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Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 1 El “ideal de la matematización”: la aplicación de las matemáticas a las ciencias biológicas, humanas y sociales Ana Millán Gasca Resumen El concepto contemporáneo de investigación en matemática aplicada se basa en un modo característico de entender la relación entre las matemáticas y la realidad centrado en la noción de modelo y la metodología de modelización. La idea de modelización matemática, cuyo origen está unido a las importantes transformaciones experimentadas por las mátemáticas a principios del siglo XX y a la crisis del determinismo de la física matemática clásica, ha producido una explosión de aplicaciones de las matemáticas a muy diversos campos de la ciencia y de la tecnología. En particular, se han desarrollado sectores autónomos de investigación en economía matemática, en biomatemática y en psicología y sociología matemática. Los primeros esfuerzos para aplicar las matemáticas más alla de las ciencias físicas se remontan sin embargo a los siglos XVII y XVIII; numerosas contribuciones más o menos sistemáticas se han sucedido desde entonces, acompañadas de una vivaz discusión filosófica y epistemológica. Indice 1. De la matemática práctica a la matemática aplicada 2. La extensión del paradigma cuantitativo fuera de las ciencias físicas 3. El origen de la modelización matemática 1. De la matemática práctica a la matemática aplicada En las antiguas culturas prehistóricas, en las grandes civilizaciones de la Antigüedad, en las diversas culturas más o menos avanzadas técnicamente de la historia de la humanidad, es posible encontrar huellas de ideas sobre la cantidad, la medida y la configuración espacial: ejemplos, con diferente grado de elaboración, de lo que hoy Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 2 entendemos por ideas matemáticas. El concepto más generalizado en el mundo occidental de matemática como saber teórico y modelo del razonamiento exacto es sin embargo una herencia intelectual de la cultura griega, y constituye una parte fundamental de su aportación tan profundamente original. En las tradiciones culturales precedentes el aspecto especulativo, y más aún deductivo, de las matemáticas no aparecía salvo en formas poco netas. Los cálculos y procedimientos geométricos y aritméticos eran parte integrante de un gran conjunto de actividades, como los intercambios comerciales, la administración y la exacción de impuestos, las técnicas de construcción, la elaboración del calendario y la astronomía. Se trataba fundamentalmente de una matemática práctica, cuyo arte se transmitía en el seno de las diversas profesiones, fueran escribas, agrimensores, sacerdotes o mercantes: un caudal de conocimientos que — como ha mostrado la historiografía reciente —, superando las barreras culturales, lingüisticas y geográficas, constituyó una tradición que perduró con gran vitalidad antes y después del auge y decadencia de la matemática deductiva griega. El hombre, más allá de sus preocupaciones más inmediatas y cotidianas, se complace en la actividad artística como en la reflexión y en los desafíos intelectuales, también en la esfera matemática. Buena prueba de ello la dan, en la civilización mesopotámica, los escribas del periodo paleobabilónico (1900-1600 a. C.), una época en la que quizá una mayor importancia atribuida al papel del individuo contribuyó a estimular el interés por actividades que rompían la monotonía de las tareas burocráticas y permitían distinguirse entre los propios ‘colegas’, como la composición de textos literarios y los ejercicios de habilidad matemática. Los restos escritos conservan la huella de problemas cada vez más complicados, relacionados con los habituales problemas prácticos pero cada vez menos realistas; estos problemas servían además para permitir a los aprendices ejercitar los conocimientos en las escuelas de escribas creadas en la misma época, donde que se procuraba exponer en modo más evidente, preciso y ordenado estas nociones fundamentales que habrían de servir en la futura actividad. Este estudio y ejercicio de la matemática con un voluntario alejamiento del contexto práctico real más inmediato es un embrión de lo que se suele llamar Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 3 matemática pura. Pero éste y otros ejemplos distan mucho del espíritu con el que, en Grecia, se estudiaban y se concebían las matemáticas — las cuatro mathémata, o doctrinas que aprendía quien se iniciaba al pitagorismo, ennumeradas por Arquitas, aritmética, geometría, música y astronomía —, esto es, como saber teórico de grado superior a los conocimientos comunes aplicados en la vida cotidiana, perseguido sistemáticamente con el único objeto de ampliarlo y perfeccionarlo y a la vez de deducirlo en un modo impecablemente riguroso (Høyrup 1994). El estudio de las figuras cónicas y de las propiedades de los números y muchos otros temas abstractos y sin inmediata aplicación práctica fueron objeto de máximo interés de los cultores de la matemática en época griega y helenística. No en vano Platón, para quien la matemática abría la vía al saber supremo, la dialéctica, consideraba que los objetos matemáticos residían en un mundo propio intermedio entre el mundo sensible y el mundo perfecto de las ideas. Aristóteles rechazó esta concepción y afirmó que las ideas y objetos matemáticos proceden por abstración de la realidad sensible. Aristóteles, sin embargo, no concedía un valor particular a las matemáticas en la exploración del mundo físico sublunar, opinión que tuvo una gran influencia sobre sus seguidores, especialmente en el aristotelismo medieval, que se mostró profundamente apegado a las explicaciones puramente cualitativas de los fenómenos recibidas de Aristóteles. Por otra parte Platón, que a diferencia de Aristóteles desdeñaba el interés y la posibilidad misma de obtener conocimiento fiable alguno del mundo físico corruptible y mutabile, heredó y consolidó la convicción pitagórica, envuelta en un misticismo esotérico, de que las matemáticas contenían la clave de la explicación del Universo. La mayor contribución a un efectivo estudio de fenómenos del mundo físico con la “lente matemática” fue debida a Arquímedes, en el III siglo a. C., quien desarrolló la Estática, la ciencia de los cuerpos en equilibrio, aplicando los principios de la geometría. Pero el camino emprendido por él tuvo escaso desarrollo sucesivo. De hecho, se puede constatar una tendencia acentuada a separar el corpus matemático griego (aritmética, geometría, armonía, astronomía), que en las universidades medievales de la Europa occidental correspondía al Quadrivium en la clasificación de Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 4 las artes liberales, de la tradición de matemática práctica, de cuya vitalidad dan fe los muchos tratados de aritmética y geometría práctica y libri d'abbaco publicados en epoca medieval, al uso de artesanos, comerciantes y todos aquellos que se ocupaban de las artes mecánicas. La gran efervescencia de mejoras y descubrimientos técnicos de la Alta Edad Media exigía cálculos y medidas, y producía una peculiar exigencia de precisión que no correspondía a la idea de rigor lógico deductivo, sino a la utilidad y fiabilidad práctica de los resultados en cada actividad concreta. La curiosidad intelectual y la apertura cultural de los estudiosos del Renacimiento llevó a muchos de ellos, y señaladamente a Galileo, a constatar y rechazar la división entre ambas esferas del saber matemático. Galileo, profesor en la Universidad de Padua, conocía la matemática griega, y en particular los trabajos de Arquímedes, así como los desarrollos sucesivos, como el álgebra;pero frecuentava también asiduamente y conocía las artes, artificios e inventos de artesanos y técnicos. En su obra Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze attinenti alla mecanica ed i movimenti locali (1638), escribía que cuanto se podía ver, especialmente respecto a la mecánica, en el arsenal de Venecia, “daba amplio campo al filosofar de las inteligencias especulativas”. En la nuova forma de conocimiento que él pretendía costruir, la ciencia nueva, afirma E. Cassirer, al igual que no existe una ruptura neta entre mundo físico y mundo matemático, se abaten también las barreras entre matemática práctica o aplicada y matemática pura (Cassirer 1967). Las matemáticas, para Galileo, eran el núcleo conceptual de la indagación del mundo físico, en cuanto único criterio de verdad, pues el pisano negaba la diferencia entre una verdad humana imperfecta y una verdad revelada, afirmando que Dios ha escrito el mundo — mundo unificado, que comprende el mundo terrerestre junto a los cuerpos celestes — en el lenguaje matemático. Al mismo tiempo, Galileo mostró cómo el rigor de la matemática deductiva se podía extender a la mecánica, abriendo así la posibilidad de descubrir con un método racional los secretos que hasta entonces se pretendía “arrancar” a la naturaleza con los artificios técnicos o con la magia. En lo sucesivo el viejo modo de trabajo del matemático práctico cayó en el descrédito, y, con ello la misma denominación de “matemático”, a la Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 5 cual se prefería — hasta bien entrado el siglo XIX — la de “geómetra”, para indicar el nuevo modo de proceder unificado y renovado (Grattan-Guinness 1994, p. 171). Algunos principios fundamentales, que Galileo discute en sus escritos indicando que eran ya aceptados por Arquímedes, le permiten “matematizar” — analizar usando la lente matemática — algunos fenómenos de la Dinámica, como el movimiento de un cuerpo en caída libre o el de un proyectil. Se trata de obtener un método general de medida, un método de conocimiento, dejando atrás una pura visión práctica e instrumental del cálculo matemático. Para examinar un tal fenómeno mecánico es necesario, paradójicamente, llevar a cabo una abstracción de la realidad, difalcando gli impedimenti, esto es, seleccionando, en la extrema complejidad y entrelazamiento de factores que se presentan a nuestros ojos, aquellos que son accesorios, respecto al núcleo del problema. En esta esfera abstracta, en la que el tiempo y el espacio son un continuo geométrico uniforme, es posible obtener una descripción cuantitativa de los fenómenos (Israel 1996). En realidad, para seguir adelante y extender este método a toda la mecánica fue necesario crear un nuevo conjunto de conceptos y métodos matemáticos, una nueva “rama” de las matemáticas, el cálculo infinitesimal. En el año 1788, cuando Lagrange publica su Mécanique analytique, el proceso de matematización de la mecánica alcanza un altísimo grado. La mecánica clásica constituye, hasta la actualidad, quizá el modelo fundamental de ciencia, en el sentido moderno que emerge en la época de la Revolución científica. Durante los decenios sucesivos, en el siglo XIX, este modelo se extendió a la química y a otras ramas de la física, como la teoría del calor, la dinámica de fluidos o la teoría electromagnética, y los éxitos sucesivos contribuyeron a consolidar la influencia del ideal de la matematización. A partir de la Revolución científica, la mecánica y en general la física matemática se afianzaron progresivamente como paradigma del saber, como modelo de todo conocimiento, de toda ciencia. Hoy en día la palabra ciencia tout-court, sin más apelativos, indica preferentemente, en efecto, las ciencias físicas. La discusión metodológica y epistemológica sobre las otras disciplinas y saberes, las otras ciencias, y en particular las ciencias morales y políticas — las ciencias humanas y sociales, Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 6 diríamos hoy — y las modernas ciencias biológicas y biomédicas, se ha desarrollado con una inevitable referencia al modelo de “cientificidad” o rigor científico de la física- matemática y a las categorías filosóficas que éste trae a colación, sobre todo el determinismo, el causalismo y el finalismo. El peso enorme que el paradigma de las ciencias físicas ha tenido y tiene todavía en el siglo XX en el resto de las disciplinas, así como las reacciones a su omnipresencia e influencia, han animado un largo debate histórico. Obviamente, en la transferencia de este modelo existen dos aspectos claramente distinguibles aunque interrelacionados. El método experimental, por una parte, fue siendo aplicado progresivamente a todas las ciencias naturales (su difusión en el siglo XIX distingue a la biología moderna de los estudios precedentes sobre la vida y la historia natural) y se ha pretendido adaptar y difundir con mayor o menor éxito a disciplinas como la psicología, la sociología o la antropología. Y por otra, el paradigma cuantitativo, esto es, la introducción del lenguaje matemático o matematización, es característica hoy de la economía teórica, se manifiesta en las influyentes corrientes de psicología y sociología cuantitiva, y se ha extendido a amplios sectores de la investigación biológica y médica, como la genética, la dinámica de poblaciones, la epidemiología o la fisiología. Estos campos son hoy en día considerados otros tantos sectores de la llamada matemática aplicada, esto es, de la investigación matemática desarrollada modernamente en conexión con las aplicaciones. La relación de la investigación matemática con el estudio y el “dominio” o control de fenómenos y situaciones reales, presente en una forma u otra a lo largo de la historia, ha conocido variadas formas y experimentado transformaciones en ocasiones sutiles, en ocasiones rupturistas. La historiografía de las matemáticas ha mostrado en el pasado una preferencia por la historia de las teorías y conceptos matemáticos1, y a menudo, específicamente por la búsqueda del origen del corpus contemporáneo de conocimientos matemáticos. Recientemente ha aumentado notablemente el interés por los temas de la relación con las aplicaciones, a la actividad práctica y organizativa, a las otras ciencias, a la tecnología y la ingeniería, y por la evolución de los conceptos de matemática práctica y de matemática aplicada: se trata de aspectos que resultan Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 7 esclarecedores de la evolución histórica de las matemáticas y que permiten comprender su lugar en la historia cultural y social del mundo occidental2. En lo que sigue nos centraremos en el tema de la aplicación de las matemáticas a la biología y las ciencias humanas y sociales: expondremos las grandes líneas de la evolución histórica dibujadas por la historiografía reciente, con el objetivo de acercarnos al estado actual y las perspectivas de la investigación histórica en este campo. 2. La extensión del paradigma cuantitativo fuera de las ciencias físicas La difusión de la obra de Newton y su grandiosa exposición del sistema del mundo ejerció una gran influencia entre los ilustrados franceses, en cuanto demostración rotunda de la fuerza de los argumentos racionales y de la potencia del conocimiento científico. La ciencia moderna se asoció durante el periodo de la Ilustración a los ideales de reforma de las estructuras sociales y políticas del Antiguo Régimen, y el hombre de ciencia se convirtió en un modelo del hombre culto capaz de guiar este proceso de renovación. Si la razón había de sustituirse a la tradición en la organización y gestión social, era legítimo y necesario aspirar a elevar el nivel de la ciencias morales y políticas al grado de perfecciónde la mecánica, y en particular introducir adecuadamente el cálculo matemático, también en las esferas social y de la economía política. Los más tempranos esfuerzos para poner en práctica esta idea, coherente con el espíritu del prudencia en la vida práctica y las propias convicciones que debía guiar al “hombre razonable”, datan de hecho del siglo XVII y fueron debidos a William Petty y James Graunt, entre otros autores, creadores de la aritmética política (political arithmetics): a través de los datos recogidos en las tablas de mortalidad, se trataba de establecer los fundamentos de un análisis demográfico, particularmente útil para estimar el valor de anualidades, pólizas de seguros y otras formas de inversión, aspectos importantes de la actividad socioeconómica en Inglaterra. Sobre estas bases se desarrollaron en el siglo XVIII en Inglaterra y Francia los principios de la matemática actuarial, que garantizó en adelante el rigor científico y la equidad de este tipo de iniciativas y se convirtió en una de las principales áreas de actividad de los estudiosos de matemáticas (Daston 1988). El instrumento matemático aplicado en estos análisis era el cálculo de probabilidades, que fue objeto de gran interés por parte de los matemáticos de la época, en parte precisamente en razón de estos recién descubiertos aspectos prácticos (que iban mucho más allá de las posibles ganancias en el juego). El espíritu “sistemático” característico de la cultura francesa se manifestó en un programa de amplias miras, formulado por Condorcet, dirigido a crear una matemática social Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 8 (mathématique sociale) capaz de guiar lógica y racionalmente las decisiones individuales y de proporcionar soluciones a los delicados problemas inherentes a las nuevas formas de organización de la vida pública nacidas de la Revolución francesa, como por ejemplo las votaciones en asamblea o las decisiones de los jurados populares. Aunque Condorcet no excluía el uso de ninguna de las técnicas matemáticas disponibles, consideraba el cálculo de las probabilidades el instrumento más apropiado en este contexto. Aun gozando del interés de los matemáticos, este último era considerado de rango muy inferior al cálculo por excelencia, el cálculo infinitesimal, cuya aplicación a diversos problemas físicos por medio de la formulación de las correspondientes ecuaciones diferenciales progresaba velozmente en aquella época. Y sin embargo, precisamente este hecho convertía al cálculo de las probalidades, a ojos de muchos estudiosos — en particular el propio Condorcet —, en el instrumento apropriado para tratar con fenómenos no estrictamente físicos, en los que parecía a priori insensato pretender la certeza matemática y el análisis científico en el sentido tradicional. La libertad característica de la esfera moral no podía encajar en los rígidos esquemas de la mecánica, pero podía encontrar su contrapartida gnoseológica en la probabilidad (Dessì 1989). Sin embargo esta opinión no era compartida por todos: en torno a este programa se produjeron una serie de interesantes discusiones, en las que subyacía el problema de la admisión del cálculo de probabilidades entre las disciplinas matemáticas, admisión que, como es bien sabido, no se produjo en modo efectivo hasta las primeras décadas del siglo XX, y ello después de profundas transformaciones del concepto de probabilidad, que se alejaron progresivamente del concepto clásico subjetivista manejado en las primeras aplicaciones sociales. Un ejemplo representativo de los temas que interesaban a los matemáticos sociales es el debate sobre la eficacia de la inoculación de la viruela como medida para prevenirla, que tuvo amplia repercusión entre los ilustrados europeos, a cuyos ojos representó un ejemplo de las iniciativas de progreso guiadas por una racionalidad científica: la emperatriz María Teresa de Austria hizo inocular la viruela a sus hijos en 1768. Daniel Bernoulli desarrolló un análisis del problema con técnicas probabilistas, que fue criticado por D'Alembert no por sus resultados, sino por su método. En las primeras décadas del siglo XIX, en efecto, se produjo un progresivo y rápido descrédito de este enfoque. Entre sus detractores se contaban quienes, en plena reacción romántica, negaban la legitimidad o la utilidad de aplicar las técnicas y conceptos matemáticos a las ciencias morales y políticas, para las que elegían el método histórico y especulativo tradicional: la rígida separación entre Geisteswissenschaften y Naturwissenschaften se afirma sobre todo en la cultura alemana. No menor aversión era mostrada por quienes, aun considerando apropriada y deseable la introducción de las matemáticas, consideraban necesaria la aplicación del análisis matemático por medio de las ecuaciones diferenciales, siguiendo el modelo de la mecánica. Esta opción no podía Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 9 ciertamente basarse en la crítica de los resultados obtenidos por la matemática social, que eran notables, y sin duda muy superiores a las tentativas de transferir el ejemplo de la mecánica; sólo los presupuestos filosóficos y epistemológicos, y especialmente la convicción de que una verdadera ciencia debía ser construida según el modelo de la física matemática justificaron de hecho una tal postura (Ingrao, Israel 1990; Israel 1993). Este debate, que se reflejó directamente en el contexto institucional, especialmente en Francia, trajo consigo varias consecuencias. Por una parte, la probabilidad dejó de interesar a los principales matemáticos — con la importantísima excepción de los matemáticos rusos —, aunque siguió siendo aplicada y desarrollada en el análisis de los datos de la observación (cálculo de errores), en astronomía, geodesia, meteorología y otros sectores de las ciencias naturales. Por otra parte, de la aritmética política y la matemática social persistió la convicción de que era necesario dotar a las sociedades modernas de un servicio y de un grupo de técnicos capaces de tratar los datos numéricos relativos, en primer lugar, al censo, el reclutamiento militar, la hacienda pública, y además al comercio, la salud pública, la justicia y la educación; y de que las iniciativas de reforma y mejora social debían apoyarse en tal información. La estadística se constituye así en sus orígenes, a principios del siglo XIX, como una ciencia numérica de los problemas sociales y de gobierno, por lo que, como ha puesto en evidencia T. Porter, a lo largo de este siglo la disciplina es en realidad una estadística social, desarrollada fuera del ámbito universitario, por funcionarios de la administración pública y reformadores inspirados por principios liberales3 (Porter 1986). Un ejemplo muy representativo de este proceso lo ofrece la trayectoria profesional de Emmanuel-Etienne Duvillard de Durand, discípulo de Condorcet y propugnador del programa de la matemática social, que intentó vanamente ser admitido en la sección de ciencias físicas y matemáticas del Institut de France: el inicial apoyo de eminentes matemáticos como Laplace se transformó progresivamente en una completa oposición, justificada no por los méritos, por todos reconocidos, de Duvillard, sino por el alejamiento institucional y conceptual de este tipo de estudios de la comunidad matemática (Israel 1991). Hoy Duvillard es recordado por sus logros en la administración del estado y la hacienda pública en Francia, mientras que sus escritos matemáticos han caído en el olvido. Los defensores de la opción mecanicista en la matematización de las ciencias morales y políticas, por su parte, no obtuvieron resultados que pudieran despertar el interés y el respeto de los matemáticos. En el campo de la demografía, Pierre-François Verhulst, un discípulo de AdolpheQuetelet, propuso una ecuación diferencial de crecimiento de las poblaciones humanas, la ecuación logística, publicada en 1838 y que cayó en el olvido durante decenios. En la economía política, primero Augustin Cournot, y en las últimas décadas de siglo Léon Walras y Vilfredo Pareto establecieron las bases Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 10 de una teoría matemática del funcionamento del libre mercado, cuyo concepto fundamental era el equilibrio económico, formulado por analogía con la mecánica, y entendido como un estado ideal de armonía entre los agentes económicos que compiten entre sí. Se trata de la teoría del equilibrio económico general, que, como en el caso anterior, sólo en el siglo XX ha conocido un desarrollo significativo, especialmente desde el punto de vista de su estructura matemática. Walras, en efecto, estuvo toda su vida bajo el fuego cruzado de los matemáticos y de los economistas. La debilidad matemática de sus trabajos los exponía sin duda a la crítica, aun de quien, como Henri Poincaré, no consideraba sin sentido tales tentativas. Entre los cultivadores de las disciplinas humanísticas, por su parte, la discusión iniciada en época romántica sobre la relación-separación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu seguía abierta y en plena evolución entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. En el clima intelectual del positivismo — o genéricamente, del optimismo cientifista — se impone en todos los campos del saber un modelo encarnado por la física-matemática y un status de “cientificidad” ligado al método experimental y cuantitativo: en un retorno de los ideales de la Ilustración, los grandes éxitos de la “ciencia” por excelencia parecen la perfecta demostración de que sólo el conocimiento objetivo puede encauzar la impetuosa corriente de la modernización de las costumbres, la estructura social, la economía y la industria del cambio de siglo. En la articulación del concepto moderno de las otras ciencias, las ciencias humanas y sociales (economía, sociología, psicología, antropología), sin embargo, interviene también la reivindicación de una originalidad epistemológica y metodológica, en la que se percibe el eco de las tendencias filósoficas vitalistas y las vanguardias artísticas de la época (Ross 1994). En este mismo periodo otro gran grupo de disciplinas consolidan progresivamente su propio método científico, y elaboran su carácter experimental y cuantitativo. La elaboración y el análisis de la creciente cantidad de datos recogida por médicos, zooólogos, botánicos exige instrumentos apropriados; la teoría de la evolución ha abierto las puertas, conceptualmente, en la investigación del mundo viviente, a los números y al estudio dinámico de las poblaciones. La principal contribución a la creación de una biologia cuantitativa fue debida a Francis Galton y Karl Pearson, fundadores de la escuela londinense de biometría: su idea fundamental consistió en aplicar las técnicas matemáticas de la estadística social y la teoría del error. El ámbito inicial de aplicación fue el estudio de la herencia darwinista. Sin embargo, los biométricos ingleses pusieron a punto los conceptos básicos (inferencia, muestreo, estimación del error) de una estadística matemática, entendida como conjunto de métodos cuantitativos, basados sobre el cálculo de probabilidades, disponibles para su aplicación transversal a cualquier disciplina. La elección del cálculo de probabilidades como herramienta conceptual es una elección consciente, que constituye un retorno al Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 11 programa de la matemática social. Galton rechazaba la idea de que la investigación de la vida y la conducta humana debiera ser guiada por el determinismo matemático, que recurre al lenguaje de las ecuaciones diferenciales para expresar un principio de causalidad que sustituye la metafísica causalista; según él era oportuno recurrir a un principio más general que el de causa, el de correlación (del cual la causa sería el límite), que permitiría introducir en gran parte de la psicología, la antropología, la medicina y la sociología el tratamiento matemático (Provine 1971; Porter 1986). En las primeras décadas del siglo XX la escuela biométrica elaboró la “caja de herramientas” de la estadística, recopiladas en manuales como el libro Statistical methods for the research worker (1925) de Ronald Aymer Fisher. Este tipo de metodología matemática se convirtió, especialmente en los países de habla inglesa, en el ideal cuantitativo de las ciencias humanas, biológicas y sociales, en cuanto lenguaje de expresión y elaboración del trabajo experimental. En muchas de estas disciplinas se produjo en los años cuarenta y cincuenta lo que Porter ha llamado una ola de “entusiasmo estadístico”. En esta pasión desempeña todavía un papel importante el deseo de legitimación metodológica, pero también interviene un factor nuevo, esto es, la exigencia de resultados aplicables, que se presentó en modo muy concreto durante la participación de psicólogos y otros estudiosos de ciencias sociales en la organización bélica estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, y se afianzó en la posguerra con la difusión de los análisis econométricos, sociológicos, psicológicos, etc., en ámbito público y privado. Ambos factores garantizarán la institucionalización académica, en autonomía respecto a la investigación histórica y filosófica, de estas disciplinas. El enfoque biométrico, encarnado por el trabajo de Fisher, que alcanzó sus más notables resultados en el campo de la genética de poblaciones, no fue sin embargo la única vía emprendida para “matematizar” la biología, o al menos algunos amplios sectores de ésta. En 1917 D'Arcy Wentworth Thompson publica su libro On Growth and Form, que consituye un intento de aplicar consideraciones de tipo geométrico, y, diríamos actualmente, topológico, a la morfogénesis. En 1925 Alfred J. Lotka publica Elements of Physical Biology (reeditado más adelante con el título Elements of Mathematical Biology), en el que se abordan una serie de problemas biológicos de vario tipo utilizando un abanico de herramientas físicas y matemáticas, incluyendo conceptos termódinamicos y la formulación de ecuaciones diferenciales. En 1926 Vito Volterra inicia la publicación de una serie de trabajos de lo que él denomina la teoría matemática de la lucha por la existencia4. La intervención de Volterra en este campo está ligada a su defensa del reduccionismo clásico: su interés principal era mostrar que, aplicándolo con una cierta flexibilidad, el modelo de la física matemática clásica podía ser aplicado a la biología como a la economía, y convencer de que esta vía permitiría elaborar una biología y una economía teóricas comparables en cuanto a su rigor científico a la propia mecánica. Volterra se inspiraba en precedentes investigaciones en el campo de la Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 12 fisiología relativas a los sentidos, la circulación de la sangre o el movimiento de los animales, que, afirmaba, podía considerarse capítulos de la óptica, la acústica, la hidrodinámica o la mecánica de sólidos; pero pretendía desarrollar nuevos métodos matemáticos adecuados al problema de la interacción entre las especies, que interesaba a los biológos (entomólogos, zoólogos, ictiólogos) que comenzaban entonces a ocuparse de ecología y tocaba también el debate sobre el evolucionismo. Usando la analogía mecánica, como lo habían hecho los economistas matemáticos del siglo XIX, representó el conjunto de individuos de poblaciones en competición como partículas de una gas perfecto, que se mueven en todas las direcciones y “chocan”, según un principio de los encuentros que regula elsistema y dicta el resultado de la competición entre especies. El primero y más famoso esquema matemático propuesto por Volterra fue un sistema de dos ecuaciones diferenciales (no lineales) que describía la interacción entre una especie predadora y la especie de la que se alimenta en un ambiente natural idealizado, estable y con adecuadas condiciones de espacio, temperatura, etc. Lotka había introducido un sistema análogo para describir el parasitismo entre dos especies de insectos, motivo por el cual se habla de ecuaciones de Volterra-Lotka. A partir de este esquema básico se introdujeron numerosas modificaciones y variaciones: estos trabajos pioneros constituyen la base de la investigación biomatemática moderna (Israel 1993b; Kingsland 1985). Volterra desarrolló sucesivamente una “mecánica racional” y una “mecánica analítica” de las asociaciones biológicas, interesándose al mismo tiempo por la verificación en laboratorio y por medio de observaciones de la vida libre en la naturaleza de los resultados y leyes obtenidas matemáticamente. Este enfoque rígidamente determinista fue acogido con gran interés tanto entre los matemáticos como entre algunos de los pioneros de la ecología de diversos países; en Moscú, por ejemplo, encontró eco tanto entre los zoólogos como entre los matemáticos rusos que se ocupaban del análisis cualitativo de las ecuaciones diferenciales no lineales. Para Volterra, como para el geofísico ruso Vladimir Kostitzin, se trataba de una vía alternativa a la propuesta por la biometría inglesa y norteamericana, que evitava lo que consideraban la idea “descabellada” de comparar un proceso orgánico a una sucesión de pruebas del tipo de barajar y descubrir cartas (Israel, Millán 1993; Millán 1996). En 1930 el matemático ruso Andrej Kolmogorov publicó una formulación axiomática de la teoría de la probabilidad, conclusión excelsa de una larga tradición de investigación en su país, que garantizó finalmente la admision de este sector entre las disciplinas matematicas. Como consecuencia inmediata, también la estadística matemática pasó a ser considerada parte de las matemáticas y a ser cultivada en departamentos universitarios de matemáticas por matemáticos profesionales. La tradición de investigación de la estadística social y de la escuela biométrica, que se había expresado en la constitución de comunidades científicas e instituciones Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 13 independientes, con una particular posición en el mundo académico y en el contexto social, ha condicionado en cualquier caso el mantenimiento de una cierta autonomía de la estadística. Como hemos visto, todavía en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, más alla de las barreras institucionales o de “legitimidad” matemática, eran detectables diferencias profundas entre dos modos de concebir la relación de las matemáticas con la realidad, que tenían una larga historia a sus espaldas. Y sin embargo, en breve esta última barrera iba a saltar, dando paso a un modo radicalmente nuevo de concebir este problema y a un nuevo tipo de investigación matemática. 3. El origen de la modelización matemática Durante el siglo XIX emerge la figura del profesional de las matemáticas (para el que se recupera el término oxidado “matemático”) y se crean y consolidan en los diversos países y en ámbito internacional diversas iniciativas institucionales (revistas, sociedades, reuniones científicas) que vertebran la comunidad matemática. Las disciplinas matemáticas son cultivadas intensamente y desarrolladas en direcciones radicalmente nuevas; progresivamente, crece la convicción de la necesidad de ordenar e interrelacionar las teorías matemáticas, de aclarar los fundamentos lógicos de la disciplina y establecer criterios unánimente aceptados del rigor deductivo. El intenso debate sobre la fundamentación de las matemáticas entre las posiciones rivales de logicistas, intuicionistas y formalistas perdió rápidamente vitalidad entre los matemáticos — quedando reservado a los lógicos y filósofos de las matemáticas — después del famoso teorema de Gödel, publicado en 1931. Una influencia mucho más duradera para la praxis matemática tuvo el enfoque axiomático preconizado por David Hilbert, el cual, sin renunciar a los tradicionales caminos de la investigación y la creación matemática, propuso un sistema de exposición formal de las teorías matemáticas basado sobre objetos matemáticos completamente abstractos, esto es, separados de cualquier interpretación o realización intuitiva concreta, y rígidamente limitado en su estructura lógico-deductiva. La axiomatización, ejemplificada por los Fundamentos de la geometría (1899) de Hilbert y los Fundamentos matemáticos de la mecánica cuántica (1932) de su discípulo John von Neumann, transformó el modo de transmisión de las matemáticas, en la comunicación profesional y en la enseñanza; y tuvo también sus efectos en la orientación de los temas de investigación, y en particular en el declinar del enfoque geométrico intuitivo en favor de estudio de las estructuras algebraicas abstractas. La formulación axiomática mostró particularmente su utilidad para exorcizar los fantamas que se presentaban en la investigación matemática en las primeras décadas del siglo: en primer lugar, las paradojas de la teoría de conjuntos de Cantor, que fueron expulsadas de la teoría axiomática de conjuntos, lo que permitió dejar de lado, como problema exquisitamente Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 14 lógico, las cuestiones de fundamentos; y, en segundo lugar, los aspectos de indeterminación introducidos en la mecánica con la teoría cuántica, y que sometidos a la formulación axiomática evitaban la ruptura con la mecánica clásica. En ambas operaciones, y especialmente en la segunda, von Neumann desempeñó un papel de gran importancia: la motivación de una tal estrategia era la opinión, compartida por la mayor parte de los matemáticos del siglo XX, de que, aún habiéndose esfumado la esperanza de justificar lógicamente la matemática clásica, era absurdo renunciar a ella, y a los útiles y elegantes resultado que había producido. Para von Neumann, como para Hilbert, la relación de las matemáticas con la física y en general con la ciencia era de fundamental importancia. Sin embargo, la crisis de la física matemática clásica y la introduccion de la axiomatización había modificado inevitablemente esta relación. En su formulación axiomática de la mecánica cuántica von Neumann había utilizado algunas herramientas matemáticas de una nueva rama de las matemáticas con un fuerte grado de abstracción, el análisis funcional. En 1944 von Neumann, en colaboración con el economista Oskar Morgenstern, publicó la obra Theory of games and economic behaviour, en la que se daba una presentación axiomática de algunos problemas de economía matemática basada en un nuevo instrumento, la teoría de juegos, que formalizaba la idea de estrategia racional individual. Con esta libro, que ha tenido una gran influencia en la economía matemática moderna, von Neumann se alejaba de la vieja fórmula de la analogía mecánica y mostraba la utilidad del enfoque axiomático abstracto, en el que la teoría economica se alejaba rápidamente de los problemas reales de partida y procedía en modo puramente matemático. En realidad, la posibilidad de usar este tipo de enfoque para superar el estancamiento de la teoría clásica del equilibrio económico general se había comenzado a explorar ya en los años Trenta. En esa misma época el ingeniero holandés Balthasar van der Pol, que había introducido la ecuación diferencial no lineal que hoy lleva su nombre para describir un dispositivo radiotécnico, defendía la utilidad de aislar y estudiar ésta y otras descripciones matemáticas abstractas, no necesariamentemecánicas, que podían ser aplicadas a fenómenos muy diversos entre sí, de tipo físico, químico, biológico o económico. Este tipo de investigaciones tendían a debilitar la relación ontológica entre las matemáticas y la realidad, en favor de una descripción por medio de un modelo matemático, es decir, un “esquema abstracto de realidades posibles”; la misión del matemático no era por tanto descifrar la clave matemática de la Naturaleza, como había preconizado Galileo, sino explorar el interior de su disciplina, concebida como “una reserva de formas abstractas — las estructuras matemáticas”. Las expresiones citadas están tomadas de Nicolas Bourbaki, nombre bajo el que firmaba sus escritos un grupo de matemáticos franceses, cuya influencia en los años cincuenta y sesenta contribuyó notablemente a difundir el nuevo enfoque algebrizante y axiomático Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 15 en las matemáticas, centrado en torno a las estructuras matemáticas abstractas. La seguridad de que el matemático moderno podía recluirse en el interior de sus teorías sin tener que conocer o mantenerse en contacto efectivo con las aplicaciones — como había sido habitual entre sus antecesores — era reforzada por dos convicciones explícitamente descritas por Bourbaki: la primera, que, “sin que se sepa bien por qué”, como admitían sin temor a acusaciones de irracionalismo, como si de una preadaptación se tratara, ciertos aspectos de la realidad experimental encajaban en el molde de las formas matemáticas abstractas; y la segunda, que, aunque históricamente muchas teorías matemáticas tuvieran un contenido intuitivo, concreto, su eficancia potencial se amplificaba y se realizaba despojándolas de este contenido particular, de modo que pudieran recibir muchas otras interpretaciones (Israel 1996). El punto de vista de Bourbaki, siendo muy representativo del punto de vista de la comunidad matemática internacional de la segunda mitad del siglo XX, muestra que la idea que había sido propuesta por van der Pol, el desplazamiento de la analogía mecánica a la analogía matemática, acabó ganando terreno a quienes, como Volterra, seguían en aquellos mismos años fieles al enfoque clásico à la Fourier, es decir, defendían una metodología de formulación matemática de leyes de los fenómenos caso por caso, procediendo, todo lo más, por analogía mecánica y con una continua comparación con los datos de la experiencia. El zoólogo Charles Elton, el entomólogo Royal N. Chapman y el microbiólogo Jean Régnier compartían el punto de vista de Volterra. Pero el joven ictiólogo Umberto D'Ancona, yerno y colaborador de Volterra en sus estudios de biomatemática, escribía a éste último que, aun cuando fuera interesante citar las posibles confirmaciones experimentales de su teoría, ésta tenía un valor matemático y teórico en sí y más allá de cualquier verificación (Millán 1996). Aun cuando la posición de Volterra perdió adeptos rápidamente, no sería correcto afirmar que la posición de Bourbaki era compartida unánimemente. La escuela matemática rusa, por ejemplo, ha continuado en el siglo XX la tradición de interés e interacción entre la investigación matemática y los contextos aplicados. Esta circunstancia ayuda a explicar, por ejemplo, porque en Moscú se continuó a desarrollar el análisis de ecuaciones no lineales y a profundizar importantes problemas, como el caos determinista, que había sido ya considerado por Poincaré a principios de siglo pero fue completamente dejado de lado por los matemáticos norteamericanos y de la Europa occidental. Otro ejemplo importante es el de von Neumann, cuya formación e intereses personales, así como circunstancias como su participación en la investigación científica dirigida a la actividad bélica durante la Segunda guerra mundial, le mantuvieron siempre en estrecho contacto con las aplicaciones, físico-matemáticas en primer lugar, pero también, como hemos visto, en el ámbito de las ciencias sociales. Para von Neumann la centralidad de las matemáticas, entendidas como lenguaje abstracto, como esquema lógico-deductivo, constituía una salvaguardia, en una forma nueva, del Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 16 reduccionismo, que permitía recuperar la unidad de la ciencia, incluyendo no sólo ya las ciencias físico matemáticas sino en general las ciencias naturales y las ciencias humanas y sociales. La distinción entre causalismo y finalismo, por ejemplo, relevante para las ciencias biológicas pero que desempeñó un cierto papel en la elaboración de la mecánica clásica, se disuelve si analizamos las dos formulaciones matemáticas correspondientes (la formulación newtoniana original y la llamada formulación variacional, presente en la citada Mécanique analitique de Lagrange), escribía von Neumann. Este hecho, según él, mostraba que es precisamente el substrato matemático el que revela la esencia de cada problema: de acuerdo con ello, el grado de matematización de una ciencia era el indicador de su estado de desarrollo. La persistencia de conceptos “metafísicos” en biología, así como el carácter elemental de los resultados de la economía matemática, eran para von Neumann simplemente consecuencia del retraso de su nivel matemático: la mecánica conservava de este modo, por una vía diversa, su clásico papel de modelo de la ciencia y de eje de la unificación de las disciplinas científicas. La distancia respecto a la visión clásica, marcada por el énfasis en el lenguaje formal y analítico, se manifiesta en la definición de modelo matemático de von Neumann: “las ciencias no intentan explicar, a duras penas intentan interpretar, principalmente construyen modelos. Por modelo se entiende un constructo matemático que, con el añadido de algunas interpretaciones verbales, describe los fenómenos observados. La justificación de un tal constructo matemático es sola y exclusivamente que se espera que funcione, esto es, que describa correctamente los fenómenos de un área razonablemente amplia. Además, debe satisfacer algunos criterios estéticos, esto es, en relación con lo que alcanza a describir, debe ser bastante simple” (von Neumann 1961-63, vol. 6, p. 492). Von Neumann, quizá el más importante matemático de este siglo, fue uno de los artífices de la transición del punto de vista de la física matemática clásica a la moderna concepción de la modelización matemática. Los campos en los que trabajó se extienden de la lógica y el análisis funcional a la hidrodinámica, el análisis numérico y la computación; mantuvo siempre la opinión de que en la investigación matemática la tensión entre criterios internos y “estéticos” por una parte y la relación con la realidad empírica por otra era fuente de creatividad y garantía del progreso de la disciplina. La tendencia que se fue imponiendo a mediados de siglo, sin embargo, fue hacia la escisión de ambos tipos de intereses, favorecida por la creciente especialización y el gran aumento del número de científicos profesionales. Por un parte, un gran número de matemáticos se concentró en la investigación “pura”, con un alejamiento voluntario de las aplicaciones cuya filosofía hemos visto expresada en la posición de Bourbaki. Por otra parte, se fue constituyendo una comunidad científica autónoma de matemática aplicada, con sus propias estructuras organizativas y canales de comunicación, muchos Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 17 de cuyos miembros trabajan en las escuelas técnicas, las industrias de alta tecnología o las grandes agencias de investigación estatales. Todavía en 1929 Oswald Veblen, personalidad clave de la organización de la comunidad matemática norteamericana y de su lanzamiento al liderazgo mundial, se había opuesto a la creación de un revista de matemática aplicada,discutida por la American Mathematical Society, porque no creía que la matemática aplicada existiera como tal. Pero inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra Mundial la AMS se ocupó de coordinar la actividad separada en este campo, cuyo crecimiento desde entonces ha sido vertiginoso. La investigación matemática aplicada se extiende en el seno de un número creciente de disciplinas, incluyendo sectores de la medicina y la biología y de las ciencias humanas y sociales (que en la segunda mitad de siglo, especialmente en Estados Unidos, han mostrado una acentuada preferencia por los métodos cuantitativos) y muchos otros sectores de actividad (del control de calidad industrial, a los problemas de la defensa militar y la investigación operativa). El enfásis en la matemática como lenguaje formal ha abierto el paso a un gran número de enfoques e instrumentos matemáticos, algunos radicalmente nuevos, como la teoría de juegos, la teoría de la información, la teoría de la decisión, la teoría de sistemas, y a una actitud ecléctica en la que los procedimientos de tipo estocástico o las ecuaciones diferenciales se adoptan según criterios de oportunidad y eficacia5. El desarrollo de los ordenadores electronicos a puesto a disposición de los investigadores un instrumento transversal de excepcional eficacia en el cálculo y la elaboración de datos. El trasfondo social y cultural de este proceso es lo que T. Porter ha llamado “confianza en los números” (trust in numbers), esto es, una convicción firmemente asentada, a pesar de la crisis experimentada por la ciencia — y por las matemáticas — a principios de siglo, de que el método científico y en particular los métodos cuantitativos garantizan la objetividad y son la mejor guía en la investigación y el control no sólo del mundo natural, sino también de la vida social (Porter 1995). No faltan, por supuesto, quienes critican una actitud que encierra sin duda el peligro de blindarse en su seguridad y avanzar en modo casi ciego. E. Mayr, en su reciente libro sobre la evolución del pensamiento biológico ha subrayado la autonomía epistemológica de estas disciplinas, insistiendo en el modesto papel de las matemáticas en los fundamentos teóricos de la biología y en particular en la teoría de la evolución. Las tendencias posmodernas han reaccionado a su vez al cientismo exacerbado: refiriéndose al conocimiento del mundo interior, del ser humano, D. Joravsky habla de “una fractura inevitable entre los enfoques que se centran en las personas que se expresan y su interacción, como en la conversación normal o en la literatura, y los que dejan de lado a la persona, como en la neurología o las tablas de mortalidad. (…) Los artistas de la literatura intenta combinar precisamente lo que los científicos sociales pretenden mantener separado: el análisis objetivo de los seres vivos y los constructos subjetivos de Ana Millán Gasca – El ideal de la matematización («Arbor» 606 (1996): 79-102) 18 su conciencia, incluyendo propósitos y valores conscientes y esfuerzos de justificación, tanto en quien conduce el análisis como en los personajes que está analizando” (Ross ed. 1994, pp. 94-95). El debate continúa. Notas 1 La mayor parte de los sectores ennumerados y las monografías citadas por J. Hernández (1995, pp. 26 ss.) corresponden a este ámbito. 2 Muestra de ello es el espíritu y la estructura de una obra enciclopédica reciente, Grattan-Guinness 1994, en la que han participado muchos de los autores cuyos trabajos citamos. De Mora (1995) ha hecho referencia a algunos de estos aspectos en relación con la probabilidad. 3 Sobre el desarrollo en España, cfr. SÁNCHEZ LAFUENTE, J. (1975): Historia de la Estadística como ciencia en España (1500-1900). Madrid, Instituto Nacional de Estadística. 4 Una de las primeras sedes en las que Volterra expuso su teoría fue la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, en un ciclo de conferencias en 1932. Volterra cita en sus trabajos los estudios sobre poblacione de peces de Fernando de Buen. 5 Véase la reciente exposición de la gran variedad de instrumentos en la construcción de modelos adaptados a distintos fenómenos de S. Ríos (Ríos 1995). Bibliografía BAKER, K. M. (1975): Condorcet. From natural philosophy to social mathematics. The University of Chicago Press, Chicago. BOURBAKI, N. (1948): «L'architecture des mathématiques», en F. Le Lionnais (ed.) Les grands courants de la pensée mathématique. Cahiers du Sud, Paris, 35-47. CASSIRER, E. (1967): Dall'Umanesimo all'Illuminismo. La Nuova Italia Editrice, Firenze. DASTON, L. (1988): Classical probability in the Enlightment. Princeton University Press, Princeton. 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