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WALTON,_John_H_2018_El_Mundo_Perdido

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“¿Puede	 una	 interpretación	 de	 Génesis	 2-3	 ser	 fiel	 al	 texto	 bíblico	 y	 estar
respaldada	por	las	afirmaciones	más	legítimas	de	la	ciencia?	¿Puede	uno	exaltar
los	 relatos	 de	 la	 creación	 y	 caída	 de	 Adán	 y	 Eva	 a	 la	 luz	 de	 todos	 los
paralelismos	parciales	en	otras	literaturas	antiguas	del	Cercano	Oriente	y	seguir
creyendo	 en	 la	 inerrancia	 de	 las	 Escrituras?	 John	 Walton	 muestra	 que	 la
respuesta	a	ambas	preguntas	es	un	rotundo	‘sí’.	Ya	sea	que	se	esté	de	acuerdo	o
no	 con	 cada	 detalle	 de	 la	 interpretación	 de	 Walton,	 se	 tiene	 que	 admirar	 la
brillantez,	 claridad	 y	 sensibilidad	 de	 su	 enfoque.	 Esta	 es	 una	 lectura	 obligada
para	cualquiera	que	piense	que	tiene	que	elegir	entre	la	fe	y	la	ciencia”.	Craig	L.
Blomberg,	Profesor	Distinguido	de	Nuevo	Testamento,	Denver	Seminary		
——o——	
	
John	 H.	 Walton	 (PhD,	 Hebrew	 Union	 College)	 es	 profesor	 de	 Antiguo
Testamento	en	Wheaton	College	y	Gradúate	School.	Anteriormente	fue	profesor
de	Antiguo	Testamento	en	el	Moody	Bible	 Institute	en	Chicago	durante	veinte
años.	 A	 parte	 de	 El	mundo	 perdido	 de	 Adán	 y	 Eva,	 algunos	 de	 los	 libros	 de
Walton	 incluyen	 El	 mundo	 perdido	 de	 las	 Escrituras,	 El	 mundo	 perdido	 del
Génesis	 Uno	 y	 El	 pensamiento	 antiguo	 del	 Cercano	 Oriente.	 La	 experiencia
ministerial	de	Walton	incluye	clases	en	la	iglesia	para	todas	las	edades,	estudios
bíblicos	 en	 la	 escuela	 secundaria	 y	 clases	 de	 escuela	 dominical	 para	 adultos,
además	 de	 servir	 como	maestro	 de	 “La	Biblia	 en	 90	 días”.	 John	 y	 su	 esposa,
Kim,	viven	en	Wheaton,	Illinois,	y	tienen	tres	hijos	adultos.	
EL	MUNDO	PERDIDO
DE	ADÁN	Y	EVA
	
Génesis	2-3	y	el	debate
de	los	orígenes	humanos	
	
	
	
JOHN	H.	WALTON
(2018)
	
Con	una	contribución
de	N.	T.	Wright
	
Contenido
Introducción
Proposición	1:	Génesis	es	un	documento	antiguo
Proposición	2:	En	el	mundo	antiguo	y	el	Antiguo	Testamento,	la	creación	se
enfoca	en	establecer	el	orden	mediante	la	asignación	de	roles	y	funciones
Proposición	3:	Génesis	1	es	un	relato	de	los	orígenes	funcionales,	no	de	los
orígenes	materiales
Proposición	4:	En	Génesis	1,	Dios	ordena	el	cosmos	como	un	espacio
sagrado
Proposición	5:	Cuando	Dios	establece	el	orden	funcional,	es	declarado
“bueno”
Proposición	6:	ʾādām’	es	usado	de	muchas	maneras	en	Génesis	1-5.
Proposición	7:	El	segundo	relato	de	la	creación	(Gen.	2:4-24)	puede	ser
visto	como	una	secuela	en	vez	de	una	recapitulación	del	día	sexto	del
primer	relato	(Gen.	1:1-2:3)
Proposición	8:	“Formar	del	polvo”	y	“hacer	de	la	costilla”	son	afirmaciones
arquetípicas	y	no	afirmaciones	de	orígenes	materiales
Proposición	9:	Los	relatos	de	formación	de	humanos	en	el	antiguo	Oriente
Próximo	son	arquetípicos,	así	que	no	sería	extraño	para	los	israelitas	pensar
en	esos	términos...
Proposición	10:	El	Nuevo	Testamento	está	más	interesado	en	Adán	y	Eva
como	arquetipos	que	como	progenitores	biológicos
Proposición	11:	Aunque	parte	del	interés	bíblico	en	Adán	y	Eva	es
arquetípico,	ellos	son	personas	reales	que	existieron	realmente	en	el	pasado
Proposición	12:	Adán	es	designado	como	sacerdote	en	el	espacio	sagrado
con	Eva	como	su	ayuda
Proposición	13:	El	jardín	es	una	imagen	usada	en	el	antiguo	Oriente
Próximo
Proposición	14:	La	serpiente	habría	sido	vista	como	una	criatura	de	caos
que	promueve	el	desorden	desde	el	reino	no	ordenado
Proposición	15:	Adán	y	Eva	eligieron	hacerse	el	centro	del	orden	y	la
fuente	de	sabiduría,	dejando	entrar	así	el	desorden	en	el	cosmos
Proposición	16:	Actualmente	vivimos	en	un	mundo	con	no-orden,	orden	y
desorden
Proposición	17:	Todas	las	personas	están	sujetas	al	pecado	y	a	la	muerte
debido	al	desorden	en	el	mundo,	no	debido	a	la	genética
Proposición	18:	Jesús	es	la	piedra	angular	del	plan	de	Dios	para	solucionar
el	desorden	y	perfeccionar	el	orden
Proposición	19:	El	uso	de	Adán	por	parte	de	Pablo	está	más	interesado	en	el
efecto	del	pecado	sobre	el	cosmos	que	en	el	efecto	del	pecado	sobre	la
humanidad,	y	no	tiene	nada	que	decir	sobre	los	orígenes	humanos.	Incluye
un	excurso	de	N.	T.	Wright	sobre	el	uso	de	Adán	por	parte	de	Pablo
Proposición	20:	No	es	esencial	que	todas	las	personas	desciendan	de	Adán
y	Eva
Proposición	21:	Los	humanos	pueden	ser	vistos	como	criaturas	distintas	y
una	creación	especial	de	Dios,	incluso	si	hubo	continuidad	material
Conclusión	y	Resumen
Glosario
Lectura	recomendada
Notas
	
Introducción
	
De	las	controversias	modernas	a	las	que	se	enfrenta	actualmente	la	iglesia,	una
de	las	más	acaloradas	y	prominentes	se	refiere	a	la	relación	de	la	Biblia	con	la
ciencia	en	general	y	con	los	orígenes	humanos	en	particular.	¿Existe	un	conflicto
esencial	e	inherente	entre	las	afirmaciones	de	la	Biblia	y	el	consenso	científico
actual	 sobre	 los	 orígenes	 humanos	 (un	 consenso	 que	 incluye	 la	 evolución
biológica,	el	antepasado	común,	 la	genómica	comparativa,	el	 registro	fósil	y	 la
antropología,	por	nombrar	sólo	algunos	de	los	principales	contribuyentes)?
Es	verdad	que	 la	ciencia	está	cambiando	por	 lo	menos	en	pequeñas	cosas
todo	 el	 tiempo,	 y,	 en	 contraste,	 es	 fácil	 pensar	 que	 la	 Biblia	 es	 estática	 e
inmutable.	Aunque	la	Biblia	misma	no	cambia,	nos	damos	cuenta	de	que	nuestra
interpretación	de	la	Escritura	es	mucho	más	dinámica,	y	que	la	forma	resultante
de	la	teología	está	sujeta	a	una	constante	reevaluación	(más	en	el	perímetro	que
en	el	núcleo).	Dos	milenios	de	historia	de	la	iglesia	han	sido	testigos	de	algunas
diferencias	 dramáticas	 en	 la	 hermenéutica,	 algunas	 controversias	 teológicas
profundamente	arraigadas	(algunas	opciones	desechadas	por	heréticas,	otras	que
traen	 grandes	 divisiones	 y	 otras	 que	 se	 mantienen	 lado	 a	 lado)	 y	 algunos
desacuerdos	 sustanciales	 sobre	 la	 interpretación	 de	 pasajes	 particulares.	 La
historia	 de	 la	 interpretación	 de	 Génesis	 1-3	 en	 particular	 es	 todo	 menos
monolítica	o	de	una	sola	pieza,	y	ni	la	doctrina	ni	la	exégesis	se	caracterizan	por
una	 homogeneidad	 completa.	 Este	 hecho	 puede	 observarse	 incluso	 en	 los
primeros	períodos.
	
Un	rasgo	que	queda	claro,	incluso	a	partir	de	un	estudio	superficial	de	este	período	[el	primer
par	de	siglos	después	de	Cristo]:	no	encontramos	una	 lectura	unívoca	ni	un	método	único…
Sin	 embargo,	 encontramos	 un	 patrón	 de	 lectura	 consistente	 y	 coherente,	 cuyo	 carácter
teológico	es	considerablemente	diferente	al	de	la	corriente	dominante	moderna.
[1]
	
Esto	 significa	 que	 el	 cristianismo	 se	 ha	 visto	 obligado	 a	 contentarse	 con	 una
serie	 de	 alternativas	 sobre	 la	 mesa	 para	 interpretar	 los	 primeros	 capítulos	 del
Génesis.	Es	tristemente	cierto	que	algunos	han	adoptado	el	punto	de	vista	de	que
sólo	 su	 lectura	 parroquial	 particular	 es	 legítima	 para	 un	 cristiano	 “verdadero”.
Debemos	confesar	para	nuestra	propia	vergüenza	corporativa	que	incluso	se	ha
derramado	sangre.
Como	intérpretes	de	la	Escritura	y	como	teólogos,	somos	responsables	ante
el	 texto	bíblico.	Por	muy	 importantes	que	 sean	nuestras	 tradiciones	 teológicas,
ya	que	 las	 interpretaciones	 e	 incluso	 la	hermenéutica	 con	 la	que	 interpretamos
han	cambiado	a	lo	largo	de	los	siglos,	no	podemos	rendir	cuentas	sin	reservas	a
la	 tradición	 en	 todos	 los	 niveles.	 Nuevas	 ideas	 y	 nueva	 información	 pueden
surgir	en	cualquier	momento.	Hace	varios	cientos	de	años,	el	acceso	renovado	a
las	lenguas	originales	tuvo	un	impacto	significativo	en	la	interpretación	bíblica.
En	las	últimas	décadas,	 la	disponibilidad	de	documentos	del	mundo	antiguo	ha
proporcionado	un	recurso	notable	para	nuestra	lectura	del	texto	bíblico.	No	nos
atrevamos	 a	 descuidar	 estas	 herramientas	 cuando	pueden	 contribuir	 de	manera
tan	significativa	a	nuestra	interpretación.
En	el	lado	científico	de	la	ecuación,	los	últimos	150	años	también	han	sido
revolucionarios.	El	desarrollo	de	la	teoría	de	la	evolución	fue	sólo	el	principio,	y
la	emocionante	 información	disponible	a	partir	del	mapeo	del	genoma	humano
es	quizás	el	avance	más	reciente,	perociertamente	no	el	último,	que	proporciona
una	base	para	investigar	lo	que	podemos	aprender	sobre	los	orígenes	humanos.
Para	consternación	de	los	que	se	toman	en	serio	la	Biblia,	 los	diversos	campos
de	la	ciencia	se	utilizan	a	menudo	para	montar	ataques	contra	la	Biblia	y	contra
la	fe.	Desafortunadamente,	eso	ha	causado	que	algunos	se	vuelvan	despectivos	o
antagónicos	hacia	 la	ciencia.	Este	no	debe	ser	el	caso	de	 los	cristianos,	ya	que
afirmamos	la	importancia	de	la	revelación	especial	(en	la	Biblia	y	en	Jesús)	y	de
la	 revelación	 general	 (en	 el	 mundo	 que	 Dios	 ha	 creado	 y	 que	 la	 ciencia	 nos
ayuda	a	entender).	El	hecho	de	que	algunos	utilicen	la	ciencia	como	arma	contra
la	fe	no	es	razón	para	pensar	que	la	ciencia	o	los	científicos	son	el	problema.	La
filosofía	del	naturalismo	es	el	problema.	Después	de	 todo,	 la	misma	gente	que
usa	la	ciencia	como	arma	estaría	tan	inclinada	a	usar	la	Biblia	como	arma	contra
aquellos	 que	 la	 toman	 como	 la	 Palabra	 de	 Dios.	 Nuestra	 respuesta	 debe	 ser
simplemente	 tratar	 de	 explicar	mejor	 la	Biblia	 y	 dejarle	 claro	 a	 los	 intérpretes
abusadores	el	cómo	la	están	viendo	erróneamente.	Podemos	hacer	lo	mismo	con
la	ciencia.
En	este	 libro,	sostendré	que	 la	amenaza	percibida	que	plantea	el	consenso
actual	 sobre	 los	 orígenes	 humanos	 es	 exagerada.	 Ese	 consenso	 acepta	 los
principios	del	antepasado	común	y	la	teoría	evolutiva	como	la	explicación	de	la
existencia	de	toda	la	vida.	Aunque	no	debemos	aceptar	ciegamente	el	consenso
científico	 si	 sus	 resultados	 son	 cuestionables	 en	 cuanto	 a	 los	 principios
científicos,	podemos	llegar	a	la	conclusión	de	que,	independientemente	de	si	las
conclusiones	científicas	 resisten	 la	prueba	del	 tiempo	o	no,	no	 representan	una
amenaza	 para	 la	 creencia	 bíblica.	 Sin	 embargo,	 es	 cierto	 que	 la	 percepción	 de
conflicto	no	es	infrecuente.
Teniendo	 esto	 en	 cuenta,	 no	 prestaré	 mucha	 atención	 a	 la	 cuestión	 de	 la
legitimidad	de	las	afirmaciones	científicas.	En	su	lugar,	voy	a	realizar	una	lectura
detallada	 de	 la	 Biblia	 como	 un	 documento	 antiguo	 y	 como	 Escritura	 para
explorar	las	afirmaciones	que	hace.	El	enfoque	será	Génesis,	pero	yo	pondré	el
canon	 completo	 bajo	 consideración.	 No	 trataré	 de	 aislar	 la	 respuesta	 o
interpretación	correcta,	sino	que	trataré	de	mostrar	que	hay	lecturas	fieles	de	la
Escritura	que,	si	bien	pueden	diferir	un	poco	de	algunas	lecturas	tradicionales	del
pasado,	encuentran	apoyo	en	el	texto	y	son	compatibles	con	lo	que	encontramos
en	 el	 contexto	 del	 antiguo	 Oriente	 Próximo,	 así	 como	 con	 algunos	 de	 los
descubrimientos	 científicos	 más	 recientes.	 Al	 mismo	 tiempo,	 se	 mantiene	 el
amplio	 espectro	 de	 la	 teología	 central:	 la	 autoridad	 de	 la	 Escritura,[2]	 el	 papel
íntimo	y	activo	de	Dios	como	Creador	sin	importar	los	mecanismos	que	usó	o	el
tiempo	que	tomó,	que	la	creación	material	fue	ex	nihilo,	que	todos	hemos	sido
creados	por	Dios,	y	que	hubo	un	momento	en	el	tiempo	en	que	el	pecado	entró	al
mundo,	por	lo	tanto	necesitando	de	salvación.
No	estamos	obligados	a	poner	la	Biblia	en	conformidad	ni	con	su	contexto
cultural	 ni	 con	 la	 ciencia	moderna,	 pero	 si	 una	 interpretación	del	Génesis,	 por
ejemplo,	 coincide	 con	 lo	 que	 encontramos	 como	 característico	 del	 mundo
antiguo	o	con	lo	que	parecen	ser	conclusiones	científicas	sólidas,	mucho	mejor.
Incluso	en	un	enfoque	basado	en	la	Biblia	(en	contraste	con	un	enfoque	basado
en	 la	 ciencia	 o	 incluso	 en	 la	 extrabíblica),	 podemos	 estar	 atentos	 al	 mundo
antiguo	o	a	la	ciencia	moderna	sin	comprometer	nuestras	convicciones	acerca	de
la	 Biblia.	 Ya	 sea	 información	 de	 la	 literatura	 del	 mundo	 antiguo	 o	 nuevos
conocimientos	 de	 la	 investigación	 científica	 podrían	 llevarnos	 a	 regresar	 a	 la
Biblia	 para	 reconsiderar	 nuestras	 interpretaciones.	 Esto	 no	 significa	 que
obliguemos	ciegamente	a	que	el	 texto	se	ajuste	a	 la	demanda	de	otros	campos.
La	Biblia	debe	conservar	su	autonomía	y	hablar	por	sí	misma.	Pero	eso	también
debe	 ser	 cierto	 cuando	 mantenemos	 las	 interpretaciones	 tradicionales	 de	 la
Biblia.	 El	 texto	 bíblico	 debe	 conservar	 su	 autonomía	 de	 nuestra	 tradición.
Debemos	estar	 siempre	dispuestos	 a	volver	 al	 texto	y	 considerarlo	 con	nuevos
ojos.	Ese	es	el	objetivo	de	este	libro.	Ciertamente	no	tengo	todas	las	respuestas,
pero	 impulsado	 por	 la	 nueva	 información	 del	 mundo	 antiguo	 y	 los	 nuevos
conocimientos	 de	 la	 ciencia	 moderna,	 vuelvo	 al	 texto	 bíblico	 para	 ver	 si	 hay
opciones	que	se	han	perdido	o	verdades	que	se	han	sumergido	bajo	la	superficie
congelada	 de	 lecturas	 tradicionales.	No	 tengo	 intención	 de	 socavar	 la	 teología
tradicional:	 trabajo	 desde	 una	 firme	 convicción	 acerca	 de	 la	 autoridad	 de	 la
Escritura	 y	 de	 aquellas	 tradiciones	 que	 han	 sido	 construidas	 sobre	 la
interpretación	 de	 la	 Escritura.	 Pero	 dentro	 de	 nuestro	 marco	 teológico,	 hay
mucho	espacio	para	leer	el	texto	de	nuevo	y	quizás	incluso	para	sorprenderse.
	
	
Proposición	1
	
Génesis	es	un	documento	antiguo
	
	
La	autoridad	bíblica	está	inseparablemente	ligada	a	la	intención	del	autor.	Dios
otorgó	 su	 autoridad	 a	 un	 autor	 humano,	 así	 que	 debemos	 considerar	 lo	 que	 el
autor	 humano	 pretendía	 comunicar	 si	 queremos	 entender	 el	 mensaje	 de	 Dios.
Dos	 voces	 hablan,	 pero	 el	 autor	 humano	 es	 nuestra	 puerta	 de	 entrada	 a	 la
habitación	del	significado	y	mensaje	de	Dios.	Eso	significa	que	cuando	leemos
Génesis,	estamos	leyendo	un	documento	antiguo	y	deberíamos	empezar	por	usar
sólo	 las	 suposiciones	 que	 serían	 apropiadas	 para	 el	 mundo	 antiguo.	 Debemos
entender	cómo	pensaban	los	antiguos	y	qué	ideas	subyacen	en	su	comunicación.
[3]
En	cierto	sentido,	todo	acto	exitoso	de	comunicación	se	logra	por	medio	de
varios	grados	de	acomodación	por	parte	del	comunicador,	pero	sólo	por	el	bien
de	 la	 audiencia	 que	 él	 o	 ella	 tiene	 en	 mente.	 La	 acomodación	 debe	 cerrar	 la
brecha	 si	 el	 comunicador	 y	 la	 audiencia	 no	 comparten	 el	mismo	 idioma,	 o	 el
mismo	dominio	del	idioma,	la	misma	cultura	o	las	mismas	experiencias,	pero	no
esperamos	 que	 un	 comunicador	 acomode	 a	 una	 audiencia	 que	 él	 o	 ella	 no
conozca	o	 anticipe.	La	 comunicación	de	 alto	 contexto	 es	 la	 comunicación	que
tiene	lugar	entre	personas	con	información	privilegiada	en	situaciones	en	las	que
el	comunicador	y	la	audiencia	comparten	mucho	en	común.	En	tales	situaciones,
se	necesita	menos	acomodación	para	que	se	produzca	una	comunicación	efectiva
y,	 por	 lo	 tanto,	 es	 posible	 que	 no	 se	 diga	mucho	 de	 lo	 que	 una	 persona	 ajena
podría	necesitar	para	comprender	plenamente	la	comunicación.
Esto	se	ilustra	en	los	reportes	de	tráfico	que	escuchamos	constantemente	en
Chicago,	 donde	 las	 referencias	 a	 tiempos	 de	 viaje	 y	 lugares	 de	 problemas
asumen	 que	 el	 oyente	 tiene	 un	 conocimiento	 íntimo	 de	 las	 carreteras.	 Como
viajero	regular,	 creo	 que	 los	 informes	 de	 tráfico	 que	 ofrecen	 tiempos	 de	 viaje
desde	varios	puntos	y	la	identificación	de	tramos	en	los	que	se	puede	encontrar
congestión	son	muy	significativos.
Cuando	 se	 informa	de	 que	 se	 trata	 de	 un	 viaje	 de	 treinta	 y	 ocho	minutos
desde	 “la	 cueva”	 hasta	 “la	 encrucijada”	 y	 que	 está	 congestionado	 desde	 “el
deslizamiento	 hasta	 la	 curva	 de	 Nagle”,	 sé	 exactamente	 qué	 esperar.	 Sin
embargo,	 cuando	 los	 visitantes	 de	 fuera	 de	 la	 ciudad	 vienen,	 esta	 información
sólo	los	confunde.	No	saben	lo	que	es	el	deslizamiento	o	la	cueva	(ni	tampoco	lo
pueden	encontrar	en	un	mapa),	no	saben	cuán	lejos	están	estos	lugares	el	uno	del
otro,	y	no	saben	que	en	un	buen	día	se	puede	ir	de	la	cueva	a	la	encrucijada	en
unos	ocho	minutos.
Por	 el	 contrario,	 en	 la	 comunicación	 de	 bajo	 contexto,	 se	 necesitan	 altos
niveles	 de	 acomodación,	 ya	 que	 una	 persona	 con	 información	 privilegiada
intenta	 comunicarse	 con	 una	 persona	 de	 afuera	 o	 extranjera.Un	 informe	 de
tráfico	de	bajo	contexto	tendría	que	identificar	los	puntos	de	referencia	locales	y
las	horas	normales	de	tráfico	entre	ellos	para	los	oyentes	de	fuera	de	la	ciudad	o
los	 que	 no	 tienen	 experiencia.	 Estos	 serían	 informes	mucho	más	 largos.	 Si	 el
reportero	 de	 tráfico	 hace	 que	 el	 reporte	 sea	 comprensible	 para	 el	 visitante	 de
fuera	de	la	ciudad,	parecería	interminable	y	molesto	para	el	viajero	regular	al	que
busca	informar.
Yo	propongo	que,	en	la	Biblia,	Dios	ha	acomodado	al	comunicador	y	a	la
audiencia	 inmediata,	 empleando	 al	 comunicador	 en	 una	 comunicación	 de	 alto
contexto	apropiada	para	la	audiencia.	Así,	por	ejemplo,	un	profeta	y	su	audiencia
comparten	una	historia,	una	cultura,	un	 idioma	y	 las	 experiencias	de	 sus	vidas
contemporáneas.	 Cuando	 leemos	 la	 Biblia,	 entramos	 en	 el	 contexto	 de	 esa
comunicación	 como	 forasteros	 de	 bajo	 contexto	 que	 necesitan	 usar	 todas
nuestras	 herramientas	 inferenciales	 para	 discernir	 la	 naturaleza	 de	 la	 ilocución
del	comunicador	y	el	significado.	Tenemos	que	usar	la	investigación	para	llenar
toda	 la	 información	 que	 no	 tendría	 que	 ser	 dicha	 por	 el	 profeta	 en	 su
comunicación	 de	 alto	 contexto	 a	 su	 audiencia.	 Así	 es	 como	 nosotros,	 como
lectores	modernos,	debemos	interactuar	con	un	texto	antiguo.
Aquellos	 que	 toman	 la	Biblia	 seriamente	 creen	que	Dios	 ha	 inspirado	 las
locuciones	(palabras,	ya	sean	habladas	o	escritas)	que	el	comunicador	ha	usado
para	lograr	sus	ilocuciones[4]	(divino	+	autor	humano)	conjuntas	(que	conducen	a
una	 comprensión	 de	 las	 intenciones,	 afirmaciones	 y,	 en	 última	 instancia,	 del
significado),	 pero	que	 las	 locuciones	 fundacionales	 están	 ligadas	 al	mundo	del
comunicador.	 Es	 decir,	 Dios	 ha	 acomodado	 la	 comunicación	 de	 alto	 contexto
entre	 los	comunicadores	 implicados	y	su	audiencia	para	optimizar	y	facilitar	 la
transmisión	del	significado	a	través	de	una	ilocución	autoritativa.	La	inspiración
está	ligada	a	las	locuciones	(tienen	su	fuente	en	Dios);	las	ilocuciones	definen	el
camino	necesario	al	significado	que	puede	ser	definido	como	caracterizado	por
autoridad.
A	 veces	 nuestra	 distancia	 del	 comunicador	 antiguo	 puede	 significar	 que
malinterpretamos	 la	 comunicación	 debido	 a	 elementos	 que	 nos	 son	 ajenos,	 o
porque	 no	 compartimos	 formas	 de	 pensar	 con	 el	 comunicador.	 Los	 estudios
comparativos	 nos	 ayudan	 a	 comprender	 mejor	 la	 forma	 de	 los	 géneros
empleados	por	 los	autores	bíblicos	y	 la	naturaleza	de	sus	dispositivos	retóricos
para	no	confundir	estos	elementos	con	algo	que	nunca	 fueron.	Tal	ejercicio	no
compromete	 la	autoridad	de	 la	Escritura,	 sino	que	atribuye	autoridad	a	aquello
que	 el	 comunicador	 estaba	 comunicando	 en	 realidad.	 También	 necesitamos
estudios	comparativos	para	reconocer	los	aspectos	del	entorno[5]	cognitivo	de	los
comunicadores	que	nos	son	ajenos	y	leer	el	texto	a	la	luz	de	su	cosmovisión.
En	consecuencia,	estamos	obligados	a	respetar	el	texto	reconociendo	el	tipo
de	 texto	que	es	y	 la	naturaleza	del	mensaje	que	ofrece.	En	ese	 sentido,	hemos
reconocido	 desde	 hace	 mucho	 tiempo	 que	 la	 Biblia	 no	 es	 un	 libro	 de	 texto
científico.	Es	decir,	la	intención	de	Dios	no	es	enseñar	ciencia	o	revelar	ciencia.
El	revela	su	obra	en	el	mundo,	pero	no	revela	cómo	funciona	el	mundo.
Como	ejemplo	de	los	aspectos	extraños	del	entorno	cognitivo,	la	gente	en	el
mundo	 antiguo	 no	 tenía	 una	 categoría	 para	 lo	 que	 llamamos	 leyes	 naturales.
Cuando	 pensaban	 en	 la	 causa	 y	 el	 efecto,	 aunque	 podían	 hacer	 todas	 las
observaciones	 que	 nosotros	 hacemos	 (por	 ejemplo,	 cuando	 se	 empuja	 algo,	 se
mueve;	 cuando	 se	 deja	 caer	 algo,	 cae),	 estaban	 más	 inclinados	 a	 ver	 las
operaciones	 del	 mundo	 en	 términos	 de	 causa	 divina.	 Todo	 funcionaba	 de	 la
manera	 en	 que	 lo	 hacía,	 porque	 Dios	 lo	 estableció	 de	 esa	 manera	 y	 Dios
mantenía	ese	sistema.	Ellos	habrían	visto	el	cosmos	no	como	una	máquina	sino
como	 un	 reino,	 y	 Dios	 les	 comunicó	 acerca	 del	 mundo	 en	 esos	 términos.	 Su
revelación	a	ellos	no	estaba	enfocada	en	darles	una	comprensión	más	sofisticada
de	la	mecánica	del	mundo	natural.
Tampoco	ocultaba	información	de	ese	tipo	en	el	texto	para	que	los	lectores
posteriores	 la	 descubrieran.	 Una	 suposición	 por	 nuestra	 parte	 de	 que	 él	 no
tendría	 controles	 fiables.	 Por	 ejemplo,	 en	 los	 días	 en	 que	 creíamos	 en	 un
universo	de	estado	estacionario,	 la	gente	podía	fácilmente	haber	ido	a	la	Biblia
para	encontrar	confirmación	de	esa	ciencia.	Pero	hoy	en	día	no	creemos	que	la
teoría	del	estado	estacionario	sea	cierta.	Hoy	podríamos	pensar	que	encontramos
confirmación	del	Big	Bang	o	del	universo	en	expansión,	pero	tal	vez	algún	día
ya	no	las	consideremos	verdaderas.	Estos	enfoques	no	pueden	adoptarse	dentro
de	un	marco	de	autoridad.
De	 la	misma	manera,	 la	 autoridad	del	 texto	no	 se	 respeta	 cuando	 se	usan
declaraciones	 en	 la	 Biblia	 que	 son	 parte	 de	 la	 ciencia	 antigua	 como	 si	 fueran
descripciones	 de	 Dios	 del	 entendimiento	 científico	 moderno.	 Cuando	 el	 texto
habla	de	pensar	con	el	corazón	o	con	los	intestinos,	no	se	trata	de	proponer	ideas
científicas	que	debemos	confirmar	 si	de	verdad	queremos	 tomamos	en	serio	 la
autoridad	 bíblica.	No	 es	 necesario	 que	 intentemos	 proponer	 formas	 en	 las	 que
nuestros	 órganos	 de	 bombeo	 de	 sangre	 o	 nuestros	 sistemas	 digestivos	 estén
fisiológicamente	 implicados	 en	 los	 procesos	 cognitivos.	 Esto	 es	 simplemente
comunicación	en	el	contexto	de	la	ciencia	antigua.	De	la	misma	manera,	cuando
el	texto	habla	del	agua	debajo	del	firmamento	y	del	agua	arriba	del	firmamento
(Gen.	1:6)	no	tenemos	que	construir	un	sistema	cósmico	que	tenga	aguas	arriba	y
aguas	 abajo.	Todos	 en	 el	mundo	 antiguo	 creían	que	había	 aguas	 arriba	porque
cuando	 llovía	 el	 agua	 bajaba.	 Por	 lo	 tanto,	 cuando	 el	 texto	 bíblico	 habla	 de
“aguas	 que	 están	 arriba”	 (Génesis	 1:7),	 no	 está	 ofreciendo	 una	 revelación
autorizada	 de	 hechos	 científicos.	 Si	 concluimos	 que	 no	 hay,	 estrictamente
hablando,	 aguas	 arriba,	 no	 hemos	 identificado	 un	 error	 en	 las	 Escrituras.	Más
bien,	hemos	reconocido	que	Dios	confiere	la	autoridad	del	texto	en	otra	parte.	La
autoridad	está	ligada	al	mensaje	que	el	autor	intenta	comunicar	como	agente	de
la	 revelación	de	Dios.	Dios	se	ha	acomodado	al	mundo	del	antiguo	Israel	para
iniciar	 esa	 revelación.	 Por	 lo	 tanto,	 reconocemos	 que,	 aunque	 la	 Biblia	 está
escrita	 para	 nosotros	 (de	 hecho,	 para	 todos),	 no	 está	 escrita	 a	 nosotros.	 En	 su
contexto,	no	se	comunica	en	nuestro	 idioma;	no	se	dirige	a	nuestra	cultura;	no
anticipa	 las	 preguntas	 sobre	 el	 mundo	 y	 sus	 operaciones	 que	 se	 derivan	 de
nuestras	situaciones	y	problemas	modernos.
Si	leemos	las	ideas	modernas	en	el	texto,	eludimos	la	autoridad	del	texto	y
en	 efecto	 lo	 comprometemos,	 arrogándonos	 autoridad	 a	 nosotros	 mismos	 y	 a
nuestras	ideas.	Esto	es	especialmente	cierto	cuando	interpretamos	el	texto	como
si	 hiciera	 referencia	 a	 la	 ciencia	 moderna,	 de	 la	 que	 el	 autor	 y	 el	 público	 no
tenían	conocimiento.	El	texto	no	puede	significar	lo	que	nunca	significó.	Lo	que
el	 texto	 dice	 puede	 converger	 con	 la	 ciencia	 moderna,	 pero	 el	 texto	 no	 hace
afirmaciones	 autoritativas	 relacionadas	 con	 la	 ciencia	 moderna	 (por	 ejemplo,
algunas	afirmaciones	pueden	coincidir	con	la	cosmología	del	Big	Bang,	pero	el
texto	no	establece	con	autoridad	 la	cosmología	del	Big	Bang).	Lo	que	el	autor
quiso	 decir	 y	 lo	 que	 la	 audiencia	 entendió	 pone	 restricciones	 sobre	 qué
información	 tiene	 autoridad.	 La	 única	manera	 en	 que	 podemos	movernos	 con
certeza	más	allá	de	 lo	que	el	autor	del	Antiguo	Testamento	pretendía	es	si	otra
voz	 autoritaria	 (por	 ejemplo,	 un	 autor	 del	 Nuevo	 Testamento)	 nos	 da	 esa
extensión	de	significado.
Propongo	 en	 cambio	 que	 nuestras	 afirmaciones	 doctrinalessobre	 la
Escritura	 (autoridad,	 inerrancia,	 infalibilidad,	 etc.)	 se	 adhieran	 al	 mensaje
deseado	de	los	comunicadores	humanos	(tal	como	fue	dado	por	el	comunicador
divino).	Esto	no	quiere	decir	que	nosotros	creemos	todo	lo	que	ellos	creen	(ellos
creían	que	había	un	cielo	sólido)	sino	que	expresamos	nuestro	compromiso	con
el	acto	comunicativo.	Puesto	que	la	forma	de	su	mensaje	se	basa	en	su	idioma	y
cultura,	es	importante	diferenciar	entre	lo	que	los	comunicadores	pueden	inferir
que	 creen	 y	 el	 enfoque	 de	 sus	 enseñanzas.[6]	 Así	 que,	 por	 ejemplo,	 no	 es
sorprendente	 que	 Israel	 creyera	 en	 un	 cielo	 sólido	 y	 que	 Dios	 acomodara	 su
comunicación	 a	 ese	 modelo	 en	 su	 comunicación	 con	 Israel.	 Pero	 como	 el
mensaje	 del	 texto	 no	 es	 una	 afirmación	 de	 la	 verdadera	 forma	de	 la	 geografía
cósmica,	podemos	rechazar	esos	detalles	sin	poner	en	peligro	 la	autoridad	o	 la
inerrancia.	 Tal	 geografía	 cósmica	 está	 en	 el	 conjunto	 de	 creencias	 de	 los
comunicadores,	 pero	 se	 emplea	 en	 el	 marco	 de	 su	 comunicación,	 no	 en	 el
contenido	de	su	mensaje.	Las	creencias	pueden	ser	discernibles	específicamente
en	 la	 forma	 en	 que	 enmarcan	 sus	 ideas	 o,	 en	 general,	 en	 el	 contexto	 del
comunicador.	A	menudo	juzgamos	las	creencias	del	autor	sobre	su	mundo	como
irrelevantes	 o	 inmateriales	 para	 el	 mensaje	 del	 texto	 y,	 por	 lo	 tanto,	 no
relacionadas	con	la	autoridad	del	texto.	De	la	misma	manera,	la	idea	de	que	uno
piensa	con	las	entrañas	se	construye	en	las	expresiones	que	usa	y	en	las	creencias
de	 los	 comunicadores	 bíblicos,	 pero	 la	 intención	 reveladora	 no	 es	 hacer
afirmaciones	 sobre	 la	 fisiología	 o	 la	 anatomía.	En	 estos	 casos,	 yo	 diría	 que	 la
geografía	 cósmica	 y	 la	 anatomía/fisiología	 forman	 parte	 del	 marco	 de	 la
comunicación.	Dejar	 de	 lado	 estas	 ideas	 culturalmente	 vinculantes	 no	 pone	 en
peligro	el	mensaje	o	 la	 autoridad	del	 texto.	El	género	 también	 forma	parte	del
marco	de	la	comunicación	y,	por	lo	tanto,	está	vinculado	culturalmente.	Tenemos
que	 tener	en	cuenta	 los	aspectos	culturales	y	 la	 forma	del	género	antes	de	que
podamos	entender	 correctamente	 las	 intenciones	del	 comunicador.[7]	 En	 el	 otro
extremo	del	espectro,	una	vez	comprendido	el	mensaje,	no	podemos	pasarlo	por
alto	para	adoptar	sólo	una	aplicación	generalizada	(por	ejemplo,	“ama	a	Dios	y	a
tu	prójimo,	y	lo	harás	bien”)	que	desestime	como	acomodación	y	potencialmente
errónea	el	mensaje	encajado	en	el	género	del	comunicador.
La	autoridad	e	inerrancia	del	texto	está,	y	ha	estado	tradicionalmente,	ligada
a	 lo	que	afirma.	Esas	afirmaciones	no	son	de	naturaleza	científica.	El	 texto	no
afirma	 que	 pensamos	 con	 nuestras	 entrañas	 (aunque	 se	 comunica	 en	 esos
términos	 porque	 eso	 es	 lo	 que	 creían	 los	 antiguos	 espectadores).	 El	 texto	 no
afirma	que	haya	aguas	arriba.	Por	lo	tanto,	la	cuestión	que	debemos	abordar	es	si
el	 texto,	 en	 su	 autoridad,	 hace	 afirmaciones	 sobre	 los	 orígenes	 humanos
materiales.	Si	la	comunicación	del	texto	adopta	la	“ciencia”	y	las	ideas	que	todos
en	 el	 mundo	 antiguo	 creían	 (como	 hizo	 con	 la	 fisiología	 y	 las	 aguas	 arriba),
entonces	 no	 consideraríamos	 esa	 revelación	 autoritativa	 o	 una	 afirmación	 del
texto.
Entonces,	 la	pregunta	es,	 ¿hay	alguna	nueva	 revelación	perteneciente	a	 la
ciencia	 en	 la	Biblia?	La	 pregunta	 no	 pertenece	 a	 las	 afirmaciones	 que	 hace	 la
Biblia	sobre	los	acontecimientos	históricos	que	tienen	lugar	en	el	mundo,	como
las	 plagas	 o	 la	 separación	 del	 Mar	 Rojo.	 Esos	 acontecimientos	 históricos
implican	 acontecimientos	 inusuales	 que,	 por	 su	 propia	 naturaleza,	 es	 probable
que	vayan	más	allá	de	 la	capacidad	de	explicación	de	 la	ciencia	(no	sólo	en	el
fenómeno,	 sino	 también	 en	 la	 advertencia,	 el	 calendario	 y	 la	 selección	 de
objetivos).	 La	 pregunta,	 en	 cambio,	 se	 refiere	 a	 los	 eventos	 que	 ocurren
regularmente	y	a	la	mecánica	y	operaciones	normales	del	mundo	que	nos	rodea.
¿Da	la	Biblia	alguna	explicación	revisada	o	actualizada	de	esto?	Yo	diría	que	no.
Cada	 aspecto	 de	 las	 operaciones	 regulares	 del	mundo	 como	 se	 describe	 en	 la
Biblia	refleja	las	perspectivas	e	ideas	del	mundo	antiguo—ideas	que	Israel	junto
con	todos	los	demás	en	el	mundo	antiguo	ya	creían.	Aunque	el	texto	tiene	mucha
revelación	que	ofrecer	sobre	la	naturaleza	de	Dios	y	su	carácter	y	obra,	no	hay
una	sola	incidencia	de	nueva	información	ofrecida	por	Dios	a	los	israelitas	sobre
la	operación	regular	del	mundo	(lo	que	llamaríamos	ciencia	natural).	El	texto	es
completamente	antiguo	y	se	comunica	en	ese	contexto.
Esto	 no	 impide	 que	 el	 texto	 reporte	 sobre	 eventos	 históricos	 que	 habrían
involucrado	ciencia	que	los	antiguos	no	entendían	(por	ejemplo,	la	mecánica	de
la	 inundación).	 En	 tales	 casos,	 la	 Biblia	 no	 está	 proporcionando	 revelación
científica;	 ella	 está	 guardando	 silencio	 sobre	 asuntos	 científicos.	 Cualesquiera
que	 sean	 las	 explicaciones	 científicas	 que	 podamos	 plantear	 no	 tendrían	 la
autoridad	del	texto	(de	la	misma	manera	que	nuestras	interpretaciones	no	tienen
autoridad).	 Cuando	 aplicamos	 estas	 ideas	 a	 la	 visión	 bíblica	 de	 los	 orígenes
humanos,	encontramos	que	si	bien	el	texto	ofrece	afirmaciones	teológicas	(Dios
como	activo,	los	seres	humanos	a	su	imagen,	etc.)	y	puede	ofrecer	un	relato	de
los	acontecimientos	históricos	(que	será	un	tema	para	el	análisis	de	género,	que
se	discutirá	más	adelante),	no	ofrece	explicaciones	de	los	mecanismos	naturales.
Dios	lo	hizo,	pero	el	texto	no	ofrece	una	explicación	científica	de	cómo	lo	hizo.
En	cambio,	el	texto	describe	los	orígenes	en	términos	del	mundo	antiguo,	aunque
basado	en	una	teología	correcta.
Podemos	 empezar	 a	 entender	 las	 afirmaciones	 del	 texto	 como	 un
documento	antiguo,	en	primer	lugar,	prestando	mucha	atención	a	lo	que	el	texto
dice	y	no	dice.	Es	demasiado	fácil	hacer	suposiciones	que	son	intrusivas,	basadas
en	nuestra	propia	cultura,	entorno	cognitivo,	tradiciones	o	preguntas.	Se	necesita
un	grado	de	disciplina	como	lectores	que	son	extraños	para	no	asumir	nuestras
perspectivas	 modernas	 e	 imponerlas	 en	 el	 texto,	 pero	 a	 menudo	 ni	 siquiera
sabemos	 que	 lo	 estamos	 haciendo	 porque	 nuestro	 propio	 contexto	 es	 tan
intrínseco	 a	 nuestro	 pensamiento	 y	 el	 mundo	 antiguo	 es	 un	 completo
desconocido.	 El	 mejor	 camino	 para	 reconocer	 las	 distinciones	 entre	 el
pensamiento	 antiguo	 y	 el	 moderno	 es	 empezar	 a	 prestar	 atención	 al	 mundo
antiguo.	Esto	se	logra	por	inmersión	en	la	literatura	del	mundo	antiguo.	Esto	de
ninguna	manera	reemplazaría	a	la	Escritura,	pero	puede	ser	una	herramienta	para
entender	 la	 Escritura.	 Cuando	 estamos	 tratando	 de	 entender	 los	 primeros
capítulos	del	Génesis,	nuestra	inmersión	no	se	limita	a	los	textos	de	cosmología
del	mundo	antiguo.	Las	pistas	del	entorno	cognitivo	pueden	ser	reunidas	a	partir
de	 una	 amplia	 variedad	 de	 literatura	 antigua.	 Obviamente,	 no	 todo	 el	 mundo
puede	 emprender	 esta	 tarea,	 al	 igual	 que	 no	 todo	 el	 mundo	 puede	 dedicar	 el
tiempo	 necesario	 para	 dominar	 el	 hebreo	 y	 el	 griego.	Aquellos	 que	 tienen	 los
dones,	 el	 llamado	 y	 la	 pasión	 por	 los	 idiomas	 originales	 y	 la	 oportunidad	 de
estudiar,	 investigar	 y	 escribir,	 utilizan	 sus	 conocimientos	 para	 el	 beneficio	 de
aquellos	que	no	los	tienen.	De	la	misma	manera,	aquellos	que	tienen	los	dones,
el	 llamado	 y	 la	 pasión	 por	 el	 estudio	 del	mundo	 antiguo	 y	 la	 oportunidad	 de
investigar	 y	 escribir,	 pueden	 usar	 su	 experiencia	 para	 el	 beneficio	 de	 aquellos
que	no	la	tienen.
Tal	 estudio	 no	 es	 una	 violación	 de	 la	 claridad	 (“perspicacia”)	 de	 las
Escrituras	propagadas	por	los	reformadores.	Ellos	no	estaban	argumentando	que
cada	 parte	 de	 las	 Escrituras	 era	 transparente	 para	 cualquier	 lector	 casual.	 Si
creyeran	 eso,	 no	 habrían	 tenido	 que	 escribir	 cientos	 de	 volúmenes	 tratando	 de
explicarlas	 complejidades	 de	 la	 interpretación	 tanto	 a	 nivel	 exegético	 como
teológico.	 Estaban,	 en	 cambio,	 tratando	 de	 argumentar	 que	 había	 un	 “sentido
claro”	de	la	Escritura	que	no	era	esotérico,	místico	o	alegórico	y	que	sólo	podía
ser	discernido	espiritualmente.	Todo	el	mundo	podría	tener	acceso	a	este	simple
sentido.
A	lo	largo	de	la	mayor	parte	de	la	historia,	los	eruditos	no	han	tenido	acceso
a	la	información	del	mundo	antiguo	y,	por	lo	tanto,	no	han	podido	utilizarla	para
informar	 su	 interpretación.	 Incluso	 los	 padres	 de	 la	 iglesia	 primitiva	 estaban
interesados	en	acceder	al	mundo	antiguo	(como	lo	indica	su	frecuente	referencia
a	Berosso,	un	sacerdote	babilónico	en	el	siglo	III	a.C.)	pero	tenían	recursos	muy
limitados.	 Sin	 embargo,	 desde	 el	 comienzo	 de	 los	 masivos	 trabajos
arqueológicos	 en	 Irak	 a	mediados	 del	 siglo	XIX,	 se	 han	 excavado	más	 de	 un
millón	 de	 textos	 cuneiformes	 que	 exponen	 la	 literatura	 antigua	 con	 los	 que
podemos	obtener	una	nueva	e	 importante	visión	del	mundo	antiguo.	Esto	es	 lo
que	proporciona	la	base	para	nuestra	interpretación	de	los	primeros	capítulos	del
Génesis	como	un	documento	antiguo.
Al	 tratar	de	comprometer	a	Génesis	como	 literatura	antigua,	no	queremos
desestimar	las	ideas	de	los	intérpretes	que	han	poblado	la	historia	de	la	iglesia.
Al	mismo	tiempo,	reconocemos	que	esos	intérpretes	apenas	han	sido	unívocos.
Es	cierto	que	los	credos	y	los	consejos	han	ofrecido	sus	conclusiones	sobre	los
temas	 teológicos	 clave,	 y	 esas	 conclusiones	 a	menudo	 se	han	 convertido	 en	 el
consenso	de	la	doctrina	moderna.	Sin	embargo,	la	práctica	de	los	intérpretes	no
ha	sido	desdeñar	los	nuevos	intentos	de	exégesis	de	los	primeros	capítulos	sobre
el	 Génesis	 sólo	 porque	 sus	 antepasados	 hayan	 llegado	 a	 sus	 diversas
conclusiones.	Martín	Lutero	comienza	 su	capítulo	 sobre	el	Génesis	 afirmando:
“Hasta	ahora	tampoco	ha	habido	nadie	en	la	iglesia	que	haya	explicado	todo	en
el	capítulo	con	la	habilidad	adecuada”.[8]	Por	lo	tanto,	no	debemos	disuadirnos	de
buscar	nuevos	conocimientos	que	puedan	llevarnos	a	la	reinterpretación,	ya	que
cuando	 lo	 hacemos,	 seguimos	 los	 pasos	 de	 aquellos	 intérpretes	 que	 nos	 han
precedido,	aunque	estemos	sobre	sus	hombros.
Proposición	2
	
En	el	mundo	antiguo	y	el	Antiguo	Testamento,	la
creación
se	enfoca	en	establecer	el	orden	mediante
la	asignación	de	roles	y	funciones
	
	
Vivimos	en	una	cultura	que	ha	asignado	un	alto,	si	no	último,	valor	a	lo	que	es
material.	La	ciencia	ocupa	un	lugar	destacado	en	nuestro	entorno	cognitivo	como
la	fuente	más	fiable	de	la	verdad,	y	se	erige	como	 la	autoridad	cuando	se	 trata
del	 conocimiento.	 En	 consecuencia,	 cuando	 pensamos	 en	 los	 orígenes	 del
universo	 en	 general	 o	 de	 los	 humanos	 en	 particular,	 nuestra	 epistemología	 (lo
que	 significa	 saber	 algo	 y	 cómo	 sabemos	 lo	 que	 sabemos)	 tiene	 parámetros
científicos,	 y	 nuestra	 ontología	 (lo	 que	 significa	 el	 que	 algo	 exista	 y	 lo	 que
constituye	 la	 existencia	 de	 algo)	 es	 decididamente	 material	 en	 naturaleza.
Muchas	personas	 en	nuestra	 cultura	 son	materialistas	 y/o	naturalistas	 estrictos,
que	sólo	reconocen	lo	que	es	empírico	o	material.
En	 un	 clima	 así,	 no	 es	 de	 extrañar	 que	 pensemos	 en	 términos	materiales
cuando	 pensamos	 en	 los	 orígenes.	 Si	 la	 existencia	 se	 define	 materialmente,
entonces	traer	algo	a	la	existencia	(es	decir,	crear)	va	a	ser	entendido	en	términos
materiales.	 Esta	 forma	 de	 pensar	 ha	 dominado	 tanto	 nuestra	 cultura	 que	 ni
siquiera	nos	preguntamos	si	hay	otras	formas	de	pensar.	No	consideramos	otras
opciones	para	nosotros	mismos,	y	 la	posibilidad	de	que	otras	culturas	en	otros
tiempos	o	 lugares	puedan	pensar	de	manera	diferente	no	es	una	consideración.
Leemos	los	primeros	capítulos	de	Génesis	y	asumimos	que,	puesto	que	se	trata
de	 la	 creación,	 debe	 centrarse	 en	 el	 cosmos	 material.	 Leemos
indiscriminadamente	 los	detalles	del	 texto	desde	nuestra	perspectiva	material	y
creemos	que	estamos	leyendo	el	texto	literalmente.
Sin	 embargo,	 como	 hemos	 discutido	 en	 el	 capítulo	 anterior,	 el	 entorno
cognitivo	 en	 el	 mundo	 antiguo	 era	 muy	 diferente	 al	 nuestro.	 Por	 lo	 tanto,
debemos	 ser	 cautelosos	 a	 la	 hora	 de	 imponer	 reflexivamente	 nuestras
suposiciones	 culturales	 en	 el	 texto.	 De	 hecho,	 hacerlo	 podría	 socavar	 la
autoridad	 del	 texto	 al	 vincularlo	 a	 ideas	 que	 no	 estaba	 abordando.	 Como
personas	que	tomamos	la	Biblia	en	serio,	estamos	obligados	a	leerla	por	lo	que	el
comunicador	humano	nos	transmite	acerca	de	lo	que	Dios	estaba	revelando.	El
comunicador	 humano	 va	 a	 hacer	 eso	 en	 el	 contexto	 de	 su	 entorno	 cognitivo
nativo.
Nuestro	procedimiento,	entonces,	es	primero	dejar	de	lado	nuestras	propias
suposiciones	culturales	tanto	como	podamos	y	luego	tratar	de	leer	el	texto	por	lo
que	está	diciendo.	Armados	con	nuestras	percepciones	de	un	estudio	del	 texto,
entonces	 echamos	 un	 vistazo	 al	 contexto	 cultural	 más	 amplio	 del	 Oriente
Próximo	 antiguo	 para	 determinar	 de	 qué	 manera	 la	 Biblia	 muestra	 un
entendimiento	común	e	identificar	maneras	en	las	que	la	revelación	de	Dios	sacó
a	 los	 israelitas	de	sus	maneras	familiares	de	pensar	con	una	nueva	visión	de	 la
realidad.	 No	 podemos	 empezar	 haciéndole	 a	 la	 Biblia	 nuestras	 preguntas
científicas.	 La	 Biblia	 no	 está	 revelando	 la	 ciencia,	 y	 los	 autores	 bíblicos	 y	 la
audiencia	 no	 estarían	 conscientes	 ni	 preocupados	 por	 nuestra	 forma	 de	 pensar
científica.	Nuestras	preguntas	no	resonarían	en	sus	mentes,	y	 tampoco	tendrían
sentido	para	ellos.	De	 la	misma	manera,	no	podemos	empezar	por	ver	cómo	o
dónde	la	Biblia	corresponde	al	pensamiento	científico	que	tenemos	hoy	en	día	si
aún	no	hemos	entendido	el	 texto	en	su	contexto	original.	Necesitamos	penetrar
en	el	texto	antiguo	y	en	el	mundo	antiguo	para	entender	su	comunicación	interna
y	su	entorno	cognitivo.	Queremos	saber	qué	preguntas	estaban	 respondiendo	y
qué	es	 lo	que	el	comunicador	bíblico	está	afirmando	desde	su	perspectiva.	Son
las	afirmaciones	de	la	Biblia	las	que	tienen	autoridad,	y	nuestros	procedimientos
deben	enfocarse	en	esas	afirmaciones	como	fueron	originalmente	planeadas.
Al	 comenzar,	 entonces,	 no	 podemos	 asumir	 que	 sabemos	 qué	 tipo	 de
actividad	de	crear	fue	transmitida	en	el	mundo	antiguo.	Algunas	personas	le	dan
valor	a	tomar	el	texto	bíblico	“literalmente”	y,	aunque	ese	término	puede	ser	un
poco	escurridizo,	todos	podemos	reconocer	el	valor	de	leer	un	texto	por	lo	que
pretende	decir,	ni	más	ni	menos.	Dicho	esto,	no	podemos	contentarnos	con	que
el	 texto	 en	 inglés	 o	 español	 sea	 el	 centro	 de	 atención	 final	 de	 ese	 tipo	 de
atención,	 porque	 reconocemos	 que	 el	 texto	 en	 inglés	 o	 español	 ya	 es	 la
interpretación	falible	de	alguien.	Toda	traducción	es	interpretación,	y	no	tenemos
traducciones	 inspiradas.	 Tenemos	 que	 analizar	 los	 términos	 hebreos	 y	 sus
matices	lo	mejor	que	podamos.
Si	 la	 traducción	 “crear”	 nos	 lleva	 en	 la	 dirección	 correcta	 (y	 creo	 que	 lo
hace),	partimos	de	la	idea	de	que	se	trata	de	un	verbo	que	expresa	la	transición
entre	 la	 inexistencia	y	 la	 existencia.	Consecuentemente,	 antes	de	que	podamos
obtener	 una	 mayor	 comprensión	 del	 verbo	 traducido	 como	 “crear”,	 debemos
investigar	qué	constituía	la	existencia	última	en	el	antiguo	entorno	cognitivo.	No
podemos	 asumir	 que	 ellos	 compartían	 nuestras	 perspectivas	 y	 valores
materialistas,	 naturalistas,	 científicos	 o	 nuestro	 enfoque	 obsesivo	 del	 mundo
físico.	Debemos	dejarlos	de	lado	y	volver	a	leer	el	texto.
Si	 la	 creación	 implica	una	 transición	de	 la	 inexistencia	 a	 la	 existencia,	 es
probable	 que	 el	 relato	 de	 la	 creación	 o	 de	 los	 orígenes	 comience	 con	 la
descripción	de	la	inexistencia.	La	manera	en	que	un	relato	describe	la	situación
inicial	antes	de	la	creación	puede,	por	lo	tanto,	ayudarnos	a	ver	lo	que	significa
la	 inexistencia.Teniendo	 en	 cuenta	 este	 procedimiento,	 nos	 planteamos
básicamente	la	siguiente	pregunta:	¿qué	tipo	de	relato	sobre	los	orígenes	es	éste?
No	 podemos	 asumir	 que	 es	 el	 mismo	 tipo	 de	 relato	 que	 escribiríamos,	 y	 no
podemos	 asumir	 que	 nuestra	 intuición	 nos	 llevará	 en	 la	 dirección	 correcta.	 La
intuición	está	culturalmente	moldeada.
La	situación	inicial	se	describe	en	Génesis	1:2	(y	de	nuevo	en	Génesis	2:5-
6).	 De	 hecho,	 cuando	 consideramos	 los	 muchos	 textos	 de	 cosmología	 en	 el
mundo	antiguo,	encontramos	que	es	común	comenzar	con	una	descripción	de	la
no-creación—la	condición	previa	a	 la	creación.	Volveremos	sobre	esto	después
de	considerar	el	relato	bíblico.	El	relato	bíblico	comienza	con	Génesis	1:1,	que
no	 es	 una	 descripción	 de	 ninguna	 actividad	 real	 de	 Dios.[9]	 De	 manera
alternativa,	 es	 ampliamente	 reconocido	 que	 Génesis	 1:1	 sirve	 como	 una
introducción	literaria	al	tema	que	el	capítulo	va	a	discutir,	indicando	la	actividad
en	 la	 que	Dios	 estará	 involucrado.	Las	 principales	 evidencias	 que	 apoyan	 esta
conclusión	son	(1)	el	hecho	de	que	en	todo	el	Génesis	las	secciones	comienzan
con	una	introducción	literaria	(Gen.	2:4;	5:1;	6:9;	etc.)	y	(2)	la	forma	literaria	del
relato,	concluyendo	con	una	declaración	de	que	en	el	séptimo	día	Dios	completó
su	obra	 (Gen.	2:2).	Esta	obra	 fue	 la	obra	de	crear	 (Gen.	2:3,	 la	misma	palabra
que	en	Gn	1:1),	y	lo	que	fue	creado	fueron	los	cielos	y	la	tierra	(Gen	2:1).	Así,	la
creación	de	Dios	de	los	cielos	y	la	tierra	tuvo	lugar	en	los	siete	días.	Génesis	1:1
está	fuera	de	los	siete	días,	así	que	sabemos	que	Génesis	1:1	le	dice	al	lector	lo
que	 va	 a	 suceder	 en	 los	 siete	 días.	 Para	 que	 pudiéramos	 leer:	 “En	 el	 período
inaugural	 [esta	es	 la	naturaleza	de	 la	palabra	hebrea	 ‘principio’],	Dios	creó	 los
cielos	y	la	tierra,	y	así	es	como	lo	hizo”.	El	relato	real,	por	lo	tanto,	comienza	en
Génesis	 1:2,	 donde	 encontramos	 la	 descripción	 de	 la	 situación	 previa	 a	 la
creación.
Cuando	Génesis	1:2	comienza,	encontramos	que	la	materia	ya	está	presente
(tierra,	mares)	 y	 que	 este	mundo	 incipiente	 está	 cubierto	 de	 agua	 y	 oscuridad.
Una	 vez	 más,	 sabemos	 que	 las	 antiguas	 cosmologías	 del	 Cercano	 Próximo
comparten	 esta	 característica.	 La	 oscuridad	 y	 el	 mar	 son	 condiciones	 de	 no-
orden.	Pero	si	el	material	ya	está	presente,	el	 texto	nos	 lleva	 inmediatamente	a
preguntarnos	 por	 qué	 no	 comienza	 con	 ningún	 material	 si	 va	 a	 relatar	 los
orígenes	materiales.	Esto	debería	llevarnos	a	sentir	curiosidad.
El	 descriptor	 más	 importante	 que	 se	 ofrece	 en	 Génesis	 1:2	 es	 la
combinación	hebrea	tōhû	wābōhû,	traducida	en	la	NTV	“no	tenía	forma	y	estaba
vacía”.	 Las	 implicaciones	 son	 que	 la	materialidad	 está	 generalmente	 presente,
pero	sin	forma,	y	que	el	escenario	está	vacío	de	agentes.	Debemos	investigar	si
eso	es	lo	que	las	palabras	hebreas	realmente	transmiten.
Los	 escritores	bíblicos	nos	dejaron	muchos	 libros,	 pero	un	diccionario	no
estaba	entre	ellos.	Por	 lo	 tanto,	 tenemos	que	 intentar	determinar	qué	significan
estas	 palabras.	 La	 metodología	 para	 este	 estudio	 léxico	 ha	 sido	 firmemente
establecida	 y	 confirmada	 como	 sólida	 en	 su	 base	 a	 lo	 que	 todos	 reconocemos
sobre	el	lenguaje	y	su	funcionamiento.	Las	palabras	significan	lo	que	son	usadas
para	significar.	Hay	una	especie	de	contrato	social	sobre	cómo	se	pueden	usar	las
palabras	y	qué	es	 lo	que	comunican.	A	 las	palabras	se	 les	puede	dar	un	nuevo
significado	 para	 que	 un	 pequeño	 grupo	 de	 individuos	 las	 use	 entre	 ellos,	 o	 se
pueden	 desarrollar	 nuevos	 significados	 en	 respuesta	 a	 las	 necesidades	 de	 la
sociedad.	En	todos	estos	casos,	podemos	determinar	qué	significan	las	palabras
por	los	contextos	en	los	que	se	utilizan.[10]
La	combinación	tōhû	y	bōhû	ocurre	otras	dos	veces	en	la	Biblia	Hebrea	(Is.
34:11	y	Jer	4:23,	y	bōhû	nunca	ocurre	por	sí	mismo).[11]	Estos	usos	no	ofrecen
ninguna	 base	 sobre	 la	 cual	 determinar	 que	 bōhû	 se	 refiere	 al	 vacío.	 El	 uso	 es
insuficiente	 para	 establecer	 su	 significado.	Tristemente,	 entonces,	 tenemos	que
contentarnos	con	lo	que	podemos	determinar	sobre	el	significado	de	tōhû.	En	sus
veinte	 ocurrencias	 (más	 de	 la	 mitad	 en	 Isaías),	 encontramos	 que	 a	 menudo
describe	un	desierto	o	tierra	baldía	(por	ejemplo,	Dt.	32:10;	Job	6:18;	12:24;	Sal.
107:40).	Puede	describir	los	resultados	de	la	destrucción	(Jer.	4:23).	Se	usa	para
transmitir	 cosas	que	no	 tienen	propósito	o	 significado	 (por	ejemplo,	 ídolos,	 Is.
41:29,	y	los	que	los	hacen,	Is.	44:9).	Todos	sus	usos	pueden	ser	consolidados	en
la	 noción	 de	 cosas	 que	 no	 tienen	 ningún	 propósito	 o	 valor.	 Les	 falta	 orden	 y
función.
Ahora	 queda	 claro	 que	 la	 condición	 inicial	 en	 Génesis	 1:2,	 la	 situación
previa	a	la	creación	que	describe	la	inexistencia,	es	una	condición	que	no	carece
de	material.	Más	bien,	 es	 una	 situación	que	 carece	 de	 orden	y	 propósito.	 “Sin
forma”	no	es	una	buena	elección	porque	todavía	implica	que	la	forma	material	es
el	foco.	No	lo	es.	Esto	nos	lleva	a	la	conclusión	de	que,	para	Israel,	la	creación
resuelve	 la	 ausencia	de	orden	y	no	 la	 ausencia	de	material.	Si	 esta	 imagen	del
“antes”	 transmite	 “inexistencia”,	 deduciríamos	 que	 “existencia”	 no	 es	 una
categoría	 material	 para	 ellos;	 es	 una	 categoría	 funcional	 perteneciente	 a	 una
condición	ordenada.
Esta	conclusión	se	confirma	aún	más	en	las	cosmologías	egipcias,	donde	el
desierto	 y	 los	 mares	 cósmicos	 se	 describen	 como	 inexistentes.	 A	 pesar	 de	 su
obvia	 materialidad,	 se	 considera	 que	 no	 existen	 porque	 no	 forman	 parte
plenamente	del	mundo	ordenado.	También	está	confirmado	en	textos	sumerios	y
babilónicos,	donde	el	 estado	 inicial	 se	describe	como	“cosmología	negativa”	o
“negación	de	la	existencia”.	La	ausencia	de	creación	se	caracteriza	como	dioses
mayores	 que	 no	 viven,	 la	 luz	 del	 día	 y	 la	 luz	 de	 la	 luna	 no	 brillan,	 no	 hay
vegetación,	no	hay	sacerdotes	que	realicen	rituales,	nada	que	aún	cumpla	con	sus
deberes.	 Es	 un	 tiempo	 fuera	 del	 tiempo.	 Esta	 misma	 característica	 ha	 sido
reconocida	 desde	 hace	mucho	 tiempo	 en	 las	 primeras	 líneas	 de	 la	 cosmología
babilónica	más	famosa,	Enuma	Elish:
	
Cuando	en	lo	alto	no	se	dio	nombre	al	cielo,
ni	lo	de	abajo	se	llamó	por	su	nombre....
Cuando	ningún	dios	había	nacido,
ninguno	llamado	por	su	nombre,	ninguno	ordenado	por	su	destino.[12]
	
Tales	 textos	 expresan	 el	 estado	 de	 precreación	 como	 uno	 que	 carece	 de
agencia	divina,	un	tiempo	en	el	cual	los	dioses	todavía	no	estaban	realizando	sus
deberes.[13]	En	Génesis,	sin	embargo,	el	espíritu	de	Dios	está	moviéndose	sobre
las	aguas,	la	agencia	divina	lista	para	pasar	a	la	acción.
El	 siguiente	 paso	 para	 tratar	 de	 aclarar	 la	 naturaleza	 de	 los	 antiguos
orígenes	del	Génesis	es	examinar	 los	verbos	operativos	usados	en	el	 relato.	El
verbo	hebreo	traducido	“crear”	es	bārāʾ	(Gn	1:1,	21;	2:3),	y	el	verbo	traducido
“hizo”	es	 ʿāśâ	 (Gen.	1:7,	16,	25,	26;	2:2,	3).	La	primera	ocurre	unas	cincuenta
veces	en	el	texto	hebreo,	la	segunda	más	de	dos	mil	seiscientas	veces.	Aquí	sólo
resumiré	 las	 conclusiones,	 ya	 que	 el	 estudio	 detallado	 se	 ha	 realizado	 en	 otro
lugar.[14]
Observando	 los	 objetos	 directos	 del	 verbo	 bārāʾ	 en	 toda	 la	 Escritura,	 se
puede	 concluir	 que	 el	 verbo	 no	 pertenece	 intrínsecamente	 a	 la	 existencia
material.	 Aunque	 una	 serie	 de	 acontecimientos	 podrían	 referirse	 a	 la	 creación
material,	 muchos	 de	 ellos	 no	 pueden.	 Aquellos	 que	 pueden	 referirse	 a	 la
existencia	material	sólo	lo	hacen	si	presuponemos	que	la	materialidad	es	el	foco
de	la	actividad	verbal.	Aquellos	que	claramente	no	se	refieren	a	la	materialidad
encajan	 fácilmente	 en	 la	 categoría	 que	 describe	 la	 actividad	 que	 trae	 orden,
organización,	 roles	 o	 funciones	 (como	 los	 ríos	 que	 fluyen	 en	 el	 desierto,	 Is.
41:20;	 un	 herrero	 para	 forjarun	 arma,	 Is.	 54:16).	 Puesto	 que	 la	 imagen	 del
“antes”	 trata	de	 la	ausencia	de	orden,	es	fácil	concluir	que	bārāʾ	pertenece	a	 la
creación	 de	 orden,	 como	 a	 menudo	 lo	 hace	 de	 manera	 demostrable.[15]	 La
ausencia	de	orden	describe	la	inexistencia;	bārāʾ	(crear)	algo	es	traerlo	a	existir
dándole	un	papel	y	una	 función	en	un	 sistema	ordenado.	Este	no	es	el	 tipo	de
relato	 de	 los	 orígenes	 que	 cabría	 esperar	 en	 nuestro	 mundo	 moderno,	 pero
estamos	 comprometidos	 a	 leer	 el	 texto	 como	 un	 documento	 antiguo.	 En	 este
punto	 de	 vista,	 el	 resultado	 de	 bārāʾ	 es	 el	 orden.	 Los	 roles	 y	 funciones	 se
establecen	 separando	 y	 nombrando	 (tanto	 en	 la	 Biblia	 como	 en	 el	 antiguo
Oriente	 Próximo).	 Estos	 son	 los	 actos	 de	 la	 creación.	 No	 son	 de	 naturaleza
materialista,	y	no	son	algo	que	la	ciencia	pueda	explorar	para	afirmar	o	negar.
El	 segundo	 verbo,	 ʿāśâ,	 es	 más	 complicado.	 Cuando	 los	 estudiantes	 de
hebreo	 aprenden	 esta	 palabra,	 se	 les	 dice	 que	 significa	 “hacer”.	 Pero	 eso	 no
empieza	 a	 cubrir	 el	 alcance	 del	 uso	 de	 esta	 palabra.	 En	 sus	 más	 de	 2600
ocurrencias,	 se	 traduce	 de	múltiples	 y	 diferentes	maneras.	 Por	 lo	 tanto,	 no	 se
puede	 decir	 que	 la	 palabra	 “literalmente	 significa	 ‘hacer’”.	 Quizás	 aún	 más
importante	que	 las	 seis	ocurrencias	del	verbo	en	Génesis	1,	el	verbo	se	usa	en
Éxodo	20:11:	“en	seis	días	hizo	['āśâ]	el	Señor	los	cielos	y	la	tierra,	el	mar	y	todo
lo	que	hay	en	ellos”.	Este	versículo	figura	prominentemente	en	 las	discusiones
de	los	seis	días	de	Génesis	1	y	lo	que	sucedió	en	ellos.
Cuando	 miramos	 cuidadosamente	 el	 contexto	 en	 Éxodo	 20:8-11,
aprendemos	que	durante	seis	días	la	gente	debe	“realizar”	(ʿāśâ)	todo	su	trabajo,
y	al	séptimo	día	se	supone	que	no	deben	“realizar”	(ʿāśâ)	nada	de	su	trabajo.	Por
lo	tanto,	podemos	concluir	plausiblemente	que	la	razón	dada	en	el	texto	es	que
Dios	“hizo”	su	obra	en	los	seis	días	del	Génesis	1.	Los	cielos,	la	tierra	y	el	mar
son	su	obra.	De	hecho,	Éxodo	20	alude	a	Génesis	2:2-3,	donde	se	indica	que	en
el	séptimo	día	Dios	completó	la	obra	(la	misma	palabra	hebrea	traducida	“obra”
en	 Éxodo	 20)	 que	 había	 estado	 “realizando”	 (ʿāśâ).	 Entonces,	 lo	 más
significativo	es	que	se	nos	dice	cuál	era	esa	obra	en	Génesis	2:3:	la	obra	de	crear
(bārāʾ)	que	él	había	“realizado”	(ʿāśâ).	En	Éxodo	20:11,	Dios	está	haciendo	su
obra,	 y	 esa	 obra	 es	 la	 creación	 descrita	 en	Génesis	 2:3.	 Bārāʾ	 es	 lo	 que	Dios
“hace”.	Bārāʾ	está	asociado	con	el	orden	y	las	funciones,	y	esto	es	lo	que	Dios
hizo.
Si	sustituimos	el	verbo	“realizar”	en	todos	los	versículos	de	Génesis	1	que
aparecen	 en	 las	 traducciones	 como	 “hizo”,	 el	 resultado	 no	 es	 un	 buen	 uso	 del
idioma	 (“Dios	 realizó	 dos	 grandes	 astros).	 Sin	 embargo,	 hay	 otras	 opciones
disponibles.	 Hay	 numerosos	 lugares	 donde	 la	 NVI	 elige	 traducir	 ʿāśâ	 como
“proveer”	 (18x)	 o	 “preparar”	 (46x).	 Génesis	 1	 podría	 leerse	 de	 manera	 muy
diferente	 si	 leemos	 “Dios	 preparó	 dos	 grandes	 astros”	 o	 “Dios	 proveyó	 dos
grandes	 astros”.	Tales	 interpretaciones	no	 serían	menos	 “literales”.	Quizás	una
manera	de	captar	el	sentido	general	de	ʿāśâ	es	entender	que	refleja	algún	nivel	de
causalidad.	(Nótese,	por	ejemplo,	versículos	como	Génesis	50:20	y	Amos	3:6.)
[16]	 Para	 decirlo	 de	 otra	 manera,	 la	 causalidad	 a	 cualquier	 nivel	 puede	 ser
expresada	por	este	verbo.[17]
Otros	usos	interesantes	del	verbo	incluyen	los	siguientes:
	
·									La	frase	ʿāśâ		nepeš	puede	significar	“acoger	a	las	personas	bajo	tu	cuidado”
(Gen	12,5;	cf.	Ec.	2,8).
·	 	 	 	 	 	 	 	 	Para	 las	 parteras	 que	 desafiaron	 al	 faraón,	Dios	proveyó	 familias	 (ʿāśâ
	bāttîm,	Ex.	1:21).
·	 	 	 	 	 	 	 	 	Los	israelitas	deben	celebrar	el	día	de	reposo	de	generación	en	generación
(Ex.	31:16;	véase	Ex.	34:22;	Núm.	9:4-14;	etc.).
·									Se	asignan	responsabilidades	a	los	levitas	(Núm.	8:26).
·									Los	sacerdotes	son	designados	(1	Re.	12:31).
·									La	frase	ʿāśâ	šālôm	significa	“establecer	el	orden”.	(Job	25:2;	cf.	Is.	45:7).
	
En	 Génesis	 1:26,	 Dios	 determina	 “hacer”	 (ʿāśâ)	 a	 la	 humanidad	 a	 su	 propia
imagen.	Esta	es	una	declaración	importante,	pero	debemos	darnos	cuenta	de	que
no	pertenece	a	lo	que	él	hace	únicamente	para	los	primeros	humanos.	La	Biblia
es	 clara	 en	 numerosos	 lugares	 que	Dios	 “hace”	 (ʿāśâ)	 a	 cada	 uno	 de	 nosotros
(Job	10:8-9;	31:15;	Sal.	119:73;	139:15;	Prov.	22:2;	Is.	27:11;	43:7).
Finalmente,	cuando	examinamos	los	objetos	directos	utilizados	con	el	verbo
ʿāśâ,	encontramos	muchos	ejemplos	en	los	que	no	son	materiales:
	
·									Dios	hace	a	los	israelitas	(Dt.	32:6,	15;	Sal.	149:2;	Os.	8:14)	y	a	las	naciones
(Sal.	86:9).
·									Dios	hizo	(ʿāśâ)	la	luna	para	marcar	las	estaciones	(Sal.	104:19);[18]	cf.	luces
para	gobernar	(Sal.	136:7-9).
·									Constelaciones	hechas	por	Dios	(ʿāśâ	)	(Job	9:9;	Am.	5:8).
·									El	viento	fue	establecido	(ʿāśâ)	(Job	28:25).
·									Dios	actúa	(ʿāśâ)	cada	día	(Sal.	118:24).
·	 	 	 	 	 	 	 	 	Dios	 envía	 (ʿāśâ)	 relámpagos	 para	 acompañar	 la	 lluvia	 (Sal.	 135:7;	 Jer.
10:13).
	
Estas	 instancias	 nos	 muestran	 que	 los	 comunicadores	 hebreos	 no	 tenían	 que
tener	 en	 mente	 una	 actividad	 de	 producción	 de	 materiales	 cuando	 usaban	 el
verbo	ʿāśâ.
Hemos	mirado	sólo	dos	de	los	verbos	principales	para	las	actividades	de	la
creación.	 A	 medida	 que	 observamos	 la	 amplia	 gama	 de	 declaraciones	 de	 la
creación	a	lo	largo	de	la	Biblia,	descubriremos	que	los	comunicadores	bíblicos	a
menudo	usaban	palabras	que	tendemos	a	pensar	que	se	refieren	a	la	producción
de	materiales	 para	 tratar	 lo	 que	 no	 es	material,	 específicamente,	 para	 el	 orden
cósmico:
	
·									Creó	el	verano	e	invierno	(Sal.	74:17)
·									Creó	el	norte	y	el	sur	(Sal.	89:12)
·									Montes	nacidos;	mundo	creado	(Sal.	90:2;	los	montes	son	materiales,	pero	el
nacimiento	de	ellos	no	es	una	descripción	material	de	sus	orígenes)
·	 	 	 	 	 	 	 	 	Plantó	los	cedros	del	Líbano	(Sal.	104:16;	los	árboles	son	materiales,	pero
plantarlos	no	es	una	descripción	material	de	sus	orígenes)
·	 	 	 	 	 	 	 	 	Creó	aguas	sobre	los	cielos	(Sal.	148:4-5;	 terminología	aplicada	a	 lo	que
sabemos	que	no	existe)
·									Construye	la	casa	con	sabiduría	(Prov.	8:12,	22-29)
·									Forma	el	espíritu	humano	(Zc.	12:1)
	
En	conclusión,	no	podemos	considerar	que	estos	verbos	reflejen	intrínsecamente
la	 producción	material,	 ya	 sea	porque	 los	 objetos	 directos	 no	 son	materiales	 o
porque	 los	verbos	no	representan	ningún	 tipo	de	entendimiento	que	adoptemos
como	científicamente	viable.
Además,	 encontramos	 que	 la	 manera	 en	 que	 Dios	 lleva	 a	 cabo	 estas
actividades	 de	 la	 creación	 (creó,	 hizo,	 causó)	 es	 a	 veces	 “separando”	 y
“nombrando”.	Distinguir	algo	de	otras	cosas	es	crearlo;	nombrar	algo	es	crearlo.
Por	ejemplo,	ponerle	un	nombre	a	una	habitación	y	darle	una	función	distinta	la
distingue	 (separa)	 de	 otras	 habitaciones	 y	 representa	 la	 “creación”	 de	 la
habitación.	 En	 nuestra	 casa,	 una	 habitación	 había	 sido	 utilizada	 previamente
como	comedor	por	sus	antiguos	propietarios.	Decidimos	que	no	queríamos	que
fuera	un	comedor,	así	que	lo	llamamos	“cuarto	de	estudio”,	le	dimos	una	función
como	un	estudio,	pusimos	en	él	los	muebles	de	un	estudio	y	empezamos	a	usarlo
de	esa	manera.	Por	su	nombre	y	función	se	distinguió	de	otras	habitaciones	de	la
casa,	por	lo	que	se	creó	el	cuarto	de	estudio.	Y	era	bueno	(funcionaba	como	se
pretendía	que	funcionara).	Esto	sirve	como	una	buena	ilustración	del	papel	que
tiene	nombrar,	separar	y	determinar	una	función	en	la	creación	de	una	habitación
y	su	existencia	como	 tal.	Es	 importante	darse	cuenta	de	que	 la	separación	y	el
nombramiento	 también	 son	 actividades	 de	 creación	 primarias	 en	 el	 resto	 del
antiguo	Oriente	 Próximo.	Nota,	 por	 ejemplo,	 las	 primeras	 líneas	 de	 la	 famosa
epopeya	de	la	creación	babilónica,	Enuma	Elish,	citada	anteriormente.En	esta	etapa	de	la	discusión,	deberíamos	decir	unas	breves	palabras	sobre
el	concepto	de	ex	nihilo	(del	latín	que	significa	“de	la	nada”).	Una	interpretación
de	Génesis	1	que	entienda	que	el	texto	se	refiere	a	traer	orden	y	funcionalidad	en
lugar	de	producir	objetos	materiales	reconocería	que	la	actividad	en	los	siete	días
no	es	creación	de	la	nada.	Ex	nihilo	es	una	categoría	material,	aunque	no	siempre
fue	su	objetivo.[19]	Si	Génesis	1	no	es	una	explicación	de	los	orígenes	materiales,
entonces	ex	nihilo	no	se	aplicaría.	Por	favor	nota,	sin	embargo,	que	cuando	Dios
creó	el	cosmos	material	(y	él	es	el	que	lo	hizo),	lo	hizo	ex	nihilo.	La	doctrina	de
Ex	 nihilo	 viene	 de	 Juan	 1:3	 y	 Colosenses	 1:16,	 no	 de	 Génesis	 1.	 En	 ambos
pasajes	 del	Nuevo	 Testamento,	 el	 énfasis	 está	 en	 la	 autoridad	 y	 el	 estatus	 del
Hijo	de	Dios	y	no	en	los	objetos	creados.	En	otras	palabras,	la	creación	ex	nihilo
sigue	 siendo	 teológicamente	 sana	 (de	 hecho,	 esencial,	 ya	 que	 Dios	 no	 es
contingente),	pero	literalmente	no	está	bajo	discusión	en	Génesis	1.	La	historia
de	los	orígenes	materiales	no	es	la	historia	que	el	texto	está	contando	aquí.	Los
autores,	bajo	la	guía	del	Espíritu	Santo,	han	contado	la	parte	de	la	historia	que	es
más	 significativa	 para	 ellos	 (los	 orígenes	 del	 cosmos	 ordenado	 y	 funcional)	 y,
posiblemente,	también	la	más	significativa	teológicamente.	Dios	no	sólo	hizo	el
cosmos,	sino	que	lo	hizo	funcionar	de	una	cierta	manera,	por	una	cierta	razón	y
mantiene	su	orden	momento	a	momento.
Las	 cosmologías	 antiguas	 tenían	 poco	 interés	 en	 los	 orígenes	 materiales,
aunque	 reconocen	 que	 el	 cosmos	 material	 es	 el	 que	 se	 ordena	 para	 que	 las
funciones	puedan	llevarse	a	cabo.	En	otra	parte	he	discutido	esto	largamente,	así
que	no	repetiré	los	datos	aquí.[20]	Pero,	antes	de	concluir,	debemos	notar	la	falta
generalizada	de	enfoque	material	en	el	relato	de	siete	días	de	Génesis.	Esta	es	la
tercera	área	de	evidencia	 (ya	hemos	discutido	el	punto	de	partida	y	 los	verbos
usados	 para	 la	 transición	 de	 la	 inexistencia	 a	 la	 existencia)	 y	 es	 el	 tema	 del
siguiente	capítulo.
En	conclusión,	el	 concepto	de	que	Génesis	1	pertenece	al	establecimiento
del	orden	lleva	dos	ideas	corolarias	que	vamos	a	presentar	en	los	capítulos	que
siguen.	 Primero,	 en	 términos	 bíblicos,	 el	 orden	 se	 relaciona	 con	 el	 espacio
sagrado.	 Es	 la	 presencia	 de	 Dios	 la	 que	 pone	 orden	 y	 establece	 el	 espacio
sagrado.	El	espacio	sagrado	es	el	centro	del	orden	ya	que	Dios	es	la	fuente	del
orden.	Por	lo	tanto,	cuando	hablamos	de	establecer	el	orden,	estamos	hablando,
en	efecto,	de	establecer	un	espacio	sagrado.	Discutiremos	esto	con	más	detalle
en	el	capítulo	cuatro.
En	 segundo	 lugar,	 debemos	 tener	 en	 cuenta	 que	 toda	 esta	 discusión	 está
estableciendo	 el	 verdadero	 enfoque	 de	 este	 libro:	 la	 cuestión	 de	 los	 orígenes
humanos.	Así	como	estamos	encontrando	que	el	relato	de	los	orígenes	cósmicos
es	menos	material	de	lo	que	habíamos	pensado	en	nuestra	lectura	de	Génesis	1,
también	 vamos	 a	 encontrar	 que	 la	 discusión	 de	 los	 orígenes	 humanos	 tiene
menos	interés	en	lo	material	de	lo	que	habíamos	pensado.	
	
Proposición	3
	
Génesis	1	es	un	relato	de	los	orígenes	funcionales,
no	de	los	orígenes	materiales
	
	
En	el	último	capítulo,	ofrecí	evidencia	de	que	 la	actividad	de	 la	creación	en	el
mundo	antiguo,	incluyendo	el	texto	bíblico,	se	veía	en	gran	medida	en	términos
de	 poner	 orden	 y	 dar	 funciones	 y	 roles.	 Incluía	 nombrar	 y	 separar.	 Esta
perspectiva	 también	 se	 encuentra	 en	 todo	 el	 antiguo	Oriente	Próximo.	En	 este
capítulo,	voy	a	dar	el	siguiente	paso	para	mostrar	cómo	la	cuenta	de	siete	días	se
centra	en	el	orden	y	la	función	más	que	en	la	producción	material.
Vimos	 en	 el	 último	 capítulo	 que	 el	 punto	 de	 partida	 en	Génesis	 1	 era	 un
tiempo	 en	 el	 que	 no	 había	 orden	 ni	 función.	 En	 el	 mundo	 antiguo,	 esa
descripción	significaba	que	nada	existía	(ya	que	la	existencia	sólo	pertenecía	a	lo
que	se	había	ordenado).	Ahora	vamos	a	examinar	cada	uno	de	los	siete	días	para
ver	si	el	énfasis	está	en	los	objetos	materiales	o	en	un	entorno	ordenado.
	
DÍA	UNO
El	 resultado	 final	 de	 las	 actividades	 del	 día	 uno	 es	 el	 nombramiento	 de	 día	 y
noche.	Notamos	que	Dios	no	llama	a	la	luz	“luz”,	sino	que	llama	a	la	luz	“día”	y
a	 las	 tinieblas	 “noche”.	Así,	 podemos	 ver	 que	 el	 foco	 es	 el	 día	 y	 la	 noche	 en
lugar	de	 la	 luz	y	 la	oscuridad.	 “Día”	nombra	un	período	de	 luz,	 y	 “noche”	un
período	de	oscuridad	(Gen.	1:5).	Esos	períodos	son	“creados”	cuando	se	separan
unos	 de	 otros.	 Esta	 no	 es	 una	 discusión	 de	 física,	 y	 la	 audiencia	 israelita	 no
habría	visto	nada	aquí	que	fuera	un	objeto	material.	Desde	el	primer	día,	pues,	el
texto	no	cuenta	nada	de	lo	que	ha	surgido.	En	cambio,	los	períodos	alternados	de
luz/día	y	oscuridad/noche	constituyen	los	orígenes	del	tiempo.	El	tiempo	ordena
nuestra	 existencia.	Es	 una	 función,	 no	un	objeto	material.	En	 el	 día	 uno,	Dios
crea	 el	 día	 y	 la	 noche.	A	medida	 que	 este	 relato	 de	 los	 orígenes	 comienza,	 la
audiencia	israelita	no	lo	vería	como	enfocado	en	el	material.
Todo	esto	es	introducido	por	Dios	diciendo	“Que	haya...”	Esto	representa	el
poder	de	 la	palabra	hablada	de	Dios.	Su	decreto	 llama	a	 la	 luz	a	 la	existencia,
pero	 de	 nuevo	 tenemos	 que	 entender	 la	 declaración	 del	 texto	 con	 un
reconocimiento	 de	 lo	 que	 la	 audiencia	 israelita	 consideraba	 que	 significaba
“existencia”.
	
DÍA	DOS
El	segundo	día	comienza	con	otro	acto	de	separación:	las	aguas	de	arriba	de	las
aguas	de	abajo.	Todos	en	el	mundo	antiguo	creían	que	había	aguas	arriba	(ya	que
a	veces	descendía)	y	aguas	abajo	(ya	que	se	podía	cavar	para	encontrar	agua	y	ya
que	 había	 manantiales	 de	 donde	 salían	 las	 aguas).	 No	 se	 está	 dando	 nueva
información	científica	aquí;	el	texto	refleja	las	formas	en	que	todos	en	el	mundo
antiguo	pensaban	sobre	el	cosmos	y	 tiene	un	significado	particular	para	 lo	que
creían	 sobre	 el	 clima.	 Dios	 realizó	 esta	 separación	 por	 medio	 de	 la	 rāqîaʿ
(“cúpula,	expansión,	firmamento”).	Antes	del	segundo	milenio	d.C.,	este	término
era	 entendido	 consistentemente	 como	 un	 cielo	 sólido	 que	 reprimía	 la	 lluvia.
Cuando	 se	 reconoció	 ampliamente	 que	 el	 cielo	 no	 era	 sólido,	 se	 empezaron	 a
utilizar	otras	 traducciones	que	se	centraban	más	en	 los	niveles	más	bajos	de	 la
atmósfera,	utilizando	términos	no	técnicos	como	expansión	o	cúpula.
Todos	 en	 el	 mundo	 antiguo	 creían	 en	 un	 cielo	 sólido,	 aunque	 había
diferentes	opiniones	sobre	su	composición.	Los	israelitas	indudablemente	creían
en	un	 cielo	 sólido,	 aunque	 está	 abierto	 a	 la	 pregunta	de	 si	 rāqîaʿ	 es	 la	 palabra
para	ese	cielo	sólido.	Durante	muchos	años,	creí	que	 lo	era.[21]	Sin	embargo,	 la
reflexión	y	 las	 investigaciones	más	 recientes	me	han	 llevado	 a	una	 conclusión
diferente,	ya	que	he	encontrado	otro	 término	hebreo	que	creo	que	 se	 refiere	al
cielo	sólido.[22]	Si	este	es	el	caso,	 rāqîaʿ	se	 refiere	en	cambio	al	espacio	creado
por	la	separación	de	las	aguas	que	son	retenidas	por	el	cielo	sólido.	Ese	espacio
sería	el	espacio	vital	para	todas	las	criaturas.	Este	espacio	es	significativo	en	las
antiguas	cosmologías	del	Oriente	Próximo,	particularmente	en	Egipto,	donde	lo
asocian	con	el	dios	Shu.	La	cosmología	antigua	se	refleja	en	la	Biblia	Hebrea	ya
que	 el	 sol	 y	 la	 luna	 están	 juntos	 en	 este	 espacio.	 Pero	 lo	más	 importante	 para
nuestra	 discusión	 es	 que	 reconocemos	 nuevamente	 que	 no	 estamos	 siendo
introducidos	a	la	producción	de	un	objeto	material.[23]	En	la	percepción	israelita,
el	espacio	no	es	material.	(No	podemos	introducir	el	concepto	de	moléculas	de
hidrógeno	 y	 oxígeno;	 eso	 ya	 no	 es	 pensar	 con	 el	 texto.)	 La	 separación	 de	 las
aguas,	 la	 existencia	de	un	cielo	 sólido	y	el	 establecimiento	de	un	espacio	para
vivir,	 todo	 ello	 se	 refiere	 al	 medio	 ambiente	 en	 general	 y	 alos	 sistemas
meteorológicos	en	particular	(regulación	de	las	aguas	superiores).
	
DÍA	TRES
Al	examinar	el	texto	de	cerca,	nos	damos	cuenta	de	que,	aunque	las	actividades
involucran	 componentes	 del	 mundo	 material	 (aguas,	 tierra	 seca,	 plantas),	 los
verbos	 no	 describen	 a	 Dios	 haciendo	 ninguno	 de	 esos	 objetos.	 Se	 reúnen	 los
mares,	 aparece	 la	 tierra	 seca	 y	 brotan	 las	 plantas.	 Este	 es	 el	 trabajo	 de
organización	 y	 orden,	 no	 el	 trabajo	 de	 producción.	 Se	 inicia	 la	 función	 de
crecimiento	de	las	plantas.	Este	orden	proporciona	la	base	para	la	producción	de
alimentos.
En	 los	 días	 uno,	 dos	y	 tres,	 encontramos	que	 la	 discusión	 se	 centra	 en	 el
orden	del	mundo	en	términos	de	lo	que	podría	identificarse	como	las	principales
funciones	de	la	existencia	humana:	el	tiempo,	el	clima	y	los	alimentos.	Estos	tres
serían	reconocidos	por	cualquier	cultura	en	cualquier	lugar,	ya	que	representan	lo
que	 todos	 los	 humanos	 han	 reconocido	 como	 el	 marco	 en	 el	 que	 existimos.
Independientemente	 de	 los	 conocimientos	 científicos	 o	 de	 la	 sofisticación	 de
cada	uno,	éstos	comunican	la	comprensión	más	importante	del	cosmos.	Podemos
ver	que	el	texto	del	Génesis	está	reflexionando	sobre	estos	tres	porque	después
de	que	 el	 orden	ha	 sido	 eliminado	 en	 el	 diluvio,	 es	 reestablecido	por	Dios.	Él
promete	en	Génesis	8:22:
	
Mientras	la	tierra	exista,
				habrá	siembra	y	cosecha	[alimento],
frío	y	calor,
			verano	e	invierno	[clima],
			y	días	y	noches	[tiempo].
	
Los	 días	 uno,	 dos	 y	 tres,	 entonces,	 no	 se	 ocupan	 de	 la	 producción	 de	 objetos
materiales,	sino	de	ordenar	y	establecer	funciones.
	
DÍA	CUATRO
Como	 los	 primeros	 tres	 días	 se	 ocuparon	 de	 las	 funciones	 principales	 en	 el
cosmos	 ordenado,	 los	 días	 cuatro	 a	 seis	 discuten	 los	 agentes	 que	 se
proporcionan.[24]	Si	esto	no	es	un	relato	material,	entonces	no	esperamos	que	se
vuelva	 a	 contar	 una	 secuencia	 de	 eventos	 materiales.	 Por	 lo	 tanto,	 no	 es	 un
problema	que	se	haya	hecho	referencia	a	 la	 luz	el	primer	día,	aunque	el	sol,	 la
luna	y	 las	estrellas	no	se	mencionan	hasta	ahora.	El	 foco	del	primer	día	era	el
tiempo,	no	la	luz,	y	las	funciones	han	sido	tratadas	separadamente	de	los	agentes.
Tenemos	 que	 seguir	 investigando	 si	 también	 hay	 un	 elemento	 de	 origen
material	en	esta	discusión	de	los	agentes.	La	primera	observación	importante	que
hay	que	hacer	es	que	en	el	mundo	antiguo	no	eran	conscientes	de	que	el	sol,	la
luna	 y	 las	 estrellas	 eran	 objetos	 materiales.	 En	 Israel,	 creían	 que	 eran
exactamente	lo	que	el	texto	llama	luces,	no	objetos	materiales	que	producen	luz
o	reflejan	luz.	En	el	resto	del	mundo	antiguo,	también	eran	considerados	dioses.
Nadie	sabía	que	el	sol	es	una	bola	de	gas	ardiente	o	que	la	luna	es	una	roca	en
órbita	 que	 refleja	 la	 luz	 del	 sol.	 Ellos	 creían	 que	 estas	 dos	 luces	 estaban	muy
cerca	 (dentro	 del	 cielo	 sólido,	 Génesis	 1:17).	 Se	 discute	 que	 no	 son	 ni	 se
convierten	 en	 objetos,	 sino	 que	 tienen	 funciones	 designadas	 en	 el	 sistema
ordenado	de	los	seres	humanos:
	
·									separando	el	día	de	la	noche
·	 	 	 	 	 	 	 	 	signos,	celebraciones	(estaciones	religiosas,	no	estaciones	meteorológicas),
días	y	años
·									gobernando	el	día	y	la	noche
	
Se	 pensaba	 que	 las	 estrellas	 del	 mundo	 antiguo	 estaban	 grabadas	 en	 la	 parte
inferior	del	cielo	sólido	en	lugar	de	ser	soles	que	estaban	más	lejos.	No	está	claro
si	los	israelitas	compartían	este	punto	de	vista.[25]	Sin	embargo,	el	cuarto	día	no
habría	sido	considerado	por	los	israelitas	como	un	día	centrado	en	los	orígenes
de	 los	objetos	materiales,	ya	que	no	 se	dieron	cuenta	de	que	éstos	 son	objetos
materiales.	 En	 cambio,	 el	 relato	 presta	 atención	 a	 las	 funciones	 asignadas	 por
Dios	a	estos	agentes.
	
DÍA	CINCO
Al	comenzar	el	relato	de	este	día,	vemos	que	Dios	dice	que	las	aguas	deben	estar
llenas	de	criaturas	vivientes	en	lugar	de	decir	que	él	las	hizo.	Aquellos	que	han
observado	que	los	días	cuatro	a	seis	están	involucrados	en	llenar	el	mundo	están
en	lo	correcto.	Me	inclinaría	más	a	hablar	de	él	instalando	agentes	en	la	forma	en
que	 los	muebles	 llenan	una	habitación	y	 la	embellecen,	pero	 también	cumplen
las	 funciones	 de	 la	 habitación.	 Aquí,	 los	 pájaros	 embellecen	 el	 espacio
establecido	el	segundo	día,	y	las	criaturas	marinas	embellecen	las	aguas	de	abajo
(que	 son	 las	 criaturas	 en	 el	 reino	 de	 la	 observación	 humana—los	 humanos	 no
pueden	ver	las	aguas	de	arriba).
En	 Génesis	 1:21	 el	 texto	 regresa,	 por	 primera	 vez	 desde	 Génesis	 1:1,	 al
verbo	 bārāʾ	 (“Dios	 creó	 las	 grandes	 criaturas	 del	mar”).	Vimos	 en	 el	 capítulo
anterior	que	bārāʾ	representa	la	actividad	principal	de	este	relato,	ya	que	Génesis
2:3	indica	que	la	actividad	de	ʿāśâ	representaba	la	forma	en	que	él	realizó	bārāʾ.
A	lo	largo	de	la	historia,	los	intérpretes	se	han	preguntado	sobre	el	significado	de
esta	distinción.	Si	 es	 correcto	considerar	bārāʾ	 como	el	 acto	de	dar	un	papel	y
una	función	en	un	sistema	ordenado,	entonces	este	versículo	está	haciendo	una
afirmación	 notable.	 Las	 criaturas	 del	 mar	 estaban	 en	 una	 zona	 liminal	 en	 el
antiguo	Oriente	Próximo.	Después	de	todo,	el	mar	era	la	encarnación	misma	del
no-orden.	Por	lo	tanto,	habría	preguntas	acerca	de	las	funciones	de	las	criaturas
marinas	 (y	 si	 incluso	 tenían	 alguna).	A	 veces	 se	 consideraba	 que	 las	 criaturas
liminales	 (ya	 fueran	 habitantes	 del	mar	 o	 del	 desierto)	 eran	 representantes	 del
no-orden	 (a	 veces	 denominadas	 criaturas	 del	 caos,	 a	 las	 que	 en	 griego	 se	 les
llamaba	 daimon;	 muchas	 fueron	 clasificadas	 más	 tarde	 como	 demonios).	 Los
tannin	 a	 los	 que	 nos	 referimos	 aquí	 (NVI:	 "grandes	 animales	 marinos”)	 se
cuentan	entre	las	criaturas	caóticas	del	Antiguo	Testamento	(véase	Job	7:12;	Sal.
74:13;	Is.	27:1;	51:9;	Ez.	32:2;	cf.	con	la	criatura	caótica	ugarítica	tunnanu).	Es
notable	que	estas	criaturas	estén	incluidas	en	el	mundo	ordenado	en	Génesis	1,	y
esto	se	hace	explícito	en	virtud	del	uso	del	verbo	bārāʾ.	Los	eventos	de	creación
de	 este	 día	 se	 centran	 de	 nuevo	 en	 el	 orden	 y	 no	 en	 la	 producción	 de	 objetos
materiales.
La	frase	“según	su	especie”	es	una	declaración	de	cómo	reina	el	orden	en
las	 formas	 en	 que	 se	 reproducen	 las	 criaturas.	 Los	 tiburones	 dan	 a	 luz	 a	 los
tiburones,	no	a	los	cangrejos;	los	peces	ángel	dan	a	luz	a	los	peces	ángel,	no	a	las
rayas.	Este	es	el	mismo	tipo	de	declaración	que	vimos	en	el	día	tres	cuando	Dios
proclamó	que	las	plantas	producen	semillas	de	acuerdo	a	sus	diferentes	tipos.
Después	de	haber	discutido	cómo	se	puede	observar	el	orden,	el	texto	ahora
pasa	a	la	función	que	se	expresa	a	través	de	la	bendición	de	la	fecundidad.	Como
en	 la	 bendición	 aquí,	 la	 creación	 de	 animales	 en	 las	 cosmologías	 antiguas	 del
Oriente	Próximo	se	ocupa	de	la	fecundidad	de	los	animales.[26]	La	función	de	las
criaturas	 marinas	 es	 proporcionar	 y	 embellecer	 este	 mundo	 que	 se	 está
preparando	 para	 los	 seres	 humanos	 a	 imagen	 y	 semejanza	 de	Dios.	 Todas	 las
funciones	 y	 agentes	 se	 discuten	 a	 la	 luz	 de	 ese	 propósito	 de	 servir	 a	 los	 seres
humanos.	Dios	está	poniendo	el	cosmos	no	para	 servirse	a	 sí	mismo	sino	para
servir	a	 los	humanos.	Esto	es	muy	diferente	de	 lo	que	encontramos	en	el	 resto
del	mundo	antiguo,	donde	los	dioses	crearon	el	cosmos	para	que	funcionara	para
ellos	mismos	y	los	humanos	fueron	una	idea	utilitaria	de	última	hora.
	
DÍA	SEIS
Notablemente,	la	presentación	del	sexto	día	comienza	con	Dios	comisionando	la
tierra	 para	 producir	 criaturas	 vivientes.	 Puesto	 que	 esto	 introduce	 este	 día,	 es
lógico	 inferir	que	se	 trata	de	una	descripción	del	mecanismo	 intermedio	por	el
cual	Dios	hizo	(ʿāśâ,	Gen	1:25)	las	diversas	clases	de	animales.	Esta	conexión	no
expresa	ningún	punto	de	vista	científico	moderno,	ni	deberíamos	esperar	que	lo
haga.	Sin	embargo,	está	de	acuerdo	con	una	perspectivadel	mundo	antiguo.[27]
Dado	que	muchos	nacimientos	de	animales	tuvieron	lugar	en	lugares	protegidos
(cuevas,	madrigueras,	 etc.),	 las	 observaciones	de	 los	 antiguos	 indicaron	que	 la
tierra	dio	a	luz	a	los	animales	(bebés	emergiendo	de	la	tierra).	Esto	no	se	referiría
sólo	a	la	ronda	inicial	de	animales.[28]	Esto	trae	a	colación	un	punto	importante:
las	descripciones	en	este	informe	se	centran	en	lo	que	sucede	todo	el	tiempo,	no
sólo	 en	 lo	 que	 sucedió	 en	 una	 ocasión	 inicial.	 El	 día	 y	 la	 noche	 se	 alternan
continuamente,	 las	 plantas	 siempre	 brotan,	 el	 sol	 siempre	 brilla,	 las	 criaturas
siempre	abundan	y	se	mueven.	Cuando	reconocemos	esto,	podemos	inclinarnos
a	 titular	 el	 relato	 “Dios	y	 el	Orden	Mundial”.[29]	Esta	 etiqueta	daría	una	nueva
identidad	al	texto	y	nos	daría	una	visión	diferente	de	lo	que	está	describiendo.
Como	 en	 el	 quinto	 día,	 se	 ordena	 a	 los	 animales	 que	 se	 reproduzcan	 de
acuerdo	a	su	especie.	Curiosamente,	sin	embargo,	la	función	no	se	expresa	por	la
bendición	de	 la	 fecundidad	como	en	el	 caso	de	 las	criaturas	del	mar/aire	y	 los
seres	 humanos.	 Es	 decir,	 el	 texto	 no	 incluye	 una	 bendición	 otorgada	 a	 los
animales	terrestres	para	que	sean	fructíferos	y	se	multipliquen.	En	consecuencia,
no	 se	 puede	 decir	 que	 su	 función	 es	multiplicar	 y	 llenar	 el	mundo.	De	 hecho,
Génesis	1:24-25	no	 indica	 la	función	de	estas	criaturas	 terrestres,	ni	el	proceso
de	su	origen	material.	Dios	los	proveyó	(ʿāśâ)...	¿para	qué?
Los	animales	terrestres	tienen	todo	tipo	de	funciones	diferentes,	y	Dios	va	a
dar	a	los	humanos	la	tarea	de	discernir	esas	funciones	y	asignarlas.	Un	aspecto
de	esto	es	observable	en	Génesis	2:19	cuando	Dios	trae	los	animales	al	hombre
“para	ver	qué	nombre	les	pondría.	El	hombre	les	puso	nombre	a	todos	los	seres
vivos,	y	con	ese	nombre	se	 les	conoce”.	Recordemos	que	el	dar	un	nombre	es
una	 actividad	 creativa	 y	 está	 relacionada	 con	 la	 función.	 Otro	 aspecto,	 sin
embargo,	 puede	 ser	 discernido	 del	 relato	 del	 sexto	 día	 en	 Génesis	 1.	 Como
sabemos,	 el	 informe	 del	 sexto	 día	 no	 termina	 con	 los	 animales,	 por	 lo	 que	 el
orden	 funcional	del	 sexto	día	puede	que	 todavía	no	aparezca	en	Génesis	1:24-
25.	 Yo	 sugeriría	 que	 las	 funciones	 de	 los	 animales	 y	 su	 papel	 en	 el	 sistema
ordenado	se	abordan	al	final	de	Génesis	1:26.	Cuando	los	humanos	subyugan	y
gobiernan,	están	 identificando	 las	 funciones	de	 los	animales	y	determinando	el
papel	 que	 desempeñarán.	 Esto	 es	 parte	 del	 papel	 humano—servir	 como
vicerregentes	de	Dios	en	la	continuación	del	proceso	de	poner	orden.
El	 sexto	 día	 también	 aborda	 los	 roles	 que	 las	 personas	 desempeñan	 en	 el
mundo	 que	 se	 les	 ordenó.	 Aquí	 de	 nuevo,	 vemos	 que	 tanto	 ʿāśâ	 (Gen.	 1:26)
como	 bārāʾ	 (3x	 en	 Gen.	 1:27)	 son	 usados.	 Al	 mismo	 tiempo,	 hay	 un	 claro
enfoque	 en	 las	 funciones,	 la	 más	 importante	 de	 las	 cuales	 se	 encuentra	 en	 la
imagen	de	Dios.
Las	habilidades	exclusivamente	humanas	que	a	menudo	se	asocian	con	 la
imagen	de	Dios	(por	ejemplo,	la	conciencia	de	sí	mismo,	la	conciencia	de	Dios)
nos	dan	la	capacidad	de	cumplir	nuestro	papel	como	imagen	de	Dios,	pero	estas
habilidades	 no	 definen	 por	 sí	 mismas	 la	 imagen.	 Estas	 capacidades	 podrían
desarrollarse	de	manera	viable	a	medida	que	avanza	el	desarrollo	neurológico	en
nuestro	 desarrollo	 material.	 Pero	 la	 imagen	 de	 Dios	 es	 un	 don	 de	 Dios,	 no
definido	 neurológica	 o	materialmente.	 La	 imagen	 de	 Dios	 como	 concepto	 del
Antiguo	Testamento	puede	entenderse	en	cuatro	categorías.[30]	Pertenece	al	papel
y	función	que	Dios	ha	dado	a	la	humanidad	(que	se	encuentra,	por	ejemplo,	en
“subyugar”	 y	 “gobernar”,	Gen.	 1:28),[31]	 a	 la	 identidad	 que	 nos	 ha	 legado	 (es
decir,	es,	por	definición,	quiénes	somos	como	seres	humanos),	y	a	la	manera	en
que	servimos	como	su	sustituto	al	representar	su	presencia	en	el	mundo.	Cuando
los	reyes	asirios	hicieron	imágenes	de	sí	mismos	para	ser	colocados	en	ciudades
conquistadas	o	 en	 fronteras	 importantes,	 estaban	 comunicando	que	 estaban,	 en
efecto,	 continuamente	 presentes	 en	 ese	 lugar.	 Finalmente,	 es	 indicativo	 de	 la
relación	que	Dios	quiere	tener	con	nosotros.
Estos	 cuatro	 aspectos	 de	 la	 imagen	 de	 Dios	 pertenecen	 no	 sólo	 a	 cada
individuo	 sino,	quizás	más	 importante	 aún,	 a	 la	 especie	 corporativa—a	 la	 raza
humana.	Se	discutirán	con	más	detalle	 en	 los	 capítulos	nueve	y	veintiuno.	Por
ahora,	es	esencial	afirmar	que	todas	las	personas	son	hechas	a	la	imagen	de	Dios,
sin	 importar	 su	 edad,	 su	 capacidad	 o	 incapacidad	 física,	 su	 comportamiento
moral,	su	identidad	étnica	o	su	género.	La	imagen	no	es	más	fuerte	en	unos	que
en	 otros,	 y	 es	 algo	 que	 nos	 da	 a	 toda	 la	 dignidad	 de	 ser	 criaturas	 de	 Dios
especialmente	dotadas.	Como	mayordomos	de	Dios,	tenemos	la	tarea	de	hacer	su
trabajo	en	el	mundo;	debemos	ser	sus	ayudantes	en	el	proceso	de	traer	orden	que
él	ha	comenzado.[32]
Después	de	completar	nuestro	estudio	de	los	seis	días,	encontramos	que	la
mayoría	 no	 tienen	 objetos	 materiales	 producidos.	 El	 único	 indicio	 de	 que	 la
materialidad	puede	ser	de	interés	se	encuentra	en	el	uso	del	verbo	ʿāśâ.	Incluso
en	algunos	de	los	versículos	en	los	que	un	lector	contemporáneo	podría	asumir
ese	 uso,	 los	 israelitas	 no	 están	 pensando	 en	 lo	 que	 es	 material.	 He	 sugerido
además	 que	 el	 verbo	 hebreo	 en	 sí	 mismo	 está	 sobreparticularizado	 cuando	 se
analiza	 como	 inherentemente	 material	 en	 la	 naturaleza	 o	 sólo	 en	 casos	 de
causalidad	material	directa.
Al	mismo	tiempo,	hemos	visto	que	el	 texto	está	 impregnado	de	un	interés
por	el	orden	y	 la	 función.	Esto	no	 sólo	es	evidente	en	el	 texto	del	Génesis;	 es
también	la	manera	primaria	en	que	las	cosmologías	en	el	mundo	antiguo	hablan
de	los	orígenes.	Es	la	manera	dominante	en	que	la
gente	piensa	sobre	la	existencia	y	los	orígenes	en	el	mundo	antiguo.	También	es
discutiblemente	una	afirmación	teológica	más	significativa	que	hacer,	y	una	que
toda	 la	 gente	 en	 todas	 partes	 puede	 entender	 sin	 importar	 el	 nivel	 de	 su
sofisticación	 científica.	 Si	 preguntamos,	 ¿por	 qué	 no	 puede	 ser	 tanto	material
como	funcional?	la	respuesta	es	bastante	clara:	podría	serlo,	pero	el	material	no
puede	ser	considerado	una	 interpretación	por	defecto;	debe	ser	probado.	Si	 los
informes	de	día	tras	día	en	el	texto	no	logran	relacionar	a	Dios	creando	objetos
materiales,	 tenemos	 que	 estar	 dispuestos	 a	 dejar	 de	 lado	 la	 presuposición
culturalmente	 determinada	 de	 que	 los	 relatos	 de	 origen	 son	 esencialmente
materiales.
Es	interesante	que	incluso	aquellos	que	han	pensado	en	Génesis	1	como	un
relato	de	los	orígenes	materiales	han	notado	la	repetida	referencia	a	la	eficacia	de
la	palabra	hablada.	Algunos	investigadores	han	llegado	incluso	a	investigar	otras
cosmologías	antiguas	para	concluir	que,	con	la	excepción	de	un	texto	egipcio	(la
Teología	Menfita),	la	creación	nunca	es	llevada	a	cabo	por	la	palabra	hablada	de
la	 deidad.	 Desafortunadamente,	 esto	 ofrece	 una	 visión	 demasiado	 estrecha.
Penetrante	 en	 todo	 el	 antiguo	 Oriente	 Próximo	 es	 la	 idea	 de	 que	 los	 dioses
emiten	 decretos	 que	 determinan	 los	 destinos	 de	 todo	 en	 la	 creación	 (ya	 sea
inicialmente	o	cada	año).[33]
Aunque	muchos	textos	antiguos	del	Oriente	Próximo	hablan	de	la	creación
como	de	naturaleza	funcional,[34]	una	breve	mirada	a	la	Instrucción	de	Merikare
dará	al	lector	un	buen	ejemplo:
	
Bien	cuidada	está	la	humanidad,	el	ganado	de	Dios,
Él	hizo	el	cielo	y	la	tierra	por	ellos,
Él	somete	al	monstruo	de	agua,
Él	hizo	aliento	para	que	sus	narices	vivan.
Son	sus	imágenes,	que	salieron	de	su	cuerpo,
Él	resplandece	en	el	cielo	por	ellos;
Él	hizo	para	ellos	plantas	y	ganado,
Aves	y	peces	para	alimentarlos....
Él	hace	la	luz	del	día	por	ellos,
Él	navega	para	verlos.
Él	ha	construido	su	santuario	alrededor	de	ellos,
Cuando	lloran,	él	los	oye.[35]
	
Aquí,	el	texto

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