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El Lector en la Interpretación del Nuevo Testamento 
por Kevin J. Vanhoozer 
1. ¿Por qué “el Lector” en el estudio del Nuevo Testamento? 
Un capítulo que trata sobre el lector en el estudio del Nuevo Testamento puede 
parecer, a primera vista, algo singularmente inapropiado en un volúmen dedicado a la 
interpretación contemporánea del Nuevo Testamento. Después de todo, han existido 
lectores del Nuevo Testamento desde el principio: “Al lector lo tiene con uno siempre.“ 
¿Acaso no figura el lector en todo acercamiento a la interpretación bíblica, en tanto que 
el lector es quien escoge un método particular—sea criticismo histórico, 
estructuralismo, etc.—y lo pone en práctica en un texto específico? ¿No estudió 
Aristóteles el efecto de los textos en los lectores en su Retórica? 
 Recientemente, sin embargo, el lector ha llegado a un lugar de prominencia en la 
discusión de la teoría literaria e interpretación bíblica igualmente. De hecho, algunos 
críticos hablan de un movimiento de liberación de los lectores. ¿Qué es lo que los 
lectores no han tenido libertad de hacer hasta ahora? La respuesta de un creciente 
número de téoricos literarios es: “crear significado.” Leer no es simplemente un asunto 
de percepción, sino también de producción; el lector no descubre tanto como crea 
significado. En el peor de los casos, no habrá significado del todo si no hay lectores que 
lean. Lo que hay en el texto es solamente el potencial para el significado. El significado 
es actualizado no por el autor al momento de la concepción del texto, sino por el lector al 
momento de la recepción del texto. Si comparamos el texto a un pozo de agua, ¿con qué 
compararemos el significado: con el agua en el pozo, con las formas en que el agua es 
sacada, o cómo se bebe el agua? En este capítulo examinaré una serie de acercamientos 
contemporáneos a la interpretación que garantizan un papel privilegiado a la respuesta 
del lector. Primero examino las razones, tanto literarias como filosóficas, para las recién 
halladas fama y libertad del lector. 
 
1.1 Lectura como teoría muy cargada 
La explicación filosófica 
 
Las raíces filosóficas para el criticismo a la respuesta del lector, en último análisis 
van hacia atrás hasta Kant y su “Revolución Copérnica.” Mientras que Descartes define 
conocimiento en términos de una “mente” que percibe un “objeto,” Kant argumenta que 
el conocedor contribuye con algo al objeto del conocimiento. La mente no simplemente 
refleja sino que construye su objeto, procesando sensaciones fuera de la mente con los 
conceptos propios de la mente. Así como Copérnico sugirió que el sol no gira alrededor 
de la tierra sino que es la tierra la que gira alrededor del sol, así Kant sugirió que la mente 
no corresponde con el mundo sino el mundo con la mente. La mente participa 
activamente en la construcción del conocimiento. Esto fue la esencia de la crítica de Kant 
a la metafísica, aquella búsqueda por la descripción verdadera—la única interpretación 
conceptual correcta—de realidad máxima. Pero cuando Kant creía que todos los seres 
humanos interpretaban el mundo con el mismo grupo de categorías, hoy en día la 
mayoría de filósofos sostienen que no existe un único marco conceptual que ofrece 
verdad absoluta o el punto de vista desde la perspectiva de Dios. Lo que alguien saca del 
pozo del mundo depende en el tipo de balde que se use. 
 La analogía con la interpretación literaria es exacta: No percibimos el texto como 
es en sí mismo, sino solamente el texto como analizado y construído por la mente 
humana. La crítica de Kant ha sido dirigida por teorístas literarios contra la “metafísica” 
del significado. El realismo hermenéutico—la noción de que existe algo que precede la 
lectura a lo que la lectura debe corresponder—ha llegado a ser difícil para defender. 
Thomas Kuhn, un filósofo de ciencia, argumenta que toda observación es cargada de 
teoría. Todo científico pertenece a una comunidad u otra cuya investigación es orientada 
por una “paradigma” particular de un marco interpretativo. Para Kuhn, el contexto del 
científico en una comunidad particular influencia la clase de preguntas que se harán.1 El 
anti-realismo hermenéutico insiste en que existen muchos grupos de categorías 
interpretativas igualmente válidas con las que se puede procesar textos y producir 
significado. Si toda lectura es condicionada históricamente y cargada de teoría, entonces 
ninguna lectura es objetiva y el lector viene a ser, casi por inercia el factor determinante 
en la interpretación. 
 
1.2 Las Tres Edades del Criticismo 
La explicación Literaria 
 
Por supuesto, no siempre fue así. El Cristicismo Literario solamente en forma gradual 
percibido el significado de éstas revoluciones filosóficas y científicas. El lector 
tradicional, más Cartesiano que Kantiano en su inclinación, creía la objetividad en la 
interpretación era posible. David J.A Clines comenta que el fin del pensamiento 
Cartesiano recién empieza a sentirse en los estudios bíblicos: “La mayoría de los eruditos 
activos parecen escribir como si estuviesen involucrados en una búsqueda para 
determinar significados objetivamente.“2 ¿Qué era aquel algo independiente de la mente 
o independiente del lector con el que buena lectura debía corresponder? La mayoría de 
los comentaristas bíblicos desde la Reforma sostuvieron que era la intención del autor. 
Era la voluntad del autor querer decir ésto en lugar de aquello, con tal y cual secuencia 
verbal en tal y cual contexto histórico, lo que se consideraba como factor determinante 
del significado textual y el objeto de la búsqueda del intérprete. En resumen, determinar 
significado, o sea, significado que está anclado y fijado, era función del autor. 
Consecuentemente, ésta “primera edad” del criticismo perteneció al autor. 
 La Revolución Copernica de Kant complicó la búsqueda. Igual hizo la 
subsecuente comprensión de que los humanos son seres históricos. Nosotros estamos, 
como lectores, distantes del autor, tanto temporalmente como en nuestra capacidad para 
conocer. Existe aún un tercer elemento entre el lector y el autor: el lenguaje. 
 Estos tres elementos—la mente, el tiempo, y el lenguaje—contienen, para 
muchos, algo impenetrable. Pero es un algo en el que los lectores “proyectan” su imagen 
o construcción de como ellos creen que es el autor (y su intención). De acuerdo a Roland 
Barthes, el “autor” es una ficción conveniente que provee la ilusión de un sentido estable 
y un significado determinado. En vez de causa, el autor para Barthes es efecto del texto. 
 Un autor ilusorio no es, sin embargo, mejor que ningún autor del todo. Barthes asi 
pronuncia “muerto” al autor, haciendo eco de la anterior declaración de Nietzsche sobre 
la muerte de Dios. En verdad, las dos muertes tienen relación, en tanto que ambas son 
 
1 Thomas S. Kuhn, La Estructura de las Revoluciones Científicas (Chicago: University of 
Chicago, 1970). 
variantes del tema de antirealismo. Feuerbach argumentó que “Dios” era meramente la 
proyección del pensamiento humano; Barthes, en forma similar, argumenta que “la 
intención del autor” es una proyección de la lectura. Fue Nietzsche quien vió la 
implicación de éste antirealismo más claramente: Si no podemos descubrir la naturaleza 
de la realidad, entonces debemos inventarla. Barthes está de acuerdo: “Una vez removido 
el autor, la demanda para descifrar el texto se hace muy frívolo…El nacimiento del lector 
debe ser a costo de la muerte del Autor.”3 
 ¿Qué funciona ahora como la norma de interpretación luego de la muerte del 
autor? ¿Esta el significado realmente en el texto? ¿Existe realmente algo independiente 
al proceso de lectura que pueda mantener al lector como responsable? ¿Yace la verdad 
en el fondo del pozo, o es la interpretación que yace abajo? ¿Existe todavía una manera, 
luego del autor, para juzgar las intepretaciones como buenas o malas? O, parafrasiando a 
Dostoyevsky, si no hay Autor, ¿Estodo (en interpretación) permitido? Empezando con 
el Nuevo Criticismo en los años1940 y continuando a través del estructuralismo de los 
años 1960, los críticos literarios han tratado de encontrar un principio que determine 
significado basados solamente en el texto, considerado como una entidad autónoma de 
su autor. Desde mitad de los años 60, sin embargo, la atención se ha enfocado en el 
papel de lector decodificando y usando el texto. En los años 1970, Hans Robert Jauss 
argumentó que los historiadores literarios debían alejar su atención de los autores y sus 
trabajos para estudiar al lector y las expectativas e intereses que el lector traé a los 
textos. No podemos estudiar el texto como es en sí mismo, sino la historia de como los 
lectores lo han recibido.4 Si el significado no está de alguna forma“en” textos, entonces 
leer es como “tirar baldes en pozos vacíos” (Cowper). Con éste pensamiento, la 
Revolución Copernica de Kant está completa. 
 
2. ¿Cuál es el papel del Lector? 
 
2.1 Lectores y Lectura: Algunas presuposiciones 
 
Los desarrollos filosóficos han servido como parteras en el nacimiento del lector. ¿Qué 
exactamente fue lo que nació? ¿Por qué leen los lectores y qué hacen además de mover 
sus ojos de izquierda a derecha a través de la página? La respuesta tradicional es que 
leemos para comprender—asir el significado del autor. El criticismo como respuesta del 
lector, por otro lado, relaciona el significado a las maneras en que los textos son 
recibidos por los lectores: El significado no es simplemente reproducido sino producido. 
 
1. El lugar del Lector: ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? El lector no es una 
mente Cartesiana desconectada ni tampoco una tabula rasa. Fue Rudolf Bultmann quien 
primeramente alertó a los interpretes del Nuevo Testamento de la importancia del 
“lugar” del lector argumentando que la exégesis sin presuposiciones no es posible.5 Para 
Bultmann, la pregunta más importante que los lectores tienen, tiene que ver con la 
temporalidad de su propia existencia y su significado. Su sugerencia de que el contexto 
 
4 Hans Robert Jauss, “Historia Literaria como un Reto a la Teoría Literaria,” NLH 2 (1970) 7-
37. 
5 Rudolf Bultmann, “Es Posible la Exégesis sin Presuposiciones?”en Existencia y Fe, ed. 
Schubert M. Ogden (New York: Living Age, 1960) 289-96. 
ontológico es el contexto decisivo no ha sido aceptada, sin embargo lo que ha probado 
ser de significado más duradero es su noción del “horizonte” del lector, el grupo de 
intereses y expectativas que afecta lo que el lector busca, y encuentra, en los textos del 
Nuevo Testamento. Hans-Georg Gadamer mira el proceso de comprender como un 
encuentro entre el texto y el lector, un encuentro que él describe como una “fusión” de 
dos horizontes.6 
 En el punto de vista tradicional orientado hacia el autor, comprensión significó 
ocupar el mismo lugar y perspectiva que el autor. Una interpretación objetiva requería 
que quien interpreta deje sus prejuicios detrás. La muerte del autor, sin embargo, deja 
libre la interpretación. Los lectores ya no apologizan por su ubicación ni por sus 
intereses. En verdad, de acuerdo a John Barton y Robert Morgan, el texto no tiene 
intenciones ni intereses.7 No hay ninguna cosa que los lectores deben hacer con los 
textos. Los lectores tendrán cualquier número de intereses, dependiendo en su lugar y 
contexto. Algunos lectores pueden mostrar interés en la estructura formal del texto, otros 
en los eventos que yacen detrás del texto o dan camino a su producción, aún otros en la 
relevancia del texto a la luz de preguntas sociales contemporáneas. En éste punto de 
vista, el contexto más importante para la interpretación no es el contexto histórico 
original del texto, sino el presente contexto del lector. La meta tradicional de lectura 
desinteresada ha dado camino a lecturas “interesantes.” El nacimiento de la narrativa del 
lector para la presente abundancia de escuelas interpretativas (feminista, Marxista, 
Freudiana, liberación, etc.) cada una derivada de un interés dominante. El lugar donde el 
lector yace, lejos de ser considerado un obstáculo a la interpretación, hoy ha venido a ser 
terreno sagrado. 
 
2. La indeterminación del significado. Si el lugar del lector determina lo que 
él o ella obtienen del texto, entonces el significado es indeterminado. Sin embargo, uno 
puede entender indeterminación de significado en dos maneras diferentes. Algunos 
críticos de la respuesta del lector apuntan a algunas “brechas” en el texto que claman por 
ser completadas por el lector. En ésta perspectiva, la indeterminación se refiere a un 
significado no terminado que el lector completa al seguir instrucciones del autor e 
indicaciones textuales. La indeterminación también tiene un sentido más radical, de 
acuerdo al cual el lector determina qué hacer del texto. Desde éste punto de vista, los 
textos no tienen un “significado” fijo. La lectura es tan cargada de teoría que lo que 
reclamamos haber descubierto en los textos y que luego difnificamos llamándolo “el 
significado” es de hecho el resultado de una cierta manera de leer. 
 Jeffrey Stout propone que abandonemos por completo el término “significado” y 
que en su lugar hablemos de lo que los lectores desean hacer con los textos. Algunos 
lectores, es verdad, tratan de reconstruir la intención del autor, pero otros lectores tienen 
otros intereses. ¿Por qué, pregunta Stout, debemos hacer equivalente sólo el interés del 
primer grupo con “el significado” del texto? La “bondad” de una interpretación depende 
de la intención e interés del que interpreta. Hablar de intenciones interpretativas entonces 
remplaza hablar de significado textual. Los intereses del lector conducen el proceso de 
interpretación. El texto pues asume el carácter de un pozo de los deseos del que el lector 
 
6 Hans-Georg Gadamer, Verdad and Método (New York: Seabury, 1975) 269-74. 
7 Robert Morgan y John Barton, Interpretación Bíblica (London/New York:Oxford University, 
1988) 7. 
puede extraer lo que le guste. Stout rechaza la idea de un equivalente hermenéutico con 
la moral interpretativa de Kant, una única norma o regla que debe gobernar toda la 
lectura. No existe una cosa que convierta una lectura en “buena.” Por el contrario: “Buen 
comentario es cualquier cosa que sirve a nuestros propósitos e intereses.”8 Clines está de 
acuerdo, notando la importancia del contexto del lector: “No hay un significado 
auténtico que todos debemos tratar de descubrir, sin importar quienes somos o donde sea 
que estamos.”9 Sin embargo, el mito de la objetividad muere duramente. Stephen Moore 
declara el reto que ahora enfrentan los intérpretes bíblicos: “Hoy, no son tanto nuestros 
textos bíblicos los que necesitan demitologización como nuestras maneras de leerlos.”10 
 
3. La naturaleza de la interpretación: dos tipos de Respuesta de Lector. En el 
corazón del debate contemporáneo en la tercera era del criticismo está la pregunta de si 
hay o no intenciones normativas para la lectura. Si no hay normas, como Stout propone, 
¿Implicaría que no hay tal cosa como una mala interpretación? Críticos de la respuesta 
del lector están actualmente divididos sobre cómo responder a tales preguntas. Umberto 
Eco distingue entre textos “cerrados,” que evocan una respuesta predeterminada, 
calculada, y textos “abiertos” que invitan a la participación del lector en la producción de 
significado.11 Para sacar sentido del papel del lector en la interpretación del Nuevo 
Testamento contemporánea, debemos hacer una distinción similar entre lecturas que 
atentan a reproducir un significado que en alguna manera está “allí,” y lecturas que 
intentan producir un significado ex libris. 
 Críticos tempranos de la respuesta del lector tendieron a ser “conservadores,” 
reconociendo el papel del lector en el proceso de producir significado pero enfocándose 
en la dinámica y dirección del texto,en las varias maneras en las que las estrategias 
retóricas del texto mismo invitan al lector a participar en la producción de significado. 
Tan temprano como 1920, I.A. Richard y su libro Principios de Criticismo Literario 
enfatizaron el poder de la poesía para evocar sentimientos y afectar al lector. El énfasis 
en éste punto de vista es descubrir los mecanismos retóricos por los cuales el texto 
induce y produce en el lector éstos efectos. “Comprensión” es todavía la meta del 
proceso interpretativo, aunque los medios para tal fin involucran una participación activa 
del lector. La lectura es, en ésta perspectiva, esencialmente una actividad obediente. Su 
intención es permitir al autor y al texto manipular al lector de manera que gradualmente 
llegue a experimentar y adoptar la ideología (la cosmovisión) del texto. De nuevo, el 
énfasis es rotúndamente en entender, en descubrir y abrazar la ideología del texto. 
 Críticos “radicales” de la respuesta del lector, por otro lado, privilegian la 
ideología o posición del lector en vez de aquella del texto. El texto viene a ser la 
oportunidad para el lector de alcanzar sus propios intereses y agenda. Tales lectores 
hacen más que sólo responder: ellos reaccionan. Lectores reaccionarios tratan de 
influenciar a favor de sus respectivas causas y puntos de vista. Dado que nada está 
realmente “allí” en el texto, tratan de deshacer interpretaciones tradicionales a través de 
reclamar que ellos reflejan los intereses de alguna autoridad institucional—un estado, 
una iglesia, o una escuela. 
En algunos casos, donde el texto mismo muestra un ideología no bienvenida (e.g. 
patriarcado), lectores reactivos deben leer contra el texto: Pozos envenenados deben ser 
políticamente purificados. En otras ocasiones, lectura reactiva va contra la historia de la 
interpretación de un texto. Aquí podríamos hablar de rechazo del lector más bien que 
recepción del lector de un texto, y de lectores de ferrea voluntad quienes en forma no 
apologética imponen sus propias ideologías a aquella del texto. Ellos están más 
interesados en estar por encima—en la búsqueda de sus propias intenciones e intereses y 
preguntas—que en entender el texto. El criticismo literario acá se mueve más allá de la 
descripción de un texto y su ideología a un crítica sin reservas de ella. 
 Dado el creciente número de contextos en los que la Biblia está siendo leída, 
¿Qué debe hacer el intérprete? Clines apoya un “mercado filosófico de interpretación.” 
En reconocimiento del mercado pluralista e intelectual, él cree que los que interpretan 
“deberían dedicarse a producir interpretaciones que puedan vender.12 En ausencia de 
significados absolutos, el interprete aún puede esperar producir lecturas atractivas. 
 Dada la actual situación en teoría literaria que está ideológicamente dividida y 
orientada hacia el mercado, no es de sorprenderse que el asunto de la ética de 
interpretación haya salido al frente. En el amanecer del antirealismo autorial y el 
relativismo interpretativo, los intereses del lector vienen ha ser factores determinantes en 
la interpretación. No existe lectura inocente: más bien, toda lectura es interesada, y en la 
medida que sean intereses establecidos, toda lectura es ideológica. Nuestra elección de 
propósito interpretativo es en último análisis una elección política.¿Cómo puede ser de 
otra forma, si no existe tal cosa como una lectura “desinteresada”? 
 
2.2 Creando sentido: Los Procedimientos 
 
Críticos de la respuesta del lector “crean” sentido en dos formas muy diferentes. 
 
1. Respuesta conservadora del lector: Respeto al lector. De acuerdo a 
Wolfgang Iser, textos son objetos sin terminar cuyas “brechas” e indeterminaciones 
apelan al lector para ser completadas. ¿Qué, por ejemplo, podría uno “hacer” con el 
silencio de la mujer al final del Evangelio de Marcos (16:8)? Sólo el “acto” de leer 
produce modelos y comprende el significado. Leer es el proceso de llenar los espacios en 
blanco, de hacer conecciones. Iser hace una analogía entre dos lectores y dos 
astrónomos, “todos los cuales pueden estar observando al mismo grupo de estrellas, pero 
uno puede estar mirando la imagen del arado de la Osa Mayor y el otro una montaña 
rusa…Las ‘estrellas’ en un texto literario son fijas; las líneas que las unen son 
variables”13 
 No es claro para muchos, sin embargo, si Iser desea dar al lector el derecho a unir 
los puntos como mejor le parezca, o si él mira al texto como si diera instrucciones para 
la actualización del lector. Según sus detractores, el lector al que Iser da a luz es 
subdesarrollado. Aunque Iser estudia la respuesta del lector, él explica ésta respuesta 
como un efecto del texto. El lector implícito “encarna todas aquellas predisposiciones 
necesarias para que un trabajo literario ejercite su effecto.“14 El lector implícito es así no 
sólo un efecto del texto sino una incambiable propiedad textual. Consecuentemente, 
aunque lectores reales son activos, su actividad está limitada a actuar un predeterminado 
 
13 Wolfgang Iser, El Lector Implícito: Patrones de Comunicación en la Prosa Ficticia de 
Bunyan a Beckett (Baltimore: Johns Hopkins University, 1974) 282. 
14 Wolgang Iser, El Acto de Leer: Una teoría de Respuesta Estética (Baltimore Johns Hopkins 
University, 1978) 34. 
papel dado en el texto—tanto que Jeanrond se preocupa de que el “acto de leer” de Iser 
puede convertirse en una “esclavitud al texto.”15 
 Paul Ricoer también enfatiza la importancia del lector “comprendiendo” el 
significado del texto. La interpretación está en corto circuito, piensa él, si el texo es sólo 
“explicado.” Como discurso escrito, los textos son no cumplidos hasta que son 
apropiados o aplicados por los lectores; el discurso (“alguien diciendo algo sobre algo a 
alguien”) es incompleto sin un recipiente. Lo que el lector recibe según Ricoeur no es la 
intención del autor sino “el mundo del texto”—o sea, una manera propuesta de estar en 
el mundo. La lectura es el proceso por el cual el mundo del texto se intersecta con el 
mundo del lector. La interpretación es cumplida sólo cuando se apropia del “mundo” a 
través de las palabras. El acto de la lectura es así una guerra de los mundos: “La lectura 
es, primero que nada, una lucha con el texto.”16 
 El texto es inerte hasta que es reactivado por el lector. Tal como Ricoeur los 
pone, “leer es como la ejecución de una pieza musical; marca la comprención, la 
representación, de las posiblidades semánticas del texto.”17 La analogía con la música es 
apropiada: como una partitura musical, los lectores tocan los textos. Las interpretaciones 
difieren como resultado de las diferentes interacciones entre las propuestas del texto y 
las respuestas del lector. Ninguna interpretación o ejecución agota las posibilidades 
interpretativas del texto. 
 ¿Debemos entonces hablar de “mundos textuales sin fin”? ¿Es leer algo 
arbitrario? En respuesta, Ricouer afirma la importancia de las limitantes textuales tanto 
en la interpretación como en la apertura textual. Leer es un acto de balanceo entre, por 
un lado, creer que cada texto tiene solamente una correcta interpretación y, por el otro, 
proyectarnos a nosotros mismos en el texto: “Tal vez deberíamos decir que un texto es 
un espacio finito de interpretación: no hay sólo una interpretación, pero, por otro lado, 
tampoco hay un infinito número de ellas.”18 
 Ricouer en último análisis privilegia el mundo del texto por encima del mundo 
del lector. El está de acuerdo con Proust en que, al interpretar textos, el lector se “lee” a 
sí mismo. O sea, los textos para Ricoeur provoca que nos entendamos a nosotros mismos 
en una nueva luz. El lector es activo, pero la actividad del lector está orientada a la 
recepción del texto. Al apropiarse del mundo del texto, el lector abandona (por lo menos 
temporalmente) su propia autocomprensión. La lectura expone al lector a nuevos 
mundos y al hacerlo expande su sentido desí mismo. Apropiación no es un asunto de 
hacer el texto de uno sino más bien de abandonarse uno al texto. En tanto que la 
interpretación en ésta forma “expande” al ser humano Ricouer puede decir con Francis 
Bacon: “La lectura hace un humano pleno.” 
 
2. Respuesta radical del lector: Resistencia del lector. Críticos radicales de 
la respuesta del lector resisten toda demanda—ya sea textual o interpretativa—que 
 
15 Werner G. Jeanrond, Texto e Interpretación como Categorías del Pensamiento Teológico 
(New York: Crossroad, 1988) 110. 
16 Paul Ricouer, “Mundo del Texto, Mundo del Lector,” en Un Lector de Ricoeur: Reflección e 
Imaginación, ed. Mario J. Valdes (New York/London: Harvester Wheatsheaf, 1991) 494. 
17 Paul Ricouer, Hermenéutica y las Ciencias Humanas, ed. John B. Thompson (Cambridge: 
Cambridge University, 1981) 159. 
18 Ricoeur, “Mundo del Texto,” 496. 
pretenda ser autoritativa, exclusiva, y absoluta. Ellos miran todos los intentos de hallar y 
asegurar “el significado” de los textos como intentos encubiertos para imponer una 
norma autoritaria sobre el lector. La interpretación que reclama ser teoreticamente 
“correcta” es juzgada políticamente incorrecta. La determinación del significado 
amenaza la libertad del lector. Existen dos variedades principales de resistencia del 
lector: pos-estructuralista y neo-pragmatista. 
Roland Barthes compara al lector con un productor juguetón en vez de con un 
cuidadoso consumidor de significado. La interpretación es un asunto no de reconocer el 
único significado correcto de un texto, sino de percibir una pluralidad de significados. 
Para el consumidor, la lectura es una actividad segura y confortable que trata el texto 
“como una despensa en la que los significados son almacenados, apilados, y 
protegidos.”19 Una lectura creativa, por otro lado, es una productiva contribución a la 
economía de la interpretación. 
 “Textos elaborados” son aquellas obras que llaman la atención a su estatus como 
sistemas complejos de signos capaces de varias decodificaciones—laberintos 
lingüísticos. El texto es un “espacio multidimensional en el cual estan casados y en 
competencia muchos escritos, ninguno de los cuales es original; el texto es una tela de 
citas, resultantes de miles de fuentes de cultura”20 En verdad, el placer del texto para 
Barthes consiste en sus sinuosos caminos: Sus códigos generan muchos niveles en los 
que los textos pueden ser atravesados. La imposibilidad de completar o cerrar el proceso 
de interpretación no es para él razón para desmayar; por el contrario, tales textos 
producen un éxtasis en tanto que ellos inducen el placer de liberarse a uno mismo—y así 
la posibilidad de hallarse uno mismo en algún otro lugar. 
 Barthes proclama tanto la muerte del Autor (anteriormente se pensó que era el 
“dueño” del texto y la “autoridad” sobre la interpretación) y el nacimiento del Lector. 
Por cuanto la lectura es una producción del significado, la distinción de clase que divide 
al autor y al lector aparece imprecisa y arbitraria. El autor simplemente suministra al 
lector un complejo código que apela por y capacita múltiples lectura/significados. 
Barthes no duda en concluir: La pretennción fundamental al liberar al lector de la 
esclavitud a “las intenciones del autor” es convertir al lector en escritor. El comentario se 
torna tan autoritativo y creativo como el texto “original”: 
 
Así como la ciencia de Einstein nos mueve a incluir en el objeto estudiado la 
relatividad de puntos de referencia, así mismo la acción combinada del 
Marxismo, Freudianismo, y estructuralismo nos mueve, en literatura, a relativizar 
la relaciones de escritor, lector, y observador (crítico).21 
 
 Muchas formas contemporáneas de criticismo bíblico promueven su propia 
ideología en forma no apologética, su propio interés minoritario y marginal. Estos 
“usuarios” abandonan toda pretensión de neutralidad. Richard Rorty,el filosófico santo 
patrono del neopragmatismo interpretativo, argumenta que los textos no poseen 
“naturalezas,” sólo “usos.” Ninguno debe ser igualado con la forma “correcta” de 
 
19 Roland Barthes, S/Z (New York: Hill and Wang, 1974) 200 – 201. 
20 Barthes, “Muerte del Autor,” 53. 
21 Barthes, “De Trabajo a Texto,” en The Susurro del Lenguage, 57. 
lectura. En vez de tratar de “hacerlo bien,” el intérprete neopragmático simplemente 
desea producir una lectura útil o interesante. 
 Sería engañador, sin embargo, inferir que el movimiento de liberación del lector 
suscribe una anarquía interpretativa. Pero, ¿De dónde viene el criterio para la 
interpretacón? ¿Dónde está el centro de la autoridad interpretativa? Stanley Fish 
argumenta que la autoridad pertenece a la “comunidad interpretativa.” Todo lector 
pertenece a alguna comunidad en la que ciertos intereses y procedimientos 
interpretativos se comparten. Lo que un lector descubre en un texto es de ésta manera la 
función de la comunidad a la que pertenece. La interpretación no es arbitraria, pero 
tampoco es dependiente del “mito” de que el significado se encuentra “en” el texto. El 
significado es más bien una función de la estrategia del lector traida al texto. Como Fish 
lo pone: “La interpretación obliga a los hechos y no al revés y también obliga las clases 
de significado que uno pueda asignar a esos hechos.”22 Es la comunidad, no el canon, lo 
que obliga al lector. Tanto Barthes como Fish han en formas diferentes han eliminado la 
distinción tradicional entre texto y lector, significado y comentario. Con teorías radicales 
de respuesta del lector, la revolución Copernica alcanza su glorificación: Los lectores no 
descubren sino que construyen significado. Los papeles del texto y el lector no sólo han 
sido revolucionados, sino reversados: “Los textos, como hombres y mujeres muertos, no 
tienen derechos, no intenciones, no intereses. Ellos pueden ser usados en cualquier 
manera que los lectores e intérpretes deseen”23 
 
3. Respuesta del Lector en Relación a Otros Acercamientos 
 
3.1 Acercamientos Histórico-Críticos 
 
Lectores críticos desde el período de Iluminación han en verdad estado activos: 
sujetando testimonios textuales a una valoración crítica, desarmando los textos y 
poniéndoles de vuelta juntos en una forma más “exacta,” y reconstruyendo la historia 
que yace detrás del texto y la historia de la composición del texto. El lector asumido en 
mucho del criticismo histórico era un desinteresado, objetivo, erudito apolítico—en 
resumen, un mito. El reconocimiento que hace Bultmann de que la exégesis sin 
presuposiciones es imposible, fue simple una reacción posterior al terremoto 
epistemológico Kantiano. A todo lo que tenemos acceso como lectores es el fenómeno 
textual; el histórico “noumenon” de Kant—la cosa en sí misma (la situación original, 
contexto, y referencia de el texto)—no está disponible. La historia—o sea, la historia que 
nosotros contamos—es siempre interpretada, un producto de la actividad lectora de 
selección, e “imposición de un argumento.”24 
 
3.2 Acercamientos Literario-Críticos 
 
 
22 Stanley Fish, ¿Existe un Texto en Esta Clase? La Autoridad de Comunidades 
Interpretativas (Cambridge: Harvard University, 1980) 293. 
23 Morgan y Barton, Interpretaciones Biblicas, 7. 
24 So Hayden White, Metahistoria (Baltimore: Johns Hopkins University, 1974); y Ben Meyer, “El 
Reto del Texto y el Lector para el Método Histórico-Crítico” en La Biblia y Sus Lectores, ed. 
W.A.M. Beuken, Concilium (London: SCM/Philadelphia: Trinity, 1991) 3-12. 
Muchos de los mismos puntos podrían ser levantados con referencia a los acercamientos 
literario-críticos. La vuelta al texto (en lugar de su autor o la historia que recoge) no es 
todavía una vuelta al tema de la lectura. El lector es a menudo una figura en el trasfondo. 
Técnicas literario-críticas asisten a las convenciones y características formalesdel texto 
y el proceso por el cual transmite sentido. Esto sería verdad, por ejemplo, de los 
acercamientos al texto bíblico estructuralista, retórico, narrativo, y canónico. Estos 
acercamientos, sin embargo, siguen eclipsando el papel del lector en construir sentido. 
Los estructuralistas continuan poniendo en desventaja el modelo de conocimiento 
objetivo, insistiendo que su acercamiento es una “ciencia” del texto. 
 
3.3 Acercamientos Ideológicos 
 
Elisabeth Schüssler Fiorenza argumenta que los lectores deben evaluar éticamente y 
responder a las iniciativas del texto.25 La intención principal de los lectores Marxistas o 
“materialistas,” por ejemplo, es examinar la relación entre un texto y las fuerzas 
sociopolíticas asociadas con su producción y recepción. Ambos, textos y lectores son 
vistos como productos sociopolíticos. Las historias Bíblicas son leídas con un interés en 
descubrir algo sobre las luchas de varias clases de grupos. Igualmente importante, el 
lector contemporáneo también situado en un sistema económico y político basado en 
clases. Los lectores son los primeros en ser liberados por la teología de liberación. Se 
explota la presunción de que sólo los eruditos en las universidades del Primer Mundo 
pueden descubrir el sentido “correcto” de la Biblia. Para Carlos Mesters, la experiencia 
de pobreza y opresión es un texto tan importante como la Escritura misma. El lugar del 
pobre les permite a ellos una percepción especial en el mensaje bíblico.26 El contexto del 
lector es tan importante como el contexto del texto. 
Lectores ideológicos tratan de hacer que el texto se acomode a sus técnicas y deseos. 
Leer es una forma de poder. No sólo lo que leemos, sino también cómo leemos, es en 
último análisis un asunto de política. Si significado es un asunto de la construcción del 
lector, entonces los desacuerdos sobre lecturas—el conflicto de interpretaciones—son en 
realidad conflictos de ideologías. Pero si la lectura se encuentra en el ojo de una 
comunidad de observadores (Fish), qué podría arbitrar disputas interpretativas entre 
comunidades “creyentes”? 
 
3.4 Acercamientos deconstructivos 
 
La deconstrucción no es un método de interpretación sino un método para deshacer 
interpretaciones, para exponer lecturas como funciones de varias fuerzas ideológicas. 
Toda estructura textual debe reprimir aquellos elementos que amenazan el deshacerlo: El 
Patriarcado suprime a las mujeres, el racismo suprime las minorias étnicas, y la 
moralidad convencional suprime a los homosexuales. El punto de la crítica 
deconstruccionista es que toda estructura es, como el lenguaje mismo, arbitraria y 
 
25 Elisabeth Schüssler Fiorenza, “La Etica de Interpretación Bíblica: Decentrando la Erudición 
Bíblica,” JBL 107 (1988) 2-17. 
26 Carlos Mesters, “El Uso de la Biblia en Comunidades Cristianas de Gente Común,” en La 
Biblia y Liberación: Hermenéutica Política y Social, ed. Norman Gottwald (New York: Orbis, 
1983) 119-33. 
convencional. Sin estructura, sin sentido, es “natural.” Frank Kermode escribe, con 
relación a la parábola del Buen Samaritano: “Mi manera de leer…me parece a mi 
natural; pero es solamente mi manfera de autenticarlo o reclamarlo como universal, un 
hábito del pensamiento que es cultural y arbitrario. Mi lectura ciertamente no hubiese 
parecido ‘natural’ a los Padres de la Iglesia.”27 La esfera de la cultura y de la 
interpretación es una construcción humana en la que el poder es enfrentado contra el 
poder. Lo que la deconstrucción en último análisis deconstruye es la acumulación poder 
en la interpretación.28 Deconstruir es tomar partido con el texto tal cual ha sido 
construído por el lector. 
 La lectura deconstructiva expone sin misericordia los intereses del lector al 
deshacer la interpretación y al exponer la retórica, no lógica, tras la interpretación. 
Desintoxica el pozo envenenado y es el eterno intento vigilante intento de mantener el 
acto de la lectura de venir a descansar en una interpretación fijada, por cuanto a la 
creación de muchos significados no hay fin. Estoy de acuerdo con la apreciación de 
Werner Jeanrond: “Una de las más importantes contribuciones de Derrida a la 
hermenéutica yace precisamente en su poderosa alerta contra cualquier forma de lectura 
de textos absolutista o autoritarista.”29 Por supuesto, el quasi grito por reforma del 
deconstruccionista—“siempre reescribiendo”—puede en sí msmo convertirse en una 
excusa para no responder a lo que está “allí” en el texto. En tanto que la deconstrucción 
presenta el significado en forma indecisa, remueve la autoridad y la calidad de ser otro 
de los textos. Pero, si nada determinado está en el texto, cómo puede el lector responder 
y leer responsablemente? 
 
4. Observaciones Críticas 
 
Los lectores son en verdad, activos en el proceso interpretativo. La pregunta clave tiene 
que ver con la naturaleza de ésta actividad de la respuesta del lector. Un lector 
confrontado con las iniciativas e invitaciones del texto, ¿las respetará o dudará de ellos, 
los obedecerá o se rebelará contra ellos? ¿Hasta qué punto infecta (o capacita) la 
respuesta del lector, las etapas interpretativas de explicación, comprensión, y aplicación? 
 
4.1 Criticismo, Uso e Interpretación 
 
En el pasado, “criticismo” se refería a la obtención de conocimiento de un texto. Hoy, 
sin embargo, “criticismo” describe el reclamo del lector a disfrutar una privilegiada 
perspectiva desde la cual el texto podría ser usado o evaluado. Sigue que “criticismo” 
pierde su desinteresado, y erudito atractivo. Lo que solía pasar como descripción 
“objetiva” ahora es vista como “subjetiva” o como una evaluación intersubjectiva e 
ideológica evaluación. Pero, ¿Es necesario que ya no podamos distinguir entre “usar” e 
“interpretar” textos? ¿Es el “significado” una propiedad de los textos o se refiere a lo que 
 
27 Frank Kermode, El Génesis de lo Secreto: La Interpretación de la Narrativa (Cambridge: 
Harvard University, 1979) 35. 
28 David Jobling, “Escribiendo lo Malo del Mundo: La Deconstrucción del Texto Bíblico en el 
Contexto de las Teologías de Liberación,” Semeia 51 (1990) 81-118, aquí 102. 
29 Werner G. Jeanrond, Hermenéutica Teológica: Desarrollo y Significado (London: 
Macmillan, 1991) 104. 
los lectores hacen con los textos? ¿Es “obtenerlo correcto” estrictamente equivalente a 
“hacerlo útil,” como Rorty implica? Para ponerlo de otra forma: ¿Son todos los intereses 
interpretativos y las perspectivas críticas igualmente válidas? 
 Los lectores no sólo deben responder sino responder responsablemente. Creo yo 
que existen, metas normativas que los lectores deben tener al acercarce al texto bíblico. 
Uno debe ser buscar comprensión antes que “estar por encima del texto.” Eso es, los 
lectores debieran buscar descubrir con certeza la naturaleza de la intención 
comunicativa del texto (su género y sentido) antes de buscar usarlo o evaluarlo. ¿Qué 
está tratando de decirnos el texto y cómo lo está haciendo? Esta pregunta debe ser 
contestada con honestidad e integridad. Tratar un texto justamente es respetarlo por la 
clase de cosa que es, o sea, tener su perspectiva y escuchar su voz. 
 Por supuesto, los lectores habitan en sus propios mundos y sus intereses pueden 
ser diferentes de aquellos del texto. Los lectores que buscan respuestas a sus preguntas 
“se posicionan sobre” el texto. Podemos decir que la comprensión busca el “significado” 
y estar sobre el texto lo “significativo” del texto. Pero es crucial que los lectores evaluen 
lo significativo del texto sólo luego de que han comprendido su sentido. Podría ser que, 
una vez que han encontrado el sentido intencionado del texto, el lector va a reaccionar en 
disgusto. Mientras que algunos textos pueden producir un sabor a cielo, otros pueden ser 
llenos de horror. Pero el punto es que la primera reacción sea charitable: La comprensión 
precede al criticismo de lamisma manera que la interpretación precede el uso. George 
Steiner va muy largo al tratar a los críticos y lectores como dos completamente 
diferentes especies: Los críticos operan a la distancia del texto, del c ual ellos se 
convierten en jueces y amos. El lector, sin embargo, “sirve” al texto y es su pastor.30 
 
4.2 Lectura Imprecisa y Otras Ofensas 
 
¿Existe tal cosa como una lectura pobre? ¿Una lectura falsa? Si el lector crea y descubre 
el signficado, ¿cómo podemos sostener las diferencias entre exégesis y eiségesis, texto y 
comentario, significado e importancia, descripción y evaluación, la ideología del texto y 
la ideología del lector? Umberto Eco, un creyente en el indispensable papel del lector, se 
preocupa porque los derechos de los lectores han sido exagerados recientemente por 
encima de los derechos del texto. Aún cuando Eco esta dispuesto a hablar de un legítimo 
pluralismo interpretativo, también habla de la tarea fundamental de proteger textos antes 
de “abrirlos.” Existe una diferencia entre estar en desacuerdo sobre lo que uno piensa 
que el texto está tratando de decir y deliberadamente leer imprecisamente el texto: 
“Lectores imprecisos” no le preguntan al texto ni al autor sobre sus intenciones, sino que 
maltratan el texto en una forma tal que sirve a sus propósitos. La interpretación, por otro 
lado, significa leer un texto “para descubrir, junto con nuestras reacciones a él, algo sobre 
su naturaleza.” 
 Humpty-Dumpty pensó que el significado era un asunto de quien habría de ser el 
amo, las palabras o el que las utiliza: “Cuando uso una palabra…significa sólo lo que he 
escogido que signifique--nada más, nada menos.” Los post-estructuralistas y 
pragamatístas han dado al lector la voluntad de poder de Nietzche. La contraparte de 
Nietzsche a Humpty-Dumpty es aún más dura: Para el voluntario lector impreciso no 
existe tal cosa como un significado obsoleto o un texto como es en sí mismo; toda 
 
30 George Steiner, “Crítica/Lector,” NLH 10 (1979) 423-52. 
interpretación es el resultado de nuestro direccionar y de nuestras prácticas. Tal testaruda 
lectura levanta la pregunta de violencia interpretativa. En las palabras de un teológo 
deconstrucionista americano: “La interpretación es un acto hostil en el que el intérprete 
victimiza al texto.” 
 
4.3 La Etica de la Lectura 
 
La violencia de la crítica de una respuesta radical del lector es una función de sus 
presuposiciones filosóficas básicas. Sus insatisfactorias implicaciones éticas son 
sintomáticas de su inadecuado punto de vista de la naturaleza del significado e 
interpretación. En tanto que niega que el significado está “allí” en el texto, el criticismo 
radical de la respuesta del lector es una forma de anti-realismo--el punto de vista 
filosófico de que la realidad no es independiente sino que está a las ordenes de nuestras 
teorías sobre ella. Si bien es cierto que aún los científicos se aproximan al mundo con 
marcos interpretativos, no es el caso que nuestras teorías son herméticamente selladas al 
mundo. Por el contrario, el mundo “patea inesperadamente,” retando y a menudo 
falsificando nuestras ideas sobre el. 
 En forma similar, debe existir un realismo en la esfera del significado o de lo 
contrario todo es permitido en interpretación. Los Viajes de Gulliver continua siendo una 
sátira política aún cuando algunos lectores puedan confundirlo por una simple historia de 
niños. Si no continuara siendo así, si los textos se convierten en lo que sea que nosotros 
hacemos de ellos, entonces no habrá manera en la que se pueda juzgar una lectura falsa. 
O, como Jeanrond dice, 
 
una lectura que reclama haber interpretado el texto, y en realidad ha interpretado 
solamente una sección del texto fuera de su contexto textual o sólo ha usado el 
texto o fragmentos de él para promover los pensamientos del lector, debe ser 
considerado como fraudulento. 
 
 Si el significado no estuviese en algún sentido “allí“ en el texto, ¿Cómo podrían 
los textos jamás retar, informar, o transformar a sus lectores? ¿Cómo podrían los textos 
jamás criticar una ideología dominante? Sin un cierto “realismo de la lectura,” en el que 
la lectura es independiente de los procesos interpretativos, la lectura cesaría de ser un 
peligroso prospecto para el mundo. Uno entonces no tendría que celebrar el nacimiento 
del lector sino llorar el lector que nació muerto. 
 Si el texto está a la merced del lector, ¿Qué deberán hacer los lectores con él? 
Primero que nada, los lectores deben dejarlo ser-- no en el sentido de dejarlo sólo sino en 
el sentido de permitir que el texto cumpla su intención comunicativa. Lo que el lector 
ético da al texto es, en primer lugar, atención. Sólo entonces puede el texto regresar algo. 
Steiner describe al lector ideal como pastor del “ser” del texto. Michael LaFargue en 
forma similar mira al lector como el protector del texto: “El papel del erudito bíblico, 
como erudito, es el de ser un siervo del texto bíblico, proteger su diferencia, ayudar a 
hacer su contenido sustantivo algo que la gente moderna pueda en alguna forma 
experimentar y comprender, en su particularidad y en su diferencia.” El primer interés 
interpretativo debe ser el dejar que el texto pueda decir lo que tenga que decir, eso es, 
poner mucha atención y escuchar atentamente al texto con humildad y respeto. Podemos 
tener responsabilidad de valorar y criticar el texto, o estar en desacuerdo con sus 
implicaciones teológicas o políticas. Pero sólo podremos hacerlo con integridad si 
primero hemos hecho el esfuerzo intelectual y ético para recibir el texto en sus propios 
términos: “El que tenga oidos para oir que oiga.“ La regla de oro--para ética Cristiana e 
interpretación por igual-- es “haz a los demás como te gustaría que ellos hicieran 
contigo.“ 
 
5. Respuesta del Lector en la Práctica 
 
¿Qué hacen los lectores cuando interpretan Juan 4? Esta pregunta demanda una doble 
respuesta, manteniendo mi distinción entre una conservadora y radical crítica respuesta 
del lector. 
 
5.1 Ejemplos Conservadores: Recepción del Lector 
 
Los críticos conservadores de la respuesta del lector creen que hay algo en el texto 
anterior al acto de leer--una apertura, indeterminaciones, instrucciones, banderas, y 
señales, por ejemplo--que llaman por y gobiernan su respuesta. El lector sigue 
invitaciones; como un invitado decente a quien se le muestran las vistas narrativas, el 
lector inhibe al autor tomando las indicaciones y mirando en la dirección correcta. R. 
Alan Culpepper observa que para cuando los lectores leen el capítulo 4 de Juan deberían 
saber algo (basado en la información registrada en los capítulos 1-3) sobre Jesús y su 
misión. Por ejemplo, le lector del capítulo 4 debe ya saber que Jesús será rechazado por 
los suyos y que algunos creeran. El lector de la historia del pozo es un expectador 
privilegiado, un invitado de voz confiable--del llamado narrador “omnisciente”-- quien 
da al lector sólo suficiente información para hacer la evaluación correcta de los caractéres 
y de la acción en la historia. 
 
 1. Siguiendo a Juan. Juan 4 ofrece tres ejemplos de la forma en que el 
estímulo textual guía la respuesta del lector. Primero, el texto evoca una escena tipo 
familiar del Antiguo Testamento: el hombre encuentra la mujer en el pozo. Hay varios 
elementos recurrentes: La futura novia (o su sustituta) viaja a una tierra extranjera, él 
encuentra a una virgen en el pozo, alguien saca agua del pozo, la muchacha corre a la 
casa para llevar noticias del extraño, y se alista un desposorio. Los personajes, por 
supuesto, no son conscientes de que están siendo parte de un complot familiar; el tipo de 
escena es una estrategia textual para guiar la comprensión del lector de lo que está 
sucediendo en la historia. En Juan 4, sin embargo, en lugar de la comida del esponsorio 
Jesús dice a sus discípulos “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió” (v.34). 
Sólo el lectorpuede apreciar éste cambio inesperado. Tales diferencias son la clave para 
comprender como el autor está manipulando no sólo una convención literaria, sino 
también la respuesta del lector. 
 Segundo, Lyle Eslinger clama que el lector reconocerá un gran número de doble 
sentidos en la conversación, todas las cuales tienen un sentido sexual implícito. Esta 
ambiguedad motiva al lector a preguntarse si uno debe atribuir un sentido carnal o 
espiritual al diálogo. ¿Pide Jesús algo para beber porque sus discípulos no están 
disponibles “o porque él y la mujer están sólos y él puede deshinibirse con ella sin dañar 
su reputación ”? La mujer por supuesto, no tiene el conocimiento de los capítulos 1-3. En 
lo que refiere a ella, Jesús está siendo amistoso, aún confianzudo. Según Eslinger, los 
lectores son invitados a darle una connotación sexual al “agua viva” de Jesús con base a 
textos como Jeremías 2:13 y Proverbios 5:5. El lector siente la fuerza de la interpretación 
que hace la mujer, pero no se puede identificar completamente con ella, no disponiendo 
de información adicional concerniente a la identidad de Jesús. 
 Tercero, aún cuando el lector tiene la ventaja del Prólogo, el cual identifica a 
Jesús con el Logos, Juan 4 está diseñado en manera que le dé al lector el mismo sentido 
de confusión en cuanto a quién es Jesús y a qué se dedica. ¿Cuál es la motivación de 
Jesús al pedirle a la mujer agua para beber? La mujer “responde” a su petición 
sugiriendo que él está siendo algo confianzudo: Jesús es Judío y la mujer es Samaritana; 
Jesús es un hombre y ella es una mujer. Eslinger cree que el texto promueve al lector a 
compartir la interpretación carnal que la mujer hace de las palabras de Jesús. “No se 
tratan entre sí” (v.9) tiene un implícito significado sexual, él argumenta, así como 
también “agua viva.” El conocimiento privilegiado que el lector tiene de quién es Jesús 
(capítulo 1) y de qué es el “don de Dios” (3:16) lo previene de darle libertad a la 
interpretación carnal: “Su privilegio lo pone en un estado de perplejidad, la experiencia 
de lo cual le da una percepción directa del problema básico en el evangelio de Juan, el 
concepto equivocado de quien es Jesús y la mala comprensión de lo que Jesús dice.” El 
lector temporalmente pierde al omnisciente narrador en medio del laberinto del diálogo, 
forzando al lector a ocupar la falible perspectiva humana de la mujer en el pozo. “En el 
capítulo 4 la experiencia de lectura se torna en una experiencia del abismo en la 
comunicación que el lector ya ha observado muchas veces entre los personajes humanos 
en la historia y Jesús.” El lector no sólo leé sobre, sino que también pasa por la 
experiencia de una mala interpretación de Jesús. 
 
 2. Siguiendo la ironía. Interpretación errónea de Jesús es uno de los temas 
del Cuarto Evangelio. Culpepper nota que las malas interpretaciones y las identidades 
equivocadas que permean el Cuarto Evangelio funcionan para enseñar a los lectores 
como leer el Evangelio correctamente: “Al leer, observando los encuentros y haciendo 
juicios sobre cada personaje, el narrador da forma a la respuesta que creemos estar dando 
por nosotros mismos y gana nuestra confianza al elevarnos por encima de los personajes 
a su posición.” Para seguir el Cuarto Evangelio, el lector debe ser capaz de reconocer la 
ironía. 
 De acuerdo con Gail R. O’Day, Bultmann falló en reconocer la dinámica del 
proceso revelatorio en el Cuarto Evangelio porque él se enfocó en el mero hecho de 
Jesús como revelador en lugar de hacerlo en cómo la narrativa da forma y comunica la 
revelación. El lector debe seguir la estrategia textual de Juan, especialmente la ironía, 
para participar de la revelación. La ironía es una forma de expresarse en la que al lector 
se le pide sostener dos sentidos en tensión y, como resultado de moverse a través de esa 
tensión, arribar a lo que el autor intenta expresar: 
 
La ironía revela, pidiéndole al lector que emita juicios y tome decisiones sobre el 
valor relativo de los sentidos afirmados y pretendidos, metiendo al lector en su 
visión de verdad, de manera que cuando el lector finalmente entiende, él o ella 
viene a ser miembro de la comunidad que comparte esa visión, constituída por 
aquellos que también han seguido la guianza del autor. 
 
El Lector se convierte en la mujer en el pozo en la medida que a él o a ella se le 
pide que distinga los significados dobles y que avanze de un nivel de significado a otro. 
En el versículo 10, Jesús dice que sí la mujer supiera quien le está pidiendo agua, en una 
completa inversión de los papeles, le pediría a él “agua.” Pero la mujer no será capaz de 
interpretar correctamente “agua viva” hasta que ella reconozca la identidad del que 
habla. La clave de Jesús para su verdadera identidad “es una invitación tanto para la 
mujer y para el lector a asir ambos niveles de comunicación…y avanzar a través del 
nivel de la mujer hacia Jesús.” Al seguir la ironía del texto, por tanto, el lector participa 
en la revelación de Jesús. “La ironía es un excelente ejemplo de ésta participación por el 
tipo de respuesta de lector que acuerpa. Para seguir la ironía, uno debe participar e 
involucrarse creativamente con el texto. ” El Cuarto Evangelio no es sólo un reporte de 
Jesús como revelador sino una oportunidad para el lector de experimentar por sí mismo 
la revelación de Jesús. 
 
5.2 Ejemplos Radicales: ¿Rechazo del Lector? 
 
Los lectores reales, como algo opuesto a lectores ideales, puede que sean menos 
simpatizantes de los peticiones del texto. De conformidad con ésto, existe una historia no 
sólo de recepción del texto sino también de rechazo del texto. 
 
 1. Resistiendo a Juan. Culpepper comenta que los lectores “danzan” con el 
autor quieran o no, y en el proceso ellos adoptan la perspectiva del autor en la historia. 
Pero no todos los lectores son tan sumisos como Culpepper cree; algunos prefieren 
dirigir en lugar de ser dirigidos. Willi Braun observa que algunos lectores no confían el 
autor implícito. Muchos se resisten a ser metidos en la ideología y punto de vista del 
narrador. Braun establece una estrategia de lectura de “oposición” que busca leer el 
Cuarto Evangelio desde la ventajose perspectiva de aquellos que pueden estar siendo 
marginados por el texto—los Judíos, por ejemplo. Estas implícitas víctimas de la ironía 
de Juan han venido ha ser víctimas reales del anti-semitismo Cristiano. Existe entonces 
un “enorme incentivo” para diferir de la ideología Juanina. La lectura puede saltar no 
sólo de la voluntad para poder, sino también de “la voluntad para limpiar espacio para 
uno mismo en contraste con un amenazante ‘fuerte’ texto.” 
 
 2. Demoliendo la ironía Juanina. Stephen D. Moore cuestiona la habilidad 
del texto para dirigir a los lectores a través de complicaciones y retrasos para 
comprender. El argumenta que su lectura, que es deconstructiva-feminista, es “más 
cercana” que aquella de los críticos conservadores de lector-respuesta. Su lectura es 
tanto sospechosa como escrupulosa por cuanto busca rigurosamente examinar cada 
oposición a la comprensión. La lectura deconstructiva es particularmente atenta de todo 
aquello que amenace el texto, o la interpretación, con incoherencia. Una hermenéutica de 
sospecha busca por tanto “envenenar el pozo” y así prevenir a los posibles lectores 
contra tragarse todo lo que el texto parece ofrecer. 
 Moore reconoce que la aparente ironía del texto trafica con la incapacidad de la 
mujer para distinguir lo literal y material de lo figurativo y espiritual (v.15). La mujer es 
incosciente del sentido (y del agua) “de arriba.” Ella está hablando, y tomando agua “de 
abajo.” Como hemos visto, los críticos conservadores de lector-respuesta creen que la 
estrategia del texto es dirigir al lector a través de la ironía del sentido más bajo al “más 
alto.” Deconstrucción es el desmantelamiento de las oposiciones jerárquicas 
privilegiadas, tales como varón y hembra, espiritual y físico,figurativo y literal. Es tal 
oposición a más alto y más bajo lo que convierte a la mujer en el pozo en una “víctima” 
de la ironía de Jesús. Moore quiere que su lectura invalide las oposiciones del texto y 
mostrar que la percepción de la mujer Samaritana es superior a la de Jesús. 
 Moore nota que el significado completo de “agua viva” no es dado en Juan 4. 
Jesús habla de sed y agua viva de nuevo en 7:37-38: “El que cree en mí, como dice la 
Escritura, ‘de su interior correrán ríos de agua viva.’” El narrador, en un comentario al 
margen, informa al lector que Jesús dijo ésto “del Espíritu que habían de recibir los que 
creyesen en él” (7:39). El lector es pues en una posición superior a la de la audiencia de 
Jesús, conociendo algo que ellos desconocían. Pero Moore apunta a que allí existe otro 
impedimento al sentido. “La figura del agua viva siendo bebida es interpretada como la 
recepción del Espíritu, pero su representación narrativa es pospuesta hasta más tarde: 
‘pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún 
glorificado.’” (7:39). Los temas de estar sediento y beber ocurren de nuevo en la escena 
de la crucifixión en una manera que para Moore “extrañamente hace eco” de su primera 
ocurrencia en el capítulo 4. En 19:28, sin embargo, es Jesús quien dice “tengo sed”—y 
ésto aparentemente es de literalmente agua terrenal, no agua viva! “Expectativas han 
sido inalterablemente levantadas y redirigidas de 4:10 y siguientes de lo mundano a lo 
supramundano. Jesús, fuente del agua figurativa, es ahora empujado en la misma 
condición de la sed literal que su discurso ha guiado a su audiencia a trascender.” 
 Las aguas se tornan aún más fangosas para Moore cuando luego de satisfacer la 
sed física de Jesús (en sí misma un cumplimiento de la Escritura—19:28), él dice 
“Consumado es” y entregó--¿Qué? ¿Su espíritu? ¿El Espíritu? Moore comenta: 
“Satisfacer la sed física de Jesús en 19:30 es una llamativa y extraña pre-condición para 
la simbólica entrega de aquello que es diseñado para satisfacer la supra-física sed del 
creyente.” No sólo extraña, sino también contradictoria, dado que el mismo orden de lo 
espiritual y lo físico aparece haber sido invertido! 
 
El nivel literal, material, terreno, jerarquicamente reemplazado en Juan 4:7-14 y 
trasladado al segundo plano, es reafirmado enJuan 19:28-30 como la condición 
(sed física, muerte física) que capacita al Espíritu mismo, emblema y evidencia 
del orden supramundano (cf.14:17) para efectivamente llegar a ser. 
 
La oposición entre lo espiritual y lo físico en lo que la ironía del capítulo 4 depende es 
así derrocada desde dentro del texto—colapsada. El aparentemente superior término—
agua viva, el Espíritu—es mostrado dependiendo para su existencia en el término 
inferior—agua literal. 
 La muerte de Jesús es seguida por el regreso del “reprimido” –agua física—
cuando el soldado traspasa el costado de Jesús. Con la muerte de Jesús, por tanto, el 
Espíritu (agua viva) es entregado y agua material fluye del costado de Jesús. ¿Qué 
debemos hacer de éste último movimiento? Moore sugiere que somos abandonados “con 
un símbolo (el flujo de agua) de una metáfora (agua viva) para el Espíritu.” El agua que 
fluye del costado de Jesús no es simplemente material ni simplemente espiritual; más 
bien es ambas literal y figurativa. 
 Y, ¿Qué de la mujer Samaritana? En el análisis de Moore, ella está más cercana a 
la verdad sobre el agua, y sobre Jesús, que Jesús mismo. Mientras que Jesús presupone 
una dicotomía (y jerarquía) entre lo literal y lo figurativo, lo físico y lo espiritual, la 
mujer resiste esas oposiciones. Para ella el agua en el pozo es más que simplemente 
física; es el agua del pozo cabado por Jacob que ha permanecido por siglos—es 
simbólico. Lejos de ser la víctima de la ironía, por tanto, la mujer en el pozo ha 
correctamente reconocido que todas esas ironías construídas sobre oposiciones 
jerárquicas eventualmente sucumben. En tanto que mientras la mujer resiste la oposición 
entre literal y figurativo, ella deja detrás su maéstro varón. Tal lectura no es lo que el 
texto intencionó, pero está enterrado en la “inconciencia estructural” del texto. Moore 
argumenta que Jesús, en tanto que él equivocadamente piensa que lo espiritual es 
“mayor” que lo físico, es el mayor accidente irónico de éste desmantelamiento de la 
interpretación tradicional de Juan 4. La mujer en el pozo, lejos de ser una víctima de la 
ironía del autor, resulta ser la primera crítica deconstructora-feminista! 
 
6. Conclusión: El Lector como Discípulo 
 
Somos abandonados con dos modos opuestos de lectura. ¿Cuál sigue el texto más de 
cerca: el que rechaza o el que respeta las intensiones del autor y las estrategias 
estructurales que lo encuerpan? Seguir un texto significa comprender la naturalez de 
actividad comunicativa. Seguir la ironía no es lo mismo que seguir el argumento, pero 
ambos son formas de respuesta del lector a estrategias textuales. Davies dice que lectores 
competentes del Cuarto Evangelio necesitan conocer las Escrituras y la historia de Jesús 
y deben ser parte de una comunidad confesante que vive (i.e. sigue) las percepciones del 
Evangelio. “Los lectores ideales de ésta narrativa son aquellos que pueden hacer el papel 
de las personas de las que se narra creyendo que Jesús es el Cristo.” 
 Finalmente, con relación al sentido: ¿Los lectores lo encuentran o lo hacen? 
Albert Schweitzer concluyó su clásico La búsqueda del Jesús Horizontal con una imágen 
memorable sobre un pozo: Cuando los investigadores buscaron intensamente en el pozo 
dela historia de Jesús, se las arreglaron para ver sólo el reflejo de sus propias caras en el 
agua abajo. El lector en el pozo literario saldrá con una sed tan grande como nunca si, en 
busca del Jesús textual, en forma similar se descubre a sí mismo. Los lectores que se 
alimenta únicamente de sí mismo es muy probable que emerjan del proceso de 
interpretación sintiéndose no realizados. Es una cosa estudiar el agua del pozo, olerla, 
analizar su composición química, y una muy diferente es beberla. Alguien que 
constantemtne sospecha de la contaminación del agua del pozo y nunca toma de ella 
nunca satisfacerá su sed. El lector en el pozo, para ser alimentado, debe sacar del y tomar 
del texto. “Tomar” aquí significa aceptar y apropiarse. El lector tiene la responsabilidad 
de recibir el texto de acuerdo a su naturaleza y a su intención. Steiner describe una buena 
lectura como una que responde a su fuente, como resultando en un eco creativo al texto. 
Uno podría hacer muchas cosas con agua de un pozo; pero en el desierto del criticismo, 
una bebida debe ser recibida con gran deseo y agradecimiento. 
 
7. Sugerencias para más Lectura 
 
7.1 Libros escritos por Teorístas Seculares 
 
Criticismo Lector-Respuesta:De Formalismo a Pos-Estructuralismo, ed. Jane P. Tomkins 
(Baltimore: Universidad Johns Hopkins, 1980), es la mejor introducción al criticismo 
literario orientado hacia el lector. Contiene, además de la excelente contribución del 
editor (ix-xxvi), un gran número de los más importantes ensayos, todos escritos entre 
1950 y 1980 que fueron instrumentales para el desarrollo del enfoque orientado hacia el 
lector. Los autores representados incluyen Wolfgang Iser y Stanley Fish. Tiene también 
una excelente y muy útil bibliografía anotada de 40 páginas. 
El Papel del Lector: Exploraciones en la Semiótica deTextos, por Umberto Eco 
(Bloomington: Universidad de Indiana, 1979), es una colección de nueve esayos 
tempranos escritos entre 1959 y 1978. La Primera Parte trata con textos “abiertos” (e.g., 
El Despertar de Finnegan de James Joyce), aquellos que invitan a la participación del 
lector en la producción de sentido y motiva muchas “decodificaciones.” La Segunda 
Parte trata con textos “cerrados,” los que resisten diversas decodificaciones y producen 
respuestas predeterminadas. La Tercera Parte se enfoca en cómo los códigos disponibles 
a los lectores determinanlo que el texto significa para ellos. Más recientemente, en 
Interpretación y Sobre-interpretación (Cambridge: Universidad de Cambridge, 1992), 
Eco ha reconocido una intencionalidad inherente en el texto mismo. En oposición a 
Richard Rorty, otro contribuyente de éste volúmen, Eco quiere distinguir entre “hacerlo 
útil” y “recibirlo correctamente”: “Si Jack el Destripador nos dijera que él hizo lo que 
hizo en base a su interpretación del Evangelio según San Lucas, yo sospecho que 
muchos críticos orientados hacia el lector se sentirían inclinados a pensar que él leyó a 
San Lucas en una manera muy contraria al sentido común” (24). Existe tal cosa como 
una mala interpretación, aunque Eco crea que se ha perdido de vista en años recientes 
porque los derechos del texto han sido eclipsados por los derechos del lector. 
 El libro Presencias Reales de George Steiner (Chicago: Universidad de Chicago, 
1989) argumenta que la creencia del lector en sentido es de hecho una apuesta a 
trascendencia. Esta confianza de que existe algo “en” lo que decimos ha respaldado la 
historia de la civilización Occidental pero ha sido abandonada por los críticos radicales 
de la respuesta del lector. Este poderoso y bellamente escrito libro es una elocuente 
apelación por una “ética del sentido común”: “Yo lo tomo como un hecho moral y 
pragmático que el poema, la pintura, la sonata, son anteriores al acto de recepción, de 
comentario, de valoración” (149-150). La prioridad del texto quiere decir la prioridad de 
la voz del Otro, una voz a la que le debemos una cortesía y respeto inicial. Igual que con 
otros invitados, debemos preguntar de dónde viene el texto: “El contexto temporal, 
histórico, del sentido, de forma articulada y ejecutiva, es integral a nuestras posibilidades 
de recepción y respuesta” (165). 
 
7.2 Libros escritos por Eruditos y Teólogos Bíblicos 
 
Texto e Interpretación como Categorías del Pensamiento Teológico de Werner G. 
Jeanrond (New York: Crossroad, 1988). Werner formula un concepto triple de 
interpretación en diálogo con Gadamer y Ricoeur. Interpretación responsible involucra 
no sólo una comprensión del sentido textual y una explicación de la estructura textual, 
sino también una valoración o crítica del contenido textual. Gracias a éste último paso, el 
lectore viene a ser “éticamente activo”: los lectores deben hacer justicia tanto al texto y a 
su situación en el mundo. En el capítulo 2, Jeanrond introduce la útil noción de “género 
de lectura”: los lectores pueden leer textos en diferentes maneras. Lectura responsible 
quiere decir que la manera en que uno lee un texto debe ser adecuada al texto. Por 
ejemplo, el lector no atento que ignora el carácter teológico del prólogo de Juan y que 
asume “que el texto ofrece una simple ‘narrativa biográfica’ actua irresponsablemente” 
(126). 
 
Hermenéutica Bíblica: Hacia una Teoría de la Lectura como la Producción de Sentido, 
de J. Severino Croatto (Maryknoll, New York: Orbis, 1987), es un buen ejemplo de 
cómo el criticismo orientado hacia el lector puede ser puesto a trabajar en la teología de 
liberación. Croatto ve la Biblia como una palabra viviente que puede derretir la historia a 
través de nuevas, y creativas lecturas. Lo que es relevante “no es ‘lo que quedó atrás’ del 
texto, sino su ‘adelante,’ su ‘frente’—lo que sugiere como mensaje pertinente para la 
vida del que lo recibe o lo busca” (50). Croatto mantiene que lo que abre el sentido de 
los textos bíblicos es ser leídos en el contexto de una nueva praxis, o sea, en el contexto 
de la lucha contra la opresión. El contexto de Pablo pasó ya hace mucho, pero el texto 
sobrevive. Leer es el proceso de recontextualizar el texto para hoy. 
 
La Responsabilidad de la Hermenéutica, un esfuerzo interdisciplinario de Roger 
Lundin, Clarence Walhout, y Anthony C. Thiselton (Grand Rapids: Eerdmans, 1985) 
que mira a la lectura y escritura como acciones humanas que nacen dentro de contextos 
específicos: “Componer e interpretar textos es entrar en una acción responsable” (ix). El 
interés por una acción correcta lleva a los autores a hacer propuestas relacionadas a la 
ética de la interpretación. La carga del libro es articular un enfoque a la lectura que evite 
los extremos del “objetivismo” por un lado y del “subjetivismo” por el otro. Walhout 
propone un modelo de literatura como acción para proveer una conección intrínsica entre 
texto y contexto: “Porque los textos son objetos producidos por acciones, uno puede 
hablar ‘objetivamente’ sobre un texto sólo en el marco de las acciones que lo 
produjeron” (43). Thiselton considera las parábolas como actos de expresión que atacan, 
reprenden, y retan al lector: El texto bíblico “realiza una variedad de acciones en el 
lector, y el repertorio de respuestas interpretativas del lector en sí mismas constituyen un 
rango variado de acción. Pero no todos los actos interpretativos de lectura son 
igualmente responsables” (112). 
 
¿Existe Algúnn Significado en éste Texto? La Biblia, el Lector, y la Moralidad 
del Conocimiento Literario de Kevin J. Vanhoozer (Grand Rapids: Zondervan, por 
publicarse). Explora las presunciones filosóficas (metafísicas, epistemológicas, y éticas) 
detrás de los debates relacionados con realismo hermenéutico, racionalidad, y 
responsabilidad. La Primera Parte examina las maneras en que la deconstrucción y el 
criticismo radical de la respuesta del lector “desarman” las nociones de autor, texto, y 
lector. La muerte del autor quiere decir que no existe nada para proveer un ancla al 
sentido textual. El texto, como un sistema de señal libremente flotante, viene a ser así 
una víctima muy fácil de la interpretación ideológica. La Segunda Parte busca “redimir” 
al autor, al texto, y al lector viendo al sentido como algo que la gente hace—como 
diversas clases de acciones comunicativas. El autor retorna como un agente 
comunicador, el texto como un acto estructurado gobernado por una racionalidad 
comunicativa, y la lectura como una actividad respondiente y responsible actividad 
gobernada por ética comunicativa. La “moralidad” de la interpretación del texto es en 
últim análisis basada en teología. “Una comprensión que busca fe” se aplica al trabajo de 
interpretación y teología por igual. Si nos acercamos al texto sin fe, y amor, nos 
alejaremos tan vacíos como llegamos. Consecuentemente, el lector debe ser un 
“creyente.” 
 
7.3 Libros Utilizando Este Enfoque a Textos del Nuevo Testamento 
 
El Texto Abierto: ¿Nuevas Direcciones para Estudios Bíblicos? Ed. Francis Watson 
(Londres: SCM, 1993), es una estimulante colección de ensayos por eruditos bíblicos y 
teólogos unidos en su creer que el método histórico-crítico falla en hacerle justicia a la 
“completa realidad” de los textos bíblicos. Lo que se necesita es una variedad de 
enfoques—una “hermenéutica pluraista.” Muchos capítulos—notablemente aquellos por 
Mark G. Brett, Francis Watson, Werner Jeanrond, y Frances Young—exploran los varios 
intereses que lectores traen al texto. Algunos de éstos intereses son “interpretativos” 
(e.g., intereses en alcanzar la meta de una hermenéutica particular—estructuralista, 
respuesta del lector, etc.), otros son “ideológicos” (e.g., intereses en uso del texto en 
apoyo de un programa en particular). ¿Qué tan abiertos quieren ser los autores? ¿Deben 
evitarse algunas direcciones en estudios bíblicos? Este volúmen sobresale en la 
exploración de nuevas posibilidades para leer la Biblia, pero sólo levanta la pregunta de 
cuáles metas interpretativas son éticamente defendibles. Un capítulo final indaga, a la 
luz del criticismo de la respuesta del lector, sobre el futuro del comentario bíblico: 
“¿Puede el comentario ser mantenido distinto del arma propagandística?” 
 
Criticismo Literario y los Evangelios: El Reto Teorético por Stephen D. Moore (New 
Haven: Universidad Yale, 1989), es la mejor introducción a los enfoque críticos de la 
respuesta del lector al Nuevo Testamento ahora disponibles. El la Primera ParteMoore 
marca el desarrollo del criticismo de la respuesta del lector a partir del criticismo 
literario y, en particular, a partir del análisis narrativo. Moore ofrece un exámen 
comprensivo y una evaluación de libros y artículos que usan métodos orientados al lector 
para interpretar los Evangelios. En la Segunda Parte él recuenta la historia del lector del 
Evangelio del estudio de 1977 de Robert Tannehill “Los Discípulos en Marcos” (la 
primera apropiación de exégesis del Nuevo Testamento por el criticismo de respuesta del 
lector) a su propia lectura deconstructiva del Evangelio de Juan. De importancia 
particular es la distinción que hace Moore entre enfoques que enfocan en los lectores 
históricos, en lector en el texto, y en lectores reales (contemporáneos). El libro incluye 
un glorsario muy útil de términos técnicos y una igualmente útil bibliografía. 
 
Traducido por: Rodrigo Chavarría G. 
San José, Costa Rica 
 
2 David J. A. Clines, “ Possibilities and Priorities of Biblical Interpretation: An International 
Perspective ,” Biblnt 1 (1993) 75. 
 
3 Roland Barthes, “Death of the Author,” en The Rustle of Language (New York: Hill y Wang, 
1986) 53 – 55. 
8 Jeffrey Stout, “What is the Meaning of a Text?” NLH 14 (1982) 6. 
9 Clines, “Possibilities and Priorities,” 78. 
10 Stephen D. Moore, Literary Criticism and the Gospels (New Haven: Yale University, 1989) 
66. 
11 Umberto Eco, The Role of the Reader: Exploration in the Semiotics of Texts (Bloomington: 
Indiana University, 1979). 
12 Clines, “Possibilities and Priorities,” 80.

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