ciencia que se ha establecido como tal. 
Es, pues, la más antigua entre los saberes científi-
cos, aunque tal parece que los científicos modernos 
pretenden desbancarla de su puesto central. Para 
mostrar que la Filosofía es una ciencia, basta anali-
zar sus características y hacer notar de qué manera 
quedan incluidas en nuestro concepto de ciencia. 
La Filosofía, igual que toda ciencia, es un con-
junto de leyes, principios y conceptos que conectan 
distintos elementos de la realidad para explicarlos y 
para regirlos. Veamos algunos ejemplos. Es muy 
conocido el principio de contradicción, propio de la 
rama filosófica que se llanca Lógica: "Un mismo pre-
dicado no puede afirmarse y negarse con respecto a 
un mismo sujeto, al mismo tiempo y bajo el mismo 
aspecto". También son conocidos algunos principios 
éticos como "Hay que hacer el bien y evitar el mal". 
Cada filósofo ha tenido cuidado de subrayar los 
principios e ideas clave de su propio sistema; por 
ejemplo, Kant señaló el imperativo categórico como 
un principio ético fundamental; Aristóteles explicó 
los principios metafísicos del acto y la potencia, y las 
cuatro causas de los entes (que, por cierto, estamos 
utilizando en nuestro análisis de lo que es una cien-
cia); Platón describió hasta la saciedad su teoría de 
las ideas (paradigmas universales); Descartes nos 
proporcionó unas famosas reglas del pensamiento; 
Hegel nos habló del método dialéctico; Husserl, del 
método fenomenológico; Heidegger distinguió el pla-
no ontológico y el plano ondeo; Marcel señaló la dife-
rencia entre ser y tener. Así sucesivamente, el conte-
nido de la Filosofía es un sistema de leyes, concep-
tos y principios que conectan y explican eI fenómeno 
real. 
Pero lo distintivo en la ciencia (habíamos explica-
do) es su carácter paradigmático (universal y nece-
sario). Y esto es precisamente lo que ha pretendido 
la Filosofía desde sus orígenes. Tanto la teoría de las 
ideas, como el imperativo categórico, y los diferentes 
métodos, reglas, planos y distinciones que nos han 
explicado los filósofos de cualquier época, tienen, 
como característica esencial, el hecho de que se han 
constituido como paradigmas de la realidad en su 
conjunto. Por esta razón, muchos filósofos han sido 
criticados como idealistas, pues manifiestan una 
inclinación muy fuerte hacia el pensamiento que 
han originado como explicación y modelo de la reali-
dad que viven. Lo curioso es que también los filó-
sofos que se dicen materialistas han creado paradig-
mas de la realidad, es decir, ideas que pretenden ser 
modelos del fenómeno real, y todo esto a pesar de su 
fuerte adhesión al fenómeno material. Marx, por 
ejemplo, nos muestra el paradigma del capitalismo 
(modelo que —dicho entre paréntesis—, no ha sido 
seguido fielmente por ningún país capitalista) y cl 
modelo de una sociedad comunista (cuyas profecías 
tampoco se han dado en la realidad). 
Lo que principalmente distingue a la Filosofía 
con respecto a las demás ciencias es el tipo de fun-
damentación que utiliza, por lo cual su método es 
eminentemente racional, hasta el grado de desechar 
el experimento y la estadística (no en general, sino 
tan sólo como procedimiento de su propia discipli-
na). Sin embargo,esto no significa que la Filosofía 
deseche el dato empírico, lo cual sería absolutamen-
te imposible, dado que allí se encuentra una raíz de 
los conceptos construidos por la mente. Como es 
fácil detectar, también la Matemática desecha el ex-
perimento y, curiosamente, los principios matemáti-
cos no se basan en inferencias estadísticas. Y no por 
esto la Matemática queda fuera del recinto científico. 
En consecuencia, pretender que sólo es científico 
aquel saber que se basa en el experimento y la es-
tadística es perder de vista la característica esencial 
de la ciencia. Una cosa es lo formal, lo típico y pro-
pio de la ciencia, y otra cosa muy diferente es el 
método con el cual se consigue ese paradigma de la 
realidad. Las ciencias pueden (y deben) diferir por 
razón de su método, con tal que conserven algo en 
común, que es su carácter paradigmático. 
En este libro nos dedicaremos especialmente al 
estudio del método aplicado en las ciencias de la 
naturaleza; y sólo a manera de apéndice explicare-
mos con brevedad cuál es el método propio de la 
Filosofía, de la Matemática y de la Historia, que son 
ciencias regidas por una metodología un tanto sepa-
rada del grueso tronco de las ciencias naturales, 
basadas principalmente en el experimento y la es-
tadística. 
A propósito de la diversidad tan grande en los 
paradigmas que se han construido, es bueno aclarar 
que, además de las diferencias metodológicas, exis-
ten otras importantes diferencias entre las ciencias, 
especialmente en lo que concierne al tipo de objetos 
estudiados y al tipo de explicación que se pretende 
aportar. Con lo cual se quiere decir que también es 
posible una semejanza o identidad de métodos, aun 
cuando se trate de dos ciencias diferentes. Y es que 
lo específico de una ciencia es su objeto formal (es 
decir, el aspecto especial y propio del tema estudia-
do), del cual emanan algunas diferencias en el modo 
como se construye esa ciencia. El tema de la cons-
trucción de la ciencia es la principal preocupación 
del siguiente capítulo.

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César David MANTULAK