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Hemos visto que la ciencia es un paradigma y que en función de esto surgen algunas cualidades importantes, como la de que está constituida por leyes universales que conforman un conocimiento sistemático de la realidad. Hemos explicado también que la estructura del concepto conlleva el carácter de universalidad de la ciencia. Penetremos ahora en el hecho de que la ciencia no es un paradigma común y corriente, sino que exige un cierto rigor para que una supuesta ley pue- da ingresar al nivel científico. En otras palabras, la ciencia es un paradigma fundamentado. La funda- mentación es la cualidad específica que logra elevar una afirmación cualquiera al rango de ciencia. De no ser por este trabajo de fundamentación, los para- digmas quedarían dentro de un nivel diferente (no siempre inferior), como es la simple opinión, la di- vulgación, el mito y la literatura. Estudiaremos, pues, en primer lugar, qué enten- demos por fundamentación en el terreno científico. Enseguida aludiremos al carácter de necesidad que aparece en las leyes de la naturaleza. En tercer lu- gar, veremos que es gracias al método científico co- mo se consigue esta fundamentación. En cuarto lugar, explicaremos la verificabilidad de la ciencia, como una garantía de su fundamentación. Y, por último, concluiremos que todo esto conduce a la certeza propia del nivel científico. Los apéndices am- pliarán algunos conceptos aquí mencionados. 1. LA FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA Lo típico, lo distintivo de un conocimiento propia- mente científico reside en el hecho de su fundamen- tación. Fundamentar una proposición significa apor- tar evidencias que la comprueban o la confirman como verdadera. Los fundamentos de una ciencia pueden compararse con los cimientos de un edificio. Su estabilidad depende de la calidad de estos funda- mentos. Así pues, la ciencia busca continuamente la de- mostración, el argumento, las razones, las causas, las pruebas de que lo asentado por ella corresponde con la realidad. Este es el trabajo más importante de toda persona que ingresa en el ámbito de lo científi- co. La dificultad más seria en esta búsqueda de evi- dencias reside en el hecho de que las afirmaciones científicas son universales o, por lo menos, preten- den abarcar un horizonte mucho más amplio que el caso singular captado en un momento determinado. Sería relativamente sencillo demostrar que el caso X se comportó de la manera Y. Pero si esto no deja de ofrecer alguna dificultad, nótese cómo crece la com- plejidad cuando lo que se intenta es demostrar que "todos los casos X (similares .o pertenecientes a la misma clase) deben comportarse de la misma mane- ra Y". He aquí el desafío experimentado por todo científico que no desea permanecer en un puesto de simple narrador de anécdotas fáciles. Expliquemos, pues, esta palabra "debe" utilizada en el párrafo anterior. Se refiere a una cierta necesi- dad u "obligación" de actuar de un modo determina- do. Al parecer, la naturaleza evoluciona y cambia de un modo preciso, ordenado, determinado, y esto es precisamente lo que intenta expresar una ley cientí- fica. 2. EL CARÁCTER DE NECESIDAD EN LA CIENCIA La ciencia es un paradigma universal y necesario. Ya hemos explicado lo que entendemos por paradig- ma y su cualidad de universalidad. Veamos ahora en qué consiste esta "necesidad" en el conocimiento científico. Necesario es aquello que es de cierto modo y no puede ser de otro.El carácter de necesidad aplicado al conocimiento científico nos está hablando, en pri- mer lugar, acerca de una cierta imposibilidad de cambio en ese conocimiento, lo cual significaría que una verdad científica lo es de un modo invariable y permanente. Como puede notarse, estamos frente a una utopía. En realidad, los conocimientos científi- cos evolucionan con el tiempo, pues se trata de crea- ciones humanas siempre perfectibles. Las correccio- nes y afinaciones de los principios científicos ocupan varios capítulos en la historia de la ciencia. Por otro lado, se podría postular una necesidad en las leyes de la naturaleza, independientemente del modo como las conocemos. De esta manera, nuestros conocimientos científicos (humanos, imper- fectos, falibles) se pueden concebir como una aproxi- mación, cada vez más exacta y fiel, respecto a esas leyes naturales que funcionan en la realidad, sea que las conozcamos o no. De cualquier manera, la postulación de tal necesidad en las leyes naturales no pasa de ser una postulación gratuita, puesto que el hombre no llega a tener la perspectiva suficiente como para poder fundamentar y aseverar con certe- za dicha necesidad. En todo caso, lo prudente es hablar de una cierta necesidad de esas leyes, dentro de un plan hipotético, mientras no se compruebe lo contrario. Pero aun así, nuestro conocimiento acerca de esas leyes, no goza de esa cualidad, sino que ape- nas es un intento de aproximación y de expresión fiel de tales leyes supuestamente invariables. Existe una tercera manera de entender esta ne- cesidad en nuestros conocimientos científicos, mu- cho más adecuada a lo que de hecho constituye ac- tualmente la ciencia. Se trata del carácter prescripti- vo que tienen los principios, leyes y demás elemen- tos de la ciencia. Una Icy no solamente describe el fenómeno allí expresado, sino que, además, insiste en que así debe suceder. La ciencia, aun cuando en sus estados preliminares parece que se queda en el plano de hecho, en el fondo pretende instalarse en el plano de derecho. No sólo dice lo que es, sino lo que debe ser. El científico, cuando descubre y expresa una ley propia de su campo de investigación, experimenta CAPÍTULO 2 LA CIENCIA ES UN PARADIGMA FUNDAMENTADO Gutiérrez, Raúl . Introducción al Médodo Científico Ed. Esfinge, Naucalpan, Estado de México 1995 9a. edición. pp 51-70 un cierto gozo intelectual que consiste en conocer no solamente el hecho singular que tiene enfrente, sino el comportamiento que en adelante seguirán esos materiales estudiados. Su ley se convierte en un conocimiento predictivo, y en cierto modo exigitivo respecto a los fenómenos que maneja. Mientras este carácter de necesidad está por comprobarse, el científico honesto no se atreve a enunciar una ley o un principio, sino que habla de meras hipótesis, con lo cual está sugiriendo la pre- tensión de universalidad y de necesidad en sus pro- posiciones, pero que aún no ha sido suficien- temente fundamentada. El método científico es, jus- tamente, el instrumento utilizado para comprobar si una hipótesis dada merece el rango de ley. Ahora bien, las leyes científicas, supuestamente comprobadas, fundamentadas y corroboradas, que además gozan de una general aceptación entre los especialistas y el público en general, no por eso se convierten en leyes absolutas, inmutables y "eternas", aun cuando así se haya pretendido en ciertas épocas de tinte racionalista-paranoico, para- lelas del todo al absolutismo político. Un científico sabio está siempre dispuesto a la afinación, la corre- ción, la evolución, e inclusive la retractación, con respecto a sus afirmaciones previas. En este punto es conveniente aclarar que la aper- tura del científico hacia posibles correcciones no es lo mismo que el escepticismo. El escéptico duda de todo, desconfía de cualquier afirmación, y tal parece que su inseguridad personal se proyecta hacia cual- quier tema que pretenda manejar. Esta actitud pue- de llegar a ser enfermiza, pues se convierte en una especie de obsesión que, además, entorpece el avan- ce de la ciencia. En cambio, quien tiene confianza en sí mismo, logra afirmar una tesis con certeza (con lo cual, simultáneamente, se afirma a sí mismo), pero no en un plano dogmático e infalible, sino con base en un fundamento suficiente, aun cuando no sea perfecto y eterno. 3. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO METÓDI- CO Anteriormente dijimos que la ciencia es un conoci- miento sistemático. Entonces nos referimos al resul- tado, esdecir,a la ciencia ya elaborada. Ahora agre- gamos que la ciencia es un conocimiento metódico, y con esto nos referimos al procedimiento para elabo- rar la ciencia, gracias al cual resulta un conocimien- to sistemático, y además, fundamentado. A reserva de ampliar posteriormente en qué con- siste el método científico, lo cual es el tema central de este libro, por lo pronto basta señalar entre las características generales de toda ciencia, que se tra- ta de un conocimiento metódico. Con esto se quiere decir, por lo pronto, que el trabajo de un científico produce mejores resultados cuando se ejecuta de- ntro de ciertos lineamientos, cuya eficacia ha sido comprobada por los investigadores experimentados. El método científico ha cobrado especial impor- tancia en algunas áreas cognoscitivas, pues se ha señalado que sólo gracias a él es como se puede ob- tener algún resultado valioso. Por ejemplo, el con- ductismo, una corriente psicológica de actualidad, propone un cierto rigor en el estudio de la conducta humana; ese rigor incide, principalmente, en la eli- minación de todo elemento captado por la intros- pección y en el enfoque exclusivo de los elementos observables y manipulables físicamente. De esta manera (arguyen los conductistas) se garantiza la objetividad, la mensurabilidad y la verificabilidad de los resultados obtenidos. Sin este rigor metodológico (continúan diciendo los conductistas), el psicólogo caería fácilmente en un terreno que, aunque real, no puede ofrecer garantías de objetividad, como es el terreno de la introspección y análisis de los fenóme- nos internos, tales como la emoción, los sentimien- tos, la fantasía, etc. Con lo anterior podemos adelantar una tesis am- pliable posteriormente. Según sea el método segui- do, así será el objeto captado. Y es que el método es comparable a un camino para llegar a un determina- do sitio. Según sea el camino escogido, así será el sitio alcanzado. Un método, por tanto, no debe con- cebirse exclusivamente como una serie de reglas más o menos molestas, a las cuales hay que ate- nerse durante el trabajo científico. Más bien, se tra- ta de seleccionar un procedimiento adecuado al ob- jetivo que se pretende alcanzar. De esta manera, método y objetivo estarán estrechamente enlazados. Así es posible entender la importancia del método, una vez que se hayan fijado los objetivos que se pre- tenden conseguir en determinada investigación científica. A su debido tiempo veremos que, en última ins- tancia, el método debe ser lo suficientemente flexible como para que cada persona, conforme a sus carac- terísticas individuales, pueda aplicarlo sin graves inconvenientes. En realidad, el método es a posterio- ri, o sea, una .persona con cierta experiencia en la investigación, reflexiona y obtiene en limpio cuáles han sido los pasos que le han ayudado en su traba- jo. Posteriormente sistematiza esos pasos y su ex- presión adquiere una forma conceptual bastante rígida ante los ojos de los investigadores incipientes. Pero, debido a esto, es necesario insistir desde ahora en que el método está al servicio de la persona, de la eficiencia en su trabajo, y que, por tanto, debe man- ter una flexibilidad y una adecuabilidad a cada tipo de investigador. En el fondo, la persona se hace su propio método. Por tanto, las indicaciones metodoló- gicas que trataremos, deberán tomarse siempre con las precauciones indicadas, y dentro de un espíritu de creatividad y de avance, dejando a un lado el ser- vilismo y la docilidad pasiva. 4. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO VERIFICA- BLE Verificar quiere decir constatar o comprobar la ver- dad de una proposición. Cuando decimos que la ciencia es un conocimiento verificable estamos indi- cando que no solamente es verdadero, sino que, además, su verdad ha sido comprobada y está siem- pre en disposición de ser nuevamente comprobada cuantas veces sea requerido. Con esto se quiere decir también que la ciencia no es un conocimiento secreto, oculto, o reservado para unos cuantos iniciados. La ciencia es un cono- cimiento abierto para todo público, disponible para cualquier persona que tenga las cualidades necesa- rias para entenderlo y escudriñarlo. Uno de los procedimientos más utilizados para la verificación de un conocimiento científico es la ob- servaciónde los fenómenos tratados. Así es como queda abierta a todo el mundo la constatación de los fenómenos astronómicos, como los eclipses, el movi- miento periódico de los planetas y de las estrellas, etc. Un segundo procedimiento verificativo es la expe- rimentación. En este caso se producen los fenóme- nos estudiados de un modo voluntario, gracias a un estricto control de Variables. Se llama variable al aspecto cuantitativo del fenómeno estudiado. Se distingue la variable independiente y la variable de- pendiente. Las dos están conectadas entre sí, y se supone que la segunda depende de la primera. Por ejemplo, la variable independiente en un experimen- to de Física puede ser la temperatura de un gas; la variable dependiente estudiada es el volumen de ese gas. Modificando la temperatura de ese gas se obtie- ne una modificación en el volumen del mismo. Una experimentación rigurosa puede llegar a constatar la ley que rige estos cambios en los gases. Así es como se ha comprobado que "el volumen de un gas a pre- sión constante está en razón directa de su tempera- tura absoluta". El control de las variables es la condición indis- pensable para una experimentación fructífera. Es preciso manipular directamente la variable indepen- diente (temperatura, en el ejemplo anterior), obser- var los cambios producidos en la variable depen- diente (volumen), al mismo tiempo que se mantienen constantes los demás elementos o variables que podrían interferir (la presión). Posteriormente dare- mos una ampliación de estos procedimientos meto- dológicos. Por lo pronto, lo que pretendemos dejar asentado es el carácter de verificabilidad de todo conocimiento científico, gracias a la experimentación y al control de las variables. La verificación de una tesis científica no siempre es posible en función de la observación y el experi- mento empírico. En algunos casos lo apropiado es la intuición o el raciocinio intelectual. Las Matemáti- cas, por ejemplo, no utilizan experimentos, sino que realizan serias verificaciones con base en análisis y síntesis de orden puramente intelectual. Cualquier estudiante de segunda enseñanza puede llegar a comprobar la verdad del teorema de Pitágoras con- procedimientos algebraicos o por medio de racioci- nios basados en principios geométricos. Es necesario subrayar la importancia y la eficacia de este procedimiento verificatorio, a fin de no ence- rrarse en límites demasiado estrechos con respecto a la naturaleza de la ciencia y a sus posibilidades me- todológicas. Existen corrientes de pensamiento que han pretendido excluir todo lo que no sea empírico como carente de valor científico. El empirismo y el positivismo lógico, por ejemplo, otorgan una garant- ía definitiva a la experimentación, pero expresan una fuerte desconfianza contra el conocimiento inte- lectual que origina la inducción y la universalidad de ciertas proposiciones. Así, por ejemplo, David Hume, clásico empirista inglés, ha negado el principio de causalidad ("Todo fenómeno tiene una causa") y sos- tiene que las leyes científicas han surgido por una simple asociación de dos fenómenos que suelen su- cederse de la misma manera, sin que exista garantía de que así tenga que seguir sucediendo. Una de las importantes tesis que se esgrimen, dentro de la filosofía analítica, es el principio de veri- ficabilidad. Consiste, esencialmente, en abstenerse de calificar como verdadero o falso aquello que no se haya comprobado experimentalmente, o que no se ve cómo se puede comprobar. La verificación o com- probación experimental es la piedra de toque de cualquier proposición. Por medio de ella es como se puede obtener la certezaacerca de su verdad o de su falsedad. El principio de verificabilidad se podría enunciar, pues, de la siguiente manera: "Sólo es ver- dadero aquello que se puede verificar experimental- mente". Nótese, entre paréntesis, que ese mismo principio enuncia algo que no puede ser comprobado experi- mentalmente. Aquellas proposiciones (o enunciados) que no pueden comprobarse, representan una' ausencia de sentido. Se les debe rechazar, no por ser falsas, sino porque carecen de significado. En este momento, advierten los positivistas lógicos, para que una pro- posición sea calificada como carente de sentido, sólo es necesario que se vea la imposibilidad de recurrir a un método experimental para comprobarla. No es necesario que de hecho ya esté comprobada. Lo que no tiene sentido es lo incomprobable. Lo que tiene sentido es lo comprobable, sea que ya ha sido com- probado, sea que todavía no, pero es posible ver cómo se llegaría a comprobar. Entre esas proposicio- nes verificables es donde se da lo verdadero y lo falso; no así en las inverificables, que, simplemente, carecen de sentido. Los ejemplos más típicos están en el caso de aquellos conceptos referentes a lo puramente espiri- tual. "Dios existe" es, según esta corrien‑ te, una proposición carente de sentido, porque no hay medio posible para comprobarlo experimentalmente. Hay que desechar dicha proposición del contenido filosó- fico, y no porque sea falsa, sino porque carece de sentido. En cambio, "la Luna tiene vida vegetativa" ya es una proposición verdadera o falsa porque, aun cuando no se hubiera comprobado con los recientes viajes a la Luna, de todos modos es fácil imaginar el método que se puede seguir para comprobarla expe- rimentalmente. En resumen, se dan proposiciones con sentido y sin sentido. Las primeras son comprobables, sea que ya se hayan comprobado o que todavía no hayan sido comprobadas. Estas proposiciones con sentido pueden ser verdaderas o falsas. En cambio, las proposiciones carentes de sentido con incompro- bables, y, por tanto, no son ni verdaderas ni falsas. Podemos dar un comentario crítico a la postura del positivismo lógico en relación con el principio de verificabilidad: La falla de este principio reside en que, además de lo ya hecho notar poco más arriba (pues él mismo no es comprobable experimental- mente), supone que el conocimiento de lo verdadero se limita a lo puramente sensible, y no admite (al menos explícitamente, pues enseguida se traiciona) la intuición intelectual, con la cual el hombre puede posesionarse de verdades inteligibles, que no dejan de serlo a pesar de la imposibilidad de su comproba- ción o verificación experimental. El positivismo lógi- co y la Filosofía analítica se colocan en un pobre nivel empirista que será criticado a lo largo de este libro. 5. LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO CIERTO a) La palabra certeza significa la firme adhesión de la mente a la verdad. Consiste en afirmar algo sin temor de equivocarse. La ciencia es un conocimiento cierto porque, gracias a su método, ordinariamente ofrece una garantía de verdad y, por tanto, la mente adquiere una cierta seguridad cuando sostiene algu- na proposición científica. En cambio, la simple opi- nión consiste en afirmar algo, pero con temor de errar. b) Como puede notarse, la certeza es un estado subjetivo de la mente con respecto a la verdad. Es el resultado de una cierta garantía ofrecida por la pro- posición que se trata. El método científico es el en- cargado de proporcionar esta seguridad ala mente que afirma dicha proposición. Posteriormente des- arrollaremos en qué consiste ese método y cómo puede llegar a ofrecer un considerable grado de cer- teza. Por ahora, baste decir que la evidencia de una proposición es el fruto conseguido por el método, y gracias a esa evidencia la mente queda satisfecha en su afirmación o negación, y por esto se adhiere con firmeza a ella. La evidencia de una proposición es, pues, el fundamento que otorga certeza al sujeto que la sostiene. Quedaría por aclarar en qué consiste esta eviden- cia como fundamento de la certeza. La evidencia, como el mismo término lo sugiere, consiste en una claridad tal que permite una captación satisfactoria por parte de la mente. Cuando una persona capta oscuramente un fenómeno o sus relaciones, ordina- riamente no se arriesga a expresarlo con certeza. La oscuridad produce duda, y a lo sumo, opinión. La claridad en la captación de un fenómeno produce evidencia y, por tanto, certeza. De aquí que el méto- do científico dé tanta importancia a la repetibilidad del fenómeno estudiado, a la experimentación en condiciones óptimas, a la observación y registro de los hechos y al rigor en el raciocinio. Gracias a estas precauciones metodólógicas, el científico obtiene evidencia y, por tanto, una cierta seguridad en las tesis y conclusiones que sostiene. c) Existen varios grados de certeza: matemática, física y moral. 1) La certeza matemática (que tradicionalmente se ha llamado metafísica) se basa en la evidencia que ofrecen, en primer lugar, los juicios analíticos. Un juicio analítico expresa en el predicado algún aspecto ya mencionado en el sujeto. Por tanto, la afirmación que se está expresando ofrece una abso- luta evidencia, si es que se conoce el significado de los términos utilizados en ese juicio. La certeza matemática se define, pues, como una absoluta seguridad en lo que se afirma puesto que la proposición afirmada ofrece una evidencia imposible de rechazar. Esta evidencia se ha llamado apodícti- ca, y se refiere a lo que se capta de un cierto modo y, además, no puede ser de otro modo. En las Matemá- ticas existen claros ejemplos de proposiciones que ofrecen este tipo de evidencia, como por ejemplo: "Dos más dos son cuatro"; "la diferencia de cuadra- dos es igual a la suma por la diferencia de esos términos". Con el último ejemplo se puede notar que no so- lamente los juicios analíticos ofrecen una certeza absoluta. También existen proposiciones sintéticas que gozan de este tipo de evidencia. Ha sido célebre en la historia de la Filosofía, la indagación y la dis- cusión acerca del origen de la certeza absoluta de algunas proposiciones sintéticas.' A raíz de esas discusiones da la impresión de que la certeza absoluta se produce cuando el hombre capta en las proposiciones precisamente lo que pre- viamente ha puesto en forma creativa, que es lo que sucede en las Matemáticas, en la Lógica, y en algu- nas tesis metafísicas. 2) Un segundo nivel de certeza es la certeza físi- ca. Se define como la seguridad que adquiere la mente gracias a la evidencia asertórica. Este tipo de evidencia, a diferencia de la apodíctica, admite que las cosas captadas son de cierto modo, pero podrían ser de otro modo. Mientras que en la certeza apodíc- tica no se puede concebir una excepción en la afir- mación asentada, en la certeza asertórica sí es posi- ble concebir alguna excepción. Este es el tipo de certeza que ordinariamente se posee en el estudio de las ciencias de la naturaleza, entre las cuales ha descollado la Física, y de aquí el nombre de este tipo de certeza. Las leyes de la Física ordinariamente ofrecen una evidencia suficiente para producir segu- ridad en la mente, aun cuando no sea, una seguri- dad absoluta. 3) En tercer lugar está la certeza moral, que se basa en las costumbres y hábitos de la gente. Es inferior a los otros dos tipos de certeza, puesto que las excepciones que ofrecen las proposiciones relati- vas a conductas humanas son más numerosas. Uno puede estar seguro de que los padres aman a sus hijos, pero hay bastantes casos en donde esto no sucede. Una persona virtuosa ordinariamente actúa bien, pero se dan excepciones, a veces sorpresivas. d) De los tres niveles de certeza expuestos, indu- dablemente el que más nos interesa es el segundo. La certeza física, a partir de la evidencia asertórica, es suficiente para sostener en forma estable las pro-posiciones obtenidas en la investigación científica. El método científico se encargará de conducir a la mente a este nivel de evidencia y de certeza. La pre- tensión de Véase, por ejemplo, la teoría de los juicios sintéti- cos a priori de Kant, en cualquier Historia de la Filo- sofía. obtener siempre una evidencia apodíctica no deja de ser una utopía, como lo ha mostrado la evo- lución del conocimiento de las leyes de la naturaleza a través de siglos de investigación y de afinación. A este respecto habría que advertir que la eviden- cia solamente es garantía de verdad si se toman en cuenta los límites en los que se da, y se mantiene uno dentro de esos límites. Esto es una seria adver- tencia contra ese abuso que consiste en la falsa ge- neralización. El investigador puede captar con plena evidencia ciertas conclusiones de su experimenta- ción; pero sólo será válido asentarlas dentro de los límites de su propia experimentación. Por ejemplo, una observación repetida acerca de la inteligencia de algunos niños puede generalizarse solamente para los niños con las mismas características; posi- blemente en otros niños, de otras costumbres, edu- cación y raza, las conclusiones serán diferentes. Así es como las leyes clásicas de la física newtoniana han resultado válidas solamente dentro de los lími- tes de una observación ordinaria, no así en un mun- do de dimensiones microscópicas (de electrones, protones, etc.), ni tampoco cuando se trata de di- mensiones altamente macroscópicas (cercanas ala velocidad de la luz, por ejemplo).' e) Por último, nótese que la evidencia proporcio- nada por el método científico no siempre ha sido posesión de todos los que repiten las tesis científi- cas. Es una lástima que, aun en medios académicos especializados, lo que pesa como motivo princ;pal para afirmar determinadas proposiciones científicas, no es la evidencia de ellas, sino la autoridad de los maestros o los autores que las divulgan. En ese mo- mento la ciencia se convierte en una serie de dog- mas, cuya creencia está en razón directa de la fama o del atractivo de la persona que las expone. Esta tergiversación de la fuente de la certeza científica ha dado origen a serios entorpecimientos en el avance de la investigación científica. Recuérdese, por ejem- plo, la lucha del heliocentrismo contra el geocentris- mo; el peso de la autoridad de la Biblia y de Aristóte- les impedía que la evidencia de esta última postura se impusiera. En el siglo XX también ha sido un triunfo el asentamiento de las tesis de Einstein que corrigen las tesis clásicas de Newton. En ciencia "la primera autoridad es la razón, y la última razón es la autoridad". APÉNDICE 2.1. OTROS ESTADOS DE LA MENTE CON RESPECTO A LA VERDAD A manera de apéndice podemos agregar aquí una explicación acerca de los otros estados de la mente con respecto ala verdad. Entre esos estados sola- mente hemos explicado la certeza, que es el más perfecto y el más adecuado en el terreno científico; pero existen otros, como son: la ignorancia, la duda, la opinión y el error. a) La ignorancia es la ausencia de conocimientos con respecto a determinado asunto. La mente, en este caso, permanece ausente, vacía, con respecto a ciertas proposiciones. Se distingue una ignorancia culpable y otra no culpable. La primera consiste en no saber lo que se debería saber, como sería el caso del profesional que por negligencia desconoce los asuntos propios de su carrera. En cambio, la ignorancia no culpable es la que se padece en otros terrenos que no es obli- gatorio conocer. La peor ignorancia es la del que ni siquiera se da cuenta de ello y permanece satisfecho dentro de ese estado. b) La duda es el estado de oscilación de la mente respecto a la afirmación y la negación. Cuando el sujeto duda, prefiere no afirmar ni negar; no pro- nuncia un juicio. La proposición que se le enfrenta podrá ser absolutamente verdadera, pero el sujeto no encuentra razones para hacerla suya; más bien ve razones en pro y en contra de ellas. Se distinguen varios tipos de duda: 1) Parcial: se suspenden algunos juicios. 2) Universal: se suspenden todos los juicios. 3) Metódica: como un medio para llegar a la ver dad. 4) Escéptica: como un fin en sí misma. 5) Real: efectivamente vivida. 6) Ficticia: como una suposición. Evidentemente, la duda tiene un papel en la búsqueda de la verdad científica. Es necesario dudar cuando no se tienen razones suficientes para afir- mar algo. La investigación científica es un modo de salir de la duda. Pero, en cambio, la duda del excép- tico es más bien una manifestación de debilidad y fracaso. c) La opinión es la afirmación de algo, pero con temor de errar. El sujeto con esta actitud se reserva la posibilidad de cambiar la afirmación por la nega- ción. Se trata de un estado menos imperfecto que la duda; en ésta todavía hay abstención de juicio; en la opinión ya se afirma, pero no con firmeza. En general, buen porcentaje de nuestros conoci- mientos cotidianos los poseemos en calidad de mera opinión. Naturalmente, aquí interviene el tempera- mento del sujeto: habrá unos más temerosos que otros, y también habrá individuos más exigentes para dar por cierto lo que se presenta a su conside- ración. Cuando se percibe una mera posibilidad, se esta- blece el juicio dentro de la duda. Cuando se percibe una probabilidad, entonces ya se pasa de la duda a la opinión. Y por fin, cuando se capta la evidencia, entonces se coloca el sujeto en la certeza. d) El error consiste en considerar lo verdadero como falso, y viceversa. Lo peor del caso es que mientras permanece en el error la persona no se da cuenta de ello, sino que mantiene una situación de seguridad, que en el fondo es una falsa certeza, da- do que no hubo motivos suficientes para ello. El error suele tener causas psicológicas y causas morales. Las causas psicológicas consisten en la debilidad natural del Metódica: como un medio para llegar a la verdad. Evidentemente, la duda tiene un papel en la búsqueda de la verdad científica. Es necesario dudar cuando no se tienen razones suficientes para afir- mar algo. La investigación científica es un modo de salir de la duda. Pero, en cambio, la duda del excép- tico es más bien una manifestación de debilidad y fracaso. La opinión es la afirmación de algo, pero con te- mor de errar. El sujeto con esta actitud se reserva la posibilidad de cambiar la afirmación por la nega- ción. Se trata de un estado menos imperfecto que la duda; en ésta todavía hay abstención de juicio; en la opinión ya se afirma, pero no con firmeza. En general, buen porcentaje de nuestros conoci- mientos cotidianos los poseemos en calidad de mera opinión. Naturalmente, aquí interviene el tempera- mento del sujeto: habrá unos más temerosos que otros, y también habrá individuos más exigentes para dar por cierto lo que se presenta a su conside- ración. Cuando se percibe una mera posibilidad, se esta- blece el juicio dentro de la duda. Cuando se percibe una probabilidad, entonces ya se pasa de la duda a la opinión. Y por fin, cuando se capta la evidencia, entonces se coloca el sujeto en la certeza. El error consiste en considerar lo verdadero como falso, y viceversa. Lo peor del caso es que mientras permanece en el error la persona no se da cuenta de ello, sino que mantiene una situación de seguridad, que en el fondo es una falsa certeza, dado que no hubo motivos suficientes para ello. El error suele tener causas psicológicas y causas morales. Las causas psicológicas consisten en la debilidad natural del juicio nos remite a un ser que de alguna manera es señalado por nuestro pensa- miento. Por tanto, la verdad del juicio existencial no puede ser detectada y confirmada, si no es en con- tacto con ese ser que se pretende expresar. Aquí es donde se da la verdad formal, ya definida como ade- cuación de la mente con la realidad. El juicio es ver- dadero en tanto que expresa un ser real. Elfunda- mento para determinar si un juicio es verdadero es la misma realidad. Nos encontramos, pues, con la ineludible necesi- dad de confrontar nuestros juicios con la realidad para aceptar unos y desechar otros. El método científico es precisamente el encargado de indicar- nos cuál es el procedimiento que nos asegure una buena selección de juicios. La observación y la expe- rimentación son los medios que utiliza el método científico para poder confrontar su acervo de propo- siciones. Es oportuno señalar que, de acuerdo con algunos pensadores (Karl Popper, en especial) lo apropiado no es verificar, sino falsar una proposición.' Esto significa, de acuerdo con este autor, que en el fondo siempre existe la posibilidad de desechar alguna proposición que ya se había aceptado como verdade- ra. El acrecentamiento de la ciencia, gracias a la investigación, produce nuevas hipótesis que otor- gan una mejor explicación del fenómeno estudiado. Con esto, el científico se ve en la necesidad de des- echar o de corregir sus tesis anteriores. Las nuevas hipótesis, a su vez, también corren el mismo riesgo de ser desechadas ante futuras investigaciones. Por tanto, de lo que podemos estar seguros, es de la fal- sedad de algunas tesis o hipótesis propuestas, pero jamás podremos asegurar una verdad definitiva en ninguna proposición. De aquí surge la idea de la falsación en lugar de la verificación. En otros términos, de acuerdo con Popper, el científico debe formular sus hipótesis en forma tal que siempre sea posible contrastarlas con los fenó- menos reales, y, además, debe inventar experimen- tos en donde ponga a prueba sus tesis así formula- das. Si el experimento da al traste con la hipóte‑ sis, se llega a una certeza, la de la falsedad de la hipóte- sis. Pero, si los experimentos no refutan la hipótesis, lo más que se puede concluir es que la hipótesis se ha mantenido incólume hasta ahora, sin que sea posible garantizar una. incolumidad permanente para el futuro. He aquí el resultado de la falsación, señalar las hipótesis falsas, y mantener en reserva las hipótesis que aparentemente resultan verdade- ras. Todo esto es un colorario de algunas tesis bási- cas de Popper, como la que rechaza el valor de la inducción; de donde concluye que la ciencia, en el fondo, es una simple conjetura. Por mi parte, pienso que mi crítica al concepto como una reducción de lo conocido, también propor- ciona la misma conclusión: no podemos aspirar a una adecuación plena con la realidad, dado que el concepto no puede, por su propia naturaleza, llenar esa función de adecuación con la idea conocida, y mucho menos con la realidad rica en facetas aún no captadas por la idea. Son, pues, tres planos que pueden representarse como tres círculos concéntricos: el mayor es el círculo o plano de la realidad, inagotable en aspec- tos, desbordante en fenómenos y combinaciones. El segundo círculo, más pequeño, contenido en el ante- rior, es cl de nuestras ideas, que sólo captan algu- nos aspectos, estructuras y significados que se dan en la realidad. El tercer círculo es mucho más pe- queño; es el de nuestros conceptos, que aspiran a expresar lo conocido en las ideas, pero logran pro- porcionar algunos datos, bastante exiguos, en una proporción semejante a la del esqueleto, que expresa sólo ciertos rasgos del cuerpo humano. Por otro camino, pues, obtengo una conclusión semejante a la de Popper: nuestro conocimiento es sólo una aproximación asintótica a la realidad, siempre es falsablc, no hay una adecuación comple- ta entre la ciencia objetiva (expresada en conceptos) y la realidad. Sin embargo, es importante insistir en que de aquí no se sigue el escepticismo. Lo obtenido en el conocimiento conceptual es ya una aproximación suficientemente eficaz como para producir la técnica que actualmente conocemos. Esto no suprime la necesidad de afinar cada vez mejor nuestros para- digmas acerca de la realidad. APÉNDICE 2.3. LA FILOSOFÍA ES UNA CIENCIA Por lo dicho hasta ahora, resulta que también la Filosofía es una ciencia, puesto que sus característi- cas encajan perfectamente en la causa material y la causa formal que hemos aplicado como propias de todo conocimiento científico. Veamos esto con mayor detenimiento. Cuando se habla de ciencia en la actualidad, suele pensarse casi exclusivamente en las ciencias de la naturaleza, tales como la Física, la Química y la Biología. Pero el caso es que existen otras discipli- nas que también cumplen con los requisitos de una ciencia, tales como la Historia, las Matemáticas, la Sociología y la Antropología, aun cuando algunas de ellas apenas se manifiestan en los inicios de su ma- durez. La Filosofía ha sido, cronológicamente hablando, la primera ciencia que se ha establecido como tal. Es, pues, la más antigua entre los saberes científi- cos, aunque tal parece que los científicos modernos pretenden desbancarla de su puesto central. Para mostrar que la Filosofía es una ciencia, basta anali- zar sus características y hacer notar de qué manera quedan incluidas en nuestro concepto de ciencia. La Filosofía, igual que toda ciencia, es un con- junto de leyes, principios y conceptos que conectan distintos elementos de la realidad para explicarlos y para regirlos. Veamos algunos ejemplos. Es muy conocido el principio de contradicción, propio de la rama filosófica que se llanca Lógica: "Un mismo pre- dicado no puede afirmarse y negarse con respecto a un mismo sujeto, al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto". También son conocidos algunos principios éticos como "Hay que hacer el bien y evitar el mal". Cada filósofo ha tenido cuidado de subrayar los principios e ideas clave de su propio sistema; por ejemplo, Kant señaló el imperativo categórico como un principio ético fundamental; Aristóteles explicó los principios metafísicos del acto y la potencia, y las cuatro causas de los entes (que, por cierto, estamos utilizando en nuestro análisis de lo que es una cien- cia); Platón describió hasta la saciedad su teoría de las ideas (paradigmas universales); Descartes nos proporcionó unas famosas reglas del pensamiento; Hegel nos habló del método dialéctico; Husserl, del método fenomenológico; Heidegger distinguió el pla- no ontológico y el plano ondeo; Marcel señaló la dife- rencia entre ser y tener. Así sucesivamente, el conte- nido de la Filosofía es un sistema de leyes, concep- tos y principios que conectan y explican eI fenómeno real. Pero lo distintivo en la ciencia (habíamos explica- do) es su carácter paradigmático (universal y nece- sario). Y esto es precisamente lo que ha pretendido la Filosofía desde sus orígenes. Tanto la teoría de las ideas, como el imperativo categórico, y los diferentes métodos, reglas, planos y distinciones que nos han explicado los filósofos de cualquier época, tienen, como característica esencial, el hecho de que se han constituido como paradigmas de la realidad en su conjunto. Por esta razón, muchos filósofos han sido criticados como idealistas, pues manifiestan una inclinación muy fuerte hacia el pensamiento que han originado como explicación y modelo de la reali- dad que viven. Lo curioso es que también los filó- sofos que se dicen materialistas han creado paradig- mas de la realidad, es decir, ideas que pretenden ser modelos del fenómeno real, y todo esto a pesar de su fuerte adhesión al fenómeno material. Marx, por ejemplo, nos muestra el paradigma del capitalismo (modelo que —dicho entre paréntesis—, no ha sido seguido fielmente por ningún país capitalista) y cl modelo de una sociedad comunista (cuyas profecías tampoco se han dado en la realidad). Lo que principalmente distingue a la Filosofía con respecto a las demás ciencias es el tipo de fun- damentación que utiliza, por lo cual su método es eminentemente racional, hasta el grado de desechar el experimento y la estadística (no en general, sino tan sólo como procedimiento de su propia discipli- na). Sin embargo,esto no significa que la Filosofía deseche el dato empírico, lo cual sería absolutamen- te imposible, dado que allí se encuentra una raíz de los conceptos construidos por la mente. Como es fácil detectar, también la Matemática desecha el ex- perimento y, curiosamente, los principios matemáti- cos no se basan en inferencias estadísticas. Y no por esto la Matemática queda fuera del recinto científico. En consecuencia, pretender que sólo es científico aquel saber que se basa en el experimento y la es- tadística es perder de vista la característica esencial de la ciencia. Una cosa es lo formal, lo típico y pro- pio de la ciencia, y otra cosa muy diferente es el método con el cual se consigue ese paradigma de la realidad. Las ciencias pueden (y deben) diferir por razón de su método, con tal que conserven algo en común, que es su carácter paradigmático. En este libro nos dedicaremos especialmente al estudio del método aplicado en las ciencias de la naturaleza; y sólo a manera de apéndice explicare- mos con brevedad cuál es el método propio de la Filosofía, de la Matemática y de la Historia, que son ciencias regidas por una metodología un tanto sepa- rada del grueso tronco de las ciencias naturales, basadas principalmente en el experimento y la es- tadística. A propósito de la diversidad tan grande en los paradigmas que se han construido, es bueno aclarar que, además de las diferencias metodológicas, exis- ten otras importantes diferencias entre las ciencias, especialmente en lo que concierne al tipo de objetos estudiados y al tipo de explicación que se pretende aportar. Con lo cual se quiere decir que también es posible una semejanza o identidad de métodos, aun cuando se trate de dos ciencias diferentes. Y es que lo específico de una ciencia es su objeto formal (es decir, el aspecto especial y propio del tema estudia- do), del cual emanan algunas diferencias en el modo como se construye esa ciencia. El tema de la cons- trucción de la ciencia es la principal preocupación del siguiente capítulo.
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