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Victoria sobre el rechazo por Frank D. Hammond Todos los derechos de esta edición en español reservados por Asociación Editorial Buena Semilla bajo su sello de Editorial Desafío. Publicado originalmente en ingles bajo el título: OVERCOMING REJECTION by Frank D. Hammond, © copyright 1987. The Children’s Bread Ministry P.O. Box 789, Plainview, TX 79073, U S.A. Las citas bíblicas se tomaron de la Santa Biblia, versión Reina-Valera, revisión 1960, Sociedades Bíblicas Unidas. © Copyright 1960 Prohibida la reproducción total o parcial por sistemas de impresión, fotocopias, audiovisuales, grabaciones o cualquier medio, menos citas breves, sin permiso por escrito del editor. Traducción: Pablo Barreto, M.D. Diseño y diagramación: www.tribucreativos.com Conversión digital: www.tribucreativos.com Publicado y Distribuido por Editorial Desafío Cra. 28ANo. 64A-34, Bogotá, Colombia Tel. (571)630 0100 E-mail:contacto@editorialdesafío.com www.editorialdesafio.com Categoría: Vida cristiana, Sanidad ISBN: 978-958-954-622-2 Impreso en Colombia Printed in Colombia http://www.editorialdesafio.com/ CONTENIDO Introducción I. Rechazo: un problema de raices II. Razones para el rechazo III. Reacciones al rechazo IV. Adaptaciones al rechazo V. Repercusiones de lasreacciones equivocadas VI. Solucion para el rechazo INTRODUCCIÓN Es importante que las heridas interiores sean sanadas, así como lo es que las heridas físicas se sanen. Si una persona se corta la mano, esta lista a limpiar y proteger la herida. ¿Por qué? Sabe que esa herida tiene la capacidad de infectarse y esto complicaría la lesión. La posibilidad de complicaciones también se aplica a las heridas interiores. Cuando se sufre una herida interior, se debe limpiar inmediatamente por medio del perdón. El perdón es un antiséptico espiritual. Cuando se es herido por el rechazo, se debe perdonar con toda rapidez a la parte ofensora. De otra manera, un espíritu inmundo (un germen espiritual) puede ganar entrada a esa herida y causar una infección espiritual que recibe el nombre de “demonización”. Supongamos que una herida interior no se haya limpiado con el perdón y ahora venga a infectarse con resentimiento, odio, ira. ¿Qué se puede hacer? La respuesta está en la cruz de Cristo. La muerte sustitutiva del Señor Jesús suministra perdón de los pecados y liberación de los espíritus inmundos. El Señor Jesús es el Gran Médico. Su sangre expiatoria ha hecho provisión para toda clase de sanidades: del espíritu, del alma y del cuerpo. El propio Señor Jesús fue “...herido por nuestras rebeliones...” (Isaías 53:5), y además, “Despreciado y desechado entre los hombres...” (Isaías 53:3). ¿Cómo reaccionó Él cuando fue herido y rechazado por los hombres? Mientras moría a causa de las heridas de la crucifixión, Jesús oró: “...Padre, perdónalos...” (Lucas 23:34). El vivió una vida sin pecado. Aunque le rechazaron y le crucificaron, no respondió pecaminosamente. Por tanto, Jesús calificó para ser nuestro Sanador y Salvador. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Mientras Jesús enseñaba un día en la sinagoga, afirmó que su ministerio había sido profetizado por Isaías: “...me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos...a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). El quebrantamiento en el corazón resulta de las heridas interiores. Quienes han estado oprimidos, necesitan liberación y Jesús vino a poner en libertad a los que sufren opresiones. La liberación es un ministerio de sanidad. El resultado final de la liberación de espíritus malignos, es la sanidad. La verdad de las sanidades por medio de la liberación, se establece en varios pasajes del Nuevo Testamento. “...Jesús de Nazaret...anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo...” (Hechos 10:38). Cuando el demonio que atormentaba gravemente a la hija de la mujer cananea salió de ella, “...fue sanada...” (Mateo 15:28). En cada uno de estos pasajes aparece la misma palabra griega “iaomai” que significa: “sanar, curar, hacer completo, liberar de pecados, de errores, de demonios y de enfermedades”. Así, en ambos contextos, los endemoniados fueron “sanos” por medio de la liberación. En Mateo 4:24 trajeron a Jesús tanto los endemoniados como los que sufrían enfermedades físicas “...y los sanó”. En Lucas 8:2-3 se menciona a “...algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades...”. En estos pasajes se identifican dos aplicaciones separadas de la sanidad. Se hace una distinción entre la sanidad de los efectos de los demonios y la sanidad física. Por tanto, debemos preguntar: “En una persona, fuera del cuerpo físico, ¿qué otra parte necesita sanidad?” La respuesta es obvia: el hombre interior. El alma necesita sanidad (Salmo 41:4). El hombre interior es la personalidad. Así, cuando salieron siete demonios de María Magdalena, su personalidad fue “sanada”. El término griego para “sanar” en Mateo 4:24 y Lucas 8:2 es “therapeuo” que implica “la atención y el cuidado necesarios para restaurar a una persona a su integridad total y completa”. Notemos que la definición de “therapeuo” indica un proceso de liberación. Aquellas mujeres se sometieron a Jesús “para la atención y el cuidado necesarios” a fin de ser restauradas a su plenitud e integridad. Tenían voluntad de hacer todo lo que Él requería, sin interesar cuánto tiempo se invirtiera. Se pusieron bajo el cuidado del Gran Médico, de la misma manera como cuando nos ponemos en las manos de un médico de nuestra confianza. Así, esas mujeres permanecieron bajo su cuidado, aceptaron sus diagnósticos, su terapia y su seguimiento, hasta quedar libres del poder de los espíritus malignos que las oprimían. Por medio de nuestro Gran Médico hay tanto diagnóstico como curación. Podemos someterle nuestros casos con toda confianza. Hay sanidad: sanidad interior y muchas veces sanidad física, para quienes sufren las heridas del rechazo y sus complicaciones infecciosas. “Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmo103:2-3). I RECHAZO: UN PROBLEMA DE RAICES Heridas del Rechazo Entre las heridas interiores, el rechazo es una de las peores heridas, de las más comunes y de las más descuidadas. De las muchísimas personas a quienes hemos ofrecido consejería, sólo muy pocas han dejado de identificar en forma inmediata las lesiones del rechazo. El rechazo resulta de la negación de amor. Cuando uno es amado, recibe aprobación y aceptación. Pero, si es rechazado se le desaprueba y se le rehúsa el amor. Las heridas de rechazo son como sinónimos y se identifican con los términos negar, repeler, rehusar, desairar, rehuir, empequeñecer, despreciar, ignorar, descuidar, evitar, aborrecer y desaprobar. Todo Necesita Amor Todos nosotros necesitamos amor. El amor es indispensable para que se levante una vida del yo sana y saludable. El amor es para nosotros como la luz del sol y el agua son para una planta que está en crecimiento. Todo el que cree que no necesita el amor de los demás, está auto- engañado. El hecho que todo requiere amor, se demuestra claramente por los múltiples ejemplos de lo que sucede a quienes no son amados, pues se producen enfermedades de una clase u otra. Hasta los animales precisan de un toque amoroso. Con frecuencia los perros dejan de comer, se enferman y a veces mueren por la falta de amor. Se sabe de sociedades y culturas donde se emplea a personas para que acaricien a los animales a fin de mantenerlos sanos. Y así como acontece a los perros, también sucede lo mismo a los seres humanos: cada uno de nosotros requiere amor y sin amor desarrollamos problemas. El rechazo causa heridas al Yo. Cuando el Yo se hiere, se pueden originar muchas anormalidades en la personalidad y habitualmente así es. La personalidad heridaestá más que dispuesta y lista a volverse peculiar e inestable en su comportamiento, actitudes y opiniones. Además, frecuentemente resultan enfermedades físicas, como consecuencia del estrés emocional producido por el rechazo. Dios es Amor “...Dios es amor...” (1 Juan 4:16), y su reino es un reino de amor. LaBiblia afirma de Dios que “...Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Cuando Dios alcanzó al hombre en la redención, llegó en amor: “...de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito...” (Juan 3:16). Y además: “...Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Satanás Odia el Amor Satanás odia el amor y se opone a Dios, que es amor. El quiere destruir el amor, porque no puede obrar en medio del amor. Un pez no puede sobrevivir fuera del agua; morirá pronto. De manera semejante, el demonio no puede trabajar en un ambiente que es hostil a su naturaleza. No puede obrar en una atmósfera de alabanza, porque la alabanza le ata (Salmo 149:6-9). Tampoco puede actuar en una atmósfera de amor, pues el amor es contrario a su naturaleza (Juan 8:42-44). El amor impide a Satanás descargar sus estragos en nuestras relaciones. De ahí porqué la Palabra de Dios exhorta a los esposos a amar a sus esposas, a las esposas a amar a sus maridos, a los padres a amar a sus hijos y a los cristianos a amarse unos a otros. El amor derrota al demonio, pero el rechazo abre una puerta de oportunidad para que el diablo haga todas sus obras malignas. Satanás construye su reino con base en el rechazo. El amor no existe dentro del reino satánico. Satanás no ama a los demonios que ejecutan sus órdenes y ellos no aman a su amo. Aunque el reino de Satanás no está dividido, la unidad de ese reino no se fundamenta en el amor, sino en el temor, en el control y en una tendencia común hacia el mal. Dos Raíces Compañeras Temor al Rechazo Una vez que la herida del rechazo se introduce en la vida de una persona, comienzan a surgir dos problemas paralelos: temor al rechazo y auto-rechazo. Este par de problemas paralelos son reacciones erradas a las heridas que causa el rechazo. Cuando alguien ha sufrido una herida, procura prevenir heridas futuras. El temor a lesiones adicionales le hace crear falsos mecanismos de defensa. ¿En quién puede confiar? ¿Le herirán de nuevo quienes ya le hicieron sufrir? ¿Otras personas también le causarán más heridas? A fin de evitar heridas posteriores, comienza a sospechar de las intenciones de los demás y desarrolla desconfianza en sus motivos. En otras palabras, se forma lo que los psicólogos llaman “paranoia”. Amedida que crece el patrón de desconfianza y sospecha, el individuo paranoide al final abrigará el temor que los otros conspiran contra él y se convence en su interior que los demás le han elegido como blanco para perseguirlo. La raíz detrás de la paranoia siempre es “temor al rechazo.” La persona paranoide está muy atormentada, de manera que el demonio ha obtenido uno de sus objetivos principales. Auto-rechazo Además, cuando alguien ha sufrido las heridas del rechazo, por lo general comienza a rechazarse a sí mismo. Se puede preguntar: “¿Qué pasa conmigo que todos me aborrecen?” Comienza a pensar que si fuera distinto o inclusive otra persona, los demás lo amarían y lo aceptarían. Después de concluir que la clave para ganar aceptación es ser diferente de su yo actual, el individuo auto-rechazado busca cambiar su personalidad. Puede hacer un esquema de su nuevo yo según las fantasías de su mente o según alguien de quien ha leído en un libro o a quien ha visto en televisión o alguien de quien observa que es amado por otros. Inicialmente Dios nos hizo como somos. Cuando rechazamos el “yo” que Dios creó en nosotros, nos abrimos a la formación de una o más personalidades alternas, las cuales serán falsas e inspiradas por el demonio. Así, el auto-rechazo es la puerta que permite la entrada a las personalidades múltiples características de la esquizofrenia. Tales pseudopersonalidades son sistemas compuestos por espíritus malignos que representan el desarrollo organizativo del reino demoníaco dentro de si mismo. Cuando me hice pastor, me sentía muy inseguro. Prácticamente no me tenía confianza. Al compararme con otros ministros, siempre me juzgaba menos calificado y menos capaz que ellos. En un esfuerzo por mejorar mi desdicha, imitaba a los ministros a quienes admiraba y copiaba con mi mejor capacidad sus maneras y sus personalidades. Un día, Ida Mae, mi observadora esposa me preguntó: “¿Por qué siempre imitas al último predicador que has oído?” Esto me iluminó y entonces me di cuenta que me había convertido en un imitador de otros y que ese no era mi yo verdadero. En mi adolescencia era muy alto y muy delgado. Medía seis pies y dos pulgadas (1.86 m.) y escasamente pesaba ciento veinte libras (54.5 kg.). Mis orejas, muy grandes, me colgaban de la cabeza como las velas de un barco. Los zapatos número doce (45), parecían pontones para mis pies. Tenía la cara con cicatrices horribles de los barros y espinillas. ¿Quién podría amar a alguien con esa apariencia tan espantosa? Yo mismo me aborrecía. Me despreciaba al mirarme en el espejo. Los compañeros de clase me atormentaban por mi figura y me ponían apodos como “Langaruto”, “Patas de Araña”, “Estratosfera”, “Osamenta”. Por fuera reía pero, lloraba en mi interior. Las experiencias personales con estas heridas del rechazo, me han hecho comprender y tener simpatía hacia quienes deben luchar y batallar con el auto-rechazo. II RAZONES PARA EL RECHAZO Los espíritus inmundos son incapaces de entrar en una persona por voluntad propia. Deben tener “puertas abiertas”. El rechazo causa una herida, una abertura, una puerta por cuyo medio los espíritus malignos pueden entrar. Después de muchos años de observar las diversas cosas de las que el individuo promedio necesita ser libre, creo que Satanás tiene una estrategia para capturar la vida de toda persona desde el momento mismo de la concepción. Satanás no tiene capacidad para realizar todo lo que le gustaría hacer, pues está limitado a sus “derechos legales”. Sólo puede aprovechar las condiciones negativas en la vida de uno. Por ejemplo, puede haber maldiciones que se heredaron por los pecados de los antecesores (Éxodo 20:4- 5; Deuteronomio 30:19). El diablo perpetuará esas maldiciones a las generaciones sucesivas, a menos que la obra redentora de Cristo se apropie por medio de la fe y de la liberación (Gálatas 3:13). Además, Satanás puede conseguir una abertura por medio de cosas como las actitudes negativas de los padres y de los hábitos de las adicciones. También se verá cómo el demonio siempre está alerta para aprovechar las oportunidades que le llegan, cuando tienen lugar las heridas del rechazo. Concepción Indeseada Es común descubrir que los demonios entraron en un individuo mientras aún estaba en el vientre de la madre. El “rechazo” es un espíritu maligno que con mucha frecuencia obtiene entrada prenatal. Un demonio de rechazo encuentra un terreno listo cuando los padres rechazan la misma concepción del niño. ¿Por qué podría un bebé ser rechazado desde el momento de la concepción? Por varios motivos. Por ejemplo, un niño se puede concebir en lujuria y no en amor. El hombre y la mujer que conciben un hijo gracias a la fornicación o al adulterio, buscan dar rienda suelta y gratificar sus apetitos sexuales, mas que engendrar un niño .Un embarazo que no se quiere es el resultado de este desenfreno en la concupiscencia. Muy pocos bebés concebidos ilegítimamente son deseados y amados. De esta manera, al niño se le rechaza desde el comienzo mismo de su vida. Además de la herida del rechazo, la ilegitimidad también origina una maldición sobre todo hijo “bastardo”. Según la ley del Antiguo Testamento, a las personas ilegítimas y a sus descendientes hasta la décima generación, se les prohibía entrar al templo (Deuteronomio 23:2). Hay familias y razas enteras de pueblos bajo la potestad de las maldiciones de ilegitimidaddebido a los niños que se concibieron fuera del matrimonio. Los bebés se deben engendrar en amor. Durante los meses de embarazo una mujer puede ministrar espiritualmente a su niño por nacer. Puede cantarle, orar por él, y comunicarle su amor. Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de la madre. Un bebé en el vientre materno es capaz de percibir las influencias espirituales tanto positivas como negativas. Inclusive, algunos obstetras creen que un niño sabe si lo aman o no, pocas semanas después de su formación en la madre. Y por medio de la experiencia en el ministerio de liberación, sé que esto es verdad. Otros Rechazos Prenatales Algunos niños son rechazados mientras están aún en el vientre de sus madres por razones como las siguientes: 1. Concepción muy temprana después del matrimonio. Los recién casados, por lo general, planean no tener hijos inmediatamente después de la boda. Así, en los planes de los padres un bebé se convierte en un intruso y se le rechaza. Otro ejemplo de las razones para el rechazo prenatal es el de la joven virtuosa que resulta embarazada mientras se halla todavía en la luna de miel. La novia comienza a preocuparse: “Si el niño nace prematuramente, ¿qué pasará? ¿Quién va a creer que no estaba ya en embarazo antes de casarme? Mi virtud será puesta en tela de juicio”. De esta manera, la preocupación de la mujer por una posible acusación de haber tenido relaciones sexuales antes del matrimonio, hace que rechace al bebé. 2. Concepción demasiado cercana al nacimiento del hijo anterior. La futura madre sufre al darse cuenta que va a tener que cuidar dos niños en pañales al mismo tiempo. Había planeado espaciar el nacimiento de sus hijos con algo de distancia. Por tanto, rechaza este bebé debido a que su llegada está muy próxima a la del hermanito anterior. 3. Preocupaciones financieras en la familia. El niño viene como un“accidente” y se le culpa por causar tensiones y preocupación en el ya restringido presupuesto familiar. Con los precios de los servicios hospitalarios en el día de hoy, el nacimiento de los hijos es bastante costoso. Algunas parejas sienten que no pueden darse el lujo de “encargar” un bebé o que todavía no lo pueden tener. 4. Temores. La futura madre comienza a temer el dolor que acompañará al nacimiento o a tener miedo por las complicaciones del embarazo o a sentir temor por posibles deformidades en su bebé. Tales temores pueden hacerla desear que nunca hubiera quedado embarazada, lo que aumenta el rechazo al niño. 5. Conflictos entre los padres. El matrimonio puede estar en un momento de crisis emocional, por ejemplo, al borde del divorcio y no es el momento apropiado para tener un hijo. 6. Los futuros padres tienen ya los hijos que habían planeado. Por ejemplo, si una pareja decidió que tres hijos es su límite y se enfrenta ahora a un cuarto niño en camino, es seguro el rechazo a ese nuevo ser. 7. Aborto como posibilidad o como intento. ¿Qué sucede a un hijo cuando su rechazo es tan pronunciado que los padres consideran asesinarlo por medio del aborto? Hay pruebas crecientes que el niño tiene conciencia del peligro que sufrió su vida. Aunque el aborto no se efectúe en realidad o no tenga éxito, el deseo de matarle se registra en la conciencia del niño. A medida que ese niño crece y madura, no es raro que manifieste un fuerte temor a haber sido objeto de maltratos y amenazas por parte de su propia madre. El intento de aborto representa un rechazo temporal del bebé. Después de tocar ese tema y luego de orar, finalmente se aceptará y se amará al niño. Sin embargo, ya tuvo lugar la herida inicial y los espíritus malignos aprovecharán la puerta que se les abrió. Rechazo del Niño por su Sexo Un niño puede ser muy deseado hasta cuando nace. Como a menudo es el caso, los padres anhelan un hombre y tienen una niña, o desean una niña y reciben un varoncito. La preferencia sobre el sexo del niño es un tema muy serio para algunos padres. Sin embargo, no interesa cuán fuerte sea la preferencia personal, es una tontería rechazar un bebé por algo que Dios decidió y de lo cual el niño no tiene poder alguno para cambiar. En ciertos casos uno o ambos padres están seguros que el Señor les reveló por adelantado que el bebé será varón o mujer. Dios puede revelar el sexo de un niño antes del nacimiento, según se ve en algunos precedentes escritúrales. Tanto Elisabet, la madre de Juan el Bautista, como María, la madre de Jesús, supieron que concebirían y darían a luz hijos varones (Lucas 1:13,35). Sin embargo, se debe admitir que estos casos fueron excepcionales y que no es algo común que Dios revele el sexo de un niño antes de nacer. Un evangelista y su esposa esperaban el primer hijo. Como viajaban de un lugar a otro, en varias profecías se les dijo que el bebé era un varón y que al crecer sería un siervo poderoso del Señor. Algunas de estas profecías vinieron de ministros muy afamados. Pero nació una niña. El padre quedó tan herido y en tanta confusión que la rechazó seriamente. La madre cayó en un profundo sentimiento de culpa y se condenaba y rechazaba a sí misma por haberle fallado al esposo. La niña, al percibir el rechazo, lloraba sin cesar y sobre todo mucho más cuando el padre la tenía en los brazos. Junto con Ida Mae, mi esposa, aconsejamos a esta pareja y después de haber ministrado liberación a los tres miembros de la familia, inclusive a esa preciosa niñita, hubo un cambio instantáneo y milagroso. La niña se aquietó en sus emociones y aceptó a su padre. A medida que llegaban a diversos sitios, el evangelista llamó varias veces para dar informes actualizados sobre lo bien que marchaba todo y para agradecer la ministración que se le dio a su hijita. De nuevo, esta es una ilustración tomada de mi propia vida. Mi madre esperaba una niña, cosa que le parecía muy lógica. Tenía ya un varón y estaba lista para una niña. Además, mi madre venía de una familia donde hubo solamente cuatro mujeres. Sentía que se podía relacionar mejor con las niñas que con los varones y personalmente quería una hija como compañera. Antes que naciera, mi madre me había elegido un nombre femenino, pero no pensó en nombre masculino, como alternativa. Tan pronto como me vio, supo que jamás me podría decir Nelly Catalina. Pasaron diez días después de mi nacimiento, antes que me dieran nombre. A medida que crecía, con frecuencia mi madre me recordaba que la había desilusionado. Su frustración por no haber sido mujer, hizo que sintiera el peso del rechazo. No ayudaba nada haber nacido varón, pues nunca podría cambiar mi sexo. En defensa de mi madre debo decir que, de haberlo sabido, jamás me hubiera causado ningún daño. Era una buena cristiana que caminaba según la luz que tenía. De la misma forma, hay muchos padres profundamente desilusionados por el sexo de los hijos que han tenido. El rechazo de esos niños no se hace en una forma voluntaria y maliciosa, sino por no conocer e ignorar las consecuencias. Sin embargo, se producen las heridas del rechazo y el demonio sí las aprovecha. El rechazo de los padres debido a la preferencia por el sexo no deseado, a veces hace que los varones se vuelvan afeminados y que las niñas sean marimachos. Un niño a quien se rechaza porque es del sexo “equivocado” sentirá, desde muy temprana edad, que puede ganar la aceptación de sus padres si se conduce como si fuera del sexo opuesto. En consecuencia, como se le rechaza por tener el sexo “errado”, puede llegar a odiarse y rechazarse a sí mismo. Finalmente, el rechazo de la sexualidad propia del individuo, puede llevarlo a convertirse en homosexual. Problemas Físicos Se puede rechazar a un bebé desde su nacimiento porque tiene alguna infortunada deformidad o determinadas características físicas, por ej., mongolismo. Algunos niños nacen con labio leporino o con paladar hendido o con diversas marcas congénitas o desfigurados en grados variables. No todos los niños con deformidades sufren el rechazo; sin embargo, a algunos sí se les rechaza, aunque sus defectos sean leves.Víctima de las Circunstancias El instante del nacimiento es un tiempo particularmente sensible. El niño sale del medio tibio y abrigado cuerpo de la madre. El vientre ha sido un hogar seguro durante nueve meses. Ahora viene un cambio abrupto y completo, a medida que comienza la vida fuera de la matriz. A veces a la mamá no le permiten ver a su bebé durante horas después de nacido. Lo llevan a la sección pediátrica del hospital y allí lo cuidan otras personas. Al padre sólo se lo dejan ver a través del vidrio de la ventana de esa sección. Afortunadamente, en el curso de los últimos años, han surgido muchos cambios para mejorar esos procedimientos. A los futuros padres se les anima a asistir a clases especiales que les preparan para estar presentes durante el parto y servir de ayuda cuando sus hijos van a nacer. Es de máxima importancia, tanto para el padre como para la madre, sostener al recién nacido, masajear el vérnix que cubre su piel y acariciar al niño. Se ha demostrado que los bebés que reciben un contacto y un toque amoroso, desde el momento mismo del nacimiento, desarrollan una personalidad más estable que quienes son separados de sus padres en este instante crucial de la vida. Las heridas del rechazo pueden aparecer si, por algún motivo, al bebé se le priva de una relación estrecha con sus padres. Por ejemplo, el rechazo puede venir si se deja al niño con otras personas, mientras la mamá trabaja fuera del hogar. Ella recoge su hijo en la casa donde se lo cuidan, justo a tiempo para acostarlo y lo vuelve a llevar allá, en la mañana siguiente, antes que esté despierto del todo. Además, el padre puede trabajar por largas horas lejos del hogar y quizá no le pueda dar tiempo a su hijo. En otras palabras, si los padres no dedican tiempo suficiente a su niño, éste, por regla general, sentirá cierto rechazo tanto de parte del padre como de la madre. La paternidad y la maternidad correctas y adecuadas, son trabajos de tiempo completo. Por otra parte, algunos bebés son dados en adopción. Este abandono de los padres, produce una herida muy grave. Aunque casi siempre los padres adoptivos aman a estos niños, muchos son incapaces de recibir amor o de devolverlo apropiadamente, porque ya tuvieron lugar las heridas del rechazo. La muerte de uno o de ambos padres, produce también lesiones muy severas en la personalidad del niño. Los huérfanos no pueden comprender qué le(s) ha pasado a su(s) padre(s) y relacionan e identifican esta desaparición con el abandono. El divorcio es otra fuerza destructiva en la vida de un niño. La herida puede profundizarse si el pequeño, en el hogar, se ha visto sometido a una atmósfera de peleas y conflictos, antes de la separación de los padres. Los infantes y los niños carecen de la capacidad mental para comprender estos disturbios familiares, pero sí son capaces de percibir el peligro que les acecha a ellos mismos, a través del ambiente emocional creado por las contiendas y los disgustos en la familia. Un niño un poco mayor, en una familia en crecimiento, a menudo se ve obligado a competir por la atención de sus padres con el hermanito o la hermanita que le siguen. Los nuevos rivales se consideran con celos. Otro en los brazos o en la falda de la mamá, se puede convertir en la mente del niño en “mamá quiere más al bebé y ya no me ama a mí.” Víctima del Maltrato Es un hecho bien conocido que un elevado porcentaje de los reclusos en las cárceles norteamericanas corresponde a individuos que en su niñez fueron maltratados. Una encuesta en una de esas prisiones federales demostró que ciento por ciento de los prisioneros habían recibido maltrato cuando niños. Esta cifra revela las aterradoras consecuencias del abuso durante los años formativos en la vida de una persona. Siendo esto así, debemos aprender a tratar con las causas más que con los efectos. 1. Maltrato verbal. Algunos niños rara vez oyen una palabra amable o alentadora. Siempre se les regaña, se les ridiculiza, se les maldice y se les atormenta. Lo único que muchos recuerdan de sus padres son frases como: “Quisiera que nunca hubieras nacido. Todo lo haces mal. Jamás serás alguien de provecho. Eres un estúpido, imbécil y bruto. Ojalá estuvieras muerto.” Algunos niños luchan aun cuando reciben toda clase de estímulos. ¿Alguien puede medir las heridas que se le forman a quienes se les maltrata continuamente con palabras mordaces y crueles? 2. Maltrato físico. Claro está que existe el maltrato a los niños y ninguna forma de abuso infantil verdadero se debe defender en ningún terreno. Sin embargo, hay una tendencia a considerar que ciertos aspectos de la disciplina son “maltrato al menor”, cuando en realidad no es así. Por ejemplo, varias oficinas del gobierno (juzgados de menores), pueden considerar que el castigo corporal es “maltrato infantil”. Por el contrario, una buena azotaina administrada adecuadamente, es bíblica y produce frutos de provecho. No es maltrato. Es una manifestación de amor (Proverbios 13:24; 29:15; Hebreos 12:5-11). Hace algún tiempo, con mi esposa llevamos a nuestro hogar, como hijo adoptivo, a un muchacho de dieciocho años. Las autoridades lo retiraron de su casa, cinco años antes debido al maltrato físico exagerado de que era víctima. Las repercusiones emocionales fueron tan graves que para el tratamiento hubo necesidad de internarlo en una institución psiquiátrica. Allí lo encontramos. Las autoridades nos mostraron los recortes de prensa que informaban los abusos que había sufrido. Según esos datos, tenía varias fracturas en el cráneo, pues le habían golpeado con una varilla metálica, uno de los ojos se le salió de la órbita y quedó colgando en la mejilla, las manos tenían cicatrices de las quemaduras que recibió porque se las habían puesto sobre la llama de gas de la estufa, y en los brazos mostraba costras porque se los quemaron con cigarrillo. Por eso podemos dar testimonio sobre las consecuencias que el maltrato físico causa en la personalidad, pero también hemos visto los resultados maravillosos que se originan en la liberación y en el amor. 3. Maltrato sexual. Una de cada cuatro mujeres y uno de cada ocho hombres, han sido víctimas de maltratos sexuales. Este término se refiere a sodomía, incesto, caricias pervertidas y violación. El abuso sexual crea inestabilidades extremas en la personalidad de las víctimas. Por lo general, quienes sufren heridas de este tipo, las ocultan en lo más íntimo de su ser, a veces inclusive en el subconsciente, mediante profundos mecanismos represivos. La razón es clara: en muchos casos el maltrato y abuso sexuales los hacen familiares o amigos muy cercanos de la familia. A fin de evitar la vergüenza y el escarnio que podrían venir sobre la familia, el tema se esconde y con frecuencia, al niño de quien se abusó se le silencia con amenazas de represalias si denuncia al ofensor. Sin embargo, los efectos saldrán a la superficie de una u otra forma. El diablo trabaja horas extras para causar más y más daño a los niños. En la actualidad hay naciones como Suecia, donde el incesto es legal; además se sabe que en otros países, hay movimientos muy fuerte para legalizarlo. ¿Qué repercusiones se pueden esperar en quienes se ha abusado sexualmente? Con Ida Mae ha sido posible ministrar liberación a muchas mujeres con heridas en esta área y en ellas se ha visto que aborrecen a los hombres, les temen y les manifiestan una gran desconfianza. En las mujeres casadas se encontró incapacidad para gozar de sus esposos, no porque éstos les hicieran daño, sino a causa de una carga muy grande de actitudes y sentimientos negativos hacia los hombres en general, resultantes de maltratos sexuales en la niñez. Además, se vio que muchos espíritus de impureza sexual (por ej., erotismo, lujuria, provocatividad, prostitución, frigidez, masturbación) tuvieron entrada merced al abuso y maltrato que hicieron los padres, abuelos, tíos y hermanos. En casi todas las prostitutas se encontró que fueron víctimas de ofensas sexuales en edades muy tempranas. Prácticamente,en todos los casos de personas que han sufrido abuso sexual hay sentimientos muy hondos de culpa, suciedad y contaminación. El peso de estas vergüenzas y temores, puede ser aplastante y llevar a depresiones muy profundas que inclusive, cuando no se superan, hacen que se piense en la muerte, como solución definitiva al problema. El Espíritu Santo con frecuencia da palabras sobrenaturales de conocimiento que llevan luz a las raíces escondidas del maltrato sexual. En otras ocasiones, quienes reciben la consejería, comparten sucesos de su vida que no se atreverían a comunicar a ninguna otra persona. A todos se les proclaman las Buenas Nuevas que hay liberación para los que han sido víctimas en su personalidad y cuerpo de las ofensas y del maltrato sexuales. Rechazo entre Iguales Casi todos hacemos el mismo esfuerzo especial para crear una buena impresión entre los miembros de nuestro grupo. Queremos ser aceptados y que no nos rechacen. Pero conviene recordar que podemos convertirnos en la parte que ofende. Podemos herir a otros si los rechazamos. Si a alguien de nuestro grupo se le rechaza, debemos sostenerle y no estar con quienes le hieren. Una vez hice parte de un grupo ministerial. En nuestras reuniones había un hermano que era el objeto continuo de las bromas de todos. Pronto me encontré al lado de ellos. Hacíamos de nuestro hermano en el Señor el tema de toda broma y burla. Podíamos pensar que era una buena diversión, pero me di cuenta que a ese hermano pastor se le hería con nuestra actitud. Le pedí perdón y después me hice el propósito de tratarle como quería que me trataran. El rechazo entre iguales puede aparecer en cualquier momento de la vida. La niñez es una época muy vulnerable. Los niños pueden ser muy crueles entre sí. Hay hondos y fuertes recuerdos de rechazo que retroceden hasta la época escolar. Se puede excluir a un niño de toda actividad y hacerlo tema de burlas por la raza, la forma como habla, el modo de vestir, la apariencia exterior, el estado social de la familia, cualquier incapacidad física o mental, e inclusive por lo que lleva al colegio para comer. Los niños sufren heridas de rechazo cuando los miembros del grupo no los aceptan. Rechazo en el Matrimonio El divorcio y la separación siempre causan heridas de rechazo. Aquellos a quienes Dios unió, no se pueden separar sin que algo se desgarre. Algunos de los peores traumas del rechazo vienen por las lesiones que se asocian con el divorcio. La infidelidad de un cónyuge, significa que ha rechazado a su compañero(a) por otra persona. Si el pacto matrimonial se rompe por la infidelidad, la herida es una traición al amor. Si uno de los cónyuges deja el hogar, se constituye el abandono del amor. También hay cónyuges que viven en rechazo perpetuo dentro del matrimonio. No hay comunicación ni amistad ni mucho menos amor. Un tipo común de rechazo en el matrimonio es el rechazo sexual. El hombre o la mujer rehúsan los derechos conyugales a la esposa o al esposo. “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. 4La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. 5No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:3-5). Los niños son las víctimas inocentes del divorcio de los padres. También ellos pueden sufrir profundaheridas de rechazo, al perder una relación estrecha con uno de los padres. No es raro para los hijos de padres divorciados culparse por el divorcio o creer que hubieran podido haber hecho algo para evitarlo. Si es así, necesitan liberación de esa falsa culpa. Rechazo en Relación con la Iglesia Si dos personas o grupos de personas se deben amar entre sí, son los hermanos en Cristo. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10). Sin embargo,los pastores hieren y rechazan a muchos cristianos y estos, a su vez, han herido y rechazado a los pastores. Con frecuencia los miembros de las iglesias se muerden y devoran unos a otros (Gálatas 5:15). “...Hermanos míos, esto no debe ser asi” (Santiago 3:10). Cristo nos dejó el mandamiento del amor mutuo, en la misma forma como Él nos ha amado (Juan 15:12). Es un reto para nuestra obediencia a Dios, el amarnos unos a otros. Aquellos a quienes encontramos más difíciles de amar, son los que necesitan al máximo nuestro amor. La causa para que muchos parezcan ser indignos de ser amados, se debe usualmente a que se les ha ofendido mucho y esa es la forma de responder a tales lesiones. En su personalidad sufren las heridas del rechazo. Necesitan que los demás les amen con una clase de amor como el de Dios. Cada rechazo adicional, va a intensificar las heridas de los rechazos previos. III REACCIONES AL RECHAZO Cuando se produce el rechazo, se origina también alguna especie de reacción o respuesta. Para Dios la única aceptable, según las Escrituras, es el perdón hacia la parte ofensora. Dios nos mandó perdonar a los otros sus ofensas. “Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (Marcos 11:25). El perdón es una manifestación de amor. El perdón de Dios para nuestras iniquidades se basa en su amor y no en nuestros méritos (Romanos 5:8). Dios no tiene leyes contra el perdón y cuando expresamos el perdón, se le cierra de golpe toda oportunidad al diablo. Aunque las ofensas contra nosotros sean graves, repetidas y sin justificación alguna, el perdón es la única respuesta que Dios acepta. Si se retiene el perdón o inclusive si se le pospone, se abre una puerta para que entren los demonios. ”Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo...Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:26,27,31,32). Todo aquel que ejercita el perdón del amor, es hijo de Dios. ”Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.”Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seais hijos de vuestro Padre que esta en los cielos...” (Mateo 5:43-45a). Todos los que no muestran amor, inclusive el perdón del amor, son hijos del diablo. “En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10). Pero podemos preguntar: “¿Qué pasa con los niños? ¿Qué puede hacer un infante o un bebé para mantener fuera los demonios del rechazo? Los niños son particularmente vulnerables a las heridas del rechazo. ¿Se puede esperar que los pequeñitos perdonen a quienes les ofenden?” Obviamente, los niños en su etapa embrionaria son incapaces de perdonar a los padres o a quienes les rechazan. Como los infantes y los pequeños no se pueden proteger por sí mismos de los ataques demoníacos, Dios asignó a los padres como guardianes. Casi todos los padres son cuidadosos en proteger a sus hijos de los riesgos físicos. Los objetos peligrosos y las sustancias nocivas se mantienen fuera de su alcance y a los más chicos no se les permite jugar en la calle. Pero, al mismo tiempo, los padres que con tanto celo velan por sus hijos en lo físico, pueden fallar en proveer la protección espiritual. Los padres que están fuera de Cristo y de su verdad, carecen de los recursos espirituales de autoridad y de sabiduría divina para proteger a sus hijos espiritualmente. Satanás está siempre listo para capitalizar todos los descuidos de los padres y todas lasdemás fallas, que dejan vulnerables a los niños. Satanás aprovechará toda reacción pecaminosa a las heridas del rechazo y los espíritus malignos entrarán en esa persona. Los demonios se unirán entre sí para formar una cadena demoníaca de opresión. Y a medida que más y más espíritus se agreguen y se junten en la vida de un individuo, mayor será su grado de esclavitud y servidumbre. Como las reacciones equivocadas al rechazo abren las puertas a los demonios, es importante aprender a identificar esas puertas a fin de mantenerlas cerradas. Algunas de las reacciones erradas al rechazo hacen que azotemos a otros en confrontaciones de ira, amargura y rebeldía. Otras de nuestras reacciones como autocompasión, inseguridad, temores y desánimo, se entierran en lo profundo del interior. La siguiente lista de reacciones equivocadas a las heridas de rechazo, nos debe ser de ayuda para identificar nuestras reacciones erradas a las heridas sufridas. Rebeldía Durante la cumbre del movimiento hippie, al finalizar la década de los años sesenta y al comenzar la década del setenta, Ida Mae y yo aprendimos el ministerio de liberación. El Señor nos abrió una puerta especial para presentar el evangelio a los hippies. De hecho, teníamos tantos hippies que entraban y salían denuestra casa que la gente del pueblo me llamaban “El Predicador de los Hippies”. Estos muchachos se caracterizaban por su rebeldía. Se oponían a toda autoridad válida. A medida que traspasábamos la capa de rebeldía de los hippies, fue muy interesante descubrir que bajo esa capa de odio a la autoridad se encontraba el rechazo. Siempre se vio que el rechazo era la raíz de la rebeldía. A estos jóvenes, hombres y mujeres, nadie les amaba. A casi todos los habían rechazado gravemente sus propios padres o sus familiares más cercanos. Algunos de los hippies que conocimos se quejaban de que sus padres no les amaron lo suficiente como para disciplinarlos. No les corrigieron sus malos comportamientos infantiles. Por tanto, la actitud hippie hacia toda autoridad se convirtió en: “Si no nos aman, ¿por qué debemos respetarlos?” El amor hacia quienes están en autoridad sobre nosotros se manifiesta por medio de la sumisión a esa autoridad. Jesús dijo a sus seguidores: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Cuando los que tienen una posición de liderazgo, abusan de su autoridad o fallan en sus funciones, es fácil perder el respeto y volverse desobediente. La rebeldía nunca tiene excusa, pues detrás de ella está el espíritu del anticristo. La rebeldía, con sus raíces en el rechazo, producirá un árbol demoníaco entre cuyas ramas principales estarán la obstinación, la independencia, la inenseñabilidad, el desafío, la terquedad, el egoísmo, el orgullo y la voluntariedad. La rebeldía se manifiesta al exterior de muchas maneras. Los hippies expresaban en parte esa rebeldía al dejarse crecer el cabello y al rechazar el baño y el aseo. También la expresaban con el uso de droga (especialmente la marihuana), el abuso del alcohol y con acciones desvergonzadas de fornicación. Los muchachos y muchachas hippies negaban la santidad del matrimonio con el libertinaje de su comportamiento sexual. La cultura hippie es un claro ejemplo de rebeldía, pero la rebeldía no se limita únicamente a los hippies. Se encuentra por todas partes, en los corazones de todos los hombres, desde las categorías más altas hasta los más bajos niveles. Debemos entender que la rebeldía es un pecado horrible a la vista de Dios. El profeta Samuel dijo al desobediente rey Saúl: “...como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación...” (1 Samuel 15:23). La rebeldía es un pecado que tiene una asociación directa con el demonio, pues la rebelión la inició Lucifer cuando quiso usurpar el trono de Dios (Isaías 14:12-15). Amargura “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:14-15). La amargura es un fruto del mal, producido por la falta de voluntad para perdonar a otro sus ofensas. Jesús dijo a sus discípulos que debían perdonar todo a los demás. La falta de perdón no tiene disculpa delante de Dios. Es sin excusa. Además, la falta de perdón trae maldiciones. El Señor enseñó que todo el que recibe su perdón por una deuda incalculable de pecado, pero luego se niega a perdonar a otro en lo más mínimo, será entregado a “los verdugos” (Mateo 18:21-35). Los verdugos son espíritus malignos y estar bajo el poder de esos espíritus demoníacos es una maldición. La única forma de escapar a las maldiciones que vienen por la falta de perdón, es el arrepentimiento hacia Dios y perdonar a todos los que necesitan ser perdonados. La amargura y la falta de voluntad para perdonar, castigan tanto al individuo que no perdona como al que espera tener el perdón y no lo recibe. “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:23). Cuando persiste la falta de perdón, dos seres quedan atados en servidumbre y esclavitud perversas. A la persona no perdonada se la mantiene involuntariamente en una relación rota, mientras quien retiene el perdón es víctima de toda clase de tormentos y suplicios en lo más íntimo de su conciencia. A medida que la raíz de amargura crece más fuerte, gracias a los rechazos repetidos y al consiguiente alimentarse de las heridas, se produce cólera, odio, venganza, rabia, violencia, ira y deseos de matar. Un espíritu de “recuerdos recurrentes”, compañero de la amargura, mantiene abiertas las heridas dolorosas del pasado, pues revive de manera continua en la memoria, las veces y ocasiones de tales sucesos. Hay una variedad de maleza que invade los jardines y se llama “Descuidada”. Cuando aparece por primera vez, es la más débil de las malezas y se puede arrancar con los dedos. Pero crece muy rápidamente y en el curso de pocos días es más alta que una mata de maíz. La cabeza principal de sus raíces puede tener entonces un diámetro de una pulgada o más y se internará con mucha profundidad en la tierra. Las diminutas semillas de esa yerba forman multitudes. Todo jardinero sabe que el mejor momento para combatirla es cuando da las primeras señales de su aparición. Cada uno de nosotros es un jardinero espiritual. Nuestro propósito, según la Biblia, es producir el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23; 6:8-9). La amargura es esa maleza que pretende invadir nuestros jardines. Entre más pronto tratemos con la amargura, más fácil será destruirla. Por tanto, seamos diligentes y cuidadosos para que de nosotros no brote ninguna raíz de amargura que nos vaya a estorbar y hacer que muchos sean contaminados (Hebreos 12:15). Autocompasión La autocompasión es una reacción interior hacia el rechazo. Es una forma de autoaflicción por la cual uno se permite ser indulgente con los pensamientos de injusticia, hasta llegar a sentirse completamente miserable. Es una práctica garantizada para destruir el gozo y la paz, dos de los más preciosos componentes del fruto del Espíritu Santo. Escapismo David, el salmista, expresó el deseo de escapar de sus opresores con estas palabras: “...¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo y descansaría” (Salmo 55:6). Casi todos conocemos muy bien el sentimiento de “simplemente escapar de todo”. Cuando las circunstancias de la vida se hacen amargas, es una tentación huir. A menudo, las personas heridas se vuelven artistas del escape y diseñan medios muy astutos y hábiles para alejarse de las cosas desagradables que tiene la existencia. Una forma común de escapismo es la ensoñación diurna. Aquí el individuo crea su propio mundo placentero donde vive por medio de la imaginación. Cierra la mente a la realidad de las circunstancias estresantes y se refugia en la irrealidad. Le pueden ayudar eneste escape las películas de cine, las novelas y dramas televisados o los libros de ficción. Otra vía de escape es el sueño. Mientras se está en la cama, bien oculto bajo las frazadas, no es necesario enfrentar las responsabilidades ni las cosas desagradables. Por tanto, el sueño se puede convertir en una adicción, una obsesión, un intento inútil para evadir los problemas diarios de la vida. Las drogas y el alcohol se pueden utilizar para “bombardear la mente”, de manera que allí no haya pensamientos desagradables. Los tranquilizantes y la terapia de electrochoques son métodos médicos para llevar escape a los enfermos mentales. Estas técnicas curan muy pocas de estas enfermedades y con alguna frecuencia pueden originar problemas mayores. Dios tiene algo mucho mejor. Culpa La culpa es la carga más innecesaria que alguien puede llevar. El propósito total de la obra redentora de Dios en Jesucristo se diseñó para librarnos del pecado y sus consecuencias. La culpa es una de las principales consecuencias del pecado. Bajo la ley no había solución ni remedio para la culpa (Hebreos 9:9-10). En cambio, bajo el nuevo pacto, dice la Biblia: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Se puede decir que en este pasaje “carne” significa “las obras de la ley”. Cuando uno peca, hay remedio. Si se experimenta el arrepentimiento hacia el pecado y hay fe en la obra de Jesús, por medio de la sangre de Cristo no sólo se borra el pecado, sino toda su correspondiente condenación. “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:13-14). Algunos se sienten culpables aunque no hayan pecado. Estas pobres almas no perciben el astuto plan de Satanás para atormentar a los hombres con culpas infundadas e innecesariamente se culpan a sí mismas por el mal que muchos les hacen. Su razonamiento es algo así: “Merezco la forma como me tratan. Todo es por mi culpa. Mi condición es como un castigo de Dios”. En casi todos los casos esas actitudes negativas hacia el yo, son el resultado final de haber sido objeto de desprecios y de recibir la condenación de otros, casi siempre miembros de la propia familia. ¡Qué carga tan infernal pensar que se merecen todas las heridas y que no hay ningún remedio! Es muy común echar nuestras culpas a los demás. Cuando Dios confrontó a Adán con su pecado, recibió esta explicación: “...La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol y yo comí” (Génesis3:12). De esta manera Adán echó su culpa sobre Dios y sobre su mujer. Por su parte Eva le contestó a Dios: “...La serpiente me engañó y comí” (Génesis 3:13). También Eva rehusó aceptar la responsabilidad por su pecado y alegó que el diablo hizo que lo cometiera. Pero Dios dice en la Santa Biblia que cada uno de nosotros es responsable por sus hechos y acciones: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; ”sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:13-14). ¡Claro que la culpa es una carga muy pesada e innecesaria! Si la culpa se debe a la propia insensatez, que el pecador se sumerja bajo la marea carmesí que fluye de las venas de Emanuel, para que sea blanco como la nieve. Si alguien ha tomado la culpa de otros, permítasele arrojar esa carga. Dios puede hacerle llevar la carga de la intercesión, pero no la de la culpa. Si equivocadamente alguien se ha culpado por los pecados de otro, que descanse en la justicia de Dios: “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí...Para su propio señor está en pie, o cae...” (Romanos 14:12,4). Inferioridad La inferioridad se relaciona estrechamente con el rechazo. Cuando alguien es rechazado y es puesto bajo los demás, casi que está listo para ponerse también en situación de inferioridad. Al compararse con otros, se considera inferior. Al hacer un inventario de sus capacidades, se juzga completamente inadecuado. A los ojos de Dios, nadie es inferior. Él nos entrega a cada uno de nosotros capacidades y responsabilidades. La parábola de los talentos nos enseña que ha dado más responsabilidad a unos que a otros, pero todo lo que Él requiere es fidelidad en aquello que nos confió. Temores de Inseguridad En el amor hay seguridad. Cuando nuestro padre terrenal nos ama, eso nos permite comprender el amor del Padre celestial y nos es más fácil creer que también nuestro Padre Dios nos ama. La persona que sabe más allá de toda duda que Dios le ama, tendrá estabilidad en la vida. Podrá declarar con el apóstol Pablo: “...Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Por otra parte, el que no ha recibido el amor de quienes le deberían amar, está listo para dudar hasta del amor de Dios. La inseguridad resultante produce temor. ¿Qué me sucederá? Como en el temor hay castigo, la persona rechazada tiene el tormento del temor al castigo (1 Juan 4:18). Se preocupa sobre aspectos de seguridad que se relacionan absolutamente con todo: desde sus finanzas hasta el tener favor con Dios. Nuestra seguridad descansa en el amor de Dios. Cuando confiamos en que Dios nos ama, el temor debe salir. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme no ha sido perfeccionado en el amor” (1Juan 4:18). Desesperanzas El individuo que no ve ninguna perspectiva de recibir amor, es como un hombre atrapado en un enorme desierto sin nada, sino kilómetros de ardiente arena en todas direcciones. Su lengua se hincha con la terrible sed que le atormenta y cae al suelo, para aguardar la muerte. Perdió por completo la esperanza. Quien ha sido herido por el rechazo no tiene frescura alguna. Comienza a secarse por dentro. La desesperanza conduce a desaliento, desesperación, melancolía, derrota y depresión. Sin esperanza no hay gozo; sin gozo no hay deseos de vivir. El estar de acuerdo con la idea de la muerte, es un camino que lleva a la tristeza y posiblemente incluso al suicidio. Cuando el desesperado halla amor, encuentra también la esperanza. Las relaciones en amor son como fuentes de agua viva, especialmente nuestra relación con Jesús y sus palabras: “...Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). El que tiene una relación personal con Jesús recibe una fuente de agua viva dentro de sí, según el mismo Señor explicó a la mujer samaritana: “...el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Cuando damos amor a alguien, le damos “un vaso de agua fría” en el nombre de Jesús. La falta de esperanza se refrescará con nuestro amor. Por otra parte, el que necesita de ese amor refrescante, no debe sentarse como un holgazán a esperar que los demás tomen la iniciativa. Los que sienten la desesperanza y desean ser amados, deben comenzar a derramar de su propio amor con toda abundancia. La enseñanza de Cristo sobre dar y recibir se aplica tanto al amor como a las cosas materiales. “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38). Estar a la Defensiva Si el perro de la casa se lastimó, habrá que tocarlo con precauciones porque podría morder. Las personas heridas también pueden “morder” (Gálatas 5:15). Un individuo herido puede ser sensible, estar a la defensiva y no sólo devolver mal por mal, sino además mal por bien. La defensividad se expresa en críticas y juicios. En este último caso se adopta la siguiente posición:juzga a quienes te han herido y juzga a quienes te han juzgado. Aquí se produce una protección falsa, pues en lugar de obtener seguridad, el juicio invita a las represalias de los demás. ”No juzguéis, para que no seáis juzgados. porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mateo7:1-2). El juicio ciega nuestros ojos e impide que veamos nuestras propias faltas. Así nos auto-engañamos y sólo vemos las faltas de los demás. Esto trae a la mente la enseñanza de Jesús sobre la paja y la viga. Primero debemos retirar la viga de nuestro propio ojo, antes que podamos ver claramente para pretender quitarle a nuestro hermano la paja del suyo. La gente que juzga también está lista para proyectar sus propias faltas sobre los demás. En la congregación una persona me acusaba repetidamente de no amar a la gente de la iglesia. Las acusaciones me hicieron caer en una indebida introspección, en un esfuerzo para descubrir qué había hecho o dicho que hiciera pensar a alguien que me faltaba amor. Por último, me di cuenta que quien me acusaba no amaba a los demás. En lugar de ver el problema dentro de él mismo, me lo pasó a mí. Después, con el tiempo, fue posible descubrir que la transferencia de la culpa es un engaño muy común en quienes sufren las heridas del rechazo. Cuando alguien nos ha ofendido, no es nuestra responsabilidad levantarnos e invocar nuestros derechos para justificarnos. En efecto, el Señor dijo: ”Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:38-39). No necesitamos hacer pedazos a otros en un esfuerzo para surgir y llegar más alto. Dios es nuestro defensor. Por tanto, recordemos y pongamos en práctica las sabias palabras que el apóstol Pablo, por la inspiración del propio Espíritu Santo, nos dejó en la Biblia: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21). Desconfianza e Irrespeto La confianza es como un puente que une a dos personas entre sí. ¿Cómo es posible confiar en y respetar a en quienes le han herido con rechazo, traición, abandono e infidelidad? Cuando se destruye la confianza, la relación se destruye. Es posible restablecer la confianza, pero eso sólo se puede cumplir con gran esfuerzo y grandes precauciones. Reconstruir la confianza toma tiempo y necesita paciencia y perseverancia. Como ejemplo de confianza destruida, vale la pena considerar la mala condición de una hija a quien el padre rechaza desde la niñez. El papá no tiene tiempo para jugar con ella; bebe con mucha frecuencia y la maltrata. Cuando esta niña llega a la edad adulta, muy probablemente ha de tener una gran desconfianza y falta de respeto por los hombres, en general. Si el hombre en su vida es el marido, el pastor u otro cualquiera, sus temores le dirán que todos los hombres hieren a las mujeres y que no se puede confiar en ninguno. Hay que desarraigar los tormentos de la desconfianza y el irrespeto y vencerlos con la confianza en Dios. A medida que uno se afianza en el amor de Dios, podrá soportar las injusticias de los demás, sin sufrir repercusiones interiores. No se pueden justificar ni excusar la desconfianza ni el irrespeto. La Biblia ordena a la mujer respetar a su marido y a los hijos honrar a padre y madre (Efesios 5:33; 6:1-2). Es natural para quienes están bajo el liderazgo de padres y esposos, honrar y obedecer a los que son dulces, bondadosos, compasivos, tiernos, desinteresados, serviciales, amables y generosos. Es más difícil, pero no imposible, respetar una autoridad simplemente porque Dios lo ordenó así. El que guarda y mantiene el respeto, aunque reciba maltratos y se abuse de él, encuentra el favor de Dios. “...Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios” (1Pedro 2:20). Dureza Dios creó las tortugas con caparazones protectores pero no creó a las personas con escudos. Cuando un individuo forma su propio caparazón de protección, desarrolla una “personalidad de tortuga”, dura e impenetrable. Se dice: “No voy a permitir más que otras personas corran sobre mí y me hieran. Soy rudo y firme. No dejaré que nadie más me maltrate.” De esta manera forma un escudo fuerte alrededor de sí y obra como una tortuga que se esconde en su concha. Cuando los demás procuran hacernos daño, podemos olvidar que Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestra roca y nuestra fuerza. En lugar de eso, podemos construir una concha dura y retirarnos a nuestro mecanismo defensivo. El problema con la dureza, estriba en que nos roba la compasión. Así, nosotros mismos nos encargamos de formar obstáculos para cumplir nuestro ministerio a otros. “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;9no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (1 Pedro 3:8-9). RESUMEN Hemos revisado algunas de las reacciones más comunes al rechazo. Cada una de estas reacciones representa apartarse del designio de Dios y constituye pecado. Las puertas del pecado se convierten en invitaciones abiertas para que entren los demonios. Nuestro enemigo Satanás, se agazapa a la puerta del pecado y solamente espera una abertura para saltar al interior y devorar todo. Cuando Caín se enojó porque Dios no quiso aceptar su ofrenda sin sangre, su corazón se llenó de odio, envidia y celos contra su hermano Abel. Dios inmediatamente le advirtió: ..¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado esta en la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:6-7). Hay soluciones bíblicas, positivas, para todas nuestras heridas y frustraciones. Debemos aprender a no reaccionar con pecado y error a las heridas que recibimos. En cambio, debemos andar en los consejos de la Palabra de Dios. IV ADAPTACIONES AL RECHAZO Una vez que han tenido lugar las heridas del rechazo, se deben hacer esfuerzos para aliviar esos dolores y para encontrar formas de satisfacer la necesidad de amor en la vida. Por lo general, la persona busca acomodarse a las heridas y hallar maneras de compensar tales sufrimientos. Los siguientes párrafos identifican y comentan los métodos comunes que casi toda la gente emplea como reajuste a los sentimientos de rechazo. Perfeccionismo “¿Cómo hago para conseguir amor? No puedo obligar a otros a que me amen. Si sólo pudiera lograr un poquito de aprobación de los demás, quizás parecería como amor y eso me haría sentir apreciado”. Así razona muchas veces una persona herida. Quienes se sienten no aceptados y víctimas del desprecio, están listos a volverse perfeccionistas. Esperan que por lograr algo perfecto, alguien les ha de decir con señales de aprobación: “Creo que eres maravilloso. ¿Cómo obtuviste eso? Desearía hacerlo tan bien como te queda a ti”. Debido a mis propias batallas con el rechazo y la inseguridad, me convertí en perfeccionista. Como es irreal pretender ser perfecto en todo, hay necesidad de especializarse. Hice mi especialización en acciones planeadas y precisas. El perfeccionismo es un amo de duras tareas que exige una completa dirección en el cumplimiento de las metas. Es posible perder el sueño y sobrepasarse físicamente, pero ningún precio parece ser demasiado alto con tal de alcanzar la aprobación. A fin de planear mi programa perfecto cada día, me despertaba una hora más temprano para calcular hasta el último detalle de toda mi jornada. Así determinaba con toda exactitud lo que haría y lo fijaba dentro del marco del tiempo. Teóricamente, al finalizar ese período, debería tener un día perfecto. Cuando todo resultaba según lo pensado, me hinchaba de orgullo y decía de mí mismo: “Puedo planear y trabajar en un programa mejor que todos”. Para mi malafortuna, había muchas interrupciones y contingencias impredecibles que no calculaba en mis planes. Cuando éstos se torcían, me frustraba, impacientaba y me enojaba contra mí mismo o contra cualquiera a quien pudiera culpar del fracaso. La ira estallaba por la interrupción más inconsecuente en los planes. Después de ser pastor, planeaba mis jornadas con todo cuidado. Mi rutina diaria era detallada, pero, no había lugar para emergencias e imprevistos que solicitaran mi participación en la comunidad. Por ejemplo, si una persona de la iglesia tenía que ir al hospital por algo urgente, condenaba esa interrupción injusta de mi perfecto programa. Esa enfermedad arruinaba mi día. Mantener y guardar un orden preciso, vino a ser más importante que las vidas de aquellos a cuyo servicio Dios me había llamado. El perfeccionismo también pone a otros bajo servidumbre, porque el perfeccionista espera de quienes le rodean dedicación y habilidad iguales a las suyas. Cuando esta demanda de perfección en los demás compromete al cónyuge, como en mi propio caso, se crea una tremenda tirantez en el matrimonio. Un ejemplo personificado de esta situación, es el ama de casa perfeccionista. Inclusive, si se llega a su hogar a las nueve de la mañana, se encontrará limpia la loza, los pisos aspirados, las camas tendidas. Todo siempre estará brillante y en orden. Ni siquiera tolerará basura en las papeleras. Cuando se la felicita por sus acciones, se llenará de orgullo. Pero si las circunstancias se alteran e interfieren con sus metas de perfección, se frustra y se vuelve irritable. Claro que es recomendable ser limpio y tener orden, pero el perfeccionismo es una esclavitud. El perfeccionista se halla físicamente sometido a guardar metas de cumplimiento irreales e innecesarias. Siente que el desempeño perfecto es la clave para la aceptación. Siempre que puede, el diablo pone cargas superpesadas; en cambio, Jesús afirma que su carga y su yugo son livianos y ligeros (Mateo 11:30). Compasión y Responsabilidad Falsas La persona que no se siente amada, se desespera por encontrar relaciones. “¿No habrá alguien a quien pueda amar?” se pregunta. En la desesperación por encontrar compañerismo, se puede comprometer en relaciones potencialmente peligrosas. Por ejemplo, un hombre cristiano puede ir tras una mujer que haya caído en promiscuidad sexual. Se convence que Dios le ha llamado a rescatarla y salvarla. Siente compasión por ayudarla y testificarle de Cristo, pero su compasión es falsa. En realidad, busca satisfacer sus propias necesidades de amor. La tentación que encuentra es demasiado grande y cae en pecado sexual. Muchos matrimonios van de cabeza al desastre desde el comienzo, porque se fundamentan en compasión y responsabilidad falsas. Por ejemplo, una mujer cristiana, pura, elige comprometerse con un hombre que está en las profundidades del pecado. Cree que a menos que ella le ayude, nadie más lo intentará y que Dios la hará responsable de su condenación. Pero Dios no le exige esta responsabilidad. Por medio del engaño de la fantasía se ve como el catalizador que ha de convertir a ese hombre en un ángel. Se casa a fin de librarlo, pero al final en nueve de diez veces terminará en los caminos de él o entrará en una vida de amarguras y sufrimientos innumerables. “...fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1Corintios 10:13) La “salida” puede ser evitar las relaciones cuyas bases están en la compasión falsa o en la responsabilidad falsa. Debemos implorar al Espíritu Santo su luz, para que permita discernir lo verdadero de lo falso. Otra faceta de la falsa compasión se manifiesta por medio de un afecto desordenado hacia los animales, pues ellos rara vez rechazan a sus dueños. Un hombre puede tener un mal día en el trabajo y todos sus amigos haberse vuelto contra él, pero cuando llega al hogar en la tarde, su perro aún le amará. El perro ladrará una bienvenida, meneará la cola, saltará sobre el amo, le lamerá la mano y se echará a rodar por el piso. Toda esta actividad canina se suma para decirle: “Te quiero; me hace feliz que estés en casa”. No es malo tener mascotas, pero sí lo es confiar en ellas para buscar compañerismo y amor. Dios le trajo a Adán todos los animales que había creado para que les diera nombre a cada uno, “...mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Génesis 2:20). Ningún animal del mundo pudo llenar la necesidad de compañía de Adán. ¿Cómo se puede juzgar si en la relación con la mascota hay desequilibrio? Primero, ¿se esta humanizando al animal? ¿Se le trata como si fuera un ser humano, un miembro de la familia? Algunos dueños de mascotas se refieren a su animalito como “mi niño”, y a menudo pueden firmar con el nombre de la mascota las tarjetas de Navidady las cartas personales. Segundo, ¿la persona se deshumaniza a fin de ponerse a nivel del animal? Algunos dueños han tomado personalidades de animales a causa de su deseo de comunicarse con ellos. En el ministerio de liberación hemos visto demonios que manifiestan características animales en las personas y a veces hacen que quienes tienen un afecto desordenado hacia sus mascotas ladren, maúllen o relinchen. Otra prueba del desequilibrio en el afecto por los animales es medir o pesar la importancia que se da a la vida del animal frente a la vida humana. Los que son rechazados por la gente pero, aceptados por los animales, prefieren ver a una persona herida o muerta y no que un animal sufra. También he descubierto que quienes tienen un amor desordenado por los animales, se vuelven muy defensores de su relación con ellos. Sugerirles que puede ser necesario que cambien sus prioridades amorosas, viene a ser una amenaza muy grave para una seguridad cuya base está en el amor que reciben de su mascota. Codicia Material La ausencia de amor produce un gran vacío en la vida. Ese vacío se llenará pronto con una cosa o con otra. Satanás siempre anda alrededor para ofrecer sus sustitutos en vez de amor. Como Satanás no tiene amor que pueda brindar, se limita a reemplazarlo con codicia. La codicia puede ser en muchos campos: poder, dinero, reconocimiento, sexo, fama, etc., que vienen a ser como una especie de cura para el vacío de amor. El amor satisface, mientras la codicia nunca proporciona satisfacción. Siempre deja una herida y un vacío mayores. “Entonces la concupiscencia (= codicia), después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:15). Parece haber una cierta clase de comodidad que se experimenta al tener casas de recreo, abrigos de pieles, automóviles exóticos, lo último en equipos deportivos, vacaciones lujosas y vinos finos, pero, siempre hay un enorme vacío interior. Codiciar cosas nunca satisface, obténgase lo que se obtenga. El apetito de la codicia siempre exige más y más cosas. La codicia es una condición interior del corazón. Además de conseguir cosas, puede haber el deseo y la codicia de más cosas. Algunas personas bajo el control de la concupiscencia en realidad viven en pobreza y aunque tienen muy pocas cosas terrenales, dentro de ellas hay una guerra constante. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codi- ciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:1-3). Las cosas materiales nunca sustituirán el amor. Ni todo el dinero del mundo ni todo lo que el dinero puede comprar, jamás llenarán la necesidad de amor en la vida de alguien. El mundo anuncia su existencia de riquezas con todo entusiasmo y pretende hacernos creer que las “cosas” satisfarán. Moisés nos dio un ejemplo cuando eligió el sendero de Dios, en vez del camino que le ofrecía el mundo. Tuvo sabiduría para ver quelos placeres mundanos son pasajeros y falsos, mientras que las recompensas por servir a Dios son verdaderas y eternas (Hebreos 11:24-26). Concupiscencia Sexual Muy pocas personas parecen haber escapado a la trampa satánica de la inmoralidad sexual ¿Por qué es el pecado sexual tan común inclusive entre cristianos a quienes se les han enseñado los patrones morales bíblicos? Por una razón: el mundo nos bombardea a través de los medios masivos de comunicación con programas que ilustran la fornicación y las perversiones como costumbres aceptables para el hombre moderno. Grandes multitudes han dado la bienvenida a filosofías que aparentan ser nuevas como la llamada “liberación”. Pero Satanás, el dios de este mundo, es un engañador. Lo que parecer ser al principio como liberación, más tarde se descubre que es servidumbre, esclavitud. Las personas a quienes se les ha robado el amor que merecían, son especialmente vulnerables a las tentaciones de los pecados sexuales. Quien sufre hambre de amor se engaña si piensa que su necesidad de amor se llena al satisfacer su apetito sexual por medios ilícitos. Las concupiscencias de la fantasía son formas de ser indulgentes con el pecado sexual. Ese acuerdo con el pecado da oportunidades al diablo. Es un concepto falso pensar que los demonios sólo pueden aprovechar si hay un pecado abierto y franco. La concupiscencia tiene su comienzo como tentaciones en los ojos y en la imaginación, pero Satanás empujará a esa persona tan lejos como le sea posible hasta ponerla en la mira del pecado. Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28). Si se aceptan mentalmente las mentiras del diablo se abren las puertas a los actos del pecado sexual. La masturbación es una de las más tempranas expresiones de violación en el área del sexo. Es una forma de amor egoísta que a menudo se nutre de materiales pornográficos. Quienes alimentan sus ojos y sus mentes con la pornografía se abren a toda clase de espíritus perversos. La vida del pensamiento se contamina y la conciencia se cauteriza y endurece. Tan sólo se necesita una oportunidad para practicar todo cuanto se ha gozado en la imaginación. No interesa cuán lejos se vaya en el camino de la indulgencia sexual ilícita, sea con alguien del sexo opuesto o del mismo sexo, nunca se alcanzará el arco iris de la plenitud y de la total satisfacción. En lugar de eso, se cosechará exactamente lo que se sembró. “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:26-27). Autopromoción Hay un viejo adagio que dice: “Dos equivocaciones no hacen una verdad”. Es lo mismo que decir: “Dos problemas opuestos no hacen una solución.” De ahí que sea un tremendo engaño que el enemigo ofrezca alivio de un problema dándonos el problema opuesto. Supongamos que tengo un dolor de cabeza muy fuerte y alguien me ofrece ayuda. Pero, la forma de ayuda que brinda es golpearme uno de los dedos tan fuertemente que ese dolor quitará mi atención de la cabeza. Esa es la clase de ayuda que el diablo ofrece, cuando dice: “Pobrecito. Estás muy herido con el rechazo. Lo que necesitas es un viaje de tu ego. Edifícate en tu propia estimación, hasta cuando te sientas bien respecto de ti mismo”. Cuando se traduce esta propuesta del demonio a la verdad, realmente dice: “Como tienes una mala relación con alguien, eso te ayudará a tener una mala relación con Dios”. El orgullo nos pone en problemas con Dios, pues Jesús dijo: “...cualquiera que se enaltece será humillado...” (Lucas 18:14). Definitivamente, ponerle complicaciones a un problema sencillo, nunca jamás nos dará la solución. Represión Casi todos nosotros somos expertos en el auto-engaño. Por ejemplo, pensamos que hemos resuelto de manera genuina un problema porque no le permitimos que nos preocupe más. Si hemos echado todo nuestro cuidado y toda nuestra ansiedad sobre el Señor y descansamos en su poder, entonces todo está muy bien. Sin embargo, si tan sólo lo hemos reprimido, eventualmente saldrá otra vez a la superficie. La fe en Dios es la curación total, pero la represión no es sino un truco psicológico. La represión se define como “la exclusión de la conciencia”. Se puede alcanzar por medio de técnicas mentales muy diversas o se puede inducir por otros medios. Por ejemplo, unos tranquilizantes, una botella de licor, un tratamiento con electrochoques, excluirán de la conciencia prácticamente todo, pero el problema sigue vivo, sin resolverse. Está fuera de toda duda que muchas molestias físicas se deben a la represión de temores, penas, iras, ansiedades, resentimientos, preocupaciones, culpas, angustias, odios. Las filas de oración en la iglesias pentecostales están llenas de casos crónicos de úlceras digestivas, asmas, diverticulitis, estrés, cefaleas tensionales, palpitaciones cardíacas, artritis, etc. Es necesario eliminar las raíces o causas anímicas y espirituales de estos problemas físicos de salud, para que tenga lugar una sanidad genuina y verdadera. “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo y refrigerio para tus huesos” (Proverbios 3:7-8). Llamar la Atención La gente que se siente ignorada e inferior, con mucha frecuencia desarrolla comportamientos extraños para atraer la atención. Los niños a quienes sus padres descuidan, a menudo se manejan mal. Inclusive si el niño es indisciplinado y díscolo en su conducta y hace que le castiguen, por lo menos obtuvo un poco de atención. A un joven lo reconocían sus compañeros como “el alma de la fiesta.” Nada era serio para este muchacho. Siempre decía chistes y de todo hacía burla. Cuidadosamente gozaba de la atención que recibía por sus continuas bromas. Cuando llegó a los veinticinco años, el Señor le llamó al ministerio, pero se sentía tan incapaz y tan inferior que resistió con todas sus fuerzas el llamado de Dios. La mamá se dio cuenta que actuaba de forma rara y se preocupó mucho, pues pensó que algo muy serio le acontecía. Decidió confrontarlo y le dijo: “No estás actuando normalmente. ¿Qué sucede contigo?” El joven, al principio, no quiso admitir delante de la madre lo que pasaba en su interior, pero como ella mantuvo la presión, al final le confesó la verdad. Le dijo que Dios le hacía un llamado al ministerio. La madre, una buena mujer cristiana, que con mucha frecuencia rogaba a Jesús que llamara a su servicio por lo menos a uno de sus tres hijos, le contestó a este hijo: “¡No te creo! Es cierto que tienes veinticinco años pero, hasta donde me doy cuenta, siempre has sido un payaso y nunca has tenido ni un solo pensamiento serio en la cabeza”. Esta era la opinión de la madre sobre su propio hijo. ¡Yo soy ese hijo! Mi necedad y mis payasadas eran una máscara para mi inseguridad y mis inferioridades. Reía en el exterior y hacía reír a los demás pero, por dentro lloraba. Muchas personas son así. Se vuelven como payasos aficionados, diablos atrevidos e irreverentes religiosos, a fin de llamar la atención de quienes les rodean. Control de los Demás Había un joven rechazado seriamente por su propia familia. Cuando creció, se enamoró de una hermosa muchacha y se casaron. Por fin tenía alguien que le amaba. Luego le vino el tormento de pensar que en alguna forma podría perder a quien le amaba. Se sintió obligado a abrumar a su esposa ocultando su protección. Desde el trabajo llamaba a la casa para asegurarse que ella aún estaba en el hogar. Le asaltaba el temor que le fuera infiel. Un día llamó por teléfono y su esposa no contestó. Cuando llegó del trabajo la confrontó: “¿Dónde estabas esta mañana? Te llamé exactamente a las diez y veinticinco
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