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EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL Y EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS VEGETALES EN LA CUEVA DE ARENAZA I (SAN PEDRO DE GALDAMES, BIZKAIA) 71
Serie Bizkaiko arkeologi induSketak - excavacioneS arqueologicaS en Bizkaia, Bai nº9.
Bizkaiko Foru aldundia-diputación Foral de Bizkaia. 
año 2021. BilBao. iSSn 0214-7971
KOBIE: Serie Bizkaiko Arkeologi Indusketak - Excavaciones Arqueologicas en Bizkaia, BAI nº9: 71-86
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
Bilbao - 2021
ISSN 0214-7971
EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL 
Y EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS 
VEGETALES EN LA CUEVA DE ARENAZA I 
(SAN PEDRO DE GALDAMES, BIZKAIA)
Palaeoenvironmental evolution and exploitation of plant resources 
in Arenaza I cave (San Pedro de Galdames, Bizkaia)
María José Iriarte-Chiapusso1,2
Ainhoa Aranburu-Mendizabal1
Nuria Castañeira-Pérez1
Miren Ayerdi1
Palabras clave: Antracología, Carpología, Palinología, Pleistoceno superior, Holoceno, Agricultura.
Key-words: Anthracology, Carpology, Palinology, Upper Pleistocene, Holocene, Agriculture.
Gako-hitzak: Antrakologia, Karpologia, Palinologia, Goi Pleistozenoko, Holozenoko, Nekazaritza.
RESUMEN
En este texto se exponen los resultados obtenidos en el estudio paleobotánico (Antracología, Carpología, Palinología) del yacimiento 
arqueológico de Arenaza I. La información paleoambiental se inicia en las fases finales del Greenland Interestadial 5.1 y termina en el Holoceno 
medio, aunque debido a las características sedimentarias y al grado de conservación de los restos vegetales no ha sido posible disponer de un 
registro continuo. Las especies vegetales del entorno de Arenaza I se adaptaron a la sucesión de fases estadiales e interestadiales del 
Pleistoceno superior. La secuencia holocena se limita a las ocupaciones neolíticas y se confirma que desde el Neolítico antiguo los habitantes 
de la cueva, gestionaron los recursos vegetales tanto desde la producción como de la recolección.
ABSTRACT
This text presents the results obtained in the paleobotanical study (Anthracology, Carpology, Palinology) of the archaeological site of 
Arenaza I. Paleoenvironmental information begins in the final phases of Interstadial Greenland 5.1 and ends in the Middle Holocene, although 
due to sedimentary characteristics and the degree of conservation of the plant remains, it has not been possible to have a continuous record. 
The plant species in the Arenaza I environment adapted to the succession of interstadial and state phases of the Upper Pleistocene. The 
Holocene sequence is limited to Neolithic occupations and it is confirmed that since the ancient Neolithic, the cave’s inhabitants managed the 
plant resources from both production and collection.
1 Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología (1.14A). Universidad del País Vasco. c/ Tomás y Valiente s/n - Vitoria-Gasteiz 01006. Email: mariajose.iriarte@ehu.eus
2 Ikerbasque - Basque Foundation for Science, Plaza Euskadi 5, Bilbao 48009
MARÍA JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO, AINHOA ARANBURU-MENDIZABAL, NURIA CASTAÑEIRA-PÉREZ Y MIREN AYERDI72
Serie Bizkaiko arkeologi induSketak - excavacioneS arqueologicaS en Bizkaia, Bai nº9.
Bizkaiko Foru aldundia-diputación Foral de Bizkaia. 
año 2021. BilBao. iSSn 0214-7971
LABURPENA
Testu honetan Arenaza I aztarnategi arkeologikoaren azterketa paleobotanikoan (Antrakologia, Karpologia, Palinologia) lortutako emaitzak 
azaltzen dira. Paleoinguruaren informazioa 5.1 Greenland Interestadialaren azken faseetan hasi eta Holozenoan amaitzen da, nahiz eta sedimen-
tu-ezaugarriak eta landare-hondakinen kontserbazio-maila direla-eta ezin izan den erregistro jarraiturik izan. Arenaza I inguruko landare-es-
pezieak Goi Pleistozenoko interestadial eta estadial faseen segidara egokitu ziren. Holozenoko sekuentzia okupazio neolitikoetara mugatzen 
da, eta antzinako Neolitikotik kobazuloko biztanleek landare-baliabideak ekoizpenetik zein bilketatik kudeatu zituztela berresten da.
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Serie Bizkaiko arkeologi induSketak - excavacioneS arqueologicaS en Bizkaia, Bai nº9.
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Edad del Bronce. Estos restos proceden del sector VII (cuadros N, Ñ, 
O, P, Q, R, S - bandas 9, 11, 13, 15, 17). Los fragmentos de carbón se 
recuperaron mediante el cribado sistemático del sedimento con 
agua, y posterior triado del residuo de criba, de los lechos 10 
(Calcolítico/Bronce antiguo: 3.835 ± 55 BP), 9 (Bronce antiguo: 3.580 
± 70 BP) y 8 (Bronce medio: 3.805 ± 70 BP). La recuperación del 
material carpológico se realizó a través de la flotación parcial del 
sedimento excavado y sólo afecta al lecho 9 (Zapata 1999, 2002; 
Uzquiano y Zapata 2000). 
El análisis antracológico evidencia que utilizaron diversas plan-
tas leñosas como combustible. La formación forestal más empleada 
como fuente de aprovisionamiento, fue el robledal caducifolio. Es de 
suponer que estos recursos madereros tendrían otros usos, además 
del de combustible (Uzquiano y Zapata 2000). 
Los restos de frutos y semillas (correspondientes a la ocupación 
del Bronce antiguo) verifican que junto al cultivo de determinadas 
plantas, explotaban especies vegetales silvestres. El mayor número 
de semillas identificadas corresponden a cereales, entre los que 
destacan Triticum aestivum/durum y, en mucha menor medida, T. 
dicoccum (escanda) y Setaria italica/Panicum miliaceum (panizo/
mijo). L. Zapata observó que los hallazgos de cereal se concentran 
en el tercio norte de la zona excavada (Zapata 1999, 2002, Uzquiano 
y Zapata 2000).
3. LOS ESTUDIOS PALEOBOTÁNICOS DE LA 
INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA DE J. 
FERNÁNDEZ ERASO
Los estudios paleobotánicos que exponemos a continuación5, se 
enmarcan en el proyecto interdisciplinar que J. Fernández Eraso ha 
dirigido en Arenaza I. Esta actuación arqueológica se llevó a cabo en 
el cuadro Y14 (cercano a la entrada y a la zona de excavación de J.M. 
Apellániz) y en la banda 24 (cuadros A, B, C), ubicada en la zona este 
de la sala. 
El cuadro Y14 presenta una estratigrafía que se inicia en el nivel 
X (Gravetiense). A este nivel, le suceden ocupaciones adscritas al 
Magdaleniense (medio: nivel IX; superior: niveles VIII, VII y base del 
VI), Magdaleniense final (techo del nivel VI); Aziliense (nivel V) y 
Neolítico (niveles III, II y I). A este último periodo cultural correspon-
de la secuencia de la banda 24. Debido a que en las actuaciones 
anteriores se siguió el criterio de excavar en extensión, en la dirigi-
da por J. Fernández Eraso no ha sido posible disponer de ningún 
registro de las ocupaciones más recientes: Calcolítico, Edad del 
Bronce, época romana e intervenciones modernas de una ferrería. El 
único nivel sedimentario carente de evidencias arqueológicas es el 
IV, caracterizado por una sucesión de capas de arena originadas por 
el caudal del agua que circuló por la cueva en ese momento. 
A continuación, describimos la metodología empleada en cada 
una las analíticas y sus resultados. Estos estudios se han llevado a 
cabo en el Laboratorio de Paleobotánica Lydia Zapata del Área de 
Prehistoria de la Universidad del País Vasco. 
5 La autoría de los diferentes estudios paleobotánicos se distribuye de la 
siguiente manera: Antracología, Ainhoa Aranburu-Mendizabal; Carpología, 
Nuria Castañeira-Pérez y Palinología, María José Iriarte-Chiapusso y Miren 
Ayerdi.
1. INTRODUCCIÓN
El interés arqueológico de la cueva de Arenaza I (San Pedro de 
Galdames, Bizkaia) comprende tanto el registro sedimentario de la 
gran sala de entrada, como las manifestaciones artísticas paleolíti-
cas que se conservan en sus galerías interiores (Grande 1972; 
Gorrotxategi 2000; Gárate et al. 2000-2002). 
Arenaza forma parte del sistema kárstico de Atxuriaga, situán-
dose su entrada en la falda meridional del monte Alto de la Arena3. 
Las diferentes ocupaciones humanas se concentran en la gran sala, 
a la que se accede a través de una bocade 12 metros de anchura por 
5 de altura que queda divida en dos por una gruesa columna esta-
lagmítica. 
El interés arqueológico de Arenaza I quedó confirmado en la 
cata que realizaron E. Nolte, A. Guezuraga y F.J. Guezuraga en 1962. 
Las excavaciones sistemáticas de esta cueva se iniciaron en 1972, 
bajo la dirección de J.M. Apellániz (en un primer momento junto a J. 
Altuna), concluyendo en 1993 (las tres últimas campañas estuvieron 
a cargo de J.A. Fernández-Lombera). La secuencia cultural definida 
comienza en las fases finales del Magdaleniense y culmina en la 
Edad del Bronce, aunque también hay indicios de época romana4. En 
ninguna de estas actuaciones se alcanzó la roca base.
En 2017, J. Fernández Eraso dirigió el proyecto de investigación 
Revisión estratigráfica del yacimiento de la cueva de Arenaza I (San 
Pedro de Galdames. Bizkaia), cuyos resultados dan lugar a esta 
monografía. El interés de volver a realizar una intervención en este 
yacimiento era doble. Por un lado, alcanzar la roca base para poder 
comprobar si existen ocupaciones humanas más antiguas que las ya 
conocidas y por otro, comprobar la existencia o no, de formaciones 
de fumier en los niveles pertenecientes a la Prehistoria reciente. 
Dentro del estudio interdisciplinar que integra este proyecto, en 
este capítulo exponemos la información obtenida sobre la dinámica 
evolutiva del paisaje vegetal y sobre el modo de gestión y explota-
ción de este tipo de recursos. 
2. LOS PRIMEROS ESTUDIOS ARQUEOBOTÁNICOS
En el marco de las excavaciones del siglo XX se realizaron diver-
sos estudios paleobotánicos. En la década de los 80. J.M. Apellániz 
encargó a M.J. Isturiz (Sociedad de Ciencias Aranzadi) el estudio de 
la dinámica evolutiva del paisaje vegetal de la secuencia de Arenaza. 
Con tal fin se recogieron sendas columnas palinológicas, una cerca-
na a la entrada de la cueva y la segunda, en el cuadro A 24. 
Lamentablemente, este trabajo permanece inédito, a excepción de la 
publicación de un diagrama-resumen (sólo se representan los por-
centajes globales de polen arbóreo/no arbóreo y las columnas de los 
distintos taxones arbóreos), junto con una pequeña reseña de los 
resultados de la primera columna (Isturiz y Sánchez-Goñi 1990). 
El estudio de los macrorrestos vegetales fue encargado por J.A. 
Fernández-Lombera a las investigadoras L. Zapata (Carpología) y P. 
Uzquiano (Antracología), y únicamente se limita a los niveles de la 
3 Coordenadas UTM (30N. ETRS89): X.- 491.890,2; Y.- 4.789.640,30: 196 m.s.n.m.
4 Remitimos al lector al capítulo 13 donde encontrará la información y la 
bibliografía relacionada con estas intervenciones arqueológicas.
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de los tamices es de 2, 1, 0,5 y 0,25 mm, mientras que en el antraco-
lógico son de 8, 4 y 2 mm.
3.1.2. Muestreo y procesamiento de las muestras 
palinológicas
La recogida de muestras para este estudio se realizó en marzo 
de 2018. Se seleccionó el cuadro Y14 de la galería principal de la 
cueva para la obtención de las muestras de la columna polínica (Fig. 
1). En total fueron recogidas 27 muestras, con un intervalo de mues-
treo que oscila entre 5 y 9 cm, debido a la presencia de clastos a lo 
largo de la secuencia. Esta circunstancia se agrava en dos zonas, 
dado que la abundancia de piedras sueltas e, incluso bloques, nos 
impidieron poder realizar el muestreo. La primera de ellas (entre 320 
y 260 cm) comprende la parte final del nivel X y algo más de la pri-
mera mitad del nivel IX. La segunda (210 a 165 cm) corresponde a la 
segunda mitad del nivel VIII. Hemos recogido una cantidad aproxi-
mada de 100 gr en cada muestra, con el objetivo de disponer de 
suficiente sedimento como para poder repetir el tratamiento físi-
co-químico en caso de que sea necesario. La adscripción de las 
muestras palinológicas respecto a los niveles estratigráficos es la 
siguiente:
 muestras 1 a 6 → nivel X (Gravetiense)
 muestras 7 y 8 → nivel IX (Magdaleniense medio)
 muestras 9 a 15 → nivel VIII (Magdaleniense superior)
 muestra 16 → nivel VII (Magdaleniense superior)
 muestra 17 → nivel VI (Magdaleniense superior)
 muestra 18 y 19 → nivel VI (Magdaleniense final)
 muestra 20 → nivel V (Aziliense)
 muestras 21 a 23 → nivel IV 
 muestras 24 y 25 → nivel III (Neolítico antiguo)
 muestras 26 y 27 → nivel II (Neolítico medio-final)
3.1.3. Identificación y recuento de los restos vegetales
La determinación de los restos carpológicos se ha realizado con 
una lupa binocular Nikon SMZ 800. Este proceso se basa en los cri-
terios de identificación establecidos para este tipo estudios carpo-
lógicos (Pearsall 1989; Buxó 1990 y 1997; Van Zeist et al. 1991) y en él, 
se ha contado con material de referencia actual (cartoteca), así 
como atlas y libros de referencia (Zohary y Hopf 1994; Jacomet 1987 
y 2006; Cappers et al. 2006, Neef et al. 2009 y 2012). El grado de 
identificación de los restos ha dependido del estado de conserva-
ción de los restos. Por este motivo, en el caso de los cereales, a 
veces no sido posible precisar más que el género o su adscripción a 
Cerealia.
En la identificación de los fragmentos de carbón, se ha emplea-
do un microscopio con luz incidente Nikon Eclipse 50i (aumentos: 4x, 
10x, 20x y 40x) para poder observar las características anatómicas 
de las secciones transversal y longitudinal (tangencial y radial) de 
cada uno de ellos. En el desarrollo de este trabajo se ha contado 
además con la colección de madera carbonizada del Laboratorio de 
Paleobotánica, diversos atlas de referencia (p.e. Schweingruber 
1990) y repositorios en red Inside Wood (Wheeler 2011) y Microscopic 
Wood Anatomy (Schoch et al. 2004). En base a su estado de conser-
vación e identificación, los fragmentos han sido clasificados como 
determinables, indeterminados e indeterminables. Teniendo en 
3.1. Metodología de los estudios paleobotánicos
3.1.1. Muestreo y procesamiento de las muestras de 
macrorrestos vegetales
En la actuación arqueológica de 2017, con la finalidad de facilitar 
la recuperación integral de aquellas evidencias de pequeño tamaño 
(botánicos, faunísticos, líticos, etc.), se tomó la decisión de flotar 
todo el sedimento excavado. Este trabajo se ha llevado a cabo en las 
instalaciones que dispone el Grupo de Investigación de Prehistoria, 
en el Centro de Investigación Micaela Portilla (Universidad del País 
Vasco). En total se han flotado 1.439 litros de sedimento, empleando 
una máquina de flotación con mallas de 1 y 0,25 mm, para asegurar 
así la recogida de la totalidad de los restos. 
El número de muestras disponibles de cada nivel varía en núme-
ro, dependiendo de su espesor. En total se han analizado 205 mues-
tras, 152 de las cuales corresponden al cuadro Y14 (Tabla 1) y el resto 
a los cuadros A24, B24 y C2 (Tabla 2, Fig. 1). 
Arenaza I (San Pedro de Galdames, Bizkaia) 
cuadro Y14
Nivel Talla Adscripción cultural Nº muestras
I
1 Superficial 13
2 Neolítico final 10
II 3,4 Neolítico medio-final 11
III 5,6 Neolítico antiguo 6
IV 7,8 - 24
V 10 Aziliense 12
VI 11, 12 Magdaleniense final 11
VI 13
Magdaleniense 
superior
1
VII 14 7
VIII 15, 16 23
IX 17, 18 Magdaleniense medio 15
X 19 Gravetiense 20
TOTAL 152
Tabla 1. Macrorrestos vegetales: distribución y número de muestras analizadas 
del cuadro Y14.
Arenaza I (San Pedro de Galdames, Bizkaia) 
cuadros A24, B24, C24
Nivel
Talla
Adscripción cultural Nº muestras
A24 B24 C24
I
1 1 1 Superficial 31
2,3 - 2 Neolítico final 8
II - 2 - Neolítico medio-final 8
III - 3,4,5 - Neolítico antiguo 6
TOTAL 53
Tabla 2. Macrorrestos vegetales: distribución y número de muestras analizadas 
de la banda 24.
Una vez en el laboratorio, se ha procedido a la recuperación de 
los restos carpológicos (fragmentos de semillas, cariópsides,espi-
guillas, etc.) y antracológicos (fragmentos de carbones) del residuo 
de flotación. Para ello, se ha tamizado y dividido el residuo de cada 
muestra en cuatro fracciones, mediante una torre de tamices. 
Debido al diferente tamaño de los macrorrestos, la luz de malla de 
los tamices varía. En el caso del estudio carpológico la luz de malla 
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palinoteca como material polínico de referencia y diversos atlas 
polínicos y claves descriptivas, junto a bibliografía especializada 
(Faegri e Iversen 1989; Moore et al. 199; Reille 1999; Beug 2004, etc.). 
Una vez realizado el recuento, se ha seguido el criterio de un 
número mínimo de 250 pólenes para considerar una muestra esta-
dísticamente válida (esporas excluidas) y al menos la identificación 
de 15 taxones diferentes. Para el cálculo de los valores porcentuales 
de los taxones, la suma polínica comprende el polen arbóreo, el no 
arbóreo y los indeterminables. En el cálculo de los valores porcen-
tuales de las esporas de helechos, éstos se incluyen en la suma 
esporo-polínica total. 
En la identificación polínica del género Quercus, se han diferen-
ciado dos tipos polínicos. Por un lado, está la nomenclatura de 
Quercus robur tp., en la que se incluyen las especies de hoja caduca 
y marcescentes como Quercus faginea, Q. pyrenaica, Q. robur y Q. 
petraea, y por otro lado bajo el término Quercus ilex tp. se incluyen 
las especies de hoja perenne (encina y coscoja).
3.2. Resultados
En este apartado comentamos las cuestiones más relevantes de 
los resultados de cada disciplina paleobotánica. Posteriormente, 
expondremos de un modo conjunto, la información obtenida en cada 
nivel estratigráfico. 
3.2.1. Los resultados del estudio carpológico
Resulta llamativo en este estudio, el reducido número de mues-
tras que presentan restos carpológicos (43), respecto al número 
total de muestras analizadas (204). La conservación de los restos ha 
sido posible gracias a la carbonización, circunstancia habitual en los 
yacimientos europeos de este tipo (Buxó 1997), y especialmente en 
nuestro territorio por las características medioambientales. 
Los restos recuperados del cuadro Y14 proceden de los niveles I, 
II, III, IV y VI, siendo los más recientes (niveles I, II y III) donde se 
concentran el mayor número de restos, mientras que los niveles IV 
y VI presentan escasas evidencias. De los 268 restos recuperados, 27 
son semillas completas o ligeramente fragmentadas y 241 son frag-
mentos de pericarpio (Tabla 3)
En la banda 24, de las 53 muestras estudiadas, únicamente dos 
no contienen restos carpológicos. La talla 1 (superficial) presenta la 
mayor parte de las evidencias, mientras que los restos carpológicos 
recuperados en las tallas 4 y 5 son considerablemente más reduci-
dos (Tabla 4).
En la banda 24, de las 53 muestras estudiadas, únicamente dos 
no contienen restos carpológicos. La talla 1 (superficial) presenta la 
mayor parte de las evidencias, mientras que los restos carpológicos 
recuperados en las tallas 4 y 5 son considerablemente más reduci-
dos (Tabla 4).
3.2.2. Los resultados del estudio antracológico
El estudio antracológico de Arenaza incluye los cuadros Y14, Y16 
y banda 24. A pesar de que las muestras del cuadro Y16 contienen un 
volumen considerable de fragmentos de carbones, hemos tenido 
que excluirlas de este estudio, ya que su registro estratigráfico se 
hallaba comprometido a consecuencia de un derrumbe de tierra. Por 
cuenta que las especies (tanto deciduas como marcescentes) que 
componen el género Quercus (Quercus congesta, Q. faginea, Q. 
petraea, Q. pubescens, Q. pyrenaica, Q. robur, etc.) no pueden ser 
diferenciadas en base a su anatomía (Schweingruber 1990: 401), la 
denominación que se les ha atribuido es Quercus subgénero 
Quercus. No obstante, y si tuviésemos que establecer una identifica-
ción más precisa, es bastante probable que los fragmentos de car-
bón recuperados en Arenaza I, correspondiesen mayoritariamente a 
Quercus robur.
La identificación esporopolínica y el recuento de palinomorfos 
se ha efectuado mediante microscopía óptica (Nikon Eclipse 50i 40x, 
60x, y 100x con aceite de inmersión). Para ello contamos con la 
Figura 1. Procedencia de las muestras paleobotánicas: cuadros Y14, A24, B24 y 
C24 (plano de la cueva modificado de Fernández-Lombera, 1994).
Tabla 4. Carpología: taxones identificados en la banda 24 (valores porcentuales).
Tabla 3. Carpología: taxones identificados en el cuadro Y14 (valores porcentuales).
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las estructuras anatómicas. Sin embargo, y salvo en algunos casos, 
esto no ha comprometido la identificación de los carbones. El valor 
medio de indeterminables/indeterminados es del 11%.
En los niveles de cronologías Aziliense, Magdaleniense y 
Gravetiense, el volumen de las muestras decae de manera notable 
(la mayoría no alcanzan los 2 cc). En consecuencia, los fragmentos 
de carbón recuperados son escasos o, directamente, inexistentes. La 
información antracológica que puede obtenerse de su estudio es, 
por tanto, insuficiente. En lo que respecta a la representación de los 
datos obtenidos, el criterio establecido como unidad de medida ha 
sido el de la frecuencia de los propios fragmentos; criterio que 
también se aplicó en el anterior estudio de Arenaza (Zapata 1999). 
este motivo, la información que se obtuviese de su identificación y 
estudio no estaba contextualizada y no era del todo fiable.
El grueso de la muestra antracológica del cuadro Y14 se concen-
tra entre los niveles más recientes (niveles I a IV). Los fragmentos 
recuperados en estas muestras (en torno a 1400 restos) son en su 
mayoría informes y la curvatura de los anillos es moderada o inexis-
tente. Provendrían, por tanto, de maderas o leños de árboles de un 
tamaño considerable. No obstante, se han identificado algunos res-
tos de ramas carbonizadas. En lo que respecta al nivel de fragmen-
tación, podríamos decir que es alto (de 1 cm o menos) y que dentro 
de las anomalías detectadas destacan las grietas radiales, la vitrifi-
cación de los elementos anatómicos y la presencia de sedimento en 
Tabla 6. Antracología: taxones identificados en el cuadro Y14 (valores porcentuales).
Figura 2. Arenaza I: diagrama palinológico.
Tabla 5. Antracología: taxones identificados en la banda 24 (valores porcentuales).
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por la deficiente conservación esporopolínica de la muestra 4 (Fig. 
2, Tabla 7). 
Una característica común a lo largo de este periodo, es el pre-
dominio del paisaje abierto con una reducida cubierta arbórea. Sin 
embargo, la composición vegetal de sus registros refleja ciertos 
matices. En este marco, el espectro polínico más antiguo nos indica 
que se formó bajo las condiciones paleoclimáticas menos rigurosas 
de este nivel. El pino (Pinus sylvestris tp.) y el abedul (Betula) son los 
principales componentes del estrato arbóreo (AP: 11%). No obstante, 
otros aspectos como la presencia puntual de Juniperus, la represen-
tación de valores de Corylus (avellano) y Ericaceae, la dinámica de 
gramíneas (Poaceae) y compuestas (Compositae liguliflora y tubuli-
flora) o la evolución de las esporas de helechos, lo enmarcan en un 
medio menos fríoy ligeramente más húmedo que en las muestras 
posteriores. 
En la siguiente muestra, el incremento en 1% del estrato arbó-
reo responde a la dinámica ascendente de Betula (8’8%), mientras 
que Pinus sylvestris tp. desciende (2’9%), Corylus y Juniperus desa-
parecen y se mantiene la presencia de Fraxinus. En el estrato herbá-
ceo-arbustivo, los brezos duplican sus valores y gramíneas y com-
puestas (entre las compuestas ligulifloras y tubulifloras se invierte 
su evolución) retroceden ligeramente. La diversidad taxonómica de 
la muestra precedente se reduce, manteniéndose únicamente 
Lamiaceae, Fabaceae, Rosaceae y Ranunculaceae.
Tras el hiato de la muestra 4, las condiciones cambian notable-
mente. La cubierta arbórea no llega al 3%, siendo Juniperus el taxón 
mayoritario (1’8%) y Pinus sylvestris tp. su único acompañante. En 
este paisaje tan abierto, las compuestas alcanzan su máxima expan-
sión (> 60%). El conjunto de la dinámica taxonómica refleja las 
condiciones medioambientales más frías y menos húmedas de toda 
la secuencia. 
Esta situación mejora en el siguiente registro. El estrato arbóreo 
duplica ampliamente sus valores precedentes (7’8%) y otra vez 
especies caducifolias forman parte del mismo (Alnus y Corylus). Las 
suaves tendencias ascendentes de la mayor parte de los taxones 
herbáceos (a excepción de las compuestas) y de las esporas de 
helechos son coherentes con esta mejoría. 
La concurrencia de los estudios paleoambientales nos indica 
que los diferentes eventos y subeventos climáticos permitieron la 
recuperación del paisaje en relativamente corto espacio de tiempo 
(Lowe et al. 2008; Rasmussen et al. 2014; Seierstad et al. 2014; Iriarte-
Chiapusso et al. 2016). Atendiendo a la dinámica de la primera parte 
del nivel X de Arenaza I se observa que durante el mismo existieron 
diversas pulsaciones que permitieron la existencia de árboles cadu-
cifolios y una mayor diversidad taxonómica en sus comunidades 
vegetales. 
Atendiendo a estas características y a la datación ubicada justo 
en la base de la muestra polínica 5 (29.641-29.032 cal BP), esta zona 
basal de la secuencia de Arenaza I se puede enmarcar en alguna de 
las fases finales del Greenland Interestadial 5.1 (m. 2 y 3) y en el 
Greenland Stadial 5.1 (m. 5 y 6).
Las características sedimentarias de este nivel (compuesto por 
gran cantidad de gelifractos y bloques calizos) nos impiden conocer 
cómo fue su evolución posterior. Esta circunstancia, unido a la baja 
densidad de restos arqueológicos puede explicar la ausencia de 
macrorrestos vegetales en las 20 muestras de sedimento estudiadas 
(Tabla 1). 
En lo que respecta a la banda 24, la mayor parte de los restos 
corresponderían a la talla 2 del nivel I, adscrita a cronologías 
Neolíticas. Al igual que en el cuadro Y14, los fragmentos de carbón 
son informes y la curvatura de los anillos no es marcada. En lo refe-
rente al nivel de fragmentación se observa que es algo mayor que 
en Y14 y el volumen de las muestras, menor. Respecto a las anoma-
lías detectadas, no hay cambios reseñables. En lo relativo a las 
especies identificadas, y al igual que en Y14, hay una clara predomi-
nancia de Quercus subgénero Quercus (Tablas 5 y 6).
3.2.3. Los resultados del estudio palinológico
La secuencia polínica se ha visto interrumpida, además de por 
las dos zonas que no pudimos muestrear, por los resultados obteni-
dos en 8 de las muestras (Fig. 2). En algunos casos no cumplen los 
criterios necesarios para ser consideradas estadísticamente válidas 
(muestras 20, 14, 13, 12 y 4) y en otros, no conservan ningún palino-
formo (muestras 15 a 17).
Esta deficiente conservación esporopolínica ha afectado funda-
mentalmente a los niveles del Magdaleniense superior, especialmen-
te al más antiguo (VIII). Las otras dos muestras pertenecen al nivel 
V (Aziliense) y al X (Gravetiense) (tabla 7).
Arenaza I (San Pedro de Galdames, Bizkaia) 
muestras estadísticamente no válidas (cuadro Y14)
Número de muestra 20 17 16 15 14 13 12 4
Profundidad (cm) 135 157 167 213 216 220 225 344
Nivel V VI VII VIII X
Pinus sylvestris tp. - - - - - 3 2 1
Ericaceae 2 - - - - - - -
Poaceae 5 - - - 1 4 6 1
Compositae liguliflora 1 - - - 2 5 13 -
Compositae tubuliflora 1 - - - - 4 9 3
Lamiaceae 2 - - - - - - -
Apiaceae - - - - - - 1 1
Fabaceae 1 - - - - - - -
Plantago 1 - - - - - 1 -
Rosaceae 2 - - - - 1 1 -
Varia 2 - - - - 1 4 2
Filicales monolete 12 - - - - - 5 -
Filicales trilete - - - - - - 3 -
TOTAL (polen + esporas) 28 - - - 3 18 45 9
Tabla 7. Muestras estadísticamente no válidas del estudio palinológico.
4. LA DINÁMICA PALEOBOTÁNICA DE ARENAZA I
4.1. Nivel X: Gravetiense 
La secuencia palinológica de Arenaza I comienza en la segunda 
muestra del nivel X y la dinámica de este periodo se ve interrumpida 
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año 2021. BilBao. iSSn 0214-7971
4.2.3. Nivel VI: Fases finales del Magdaleniense
La diferencia más significativa de estas dos muestras polínicas 
(muestras 18 y 19: Magdaleniense final) con respecto a la etapa inicial 
del Magdaleniense superior, radica en la composición del estrato 
arbóreo (Fig. 2). En primer lugar, los valores porcentuales de polen 
arbóreo se triplican con respecto a la muestra 11 y en segundo, la 
disposición de los taxones que lo componen varía. En este incremento 
de la cubierta forestal, Pinus sylvestris tp. se convierte en el principal 
taxón (11 y 9%, respectivamente), aunque Betula también aumente su 
representación. El avellano vuelve a reaparecer y Juniperus desapare-
cerá del paisaje, en la muestra 19. Otro aspecto relevante, es el papel 
relevante que adquieren las gramíneas (Poaceae) dentro del estrato 
herbáceo-arbustivo, en detrimento de las compuestas. Esta circuns-
tancia ya no va a variar en lo que queda de secuencia. Las esporas de 
helechos mantienen una dinámica similar.
Anteriormente, ya hemos comentado que uno de los principales 
problemas a la hora de identificación de los fragmentos de carbón 
es su pequeño tamaño. Por este motivo, pese a que este nivel se 
caracteriza por la cantidad de pequeños carbones que contiene, 
sólo se han podido determinar 4 fragmentos de angiospermas, 5 de 
gimnospermas y 3 fragmentos que pueden ser adscritos a Quercus 
sp., todos ellos pertenecientes a la talla 12.
4.3. Nivel V: Aziliense 
Lamentablemente no disponemos de ningún tipo información 
paleobotánica referente a este nivel (Tablas 1 y 7).
4.4. Nivel IV
La formación de este nivel se atribuye a una etapa de gran hume-
dad que provocó una gran actividad en el sistema kárstico y potenció 
la circulación de un intenso y abundante caudal de agua. Las caracte-
rísticas sedimentarias de esta zona de la cavidad llevan a considerar 
que en los momentos de mayor escorrentía este sitio se encharcaba. 
La presencia de algunos materiales procedentes del interior de la 
cueva, indican que este nivel incorpora aportes sedimentarios ajenos 
a su periodo de formación. Por este motivo, consideramos que la 
información paleobotánica puede contener restos ajenos a este perio-
do y, por tanto, debe ser tratada con reservas. No obstante, los valores 
de esporas de helechos de la base de este nivel (55 %) podrían res-
ponder al incremento de humedad que define a este nivel. Pese a 
estas consideraciones, se constata el cambio a un paisaje ya holoceno.
En el estudio antracológico se han identificado 170 fragmentos de 
carbón (talla 7), de los que el 84% pertenecen a roble (Quercus subgé-
nero Quercus: 58%, Quercus sp: 26%), mientras que Corylus, Castanea/
Quercus y Rosaceae tienen una considerable menor representación. La 
información carpológica se restringe a sendos fragmentos de pericar-
pio de Corylus avellana (tallas 8 y 7). En el estrato arbóreo destacan 
Pinus sylvestris tp., Corylus, Quercus robur tp. y Betula (Fig. 2).4.5. Nivel III: Neolítico antiguo
La totalidad de la información expuesta hasta el momento proce-
de del cuadro Y14. A partir de ahora disponemos también de la infor-
mación proveniente de la excavación de la banda 24 (Tablas 2 y 7). 
4.2. Magdaleniense
4.2.1. Nivel IX: Magdaleniense medio 
Al igual que sucedía en el nivel anterior, no disponemos de 
información paleobotánica de ninguna de las 15 muestras revisadas 
(Tabla 1). En el caso de los fragmentos de carbón, su reducido tama-
ño (< 2 mm) ha imposibilitado su determinación.
La secuencia polínica de este nivel se limita a la zona superior 
del mismo (muestras 7 y 8) (Fig. 2). En ellas se observa una tenden-
cia ascendente del estrato arbóreo (AP: 5 a 15’5%) basado en la 
evolución de Betula (1 a 6%), Juniperus (2 a 6%) y Pinus sylvestris tp. 
(1 a 1’7%). A pesar de este incremento y de la presencia puntual de 
Populus y Alnus (muestras 7 y 8, respectivamente), la presencia de 
Artemisia, la aparición de taxones como Chenopodiaceae o 
Centaurea, los bajos valores de esporas de helechos y la dinámica 
del resto de los taxones herbáceos-arbustivos sugieren esta fase 
final de la ocupación del Magdaleniense medio se desarrolló bajo 
condiciones estadiales.
Atendiendo a la datación situada entre ambas muestras (17.913-
17.438 cal BP) este registro se ubicaría en el Greenland Stadial 2.1. 
(Rasmussen et al. 2014). 
4.2.2. Magdaleniense superior 
El registro paleobotánico del Magdaleniense superior (niveles 
VIII, VII) se restringe al nivel VIII. La secuencia palinológica se limita 
a la base de este nivel debido a la imposibilidad de poder muestrear 
su mitad superior ante la gran acumulación de piedras que presenta 
(concrecionadas en algunas partes) y a la deficiente conservación 
de los palinomorfos, tanto en una zona del mismo (muestras 12 a 15) 
como en el nivel VII (Fig. 2, Tabla 7).
El registro basal de este periodo de ocupación, mantiene unas 
características generales similares a las precedentes, aunque se 
observan ciertas variaciones. En la muestra más antigua (m. 9), las 
condiciones estadiales parecen acentuarse. Hay una pérdida de la 
masa arbórea (AP: 9’7%) que afecta a sus dos principales compo-
nentes (Betula y Juniperus), el estrato herbáceo-arbustivo aumenta 
(destaca el ascenso de Poaceae) y los valores de esporas de hele-
chos descienden a menos de la mitad. Tras una muy sutil recupera-
ción (muestra 10), nuevamente se intensifican las condiciones esta-
diales retrocediendo a los valores más bajos de toda la secuencia de 
Arenaza I (muestra 7, nivel IX). 
A diferencia de lo sucedido hasta el momento, en la talla 16 del 
nivel VIII se han podido recuperar tres fragmentos de madera carbo-
nizada. En dos de los casos sólo se ha podido identificar que perte-
necen a una gimnosperma y a una angiosperma. El tercer resto 
corresponde a un fragmento de carbón de Quercus sp.
La evidencia de Quercus refleja cómo en la zona más reciente 
del nivel VIII las condiciones climáticas mejoraron lo suficiente para 
que los robles aparecieran por primera vez en el paisaje del entorno 
de Arenaza I. 
El registro basal del nivel VIII se enmarca en los momentos 
finales del Greenland Stadial 2.1, mientras que los datos antracológi-
cos de la zona superior del mismo, corresponden ya al inicio del 
Interestadio Tardiglaciar (GI-1e), periodo caracterizado por la mejora 
de las condiciones climáticas (Rasmussen et al. 2014).
EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL Y EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS VEGETALES EN LA CUEVA DE ARENAZA I (SAN PEDRO DE GALDAMES, BIZKAIA) 79
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En este registro del Holoceno medio (muestras 24 y 25) se con-
firma el afianzamiento del bosque mixto caducifolio, que mantiene 
una tendencia ascendente hasta el final de la secuencia (Fig. 2). Los 
dos taxones arbóreos principales son Corylus (9 y 14%) y Betula (4 y 
9%). Totalmente contraria es la dinámica de Pinus sylvestris tp. que 
retrocede notablemente (de 4 a 0’3%). 
En el registro antracológico predomina Quercus subgénero 
Quercus (45%) (Fig. 3), mientras que en el estudio palinológico este 
taxón no está presente en la base del nivel. Sin embargo, en esta 
muestra, Quercus ilex tp. mantiene los mismos valores (4%) que 
abedules y pinos. Los fragmentos de carbón de Quercus sp. alcanzan 
el 27%. 
Las gramíneas siguen destacando dentro del estrato herbá-
ceo-arbustivo, aunque las compuestas reducen su diferencia en la 
muestra 25. Los brezos reaparecen en la secuencia (muestra 25: 
Figura 3. Fragmento de carbón de Quercus subgénero Quercus (plano transversal). 
Figura 4. Fragmento de pericarpio de avellana. Figura 6. Fragmento de cariópside de trigo.
Figura 5. Fragmento de semilla de leguminosa.
MARÍA JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO, AINHOA ARANBURU-MENDIZABAL, NURIA CASTAÑEIRA-PÉREZ Y MIREN AYERDI80
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4.7. Nivel I: Neolítico final
La información paleobotánica de este periodo del Neolítico se 
circunscribe sólo a los estudios antracológicos y carpológicos (Tablas 
1 a 6). En ambas zonas de la cavidad, se mantiene la misma dinámica 
que en las ocupaciones neolíticas precedentes. Entre los restos car-
pológicos sigue la clara superioridad de los fragmentos de avellanas 
(aunque baja ligeramente su número total) y el reducido número de 
restos de otros taxones: un fragmento de leguminosas de tamaño 
pequeño; una cariópside de Triticum aestivum/durum y una cariópsi-
de de Triticum sp. Junto a Corylus, Castanea/Quercus y Rosaceae, los 
fragmentos de carbón de roble siguen siendo los predominantes 
(Quercus subgénero Quercus: 63% y Quercus sp.: 15%).
4.8. Nivel I (talla 1)
Las muestras estudiadas de la talla más reciente del nivel 1 son 
las que contienen más macrorrestos vegetales. Aunque no se obser-
van diferencias significativas respecto a las otras tallas de este 
nivel, no consideramos esta información fiable debido a que en el 
registro arqueológico han aparecido materiales modernos (por 
ejemplo, cartuchos, fragmentos de vidrio y hierro) que acreditan la 
alteración de esta zona superficial del nivel I. 
5. CONSIDERACIONES FINALES
El estudio paleobotánico de Arenaza I ha estado condicionado 
por el deficiente grado de conservación que han presentado este 
tipo de restos, en diversas zonas de la secuencia. En el caso de los 
macrorrestos vegetales se ha obtenido información sólo en 60 de 
las 205 muestras analizadas (tablas 1 y 2). Esta contrariedad ha 
afectado fundamentalmente a los niveles pleistocenos, dónde el 
volumen de las muestras decae de manera considerable y en 
muchas de ellas no llega a alcanzar los 2 centímetros cúbicos. La 
situación cambia notablemente en la secuencia holocena, aunque 
también hay algunas muestras que presentan este problema.
Los hiatos polínicos (bien porque las muestras carecen de con-
tenido esporopolínico o porque no cumplen los criterios necesarios 
para ser consideradas estadísticamente válidas) afectan a parte de 
la secuencia del nivel X (Gravetiense), a los niveles del Magdaleniense 
superior, especialmente al más antiguo (VIII), y al nivel V (Aziliense) 
(Tabla 7).
A pesar de estos condicionantes ha sido posible disponer de 
interesante información sobre la evolución del paisaje vegetal y el 
aprovechamiento de los recursos vegetales. 
5.1. Pleistoceno superior
La secuencia del Pleistoceno superior de Arenaza I se enmarca 
dentro de la serie de fluctuaciones climáticas que caracteriza a este 
periodo (Lowe et al. 2008; Rasmussen et al. 2014; Seierstad et al. 
2014). El rasgo común es el predominio de la vegetación abierta, 
aunque la dinámica de ciertos árboles de hoja caduca en algunos 
momentos, sugiere condiciones menos rigurosas.
Durante la primera mitad del nivel X (Gravetiense), lascondicio-
nes climáticas estadiales son las predominantes, aunque no fueron 
1’7%) mientras que las esporas de helechos mantienen una repre-
sentación considerablemente mayor que a lo largo del Pleistoceno 
(26 y 25%). Destaca la evolución ascendente de Plantago, que llega 
a alcanzar su valor máximo de la secuencia (m. 25: 5’8%).
Entre los restos carpológicos, los mayoritarios en este primer 
nivel neolítico son los fragmentos de pericarpio de avellana (más de 
150 restos) (Fig. 4). Sin embargo, resulta muy relevante la aparición 
(junto a una semilla pequeña de leguminosa –Fig. 5-) de dos frag-
mentos de cariópsides de cereal. Lamentablemente, su estado de 
conservación no ha permitido especificar más que su género 
(Triticum sp.) en el resto del cuadro Y14 (talla 6) y sólo su adscripción 
a Cerealia, en el B24 (talla 5) (Fig. 6). Estos datos coinciden, con la 
presencia de polen de Cerealia en la muestra 25 y, ambos datos 
confirman que los moradores de Arenaza I cultivaban cereales en el 
entorno de la cavidad a partir del 5.860 ± 30 BP (6.777 – 6.565 cal BP) 
(Fig. 2). 
Los resultados paleobotánicos evidencian que ya en este nivel 
del Neolítico antiguo, la interferencia humana en el paisaje (deriva-
da de las necesidades generadas por la adopción de la economía de 
producción) es lo suficientemente intensa como para poder alterar 
la dinámica evolutiva de las comunidades vegetales de su entorno 
(deforestación, agricultura, desarrollo de taxones nitrófilos, etc). 
4.6. Nivel II: Neolítico medio-final
La masa forestal continúa creciendo hasta alcanzar el 36% en la 
última muestra. Este ascenso se asienta fundamentalmente en Corylus 
(20 y 26’5%), aunque en la base del nivel también contribuye Quercus 
robur tp. (m. 26: 5%). Los abedules mantienen una representación 
estable (4%), aunque se ha reducido a menos de la mitad, respecto al 
nivel precedente. Los pinos han desaparecido del paisaje, aunque 
reaparecen al final (3’6%). En el estudio antracológico siguen domi-
nando los robles en las tres tallas estudiadas (talla 5: Quercus subgé-
nero Quercus 63% y Quercus sp. 15%; talla 4: Quercus subgénero 
Quercus 69% y Quercus sp. 19%; talla 3: Quercus subgénero Quercus 
61% y Quercus sp. 19%). En el resto de angiospermas es en la talla 4 
dónde alcanzan su representación más reducida (3%: cf. Corylus y cf. 
Fraxinus). En las tallas 5 y 3 también están presentes Castanea/
Quercus, Quercus ilex tp., Fraxinus, Ericaceae/Rosaceae y Rosaceae).
Las gramíneas se recuperan respecto a la muestra más reciente 
del nivel III y las compuestas mantienen su tendencia descendente 
hasta alcanzar en el último espectro sus valores más bajos de la 
secuencia (Compositae liguliflora y C. tubuliflora: 1%, respectivamen-
te). No se producen cambios significativos entre el resto de los 
taxones herbáceos, donde Lamiaceae, Plantago, Fabaceae, Rosaceae 
y Caryophyllaceae mantienen sus curvas continuas. Al final de la 
secuencia las esporas de helechos alcanzan sus valores máximos, 
sobre todo gracias al incremento de Polypodiaceae (de 3’5 a 27’5%).
Tanto en el cuadro Y 14 como en el B24, entre los restos carpo-
lógicos continua el dominio absoluto de los fragmentos de pericar-
pio de avellana (cuadro Y14 - talla 5: 54, talla 4: 5 y talla 3: 29; cuadro 
B24 – talla 2: 48), habiéndose recuperado dos semillas de otros 
taxones en la talla 3 del Y14 (rubiácea y leguminosa) y una legumi-
nosa en el B24. 
Las evidencias de cultivo se documentan únicamente en el 
cuadro B24, habiéndose recuperado una cariópside de Triticum sp., 
otra de Triticum aestivum/durum y una última de Cerealia.
EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL Y EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS VEGETALES EN LA CUEVA DE ARENAZA I (SAN PEDRO DE GALDAMES, BIZKAIA) 81
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Arenaza, este será el periodo de mayor extensión del pino de toda 
su secuencia.
5.2. Holoceno medio
Debido a la falta de datos del nivel V y a las características 
sedimentarias del nivel IV, la información paleobotánica no se reini-
cia hasta el nivel III, en pleno interglaciar actual. Teniendo en cuenta 
que los niveles más recientes de la secuencia (III, II y tallas más 
antiguas del nivel 1) corresponden al Holoceno medio, cabría espe-
rar que en el paisaje predominaran los bosques. Esta expansión del 
bosque (caracterizada por la variación en su composición y una 
mayor diversidad taxonómica) estaba afianzada en el paisaje de 
Bizkaia desde el inicio del Holoceno (Ugarte et al. 1986; Peñalba 1989; 
Iriarte-Chiapusso 2009, 2011b; Iriarte-Chiapusso et al. 2006). Sin 
embargo, en Arenaza I, aunque con menor proporción que en los 
niveles pleistocenos, sigue dominando el paisaje abierto (el valor 
máximo del estrato arbóreo corresponde a la muestra más reciente 
del nivel II: 36%). 
Desde las fases iniciales del Neolítico, las necesidades genera-
das por el cambio socio-económico que conlleva este periodo cultu-
ral, incrementarán notablemente la interferencia del ser humano en 
el paisaje. Este proceso alcanzará la intensidad suficiente para lle-
gar a invertir el desarrollo natural de las comunidades vegetales de 
su entorno (deforestación, introducción de especies alóctonas, 
aumento de las especies ruderales y nitrófilas, etc.). Por este motivo, 
al igual que sucede con otras secuencias del Holoceno medio del 
País Vasco como, por ejemplo, Pico Ramos (Iriarte-Chiapusso y 
Zapata 2017), Santimamiñe (Iriarte-Chiapusso 2011b), Pareko Landa 
(Iriarte-Chiapusso 2009), Peña Larga (Iriarte-Chiapusso 1997) o Los 
Husos I y II (Peña-Chocarro et al. 2005b), esta apertura del paisaje 
vegetal que caracteriza a los niveles neolíticos de Arenaza I, está 
relacionada con la acción humana. 
En la mermada cubierta forestal de las secuencias de la ver-
tiente atlántica, el bosque mixto caducifolio es el más relevante, 
siendo el avellano y el roble sus principales componentes. Este 
hecho también se cumple en Arenaza (alcanzándose los valores 
más elevados de toda la secuencia de estos taxones en el nivel II, 
26’5 y 5% respectivamente) aunque a diferencia de otros registros, 
el abedul sigue formando parte del paisaje del entorno de la cueva. 
Esta presencia no es residual, suponiendo el 9% del estrato arbó-
reo en la muestra más reciente del nivel III (máximo valor de toda 
la secuencia). Los abedules también formaron parte de la cubierta 
forestal de Kortezubi (cueva de Santimamiñe) durante su ocupa-
ción neolítica (nivel Slm). No obstante, existe una gran diferencia 
en la dinámica de este taxón en ambos registros. En el caso de 
Arenaza I, el abedul ha sido un elemento constante del paisaje 
vegetal desde el Pleistoceno superior, mientras que en Santimamiñe, 
es en la primera mitad de este periodo cuando manifiesta una gran 
expansión (25-37%), llegando a convertirse en el principal compo-
nente del bosque (Iriarte-Chiapusso 2011b). En la vertiente atlántica 
del País Vasco, desde el inicio del Holoceno, los bosques esclerófi-
los están asentados en el territorio gracias a que en los aflora-
mientos calizos se generan ambientes locales que les permiten 
competir con las formaciones planocaducifolias dominantes a nivel 
regional. En Arenaza I, Quercus ilex tp. sólo está presente en la base 
del nivel III (4%). 
excesivamente rigurosas ni estables. En este paisaje abierto, pinos y 
abedules destacan en la reducida cubierta forestal. Esta codominan-
cia, diferencia la secuencia de Arenaza I de otros registros de la 
Región Cantábrica (por ejemplo, Aitzbitarte III –Gipuzkoa- o El Mirón 
–Cantabria-), donde el pino suele ser el taxón preferente, mientras 
que Juniperus y/o Betula presentan valores porcentuales de menor 
entidad (Iriarte-Chiapusso 2011a; Straus et al. 2013).
En este registro se observa que la mejoría climática que tuvo 
lugar en algunas de las pulsaciones climáticas observadas, llegó a 
permitir el desarrollo de árboles caducifolioscomo avellano, aliso o 
fresno y el enriquecimiento taxonómico en el conjunto de las comu-
nidades vegetales. En otras cavidades de la vertiente atlántica del 
País Vasco, como Amalda (Gipuzkoa) u Ondaro (Bizkaia), también se 
observa qué en un contexto ambiental igualmente caracterizado por 
un paisaje con poca cobertura forestal, hubo una presencia discon-
tinua de algunos taxones caducifolios (Corylus y Quercus robur tp.) 
(Dupré 1990; Iriarte-Chiapusso y Ayerdi 2016-2017).
Atendiendo a la caracterización paleoambiental del Gravetiense 
en la Región Cantábrica (Iriarte-Chiapusso et al. 2016) y a la datación 
de este nivel (29.641-29.032 cal BP), este registro de Arenaza I se 
enmarcaría en alguna de las fases finales del Greenland Interestadial 
5.1 y en el Greenland Stadial 5.1. 
Las características de la secuencia estratigráfica, junto a los 
hiatos polínicos no nos han permitido establecer una visión conti-
nua de la evolución del paisaje vegetal durante los siguientes episo-
dios del Pleistoceno superior. Por este motivo, no volvemos a tener 
datos paleobotánicos hasta el Greenland Stadial 2.1. Durante este 
periodo de ocupación de la cueva (final del nivel IX: Magdaleniense 
medio), las condiciones climáticas fueron más rigurosas que las 
precedentes, eventualmente más frías y sobre todo con un menor 
grado de humedad, que permiten la presencia de taxones de carác-
ter estépico como Artemisia. Estas características, junto a la data-
ción obtenida al final del nivel (17.913-17.438 cal BP), nos permitiría 
ubicar este registro en las fases finales del Greenland Stadial 2.1. La 
diferenciación entre los tres subeventos (GS-2.1c, GS-2.1b y GS-2.1a) 
que lo componen, es menos evidente que en eventos anteriores 
(Rasmussen et al. 2014). Aunque en la Región Cantábrica no dispone-
mos de datos suficientes para delimitar estos tres subeventos 
(García-Ibaibarriaga et al. 2019), este episodio de Arenaza I, podría 
corresponder al GS-2.1a. 
En la zona basal del nivel VIII, se mantienen las condiciones 
estadiales (aunque en la muestra 10 parece producirse una ligerísi-
ma mejoría). Lamentablemente, la ausencia de información palino-
lógica, debido a que no ha sido posible muestrear la totalidad del 
nivel (Magdaleniense superior), nos impide conocer cómo se produ-
jo el tránsito entre el Greenland Stadial 2.1 y Interestadio Tardiglaciar 
(GI-1). No obstante, la presencia de carbón de Quercus sp. correspon-
dería a uno de los subeventos iniciales (GI-1e) de este periodo de 
mejora climática, en el que hay una expansión generalizada de los 
bosques en el norte peninsular (Iriarte-Chiapusso et al. 2016).
La composición del paisaje vegetal del final del nivel VI 
(Magdaleniense superior/final y Magdaleniense final) parece encua-
drarse dentro del progresivo deterioro climático que se desarrolla 
en la segunda mitad del Interestadio Tardiglaciar y que culmina en 
el Dryas Reciente. El reflejo de este proceso en la Región Cantábrica 
no fue homogéneo, dependiendo de las características biogeográfi-
cas de cada territorio (Iriarte-Chiapusso et al. 2016). En el caso de 
MARÍA JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO, AINHOA ARANBURU-MENDIZABAL, NURIA CASTAÑEIRA-PÉREZ Y MIREN AYERDI82
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otras secuencias neolíticas, como El Mirón (Zapata 2012), Kobaederra 
(Zapata et al. 2000), Pico Ramos (Iriarte-Chiapusso y Zapata 2017) o 
Santimamiñe (Euba 2011). En todas ellas, el taxón arbóreo predomi-
nante es el roble caducifolio/marcescente (Quercus subgénero 
Quercus) y completan este registro, en menor proporción, especies 
arbóreas y arbustivas como el avellano, fresno, boj, madroño, rosá-
ceas, enebro, etc.
5.2.2. Correlación con los estudios paleobotánicos de las 
campañas del siglo XX
En el apartado 2 de este capítulo ya hemos hecho referencia a 
los estudios paleobotánicos realizados a finales del siglo XX en 
Arenaza I. A la hora de contextualizar estos estudios con los nues-
tros, nos encontramos con dos inconvenientes. En primer lugar, de 
los dos estudios polínicos realizados por M.J. Isturiz, uno de ellos 
permanece inédito y sólo existe una publicación parcial del segundo 
que no es suficiente para poder realizar una apropiada contextuali-
zación con nuestros datos. En segundo lugar, los estudios carpológi-
cos (L. Zapata) y antracológicos (P. Uzquiano) sólo se limitan a la 
Edad del Bronce, niveles que cómo fueron excavados en su total 
extensión (en 1981 se amplió la superficie de excavación a toda la 
sala central, llegando a tener abiertos más de 200 m2), no hemos 
podido estudiar en nuestra investigación. 
Basándonos en los resultados del estudio antracológico de los 
lechos 10, 9 y 8 (Calcolítico/Bronce, Bronce antiguo y Bronce medio, 
respectivamente), en estas fases finales del Holoceno medio, al igual 
que en los niveles neolíticos precedentes, se mantiene la explota-
ción del roble como materia preferente. No obstante, otros taxones 
como Rosaceae y Rhammus/Phillyrea tienen mayor representación 
dentro del registro, circunstancia que se interpreta como reflejo de 
un paisaje más abierto (Uzquiano y Zapata 2000).
El estudio carpológico de L. Zapata es todavía mucho más 
específico, ya que se limita únicamente al lecho 9 (3580 ±70: 4085-
3693 cal BP y 2136-1744 cal BC). El trigo sigue siendo el principal 
cereal cultivado, aunque en esta base del Bronce antiguo junto a 
Triticum aestivum/durum (trigo común/duro) también destaca 
Triticum dicoccum (escaña). A diferencia de las ocupaciones neolíti-
cas, en este periodo se introduce el cultivo de cereales de ciclo 
corto como el mijo (Panicum miliaceum) y el panizo (Setaria italica) 
(Zapata 2002).
Esta mayor diversidad de plantas cultivadas no implicó el aban-
dono de la asentada recolección de la avellana (Corylus avellana), 
apareciendo también algunos fragmentos de bellotas (Quercus sp.). 
Las plantas silvestres también ven incrementadas su diversidad y 
cantidad. La mayor parte continúan siendo plantas sinantrópicas, es 
decir malas hierbas asociadas a zonas roturadas (Chenopodium sp., 
Rumex sp., Solanaceae y pequeñas leguminosas). Junto a ellas, 
aparecen especies no identificadas en Arenaza I hasta el momento, 
como la avena (Avena sp.) y ciperáceas (taxón asociado al alto grado 
de humedad que había en el medio natural de la cavidad) (Zapata 
2002; Uzquiano y Zapata 2000).
El registro paleobotánico de Arenaza I corrobora (dentro de las 
limitaciones de conservación que presentan este tipo de restos) la 
trascendencia que la explotación de los recursos vegetales (alimen-
tación, materia prima, etc.) tuvo, en el día a día de las sociedades 
prehistóricas (Iriarte-Chiapusso et al. 2017). 
5.2.1. Gestión de los recursos vegetales
Los datos paleobotánicos de Arenaza I confirman que desde el 
Neolítico antiguo sus habitantes gestionaron los recursos vegetales 
tanto desde la producción como de la recolección. Cronológicamente, 
estas evidencias de agricultura del nivel III (fragmentos de semillas 
y pólenes procedentes), se sitúan a partir de talla 6 (5860 ± 30 BP: 
6.777 – 6.565 cal BP / 4.800 – 4.678 cal BC). 
Esta cronología es coherente con otros datos de la vertiente 
atlántica: Herriko Barra (Iriarte-Chiapusso et al. 2005), El Mirón 
(Peña-Chocarro et al. 2005b), Kobaederra (Zapata et al. 2000), Picos 
Ramos (Iriarte-Chiapusso y Zapata 2017), Lumentxa (Zapata 2002)6 y 
corrobora que la introducción de la agricultura en este territorio, 
por parte de estas primeras comunidades neolíticas, no presenta un 
notable desfase respecto a la vertiente mediterránea de Euskal 
Herria (Peña-Chocarro et al. 2005a; Iriarte-Chiapusso 2009; 
Fernández-Eraso et al. 2015). 
Pese a las limitaciones que el grado de conservación de las 
semillas ha impuesto, se confirma que la mayor parte de los restos 
identificados en Arenaza I corresponden a cariópsides de trigo 
(Triticum sp.). Esta mismacircunstancia se observa en la cueva de El 
Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria), donde en el nivel 303.3d 
(5.550 ± 40 BP: 6.432-6.284 cal BP / 4.483-4.335 cal BC) se ha identi-
ficado una semilla carbonizada de Triticum dicoccum y en el 303.1, 
junto a varios restos indeterminables de cereales hay Triticum 
monococcum, T. dicoccum, T. monococcum/dicoccum y Triticum sp. 
(Peña-Chocarro et al. 2005; Peña-Chocarro 2012). Sin embargo, entre 
los escasos restos de cereales recuperados en otras secuencias 
neolíticas más recientes de Bizkaia (Kobaederra, Pico Ramos y 
Lumentxa), es la cebada (Hordeum vulgare) el cereal que aparece.
La práctica de una economía de producción no supuso el aban-
dono de la explotación de los recursos vegetales silvestres. En el 
caso de la cueva de Arenaza I el fruto con mayor representación es 
la avellana. La dureza de su cáscara y que sus restos se han conser-
vado carbonizados facilitan su conservación, circunstancias que 
inciden en su sobrerrepresentación con respecto a restos de otro 
tipo de frutos, de peor resistencia al paso del tiempo. La recolección 
de avellanas (Corylus avellana) parece ser una constante en los 
yacimientos con cronologías neolíticas: Kobaederra (Zapata et al. 
2000), Pico Ramos (Iriarte-Chiapusso y Zapata 2017), Kanpanoste 
Goikoa (Zapata 1999), al contrario que la de bellotas (Quercus sp.) 
que se limitan a sendos ejemplos en Kobaederra y Lumentxa. Entre 
los de peor conservación, sólo se ha recuperado una mitad de pomo 
de manzana (Malus sylvestris) en Lumentxa. Por su parte, las eviden-
cias de plantas silvestres son muy escasas. Sin embargo, la limitada 
presencia de algunas especies, puede reafirmar datos ya conocidos, 
como es el caso de las semillas de rubiáceas, solanáceas y pequeñas 
leguminosas. No obstante, la presencia de estos taxones puede 
deberse a su extracción durante los trabajos de siega del cereal 
(Buxó 1997). 
Los resultados antracológicos de Arenaza I sobre la explotación 
de los recursos leñosos del bosque también son coincidentes con 
6 Asentamiento al aire libre de Herriko Barra (6010 ± 90 (7030 - 6661–7030 cal 
BP /5208-4711 cal BC) y cuevas de El Mirón (5.550 ± 40 BP: 6.432-6.284 cal 
BP/4.483-4.335 cal BC), Kobaederra (5.375 ± 90 BP: 6.309-5.935 cal BP/4.360-
3.986 cal BC), Pico Ramos (5.370 ± 40: 6.282-6.003 cal BP/4.333-4.054 cal BC) 
y Lumentxa (5.180 ± 70 BP: 6.180-5.747 cal BP/4.231-3.798 cal BC)
EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL Y EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS VEGETALES EN LA CUEVA DE ARENAZA I (SAN PEDRO DE GALDAMES, BIZKAIA) 83
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AGRADECIMIENTOS
Este estudio se enmarca dentro del proyecto de investigación 
Revisión estratigráfica del yacimiento de la cueva de Arenaza I (finan-
ciado por la Diputación Foral de Bizkaia), del Grupo Consolidado de 
Investigación en Prehistoria (IT-1223-19) del Sistema Universitario 
Vasco y del proyecto del Plan Nacional de Investigación HAR2017-
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