Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
La atención psicoeducativa en la primera infancia Evaluación de centros, servicios y programas Esther Secanilla Campo Diseño de la colección: Editorial UOC Diseño de la cubierta: Natàlia Serrano Primera edición en lengua castellana: marzo 2016 Primera edición digital: abril 2016 © Esther Secanilla Campo, del texto © Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL), de esta edición, 2016 Rambla del Poblenou, 156, 08018 Barcelona http://www.editorialuoc.com Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL Maquetación: Natàlia Serrano ISBN: 978-84-9116-289-6 Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos, sin la autorización previa por escrito de los titulares del copyright. Autora Esther Secanilla Campo Doctora en Psicología de la Educación por la UAB, licenciada en Psicopedagogía, diplomada en Magisterio. Posgrado en Terapia de pareja y en Psicomotricidad. Especialista en asesoramiento curricular. Profesora en la UAB, Departamento de Pedagogía Sistemática y Social. Profesora colaboradora de la UOC, de los Estudios de Psicología y Educación. Investigadora del Grupo de Investigación IARS (Infancia y Adolescencia en Riesgo Social) de la UAB. A mis padres, que me ofrecieron una bella infancia. © Editorial UOC Índice 9 Índice Capítulo I. La primera infancia. Introducción ........ 13 1. Dibujemos una cultura de infancia ........................... 14 Bibliografía .................................................................. 20 Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia en la primera infancia.................... 21 1. El contexto familiar .................................................... 22 1.1. El proceso de embarazo y el nacimiento del bebé ................................................................. 23 1.2. El desarrollo psicomotor ................................... 26 1.3. Las interacciones positivas ................................ 28 1.4. El desarrollo de un apego seguro ..................... 31 1.5. La familia extensa ............................................... 39 1.6. Ejerciendo una parentalidad positiva ................ 41 2. La institución educativa .............................................. 53 Bibliografía .................................................................. 64 Capítulo III. Políticas y primera infancia. Conciliación de la vida laboral y familiar ........... 69 1. Las recomendaciones políticas .................................. 70 2. Las políticas familiares, estrategias de cambio ........ 78 Bibliografía ................................................................... 88 Capítulo IV. Calidad y primera infancia .................... 91 1. El constructo calidad de vida........................................ 92 2. La calidad en la primera infancia .............................. 97 © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 10 3. Escalas para evaluar la calidad de centros, servicios y programas de primera infancia ............................. 104 4. Programas de atención a la primera infancia y a sus familias ............................................................ 108 Bibliografía ................................................................... 114 Capítulo V. Elaboración de los indicadores de calidad ....................................................................... 117 1. Los indicadores de calidad y su tipología ................ 118 2. Fundamentos organizativos ....................................... 122 3. Diseño de la metodología del sistema de indicadores ............................................................... 124 Bibliografía ................................................................... 130 Capítulo VI. La evaluación de las prácticas psicoeducativas de primera infancia...................... 131 1. Definición de los objetivos de calidad ..................... 132 2. Criterios específicos .................................................... 139 3. Cuestionario elaborado a partir del sistema de indicadores de las prácticas psicoeducativas en los centros, servicios o programas de primera infancia .......................................................................... 158 Bibliografía .................................................................. 165 Capítulo VII. La evaluación de centros, servicios y programas de primera infancia ............................ 167 1. Definición de los objetivos de calidad ..................... 168 2. Criterios específicos .................................................... 173 3. Cuestionario elaborado a partir del sistema de indicadores para la evaluación de los centros, servicios o programas de primera infancia ............. 195 © Editorial UOC Índice 11 Bibliografía ................................................................... 205 Epílogo ................................................................................. 207 © Editorial UOC Capítulo I. La primera infancia. Introducción 13 Capítulo I La primera infancia. Introducción La imagen que tenemos ahora del niño es la de alguien que es rico en potencial, fuerte, poderoso, competente y, sobre todo, que está relacionado con las personas adultas y con otras de su edad. Loris Malaguzzi, 1993 El concepto de infancia ha ido evolucionando a lo largo de los años. En este capítulo nos aproximaremos especialmen- te al concepto que hace referencia a la pequeña infancia, es decir, niños y niñas de 0 a 3 años, resaltando sus necesidades evolutivas y psicoeducativas en esta etapa de vida, como ciu- dadano de pleno derecho. Así se construirán algunos de los ejes que nos permiten hablar de una cultura de infancia vigen- te actualmente en nuestra sociedad. Ahora bien, dicha cultura de infancia se manifestará en función de cómo sea el cuidado de sus niños en un municipio, comarca o país. El concepto de cuidado es amplio; se refiere tanto a las estrategias que se utilicen para dar respuesta a las necesidades del niño y de sus familias como a las actuaciones para abordar sus comportamientos, pensamientos, emociones y lenguajes, entre otros. También se refiere al modo en que el adulto ve al niño, al acceso a los servicios por parte de la familia, al marco legal de referencia. Y, sobre todo, a las políticas educativas y familiares que se ofrezcan para dar respuesta a las necesidades emergentes de la sociedad en cada realidad cultural concreta, © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 14 puesto que no existe una única cultura de infancia universal, sino que varía en función de las prácticas socioculturales de cada comunidad. Estos aspectos serán abordados tanto en este capítulo introductorio como en los siguientes. 1. Dibujemos una cultura de infancia Infancia se refiere a las personas que viven en contextos socioculturales construidos, pero, claro, el niño pequeño debe hacerse suyos los elementos culturales, pues cuando nace tiene unos instrumentos que le permiten estar en el mundo, pero no es autónomo. Esto, que parece un inconve- niente, hace que los niños se vean implicados en situaciones de interacción social, en situaciones de prácticas sociales determinadas; una misma persona se desarrollará, por tanto, de forma diferente en función de las posibilidades de intercambio que desarrolle en los contextos a los que se vea expuesta. Según Vega (1986), la infancia consta de tres periodos: • Primera infancia: desde el nacimiento hasta los 3 años • Segunda infancia: de los 3 a los 7 años • Tercera infancia: de los 7 a los 12 años La primera infancia hace referencia a los tres primeros años de vida de una persona, los cuales son cruciales para su desarrollo y aprendizaje, por lo que es preciso plantear ciertascondiciones en los contextos familiares e institucionales y del entorno. Contextos en los que el bebé participe desarrollán- © Editorial UOC Capítulo I. La primera infancia. Introducción 15 dose y aprendiendo, porque unas condiciones de atención psicoeducativa adecuadas para la primera infancia y sus fami- lias posibilitarán la potenciación del desarrollo y aprendizaje infantil y los vínculos que se vayan estableciendo. En el concepto de primera infancia quedan implícitos los constructos educación y cuidado, que derivan en una mira- da amplia e integral que tiene en cuenta la forma como las políticas, los servicios, las familias y la comunidad pueden dar apoyo al desarrollo y aprendizaje de los niños pequeños. Entre los ámbitos posibles de cuidado y atención al niño pequeño, podemos englobar la atención psicológica, la edu- cativa, la familiar, la de la sociedad, la de la salud y la médica, entre otras. El concepto de cuidado aplicado al campo psicoeducati- vo –ámbito en el que se pone en marcha la aplicación de la psicología a la educación y al desarrollo del individuo–, contiene las significaciones de guarda, vigía, dar protección, ofrecer atención, estar al cargo de, adquirir la responsabilidad para con. Representa estar pendiente de alguien, demostrar la consideración hacia algo o alguien. Pero además, en su concepción más amplia de aplicación al campo educativo, implica crear situaciones educativas adecuadas que potencien el desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas. Para ello será necesario crear entornos y situaciones educativas que le permitan adquirir unos conocimientos y una cultura. Los centros, servicios y programas para la primera infancia han de procurar ofrecer estos entornos y situaciones para garantizar el desarrollo y educación de los niños a partir de su participa- ción en actividades educativas; asimismo, deben garantizar la participación de las familias en estos entornos y la coeduca- ción entre institución y entorno familiar. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 16 Por tanto, la primera infancia nos remite a educación y desarrollo, abarcando todos los elementos de cuidado y de apoyo para desarrollarse de manera sana, apoyos que le ofrez- can atención y protección durante sus primeros años de vida. Ahora bien, el concepto de atención a la infancia va más allá si no solo es reconocida como una necesidad, y sí considerán- dola como una etapa psicoeducativa por excelencia. Si además la pensamos como una inversión a largo plazo, una inversión que permitirá el desarrollo y educación de los niños, pasa a convertirse en concepto amplio enmarcado en unos derechos universales que precisa de unos recursos para su consecución. Esta concepción permitirá mejorar la atención a la infancia y recíprocamente la calidad de vida del conjunto de la sociedad. De hecho, estos recursos son los precursores, los impulsores de la educación y el aprendizaje de cualquier persona, unos recur- sos que para que den frutos han de ser continuos y durar toda la vida, ya que, en caso contrario, no se puede concebir ningún tipo de educación o de aprendizaje, o ambas cosas a la vez; la formación de los yos o de las personalidades es inimaginable de ninguna otra forma que no implique una reformación constante y siempre inacabada (Bauman, 2006). Así pues, la presencia de recursos dedicados a la primera infancia es un indicador positivo para responder al derecho a la educación desde la primera infancia (Gimeno Sacristán, 2000), con lo cual se puede llegar a conseguir ofrecer oportunidades a la población de forma más equitativa, proporcionando recursos y apoyos profesionales a las familias. Considerar el concepto de primera infancia enmarcándolo en los derechos de los niños y las niñas, que está plenamente inser- tado en el contexto sociocultural e histórico predominante en la actualidad, se empezó a tener en cuenta con un carácter más © Editorial UOC Capítulo I. La primera infancia. Introducción 17 normativo a partir de la Declaración Universal de los Derechos de los Niños del 20 de noviembre de 1989. En esta convención se pasó a reconocer al niño como sujeto de pleno derecho. Dentro del ámbito de la educación, los artículos que se inclu- yeron intentan dar respuesta a las necesidades psicoeducativas de la infancia en su conjunto, remarcando la responsabilidad de las familias y planteando que los estados deben ofrecer apoyo a su función educadora y asegurar la creación de servicios. Aunque hasta 2003 no se habla específicamente de la infancia de 0-3 años, a partir de la Convención de los Derechos de los Niños en Venezuela. También se recogen aspectos en cuanto a la atención y el cuidado del niño en los diferentes artículos, en los que se consideran los primeros años de vida importantes para el desarrollo de una persona, aunque, si nos fijamos en la situación social y cultural actual, podemos observar que nos queda mucho camino por recorrer. Pero observemos que ha sido un largo recorrido iniciado por Janusz Korczak, médico polaco (1878-1942), cuando confeccionó unas ideas respecto a la necesidad de dotar de derechos a los niños (1995) –siguiendo esta idea pedagógica de actuación y reflexión a partir de la observación del niño y del intercambio entre este y el educador–, a partir de las cuales se concretaron a través de la Declaración de Ginebra (1924) y que evolucionó hasta convertirse en la Declaración de los Derechos de los Niños (1959), que más tarde culmi- nó en el reconocimiento efectivo de estos derechos a nivel internacional con la aprobación de la Convención de los Derechos de los Niños en 1989.1 De hecho, la Unesco encon- 1 Consulta en página web: http://www.unicef.es/infancia/derechos-del- nino/convencion-derechos-nino. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 18 tró coherente que el Año Internacional de la Infancia fuera también el año Korczak; aunque no redactó expresamente una declaración específica de los Derechos del Niño, es toda su obra la que va dirigida a esta finalidad. De todas formas, sus principales aportaciones se encuentran en los aspectos relacionados con la educación del niño en contextos de lo que ahora denominamos de educación social, como internados, centros residenciales, educación de calle, colonias (herederos de Korczak, 1999). De hecho, hablar de una cultura de infancia en esta etapa de 0-3 años es relativamente reciente. La valoración de la importancia de esta etapa como psicoeducativa, en la que hay que incidir en los aspectos de socialización, madurativos, psico- lógicos, educativos, no siempre ha sido considerada así, de hecho, hasta hace bien poco, no se le ha ofrecido una valora- ción en el ámbito comunitario. Asimismo, han ido surgiendo recursos para atender las necesidades de las familias en el cuidado de sus hijos, centros, servicios y programas públi- cos, concertados y municipales, y privados de diversa índole. También ha existido la necesidad de formar a los profesiona- les en este campo. Pero la distancia entre lo que se necesita y lo que hay, y cómo se trabaja, queda patente. Muchas de las dificultades se centran en la falta de conciliación entre los horarios laborales y las necesidades de los menores. Y, al mismo tiempo, en una cultura en relación con esta etapa, que es considerada por demasiadas familias –y hasta por algunos profesionales– como un tiempo en el cual se debe tener cui- dado del bienestar físico y de la salud del menor, pero no es tan evidente la necesidad de establecer las bases del proceso educativo: pautas, socialización, vínculos afectivos, autono- mía, entre los aspectos más básicos (Comelles, 2005). © Editorial UOC Capítulo I. La primera infancia. Introducción 19 Pero ir caminando hacia una cultura de infancia en esta edad dependerá también de la construcción que tenga el adulto respecto al niño pequeño, cómo lo considere, con qué gafas lo mire. La visióndel adulto, su mirada, coincide con la forma de guiar y atender al niño, con la forma de educarlo, de criarlo, de cuidar de los aspectos físicos y emocionales; con la forma de percibir sus necesidades y recursos y con la manera de responder a ellos. No obstante, en cada contexto cultural se adoptarán unas pautas de crianza determinadas, por lo que mediante la visión que cada comunidad tenga del niño será como se vaya configurando la cultura de infancia en cada entorno. De todas formas, el concepto del niño en esta edad ha ido evolucionando hacia una visión más positiva, se le va viendo más por sus posibilidades que por sus limitaciones, más como un ciudadano de pleno derecho. Los niños y las niñas poseen grandes potenciales, pues- to que son seres que desean aprender, que están abiertos a nuevas ideas, dispuestos a interactuar con los adultos que se impliquen emocionalmente en su educación y desarrollo (Goldschmied y Jackson, 2002). Considerar al niño desde esta perspectiva por parte del adulto equivale a caminar hacia una cultura de infancia concreta, que concibe al niño como un ciudadano de pleno derecho. Veremos en el siguiente capítulo la importancia de la implicación de los adultos, tanto desde el contexto familiar como desde el institucional, para fomentar el desarrollo y aprendizaje infantil. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 20 Bibliografía Bauman, Z. (2006). Els reptes de l’educació en la modernitat líquida. Barcelona: Arcadia. Comelles, M. J. (2005). L’orientació psicopedagògica en el marc escolar, familiar i social. Barcelona: UAB («Materials», 163). Gimeno Sacristán (2000). La educación obligatoria: su sentido educativo y social. Madrid: Morata. Goldschmied, E.; Jackson, S. (2002). La educación infantil de 0 a 3 años. Madrid: Morata. Korczak, J. (1995). Il Diritto del bambino al rispetto. Milán: Luni. Korczak, J. (1999). Com estimar l’infant. Vic: Eumo editorial. Malaguzzi, L. (1993). «For an Education Based on Relationships». Young Children (vol. 49, núm. 1, págs. 9-12). National Association for the Education of Young Children. Vega, J. L. (1986). Psicología de la educación. Colección Diccionario de Ciencias de la Educación. Madrid: Anaya. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 21 Capítulo II Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia en la primera infancia Lo que impregna de sentido lo que percibo es la representación del tiempo, la forma en que rememoro mi pasado para disponer mis recuerdos y deleitarme con mis ensoñaciones. El relato que me narro sobre lo que me ha pasado y el retablo que compongo de la felicidad que espero introducen en mí un mundo que no está ahí, que no está presente y que sin embargo experimento con intensidad. Boris Cyrulnik, 2005 El niño forma parte de un tejido social y cultural en el que se desarrolla y aprende gracias a la interacción constante con el medio en el que está inmerso. Vive rodeado de experien- cias, vivencias, situaciones, que le ayudarán –o no– a disponer de condiciones adecuadas que le permitirán su desarrollo y aprendizaje. En este capítulo se analizarán los dos contextos socioeducativos que inciden directamente en el desarrollo y la educación en la primera infancia: el contexto familiar y el contexto institucional. Como hemos visto en el capítulo anterior, la percepción del niño y su cuidado ha ido evolucionando durante los últi- mos años. Para promocionar la nueva cultura de infancia y mejorar la atención al niño y a su familia, se han puesto en marcha políticas y estrategias legislativas coherentes con los cambios actuales, pero aún queda mucho camino por reco- rrer. Se debería ir incorporando el nuevo concepto integral © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 22 de niño y sus derechos reconocidos legalmente dentro de los centros y servicios que atienden a la primera infancia, así como dentro de la cultura familiar. En definitiva, en la pobla- ción en su conjunto. Para ello, se abordarán algunas de las condiciones que se dan en el contexto institucional, adonde muchos niños y niñas acuden durante esta etapa de la vida. Veremos cómo para el niño pequeño son esenciales las figuras principales que lo atiendan, cuiden y eduquen, que le ofrezcan experiencias de calidad, estableciendo fuertes vínculos de apego, que serán determinantes para su desarrollo, crecimiento y aprendizaje, así como para su salud emocional. 1. El contexto familiar El entorno familiar es el espacio de crianza y educación primigenio y primordial para el niño pequeño; las interac- ciones establecidas entre padres e hijos, el apego que el niño establece con ellos, los vínculos afectivos y emocionales que se van creando en el contexto familiar con sus figuras de referencia (madre, padre, abuelos, hermanos) influenciarán de forma determinante en el desarrollo y aprendizaje cognitivo, psicomotor, afectivo, social, emocional, lingüístico, durante los primeros años de vida. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 23 1.1. El proceso de embarazo y el nacimiento del bebé Las investigaciones recientes sobre la vida fetal nos ense- ñan que, desde muy temprano, los embriones son actores de comunicación que participan activamente en el proceso de apego intrauterino. El feto humano se desarrolla a gran velocidad, entre la segunda y la vigesimocuarta semana de gestación; ya en esta etapa, el bebé está implicado en un siste- ma relacional elaborado (Barudy, 1998a). Así pues, no debié- ramos situar esta influencia en el momento del nacimiento, pues vemos que previamente hay un contexto que influye enormemente en el desarrollo y aprendizaje posterior del niño: el proceso de embarazo y de nacimiento del bebé y la influencia de la madre durante este periodo. Diversos estudios muestran la correlación entre el estado emocional de la madre durante el embarazo y algunos aspectos como la sociabilidad y el desarrollo de las competencias emocionales del bebé a largo plazo (Rodrigáñez, 2000a). Es importante valorar el impacto que tiene el medio ambiente sobre el niño. Si los padres perciben tanto las competencias como el lenguaje del niño, se establecerán interacciones padres-hijos rápidamente, con una dinámica adecuada a las etapas del desarrollo del niño (Brazelton, 1983). Según cómo la madre y el padre vivan estos momen- tos, su estabilidad, sus emociones, sus experiencias del proceso del embarazo y del parto, su aceptación y adap- tación a este cambio que representa el nacimiento de un hijo, influirán en su interrelación con el niño y, por tanto, en el cuidado, desarrollo y educación posteriores del recién nacido. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 24 Los nueve meses de embarazo ofrecen a los futuros padres la oportunidad de prepararse tanto psicológica como físicamente. La preparación psicológica, tanto inconsciente como conscientemente, está estrechamente entrelazada con las etapas físicas del embarazo de cada mujer. En el proceso psicológico del embarazo, pueden manifestarse la confusión o la ansiedad. En este periodo son frecuentes el retraimiento emocional o la regresión a una actitud más dependiente res- pecto a otras personas de la familia. La perspectiva de aceptar y asumir la responsabilidad de un nuevo componente crea la sensación de urgencia. El futuro progenitor necesita retraerse y experimentar una regresión con la finalidad de organizarse. La ansiedad que sienten ambos progenitores puede retro- cederlos a las disputas y a los sentimientos ambivalentes de otras adaptaciones anteriores. Esta movilización de senti- mientos antiguos y nuevos suministra la energía necesaria para la enorme tarea de adaptarse a un nuevo hijo (Brazelton y Cramer, 1993). Tanto los futuros padres como quienes los atienden (tocólogos, comadronas, enfermeras) deben com- prenderla fuerza y la ambivalencia de los sentimientos que acompañan al embarazo. Ahora bien, hay dos situaciones específicas que no debe- mos olvidar, pues pueden comportar una angustia todavía más acentuada en el primer caso y un tratamiento especial de los progenitores en el segundo (Vila, 2000): • Las familias con hijos con condiciones de riesgo bioló- gico, las cuales muchas veces no aceptan la situación, lo cual comporta desventajas importantes desde un punto de vista evolutivo para estos niños. En estos casos, las res- puestas menores por parte de los bebés y la misma falta de © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 25 aceptación de la familia pueden conducir a unas expectati- vas y actitudes más limitadas respecto a su desarrollo de lo que realmente deberían tener, lo cual se podría traducir en una menor implicación y perjudicar el desarrollo infantil de estos niños y niñas. • Las familias con hijos con condiciones personales de ries- go social, que acostumbran a tener importantes carencias sociales y económicas, y muchas veces no pueden ofrecer a sus bebés relaciones y vínculos ricos de relación. No obstante, algunos autores han investigado sobre la idea de que el momento del parto implica un trauma del nacimien- to. Este trauma será menor si la madre –especialmente– y el padre han estado atendidos física y emocionalmente por profesionales y servicios, y además si la futura madre está pre- parada a expandirse más que a contraerse, porque con el trau- ma del nacimiento nos contraemos y nos autoprotegemos y el conflicto vivido dejará su secuela de rotura psicosomática (Rodrigáñez, 2000b). El proceso del nacimiento implica el paso de un contexto seguro –la barriga de la madre– a un contexto nuevo y des- conocido –el mundo sociocultural exterior– y, por tanto, crea inseguridades. Tomando como base la teoría ecológica del desarrollo aplicada a este contexto, el niño se relaciona en interrelación permanente con los diversos sistemas –amigos, vecinos, escuela–, aunque antes de la familia y de estos siste- mas está la madre como ecosistema, y aun antes se encuentra el útero materno como totalidad. Estos subsistemas están en permanente interrelación e influencia mutuas. Si el niño se relaciona y se crean espacios seguros –andamios– en inte- rrelación con la madre –o con la figura materna–, existe una © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 26 mayor posibilidad de que se desarrolle de una forma sana y segura con otros subsistemas (abuelos, amigos, parejas, etc.) y llegue a ser un ser social. Sobre la importancia de la preparación prenatal, Dolto (1996, págs. 322-324) explica una experiencia para acoger el nacimiento desde una perspectiva consciente y lúdica y sin violencia desde la gestación, así como sus consecuencias: «En una clínica de partos sin violencia de Pithiviers, tiene lugar una experiencia piloto para desarrollar una suerte de comunicación con el niño en gestación. Futuros padres voluntarios mantie- nen actividades lúdicas con el niño que ha de nacer. Se enseña al padre y a la madre a encontrarse con su feto a determinadas horas. Hay presiones del dedo… como los presos cuando se llaman por el tabique. Se establece un diálogo. El niño no se contenta con moverse, sino que responde, una vez despierto. Se le pide al padre que hable, de manera que el feto oiga su voz. El feto oye más los graves, por tanto la voz del padre, que la voz de la madre, oye poco los agudos […]. El equipo médico de Pithiviers declara que los niños nacidos de padres que han jugado así con ellos en el estadio fetal tienen un mejor equili- brio corporal: por ejemplo se sientan antes que los demás […]. Si el padre juega con el niño in utero, por la noche, de manera reiterada durante el embarazo, es más probable que después de nacer el niño seguirá el ritmo de esta cita lúdica». 1.2. El desarrollo psicomotor El desarrollo psicomotor del bebé es fundamental en edades tempranas; los movimientos a través de su cuerpo son ele- mentos clave mediante los cuales el bebé se comunica, se © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 27 expresa, mostrándoles a los adultos sus necesidades, intereses, angustias, emociones. El bebé construye sus conocimientos a través de la acción y de la interacción con otros; de hecho, se comunica y aprende la realidad de los diversos contextos donde se desarrolla a través del movimiento. Durante los tres primeros años, se opera la génesis de los diferentes tipos de actitudes y su transformación en actitudes mentales. Las primeras actitudes son las emocionales y afec- tivas, en las que influyen mucho el tono muscular y las sensi- bilidades propioceptivas viscerales. Más adelante, se elaboran las actitudes motrices y perceptivas, que permiten la adqui- sición de un sistema postural adaptado para orientarse en el espacio, desplazarse, manipular objetos, adquirir el esquema corporal, relacionarse con los otros, imitar y llegar a la génesis de la imagen y la representación. Hacia los tres años consigue las actitudes mentales y una cierta conciencia objetiva del yo y del mundo, como la capacidad de observación y de investi- gación (Wallon,1 1974). La importancia del movimiento es primordial en el cono- cimiento del propio yo y en el desarrollo psíquico del niño: «El conocimiento y la representación del propio cuerpo tienen un papel fundamental entre las relaciones del YO y el mundo exterior: espacio gestual, espacio de los objetos, espacio de los otros sujetos» (Vayer, 1977a, pág. 17). Pero, además, es impor- tante en la construcción de la personalidad por parte del niño la representación más o menos global, más o menos específica y diferenciada que él tiene de su propio cuerpo (Wallon, 1972). 1 Henri Wallon (1879-1963), desde un enfoque de la psicología genética, parte de que la maduración es un proceso de interrelación entre el orga- nismo y el medio. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 28 Las aportaciones de Merleau-Ponty (1986) nos acercan a una perspectiva fenomenológica en la que el esquema corporal es la expresión de la persona en el mundo, considerando que el mundo es todo aquello que la persona vive y no lo que la persona piensa. Vayer (1977b), tomando como modelo dicha perspectiva, parte de la idea de que el esquema corporal es la forma de expresar que mi cuerpo está en el mundo; de hecho, la adquisición progresiva del esquema corporal ayuda al niño a ir construyendo su propio yo, su propia personalidad, y a ir adquiriendo seguridad en sí mismo y a integrar los límites de su cuerpo –y los de los otros–, así como a situarse en el espacio, distinguiendo algunas partes y diferenciándolas del exterior. Wallon y Lurçat (1979 y 1980) defienden que el esquema corporal es el resultado de la relación que se establece entre el espacio corporal y el espacio ambiental, y estas relaciones se establecen gracias a la actividad motora, verbal y mental del sujeto. 1.3. Las interacciones positivas Las interacciones que los bebés establecen con los padres son fun- damentales durante los primeros años de vida. Al hablar de interacciones me refiero a los aspectos comportamentales observables que confluyen en una relación de dos o más per- sonas. Cuando los comportamientos o conductas mediante el lenguaje analógico –miradas, gestos, sonrisas, vocalizaciones, contacto afectuoso– contienen un significado de mensaje con objetivo comunicativo –como, por ejemplo, captar la atención del otro o provocar respuestas en el otro–, y se dirigen al otro como interlocutor, es cuando podemos hablar de una © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 29 interacción comunicativa, es decir, ambos sujetos se involu- cran en una actividad conjunta, comparten experiencias y se producen intercambios comunicativos. La interaccióncomu- nicativa es precisamente lo que hacen madre y bebé de forma espontánea, en momentos clave como el cambio de pañales, la alimentación, acunar al bebé, momentos de juego, nanas, los cuales comportan una experiencia significativa de calidad emocional, en la que ambos sujetos –o por lo menos uno de ellos– considera al otro como interlocutor. En el momento del nacimiento, el bebé ya cuenta con unas predeterminaciones biológicas que le permiten procesar pre- ferentemente la información con alto valor social: miradas, sonrisas, caras, balbuceo, lloros, tanto lenguaje verbal como analógico. Los bebés nacen con un equipamiento innato de socialización y manifiestan una preferencia innata hacia las personas. Para Kaye (1986), la génesis de las funciones cogni- tivas y afectivas se basa en la relación que se establece desde el nacimiento entre el niño y los adultos que lo cuidan, esta- bleciéndose entre ellos una intersubjetividad, un significado compartido. La interacción niño-bebé se va realizando por turnos, con más intervenciones por parte del adulto; pero progresivamente el niño va tomando iniciativas, va imitando, captando pautas y modelos. Para ello, observar la evolución que el bebé va haciendo respecto al desarrollo de las habilidades sociales y del com- portamiento adaptativo a lo largo de los primeros años de vida permitirá conocer las oportunidades que los adultos brindan para su consecución. A partir de las interacciones sociales que se vayan esta- bleciendo con los adultos de referencia y más tarde con los compañeros, amigos y otros subsistemas, permitiremos al niño © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 30 establecer relaciones y situaciones donde pueda practicar sus habilidades sociales. Las habilidades sociales son importantes para relacionarse con los otros, tanto adultos como iguales, pero además permitirán que el niño vaya asimilando las normas socia- les de una cultura determinada. Michelson, Sugai, Wood y otros (1987, pág. 19) proponen una serie de componentes definitorios esenciales para la comprensión de las habilidades sociales: 1) Las habilidades sociales se adquieren, principalmente, por medio del aprendizaje (por ejemplo, mediante la observa- ción, la imitación, el ensayo y la información). 2) Las habilidades sociales incluyen comportamientos verba- les y no verbales, específicos y discretos. 3) Las habilidades sociales suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas. 4) Las habilidades sociales acrecientan el reforzamiento social (por ejemplo, las respuestas positivas del propio medio social). 5) Las habilidades sociales son recíprocas por naturaleza y suponen una correspondencia efectiva y apropiada. 6) La práctica de las habilidades sociales está influida por las características del medio, es decir, factores tales como la edad, el sexo y el estatus del receptor afectan a la conducta social de sujeto. 7) Los déficits y excesos de la conducta social pueden ser especificados y objetivados a fin de intervenir. Pero, además, aspectos como la competencia social y el com- portamiento adaptativo estarán directamente asociados a estos requisitos. El componente adaptativo (Giné, 2000, pág. 31) «se refiere a la calidad de la competencia personal para hacer frente © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 31 a las demandas del entorno y está fuertemente condicionado por el desarrollo cognitivo». Adquirir un comportamiento adap- tativo implica: • Habilidad para adaptarse a un contexto social determi- nado. • Habilidad para cambiar el comportamiento individual para ajustarse a las demandas de una situación. • Habilidad para anticipar situaciones determinadas y las acciones correspondientes. 1.4. El desarrollo de un apego seguro A partir de la posibilidad de establecer interacciones, el bebé busca la proximidad de la persona –o personas– que están con él y se crea la posibilidad de apego, lo cual le ofrece una gran seguridad emocional. Según Bowlby (1993), la con- ducta de apego se manifiesta en la mayoría de las especies animales, en las que los hijos expresan más de un tipo de comportamiento que tiende a asegurar la proximidad con la madre. Por ejemplo, el llanto del hijo atrae a la madre y los movimientos locomotores del niño la llevan a su presencia. Estos tipos de conducta tienen una misma consecuencia: la obtención de la proximidad deseada. El autor propone cinco respuestas de la madre que provocarían una conducta de apego: el llanto, la sonrisa –que tienden a acercar a la madre o persona de referencia al niño y a mantener dicha proximi- dad–, el seguimiento, el acto de apegarse a la madre –que aproximan al niño hacia la madre y le permiten mantener esta proximidad–, y el hecho de llamarlo. Respecto a esta última © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 32 conducta, después de los cuatro meses, el bebé puede llamar a la madre en cualquier momento emitiendo pequeños gritos agudos, y más tarde la llamará por su nombre. Bowlby (1976) y Winnicott (1979) afirman que el bebé extenderá también su apego a otros objetos, personas u obje- tos inanimados de los que se apropia, como pueden ser el chupete, la almohada, un peluche, una sábana determinada, por ejemplo. Estos son objetos que se los denomina de tran- sición o de sustitución pero que no indican necesariamente una carencia de la figura de apego humano. Los estímulos del entorno familiar, si son ricos y ade- cuados a las necesidades del bebé, facilitarán el aprendizaje motor, cognitivo, lingüístico, afectivo y social del niño. Así, progresivamente se irán creando vínculos –en primer lugar en el contexto familiar y más tarde en otros entornos–, episte- mológicamente el vínculo se considera un constructo interno, una realidad intrapsíquica –interna. Según expresa Bowlby (1995a, págs. 66-67), «Durante los primeros meses de vida, un lactante va aprendiendo a diferenciar una determinada figura, por lo general la de su madre, y va desarrollando una intensa tendencia a estar en su compañía. Después de la edad de seis meses, muestra su preferencia de un modo inconfundible. A través de la segunda mitad de su primer año de vida y durante la totalidad de sus años segundo y tercero, está estrechamen- te vinculado a su figura materna, lo cual equivale a que está contento en su compañía y disgustado en su ausencia […]. Tras su tercer cumpleaños, el comportamiento de apego es provocado menos rápidamente que antes, aunque el cambio lo es solo en grado». De todas formas, la capacidad simbólica del ser humano hace que el apego de los padres hacia sus hijos comience a cons- © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 33 truirse desde antes de la existencia del niño como realidad. De hecho, para el sistema familiar, padres y otros componen- tes, el bebé existe en sus imaginaciones antes de su propia concepción y gestación. La no concordancia entre el niño imaginado y el niño real puede perturbar los procesos de apego y favorecer la emergencia del maltrato (Barudy, 1998b). Ahora bien, se puede inferir el tipo de vínculo a partir de los comportamientos de apego establecidos. Por ejemplo, en el contexto familiar, a partir de la reacción del bebé cuando la madre se va y cuando vuelve. El mantenimiento firme de un vínculo facilitará que la criatura se sienta más segura y alegre; en cambio, hay una serie de bebés que experimentan rupturas de vínculo, por diferentes causas: la muerte o el abandono de sus madres, o el ingreso del bebé en hospitales o en otras ins- tituciones donde irán pasando de una figura materna a otra. Este tipo de experiencias se incluyen bajo la denominación de lo que se llama privación materna (Bowlby, 1995b). De hecho muchas personas que sufren trastornos psíquicos muestran habitualmente alteraciones de la capacidad de vinculación afectiva, que con frecuencia estan grave como persistente. Los estímulos que recibe el bebé son básicos para un desa- rrollo sano posterior de la persona, tanto en cuanto a las inte- racciones como en cuanto a los vínculos que establece con los adultos de referencia durante los primeros años de vida, en el aspecto motriz, cognitivo, psicológico, emocional y social. Por tanto, es importante que cuando el bebé va creciendo se le ofrezcan oportunidades para que vaya desarrollándose en diversos contextos, además del familiar. Observamos que el desarrollo de un niño se produce gracias a una interacción entre naturaleza y cultura, entre biología y sociedad, entre la conjugación de lo que nos es innato y de lo que aprendemos. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 34 Como afirma Giné (2009), en el desarrollo de una persona influyen el organismo –la dotación genética y las condiciones personales (físicas, sensoriales y cognitivas)–, en interacción con las oportunidades y experiencias que le brinda el entorno. Será necesario estar atentos a las interacciones que el niño va estableciendo a medida que crece en otros entornos, a sus reacciones, conductas y comportamientos. Desde una mirada de la teoría de los sistemas,2 Maturana y Varela (1984 y 1994) consideran que un niño es un sistema abierto que recibe estímulos y que sufre perturbaciones que le producen cambios de estado. El desarrollo del niño –u ontogenia– sería el camino de cambios hacia estados de más organización. El enfoque sistémico considera que los organismos –niño– son sistemas abiertos; un sistema es una unidad compleja en el espacio y en el tiempo, constituida de tal manera que sus unidades, gracias a una cooperación específica, mantienen su configuración integral de organización y comportamiento y tienden a restablecerla después de perturbaciones no destruc- tivas. «El término unidad remite al hecho que tiene unos lími- tes o fronteras que, dentro del espacio, lo separan/diferencian de todo lo que no es él mismo. La noción de complejidad se ha de entender como la posibilidad de distinguir partes que están en relación mutua, una relación que es difícil de expli- car. La manera como las partes de un sistema y sus relaciones contribuyen a la existencia de este sistema es la organización. Mantener esta organización comporta una dinámica interna. 2 La teoría de los sistemas se fundamenta en la biología. Se introdujo en la psicología de la educación y el desarrollo a partir de las proposiciones de Humberto Maturana. Numerosos autores han seguido algunas de sus premisas para aportar una visión sistémica a la terapia familiar. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 35 Un sistema es abierto, además, cuando hace intercambios con lo que hay fuera; también estos intercambios contribu- yen a hacer que su organización perdure. El medio externo, con el cual el organismo trafica, es otro sistema. Por esto se puede considerar que el desarrollo se realiza mediante aco- plamientos sucesivos del sistema niño con otros sistemas u organismos. La red progresiva de acoplamientos que teje un organismo dentro de su desarrollo es lo que se conoce como nicho ecológico, donde hay una categoría de acoplamien- tos superiores, que son los de orden social, y se producen cuando dos sistemas se envían reiteradamente una sucesión de perturbaciones/estímulos tales que uno se convierte en medio necesario para la producción y el mantenimiento de la organización del otro. El acoplamiento estructural social crea además un sistema de orden superior: el que engloba a las dos personas. Este sistema ha de evolucionar de manera peculiar mientras se mantiene el acoplamiento» (Perinat, 1996a, págs. 9-13). Por ejemplo: el proceso de embarazo en el que el niño se va desarrollando y gestando a través de la madre. Cada una de las personas que lo construyen ha de seguir su desarrollo, es decir, la realización del desarrollo de un niño implica el desarrollo de la otra persona que entra en interacción con él. Es decir, las personas realizamos nuestro desarrollo en un nicho ecológico social. Precisamente Maturana (1995) considera que el yo y la consciencia son un producto de lo que es social y de lo que es lingüístico. Según cómo hablemos, lo que queramos decir, lo que el niño sienta que dicen o diga, se irá formando su yo y su consciencia. Así pues, desde una concepción sistémica el niño se desarrolla y vive adaptándose perpetuamente a su entorno, © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 36 presuponiendo la existencia de una capacidad de mantener intercambios con el entorno siendo esta su motivación (Perinat, 1996b). Los motivos impulsan y orientan a la acción, que es ejecutora de los motivos. Las acciones o los intercambios se pueden clasificar, según el autor, con rela- ción a dos dominios: • El de las relaciones sociales: los intercambios del niño con los otros se realizan a partir de acciones que tejen la relación interpersonal. Los vínculos, la comunicación y el lenguaje se dan a partir de la participación del niño en la textura social, entrando plenamente en la cultura. Vigotski (1979) propone que cualquier función en el desarrollo cultural aparece en dos planos, primero en un plano social –emerge entre per- sonas y como una categoría interpsicológica– y después en el plano psicológico –emerge en el niño como una categoría intrapsicológica. Las relaciones sociales son el origen, pues, de todas las funciones superiores. • El de las transformaciones del entorno material: es el tipo de transacciones que se hace con los objetos materiales. La coordinación y la organización del movimiento, su plani- ficación intencionada, la conducta exploratoria y lúdica, el desarrollo de la habilidad de manipulación y la habilidad técnica y la culminación de la inteligencia práctica en el discurso lógico tienen aquí su base. La teoría del desarro- llo de la inteligencia por medio de la acción, formulada por Piaget,3 resalta su concepción de inteligencia como 3 Jean Piaget (1896-1980), en el área de la psicología de la genética, pos- tula que la inteligencia es una forma de actividad biológica, un proceso de adaptación y de organización. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 37 facultad autorreguladora orgánica, en la cual se reflejan sus mecanismos esenciales como los órganos más diferen- ciados de dicha regulación en todas las interacciones con el exterior. Tomando la teoría de los sistemas y partiendo de la idea de que las personas realizamos nuestro desarrollo en un nicho ecológico social, la perspectiva ecológica se plantea estudiar la con- ducta de las personas en sus contextos naturales de desarrollo. Así pues, explica la influencia del contexto en la conducta del niño. La ecología del desarrollo humano (Bronfenbrenner, 1987a) aborda el estudio científico de la progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las pro- piedades cambiantes de los entornos inmediatos en los cuales vive la persona, y en la medida en que este proceso se ve afectado por las relaciones que se establecen en estos entorno y por los contextos más amplios en que están incluidos los entornos. El desarrollo humano así considerado es el resul- tado de las interacciones entre el organismo vivo y el medio, y dichas interacciones se realizan en unos entornos de vida, con unas interacciones que solamente se comprenden si se conoce no solo el entorno más inmediato, sino los entornos más alejados, que también influyen en el desarrollo. El desarrollo de los niños se realiza en diferentes settings –ámbitos– (Bronfenbrenner, 1987b, págs. 41-47): • El microsistema. Patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que el ser en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y mate- riales particulares. Se incluye la familia, lasguarderías, el barrio, los iguales, los juegos. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 38 • El mesosistema. Conjunto de microsistemas que incluyen las interrelaciones de dos o más entornos en los cuales la persona en desarrollo participa activamente. Por ejemplo, el grupo de padres del barrio y el hogar, o las relaciones entre el hogar y la escuela. • El exosistema. Se refiere a uno o a más entornos que no incluyen la persona en desarrollo directamente como participante activa, pero en los que se producen hechos que afectan indirectamente a la persona. Por ejemplo, para un niño que va a la guardería o a un espacio familiar, el exosistema sería el trabajo de los padres o bien la escuela donde va su hermano. • El macrosistema. Incluye las correspondencias de los sistemas de menor orden que existen en el plano de la cultura en su totalidad. Por ejemplo, los valores, creencias, actitudes, que configuran la cultura. Pero, además de estos aspectos, debemos contar con la transición ecológica, la cual se produce cuando la posición de una persona en el ambiente ecológico se modifica a con- secuencia de un cambio de entorno, de rol o de ambos al mismo tiempo. Esto hace que el nicho ecológico –entendi- do bajo esta perspectiva como una red de relaciones socia- les, culturales, relacionales, materiales– se vaya ampliando y desarrollando a lo largo del ciclo vital. En la primera infancia, por ejemplo, como transiciones ecológicas inclui- ríamos el propio nacimiento, el nacimiento de un hermano, el cambio de vivienda, el cambio de guardería, la transición del grupo de lactantes al grupo de caminantes, el cambio de la guardería a la escuela infantil o primaria, el fallecimiento de un abuelo o abuela, el traslado de localidad, una sepa- © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 39 ración familiar, el irse de vacaciones o una intervención quirúrgica. Estos momentos son extremadamente delicados para un niño pequeño, comportan angustias, incertidum- bre, cambio. De hecho, para cualquier adulto la incertidum- bre implica miedo y riesgo, un compañero inseparable de todas las acciones y un fantasma siniestro que empuja a los que hemos de tomar decisiones por fuerza y escoger por necesidad (Bauman, 2006). Como profesionales deberemos prestar especial atención y ofrecer un espacio de seguridad donde se creen interacciones de calidad, tanto a los niños pequeños como a sus familias. 1.5. La familia extensa «Una diferencia crucial entre el hombre y todos los demás animales es que el primero es el único con parientes políticos. En cada etapa de la vida de la familia humana está involucrada una familia extensa; mientras que en las otras especies hay discontinuidad entre las generaciones, ya que los hijos –una vez criados por sus padres– se alejan y eligen compañero o compañera sin asistencia de sus mayores. Una osa no dice a su hija con quién debe casarse ni supervisa la crianza de sus oseznos; los padres humanos, en cambio, seleccionan entre las parejas potenciales de sus hijos y ayu- dan a criar a los nietos. Por lo tanto, el matrimonio no es meramente la unión de dos personas, sino la conjunción de dos familias que ejercen su influencia y crean una compleja red de subsistemas» (Haley, 1986, pág. 37). Tener en consideración en el desarrollo y la educación de la primera infancia la importancia de la figura de la © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 40 familia extensa y en particular el rol de los abuelos permi- te ampliar la red de relaciones del bebé y transmitirle las tradiciones culturales de sus propios padres, reconocer un orden en el sistema mediante los vínculos que se ofrecen. Se indica muchas veces a los padres jóvenes prestar aten- ción a la tradición. Brazelton (1994, págs. 452-455) explica su propia experiencia con padres jóvenes que había aten- dido cuando eran bebés y que al tener hijos los llevan a su consulta –o para una visita prenatal–; muchos de ellos le piden no revivir su infancia, es como si quisieran abordar su maternidad o paternidad sin ningún bagaje que proven- ga del pasado. Declaraciones como «no quiero ser como mis padres» o «ayúdame a ser diferente» parece que se fun- damenten en el recuerdo de experiencias dolorosas. Este interés para olvidar el pasado no los ayuda en su futuro rol como padres y madres, ya que el pasado es necesario para encontrar la propia identidad en su figura parental. Los esfuerzos por ser diferentes son motivaciones que nada más funcionan parcialmente, ya que los «fantasmas» del pasado han ejercido una influencia muy profunda en la formación de su personalidad. El recuerdo doloroso de un episodio de infancia nada más es una pequeña parte del pasado, la cual no recuerdan necesariamente, pero participa de los esquemas de comportamiento profundos anclados en ellos y con los que se enfrentarán cada vez que el niño les recuerde su propia experiencia. En los momen- tos en los que los padres de los futuros padres asisten con sus hijos a su consulta, habitualmente encuentra las mismas dificultades; esto es una confirmación del poder que representa una experiencia pasada. Hay abuelos que en estas circunstancias prefieren reservar sus propias ideas © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 41 para sí mismos si no se les solicita, pero otros abuelos no actúan así. Pero si son capaces de recordar sus propias frustraciones honestamente, será más útil para los nuevos padres que sus consejos. Una familia nuclear sin abuelos puede ser un factor de soledad y tristeza. Los abuelos y la familia extensa ofrecen a los nuevos padres un eje de continuidad. Su experiencia aporta respuestas cuando son necesarias, que evidentemente pueden ser específicas a cada cultura determinada y apro- piada a ella. Las tradiciones familiares y la cultura aportan al niño una base importante para la formación de su propia imagen corporal. Los sistemas de valores que las familias fuertes transmiten son importantes tanto para las personas individualmente como para nuestra sociedad. Las tradicio- nes de las diferentes culturas aportan una gran fuerza a cada país. Los abuelos representan una red vital de la continui- dad; nuestra cultura ya ha ido perdiendo una parte impor- tante de esta continuidad y esto se paga caro. Los abuelos pueden enseñar a sus nietos las tradiciones; por ejemplo, cada vez que cuentan una historia antigua, permiten al niño situarse en otra dimensión. De todas formas, en el ofreci- miento de esta continuidad, sería bueno que los abuelos recordasen que los niños aprenden más por el ejemplo que por los consejos. 1.6. Ejerciendo una parentalidad positiva A partir de los conceptos de la teoría de sistemas y de la epistemología de la perspectiva sistémica han surgido algunas corrientes. Hace poco tiempo se inició en nuestro contexto © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 42 la pedagogía sistémica4 –creada a partir de las aportaciones de la metodología de las constelaciones familiares creada por Hellinger (2001)–,5 que actualmente está influencian- do de forma sustancial en los contextos institucionales de educación, lo que permite una mirada alternativa a aspectos organizacionales y de relación interprofesional. Por medio de esta rama de la psicología, se ofrece una gran importancia a las relaciones con el sistema familiar, con la familia de origen, dando especial relevancia a las tradiciones culturales conside- radas como una influencia positiva en el desarrollo sano de los niños. Se ha resaltado en el apartado anterior la importancia de los abuelos al ofrecer interacciones de calidad en una edad temprana. También se ha hecho hincapié en la importancia de situar el concepto de cultura de infancia en cada comuni- dad. En este sentido, Tenorio (1999), a partir de un estudio de las pautas ylas prácticas de crianza de tres comunidades afrocolombianas, demuestra que si no hay unas condiciones materiales y de mentalidad para que el modelo moderno 4 La pedagogía sistémica (Traveset, 2007, pág. 24) es el arte de contex- tualizar y de enseñar, desde una mirada amplia que nos permite ver la organización, la interacción de los elementos de la escuela y la estructura espacial que conforma, el lugar y las funciones de cada uno de sus ele- mentos, así como las pautas que conectan a la familia con los diferentes elementos del aula. 5 Se basa en unas leyes preestablecidas por el amor en cualquier relación humana, que tratan de restablecer el orden en los diferentes sistemas – familiares, organizacionales–, con la finalidad de que sean más sanas y que cada persona consiga encontrar el lugar que le permita vivir tranquilo y desarrollar sus propósitos, su destino. El amor, según este planteamiento, nada más tiene posibilidad de conseguirse en el lugar donde nosotros reconozcamos estas premisas, estas órdenes del amor. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 43 pueda implementarse verdaderamente, el abandono del modelo tradicional puede ser más perjudicial que beneficio- so. Afirma que hay una idea de que la crianza moderna es mejor en todos los sentidos, ya que implica una concepción de la familia y del niño más ajustada al desarrollo personal de todos los potenciales y a la meta de las satisfacciones individuales; ahora bien, el énfasis en lo que es individual nos ha llevado a olvidar un polo fundamental en la vida humana: el equilibrio social, el control de la agresividad, la convivencia sana. Este tipo de reflexiones deberían dar lugar a un cambio de perspectiva de los programas; no se trataría de instruir a quien no sabe o no es competente, sino de tratar de entender desde qué posición y para qué las madres y los padres hacen lo que hacen, en qué creencias y concepción de niño o de desarrollo se basan sus prácticas, en qué valores y para qué tipo de mundo los preparan, y con qué recursos cuentan como comunidad para poner en marcha las nuevas ideas y prácticas. Asimismo, nuestra sociedad se caracteriza por unas diná- micas de cambio social y cultural constantes. Los modelos de familia se han ido diversificando en diferentes tipologías, lo cual significa que nuestros niños hoy en día se educan en contextos muy diferentes de los de hace algún tiempo. Hay diversas tipologías familiares: tradicional, monoparen- tal, reconstituida, mixta, homoparental, extensa, de acogida, de adopción, entre otras, pero, como afirma Vila (1998), las prácticas educativas familiares no son mejores ni peores en función de las características y la tipología familiar; aunque estas características influenciarán en su concreción, lo que determina su calidad son aspectos más globales que no están en ningún caso determinados por la tipología de familia. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 44 Pero, según Palacios y Moreno (1994), sí hay unos estilos de conducta que suelen ser bastante estables dentro de las familias que sí influenciarán a los hijos: • El estilo democrático, en el que los padres muestran afec- to, cubriendo las necesidades del niño, controlando su conducta con normas, procurando su autonomía, hacién- dole participar en las decisiones, dándole explicaciones, respetándolo y valorándolo. • El estilo autoritario, en el que los padres imponen normas rígidas y sin demasiadas explicaciones, piden obediencia, no dan autonomía al niño, no le permiten participar en las decisiones; pero puede haber afecto y respuesta a algunas de las necesidades de los hijos, aunque no tanto a las nece- sidades de interacción y de autonomía. • El estilo permisivo, en el que los padres ofrecen afecto y cubren algunas de las necesidades de su hijo, pero en un clima de libertad permisiva bastante grande en el que el niño hace lo que quiere y cuando lo desea; no hay casi normas ni exigencias, tampoco límites. • El estilo indiferente, en el que los padres no muestran afecto por sus hijos ni interés por sus actividades y nece- sidades; les dejan hacer a su antojo, no ponen normas, no hay valoraciones, tampoco expectativas; no existe una interrelación adecuada. Desde nuestra mirada, se hace referencia a los estilos educa- tivos cuando nos fijamos en las maneras de actuar, las cuales vienen derivadas de una manera de pensar determinada que determina la identidad del propio sistema, su manera de entender, de asumir y de llevar a cabo su rol educativo. Los © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 45 estilos educativos de los padres suelen ser bastante estables y permanentes dentro del sistema familiar, con lo que pueden marcar enormemente a sus hijos, ya que los experimentan durante muchos años aunque se produzcan pequeñas varia- ciones; las competencias parentales, las interrelaciones que se establecen, son muy importantes para el desarrollo del niño. La forma como los padres conciban la educación de sus hijos les permitirá planificar y organizar el contexto, por lo cual es necesario que los servicios de atención a la primera infancia actúen conjuntamente con los padres, conozcan sus estilos educativos y sus prácticas, observen las interacciones que establecen, sin juzgarlos pero sí acompañándolos a modificar algunas actuaciones cuando sea preciso. Ahora bien, como se ha comentado, en nuestra sociedad han ido habiendo cambios dentro del sistema familiar que afectan a la infancia y que implican la reformulación de las prácticas parentales dentro del sistema familiar. Padres y madres actúan con roles distintos en cuanto a la relación con sus hijos, lo cual varía las interacciones y las conductas edu- cativas. Es preciso el cambio de roles de los padres y que al mismo tiempo los gobiernos y la comunidad pongan medidas para promoverlo (Moss, 1995), es preciso, pues, ofrecer res- puestas ajustadas a las necesidades de los niños –con lo que se facilitará un cambio en la visión del niño– y para ello será necesario dotar a los padres de estrategias que les permita ejercer su responsabilidad de manera adecuada. Así, en el ámbito europeo han ido surgiendo iniciativas que pretenden ofrecer estrategias y apoyo a las familias que repercutan en su rol parental, y al mismo tiempo ha aparecido el concepto de parentalidad positiva –de hecho, no es hasta el año 2006 cuando en el ámbito político surge en Europa ofi- © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 46 cialmente en las políticas de apoyo recomendaciones sobre el ejercicio positivo de la parentalidad por medio de la REC, recomendaciones del Comité de Ministros a los Estados Miembros–, y con él estudios que resaltan la necesidad de ejercer una parentalidad positiva desde un enfoque comu- nitario y psicoeducativo (Rodrigo, Máiquez, Martín y otros, 2008; Rodrigo, Máiquez y Martín, 2010; Daly, 2012; Rodrigo y otros, 2015). Contemplar la parentalidad positiva hoy se hace preciso aunque, como he comentado, las políticas de conciliación familiar y laboral no la hayan tenido en cuenta hasta hace muy poco tiempo, como se apreciará en el siguiente capítulo. El Consejo de Europa ha definido la parentalidad positiva como el «comportamiento de los padres enfocado hacia el interés superior del menor. La parentalidad positiva implica ofrecer a los hijos cuidados y atenciones adecuados, así como dinámicas relacionales y afectivas no violentas, basadas en el buen trato, el conocimiento del desarrollo evolutivo infantil, el diálogo y el respeto mutuo» (Save the Children, informe de 2013, pág. 4). En el mismo informe se recogen algunos aspectos básicos al respecto: • La parentalidad positiva es la fórmula idónea para salva- guardar los derechos de la infancia, garantizar el bienestar de los niños y las niñas y asegurar su protección. • Favorecer el ejerciciode la parentalidad positiva mediante la mejora de las políticas de conciliación es una manera de promover el buen trato a los niños y las niñas y, por tanto, de prevenir la violencia contra la infancia. • Los niños y las niñas crecen sanos y felices cuando cuen- tan a lo largo de su desarrollo con referentes estables que © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 47 se implican en su vida a diario, les ofrecen orientación, afecto, diálogo y una comunicación abierta. Sin medios o tiempo para poder compartir momentos cotidianos con los hijos o hijas es imposible que ocurra esta interacción constante que garantiza el bienestar de los niños y las niñas y su correcta educación y desarrollo. • La crianza de los niños y niñas y el ejercicio de la paren- talidad positiva no ha sido un objetivo fundamental del desarrollo de las políticas de conciliación en España. El concepto de parentalidad positiva está íntimamente ligado a las competencias parentales por un lado y, por otro, al concepto de resiliencia familiar. Atender las necesidades físicas, afectivas y cognitivas de los niños es una función de los padres, como sistema que es. Según Barudy y Dantagnan (2005a), la tarea parental tiene tres funciones fundamentales: • La función nutriente: consiste en proporcionar todo lo que sea necesario para asegurar la vida y el crecimiento de los niños. • La función socializadora: se refiere a que madres y padres son las fuentes fundamentales que permiten a sus hijos el desarrollo de un autoconcepto e identidad. • La función educativa: garantiza el aprendizaje de los modelos de conducta necesarios para que los hijos sean capaces de convivir en la familia y más tarde en la socie- dad, respetándose a sí mismos y a los otros. Estas funciones se llevan a cabo en el contexto de inte- racción entre niño y padres, pero dependerá de cuáles sean © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 48 las competencias parentales de los progenitores –capacidades y habilidades– para que estas funciones se ejerzan de forma adecuada. Las capacidades parentales están determinadas por factores biológicos y hereditarios, pero son modulados por las experiencias vitales e influidas por la cultura y los contextos sociales. Las habilidades parentales se corresponden con la plasticidad de los progenitores, que les permite ofre- cer una respuesta adecuada y pertinente a las necesidades de sus hijos de forma singular, de acuerdo con sus fases de desarrollo. Como capacidades parentales se incluyen: la capaci- dad de apegarse a los hijos (los recursos emotivos, cogniti- vos y conductuales que lo permiten); la empatía, es decir, si sintonizan con el mundo interno de sus hijos y responden adecuadamente a sus necesidades; los modelos de crianza, que permiten cuidar, proteger y educar (se transmiten de generación en generación); la capacidad de participar en redes sociales, la facultad de pedir cuando es necesario, así como aportar y recibir ayuda de las redes familiares, sociales, institucionales y profesionales. El término resiliencia proviene de la física y de la meta- lúrgica y se refiere a la capacidad de los metales a resistir un impacto, recuperando su estructura original. Fue un término utilizado en diversas disciplinas hasta adoptarlo las ciencias sociales hacia los años ochenta a manos de la psicóloga Emmy Werner, a partir de un estudio longitudinal (Werner y Smith, 1982) tras el seguimiento en una isla hawaiana, Kauai, de seiscientas noventa y ocho personas de familias pobres desde el periodo prenatal hasta pasados los treinta años, tras el que se concluyó que la resiliencia puede darse en cualquier momento de la vida de una persona, a pesar de haber vivido situaciones de riesgo alto durante la infancia. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 49 Esta primera generación de investigadores del concepto de resiliencia la considera como algo que se puede estudiar una vez la persona ya se ha adaptado, cuando ya es resiliente; la investigación se centra en encontrar el conjunto de factores que han posibilitado la superación de la persona (Grañé y Forés, 2007). Más adelante surge una segunda generación de autores (Cyrulnik, 2002 y 2005; Barudy, 1998; Barudy y Dantagnan, 2005; Walsh, 2004) que consideran la resiliencia –además de la capacidad de mantener un crecimiento y desa- rrollo sano a pesar de las circunstancias adversas en la vida (Cyrulnik, 2002)– como un proceso que se puede promover, que se puede aprender y educar, tanto individualmente como familiar y comunitariamente. Abordar el concepto de resiliencia en las familias desde una visión sistémica nos abre la posibilidad de educar las capacidades parentales. Walsh (2004a, pág. 40) designa la expresión resiliencia familiar entendiéndola como los procesos de superación y adaptación que tienen lugar en la familia como unidad funcional. La perspectiva sistémica permite comprender de qué manera los procesos familiares moderan el estrés y posibilitan a las familias afrontar penurias prolon- gadas y dejar atrás las situaciones de crisis, saliendo fortaleci- das de estas experiencias. Según la autora hay unos principios básicos –procedentes de la teoría sistémica– que sustentan el enfoque de la resilien- cia familiar (Walsh, 2004b, págs. 53-54): • La entereza individual se puede comprender y favorecer mejor en el contexto de la familia y del mundo social en general, entendiéndola como la interacción de los proce- sos individuales, familiares y ambientales. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 50 • Las situaciones de crisis y el estrés permanente afectan a toda la familia, creando riesgos no solo de disfunciones individuales, sino de conflictos relacionales y quiebra de la familia. • Los procesos familiares atenúan los efectos del estrés en todos los miembros de la familia y en sus relaciones: – Los procesos de protección fomentan la resiliencia amor- tiguando el estrés y promoviendo la recuperación. – Las reacciones inadaptadas aumentan la vulnerabilidad y el riesgo de desazón individual y relacional. • Los procesos familiares pueden gravitar en el curso que tengan muchas situaciones de crisis. • Todas las familias tienen posibilidades de resiliencia; dichas posibilidades pueden elevarse al máximo si se alien- tan sus mejores esfuerzos y fortalecen ciertos procesos fundamentales. Según cómo la familia afronte las adversidades y ofrezca factores de protección, fomentará la resiliencia, lo que pro- moverá la recuperación y saldrá fortalecida de las diferentes situaciones estresantes. En este sentido, Cyrulnik (2002) pro- pone, como factor de protección, el tutor de resiliencia, pues es una figura con la que se crean relaciones de apego y que permite ir construyendo relaciones seguras. Estos tutores de resiliencia pueden ser miembros de la familia extensa o bien cuidadores, terapeutas u otros profesionales de la institución adonde acude el niño, aunque puede también considerarse fuente de resiliencia el propio sistema familiar. Por su parte, Barudy y Dantagnan (2005b) proponen unos indicadores de buen trato en el niño pequeño por parte de los padres, como factores de protección: © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 51 • Los padres ofrecen un apego seguro. • Reaccionan con empatía frente a las necesidades. • Mantienen la autoridad para protegerlos y educarlos. • La proximidad física, las manifestaciones afectivas y las demostraciones de ternura son vividas con complacencia. • Echan en falta a su hijo cuando está lejos o ausente, pero son capaces de respetar sus procesos de autonomía. • Demuestran alegría y placer con su presencia. Sonríen, favorecen los contactos físicos con el hijo y se dan tiempo para conversar con ellos. • Manifiestan interés y placer en ir descubriendocómo sus bebés se van comunicando con el entorno, por ejemplo, mediante la sonrisa, seguir con la mirada, el balbuceo, el lloro para obtener lo que necesitan, etc. • Les emociona constatar los esfuerzos que hacen para avanzar en el desarrollo, por ejemplo, tratar de moverse en la cuna, intentar sentarse, gatear, etc., y facilitan estos momentos. • Más tarde, se interesan por la emergencia de la palabra en sus hijos, de las explicaciones que construyen sobre lo que van descubriendo y sobre las preguntas que se plantean. • Los protegen en situaciones de peligro y previenen ries- gos, organizando su entorno. • Son sensibles a su sufrimiento emocional. • Conocen a su hijo: sus gustos, intereses, amigos, costumbres. • No sustituyen a los hijos ni los dejan solos para su éxito profesional, ni para poseer bienes materiales, ni para sus aficiones deportivas. • Son capaces de respetar sus procesos de diferenciación, acompañándolos en sus momentos de progreso y de regresión. © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 52 Desde los centros, servicios y programas que atienden a la infancia y a sus familias, y teniendo en cuenta las directri- ces de los informes comentados y las recomendaciones de los autores analizados, el hecho de valorar la parentalidad positiva y la resiliencia en las familias implica reconocer los aspectos positivos y las fortalezas de estas y no abor- dar únicamente sus pocas habilidades y capacidades y sus aspectos problemáticos. Como afirma Rodrigo (2015a), en cualquier caso, hablamos de capacidades que se muestran en el terreno de lo relacional y pueden entrenarse, ya que no son inherentes (o al menos todas ellas) al individuo. Así pues, desde una perspectiva ecológica sistémica, la adaptación positiva ante la adversidad implica una dinámica de fuerzas y recursos que la familia moviliza y en las cuales se apoya para mantener y promover una trayectoria resiliente más que un estado de resiliencia. Este es un esfuerzo adaptati- vo que no se reduce a las capacidades de los individuos y de las familias, sino que también depende en gran medida del contexto social, cultural, político y macroeconómico. Expectativas, valores, creencias, estrategias de resolución de conflictos, flexibilidad ante los cambios y la persistencia en la búsqueda de apoyos y el mantenimiento de una comuni- cación abierta con los otros miembros del sistema familiar son los componentes del proceso resiliente que promueven el ajuste óptimo del sistema, al mismo tiempo que propician el desarrollo positivo de sus miembros. Evidentemente, en la sociedad actual hay nuevas necesida- des, así como diversas realidades sociales a las que las familias con hijos pequeños deben hacer frente. Esta situación impli- ca la necesidad de ofrecer respuestas flexibles, eficaces y de calidad desde los centros, servicios o programas dirigidos a la © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 53 primera infancia y a sus familias. Es necesario asegurar una actuación temprana ante las dificultades que atraviesan las familias para prevenir las consecuencias negativas que pudie- ran derivarse de estas, comprometiendo especialmente el desarrollo de los hijos. Asimismo, requiere un fortalecimiento de los recursos personales y sociales de las familias para que puedan aprovechar las oportunidades del entorno y poder reaccionar adecuadamente ante los problemas y desarrollar un proyecto de vida satisfactorio para todos. Esto requiere de los servicios tener una actitud más comunicativa a la hora de reforzar la red de apoyos a las familias y un punto de vista más normalizador en el diseño de los recursos que forman parte de tales redes (Rodrigo, 2015b). 2. La institución educativa La mayoría de los niños menores de tres años de las socie- dades occidentales asisten a centros, servicios o programas de atención a la infancia, donde se establecen importantes interacciones con otras personas, tanto adultos como iguales. Estas interacciones influirán sustancialmente en su desarrollo y aprendizaje. Por este motivo, las políticas de cada país debe- rían ofrecer equipamientos de calidad. Los centros y servicios de primera infancia ofrecen la posibilidad de hacerse cargo del cuidado del niño, pero, además, son lugares por excelencia para facilitar la socialización, el juego, el aprendizaje motor, cognitivo, lingüístico, afectivo y el aprendizaje de valores y normas por parte del niño pequeño. Por tanto, los centros y servicios dirigidos a la primera infancia deberían ofrecer © Editorial UOC La atención psicoeducativa en la primera infancia 54 tanto atención y cuidado como educación y aprendizaje, sin olvidar la necesidad de cumplir con unos requisitos de higie- ne y salud que proporcionen al niño y a sus familias un buen desarrollo físico sano. Así pues, las normativas referentes a estos aspectos deberían irse actualizando (está vigente la nor- mativa sanitaria del 11 de mayo de 1983, a partir del Decreto 65/1982). Por su parte, el currículo debería recoger aspectos prácticos para abordar temas referentes a la educación de la salud –física y mental– de los niños y de sus familias en esta etapa educativa de desarrollo infantil. Hay numerosos autores que han hecho referencia a la importancia de esta primera etapa infantil, en cuanto a su desarrollo y a su aprendizaje, por medio de experiencias enriquecedoras en contextos determinados donde se relacio- nan con adultos y con otros iguales. Rogoff (1993, pág. 242) afirma: «más que considerar que el niño se desarrolla espontá- neamente, yo he afirmado que el desarrollo humano se canali- za a través de cursos específicos por medio de las actividades socioculturales de los individuos y sus compañeros sociales». Esta autora ha realizado aportaciones interesante dentro de la perspectiva de la psicología sociocultural6 en las que afirma que el desarrollo cognitivo del niño es un aprendizaje que tiene lugar a través de la participación guiada. Plantea que los pro- cesos de construcción guiada –se refiere a construir puentes entre lo que el niño sabe y la nueva información que ha de aprender y a transferirle la responsabilidad para conseguir la 6 La psicología sociocultural se encarga de la construcción de signifi- cados y del rol mediador de la sociedad y la cultura en la formación de la mente. En esta perspectiva se destacan autores como B. Rogoff y J. Bruner. © Editorial UOC Capítulo II. Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia... 55 resolución del problema– contribuyen a dirigir y organizar el desarrollo cognitivo del niño en culturas muy distintas. Las diferencias culturales con relación a lo que los niños tienen que aprender y los medios por los cuales se aprende atraen la atención hacia la importancia de que el niño observe y participe en la actividad social; además estas diferencias nos conducen a tener en consideración tanto la forma en la que implícitamente se organizan las actividades infantiles como los múltiples roles que desarrollan los padres y otros compa- ñeros para guiar el desarrollo del niño. El mundo social y el individual son inseparables e indisociables; el desarrollo infantil implica la apropiación de conocimientos, procedimientos, valores, del entorno sociocultural en que el niño está inmerso. El niño participa activamente de la adquisición de conocimientos y de habili- dades pero lo hace de forma conjunta con otros (adultos o iguales) que le sirven de guía. El niño irá asumiendo poco a poco responsabilidades, y entonces el referente más capaz que hace de guía deberá ir cediendo esta responsabilidad. En este sentido, tanto la teoría de Brunner como el concep- to de zona de desarrollo próximo (ZDP) de Vigotski parten de esta premisa: Brunner7 (1981) plantea la importancia de la función tutorial dirigida a una aprendiente por parte de un compañero más capaz o de un adulto. El andamio hace referencia
Compartir