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29 Thomas May, la historiografía y los usos de la historia en la Inglaterra revolucionaria autor Kwiatkowski, Nicolás

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XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia.
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán,
2007.
Thomas May, la historiografía
y los usos de la historia en la
Inglaterra revolucionaria.
Kwiatkowski, Nicolás (UNSaM / CONICET).
Cita:
Kwiatkowski, Nicolás (UNSaM / CONICET). (2007). Thomas May, la
historiografía y los usos de la historia en la Inglaterra revolucionaria. XI
Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de
Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San
Miguel de Tucumán.
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XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. 
Tucumán, 19 al 22 de septiembre de 2007. 
Thomas May, la historiografía y los usos de la historia en la Inglaterra revolucionaria. 
Mesa 37. Problemas de historia cultural e intelectual de la Europa moderna. 
Nicolás Kwiatkowski. Moldes 1361 13 F. 47871218. nicokiako@hotmail.com 
Idaes - Unsam / Conicet. 
 
Thomas May (1595-1650) fue un poeta e historiador inglés. En 1627 terminó de 
publicarse su traducción de la Farsalia de Lucano, de la cual escribió en 1630 una 
continuación que dedicó a Carlos I, quien lo transformó en su protegido. Sin embargo, cuando 
sus expectativas de obtener un cargo público no se concretaron, May abandonó la corte y se 
acercó a los parlamentarios. En 1647 publicó una historia del Parlamento Largo, pero tras la 
ejecución del rey aparecieron dudas sobre su lealtad a la causa parlamentaria: fue obligado a 
abandonar Londres y murió, meses después, en Weymouth. Este trabajo analizará la vida y la 
obra de May, prestará especial atención a los principios historiográficos y a la noción de 
historia subyacentes en sus escritos, así como a su análisis de la Guerra Civil y sus causas, y 
buscará identificar algunos usos de la historia en la Inglaterra revolucionaria. A continuación, 
se presentará brevemente el estado de la historiografía en Inglaterra en el momento de la 
intervención de May, para luego abordar con mayor detalle la biografía del personaje, su 
actividad intelectual y política y su intervención historiográfica más renombrada, The History 
of the Parliament of England. 
 
I 
 
Entre los últimos años del reinado de Isabel y el comienzo de la Revolución Inglesa, se 
produjo en Inglaterra una renovación en la historiografía (entendiendo sintéticamente por 
historiografía el modo de investigación y escritura de la historia y las concepciones 
predominantes de verdad y prueba en lo referente al pasado) que encontró expresiones 
diversas. Por un lado, la importancia atribuida a la providencia en el desarrollo de los eventos 
humanos y naturales tendió a decaer. Estuvo muy lejos de desaparecer por completo (y el 
genuino providencialismo durante la Revolución está allí para recordárnoslo), pero creció en 
la narrativa histórica el papel de la causalidad humana y las causas segundas. Esto tuvo un 
correlato metodológico en la creciente importancia de la evidencia empírica, tanto escrita 
como material, en la forma de las entonces llamadas “antigüedades”, en las justificaciones 
historiográficas. En este campo es crucial el papel del anticuariado, tanto en su desarrollo 
institucional en la efímera Sociedad de Anticuarios como en los emprendimientos e 
investigaciones particulares. Del mismo modo, la creciente preocupación por la preservación 
de documentos y rastros del pasado atestigua esta novedad y pone de relieve los vínculos 
entre el estudio del pasado y la profesión legal: el veloz desarrollo de la common law tuvo 
importantes efectos sociales y políticos, pero también historiográficos, por la preocupación de 
los abogados por los precedentes. En un sentido semejante, la historia profana fue puesta en el 
mismo nivel que la historia sagrada, dejaron de ser campos separados. Por otra parte, los 
argumentos históricos adquirieron especial relevancia en el debate político contemporáneo, lo 
que en cierta medida implicó un abandono del antiguo ideal de la historia como lección moral, 
en un pasaje hacia una preocupación por la utilidad. Finalmente, no sólo apareció cierta 
conciencia del cambio, que redundó en el surgimiento de una suerte de conciencia histórica 
nacional, sino que también comenzó a ganar terreno la idea de que ese cambio no debía 
necesariamente tender a la decadencia, sino que podía ser progresivo. Una serie de 
modificaciones de similar tenor tuvieron lugar en la noción de historia misma, en la forma de 
concebir el pasado, entonces predominante. Algunos de estos cambios en la historiografía y 
en la idea de historia se explican por vínculos cruzados entre Inglaterra y el mundo intelectual 
europeo, fundamentalmente italiano, centralmente en lo que refiere a la recepción y 
resignificación de los escritos de F. Guicciardini y N. Maquiavelo1. Pero los progresos de la 
historiografía humanista, tanto como las influencias del mundo clásico, fueron resignificados 
de tal modo en el proceso de su apropiación por parte de los historiadores y anticuarios 
ingleses que dieron lugar a evoluciones diversas de las previsibles originalmente en el seno de 
esas tradiciones. 
Los derroteros que siguieron la historiografía y la noción de historia en los años 
previos a la Revolución encuentran, tras el estallido de la Guerra Civil, una suerte de 
culminación en usos filosóficos, teóricos y políticos de la historia de una amplitud mayor a la 
prevaleciente hasta entonces. Además del famoso Behemoth, en Leviathan, por ejemplo, 
Thomas Hobbes sostenía que la causa de la Revolución Inglesa debía buscarse en la fuerza de 
la moralidad y la riqueza mercantil, que había conducido a una lucha por la soberanía entre el 
rey y el Parlamento primero, y entre Cromwell y el Ejército y el Parlamento luego. Como las 
causas de la Guerra Civil eran morales, Hobbes sostenía que la causa profunda debía buscarse 
en las universidades.2 Por su parte, James Harrington produjo en 1656 una interpretación de la 
Revolución que gozaría de gran popularidad y provocaría grandes polémicas en el siglo XX, 
al sostener en Oceana, que la Guerra Civil había sido el resultado de la ruptura del balance 
entre las formas del poder político y la estructura social, específicamente la propiedad de la 
tierra.3 De este modo, Harrington vinculaba, por vez primera, lo ocurrido en Inglaterra durante 
la Revolución con una profunda filosofía de la historia materialista. 
 Otra forma de observar las relaciones entre la historia, la historiografía y la Guerra 
Civil en Inglaterra se vincula con la importancia de la common law para el desarrollo de la 
Revolución. Como ya se ha anunciado, los vínculos entre la renovación historiográfica inglesa 
y la profesión legal eran muchos: no sólo abogados, historiadores y anticuarios eran muchas 
 
1 Mucho se ha escrito sobre este tema, por ejemplo F. Raab, The English face of Machiavelli, a changing 
interpretation, 1500-1700, Londres, Routledge & K. Paul, 1964. En su History of the Parliament of England, por 
ejemplo, Thomas May cita Maquiavelo recomendando prudencia al príncipe (p. 54). 
2 T. Hobbes, Leviathan, C. B. Macpherson (ed.), Harmondsworth, Penguin Books, 1985, 166. 
3 J. Harrington, The Commonwealth of Oceana and a system of politics, Cambridge, Cambridge University 
Press, 1992. 
veces las mismas personas, sino que, como es de esperarse, sus prácticas eran también 
semejantes en cada una de esas actividades. De acuerdo con A. Cromartie4, en los años 
previos a la Guerra Civil, Inglaterra atravesó una “revoluciónconstitucional” que implicó un 
permanente reordenamiento de la imaginación política. Así, según J.G.A. Pocock5, en los 
primeros cuarenta años del siglo XVII, la common law comenzó a ser utilizada para resolver 
cuestiones políticas, hasta el punto que el poder de los reyes llegó a ser visto como una 
expresión de la common law. Según Edward Coke (1552-1634), el más famoso de los 
common lawyers de la época, “la common law fue por la sabiduría de los más excelentes 
hombres, en muchas sucesiones de años, por larga y continua experiencia (el juicio del 
derecho y la verdad) establecida y refinada”; “la common law limita y determina todas las 
otras leyes, artes y ciencias humanas”6. Incluso si la common law en los términos de Coke 
podría ser considerada ahistórica, por cuanto la concebía como inmemorial e inmutable, su 
práctica puede definirse como cercana a la de los historiadores filológicos en lo referente a la 
investigación de documentos originales, del mismo modo que la indagación legal y las 
disputas políticas vinculadas a ella desempeñaron un papel de importancia en la conservación 
de archivos y registros durante la primera mitad del siglo XVII. Coke, por otra parte, usaba la 
historia en sus argumentos legales, pero pensaba que era en el estudio de la ley, al que 
consideraba superior, que se encontraban “las verdaderas y fieles historias de los tiempos 
sucesivos”7. De acuerdo con Cromartie, las disputas respecto de la religión y la soberanía eran 
cruciales para determinar la pertenencia a uno u otro bando, pero no eran las únicas 
relevantes: el debate legal anterior y las “libertades inmemoriales del inglés libre por 
nacimiento” eran otro motivo para la adhesión. 
Si bien los argumentos históricos eran importantes en el debate político durante la 
Revolución, es preciso reconocer con Perez Zagorin que no todos los posicionamientos 
políticos se apoyaban en el pasado8. De hecho, este autor reconoce dos actitudes hacia la 
historia durante la Guerra Civil. De acuerdo con la primera de ellas, que se materializó en lo 
que se dio en llamar la teoría del yugo normando, hasta 1066 los habitantes anglosajones de 
Inglaterra vivían como ciudadanos libres e iguales y se gobernaban a sí mismos mediante 
instituciones representativas; la conquista los privó de esa libertad y estableció la tiranía de un 
rey extranjero y los señores, pero el pueblo no olvidó los derechos perdidos y peleó por ellos, 
obteniendo concesiones como la Magna Carta, lo que a su vez estimulaba nuevas demandas.9 
 
4 A. Cromartie, “The Constitutionalist Revolution: The Transformation of Political Culture in Early Stuart 
England”, Past and Present, 163, mayo de 1999, 76-120. 
5 J.G.A. Pocock, The Ancient Constitution And The Feudal Law; A Study Of English Historical Thought In The 
Seventeenth Century, Nueva York, Cambridge University Press, 1987. 
6 The Reports of Sir Edward Coke, Londres, Joseph Butterworth and Son, 1826, (1576-1616), XXXVIII, 
prefacio. 
7 The Reports of Sir Edward Coke, Londres, Joseph Butterworth and Son, 1826, (1576-1616), I, prefacio. 
8 Perez Zagorin, A History of Political Thought in the English Revolution, Londres, Routledge and Kegan Paul, 
1952. 
9 Los niveladores llevaron la teoría a una nueva fase, por cuanto utilizaban una versión del pasado anglosajón, 
pero también desarrollaron una concepción de derechos naturales, una transición de recuperar derechos porque 
existían a reclamarlos porque deberían existir, de la mitología histórica a la filosofía política. Esperaban que la 
La segunda actitud hacia la historia durante la Revolución, en cambio, reconoce que el pasado 
no siempre sustenta las demandas del presente y apela a la razón como sinónimo de voluntad 
y ley divina. Esta actitud, en cierto sentido racionalista, estaba presente tanto en Hobbes como 
en G. Winstanley, pero no implicaba necesariamente un rechazo completo de la historia.10 Sin 
embargo, cuando los Comunes acusaron a Carlos I de tiranía, traición y asesinato se ubicaron 
más cerca de la continuidad de la antigua constitución inglesa y de la common law. Los 
parlamentarios sostuvieron que “el rey tenía la oscura intención de subvertir por completo las 
antiguas y fundamentales leyes y libertades de esta nación; y de introducir en su lugar un 
gobierno arbitrario y tiránico. Persiguió ese objetivo con la espada y el fuego, levantados y 
sostenidos en una guerra cruel en su propia tierra contra el Parlamento y su reino”11. 
Pero las relaciones entre historia, historiografía y Guerra Civil en Inglaterra no se 
vinculan sólo con los usos de la historia como base para la filosofía política, para la ley o para 
la construcción de interpretaciones históricas de largo aliento, sino que también se dejaron 
sentir en los primeros relatos de lo ocurrido entre el rey y el Parlamento. La Revolución ha 
provocado violentos debates desde que, con las primeras historias escritas por los 
contemporáneos, los historiadores discutieron el carácter y la naturaleza del suceso y su lugar 
en la historia de Inglaterra. Como ha afirmado R. Hutton, “la Guerra Civil ha despertado 
furias en el papel desde que la sangre dejó de derramarse”.12 El principal historiador 
contemporáneo a la Revolución, Edward Hyde, el conde de Clarendon, que había debido 
exiliarse luego de las victorias parlamentarias y que tras la Restauración sería Lord Canciller, 
construía un importante argumento político a partir de su estudio histórico, y lo hacía con una 
violencia polémica acorde a sus tiempos, aunque también rastreaba las causas sociales 
profundas de la Revolución. Clarendon afirmaba que Thomas May “murió miserable y 
abandonado, y merece ser olvidado”, porque “se prostituyó a sí mismo al celebrar vilmente 
los actos infames de quienes se rebelaron contra el rey”.13 ¿Qué había hecho May para 
despertar semejante reacción en alguien con quien había compartido amigables reuniones en 
el círculo de Ben Jonson14? 
 
revolución los librara de las nefastas consecuencias de la conquista y fusionaban teorías bíblicas y 
constitucionales: todos los hombres eran libres e iguales por ser hijos de Adán, en Inglaterra los sajones lo fueron 
hasta los normandos. Christopher Hill sostiene que la leyenda deja mucho que desear, puesto que la sociedad 
anglosajona estaba dividida en clases antes de la conquista, pero como teoría clasista de la política tenía gran 
significación: era secular y no religiosa, unía al tercer estado contra la corona, la Iglesia y los señores, sugería 
que la clase dominante es ajena a la población. C. Hill, Puritanism and Revolution, Nueva York, Schocken, 
1970, 50 y ss. 
10 Para Winstanley, véase G. Winstanley, La ley de la libertad, Buenos Aires, Biblos, 2006, con estudio 
introductorio de Julián Verardi. Winstanley, como Harrington, pensaba que la propiedad de la tierra era el factor 
crítico en la vida social. La base de su utopía comunista era el disfrute libre de la tierra por todos como sustento 
de la libertad y la paz. 
11 An Act of the Commons of England Assembled in Parliament for Erecting a High Court of Justice for the 
Trying and Judging of Charles Steward King of England, Londres, 1649. 
12 R. Hutton, “The English Civil War”, English History Review, CII, 1987, 214. Cit. en R.C. Richardson, The 
Debate on the English Revolution, Londres, Methuen & Co., 1977, 11. 
13 Cit. en H.R. Trevor-Roper, “Clarendon and the Practice of History”, Los Ángeles, William Andrews Clark 
Memorial Library, 1965, 39, 38. 
14 Los estudios más recientes sostienen que Clarendon y May no compartieron el Círculo de Great Tew, al que 
May no habría asistido asiduamente, sino el círculo de Ben Jonson, conocido como Ben’s Tribe, frecuentado 
 
II 
 
Thomas May nació en 1596 en Mayfield, Sussex.Su padre se había dedicado a la 
fundición de hierro, pero tras un matrimonio ventajoso con Barbara Rich, logró comprar 
tierras y alcanzar una efímera prosperidad –debió vender esas tierras más tarde, luego de un 
segundo matrimonio–, de modo que Thomas pudo graduarse en el Sidney Sussex College de 
Cambridge en 1613 e ingresar a Gray’s Inn en 1615. Por un defecto en el habla que lo hacía 
tartamudear, la carrera de May en las leyes no parecía demasiado promisoria, de modo que se 
volcó a las actividades literarias: en 1622 se publicó su primera comedia, The Heir (El 
heredero), que pudo haber sido representada en la universidad; mientras que The Old Couple 
(La pareja vieja) no se publicó hasta 1658, pero hay registro de una representación en la corte 
en 1636 y es posible que haya sido escrita bastante antes. Ambas comedias trataban de las 
dificultades que los jóvenes herederos enfrentaban para cobrar sus herencias, aunque el tema 
era tan convencional que las obras no necesariamente reflejan su experiencia personal. 
Pronto, la cultura y la política de la antigua Roma se convirtieron en el principal 
interés literario de May. En 1626 aparecieron los tres primeros libros de su traducción de la 
Farsalia, que terminó de publicarse al año siguiente. Se ha afirmado que la preocupación que 
Thomas comenzó a mostrar por la historia política romana se vincula con el incremento de las 
tensiones políticas en los últimos años del reinado de Jacobo y en los primeros años del de 
Carlos I, de modo que May habría intentado leer los sucesos de su tiempo a través de la lente 
que le proveían las obras ficcionales e históricas de la antigüedad. El poema de Lucano 
también influyó fuertemente en su tragedia Cleopatra, representada en un teatro desconocido 
en 1626, del mismo modo en que Julia Agrippina, representada en 1628, se inspiraba en 
Lucano para retratar la corrupción imperial.15 
La traducción de May de la Farsalia de Lucano y su continuación hasta la muerte de 
Julio César, publicada en 1630, merecen una breve digresión. De acuerdo con C. Hill, “entre 
1600 y 1628 hubo tres traducciones de Lucano, considerado el poeta republicano por 
excelencia. La primera era obra de Christopher Marlowe, la segunda del primo y colaborador 
de sir Walter Ralegh, Arthur Gorges, e iba precedida de un soneto alabatorio de Ralegh, la 
tercera era la de Thomas May”16. La escasez de traducciones se explica en parte por la intensa 
hostilidad del poema a la tiranía del Imperio Romano y su cálido tributo a las virtudes 
republicanas. Cuando May publicó los diez libros completos, dedicó cada uno de ellos a 
 
también por Thomas Carew, Kenelm Digby, Charles Cotton y otros. Ben’s Tribe y el Círculo de Great Tew 
coexistieron en la década de 1630. Las reuniones del primero se efectuaban en la residencia de Jonson, mientras 
que las del segundo tenían lugar en la residencia de Lucius Cary, vizconde de Falkland, adonde concurrían entre 
otros William Chillingworth, Thomas Hobbes, Edward Hyde y el propio Ben Jonson. En ambos casos, poetas, 
historiadores, teólogos y filósofos se encontraban para discutir e intercambiar ideas sobre temas diversos. Al 
respecto, ver H. Trevor-Roper, Catholics, Anglicans, and Puritans: Seventeenth-Century Essays, Chicago, 
University of Chicago Press, 1987 y R.W. Harris, Clarendon and the English Revolution, Londres, Chatto and 
Windus, 1983. 
15 También en esta época, May escribió Julio César, una tragedia en latín hoy perdida, y Antígona (1631). 
16 C. Hill, Los orígenes intelectuales de la Revolución Inglesa, Barcelona, Crítica, 1980, 177. 
figuras como los condes de Devon (Hobbes era uno de sus protegidos), Warwick y Essex, 
nobles que, por decirlo brevemente, estaban más vinculados al primer polo de la oposición 
entre country y court. Según el National Dictionary of Biography, la posición de May era 
políticamente sensible y las dedicatorias fueron eliminadas de la mayoría de las copias. D. 
Norbrook ha afirmado que la traducción y continuación de la obra de Lucano ponía a May en 
una tradición moderadamente republicana, de acuerdo con la cual la república se volvía 
inevitable si el rey desobedecía persistentemente la antigua constitución de Inglaterra, pues, 
de acuerdo con su análisis, “la Farsalia es un texto iconoclasta, antiimperial y anti-augusto, 
cuya presencia se siente en la poesía de corte de la década de 1630 y en los escritos de los 
nuevos Lucanos ingleses (George Wither y Thomas May) hasta el desencadenamiento de la 
Guerra Civil”17. Sin embargo, no debe olvidarse que la edición de 1630 de la continuación de 
la Farsalia estaba dedicada “al más grande y poderoso monarca Carlos, por gracia de Dios 
rey de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, (...) suplicando a Dios Todopoderoso que establezca el 
trono de su majestad sobre la Tierra, enriqueciéndolo con bendiciones de ambas manos y 
luego coronándolo con gloria incorruptible”18. 
De cualquier modo, la traducción y la continuación de Lucano también son 
importantes para la cuestión que nos ocupa más específicamente aquí, la concepción de la 
historia y la historiografía de Thomas May. Ante todo, porque nos recuerda que si bien las 
fronteras entre historia y ficción habían comenzado a delinearse más claramente, el deslinde 
no era aún completo. May defendía en su traducción el poema de Lucano como “una 
verdadera historia, adornada y enaltecida con raptos poéticos, que no adulteran ni corrompen 
la verdad, sino que le dan un recubrimiento más dulce y placentero”19. Así, May seguía a 
Jonson en la afirmación de que era la “verdad del argumento” la que hacía que una obra sobre 
el pasado fuera una historia, más allá de los adornos que la acompañaran. De hecho, al final 
de cada uno de los libros de su continuación, May incluía notas históricas en prosa que 
esclarecen diversos aspectos del poema y habían sido tomadas de fuentes antiguas: Dión 
Casio, Tácito, Livio, César, Estrabón, Plutarco, etc. Ciertamente, para May no parecen existir 
grandes diferencias entre un poema de inspiración histórica y un relato preciso de lo ocurrido 
en el pasado; la ansiedad por una distinción precisa es patrimonio de historiadores más 
recientes20. En el poema que explicaba la portada de su continuación –en la que Caliope 
 
17 D. Norbrook, Writing the English Republic. Poetry, Rhetoric and Politics, 1627-1660, Cambridge, Cambridge 
UP, 1999, 48. 
18 T. May, A Continuation of Lucan’s Historicall Poem till the Death of Iulius Caesar, Londres, 1630, A4. 
19 Pharsalia, trad. T. May, Londres, 1627, epístola dedicatoria, A2V. También en la continuación, May afirma 
que “se trata de la conclusión de la gran historia ricamente ataviada por el noble Lucano”. T. May, A 
Continuation of Lucan’s Historicall Poem till the Death of Iulius Caesar, Londres, 1630, A4. 
20 Sin embargo, sí existía en la primera mitad del siglo XVII en Inglaterra una clara conciencia de la distancia 
entre el discurso ficcional o mítico en prosa o en verso y el discurso histórico, como prueban las reflexiones 
críticas de historiadores y anticuarios sobre la fundación mítica de Gran Bretaña por Bruto, el bisnieto de Eneas. 
Por ejemplo: “Sin embargo, nuestro gran anticuario William Camden, a pesar de haber empleado todo su 
ingenio, dice no haber encontrado evidencia para sostener esa opinión y prueba que es poco convincente. Es 
razonable pensar que su existencia es más poética que histórica. G. Monmouth, que afirmó su existencia, ha sido 
definido como inventor de fábulas y ficciones ridículas”. George Hakewill, An Apologie for the Power and 
Providence of God in the Government of the World, Londres, 1627, 9. 
ordena al espíritu de Lucano que termine su poema inconcluso–, May reitera su convicción de 
la veracidad de lahistoria de Lucano y propone posibles causas de la guerra civil romana: 
 
Grandes y verdaderas acciones tu graciosa pluma, 
adornando la historia con un gran éxtasis, 
con gran presunción y alta moralidad, 
condenó la fuerte injusticia de aquella época, 
y refrenó la tendencia a la furia civil, 
cuando la fuerza de Roma, que ella misma había creado, 
parecía no poder ya cargar con su propio peso. 
Ponías la carga sobre la falsa grandeza y en versos inmortales 
conferías fama a nobles sepulcros, 
pero este impulso ennoblecedor 
fue silenciado por el inoportuno golpe de la muerte.21 
 
 Si bien en algunos pasajes de su continuación May parece relatar la victoria de un 
soberano justo y su ejército valiente sobre un grupo de rebeldes traicioneros, son también 
frecuentes las referencias a quienes buscaban poner fin “a la tiranía de César sobre Roma” y, 
de hecho, considera que los honores desacostumbrados del Senado a César por sus victorias 
no son más que “un agradecimiento a los dioses por un sometimiento de Roma mayor a 
cualquier grandeza que haya podido tener hasta entonces”. Se trata, pues, de un uso político 
de la poesía histórica, de una suerte de advertencia para los monarcas que, como César, se 
exceden tras sus grandes logros y someten a sus reinos tras un período de libertad22, un 
argumento que reencontraremos en la historia del Parlamento de May. La obra concluye con 
el asesinato de César, al que define como “un sacrificio que apacigua a un suelo ofendido”23. 
 Más relevante para nuestros propósitos es que en toda su obra May combina 
fundamentalmente tres tipos de factores para sus explicaciones históricas: la influencia de la 
fortuna (por sí misma o por intermedio de contingencias como el clima, una determinación 
natural que no tiene que ver con lo divino ni con lo humano24), la de la mano de Dios y la de 
la acción de los hombres (encarnada por la genialidad militar de César o el valor de sus 
ejércitos). En algunas batallas hay prodigios y anuncios divinos que permiten prever el 
resultado, en otras estas cosas no existen y se presentan sólo temores, esperanzas, habilidades 
humanas y “destino”. En España por ejemplo, May hace decir a César: “Oh, Fortuna, veo 
ahora que no deseas que poder alguno derroque lo que tú has construido; pero no te acuso, has 
hecho ya bastante para mí, bastante han favorecido tus trascendentes favores el curso de mi 
vida; si no cambiaras tal vez el mundo me censuraría más que a cualquier hombre, y aunque 
 
21 T. May, A Continuation of Lucan’s Historicall Poem, Londres, 1630, A3. 
22 Por ejemplo, idem, 93. 
23 Idem, 21, 75, 122. 
24 Por ejemplo, para algunas de las victorias navales de César en España (idem, 91). 
no eres una deidad, por largo tiempo he conocido tus favores, y puedo con seguridad soportar 
tu enojo”. Y Thomas concluye: “Allí debió haber muerto, pero las madres gentiles 
frecuentemente dejan que sus hijos se acerquen al peligro lo suficiente como para que se 
asusten, para luego proveerles su oportuna ayuda, y así la fortuna encuentra una forma 
inesperada de salvar su destino”. Esa forma no es más que una recuperación militar de su 
ejército, por habilidad y valor25. 
Aunque algunos de sus contemporáneos consideraron que May era republicano ya 
cuando publicó su traducción de Lucano, lo cierto es que tras la muerte de Ben Jonson se lo 
consideró como su posible sucesor y, de acuerdo con los especialistas, May habría moderado 
entonces el tono de sus obras. En 1628 tradujo las Georgicas de Virgilio y en 1629 algunos 
epigramas de Marcial. Luego, por pedido de Carlos I, se volcó decididamente a la historia 
inglesa, con dos historias en verso de los reinados de Enrique II (1633) y Eduardo III (1635), 
que destacan los dilemas y complejidades del poder real. Por entonces, May intentó reforzar 
sus vínculos cortesanos en busca de un lugar en la corte como poeta: dedicó sus obras al rey, 
al Lord Canciller Weston, a Endymion Porter y a sir Kenelm Digby, y consagró algunos 
versos a la reina Enriqueta María. Comenzó a circular una historia que revelaba tanto las 
pretensiones de May como sus posibles límites. Según el relato, en 1634, Thomas asistió a un 
baile en la corte y accidentalmente empujó al Lord Chamberlain, el conde de Pembroke, quien 
le pegó un bastonazo y se disponía a someterlo a un castigo más severo cuando el rey en 
persona rescató a May, a quien defendió como “mi poeta”. Pembroke acompañó sus disculpas 
con un regalo de 50 libras. De esta época data también su relación con el conde de Clarendon, 
quien elogiaba entonces su continuación de Lucano como una obra que “por su saber, su 
ingenio y el lenguaje es uno de los mejores poemas dramáticos en lengua inglesa”26. 
Finalmente fue sir William Davenant, y no May, quien sucedió a Jonson como poeta 
en la corte desde 1637. Según Clarendon y otros realistas, este evento llenó a May de 
resentimiento y llevó a su cambio de adhesión política. Sin embargo, no hubo señales de que 
el rey le hubiera retirado su favor, pues ese mismo año quedó vacante el puesto de cronista de 
Londres y el rey, Pembroke y el conde de Dorset escribieron en su apoyo. Aunque tampoco 
obtuvo ese puesto el fracaso no puede atribuirse al rey, e incluso en 1640 hay signos de que 
May no lo hacía: fue en ese año que se publicó la versión latina de su continuación de 
Lucano, que también estaba dedicada a Carlos. En la crisis política de 1640-1642, sin 
embargo, May se alineó con el Parlamento. Más que insistir en un enfrentamiento personal 
con el rey, el tratado en el que justifica su decisión, A Discourse Concerning the Success of 
Former Parliaments, de 1642, ofrece una oscura visión de la tendencia general de las 
 
25 Idem, 96-98. 
26 Hyde no encontraba en May ningún rastro del futuro parlamentario, como no se encuentran en sus expresiones 
de entonces rastros de su ensañamiento posterior. Clarendon opinaba que “como su fortuna no podía elevarse 
hasta su mente, hizo descender su mente hasta su fortuna, pues era de naturaleza modesta y humilde, que no era 
afectada, pero se volvió una imperfección en su oratoria, que lo mortificaba mucho y lo alejaba de entrar en 
conversación alguna salvo en presencia de sus amigos”. The Continuation of the Life of Edward, Earl of 
Clarendon, Londres, 1759, 924. 
instituciones monárquicas a amenazar la libertad, sea cual sea el carácter del monarca 
individual. La obra concluye con una declaración en favor del gobierno del rey en el 
Parlamento como forma de prevenir crisis terribles: 
 
“Éstos fueron los peores ejemplos de Parlamentos, pero en otros tiempos, aunque 
también malos, han probado ser un mejor remedio que cualquier otra solución 
mundana, cuando fueron usados como dieta por Príncipes justos y honorables, con los 
cuales esta Nación ha sido bendecida frecuentemente, quienes no han considerado una 
desventaja o depresión de su dignidad ser gobernados por el influjo de tan grande 
Consejo, sino como una guía de gran sabiduría, tal como un barco se orienta por la 
brújula o un matemático es guiado por sus necesarias guías e instrumentos.”27 
 
Probablemente por su combinación de firmeza y moderación, el Parlamento lo eligió 
para que fuera el autor de la propaganda parlamentaria, en la forma de panfletos y libros de 
noticias. A True Relation from Hull (1643) es la única obra de este período que fue firmada 
por May, pero los contemporáneos suponían que había participado en la redacción de muchos 
otros escritos y hay evidencia de su intervención en The Character of a Right Malignant 
(1645), The King’s Cabinet Opened (1645) y The Lord George Digby’s Cabinet and Dr. 
Goff’s Negotiations (1646). Para 1645 se había vuelto lo suficientemente famoso como para 
ser objeto de burla en los libros de noticias realistas y recibir una defensa en los moderados. 
En enero de1646 May fue designado secretario del Parlamento con un salario de 200 libras 
anuales. El encargo de reivindicar el honor de Lords y Comunes fue satisfecho con la 
publicación de The History of the Parliament of England en mayo de 1647, una obra de la que 
nos ocuparemos en el apartado siguiente. Lentamente, a medida que se volvían más agudas 
las divisiones entre los parlamentarios, May se fue acercando a los independientes. El 
Parlamento le encargó continuar su History y en 1650 produjo un Breviarium en latín, que 
pronto se tradujo al inglés, en el que condensaba el volumen de 1647 y extendía su historia 
hasta la ejecución del rey. Al mismo tiempo, continuó con su trabajo como propagandista del 
Parlamento: en 1650 publicó The Changeable Covenant, un texto que criticaba la cambiante 
actitud de los escoceses durante la Guerra Civil. 
El 13 de noviembre de 1650, cuando algunos parlamentarios comenzaban a dudar de 
su lealtad a la causa, May falleció y fue sepultado con honores de Estado en la abadía de 
Westminster. Surgieron entonces las más encendidas declaraciones contrarias al historiador 
del Parlamento Largo. La sátira de Andrew Marvell Tom May’s Death, por ejemplo, afirmaba 
que se había ahogado parrandeando con unos borrachos, azuzando la imagen del May 
alcohólico y mujeriego que se había creado en la década de 1640. Por su parte, el puritano 
William Rowe lo vinculó con una “pandilla de ateos” entre los que se contaban Thomas 
Chaloner y Henry Neville. En 1661 el cuerpo de May fue uno de los exhumados por los 
 
27 A Discourse Concerning the Successe of Former Parliaments, Londres, 1642, 12. 
realistas triunfantes y fue enterrado en St. Margaret, Westminster; seis años antes, sir William 
Davenant, su rival como poeta, había sido sepultado en su lugar en la abadía. A pesar de, o tal 
vez en parte gracias a, su reputación controvertida, los escritos de May mantuvieron cierta 
influencia incluso después de su muerte. Su traducción y continuación de la Farsalia fueron 
regularmente reeditadas en ediciones continentales de Lucano, mientras que The Heir fue 
adaptada por Susanna Centlivre en The Stolen Heiress (1703). Cuando finalmente, a 
comienzos del siglo XVIII, apareció la History of the Rebellion de Clarendon, que fue vista 
como una respuesta a la History parlamentaria, los whig defendieron el estilo menos 
ampuloso de la obra de May28. La History fue reeditada en 1854, pero desde entonces 
prácticamente desapareció hasta que la historiografía del siglo XX le prestó –mínima– 
atención.29 
 
III 
 
Aunque en apariencia May escribió una historia de la Guerra Civil y un resumen de 
esa historia, la History of the Parliament of England de 1647 y el Breviary of the History de 
1650 son en realidad obras muy diferentes. Escritas al calor de los acontecimientos, las 
divergencias entre ambas son indicativas de las posiciones políticas de May en dos etapas 
distintas de la Guerra Civil: no es sólo a favor de la brevedad que May prefiere omitir el breve 
relato de lo ocurrido en los reinados de Isabel y Jacobo, con los que se inicia la History, en el 
Breviary; la victoria del Parlamento, incierta en 1647 y completa en 1650, las divisiones 
internas entre los parlamentarios y la ejecución del rey cambiaron hasta tal punto el panorama 
político del reino que la obra de May no podía sino reflejar esos cambios. Sin embargo, las 
convicciones del autor de ambos textos respecto de lo que la historia debía representar en 
relación con la verdad y respecto del papel de la providencia, la fortuna y la acción humana en 
 
28 Clarendon no escribió su History para influir sobre su tiempo, pues pensaba que no debía publicarse 
inmediatamente, sino para comprender lo ocurrido y derivar de ello una filosofía para el futuro (“[la obra] no 
debería publicarse durante la época en la que fue escrita, pero puede servir para informarme a mí mismo y a 
algunos otros de lo que debemos hacer y para reconfortarnos por lo que hemos hecho”, E. Hyde, The History of 
the Rebellion and Civil Wars in England, Oxford, 1704, I, 2). Tampoco la escribe como reacción a la de May, 
como afirma H. Trevor Roper (Edward Hyde, Earl of Clarendon, Oxford, Clarendon Press, 1975), pues 
comienza a redactarla en 1646, cuando la obra de May todavía no existía. Sin embargo, es significativo que 
durante la Guerra Civil ambos bandos apelaran a la historia como el género adecuado para relatar los eventos, 
encontrar sus causas y prevenir su repetición. De hecho, Clarendon considera que su actividad como historiador 
era “un servicio a Dios y a mi país” tan valioso como el político o el militar (E. Hyde, The life of Edward Earl of 
Clarendon, Oxford, 1827, II, 588). 
29 R. MacGillivray, Restoration Historians and the English Civil War, La Haya, Martinus Nijhoff, 1974, dedica a 
la obra de May una parte del primer capítulo, como uno de los pocos ejemplos de defensas de la causa 
parlamentaria disponibles durante la Restauración. J.G.A. Pocock se ocupó de los ecos de los historiadores 
clásicos en la obra de May en “Thomas May and the narrative of Civil War”, en Derek Hirst y Richard Strier, 
eds., Writing and Political Engagement in Seventeenth-Century England, Cambridge, Cambridge University 
Press, 1999. El estudioso más importante de la historiografía del período, D.R. Woolf, prácticamente no se ocupa 
de la obra de May y se refiere limitadamente a la de Clarendon, pues prioriza sobre todo el estudio de formas de 
historia asociadas con el ocio cultivado más que con el compromiso político. Por ejemplo, D.R. Woolf, Reading 
History in Early Modern England, Cambridge, Cambridge University Press, 2000. 
el desarrollo de los eventos de este mundo, así como los usos políticos del relato histórico y 
de la referencia a las fuentes dentro de éste, permanecen semejantes. 
 Sobre todo en la History, aunque también en el Breviary, May parece proponer que 
hay más de una causa para el estallido de la Guerra Civil, y que existe también una jerarquía, 
un peso diverso, de esos distintos factores causales en el desencadenamiento del conflicto. La 
causa más profunda de la disputa es religiosa, y en ella se juega el destino de la religión 
reformada; en segundo término, y en un contexto de conflictos tanto sobre la doctrina como 
sobre el gobierno de la Iglesia y sobre los enfrentamientos religiosos a escala europea, se 
ubican las quejas de los habitantes del reino, el papel de los malos consejeros y la actitud de 
los reyes hacia el Parlamento. Aunque el detonante final es la situación escocesa (la 
resistencia a la imposición de un Book of Common Prayer adaptado y la actitud del rey al 
respecto), el autor de la History no omite referencias a la malignidad, la estupidez y la 
testarudez de algunos hombres. La cuestión de las prerrogativas del rey y el Parlamento es 
mencionada, pero aparece sobre todo en las referencias a la guerra de escritos que precedió al 
inicio del conflicto armado y no tanto entre las causas profundas del enfrentamiento. Al 
comienzo parece haber buenas intenciones del rey (satisfacer las inquietudes de su pueblo) y 
del Parlamento (no acusar al rey, sino a malos consejeros), pero en todo el relato subyace una 
sensación de espiral indetenible que conduce a la catástrofe. 
Así, May inicia el primer capítulo del primer libro de la History refiriéndose al reinado 
de Isabel, pues aunque reconoce que el mismo “escapa a esta historia”, advierte que su 
“prudente y justo gobierno” llevó a Inglaterra “una riqueza mayor que cualquier gran tesoro: 
la religión reformada”. Tras una breve mención a Jacobo, May advierte que Carlos “concedió 
la Petición de Derechos, para gran regocijo del pueblo. Pero inmediatamente se comprobó que 
eso no aliviaba su situación, pues una vez disuelto el Parlamento el rey actuó como siempre lo 
había hecho y su concesión, en lugar defortalecer la libertad del reino, lo hizo aparecer más 
indefenso que antes, pues era evidente que las leyes mismas no eran barrera para la voluntad 
del rey”, que estaba obsesionado por incrementar la recaudación y conducía las relaciones 
exteriores del reino “para deshonor de Inglaterra y desgracia de sus aliados y de la religión 
misma”. Al mismo tiempo, “los asuntos civiles del Estado fueron demasiado mal manejados 
como para proteger o propagar la verdadera religión, o la desatención a la religión fue la causa 
de que los asuntos civiles no fueran bendecidos con honor y prosperidad. Los certeros modos 
de la reina Isabel, quien avanzó ambos, habían sido abandonados mucho antes y la desviación 
fue cada día mayor y más fatal para el reino.”30 
 
30 T. May, The History of the Parliament of England, Londres, 1647, Libro I, 1-12. May considera además que 
“el rey concedió multitud de monopolios y sometió a ellos todas las cosas de uso común y necesario, como el 
jabón, la sal, el vino, el cuero y muchas otras de ese tipo. Por la pérdida de los hombres privados crece el tesoro 
público” (I, 15) y que los clérigos, dependientes del rey, afirmaban que “no había en Inglaterra ningún Príncipe 
tan amigo de la Iglesia como el rey Carlos, [que] la religión sólo florecía en Inglaterra y [que] no había ninguna 
Iglesia reformada tan digna como la inglesa”; además, desde la designación de William Laud como arzobispo de 
Canterbury en 1633, “hicieron del esplendor de la Iglesia su principal tarea. No sólo la pompa de las ceremonias 
aumentaba diariamente y se introducían innovaciones en la Iglesia para gran escándalo, sino que además se 
realizaron aproximaciones a Roma en cuestiones de doctrina” (I, 22). 
 Pero en el fragor mismo de un conflicto que había causado enormes desórdenes en el 
reino, la determinación de las causas de la disputa no era sólo una serena tarea de análisis 
histórico, sino que se convertía también en una declaración de culpas y responsabilidades. 
Así, en la History se lee que “este conflicto no estalló por la gente común de Inglaterra ni por 
los piadosos que rezaban por la Reforma, sino por el otro lado, que los había oprimido. El 
partido oprimido no inició la conmoción, a pesar de que estaba integrado por el cuerpo de la 
nación y era lo suficientemente fuerte como para reivindicarse a sí mismo no se alzaron en 
tumultos ilegales. Las causas de la tormenta seguían existiendo en el gobierno, pero la 
tempestad no se desató”31. Del mismo modo, una vez iniciado el conflicto por la resistencia 
escocesa a las imposiciones episcopales, cuando el rey decidió declarar rebeldes a los 
escoceses y reunir a un ejército para someterlos, “nunca el pueblo de Inglaterra se opuso tanto 
a guerra alguna, pues no odiaba al enemigo contra el que se peleaba ni aprobaba la causa por 
la que se combatía. Sus propios sufrimientos les hacían creer que los escoceses eran 
inocentes, tratados injustamente por la misma mano por la que ellos eran oprimidos; y la 
causa era tal que no podían desear una victoria, pues la misma espada que vencería a los 
escoceses destruiría sus propias libertades, y quienes iniciaban esa guerra eran igualmente 
enemigos de ambas naciones”32. 
Aunque a lo largo de todo el primer libro, de tres que componen la History, May se 
empeña en encontrar gestos del rey y del Parlamento que aparentemente tendían a 
descomprimir la situación, llega un punto en el que todo parece adquirir una dinámica propia 
que se sale de control, de modo que el conflicto militar abierto surge como un evento fatal y 
casi inevitable. Así, May sostiene que “algunas personas desafectas del Parlamento 
fomentaron esos desencuentros por sus propios intereses y fatalmente prepararon el camino 
para la miserable confusión que siguió después”33. De la misma manera, ya en el libro II, May 
informa que “comenzó a aparecer como algo visible un quiebre fatal entre el rey y el 
Parlamento, que se expandía diariamente y nunca se cerraría, hasta que el reino todo fue 
gradual y tristemente llevado a una guerra ruinosa”34. Es precisamente ese carácter ruinoso de 
la guerra el que permite a May, conocedor de los clásicos y autor de textos de historia inglesa, 
afirmar que los eventos que vivía Inglaterra a mediados del siglo XVII no tenían paralelo en 
la historia humana, eran tan fatales como excepcionales. La rebelión irlandesa, por ejemplo, 
había sido tan tremenda y sanguinaria que se la podía considerar “la más oscura y siniestra 
historia de toda época”35, en tanto que la Guerra Civil misma era “una guerra tan cruel como 
poco natural, que ha producido gran furia de espadas y mucha amargura de plumas, tanto 
públicas como privadas, como nunca se ha conocido”36. 
 
31 Idem, I, 27. 
32 Idem, I, 46. 
33 Idem, I, 113. 
34 Idem, II, 18. 
35 Idem, II, 14. 
36 Idem, I, A3. 
 ¿Cuál era el deber de un historiador ante semejante panorama? Es claro que May 
proclamaba que la obligación de quien relatara lo ocurrido entre el rey y el Parlamento era 
seguir a la verdad. Ya en la portada de la History, May anunciaba que el tiempo y los hombres 
cambian, pero que la verdad es siempre la misma, y lo hacía con la fuerza de miles de años 
que le proveía una sentencia en latín37. Tal vez con verdadera modestia, reconociéndose como 
hombre culto, pero no como anticuario ni historiador profesional, tal vez aspirando a la 
benevolencia del lector, en el prefacio de la History May afirmaba que “el uso de la Historia y 
las justas Reglas para componerla han sido tan bien y completamente descriptas por autores 
juiciosos que sería un desperdicio de esfuerzo y una innecesaria extensión de este trabajo 
insistir con una introducción sobre esos temas. (...) Sólo profesaré seguir una Regla, la 
Verdad, a la que todas las demás (como el resto de las Virtudes Morales lo hacen con la 
Justicia) pueden reducirse”38. Como sea, la concepción de la verdad de May no carecía de 
sutilezas, pues sabía que “un autor puede ofender[la] de muchos modos, además de con la 
mera falsedad. Algunos historiadores que parecen aborrecer la falsedad directa han vestido a 
la verdad con ropas tan impropias que la han forzado a interpretar el mismo papel que tocaría 
a la falsedad, y con disfraces retóricos, ocultamientos parciales y diversos improperios, le 
enseñaron a seducir al lector en lugar de informarlo, y a llevar el juicio de la Posteridad tras el 
Prejuicio que ellos mismos crearon. (...) Contra el inesperado golpe de una Historia parcial la 
guardia no está tan preparada como lo está contra escritos polémicos, en los que la hostilidad 
se profesa abiertamente”39. 
May estaba convencido, ante todo, de estar contando la historia tal cual había 
ocurrido40. Pero además creía que había un beneficio evidente en el relato veraz de lo 
acontecido en el pasado, y no se trataba de una ventaja partidista, sino de un bien más general, 
pues “estas cosas verdaderamente registradas y observadas, pueden ser de buen uso y 
beneficiar a la posteridad de diversos modos. (...) Puede conducir al beneficio de ese 
conocimiento comprender las verdaderas causas, el origen y el crecimiento de los problemas, 
representados por una pluma honesta”41. Si la suya era esa pluma, si él había sinceramente 
intentado aproximarse a lo verdaderamente ocurrido o si éste era sólo un enunciado vacío, si 
 
37 “Tempora mutantur. Mutantur Homines. Veritas eadem manet.” Idem, portada. 
38 Idem, I, A3. 
39 Idem, I, A3. 
40 “No puedo revisar los pensamientos de los hombres, sino sólo relatar las acciones tal cual sucedieron.” Idem, 
I, 5. Además, se sometía al juicio de sus contemporáneos, particularmente de aquellos que, por haber participado 
en los eventos que él relataba, los conocían de primera mano: “En lo que hace a la verdad de este sencillo y 
desnudo discurso,(...) apelo solamente a la memoria de cualquier inglés, cuya edad sea suficiente para conocer 
las acciones que se llevaron a cabo, y cuya conversación haya sido lo suficientemente pública como para dejarlo 
escuchar la voz común y los discursos del pueblo respecto de esas acciones.” Idem, A3. Tanto en la History 
como en el Breviary, May encuentra otra explicación para la dificultad de la escritura de la historia en las 
complejidades mismas del desarrollo histórico. Por ejemplo: “Los comienzos de la Guerra Civil, junto con la 
serie de causas de la que surgió y los grados de su crecimiento ya han sido expuestos clara y brevemente. 
Quedan aún por revelar cosas de tal peso, tan variada naturaleza y tantas piezas que casi ningún historiador (e 
incluso diría que ni siquiera la historia misma) es suficiente para entretejer tantos particulares; mi intención es 
entonces hacer una breve mención y no una completa narración de esa variedad.” T. May, Breviary of the 
History of the Parliament of England, Londres, 1650, 85. 
41 T. May, The History of the Parliament of England, Londres, 1647, A4. 
lo había logrado y con qué grado de éxito, es otro asunto. Por otra parte, el secretario del 
Parlamento sumaba al argumento utilitario, baconiano, en favor de un relato confiable de lo 
que verdaderamente había sucedido como beneficioso para la posteridad, una sanción 
religiosa para una historia veraz y completa: si la Guerra Civil había sido tan calamitosa que 
podía considerársela un castigo divino, era preciso relatar con precisión las causas que habían 
conducido a ella, pues entre esas causas estaban los pecados por los que Dios castigaba a los 
ingleses, y no dar cuenta de ellos implicaba la impiedad de considerar el juicio de Dios y no 
su causa42. La justificación religiosa de la búsqueda de la verdad puede parecernos poco 
relevante hoy, pero no lo era en la Inglaterra revolucionaria, cuando los hombres estaban 
dispuestos a matar y a dejarse matar en defensa de la causa de Dios, como parte de su ejército 
y en lo que consideraban la víspera del milenio. 
 May conocía bien las dificultades del tema que había elegido; escribir historia 
contemporánea es una tarea difícil, lo sabía él y lo sabían los clásicos: “Intenté evitar este 
defecto, pero es mi infortunio haber abordado un tema en el que evitar la parcialidad no es 
sencillo. (...) Y Tácito mismo, quejándose de aquellos tiempos enfermos que eran el tema 
infeliz de sus Anales, aunque no escribía en el tiempo de los mismos Príncipes bajo quienes 
esas cosas ocurrieron; pero porque las familias de muchos hombres que habían sido 
ignominiosos aún existían, destacaba cuánto más felices eran esos autores que habían elegido 
ocuparse de tiempos más antiguos y prósperos en sus argumentos, en los que las grandes y 
gloriosas acciones de los viejos romanos, sus honorables logros y ejemplares virtudes estaban 
registrados”43. Podemos creerle a May cuando proclama haber intentado producir un relato 
imparcial de los hechos sin expresar opiniones personales44, o podemos pensar con François 
 
42 “Todos los hombres sabios y honestos no pueden sino pensar que los pecados de Inglaterra estaban en gran 
nivel, que la injusticia de los gobernantes y los vicios de los hombres privados eran muy grandes; lo que ha 
invitado al juicio duro de Dios Todopoderoso y ha provocado una guerra calamitosa y devoradora. Esos 
crímenes particulares no pueden ser relatados con placer por un historiador inglés, sino que éste puede más bien 
desear mantenerlos en silencio. (...) Pero silenciarlos sería una gran injusticia e impiedad hacia Dios, pues 
implicaría relatar sus juicios sobre un reino y olvidar los pecados de ese reino, que fueron su causa. Los 
historiadores paganos nos instruyen bien en ese punto de la piedad, pues nunca describen una guerra civil o una 
aflicción pública sin antes relatar al comienzo cuán vicioso y corrupto se había vuelto su Estado para entonces, 
cuán defectuosos eran tanto los gobernantes como el pueblo y cuánto merecían ser castigados, ya sea por sí 
mismos o por otros. Tampoco los poetas romanos intentan escribir sobre aquella gran y miserable Guerra Civil, 
que destruyó su Estado y esclavizó a la posteridad, sin antes hacer una larga enumeración de sus causas: cuán 
malignas se habían vuelto las costumbres de los romanos, cómo los gobernantes habían cedido a la avaricia y la 
opresión y todo el Estado se ahogaba en la lujuria, la concupiscencia y el tumulto, tal como puede leerse en los 
temas de los más elegantes entre ellos. Los cristianos, que adoramos al verdadero Dios y vivimos bajo la luz del 
Evangelio debemos ser sensibles a los juicios pesados de nuestras propias ofensas.” Idem, I, 15-16. 
43 Idem, A3. El ejemplo de los clásicos es todo un tema en la historiografía de May. Según J.G.A. Pocock, May 
toma de ellos ciertos modos de conmemoración y explicación, al tiempo que lucha por comprender los desastres 
de la Guerra Civil mientras se está desarrollando. Su narrativa política recibía su forma de un deseo clásico de 
registrar las acciones de los héroes y de una preocupación por las miserias del Estado. Así, la obra de May 
ejemplifica la dificultad de escribir historia clásica en el contexto del siglo XVII: aunque heroicas, las acciones 
no son ejemplares cuando tienen lugar en una Guerra Civil “antinatural”. “May escribía en un mundo en el que 
el paradigma clásico sólo era aplicable en parte.” J.G.A. Pocock, “Classical and Civil History: The 
Transformation of Humanism”, Cromohs, 1, 1996, 31. 
44 “No intentaré publicar mi opinión respecto de cómo o cuándo esta ruina del reino pudo ser detenida, 
simplemente relataré lo que se hizo, para que la posteridad pueda juzgarlo.” T. May, The History of the 
Parliament of England, Londres, 1647, II, 46. 
Guizot que simplemente defendía a un partido mediante la “omisión, la moderación y la 
disimulación”. Confiar en su honestidad o en su astucia nos dice tanto de él y su época como 
de nosotros y la nuestra. Lo cierto es que el autor de la History se mantuvo ajeno a las 
invectivas –escribió una historia y no un panfleto– y reconoció que su obra podía expresar 
cierta parcialidad, por lo que anunció en su prefacio que si proveía más información del 
Parlamento que de sus oponentes era porque estaba en contacto más estrecho con ellos y sus 
asuntos. Por lo demás, May consideraba que si una época era más proclive que otras a 
provocar disputas entre historiadores con una pretensión semejante de honestidad, esa época 
era la de una revolución o una guerra civil45. 
 A lo largo de toda la History, no son pocas las ocasiones en que May considera que los 
eventos que relata no pueden explicarse sino por la intervención milagrosa de la divinidad46. 
Sin embargo, el traductor de Lucano no está dispuesto a aceptar cualquier explicación 
sobrenatural del desarrollo de los asuntos de los hombres, y tras recordar las palabras del 
poeta romano, fija posición respecto de cuáles son las que merecen explicarse y cuáles las que 
deben considerarse como meros indicios: “‘Cuán fácilmente los dioses elevan a los Estados a 
lo más alto, pero no los mantienen allí.’ Esto ha hecho que algunos autores imputen la 
elevación y la declinación de los reinos y Commonwealths a ciertos aspectos de las 
constelaciones celestiales, a conjunciones, a oposiciones de planetas y a varios eclipses de 
luminarias celestiales; otros a alguna fuerza oculta o a la secreta eficacia de los números 
mismos, y la mayoría a la perpetua rotación de la fortuna, pero los juicios de Dios en esas 
cosas son parte de lo que debemos descubrir, y a veces son tan sabios que no podemos más 
que maravillarnos”47. Sin embargo, May no está dispuesto a considerar que todo lo que ocurre 
en este mundo puede explicarse sólo por designios celestiales. Es así que considera que existe 
también una suerte de espíritu de época que condiciona de un modo inexorablelo que ocurre 
y deja de ocurrir: “Por mi parte, no juzgaré la situación, pues es difícil hacerlo según el 
 
45 “Pocas veces ha ocurrido, salvo en tiempos de calamidad y guerra, que los historiadores entren en grandes 
desacuerdos entre sí. [Menciona aquí la historia de la revolución holandesa y las disputas historiográficas al 
respecto, sobre la responsabilidad de los holandeses y la de Felipe II.] En tiempos de guerra es una cosa de 
extrema dificultad, casi de imposibilidad que los de un partido estén verdaderamente informados de todos los 
consejos, o de las actividades y acciones de los comandantes y soldados del otro bando. El mundo debe conocer 
el valor desplegado por la nación inglesa, en ambos bandos, durante esta guerra poco natural. (...) Durante esta 
guerra, he vivido bajo la protección del Parlamento, y lo que sea que he relatado respecto de los soldados hacia 
el final de este libro, es de acuerdo a la luz que pude discernir allí. Lo que sea que se me ha escapado respecto 
del otro partido, no puedo disculparlo salvo porque en este discurso aparecen más particulares respecto de las 
acciones de aquellos hombres que defendieron al Parlamento que respecto de aquellos que se le opusieron, 
porque mi conversación me ha provisto de más luz en este lado, a quienes no he querido dar más de lo que 
merecen, de modo que no he impuesto imperfecciones a los otros, salvo lo que la verdad de la historia requiere.” 
Idem, I, B2. Sobre este tema, R. MacGillivray considera que la historia de May es “un competente aunque no 
destacable relato de los hechos”. Su “pose equidistante parece una máscara para la ironía y turbación de un 
hombre que se pensaba a sí mismo más como un ciudadano de la república de las letras que como un participante 
en tumultos poco edificantes en su propio país y en su propio tiempo”. R. MacGillivray, Restoration Historians 
and the English Civil War, La Haya, Martinus Nijhoff, 1974. 46. 
46 “El tema de este libro es una Guerra Civil, una guerra, de hecho, mucho más que civil, y plena de milagros, 
tanto en sus causas como en sus efectos”, T. May, The History of the Parliament of England, Londres, 1647, I, 
A3; “comenzaron entonces a aparecer los temores y presagios de grandes miserias, “a menos que Dios las evitara 
milagrosamente”, idem, II, 59. 
47 Idem, I, 4. 
desarrollo del asunto. Pero un espíritu [genius] tan infeliz gobernaba aquellos tiempos (pues 
los historiadores han observado que existe un espíritu de los tiempos como hay uno de los 
climas o de los hombres) que ningún esfuerzo habría sido suficiente y ninguna acción habría 
producido los efectos correctos”48. 
 De hecho, la complejidad de las explicaciones históricas del secretario del Parlamento 
no se detiene allí. Son muchas las ocasiones, tanto en la History como en el Breviary, en las 
que su relato expone una interacción de providencia, fortuna, coyuntura y acción humana que 
hace añicos las conjeturas y aspiraciones previas de los hombres y en la que cada uno de estos 
factores carga con una parte crucial de la causalidad histórica. Así, por ejemplo, en un 
momento del relato, cuando la victoria del ejército real parecía absoluta frente a la alianza 
entre el Parlamento y Escocia para “la defensa de la religión y de la libertad común de ambas 
naciones” y la situación parecía perdida para el Parlamento, “satisfizo a la Providencia de 
Dios (cuyas obras llegan muchas veces más allá de las conjeturas humanas) que este fuerte 
ejército real encontrara antes de la llegada de los escoceses un enemigo en Inglaterra digno de 
ser temido, las fuerzas comandadas por Sir Thomas Fairfax”49. Igualmente, en el Breviary, 
May considera que el verano de 1643 “fue durante largo tiempo fatal para el Parlamento y la 
fortuna parecía haber condenado la causa de la libertad, pues el partido del rey era pródigo en 
éxitos y victorias y la condición del Parlamento había disminuido en todas partes; se hallaba 
cercano a la ruina quien finalmente prevaleció.” Sin embargo, tras una victoria inesperada, 
aunque plenamente humana, de las tropas comandadas por el conde de Essex sobre el rey en 
Newbury, “el Parlamento revivió, aunque los hombres sabios podrían haber dudado 
justificadamente de su condición si el rey hubiera abandonado Gloucester y hubiera marchado 
directamente con su ejército victorioso sobre Londres, que no estaba entonces fortificada y 
sufría divisiones facciosas en su interior. (...) Pero satisfizo a Dios, por cuya providencia se 
guían todas las cosas, que ocurriera de otro modo”. Más aun, el rey intentó más tarde reunir 
nuevas fuerzas, pero “la fortuna se inclinaba completamente hacia el lado parlamentario, cuya 
causa parecía gozar de la aprobación de Dios por el logro de tan extrañas victorias”50. 
Evidentemente, May estaba dispuesto a aceptar un debate en torno a la justeza de su relato 
histórico, pero consideraba que su veracidad se jugaba en las fuentes a las que había tenido 
 
48 Idem, II, 18. 
49 Idem, III, 59. 
50 T. May, Breviary of the History of the Parliament of England, Londres, 1650, 86, 89, 122. La History 
concluye con un largo relato de este episodio, de modo que termina con un tono optimista respecto de las 
posibilidades de una victoria de las fuerzas del Parlamento. En esa narración, la situación precaria del 
Parlamento es revertida, en un giro inesperado, gracias al coraje de los habitantes de Gloucester, que a pesar del 
sitio y el ultimátum del rey “se consideran ligados indisolublemente a los comandos de su majestad 
representados por ambas Cámaras del Parlamento”, a la acción del Parlamento mismo, que arbitra los medios 
para aliviar la situación de la ciudad y a la habilidad militar de Essex en la batalla de Newbury. Sin embargo, 
May no olvida que “el Parlamento estaba entonces tan hundido en fuerza y reputación y tan abandonado por 
aquellos que siguen a la fortuna que sólo una extraordinaria providencia podía hacerlo emerger nuevamente”. 
Por cierto, el autor de la History consideraba en este punto que su detallado relato de la batalla podría no 
ajustarse del todo a lo que realmente sucedió, pues sólo contaba con fuentes parlamentarias, pero sostiene que 
puede aceptarse su imparcialidad e integridad “como la de Julio César respecto de la Galia”. T. May, The History 
of the Parliament of England, Londres, 1647, III, 90-114. 
acceso y no en la intervención de eventos sobrenaturales o milagrosos en las cadenas causales, 
que le parecían tan normales como para no despertar discusión alguna51. Puede discutirse si 
May había escrito intencionalmente una historia que favorecía la causa parlamentaria o si la 
veracidad de su discurso histórico era una víctima inocente de la cercanía de su autor a un 
partido durante una guerra civil, pero su compleja concepción de la acción combinada de 
factores humanos y sobrenaturales surge en su narrativa con una naturalidad tal, como una 
cosa tan obvia y aceptable sin discusiones posibles, que parece lejos de ser fingida. 
 Si la historia y el breviario de May podían convertirse en herramientas culturales y 
políticas de la causa parlamentaria era precisamente por las características expuestas hasta 
aquí. El hecho de que sus textos se presentaran como una verdadera historia que aspiraba a la 
verdad y no como un panfleto partidista contribuía a este fin, tanto como lo hacían la 
compleja trama de causas de la Guerra Civil que May había descubierto y un esquema de 
desarrollo histórico en el que se combinaban las acciones de los hombres y los designios de 
entidades que los hombres no podían controlar, ya fueran los caprichos de la fortuna, los 
accidentes de la naturaleza o la piadosa acción de la providencia. Es precisamente ese 
complejo entramado de veracidad y causalidad, aceptable para May y para sus 
contemporáneos, el que provee de sustento al discurso histórico de la History y delBreviary y 
hace posible extraer conclusiones generales de eventos históricos puntuales, posibilitando 
también un nuevo uso político de la historia que se relata. Así, May justifica las acciones del 
Parlamento porque “así debía actuarse tanto por la razón como por la práctica constante de 
todas las épocas”52. Esas conclusiones generales no son ajenas a las metáforas médicas, como 
cuando May afirma que “para encontrar el remedio primero debemos conocer la enfermedad”, 
ni tampoco a una más familiar para los historiadores posteriores al siglo XIX, la metáfora de 
base y superestructura: “si se sacuden los cimientos, todo el edificio está en peligro”53. 
Muchas veces, en esa búsqueda de conclusiones generales que constituía en sí misma 
un uso político de la historia, May apelaba a ejercicios de historia comparativa. Así, por 
ejemplo, al referirse a las actas de continuidad del Parlamento y de convocatoria cada tres 
años, May concluye que “es evidente en todas las historias cuánto ganan los reyes en 
monarquías limitadas como la inglesa cuando reconocen los derechos y privilegios del 
 
51 Evidentemente, para la época en la que se escribió el Breviary, el New Model Army se había convertido en un 
dispositivo militar que podía condensar en sí mismo esta peculiar conjugación entre pericia humana, designio de 
la fortuna e intervención determinante de la providencia que, en su acción combinada, dejan en ridículo las 
conjeturas previas de los hombres. De acuerdo con May, era un ejército que, como ningún otro, “parecía poco 
glorioso en la dignidad de sus Comandantes, la antigüedad de sus soldados, (...) carecía de confianza en su 
propio bando y abundaba en desprecio por sus rivales; pero ninguno desairó esas expectativas como él y mostró 
cuánto podían errar las conjeturas humanas, pues en las acciones siguientes y en su éxito probó que sería 
imposible para la antigüedad encontrar en los campos de sus famosos héroes algún paralelo a este ejército. (...) 
Pero quien sea que considere esto no debe atribuirlo al ejército, sino a Dios Todopoderoso, cuya providencia 
sobre este ejército apareció milagrosamente. (...) Los vicios usuales no existían en sus campamentos, la 
disciplina era estricta, no había robos, ni libertinaje, ni palabras profanas, como en una ciudad bien ordenada, el 
paso era seguro y el comercio libre”. T. May, Breviary of the History of the Parliament of England, Londres, 
1650, 114. 
52 T. May, The History of the Parliament of England, Londres, 1647, I, 59. 
53 Idem, I, 75. 
pueblo”54. Por supuesto, en esa búsqueda de parámetros históricos para la comparación la 
historia de Roma ocupaba un lugar privilegiado. May informa que los incentivos para 
pertenecer al bando parlamentario “eran sólo públicos y no se prometía nada salvo el libre 
disfrute de la libertad por nacimiento, no honores particulares, beneficios o bienes de los 
vencidos; mientras que del otro lado no se podía esperar una ruina total de una victoria del 
Parlamento como sí de un príncipe indignado y de los seguidores hambrientos que suelen 
acompañar a los príncipes en ese estado. Y de cómo el interés privado puede desbalancear las 
nociones públicas, los libros de historia, más que los de filosofía, os informarán 
verdaderamente, pues respecto de las acciones y disposiciones humanas no hay nada bajo el 
sol que sea absolutamente nuevo”. Es en ese contexto que May cita el relato de Dión Casio 
sobre las guerras civiles en Roma, porque en la que opuso a Bruto y César también “un bando 
reivindicaba la libertad y el otro la tiranía”55. 
 Pero además de las grandes sentencias, las conclusiones generales y las comparaciones 
históricas de largo aliento, May contaba con otros dispositivos para intentar garantizar que su 
historia fuera leída de un modo determinado. Una herramienta no menor en este sentido era el 
uso de las fuentes primarias. Tanto en el Breviary como en la History, May cita 
frecuentemente discursos, declaraciones, proposiciones, tratados y cartas, y lo hace a partir de 
una cuidadosa selección, con el objetivo declarado de que “el lector juzgue por sí mismo”56. 
No sólo son más frecuentes las citas textuales de documentos parlamentarios, sino que la 
elección de los documentos de ambos bandos que serán citados no es inocua. Así, por 
ejemplo, May reproduce un discurso completo de Hollis ante el Parlamento para “dar al lector 
una idea de la condición del reino por entonces y de los juicios de las Cámaras al respecto”, 
pero se trata de un discurso en el que se afirma que el Malignant Party busca “la destrucción 
de la religión, las leyes y las libertades, que son protegidas, adoradas y preservadas en el seno 
cuidadoso del Parlamento”. A la hora de reproducir la respuesta del rey a las 19 proposiciones 
parlamentarias, en cambio, la cita no es textual ni completa57. Por lo demás, May era 
plenamente consciente del efecto que podía producir la publicación de documentos privados o 
públicos. En el Breviary, informa de la existencia de cartas secretas en las que el rey negocia 
con los rebeldes irlandeses y sostiene que “las cartas reales fueron leídas públicamente en 
Londres y publicadas por orden del Parlamento, lo que provocó la ira popular por sus tratos 
con irlandeses, franceses y papistas”58. 
Finalmente, parece evidente que los usos de la historia se revelan con mayor claridad 
en un cotejo entre la History y el Breviary. En esta última obra, no hay referencias a los 
reinados de Isabel y Jacobo y si bien el conflicto con los escoceses sigue funcionando como el 
detonante del conflicto, Carlos aparece desde el comienzo mismo del texto como un soberano 
tiránico, testarudo y filocatólico, en tanto que el pueblo de Inglaterra es retratado como 
 
54 Idem, I, 100. 
55 Idem, III, 30. 
56 Por ejemplo, idem, I, 90 y II, 34. 
57 Idem, II, 64 y II, 80. 
58 T. May, Breviary of the History of the Parliament of England, Londres, 1650, 122. 
tolerante y convencido de la importancia de la paz, a pesar de los abusos monárquicos. El 
efecto de esta descripción se ve realzado por la preferencia que May expresa constantemente 
por la paz (feliz, por deseo de Dios) sobre la guerra (triste, por contumacia de los hombres). 
En la History, entonces, May remontaba los orígenes de la Guerra Civil al reinado de Isabel y 
relataba en su historia el sitio de Gloucester, lo que le permitía concluir en una nota 
triunfalista; el Breviary omite el relato de lo ocurrido antes de Carlos, lo que permite cargar 
las culpas sobre él59, y concluye con la ejecución del rey y las dudas causadas por las 
divisiones entre los parlamentarios60. Con la aparición de esas dudas, la ejecución del rey y el 
surgimiento de las peticiones radicales de los levellers en el ejército, May concluye un relato 
que no parece ya esperanzado ni pleno de certezas: “Pero de por qué grados y medios logró 
perdurar hasta que el rey fue juzgado, condenado y decapitado, porque la investigación y 
narración de todos estos asuntos haría una historia en sí misma, no podemos tratar en este 
Breviario, que debe ahora concluir”61. 
La obra de May, producida en el agitado contexto de una Revolución que puso al 
mundo de los ingleses patas arriba, revela continuidades y rupturas con los desarrollos 
historiográficos del período precedente. Así, es evidente que, aunque el papel de la divinidad 
en el desarrollo histórico sigue siendo crucial, ya no había lugar para explicaciones causales 
que se remitieran exclusivamente a la providencia. De la misma manera, tal como Bacon 
había propuesto más de dos décadas antes en Del adelanto y el progreso de la ciencia divina y 
humana, May pensaba que los hombres podían aprender del relato histórico algunas claves 
para no repetir sus errores, de modo que había cierta utilidad en la exploración del pasado. Por 
esto, también, la historia ya no funcionabacomo maestra de la vida moral, como había 
propuesto Cicerón, aunque sí lo hacía como maestra de la vida política. Esto abría, 
finalmente, al relato histórico a ciertos usos políticos, lo que, a su vez, llama la atención 
acerca de las continuidades y rupturas recién mencionadas. Los usos políticos de la historia, 
como hemos visto, no habían sido desconocidos para los ingleses de la primera mitad del 
siglo XX. Sin embargo, la importancia de la conmoción política de las décadas de 1640-1660 
hizo que, si bien la verdad seguía funcionando como una sanción fundamental del discurso 
histórico, la preocupación por los mecanismos para alcanzar esa verdad pasara a un segundo 
plano: no hay en la obra de May rastro alguno de las elaboradas consideraciones de 
 
59 La enfermedad del gobierno era tan grave que “el Parlamento no era suficiente remedio”. Carlos había sido rey 
por 15 años, durante los cuales “se habían violado las leyes y libertades del pueblo y la autoridad del 
Parlamento”. Idem, 2. 
60 “Aunque el partido del rey, que había luchado contra el Parlamento y las libertades, estaba vencido, la libertad 
y la seguridad no siguieron inmediatamente a la victoria, porque aunque la Guerra Civil había concluido, 
surgieron desacuerdos entre los vencedores, algo muy triste porque ocurrió entre aquellos que con afectos y 
deseos más cercanos habían lanzado sus vidas y fortunas al riesgo de enfrentar un enemigo común, a quienes la 
misma causa, el mismo fervor en la reforma de la religión y la restauración de la libertad y las mismas plegarias 
habían reunido en el más cercano lazo de conciencia. Por esta división, bajo los nombres de presbiterianos e 
independientes, las mentes de los hombres comenzaron a amargarse unas contra otras fuera de toda medida.” 
Idem, 156. 
61 Idem, 214. 
historiadores y anticuarios previos sobre la importancia de la prueba (documental o 
arqueológica) y los problemas metodológicos concomitantes.

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