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1 CAPITULO X: LA TEORÍA DEL ESTADO Y LA MODERNA POLITOLOGÍA APLICADA. 1. Reacción contra la abundancia de teorías del Est ado. Especialmente a partir de la mitad del siglo XX se produce, en diversos círculos académicos, una especie de resistencia a incluir en los programas universitarios el estudio de la Teoría del Estado, por lo menos con la modalidad “clásica”, comenzada a fines del siglo XIX en Alemania, donde se le había incluido como “materia especializada” en varios Planes de estudio. En cierta medida, la palabra “Estado” que nace en el siglo XVI para precisamente lograr mayor utilidad que una cantidad de otras expresiones genera luego tal profusión de elaboraciones doctrinarias, que probablemente asustó a muchos impulsores del estudio de la política como conciencia, que buscaron un criterio más pragmático, menos “especulativo en lo intelectual”, con más posibilidades de conclusiones prácticas. En algunos casos, se trataba de verdaderos esfuerzos por dar carácter “científico”, “objetivo” al estudio del Estado y de otros fenómenos políticos paralelos; en otros, la realidad no confesada era convertirse rápidamente en una suerte de “científicos de los fenómenos políticos”, sin la necesaria formación filosófica y doctrinaria que, sin duda, requiere el estudio de un fenómeno tan complejo. En última instancia, el planeta sigue dividido en una multitud de Estados, y, aunque sea posible dibujar mapas en función de otras divisiones, no parece coherente, por ahora eliminar este vocablo. 2. Estado actual del tema en la ciencia política moderna. Nuestra caracterización de los estudios sobre el Estado en esos ámbitos más bien pragmáticos, puede hacerse en base a estos caracteres: “sociologismo”, “conductismo”, “sistemología” y “cratologismo”. Llamamos “sociologismo” a la postura por la cual se estudia el Estado u otros fenómenos políticos, exclusivamente desde la perspectiva de la sociología. Admitimos que un punto de vista “excesivamente jurídico” mistifica efectivamente al Estado e impide ver, a veces, su funcionamiento real. Pero hemos contemplado con perplejidad, conclusiones “sociologistas” sobre un Estado, proponiéndose con gran soltura, determinadas medidas expresa e inequívocamente prohibidas por su Constitución. El “conductismo” es una de las Escuelas en el campo de la Psicología, cuya caracterización – hecha en apenas un esbozo – consiste en el estudio de las conductas humanas con criterios científicamente rigurosos. El acento está en las conductas, lo que supone actividades más o menos exteriorizadas, y no – como en la Escuela Psicoanalítica – en la indagación de las capas profundas de la mente. Llevado esto al campo de la ciencia política, los cultores “conductisitas” estudian las conductas humanas, con las que van haciendo grupos o “unidades”, para sacar conclusiones. Llamamos “sistemología”a una suerte de costumbre académica de ciertas Escuelas de Ciencia Política, casi obsesivamente acostumbradas a la utilización de la expresión “sistema político” en lugar de Estado, a veces también en lugar de Gobierno y, en ocasiones, de cualquier fenómeno político grupal. A tal punto que se ha generado una discusión – casi tan profusa en 2 opiniones como la clásica “teoría del Estado” – acerca de cuál es el verdadero alcance de un “sistema” como se le puede definir. El “cratologismo” es un hallazgo semántico de LOEWENSTEIN, para referir a las doctrinas que estudian el “poder” como elemento central – y a veces único – de los fenómenos políticos. El vocablo proviene del griego “kratos”, que significa ”poder”. Los politólogos aspiran con frecuencia de “medir científicamente” el poder, en el Estado, en el Gobierno, en otras organizaciones. A veces logran algunos resultados; en ocasiones, deben luego medir – también científicamente – las razones por las cuales su medición resultó absolutamente inexacta
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