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Más que un héroe

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Más que un héroe
Por el obispo W. Christopher Waddell
Primer Consejero del Obispado Presidente
Jesucristo no es solamente nuestro héroe, Él es nuestro Señor y Rey, el Salvador y Redentor de la
humanidad.
Desde 1856 hasta 1860, miles de pioneros Santos de los Últimos Días tiraron de carros de mano
con sus pertenencias por más de 1600 km (1000 millas) mientras viajaban al valle del Lago Salado.
En esta misma semana hace ciento sesenta y siete años, el 4 de octubre de 1856, el presidente
Brigham Young se sorprendió al enterarse de que dos compañías de carros de mano, dirigidas por
Edward Martin y James Willie, todavía estaban a cientos de kilómetros de Salt Lake, con el
invierno próximo a llegar1. Al día siguiente, no muy lejos de donde estamos reunidos hoy, el
presidente Young se puso frente a los santos y declaró: “Muchos de nuestros hermanos y hermanas
están en las planicies con carros de mano, y debemos traerlos aquí […]; vayan y traigan ahora a esa
gente que se encuentra en las planicies”2 .
Tan solo dos días después, los primeros grupos de rescate partieron en busca de los pioneros de
carros de mano.
Un miembro de la compañía Willie describió la desesperada situación en la que se encontraban
antes de la llegada del equipo principal de rescate. Él relató: “[Justo] cuando parecía que todo
estaba perdido y que no había más razones para vivir […], como un relámpago desde un cielo
despejado, Dios contestó nuestras oraciones. Divisamos a un grupo de rescate que traía alimentos y
provisiones […]; cómo le dimos gracias a Dios por nuestro rescate”3.
Quienes los rescataron fueron héroes para los pioneros; pusieron su propia vida en riesgo en
condiciones climatológicas extremas para llevar a todos los que fuera posible a salvo a casa. Uno
de esos héroes fue Ephraim Hanks.
A mediados de octubre y sin saber de la situación de los carros de mano, Hanks regresaba a su casa
en Salt Lake después de un viaje, cuando, durante la noche, una voz lo despertó diciendo: “La
gente de los carros de mano está en di�cultades y te necesitan; ¿irás y los ayudarás?”.
Con esa pregunta resonando en su mente, se apresuró a regresar a Salt Lake City. Y, al enterarse de
la petición del presidente Heber C. Kimball de voluntarios adicionales, Hanks salió al rescate al
día siguiente, por su propia cuenta. Rápidamente, pasó a personas que ya estaban en camino al
rescate, y al llegar a donde estaba la compañía de Martin, Hanks relató: “Lo que vi al entrar en el
campamento nunca se podrá borrar de mi memoria […], [y] fue su�ciente para conmover al
corazón más duro”4.
Ephraim Hanks pasó días yendo de una tienda a otra bendiciendo a los enfermos. Él relató que “en
muchas ocasiones, cuando bendecíamos a los enfermos y reprendíamos a las enfermedades en el
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nombre del Señor Jesucristo, los enfermos se reanimaban de inmediato; eran sanados casi al
instante”5. Ephraim Hanks siempre será un héroe para esos pioneros de carros de mano.
De manera similar a ese rescate extraordinario, los acontecimientos que in�uyen en nuestras vidas e
incluso en el curso de la historia a menudo son el resultado de las decisiones y los logros
individuales de hombres y mujeres, como grandes artistas, cientí�cos, líderes empresariales y
políticos. A menudo se honra a estas extraordinarias personas como héroes, con monumentos y
sitios conmemorativos construidos en homenaje a sus hazañas.
De pequeño, mis primeros héroes fueron atletas. Mis primeros recuerdos son de coleccionar tarjetas
de béisbol con las fotos y estadísticas de los jugadores de béisbol de las Grandes Ligas. La
“adoración a héroes” cuando se es niño puede ser divertida e inocente, como cuando los niños se
disfrazan de su superhéroe favorito para Halloween. Aunque admiramos y respetamos a muchos
hombres y mujeres talentosos y extraordinarios por sus habilidades y contribuciones, el grado en
que son venerados, si se lleva a un exceso, puede ser el equivalente a los hijos de Israel adorando a
un becerro de oro en el desierto de Sinaí.
Como adultos, lo que antes era una diversión inocente de la infancia puede convertirse en una
piedra de tropiezo cuando la “adoración a héroes” políticos, blogueros, in�uencers, atletas o
músicos nos hace “traspasar lo señalado”6 y perder de vista lo que es verdaderamente esencial.
Para los hijos de Israel, el desafío no fue el oro que llevaban consigo en su viaje a la tierra
prometida, sino más bien lo que permitieron que el oro llegara a ser: un ídolo, el cual se convirtió
en el objeto de su adoración, apartando su atención de Jehová, quien había dividido las aguas del
mar Rojo y los había librado de la servidumbre. Su enfoque en el becerro afectó su capacidad de
adorar al verdadero Dios7.
El héroe, nuestro héroe, ahora y siempre, es Jesucristo; y cualquier cosa o persona que nos distraiga
de Sus enseñanzas, como se encuentran en las Escrituras y por medio de las palabras de los profetas
vivientes, puede in�uir negativamente en nuestro progreso en la senda de los convenios. Antes de la
creación de este mundo, miramos hacia Jesucristo cuando quedó claro que el plan propuesto por el
Padre Celestial, el cual incluía la oportunidad de progresar y llegar a ser como Él, estaba siendo
cuestionado.
Jesucristo no fue solamente el líder en la defensa del plan de nuestro Padre, sino que también
desempeñaría la función más crucial en su implementación. Él respondió al Padre y se ofreció a Sí
mismo “en rescate por todos”8 a �n de pagar una deuda que cada uno de nosotros incurriría por el
pecado, pero que no podríamos pagar por nosotros mismos.
El presidente Dallin H. Oaks ha enseñado: “[Jesucristo] ha hecho todo lo que es esencial para
nuestra travesía por la vida terrenal hacia el destino señalado en el plan de nuestro Padre
Celestial”9.
En el Jardín de Getsemaní, cuando se enfrentó a tan abrumadora tarea, el Salvador dijo
valientemente: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, y procedió a tomar sobre Sí la suma de los
dolores, las enfermedades y el sufrimiento por los pecados de todos los que vivirían10. En un acto
perfecto de obediencia y entrega, Jesucristo completó el acto supremo y heroico de toda la
creación, culminando en Su gloriosa Resurrección.
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En la conferencia general más reciente, el presidente Russell M. Nelson nos recordó: “Sean cuales
sean las preguntas o los problemas que tengan, la respuesta siempre se halla en la vida y las
enseñanzas de Jesucristo. Aprendan más sobre Su Expiación, Su amor, Su misericordia, Su doctrina
y Su Evangelio restaurado de sanación y progreso. ¡Acudan a Él! ¡Síganlo!”11 y yo agregaría:
“Elíjanlo”.
En nuestro complejo mundo, puede ser tentador acudir a los héroes de la sociedad en un esfuerzo
por dar claridad a la vida cuando esta puede parecer confusa o abrumadora. Compramos la ropa
que patrocinan, aceptamos la política que promueven y seguimos las sugerencias que comparten en
las redes sociales. Esto podría estar biencomo una distracción temporal, pero debemos estar
atentos a que esta forma de adoración de héroes no se convierta en nuestro becerro de oro. Elegir
al héroe correcto tiene consecuencias eternas.
Cuando nuestra familia llegó a España para comenzar nuestro servicio como líderes de misión,
encontramos una cita enmarcada que dio el élder Neal A. Maxwell y que tiene relevancia con
respecto a los héroes que elegimos seguir. Él dijo: “Si no han elegido el Reino de Dios por sobre
todas las cosas, al �nal no importará lo que hayan elegido en su lugar”12 . Hermanos y hermanas, es
al elegir a Jesucristo, el Rey de reyes, que elegimos el Reino de Dios. Cualquier otra opción equivale
a elegir el brazo de la carne, o un becerro de oro, y �nalmente eso fallará para nosotros.
En el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, leemos el relato de Sadrac, Mesac y Abed-nego,
quienes claramente sabían qué héroe elegir, y no era ninguno de los dioses del rey Nabucodonosor.
Con con�anza ellos declararon:
“Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente […].
“Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que
has levantado”13.
Como enseñó el apóstol Pablo, “hay muchos dioses”14 y, puedo añadir, muchos héroes, ante
quienes se nos invita a inclinarnos, adorar y aceptar; pero tal como lo sabían los tres amigos de
Daniel, solo hay Uno que tiene la garantía de librar, porque Él ya lo ha hecho y siempre lo hará.
Para nosotros en nuestro viaje de regreso a la presencia de Dios, a nuestra tierra prometida, el
problema no es el político, el músico, el atleta o el videobloguero, sino, más bien, decidir
permitirles que se conviertan en los objetos principales de nuestra atención y enfoque, en lugar de
que lo sea nuestro Salvador y Redentor.
Lo elegimos a Él, a Jesucristo, cuando elegimos honrar Su día, ya sea que estemos en casa o
viajando de vacaciones. Lo elegimos a Él cuando elegimos Sus palabras en las Escrituras y en las
enseñanzas de los profetas vivientes. Lo elegimos a Él cuando elegimos tener una recomendación
para el templo y vivimos dignos de su uso. Lo elegimos a Él cuando somos paci�cadores y
rehusamos ser contenciosos, “especialmente cuando tenemos diferencias de opinión”15.
Ningún líder ha demostrado jamás más valor, ningún benefactor ha demostrado más bondad,
ningún médico ha curado más enfermedades y ningún artista ha sido más creativo que Jesucristo.
En un mundo de héroes, con monumentos y museos dedicados a las hazañas de hombres y mujeres
mortales, hay Uno que está por encima de todos los demás. Testi�co que Jesucristo no es solamente
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nuestro héroe; Él es nuestro Señor y Rey, el Salvador y Redentor de la humanidad. En el nombre
de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Entre los estudios dedicados a las compañías de carros de mano de Willie y Martin se
encuentran: LeRoy R. y Ann W. Hafen, Handcarts to Zion: �e Story of a Unique Western
Migration, 1856–1860, 1960; Rebecca Cornwall y Leonard J. Arrington, Rescue of the 1856
Handcart Companies, 1981; Howard K. y Cory W. Bangerter, Tragedy and Triumph: Your
Guide to the Rescue of the 1856 Willie and Martin Handcart Companies, 2da edición, 2006; y
Andrew D. Olsen, �e Price We Paid: �e Extraordinary Story of the Willie and Martin
Handcart Pioneers, 2006.
2. Brigham Young, “Remarks”, Deseret News, 15 de octubre de 1956, pág. 252.
3. John Oborn, “Brief History of the Life of John Oborn, Pioneer of 1856”, pág. 2, en las
remembranzas y diario de John Oborn, alrededor de 1862–1901, Biblioteca de Historia
de la Iglesia, Salt Lake City.
4. Historia narrada de Ephraim K. Hanks en Andrew Jenson, “Church Emigration”,
Contributor, marzo de 1893, págs. 202–203.
5. Hanks, en Jenson, “Church Emigration”, pág. 204.
6. Jacob 4:14.
7. Véase Éxodo 32.
8. 1 Timoteo 2:6; véase también Mateo 20:28.
9. Dallin H. Oaks, “¿Qué ha hecho nuestro Salvador por nosotros?”, Liahona, mayo de
2021, pág. 75.
10. Véase Lucas 22:39–44.
11. Russell M. Nelson, “La respuesta siempre es Jesucristo”, Liahona, mayo de 2023,
pág. 127.
12. Atribuido a William Law, clérigo del siglo XVIII y citado en Neal A. Maxwell,
“Respuesta a un llamamiento”, Liahona, noviembre de 1974, pág. 45.
13. Véase Daniel 3:13–18.
14. 1 Corintios 8:5.
15. Russell M. Nelson, “Se necesitan paci�cadores”, Liahona, mayo de 2023, pág. 98.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/jacob/4.14?lang=spa#p14
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/ot/ex/32?lang=spa
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/1-tim/2.6?lang=spa#p6
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/matt/20.28?lang=spa#p28
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2021/04/35oaks?lang=spa&para=2#p2
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/luke/22.39-44?lang=spa#p39
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2023/04/58nelson?lang=spa&para=8#p8
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/ot/dan/3.13-18?lang=spa#p13
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/1-cor/8.5?lang=spa#p5
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2023/04/47nelson?lang=spa&para=7#p7

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