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836 ParTe 5 | Tratamiento nutricional médico es importante en el riesgo aumentado de ciertos cánceres. En EE. UU., si las personas desean beber alcohol, se recomienda que no superen dos bebidas al día (hombres) y una bebida al día (mujeres). Los volúmenes servidos de bebidas alcohólicas populares son cerveza (350 ml), vino (150 ml), licores y destila- dos (40 ml de destilados de 40°). Tras un diagnóstico de cáncer de mama, tres o cuatro bebidas alcohólicas o más a la semana podrían aumentar el riesgo de recurrencia, especialmente en mujeres posmenopaúsicas o con obesidad o sobrepeso (Kwan, 2010). Ingesta energética y peso corporal En estudios animales, la restricción crónica de alimentos inhi- bía el crecimiento de casi todos los cánceres inducidos experi- mentalmente y la aparición de muchos cánceres espontáneos. Este efecto se observó incluso cuando animales hipoalimenta- dos ingerían más grasa dietética que los animales control. La restricción calórica, sin malnutrición, parece tener un efecto positivo sobre la prevención del cáncer en animales; no está claro que ese efecto se mantenga en las personas (Longo et al., 2010). La obesidad es un factor de riesgo para el cáncer y podía ser la responsable del 6% de todos los cánceres (Polednak, 2008). Actualmente, el 68% de todos los estadounidenses adultos tienen obesidad o sobrepeso (Flegal et al., 2010). Véase el capítulo 22. La obesidad aumenta el riesgo de desarrollar cáncer y fallecer por esta causa (Schelbert, 2009). Se ha investigado extensamente la relación entre peso corporal, índice de masa corporal (IMC) o peso corporal relativo, y cáncer en áreas concretas: se ha ob- servado una asociación positiva con cáncer de esófago, páncreas, vesícula biliar, hígado, mama (posmenopausia), endometrio, riñón, colon y recto (Toles et al., 2008; WCRF y AICR, 2007). En hombres, el aumento del IMC se correlaciona con cáncer de esófago, tiroides, colon y riñón; hay una asociación más débil entre IMC y melanoma maligno, mieloma múltiple, cáncer de recto, leucemia y linfoma no hodgkiniano (LNH) (Brawer et al., 2009). En mujeres, se encuentran correlaciones sólidas entre aumento del IMC y cáncer de endometrio, vesícula biliar, riñón y esófago; y una asociación más débil entre aumento del IMC y leucemia, LNH, cáncer de tiroides, mama (posmenopausia), páncreas y colon. La cirugía bariátrica mediante derivaciones gástricas podría reducir la mortalidad por cáncer hasta en un 60% (Brawer et al., 2009). La mediana del IMC en adultos debería estar entre 21 y 23, según el intervalo normal en distintas poblaciones (WCRF y AICR, 2007). El peso corporal a lo largo de la infancia debería estar en el extremo inferior del IMC normal, porque el peso excesivo en la adolescencia se ha correlacionado con un riesgo dos veces superior de fallecimiento por cáncer de colon en la edad adulta (Anderson et al., 2009). El sobrepeso y la obesidad también parecen aumentar el riesgo de re- currencia del cáncer y disminuir la supervivencia (Anderson et al., 2009). Obesidad, edad, hiperglucemia y presencia de síndrome metabólico influyen en las concentraciones del factor de cre- cimiento 1 similar a insulina (IGF-1) circulante, un compuesto potencialmente cancerígeno. El IGF-1 es un polipéptido se- cretado básicamente por el hígado y tiene una función clave en el crecimiento y el desarrollo normales. Es capaz de promover el desarrollo y la progresión del cáncer de próstata, mama, pulmón y colon. Se ha propuesto la hipótesis de que estimula el creci- miento de las células cancerosas e inhibe su muerte (Blackburn, 2007; Pollack, 2008). La secreción de IGF-1 aumenta cuando las concentraciones de insulina se elevan. La obesidad y el consumo de hidratos de carbono simples aumentan potencialmente la resistencia a la insulina y elevan las concentraciones de insulina circulantes. Esta área de investigación relaciona entre sí varios factores de riesgo conocidos de nutrición, dieta y cáncer (Parekh et al., 2010). Los supervivientes del cáncer con sobrepeso y obesidad tienen riesgo de recurrencias y de sufrir otros problemas tras la cirugía, como alteraciones de la cicatrización de heridas, linfoedema tras resección de ganglios linfáticos, segundos cán- ceres, cardiopatía y diabetes mellitus (Anderson et al., 2009). La actividad física regular disminuye la mortalidad, especialmente en mujeres y personas de mayor edad (Teucher, 2010). Todos los tipos de actividad física ayudan a proteger frente al cáncer de colon, el cáncer de mama en mujeres posmenopaúsicas y el cáncer de endometrio (Teucher, 2010). Por tanto, la ACS recomienda encarecidamente a todos los estadounidenses que se esfuercen en conseguir 45-60 min de actividad física moderada o intensa casi todos los días de la semana (Doyle et al., 2006). Lograr y mantener un peso razonable debería ser un objetivo básico de salud para todos los supervivientes del cáncer (Doyle et al., 2006). grasa Las investigaciones muestran una relación entre algunos tipos de cáncer y la cantidad de grasa en la dieta. Las dietas ricas en grasa contienen a menudo cantidades importantes de carne. La asociación entre carne y riesgo de cáncer co- lorrectal puede ser el resultado de distintos mecanismos: producción de carcinógenos de una dieta rica en grasas, de aminas heterocíclicas (AHC) o de hidrocarburos aromáti- cos policíclicos (HAP) generados al cocinar; formación de compuestos N-nitrosos (NOc) en el procesamiento; también se sospecha la influencia del hierro ligado a grupos hemo (WCRF y AICR, 2007). Las dietas ricas en grasa también suelen ser ricas en calorías, y contribuyen al sobrepeso y la obesidad. Como la ingesta de grasa dietética se correlaciona con la ingesta de otros nutrientes y componentes de la dieta, es difícil separar los efectos de las grasas y proteínas dietéticas, las calorías totales y la fibra. La grasa saturada de las carnes rojas podría asociarse con un mayor riesgo de cáncer colorrectal y de endometrio, y posi- blemente también de neoplasias linfoides y hematológicas (Ferguson, 2010; WCRF y AICR, 2007). Dos grandes estu- dios prospectivos aleatorizados sobre dieta y supervivencia del cáncer de mama han obtenido resultados contradictorios. El Women’s Intervention Nutrition Study (WINS) encontró que una intervención que reducía la grasa dietética al 20% de las calorías totales y causaba una pérdida modesta del peso cor- poral podría tener una influencia favorable sobre el pronóstico del cáncer de mama. No obstante, el estudio Women’s Healthy Eating and Living (WHEL), con una dieta muy rica en frutas, hortalizas, verduras y fibra, y pobre en grasa, no logró demos- trar beneficios significativos respecto a la supervivencia (Pierce et al., 2007). El consumo de ácidos grasos w-3 (pescados grasos, aceite de semillas de lino, nueces, ciertas algas) en mayor cantidad que ácidos grasos w-6 (grasas poliinsaturadas como aceite de maíz, de cártamo y de girasol) podría teóricamente reducir el riesgo de cáncer de colon y próstata (Berquin et al, 2008). El pescado constituye una fuente de proteínas más sana que la carne roja, tiene menos grasa y puede aportar mucha cantidad de ácidos Parte 5 - Tratamiento nutricional médico Capítulo 37 - Tratamiento nutricional médico en la prevención, el tratamiento y la recuperación del cáncer Nutrición y carcinogenia Ingesta energética y peso corporal Grasa
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