Logo Studenta

Wayne Grudem - Prosperidad, En busca del verdadero Evangelio

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

¿Prosperidad? En busca del verdadero evangelio
Publicado por Africa Christian Textbooks Registered Trustees. Copyright ©2015 Todos los
derechos reservados.
Ninguna porción de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de
recuperación, o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio –ya sea electrónico,
mecánico, fotocopias, grabación u otros- sin el previo permiso por escrito de la editorial, excepto
breves citas incluidas en artículos y reseñas.
ISBN Impreso: 978-1946-5845-4-0
ISBN ePub: 978-1-946584-55-7
ISBN Mobi: 978-1-946584-56-4
La misión de Africa Christian Textbooks (ACTS) es fortalecer la iglesia en África proveyendo
literatura evangélica, relevante y económica para que los líderes cristianos y estudiantes de la
Biblia puedan promover la causa de Cristo. www.actskenya.org | acts.bookshop@gmail.com
La librería principal de ACTS en Kenya está ubicada en Africa International University (AIU),
Karen, Nairobi.
Contacte ACTS en Nigeria en la librería ACTS, International HQ, TCNN, PMB 2020, Bukuru
930008, Plateau State, Nigeria. 
www.acts-ng.com | acts.jos@gmail.com
Traducido por Proyecto Nehemías,
www.proyectonehemias.org
Traducción por Guillermo Mac Mackenzie
Publicado en asociación con Coalición por el Evangelio
www.thegospelcoalition.org
Diseño del libro por Beau Walsh,
The Cultural North | www.culturalnorth.us
http://www.actskenya.org/
mailto:acts.bookshop@gmail.com
http://www.acts-ng.com/
mailto:acts.jos@gmail.com
http://www.proyectonehemias.org/
http://www.thegospelcoalition.org/
http://www.culturalnorth.us/
ÍNDICE
Prefacio
Introducción: Un evangelio falso – Mbugua
Capítulo 1: Malinterpretar la Biblia– Mbugua
Capítulo 2: Prosperidad verdadera y falsa– Otieno
Capítulo 3: La vida del evangelio – Mbugua
Capítulo 4: El sufrimiento – Mbugua
Capítulo 5: El verdadero evangelio – Mbewe
Capítulo 6: Las bendiciones del verdadero evangelio– Otieno
Apéndice I: Doce súplicas a los predicadores de la prosperidad– Piper
Apéndice II: El dinero – Grudem
Apéndice III: Predicadores de la prosperidad
Apéndice IV: Lectura adicional: Otros libros sobre la enseñanza de la prosperidad
PREFACIO
Este libro ha sido publicado como resultado de un acuerdo entre Coalición por el Evangelio y
Africa Christian Textbooks Registered Trustees (Kenya).
El libro se basa sobre el fundamento del anterior título Gaining the World, Losing the Soul
que fue publicado en 2012. Durante los últimos años se añadieron nuevos capítulos y se
actualizaron y revisaron los capítulos originales.
Este libro se ha escrito para contrarrestar el gran daño que está haciendo el llamado evangelio
«de la prosperidad» o «de la salud y la riqueza» en África y en todo el mundo. Algunos
predicadores están haciendo promesas de prosperidad terrenal a hombres y mujeres y alejándolos
del Señor Jesucristo y el genuino evangelio que encontramos en la Biblia. Esta falsa enseñanza
está tan diseminada que muchas personas pueden incluso no darse cuenta de que han sido
influenciadas por ella.
Nuestra tarea en este libro es abordar los principios e ideas centrales de esta enseñanza sobre
la prosperidad, en vez de discutir con predicadores en particular. Pero hay muchas personas
influyentes que tenemos en mente quienes, de diferentes maneras, han articulado y diseminado
este evangelio de la prosperidad (mencionamos algunos ejemplos en el Apéndice III). Más que
nada, alentamos a los lectores a examinar la predicación que escuchan a la luz de la Biblia. Este
libro procura ayudarle a hacerlo.
Por medio de este libro, nuestro deseo es que aquellos que han sido engañados o confundidos
por la predicación de la prosperidad lleguen en cambio a amar el evangelio de la Biblia y
encontrar la salvación en Jesucristo. También esperamos que este libro prepare a los cristianos
para expresar su oposición a la falsa enseñanza que escuchan proclamar en muchos púlpitos.
Oramos que quienes enseñan la prosperidad lean este libro. Creemos que algunos de ellos
necesitan arrepentirse de sus errores y someterse y aceptar a Jesucristo como su Salvador,
mientras que otros necesitan aprender a manejar adecuadamente la Biblia como la Palabra de
Dios.
Este es un tema extremadamente serio y publicamos este libro con cierto sentido de urgencia.
Sabemos que Pedro usó palabras fuertes en su segunda carta para condenar maestros arrogantes
y codiciosos que se aprovechaban de los cristianos. Al ver hoy a nuestro alrededor maestros que
hacen descarriar a las personas con promesas impías y contrarias a la Biblia, no podemos
quedarnos parados sin hacer nada. Con este libro te mostramos a nuestro Dios soberano y su
perfecto evangelio. En esto nos basamos en contra del evangelio de la prosperidad.
Agradecemos a Michael Otieno Maura, Ken Mbugua y Conrad Mbewe por dar de su tiempo y
energía para escribir estos capítulos así como también a sus iglesias por permitirles dedicar ese
tiempo y energía a esta tarea.
Agradecemos a Baker Publishing Group por permitir la publicación de los capítulos de John
Piper y Wayne Grudem.
También agradecemos a Caleb Nakina por su revisión de todo el libro y por su edición.
Una vez más, nuestro amigo David Reynolds nos ha salvado, pues reunió todo al final y
completó la última edición. Este libro fue posible gracias al arduo trabajo que hizo David en
Gaining the World, Losing the Soul en 2012. ¡Gracias David!
Ha sido un privilegio asociarnos con Coalición por el Evangelio en este proyecto. Ha sido un
gusto trabajar con Bill Walsh y también con su hijo Beau, quien diseñó la tapa del libro y
formateó los capítulos. Estamos muy agradecidos por el liderazgo y la paciencia de Bill.
Este libro no podría haber sido publicado sin las donaciones generosas de muchas personas.
Estamos agradecidos y alabamos a Dios.
Africa Christian Textbooks Registered Trustees Coalición por el
Evangelio
INTRODUCCIÓN
Un evangelio falso
Kenneth Mbugua
Me asombra que tan pronto se hayan alejado ustedes del que los llamó por la gracia de
Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro evangelio, sino que hay
algunos que los perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aun
nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos
anunciado, quede bajo maldición. Como antes lo hemos dicho, también ahora lo repito:
Si alguno les predica un evangelio diferente del que han recibido, quede bajo maldición.
¿Busco acaso el favor de la gente, o el favor de Dios? ¿O trato acaso de agradar a la
gente? ¡Si todavía buscara yo agradar a la gente, no sería siervo de Cristo! Pero les
hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no sigue criterios humanos,
pues yo no lo recibí ni lo aprendí de nadie, sino que Jesucristo me lo reveló (Gálatas 1:6-
12).
Aun si un ángel predica un evangelio contrario a la palabra de Dios está bajo maldición. No
existe cristiano en el mundo que no necesite considerar seriamente las palabras de Pablo a los
gálatas. El evangelio es el regalo más precioso de la iglesia, la cual debe amarlo, protegerlo y
transmitirlo. Así que como cristianos, y especialmente como predicadores, nunca debemos dejar
de verificar lo que creemos y predicamos y luego hacer la pregunta: ¿es este el evangelio? ¿Es
este el evangelio que Dios nos ha revelado en la Biblia? Eso es lo que intentamos hacer en este
libro.
Este libro no se basa en nuestras ideas. No es personal; no nos estamos enfrentando a otros
predicadores en una competencia de egos. Al igual que Pablo, no buscamos predicarnos a
nosotros mismos, sino a Cristo (2Co 4:5). Trabajamos para fundamentar todo lo que escribimos
sobre la autoridad de la Palabra de Dios revelada en la Biblia. Nos esforzamos para no torcerla en
beneficio de nuestros propios propósitos, sino usarla con fidelidad (2Co 4:2).
Y al leer cuidadosamente el evangelio que hemos recibido en la Biblia, hemos llegado a la
conclusión de que existe un evangelio falso –el evangelio de la prosperidad– que se está
extendiendo en nuestro continente. En toda África, haymuchas iglesias predicando este falso
evangelio. Se trata de una mentira peligrosa empaquetada con un envoltorio de religión. Quienes
son afectados por este evangelio son alejados de la buena noticia de Dios y guiados a un engaño
centrado en el ser humano. Pablo no tomó nada tan en serio como el peligro de un evangelio
diferente y nosotros pensamos lo mismo. No hay nada más serio; nuestras almas dependen de
esto.
Escribimos este libro para dirigirnos a quienes predican este falso evangelio, y a quienes han
sido convencidos por ellos, orando que Dios nos otorgue paciencia, bondad, sabiduría y
amabilidad al intentar humildemente corregir el error, sometiéndonos a todos a la autoridad de la
Palabra de Dios.
No endulzaremos la verdad. Pablo usaba toda la firmeza y toda la agudeza al lidiar con
aquellos que estaban corrompiendo el evangelio. De igual forma, nosotros queremos urgir a los
creyentes a rechazar un «evangelio diferente» que no es el evangelio. Para muchos será difícil oír
este mensaje. Y una de las razones de esa dificultad es que este falso evangelio recibe apoyo de
hombres influyentes y de confianza.
Pero lo importante no son los grandes nombres. Las grandes congregaciones, las celebridades
y la gran influencia nunca han sido la marca de lo que es verdad. Debemos pararnos firmemente
sobre la revelación de la Escritura y no moldear nuestro evangelio de acuerdo a la aprobación de
la multitud. Pablo advirtió a los gálatas que no creyeran a nadie que predicara un evangelio
diferente de aquel que Cristo le entregó –ni siquiera un ángel. Esa es también nuestra
preocupación. Les rogamos en amor; reciban humildemente la Palabra de Dios. Puede salvar su
alma (Stg 1:21).
¿Qué es el evangelio de la prosperidad? Es un «evangelio» que asegura que podemos ser
libres de la enfermedad, la pobreza y todo sufrimiento sobre la base de la muerte de Cristo en la
cruz. Prometiendo bendiciones materiales, físicas y visibles para todos los que lo reciben, el
evangelio de la prosperidad insiste en que la voluntad de Dios para todos sus hijos es prosperar
aquí y ahora. Pero este evangelio de la prosperidad contiene cuatro distorsiones fundamentales
que difieren del evangelio bíblico. Proclama un Dios pequeño; no logra identificar la mayor
necesidad del ser humano; vacía el evangelio de su poder; y le roba la gloria a Dios.
Primera distorsión: un Dios pequeño
¿Qué es lo que más anhelas? La respuesta a esta pregunta te ayudará a identificar cuál es tu
dios. Los predicadores del evangelio de la prosperidad invitan a las personas a venir a Jesús. Pero
las motivaciones que ofrecen a las personas son salud, riqueza, esposos, esposas, trabajos y
ascensos. En este evangelio falso, no se nos persuade a anhelar, buscar o apreciar a Jesús. En
cambio, se considera a Jesús solamente como la forma de obtener las cosas materiales que
nuestros corazones mundanos ansían. Y aquello que tu corazón desea más que a Dios se ha
vuelto tu dios.
La Escritura es clara al decir que el objetivo de nuestra salvación es Dios, no el oro. Los
propósitos que la Biblia nos plantea son conocerlo, estar unidos a él y reconciliarnos con él.
«Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios» (1P 3:18). Notemos la palabra para en este versículo; nos ayuda a entender
para qué Cristo sufrió y murió. Él sufrió y murió para llevarnos a Dios.
Jesucristo mismo resumió perfectamente el corazón y el propósito de nuestra salvación en su
oración al Padre: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado» (Jn 17:3). Cuando Pablo enseñó a los colosenses acerca de la
gloria de la obra de Dios en nosotros, se centró en nuestra unión con Cristo. «A quienes Dios
quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los no judíos, y que es Cristo
en ustedes, la esperanza de gloria» (Col 1:27).
El evangelio se trata de un Dios infinitamente grande que nos ofrece el mejor regalo que
podamos imaginar: él mismo. Esa es la increíble belleza del evangelio: los pecadores pueden
conocer a Dios y disfrutar de él para siempre. El pueblo de Dios a través de los siglos ha
entendido que no hay nada mejor. Pero el evangelio de la prosperidad reduce a Dios como si
fuera un viejo rico cuando considera las dádivas materiales como el propósito del evangelio. Los
beneficios temporales de prosperidad material no son aquello por lo cual murió Jesús.
Jesús murió para traernos nuevamente a Dios. Y el corazón de la salvación que adquirió para
nosotros es que podamos conocer a Dios de una forma profunda y personal. ¿Puedes ver por qué
un mensaje que intercambia la palabra Dios en estas declaraciones por riqueza, salud y
prosperidad nos está ofreciendo un Dios pequeño que no es Dios en absoluto? La riqueza, la
salud y la prosperidad no son la gloria del evangelio, no son el propósito por el cual murió
Cristo, y son dádivas inferiores comparadas con la comunión con el Dios Todopoderoso. Estas
son las cosas que el mundo persigue; son dioses falsos. Predicar que las bendiciones temporales
y materiales son el propósito de nuestra salvación convierte al cristianismo en idolatría y permuta
la gloria de Dios por un sustituto barato.
Segunda distorsión: nuestra mayor necesidad
Cuando visitas un hospital por causa de una enfermedad, la tarea más importante del médico
es diagnosticar la causa de tus síntomas. Si entiende erróneamente el origen de tu problema,
entonces su solución también estará errada. Además, tal «solución» podría conllevar un mayor
sufrimiento. Para bendecir realmente a las personas, nosotros también necesitamos diagnosticar
correctamente su mayor necesidad.
¿Cuál es la mayor necesidad de la humanidad? ¿Qué problema enfrentó Dios al enviar a su
único hijo a morir? El predicador de la prosperidad señala a las personas que sus luchas físicas,
económicas y relacionales son el principal problema que necesitan arreglar. Entonces se predica
a Cristo solamente como un medio para solucionar esos problemas, aunque la Biblia es clara con
respecto al mayor problema del ser humano. Es mucho peor que estar en bancarrota o
hambriento.
Uno de los milagros más famosos ocurrió cuando Jesús alimentó a cinco mil personas con
cinco panes y dos pescados. Pero muchas personas no saben lo que ocurrió después que la
multitud fuera alimentada. Asombrados por lo que habían visto, la multitud decidió que
necesitaban liderar un golpe de estado y proclamar a Jesús como rey (Jn 6:15). ¿Tenían una idea
correcta del evangelio? No según Jesús. La multitud buscaba con entusiasmo a Jesús al punto de
saltar a las barcas para seguirlo al otro lado del lago (Jn 6:22-24). Pero finalmente cuando lo
encuentran, él no los elogió. Jesús vio sus motivaciones y los reprendió severamente:
De cierto, de cierto les digo que ustedes no me buscan por haber visto señales, sino
porque comieron el pan y quedaron satisfechos. Trabajen, pero no por la comida que
perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre
les dará; porque a éste señaló Dios el Padre (Jn 6:26-27).
Ellos estaban siguiendo a Jesús por conveniencia material. Jesús realizó señales y maravillas
para que las personas creyeran en él y recibieran vida eterna (Jn 20:30-31). Pero estas personas
estaban más interesadas en un almuerzo gratis. Pensaban que el Mesías les daría todo lo que
quisieran en esta vida, pero se estaban perdiendo un ofrecimiento incomparablemente mejor. Si
estás siguiendo a Jesús por beneficios materiales, no has logrado identificar tu mayor necesidad.
Así que Jesús es claro; la salud y la riqueza no son nuestras mayores necesidades. ¿Pero cuál
lo es? Para entender esto, tenemos que volver a lo básico: ¿quién es Dios y quiénes somos
nosotros? En Romanos 1, se nos recuerda que Dios es justo y nosotros somos pecadores. Y por
causa de la justicia de Dios y nuestra maldad, su justo juicio se levanta contra nosotros. Si yo
entiendo que el Dios todopoderoso y santo estáenojado conmigo, entonces mis problemas
económicos, tensiones relacionales, y ambiciones profesionales ya no pueden ser mi primera
prioridad. Mi problema con el pecado se vuelve la prioridad.
¿Qué es exactamente este problema del pecado? Nuevamente, Romanos 1 nos ofrece ayuda.
Explica que aunque conocemos a Dios, en nuestra naturaleza corrupta no lo glorificamos como
deberíamos. En cambio, la gloria que pertenece al creador se la damos a lo creado (Ro 1:22-23).
Esta idolatría es el corazón del pecado. Nuestra mayor necesidad es arreglar el problema del
pecado.
Cuando entendamos que todos los dolores de la vida son síntomas de nuestra verdadera
enfermedad, nuestro pecado que desafía a Dios, buscaremos un evangelio que aborde no
solamente los síntomas sino la raíz que los causa. Necesitamos que Dios perdone nuestros
pecados, aparte su ira de nosotros, y nos haga justos en su presencia. Esto es lo que necesitamos
ahora y por la eternidad. Cuando el predicador, como un doctor espiritual, diagnostica
erróneamente el problema, trata a sus pacientes con un falso evangelio que, al igual que el
medicamento equivocado, solo empeora las cosas.
Tercera distorsión: vaciar el evangelio de su poder
Cuando Pablo le escribió a la iglesia en Corinto, estaba corrigiendo problemas que vemos a
nuestro alrededor hoy en día. Los corintios habían recibido el evangelio puro de boca del apóstol
Pablo (1Co 15:1-4), pero con el tiempo sus predicadores habían cambiado el mensaje para
conformar a la audiencia. Y al modificar el mensaje del evangelio, no cambiaron solamente su
énfasis; vaciaron el evangelio de su poder.
Las iglesias que predican el evangelio de la prosperidad cometen un error similar. Puede ser
que sus predicadores mencionen la cruz en su predicación e incluso digan que Cristo murió por
nuestros pecados. Pero dicen que el propósito de la muerte de Cristo fue nuestra sanidad y
prosperidad. Por supuesto, este es un tema importante para cualquier congregación. Muchas
personas están sufriendo y luchando con temas económicos y de salud. Todos tenemos
necesidades y deseos materiales. Es un mensaje atrayente: ven a Jesús y recibe tu mejor vida
ahora. Pero es un mensaje inferior porque carece del poder que tiene el verdadero evangelio para
salvar a hombres, mujeres y niños de sus pecados (Mat. 1:21).
A nadie le gusta que le digan que es un pecador miserable cuyo destino es el infierno.
Preferimos escuchar acerca de cómo podemos lograr un ascenso en el trabajo, salir adelante en el
mundo, y conseguir soluciones rápidas para nuestros problemas terrenales. Por tanto, un
evangelio que no enfatiza estas cosas no tiene sentido para muchas personas (1Co 1:18). Y eso
es, naturalmente, porque estamos espiritualmente ciegos y no entendemos el sentido de la belleza
eterna de Dios. Pero en vez de poner en práctica el evangelio que Dios usa para despertar a los
pecadores hacia la gloria, belleza y salvación de Dios, los predicadores de la prosperidad
abandonan el evangelio y buscan solamente satisfacer los deseos impíos. Su mensaje no salva y
no puede salvar. La predicación de la prosperidad intercambia el poder del evangelio por un
mensaje sin poder.
Si crees que Cristo te salva para darte prosperidad en esta vida, entonces has puesto tu
esperanza en un mensaje sin poder. A diferencia de la buena noticia de Dios que se nos revela en
la Biblia, el evangelio de la prosperidad no puede salvar tu alma (Ro 1:16) ni darte vida (2Ti 1:9-
10). No puede concederte la paz con Dios (Ro 5:1), ni reconciliarte con él (2Co 5:18-20). El
evangelio de la prosperidad no puede incorporarte a la familia de Dios (Jn 1:12-13), ni darte
esperanza para la eternidad (Col 1:21-23), ni asegurar tu resurrección a la vida (Jn 11:25-27).
Pero el poder del evangelio es que Dios puede salvarte para siempre cambiando tu estado de ser
un sujeto de ira destinado al infierno a ser un hijo de Dios eternamente justificado. Eso es poder.
Si has dejado de predicar la cruz, te has alejado del único mensaje que tiene poder para salvar
del pecado a cualquier persona. Cristo tuvo que morir porque era la única manera de pagar el
precio de nuestro pecado. ¿Es necesaria la muerte del Hijo de Dios para obtener esa nueva casa,
automóvil o trabajo? El evangelio de la prosperidad podría parecer importante y ciertamente es
popular, pero al enfocarse en bendiciones materiales pasa por alto la esencia del evangelio y le
roba al mensaje evangélico su propósito esencial y su poder.
Cuarta distorsión: robarle la gloria a Dios
El error más básico que toda persona ha cometido es pensar: yo soy el centro del universo.
Cuando leemos la Biblia, nos damos cuenta no solo de que Dios lo creó todo, sino también de
que la creación se trata de él. La Biblia y el evangelio mismo nos señalan incansablemente hacia
Dios. Y cuando pensamos sobre la realidad de Dios en el mundo y en la Biblia, la palabra que
usamos más frecuentemente es gloria. No podemos entender ni la seriedad del pecado ni el
diseño y propósito del evangelio mientras no comprendamos la gloria de Dios.
La gloria de Dios es su naturaleza y carácter desbordante e incontenible. Su gloria incluye sus
atributos infinitos de santidad, rectitud, amor, justicia, gracia, misericordia, pureza, belleza, poder
y sabiduría. Y el feliz deber que conlleva el estar vivo en este mundo que Dios creó por y para su
gloria es glorificarlo. El propósito de nuestras vidas es enfocarnos en, hacer notar, vivir para y
deleitarnos en la gloria de Dios. Dios merece esto de nuestra parte. Cuando le robamos a Dios su
gloria, no significa que Dios se vuelva menos glorioso; eso es imposible. Significa que fallamos
en glorificarlo como debiéramos.
Cuando hablamos de la mayor necesidad del hombre, vimos que la renuencia a glorificar a
Dios, al mismo tiempo que glorificamos lo que él ha creado, está en el corazón del pecado que
nos separa de nuestro hacedor. Cuando el evangelio de la prosperidad oscurece este
entendimiento del pecado, no logra señalarnos hacia la gloria de Dios como el enfoque perdido
de nuestras vidas.
Cuando los predicadores de la prosperidad enfatizan las necesidades materiales, no guían a
las personas al arrepentimiento porque su mensaje no lleva a las personas a asombrarse con esa
gloria. En vez de enseñarnos lo que Dios merece de nuestra parte, la predicación de la
prosperidad nos alienta a pensar en aquello que obtendremos de Dios. Saltar de alegría por cómo
Dios te hará rico y fuerte no es adorar a Dios. Una definición errónea del mayor problema del ser
humano le roba a Dios su gloria.
Por tanto, el evangelio de la prosperidad también le roba a Dios su gloria al malinterpretar el
plan del evangelio. Pablo explicó el propósito y el plan del evangelio en Efesios 1:3-14. En
Cristo, hemos sido escogidos por Dios antes de la fundación del mundo (1:4), predestinados para
ser adoptados como hijos (1:5), redimidos mediante su sangre, perdonados (1:7), iluminados
(1:9), sellados con el Espíritu Santo (1:13), y se nos ha garantizado una herencia celestial (1:14).
Con razón se le llama buenas noticias. Y desde el comienzo hasta el final este evangelio de Dios
es «para alabanza de su gloria» (1:6, 12, 14).
El evangelio nos reconcilia con Dios. Remueve los obstáculos que nos mantienen alejados de
Dios, permitiéndonos entrar en una relación íntima con Dios en la cual podemos glorificarlo por
siempre. Y el Padre ha dispuesto estas bendiciones para nosotros en su Hijo (observa la frase «en
Cristo» o sus equivalentes en Efesios 1). Ninguna de estas bendiciones puede ser disfrutada fuera
de Cristo porque son su perfecta vida y su obra en la cruz las que obtuvieron estas bendiciones
para nosotros. En todo momento, el plan del evangelio nos previene de glorificarnos a nosotros
mismos (Ef. 2:8-9) y nos señala hacia la gloria de Dios como nuestra esperanza y propósito.
El evangelio glorifica a Dios. Todas las bendiciones del evangelio que mencionamos (ser
elegidos, adoptados, redimidos, perdonados, etc.) nos llevan a Dios. Y estas bendicionesse
reciben solamente mediante el Hijo de Dios, compradas por él de una manera que magnifica la
misericordia y el amor gratuitos de Dios. Esas bendiciones no se pueden ganar; solo se pueden
recibir, para que reconozcamos adónde pertenece la gloria. Al mirar exclusivamente a Cristo para
recibir las bendiciones eternas que nosotros nunca podríamos conseguir, no tenemos a nadie a
quien glorificar excepto a Dios (1Co 1:30-31).
Pero el evangelio de la prosperidad le roba a Dios su gloria en todo momento. Lo hace
redefiniendo las bendiciones que recibimos en Cristo. Aquellos que oyen su mensaje vuelven a
su hogar deseando tesoros terrenales en vez de la comunión con Dios. Cuando se desea más el
tesoro terrenal que a Dios, el tesoro recibe la gloria que solo Dios merece. En la parábola del
tesoro escondido en Mateo 13:44, el hombre vende todas sus posesiones terrenales para obtener
el reino de los cielos. El evangelio de la prosperidad nos ofrece el trato opuesto.
El evangelio de la prosperidad va más allá en el robo de la gloria de Dios al alejar a su
audiencia de la suficiencia de Cristo. En vez de hablar solamente de Cristo, los predicadores de la
prosperidad publicitan muchos métodos para obtener bendición como el aceite de la unción,
«plantar una semilla», «el agua sagrada», y oraciones del «hombre de Dios». Este falso
evangelio minimiza la suficiencia de Cristo afirmando que los rituales y los hombres son canales
de bendición de parte de Dios aparte de Jesucristo. Tal mensaje niega que él esté en el centro y le
roba a Dios su gloria.
Cuando buscamos bendiciones por fuera de Cristo que no glorifican a Dios, también
quitamos la cruz del corazón de la Biblia. La Escritura nos enseña que el plan maestro de Dios
para traer gloria a su nombre tiene la cruz como su centro. El Antiguo Testamento está lleno de
señales y tipos que nos apuntan a Cristo y su obra en la cruz (Lc 24:27). El sistema sacrificial nos
enseña nuestra mayor necesidad y nos prepara para Cristo (Heb 9). Los profetas profetizaron su
venida y sus sufrimientos (1P 1:10-12). Y por la eternidad nunca dejaremos de recordar y
glorificar el sacrificio de Jesús (Ap 5:6 y 12).
La cruz está en el centro del plan de Dios para mostrar y compartir su gloria para siempre.
Pero los predicadores de la prosperidad recorren la Biblia subrayando todas las bendiciones
terrenales que disfrutó el pueblo de Dios. Y, en conflicto directo con la forma en que Cristo usó la
Escritura (p. ej., Lc 24:27), ellos hacen de estas bendiciones terrenales el punto central de la
Biblia. Esto aleja a las personas de la centralidad de la cruz de Cristo y le roba a Dios su gloria.
Por lo tanto, no hay acusación más seria contra un mensaje: le quita la gloria a Dios.
Conclusión
El evangelio de la prosperidad es un mensaje peligroso porque mientras finge traer buenas
noticias, ofrece un falso evangelio que lleva a las personas a alejarse de Dios. Presenta a un Dios
pequeño que es valorado como un medio para obtener beneficios materiales. Diagnostica
erróneamente nuestro mayor problema –el pecado y la separación de Dios– y no logra identificar
y abordar nuestra mayor necesidad. Este supuesto evangelio no tiene poder para salvarnos
porque desvía nuestra atención de la gloria de Dios hacia las invenciones humanas y bendiciones
temporales. El evangelio de la prosperidad glorifica al ser humano y las cosas de este mundo en
vez de glorificar a Dios. Eso lo hace un falso evangelio.
CAPÍTULO 1
Malinterpretar la Biblia
Kenneth Mbugua
Entre ellas hay algunas [cosas] que son difíciles de entender y que los ignorantes e
inconstantes tuercen, como hacen también con las otras Escrituras, para su propia
perdición. Pero ustedes, amados hermanos, que ya saben todo esto, cuídense de no ser
arrastrados por el error de esos malvados, para que no caigan de su firme postura (2
Pedro 3:16-17).
La falsedad del evangelio de la prosperidad está enraizada en una errónea interpretación de la
Biblia. La palabra de Dios ha sido torcida, con y sin intención, y el resultado es un mensaje
engañoso y artificial. Si estás buscando genuinamente la verdad y te estás acercando
humildemente a su palabra, Dios puede hacerte libre de las mentiras de este falso evangelio vacío
y darte vida en él. Mi confianza se apoya en la promesa de Cristo en Juan 8:31-32: «Si ustedes
permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres».
Dios nos ha revelado la verdad en la Biblia. Pero esta verdad tiene mucha competencia:
nuestros corazones engañosos (Jer 17:9), el diablo que «engaña a todo el mundo» (Ap 12:9), y
un mundo lleno de mentiras. Como cristianos, constantemente debemos recordar que la verdad
no está determinada por un voto, un punto de vista, o un concurso de popularidad. Dios nos ha
revelado la verdad y nosotros debemos esforzarnos por entender lo que nos está diciendo.
¿Cómo podemos hacer esto?
Debemos acercarnos a la Biblia preguntando: «¿Qué pretende comunicar Dios a través de
este pasaje?». Esa es la pregunta que hacemos cuando leemos las cartas y los mensajes de textos
que otros nos mandan. Leemos el mensaje completo, intentamos determinar lo que el autor quiso
decir, recordamos otras cosas que esa persona nos ha escrito, y tratamos de entender mejor las
palabras desconocidas. Cuando comprendemos el significado del mensaje, respondemos
adecuadamente.
Pero muchos predicadores tratan las palabras de Dios con menos cuidado que un mensaje de
texto de un amigo. Los predicadores del evangelio de la prosperidad frecuentemente se acercan a
la palabra de Dios como si pudiera significar lo que ellos decidan que significa. Quitan las
oraciones de su contexto, ignoran el resto de la Biblia, y tuercen las palabras. Si las personas leen
nuestras cartas y mensajes de texto de la misma manera, nosotros también seríamos
malinterpretados. No podemos permitirnos cometer este error con el mensaje más importante. No
te pierdas el evangelio de Dios por estar demasiado ocupado intentando elaborar tu propia
versión de las buenas noticias.
Si asistes a una iglesia donde has oído el evangelio de la prosperidad, te resultará difícil creer
que ese no es el evangelio. Después de todo, habrás memorizado versículos de la Biblia que
parecen confirmar esta teología de la prosperidad. Pero el problema no está en los versículos que
aprendes sino en la manera en que los predicadores de la prosperidad los están malinterpretando.
En este capítulo, queremos abordar algunas de las malinterpretaciones comunes de la Biblia
que los predicadores usan para proclamar el evangelio de la prosperidad. Queremos buscar
aquello que Dios realmente nos está diciendo en estos textos estudiando sus contextos y
deduciendo el significado desde los textos, en vez de imponer nuestras propias interpretaciones
sobre ellos. Necesitamos tratar las palabras de Dios con reverencia y cuidado.
Su pobreza y nuestras riquezas
Comencemos con 2 Corintios 8:9: «Pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor
Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes
fueran enriquecidos». Los predicadores de la prosperidad utilizan este versículo para proclamar
que Cristo murió para que nosotros podamos ser ricos. Pero si lees el contexto de 2 Corintios 8,
pronto descubres que se trata de cristianos que dan de lo que tienen a otros. Además, Pablo
estaba pidiendo a los corintios que imitaran la donación sacrificial que hacían otros cristianos que
eran muy pobres.
Hermanos, también queremos contarles acerca de la gracia que Dios ha derramado
sobre las iglesias de Macedonia, cuya generosidad se desbordó en gozo y en ricas
ofrendas, a pesar de su profunda pobreza y de las grandes aflicciones por las que han
estado pasando (2Co 8:1-2).
Pablo está mencionando, como un ejemplo de piedad, a los cristianos pobres de Macedonia
que incluso se sacrificaban para satisfacer la necesidad de otros. Luego en el versículo 9 del
capítulo, para expresar su idea, Pablo los comparó conel ejemplo más grande de aquel que se
sacrificó por nuestro bien.
Por tanto, es completamente erróneo leer este capítulo y concluir que se trata de que nosotros
nos hagamos ricos. Por el contrario, dándonos dos ejemplos a seguir, Dios nos está enseñando a
través del apóstol Pablo que deberíamos vivir de manera sacrificial y generosa. El gozo de los
macedonios y de Cristo no venía de la riqueza, sino del amor de Dios que les permitía dar
excesivamente para las necesidades de los demás.
¿Pero entonces cuáles son las riquezas que según este versículo Cristo cedió y los cristianos
poseerán? ¿Acaso Cristo cedió la riqueza material para llegar a ser nuestro salvador? La Biblia, y
la lógica básica, claramente nos muestran que esto no es lo que Cristo cedió.
No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás. Que haya
en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y
tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres (Fil 2:4-7).
Cristo ciertamente fue pobre mientras estaba en esta tierra, como lo muestran frecuentemente
los evangelios (Lc 9:58). Pero, como lo explica este texto, Cristo se despojó al dejar el cielo y la
íntima comunión espiritual y la gloria con su Padre que disfrutaba allí para venir a este mundo
como un hombre. Esto es mucho más grande que la riqueza material. Las riquezas que Cristo
cedió (temporalmente) por nosotros eran riquezas celestiales y espirituales. Y, en última instancia,
estas son las riquezas que Cristo obtuvo para nosotros a través de su muerte: la reconciliación y
la comunión con Dios (Jn 17:24).
Pero en la era venidera, según Apocalipsis 21, habrá calles de oro en la Nueva Jerusalén
(21:21). ¿Entonces es esa una motivación para que el cristiano quiera estar en esa ciudad?
Continúa leyendo y dos versículos más adelante verás que la gloria del Padre y el Cordero
iluminarán la ciudad en el cielo (21:23). Ciertamente, eso será mucho más emocionante para el
cristiano.
Si dudas del énfasis de la Biblia, busca referencias a bendiciones materiales en el libro de
Apocalipsis y luego busca referencias a la gloria y la adoración de Dios. El corazón que ama a
Dios anhela el día cuando será cautivado en alabanza y adoración a él. Y los santos que están
satisfechos en Dios querrán dar de manera sacrificial como hicieron los macedonios y como hizo
Jesucristo, en vez de preocuparse por lo que pueden acumular en el presente.
Salud y sanidad
Un versículo usado con frecuencia para sugerir que Dios nos dará salud es Isaías 53:5: «Pero
él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo
de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados». Primero, notemos que este versículo y los
versículos a su alrededor describen el sufrimiento del Mesías y su muerte sacrificial por nosotros.
¿Por qué sufrió y murió Cristo? El versículo explica claramente que murió por nuestras
transgresiones e iniquidades —nuestros pecados. Si murió por nuestros pecados, ¿cuál es
entonces la naturaleza de la sanidad que su muerte trae? El significado claro del texto es que el
sacrificio de Cristo nos ha sanado de nuestra culpa pecaminosa.
Como dijo el apóstol Pedro: «Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para
que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes
sanados» (1P 2:24). Morir al pecado y vivir en justicia; esa es la eterna y asombrosa sanidad que
el sacrificio de Cristo obtuvo para nosotros.
También es cierto que, como lo explica la Biblia, la obra de Cristo en la cruz tiene
consecuencias respecto de todo sufrimiento. Al lidiar con nuestro pecado, él se aseguró de que
también fueran removidas las consecuencias de nuestro pecado que ha corrompido al mundo,
incluyendo el sufrimiento. Pero Dios también deja claro en su palabra que este cumplimiento
glorioso de la obra de redención no ocurrirá hasta que él vuelva y haga finalizar esta presente era
(Ro 8:18-25 y 1Co 15:20-28). Los beneficios de la obra de Cristo no se disfrutarán todos en esta
tierra.
Un día nuestros cuerpos serán glorificados y la tierra será restaurada y no habrá más llanto.
La fe en ese futuro seguro nos da fuerzas para soportar los dolores de este mundo: «Las
aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de
revelarse en nosotros» (Ro 8:18). No habrá escape del sufrimiento mientras vivamos en nuestros
cuerpos corrompidos en un mundo quebrantado, pero esperamos con confianza el tiempo
cuando todo será justo.
¿Pero hay ahora señales de esperanza que nos recuerdan que el sufrimiento será
completamente removido debido a la obra de Cristo? Sí, absolutamente. Existe una razón por la
cual el escritor del evangelio describió la sanidad física como un cumplimiento de Isaías 53:4 (Mt
8:17). Y existe una razón por la que Jesús se ocupó de sanar los cuerpos así como de perdonar
los pecados. John MacArthur nos ayuda a establecer la conexión entre la sanidad, el sufrimiento
de Cristo y nuestro sufrimiento:
Isaías estaba diciendo que el Mesías cargaría con las consecuencias de los pecados de
los hombres, a saber, las penas y los pesares de la vida… Mateo encontró un
cumplimiento análogo de estas palabras en el ministerio de sanidad de Jesús porque la
enfermedad viene del pecado por el cual el Siervo pagó con su vida (vv. 7, 8; cf. 1P
2:24). En la eternidad, toda enfermedad será removida, así que en última instancia está
incluida en los beneficios de la expiacióni.
El ministerio de sanidad de Cristo cumplió la profecía, demostró su poder, y probó que él es
Dios. Pero sanar los cuerpos no era el propósito; era un medio para otro fin. El fin era que
nosotros creyéramos en Cristo para el perdón de nuestros pecados y nos reconciliáramos con
Dios (Jn 20:30-31). Nuestro Dios todavía sana enfermedades. Dios todavía hace milagros. Y
podemos estar seguros de que un día no habrá más enfermedades ni sufrimiento. Pero no
abusemos de la Biblia para proclamar promesas que Dios no ha hecho.
Dios no ha prometido una vida sin sufrimiento en el presente. Pero nos ha prometido su
gracia en el sufrimiento (2Co 12:9-10) y un bien supremo a través de nuestro sufrimiento (Ro
8:28). Al igual que el apóstol Pablo, en el sufrimiento nos tomamos de la esperanza de la
resurrección (Fil 3:10-11). Ponemos nuestra fe en el evangelio y nos aferramos a la confianza
que tenemos en Cristo que superará cualquier dolor que tengamos en esta vidaii.
Nuestras oraciones y las promesas de Dios
Cuando los cristianos enfrentan las dificultades de la vida, oran a Dios para recibir fortaleza,
guía y ayuda. La oración es una parte esencial de la vida de todo creyente y de toda iglesia. Pero
la salud de una vida de oración no está determinada por la cantidad de palabras. Aquello por lo
cual oramos revela nuestros corazones. Las iglesias que predican el evangelio de la prosperidad
frecuentemente incluyen prolongados servicios de oración —y eso es algo bueno. Pero la
sustancia de nuestras oraciones es más importante que su duración.
Los predicadores de la prosperidad alientan a las iglesias a basar sus oraciones en promesas
malinterpretadas y a hacer esas oraciones con las motivaciones equivocadas. La promesa de que
los cristianos pueden pedir cualquier cosa al Padre y que él se lo dará se encuentra en varios
lugares en los evangelios. Es una de las promesas más increíbles en la Biblia, y es mucho mejor
de lo que alcanzan a ver los predicadores del evangelio de la prosperidad.
Dios promete responder las oraciones de sus hijos. Eso es lo que dicen los versículos y eso es
lo que significan. Pero eso no es todo lo que dicen y significan esos versículos. Observemos más
de cerca Juan 15:7: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo
que quieran, y se les concederá».
El versículo comienza con una condición: si permanecen en mí, y mis palabras permanecen
en ustedes. Si unoquita esta condición de la oración, inevitablemente malinterpretará la promesa.
Si vivimos en Jesucristo y sus palabras viven en nosotros, entonces será un placer para Dios
proveer aquello que pidamos. La Palabra de Dios es la voluntad de Dios que nos ha sido
revelada. Y al sumergirnos en Jesús, de la manera en que la Palabra de Dios lo ha revelado, al
punto en que sus deseos son nuestros deseos, entonces nuestra voluntad se conformará a su
voluntad. Cuando esto haya ocurrido, verdaderamente desearemos y oraremos por lo que Dios
quiere.
Esta es la misma lógica que vemos en otro versículo malinterpretado: «Sabemos que Dios
dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Ro 8:28). ¿Significa esto que Dios me
da cualquier cosa que yo quiera? Lee nuevamente. Las personas a las que se refiere este
versículo son aquellas que lo aman. Si amas a Dios, deseas la gloria de Dios y su voluntad en tu
vida más que cualquier cosa. Y este es un deseo que Dios está ansioso por cumplir y está
dispuesto a hacerlo. Jesucristo mismo demostró esto cuando oró: «Padre mío, si es posible, haz
que pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú» (Mt
26:39). En su humanidad, quería escaparse del sufrimiento. Pero había algo que quería aun más
que eso: la voluntad y la gloria de su Padre. Este es el tipo de oración que Dios se deleita en
recibir.
La Biblia enseña claramente que Dios hace lo que le place: «El Señor hace todo lo que él
quiere, en los cielos y en la tierra, en los mares y en los abismos profundos» (Sal. 135:6). Pero en
Jesucristo, su deseo y el nuestro se unen. Cuando sumergimos nuestras vidas en su palabra, Dios
nos transforma por su Espíritu y moldea nuestros deseos, valores y pasiones para que sean como
los suyos. Estas cosas definen nuestra voluntad, la cual damos a conocer a Dios en oración.
¿Esto hace que la promesa de Juan 15 sea menos extraordinaria? Por el contrario, el Dios
soberano ha escogido llevar a cabo su voluntad a través de las oraciones de los cristianos:
«Porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena
voluntad» (Fil 2:13). Él ha escogido hacer que tus oraciones sean poderosas. Dios no dice: «No
te molestes en orar porque yo haré lo que sea mejor sin ti». En cambio, se deleita haciendo lo que
es mejor a través de nuestras oraciones. Él cambia corazones para que las personas quieran su
perfecta voluntad y cuando los cristianos oran sus deseos piadosos, él ama entrar en acción.
La Biblia está llena de buenos ejemplos del pueblo de Dios orando la voluntad de Dios. Por
ejemplo, observemos cómo las oraciones de Daniel estaban fundamentadas en la Palabra de
Dios. En Daniel 9, leemos que él descubrió la profecía de Dios de que la desolación de Jerusalén
concluiría luego de setenta años; un tiempo que se aproximaba rápidamente. ¿Eso hizo que
Daniel fuera complaciente? No, lo inspiró a orar. La respuesta de Daniel fue ayunar y orar a Dios
que hiciera su voluntad. Dios se complació en oír a Daniel y responder sus oraciones mientras los
exiliados regresaban a su hogar. Así es como Dios obra y así es como deberíamos orar.
Necesitamos tener cuidado de interpretar Juan 15 y textos similares a la luz de lo que la Biblia
nos enseña sobre cómo Dios lleva a cabo su soberana voluntad a través de nuestras oraciones.
Cuando nuestros corazones estén sumergidos en la Palabra de Dios, desearemos la voluntad y la
gloria de Dios por sobre las nuestras de manera que oraremos como Cristo en el jardín del
Getsemaní. Pero si perdemos de vista la voluntad de Dios y nos obsesionamos con nuestros
propios deseos profanos, entonces no estamos viviendo en Jesucristo. Y no podemos reclamar la
ayuda de Dios mientras nos oponemos a su voluntad. Dios tiene un gran propósito para la
oración; no queremos pasarlo por alto en una malinterpretación egoísta de su Palabra.
Sembrar y cosechar
Uno de los conceptos más malinterpretados en la Biblia ha sido el de sembrar y cosechar. En
muchas iglesias se lo promociona como el «principio de sembrar y cosechar». Dos de los
versículos más usados para apoyar ese principio son 2 Corintios 9:6 («El que poco siembra, poco
cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha») y Gálatas 6:7 («No se engañen. Dios no
puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará»). ¿Cuál es el mensaje
de estos versículos?
Primeramente deberíamos notar que estos versículos son sencillos de entender. Significan lo
que dicen y están diseñados para motivar nuestra siembra con la perspectiva de nuestra cosecha.
Así es como funciona la vida. Todos queremos vivir de una manera que produzca beneficios. No
tiene sentido sembrar, si no tenemos la esperanza de cosechar. El problema con los predicadores
del evangelio de la prosperidad no es que esperen que después de la siembra venga la cosecha,
sino que su idea de lo que debe cosecharse es demasiado pequeña. Ellos piensan en un
beneficio temporal cuando se les ofrece un beneficio permanente. Se enfocan en beneficios que
no satisfacen y se pierden una bendición profundamente satisfactoria. Y predican acerca de
tesoros monetarios cuando tienen ante ellos un regalo invaluable.
El principio de sembrar y cosechar del evangelio de la prosperidad se desvía de la enseñanza
de la Biblia de muchas maneras particulares. Desafía la perspectiva celestial que la Biblia nos
anima a tener. Esta perspectiva celestial debería regular cómo sembramos nuestro tiempo,
energía, talentos y dinero.
No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los
ladrones minan y hurtan. Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la
polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu
tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6:19-21).
La idea aquí es que el tesoro es algo bueno, por lo cual deberíamos aspirar un tesoro eterno
en vez de un tesoro oxidado y apolillado que no puede perdurar. Qué pobre es aquel evangelio
que nos ofrece un mero tesoro terrenal. En cambio, el pueblo de Dios ha reconocido que su
tesoro está en el cielo y eso les ha permitido soportar la persecución y arriesgar su tesoro terrenal.
Como testifica el escritor a los Hebreos acerca de sus lectores creyentes: «Gozosos soportaron el
despojo de sus propios bienes, sabedores de que en los cielos tienen una herencia mejor y
permanente» (Heb 10:34). Esa es la siembra y la cosecha que Dios ofrece a su pueblo: siembra
espiritual y cosecha eterna.
El evangelio de la prosperidad también promueve un amor por el dinero, mientras que la
Biblia es clara acerca de los peligros de esta aproximación a la vida. La enseñanza del apóstol
Pablo sobre esto no puede ser más clara:
Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual algunos, por codiciarlo, se
extraviaron de la fe y acabaron por experimentar muchos dolores. Pero tú, hombre de
Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la
mansedumbre (1Ti 6:10-11).
Gran parte de lo que se llama practicar el principio de sembrar y cosechar es simplemente una
forma de encubrir el amor al dinero. Pero sin importar cómo lo llamemos, si solo nos enfocamos
en las cosas materiales solo podemos esperar beneficios materiales, no espirituales.
Efectivamente se cosecha lo que se siembra. De hecho, muchas personas han terminado
cosechando tristeza y dolor por su práctica de lo que pensaron que era un principio bíblico. Si
amamos el dinero, algo que Dios nos ha advertido específicamente que no hagamos, es posible
que recibamos algunos placeres momentáneos y beneficios temporales. Pero como el dinero no
puede satisfacer nuestras almas o sanar nuestros corazones, al final esta siembra desobediente
cosechará tristeza y muerte.
Además, la idea que presenta el evangelio de la prosperidad sobre sembrar y cosechar
contradice la Biblia sugiriendo que Dios no tiene problema en ser reemplazado por los ídolos.
¿Qué quiero decir? Cuando usamos la Biblia para justificar nuestrabúsqueda idolátrica de dinero,
hacemos de Dios el proveedor voluntario de nuestro ídolo favorito. Pero la ira de Dios se
enciende contra las personas que colocan su hermosa gloria en segundo lugar para seguir a otros
dioses. El pueblo de Dios busca el tesoro que es Dios mismo.
Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de
Cristo. Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como
basura, para ganar a Cristo (Phil. 3:7-8).
Este versículo no tendría ningún sentido para cualquiera que practique el principio de sembrar
y cosechar del evangelio de la prosperidad. Pablo está diciendo que las mismas cosas por las
cuales los predicadores de la prosperidad nos alientan a venir a Dios son las cosas que él ha
perdido para tener a Dios. ¿Qué prefieres: abundancia y riquezas o a Dios? ¿Dónde está tu
tesoro?
Observemos también específicamente algunos de estos textos que usan los predicadores de la
prosperidad para justificar su enfoque sobre sembrar y cosechar. 2 Corintios 9:6 está ubicado en
el mismo pasaje que estudiamos anteriormente, en el cual Pablo estaba halagando a los
macedonios por su generosa ofrenda económica a la iglesia en Jerusalén, a pesar de su propia
pobreza. ¿Qué dice Pablo que estos dadores generosos deberían esperar recibir y ver en respuesta
a su generosidad?
Cuando los cristianos siembran en generosidad, cosechan gloria y honor para Dios. Y no
existe mejor cosecha. Continúa leyendo 2 Corintios 9 y ves que Pablo escribió que su
generosidad «produce acción de gracias a Dios» (9:11). Al suplir las necesidades del pueblo de
Dios, ellos han inspirado abundantes «acciones de gracias a Dios» (9:12). Y aquellos que han
recibido la donación «glorifican a Dios por la obediencia de ustedes» (9:13). Como también
Jesucristo enseñó: «Que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus
buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos» (Mt 5:16). El mensaje es claro:
nuestra acción de dar hace que Dios sea glorificado. Cuando sembramos para Dios, cosechamos
la enorme bendición de glorificarlo y honrarlo.
Pero, aunque no era su enfoque, Pablo también mencionó beneficios materiales. ¿De qué
manera o con qué propósito Pablo describió las bendiciones materiales para los dadores
generosos? Pablo dijo que aquellos que dan recibirán de Dios lo suficiente para que puedan
seguir bendiciendo a otros: «Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia,
para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda
buena obra» (2Co 9:8). No les promete lujos, sino lo suficiente. Y el propósito de lo que reciben
no es acumular riquezas, sino dar: «Para que sean ustedes enriquecidos en todo, para toda
generosidad» (9:11). Si piensas que este texto se trata de nuestro beneficio monetario, no has
entendido el punto central. Dios promete a sus hijos lo suficiente para servirlo, no lujos para
ignorarlo.
Respecto a Gálatas 6:7, estudiar su contexto también nos muestra que Pablo enseñó algo muy
diferente al énfasis del evangelio de la prosperidad. El texto no habla de recibir sino de dar. Los
cristianos deberían «sobrellevar los unos las cargas de los otros» (6:2), compartir «toda cosa
buena al que lo enseña» (6:6), no cansarse «de hacer el bien» (6:9), y hacer «bien a todos»
(6:10). La acción de sembrar en este capítulo es claramente bendecir a otros. ¿Entonces cuál es la
cosecha?
Pablo mencionó el principio de sembrar y cosechar aquí como una advertencia sobre las
consecuencias de negarse a hacer el bien. Pablo advirtió a los gálatas: «El que siembra para sí
mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
cosechará vida eterna» (Gál. 6:8). Observar realmente el pasaje nos hace ver que en vez de
apoyar el evangelio de la prosperidad, Pablo lo reprendió severamente. Aquellos que siembran
para Dios cosechan bendición espiritual.
Si das a otros con la motivación de un beneficio económico para ti mismo, estás sembrando
para la carne. Aquellos que andan en la carne no heredarán el reino. Pero bendecir
desinteresadamente a otros es evidencia de la obra del Espíritu. La cosecha para los piadosos es
la vida eterna y los gálatas fueron alentados a seguir adelante porque un día recibirían el fruto de
sus labores. Dios nos da para que podamos dar a otros y nuestra recompensa no es material y
terrenal, sino espiritual y eterna.
La teología de la «palabra de fe»
Otro mensaje popular de muchos predicadores de la prosperidad en la actualidad es la
teología de la «palabra de fe». Ellos enseñan que nuestras palabras tienen poder para crear una
realidad. Se dice que podemos hacer que exista salud y prosperidad declarando con seguridad
nuestros deseos. Una vez más, esta falsa enseñanza se basa en una malinterpretación
fundamental de varios versículos de la Biblia.
La fe que se ejerce en esta enseñanza no es tanto una fe en Dios sino fe en la propia fe. Se
nos alienta a vernos como amos de nuestro propio destino. Si uno tan solo cree y pide con
confianza, puede trazar su propio futuro y obtener los deseos de su corazón. Cuando aquello que
pedimos y creemos no se materializa, la culpa está en nuestra falta de fe.
Aunque muchos de estos predicadores no intentan basar sus enseñanzas en la Escritura, a
veces citan Hebreos 11:1 como evidencia. El escritor a los Hebreos dice que «tener fe es estar
seguro de lo que se espera». Aprovechando la palabra «seguridad» (que otras versiones traducen
«certeza» o «sustancia»), los predicadores usan este versículo para declarar que la fe crea
sustancia. Si ese fuera el caso, Dios no sería el único creador; nosotros también crearíamos
declarando la existencia según nuestra voluntad.
La repuesta a esta malinterpretación nuevamente puede encontrarse tratando la Biblia con
respeto y observando el contexto de donde se saca este versículo. Al abrir el libro de Hebreos,
queda claro que el autor no está enseñando a sus lectores a usar el poder de la fe para cambiar
las circunstancias que los rodean. Unos pocos versículos más arriba, se elogia a los lectores
porque «soportaron los sufrimientos de una gran lucha» (10:32) y «gozosos soportaron el
despojo de sus propios bienes» (10:34). Luego, en el versículo 35, el escritor los exhorta a
continuar con la misma confianza que habían demostrado en esas nefastas circunstancias. ¿Cuál
era esa confianza?
Primeramente, era una fe que se sustentaba en la paciencia, no en un sentido de
merecimiento. «Lo que ustedes necesitan es tener paciencia; para que, una vez que hayan hecho
la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido darnos» (10:36). Quedó demostrado que la fe
de los cristianos hebreos era real cuando soportaron el sufrimiento, no cuando lo evitaron:
«Nosotros no somos de los que se vuelven atrás y se pierden, sino de los que tienen fe y salvan
su alma» (10:39). Además, se trataba de una confianza enfocada en cosas eternas, como queda
claro en la afirmación: sabiendo «que en los cielos tienen una herencia mejor y permanente»
(10:34). Su «gran recompensa» no tenía nada de temporal, como la sanidad de un cuerpo que
morirá o de las posesiones que quedarán atrás.
La fe de Hebreos 10 y 11 permitió que estos cristianos, más allá del sufrimiento que estaban
soportando, pudieran ver la realidad de la eternidad preparada para ellos. Esta confianza en su
futura herencia les dio la fuerza para soltar sus posesiones terrenales. Mientras que el mundo
vive por lo que puede obtener en el presente, los cristianos tienen una motivación totalmente
diferente.
Por tanto, los ejemplos de fe que se mencionan a continuación en Hebreos 11 no son
ejemplos del poder de la fe que cambia las circunstancias (Dios cambia las circunstancias, no la
fe). Por el contrario, son ejemplos de personas que actúan sobre la base de una futura realidad
que solamente podría verse y obtenerse por fe porque no era material o terrenal.Incluye
creyentes que fueron torturados, golpeados, encarcelados, o incluso asesinados. Su fe les
permitió soportarlo y, luego de su muerte, recibir la meta y la recompensa de su fe; la eterna
gloria que les estaba esperando. «Ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial»
(Heb 11:16).
Es un gran pecado enseñar a los creyentes, quienes son llamados a resistir en vista de una
recompensa eterna, que más bien deberían buscar y reclamar las recompensas ahora. Esta falsa
enseñanza mantiene a los santos que sufren lejos de la gracia y la esperanza que contiene la
verdadera fe. El mensaje de la palabra de fe, cuando se expone como una mentira, también ha
alejado a algunas personas de la iglesia y del cristianismo. Que todos los que tienen la
responsabilidad y el privilegio de predicar la palabra de Cristo recordemos las palabras de Cristo
mismo: «A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, más le
valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino, y que lo hundieran en el fondo del mar»
(Mt 18:6).
Conclusión
El evangelio de la prosperidad se apoya en malinterpretaciones de la Biblia que distorsionan
completamente su claro significado. De esta manera, desvía a los cristianos para que en vez de
servir a Dios se alaben a sí mismos y confíen en un falso evangelio. Debemos tratar la Palabra de
Dios honestamente y con cuidado para conocer la verdad y ser liberados por ella.
Cuando nuestro Señor Jesucristo dejó el cielo y se hizo hombre, no cedió ni nos prometió
beneficios materiales. Él cedió riquezas celestiales, la gloria y el amor que compartía con su
Padre, para venir al mundo para que nosotros pudiéramos participar de estas bendiciones con él
para siempre. Cuando Cristo vivió una vida de sufrimiento y luego murió en la cruz, su castigo
fue diseñado para sanar nuestra herida más profunda: nuestra pecaminosidad. Así que Dios nos
promete algo mucho más importante y valioso que la salud y la riqueza presentes. Gracias a su
muerte y resurrección, Jesús promete a su pueblo la reconciliación permanente con Dios y una
vida libre de pecado en la era venidera.
Cuando el pueblo de Dios experimenta la salvación que se encuentra en Jesús, ellos quieren
la gloria de Dios por encima de cualquier otra cosa. Y el plan de Dios es tan grande que entonces
él usa los deseos justos de su pueblo, expresados en oración, para hacer su voluntad. Por tanto,
no debería sorprendernos que la Biblia nos aliente también a mostrar generosidad en nuestras
obras por motivos espirituales. Al hacerlo, él nos promete una cosecha eterna preparada para
nosotros en el cielo.
________________
i The MacArthur Study Bible, ed. John MacArthur, Jr., ed. electrónica (Nashville: Word, 1997),
Is. 53:4.
ii Estudiaremos este tema con mayor detalle en el capítulo sobre el sufrimiento.
CAPÍTULO 2
Prosperidad verdadera y falsa
Michael Otieno Maura
Entonces edificó una ciudad, y llamó a esa ciudad Enoc, como el nombre de su hijo
(Génesis 4:17).
También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enós. Desde entonces
comenzó a invocarse el nombre del Señor (Génesis 4:26).
En África, hoy las personas están hablando de prosperidad. El tema domina nuestras
imaginaciones y permea nuestras conversaciones. Y al apoderarse de nuestra cultura, también
está penetrando en nuestros púlpitos. Hay muchos predicadores que están predicando un
evangelio de prosperidad material. Pero esta prosperidad que se apodera de los corazones y
mentes de hombres y mujeres, desde las calles hasta las iglesias, es una prosperidad falsa. Es una
falsa prosperidad contra la cual la Biblia nos advierte repetidas veces.
Ya desde Génesis 4:17-26 encontramos un contraste entre la familia impía de Caín y la familia
piadosa de Set. La familia de Caín podía hacer alarde de grandes logros y prosperidad material.
Parecían ser exitosos, pero sus logros eran alcanzados sin ninguna referencia a Dios. Alejados de
Dios, su prosperidad era temporal y fugaz; de este mundo y para este mundo. La familia de Set
no tenía tales logros materiales que exhibir. Pero invocaban el nombre del Señor; esa era su
gloria. Esta familia conocía una prosperidad verdadera y duradera que estaba fundamentada en
Dios.
En muchos de nuestros púlpitos, hoy la predicación está centrada en el éxito terrenal y la
prosperidad material; casas y automóviles, éxito en los negocios, dinero, salud y felicidad. Tal
predicación entra en conflicto directo con la Palabra de Dios desde Génesis hasta los evangelios
y las epístolas. Nuestra predicación debería llevar a los pecadores a invocar el nombre del Señor.
Debería guiar a las personas a clamar por misericordia y salvación por medio del Señor Jesucristo
en arrepentimiento y fe, dependiendo de las promesas de Dios y esperando una herencia futura.
Dos ciudades
Caín estaba edificando una ciudad (Gn 4:17). Externamente podría decirse que estaba
prosperando. A los ojos de este mundo, Caín estaba progresando y logrando grandes cosas.
Al igual que muchos de nosotros, Caín sintió que necesitaba seguridad. Después que Caín
mató a su hermano, Dios lo alejó de su presencia y lo condenó a una vida fugitiva. Pero para
ayudar a Caín cuando tuviera miedo de sufrir el destino de Abel, por gracia Dios lo marcó para
que tuviera protección. Pero a pesar de la bondad de Dios, Caín tomó el asunto en sus propias
manos. ¿Qué nos dice esto sobre Caín y lo que estaba edificando?
Caín estaba trabajando con extremo ahínco para establecerse en la tierra. Sus pensamientos y
su energía se centraban en esta vida. Ansiaba honor familiar y le puso a una ciudad el nombre de
su hijo. Y estaba haciendo todo esto en un tiempo de gran cambio social. Notemos todas las
cosas que ocurrían por primera vez en estos versículos: el primer hombre en cultivar la tierra de
forma científica; el comienzo de la música y las artes; y progreso en el trabajo y la tecnología con
el metal. Esta era una comunidad emprendedora y exitosa. Pero estaban viviendo sin Dios. Caín
se había alejado de la presencia de Dios y estaba trabajando para sí mismo.
Aún hoy, hombres y mujeres están luchando y trabajando arduamente para alcanzar el éxito
aquí en la tierra. Las personas se dicen a sí mismas: si consigo un buen empleo, si encuentro una
esposa o un esposo, si vivo cómodamente, entonces estaré feliz y contento. Este es el camino de
Caín y debemos cuidarnos de él. Las cosas pueden verse bien externamente, pero espiritualmente
podemos estar en gran peligro. La historia de Caín nos demuestra que tener una ciudad o una
casa grande no es evidencia de que una persona está en una buena relación con Dios. Lo que es
importante es la riqueza espiritual que se obtiene mediante un cambio radical en nuestro ser
interior. Así es como lo dice el Señor Jesús: «Es necesario que ustedes nazcan de nuevo» (Jn
3:7).
La ciudad de Caín fue edificada para la gloria del hombre. Su desacertado celo por establecer
su nombre en la tierra se repite a lo largo de las edades hasta llegar a nuestra era materialista.
Trabajo, posesiones, entretenimiento, fama; nuestro mundo nos asegura que este es el camino
hacia la plenitud. Estos son los materiales con los que están construidas nuestras ciudades. Y es
la gloria del hombre la que nos inspira a construirlas. Pero el camino de Caín lleva a la
destrucción, porque «si el Señor no edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se
esfuercen. Si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que los guardias la vigilen» (Sal
127:1).
Pero Dios está edificando una ciudad diferente; una ciudad que es para su gloria. Aquellos
que lo aman están esperando esta ciudad celestial. Acerca de los héroes de la fe leemos que
«anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de
llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad» (Heb 11:16). La realidad es que «no
tenemos aquí una ciudad permanente, sino que vamos en pos de la ciudad que está por venir»
(Heb 13:14). Pablo escribió: «Pero nuestra ciudadanía está en los cielos,de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Fil 3:20).
Es trágico que muchos predicadores ya no estén predicando acerca de esta ciudad celestial.
En cambio, están ocupados volviendo nuestros ojos a la ciudad terrenal de Caín. Ya no predican
sobre la seguridad y esperanza cierta del cristiano, que es una «herencia incorruptible,
incontaminada e imperecedera… reservada en los cielos» (1P 1:4). En cambio, motivan a las
personas a buscar éxito terrenal, felicidad y plenitud en esta corta vida.
Mi querido predicador, hay dos ciudades. ¿De cuál estás predicando? Mi querido creyente,
¿cuál ciudad estás buscando de todo corazón?
La ciudad de Caín no era permanente; no duró mucho tiempo. Algunos comentadores incluso
sugieren que Caín nunca terminó de edificarla. Quienes buscan plenitud en las cosas que ofrece
este mundo al final serán decepcionados. Se encontrarán alienados de Dios por toda la eternidad.
Pero la familia de Set invocaba el nombre del Señor. Ellos conocían la verdadera prosperidad,
creían en las promesas de Dios, y esperaban la ciudad eterna y celestial. Los verdaderos
creyentes se apoyan sobre la esperanza de la vida eterna con Dios y no serán decepcionados.
La poligamia no es prosperidad
La historia de Caín y su familia tiene otra advertencia para nosotros. Fue un descendiente de
Caín, Lameci, quien introdujo la poligamia en el mundo. Algunas personas hoy ven la poligamia
como una señal de prosperidad. En África, tener muchas esposas puede estar asociado con la
riqueza, el poder y la fama. Cuando era joven, si veía a un hombre que se casaba con otra
esposa, sabía que él había conseguido un ascenso en su trabajo. Solía decirse que un hombre con
una sola esposa tenía un solo ojo. Recientemente, un líder africano se casó con su quinta esposa
y en esa ceremonia hubo danzas y celebración. Hemos visto hombres desfilando a sus mujeres
para mostrar a los demás cuán prósperos y poderosos son. Incluso hay un predicador que dijo
que Dios se le apareció y le dijo que se casara con otra esposa; ahora está promoviendo la
poligamia.
Sin embargo, en Génesis 4:19 vemos que fue Lamec, un descendiente impío de Caín, quien
corrompió por primera vez la institución del matrimonio con la poligamia. Génesis 2:24
claramente nos enseña que solamente un hombre y una mujer debían llegar a ser una carne.
Lamec violó la clara instrucción dada por Dios. Como Dios creó el matrimonio para que fuera
entre un hombre y una mujer (Mt 19:4-5), la poligamia no es una señal de prosperidad como
nuestra cultura quiere que creamos; es un pecado. Si estás casado con una mujer, la voluntad de
Dios es que seas fiel a ella. Si estás considerando casarte, te suplico en el nombre del Señor, que
no sigas el camino de Lamec.
Algunos de ustedes ya son polígamos y yo los insto a venir al Señor tal como están, porque la
Biblia dice que «Cada uno debe permanecer en la condición en que estaba cuando fue llamado»
(1Co 7:20). No deberías abandonar a ninguna de tus esposas. Algunas iglesias erróneamente le
niegan la membrecía en la iglesia y la Cena del Señor a los polígamos. Sin embargo, los
polígamos no deberían llegar a ser líderes en la iglesia (1Ti 3:2). Quienes son salvos y están en la
iglesia no deberían abandonar a sus esposas con quienes se casaron antes de ser salvos, pero
tampoco deben promover la poligamia de ninguna manera.
La poligamia no es prosperidad, sino una transgresión de la ley de Dios, y la Biblia deja
claras sus consecuencias. Muchas mujeres hicieron que el corazón de Salomón se alejara del
Señor (1R 11:4). La poligamia le causó dolor a Rebeca y a Isaac (Gn 26:35); provocó celos entre
esposas (Gn 30:1, 1S 1:6); y problemas entre los hijos (Gn 37, Jue 9). Yo provengo de una
familia polígama y entiendo bien el asunto. Cuando muere el padre de la familia, aun antes del
entierro, las peleas y rivalidades pueden separar a la familia. La poligamia no es prosperidad.
No envidies al impío
Caín y sus descendientes sin duda serían considerados exitosos en la actualidad: propiedades,
sofisticación cultural, tecnología y múltiples esposas. La lógica del evangelio de la prosperidad
lleva a muchas personas a suponer erróneamente que los equivalentes modernos de la familia de
Caín son bendecidos. Pero aun para los creyentes que se niegan a basar su esperanza en las
posesiones terrenales, también hay tentaciones que vencer. La envidia nos distrae constantemente
de la búsqueda perseverante de la ciudad de Dios.
Cuando observamos la prosperidad y los logros de las personas impías quedamos perplejos
como el salmista: «En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; poco faltó para que mis pasos
resbalaran. Y es que tuve envidia de los arrogantes, al ver cómo prosperaban esos malvados»
(Sal 73:2-3). Luego el salmista enumera algunas características, similares a las que vimos en la
familia de Caín, que ahora son exaltadas por los predicadores modernos del evangelio de la
prosperidad. El salmista escribe que los malvados parecen no tener luchas, sus cuerpos son
saludables y fuertes, están orgullosos y relajados, y aumentan sus riquezas.
Pero mientras que la Biblia reconoce que somos tentados, también abre nuestros ojos para
ayudarnos a luchar contra la tentación. Dios le mostró al salmista que las personas ricas que son
arrogantes e insensibles están paradas al borde del abismo. El destino de estas personas es la
destrucción (Sal 73:17-20) y necesitamos tenerles compasión y advertirles en vez de envidiarlas.
La presencia y la sabiduría de Dios cambiaron la perspectiva del salmista sobre los impíos
prósperos. Debemos pensar y vivir a la luz de la eternidad.
Los descendientes de Caín no fueron conocidos por su adoración sino por sus logros y
prosperidad terrenales. No conocían a Dios y sus logros no pudieron cubrir su rechazo de aquel a
quien más necesitaban. Por supuesto, las cosas materiales no son necesariamente malas. Pero si
vivimos para la prosperidad y el éxito material, entonces estamos construyendo nuestra casa
sobre la arena. Los descendientes de Caín estaban parados sobre terreno resbaladizo y su destino
era el juicio. Ellos pensaron que habían logrado mucho, pero no habían construido nada que
pudiera perdurar.
Dios le ha declarado a su pueblo: «No busques para ti grandes cosas» (Jer 45:5). Repetidas
veces advirtió a los hijos de Israel que no se jactaran de su sabiduría, fortaleza y riqueza (Jer
9:23). Y sin embargo, los predicadores de la prosperidad quieren que vivamos para estas mismas
cosas. Vemos una y otra vez que lo más importante en la vida es tener una íntima y correcta
relación con Dios. Como Dios ha declarado: «Quien se quiera vanagloriar, que se vanaglorie de
entenderme y conocerme» (Jer 9:24).
La verdadera prosperidad
¿Pero exactamente de qué se trata esta prosperidad espiritual que Dios quiere que
busquemos? Después de mostrarnos el mal ejemplo de la familia de Caín, Génesis 4 nos señala la
dirección correcta: «Desde entonces comenzó a invocarse el nombre del Señor» (Gn 4:26). Para
estos primeros creyentes, Dios estaba donde debía estar: en el centro de sus vidas. Ellos
confiaban, buscaban y adoraban a Dios. Y el hombre fue hecho para adorar a Dios; como lo
expresa el Catecismo Menor de Westminster: «El fin principal del hombre es glorificar a Dios, y
gozar de él para siempre».
Desde los descendientes de Set hasta los primeros cristianos, el pueblo de Dios se ha
distinguido como adoradores. El pueblo de Dios es diferente al mundo porque el nombre, honor,
gloria y reputación de Dios los anima más que todo lo que el mundo puede ofrecer. La familia de
Set adoraba al que hacía promesas y podía cumplirlas; a aquel que había prometido un salvador.
Los cristianos hoy adoran al mismo Dios fiel; aquel que ha cumplido su promesa y ha enviado al
Señor Jesucristo. Ellos creen en las promesas de Dios y esperan con gran gozo el regreso del
Señor Jesucristo y los nuevos cielos y la nueva tierra.
El evangelio de la prosperidad desvía a las personas de la verdad del evangelio centrada en
Dios. Apartasu atención de la muerte del Señor Jesús en el Calvario. Aleja de la expiación
sustitutiva, la vida crucificada, y la santidad. Oscurece la gran esperanza futura del regreso de
Cristo y la era venidera cuando estaremos con él.
Dios no nos salva principalmente para bendecirnos con cosas materiales, sino para
cambiarnos para que seamos como Cristo. Pablo escribe: «No adopten las costumbres de este
mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente» (Ro 12:2). La iglesia
cristiana a través de las edades ha reconocido que la expiación, que el Señor Jesús obtuvo en la
cruz del Calvario, es el tema central del mensaje cristiano (Is 53:5, Jn 1:29, 2Co 5:21, 1Jn 4:10).
Pero esto se opone a lo que estamos escuchando en la actualidad cuando el tema central es el
hombre y lo que Dios puede hacer por él. Incluso las canciones están dominadas por coros que
repiten «que Dios me bendiga». Necesitamos regresar al mensaje central de la Biblia. Aquellos
que conocen al Señor y lo adoran como el centro de sus vidas tienen verdadera prosperidad.
La prosperidad espiritual por sobre la prosperidad temporal
Las consecuencias de dedicarse la falsa prosperidad son mortales para nuestra fe. Una vez
que hemos quitado a Dios del centro, y lo hemos reemplazado con cosas materiales, rápidamente
aparecen nuevos errores. Primero, olvidamos la fuente de toda bendición. Y segundo, omitimos
la realidad de que, aun en esta tierra, las bendiciones espirituales son infinitamente superiores a
las materiales. El apóstol Pablo nos ayuda a corregir estos errores: «Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales» (Ef. 1:3). Estas bendiciones espirituales vienen de Dios. No vienen de los
obispos, los reverendos, los pastores o las iglesias.
Muchos predicadores del evangelio de la prosperidad incluso quieren que creamos que las
bendiciones vienen del aceite de la unción, el acto de caerse hacia atrás, o el agua bendita.
Algunos han llegado más lejos y venden escobas y sal con las cuales, según declaran, los
demonios son barridos y los cristianos son protegidos de sus ataques. Pero la Biblia nos dice
claramente que nuestras bendiciones vienen de Dios.
Pero tal vez preguntes, ¿cómo recibimos estas bendiciones? ¿Cómo hace Dios para
entregarnos sus bendiciones? Nuevamente, Efesios 1:3 nos da la respuesta. Se reciben en y a
través de Cristo solamente. Todas las bendiciones de Dios el Padre nos llegan a través de Cristo.
No permitas que las personas te engañen para creer que tienen poder en sí mismos para bendecir
a otros.
Así como Set y sus descendientes prestaron más atención a las cosas espirituales que a los
logros externos, el apóstol Pablo nos asegura que Dios ha bendecido a su pueblo con toda
bendición espiritual. Las bendiciones se llaman espirituales porque vienen de Dios y son
invisibles a los ojos humanos. No se relacionan principalmente con nuestras circunstancias
externas aquí en este mundo. Son eternas. Pablo nos muestra que las bendiciones que ya tenemos
en Cristo, las que Cristo obtuvo para todo el pueblo de Dios, son de mayor valor que cualquier
cosa material que podamos poseer:
En él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que en su presencia
seamos santos e intachables. Por amor nos predestinó para que por medio de Jesucristo
fuéramos adoptados como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En él
tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las
riquezas de su gracia, la cual desbordó sobre nosotros en toda sabiduría y
entendimiento, y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el
cual se había propuesto en sí mismo, para que cuando llegara el tiempo señalado
reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están
en la tierra.
En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los
planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad, a fin de que nosotros, los
primeros en esperar en Cristo, alabemos su gloria. También ustedes, luego de haber oído
la palabra de verdad, que es el evangelio que los lleva a la salvación, y luego de haber
creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la garantía de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su
gloria (Ef 1:4-14).
Observa el listado de las maravillosas bendiciones espirituales de un cristiano: elegido,
predestinado, amado, adoptado, aceptado, redimido, iluminado, perdonado, y sellado por el
Espíritu Santo para garantizar una herencia divina. Estas son bendiciones eternas que no pueden
ser destruidas y, por tanto, también pueden proveer un mayor gozo, un deleite más puro, y un
contentamiento más firme ahora que cualquiera de las bendiciones en las cuales los predicadores
de la prosperidad nos instan a poner nuestra esperanza.
El pueblo de Dios posee un gozo y un contentamiento que está más allá del alcance de la
dificultad y la tristeza que experimentamos. Si son una pareja casada sin hijos, no permitan que
nadie los menosprecie. Son bendecidos y su matrimonio está completo con o sin hijos. Si has
nacido de nuevo, nacido de Dios, has sido ricamente bendecido ya sea que estés viviendo en una
choza o en una mansión. Un hombre puede vivir en pobreza material toda su vida y no obstante
tener una mejor situación que un empresario rico porque su tesoro está en el cielo donde la
polilla y el óxido no destruyen (Mt 6:19). Una mujer cristiana puede resistir una enfermedad por
muchos años y sin embargo ese sufrimiento no le roba las bendiciones de Efesios 1 y puede
saborear la promesa del cielo donde ya no habrá más llanto ni dolor (Ap 21:4). Puedes ser
perseguido, pero Jesús dijo que eres bendecido porque el reino de los cielos es tuyo (Mt 5:10).
Oración y prosperidad
Hemos visto que Dios nos advierte sistemáticamente que no nos enfoquemos en el honor y
las bendiciones temporales que solo duran tanto como esta vida. Y con la misma firmeza, Dios
nos señala hacia las bendiciones eternas centradas en Dios que él nos ha prometido y dado en
Cristo Jesús. ¿Cómo podemos evaluar dónde nos hallamos en esta lucha? ¿Existen señales
advirtiéndonos que estamos abandonando la prosperidad que viene de Dios e intercambiándola
por el sustituto inferior de este mundo? Según Jesús, la manera en que oramos señala nuestras
prioridades y nuestra relación con Dios.
El evangelio de la prosperidad ha cambiado la forma en que las personas oran. Muchas
oraciones hoy se enfocan en cosas terrenales más que espirituales —solo necesitas buscar en tu
radio o TV y escucharás la evidencia. A menudo estas oraciones materialistas se basan en
versículos bíblicos que han sido completamente sacados de contexto. Si hoy oras por cosas
espirituales, puede que incluso descubras que algunos miembros de la iglesia comenzarán a
quejarse. ¿Así que cómo deberíamos orar? En Colosenses vemos que la prioridad se da a la
prosperidad espiritual:
Por eso nosotros, desde el día que lo supimos, no cesamos de orar por ustedes y de pedir
que Dios los llene del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, para que vivan como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo
que a él le agrada, produciendo los frutos de toda buena obra, y creciendo en el
conocimiento de Dios; todo esto, fortalecidos con todo poder, conforme al dominio de su
gloria, para que puedan soportarlo todo con mucha paciencia. Así, con gran gozo,
darán las gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los
santos en luz; y que también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el
perdón de los pecados (Col. 1:9-14).
¿Cuál es la oración de Pablo por los cristianos de Colosas? Pablo no ora para que sean ricos
materialmente;

Continuar navegando