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El Lector en la Interpretación del Nuevo Testamento por Kevin J. Vanhoozer 1. ¿Por qué “el Lector” en el estudio del Nuevo Testamento? Un capítulo que trata sobre el lector en el estudio del Nuevo Testamento puede parecer, a primera vista, algo singularmente inapropiado en un volúmen dedicado a la interpretación contemporánea del Nuevo Testamento. Después de todo, han existido lectores del Nuevo Testamento desde el principio: “Al lector lo tiene con uno siempre.“ ¿Acaso no figura el lector en todo acercamiento a la interpretación bíblica, en tanto que el lector es quien escoge un método particular—sea criticismo histórico, estructuralismo, etc.—y lo pone en práctica en un texto específico? ¿No estudió Aristóteles el efecto de los textos en los lectores en su Retórica? Recientemente, sin embargo, el lector ha llegado a un lugar de prominencia en la discusión de la teoría literaria e interpretación bíblica igualmente. De hecho, algunos críticos hablan de un movimiento de liberación de los lectores. ¿Qué es lo que los lectores no han tenido libertad de hacer hasta ahora? La respuesta de un creciente número de téoricos literarios es: “crear significado.” Leer no es simplemente un asunto de percepción, sino también de producción; el lector no descubre tanto como crea significado. En el peor de los casos, no habrá significado del todo si no hay lectores que lean. Lo que hay en el texto es solamente el potencial para el significado. El significado es actualizado no por el autor al momento de la concepción del texto, sino por el lector al momento de la recepción del texto. Si comparamos el texto a un pozo de agua, ¿con qué compararemos el significado: con el agua en el pozo, con las formas en que el agua es sacada, o cómo se bebe el agua? En este capítulo examinaré una serie de acercamientos contemporáneos a la interpretación que garantizan un papel privilegiado a la respuesta del lector. Primero examino las razones, tanto literarias como filosóficas, para las recién halladas fama y libertad del lector. 1.1 Lectura como teoría muy cargada La explicación filosófica Las raíces filosóficas para el criticismo a la respuesta del lector, en último análisis van hacia atrás hasta Kant y su “Revolución Copérnica.” Mientras que Descartes define conocimiento en términos de una “mente” que percibe un “objeto,” Kant argumenta que el conocedor contribuye con algo al objeto del conocimiento. La mente no simplemente refleja sino que construye su objeto, procesando sensaciones fuera de la mente con los conceptos propios de la mente. Así como Copérnico sugirió que el sol no gira alrededor de la tierra sino que es la tierra la que gira alrededor del sol, así Kant sugirió que la mente no corresponde con el mundo sino el mundo con la mente. La mente participa activamente en la construcción del conocimiento. Esto fue la esencia de la crítica de Kant a la metafísica, aquella búsqueda por la descripción verdadera—la única interpretación conceptual correcta—de realidad máxima. Pero cuando Kant creía que todos los seres humanos interpretaban el mundo con el mismo grupo de categorías, hoy en día la mayoría de filósofos sostienen que no existe un único marco conceptual que ofrece verdad absoluta o el punto de vista desde la perspectiva de Dios. Lo que alguien saca del pozo del mundo depende en el tipo de balde que se use. La analogía con la interpretación literaria es exacta: No percibimos el texto como es en sí mismo, sino solamente el texto como analizado y construído por la mente humana. La crítica de Kant ha sido dirigida por teorístas literarios contra la “metafísica” del significado. El realismo hermenéutico—la noción de que existe algo que precede la lectura a lo que la lectura debe corresponder—ha llegado a ser difícil para defender. Thomas Kuhn, un filósofo de ciencia, argumenta que toda observación es cargada de teoría. Todo científico pertenece a una comunidad u otra cuya investigación es orientada por una “paradigma” particular de un marco interpretativo. Para Kuhn, el contexto del científico en una comunidad particular influencia la clase de preguntas que se harán.1 El anti-realismo hermenéutico insiste en que existen muchos grupos de categorías interpretativas igualmente válidas con las que se puede procesar textos y producir significado. Si toda lectura es condicionada históricamente y cargada de teoría, entonces ninguna lectura es objetiva y el lector viene a ser, casi por inercia el factor determinante en la interpretación. 1.2 Las Tres Edades del Criticismo La explicación Literaria Por supuesto, no siempre fue así. El Cristicismo Literario solamente en forma gradual percibido el significado de éstas revoluciones filosóficas y científicas. El lector tradicional, más Cartesiano que Kantiano en su inclinación, creía la objetividad en la interpretación era posible. David J.A Clines comenta que el fin del pensamiento Cartesiano recién empieza a sentirse en los estudios bíblicos: “La mayoría de los eruditos activos parecen escribir como si estuviesen involucrados en una búsqueda para determinar significados objetivamente.“2 ¿Qué era aquel algo independiente de la mente o independiente del lector con el que buena lectura debía corresponder? La mayoría de los comentaristas bíblicos desde la Reforma sostuvieron que era la intención del autor. Era la voluntad del autor querer decir ésto en lugar de aquello, con tal y cual secuencia verbal en tal y cual contexto histórico, lo que se consideraba como factor determinante del significado textual y el objeto de la búsqueda del intérprete. En resumen, determinar significado, o sea, significado que está anclado y fijado, era función del autor. Consecuentemente, ésta “primera edad” del criticismo perteneció al autor. La Revolución Copernica de Kant complicó la búsqueda. Igual hizo la subsecuente comprensión de que los humanos son seres históricos. Nosotros estamos, como lectores, distantes del autor, tanto temporalmente como en nuestra capacidad para conocer. Existe aún un tercer elemento entre el lector y el autor: el lenguaje. Estos tres elementos—la mente, el tiempo, y el lenguaje—contienen, para muchos, algo impenetrable. Pero es un algo en el que los lectores “proyectan” su imagen o construcción de como ellos creen que es el autor (y su intención). De acuerdo a Roland Barthes, el “autor” es una ficción conveniente que provee la ilusión de un sentido estable y un significado determinado. En vez de causa, el autor para Barthes es efecto del texto. Un autor ilusorio no es, sin embargo, mejor que ningún autor del todo. Barthes asi pronuncia “muerto” al autor, haciendo eco de la anterior declaración de Nietzsche sobre la muerte de Dios. En verdad, las dos muertes tienen relación, en tanto que ambas son 1 Thomas S. Kuhn, La Estructura de las Revoluciones Científicas (Chicago: University of Chicago, 1970). variantes del tema de antirealismo. Feuerbach argumentó que “Dios” era meramente la proyección del pensamiento humano; Barthes, en forma similar, argumenta que “la intención del autor” es una proyección de la lectura. Fue Nietzsche quien vió la implicación de éste antirealismo más claramente: Si no podemos descubrir la naturaleza de la realidad, entonces debemos inventarla. Barthes está de acuerdo: “Una vez removido el autor, la demanda para descifrar el texto se hace muy frívolo…El nacimiento del lector debe ser a costo de la muerte del Autor.”3 ¿Qué funciona ahora como la norma de interpretación luego de la muerte del autor? ¿Esta el significado realmente en el texto? ¿Existe realmente algo independiente al proceso de lectura que pueda mantener al lector como responsable? ¿Yace la verdad en el fondo del pozo, o es la interpretación que yace abajo? ¿Existe todavía una manera, luego del autor, para juzgar las intepretaciones como buenas o malas? O, parafrasiando a Dostoyevsky, si no hay Autor, ¿Estodo (en interpretación) permitido? Empezando con el Nuevo Criticismo en los años1940 y continuando a través del estructuralismo de los años 1960, los críticos literarios han tratado de encontrar un principio que determine significado basados solamente en el texto, considerado como una entidad autónoma de su autor. Desde mitad de los años 60, sin embargo, la atención se ha enfocado en el papel de lector decodificando y usando el texto. En los años 1970, Hans Robert Jauss argumentó que los historiadores literarios debían alejar su atención de los autores y sus trabajos para estudiar al lector y las expectativas e intereses que el lector traé a los textos. No podemos estudiar el texto como es en sí mismo, sino la historia de como los lectores lo han recibido.4 Si el significado no está de alguna forma“en” textos, entonces leer es como “tirar baldes en pozos vacíos” (Cowper). Con éste pensamiento, la Revolución Copernica de Kant está completa. 2. ¿Cuál es el papel del Lector? 2.1 Lectores y Lectura: Algunas presuposiciones Los desarrollos filosóficos han servido como parteras en el nacimiento del lector. ¿Qué exactamente fue lo que nació? ¿Por qué leen los lectores y qué hacen además de mover sus ojos de izquierda a derecha a través de la página? La respuesta tradicional es que leemos para comprender—asir el significado del autor. El criticismo como respuesta del lector, por otro lado, relaciona el significado a las maneras en que los textos son recibidos por los lectores: El significado no es simplemente reproducido sino producido. 1. El lugar del Lector: ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? El lector no es una mente Cartesiana desconectada ni tampoco una tabula rasa. Fue Rudolf Bultmann quien primeramente alertó a los interpretes del Nuevo Testamento de la importancia del “lugar” del lector argumentando que la exégesis sin presuposiciones no es posible.5 Para Bultmann, la pregunta más importante que los lectores tienen, tiene que ver con la temporalidad de su propia existencia y su significado. Su sugerencia de que el contexto 4 Hans Robert Jauss, “Historia Literaria como un Reto a la Teoría Literaria,” NLH 2 (1970) 7- 37. 5 Rudolf Bultmann, “Es Posible la Exégesis sin Presuposiciones?”en Existencia y Fe, ed. Schubert M. Ogden (New York: Living Age, 1960) 289-96. ontológico es el contexto decisivo no ha sido aceptada, sin embargo lo que ha probado ser de significado más duradero es su noción del “horizonte” del lector, el grupo de intereses y expectativas que afecta lo que el lector busca, y encuentra, en los textos del Nuevo Testamento. Hans-Georg Gadamer mira el proceso de comprender como un encuentro entre el texto y el lector, un encuentro que él describe como una “fusión” de dos horizontes.6 En el punto de vista tradicional orientado hacia el autor, comprensión significó ocupar el mismo lugar y perspectiva que el autor. Una interpretación objetiva requería que quien interpreta deje sus prejuicios detrás. La muerte del autor, sin embargo, deja libre la interpretación. Los lectores ya no apologizan por su ubicación ni por sus intereses. En verdad, de acuerdo a John Barton y Robert Morgan, el texto no tiene intenciones ni intereses.7 No hay ninguna cosa que los lectores deben hacer con los textos. Los lectores tendrán cualquier número de intereses, dependiendo en su lugar y contexto. Algunos lectores pueden mostrar interés en la estructura formal del texto, otros en los eventos que yacen detrás del texto o dan camino a su producción, aún otros en la relevancia del texto a la luz de preguntas sociales contemporáneas. En éste punto de vista, el contexto más importante para la interpretación no es el contexto histórico original del texto, sino el presente contexto del lector. La meta tradicional de lectura desinteresada ha dado camino a lecturas “interesantes.” El nacimiento de la narrativa del lector para la presente abundancia de escuelas interpretativas (feminista, Marxista, Freudiana, liberación, etc.) cada una derivada de un interés dominante. El lugar donde el lector yace, lejos de ser considerado un obstáculo a la interpretación, hoy ha venido a ser terreno sagrado. 2. La indeterminación del significado. Si el lugar del lector determina lo que él o ella obtienen del texto, entonces el significado es indeterminado. Sin embargo, uno puede entender indeterminación de significado en dos maneras diferentes. Algunos críticos de la respuesta del lector apuntan a algunas “brechas” en el texto que claman por ser completadas por el lector. En ésta perspectiva, la indeterminación se refiere a un significado no terminado que el lector completa al seguir instrucciones del autor e indicaciones textuales. La indeterminación también tiene un sentido más radical, de acuerdo al cual el lector determina qué hacer del texto. Desde éste punto de vista, los textos no tienen un “significado” fijo. La lectura es tan cargada de teoría que lo que reclamamos haber descubierto en los textos y que luego difnificamos llamándolo “el significado” es de hecho el resultado de una cierta manera de leer. Jeffrey Stout propone que abandonemos por completo el término “significado” y que en su lugar hablemos de lo que los lectores desean hacer con los textos. Algunos lectores, es verdad, tratan de reconstruir la intención del autor, pero otros lectores tienen otros intereses. ¿Por qué, pregunta Stout, debemos hacer equivalente sólo el interés del primer grupo con “el significado” del texto? La “bondad” de una interpretación depende de la intención e interés del que interpreta. Hablar de intenciones interpretativas entonces remplaza hablar de significado textual. Los intereses del lector conducen el proceso de interpretación. El texto pues asume el carácter de un pozo de los deseos del que el lector 6 Hans-Georg Gadamer, Verdad and Método (New York: Seabury, 1975) 269-74. 7 Robert Morgan y John Barton, Interpretación Bíblica (London/New York:Oxford University, 1988) 7. puede extraer lo que le guste. Stout rechaza la idea de un equivalente hermenéutico con la moral interpretativa de Kant, una única norma o regla que debe gobernar toda la lectura. No existe una cosa que convierta una lectura en “buena.” Por el contrario: “Buen comentario es cualquier cosa que sirve a nuestros propósitos e intereses.”8 Clines está de acuerdo, notando la importancia del contexto del lector: “No hay un significado auténtico que todos debemos tratar de descubrir, sin importar quienes somos o donde sea que estamos.”9 Sin embargo, el mito de la objetividad muere duramente. Stephen Moore declara el reto que ahora enfrentan los intérpretes bíblicos: “Hoy, no son tanto nuestros textos bíblicos los que necesitan demitologización como nuestras maneras de leerlos.”10 3. La naturaleza de la interpretación: dos tipos de Respuesta de Lector. En el corazón del debate contemporáneo en la tercera era del criticismo está la pregunta de si hay o no intenciones normativas para la lectura. Si no hay normas, como Stout propone, ¿Implicaría que no hay tal cosa como una mala interpretación? Críticos de la respuesta del lector están actualmente divididos sobre cómo responder a tales preguntas. Umberto Eco distingue entre textos “cerrados,” que evocan una respuesta predeterminada, calculada, y textos “abiertos” que invitan a la participación del lector en la producción de significado.11 Para sacar sentido del papel del lector en la interpretación del Nuevo Testamento contemporánea, debemos hacer una distinción similar entre lecturas que atentan a reproducir un significado que en alguna manera está “allí,” y lecturas que intentan producir un significado ex libris. Críticos tempranos de la respuesta del lector tendieron a ser “conservadores,” reconociendo el papel del lector en el proceso de producir significado pero enfocándose en la dinámica y dirección del texto,en las varias maneras en las que las estrategias retóricas del texto mismo invitan al lector a participar en la producción de significado. Tan temprano como 1920, I.A. Richard y su libro Principios de Criticismo Literario enfatizaron el poder de la poesía para evocar sentimientos y afectar al lector. El énfasis en éste punto de vista es descubrir los mecanismos retóricos por los cuales el texto induce y produce en el lector éstos efectos. “Comprensión” es todavía la meta del proceso interpretativo, aunque los medios para tal fin involucran una participación activa del lector. La lectura es, en ésta perspectiva, esencialmente una actividad obediente. Su intención es permitir al autor y al texto manipular al lector de manera que gradualmente llegue a experimentar y adoptar la ideología (la cosmovisión) del texto. De nuevo, el énfasis es rotúndamente en entender, en descubrir y abrazar la ideología del texto. Críticos “radicales” de la respuesta del lector, por otro lado, privilegian la ideología o posición del lector en vez de aquella del texto. El texto viene a ser la oportunidad para el lector de alcanzar sus propios intereses y agenda. Tales lectores hacen más que sólo responder: ellos reaccionan. Lectores reaccionarios tratan de influenciar a favor de sus respectivas causas y puntos de vista. Dado que nada está realmente “allí” en el texto, tratan de deshacer interpretaciones tradicionales a través de reclamar que ellos reflejan los intereses de alguna autoridad institucional—un estado, una iglesia, o una escuela. En algunos casos, donde el texto mismo muestra un ideología no bienvenida (e.g. patriarcado), lectores reactivos deben leer contra el texto: Pozos envenenados deben ser políticamente purificados. En otras ocasiones, lectura reactiva va contra la historia de la interpretación de un texto. Aquí podríamos hablar de rechazo del lector más bien que recepción del lector de un texto, y de lectores de ferrea voluntad quienes en forma no apologética imponen sus propias ideologías a aquella del texto. Ellos están más interesados en estar por encima—en la búsqueda de sus propias intenciones e intereses y preguntas—que en entender el texto. El criticismo literario acá se mueve más allá de la descripción de un texto y su ideología a un crítica sin reservas de ella. Dado el creciente número de contextos en los que la Biblia está siendo leída, ¿Qué debe hacer el intérprete? Clines apoya un “mercado filosófico de interpretación.” En reconocimiento del mercado pluralista e intelectual, él cree que los que interpretan “deberían dedicarse a producir interpretaciones que puedan vender.12 En ausencia de significados absolutos, el interprete aún puede esperar producir lecturas atractivas. Dada la actual situación en teoría literaria que está ideológicamente dividida y orientada hacia el mercado, no es de sorprenderse que el asunto de la ética de interpretación haya salido al frente. En el amanecer del antirealismo autorial y el relativismo interpretativo, los intereses del lector vienen ha ser factores determinantes en la interpretación. No existe lectura inocente: más bien, toda lectura es interesada, y en la medida que sean intereses establecidos, toda lectura es ideológica. Nuestra elección de propósito interpretativo es en último análisis una elección política.¿Cómo puede ser de otra forma, si no existe tal cosa como una lectura “desinteresada”? 2.2 Creando sentido: Los Procedimientos Críticos de la respuesta del lector “crean” sentido en dos formas muy diferentes. 1. Respuesta conservadora del lector: Respeto al lector. De acuerdo a Wolfgang Iser, textos son objetos sin terminar cuyas “brechas” e indeterminaciones apelan al lector para ser completadas. ¿Qué, por ejemplo, podría uno “hacer” con el silencio de la mujer al final del Evangelio de Marcos (16:8)? Sólo el “acto” de leer produce modelos y comprende el significado. Leer es el proceso de llenar los espacios en blanco, de hacer conecciones. Iser hace una analogía entre dos lectores y dos astrónomos, “todos los cuales pueden estar observando al mismo grupo de estrellas, pero uno puede estar mirando la imagen del arado de la Osa Mayor y el otro una montaña rusa…Las ‘estrellas’ en un texto literario son fijas; las líneas que las unen son variables”13 No es claro para muchos, sin embargo, si Iser desea dar al lector el derecho a unir los puntos como mejor le parezca, o si él mira al texto como si diera instrucciones para la actualización del lector. Según sus detractores, el lector al que Iser da a luz es subdesarrollado. Aunque Iser estudia la respuesta del lector, él explica ésta respuesta como un efecto del texto. El lector implícito “encarna todas aquellas predisposiciones necesarias para que un trabajo literario ejercite su effecto.“14 El lector implícito es así no sólo un efecto del texto sino una incambiable propiedad textual. Consecuentemente, aunque lectores reales son activos, su actividad está limitada a actuar un predeterminado 13 Wolfgang Iser, El Lector Implícito: Patrones de Comunicación en la Prosa Ficticia de Bunyan a Beckett (Baltimore: Johns Hopkins University, 1974) 282. 14 Wolgang Iser, El Acto de Leer: Una teoría de Respuesta Estética (Baltimore Johns Hopkins University, 1978) 34. papel dado en el texto—tanto que Jeanrond se preocupa de que el “acto de leer” de Iser puede convertirse en una “esclavitud al texto.”15 Paul Ricoer también enfatiza la importancia del lector “comprendiendo” el significado del texto. La interpretación está en corto circuito, piensa él, si el texo es sólo “explicado.” Como discurso escrito, los textos son no cumplidos hasta que son apropiados o aplicados por los lectores; el discurso (“alguien diciendo algo sobre algo a alguien”) es incompleto sin un recipiente. Lo que el lector recibe según Ricoeur no es la intención del autor sino “el mundo del texto”—o sea, una manera propuesta de estar en el mundo. La lectura es el proceso por el cual el mundo del texto se intersecta con el mundo del lector. La interpretación es cumplida sólo cuando se apropia del “mundo” a través de las palabras. El acto de la lectura es así una guerra de los mundos: “La lectura es, primero que nada, una lucha con el texto.”16 El texto es inerte hasta que es reactivado por el lector. Tal como Ricoeur los pone, “leer es como la ejecución de una pieza musical; marca la comprención, la representación, de las posiblidades semánticas del texto.”17 La analogía con la música es apropiada: como una partitura musical, los lectores tocan los textos. Las interpretaciones difieren como resultado de las diferentes interacciones entre las propuestas del texto y las respuestas del lector. Ninguna interpretación o ejecución agota las posibilidades interpretativas del texto. ¿Debemos entonces hablar de “mundos textuales sin fin”? ¿Es leer algo arbitrario? En respuesta, Ricouer afirma la importancia de las limitantes textuales tanto en la interpretación como en la apertura textual. Leer es un acto de balanceo entre, por un lado, creer que cada texto tiene solamente una correcta interpretación y, por el otro, proyectarnos a nosotros mismos en el texto: “Tal vez deberíamos decir que un texto es un espacio finito de interpretación: no hay sólo una interpretación, pero, por otro lado, tampoco hay un infinito número de ellas.”18 Ricouer en último análisis privilegia el mundo del texto por encima del mundo del lector. El está de acuerdo con Proust en que, al interpretar textos, el lector se “lee” a sí mismo. O sea, los textos para Ricoeur provoca que nos entendamos a nosotros mismos en una nueva luz. El lector es activo, pero la actividad del lector está orientada a la recepción del texto. Al apropiarse del mundo del texto, el lector abandona (por lo menos temporalmente) su propia autocomprensión. La lectura expone al lector a nuevos mundos y al hacerlo expande su sentido desí mismo. Apropiación no es un asunto de hacer el texto de uno sino más bien de abandonarse uno al texto. En tanto que la interpretación en ésta forma “expande” al ser humano Ricouer puede decir con Francis Bacon: “La lectura hace un humano pleno.” 2. Respuesta radical del lector: Resistencia del lector. Críticos radicales de la respuesta del lector resisten toda demanda—ya sea textual o interpretativa—que 15 Werner G. Jeanrond, Texto e Interpretación como Categorías del Pensamiento Teológico (New York: Crossroad, 1988) 110. 16 Paul Ricouer, “Mundo del Texto, Mundo del Lector,” en Un Lector de Ricoeur: Reflección e Imaginación, ed. Mario J. Valdes (New York/London: Harvester Wheatsheaf, 1991) 494. 17 Paul Ricouer, Hermenéutica y las Ciencias Humanas, ed. John B. Thompson (Cambridge: Cambridge University, 1981) 159. 18 Ricoeur, “Mundo del Texto,” 496. pretenda ser autoritativa, exclusiva, y absoluta. Ellos miran todos los intentos de hallar y asegurar “el significado” de los textos como intentos encubiertos para imponer una norma autoritaria sobre el lector. La interpretación que reclama ser teoreticamente “correcta” es juzgada políticamente incorrecta. La determinación del significado amenaza la libertad del lector. Existen dos variedades principales de resistencia del lector: pos-estructuralista y neo-pragmatista. Roland Barthes compara al lector con un productor juguetón en vez de con un cuidadoso consumidor de significado. La interpretación es un asunto no de reconocer el único significado correcto de un texto, sino de percibir una pluralidad de significados. Para el consumidor, la lectura es una actividad segura y confortable que trata el texto “como una despensa en la que los significados son almacenados, apilados, y protegidos.”19 Una lectura creativa, por otro lado, es una productiva contribución a la economía de la interpretación. “Textos elaborados” son aquellas obras que llaman la atención a su estatus como sistemas complejos de signos capaces de varias decodificaciones—laberintos lingüísticos. El texto es un “espacio multidimensional en el cual estan casados y en competencia muchos escritos, ninguno de los cuales es original; el texto es una tela de citas, resultantes de miles de fuentes de cultura”20 En verdad, el placer del texto para Barthes consiste en sus sinuosos caminos: Sus códigos generan muchos niveles en los que los textos pueden ser atravesados. La imposibilidad de completar o cerrar el proceso de interpretación no es para él razón para desmayar; por el contrario, tales textos producen un éxtasis en tanto que ellos inducen el placer de liberarse a uno mismo—y así la posibilidad de hallarse uno mismo en algún otro lugar. Barthes proclama tanto la muerte del Autor (anteriormente se pensó que era el “dueño” del texto y la “autoridad” sobre la interpretación) y el nacimiento del Lector. Por cuanto la lectura es una producción del significado, la distinción de clase que divide al autor y al lector aparece imprecisa y arbitraria. El autor simplemente suministra al lector un complejo código que apela por y capacita múltiples lectura/significados. Barthes no duda en concluir: La pretennción fundamental al liberar al lector de la esclavitud a “las intenciones del autor” es convertir al lector en escritor. El comentario se torna tan autoritativo y creativo como el texto “original”: Así como la ciencia de Einstein nos mueve a incluir en el objeto estudiado la relatividad de puntos de referencia, así mismo la acción combinada del Marxismo, Freudianismo, y estructuralismo nos mueve, en literatura, a relativizar la relaciones de escritor, lector, y observador (crítico).21 Muchas formas contemporáneas de criticismo bíblico promueven su propia ideología en forma no apologética, su propio interés minoritario y marginal. Estos “usuarios” abandonan toda pretensión de neutralidad. Richard Rorty,el filosófico santo patrono del neopragmatismo interpretativo, argumenta que los textos no poseen “naturalezas,” sólo “usos.” Ninguno debe ser igualado con la forma “correcta” de 19 Roland Barthes, S/Z (New York: Hill and Wang, 1974) 200 – 201. 20 Barthes, “Muerte del Autor,” 53. 21 Barthes, “De Trabajo a Texto,” en The Susurro del Lenguage, 57. lectura. En vez de tratar de “hacerlo bien,” el intérprete neopragmático simplemente desea producir una lectura útil o interesante. Sería engañador, sin embargo, inferir que el movimiento de liberación del lector suscribe una anarquía interpretativa. Pero, ¿De dónde viene el criterio para la interpretacón? ¿Dónde está el centro de la autoridad interpretativa? Stanley Fish argumenta que la autoridad pertenece a la “comunidad interpretativa.” Todo lector pertenece a alguna comunidad en la que ciertos intereses y procedimientos interpretativos se comparten. Lo que un lector descubre en un texto es de ésta manera la función de la comunidad a la que pertenece. La interpretación no es arbitraria, pero tampoco es dependiente del “mito” de que el significado se encuentra “en” el texto. El significado es más bien una función de la estrategia del lector traida al texto. Como Fish lo pone: “La interpretación obliga a los hechos y no al revés y también obliga las clases de significado que uno pueda asignar a esos hechos.”22 Es la comunidad, no el canon, lo que obliga al lector. Tanto Barthes como Fish han en formas diferentes han eliminado la distinción tradicional entre texto y lector, significado y comentario. Con teorías radicales de respuesta del lector, la revolución Copernica alcanza su glorificación: Los lectores no descubren sino que construyen significado. Los papeles del texto y el lector no sólo han sido revolucionados, sino reversados: “Los textos, como hombres y mujeres muertos, no tienen derechos, no intenciones, no intereses. Ellos pueden ser usados en cualquier manera que los lectores e intérpretes deseen”23 3. Respuesta del Lector en Relación a Otros Acercamientos 3.1 Acercamientos Histórico-Críticos Lectores críticos desde el período de Iluminación han en verdad estado activos: sujetando testimonios textuales a una valoración crítica, desarmando los textos y poniéndoles de vuelta juntos en una forma más “exacta,” y reconstruyendo la historia que yace detrás del texto y la historia de la composición del texto. El lector asumido en mucho del criticismo histórico era un desinteresado, objetivo, erudito apolítico—en resumen, un mito. El reconocimiento que hace Bultmann de que la exégesis sin presuposiciones es imposible, fue simple una reacción posterior al terremoto epistemológico Kantiano. A todo lo que tenemos acceso como lectores es el fenómeno textual; el histórico “noumenon” de Kant—la cosa en sí misma (la situación original, contexto, y referencia de el texto)—no está disponible. La historia—o sea, la historia que nosotros contamos—es siempre interpretada, un producto de la actividad lectora de selección, e “imposición de un argumento.”24 3.2 Acercamientos Literario-Críticos 22 Stanley Fish, ¿Existe un Texto en Esta Clase? La Autoridad de Comunidades Interpretativas (Cambridge: Harvard University, 1980) 293. 23 Morgan y Barton, Interpretaciones Biblicas, 7. 24 So Hayden White, Metahistoria (Baltimore: Johns Hopkins University, 1974); y Ben Meyer, “El Reto del Texto y el Lector para el Método Histórico-Crítico” en La Biblia y Sus Lectores, ed. W.A.M. Beuken, Concilium (London: SCM/Philadelphia: Trinity, 1991) 3-12. Muchos de los mismos puntos podrían ser levantados con referencia a los acercamientos literario-críticos. La vuelta al texto (en lugar de su autor o la historia que recoge) no es todavía una vuelta al tema de la lectura. El lector es a menudo una figura en el trasfondo. Técnicas literario-críticas asisten a las convenciones y características formalesdel texto y el proceso por el cual transmite sentido. Esto sería verdad, por ejemplo, de los acercamientos al texto bíblico estructuralista, retórico, narrativo, y canónico. Estos acercamientos, sin embargo, siguen eclipsando el papel del lector en construir sentido. Los estructuralistas continuan poniendo en desventaja el modelo de conocimiento objetivo, insistiendo que su acercamiento es una “ciencia” del texto. 3.3 Acercamientos Ideológicos Elisabeth Schüssler Fiorenza argumenta que los lectores deben evaluar éticamente y responder a las iniciativas del texto.25 La intención principal de los lectores Marxistas o “materialistas,” por ejemplo, es examinar la relación entre un texto y las fuerzas sociopolíticas asociadas con su producción y recepción. Ambos, textos y lectores son vistos como productos sociopolíticos. Las historias Bíblicas son leídas con un interés en descubrir algo sobre las luchas de varias clases de grupos. Igualmente importante, el lector contemporáneo también situado en un sistema económico y político basado en clases. Los lectores son los primeros en ser liberados por la teología de liberación. Se explota la presunción de que sólo los eruditos en las universidades del Primer Mundo pueden descubrir el sentido “correcto” de la Biblia. Para Carlos Mesters, la experiencia de pobreza y opresión es un texto tan importante como la Escritura misma. El lugar del pobre les permite a ellos una percepción especial en el mensaje bíblico.26 El contexto del lector es tan importante como el contexto del texto. Lectores ideológicos tratan de hacer que el texto se acomode a sus técnicas y deseos. Leer es una forma de poder. No sólo lo que leemos, sino también cómo leemos, es en último análisis un asunto de política. Si significado es un asunto de la construcción del lector, entonces los desacuerdos sobre lecturas—el conflicto de interpretaciones—son en realidad conflictos de ideologías. Pero si la lectura se encuentra en el ojo de una comunidad de observadores (Fish), qué podría arbitrar disputas interpretativas entre comunidades “creyentes”? 3.4 Acercamientos deconstructivos La deconstrucción no es un método de interpretación sino un método para deshacer interpretaciones, para exponer lecturas como funciones de varias fuerzas ideológicas. Toda estructura textual debe reprimir aquellos elementos que amenazan el deshacerlo: El Patriarcado suprime a las mujeres, el racismo suprime las minorias étnicas, y la moralidad convencional suprime a los homosexuales. El punto de la crítica deconstruccionista es que toda estructura es, como el lenguaje mismo, arbitraria y 25 Elisabeth Schüssler Fiorenza, “La Etica de Interpretación Bíblica: Decentrando la Erudición Bíblica,” JBL 107 (1988) 2-17. 26 Carlos Mesters, “El Uso de la Biblia en Comunidades Cristianas de Gente Común,” en La Biblia y Liberación: Hermenéutica Política y Social, ed. Norman Gottwald (New York: Orbis, 1983) 119-33. convencional. Sin estructura, sin sentido, es “natural.” Frank Kermode escribe, con relación a la parábola del Buen Samaritano: “Mi manera de leer…me parece a mi natural; pero es solamente mi manfera de autenticarlo o reclamarlo como universal, un hábito del pensamiento que es cultural y arbitrario. Mi lectura ciertamente no hubiese parecido ‘natural’ a los Padres de la Iglesia.”27 La esfera de la cultura y de la interpretación es una construcción humana en la que el poder es enfrentado contra el poder. Lo que la deconstrucción en último análisis deconstruye es la acumulación poder en la interpretación.28 Deconstruir es tomar partido con el texto tal cual ha sido construído por el lector. La lectura deconstructiva expone sin misericordia los intereses del lector al deshacer la interpretación y al exponer la retórica, no lógica, tras la interpretación. Desintoxica el pozo envenenado y es el eterno intento vigilante intento de mantener el acto de la lectura de venir a descansar en una interpretación fijada, por cuanto a la creación de muchos significados no hay fin. Estoy de acuerdo con la apreciación de Werner Jeanrond: “Una de las más importantes contribuciones de Derrida a la hermenéutica yace precisamente en su poderosa alerta contra cualquier forma de lectura de textos absolutista o autoritarista.”29 Por supuesto, el quasi grito por reforma del deconstruccionista—“siempre reescribiendo”—puede en sí msmo convertirse en una excusa para no responder a lo que está “allí” en el texto. En tanto que la deconstrucción presenta el significado en forma indecisa, remueve la autoridad y la calidad de ser otro de los textos. Pero, si nada determinado está en el texto, cómo puede el lector responder y leer responsablemente? 4. Observaciones Críticas Los lectores son en verdad, activos en el proceso interpretativo. La pregunta clave tiene que ver con la naturaleza de ésta actividad de la respuesta del lector. Un lector confrontado con las iniciativas e invitaciones del texto, ¿las respetará o dudará de ellos, los obedecerá o se rebelará contra ellos? ¿Hasta qué punto infecta (o capacita) la respuesta del lector, las etapas interpretativas de explicación, comprensión, y aplicación? 4.1 Criticismo, Uso e Interpretación En el pasado, “criticismo” se refería a la obtención de conocimiento de un texto. Hoy, sin embargo, “criticismo” describe el reclamo del lector a disfrutar una privilegiada perspectiva desde la cual el texto podría ser usado o evaluado. Sigue que “criticismo” pierde su desinteresado, y erudito atractivo. Lo que solía pasar como descripción “objetiva” ahora es vista como “subjetiva” o como una evaluación intersubjectiva e ideológica evaluación. Pero, ¿Es necesario que ya no podamos distinguir entre “usar” e “interpretar” textos? ¿Es el “significado” una propiedad de los textos o se refiere a lo que 27 Frank Kermode, El Génesis de lo Secreto: La Interpretación de la Narrativa (Cambridge: Harvard University, 1979) 35. 28 David Jobling, “Escribiendo lo Malo del Mundo: La Deconstrucción del Texto Bíblico en el Contexto de las Teologías de Liberación,” Semeia 51 (1990) 81-118, aquí 102. 29 Werner G. Jeanrond, Hermenéutica Teológica: Desarrollo y Significado (London: Macmillan, 1991) 104. los lectores hacen con los textos? ¿Es “obtenerlo correcto” estrictamente equivalente a “hacerlo útil,” como Rorty implica? Para ponerlo de otra forma: ¿Son todos los intereses interpretativos y las perspectivas críticas igualmente válidas? Los lectores no sólo deben responder sino responder responsablemente. Creo yo que existen, metas normativas que los lectores deben tener al acercarce al texto bíblico. Uno debe ser buscar comprensión antes que “estar por encima del texto.” Eso es, los lectores debieran buscar descubrir con certeza la naturaleza de la intención comunicativa del texto (su género y sentido) antes de buscar usarlo o evaluarlo. ¿Qué está tratando de decirnos el texto y cómo lo está haciendo? Esta pregunta debe ser contestada con honestidad e integridad. Tratar un texto justamente es respetarlo por la clase de cosa que es, o sea, tener su perspectiva y escuchar su voz. Por supuesto, los lectores habitan en sus propios mundos y sus intereses pueden ser diferentes de aquellos del texto. Los lectores que buscan respuestas a sus preguntas “se posicionan sobre” el texto. Podemos decir que la comprensión busca el “significado” y estar sobre el texto lo “significativo” del texto. Pero es crucial que los lectores evaluen lo significativo del texto sólo luego de que han comprendido su sentido. Podría ser que, una vez que han encontrado el sentido intencionado del texto, el lector va a reaccionar en disgusto. Mientras que algunos textos pueden producir un sabor a cielo, otros pueden ser llenos de horror. Pero el punto es que la primera reacción sea charitable: La comprensión precede al criticismo de lamisma manera que la interpretación precede el uso. George Steiner va muy largo al tratar a los críticos y lectores como dos completamente diferentes especies: Los críticos operan a la distancia del texto, del c ual ellos se convierten en jueces y amos. El lector, sin embargo, “sirve” al texto y es su pastor.30 4.2 Lectura Imprecisa y Otras Ofensas ¿Existe tal cosa como una lectura pobre? ¿Una lectura falsa? Si el lector crea y descubre el signficado, ¿cómo podemos sostener las diferencias entre exégesis y eiségesis, texto y comentario, significado e importancia, descripción y evaluación, la ideología del texto y la ideología del lector? Umberto Eco, un creyente en el indispensable papel del lector, se preocupa porque los derechos de los lectores han sido exagerados recientemente por encima de los derechos del texto. Aún cuando Eco esta dispuesto a hablar de un legítimo pluralismo interpretativo, también habla de la tarea fundamental de proteger textos antes de “abrirlos.” Existe una diferencia entre estar en desacuerdo sobre lo que uno piensa que el texto está tratando de decir y deliberadamente leer imprecisamente el texto: “Lectores imprecisos” no le preguntan al texto ni al autor sobre sus intenciones, sino que maltratan el texto en una forma tal que sirve a sus propósitos. La interpretación, por otro lado, significa leer un texto “para descubrir, junto con nuestras reacciones a él, algo sobre su naturaleza.” Humpty-Dumpty pensó que el significado era un asunto de quien habría de ser el amo, las palabras o el que las utiliza: “Cuando uso una palabra…significa sólo lo que he escogido que signifique--nada más, nada menos.” Los post-estructuralistas y pragamatístas han dado al lector la voluntad de poder de Nietzche. La contraparte de Nietzsche a Humpty-Dumpty es aún más dura: Para el voluntario lector impreciso no existe tal cosa como un significado obsoleto o un texto como es en sí mismo; toda 30 George Steiner, “Crítica/Lector,” NLH 10 (1979) 423-52. interpretación es el resultado de nuestro direccionar y de nuestras prácticas. Tal testaruda lectura levanta la pregunta de violencia interpretativa. En las palabras de un teológo deconstrucionista americano: “La interpretación es un acto hostil en el que el intérprete victimiza al texto.” 4.3 La Etica de la Lectura La violencia de la crítica de una respuesta radical del lector es una función de sus presuposiciones filosóficas básicas. Sus insatisfactorias implicaciones éticas son sintomáticas de su inadecuado punto de vista de la naturaleza del significado e interpretación. En tanto que niega que el significado está “allí” en el texto, el criticismo radical de la respuesta del lector es una forma de anti-realismo--el punto de vista filosófico de que la realidad no es independiente sino que está a las ordenes de nuestras teorías sobre ella. Si bien es cierto que aún los científicos se aproximan al mundo con marcos interpretativos, no es el caso que nuestras teorías son herméticamente selladas al mundo. Por el contrario, el mundo “patea inesperadamente,” retando y a menudo falsificando nuestras ideas sobre el. En forma similar, debe existir un realismo en la esfera del significado o de lo contrario todo es permitido en interpretación. Los Viajes de Gulliver continua siendo una sátira política aún cuando algunos lectores puedan confundirlo por una simple historia de niños. Si no continuara siendo así, si los textos se convierten en lo que sea que nosotros hacemos de ellos, entonces no habrá manera en la que se pueda juzgar una lectura falsa. O, como Jeanrond dice, una lectura que reclama haber interpretado el texto, y en realidad ha interpretado solamente una sección del texto fuera de su contexto textual o sólo ha usado el texto o fragmentos de él para promover los pensamientos del lector, debe ser considerado como fraudulento. Si el significado no estuviese en algún sentido “allí“ en el texto, ¿Cómo podrían los textos jamás retar, informar, o transformar a sus lectores? ¿Cómo podrían los textos jamás criticar una ideología dominante? Sin un cierto “realismo de la lectura,” en el que la lectura es independiente de los procesos interpretativos, la lectura cesaría de ser un peligroso prospecto para el mundo. Uno entonces no tendría que celebrar el nacimiento del lector sino llorar el lector que nació muerto. Si el texto está a la merced del lector, ¿Qué deberán hacer los lectores con él? Primero que nada, los lectores deben dejarlo ser-- no en el sentido de dejarlo sólo sino en el sentido de permitir que el texto cumpla su intención comunicativa. Lo que el lector ético da al texto es, en primer lugar, atención. Sólo entonces puede el texto regresar algo. Steiner describe al lector ideal como pastor del “ser” del texto. Michael LaFargue en forma similar mira al lector como el protector del texto: “El papel del erudito bíblico, como erudito, es el de ser un siervo del texto bíblico, proteger su diferencia, ayudar a hacer su contenido sustantivo algo que la gente moderna pueda en alguna forma experimentar y comprender, en su particularidad y en su diferencia.” El primer interés interpretativo debe ser el dejar que el texto pueda decir lo que tenga que decir, eso es, poner mucha atención y escuchar atentamente al texto con humildad y respeto. Podemos tener responsabilidad de valorar y criticar el texto, o estar en desacuerdo con sus implicaciones teológicas o políticas. Pero sólo podremos hacerlo con integridad si primero hemos hecho el esfuerzo intelectual y ético para recibir el texto en sus propios términos: “El que tenga oidos para oir que oiga.“ La regla de oro--para ética Cristiana e interpretación por igual-- es “haz a los demás como te gustaría que ellos hicieran contigo.“ 5. Respuesta del Lector en la Práctica ¿Qué hacen los lectores cuando interpretan Juan 4? Esta pregunta demanda una doble respuesta, manteniendo mi distinción entre una conservadora y radical crítica respuesta del lector. 5.1 Ejemplos Conservadores: Recepción del Lector Los críticos conservadores de la respuesta del lector creen que hay algo en el texto anterior al acto de leer--una apertura, indeterminaciones, instrucciones, banderas, y señales, por ejemplo--que llaman por y gobiernan su respuesta. El lector sigue invitaciones; como un invitado decente a quien se le muestran las vistas narrativas, el lector inhibe al autor tomando las indicaciones y mirando en la dirección correcta. R. Alan Culpepper observa que para cuando los lectores leen el capítulo 4 de Juan deberían saber algo (basado en la información registrada en los capítulos 1-3) sobre Jesús y su misión. Por ejemplo, le lector del capítulo 4 debe ya saber que Jesús será rechazado por los suyos y que algunos creeran. El lector de la historia del pozo es un expectador privilegiado, un invitado de voz confiable--del llamado narrador “omnisciente”-- quien da al lector sólo suficiente información para hacer la evaluación correcta de los caractéres y de la acción en la historia. 1. Siguiendo a Juan. Juan 4 ofrece tres ejemplos de la forma en que el estímulo textual guía la respuesta del lector. Primero, el texto evoca una escena tipo familiar del Antiguo Testamento: el hombre encuentra la mujer en el pozo. Hay varios elementos recurrentes: La futura novia (o su sustituta) viaja a una tierra extranjera, él encuentra a una virgen en el pozo, alguien saca agua del pozo, la muchacha corre a la casa para llevar noticias del extraño, y se alista un desposorio. Los personajes, por supuesto, no son conscientes de que están siendo parte de un complot familiar; el tipo de escena es una estrategia textual para guiar la comprensión del lector de lo que está sucediendo en la historia. En Juan 4, sin embargo, en lugar de la comida del esponsorio Jesús dice a sus discípulos “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió” (v.34). Sólo el lectorpuede apreciar éste cambio inesperado. Tales diferencias son la clave para comprender como el autor está manipulando no sólo una convención literaria, sino también la respuesta del lector. Segundo, Lyle Eslinger clama que el lector reconocerá un gran número de doble sentidos en la conversación, todas las cuales tienen un sentido sexual implícito. Esta ambiguedad motiva al lector a preguntarse si uno debe atribuir un sentido carnal o espiritual al diálogo. ¿Pide Jesús algo para beber porque sus discípulos no están disponibles “o porque él y la mujer están sólos y él puede deshinibirse con ella sin dañar su reputación ”? La mujer por supuesto, no tiene el conocimiento de los capítulos 1-3. En lo que refiere a ella, Jesús está siendo amistoso, aún confianzudo. Según Eslinger, los lectores son invitados a darle una connotación sexual al “agua viva” de Jesús con base a textos como Jeremías 2:13 y Proverbios 5:5. El lector siente la fuerza de la interpretación que hace la mujer, pero no se puede identificar completamente con ella, no disponiendo de información adicional concerniente a la identidad de Jesús. Tercero, aún cuando el lector tiene la ventaja del Prólogo, el cual identifica a Jesús con el Logos, Juan 4 está diseñado en manera que le dé al lector el mismo sentido de confusión en cuanto a quién es Jesús y a qué se dedica. ¿Cuál es la motivación de Jesús al pedirle a la mujer agua para beber? La mujer “responde” a su petición sugiriendo que él está siendo algo confianzudo: Jesús es Judío y la mujer es Samaritana; Jesús es un hombre y ella es una mujer. Eslinger cree que el texto promueve al lector a compartir la interpretación carnal que la mujer hace de las palabras de Jesús. “No se tratan entre sí” (v.9) tiene un implícito significado sexual, él argumenta, así como también “agua viva.” El conocimiento privilegiado que el lector tiene de quién es Jesús (capítulo 1) y de qué es el “don de Dios” (3:16) lo previene de darle libertad a la interpretación carnal: “Su privilegio lo pone en un estado de perplejidad, la experiencia de lo cual le da una percepción directa del problema básico en el evangelio de Juan, el concepto equivocado de quien es Jesús y la mala comprensión de lo que Jesús dice.” El lector temporalmente pierde al omnisciente narrador en medio del laberinto del diálogo, forzando al lector a ocupar la falible perspectiva humana de la mujer en el pozo. “En el capítulo 4 la experiencia de lectura se torna en una experiencia del abismo en la comunicación que el lector ya ha observado muchas veces entre los personajes humanos en la historia y Jesús.” El lector no sólo leé sobre, sino que también pasa por la experiencia de una mala interpretación de Jesús. 2. Siguiendo la ironía. Interpretación errónea de Jesús es uno de los temas del Cuarto Evangelio. Culpepper nota que las malas interpretaciones y las identidades equivocadas que permean el Cuarto Evangelio funcionan para enseñar a los lectores como leer el Evangelio correctamente: “Al leer, observando los encuentros y haciendo juicios sobre cada personaje, el narrador da forma a la respuesta que creemos estar dando por nosotros mismos y gana nuestra confianza al elevarnos por encima de los personajes a su posición.” Para seguir el Cuarto Evangelio, el lector debe ser capaz de reconocer la ironía. De acuerdo con Gail R. O’Day, Bultmann falló en reconocer la dinámica del proceso revelatorio en el Cuarto Evangelio porque él se enfocó en el mero hecho de Jesús como revelador en lugar de hacerlo en cómo la narrativa da forma y comunica la revelación. El lector debe seguir la estrategia textual de Juan, especialmente la ironía, para participar de la revelación. La ironía es una forma de expresarse en la que al lector se le pide sostener dos sentidos en tensión y, como resultado de moverse a través de esa tensión, arribar a lo que el autor intenta expresar: La ironía revela, pidiéndole al lector que emita juicios y tome decisiones sobre el valor relativo de los sentidos afirmados y pretendidos, metiendo al lector en su visión de verdad, de manera que cuando el lector finalmente entiende, él o ella viene a ser miembro de la comunidad que comparte esa visión, constituída por aquellos que también han seguido la guianza del autor. El Lector se convierte en la mujer en el pozo en la medida que a él o a ella se le pide que distinga los significados dobles y que avanze de un nivel de significado a otro. En el versículo 10, Jesús dice que sí la mujer supiera quien le está pidiendo agua, en una completa inversión de los papeles, le pediría a él “agua.” Pero la mujer no será capaz de interpretar correctamente “agua viva” hasta que ella reconozca la identidad del que habla. La clave de Jesús para su verdadera identidad “es una invitación tanto para la mujer y para el lector a asir ambos niveles de comunicación…y avanzar a través del nivel de la mujer hacia Jesús.” Al seguir la ironía del texto, por tanto, el lector participa en la revelación de Jesús. “La ironía es un excelente ejemplo de ésta participación por el tipo de respuesta de lector que acuerpa. Para seguir la ironía, uno debe participar e involucrarse creativamente con el texto. ” El Cuarto Evangelio no es sólo un reporte de Jesús como revelador sino una oportunidad para el lector de experimentar por sí mismo la revelación de Jesús. 5.2 Ejemplos Radicales: ¿Rechazo del Lector? Los lectores reales, como algo opuesto a lectores ideales, puede que sean menos simpatizantes de los peticiones del texto. De conformidad con ésto, existe una historia no sólo de recepción del texto sino también de rechazo del texto. 1. Resistiendo a Juan. Culpepper comenta que los lectores “danzan” con el autor quieran o no, y en el proceso ellos adoptan la perspectiva del autor en la historia. Pero no todos los lectores son tan sumisos como Culpepper cree; algunos prefieren dirigir en lugar de ser dirigidos. Willi Braun observa que algunos lectores no confían el autor implícito. Muchos se resisten a ser metidos en la ideología y punto de vista del narrador. Braun establece una estrategia de lectura de “oposición” que busca leer el Cuarto Evangelio desde la ventajose perspectiva de aquellos que pueden estar siendo marginados por el texto—los Judíos, por ejemplo. Estas implícitas víctimas de la ironía de Juan han venido ha ser víctimas reales del anti-semitismo Cristiano. Existe entonces un “enorme incentivo” para diferir de la ideología Juanina. La lectura puede saltar no sólo de la voluntad para poder, sino también de “la voluntad para limpiar espacio para uno mismo en contraste con un amenazante ‘fuerte’ texto.” 2. Demoliendo la ironía Juanina. Stephen D. Moore cuestiona la habilidad del texto para dirigir a los lectores a través de complicaciones y retrasos para comprender. El argumenta que su lectura, que es deconstructiva-feminista, es “más cercana” que aquella de los críticos conservadores de lector-respuesta. Su lectura es tanto sospechosa como escrupulosa por cuanto busca rigurosamente examinar cada oposición a la comprensión. La lectura deconstructiva es particularmente atenta de todo aquello que amenace el texto, o la interpretación, con incoherencia. Una hermenéutica de sospecha busca por tanto “envenenar el pozo” y así prevenir a los posibles lectores contra tragarse todo lo que el texto parece ofrecer. Moore reconoce que la aparente ironía del texto trafica con la incapacidad de la mujer para distinguir lo literal y material de lo figurativo y espiritual (v.15). La mujer es incosciente del sentido (y del agua) “de arriba.” Ella está hablando, y tomando agua “de abajo.” Como hemos visto, los críticos conservadores de lector-respuesta creen que la estrategia del texto es dirigir al lector a través de la ironía del sentido más bajo al “más alto.” Deconstrucción es el desmantelamiento de las oposiciones jerárquicas privilegiadas, tales como varón y hembra, espiritual y físico,figurativo y literal. Es tal oposición a más alto y más bajo lo que convierte a la mujer en el pozo en una “víctima” de la ironía de Jesús. Moore quiere que su lectura invalide las oposiciones del texto y mostrar que la percepción de la mujer Samaritana es superior a la de Jesús. Moore nota que el significado completo de “agua viva” no es dado en Juan 4. Jesús habla de sed y agua viva de nuevo en 7:37-38: “El que cree en mí, como dice la Escritura, ‘de su interior correrán ríos de agua viva.’” El narrador, en un comentario al margen, informa al lector que Jesús dijo ésto “del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (7:39). El lector es pues en una posición superior a la de la audiencia de Jesús, conociendo algo que ellos desconocían. Pero Moore apunta a que allí existe otro impedimento al sentido. “La figura del agua viva siendo bebida es interpretada como la recepción del Espíritu, pero su representación narrativa es pospuesta hasta más tarde: ‘pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.’” (7:39). Los temas de estar sediento y beber ocurren de nuevo en la escena de la crucifixión en una manera que para Moore “extrañamente hace eco” de su primera ocurrencia en el capítulo 4. En 19:28, sin embargo, es Jesús quien dice “tengo sed”—y ésto aparentemente es de literalmente agua terrenal, no agua viva! “Expectativas han sido inalterablemente levantadas y redirigidas de 4:10 y siguientes de lo mundano a lo supramundano. Jesús, fuente del agua figurativa, es ahora empujado en la misma condición de la sed literal que su discurso ha guiado a su audiencia a trascender.” Las aguas se tornan aún más fangosas para Moore cuando luego de satisfacer la sed física de Jesús (en sí misma un cumplimiento de la Escritura—19:28), él dice “Consumado es” y entregó--¿Qué? ¿Su espíritu? ¿El Espíritu? Moore comenta: “Satisfacer la sed física de Jesús en 19:30 es una llamativa y extraña pre-condición para la simbólica entrega de aquello que es diseñado para satisfacer la supra-física sed del creyente.” No sólo extraña, sino también contradictoria, dado que el mismo orden de lo espiritual y lo físico aparece haber sido invertido! El nivel literal, material, terreno, jerarquicamente reemplazado en Juan 4:7-14 y trasladado al segundo plano, es reafirmado enJuan 19:28-30 como la condición (sed física, muerte física) que capacita al Espíritu mismo, emblema y evidencia del orden supramundano (cf.14:17) para efectivamente llegar a ser. La oposición entre lo espiritual y lo físico en lo que la ironía del capítulo 4 depende es así derrocada desde dentro del texto—colapsada. El aparentemente superior término— agua viva, el Espíritu—es mostrado dependiendo para su existencia en el término inferior—agua literal. La muerte de Jesús es seguida por el regreso del “reprimido” –agua física— cuando el soldado traspasa el costado de Jesús. Con la muerte de Jesús, por tanto, el Espíritu (agua viva) es entregado y agua material fluye del costado de Jesús. ¿Qué debemos hacer de éste último movimiento? Moore sugiere que somos abandonados “con un símbolo (el flujo de agua) de una metáfora (agua viva) para el Espíritu.” El agua que fluye del costado de Jesús no es simplemente material ni simplemente espiritual; más bien es ambas literal y figurativa. Y, ¿Qué de la mujer Samaritana? En el análisis de Moore, ella está más cercana a la verdad sobre el agua, y sobre Jesús, que Jesús mismo. Mientras que Jesús presupone una dicotomía (y jerarquía) entre lo literal y lo figurativo, lo físico y lo espiritual, la mujer resiste esas oposiciones. Para ella el agua en el pozo es más que simplemente física; es el agua del pozo cabado por Jacob que ha permanecido por siglos—es simbólico. Lejos de ser la víctima de la ironía, por tanto, la mujer en el pozo ha correctamente reconocido que todas esas ironías construídas sobre oposiciones jerárquicas eventualmente sucumben. En tanto que mientras la mujer resiste la oposición entre literal y figurativo, ella deja detrás su maéstro varón. Tal lectura no es lo que el texto intencionó, pero está enterrado en la “inconciencia estructural” del texto. Moore argumenta que Jesús, en tanto que él equivocadamente piensa que lo espiritual es “mayor” que lo físico, es el mayor accidente irónico de éste desmantelamiento de la interpretación tradicional de Juan 4. La mujer en el pozo, lejos de ser una víctima de la ironía del autor, resulta ser la primera crítica deconstructora-feminista! 6. Conclusión: El Lector como Discípulo Somos abandonados con dos modos opuestos de lectura. ¿Cuál sigue el texto más de cerca: el que rechaza o el que respeta las intensiones del autor y las estrategias estructurales que lo encuerpan? Seguir un texto significa comprender la naturalez de actividad comunicativa. Seguir la ironía no es lo mismo que seguir el argumento, pero ambos son formas de respuesta del lector a estrategias textuales. Davies dice que lectores competentes del Cuarto Evangelio necesitan conocer las Escrituras y la historia de Jesús y deben ser parte de una comunidad confesante que vive (i.e. sigue) las percepciones del Evangelio. “Los lectores ideales de ésta narrativa son aquellos que pueden hacer el papel de las personas de las que se narra creyendo que Jesús es el Cristo.” Finalmente, con relación al sentido: ¿Los lectores lo encuentran o lo hacen? Albert Schweitzer concluyó su clásico La búsqueda del Jesús Horizontal con una imágen memorable sobre un pozo: Cuando los investigadores buscaron intensamente en el pozo dela historia de Jesús, se las arreglaron para ver sólo el reflejo de sus propias caras en el agua abajo. El lector en el pozo literario saldrá con una sed tan grande como nunca si, en busca del Jesús textual, en forma similar se descubre a sí mismo. Los lectores que se alimenta únicamente de sí mismo es muy probable que emerjan del proceso de interpretación sintiéndose no realizados. Es una cosa estudiar el agua del pozo, olerla, analizar su composición química, y una muy diferente es beberla. Alguien que constantemtne sospecha de la contaminación del agua del pozo y nunca toma de ella nunca satisfacerá su sed. El lector en el pozo, para ser alimentado, debe sacar del y tomar del texto. “Tomar” aquí significa aceptar y apropiarse. El lector tiene la responsabilidad de recibir el texto de acuerdo a su naturaleza y a su intención. Steiner describe una buena lectura como una que responde a su fuente, como resultando en un eco creativo al texto. Uno podría hacer muchas cosas con agua de un pozo; pero en el desierto del criticismo, una bebida debe ser recibida con gran deseo y agradecimiento. 7. Sugerencias para más Lectura 7.1 Libros escritos por Teorístas Seculares Criticismo Lector-Respuesta:De Formalismo a Pos-Estructuralismo, ed. Jane P. Tomkins (Baltimore: Universidad Johns Hopkins, 1980), es la mejor introducción al criticismo literario orientado hacia el lector. Contiene, además de la excelente contribución del editor (ix-xxvi), un gran número de los más importantes ensayos, todos escritos entre 1950 y 1980 que fueron instrumentales para el desarrollo del enfoque orientado hacia el lector. Los autores representados incluyen Wolfgang Iser y Stanley Fish. Tiene también una excelente y muy útil bibliografía anotada de 40 páginas. El Papel del Lector: Exploraciones en la Semiótica deTextos, por Umberto Eco (Bloomington: Universidad de Indiana, 1979), es una colección de nueve esayos tempranos escritos entre 1959 y 1978. La Primera Parte trata con textos “abiertos” (e.g., El Despertar de Finnegan de James Joyce), aquellos que invitan a la participación del lector en la producción de sentido y motiva muchas “decodificaciones.” La Segunda Parte trata con textos “cerrados,” los que resisten diversas decodificaciones y producen respuestas predeterminadas. La Tercera Parte se enfoca en cómo los códigos disponibles a los lectores determinanlo que el texto significa para ellos. Más recientemente, en Interpretación y Sobre-interpretación (Cambridge: Universidad de Cambridge, 1992), Eco ha reconocido una intencionalidad inherente en el texto mismo. En oposición a Richard Rorty, otro contribuyente de éste volúmen, Eco quiere distinguir entre “hacerlo útil” y “recibirlo correctamente”: “Si Jack el Destripador nos dijera que él hizo lo que hizo en base a su interpretación del Evangelio según San Lucas, yo sospecho que muchos críticos orientados hacia el lector se sentirían inclinados a pensar que él leyó a San Lucas en una manera muy contraria al sentido común” (24). Existe tal cosa como una mala interpretación, aunque Eco crea que se ha perdido de vista en años recientes porque los derechos del texto han sido eclipsados por los derechos del lector. El libro Presencias Reales de George Steiner (Chicago: Universidad de Chicago, 1989) argumenta que la creencia del lector en sentido es de hecho una apuesta a trascendencia. Esta confianza de que existe algo “en” lo que decimos ha respaldado la historia de la civilización Occidental pero ha sido abandonada por los críticos radicales de la respuesta del lector. Este poderoso y bellamente escrito libro es una elocuente apelación por una “ética del sentido común”: “Yo lo tomo como un hecho moral y pragmático que el poema, la pintura, la sonata, son anteriores al acto de recepción, de comentario, de valoración” (149-150). La prioridad del texto quiere decir la prioridad de la voz del Otro, una voz a la que le debemos una cortesía y respeto inicial. Igual que con otros invitados, debemos preguntar de dónde viene el texto: “El contexto temporal, histórico, del sentido, de forma articulada y ejecutiva, es integral a nuestras posibilidades de recepción y respuesta” (165). 7.2 Libros escritos por Eruditos y Teólogos Bíblicos Texto e Interpretación como Categorías del Pensamiento Teológico de Werner G. Jeanrond (New York: Crossroad, 1988). Werner formula un concepto triple de interpretación en diálogo con Gadamer y Ricoeur. Interpretación responsible involucra no sólo una comprensión del sentido textual y una explicación de la estructura textual, sino también una valoración o crítica del contenido textual. Gracias a éste último paso, el lectore viene a ser “éticamente activo”: los lectores deben hacer justicia tanto al texto y a su situación en el mundo. En el capítulo 2, Jeanrond introduce la útil noción de “género de lectura”: los lectores pueden leer textos en diferentes maneras. Lectura responsible quiere decir que la manera en que uno lee un texto debe ser adecuada al texto. Por ejemplo, el lector no atento que ignora el carácter teológico del prólogo de Juan y que asume “que el texto ofrece una simple ‘narrativa biográfica’ actua irresponsablemente” (126). Hermenéutica Bíblica: Hacia una Teoría de la Lectura como la Producción de Sentido, de J. Severino Croatto (Maryknoll, New York: Orbis, 1987), es un buen ejemplo de cómo el criticismo orientado hacia el lector puede ser puesto a trabajar en la teología de liberación. Croatto ve la Biblia como una palabra viviente que puede derretir la historia a través de nuevas, y creativas lecturas. Lo que es relevante “no es ‘lo que quedó atrás’ del texto, sino su ‘adelante,’ su ‘frente’—lo que sugiere como mensaje pertinente para la vida del que lo recibe o lo busca” (50). Croatto mantiene que lo que abre el sentido de los textos bíblicos es ser leídos en el contexto de una nueva praxis, o sea, en el contexto de la lucha contra la opresión. El contexto de Pablo pasó ya hace mucho, pero el texto sobrevive. Leer es el proceso de recontextualizar el texto para hoy. La Responsabilidad de la Hermenéutica, un esfuerzo interdisciplinario de Roger Lundin, Clarence Walhout, y Anthony C. Thiselton (Grand Rapids: Eerdmans, 1985) que mira a la lectura y escritura como acciones humanas que nacen dentro de contextos específicos: “Componer e interpretar textos es entrar en una acción responsable” (ix). El interés por una acción correcta lleva a los autores a hacer propuestas relacionadas a la ética de la interpretación. La carga del libro es articular un enfoque a la lectura que evite los extremos del “objetivismo” por un lado y del “subjetivismo” por el otro. Walhout propone un modelo de literatura como acción para proveer una conección intrínsica entre texto y contexto: “Porque los textos son objetos producidos por acciones, uno puede hablar ‘objetivamente’ sobre un texto sólo en el marco de las acciones que lo produjeron” (43). Thiselton considera las parábolas como actos de expresión que atacan, reprenden, y retan al lector: El texto bíblico “realiza una variedad de acciones en el lector, y el repertorio de respuestas interpretativas del lector en sí mismas constituyen un rango variado de acción. Pero no todos los actos interpretativos de lectura son igualmente responsables” (112). ¿Existe Algúnn Significado en éste Texto? La Biblia, el Lector, y la Moralidad del Conocimiento Literario de Kevin J. Vanhoozer (Grand Rapids: Zondervan, por publicarse). Explora las presunciones filosóficas (metafísicas, epistemológicas, y éticas) detrás de los debates relacionados con realismo hermenéutico, racionalidad, y responsabilidad. La Primera Parte examina las maneras en que la deconstrucción y el criticismo radical de la respuesta del lector “desarman” las nociones de autor, texto, y lector. La muerte del autor quiere decir que no existe nada para proveer un ancla al sentido textual. El texto, como un sistema de señal libremente flotante, viene a ser así una víctima muy fácil de la interpretación ideológica. La Segunda Parte busca “redimir” al autor, al texto, y al lector viendo al sentido como algo que la gente hace—como diversas clases de acciones comunicativas. El autor retorna como un agente comunicador, el texto como un acto estructurado gobernado por una racionalidad comunicativa, y la lectura como una actividad respondiente y responsible actividad gobernada por ética comunicativa. La “moralidad” de la interpretación del texto es en últim análisis basada en teología. “Una comprensión que busca fe” se aplica al trabajo de interpretación y teología por igual. Si nos acercamos al texto sin fe, y amor, nos alejaremos tan vacíos como llegamos. Consecuentemente, el lector debe ser un “creyente.” 7.3 Libros Utilizando Este Enfoque a Textos del Nuevo Testamento El Texto Abierto: ¿Nuevas Direcciones para Estudios Bíblicos? Ed. Francis Watson (Londres: SCM, 1993), es una estimulante colección de ensayos por eruditos bíblicos y teólogos unidos en su creer que el método histórico-crítico falla en hacerle justicia a la “completa realidad” de los textos bíblicos. Lo que se necesita es una variedad de enfoques—una “hermenéutica pluraista.” Muchos capítulos—notablemente aquellos por Mark G. Brett, Francis Watson, Werner Jeanrond, y Frances Young—exploran los varios intereses que lectores traen al texto. Algunos de éstos intereses son “interpretativos” (e.g., intereses en alcanzar la meta de una hermenéutica particular—estructuralista, respuesta del lector, etc.), otros son “ideológicos” (e.g., intereses en uso del texto en apoyo de un programa en particular). ¿Qué tan abiertos quieren ser los autores? ¿Deben evitarse algunas direcciones en estudios bíblicos? Este volúmen sobresale en la exploración de nuevas posibilidades para leer la Biblia, pero sólo levanta la pregunta de cuáles metas interpretativas son éticamente defendibles. Un capítulo final indaga, a la luz del criticismo de la respuesta del lector, sobre el futuro del comentario bíblico: “¿Puede el comentario ser mantenido distinto del arma propagandística?” Criticismo Literario y los Evangelios: El Reto Teorético por Stephen D. Moore (New Haven: Universidad Yale, 1989), es la mejor introducción a los enfoque críticos de la respuesta del lector al Nuevo Testamento ahora disponibles. El la Primera ParteMoore marca el desarrollo del criticismo de la respuesta del lector a partir del criticismo literario y, en particular, a partir del análisis narrativo. Moore ofrece un exámen comprensivo y una evaluación de libros y artículos que usan métodos orientados al lector para interpretar los Evangelios. En la Segunda Parte él recuenta la historia del lector del Evangelio del estudio de 1977 de Robert Tannehill “Los Discípulos en Marcos” (la primera apropiación de exégesis del Nuevo Testamento por el criticismo de respuesta del lector) a su propia lectura deconstructiva del Evangelio de Juan. De importancia particular es la distinción que hace Moore entre enfoques que enfocan en los lectores históricos, en lector en el texto, y en lectores reales (contemporáneos). El libro incluye un glorsario muy útil de términos técnicos y una igualmente útil bibliografía. Traducido por: Rodrigo Chavarría G. San José, Costa Rica 2 David J. A. Clines, “ Possibilities and Priorities of Biblical Interpretation: An International Perspective ,” Biblnt 1 (1993) 75. 3 Roland Barthes, “Death of the Author,” en The Rustle of Language (New York: Hill y Wang, 1986) 53 – 55. 8 Jeffrey Stout, “What is the Meaning of a Text?” NLH 14 (1982) 6. 9 Clines, “Possibilities and Priorities,” 78. 10 Stephen D. Moore, Literary Criticism and the Gospels (New Haven: Yale University, 1989) 66. 11 Umberto Eco, The Role of the Reader: Exploration in the Semiotics of Texts (Bloomington: Indiana University, 1979). 12 Clines, “Possibilities and Priorities,” 80.
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