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Los primeros representantes del neoclasicismo

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LOS PRIMEROS REPRESENTANTES DEL NEOCLASICISMO: 
 
 
Es sabido que los “pioneros” del neoclasicismo fueron Stanley Jevons, 
Carl Menger y Leon Walars. Hacia 1870, estos tres autores, oponiéndose al 
relativismo de la escuela histórica, trataron de formular nuevas leyes válidas 
entodas las circunstancias. En el fondo, el sentido de las teorías de estos 
autores es poco más o menos igual, aunque sus terminologías son diferentes. 
 
A) Stanley Jevons: 
 
De los tres, Jevons es elque primero exteriorizó sus opiniones en una 
comunicación presentada en 1866. Su sistema se oponía al de autores como 
Ricardo y Mill. Jevons escribió: “Los economistas ingleses han vivido en el 
paraíso de los locos”, y por el contrario, expresó su admiración hacia Condillac 
y Say; pero su obra superó en mucho la de estos economistas franceses. 
Jevons criticó sobre todo la teoría de Ricardo del valor-costo de 
producción y, especialmente, el aspecto “valor-trabajo” de esta teoría. Se valió 
para ello del ejemplo del pescador de perlas. Si este, en sus inmersiones, 
extrae piedras en vez de perlas, su trabajo no da a aquellas ningún valor; al 
contrario, el trabajo mismo pierde todo valor. Por tanto, el valor no proviene del 
trabajo ni del coste de producción. 
El valor se deriva, fundamentalmente de la utilidad de las mercancías. 
Pero ¿cómo pueden combinarse la utilidad y la escasez en la determinación del 
valor?. Analizando los conceptos de placer y esfuerzo, se dio cuenta de que la 
intensidad de toda necesidad decrece a medida que esta se satisface. Por su 
formación matemática, pensó incluso que se podía representar con gráficos 
esta determinación de las necesidades. Ahora bien, la utilidad total de un stock 
de mercancías perfectamente homogéneas se compone de las utilidades 
particulares de las diversas unidades del stock; si el número de unidades 
aumenta, las necesidades satisfechas por las últimas unidades son cada vez 
menos intensas. Por tanto, el “grado final de utilidad”, es decir, la utilidad de la 
última unidad del stock, será muy pequeño. Como todas las unidades son 
intercambiables, ninguna de las que han servido para satisfacer la necesidad 
en sus grados más intensos puede tener mayor valor que esta última unidad; el 
valor de cualquiera de ellas depende, pues, de la utilidad de la unidad menos 
útil del stock. Esta es la razón de que los precios bajen cuando las unidades 
aumentan. 
Pero es preciso tener también en cuenta el coste de producción. 
Según Jevons, determina indirectamente la cantidad producida, dado que los 
artículos más escasos son os más costosos. “El costo de producción determina 
la oferta. La oferta determina el grado final de utilidad. El grado final de utilidad 
determina el valor”. 
Esta teoría es coherente y correcta. Si se la atacó más adelante fue 
cuestiones de detalle que nada tiene que ver con lo que queda dicho. Jevons, 
economista matemático, se equivocó sin duda al decir que los conceptos 
psicológicos de placer y esfuerzo se podían medir cuantitativamente y las 
cuervas que trazó con este objeto fueron muy artificiales. Tal vez Huevos 
cometiera también un error al pasar, en sus razonamientos, del grado final de 
utilidad al valor de cambio sin aludir al valor de uso; sobre este punto, la 
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escuela psicológica austriaca realizó, como veremos, un esfuerzo de análisis 
más completo. También se ha dicho que Jevosn no formuló una teoría de la 
distribución. Pero, para él, la teoría de la distribución no podía ser sino una 
aplicación de la teoría del intercambio, puesto que las rentas eran los precios 
de los servicios productores. En cambio merece elogios por haber aceptado la 
distinción, ya formulada por Cantillon y J.B. Say, entre las funciones de 
empresario y capitalista. La aportación no era nueva para la teoría económica, 
pero sí lo era para los economistas ingleses. 
En definitiva, Stanley Jevons fue el primero de los representantes del 
neoclasicismo. Sus dos contemporáneos, Menger y Walars, fueron más lejos 
que él; Menger procedió a una demostración más rigurosa y convincente de 
idas análogas y Walars elaboró una síntesis más amplia de la actividad 
económica. Pero, sin duda, fue su muerte prematura la que impidió a Jevons 
proseguir y desarrollar sus descubrimientos. Marshall continuará la obra 
interrumpida. 
 
B) Carl Menger: 
 
Según Menger, como todos los fenómenos económicos son 
fundamentalmente fenómenos humanos, es preciso buscar el principio que los 
explica en la psicología. A esta incumbe, sobre todo, describir el mecanismos 
por el que se determina el valor de las mercancías, indicar lo que hay de 
permanente en estos fenómenos, y por tanto, facilitar la formulación de 
verdaderas leyes científicas. 
En la obra de Menger, lo más interesante es una teoría de los bienes y 
una teoría del valor. 
 
Teoría de los bienes: 
 
Para Menger, solo en relación con una necesidad humana se puede 
hablar de “bienes”, desde un punto de vista económico. Pero, además hay que 
distinguir entre “bienes” a secas y “bienes económicos”. 
Se debe considerar como bien a “toda cosa apta para satisfacción de 
una necesidad humana y disponible para tal función”. Por lo tanto, no hay bien 
sin una necesidad correlativa: el remedio aplicable a una enfermedad que ya 
no exista deja de ser un bien. Tampoco hay un bien si falta la aptitud técnica 
para satisfacer la necesidad: el alimento pasado, la casa en ruinas, dejan de 
ser bienes. Es preciso además una intervención humana para apreciar si existe 
aptitud técnica. Por último, los objetos no disponibles (por ejemplo, el oro oculto 
en el fondo de una mina) tampoco son bienes. 
Existen dos clases de bienes: los bienes “de primer grado” o bienes 
directos, aptos para proporcionar inmediatamente una satisfacción (vestidos, 
libros, etc) y los “bienes indirectos” o de “grado superior”, que solo sirven para 
la producción de bienes de primer grado (por ejemplo, las materias primas, los 
intrumentos de trabajo). Los bienes de grado superior solo son bienes a través 
de los otros y tienen una utilidad “derivada”, que no puede durar más que la de 
los bienes de primer grado, cuya producción facilitan. 
No todos los bienes son “bienes económicos”. Solo lo son cuando 
resultan escasos, o sea, cuando la cantidad disponible es insuficiente en 
relación con las necesidades. El factor trabajo no es el que da a los bienes el 
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carácter económico y tal carácter tampoco es una cualidad intrínseca de las 
cosas. Solo los bienes económicos son apropiables; el legislador puede, sin 
embargo, optar entre el régimen de apropiación privada y el de apropiación 
colectiva de dichos bienes. Finalmente, los bienes económicos tienen un valor. 
Estamos ante el gran problema planteado por Menger. 
 
Teoría del valor: 
 
El valor de un bien se basa en la importancia que presenta para el 
hombre. No es una cualidad intrínseca de las cosas; solo existe en las 
relaciones entre el hombre y las cosas. Si desaparece la necesidad que puede 
ser satisfecha por un objeto, el valor de este también desaparece. 
Además, toda evaluación expresa más ibne un grado de “importancia” 
que una cantidad exactamente mensurable; en este punto, el pensamiento de 
Menger fue más matizado que el de Jevons, y, por tanto, superior a él. Otra 
consecuencia de la definición de Menger es que el fenómeno del valor se 
puede dar sin intercambio alguno, en las relaciones entre un individuo aislado y 
los diversos bienes aptos para satisfacer sus necesidades. Este individuo 
puede clasificar los bienes según su mayor o menos utilidad, es decir, valorar 
unos en relación con otros. En una palabra, existe un problema del valor de 
uso, además de un problema de valor de cambio. 
Menger subrayó que estos dos problemas eran diferentes. Algunos 
bienes tienen un valor de uso muy grande para su poseedor (por ejemplo, los 
recuerdos personales) y no tienen valor de cambio. Otros, por el contrario, solo 
tienen valor de cambio; así, por ejemplo, la mayorparte de los objetos 
poseídos por un comerciante con destino a su venta (stocks de un bodeguero 
abstemio, como caso típico). 
Menger se preguntó cómo se fijaba el valor de uso. Para resolver este 
problema partió de dos principios que recuerdan las leyes de Goossen: 
 
1º. Nuestras diversas necesidades tienen para nosotros una importancia 
desigual (ejemplo: la necesidad de alimentación es más importante que la de 
vestidos, y esta, a su vez, más que la de adorno o instrucción). 
2º. Una necesidad cualquiera es más o menos intensa según el grado 
de satisfacción que haya recibido: para el que tiene sed, el primer vaso de agua 
es más importante que el segundo. A partir de estos principios se puede 
construir la “tabla de Menger”. 
 
I II III IV V VI VII VIII IX X 
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 
9 8 7 6 5 4 3 2 1 
8 7 6 5 4 3 2 1 
7 6 5 4 3 2 1 
6 5 4 3 2 1 
5 4 3 2 1 
4 3 2 1 
3 2 1 
2 1 
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Para confeccionar la tabla se debe empezar por asignar un número a 
cada una de las principales necesidades: alimentación, vivienda, etc. se alinean 
horizontalmente estas necesidades, representadas por números romanos y 
luego, bajo cada una de ellas, se colocan en columna una serie de números 
árabes que expresan sucesivas grados de intensidad de sus manifestaciones y, 
a la vez, la importancia que damos a los bienes encargados de satisfacerlas. 
Como se supone que las necesidades son decrecientes a medida que van 
siendo satisfechas , los números que expresan los sucesivos grados de 
intensidad de las mismas serán decrecientes. Por ejemplo, la necesidad de 
alimentación (la más importante) figura en primer lugar con el índice 10 y a 
continuación las otras necesidades con índices menores decrecientes. 
Esta tabla puede servir para resolver el problema del valor de uso. En 
resumen podemos decir que todo hombre racional reparte siempre su renta 
entre los diversos tipos de gastos, de forma que siempre se satisfagan a la vez 
necesidades de igual intensidad. Son igualmente útiles los bienes que se 
aplican a necesidades que llevan, en columnas, diferentes, un mismo índice. 
El valor de uso de cada una de las unidades de un stock depende 
siempre de la intensidad de la necesidad más débil que pueden satisfacer esas 
unidades. El pan, por ejemplo, tendría un valor de uso de 10 si es escaso y de 
5, 4 o 2 si es abundante. La utilidad de la última unidad disponible de un stock 
de bienes de idéntica naturaleza es la que recibe el nombre denudad marginal. 
Es posible que ciertos bienes sean susceptibles de aplicación a 
diferentes tipos de necesidades. Si tomamos el ejemplo imaginario por Gide: el 
agua puede servir para calmar la sed, para lavarnos, para abrevar a los 
animales, para lavar nuestros vestidos o nuestras casas. Si perdemos una 
unidad cualquiera de nuestro stock de agua, renunciamos solamente a la 
satisfacción más débil que esperábamos del agua. Por tanto, el valor de uso de 
cualquiera de los cubos de agua que tenemos a nuestra disposición se 
determina por la utilidad marginal del agua, es decir, en el ejemplo indicado, 
por la utilidad del cubo de agua menos útil: el que se designa a fregar la casa. 
El razonamiento de Menger solo tenía por objeto explicar 
esquemáticamente el mecanismo psicológico de la evaluación. No pretendía 
hacer descripción positiva de la realidad porque, desde luego, cada uno de 
nosotros confeccionamos nuestra propia “tabla de Menger” según sus gastos 
personales. 
En cuento a los bienes “indirectos”, su valor de uso era para Menger un 
simple reflejo de los bienes directos que contribuían a producir y obedecían a 
las mismas leyes: también dependía de su utilidad marginal, es decir, de su 
productividad marginal. En aplicación de este principio, Menger se opuso 
deliberadamente a la idea ricrdiana y marxista de un salario determinado por el 
coste de producción del trabajo y a la idea de que el valor de la tierra pudiera 
determinarse con arreglo a otros principios que los que fijan el valor de los 
demás factores de producción. 
El valor de cambio, para Menger, era un fenómeno de igual naturaleza 
que el valor de uso, aunque distinto. En efecto, el valor de uso supone una 
especie de intercambio interno, es decir, una elección del consumidor entre 
diversos tipos de satisfacción. El cambio externo, o sea, el verdadero cambio, 
en el que intervienen varios individuos, también se efectúa, según Menger, a un 
nivel que depende de las valoraciones subjetivas. 
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Menger se preocupó más bien de fijar las condiciones particulares de 
intercambio y de determinación de los precios. Según él, el intercambio solo 
puede tener lugar cuando es ventajoso para las dos partes, cuando cada una 
de ellas obtiene subjetivamente más de lo que da. Esto es posible porque 
ambas partes acuden al trato como valoraciones muy particulares de las 
mercancías que se cambian. El intercambio durará hasta que cada una de las 
partes valore igualmente lo que da y lo que recibe. 
¿A qué precio se verifica el intercambio?. Menger trató este problema 
con menos precisión que el de valor, ya por considerarlo menos importante, ya 
por darse cuenta de que en este caso su método psicológico podía resultar 
inservible o, al menos, defectuoso. En su estudio distingue varias situaciones 
diferentes: 
Primero, el supuesto de “Intercambio aislado”, es decir, el que enfrenta 
un comprador y un vendedor (en resumen, el problema del monopolio bilateral): 
en este caso, el precio está indeterminado; varía según el grado de habilidad o 
de resistencia de cada una de las partes. 
En caso de monopolio simple (Menger pensaba solo en el monopolio de 
oferta), el precio está menos indeterminado, pero el monopolista puede actur 
sobre el volumen de la oferta: reduciendo esta, mantene el precio a un nivel 
elevado; solo se satisfarán las demandas de los adquirentes con más deseo o 
con más necesidad de comprar, es decir, de los que acuden al mercado con 
una estimación subjetiva más elevada. 
El monopolista debe limitarse a tener cuidado de no dejar insatisfecho 
un número demasiado grande de demandas por exigir precios excesivamente 
elevados. Sigue existiendo, todavía en este caso, una zona de indeterminación 
de los precios. 
Esto ya no ocurre en caso de concurrencia perfecta. Ningún vendedor 
puede practicar con provecho la limitación voluntaria de la oferta, porque otros 
vendedores le sustituirían y los precios no se elevarían. El precio es, pues , en 
este caso, el resultado de una confrontación entre vendedores y compradores. 
Es una lástima que Menger no profundizara más en el estudio del precio de 
competencia. 
Cabe destacar que Menger puso en relieve que existían mecanismos 
psicológicos constantes, que funcionaban en todas los regímenes y que, por 
tanto, una auténtica ciencia económica podía lícitamente formular leyes. 
 
C) Leon Walars: 
 
Walars tiene el mérito de haber elaborado una admirable síntesis del 
mecanismo de las relaciones económicas: su teoría del equilibrio económico. 
Auguste Walars pensaba que la teoría del valor, tal como la formularon 
Ricardo y Condilac, era falsa: el valor no podía depender ni de la utilidad (el 
había vuelto sobre el ejemplo del agua, muy útil y, no obstante, sin valor), ni del 
coste de producción en trabajo (existen trabajos sin valor, por carecer de objeto 
económico y, por otra parte, no existe nunca proporción entre el valor de una 
cosa y el trabajo a ella incorporado), ni, por último, del coste de producción 
total. El fundamento del valor estaba en la escasez, es decir, en la relación 
entre los bienes y las necesidades existentes. Pero, al hacer intervenir, en 
relación con la escasez, el concepto de necesidad. Auguste Walars volvió a 
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incluir, indirectamente, entre los factores determinantes del valor, a la utilidad, 
que había pretendido eliminar como causa exclusiva. 
Por otro lado, Auguste Walars pensaba que, puesto que los fenómenos 
económicos eran cuantitativos, podíantratarse por los procedimientos del 
análisis matemático. 
De la idea de que el valor está vinculado a la escasez, Auguste Walars 
sacó la conclusión, asimismo, de que “todo valor es un inconveniente para la 
especie humana, desde el punto de vista exclusivo de la ciencia económica”. 
Esto no es solamente la formulación de un ideal social tomado de Bastiat, sino 
también la afirmación científica de que el valor es la medida misma de las 
dificultades con que se enfrenta la humanidad al tratar de conseguir una 
satisfacción suficiente de las necesidades. 
Leon Walars, influenciado por su padre y por Cournot, enfocó con un 
espíritu nuevo las viejas cuestiones planteadas por los primeros clásicos y 
elaboró una teoría sintética de la actividad económica, teoría completamente 
original, que hizo decir a Schumpeter, que Walars era el más grande de todos 
los economistas. Las obras de la primera época son las que actualmente se 
consideran fundamentales. Walars empezó con un análisis del intercambio que, 
ampliándose poco a poco y aplicándose la los servicios productores y a los 
capitales, dio origen a la armoniosa teoría del equilibrio económico. 
 
Teoría del intercambio: 
 
Walars no estudió el valor de uso; esto le parecía inútil. Su análisis no 
fue subjetivo y psicológico, como el de Menger y los demás austriacos, sino 
puramente objetivo. Su única preocupación era la de averiguar cómo se forman 
los precios en los mercados. En su estudio, no separó los conceptos de valor y 
precio: “El mercado es el lugar donde se combinan las mercancías; el 
fenómeno del valor de cambio solo se produce en el mercado y en él es donde 
hay que estudiar el valor de cambio”. Esto equivale a decir que el precio 
constituye la manifestación concreta de esta abstracción que es el valor de 
cambio. Sin embargo, empezó por estudiar los factores que, en toda cclase de 
circunstancias, influyen sobre la relación de cambio: esto es, su teoría del valor. 
Después, trató de las peculiaridades debidas a la estructura, concurrencial o 
monopólica, de los mercados: esto es, su teoría de los precios. 
A diferencia de su padre, no presentó la escasez como el único factor 
que actuaba sobre la relación de cambio; para Leon Walars esta relación 
dependía de una combinación entre la escasez y la utilidad. 
En su obra, la palabra “utilidad” designa la simple aptitud de una cosa 
para satisfacer una necesidad cualquiera. Se trata, pues de un concepto 
totalmente neutral, independiente del juicio que, se pueda emitir sobre la 
necesidad desde un punto de vista moral, político o social: “Las cosas son 
útiles, escribió, en cuanto sirven para satisfacer una necesidad cualquiera. Por 
ello se puede prescindir de los matices que, en la conversación corriente, 
separan lo útil de lo agradable, a medio camino entre lo necesario y lo 
superfluo. Necesario, útil, agradable, superfluo... son simplemente grados 
diferentes de unidad. Tampoco se ha de tomar en cuenta el carácter moral o 
inmoral de la necesidad. El que determinada sustancia química sea buscada 
por un médico con fines curativos o por un asesino para envenenar a su 
familia, puede ser muy importante desde otros puntos de vista, pero es 
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totalmente indiferente desde el nuestro. La sustancia es útil en los dos casos y 
puede serlo más en el segundo que en el primero. 
Para Walars, utilidad y escasez eran dos conceptos absolutamente 
inseparables. Razonando sobre la intensidad de la última necesidad satisfecha, 
como Jevons había razonado sobre el “grado final de utilidad” y Menger sobre 
la “utilidad marginal”, y admitiendo, igual que Jevons y Menger, que toda 
necesidad pierde intensidad a medida que se satisface. Walars se dio cuenta 
de que las cosas resultan subjetivamente menos útiles cuanto más abundantes 
son, puesto que satisfacen necesidades de intensidad decreciente. 
Más allá de la teoría de la utlilidad-escasez, el verdadero problema era 
el de saber a qué nivel se fija el precio en el mercado. A este respecto, todos 
los razonamientos de Walars se basan en unos cuantos principios generales: la 
demanda es función del precio (disminuye cuando el precio aumenta y a la 
inversa); el precio se fija a un nivel tal que la oferta y la demanda se equilibran. 
El equilibrio se produce gracias a movimientos de la demanda o de los precios; 
la oferta, por el contrario, no puede tomarse en consideración. En efecto, 
Walars elabora una teoría del precio instantáneo y la adaptación de la oferta 
implica una modificación de la producción de la producción de le las estructuras 
productoras que exige un largo período de tiempo. 
A diferencia de Cournot, Walars consideró, en primer lugar, una 
situación de competencia perfecta y solo trató del monopolio al final de sus 
Elementos. Pero tuvo buen cuidado desde el principio al indicar que la 
competencia perfecta era una situación puramente hipotética que el describió 
en la forma siguiente: “Los mercados mejor organizados desde el pnto de vista 
dela competencia son aquellos en que las operaciones se conviertan en voz 
alta a través de intermediadores (agentes de cambio, corredores, pregoneros) 
que las centralizan, de forma que ninguna operación tenga lugar sin que sus 
condiciones sean anunciadas y conocidas, sin que los vendedores puedan 
competir a la baja y los compradores al alza. Así funcionan las bolsas de 
valores, las de comercio, los mercados de granos, de pescados, etc”. 
“Junto a estos mercados, hay otros en que la competencia, aunque no 
tan bien regulada, funciona todavía de una manera conveniente y 
satisfactoria... También, sin duda, es la competencia el factor determinante del 
valor de las consultas de médicos y abogados o de las actuaciones de músicos 
y cantantes”. 
“Supondremos un mercado perfectamente organizado desde el punto 
de vista de la competencia igual que, en mecánica pura, se trabaja sobre la 
hipótesis de máquinas sin fricciones”. 
Walars, por tanto, definió la competencia, en oposición a la costumbre 
de su tiempo, sin acudir al concepto de libertad; sabía que el régimen jurídico 
de libertad no basta para salvaguardar la competencia. Además, al hablar de 
competencia perfecta, Walars no ignoraba que se trataba de una situación 
hipotética, que no respondía a la realidad de su época; pero pensaba que su 
análisis debía arrancar de esta hipótesis, por ser la más sencilla. 
He aquí como describió Walars el funcionamiento de este mercado; 
para un bien homogéneo no puede haber, en un momento dado, en un 
mercado de competencia perfecta, más que un solo precio; este precio está 
determinado y se fija al nivel en que se igualan la oferta y la demanda. 
Desgraciadamente, Walars complicó este análisis, sin duda porque en 
un sistema puramente estático la oferta era un dato y no una variable, 
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colocándose en la hipótesis irreal de un trueque. Sobre esta base, Walars 
construyó una demostración inútilmente complicada. He aquí sus conclusiones 
de esta demostración: “Dadas varias mercancías, para que, en relación con 
ellas, exista equilibrio en el mercado, la condición necesaria y suficiente es que 
los precios vigentes la demanda electiva de cada mercancía sera igual a su 
oferta efectiva. Cuando esta igualdad no se da, es necesaria, para alcanzar el 
precio de equilibrio, un alza del precio de las mercancías cuya demanda 
efectiva es superior a su oferta efectiva y una baja del precio de las demás”. 
Esta fórmula es superior a la ley de oferta y demanda, porque con ella Wallars 
indicaba que la oferta y la demanda son función del precio y llamaban la 
atención sobre la interdependencia de los mercados. 
Walars estudió el monopolio, pero considerándolo como una situación 
muy particular y poco frecuente. Dio de él una definición rigurosa, pero no trató 
desarrollar el problema con más detalle que lo había hecho ya Cournot. Walars 
subrayó, igual que Cournot, que el precio no se imponía al monopolista con 
absoluto rigor, que en caso de monopolio la ley de unidad del precio ya nose 
cumplía y que el precio de equilibrio estable podía fijarse a un nivel bastante 
alejado del que compensará los costes de producción. Supo ver que un 
monopolista puede practicar una política de discriminación de precios, pero que 
la disimula, generalmente, con ínfimas diferencias en la calidad de los 
productos o con otros artificios comerciales. Asimismo, que esta política de 
discriminación puede darse también en caso de competencia libre, cuando los 
productos no son absolutamente homogéneos, si bien el monopolista la 
practica con mayor facilidad y eficacia. 
 
Teoría del equilibrio económico general: 
 
Lo más original, en Walars, es su concepción del equilibrio general. 
Walars creía que la actividad económica constituía una especie de mecanismo, 
compuesto por elementos interdependientes que se articulaban entre sí. Los 
precios percibidos en un mercado eran ingresos que se podían utilizar en otra 
parte, como poder adquisitivo. Por ello, en ciertas condiciones, debía crearse 
un equilibrio entre todas las variables económicas, es decir, entre los precios 
de todos los productos y factores de producción y las cantidades de esos 
productos y factores. 
Esto no significa que toda economía estuviera necesariamente 
equilibrada, ni que tendiera automáticamente al equilibrio. La idea de equilibrio 
no era para Walars meramente un instrumento de análisis. Para él, el equilibrio 
se alcanzaría en una economía de competencia perfecta; si, además, la 
economía fuese totalmente estática, el tipo de beneficio bajaría a cero.

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