Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
VENCIENDO EL TEMOR LA PREOCUPACIÓN Y LA ANSIEDAD Elyse Fitzpatrick Co-autora de “Mujeres Aconsejando a Mujeres” Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 Publicado por: Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org ISBN 978-1-629462-35-6 Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Harvest House Publishers (990 Owen Loop North, Eugene, OR 97402-9173) para traducir e imprimir este libro al español, Overcoming Fear, Worry, and Anxiety, by Elyse Fitzpatrick. Copyright © 2001 por Elyse Fitzpatrick. All Rights Reserved. Published by Harvest House Publishers, Eugene Oregon 97402. © 2012 Todos los Derechos Reservados, Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español por Cynthia Piñeda Canales. Diseño de la portada por Small Reflections, artista Greg Warner Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación de datos que la pueda reproducir o transmitir en alguna forma o por algún medio ya sea electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro, excepto citas breves en reseñas impresas sin el permiso previo del editor. © Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Contenido Reconocimientos Introducción Un Sombrerero Verdaderamente Loco: Paralizada por el Temor Capítulo 1 Entendiendo Cómo Funciona el Temor Capítulo 2 Héroes de la Biblia Que Lucharon Contra el Temor Capítulo 3 Reemplazando Tus Temores con el Poder de Dios Capítulo 4 Cuando Sientes Que Estás Perdiendo el Control Capítulo 5 Temiendo a la Gente Que Nos Rodea Capítulo 6 El Temor Causado por el Perfeccionismo Capítulo 7 Dios Realmente Te Cuida Capítulo 8 La Seguridad de la Soberanía de Dios Capítulo 9 El Temor Que Resulta En Bendiciones Capítulo 10 Lo Opuesto al Temor: el Amor Capítulo 11 Fortaleciéndote En la Gracia Capítulo 12 El Poder de Dios Se Manifiesta en Mi Debilidad Apéndice A Cómo Puedes Saber Si Eres Creyente Apéndice B Filtrando Tus Pensamientos Apéndice C Otros Títulos de Publicaciones Faro de Gracia Reconocimientos Cada frase de este libro es un mero reflejo de la misericordia de Dios al rodearme de personas piadosas que conocen la verdad y saben cómo aplicarla a la vida. Entre estas personas están Jay E. Adams, George Scipione de The Institute for Biblical Counseling and Discipleship, el personal de The National Association of Nouthetic Counselors, The Biblical Counseling Foundation y The Christian Counseling and Educational Foundation. Dondequiera que este libro sea preciso simplemente es por la fusión de lo que he aprendido de ellos. Dios también me envió consuelo en amigos que constantemente oraron por mí y me alentaron. Primeramente entre estos amigos están Anita Manata, Donna Turner, Julie Pascoe, Hannah y Barbara Duguid, Jason y Kristin Barrie, Betsy Smith, Bonnie Graham y Eileen Scipione de IBCD y la querida gente de North City Presbyterian Church. Como siempre, el personal de Evangelical Bible Book Store, particularmente John Hickernell, quien ha sido una ayuda invaluable. Mi editor, Steve Miller de Harvest House, es un preciado amigo y ha sido una fuente constante de aliento. Los que más se han sacrificado son mi familia y en particular mi paciente y amoroso esposo, Phil. Gracias, querido. James, Cody y Jessica, Joel y Ruth y Wesley y Hayden han esperado pacientemente mientras pasaba horas encerrada en mi oficina. Queridos, si este libro ayuda a alguien, ustedes saben que tuvieron parte en él. Y, por supuesto, otra vez gracias Mamá por toda tu inspiración y tu útil corrección. James, Joel, Cody, Wesley y Hayden Que mis hijos y sus hijos estén llenos del temor del Señor, y permanezcan fuertes en la verdad que los capacitará para conducirse como hombres. Introducción Un Sombrerero Verdaderamente Loco: Paralizada por el Temor El auditorio estaba lleno de los orgullosos padres de los más prometedores estudiantes de arte dramático del condado. Tras bambalinas, los miembros de cada grupo de actores repasaban a toda prisa sus diálogos, preparándose para su turno de competir. “Son los próximos,” dijo nuestra maestra, la Sra. Archer. “Sólo recuerden lo que hemos trabajado y… rómpanse una pierna.” Todos sonreímos sabiendo que la frase “rómpanse una pierna” era una manera de hablar en el medio artístico para decir “buena suerte.” No pensamos que necesitáramos suerte; habíamos repasado tantas veces esos diálogos que parecían un acto reflejo para nosotros. Nos sentíamos confiados — y ¿por qué no? Después de todo, éramos los mejores. Los cinco, actores y actrices que dramatizábamos la famosa fiesta para tomar el té de Alicia, salimos al escenario, la multitud guardó silencio y las luces se encendieron. “Me encanta tomar el té,” me dijo Alicia a mí, el Sombrerero Loco. Mientras ella estaba sentada ahí mirándome, esperando a que respondiera con mi diálogo, algo totalmente espantoso sucedió. De repente me sentí que estaba viendo la escena como un espectador—todo se puso borroso y parecía como si estuviera perdiendo contacto con la realidad. En el fondo de mi mente sabía que debía estar haciendo algo. ¿No había algo que debía decir? Mientras los segundos que parecían horas pasaban, me desorientada más y más. Mis manos estaban sudando y mi corazón latía con fuerza. Sentía que me iba a desmayar. En algún lugar del fondo de mi mente vagamente escuchaba a mi maestra susurrar frenéticamente mis diálogos desde fuera del escenario. ¿Se suponía que debía decir esos diálogos? Ni siquiera podía recordar cómo hablar. Nada de lo que estaba pasando a mi alrededor tenía sentido. “Me encanta tomar el té,” me dijo otra vez Alicia, esta vez mirándome. Yo quería responder para hacerla feliz, pero muy dentro de mi corazón no podía entender lo que ella quería. No sabía quién era yo o qué estaba haciendo ahí con todas esas luces sobre mí. La audiencia comenzó a murmurar. Mis compañeros actores y actrices me miraban con incredulidad. Sólo estaba sentada ahí, al otro extremo de la mesa, aturdida. ¿Quién era yo… qué me estaba pasando? En lo único que podía pensar era en cómo escapar. Así que sólo me puse de pie y deambulé fuera del escenario. Entonces el resto del elenco, humillados y furiosos, me siguieron. Sabes, puedo recordar impresionantemente esa escena a pesar de que ocurrió hace 30 años. Está congelada en mi mente con todas las otras grandes humillaciones de mi vida. Me gustaría decirte que fui tras bambalinas, me recuperé y rápidamente continué con nuestra presentación, pero ésa no sería la verdad. No, de hecho, ese fue el fin de mi gran oportunidad para llegar al “estrellato,” al igual que el fin de algunas amistades de mi clase de arte dramático. Ese día me sentí más como un Sombrerero Loco de lo que siempre hubiera querido. El temor es increíblemente poderoso, ¿no es cierto? Puede borrar tu memoria y hacer que tu corazón lata fuerte. De hecho, te puede paralizar. Puede hacer que un soldado entrenado se convierta en un niño que llora, tal como el aterrado soldado de infantería de la película Salvando al Soldado Ryan. Él sabía que debía levantarse y salvar a su compañero pero se sintió completamente incapaz de moverse. Mientras pasemos tiempo juntas examinando nuestros temores y ansiedades, voy a compartir más de estos momentos contigo — tanto de mi propia vida como de la de otros. Desde las grandes humillaciones hasta las pequeñas y molestas ansiedades que bailan como espectros alrededor de los límites de nuestros pensamientos, quiero que sepas que no estás sola. Sé lo que es permanecer despierta en la noche con ese sentimiento de aprensión pensando, Las cosas son demasiado buenas, esto no puede durar, o ¡Las cosas están tan mal, esto nunca cambiará! Sé lo que es preocuparse, sentir los músculos de mi cuello tensos y mi estómago revuelto. He pasado días luchando con el pensamiento de que todo está al borde del colapso.He dejado que mi mente recorra cada vericueto— imaginando que los niños están muertos o que mi esposo ya no me ama o que tengo alguna terrible enfermedad o…y así sin parar. En respuesta a estos pensamientos llenos de temor, he dicho y hecho algunas cosas muy tontas. Algunas de ellas, en retrospectiva, son en realidad muy chistosas, mientras que otras han dejado huella de consecuencias tristes. A propósito voy a compartir contigo muchos de estos incidentes personales para que puedas ver que todas nos parecemos en nuestras respuestas emocionales. También voy a compartir algunas historias de mujeres que he aconsejado— mujeres como tú y como yo. Lo voy a hacer porque quiero que sepas que no estás sola. De hecho, eso es exactamente lo que la Biblia enseña: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana…” (1 Corintios 10:13). Los temores que tú y yo enfrentamos realmente no son del todo únicos; este versículo enseña que todas estamos casi en el mismo barco. Aunque el enfoque y la intensidad de nuestros temores puedan ser diferentes, toda persona que ha vivido ha tenido que luchar con ellos. Tal vez desde tu perspectiva no parezca de esa forma, pero incluso ésas que parecen ser las más valientes entre nosotras han tenido que vencer el temor. Aquel Que Venció el Temor Éste no es sólo un libro sobre nuestras luchas y fracasos comunes. Aunque nos es útil saber que no estamos solas, me doy cuenta que tener conciencia de ese hecho no nos ayudará a vencer el problema. Los pasajeros del Titanic hubieran estado felices de poder tomar la mano de alguien, pero al final eso no detuvo que el barco se hundiera bajo las aguas glaciales. No, tal como ellos, nosotras necesitamos a alguien lo suficientemente fuerte para rescatarnos de la oscuridad de la noche y del frío aterrador que amenaza con paralizar nuestras almas. Necesitamos a alguien que sea más fuerte que nuestros temores. Jesucristo es ese alguien. Él es el único que conoce íntimamente todos nuestros pensamientos y temores. Él es el único capaz de liberarnos. Esto se debe a que Él ha enfrentado por nosotras el mayor de todos los temores— el temor a la muerte y a la separación de Dios— y ha salido victorioso. La Biblia enseña que una razón por la que Él abandonó el cielo y vino a la tierra fue para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). Nuestros temores son como cadenas alrededor de nuestros corazones —nos paralizan, atrapan y esclavizan. Pero Jesucristo tiene la llave que puede abrir y hacer desaparecer todos tus temores. Él puede hacer esto porque Su amor es más poderoso que tus temores. Su plan es enseñarte, alentarte y transformarte en una persona que confíe en Él— incluso frente a tus preocupaciones y ansiedades más difíciles. No promete hacerte perfecta aquí en la tierra, pero sí promete trabajar poderosamente en tu corazón ahora y finalmente, en el cielo, liberarte por completo de todo temor. La promesa de Jesús está disponible para cada creyente. No supongas que este libro está escrito sólo para personas que tengan un conocimiento profundo de la Biblia. La clave es que tú eres una hija de Dios, una que ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal y su Señor. Si no estás segura si eres cristiana o no, detente ahora y ve al apéndice A en la parte posterior de este libro. Allí descubrirás el plan de Dios para hacerte una nueva persona. Sólo piensa—quizá Dios usará tu lucha con tus temores para llevarte a Él. No tengas miedo de que Dios te rechace si no entiendes todo sobre la vida cristiana. Si sabes que necesitas un Salvador, entonces Él te está llamando hoy. El Viaje Hacia la Libertad Desde el día que me alejé aturdida del escenario hace muchos años, Dios ha transformado mi vida. He hablado frente a grandes multitudes y he hecho muchas entrevistas por radio y televisión. Reconozco que este cambio es resultado del poderoso trabajo de Dios en mi vida. No te estoy pidiendo que pongas tu confianza en mí o en mis palabras. Puedo ver cómo he crecido gracias a la bondad de Dios en mi vida, pero todavía soy débil de muchas maneras. Lo que he escrito aquí no lo ofrezco como respuesta a todos tus problemas, pero te indicará quién sí lo es. Así que, ¿por qué no comenzar este viaje a través de este libro pidiéndole a Dios que te ayude a poner tu confianza en Él? Después de todo, Él es el único que ha conquistado al temor y a la muerte y es el único que puede transformarte. Él es El Que Cambia el Corazón y está más interesado en liberarte de lo que quizá sepas. Así que, inclina tu corazón ante Él, pon manos a la obra y comencemos nuestro viaje hacia la libertad. Capítulo 1 Entendiendo Cómo Funciona el Temor “Somos criaturas tan extrañas que es probable que nos dolamos más con los golpes que nunca caen sobre nosotros que con aquéllos que realmente caen.”¹ — Carlos H. Spurgeon Autor y predicador británico del siglo diecinueve Había conocido a Kathryn por varios años antes de que viniera a hablar conmigo. Kathryn parecía una mujer confiable y trabajadora con una fe firme. Aunque era tímida, obviamente hacía verdaderos esfuerzos por mantener amistades en nuestra iglesia y en la comunidad. Al comenzar nuestro tiempo juntas, me enteré de problemas en su vida que nunca antes había sospechado. Kathryn me dijo que se estaba volviendo cada vez más temerosa y que le preocupaba estar desarrollando agorafobia. Agorafobia es el nombre que comúnmente se le da a una manera de responder a la vida que lleva a evitar ciertas actividades o situaciones. Un agorafóbico busca evitar cosas como manejar, hacer cola, comprar o asistir a mítines o reuniones sociales y hasta negarse a salir de casa. Mientras Kathryn seguía compartiendo su historia conmigo, vi qué doloroso era para ella admitir que le daba miedo ir de compras a nuestro centro comercial techado. ¿La razón de su temor? Temía quedar atrapada muy lejos de una salida y que esto le produciría náuseas y vómitos. El temor de Kathryn se había vuelto una soga alrededor de su cuello que diariamente la apretaba y la mantenía atada más y más cerca de casa. Kathryn estaba experimentando la verdad de las palabras de Spurgeon: “nuestros temores infundados son nuestros principales verdugos.”² Kathryn sabía que su temor era irracional, sobre todo porque lo que ella temía— vomitar en el centro comercial—realmente nunca le había pasado. La culpa empeoraba su confusión porque sentía que le estaba ocasionando problemas a la familia y, en particular, a su esposo. También creía que sus temores irracionales eran pecaminosos, así que estaba preocupada por su salvación y pensaba que era una decepción para el Señor. ¿Qué estaba pasando en la vida de Kathryn? ¿Tenía acaso algún extraño problema místico? ¿Sólo necesitaba orar y leer más su Biblia? ¿Podía incluso encontrar en la Biblia respuestas concretas a su problema? ¿Cuál era exactamente esta emoción que parecía dominarla y de donde provenían estos sentimientos? Entendiendo el Lado Físico del Temor En los próximos capítulos vamos a examinar con detenimiento el temor, sus causas y sus consecuencias. Vamos a considerar lo que la Biblia dice de porqué nos volvemos temerosas y cómo superar nuestros temores. Pero primero comencemos dando un vistazo al lado físico de esta emoción.³ Como todas nuestras emociones, el temor se experimenta tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo, provocando intensas respuestas físicas. Físicamente el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. Porque Dios nos ama, nos creó con la habilidad de responder rápidamente al peligro. Aquí está un ejemplo: Imagina que tu auto se apagó en una vía del tren. Escuchas un silbido y alzas la vista y ves que un tren se dirige justo hacia ti. Tan pronto como estos hechos se registran en tu cerebro, tu cuerpo automáticamente se pone en “hiperactividad.” Tu cerebro recibe la advertencia de que el peligro es inminente y le ordena a tu cuerpo que rápidamente libere varias hormonas, incluyendo adrenalina.Una vez que estas hormonas son liberadas en el torrente sanguíneo, de inmediato sucederán ciertos cambios físicos. Tus músculos se tensarán para prepararte para la acción. Tu ritmo cardiaco y tu respiración se acelerarán para darte oxígeno y fuerza extras. Incluso tu visión y tu audición se agudizarán. Tu pie pisará el pedal del acelerador hasta el fondo y te moverás más rápido de lo que pensaste que fuera posible. Todos estos cambios ocurrirán instantáneamente, en una fracción de segundo. Siempre que nos enfrentamos al peligro es fácil ver cómo la gracia de Dios alcanza hasta la forma como fuimos creadas. Los atributos físicos que nos ayudan a protegernos del peligro son realmente un buen regalo, ¿o no? El diseño de Dios de nuestro cuerpo es impresionante, como lo dice el Salmo 139:14, “porque formidables, maravillosas son tus obras”. Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas para que podemos sobrevivir en lo que a veces es un mundo peligroso. Te habrás dado cuenta que dije que el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. A propósito definí el temor de esa manera porque algunas veces nuestras mentes perciben o imaginan un peligro que realmente no está ahí. Todo el mundo ha experimentado la sensación de despertar de una pesadilla con el corazón latiendo rápido y respirando aceleradamente. En estos momentos, el peligro al que nuestro cuerpo está reaccionando está completamente en nuestra mente. A pesar de esto, nuestro cuerpo responde como si enfrentáramos una amenaza real. Como puedes ver, nuestras mentes sí afectan nuestros cuerpos de maneras muy poderosas— y Kathryn admitía esto. El temor de Kathryn de vomitar en el centro comercial era irracional. Aunque su temor era infundado, su cuerpo no podía diferenciar entre las alarmas verdaderas y las falsas. Sólo respondía de la manera en que se suponía que debía hacerlo. No importaba que el peligro no se justificara. Siempre que iba al centro comercial tenía miedo de experimentar todos los cambios físicos a los que les tenía temor y esto la hacía sentir náuseas y la convencía de que probablemente perdería el control y se sentiría avergonzada. Como ves, realmente tenía miedo de tener temor. Nuestros cuerpos no sólo responden al miedo equipándonos para evitar o atacar el peligro; también hay ocasiones en que los químicos de nuestro cuerpo actúan en nosotras de maneras más sutiles. Si estamos ocupadas atendiendo otro asunto o si estamos acostumbradas a movernos en altos niveles de estrés, a veces no nos daremos cuenta de lo cambios que se dan. No sabremos lo que está pasando en nuestros cuerpos hasta que pase algún incidente que los haga evidentes. Disculpe, Mis Ansiedades Se Están Manifestando Mi esposo Phil y yo vivimos en San Diego, California, una ciudad en la frontera de Estados Unidos y México. Hemos hecho muchos viajes a México y siempre me da miedo cruzar la frontera de México de regreso a Estados Unidos. En este punto fronterizo, tan cruzado en el mundo, las filas casi siempre son largas y la espera para llegar al punto de control es tanto tediosa como angustiosa. En una ocasión en particular, cuando mi esposo y yo cruzábamos la frontera de vuelta a los Estados, ambos recibimos toda una sorpresa. Parte de la rutina que los oficiales de la Patrulla Fronteriza practican es preguntarles a los viajeros dos cosas: ¿Cuál es su nacionalidad? y ¿Qué trae de México? Ambos Phil y yo respondimos “Norteamericana” a la primera pregunta y entonces yo respondí “Fruta” a la segunda. ¡No se pueden imaginar nuestro susto a mi respuesta! La razón era porque no llevábamos ninguna fruta de México y sabíamos que cruzar fruta por la frontera era ilegal. Ambos sólo nos quedamos sentados ahí, horrorizados y sorprendidos, con nuestras bocas abiertas. Finalmente recuperé mi compostura y dije, “Quiero decir, nada.” Afortunadamente el oficial simplemente me miró como si estuviera loca y nos dio la señal para que pasáramos. Todo el camino a casa Phil me siguió observando de reojo— ¡creo que pensaba que él sabía dónde estaba la verdadera fruta! En este incidente ligeramente divertido, no sabía qué tan miedosa y estresada me ponía al cruzar la frontera hasta que mis acciones me hicieron consciente de ello. Este incidente me abrió los ojos a mi nerviosismo innecesario en la frontera y también a mi ceguera hacia mi verdadero estado emocional. El Círculo Vicioso El temor no sólo afecta tu cuerpo y tu comportamiento, lo contrario también es cierto. Si eres una persona con una predisposición a reaccionar de forma temerosa, será más probable que experimentes los síntomas físicos del temor si bebes demasiada cafeína, consumes demasiada azúcar o no descansas o te ejercitas lo suficiente.⁴ Si por lo general te sientes estresada por tus responsabilidades o temerosa por tu vida, no te sentirás cómoda descansando y probablemente no te darás el tiempo para comer correctamente o ejercitarte. La incapacidad de relajarte o de dormir profundamente agudizará tu sensibilidad a la aprensión y al peligro provocando que se libere más adrenalina en tu cuerpo que, a su vez, puede causar incluso más problemas de sueño. Tomar cafeína para vencer la sensación de cansancio y pereza causada por la falta de sueño simplemente empeorará el problema. Desde esta breve perspectiva general, puedes ver con qué facilidad el temor puede empezar un círculo vicioso de pensamientos fuera de control, respuestas físicas, imaginaciones y atención descuidada del cuerpo que sirven para traer más temor y agudizar las respuestas físicas. Es fácil ver cómo los resultados del temor pueden crear mayor temor, llevando a una total esclavitud. El Temor Es Crónico Juana, una mujer que luchaba con el miedo crónico, trabajaba como asistente de enfermera certificada en una casa de reposo de la zona. Como Kathryn, tenía una fe sólida en Dios y quería agradarlo. Vino para platicar conmigo porque estaba teniendo problemas en su trabajo. Se dio cuenta que cada vez que entraba al cuarto de un paciente gravemente enfermo, se sentía abrumada por el terror. Su cuerpo reaccionaba con síntomas como fuertes latidos, dolor de pecho, falta de aire y debilidad. Le aterraba desmayarse o atemorizar a su paciente o de alguna manera lastimarlo. Sentía que estaba fuera de control y pensaba que podía estarse volviendo loca. Podía decir que realmente disfrutaba su trabajo pero le daba miedo tener que cambiar de carrera. De hecho, sus problemas con algunos pacientes se habían vuelto tan graves que habían provocado resentimientos con otras enfermeras asistentes y conflictos con su supervisora. Mientras analizábamos sus dificultades, dijo que había tratado de superar sus temores orando cada mañana y pidiéndole a Dios que la ayudara a no pensar en su miedo. No estaba consciente de ningún pensamiento de temor que desencadenara sus sentimientos de pánico; parecía que sólo salían de la nada. El temor, como todo lo demás en la vida, puede volverse crónico. De hecho, se puede convertir en un hábito tan arraigado que realmente parece que sale de la nada. Las personas que han experimentado lo que comúnmente se conoce como ataques de pánico reportan sucesos repentinos de intensa ansiedad que parecen no tener ninguna base en sus pensamientos. Esta intensa experiencia puede parecer tan misteriosa y desconcertante que el temor a ella fácilmente se puede volver un factor que controle la vida de quien la padece. Déjame ilustrarte cómo las respuestas emocionales pueden volverse crónicas.⁵ Piensa en el proceso de bajar las escaleras. Cuando usas las escaleras por primera vez estás consciente de cada escalón y miras con cuidado a dónde vas para no caerte. Pero si las escaleras se vuelven parte de tu rutina diaria, rápidamente desarrollarás el hábito de bajarlas sin pensar. Incluso puedes tener una conversación o llamar a alguien por tu celular mientras vas de un lado a otro por los escalones en los cuales una vez tuviste que concentrarte. Con el tiempo ni siquiera estarás consciente de ellos. De hecho, si eres deportista,los tomarás de dos en dos o de tres en tres al mismo tiempo. O incluso podrías sentarte en el barandal y deslizarte sólo por diversión. Ahora, si en tu primer intento de bajar las escaleras hubieras imaginado lo que hubiera sido brincar desde arriba hasta abajo de un salto, entonces probablemente hubieras sentido temor y habrías desarrollado sentimientos de nerviosismo mientras realmente bajabas. Si tu temor hubiera persistido, podría haberse vuelto crónico. Aunque en tu mente sabes que tu temor es irracional, aun así, tendrá un efecto en ti por la manera en que has dejado que tu imaginación influencie tu percepción. Ahora, en nuestro proceso de pensamiento, un ataque de pánico es como brincar del escalón de arriba al de abajo. En vez de considerar una situación paso por paso (como lo deberíamos hacer al bajar por las escaleras) rápidamente saltamos de nuestro pensamiento inicial al pánico descomunal. Por ejemplo, Juana se sorprendió cuando recordó que la primera vez que había experimentado un sentimiento de pánico había sido cuando trataba de cuidar a su padre que estaba crónicamente enfermo y era demasiado demandante. Lo amaba y tenía miedo de desagradarlo o hacerle daño al darle la medicina equivocada. De joven respondía con miedo a las situaciones en las que tenía que cuidar a alguien. Al meditar en su niñez se percató de que había escogido la enfermería porque disfrutaba ayudar a otros y todavía albergaba inquietudes por cometer un error o que los demás la desaprobaran. No estuvo consciente de sus temores durante sus años de adolescente o universitaria, pero cuando regresó a cuidar a personas gravemente enfermas, respondió justo como lo había hecho de niña. Puedes ver cómo el temor de Juana, aunque irracional en su situación, tenía su origen en el pensamiento racional y la experiencia. Mientras hablábamos, Juana recordó otra situación que parecía pertinente. Cuando por primera vez fue a trabajar a la casa de reposo donde le dieron empleo, de repente a uno de sus pacientes le dio un paro cardíaco. Juana respondió correctamente y le avisó a su supervisor, pero después recreó el incidente una y otra vez en su mente. La perseguían pensamientos como, ¿Y si el hombre hubiera muerto? ¿Y si el supervisor no lo hubiera podido ayudar? ¿Era yo la responsable de su problema? ¿Cómo podría alguna vez enfrentar a la familia de un paciente o a mí misma si el paciente moría? Estas preguntas, y otras como esas, plagaron sus pensamientos por varios días hasta que el incidente desapareció de su memoria. No fue sino hasta que comenzó a luchar con los ataques de pánico junto a la cama de sus pacientes que fue consciente del poderoso efecto que esta prematura experiencia había tenido en ella. Las personas que sufren de ataques de pánico muchas veces reportan sensaciones similares. Parece que sin ninguna premeditación o advertencia el cuerpo comienza a bombear adrenalina. Eso hace que los ataques de pánico y ciertos tipos de fobias, como el miedo a las alturas o a los espacios cerrados, sean tan difíciles de entender. La mayoría de las víctimas no están conscientes de los pensamientos de predisposición que originan la sensación de temor. Sólo parecen venir de la nada. Sin embargo, en vez de ser terriblemente misteriosos, la verdad sobre los ataques de pánico y los temores es realmente fácil de entender. Las personas los experimentan porque han desarrollado un hábito. Cuando se encuentran en una situación dada, ni siquiera tienen que pensar en sus temores—sólo reaccionan. La mente trabaja tan rápida y habitualmente que mentalmente saltan del escalón más alto hasta el más bajo sin ningún esfuerzo. Esto, a su vez, los hace pensar que sus emociones están fuera de control o que se están volviendo locos. Entonces comienzan a tratar de evitar estas situaciones “fuera de control,” lo que permite que el hábito se vuelva más y más paralizador. Algunas personas luchan con los temores en situaciones sociales. Temen que dirán o harán algo que parecerá tonto y por eso las evitan. Otros tienen temores a la enfermedad o a la muerte, mientras que otros tienen el temor de hablar con extraños o frente a grandes audiencias. Algunas personas evitan las relaciones íntimas, a pesar de que están solas y desean estar casadas, sólo porque tienen miedo de cometer un error o sentirse decepcionados. Existen tantas formas de temor como situaciones en la vida. Los Rostros de Nuestros Temores Como puedes ver, la predisposición de una persona para ser temerosa puede estar motivada por una combinación de factores. Primero, parece que algunas personas, por su personalidad básica, están más inclinadas en esta dirección que otras. En los próximos capítulos analizaremos con más detenimiento los factores de nuestra personalidad que nos hacen temerosas. Algunas personas parecen tener cuerpos sensibles que reaccionan de manera más extrema al temor o que están más conscientes de los cambios que ocurren en sus cuerpos. La historia personal también juega un papel importante en la habilidad que una persona tiene para manejar los problemas de la vida. Si creciste con padres temerosos—una madre que siempre huía de las dificultades de la vida o un padre que se ocultaba— entonces probablemente seas más temerosa. Si creciste en un hogar donde existía un alto nivel de abuso o deshonra o donde sentías que nunca podías complacer a nadie, probablemente lucharás. Pero la historia de tu niñez no es la única historia importante que tienes. También tienes tus experiencias como adulto, que en algunos casos son más importantes que las que tuviste de joven. Por ejemplo, si te costó trabajo conseguir un empleo, entre más entrevistas sin éxito hayas tenido, más temerosa te volverás de conocer personas o intentar vender tus habilidades y, por lo tanto, tendrás más problemas para conseguir trabajo. Finalmente, todas somos producto de cómo hemos respondido a la vida que Dios ha marcado para nosotras. Algunas de nuestras respuestas pueden haberse dado en un espíritu de fe, mientras que otras brotaron de la incredulidad. Como analizaremos en los próximos capítulos, nuestra relación con el Señor, particularmente nuestro entendimiento de quién es Él y lo que significa Su Palabra, harán la diferencia en cómo manejemos las situaciones de la vida y nuestros temores. Nuestra Herencia Común La experiencia humana del temor no es nada nuevo. Aunque probablemente se discuta más hoy porque vivimos en la era de la información, el temor ha andado por ahí desde el principio de los tiempos. A medida que avancemos en este libro, vamos a examinar a fondo las perspectivas bíblicas del temor, pero por ahora echemos un vistazo rápido al primer registro del temor en la Palabra de Dios. Cuando Dios creó la tierra, la clase de temor del que hemos estado hablando no existía. En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier daño. No tenían miedo a los depredadores o a las enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban satisfechas. Amaban a su Creador y el trabajo que Él les había dado. Probablemente ni siquiera sabían que fuera posible tal cosa como el fin de la vida. No se preocupaban de lo que traería el mañana. Estaban completamente seguros, gozosos y llenos de alabanzas para su Señor. Entonces pasó lo inconcebible: pecaron. Primero Eva y después Adán cayeron en la trampa de Satanás y desobedecieron a Dios. El resultado inmediato de su desobediencia fue el temor y la vergüenza. A continuación lee cómo describe la Biblia las secuelas de este terrible acontecimiento: Y oyeron [Adán y Eva] la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. —Génesis 3:8-10 La respuesta inicial de Adán y Eva fue el temor, ¿no es cierto? Estaban avergonzados y con miedo, así que se escondieron.Se sintieron vulnerables e incómodos de ser vistos como estaban: desnudos. Ya no disfrutaban la libertad y la abierta comunión que habían tenido con Dios. No querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo servil ante Él. Nosotras no podemos ni imaginar la inmensa tragedia de su pérdida porque nuestras vidas constantemente se caracterizan por el miedo; su relación con su Creador y el uno con el otro nunca sería la misma. El pecado los devastó por completo... y esta devastación continúa hoy. La Clave Que Nos Libera del Temor Conforme se vaya desarrollando este libro verás cómo el pecado es un factor importante en nuestros temores. Imagina que éste puede ser un concepto nuevo o hasta incómodo para ti. Quizá pienses que hablar de pecado es condenatorio o cruel. Es cierto que el pecado, especialmente nuestro propio pecado, es difícil de mirar. Yo sé que eso es verdad para mí. Sin embargo, no voy a dirigir tus pensamientos a tu pecado porque quiera castigarte, condenarte o rechazarte. Voy a dirigirte ahí porque es ahí, y solamente ahí, donde descubrirás la verdad que te hará libre. Confío en que el Espíritu Santo gentilmente te convenza de tu necesidad de acercarte a tu Salvador y que cuando lo haga, encuentres el descanso y la ayuda que anhelas. Mi deseo sincero es que este libro te sirva como una herramienta para acercarte al que te ama y sólo puede perdonarte, transformarte y restaurarte. Así que, no tengas miedo de salir de ese arbusto y examinar profundamente tu corazón. Puede que sea doloroso por un tiempo, pero por la gracia de Dios y Su misericordia, valdrá la pena. También examina profundamente el corazón de Aquél que te ha amado tanto que caminó hacia las fauces de la muerte y a las garras de Su enemigo por amor a ti. Amor como ese sólo exige que confíes en Él. Así que ya sea que tus temores sean reales o imaginarios—si apenas estás empezando a entenderlos o estás muy familiarizada con ellos—te puedes arrojar a la misericordia de Dios, Quien te ama más de lo que quizá sepas. Para Una Reflexión Más Profunda 1. ¿Cómo describirías los tipos de temores que enfrentas? 2. ¿Qué tanta influencia tiene en tu vida el “miedo al temor”? 3. ¿Cómo ha influido en tu historia (como niña y adulta) tu predisposición a ser temerosa? 4. ¿Puedes pensar en algunos cambios que tengas que hacer a la forma en que cuidas tu cuerpo? ¿Cuáles son algunas medidas específicas que puedes tomar? 5. Escribe una oración pidiéndole a Dios que te muestre tu necesidad de Él y que te conceda la esperanza de que realmente puedas ser libre. Capítulo 2 Héroes de la Biblia Que Lucharon Contra el Temor “El temor es un enemigo más peligroso que aquéllos a los que temes...” —THOMAS WATSON Autor puritano y pastor Nosotros los cristianos tendemos a hablar mucho sobre los héroes de la fe que están en la Biblia. A veces consideramos superficialmente a las personas cuyas historias se escribieron para nosotros y pensamos, Son tan valientes. ¿Por qué no puedo ser como ellos? Sus vidas se ven tan libres del temor, parecen permanecer firmes al enfrentar circunstancias difíciles. ¿Qué hay de malo en mí? nos preguntamos. Si soy cristiana ¿por qué lucho con la ansiedad? ¿Por qué no soy como estos grandes héroes? Es cierto que Dios ha trabajado poderosamente en las vidas de las personas a través de las épocas. Hebreos capítulo 11, que estudiaremos con más detenimiento después, habla sobre la valiente fe de hombres como Moisés y mujeres como Sara. Sin embargo, si observamos con más cuidado, nos daremos cuenta que muchos de estos héroes experimentaron grandes luchas con el temor en algún momento. De hecho, fueron estas luchas las que más los fortalecieron en la vida. El Señor Jesús es el único que nunca sucumbió al temor pecaminoso aunque fue tentado a hacerlo de las mismas formas en que nos pasa a nosotras. Así que si vamos a buscar a los héroes de la fe, nos va a costar trabajo encontrar a más de uno ...pero éste será suficiente. Ejemplos del Temor en la Biblia En este capítulo vamos a tomar tiempo para extendernos un poco en la historia del temor o, mejor aún, del temor pecaminoso en la Biblia. Creo que te sorprenderá y te consolará saber que muchos de los héroes de la Biblia con los que estás familiarizada fueron personas como tú: Lucharon con el temor. En este capítulo no solamente estudiaremos a algunos de estos individuos, sino que trataremos de discernir qué los motivó a actuar como lo hicieron. Comencemos con el libro de los orígenes, Génesis. El Miedo Original—Adán y Eva Como ya aprendimos antes, el miedo se introdujo por primera vez a la experiencia humana en el Jardín. Adán y Eva disfrutaban de una dulce comunión de confianza con su Creador y entre ellos. Después pecaron. Fue por su pecado —su relación rota entre ellos y con Dios—que por primera vez sintieron las consecuencias del temor: más miedo, relaciones rotas y vergüenza. Cuando ellos escucharon que el Señor Dios se acercaba para visitarlos en el Jardín, se escondieron. Adán tenía miedo de que Dios lo viera como estaba: expuesto, vulnerable y pecador. El temor de Adán hacia Dios engendró en su corazón más y más invenciones impías de su Creador. Pero incluso antes de que Adán y Eva se ocultaran de Dios, el miedo jugaba un papel. ¿Qué fue lo que hizo que Eva desobedeciera así a su Señor? No lo sabemos. Podemos suponer que tuvo miedo de estarse perdiendo algo que pudiera ser benéfico. Pudo haber dudado de la sabiduría y amor de Dios. Pudo haber tenido miedo de necesitar algo que Dios no le había dado. Es difícil entender porqué se sintió así, pero la Biblia dice con certeza que fue engañada (2 Corintios 11:3). Después de pronunciar el juicio que Adán y Eva merecían, Dios misericordiosamente los cubrió con pieles de animales. Entonces los echó del Jardín. Nunca más el hombre conocería la clase de vida que había conocido; nunca más estaría completamente libre de vergüenza, pena, timidez y temor. Pero, gracias a Dios, ése no es el final de la historia. Como cristianos, Dios nos está restaurando a la misma comunión y libertad que Adán y Eva conocieron, primero con Él y después entre ellos. La muerte de Jesucristo es el medio que Dios ha usado para derribar la pared de separación entre nosotros (Romanos 5:1). Aunque nunca tendremos lo que ellos tuvieron, porque siempre lucharemos con nuestro pecado, no obstante podemos conocer el gozo y paz significativos. Con Temor al Peligro —Abraham Antes mencioné que hasta los grandes héroes de la Biblia experimentaron el temor y sus consecuencias. Unos pocos capítulos después de Adán y Eva conocemos a Abraham, un hombre que a menudo se pone como ejemplo de uno que tuvo una gran fe. En ciertos momentos vemos a Abraham estar al máximo: voluntaria y obedientemente dejando su país y viajando a una tierra desconocida; levantando el cuchillo para el sacrificio que le quitaría la vida a su hijo prometido, Isaac. Sí, realmente hay victorias importantes en la vida de Abraham, ¿o no? Pero después vemos otra faceta de él. Tal vez ésta sea la faceta de Abraham con la que más te identifiques. En dos ocasiones durante sus viajes, uno a Egipto y otro hacia una tierra llamada Gerar, Abraham mintió a hombres poderosos sobre Sara, su hermosa esposa. Él les dijo a estos hombres que era su hermana. ¿Por qué? Porque pensó que si los reyes de estas tierras la veían y sabían que ella era su esposa, lo matarían para tomarla para ellos. Para decirlo sin rodeos, quería salvar su propio pellejo. Abraham sabía que Sara sería la madre del pueblo escogido por Dios, pero él ignoró los planes de Dios y a ella la puso en peligro. Fue sólo por la gracia coercitiva de Dios que no terminó en un harén.⁷ Por su miedo, pecó contra su esposa, engañó a los gobernantes, fue una fuente de problemas para ellos y, sobre todo, deshonró a Dios. ¿Fue lógico el miedo de Abraham? Sí, probablemente sí. ¿Fue pecaminoso?Sí, sin duda. ¿Todavía pudo Dios usarlo y cambiarlo en un hombre de fe? Sí, y Él puede hacer lo mismo con cualquiera de nosotras. El Temor Causado por la Duda —Sara En 1 Pedro a las mujeres se les dice que sigan los pasos de la esposa de Abraham, Sara. En algunas maneras ella es un modelo a seguir para las mujeres piadosas: Ella siguió a su esposo, dejó su hogar y partió a la tierra de la promesa —una tierra que nunca había visto. Pero Sara luchaba con sus propios temores. Su esposo le había dicho sobre la promesa de Dios de darles un hijo y conforme pasaban los años y ella seguía estéril, se volvió más y más miedosa. No sólo el tiempo de su reloj biológico estaba avanzando, sino que ya se había detenido. La Biblia dice que su vientre “estaba muerto.” Y entonces, con miedo, decidió tomar el asunto en sus propias manos. Abraham necesitaba un heredero, ella anhelaba un hijo, así que se le ocurrió un plan. Ella le dio a su marido su sierva, Agar, para que la embarazara y se cumpliera la promesa. ¡Qué torbellino de problemas generaron sus acciones! De hecho, el problema entre los hijos de Israel y los hijos de Agar, que comenzó con el nacimiento de Ismael, el hijo de Agar, ha continuado por siglos. Después, el Señor llegó a visitar a Abraham. “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo,” dijo. Sara, que escuchaba detrás de la puerta de la tienda, se rió. Ésta no fue una risa de gozo o alegría, fue la risa de la incredulidad y el cinismo. El Señor confrontó su risa de incredulidad y dijo, “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” Pero Sara negó que se estuviera riendo diciendo, “No me reí.” ¿Por qué? Porque tuvo miedo (Génesis 18:10-15). Abraham y Sara se muestran en las Escrituras como ejemplos de personas de fe. ¿Puedes ver cómo, por sí mismos, en sus propias fuerzas, no fueron tales grandes ejemplos? ¿Qué, entonces, los hace ejemplos de fe? La gracia de Dios. Gracia es el favor inmerecido de Dios hacia Sus hijos a pesar de sus fallas. En el capítulo 11 estudiaremos a conciencia el papel que juega la gracia en los miedos por vencer, pero por ahora sólo quiero que vislumbres lo fuerte y amoroso que Dios es. Él obró de maneras poderosas a través de Abraham y Sara a pesar de sus debilidades y Él puede hacer lo mismo a través de ti y de mí. “No soy lo suficientemente bueno” —Moisés La historia de Moisés es muy conocida por la mayoría de las personas. Fue rescatado de ahogarse por la hija del Faraón y criado en el palacio del Faraón como su hijo. Pero, cuando Dios comenzó a hablarle de liberar a Su pueblo, Moisés tomó el asunto en sus propias manos y mató a un egipcio que oprimía a uno de sus compañeros israelitas. Entonces Moisés tuvo que huir al desierto para salvar su vida. Los años pasaron y, con el tiempo, los sueños de Moisés de ser un libertador se desvanecieron. Después tuvo un encuentro con una zarza ardiendo. Mientras Dios le esbozaba Su plan para la liberación de Su pueblo, Moisés más se amedrentó. Ciertamente era intimidante pensar que debía volver a la nación más poderosa de la tierra y exigir la libertad de los esclavos. A medida que Moisés consideraba el llamado de Dios, su mente se llenó de temores— principalmente los temores de que no tendría éxito o de que no sería capaz de terminar la tarea. Considera lo que le dijo a Dios y ve si sus inquietudes resuenan en tu corazón. Confía en Dios, No en Ti Yo verdaderamente me identifico con el temor de Moisés, ¿tú no? No puedo hacer eso...No soy buena hablando en público... pero si no me creen. ¿Puedes visualizarlo? Yo sí. De hecho, creo que he tenido ese tipo de conversación con el Señor. Dios estaba alentando a Moisés siempre. Le aseguró Su presencia y Su poder para cumplir Su voluntad. Pero todo lo que Moisés podía ver era su propia insuficiencia, temor e incredulidad. Observa que Dios no invirtió tiempo tratando de levantarle a Moisés la seguridad en sí mismo. Más bien, Dios seguía recordándole que debía poner su confianza en Él. Siempre que pasamos tiempo tratando de convencernos de que realmente somos mejores o más fuertes o más sabias de lo que sabemos que somos, estamos condenadas al fracaso. Dios no quiere que crezcamos en la seguridad en nosotras mismas. Quiere que pongamos toda nuestra confianza en Él. Después de todo, Él es el único lo suficientemente poderoso para vencer a los faraones en nuestras vidas. A medida que Moisés crecía en su confianza en el Señor, Dios lo usó para lograr una gran liberación. De hecho, Moisés se conoce hoy como uno de los mayores líderes de la historia bíblica. Pero eso no fue porque él fuera un hombre valiente por su cuenta, ¿verdad? Fue sólo por el gran poder de Dios y Su determinación de cumplir Su propósito. Y lo que Dios hizo por Moisés, lo puede hacer por ti. Puedes descansar sabiendo que si Dios te está llamando a hacer algo, incluso si es sólo ser lo suficientemente valiente para ir a la iglesia o hablarles a las personas, entonces Su gracia también será efectiva en tu vida. La Clase Equivocada del Temor de Dios Los hijos de Israel habían sido esclavos en Egipto más o menos por 400 años cuando Moisés los libertó de la esclavitud y los llevó en un viaje por el desierto que los llevaría a la Tierra Prometida. Tres meses después, Dios le dijo a Moisés que le dijera al pueblo que se presentaría a ellos. Moisés le dijo al pueblo sobre de los límites que tendrían que respetar porque la presencia de Dios, que infunde temor reverencial, iba a estar cerca de ellos. Con mucho gusto aceptaron encontrarse con Dios. Pero cuando vieron realmente la manifestación de Dios tan cerca, se llenaron de terror. Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos”. Y Moisés respondió al pueblo: “No temáis;....” Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios. Éxodo 20:18-21 ¿No es interesante que Moisés les diga a las personas que no tengan miedo? La gracia de Dios había obrado poderosamente en su corazón, ¿no es así? Si usas tu imaginación, no tendrás mucho problema para entender por qué los israelitas respondieron de la forma en que lo hicieron. Sus sentidos estaban saturados con los truenos, los relámpagos, las ruidosas bocinas, el humo, la tierra temblando bajo sus pies. Si hubiera sido uno de ellos, posiblemente me hubiera ido a toda prisa también. Las personas tenían miedo de Dios y decidieron que sería mejor dejar que Moisés tratara con Él a solas. Entonces Moisés les podía dar el reporte a ellos. Este Dios, Jehová, era demasiado escalofriante e incontrolable para ellos. Como lo dijo el escritor C. S. Lewis sobre el león Aslan, que representa a Jesucristo en la serie de libros de Lewis, Las Crónicas de Narnia, “Él no es un león manso.”⁸ Este miedo servil que sentían hacia Dios engendraría más miedo, pecado y el ocultarse de Él. Sería la fuente de múltiples tristezas y fracasos. En el capítulo 9 voy a hablar sobre la clase correcta del temor de Dios—la clase de temor que nos atrae hacia Él en vez de alejarnos. Lo que llamaremos temor piadoso se manda en muchos lugares en la Biblia, como veremos. El temor piadoso es también uno de los pasos claves para vencer lo que llamaremos de aquí en adelante temor pecaminoso. Por favor recuerda que al llamarle a nuestro miedo pecaminoso, no te estoy condenando. Más bien, estoy tratando de ayudarte a ver con claridad el plan de Dios para cambiarte y liberarte. Este cambio comienza con que reconozcas tu necesidad de un Salvador... y realmente ninguna de nosotras hacer eso hasta que veamos que todas somos pecadoras necesitadas del perdón y la gracia. Ayudarte a ver la pecaminosidad de tu miedo puede parecer cruel. Después de todo, ¡tal vez crees que no necesites algo más qué temer! ¿Deberías ahora temer a la ira o a la desaprobación deDios? Una de las metas de este libro es ayudarte a diferenciar entre el temor que es bueno o piadoso y el temor que es malo o pecaminoso. Quiero fomentar en ti la buena clase de temor—aprenderás que esta clase de temor, junto con el amor y la gracia, es el que romperá las cadenas que te atan tan fuerte hoy. Así que, por favor, no tengas miedo de considerar tu temor pecaminoso porque al hacer esto encontrarás la ayuda fuerte y amorosa que necesitas. “Temí al Pueblo” —Saúl Al principio de la historia de la nación de Israel, un hombre llamado Saúl se convirtió en el primer rey. Desde el principio la vida de Saúl estuvo marcada por el temor. Cuando el sacerdote Samuel fue primero a ungir a Saúl como rey, ¿puedes adivinar dónde estaba? ¿Estaba Saúl en oración, humillándose ante Dios? ¿Estaba sirviendo a pueblo al que iba a dirigir? No, Samuel encontró a Saúl ocultándose por miedo entre algunos carros y carretas. Saúl tenía miedo de hacer lo que Dios lo había llamado a hacer. Sentía que no estaba a la altura de la tarea. Ciertamente, asumir una posición de gran responsabilidad puede ser intimidante. Pero Saúl se había encontrado con Dios. Samuel también le había dicho a Saúl que esto era idea de Dios... y aun así Saúl se ocultó. Tal vez como Adán, neciamente pensó que podía ocultarse de Dios e ignorar Su plan. Más tarde, cuando Saúl fue a la guerra contra los enemigos de Dios, otra vez cedió a su temor pecaminoso. En una ocasión se impacientó porque Samuel no llegaba para ofrecer las oraciones y los sacrificios por la victoria del pueblo en la batalla, así que quebrantó la ley de Dios y él mismo ofreció los sacrificios. En otra ocasión, cuando se suponía que tenía que matar a todos los enemigos de Dios, incluyendo el ganado, desobedeció a Dios porque tuvo miedo del desagrado de los israelitas. He aquí cómo se justificó cuando Samuel lo confrontó: Saúl desobedeció dos veces los mandamientos de Dios porque temió al pueblo. Al ceder a sus temores, Saúl estaba representando sus verdaderos pensamientos sobre Dios —si podía confiar, obedecer o depender de Él. Saúl nunca dijo que pensaba que Dios era un mentiroso o alguien en quien no se podía confiar; no, sólo actuó como si así fuera. El relato de la vida de Saúl es una de las historias más tristes de toda la Biblia. Al final se suicidio porque temía lo que sus enemigos le pudieran hacer. Saúl luchó con muchos tipos de miedo, pero sobre todo con el temor al hombre. Este miedo es un problema muy común casi para todos. Es la razón por la que sentimos “mariposas” en nuestro estómago cuando tenemos que hablar frente a una multitud. Es la razón por la que nuestras manos sudan y nuestra boca se seca. Es la razón por la que olvidé mi diálogo y avergoncé a mis compañeros de clase. El temor al hombre es un problema común que muchos enfrentan, incluyendo muchas personas de la Biblia. Tomemos un momento para ver otro ejemplo que involucra al apóstol Pedro. “¿Jesús?... ¡No Conozco al Hombre!” —Pedro De todos los personajes del Nuevo Testamento, Pedro es con quien más me identifico. Siempre listo para dar su opinión, hablar antes de pensar y confiar en su fidelidad, puedo ver que estamos cortados con la misma tijera. Cometió muchos errores, pero hubo un incidente en particular que probablemente nunca dejó de entristecerlo cuando pensaba en él. Cada día Jesús se volvía más y más popular entre las multitudes. Parecía que lo amaban tanto que lo harían su rey. Por otro lado, los líderes religiosos de Israel estaban más y más resueltos en su odio y envidia hacia Él. Estaban decididos a matar a Jesús—todo lo que tenían que hacer era encontrar la manera. En la noche que Jesús fue traicionado, Jesús y sus amigos iban de camino a orar al Huerto de Getsemaní. “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche,” Él dijo. Pedro, típico de su carácter, protestó, “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré... aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré,” (Mateo 26:33, 35). Todos sabemos cómo se desarrolló esta historia, ¿no? Esa noche Jesús fue arrestado y enviado a la casa del sumo sacerdote para ser interrogado. Mientras Pedro trataba de calentarse afuera en el fuego, una pequeña criada lo acusó de ser uno de los seguidores de Jesús. Vencido por el miedo, Pedro dijo, “No sé lo que dices.” Más tarde lo vio otra criada y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno,” pero él negó otra vez con juramento: “No conozco al hombre.” Poco después, acercándose los que estaban por ahí, dijeron: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73). Esta vez Pedro estaba decidido a detener el cuestionamiento así que entonces comenzó a maldecir, y a jurar: “No conozco al hombre” (Mateo 26:74). El miedo de Pedro fue tan fuerte que lo llevó a negar al Salvador que amaba. La oscuridad de esa noche y su fracaso sin duda extendieron su tristeza como una mortaja sobre el corazón de Pedro por tres días hasta que escuchó sobre la resurrección. ¿Puedes imaginar el tormento de su alma al recordar la bondad de su Señor y la vergüenza de sus horrendas acciones? ¿Puedes imaginar cuántas veces debió haber repasado sus palabras cobardes en su mente— ¡No conozco al hombre! ¡No conozco al hombre!? Y después allí estaba la mirada que se cruzó entre él y Jesús después de la tercera negación. La Biblia registra este significativo intercambio de una manera muy simple, “Vuelto el Señor, miró a Pedro” (Lucas 22:61). Pedro experimentó toda la fuerza de las consecuencias de su miedo y, si no hubiera sido por la resurrección, el perdón y la restauración de Jesús, nunca se habría recuperado. Pero sí se recuperó y fue a predicar ante miles y a enfrentar la muerte de mártir con gran valor. ¿Qué pudo cambiar a un hombre miedoso que maldijo en uno que pudo descansar, confiar y actuar con gran heroísmo? Sólo una relación con el Dios viviente. ¿Puedes ver cómo somos iguales a Pedro y Saúl? Por un lado sabemos que Dios es poderoso y está lleno de amor para nosotras, pero por el otro lado nos encontramos frecuentemente vencidas por el temor a los que nos rodean. Parece que en esta área en particular estamos llenas de contradicciones. Podemos descuidar las oportunidades de testificar a los demás o preocuparnos más por lo que nuestros compañeros de trabajo piensen que por lo que Dios piense. Todos los verdaderos cristianos anhelan tener vidas que resplandezcan brillantemente ante los demás, pero cuando se trata de realmente encender la luz, nos encontramos con frecuencia ocultándonos como Saúl o negando incluso que conocemos al Señor, como Pedro. Ya que el temor al hombre es una trampa común y molesta, la estudiaremos con más detenimiento en el capítulo 5. De Cobardes Reacios a Héroes Fieles Como puedes ver, hasta los grandes héroes de la Biblia como Abraham, Moisés y Pedro no siempre se caracterizaron por una gran valentía. Ahora, no estoy diciendo que todo el pueblo de Dios siempre fue vencido por sus miedos —hay suficientes Danieles, Sadracs, Marías y Pablos en la Escritura para que sepamos que Dios puede cambiar corazones y vidas. En eso te puedes gozar. Pero también puedes tener consuelo en el hecho de que Dios ama llamar a Él al corazón temeroso. Dios ha obrado en las vidas de Sus hijos consistentemente a través de la historia: les ha dado paz en medio de violentas tormentas, valor para enfrentar enemigos abrumadoramente poderosos y confianza al enfrentar acusaciones y persecución. Los ha ayudado a comparecer antes jueces y reyes hostiles. Les ha dado la audacia sobrenatural para “cerrar la boca de los leones.” Si Él puede ayudar a Sus hijos en las circunstancias extraordinariamente difíciles descritas en la Biblia, te puede dar tranquilidad y gozo para enfrentar las presiones diarias que amenazan con aplastarte. ¿Por qué Dios se deleita en ayudarnos a ser hijas fieles, llenas de paz y confianza, hijas que se apoyan en Su fortaleza? Porque cuando Él cambia corazones como los nuestros en corazones como el Suyo, Él recibe alabanzay gloria. Cuando descubrimos que podemos caminar en paz a través de las situaciones que antes nos aterrorizaban, nuestros corazones se desbordarán de gratitud y agradecimiento—y eso trae gozo a Dios. Sólo Él puede cambiar los corazones que están frecuentemente abrumados por el temor en corazones dominados por Su poder y valentía y es Su deleite hacerlo. Para Una Reflexión Más Profunda 1. ¿En qué maneras eres como Adán y Eva, Abraham y Sara, Moisés, los israelitas, Saúl y Pedro? 2. ¿Cómo te ayuda saber que personas reconocidas de la Biblia lucharon de la misma forma en que tú lo haces? 3. ¿Crees que es posible que Dios te cambie como cambió a otros? 4. ¿Cuáles son los miedos que tienes sobre la obra de Dios en tu vida? 5. ¿Por cuáles cambios puedes orar ahora mismo? Capítulo 3 Reemplazando Tus Temores con el Poder de Dios “La vara de Dios no nos castiga tan severamente como lo hace la vara de nuestra propia imaginación....” —Carlos H. Spurgeon Como gerente de operaciones de una compañía mediana, la responsabilidad de Gina era supervisar muchas de las relaciones diarias entre sus empleados y los clientes de su compañía. Gina había trabajado mucho para alcanzar su posición de autoridad. Había hecho a un lado su deseo de tener una familia para obtener su grado de maestría y seguir con su carrera. Había pulido, a un alto nivel, sus habilidades para hablar en público. Pero Gina tenía un problema. Aunque sabía que una buena administración implicaba delegar y confiar en otros, cada vez le resultaba más difícil “soltar”. Trabajaba en exceso porque sentía que no podía confiar en que los demás hicieran lo que ella quería que hicieran, estaba estresada y se sentía devaluada. Aunque reconocía que estaba rodeada de trabajadores capaces, simplemente sentía que no podía confiar en ellos. Temía que si no supervisaba cada detalle del negocio la despedirían y eso significaría, a su vez, que era una fracasada. Su miedo también hacía que respondiera a la defensiva cuando alguno de sus subordinados sugería nuevas maneras de dirigir el negocio. Entonces, cuando le hacían ver que se ponía a la defensiva, respondía poniéndose más a la defensiva y enojándose. Aunque tenía muchos amigos en la compañía, cada vez estaba más aislada porque cuando sus empleados veían el problema y le hablaban al respecto, los acusaba de deslealtad e intentaba echarlos. Con frecuencia en la noche no podía dormir porque se imaginaba que quizá les era antipática o que la traicionarían. Su mente imaginaba horrendas ideas de la vida sin trabajo, la vergüenza de ser despedida o de volverse una “vagabunda” sin amigos. El problema alcanzó su punto crítico cuando sus supervisores inmediatos le dijeron que tenía que cambiar o que sufriría las consecuencias. Había orado de todo corazón por su problema, pero parecía que cada vez que se proponía hacerlo mejor, se encontraba en la sala de descanso de las mujeres hablando mal de cualquiera que la hubiera criticado con cualquiera que la escuchara. Las cosas se habían salido de control y cada vez estaba más y más temerosa de que su trabajo estuviera en peligro. Como cristiana, Gina pensó que podía tener algún tipo de problema espiritual pero no podía descubrir cuál era. ¿Qué estaba pasando en su vida? ¿Por qué escogía tratar a las personas, aunque fueran personas que apreciaba y valoraba, de forma negativa? ¿Había alguna esperanza para ella? Gina no es la única persona que ha luchado con el miedo en su trabajo. Su miedo surgió de su deseo de sentir que tenía el control. Sentir la necesidad de controlar a otros es algo con lo cual muchas personas luchan, sobre todo las personas que son competentes y ambiciosas. Algunas personas podrían inclinarse más hacia este tipo de miedo porque desde niños aprendieron que nunca podían confiar en nadie que no fueran ellos mismos. Otras podrían tener un alto concepto de sí mismas, pensando que todos los demás son incapaces. Cualquiera que sea la historia o la causa, si eres una persona que cae en esta categoría conoces el estrés y la destrucción que este deseo produce. En el capítulo 4 vamos a ver con mayor detenimiento los problemas que enfrenta una persona controladora. Pero por ahora, sólo digamos que el deseo de tener el control es algo que se encuentra en las personas de cualquier lugar, en cualquier nivel económico y esto ocasiona mucho el temor. Ciertamente la vida sería más fácil si nuestros miedos permanecieran aislados en ciertas áreas de nuestras vidas, ¿no? Por ejemplo, Gina podría haber estado feliz si hubiera excluido sus miedos del área de trabajo. Algunos estarían felices si pudieran ir a la tienda sin tener que enfrentar el pánico y la ansiedad. Desafortunadamente, el miedo (como las otras emociones) no es fácil de limitar a un lugar u otro. Y el pueblo de Dios, como ya hemos visto, es probable que tenga luchas muy reales con el temor. De hecho hasta los pastores, y aquéllos en el ministerio, luchan con el temor en sus púlpitos y en sus relaciones con los miembros de su iglesia. Considera el ejemplo de Timoteo. Timoteo fue un joven discípulo de la iglesia primitiva. Hijo de padre griego y madre judía que se volvió creyente, Timoteo fue probablemente ganado para Cristo por medio del ministerio de Pablo. Acompañó a Pablo en un sin número de obras misioneras y Pablo hablaba muy bien de él. Era conocido como un hombre de lealtad, sensibilidad y celo. Pero también fue un hombre que luchó con el temor. En dos ocasiones diferentes, Pablo específicamente trata la lucha de Timoteo con el miedo. La primera se menciona en 1 Corintios 16:10, donde Pablo les dice a los cristianos de Corinto que cuiden de Timoteo viendo que esté “con tranquilidad.” La segunda aparece en el libro de Segunda de Timoteo, donde Pablo escribe, “Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti...porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía...” (2 Timoteo 1:6-7 énfasis añadido). No es demasiado difícil ver que Timoteo luchaba con el temor o que Pablo, su amado padre en la fe, estaba interesado en cómo afectaba esto la vida y el ministerio de Timoteo. Más adelante en la misma carta, Pablo anima a Timoteo, “esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1). La Presencia de Dios que Cambia la Vida En este capítulo, analizaremos más de cerca el consejo de Pablo a Timoteo. Veremos cómo Dios obró en su vida llenándolo con Su fuerza capacitadora en tres áreas específicas: poder, amor y disciplina (o dominio propio). Pablo sabía que Timoteo debía enfocarse en la efectividad de la presencia de Dios en su vida... y nosotras también. He aquí lo que Pablo dijo: Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. —2 Timoteo 1:6-7 Pablo quería recordarle a Timoteo lo que Dios le había dado en Su benignidad. Le había dado el “don de Dios.” Este don lo equipó para cumplir la voluntad de Dios en su vida. Bueno, podrías estar pensando, si el apóstol Pablo hubiera orado específicamente por mí, yo tampoco tendría temor. Es cierto que ninguna de nosotras tuvimos la experiencia personal que tuvo Timoteo con el gran apóstol, pero tenemos algo mucho mejor. Tenemos las oraciones del Hijo de Dios: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). Como ves, el Señor Jesús está orando por ti, incluso ahora mientras lees este libro. Él en Su benignidad te ha dotado para cumplir el ministerio al que te ha llamado, exactamente de la misma manera en que dotó al joven Timoteo. Puede que no seas llamada a un ministerio de tiempo completo o al liderazgo en la iglesia, pero cualquiera que sea tu llamado, ya sea ser mamá, estudiante o ejecutiva de una empresa, Él te ha dado todo lo que necesitas para cumplirlo. Con este don el Señor no ha puesto en tu corazón una actitud de temor o timidez. No, si tú erescristiana, Él mora en ti con su Espíritu Santo: Su poder, Su amor, Su disciplina para tener dominio propio. Por el carácter de Dios que mora en el creyente, Timoteo, tú y yo podemos cumplir Su llamado en nuestras vidas. Examinaremos ahora cómo el poder, amor y dominio propio luchan contra el temor y cómo podemos avivar de nuevo el don de Dios en nosotras. El Poder Dinámico de Dios Dios le dio a Timoteo el poder o el valor para combatir las dificultades y los peligros que enfrentaría. Dentro de él tenía el poder para aguantar las pruebas y para triunfar en las persecuciones. Tenía este poder porque en él moraba el Espíritu de poder—el Espíritu de Dios, quien tiene toda autoridad y poder. Este poder o capacidad para enfrentar los problemas y las pruebas es parte del misericordioso don gratuito de Dios dado a Sus hijos. Es por eso que defender la justicia y la verdad es algo que cada creyente está llamado a hacer. Así que, aunque te puedas sentir débil y con miedo, la verdad es que Aquél que tiene todo el poder ha hecho que Su poder esté disponible para ti. Algunas personas enseñan que la manera de vencer el miedo es confiar en ti misma o desarrollar tu propia auto-confianza. Pero Dios no quiere que pongas tu confianza en tus propios poderes o habilidades. ¿Es bastante obvio, no es cierto, que hasta cuando somos fuertes, no somos lo suficientemente poderosas? Dios quiere que pongas tu confianza en Su poder. Pablo les enseñó a los cristianos de Corinto que su fe tenía que descansar en el poder de Dios (1 Corintios 2:5). Veamos por un momento qué tan poderoso ya es el Espíritu de Dios en nuestras vidas: El Poder de Dios para Vencer el Pecado El Espíritu Santo mora en todos los hijos de Dios y es lo suficientemente poderoso para llevar a cabo lo milagroso en nuestras vidas. Este poder que mora dentro es el que te permite vencer los temores pecaminosos. Romanos 8:13 enseña que es por este mismo Espíritu que puedes hacer morir las obras de la carne.¹ Por ti misma, en tu propia fuerza, nunca podrás vencer tu temor pecaminoso. Esto porque nadie es verdaderamente capaz de cambiar la inclinación de su propia naturaleza. Es cierto, podemos hacer cambios externos: podemos perder peso o aprender a nadar, pero el cambio en el corazón es algo que sólo el Espíritu Santo puede lograr. El tipo de cambio que necesitamos— cambio que nos librará de nuestro pecado—viene de un sólo lugar: el Espíritu Santo. Pero no te desesperes. Si eres cristiana, Su poder está disponible para ti hoy. Venciendo Imaginaciones Temerosas Mientras conducía por la autopista de camino a la iglesia, luché con el miedo que muchas abuelas conocemos. Mi hija estaba por dar a luz a nuestro primer nieto y, en mi imaginación, moría en el parto. De hecho, no sólo moría, sino que también nuestro nieto moría con ella y los imaginaba en un ataúd. No tenía una razón lógica para tener estos pensamientos porque mi hija y su bebé estaban bien, pero esta imaginación era real en mi mente, como si realmente hubiera sucedido. Lloré. Traté de imaginar la vida después de esta tragedia. ¿Cómo podía seguir? Pensé que debía regresar a casa porque ciertamente no podía ir a la iglesia en este estado. Entonces, el Espíritu Santo me convenció: ¿Qué estaba haciendo? Estaba permitiendo que mi imaginación me asustara y me aterrorizara. En seguida supe que lo que estaba haciendo estaba mal, así que le pedir perdón a Dios. Oré, Dios, sólo Tú sabes lo que pasará en mi futuro. Tú sostienes mi vida en Tu mano. Sé que Tú no has prometido que nunca sufriré perdidas, pero Tú has prometido sostenerme si, en Tu plan amoroso, tengo que sufrir. Por favor, ayúdame a gozarme en Ti y a poner toda mi confianza en Ti. Amén. Después de eso puse música de alabanzas y concentré mis pensamientos y mi imaginación en adorar y bendecir a Dios. Ahora estaba lista para ir a la iglesia. Sabes, el problema con los temores que sólo existen en nuestra imaginación es que, como no son reales, los debemos enfrentar a solas. La gracia de Dios no está disponible para ayudarnos a vencer los problemas imaginarios que residen sólo en nuestra mente. Él nos ayudará a hacer morir estos temores imaginarios, pero sólo en el mundo real es que Su poder es efectivo para sostenernos en los problemas. Es sólo cuando Él nos llame a verdaderamente pasar por tiempos difíciles que Su poder estará presente para protegernos, consolarnos y fortalecernos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Dios levantó una familia de cristianos holandeses que ayudaron a esconder a personas judías del avance del ejército alemán. Esta sobrecogedora e inspiradora historia de sacrificio y valor se encuentra en el libro The Hiding Place (El Refugio Secreto)y fue escrita por la única hija sobreviviente de la familia, Corrie ten Boom. De joven, Corrie se enfrentó con sus propios miedos. El bebé de una vecina murió y Corrie se dio cuenta que era posible que cualquiera muriera, hasta su propio amado padre. “¡Tú no puedes morirte! ¡No puedes!” lloró. Así es como ella describió la respuesta de su padre a su miedo: Papá se sentó en la orilla de la estrecha cama. “Corrie,” comenzó con cuidado, “cuando tú y yo vamos a Amsterdam— ¿cuándo te doy tu boleto?” Sorbí la nariz unas cuantas veces considerando esto. “Bueno, justo antes de subir al tren.” “Exacto. Y nuestro sabio Padre en el cielo también sabe cuándo vamos a necesitar las cosas. No te adelantes, Corrie. Cuando llegue el tiempo de que algunos de nosotros vayamos a morir, mirarás tu corazón y encontrarás la fortaleza que necesitas— justo a tiempo.”¹¹ ¿Puedes ver lo que el padre de Corrie le estaba enseñando? Cuando Dios te llame a enfrentar algo aterrador, ya sea tu propia muerte, una tragedia en la familia o alguna dificultad, entonces, y solamente entonces, Él te dará la fortaleza para vivirlo. A través de los años he tratado de recordar que no necesito el “boleto” de la fortaleza y la gracia de Dios para un tren que todavía no llega o quizá nunca llegue. El único boleto que necesito es para el tren que tengo que abordar ahora, y Dios ha prometido darme ese boleto cuando lo necesite. “No te desampararé ni te dejaré,” nos ha dicho (Hebreos 13:5). Él estará ahí, sosteniendo nuestra mano, sin importar lo que haya llegado a la estación. El temor que existe en nuestra imaginación es un enemigo formidable. Pero puede ser eliminado por el Espíritu y la fe. El gran predicador inglés Carlos Spurgeon una vez predicó un sermón de los miedos innecesarios. Aquí está una porción de lo que dijo: ...muchos del pueblo de Dios constantemente están bajo aprensiones de calamidades que nunca les pasarán y sufren mucho más por sólo temerlos que por soportarlos si de hecho les pasaran. En su imaginación hay ríos en su camino y están ansiosos por saber cómo los cruzarán o atravesarán nadando. No existen tales ríos, pero se agitan y se angustian con ellos... estas personas tímidas continuamente están cruzando puentes que solamente existen en sus... fantasías. Ellos mismos se apuñalan con dagas, se mueren de hambre en hambrunas imaginarias y hasta se entierran en tumbas....¹² Conforme avancemos en este libro veremos cómo el Espíritu Santo nos puede ayudar a controlar nuestros pensamientos y a aprender a disciplinar nuestras mentes. Por ahora, sin embargo, es importante que comencemos a ver cómo nuestra imaginación pecaminosa alimenta nuestros temores. Desarrollando Dominio Propio En 2 Timoteo 1:6-7, Pablo mencionó tres cosas que Dios le había dado a Timoteo: poder, amor y disciplina (o dominio propio). En el capítulo 10 trataremos el amor, así que por ahora nos enfocaremos en uno de los resultados del poder del Espíritu: dominio propio. Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le había dado la capacidad para disciplinar su mente. La palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener dominio propio. El punto es que Dios le había dado a Timoteo la capacidad ola habilidad para tener una mente disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la verdad sobre nosotras mismas. ¿En qué está enfocada tu mente? Casi todas nosotras luchamos con temores que pueden llevar a nuestra mente a revolotear de un desastre a otro. Podemos imaginar el peor de los escenarios en segundos; nuestros pensamientos están llenos de imágenes gráficas de enfermedad, muerte, desastres o problemas. En vez de enfocarnos en la bondad y en la fortaleza de Dios, nos enfocamos en desastres inminentes y Dios llegando sólo como una idea de último momento. Incluso puede ser que los pensamientos que ocupan tu mente sean tan fuertes que te olvides por completo de Dios. Es fácil ver que todas necesitamos cultivar la disciplina para desarrollar una mente sensata. Las imaginaciones indisciplinadas son la causa del desaliento y la ansiedad. Cuando me llené de imaginaciones temerosas sobre mi hija y mi nieto, no estaba disciplinando mi mente o pensando en la verdad. ¡Mi mente era de todo salvo tranquila! Una mente sensata es una mente que puede disfrutar la paz incluso en medio de una gran tormenta porque está anclada en lo que es realmente verdadero. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías habló de esta tranquilidad de la mente: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3, énfasis añadido). La Estabilidad de Confiar en Dios La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su amor siempre quiere lo mejor para nosotras. En Su sabiduría Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene el poder para producirlo.”¹³ Mientras crezco en mi entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas imaginaciones también crece. Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque, por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo opuesto: Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto. Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar. Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi confianza calculada reconozco que es posible que el cajero intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis recibos. También sé que existen personas que frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza calculada de que las personas harán lo que deben, pero también entiendo que las personas pecan y cometen errores y así intento no ser imprudente. La Evidencia de la Confiabilidad de Dios Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador, tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la creación, la historia y nuestra redención que Él es completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando esto pase, también podremos confiar en los demás como debemos. Cuando se trata del enfoque de mi vida, mi tranquilidad, mi gozo más profundo o mi capacidad de servir al Señor, es imposible que confíe en alguien más que no sea Él. No sólo sería tonto que yo confiara de esta manera en los demás, sino que hacerlo deshonraría a Dios. Una persona comentó, “No podemos esperar que Dios prospere algo que se inmiscuya en Su lugar y que demerite Su honor.... [debemos] hacer de Dios el gran objeto de nuestra confianza, a pesar de que el instrumento humano normal de ayuda pueda estar al alcance de la mano.”¹⁴ Paz en la Presencia de Dios Aunque pudiera parecer que tu vida está llena de problemas y pruebas, hoy puedes comenzar a conocer la paz de Dios. Aunque hayas pasado por una gran decepción, deslealtad o amarga desesperación, la paz que Jesucristo da es para todos Sus hijos. Esta paz es algo de lo que hablaremos mucho en los próximos capítulos pero, por ahora, medita en estas palabras de Jesús: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. —Juan 14:27 Cuando Pablo le recordó a Timoteo que Dios no le había dado un espíritu de cobardía, tal vez estaba recordando la clase de miedo que los israelitas tuvieron en el Monte de Sinaí, cuando le pidieron a Moisés que se encontrara con Dios por ellos. Pablo estaba animando a Timoteo a no ser como esas personas que, cuando vieron la cercanía de Dios, huyeron de miedo. Y Dios nos está llamando a cada una de nosotras hoy a no huir de Él en temor servil, sino a acercarnos a Él con corazones humildes y confiados, dejando que Su paz inunde nuestras almas. Podemos conocer la gozosa serenidad mientras experimentamos el dulce cuidado de Su guía paternal, el amor asombroso que se ve en el sacrificio de Su Hijo y el gran poder reconfortante de Su Espíritu transformador. Y todo por confiar en Dios. Para Una Reflexión Más Profunda Confiar en Dios es algo por lo que debemos luchar. Como un Padre amoroso, nos concede el entendimiento suficiente de Su naturaleza para que podamos ir a Él. Pero crecer en esta confianza es algo que debemos escoger hacer. Lo podemos hacer considerando lo que Él ha dicho acerca de Sí mismo y de aquéllos que confían en Él. Para terminar este capítulo, date tiempo para meditar, en oración, en los siguientes versículos: Más versículos excelentes que puedes estudiar incluyen 1 Crónicas 5:20; 2 Crónicas 13:18; 20:20; Salmos 13:5; 32:10; 37:5; 40:4; 84:12; 112:7; 115:11; Proverbios 28:25; 29:25. Capítulo 4 Cuando Sientes Que Estás Perdiendo el Control “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.” —1 Crónicas 29:11 Si pudiéramos escoger entre poder controlar nuestras circunstancias o no tener ningún control sobre ellas, estoy segura de que todas escogeríamos la primera opción. Nos gustaría mucho más que la vida fuera como un paseo tranquilo por una suave corriente pero, por lo general, se asemeja más a un paseo salvaje por un tobogán por una empinada colina cubierta de nieve y, mientras más bajamos, más ansiosas nos ponemos por no poder detenernos sin la intervención de un árbol. Para aquéllas de nosotras que luchamos con querer tener el control de las circunstancias, las situaciones en las que nos sentimos vulnerables e impotentes pueden ser absolutamente aterradoras. Mientras escribo esto, estoy previendo un viaje por avión a través del país. Volar en aviones nunca ha sido terriblemente aterrador para mí, pero sé de muchas personas que se preocupan y se inquietan días antes de volar. Estadísticamente, volar es un medio bastante seguro de viajar; de hecho, es más seguro que conducir un auto.
Compartir