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Análisis 140 43 el verano de 2021 por la situación de emergencia sani- taria, el porcentaje de mujeres inscritas llega al 49 %. Lejos queda el 10 % de Londres 1948, el 20 % de Mon- treal 1976 o el 30 % de Barcelona 1992. Entonces, ¿ha terminado la lucha? ¿puede decirse que en el mundo del deporte la mujer ha logrado eman- ciparse, empoderarse y ocupar un lugar de la misma re- levancia que el hombre? En absoluto. Quedan aún ba- tallas por librar en la equiparación salarial entre el de- porte femenino y masculino, en repercusión mediática, en patrocinios, en presencia de jueces y árbitros de se- xo femenino, de entrenadoras y preparadoras físicas o de reconocimiento social, entre otras1. Además, para un amplio sector del mundo deportivo, un nuevo nuba- rrón de incertidumbre se cierne sobre el deporte com- petitivo y, por extensión, sobre el deporte de base. El Informe del Anteproyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía y los derechos de las personas LGTBI, aprobado en el Con- sejo de Ministros del 29 de junio de 2021, abre un de- bate en el sector del deporte que hacía años que ya te- nía lugar en otras esferas como la judicial, la política o la social. Y es que esta norma contempla la posibilidad de que una persona solicite un cambio de sexo en el registro sin necesidad de informe médico, tratamiento ni autorización desde los 16 años de edad y desde los 12 con autorización de padres o tutores. En lo deporti- vo, esto permitiría a un deportista varón en España co- menzar a participar en competiciones femeninas a los pocos meses de la solicitud de cambio de sexo, ampa- rado por el artículo VI que permite que cualquier perso- na pueda participar en una competición «atendiendo a su sexo registral, sin que en ningún caso puedan reali- zarse pruebas de verificación del sexo». Aparte de razo- nes de tipo jurídico, antropológico, sociológico, filosófi- co o teológico —que las hay—, a continuación expon- dré algunas consideraciones técnicas, fundamentadas En los estertores del siglo diecinueve, mientras España agotaba su época de esplendor colonial, un pedagogo francés de noble cuna lograba con- vencer a grandes personalidades del deporte de que una vuelta a la época dorada de la Grecia clásica era posible y necesaria; al menos la instauración de unos Juegos Olímpicos modernos que contribuyeran a arti- cular el deporte como elemento imprescindible de la educación de la juventud. El barón Pierre de Coubertin vio cumplido su sueño en el mejor lugar: la Atenas de 1896, allá donde más de veinte siglos atrás cientos de superhombres se codeaban con los dioses del Olimpo, alcanzando la eternidad con la victoria en las carreras, los lanzamientos o la lucha. Sí, superhombres. Porque las mujeres nunca llegaron a participar en unos Juegos clásicos, ni siquiera como espectadoras a no ser que fueran solteras. Durante aquellos dos mil años de pa- réntesis olímpico la sociedad había evolucionado drás- ticamente en casi todas las esferas, menos en las de siempre. Coubertin consideraba que la presencia de la mujer en el estadio olímpico era, cuanto menos, «anti- estética, poco interesante e incorrecta». Su sucesor al frente de la organización de los Juegos, el conde Bai- llet-Latour, declaró que «la única misión de las mujeres era coronar a los hombres». Cuatro años más tarde, en París, seis mujeres participaron en las disciplinas de te- nis, críquet y golf, deportes en los que socialmente se aceptaba desde hacía años la presencia de la mujer por considerarlos estéticamente aptos para féminas. Tuvie- ron que pasar más de tres décadas para que las muje- res pudieran comenzar a participar en el atletismo, el deporte olímpico por excelencia. Nombres como el de Alice Milliet, Isadora Duncan, Charlotte Cooper o Lilí Ál- varez han quedado escritos en la historia del deporte femenino y, sin duda alguna, han contribuido a la con- secución en el año 2021 de un hecho sin precedentes: en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, celebrados en DEPORTISTAS TRANS Y LEGISLACIÓN: ¿EL FAIR PLAY EN PELIGRO? DR. DANIEL BORES GARCÍA Doctor en Educación Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte Profesor asociado en la Universidad Rey Juan Carlos 1. Sanz-Gil, J. J. (2017). Una aproximación a las dificultades del deporte femenino en la alta competición: hacia la equidad y la igualdad. Acción Motriz, 18, 29-36. Análisis140 en criterios reglamentarios, fisiológicos o anatómicos, para (como mínimo) alentar a una reflexión más pausa- da y sensata sobre el asunto que nos ocupa: nn Los deportistas transgénero españoles no podrían participar en competiciones internacionales regu- ladas, entre otros, por el Comité Olímpico Inter- nacional, ya que salvo utilización de bloqueadores hormonales (no permitidos en muchos casos) el nivel de testosterona de las mujeres transgénero superará el permitido. nn Existen diferencias antropométricas, fisiológicas y neuromusculares entre hombres y mujeres que otorgan una ventaja significativa a los primeros: mayor altura, mayor envergadura, cadera más estrecha y fémur más largo, mayor capacidad en el transporte de oxígeno, mayor tamaño de las fibras musculares (hipertrofia muscular), un mayor porcentaje de masa libre de grasa, menor gasto cardíaco, mayor concentración de hemoglobina, menor frecuencia ventilatoria, mayor tamaño car- díaco, mayor densidad ósea, mayor actividad de algunas enzimas, mayor producción de glucógeno muscular, etc2,3,4. nn Hay multitud de disciplinas deportivas con diferen- cias reglamentarias por sexos: aparatos diferentes en gimnasia artística, tamaño del balón en balon- cesto, altura de la red en voleibol, peso de los arte- factos en los lanzamientos atléticos o altura de las vallas en las carreras con obstáculos, entre otros. Incluso hay ciertos deportes que son exclusivos de un sexo a nivel competitivo, como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada. nn No todas las disciplinas deportivas presentan una misma ventaja entre hombres y mujeres. Según señalan endocrinos como el Dr. Concha Celedón, pruebas en las que el sistema neuromuscular está muy implicado, como la halterofilia, el remo, los deportes de lucha o las pruebas de velocidad, pueden tener una diferencia de rendimiento entre sexos de hasta el 50 %. Otras disciplinas, como las que incluyen la carrera como elemento prin- cipal, arrojan unas diferencias de entre el 10 % y el 15 %. Esto complica la homologación de los criterios reglamentarios de inclusión de deportis- tas transgénero, con diferencias entre deportes tan acusadas que pueden degenerar en un agravio comparativo. nn El límite de 10 nml/l en la testosterona es suscep- tible de discusión. Un reciente estudio5 muestra que sigue habiendo diferencias significativas en la musculatura de las mujeres transgénero que se han sometido a un tratamiento de bloqueo de la testosterona un año después del comienzo del mismo, incluso con unos valores de 1 ó 2nml/l. nn Los aspectos técnicos también están sometidos a grandes diferencias entre hombres y mujeres en gran cantidad de deportes. El hecho de que mujeres transgénero hayan desarrollado toda su carrera deportiva de base como hombres favorece la adquisición de recursos técnicos basados en esquemas fisiológicos y perceptivo-motrices que les otorgarán ventaja frente a las mujeres nacidas mujeres. Por ejemplo, la federación canadiense de skate permite la participación de hombres que se sienten mujeres en competiciones femeninas con tan solo declarar que se sienten mujeres. Un ele- mento técnico básico en la competición masculina como es el «quad» es prácticamente inalcanzable para una competidora de sexo femenino (solo una deportista de esta disciplina lo ha logrado). La ven- taja de la mujer transgénero sobre la mujer que ha nacido mujer es clara en este ejemplo. nn La seguridad de los deportistas en muchos depor- tes de colaboración-oposición no está garantizadacuando compiten mujeres junto o contra mujeres que nacieron siendo mujeres. Sin ir más lejos, la World Rugby realizó un estudio exhaustivo6 sobre el tema, que incluía talleres y consultas extensi- vas, concluyendo la recomendación de la no in- clusión de mujeres transgénero en competiciones femeninas internacionales, por un aumento del riesgo de lesión de hasta un 30 %. Numerosas asociaciones como Save Women´s Sports7 (que en octubre de 2020 escribió una que- ja formal al COI) o la Plataforma Contra el Borrado de las Mujeres8 (que ha tildado de «ley misógina» a la norma propuesta por el Ministerio de Igualdad de Es- paña) han alzado la voz en contra de las regulaciones 2. Lewis, D. A., Kamon, E. y Hodgson, J. L. (2012). Physiological Between Genders Implications for Sports Conditioning. Sports Medi- cine, 3, 357-369. 3. Sharp, C. (1984). Physiology and the woman athlete. New Scientist August, 22-24. 4. León-París, C. (2000). Influencia del sexo en la práctica deportiva. Biología de la mujer deportista. Arbor, 650, 249-263. 5. Wiik, A., Lundberg, T. R., Rullman, E. et al. (2020). Muscle strength, size and composition following 12 months of gender-affirming treatment in transgender individuals: retained advantage for the transwomen (preprint). 6. https://playerwelfare.worldrugby.org/?subsection=84 7. https://savewomenssports.com/iocpetition 8. https://contraelborradodelasmujeres.org/deporte/ 44 https://playerwelfare.worldrugby.org/?subsection=84 https://savewomenssports.com/iocpetition https://contraelborradodelasmujeres.org/deporte/ Análisis 140 normativas que favorecen la participación de deportis- tas trans en competiciones nacionales e internaciona- les. Alertan sobre la amenaza al fair play y a la igualdad y equidad entre hombres y mujeres en el ámbito de- portivo por la que se ha estado peleando durante dé- cadas. Deportistas de talla mundial como Ana Henkel (cuatro veces campeona olímpica en voleibol), Rebec- ca Dussault (esquiadora olímpica americana) o Marti- na Navratilova (extenista) se han mostrado escanda- lizadas por este avance de la inclusión de deportistas trans en las competiciones oficiales. Incluso el Minis- terio de Defensa español, en un libro de texto que for- ma parte de la formación de mandos militares, señala que «la menor masa muscular, la relación grasa-mús- culo, su estructura ósea, y el más bajo grado hormo- nal específico, hacen que las féminas entrenadas so- lo puedan alcanzar valores aproximados al 60-70 % del nivel de fuerza del varón entrenado en las mis- mas condiciones»9. ¿Es justo que se tilde de «tránsfobo» o «transfóbi- co» a quien se muestra en contra de la participación de hombres y mujeres transgénero en competiciones masculinas y/o femeninas? Parece que no, cuando los motivos a los que se alude no se fundamentan en el odio al transexual ni persiguen una discriminación de este. Más bien, se trata de proteger el fair play que co- menzó siendo el alma de los Juegos Olímpicos y del deporte espectáculo por extensión y que está en peli- gro en la actualidad. ¿Una persona transexual tiene derecho a competir en la categoría en la que tiene su identidad? Podría ser que sí (aunque no es esta mi postura), dada la corrien- te contemporánea que homologa querencia con dere- cho, deseo con exigencia; pero de igual manera ¿no tie- ne derecho una mujer a competir en igualdad de con- diciones con y contra otras mujeres? No es un asunto sencillo. Por ello el debate no pue- de ni debe reducirse a la dicotomía «tolerancia o trans- fobia» (no fuera a ser que estos mismos que lo plantean fueran presos de otras dicotomías igual de injustas y fa- laces). Es peligroso este camino de polarización ideoló- gica totalitaria que provoca temblores a quienes, de for- ma honesta y rigurosa, buscamos soluciones no siem- pre sencillas para problemas sin duda complejos. 9. Vinuesa Lope, M. y Vinuesa Jiménez, I. (2016). Conceptos y métodos para el entrenamiento físico. Ministerio de Defensa del Gobierno de España. 45
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