Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Sociolinguistic ISSN: 1750-8649 (print) Studies ISSN: 1750-8657 (online) Affiliation City University of New York, CUNY, USA email: josedelvalle@gmail.com SOLS VOL 5.3 2011 465–484 © 2012, EQUINOX PUBLISHING doi : 10.1558/sols.v5i3.465 Article Panhispanismo e hispanofonía: breve historia de dos ideologías siamesas [Panhispanism and hispanofonía: brief history of siamese ideologies] José del Valle Abstract In this article, I review the language’s development as an instrument of political action from the time of Spain’s colonial expansion and the post-independence period – in which various nation-building projects were undertaken – through the more recent processes of regional integration. More precisely I focus on panhispanism and the linguistic ideology – hispanofonía – in which it has attempted to construct a culturally, economically, and politically operative community. KEYWORDS: PANHISPANISM, LINGUISTIC NATIONALISM, LANGUAGE-IDEOLOGICAL DEBATES mailto:josedelvalle@gmail.com 466 SOCIOLINGUISTIC STUDIES 1 La lengua como instrumento de colonización y construcción nacional Aunque lengua y poder – esa pareja inseparable – recorren tomadas de la mano la historia toda de la humanidad, hay momentos epifánicos en los que su obvia pero en general poco explícita relación sube a la superficie del discurso y exhibe con descaro su ascendente sobre las formas de ser de una sociedad cualquiera.1 Uno de esos momentos – uno de los más reconocibles – lo protagoniza Elio Antonio de Nebrija en 1492 al explicar, en el conocido prólogo a su gramática de la lengua castellana, el sentido de la misma (Rojinski 2000): Que después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas: y con el vencimiento aquellos ternían necessidad de recebir las leies: quel vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua: entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento della como agora nos otros deprendemos el Arte de la Gramática latina para deprender el latín. y cierto assí es que no sola mente los enemigos de nuestra fe que tienen ia necessidad de saber el lenguaje castellano: mas los vizcaínos. navarros. franceses. italianos. y todos los otros que tienen algún trato y conversación en España y necessidad de nuestra lengua: si no vienen desde niños a la deprender por uso: podrán la más aína saber por esta mi obra. (Esparza Torres y Sarmiento 1992:107–109) En estas palabras, Nebrija no sólo dejaba constancia del servicio que al ejercicio del poder le presta el control intelectual de la lengua sino que avanzaba además un modelo de legitimación del idioma fundado en criterios a la vez exógenos y pragmáticos. En el mundo lingüístico nebrisense, el valor de una lengua no reside exclusivamente ni en la posesión de propiedades formales superiores – representadas en la gramática – ni en la asociación natural con universo sacro o verdad metafísica alguna. En el fragmento citado, lengua y gramática derivan su valor del papel que juegan en la afirmación del poder del Estado como soporte de la ley y materia necesaria de una pedagogía de la subordinación. Este modelo de legitimidad es precisamente el que hallamos tras los debates que, desde la conquista hasta la independencia, se libraron sobre la política lingüística colonial y posibilitará el que – como han mostrado los trabajos de Shirley Brice Heath (1972) o Francisco de Solano (1991) – el estudio y uso de las lenguas indígenas de América en el contexto colonial – es decir, su sometimiento a epistemologías europeas – sea con frecuencia promovido por ser éstas con- sideradas mejores compañeras del Imperio que el propio castellano. Claro está que la conquista militar, la subyugación de la población indígena y la explotación por parte de las potencias europeas de los recursos naturales del territorio conquistado (es decir, el imperialismo) crearon las condiciones que – en el caso PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 467 que aquí nos ocupa – hicieron del español la lengua cuyo conocimiento le conferiría al que lo poseyera un estatus privilegiado y que con el paso del tiempo se extendería por todo el continente y por (casi) todos los estratos de las sociedades americanas a expensas de las lenguas originarias. Además del imperialismo, la puesta en marcha de diversos procesos de construcción nacional a ambos lados del Atlántico determinó también de manera significativa el desarrollo del idioma. Dentro de la propia Península Ibérica, a medida que durante el siglo dieciocho y tras la guerra de sucesión (1701–1713) se afirmaba el modelo centralizado de Estado borbónico, se imponía progresiva- mente la castellanización del Reino y se consolidaba a la vez la condición hegemónica del español. El cuerpo de leyes conocido como decretos de Nueva Planta unificó y centralizó las instituciones y sucesivos decretos y reales órdenes fueron imponiendo el castellano en dominios donde hasta la fecha se habían usado otras lenguas peninsulares. Un objetivo inicial de aquellas políticas fue la Real Audiencia de Barcelona – donde desde 1716 se hizo obligatorio el uso del castellano – y, décadas más tarde, el sistema educativo: a partir de 1763 se les exigió a los maestros de primaria de todo el Reino – incluso, por supuesto, en las regiones no hispanohablantes – que conocieran y usaran la ortografía académica. La gramática correría la misma suerte a partir de 1780 (véase Moreno Fernández 2005:168–173, Martínez de Sousa 2011, Senz 2011). El siglo diecinueve – tras las guerras de independencia americanas (libradas mayormente en la segunda década) – será testigo de tensas negociaciones sobre el devenir de la lengua (¿se fragmentará o no?), sobre su estatus simbólico (¿representa o no una única cultura panhispánica?) y sobre las fuentes de autoridad para su gestión (¿es sostenible un dispositivo institucional que gravite en torno a la Real Academia Española?). Del complejo entramado de circun- stancias que forman este panorama glotopolítico destacaremos dos que resultan esenciales para comprender el movimiento panhispanista del que nos vamos a ocupar. Primero, la posición privilegiada de España como fuente de autoridad lingüística se tambalea no sólo por el colapso del Imperio sino por el desprestigio cultural en que había caído la vieja metrópoli; y segundo, la élite letrada criolla comprende el valor político del castellano y la necesidad de asumir su control en América, es decir, el valor y la necesidad de ser ella misma la que lo acote por medio de lo que González Stephan (1995) ha llamado disciplinas escriturarias de la patria (véase también Ramos 1993 y 1999).2 2 La imaginada comunidad panhispánica La pérdida de las colonias estimuló en la sociedad española la apertura – aunque lenta – de un proceso de reflexión sobre la naturaleza y valor estratégico del 468 SOCIOLINGUISTIC STUDIES vínculo con la América hispanohablante. Por un lado, se activó un frente diplomático que resultó en la firma de tratados de paz y amistad con los nuevos Estados: el primero en 1836 con México y el último en 1894 con Honduras (Pereira y Cervantes 1992). Por otro lado, se fue articulando un movimiento – sustentado por iniciativas privadas y, en menos ocasiones, por el impulso de los gobiernos de España – que respondía a la convicción de que, a pesar de la independencia, la cultura de las naciones hispanohablantes era esencialmente cultura española (Pike 1971, Sepúlveda 1994 y 2005, van Aken 1959). A lo que este movimiento aspiraba era al fortalecimiento de esa unidad y al desarrollo de una conciencia panhispánica que resultara cultural, económica y políticamente operativa. Isidro Sepúlveda, su principal estudioso, lo ha definido como [l]a interpretación de la continuidad hispana en América como base para la construcción – e incluso comoevidencia de su existencia – de un ascendente español sobre las sociedades del continente; ascendente susceptible de ser instrumentalizado para fundamentar una política exterior de prestigio que recuperara el valor internacional de la España de comienzos del siglo XX. (Sepúlveda 2005:22) La unidad cultural transatlántica de base peninsular se entendía por lo tanto como un valor estratégico para España pues favorecía sus intereses en la América hispanohablante frente a la rivalidad de potencias internacionales tales como Gran Bretaña, Francia y, muy especialmente, Estados Unidos (la larga sombra de la doctrina Monroe se proyectaría durante décadas sobre la relación entre España y sus ex colonias). A partir de mediados del siglo diecinueve, el panhispanismo empezó a exhibir un cierto grado de estructuración a través de publicaciones tales como La América, Crónica Hispano-Americana, La Ilustración Española y Americana, Revista Hispano-Americana, El Correo Español o La Revista Española de Ambos Mundos (Sepúlveda 1994:38). Un momento crucial en su desarrollo fue la creación en 1885 de la Unión Ibero-Americana (UIA), asociación que, según sus Estatutos, se proponía ‘estrechar las relaciones de afecto, político, sociales, económicas, científicas y artísticas de España, Portugal y las naciones americanas, y procurar que exista la más cordial inteligencia entre estos pueblos hermanos’ (Unión Ibero-Americana 1893:5). Para ello se promovía el desarrollo de tratados de comercio, propiedad intelectual e industrial, arbitrajes, legislación civil y penal; la habilitación recíproca de títulos educativos; la gestión de la rebaja de tarifas de telégrafos y correos; y la celebración de tratados postales (Unión Ibero-Americana 1893:6–7). Tal como revelan los estatutos de la organización y como han señalado Martín Montalvo et al., el panhispanismo tuvo siempre una fuerte impronta económica y por ello la UIA se dedicó a favorecer ‘los lazos comerciales, bajo la idea de que Iberoamérica era el ‘mercado natural’ de España’ (Martín Montalvo et PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 469 al. 1985:163, el énfasis es mío). Por eso no sorprende, como indica Sepúlveda, que las burguesías catalana y andaluza (partidarias desde pronto del reconocimiento de las independencias y de la promoción del comercio con América) coincidieran en muchos de sus proyectos con el panhispanismo: La pretensión de aumentar el comercio, disponer de puertos de acogida favorable para la abundante mano de obra de potencial emigración y acelerar el movimiento de reconocimientos consiguió que se generara la conciencia de fortalecer los vínculos entre España y los países americanos. Pronto se llegó a la conclusión de que el medio más efectivo para todo ello era la utilización como instrumento operativo de la pertenencia a una misma comunidad cultural. (Sepúlveda 1994:37, el énfasis es mío) Y este era el gran desafío que se planteaba el panhispanismo: construir una comunidad en el solar imperial y con los escombros del imperio pero silenciando a la vez las resonancias imperiales del esfuerzo. En palabras de la propia UIA, emplear los medios más eficaces y oportunos, á fin de cada día aumenten las relaciones de todo género entre España, Portugal y las Repúblicas americanas, suavizando asperezas é infundiendo amor y confianza mutua para aunar y dirigir las nobles aspiraciones que á todos animan. (Unión Ibero-Americana 1893:7, el énfasis es mío) Al servicio del cumplimiento de tales objetivos se ponían iniciativas tales como la ya mencionada Revista Española de Ambos Mundos, que en su primer número de 1853 definía así su misión: Destinada a España y América, pondremos particular esmero en estrechar sus relaciones. La Providencia no une a los pueblos con los lazos de un mismo origen, religión, costumbres e idioma para que se miren con desvío y se vuelvan las espaldas así en la próspera como en la adversa fortuna. Felizmente han desaparecido las causas que nos llevaron a la arena del combate, y hoy el pueblo americano y el ibero no son, ni deben ser, más que miembros de una misma familia; la gran familia española, que Dios arrojó del otro lado del océano para que, con la sangre de sus venas, con su valor e inteligencia, conquistase a la civilización un nuevo mundo. (citado en Fogelquist 1968:13–14) En estos términos se formulaban las ideas troncales del panhispanismo inicial: la conquista – concebida como misión civilizadora – era reivindicada como eje articulador de la ‘gran familia española’ y el ‘origen, religión, costumbres e idioma’ como elementos constitutivos del ethos panhispánico. De entre los elementos identitarios que constituían el discurso panhispanista, el idioma fue adquiriendo mayor centralidad a medida que el movimiento se fue modernizando. Religión y costumbres resultaban más sensibles a las divergencias ideológicas y más susceptibles de ser problematizadas desde una historiografía de la colonia y de la condición americana en la que cada vez se hacían más visibles las 470 SOCIOLINGUISTIC STUDIES culturas indígenas y africanas. La lengua debía de resultar, en principio, más neutra como ancla de la unidad panhispánica, más propicia para el consenso entre conservadurismo y progresismo o entre españoles y americanos y más resistente como marca de identidad a redefiniciones impuestas por los avances de las ciencias del lenguaje. Sirvan como ejemplo del extraordinario valor que se le concedía al idioma las siguientes palabras de Rafael Altamira (1866–1951), figura representativa del panhispanismo progresista a principios del diecinueve: No cede en importancia como lazo de unión, sino que, en sentir de muchos pensadores (Fichte, por ejemplo), excede a todos la lengua. Sean cuales fueran nuestras ideas respecto de la conveniencia de una centralización y reglamenta- ción del castellano como las que representa la Academia Española … no podemos negar los españoles que el mantenimiento y desarrollo de nuestro idioma conforme a su propio espíritu en las naciones que con él despertaron a la vida de la civilización moderna … es una base indispensable para la influencia y la intimidad intelectual. (Altamira 1900:19) Notamos que Altamira cita a Johann Gottlieb Fichte (1762–1814), referente imprescindible de los discursos que vinculan nación y lengua. Y no es casualidad, pues la estructura conceptual del nacionalismo lingüístico fue constitutiva del discurso panhispanista. Primero, la relación entre lengua y comunidad que se avanzaba respondía a la misma lógica: el idioma es la encarnación de unos valores, la representación icónica de una identidad compartida, el soporte material de las instituciones comunes y el instrumento que en sus materializaciones textuales posibilita el imaginar conciudadanos que hojean los mismos periódicos, leen las mismas novelas y transitan por los mismos espacios que construye la burocracia del Estado – en el caso del panhispanismo, un ‘trans-Estado’ por construir (recuérdese el programa de la UIA) – (Anderson 1991). En segundo lugar, el panhispanismo se convertía en uno de los ejes programáticos del nacionalismo español (Sepúlveda 2005). Si nacionalismo era la consolidación de un mercado nacional sobre una supuesta cultura compartida (Hobsbawm 1992), el panhispanismo ofrecía una estrategia de ampliación de ese mercado sobre una base también afectiva (particularmente necesaria tras la caída del poder imperial). Finalmente, para un nacionalismo español que, a partir del último tercio del diecinueve, veía aún fragmentado, lingüística y culturalmente, el territorio nacional y que empezaba a sentir incluso el cuestionamiento de su unidad política con la aparición de regionalismos y nacionalismos subestatales en Cataluña, Galicia y País Vasco, los mercados americanos y la imaginada cristalización de una única hispanidad trasatlántica – imaginada graciasa una ceguera que apagaba, entre otras cosas, la contribución de las culturas indígenas y africanas al PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 471 desarrollo de América – se convertirán en oscuros objetos del deseo del nacionalismo español, de un deseo que respondía a pulsiones tanto afectivas como geoestratégicas. Naturalmente, en un contexto pos-colonial cabía esperar que los esfuerzos del panhispanismo español fueran recibidos con reserva, desconfianza e incluso hostilidad por ciertos sectores de la sociedad y clase política americana, ansiosos no sólo por consolidar la independencia política sino por alcanzar una total emancipación que liberaba incluso el ámbito de la cultura. Y así fue. El panhispanismo hubo de enfrentarse no sólo a las limitaciones que imponía el escaso apoyo gubernamental – queja frecuente tanto en las páginas del boletín de la Unión Ibero-Americana como en los ensayos de Altamira – sino incluso a constantes desafíos a la idea del idioma como pilar inquebrantable de la comunidad panhispánica. 3 Los debates lingüístico-ideológicos Tomaremos como marco de referencia teórica para el estudio de la batalla que se libra en torno al idioma el concepto de debates lingüístico-ideológicos propuesto por Jan Blommaert (1999). En aquel proyecto, el autor/editor hacía notar la ausencia de una historiografía de las ideologías lingüísticas y sugería como estrategia metodológica la delimitación del objeto ‘debate’: They [los debates] are patterns of interrelated discourse activities …often with a fuzzy beginning and end, of which we usually only remember the highlights, the most intense and polarized episodes. In the light of the textual nature of the process, it would be accurate to characterize debates as historical episodes of textualization, as histories of texts in which a struggle is waged between various texts and metatexts. Debates are more or less locatable periods in which a ‘struggle for authoritative entextualization’ takes place. (Blommaert 1999:9) Las polémicas en torno a temas tales como la variación dialectal, el valor simbólico de una lengua o la producción de una norma culta son entendidas como complejos textuales en los que se materializan luchas por el establecimiento de lecturas hegemónicas de experiencias histórico-lingüísticas concretas cuyo análisis revela los procesos sociopolíticos en los cuales están inscritas. En el siglo diecinueve, la representación de la lengua en el mundo hispano- hablante se encontraba ya altamente institucionalizada. La Real Academia Española (RAE) se había creado en 1713 bajo la protección del primer rey Borbón (Felipe V) siguiendo el modelo de la Academie Française (fundada en 1635) y la italiana Academia della Crusca (de 1582) (Álvarez de Miranda 1995, Zamora Vicente 1999). La corporación adoptó el conocido lema ‘limpia, fija y da 472 SOCIOLINGUISTIC STUDIES esplendor’, de incuestionables resonancias puristas, y asumió como principal objetivo la producción de un diccionario que, además de codificar y proteger el idioma, destacara como muestra ejemplar del estado de la cultura del país. La publicación del diccionario entre 1726 y 1739 fue seguida de la ortografía en 1741 y la gramática en 1771. Si la RAE nació vinculada a la cultura política borbónica, con el paso del tiempo – como ya se indicó en la primera sección del artículo – no hizo sino fortalecer su complicidad con el Estado y su papel de gestora oficial del idioma en el ámbito educativo (Villa 2010). Aunque a mediados del diecinueve la corporación ocupaba un lugar promi- nente en la gestión de la norma – en la producción de los textos en los que se materializaba – y en la construcción de una imagen pública de la lengua, no estaba en absoluto resuelto su estatus en las ex colonias. De hecho, ya durante los primeros años de vida de las jóvenes naciones se empezó a desarrollar un régimen de normatividad específicamente americano que presagiaba un futuro difícil para la acción académica y para su capacidad de constituir, a pesar de la lengua común, un sistema/mercado cultural panhispánico único. El caso más sobresaliente en la primera etapa es sin duda el del gramático venezolano Andrés Bello (1781–1865), quien propició en Chile una reforma ortográfica de calado y publicó, en 1847, la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (Arnoux 2008). La obra de Bello no contiene una declaración explícita de independencia lingüística – en realidad nacía con voluntad unificadora ante los temores de fragmentación lingüística que se empezaban a expresar en América y, como han señalado Moré (2004) y Gómez Asensio (2009), asumía el modelo de las variedades peninsulares castellanas del español –. Pero en la práctica era un gesto emancipador. La implementación de una reforma ortográfica al margen de la RAE y la aparición y exitosa distribución de una gramática con fines didácticos dejaban en evidencia la debilidad normativa de la Academia en América y anunciaban que la élite criolla letrada asumía el control del idioma al igual que había asumido el control de otras esferas de la vida en la América independiente. En la Península, a mediados del siglo diecinueve surgieron las preocupaciones ya no sólo por el estado de la lengua en América (preocupación antigua y que, como acabamos de mencionar, compartían algunos letrados americanos) sino por la pérdida de prestigio de la propia corporación en las antiguas colonias. La RAE reaccionó, primero, nombrando individuos correspondientes en América, incluyéndolos así, al menos simbólicamente, en la gestión del idioma y, finalmente, en 1870 con un proyecto más ambicioso que impulsaba la creación en todo el continente de academias de la lengua correspondientes de la Española. Por supuesto, al concebir el consorcio, la RAE mantenía el control del diccionario, la PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 473 ortografía y la gramática; imponía sus estatutos y reglamentos; y retenía el derecho a confirmar a todos los nuevos miembros de las sucursales americanas (Guitarte y Torres Quintero 1968, López Morales 1995, Zamora Vicente 1999:345–367). Pero creaba un dispositivo institucional que debía demostrar a los americanos la voluntad de cooperación de los académicos españoles, consolidar la autoridad de la corporación (permitiéndole retener el control del estatus simbólico del idioma) y reforzar la unidad lingüística y cultural panhispánica al acercar a las clases letradas de ambos lados del Atlántico. Si bien la iniciativa fue cuajando poco a poco (y acabó dando lugar a la creación de la Asociación de Academias de la Lengua Española después del 1951), el desarrollo del plan hubo de sortear difíciles obstáculos. Uno de los más sonados lo protagonizó el argentino Juan María Gutiérrez (1809–1878), destacado miembro de la generación del 37, quien, al recibir en 1876 su nombramiento como correspondiente de la Española, lo rechazó con el siguiente argumento: Creo, señor, peligroso para un sudamericano la aceptación de un título dispensado por la Academia Española. Su aceptación liga y ata con el vínculo poderoso de la gratitud, e impone a la urbanidad, si no entero sometimiento a las opiniones reinantes en aquel cuerpo. (Gutiérrez 2003:72)3 Es decir, incluso décadas después de las efusiones independentistas de la juventud, un letrado americano de la talla de Gutiérrez expresaba la necesidad de conformar sistemas culturales autónomos y alertaba sobre los peligros que entrañaría la subordinación y dependencia de instituciones que, por mucha afinidad lingüística y cultural con América que en efecto exhibieran, representaban a países y por tanto a intereses extranjeros (Alfón 2008, Ennis 2008). Otro revelador debate lingüístico-ideológico – este al margen de la institución académica – lo protagonizaron a finales del siglo diecinueve y principiosdel veinte el escritor (y académico) español Juan Valera (1824–1905) y el filólogo colombiano Rufino José Cuervo (1844–1911). En 1899, el colombiano lamentaba la lejana pero inevitable fragmentación del español en múltiples lenguas. Las diferencias dialectales que empezaban a manifestarse incluso en textos literarios, según Cuervo, representaban el inicio de un proceso de división del español análogo al que en su momento había dado lugar a que del latín se desarrollaran las lenguas románicas. Esta predicción preocupó a Juan Valera, quien respondió en un artículo publicado el 24 de septiembre en Los Lunes del Imparcial de Madrid. Afirmaba el español la salud de la lengua y apelaba a los hombres de letras para que cumplieran, con el necesario optimismo, la misión de guardianes que les correspondía. La polémica fue larga y compleja (del Valle 2004) y dio lugar a que salieran a la superficie las tensiones que venían caracterizando la gestión colectiva del idioma: ‘Los españoles, al juzgar el habla de los americanos, han de despojarse 474 SOCIOLINGUISTIC STUDIES de cierto invencible desdén que les ha quedado por las cosas de los criollos’ (Cuervo 1950:288), escribió Cuervo; y, cuando, harto de los términos en los que Valera planteaba la discusión, dio por cerrada la polémica, lo hizo con palabras que revelaban el andamiaje político y poscolonial de la querella: [Valera] pretende que las naciones hispanoamericanas sean colonias literarias de España, aunque para abastecerlas sea menester tomar productos de países extranjeros, y, figurándose tener aún el imprescindible derecho a la represión violenta de las insurgentes, no puede sufrir que un americano ponga en duda el que las circunstancias actuales consientan tales ilusiones: esto le hace perder los estribos y la serenidad clásica. Hasta aquí llega el fraternal afecto. (Cuervo 1950:332) En el año 1951 la RAE volvió a estar en el centro de una agria controversia. Por iniciativa del presidente de México, Miguel Alemán (1902–1983), la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente de la Española, había convocado un congreso que habría de reunir en la capital del país a todas las instituciones equivalentes del mundo hispanohablante. El conflicto se desató pocas semanas antes de la reunión cuando la RAE les comunicó a los organizadores que no podría asistir. El gobierno español del General Francisco Franco – que se había hecho con el poder tras un golpe de estado y una sangrienta guerra civil (1936– 1939) – le había exigido al mexicano que lo reconociera oficialmente y que renunciara a su lealtad al gobierno republicano en el exilio (heredero simbólico del sistema político derrotado por la fuerza en 1939). Ante la negativa de los mexicanos, el gobierno franquista prohibió a los académicos españoles acudir a la cita y la sorpresa e indignación que causó la noticia dio pie a que ya durante el Congreso el escritor mexicano Martín Luis Guzmán (1887–1976) hiciera un llamamiento a la reforma radical de la relación entre las academias. El primer punto de su iniciativa recomendaba a las Academias americanas y filipina, Correspondientes de la Real Academia Española, renuncien a su asociación con esta última en los términos previstos por el artículo IX del texto estatutario que las une, y asuman así de lleno la autonomía de que no deben abdicar y la personalidad íntegra que les es inalienable. (Guzmán 1971:1386) Guzmán sacaba a la luz la estructura jerárquica del dispositivo institucional de gestión del idioma y subrayaba además la impronta neocolonial que lo caracterizaba. Y frente a ello aprovechaba la oportunidad para reclamar una reforma democratizadora que pusiera en pie de igualdad a todas las naciones hispanohablantes en relación con la lengua compartida. Ante la posibilidad de que su iniciativa fuera tachada de secesionista, más adelante aclaraba: PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 475 No es verdad que yo pida ningún rompimiento definitivo con la Real Academia Española. Recomiendo tan solo un procedimiento digno y práctico para llegar a una verdadera asociación o confederación de academias de nuestro idioma, incluida la Academia Española. (Guzmán 1971:1387) A pesar de sus esfuerzos, su discurso fue interpretado en clave secesionista y su propuesta fue aplastantemente derrotada pues sólo las delegaciones de Guatemala, Panamá, Paraguay y Uruguay apoyaron el paso de la iniciativa a la comisión correspondiente del congreso (del Valle 2010, Zamora Vicente 1999). Estos debates lingüístico-ideológicos – apenas esbozados en esta sección (pero véase Alfón 2008, del Valle y Gabriel-Stheeman 2002 o 2004, Ennis 2008) – giraban en torno a los dialectos del español como señas de identidad nacional, al valor de la lengua como fundamento de una comunidad panhispánica y a la legitimidad de las instituciones constituidas para controlar el idioma. Eran en efecto luchas por la entextualización de una serie de experiencias histórico- lingüísticas en las que convergían intereses diversos. Para el liberalismo español, que se enfrentaba a la construcción de una España moderna, el idioma era no sólo el instrumento de articulación del territorio/mercado nacional sino también el residuo del imperio con más posibilidades de sobrevivir a su colapso y, en consecuencia, de facilitar el acceso a los mercados ahora ex coloniales. Para la burguesía letrada latinoamericana, el idioma se presentaba como herramienta fundamental que, al encarar los retos de su propia construcción nacional, había de afirmar su poder simbólico no sólo frente a las clases no letradas del continente americano sino también frente a España – no sin tensiones y contradicciones internas como revela la derrota de la iniciativa de Guzmán – (González Stephan 1995, Rama 2004, Ramos 1993). 4 La política lingüística panhispánica La pedregosa senda por la que, como acabamos de ver, ha discurrido la historia de la RAE y su relación con la América hispanohablante empezó a transformarse a finales del siglo veinte, cuando se comenzó a implementar un proceso de renovación de la imagen institucional que, además de proponerse la moderniza- ción tecnológica y el acercamiento al hablante (para superar los tradicionales estigmas del conservadurismo y el elitismo), declaraba un firme compromiso con la panhispanización de la corporación. El viejo y profiláctico lema ‘limpia, fija y da esplendor’ ha sido progresivamente desplazado hacia una zona menos visible de la imagen pública que la Academia proyecta de sí misma. En su página web, en una brevísima sección dedicada a su historia, la RAE describe su propio desarrollo en los siguientes términos: 476 SOCIOLINGUISTIC STUDIES La institución ha ido adaptando sus funciones a los tiempos que le ha tocado vivir. Actualmente, y según lo establecido por el artículo primero de sus Estatutos, la Academia tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. (Real Academia Española) Aunque la defensa de la integridad del idioma ha estado siempre entre los objetivos de la RAE, lo que singulariza la fase actual son las estrategias diseñadas para completar con éxito la misión. Primero, todas las acciones académicas se describen – al menos en su presentación pública – como acciones mancomunadas en las que no es tanto la RAE como la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) la que produce los textos normativos. Así fue el caso con la Ortografía de 1999, con el Diccionario Panhispánico de Dudas de 2005 y con la Nueva Gramática de la Lengua Española de 2009. En segundo lugar, la protección de la unidad lingüística se afronta ahora discursivamente no desde la afirmación de la uniformidad (no desde la identificaciónde ambas) sino al contrario desde el abrazo a la diversidad interna. Esta doble estrategia – con la que se espera elidir la histórica imagen castellanocéntrica de la Academia – se muestra con absoluta claridad en el texto que describe oficialmente el nuevo proyecto académico, La Nueva Política Lingüística Panhispánica, publicado en 2004 por la RAE y firmado, nótese, no por ésta sino por la ASALE: En nuestros días, las Academias, en una orientación más adecuada y también más realista, se han fijado como tarea común la de garantizar el mantenimiento de la unidad básica del idioma, que es, en definitiva, lo que permite hablar de la comunidad hispanohablante, haciendo compatible la unidad del idioma con el reconocimiento de sus variedades internas. (ASALE 2004:3) La nueva política académica es por lo tanto panhispánica, primero, porque dice anclar su trabajo en la ASALE y no producir texto normativo alguno sin el consenso entre todas las academias; segundo, porque asume un modelo de normatividad policéntrico; y, tercero, porque instrumentaliza la unidad del español (más conceptual que formal en tanto que se abraza no la norma uniforme sino la diversidad interna) como basamento de la comunidad panhispánica. 5 La hispanofonía como ideología lingüística Notemos una reveladora coincidencia: la repentina profusión de textos lingüísti- cos normativos consensuados se produce al tiempo que, entre importantes sectores de la clase política y empresarial española, se generaliza un discurso que describe a la América hispanohablante como objetivo ‘natural’ y ‘legítimo’: PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 477 Iberoamérica es un objetivo político, económico y empresarial legítimo para los españoles … Estamos mucho menos lejos de América Latina de lo que nadie puede pensar. (Jesús de Polanco, presidente de PRISA, cit. en EL PAÍS 24/7/1995, el énfasis es mío) Iberoamérica es un área de expansión natural para las entidades y empresas españolas, porque las raíces culturales y el idioma común facilitan el acceso a los mercados y la clientela. (Casilda Béjar 2001, el énfasis es mío) En el quinto lugar del «ranking» del sector de las editoriales en todo el mundo, después de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y China, las españolas, terceras en Europa por delante de Francia, son líderes en casi todos los países de Iberoamérica, su vía natural de expansión, por lo que, según los expertos, apremia salir a la conquista de nuevos mercados. (ABC 31/12/2006, el énfasis es mío) Nos encontramos obviamente ante un periodo caracterizado por una serie de desarrollos trascendentales para la vida económica y política del mundo hispanohablante: el despegue económico de España a partir de finales de los ochenta y el subsecuente aterrizaje de empresas de diversos sectores (principal- mente banca, telecomunicaciones, editorial y energético) en los mercados globales y muy especialmente en los cada vez más liberalizados mercados latinoamericanos (Bonet y de Gregorio 1999, Casilda Béjar 2001, Cecchini y Zicolillo 2002). En este contexto la afirmación de la naturalidad y legitimidad de la presencia española en la América hispanohablante supone el reencuentro con el viejo panhispanismo, eso sí, ahora potenciado (como habían exigido con poco éxito los promotores decimonónicos del movimiento) por un decidido compromiso político y empresarial. Una de las manifestaciones más claras de este compromiso fue de hecho el impulso dado por sucesivos gobiernos españoles a la Conferencia Iberoamericana de Naciones (CIN) y a las Cumbres Iberoamericanas, reuniones periódicas de jefes de Estado y de Gobierno celebradas con el fin de promover la cooperación y la solidaridad regional y estimular la cristalización de la CIN. Como ha señalado el diplomático chileno Raúl Sanhueza Carvajal ‘el trabajo diplomático para consensuar esta iniciativa estuvo determinado por el ejercicio de un liderazgo español, el cual en esta etapa, asumió la forma de ‘liderazgo ejemplificador o pedagógico’, caracterizado por la prudencia y una inspiración idealista’ (2003:38). Las Cumbres (y con ellas la CIN) empezaron a cuajar a partir de la celebración de la primera en Guadalajara (México) en 1991 y la segunda en Madrid (España) en 1992 y, sobre todo, a partir de la creación en 2003 de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), órgano permanente de la CIN. Con todo, la clave del éxito de este proyecto parece seguir estando en la posibilidad de construir una relación operativa con la América hispanohablante 478 SOCIOLINGUISTIC STUDIES que se sostenga en el terreno de los afectos. ‘Hay que dejar muy claro que no se trata de construir el equivalente de la Francofonía, o la Commonwealth en las que las antiguas metrópolis juegan un papel hegemónico. En el caso español, la relación no es paterno-filial sino fraternal’ (Papell, 1991:166), decía un diplo- mático español. Se hace necesario, por tanto, recurrir a la consolidación de las raíces culturales compartidas y, sobre todo, según indica Casilda Béjar (Director del Centro para la Promoción de Inversiones para Iberoamérica de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales), a la afirmación del idioma común como elemento aglutinador del sentir panhispánico: ‘adviértase que la extraordinaria posición alcanzada [por España] en este continente, ha sido posible gracias a nuestro extraordinario aliado: el idioma, causa y efecto de nuestra afinidad cultural, psicológica y afectiva’ (Casilda Béjar 2001). Frente a este telón de fondo geopolítico cobra pleno sentido la política lingüística panhispánica de la RAE, su esfuerzo por reconstruir su relación con las academias americanas, su colaboración con ellas en la actividad normativa y, muy significadamente, su compromiso con la producción de nuevas representaciones de la lengua que participen más felizmente que en el pasado en la consolidación del papel de España ante la América hispanohablante. Estamos, por lo tanto, ante acciones glotopolíticas enérgicas que producen y reproducen una ideología lingüística que llamaremos hispanofonía: una visión del español promovida desde las instituciones con el fin de, en primer lugar, normalizar su estatus como base de una comunidad históricamente constituida, y en segundo lugar, consolidar influencias en un mercado siempre codiciado por los agentes económicos globales. 6 El español más allá del mundo hispánico De hecho, el desarrollo de mercados económicos globales ha impulsado no sólo las políticas panhispánicas sino también políticas destinadas a la promoción del español como valiosa lengua internacional y global (Mar-Molinero 2003) y como valor estratégico para la proyección exterior de España. En este contexto, en 1991 se creó – siguiendo los modelos ofrecidos por la Alliance Française y el British Council – el Instituto Cervantes ‘para la promoción y enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana’ (Instituto Cervantes). Veamos los términos en que esta importante agencia define su misión: Organizar cursos generales y especiales de lengua española, así como de las lenguas cooficiales en España. Expedir en nombre del Ministerio de Educación y Ciencia, los Diplomas de Español como Lengua Extranjera (DELE) y organizar los exámenes para su obtención. Actualizar los métodos de enseñanza y la formación del profesorado. Apoyar la labor de los hispanistas. PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 479 Participar en programas de difusión de la lengua española. Realizar actividades de difusión cultural, en colaboración con otros organismos españoles e hispanoamericanos y con entidades de los países anfitriones. Poner a dispo- sición del público bibliotecas provistas de los medios tecnológicos más avanzados. (Instituto Cervantes) En esta declaración de objetivos se vislumbra, como ocurría al analizar el discursode la RAE, la presencia de preocupaciones que trascienden lo puramente lingüístico y que nos remiten tanto a los avatares de la política nacional como a los intereses geoestratégicos de España. Subrayamos, por un lado, que el compromiso a enseñar no sólo español sino también las lenguas cooficiales de España adquiere pleno significado en el contexto de una dinámica política concreta: la existencia de múltiples procesos de construcción nacional y reivindicaciones independentistas dentro de la propia España y los esfuerzos del gobierno central por consolidar la unidad política del país y la legitimidad del Estado adoptando una retórica de apoyo a la diversidad cultural y lingüística. Subrayamos también que el Cervantes se compromete con la promoción de las culturas españolas e hispanoamericanas, un compromiso que ha de ser entendido a la luz del proyecto panhispánico ya discutido. Pero el objetivo central de esta importante agencia española es la conformación de una lengua-commodity – que se cotiza al alza en los mercados lingüísticos globales debido al gran número de hablantes que posee y a la importancia de los mercados a los que da acceso – y la organización de una industria en torno a su producción, distribución y venta. El Cervantes crea sus propios materiales didácticos y escuelas de idiomas, desarrolla un sistema de credencialización del conocimiento del español (el Diploma de Español como Lengua Extranjera, DELE) y ofrece incluso servicios de evaluación de calidad docente y lingüística a diversas agencias, instituciones y gobiernos del mundo. Estas actividades del Instituto, en virtud de su dependencia del Ministerio de Exteriores del gobierno español, están coordinadas con la acción de éste y se despliegan, como cabría esperar, en defensa de los intereses del país. Nos encontramos por tanto ante un difícil ejercicio de malabarismo en el cual el Instituto Cervantes trata de mantener en el aire la identidad plurilingüe de España y la defensa y promoción prioritaria del español, el espíritu panhispánico y la defensa de los intereses de España en los mercados (lingüísticos y de otro tipo) globales. ¿Cómo se compatibiliza la política lingüística panhispánica con la defensa de los intereses de España en la gestión de ese valioso producto ‘compartido’ que es el español? En este contexto diplomático del que emerge y del que se sustenta, la misión del Cervantes trasciende la comercialización de productos lingüísticos y – como ha ocurrido históricamente con instituciones equivalentes tales como la Alliance Française, el British Council, el Instituto Camões o el Institut Ramon Llull – se 480 SOCIOLINGUISTIC STUDIES proyecta de un modo directo y de manera explícita sobre (casi) todos los frentes de la política exterior española: Carmen Caffarel – directora del Cervantes cuando se escribe este artículo – expresaba con absoluta claridad su vinculación con los intereses económicos y geoestratégicos de España: El Cervantes sirve para abrir puertas a las empresas españolas en el exterior […] En la medida en que seamos más conocidos en el mundo, nuestro peso como país irá creciendo, la economía se verá beneficiada, y un intangible como el español se convertirá en embajador de nuestro país en el mundo. (Martínez 2008) 7 Conclusión Una vez aseguradas las reformas políticas introducidas por la constitución de 1978, realizada ya la incorporación de España a la OTAN y a la CEE (hoy UE) y confirmado el despegue económico de finales de los ochenta, el país se enfrenta a los nuevos retos que plantea la participación en los mercados y foros políticos globales. Ante esto, y sin haber resuelto aún por completo el problema de la estructura del Estado, España apuesta decididamente por anclar su estatus internacional en su relación privilegiada con América Latina. Se observa entonces una movilización progresiva de agencias culturales con la que se aspira a tomar las riendas de la instrumentalización económica y política del área idiomática del español y a organizar un dispositivo institucional que ponga el estatus simbólico de la lengua al servicio de los intereses geoestratégicos de España. Se van desplegando así políticas de unificación del mercado lingüístico y un discurso poliédrico que, en una de sus caras, valora un español instrumental que se cotice al alza en los mercados lingüísticos internacionales frente a lenguas tales como el francés o el alemán, y por otro, un español identificado como patria común, como seña de identidad que constituye una comunidad panhispánica – que hace contrapeso al inglés y las culturas que arrastra – en la que se aspira a que la presencia de España no sea percibida como parte de un proyecto neocolonial. La defensa de la unidad del idioma se ha convertido más bien en la defensa de un discurso metalingüístico de unidad, de una hispanofonía mercantil en la que España es primus inter pares, y que necesita de constantes refuerzos ideológicos frente a aquellos que pudieran escoger imaginarla de otra manera. Notas 1 Entre los trabajos recientes que examinan la condición política del español y su historia se encuentran Arnoux 2008, Arnoux y Luis 2003, Benito-Vessels 2007, del Valle 2007, del Valle y Gabriel-Stheeman 2002 y 2004, Echávez-Solano y Dworkin y Méndez 2007, Mar-Molinero 2000 y Moreno Fernández 2005. PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 481 2 La decidida apuesta por el control del idioma desde el Estado y por su difusión como vehículo y marca de ciudadanía han sido señaladas en diversos trabajos por Shirley Brice Heath (1972) y Bárbara Cifuentes y Dora Pellicer (1989) para el caso de México, por Mercedes I. Blanco (1991) y Juan Antonio Ennis (2008) para Argentina, por Pilar Asencio (2004) para Uruguay y por Ivan Jaksic (1999) y Elvira Narvaja de Arnoux (2008) para Chile. 3 Respetamos aquí la sintaxis y puntuación de la edición citada. Creemos, sin embargo, que se debería leer así: ‘impone urbanidad si no entero sometimiento a las opiniones reinantes en aquel cuerpo’. About the author José del Valle is Professor of Hispanic Linguistics at The Graduate Center of the City University of New York (CUNY). He is the author of El trueque s/x en español antiguo. Aproximaciones teóricas (Max Niemeyer, 1996) and co-editor of The Battle Over Spanish Between 1800 and 2000: Language Ideologies and Hispanic Intellectuals (Routledge, 2002), which studies the construction of national and pan-Hispanic identities in Spain and Latin America. In La lengua, ¿patria común? (Vervuert, 2007) del Valle and his collaborators discuss, from a language-ideological perspective, the contemporary politics of Panhispanism. In 2010 he received the Friedrich Wilhelm Bessel Research Award from the Alexander von Humboldt Foundation. He is currently editing A political history of Spanish: the making of a language for Cambridge University Press. Referencias Alfón, F. (2008) Los orígenes de las querellas sobre la lengua en Argentina. En H. González (comp.) Beligerancia de los idiomas: un siglo y medio de discusión sobre la lengua latinoamericana 43–77. Buenos Aires: Colihue. Altamira, R. (1900) Cuestiones hispano-americanas. Madrid: Rodríguez Serra. Álvarez de Miranda, P. (1995) La Real Academia Española. En M. Seco y G. Salvador (coords.) La lengua española, hoy 269–280. Madrid: Fundación Juan March. Anderson, B. (1991) Imagined communities. Londres: Verso. Arnoux, E. N. de (2008) Los discursos sobre la nación y el lenguaje en la formación del Estado (Chile, 1842–1862). Estudio glotopolítico. Buenos Aires: Santiago Arcos. Arnoux, E. N. de y Luis, C. R. (2003) El pensamiento ilustrado y el lenguaje. Buenos Aires: Eudeba. ASALE [Asociación de Academias de la Lengua Española] (2004) La nueva política lingüística panhispánica. Madrid: Real Academia Española. Asencio, P. (2004) Una frontera sociolingüística en el Uruguay del siglo XIX: lenguaespañola e identidad nacional. Spanish in Context 1(2): 215–240. http://dx. doi.org/10.1075/sic.1.2.04ase http://dx.doi.org/10.1075/sic.1.2.04ase http://dx.doi.org/10.1075/sic.1.2.04ase 482 SOCIOLINGUISTIC STUDIES Benito-Vessels, C. (2007) La palabra en el tiempo de las letras: Una historia heterodoxa. México: Fondo de Cultura Económica. Blanco, M. I. (1991) Lenguaje e identidad: Actitudes lingüísticas en la Argentina 1800–1960. Bahía Blanca, Argentina: Universidad Nacional del Sur. Blommaert, J. (1999) Language ideological debates. Berlin and New York: Mouton de Gruyter. http://dx.doi.org/10.1515/9783110808049 Bonet, Ll. y de Gregorio, A. (1999) La industria cultural española e América latina. En N. García Canclini y C. Moneta (coords.) Las industrias culturales en la integración latinoamericana 77–114. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires. Casilda Béjar, R. (2001) Una década de inversiones españolas en América Latina (1990– 2000): El idioma como ventaja competitiva. En Instituto Cervantes-Real Academia Española El español en la sociedad de la información, II Congreso Internacional de la Lengua Española (Valladolid, 16-19/10/ 2001), panel El activo del español: La industria del español como lengua extranjera. Consultado el 1 de octubre de 2010 en: http://congresosdelalengua.es/valladolid/ponencias/activo_del_espanol/1_la_ industria_del_espanol/casilda_r.htm. Cecchini, D. y Zicolillo, J. (2002) Los nuevos conquistadores. Madrid: Ediciones Foca. Cifuentes, B. y Pellicer, N. (1989) Ideology, politics and national language: a study in the creation of a national language in 19th century Mexico. Sociolinguistics 18: 7–17. Cuervo, R. J. (1950) Disquisiciones sobre filología castellana. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo. del Valle, J. (2004) Historical linguistics and cultural history: the polemic between Rufino José Cuervo and Juan Valera. En J. del Valle y L. Gabriel-Stheeman (eds) The battle over Spanish between 1800 and 2000: language ideologies and Hispanic intellectuals 64–77. London and New York: Routledge. del Valle, J. (ed.) (2007) La lengua, ¿patria común? Ideas e ideologías del español. Frankfurt y Madrid: Vervuert e Iberoamericana. del Valle, J. (2010) La construcción del hispanismo trasatlántico. Lecciones de una polémica mexicana sobre el idioma. En J. Ortega (ed.) Nuevos hispanismos 227–238. Frankfurt y Madrid: Vervuert e Iberoamericana. del Valle, J. y Gabriel-Stheeman, L. (2002) The battle over Spanish between 1800 and 2000: language ideologies and Hispanic intellectuals. London and New York: Routledge. del Valle, J. y Gabriel-Stheeman, L. (2004) La batalla del idioma: la intelectualidad hispánica ante la lengua. Frankfurt y Madrid: Vervuert e Iberoamericana. Echávez-Solano, N. y Dworkin y Méndez, K. C. (2007) Spanish and empire. Nashville, TN: Vanderbilt University Press. Ennis, J. A. (2008) Decir la lengua: debates ideológico-lingüísticos en Argentina desde 1837. Frankfurt: Peter Lang. Esparza Torres, M. A. y Sarmiento, R. (eds) (1992) Elio Antonio de Nebrija. Gramática castellana. Madrid: S.G.E.L y Fundación Elio Antonio de Nebrija. Fogelquist, D. F. (1968) Españoles de América y americanos de España. Madrid: Gredos. http://congresosdelalengua.es/valladolid/ponencias/activo_del_espanol/1_la_industria_del_espanol/casilda_r.htm http://dx.doi.org/10.1515/9783110808049 http://congresosdelalengua.es/valladolid/ponencias/activo_del_espanol/1_la_industria_del_espanol/casilda_r.htm PANHISPANISMO E HISPANOFONÍA 483 Gómez Asensio, J. J. (2009) De ‘gramática para americanos’ a ‘gramática de todos’. El caso de Bello (1847). Revista Argentina de Historiografía Lingüística 1(1): 1–18. González, H. (comp) (2008) Beligerancia de los idiomas: un siglo y medio de discusión sobre la lengua latinoamericana. Buenos Aires: Colihue. González Stephan, B. (1995) Las disciplinas escriturarias de la patria: constituciones, gramáticas y manuales. Estudios 3(5): 19–46. Guitarte, G. y Torres Quintero, R. (1968) Linguistic correctness and the role of the Academies. En T. A. Sebeok (ed.) Current trends in linguistics. IV: Ibero-American and Caribbean Linguistics 562–604. The Hague and Paris: Mouton. Gutiérrez, J. M. (2003) Cartas de un porteño. Buenos Aires: Taurus. Guzmán, M. L. (1971) Obras completas. México: Compañía General de Ediciones. Heath, S. B. (1972) Telling tongues: Language policy in Mexico. Colony to nation. New York: Teachers College Press. Hobsbawm, E. J. (1992) Nations and Nationalism since 1780. Cambridge: Cambridge University Press. Instituto Cervantes. Consultado el 1 de octubre de 2010 en: http://www.cervantes.es/ sobre_instituto_cervantes/informacion.htm Jaksic, I. (1999) La gramática de la emancipación. En G. Carrera Damas y J. Lombardi (dirs.) Historia general de América Latina, vol. 5 513–522. Ediciones Unesco y Editorial Trotta. López Morales, H. (1995) Las Academias americanas. En M. Seco y G. Salvador (coords.) La lengua española, hoy 281-290. Madrid: Fundación Juan March. Mar-Molinero, C. (2000) The politics of language in the Spanish-speaking world. London: Routledge. Mar-Molinero, C. (2003) Spanish as a world language: language and identity in a global era. Spanish in Context 1(1): 3–20. http://dx.doi.org/10.1075/sic.1.1.03mar Martín Montalvo, C., Martín de Vega, M. R., Solano Sobrado, M. T. (1985) El hispano- americanismo, 1880–1930. Quinto Centenario (Universidad Complutense) 8: 149– 164. Martínez, Ana (2008) El Cervantes sirve para abrir puertas a las empresas españolas en el exterior. Expansión (09/01/2008). Consultado el 1 de octubre de 2010 en: http://www.expansion.com/2008/01/09/entorno/1075788.html Martínez de Sousa, J. (2011) La obra académica a lo largo de tres siglos. En S. Senz y M. Alberte (eds) El dardo en la Academia (vol. I) 621–689. Barcelona: Melusina. Moré, B. (2004) La construcción ideológica de una base empírica: selección y elaboración en la gramática de Andrés Bello. En J. del Valle y L. Gabriel-Stheeman (eds) La batalla del idioma: la intelectualidad hispánica ante la lengua 67–92. Frankfurt y Madrid: Vervuert e Iberoamericana. Moreno Fernández, F. (2005) Historia social de las lenguas de España. Barcelona: Ariel. Papell, A. (1991) Conversaciones con Luis Yáñez. Barcelona: Plaza & Janés. http://www.cervantes.es/sobre_instituto_cervantes/informacion.htm http://dx.doi.org/10.1075/sic.1.1.03mar http://www.expansion.com/2008/01/09/entorno/1075788.html http://www.cervantes.es/sobre_instituto_cervantes/informacion.htm 484 SOCIOLINGUISTIC STUDIES Pereira, J. C. y Cervantes, A. (1992) Relaciones diplomáticas entre España y América. Madrid: Mapfre. Pike, F. (1971) Hispanismo, 1898–1936. Notre Dame and London: University of Notre Dame Press. Rama, Á. (2004) La ciudad letrada. Santiago de Chile: Tajamar. Rama, C. M. (1982) Historia de las relaciones culturales entre España y la América Latina. Siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. Ramos, J. (1993) El don de la lengua. Casa de las Américas 34: 13–25. Ramos, J. (1999) Divergent modernities. Durham and London: Duke University Press. Real Academia Española. Consultado el 1 de octubre de 2010 en: http://www.rae.es/rae/ gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037C C94 Rojinsky, D. M. (2000) Grammatical rule for a ‘scriptural’ empire: a reading of the prologue to Nebrija’s Gramática castellana. Hispanic Journal 21(1): 151–163. Sanhueza Carvajal, R. (2003) Las Cumbres Iberoamericanas. ¿Comunidad de naciones o diplomacia clientelar? Santiago de Chile: Editorial Universitaria. Schieffelin, B. B., Woolard, K. A. y Kroskrity, P. V. (eds) (1998) Language ideologies: practice and theory. New York and Oxford: Oxford University Press. Senz, S. (2011) Una, grande y (esencialmente) uniforme. La RAE en la conformación y expansión de la “lengua común”. En S. Senz y M. Alberte (eds) El dardo en la Academia (vol. II) 9–302. Barcelona:Melusina. Sepúlveda, I. (1994) Comunidad cultural e hispano-americanismo, 1885–1936. Madrid: UNED. Sepúlveda, I. (2005) El sueño de la Madre Patria. Hispanoamericanismo y nacionalismo. Madrid: Marcial Pons. Solano, F. de (1991) Documentos sobre política lingüística en Hispanoamérica (1492–1800). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Unión Íbero-Americana (1893) Estatutos y reglamento con la reforma de 23 de diciembre de 1892. Madrid: Fortanet. van Aken, M. (1959) Pan-hispanism: its origin and development to 1866. Berkeley, CA: University of California Press. Villa, L. (2010) Estandarización lingüística y construcción nacional: la norma española y la norma americana (1823–1857). Doctoral dissertation. New York: The Graduate School and University Center, The City University of New York. Zamora Vicente, A. (1999) Historia de Real Academia Española. Madrid: Espasa. http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037CC94 http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037CC94 http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037CC94
Compartir