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Junta Directiva
Margarita Flórez Alonso 
Secretaria Distrital de Ambiente
Nora León Rodríguez 
Directora Instituto de Estudios Ambientales -IDEA- 
Universidad Nacional de Colombia
Ángel Guarnizo Vásquez
Persona Natural
Comité Directivo
Jardín Botánico José Celestino Mutis
Mauricio Garzón González 
Director
Amparo Morales Amador 
Secretaria General 
Tania Elena Rodríguez 
Subdirectora Educativa y Cultural
Claudia Alexandra Pinzón 
Subdirectora Científica
Claudia Marcela Serrano 
Subdirectora Técnica y Operativa
GUSTAVO PETRO URREGO 
Alcalde Mayor de Bogotá, D. C.
Jardín Botánico José Celestino MutisNaturaleza
Cultura 
y
Aproximaciones a propósito del bicentenario 
de la independencia de Colombia
Leonardo Montenegro Martínez (Editor)
Carold Edith Gómez 
Jefe Oficina Asesora Jurídica
Alexander Sáenz Sierra 
Jefe Oficina Asesora de Planeación
Diana Patricia Guzmán
Jefe Oficina de Control Interno
Moisés Palacios 
Jefe Oficina de Arborización
Juan Muelas Tróchez
Coordinador Programa Agricultura Urbana
Editor
Leonardo Montenegro Martínez
Comité Editorial
Juana Torres B.
Dubán Canal G.
Diseño
Diego Moreno
Diagramación
Johanna Orduz
Fotografías
Leonardo Montenegro
ISBN
ISBN: 978-958-8576-03-9
Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis 
Alcaldia Mayor de Bogotá, D.C. 
Av. (Cll.) 63 No. 68-95 / Tel: 4377060 / Fax: 630 50 75 
www. jbb.gov.co
Derechos reservados de autor:
Todo documento de esta publicación puede ser reproducido total o parcialmente, siempre y cuando se cite la fuente y sea con fines 
académicos. Este libro y su contenido se encuentra protegido bajo una Licencia Reconocimiento-No comercial-Sin obras 
derivadas 2.5 Colombia License de Creative Commons.
Cultura y Naturaleza. Leonardo Montenegro Martínez (ed.) – 1ª ed. – Bogotá: 
Jardín Botánico de Bogotá, José Celestino Mutis, Mayo 2011.
472 p. : ilustraciones, fotos, gráficas, mapas y tablas; 17x23,5 cm.
Incluye referencias bibliográficas
ISBN: 978-958-8576-03-9
1. Cultura – Naturaleza – Ecología – Ecología Política – Medio Ambiente 
– Antropología de la Naturaleza – Epistemología de la Naturaleza – 
Colonialidad de la Naturaleza – Biología
2. I. Montenegro Martínez, Leonardo. II. Ulloa, Astrid. III. Escobar, Arturo. 
IV. Descola, Philippe. V. Ingold, Tim. VI. Biersack, Aletta. VII. Tsing, 
Anna L. VIII. Dussel, Enrique. IX. Lemm, Vanessa. X. Gudynas, Eduardo. 
XI. Hernández-Ávila, Leonardo. XII. Ticona, Esteban. XIII. Montenegro 
Martínez, Leonardo. XIV. Castro-Gómez, Santiago. XV. García 
Bustamante, Miguel. XVI. Tapia, Carmen Susana. XVII. Ardila, Carolina.
Índice
«Cultura y naturaleza. Aproximaciones a propósito del bicentenario 
 de la independencia de Colombia»
Leonardo Montenegro Martínez 
Jardín Botánico de Bogotá
Primera Parte
«Concepciones de la naturaleza en la antropología actual»
Astrid Ulloa 
Universidad Nacional de Colombia
«Epistemologías de la naturaleza y colonialidad de la naturaleza. 
Variedades de realismo y constructivismo»
Arturo Escobar 
University of North Carolina
«Más allá de la Naturaleza y la cultura»
Philippe Descola 
École des Hautes Études en Sciences Sociales
«Consideraciones de un antropólogo sobre la biología»
Tim Ingold 
University of Manchester
«Reimaginar la ecología política: cultura/poder/historia/naturaleza» 
Aletta Biersack 
University of Oregon
«La naturaleza en construcción»
Anna L. Tsing 
University of California
«La cuestión ecológica en Marx»
Enrique Dussel 
Universidad Autónoma de México
«El umbral biológico de la política moderna: Nietzsche, 
Foucault y la cuestión de la vida animal»
Vanessa Lemm 
Universidad Diego Portales
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49
75
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135
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Segunda Parte
«Imágenes, ideas y conceptos sobre la naturaleza en América Latina»
Eduardo Gudynas 
Centro Latino Americano de Ecología Social
«Territorios, territorialidades y multiculturalismo»
Leonardo Hernández-Ávila 
Jardín Botánico de Bogotá
«“El Vivir bien” o “El Buen vivir”. Algunas disquisiciones teóricas»
Esteban Ticona 
Universidad Mayor de San Andrés de La Paz
Tercera Parte
«Naturaleza y sociedad. A propósito de la naturaleza de los desastres»
Leonardo Montenegro Martínez 
Jardín Botánico de Bogotá
«La historia natural en el orden clásico y geopolítico del saber»
Santiago Castro-Gómez 
Pontificia Universidad Javeriana
«Los Llanos Orientales colombianos y el llanero: 
¿Una historia de la naturaleza?»
Miguel García Bustamante 
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca
«Concepciones de río y agua en el medio y bajo Caquetá: 
una aproximación histórica»
Carmen Susana Tapia 
Universidad Autónoma de Madrid
«Configuración de paisajes coloniales en los siglos XVII 
y XVIII en el territorio guane de Santander»
Carolina Ardila 
Universidad Nacional de Colombia
Reconocimientos
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295
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323
337
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Cultura y NaturalezaCultura y naturaleza. Aproximaciones a propósito del bicentenario de la independencia de Colombia
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Cultura y naturaleza. 
Aproximaciones a propósito 
del bicentenario de la 
independencia de Colombia
Leonardo Montenegro Martínez1 
Jardín Botánico de Bogotá, José Celestino Mutis 
montenegromartinez@gmail.com
Presentación
El esfuerzo editorial del Jardín Botánico José Celestino Mutis de Bogotá, 
«Cultura y Naturaleza - Aproximaciones a propósito del Bicentenario de 
la Independencia de Colombia», fue y es -por decir lo menos- un proyecto 
ambicioso, audaz y pertinente, que hoy se presenta sin falsas modestias con 
el buen sentimiento de la obra colectiva hecha a cabalidad, para mover a la 
reflexión y la acción transformadora, como corresponde a la conmemoración 
dos veces centenaria de la gesta de liberación continental, de la cual no fue 
ajeno quien lleva el nombre del Jardín, El Sabio Mutis, quien murió en 1808, 
en los albores del llamado Grito de la Independencia de 1810, después de 
haber sido el Fundador de la Expedición Botánica y el Maestro de quienes en 
la década siguiente darían su vida por la Independencia Nacional, con José 
María Carbonell a la cabeza, quien fuera el Secretario de aquella Expedición y 
Mártir de la Patria en la Huerta de Jaime en 1816.
Un libro ambicioso por la amplia gama de disciplinas humanas que convocan 
esas dos palabras simples y profundas –Cultura y Naturaleza- y que como 
podrán comprobarlo sus lectores nos llevarán de la mano por la filosofía 
y la epistemología, la historia del saber y la geopolítica, las imposiciones 
homogenizantes y las afirmaciones culturales locales y regionales, las ciencias 
naturales y sociales, la biología y la ecología, la economía y la antropología, 
la política y el poder.
1 Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, Maestría en Estudios de Género y 
Doctorado (c) en Historia de la misma universidad.
Ambicioso también por la convocatoria a lo más destacado y diverso 
del pensamiento académico del «Norte» y del «Sur» que respondieron 
positivamente con serena aplicación metodológica, rigor científico y generoso 
despliegue de sugerencias prospectivas.
Audaz porque apunta al centro del debate del momento. El mundo académico, 
científico, económico y político está inmerso en este debate, es por así decirlo 
«el debate mundial», al punto de que se afirma –no sin razones, hechos y datos- 
que vivimos una «crisis civilizatoria», es la sobrevivencia misma de la especie 
humana la que está en juego en ésta relación entre naturaleza y sociedad. 
Audaz también porque –justo en este fin de año de 2010- el mundo está 
conmovido por las consecuencias cada vez más dramáticas del calentamiento 
global. De hecho, en Colombia acaba de declararse formalmente la «emergencia 
económica, social y ecológica» por los desastres invernales y damnificados 
que ya suman cerca de dos millones de personas, constituyéndose en el más 
grave de toda nuestra historia como nación. En Europa y los EstadosUnidos 
también se resiste un invierno histórico, con las temperaturas más extremas 
de las últimas tres décadas.
Sería pues redundante anotar algo más sobre la audacia, pertinencia y 
oportunidad de éste esfuerzo editorial. Mejor, invitarlos a acercarse a sus 
contenidos, organizados desde lo más general del pensamiento hasta lo más 
particular de la acción georeferenciada. El libro se encuentra dividido en tres 
partes: la primera se ocupa de las apuestas teóricas más relevantes del mundo 
académico e integran esta sección aportes diversos como veremos enseguida. 
La segunda sección plantea posiciones, críticas y aportes desde una mirada 
y una práctica política, académica y administrativa, y así como en la primera 
parte encontramos valiosos aportes para tener herramientas analíticas en esta 
encontramos algo más cercano a la militancia y crítica medioambiental. En 
la tercera parte, encontramos una serie de artículos con una mirada histórica 
sobre la configuración del paisaje, la naturaleza y la mirada sobre ella y son 
una muestra de cómo podemos hacer lecturas que combinan la historia de la 
ciencia, de la política y del poder, con la antropología y la ecología, lo que nos 
permite realizar análisis más cuidadosos y profundos que nos permiten tener 
una mayor claridad sobre las problemáticas socioambientales contemporáneas.
En la primera parte encabeza nuestros invitados, la antropóloga Astrid Ulloa, 
de la Universidad Nacional de Colombia, quien nos presenta su artículo 
«Concepciones de la naturaleza en la antropología actual» que es un completo 
panorama que reivindica la presencia temprana de la antropología en el debate 
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sobre la naturaleza y la cultura y sobre cómo se han ido transformando los 
distintos enfoques antropológicos al respecto. Ya no la naturaleza pasiva 
sino activa, los nuevos énfasis, la biodiversidad, la etnobiología, la ecología 
cultural, la conservación participante, la etnografía de la bioprospección, 
entre otros. Nuevas categorías y nuevas preocupaciones, del desarrollo 
sostenible a la biodiversidad, del cambio climático a lo ecosistémico, la 
relación entre movimientos sociales y ambiente, los derechos de los pueblos 
nativos, la construcción de identidad, la ecología política, el poder global y 
local, las modificaciones de lo biológico, la bioética, los xenotrasplantes y la 
transgénesis en plantas y animales, los derechos de lo no humano, la relación 
entre lo biológico y lo artificial. En el horizonte afinamientos de la antropología 
ecológica, la ecología histórica, la ecología humana, la etnoecología, como una 
ponderada invitación a repensar lo político y lo científico. En este sentido, el 
artículo de la profesora Ulloa es la adecuada introducción a la problemática 
del libro y a su intencionalidad.
Arturo Escobar, desde la Universidad de North Carolina (USA), nos introduce 
en las «Epistemologias de la naturaleza y colonialidad de la naturaleza», para 
ayudarnos a distinguir las tendencias teóricas y las prácticas elaboradas desde 
el más establecido positivismo hasta las formas recientes de constructivismo, 
con sus correspondientes compromisos filosóficos y posiciones políticas. El 
realismo epistemológico con dos variantes, perspectiva de la ciencia positivista 
y perspectivas de la ciencia de sistemas; El constructivismo epistemológico con 
cuatro variantes, constructivismo dialéctico, interaccionismo constructivista, 
perspectivas fenomenológicas y postestructuralismo antiesencialista; y el 
neorrealismo epistemológico con dos variantes, neorrealismo deleuziano y 
realismo holístico. Nos informa además que las preocupaciones no se han 
agotado pues hoy debe responderse a la hiper-mercantilización y a la hiper-
tecnologización de la vida y de los problemas ambientales que se han creado a 
partir de ellas, lo cual no será solo una cuestión de propuestas interdisciplinarias, 
sino una ruptura epistemológica de las ciencias como las conocemos y la creación 
de un saber ambiental complejo, que oriente sus esfuerzos reconstructivos hacia 
la sustentabilidad de una realidad profundamente relacional, pues las cosas no 
existen independientemente de sus relaciones. 
Por otra parte Philippe Descola, de la École des Hautes Ëtudes en Sciences 
Sociales (Francia) en su escrito «Más allá de la Naturaleza y la Cultura» utiliza 
el recurso de la forma como están organizados los pisos y secciones del 
Museo de Historia Natural de la ciudad de La Plata, capital provincial de 
Buenos Aires, Argentina, para mostrarnos el orden de pensamiento que rige 
al mundo. La planta baja está ocupada por la naturaleza, hay que subir un piso 
para ver a la humanidad, o mejor, residuos dispersos de su cultura material. Y 
en lo cultural lo Andino brilla, lo de Selva y Sabana está confinado. Es la «torre 
de babel» de las lenguas y las costumbres reflejando en dos pisos confusiones 
de dos siglos, incluyendo las fracciones de conocimiento en búsqueda de 
reconocimiento. Nuestra cosmología se agota, dice, pronto parecerá anticuada, 
el entorno natural ha sido antropizado, su existencia como entidad autónoma 
es una ficción, incluido el sustrato biológico de la humanidad, por la ruta de la 
reproducción «in vitro», la clonación de mamíferos, la incidencia en el genoma 
humano, lo genéticamente modificable, sin respeto por certeza alguna. Y no 
se detiene allí, habla de las fronteras en disputa entre naturaleza y cultura, 
como los derechos de los animales domésticos o la capacidad de otros para 
usar herramientas, lo cual era de la exclusividad humana, lo cultural. Aparecen 
en el panorama refinamientos de antropologías materialistas y simbólicas 
propias de un ambiente humano y no humano, identificaciones, semejanzas 
y diferencias, sistemas anímicos, interpretativos, analogías y el naturalismo, el 
mestizaje, la hibridación, la diversidad a salvo.
Tim Ingold, de la Universidad de Aberdeen (Escocia) nos autorizo a publicar 
su artículo «Consideraciones de un antropólogo sobre la biología», desde 
donde sienta las bases para una adecuada integración de la antropología en el 
campo más amplio de la biología. Lo cual pasa por una biología alternativa, 
no alguna especie de sociobiología tardía, sino pensamiento relacional, 
también síntesis y desafío. Circulan en esta elaboración diferencias de enfoque 
sobre viejas dualidades: humanidad/animalidad, unidad psíquica del género 
humano, individuo/sociedad, lo innato/lo adquirido. Personas, animales, 
partidos entre la condición física de la animalidad y la condición moral de la 
humanidad, esencia humana sobrepuesta en un sustrato animal. El darwinismo 
y la síntesis moderna, la biología de los organismos, el neodarwinismo y la 
evolución de la cultura, la antropología de las personas y hacia una lógica de 
las relaciones, enmarcan este gran aporte.
Aletta Biersack, de la Universidad de Oregon (USA) nos invita a «Reimaginar 
la ecología política: cultura/poder/historia/naturaleza», señala cinco 
reorientaciones teóricas: superar el reduccionismo de las ecologías anteriores, 
la dualidad naturaleza/cultura, considerar la dinámica de las articulaciones 
locales/globales, matizar términos como estructuras, sistemas y variables 
para dar cabida a actores y eventos e ir más allá de las desigualdades de 
clase –de corte marxista- ponderando las de inspiración feminista o de 
género y de raza o etnicidad, entre otras. El aporte invoca la historia de Roy 
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Rappaport (1926-1997)y su contribución al enfoque ecosistémico, el uso de 
la categoría «ecología política» en un sentido neomarxista y su convicción de 
que la ecología es economía política o no es nada. Más allá del idealismo/
materialismo; desarrollo, estudios transnacionales y el concepto de lugar; 
diferencia, feminismo y postcolonialismo; investigación hoy y un reporte de 
las contribuciones sobre los temas anteriores, estructuran la invitación dicha.
Ana Tsing, de la Universidad de California (USA), bajo el título «Naturaleza 
en construcción» reseña como desde la Declaración sobre Medio Ambiente 
y Desarrollo de la ONU en Río 92 emerge la aceptación global de la 
naturaleza como nuestro hogar y los seres humanos como el centro de las 
preocupaciones del desarrollo sostenible. El derecho a una vida saludable 
y productiva en armonía con la naturaleza. Pero se pregunta por los 
intereses en pugna tras la retórica ambiental. El ecologismo parece triunfar 
en los foros, pero parece incapaz de frenar la maquinaria del desarrollo. Se 
acuña el transaccional «desarrollo sostenible» para eludir las luchas por la 
justicia social, los derechos de los pueblos, la desigualdad Norte-Sur, el eco-
imperialismo. El uso de «proyectos» que son paquetes organizados de ideas 
y prácticas que responden a intereses específicos que van a afectar ambientes 
y pueblos. Los historiadores ambientales, los estudios científicos, la ecología 
política y la antropología cultural son la nueva academia interdisciplinaria para 
abordar la coyuntura ambiental de ésta «naturaleza en construcción». Cuatro 
corrientes que tienden a confluir y convertirse en talanquera a los recurrentes 
contubernios de administradores y grandes capitales, las catástrofes sociales-
naturales que propician las simplificaciones del paisaje y del desarrollo que 
patrocinan los Estados. La presentación de la presencia de las corrientes 
en confluencia es ilustrada con casos específicos como el de la historia de 
la irrigación pública en los Estados Unidos, la fiebre del oro en California, 
la historia ambiental del régimen colonial, la conservación en el Sur de 
África, la erosión en Lesotho. La micropolítica del poder, la teoría de los 
ecosistemas para analizar el medio ambiente de la post-II guerra mundial 
europea o el de la vida pastoril en el Sahel de África occidental. Los proyectos 
científicos ligados a aspiraciones nacionales o imperiales en la historia de la 
botánica económica, los jardines botánicos y la silvicultura colonial, como 
en los Bosques de Teca en Java o los aldeanos de los Garwhal Himalayas. 
La antropología cultural presente en la defensa de los Penan y su hogar 
en la selva tropical de Sarawak en Malasia, en la formulación de políticas 
estatales para zonas comunes de pastoreo en Botswana o para vincular a la 
ciencia a la resistencia por desarrollar y mantener los paisajes boscosos en 
todo el mundo, ante el abuso de la silvicultura en la India, la regeneración de 
los árboles sal en Bengala o los efectos sociales de la «revolución verde» en 
Malasia. Finalmente llama la atención sobre que no son solo las divergencias 
(pobladores vs. Estado, colonos vs. nativos, activistas vs. corporaciones) las 
que motivan a la antropología cultural y la ecología política, sino también las 
colaboraciones o alianzas como la de pueblos tribales, sindicatos y activistas 
urbanos para detener la Represa Narmada en la India o el apoyo internacional 
al ecofeminismo de Chipko en el norte de la India. El uso muy extendido de 
la cartografía como herramienta en la defensa de gentes y territorios. Culmina 
su ensayo formulando una decena de preguntas sobre los contextos, que 
hacer ante el aumento de la retórica ambiental globalizante, las formas locales 
apropiadas para la conservación de los entornos naturales, las implicaciones 
de las especializaciones ambientales, la integración de los conocimientos para 
la construcción del movimiento ambiental, a modo de sugerencias para «la 
naturaleza en construcción» de su propuesta integradora.
El profesor Enrique Dussel, del Departamento de Filosofía de la Universidad 
Nacional Autónoma de México, UNAM, nos colabora con el ensayo «La 
Cuestión ecológica en Marx», donde el reconocido pensador plantea que una 
verdadera Ética de la Liberación debe tratar la cuestión ecológica, pero lo 
debe hacer «a su manera», porque en general se enfrenta la destrucción de la 
vida por el uso de una tecnología devastadora, sin precisar que la tecnología es 
el efecto del uso de un criterio que sí es la causa de la extinción de la vida en el 
planeta. Nos remite a la anécdota de una discusión acalorada con ecologistas 
norteamericanos en California, que se encolerizaron cuando se mencionó a 
Marx, por ser un «antropocéntrico» incurable y que –en realidad- este artículo 
es una respuesta a ellos. Dice que es una paradoja que se atribuya a Marx 
una posición de desprecio por el entorno natural, basándose en un aparte 
del Programa de Gotha (1875) donde inmediatamente después de esbozar 
su tesis de que «el trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura» 
explica que el trabajo no es en realidad la fuente, porque la naturaleza es la 
fuente de los valores de uso, la primera fuente de todos los medios y objetos 
de trabajo. El ensayo del Profesor Dussel transita desde allí por eruditas 
reflexiones apoyado en las categorías más reconocidas del marxismo, como el 
valor de cambio y de uso en el capitalismo, el papel del trabajo humano en la 
acumulación, la teoría de la renta y otros según lo cual el principio ecológico 
por excelencia de toda teoría ecológica está centrada en la dignidad de la vida 
de la naturaleza. Marx sugiere que es el capital, el proceso de competencia 
entre capitales, la verdadera causa destructora de la vida en la naturaleza y 
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de los trabajadores, al colocar a las personas como medio y a las cosas como 
fin. Liberar a la tecnología del imperativo del capital no es un propósito de 
muchos movimientos ecologistas, por ignorar lo que es el capital y cómo 
funciona, lo cual es urgente para todas las naciones, principalmente para 
las periféricas. El ejemplo de la explosión productiva de China, los efectos 
nocivos de la industrialización son visibles en la contaminación de Beijing. La 
vida en la tierra debe ser hoy el objeto de una teoría ecológica, lo cual pasa por 
la crítica radical del capital como causa de la extinción de los bienes naturales. 
Marx proporciona el marco teórico para desarrollar un urgente capitulo para 
una teoría y ética de la liberación ecológica.
Vanessa Lemm, de la Universidad Diego Portales (Chile), nos presenta su 
escrito «El umbral biológico de la política moderna: Nietzsche, Foucault 
y la cuestión de la vida animal» es el título que propone para abordar el 
concepto de biopolítica en Foucault a través del planteamiento de Nietzsche 
del papel que juega la vida animal en la autocomprensión del ser humano, 
en su política y en su cultura. Se hace una presentación del concepto de 
biopolítica del pensador francés para introducir el debate contemporáneo 
de la filosofía del pensador alemán desde el punto de vista de la biopolítica 
afirmativa como resistencia al proyecto de dominación y control de los 
procesos vitales. La Biopolítica como un nuevo paradigma de poder político. 
Cultura, política y animalidad del ser humano. Concluye con una reflexión 
sobre la relación entre la vida animal y la vida de la especie, la eliminación de 
los individuos a favor de la humanidad, el sacrifico de las partes a favor del 
todo, como esencia de las ideologías totalitarias y la actualidad o pertinencia 
de un nuevo humanismo.
En la segunda parte Eduardo Gudynas del Centro del Centro Latino Americano 
de EcologíaSocial CLAES (Uruguay), en su escrito «Imágenes, ideas y conceptos 
sobre la naturaleza en América Latina», estructura su aporte en la herencia europea 
de las concepciones de la naturaleza, la frontera salvaje, la naturaleza como 
canasta de recursos, la naturaleza como sistema, crisis ambiental y biodiversidad, 
la naturaleza como capital, la naturaleza fragmentada, redescubriendo una 
naturaleza silvestre, la naturaleza como madre tierra, biocentrismo y derechos 
de la naturaleza, creación social de la naturaleza, dualismo y progreso, a través 
de todo lo cual ilustra nuestra historia continental, los esfuerzos por remontar 
las falsas disyuntivas entre naturaleza y sociedad, bienestar y destrucción del 
entorno, los debates cruciales, las corrientes de pensamiento heredadas y los 
conocimientos nativos muchas veces marginalizados y subordinados, así como 
las dinámicas de mezcla de saberes que provienen tanto de la cultura ancestral 
como de recientes avances de la antropología ecológica y la ética ambiental, 
puestos de acuerdo en conceptos que abandonan el de la naturaleza como 
contenedor o excusa para la apropiación y la dominación.
Frank Leonardo Hernández Ávila, Jardín Botánico de Bogotá (Colombia), 
«Territorios, territorialidades y multiculturalismo». La diversidad cultural 
ha sido reconocida e implica el surgimiento de ordenamientos territoriales 
contra-hegemónicos. Territorio y territorialidad son nociones que remiten 
al fundamento de las diferenciaciones étnico-cognitivas y los conflictos 
ambientales. En el contexto encontramos colisiones históricas, entre lo 
que se ha llamado la «civilización occidental» y los «otros» pueblos, cuando 
no los «primitivos», y ha sido también el enfrentamiento entre el llamado 
pensamiento trascendente vs. el pensamiento inmanente. De esta forma 
encontramos espacialidades diferentes, en donde lo local, lo nacional y lo 
global son transversales entre sí. Es reconocer le territorio como entidad 
construida socialmente. Una entidad desarraigada por la modernidad, 
atravesada por las tecnologías de la información y la comunicación, en un 
entorno de capitalismo flexible, en que encontramos una etnicidad referida al 
ser y una territorialidad al estar.
Esteban Tinoco Alejo, de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz 
(Bolivia), presenta «“El vivir bien” o “el buen vivir”, algunas disquisiciones 
teóricas» para sustentar una reflexión que proviene de los pueblos indígenas 
y campesinos andinos y amazónicos, como memoria histórica pero también 
presente en la búsqueda del horizonte de reestructuración y exploración, 
tendiente al equilibrio, según afirman esos mismos pueblos. Hay una 
aproximación conceptual a ese «vivir bien» o «buen vivir» asimilable a lo que 
en Colombia se denomina «vivir con dignidad». Se trata de una experiencia 
civilizatoria de miles de años, que al contrario de otros conceptos como 
etnicidad, identidad e incluso cultura e interculturalidad fueron acuñados 
desde la academia e incluso apropiados por las comunidades indígenas y 
campesinas, con el «buen vivir» sucede lo contrario, intenta ser apropiado 
por el mundo académico y la sociedad en general. Herencia de los Estudios 
Andinos de los años 80s, el concepto tendría una traducción nativa como 
suma gamaña, sumaj kawsay o buen vivir. Una referencia a lo agradable, lo bonito 
y el habitar, vivir, morar. Una convivencia no solo entre mujeres y hombres, 
sino con lo demás, las estrellas, el viento, el árbol, la piedra, los cerros, las 
aves, el puma, que son considerados nuestros hermanos. Una cultura de la 
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vida, en armonía con la naturaleza, en la cual seres no sometidos atraviesan 
el camino o thakni del servicio social. No se puede vivir bien si los demás 
viven mal o si se daña la naturaleza. Los ríos, los peces, las nubes son de la 
comunidad. El «buen vivir», vivir con dignidad, tiene que ver con austeridad 
y sin desperdicio. El «vivir bien» da orientaciones hacia un mundo mejor, y 
pone en duda nuestra herencia académica moderna colonial.
En la tercera parte Leonardo Montenegro Martínez, Fundación Latinoamericana 
para el Avance de la Ciencia, Funlaci (Colombia). Presenta su escrito «Naturaleza 
y sociedad. A propósito de la naturaleza de los desastres» en que se trata de 
ubicar el contexto de una sociedad humana con problemas de conducta, 
ubicación y adaptación desde cuando se pensó al «hombre» como el centro 
del universo, constructor del trabajo o dueño de la vida privada. Se muestra 
a Occidente como una cultura económica suicida, que de forma significativa 
vemos en el 2010 sobre el debate del calentamiento global con dos declaraciones 
enfrentadas: Copenhague y Cochabamba, los países desarrollados (y su cultura 
Occidental judeo-cristiana) contra el mundo. Economía al servicio de los 
pueblos o pueblos al servicio de la economía. 
Santiago Castro-Gómez, del Instituto Pensar de la Pontificia Universidad 
Javeriana (Colombia), en su artículo «La Historia natural en el orden clásico 
y geopolítico del saber», nos ofrece un trabajo de descripción y análisis 
histórico que conecta lo que Foucault llamó el orden clásico del saber y las 
geopolíticas del conocimiento en el siglo XVIII, con énfasis en el Nuevo 
Reino de Granada durante el gobierno de los borbones. La emergencia 
de la tecnología de gobierno llamada «razón de Estado» para recuperar la 
economía española en decadencia, que hace puente con la geopolítica y el 
papel de los saberes como la Historia Natural, en particular de la Botánica, 
como la célebre Expedición que insólitamente aparece en el origen de nuestra 
independencia. El puente entre la arqueología y la genealogía y el modo en que 
son clasificadas las poblaciones humanas en el orden clásico del saber. Así, 
Foucault y el orden clásico del saber, Botánica y razón de Estado y el orden de 
las razas, estructuran un material para pensar la relación y dependencia entre 
dos tecnologías: las tecnologías del ordenamiento de signos y las tecnologías 
de gobierno sobre las poblaciones.
Miguel García Bustamante, profesor y rector de la Universidad Colegio Mayor 
de Cundinamarca (Colombia), nos presenta su escrito «Los Llanos Orientales 
colombianos y el llanero: ¿Una historia de la naturaleza?». El espacio: los 
Llanos Orientales de Colombia, el tiempo: los Siglos XVI al XIX, los grupos 
humanos interactuantes en esa región, naturaleza/humanidad, ¿quién influye 
a quién?, ¿Cómo se ha construido ese espacio? ¿Cómo se ha construido esa 
sociedad? García Bustamante nos presenta una visión general de los Llanos 
Orientales, la Orinoquía de Colombia, de las zonas de serranía y las sabanas 
naturales. Los llanos y sus pobladores: nativos tunebos, guayupes, saes y 
guahibos y las diferentes etnias que lo habitaban y los nuevos personajes, 
conquistadores y misioneros franciscanos, jesuitas, dominicos y agustinos. 
Sus formas de apropiación y el desarrollo de una nueva cultura que moldea 
el entorno y es moldeada por este: la caza, pesca y recolección, el caballo y el 
ganado, el llanero raso, jinete, entre la libertad y la esclavitud, en medio de las 
grandes extensiones inasibles, condicionados por el entorno, entre resguardos 
y hatos esperando el siguiente amanecer.
Carmen Susana Tapia Morales, de la Universidad Nacional de Colombia, y de 
la Universidad Complutense (Madrid). En su escrito «Concepciones de río y 
agua en el medio y bajo Caquetá: una aproximación histórica», nos presenta 
como la Amazonía es sinónimo de ríos, de aguas y exuberante diversidad 
biológica. Las lecturas distintas dependiendo de la distancia del lector. 
Habitantes autóctonos y pobladores foráneos desde la época prehispánica 
hasta nuestros días. El medio y bajo Caquetá, descripcióngeográfica e 
hidrológica, desde el Cañón de Araracuara hasta la desembocadura del 
Apaporis. El marco teórico de la investigación a modo de provocación para 
empeños similares, historia del asentamiento y colonización del territorio, 
términos, definiciones, pensamientos, microrelatos, textos breves y apuntes 
que brindan pistas acerca de cómo se percibe el entorno físico y social o 
«arquitectura del paisaje». Expedicionarios, viajeros, exploradores y otros 
actores externos verbalizadores de imágenes, valores, mitos, aprensiones, 
juicios y prejuicios del entorno. El proceso histórico y simbólico del agua, 
«El agua brota al paso de la serpiente»: concepción prehispánica del medio y 
bajo Caquetá, que podemos ver representada en los petroglifos de la región. 
La intrusión a un territorio codiciado: el río como espectador silente de los 
procesos de colonización del medio y bajo Caquetá. Siglo XIX: Un escenario 
desolador de la ribera, el afán de «progreso», descuajar montes para extraer 
vegetales, minerales y comerciar con el Brasil. El terror e impunidad de la 
Casa Arana, captura y esclavización de indios y otros fugitivos, los despojos 
humanos en los ríos y la desolación de los poblados indígenas tras la lucrativa 
empresa cauchera que continúa con otros productos y otros actores en el 
siglo XX, con la consecuente sobrexplotación de «recursos naturales», y la 
representación de los conflictos sociales del país que migran a la región de 
Cultura y naturaleza. Aproximaciones a propósito del bicentenario de la independencia de Colombia
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la mano de los desposeídos por la violencia en otras regiones, de parte del 
mismo Estado o de los mismos intereses nacionales y transnacionales que 
han originado la violencia y la destrucción en otras partes del país.
Por último tenemos el trabajo de Carolina Ardila Luna, de Universidad 
Nacional de Colombia, «Configuración de paisajes coloniales en los Siglos 
XVII y XVIII en el terreno Guane de Santander», que es una investigación 
de historia ambiental, ampliamente documentada desde el Archivo General 
de la Nación en Bogotá, del territorio guane en Santander (Colombia), a 
través de la cual devela la relación de la crisis ambiental global con los 
impactos de las relaciones y prácticas de la sociedad occidental, como 
ejemplo específico de lo que fue la historia latinoamericana en 300 años 
de colonialismo y sus efectos anteriores y vigentes. Relaciones naturaleza/
sociedad, los actores nativos, los extranjeros y la transformación del paisaje, 
incluyendo las acuarelas del artista David Becerra Castañeda para ilustrar 
visualmente esos cambios. Ardila nos lleva a un recorrido por el territorio 
guane desde la llegada de los españoles en 1540, realizando una lectura desde 
coordenadas como el concepto de territorialidad itinerante y nos muestra 
los cambios explicados a través de nociones como las de la transformación 
de paisaje cultural al paisaje colonial. Un trabajo que permite recoger la 
sugerencia de la necesidad de conocer la historia para entender el presente 
y proyectar algún futuro amable a partir de lo que existe.
Leonardo Montenegro
Editor 
Jardín Botánico de Bogotá, José Celestino Mutis
Primera Parte
Minca
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Concepciones de la naturaleza 
en la antropología actual
Astrid Ulloa1 
Universidad Nacional de Colombia 
eaulloac@unal.edu.co
La Biodiversidad, el acceso a recursos genéticos y actualmente el cambio climático 
global, son temas que trascienden los contextos locales y que ponen a dialogar 
ideas y prácticas relacionadas con el medio ambiente, el paisaje, los ecosistemas 
y la naturaleza. Desde los inicios de la disciplina, la antropología ha estado en 
medio del debate sobre naturaleza y cultura; sin embargo, hoy las relaciones de los 
seres humanos con la naturaleza se han tornado en el centro de muchos debates 
globales y la antropología ha adquirido un lugar importante en dichas discusiones, 
indagando acerca de la manera en que diversas nociones de naturaleza coexisten 
y entran en negociación o en conflicto en determinados momentos históricos.
Desde la perspectiva analítica, los enfoques antropológicos sobre las 
interrelaciones de la naturaleza y la cultura se han ido transformando, desde 
una perspectiva dual hacia el surgimiento de múltiples visiones que analizan 
tanto los contextos de conocimiento y poder en el que están inmersas 
como las formas de interrelación de diversos conocimientos sobre el 
manejo ambiental, como opciones frente a las trasformaciones ambientales 
contemporáneas. Esto ha implicado un largo proceso de transformación e 
interacción de la noción occidental moderna de naturaleza (la cual se opone 
1 Profesora Asociada, Universidad Nacional de Colombia. Antropóloga, PhD. University of California, 
Iivine; M.A., University of California, Irvine y Pregrado Universidad Nacional de Colombia. Entre 
sus publicaciones encontramos los libros The Ecological Native. Indigenous movements and 
ecogovernmentality in Colombia (2010-2005); La construcción el nativo ecológico: complejidades, 
paradojas y dilemas de la relación entre los movimientos indígenas y el ambientalismo en Colombia 
(2004); (con Heidi Rubio y Mónica Rubio) Tras las huellas de los animales (1998); (con Heidi Rubio 
y Claudia Campos) Trua Wuandra: estrategias para el manejo de fauna con comunidades embera en 
el Parque Nacional Natural Utria, Chocó, Colombia (1996). Recientemente ha editado Perspectivas 
culturales del clima (2011); (coeditado con Luz Marina Donato, Elsa M. Escobar, Pía Escobar) los 
libros Mujeres indígenas y cambio climático (2008), Mujeres indígenas territorialidad y biodiversidad 
en el contexto latinoamericano (2007), Mujeres indígenas y biodiversidad (2005); (con Germán Palacio) 
Repensando la naturaleza: encuentros y desencuentros disciplinarios en torno a lo ambiental (2002); 
Rostros culturales de la fauna: las relaciones entre los humanos y los animales en el contexto colombiano 
(2002); (con con Heidi Rubio y Claudia Campos) Manejo de fauna con comunidades rurales (2001).
a cultura) con nociones hibridas de cuasi-objetos y cuasi-humanos. De igual 
manera, ha implicado transformaciones de concepciones de la naturaleza 
como una entidad apolítica hasta nociones de naturaleza como construcción 
social con implicaciones políticas.
Dada la amplitud de estas temáticas, en este escrito inicialmente daré un 
contexto general de las genealogías de los diversos enfoques antropológicos 
contemporáneos que abordan las relaciones naturaleza/cultura, para luego 
centrarme en tres ejes de interés: Lo natural, lo político y lo híbrido. Ejes 
que se complementarán con ejemplos de análisis puntuales que se están 
desarrollando en la antropología.
Genealogías antropológicas de la naturaleza
Diversas nociones sobre naturaleza han coexistido en un mismo escenario 
social y de acuerdo con situaciones históricas particulares. Así por ejemplo, 
nociones de naturaleza inscritas en visiones monistas o dualistas han estado 
presentes en diversos tiempos y espacios. Sin embargo, nociones específicas 
de naturaleza han sido hegemónicas en momentos históricos particulares. Así, 
por ejemplo, la concepción moderna de naturaleza – basada en una visión dual 
frente a la cultura- ha alimentado las concepciones científicas y, por supuesto, 
las investigaciones antropológicas para interpretar las concepciones ecológicas 
de diferentes sociedades. Las tendencias actuales en la antropología retoman 
elementos de enfoques previos, los cuales se pueden resumir en tres fases 
centradas en: a) los factores ambientales y su incidencia sobre los fenómenos 
sociales (determinismo ambiental); b) los efectos de los procesos culturalesen 
el entorno (determinismo cultural); c) una perspectiva ecosistémica donde se 
analizan las interrelaciones de los humanos con su ambiente y la manera en que 
se condicionan mutuamente. Las categorías de naturaleza y de cultura permitían 
pensar las relaciones de los humanos con el entorno, para luego centrarse en la 
interrelación (Milton, 1996, Little, 1999, Orlove, 1980; Ulloa, 2001).
Desde el final de la década de 1980 las críticas posmodernas de las concepciones 
occidentales han permitido la deconstrucción y reconfiguración de las 
oposiciones modernas de naturaleza/cultura, cuerpo/mente, emoción/razón, 
al igual que la de mujer/hombre, y han ayudado a reconsiderar las epistemologías 
y metafísicas modernas al concebir las nociones y representaciones sobre la 
cultura y la naturaleza como socialmente construidas.
Estos replanteamientos se articularon con las demandas de los movimientos 
ambientalistas desde la década de 1970 y alimentaron las discusiones de las 
ciencias sociales y naturales, ayudando a la consolidación de nuevas perspectivas 
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teóricas, cuestionando las concepciones y relaciones con la naturaleza y 
presentando un modelo político que critica la estrategia global del crecimiento 
ilimitado y la racionalidad moderna en su faceta de subordinar, conquistar y 
dominar la naturaleza. Paralelamente la política cultural y ambiental de los 
movimientos sociales, étnicos y campesinos brindaron a las ciencias sociales 
formas alternas de pensar lo político y de replantear categorías como naturaleza 
y cultura, las cuales no respondían a sus dinámicas y prácticas culturales (Ulloa, 
2004). Estos procesos sociales ayudaron a reconfigurar el derecho internacional 
y abrieron espacios democráticos entorno a la crisis ambiental y del desarrollo, 
pero también proporcionan el surgimiento de una estrategia global para 
controlar el medio ambiente (Convenio de Diversidad Biológica, Protocolo 
de Kyoto). Finalmente, no se puede desconocer el papel de la antropología 
feminista en la reconstrucción de la dualidad, al plantear que cada cultura y 
cada noción de género son el resultado de procesos de construcción social 
antes que de procesos naturales. Los replanteamientos feministas (Haraway, 
1988, 1991; Harding, 1996) permitieron cuestionar el papel de las ciencias en la 
generación de sexismos, racismos y clasismos, la naturalización de categorías, el 
desconocimiento de otros ámbitos de producción del saber y las relaciones de 
poder subyacentes, lo que conllevaba la ignorancia de conocimientos parciales 
y situados en condiciones históricas y sociales particulares.
De acuerdo con Little (1999) las transformaciones que se han dado en la 
antropología ecológica, ambiental o de la naturaleza pueden sintetizarse en: 
a) Cambios en la concepción dual de naturaleza/cultura; b) Introducción 
de análisis que articulan lo local, regional y global; c) Nuevas concepciones 
de la historia; d) Replanteamientos sobre la espacialidad (territorio, 
lugar y paisaje). Esto permitió pasar de una antropología centrada en la 
opción naturaleza/cultura a una perspectiva más amplia donde conceptos 
de ecosistema y medio ambiente permiten unos niveles de análisis que 
consideran las relaciones entre los humanos y su medio ambiente en un 
sentido amplio que articula lo local, regional y global.
Fruto de esas transformaciones en la antropología contemporánea, las 
discusiones actuales en torno a la naturaleza se centran en nuevos tipos de 
análisis, en los cuales la naturaleza es un ente con capacidad de acción y con 
un dinamismo propio que replantea la visión de una naturaleza pasiva o 
prístina. Así mismo, la naturaleza y la cultura se plantean como construcciones 
sociales que implican que los humanos no son determinados por el medio 
ambiente y a su vez que la naturaleza no es determinada por los intereses 
individuales. Esto permite un nuevo entendimiento de la relación naturaleza/
cultura como interdependiente e interactiva, en la cual ambas se ven afectadas 
recíprocamente (Descola, 1996, 2003, 2005; Escobar, 1999, 2005; Blatter et al., 
2001; Balée, 2006; Nazarea, 2006; Ulloa, 2001). Así mismo, los análisis sobre 
grupos sociales en contextos particulares evidencian cómo diversas nociones 
sobre la naturaleza responden a procesos históricos específicos. De igual 
manera, la escala y las dimensiones locales, regionales, nacionales y globales 
son básicas para redimensionar cómo se articulan nociones específicas de 
naturaleza con problemáticas ambientales globales.
La dimensión temporal también permite nuevas perspectivas de análisis, que 
ponen énfasis en los procesos históricos de interrelación de los humanos 
con el entorno. Balés (2006:79) plantea que «la ecología histórica se relaciona 
con las interacciones entre sociedades y humanos a través del tiempo y las 
consecuencias de esas interacciones para entender la formación de culturas y 
paisajes contemporáneos y pasados». La ecología histórica considera el paisaje 
como un lugar de inscripción de procesos históricos y culturales en que los 
humanos tienen capacidad de acción. Estas interacciones e inscripciones 
consideran tres dimensiones del tiempo: eventos (episodios de corto tiempo), 
coyunturas (ciclos) y procesos de larga duración. Dimensiones que alimentan 
y entran en diálogo con otras perspectivas antropológicas cuyas dinámicas 
de los actores sociales y sus relaciones con el entorno requieren una mirada 
histórica y contextualizada.
Análisis específicos relacionados con los nuevos énfasis sobre la naturaleza, 
por ejemplo, la biodiversidad, involucran diversas perspectivas, desde 
planteamientos que se centran en la construcción histórica y política de 
dichos discursos (Escobar, 1999) o los impactos humanos en la biodiversidad, 
hasta los conocimientos asociados a lugares específicos que permiten la 
restauración de la misma (Nazarea, 2006). Estas perspectivas han generado 
campos específicos de investigación; la etnobiología de la diversidad agrícola, 
la ecología cultural de los recursos genéticos de las plantas, la conservación 
participativa, las políticas de los recursos genéticos, el manejo de recursos 
y la etnografía de la bio-prospección, entre otros (Fisher, 2003; Orlove y 
Brush, 1996; Nazarea, 2006; Hayden, 2003).
Crumley, Van Deventer y Fletcher (2001) proponen tres dimensiones 
para analizar las perspectivas contemporáneas de la antropología sobre lo 
ambiental y la naturaleza; una centrada en las definiciones de lo ambiental y 
en la manera cómo se interpreta la naturaleza, que da cuenta de las diversas 
nociones históricas; la segunda da cuenta de las creencias y valores, analiza 
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las dimensiones éticas de dicha interrelación y sus implicaciones para la 
justicia ambiental; la tercera se relaciona con la aplicación y el compromiso 
que implican las políticas públicas sobre lo ambiental y la manera en que la 
antropología se involucra en ellas.
Escobar (2005) plantea que hay tres factores a considerar para revisar la noción 
occidental de naturaleza frente a la crisis ambiental y a la necesidad de plantear 
nuevas opciones de relacionarnos con lo natural, a partir de diferentes prácticas 
ecológicas, económicas y culturales. Estos factores implican considerar: «a) 
los cuestionamientos críticos de la epistemología de la naturaleza, sobre las 
variedades de constructivismo y de epistemología crítica; b) las concepciones 
subalternas, marginales y minoritarias de la naturaleza y del mundo; y c) las 
estrategias políticas de defensa de estas formas de conocer, de esos modelos 
locales de naturaleza,de esos mundos diferentes» (2005:147).
Por lo tanto, la antropología contemporánea en torno a la naturaleza ofrece 
una seria de posibilidades de análisis que van desde el replanteamiento de 
las categorías de naturaleza/cultura, la pérdida tanto de conocimientos 
como de la biodiversidad misma, las propuestas concretas para confrontar 
el deterioro ambiental, la necesidad de etnografías densas sobre prácticas y 
conocimientos en lugares específicos, el seguimiento de las genealogías de 
los discursos ambientales, las políticas globales y su incidencia en lo local, 
hasta el activismo político frente a los derechos de los humanos y de los no 
humanos. Las tendencias y enfoques reseñados son algunos de los estudios 
que analizan las relaciones cultura/naturaleza, los cuales a su vez se reflejan 
en contextos académicos particulares. Así, por ejemplo, en Latinoamérica 
hay un claro interés hacia los movimientos sociales y su articulación con lo 
ambiental, la justicia ambiental y la crítica a los manejos ambientales bajo la 
óptica de las políticas globales -desarrollo sostenible, biodiversidad y cambio 
climático- (Ulloa, 2004, 2007; Escobar, 2005; Leff, 2005). 
Sin embargo, dentro de estos replanteamientos y tendencias, considero 
que hay tres ejes analíticos que articulan los enfoques antropológicos 
sobre la naturaleza. Uno está centrado en la noción misma de naturaleza y 
en discusiones que evidencian diversas maneras de concebir lo natural; el 
segundo, centrado en lo político y en las relaciones de poder que se establecen 
entre nociones y prácticas que se han vuelto hegemónicas; el tercero en la 
hibridación como una manera de pensar procesos, especies y seres que ya no 
corresponden a ninguna dualidad y que involucran lo artificial y tecnológico. 
Cada eje a su vez ha articulado estudios sobre las interrelaciones entre sociedad 
y naturaleza, que tienen un desarrollo y propuestas interesantes, las cuales han 
sido el resultado y el efecto de estas discusiones. Estos ejes tienen que ser 
combinados para poder dar cuenta de las nociones y prácticas ambientales 
locales en un mundo global. En los siguientes apartados describiré los puntos 
más importantes de estos ejes y discutiré de manera transversal ejemplos de 
tipos de investigaciones antropológicas que lo atraviesan.
Lo natural: entre el monismo y la dualidad
Descola y Pálsson (1996) consideran que los trabajos etnográficos han 
sido esenciales en la transformación desde una perspectiva dualista a una 
perspectiva monista. De hecho, varios investigadores (Descola, 1994, 2003, 
2005; Ulloa, 1996, 2004; Århem, 1996; Viveiros de Castro, 1996, 1999) han 
descrito cómo, para algunas culturas indígenas, los animales y las plantas tienen 
comportamientos humanos y están regulados por reglas sociales; mientras 
que de manera recíproca los humanos pueden transformarse en animales. 
Las relaciones entre humanos y no humanos están en constante proceso 
de transformación y reciprocidad. A la luz de estos análisis, la dicotomía 
naturaleza/cultura se vuelve visiblemente deficiente. 
Para analizar estas otras maneras de relación entre cultura naturaleza, 
investigadores como Oelshlaeger (1991) han propuesto cambiar la 
oposición naturaleza/cultura por el concepto de salvaje (no domesticado) 
para identificar los espacios que están fuera del control humano. Algunos 
constructivistas radicales han propuesto analizar el medio ambiente dentro 
del texto cultural en el cual el medio ambiente tiene un papel pasivo 
porque está bajo el simbolismo y la cultura. Sin embargo, de acuerdo con 
Descola y Pálsson (1996), estas perspectivas no proveen de una manera 
clara herramientas teóricas alternativas, por lo que proponen trascender 
el dualismo al analizar los procesos y las relaciones que den cuenta de la 
diversidad de procesos de objetivación.
Descola (1996, 2003, 2005) considera que las nociones occidentales no pueden 
explicar ciertas ideas y relaciones entre humanos y entidades no humanas. Sin 
embargo, él destaca que los antropólogos pueden describir las concepciones 
específicas que diferentes culturas tienen sobre la naturaleza. Para poder 
desarrollar esta perspectiva, estas descripciones tienen que surgir de las 
configuraciones, ideas y prácticas locales, al igual que de los conceptos que 
los locales tengan acerca de sí mismos y de los otros. Descola también destaca 
que al encontrar los patrones de significados o los esquemas de prácticas los 
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antropólogos pueden llegar a entender los modos de relación que estos tienen 
con las entidades no humanas. Por lo tanto, Descola (2003, 2005) plantea que 
los humanos establecen propiedades que asignan a los diversos seres (humanos, 
plantas, animales o cosas), lo cual constituye sus ontologías; posteriormente 
establecen relaciones entre estos seres conformando las cosmologías. Así 
mismo plantea que hay cuatro modos de identificación entre humanos y 
naturaleza: animismo (los no humanos están dotados de vida interior igual que 
los humanos), totemismo (los humanos y no humanos comparten propiedades 
físicas y morales), analogismo (todos los seres comparten propiedades físicas y 
morales), analogismo (todos los seres son diferentes entre sí) y naturalismo (sólo 
los humanos tienen vida interior). Sin embargo, estos modos de identificación 
coexisten en Occidente y permiten pensar procesos contemporáneos, por 
ejemplo, biodiversidad y cambio climático, dado que requieren repensar el 
naturalismo y sus relaciones de predación con la naturaleza.
Pálsson propone usar el paradigma que ella denomina comunitario, el cual 
rehúsa la «separación de la naturaleza y la sociedad y las nociones monológicas 
y de certeza, enfatizando en cambio la contingencia y el diálogo» (1996:72). 
Esta perspectiva implica ir más allá del individuo para centrarse en «la totalidad 
de la persona en acción, actuando dentro de contextos de su actividad» 
(1996:73). En este sentido, los humanos y el medio ambiente son vistos en un 
proceso de interrelación y reciprocidad. Además, esta perspectiva implica el 
partir del conocimiento local como una manera de entender estas relaciones.
Viveiros de Castro (1999) analiza las cosmovisiones de los indígenas 
amazónicos y destaca cómo los humanos y los no humanos comparten una 
esencia interna idéntica: la humanidad, pero con una diversidad corporal externa 
(envoltura humana o animal), que permite establecer relaciones sociales entre 
ellos y aprehender la realidad, como personas, desde diversos puntos de vista. 
Viveiros propone el perspectivismo multinatural, bajo el cual se debe analizar las 
relaciones entre los humanos y lo no humanos, no desde la dualidad, sino 
desde una multiplicidad donde prima lo social. De manera similar, Ingold 
(1994) considera que los nuevos enfoques en el ámbito conceptual deben 
replantear, por ejemplo, la dimensión de lo animal (no humano), donde éste 
se estudie en su capacidad de acción, intencionalidad y sentimiento, lo que 
permite reconsiderar los límites entre lo animal y lo humano. De esta manera, 
se deben tener en cuenta no sólo las actitudes y relaciones de los humanos 
hacia las especies, sino las de estas hacia los humanos, junto con la manera en 
que establecen una relación mutua.
En el mundo posmoderno coexisten diferentes nociones sobre la naturaleza. 
Escobar (1999) identifica tres regímenes de naturaleza -la naturaleza 
capitalista, la naturaleza orgánica y la tecno-naturaleza– como resultado de 
las situaciones históricas particulares de diferentes culturas. Cronon (1995) al 
analizar las preocupaciones ambientales contemporáneas identifica diversas 
nociones de naturaleza que coexisten aún en un mismo escenario social. Así 
la naturaleza puede ser entendida como un imperativo moral, el Edén, un 
artificio, una realidadvirtual, una mercancía o como el diabólico extraño.
Desde la etnoecología se ha dado un replanteamiento de la dicotomía 
sociedad/naturaleza al partir de las concepciones locales para entender las 
relaciones entre «organismos y la totalidad de factores físicos, biológicos y 
sociales con los que entra en contacto» (Gragson y Blount, 1999:VII). Así 
mismo, la etnoecología explora las perspectivas sobre la naturaleza de acuerdo 
con los conocimientos y las situaciones particulares –posición e intereses de 
género, edad, especialización, etc.- de los individuos y la manera en que éstas 
se articulan para la toma de decisiones, acceso y control del entorno. Con 
base en estas posiciones e intereses se establecen relaciones particulares con 
el entorno al transformarlo. De esta manera, el conocimiento local se plantea 
como central en los procesos ecológicos y ecosistémicos, tema clave en la 
investigación antropológica desde los años cincuenta.
Actualmente la etnoecología y los estudios sobre conocimiento local –
conocimientos indígenas o conocimientos tradicionales ambientales- plantean 
diversos tipos de análisis (Ellen, Parkes & Bickers, 2000). Unos plantean el 
análisis de dicho conocimiento local de manera contextualizada y desde su 
lógica y dinámica inherente, en donde los productores de dicho conocimiento 
son vistos desde su capacidad de acción. Otros analizan dicho conocimiento 
en relación y comparación con el conocimiento científico y disciplinar, en 
búsqueda de su validez científica y de su complementariedad e integración con 
los conocimientos expertos, como aportación a las problemáticas ambientales 
(Nazarea, 2006). Otra perspectiva considera los conocimientos indígenas en 
relación con lugares específicos, que son espacios de memoria y de encuentro, 
dado que están atravesados por la experiencia cotidiana, habitan lugares 
reconocidos y están integrados en prácticas que refuerzan la diversidad cultural 
y biológica (Ingold, 2000; Nazarea, 2006; Cruikshank, 2007). Finalmente, hay 
estudios que cuestionan el reconocimiento del conocimiento local, al examinar 
críticamente su «utilidad» en los mercados verdes, o plantean las relaciones 
desiguales de poder que se establecen entre lo local y lo global en relación con las 
políticas y dinámicas en torno a lo ambiental (Nazarea, 2006; Ulloa 2004, 2007).
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En general los replanteamientos sobre las concepciones naturaleza/cultura 
a la luz de las lógicas locales buscan el entendimiento de conocimientos 
específicos de acuerdo a las situaciones particulares. Así mismo, los análisis 
contemporáneos articulan los conocimientos locales con problemas más 
amplios como la diversidad biológica y el cambio climático.
El cambio climático es un nuevo campo de investigación que nos introduce 
en el reconocimiento de nociones y conocimientos locales, lo cual implica 
partir de valores, percepciones y experiencias individuales y de género, y 
de las relaciones sociales y morales que plantean diversas culturas frente a 
las transformaciones ambientales (Roncoli, 2006; Vedwan, 2006; Strauss & 
Orlove, 2003; Salick & Byg, 2007). En estos escenarios los conocimientos 
locales emergen como propuestas de manejo ambiental en los que el aporte 
de las vivencias, predicciones e indicadores locales (botánicos, astronómicos 
y atmosféricos entre otros), plantean opciones de manejo local y tienden 
puentes entre sus conocimientos y el conocimiento experto. Por ejemplo, 
Orlove, Chiang & Cane (2004) muestran cómo los conocimientos de los 
campesinos del Perú sobre el cambio climático se sustentan en prácticas de 
predicción del tiempo y la cantidad de lluvias, basadas en las dinámicas que 
se dan a finales de junio cuando salen las Pléyades. Estos conocimientos son 
una aportación para entender y enfrentar la problemática ambiental generado 
por el fenómeno de «El Niño».
En cuanto a los efectos de los cambios climáticos se consideran los 
conocimientos indígenas en relación con lugares específicos y cómo se puede 
leer las transformaciones históricas en los mismos. En este sentido, Cruikshang 
(2007) describe cómo los glaciares en Canadá cuentan las transformaciones 
ambiéntales y encuentros humanos, y plantea que el conocimiento de dichas 
transformaciones posibilita entender cómo fueron los programas coloniales 
o las actuales propuestas y demandas de justicia ambiental y justicia climática.
Lo político: entre el poder, lo global y lo local
Diferentes significados sobre naturaleza implican procesos de negociación 
y conflictos. Algunas nociones de naturaleza se han vuelto hegemónicas 
mientras que otras son debatidas, repensadas o transformadas. Más aún, las 
luchas entre estas nociones de naturaleza tienen implicaciones políticas para 
actores sociales específicos. Las nociones sobre naturaleza, la ecología y el 
medio ambiente son terrenos de lucha, traspasados por relaciones de poder, 
en un proceso permanente de negociación y resignificación (Moore, 1993, 
1996, 1997; Escobar, 1998; Peet y Watts, 1996), En estas perspectivas se 
articulan análisis posestructuralistas sobre la naturaleza –los cuales trascienden 
las concepciones duales y esencialistas- y concepciones sobre los actores 
sociales como actores políticos con capacidad de acción, los cuales están en 
constante negociación entre los contextos locales, nacionales y globales. En 
estos análisis se plantea que hay diferentes niveles y articulaciones internas. 
Por lo tanto se ha pasado de un análisis ecosistémico- un grupo de gente 
con su ecosistema- a análisis globales que se centran en los humanos y su 
interrelación en el planeta (Little, 1999). Los cambios en las concepciones y 
las categorías tienen implicaciones políticas, por lo que es necesario explorar 
cómo las prácticas locales relacionadas con el medio ambiente y la naturaleza 
están siendo resignificadas y/o transformadas (Ulloa, 2004; Tsing, 2001); por 
lo tanto, es necesario entender el sentido de lo global y problematizar las 
implicaciones, los fundamentos y las premisas que tornan global un evento 
ambiental, como es el caso de la crisis ambiental (en la década de 1970), 
la biodiversidad (en las décadas de 1980 y 1990) o el cambio climático en 
el siglo XXI. En este sentido Tsing (2001) propone considerar en los 
análisis antropológicos la escala espacial, dado que ésta enmarca de manera 
diferenciada conocimientos ambientales al igual que prácticas locales, pero 
a la vez pone a dialogar lo local con lo regional y global. Esta interrelación 
plantea una permanente articulación y replanteamiento de las negociaciones 
tanto en lo local como en lo global. Así mismo, requiere de análisis que den 
cuenta de la emergencia de nuevas formaciones discursivas y su consecuente 
ecogubernamentabilidad (Ulloa, 2004), en relación con la manera en que se 
generan conocimientos, políticas, programas y prácticas que están inscritas en 
una manera particular de ver lo ambiental.
En esta perspectiva, hay una tendencia de la antropología que analiza los 
movimientos sociales relacionados con lo ambiental y los derechos de los 
pueblos indígenas (Ulloa, 2004; Brosius, 2001; Escobar, 1999, 2005). Se 
consideran tanto los lugares de la producción de los discursos ambientales, como 
los lugares específicos, en los cuales movilizaciones en torno a lo ambiental 
entran en articulación con dichos discursos (Brosius, 1999, 2001). Ulloa (2004) 
analiza los procesos de construcción de identidad y ambientalismo que se 
vienen dando entre pueblos indígenas desde la década de 1970, como un nuevo 
contexto político en donde las políticas globales construyen la biodiversidad 
como mercancía y los pueblos indígenas entran en la ecopolítica con diversas 
implicaciones para sus identidades, territorios y recursos.
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La interrelación de diferentes nociones sobre la naturaleza también implica 
la existencia de procesos de negociación y conflictos sobre su significado, el 
cual tiene un contenido político. De igual manera, implica que, por ejemplo, 
los cambios ambientales no sean entendidos como neutros y que el acceso, 
beneficios y costos de los recursos naturales sean mediados por relaciones 
desiguales de poder. Así mismo, es necesario entender las interrelaciones 
que estas prácticas tienen con procesos locales, regionales, nacionales 
y transnacionales y con procesos de acceso, control y derechos sobre los 
recursos. Me centraré en la ecología política por considerar que ha brindado 
importantes elementos conceptuales que permiten un mejor entendimiento 
de los procesos relacionados con el medio ambiente en una dimensión 
política. Así mismo porque esta perspectiva ha alimentado la ecología política 
antropológica y la antropología del ambientalismo (Little, 1999). 
Desde la década de 1990, investigadores dentro de la teoría de la ecología 
política han incorporado una concepción amplia de lo político, de la sociedad 
civil, de la historicidad, al igual que discusiones acerca de las situaciones 
específicas de conocimientos particulares. De esta manera, los actuales análisis 
de la ecología política trascienden el marco de lo institucional para acceder a 
las prácticas diarias y a las esferas de lo privado. Diferentes actores sociales 
y la sociedad civil son analizados como vitales para proponer estrategias 
alternativas ambientales. De manera similar, las dimensiones culturales 
han sido incorporadas para apreciar prácticas locales e interrelaciones 
con el medio ambiente. Finalmente, se examinan las relaciones de poder/
conocimiento y las situaciones históricas particulares de los conocimientos y 
prácticas en contextos sociales e históricos particulares (Peet y Watts, 1996; 
Bryant & Bailey, 1997). En términos de Leff (2003) «a la ecología política le 
conciernen no sólo los conflictos de distribución ecológica, sino el explorar 
con nueva luz las relaciones de poder que se entretejen entre los mundos de 
vida de las personas y el mundo globalizado». Relaciones desiguales de poder 
también están siendo analizadas bajo las premisas de la justicia ambiental, 
considerando la manera como se distribuyen los bienes y los «males» 
ambientales, las estructuras dentro de las cuales se toman las decisiones para 
hacer dichas distribuciones y el reconocimiento de la diversidad cultural y de 
los derechos (Martínez Alier, 1997, 2005).
Para Johnston, (2001) la interrelación entre antropología y justicia ambiental 
abre un nuevo campo en la antropología que analiza la manera en que los 
movimientos sociales tienden a construir sostenibilidad social, cultural, 
ambiental, económica y política; y también estudia las relaciones entre un 
ambiente seguro y saludable y la justicia social, dando cuenta de los procesos 
de discriminación en torno a los desechos tóxicos y la exposición a riesgos 
ambientales de pobladores locales; los efectos de políticas ambientales y de 
desarrollo; la producción y distribución de la información relacionada con 
problemáticas ambientales; los procesos sobre la toma de decisiones en 
relaciones desiguales de poder; y la exclusión y desigualdad ambiental.
Estas dimensiones de lo político evidencian la variedad de enfoques y las redes 
interdisciplinarias que se están tejiendo entre la antropología y otras disciplinas, 
las cuales analizan las articulaciones entre cultura, poder y ambiente.
Lo híbrido: entre lo natural, lo artificial, lo tecnológico 
y lo social
Los límites entre lo que se plantea como natural y lo humano son muy 
difusos, no sólo porque en diversas culturas no existen, sino porque 
aún en el contexto moderno, estos límites se rompen con los cyborgs, las 
modificaciones genéticas de alimentos, las transformaciones corporales 
o las reconfiguraciones de lo natural y lo social. Las discusiones actuales 
en la antropología acerca de la relación naturaleza/cultura han retomado 
elementos de la perspectiva de Latour (1993) acerca de la modernidad 
y de los mundos híbridos. Latour (1993) plantea cómo aun adentro 
de la idea occidental de -naturaleza/cultura- la oposición no ha sido 
posible porque cuando la modernidad divide y excluye mundos opuestos 
-naturaleza/cultura-, al mismo tiempo permite la proliferación de lo 
híbrido -cuasi-objetos y cuasi-humanos-. Latour también expone que la 
consideración de dos prácticas simultáneas – la purificación moderna de 
dos ámbitos separados entre la naturaleza y la cultura, y la traslación, que 
produce mixturas entre la naturaleza y la cultura- implica el «final» de 
ser «completamente moderno». En este sentido, el tomar conciencia de 
estas dos prácticas cambia concepciones sobre el pasado y el futuro, y por 
extensión, cambia las concepciones lineales del progreso. De la misma 
manera, la separación entre naturaleza y cultura deja de ser útil dado que 
al considerar estas dos prácticas, la relación naturaleza/cultura produce 
simultáneamente humanos, no humanos y divinidades. Finalmente, 
Latour considera que la ciencia moderna siempre ha producido híbridos 
que reclaman una cisión diferente y mixta.
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De manera similar, varios teóricos de las ciencias sociales y naturales describen 
cómo la reconfiguración de los limites entre naturaleza/cultura –categorías 
duales, géneros, límites entre humanos y máquinas y entre humanos y 
animales- están siendo moldeados por nuevas tecnologías en la reproducción 
humana (Haraway, 1991; Strathern, 1992; Hogle, 2005), la creación de cyborgs 
(Haraway, 1991), las realidades virtuales (Stone,1996) y la manipulación 
genética, las cuales confrontan concepciones sobre categorías tales como 
naturaleza/cultura, cuerpo/mente, mujer-hombre y humano/máquina, 
al igual que categorías temporales y espaciales. De hecho, por ejemplo, los 
cyborgs y las máquinas actuales forman parte de ambos mundos: el natural 
y el cultural. Como Haraway plantea: «un mundo cyborg puede llegar a ser 
acerca de realidades sociales y corporalmente vividas en las cuales la gente 
no esté temerosa de tener relaciones de parentesco con animales y máquinas, 
no esté temerosa de identidades constantemente parciales y puntos de vista 
contradictorios» (1991:154).
Las modificaciones de lo biológico, específicamente del cuerpo, son temas de 
gran interés de la antropología contemporánea, donde lo natural y lo cultural 
se interrelacionan de manera compleja. Hogle (2005) nos muestra cómo la 
biomedicina y la bioingeniería permiten la transformación de lo biológico, 
a través de tecnologías que realzan, disminuyen o alteran ciertos aspectos 
corporales, desde la cirugía cosmética a las prótesis y restauración de tejidos y 
órganos. Estas situaciones plantean puentes entre la antropología y los estudios 
de ciencia y tecnología, bioética y tecnología y medicina, dado que requieren de 
un análisis de las implicaciones culturales, sociales y éticas de procedimientos 
e ideas de normalidad, anormalidad, riesgo, deficiencia, degeneración o realce, 
mejoramiento (eugenesia) y bienestar (emocional) que esos conllevan, a la vez 
que las intervenciones médicas, sociales o políticas a las que están sujetos, y 
las consecuentes transformaciones en hábitos, consumos y prácticas. Lo que 
bajo la perspectiva foucaultiana implica analizar las disciplinas corporales que 
controlan, diseñan, planifican y manejan lo biológico y lo tecnológico, y las 
exclusiones e inclusiones que generan estos nuevos estándares corporales.
A estas modificaciones de lo biológico se lesuman los xenotransplantes y la 
transgénesis. Los xenotransplantes o los trasplantes de células y órganos de una 
especie a otra -de cerdos a humanos: corazón, riñón, hígado, o de babuinos a 
humanos- abren un campo de investigación sobre las reclasificaciones de seres 
considerados más o menos humanos, la reconfiguración de los estatus de los 
animales o la prolongación de la vida y la personalidad a través de los órganos 
(Papagaroufali, 2001). De igual manera, la transgénesis replantea las fronteras 
entre especies y altera los límites conceptuales de lo natural y lo artificial.
Esta proliferación de híbridos se complementa con especies o productos que 
aparentemente no lo son, pero que tampoco pueden ser clasificados como 
«naturales». Watts (2005) plantea cuatro ejemplos, que son sugestivos para 
los análisis antropológicos, en los cuales esa interrelación entre lo natural y 
cultural es difusa:
1. Las plantas comestibles, dado que plantean la articulación entre los 
gustos culturales y las transformaciones ambientales en la generación de 
especies que responden a las expectativas culturales de deseos y placeres, 
como dulzura, embriaguez o belleza y que han transformado los paisajes; 
valgan como ejemplos el caso de las manzanas, la papa, la marihuana, 
entre otros. Especies que son resultado de los deseos humanos generados 
históricamente y que son registros tanto de transformaciones naturales 
como culturales.
2. Los pollos, dado que son fruto de la mecanización, transformación y 
control de su peso, enfermedades y anatomía, teniendo en cuenta que se 
requiere un tipo específico de pollo para maximizar su producción. Los 
pollos serían en parte naturaleza, máquina, cultura y ser orgánico.
3. El petróleo que, siendo «natural», se vuelve sinónimo del desarrollo, 
de mercancía global y de riqueza. Es un «recurso natural» relacionado 
con personajes específicos, con poder, corporaciones, violencia y 
guerra de imperios.
4. Finalmente, los parques zoológicos, lugares en los cuales desaparece 
lo animal y lo silvestre por el aislamiento, el letargo, el encierro y 
el aburrimiento. Se pone en cautiverio lo que por otra parte se está 
devastando. Los animales se vuelven representaciones y proyecciones de 
lo social. Para Watts (2005) estos cuatro ejemplos evidencian que la línea 
entre naturaleza y cultura tiene una ruptura irreversible.
Los anteriores procesos y procedimientos han ayudado a la proliferación de 
cuasi-humano y cuasi-objetos, en los cuales los límites entre lo natural, lo 
social y lo político son borrosos. Haraway (1991) plantea que estas fronteras 
difusas permitan la reconfiguración de categorías duales, géneros y límites 
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entre humanos y máquinas y entre humanos y animales, convirtiéndose en 
un campo de investigación muy amplio en donde los estudios antropológicos 
permiten pensar en los nuevos tipos de subjetividad e identidad de estos seres 
poshumanos y repensar las categorías de naturaleza y cultura.
Otro campo de investigación sobre los límites entre lo biológico y lo artificial 
esté relacionado con las modificaciones y alteraciones genéticas de los humanos. 
Nuevas perspectivas etnográficas dan cuenta de las implicaciones éticas y sociales 
de dichas modificaciones, al igual que de los desórdenes y nuevos órdenes que 
estas conllevan y, así mismo, de las nuevas identidades construidas en torno a 
grupos que tienen cierto tipo de perfil genético o nuevos circuitos globales de 
comercio de genes. Procesos que están transformando lo biológico y lo social, 
a la vez que los principios éticos que sustentan las alteraciones genéticas, los 
cuales van desde la no intervención en la naturaleza humana hasta la defensa 
de las posibilidades de transformación de lo natural y lo humano, a través de la 
tecnología, en la búsqueda de un transhumano (Hogle, 2005).
Reflexiones finales
Todos los desarrollos teóricos descritos anteriormente han permitido el 
surgimiento de diversas tendencias en investigación antropológica, las 
cuales han configurado su propio campo de acción o sub-disciplinas. La 
antropología ecológica analiza las interrelaciones entre humanos y su medio 
ambiente a través de metodologías ecológicas, mientras que la antropología 
del ambientalismo se centra en análisis etnográficos para estudiar el 
ambientalismo como un tipo de acción humana. La ecología histórica 
redimensiona sus potencialidades para poder restaurar ecosistemas y 
paisajes. La ecología humana adopta una perspectiva política y centrada en 
análisis ecosistémicos. La etnoecología y sus variantes –etnoclimatología, 
etnobotánica, entre otras- parten de los conocimientos locales y plantean 
estrategias frente a las transformaciones ambientales. Los análisis sobre 
ambientes virtuales y las nuevas relaciones con los ambientes biofísicos 
analizan, por ejemplo, el espacio virtual (cyberspace) y la biotecnología.
Continuar con la lista puede ser una tarea dispendiosa; lo que hay que resaltar 
es la vitalidad en los diversos campos y las posibilidades de análisis de la 
antropología en torno a las relaciones que los humanos tienen con sus entornos 
y las diversas dimensiones que éstas involucran. Así mismo hay que resaltar 
que estas aproximaciones requieren nuevas miradas sobre los conocimientos 
académicos, locales y parciales, nuevos análisis de las relaciones de poder, 
contextualizaciones históricas de la variabilidad individual y grupal en la relación 
con la naturaleza, el manejo ambiental y la producción de dichos conocimientos, 
lo que permitiría entender los nuevos escenarios de negociación, resignificación 
y conflictos entre significados en torno a la naturaleza.
Explorando en las perspectivas y tendencias presentadas anteriormente, 
considero que en la antropología hay necesidad de realizar análisis de 
las políticas, prácticas, percepciones, representaciones y significados de 
pobladores locales (grupos étnicos y comunidades locales) relacionados 
con la naturaleza y el medio ambiente a partir de la ecología política (con 
una perspectiva etnográfica), al igual que abordar nuevas perspectivas 
antropológicas sobre las construcciones sociales en torno a la relación 
naturaleza/cultura, en donde la ecología política necesita explorar 
concepciones locales no occidentales sobre naturaleza/cultura para entender 
otras concepciones y prácticas sobre la naturaleza y sus interrelaciones 
con las políticas ambientales, tanto locales como globales. La antropología 
contribuye a esta perspectiva al situar las concepciones, percepciones, 
representaciones, significados y prácticas de los indígenas, campesinos y 
diversas culturas de una manera compleja, dentro de las políticas ambientales 
locales, regionales, nacionales y globales.
Así mismo, es necesario ahondar en los análisis que se centren en la exploración 
de lo que Escobar plantea como «las estrategias políticas de defensa de estas 
formas de conocer, de esos modelos locales de naturaleza, de esos mundos 
diferentes» (2005:147). Análisis que tienen que aportar propuestas alternas al 
desarrollo sostenible, que se sustentan en las identidades culturales de acuerdo 
con las particularidades locales y de cada pueblo o, en términos de Leff (2005), 
construyen territorios culturales que permiten desarrollar las estrategias de manejo 
y conservación ambiental y continuidad cultural de dichos pueblos.
Por otro lado, los nuevos campos de articulación entre naturaleza y lo 
tecnológico y artificial requieren nuevas perspectivas y análisis. Si bien estos 
campos de investigación son muy recientes, Hogle plantea que hay una 
necesidad de «entender el ensamblaje entre el capital, las teorías científicas 
y las suposiciones sobre naturaleza y cultura que se están elaborando en el 
emergente campo de las tecnologías genéticas» (2005:711),

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