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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Juan Zapata Alarcón 
Universidad de Castilla-La Mancha
Más de un siglo ha pasado ya desde que Pelayo Quintero Atauri publicó el primer 
libro de su trilogía dedicada a la otrora próspera villa de Uclés1. Esta pequeña po-
blación conquense goza de un rico devenir histórico y de un acervo cultural digno 
de la mayor de las atenciones y, sin embargo, hoy lucha por salir de la inexorable 
decadencia impuesta por los tiempos modernos. Es verdad que Uclés se conoce, 
entre otras muchas razones, por su Fuero medieval, su desaparecida imprenta y por 
albergar durante más de seiscientos cincuenta años la sede conventual de la Orden 
de Santiago, si bien, tampoco puede negarse el hecho de que pocos se han esforzado 
tanto por difundir su legado como Pelayo Quintero. Por eso, es justo mantener vivo 
el reconocimiento por quienes tanto hicieron por su pueblo y evitar que caigan en 
el olvido. Afortunadamente, contamos con personas como Ana Mª Gálvez Berme-
jo, en su día alcaldesa de Uclés, que atesoran la sensibilidad necesaria para recoger el 
testigo y apoyar cuanto sea necesario con el fin de salvaguardar el patrimonio cultu-
ral. A todos nos consta su incansable trabajo por sacar a la luz la edición facsimilar 
1 P. Quintero Atauri, Uclés. Antigua residencia de la Orden de Santiago, Imp. Fortanet, Madrid, 
1904; Uclés. Excavaciones efectuadas y noticia de algunas antigüedades, Imp. Manuel Álvarez, Cádiz, 
1913; Uclés. Documentos inéditos y algunas noticias tomadas de sus archivos, Imp. Manuel Álvarez, 
Cádiz, 1915. Citamos por la edición facsimilar de la Asociación para el Desarrollo de los Recursos 
Socioeconómicos, Patrimoniales y Culturales de Uclés, Cuenca, 2007. 
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de esta trilogía en el 140 aniversario del nacimiento de su autor, a lo que debemos 
añadir la investigación realizada sobre la biografía y la obra del mismo que se incor-
pora en el prólogo. También hay valorar las iniciativas destinadas a enriquecer los 
conocimientos y fomentar el estudio de personajes como el que aquí nos ocupa, de 
ahí que deba agradecer a los coordinadores de estas Jornadas, especialmente al pro-
fesor Dr. D. Enrique Gozalbes Cravioto, el hacerme partícipe de las mismas.
Desde luego, Quintero Atauri no fue el único en escribir sobre Uclés, aunque sí 
el primero en abordar su estudio de manera monográfica dentro de la historiografía 
contemporánea. Por tanto, el objetivo de este artículo es analizar sus trabajos sobre 
la antigua sede santiaguista, evaluar sus aportaciones y valorar las repercusiones so-
bre la investigación actual desde un punto de vista crítico. Para ello, se ha estimado 
oportuno tomar en consideración aspectos tan relevantes como la evolución del 
edificio a lo largo del siglo xix, la alusión a cuestiones puntuales del proceso forma-
tivo de nuestro autor en su camino hacia la madurez, así como la actualización del 
catálogo de su obra escrita2.
Los vínculos tan estrechos de Pelayo Quintero con el convento de Uclés nacen, 
sin duda, de la confluencia en su persona de dos factores determinantes: por un la-
do, su condición de ucleseño, pues en Uclés nació3 y vivió sus años de juventud; 
por otro, su carácter despierto que le llevó a interesarse muy pronto por la arqueo-
logía y el arte. En el primer caso, no hay que insistir demasiado en los lazos tan im-
portantes que siempre han unido a la población con el edificio, no solo por su per-
tenencia a la Orden de Santiago, sino también porque el antiguo convento se alza 
como la referencia visual de su paisaje urbano y de su entorno. Por mucho que se lo 
proponga y por efímero que sea el instante, el ucleseño no puede evitar contemplar 
el convento a lo largo de su vida cotidiana, pues es lo primero que divisa cuando 
2 Es probable que a lo largo de esta investigación se haga referencia a datos de carácter intelectual 
o biográfico que ya hayan sido mencionados por otros compañeros en sus respectivos artículos. Aun 
así, y sin ánimo de ser reiterativos, hay que recurrir a los mismos con el fin de alcanzar la necesaria 
coherencia argumentativa. 
3 Archivo Histórico Nacional (AHN.), Sec. Universidades, leg. 4628, exp. 10. En su expediente 
académico como alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad Central (1883-1885), Pelayo 
Quintero Atauri aparece como natural de Nohales (Cuenca). No obstante, el profesor Ángel Luis 
López Villaverde, a cuyo texto de este volumen nos remitimos, ha constatado que se trata de un error 
de trascripción y que no hay motivo para dudar de su naturalidad ucleseña. 
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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
sale a la calle y lo último que observa cuando regresa a su hogar. Ambos, monumen-
to y población, conforman un todo indisoluble que hace difícil concebir al uno sin 
el otro y más aún si, como en el caso del joven Quintero, se disfrutaba de alguna de 
las antiguas posesiones del convento4. En segundo lugar, tampoco hay que perder 
de vista la época en la que Pelayo vivió su infancia, marcada por la dicotomía senti-
mental entre el romanticismo nostálgico hacia las Órdenes Militares y las propues-
tas liberales que buscaban la supresión de las mismas. Durante estos primeros años 
de la década de 1870, lo más probable es que Quintero permaneciera ajeno a las 
dificultades por las que atravesaba el edificio y disfrutara de una niñez cargada de 
fantasías sobre las hazañas de los caballeros de Santiago. Aun así, para una mente 
tan despierta como la suya, esto solo sería el primer paso hacia una madurez que no 
tardaría en llegar y que estaría marcada por la influencia de su tío Román García 
Soria y la llegada de los Jesuitas en 1880, cuando contaba con 13 años de edad.
1. Formación, madurez y entorno cultural.
Los acontecimientos experimentados por el antiguo convento santiaguista durante 
el último cuarto del siglo xix constituyen un factor decisivo, entre otros muchos, a 
la hora de determinar el proceso de madurez y legado intelectual de nuestro autor. 
Su brillante trayectoria estuvo constantemente marcada por la dualidad entre lo 
profesional y lo vocacional, pues supo aprovechar como virtud lo que para otros 
supondría un grave inconveniente. Su inagotable inquietud, su constante afán de 
superación y su formidable convicción en el trabajo bien hecho, le dotaron de un 
4 J. de D. de la Rada y Delgado y F. Fita, «Excursión arqueológica a las ruinas de Cabeza del Grie-
go», Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH.), XV/1-3 (1889), p. 148,… los restos de la 
muralla romana que se extiende a la falda del cerro sobre que se levantó la fortaleza conventual de los 
freires de Santiago, muralla que se esconde tras de los altos chopos de la extensa huerta del convento, propie-
dad hoy del ilustre hijo de aquella población D. Agustín Quintero, y gobernador que fue de la provincia de 
Cuenca… Que sepamos, la antigua huerta conventual, o parte de ella, aun permanecía en poder de la 
familia Quintero en el año 1905. J. Allende Salazar, «Excursión a Cuenca y Uclés», Boletín de la So-
ciedad Española de Excursiones (BSEE), XIII/149 (1905), p. 148,… bajamos al hermoso huerto, en el 
que los Srs. Quintero, gracias a su amor a los árboles […] han sabido formar en medio de aquellos desnu-
dos cerros un verdadero oasis, tan deleitoso como el que del monte den la ladera tenia plantado el clásico 
poeta. Desde aquel huerto […] aprecianse perfectamente los restos de la muralla del primer recinto, que, 
por la igualdad de sus hiladas y demás caracteres constructivos, parece datar de la época romana…
/en/
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carácter polifacético que dio como resultado al Quintero docente, arqueólogo, his-
toriador y amante de las Bellas Artes.
Gracias a las noticias aportadas por la Enciclopedia Espasa en la voz «Quintero de 
Atauri (Pelayo)» —considerada por los investigadores como texto autógrafo y por 
tanto autobiográfico—, sabemos que realizó sus estudios en Madrid5. A la luz de los 
datosdisponibles, parece evidente que desde muy pronto manifestó una atracción 
especial hacia las Bellas Artes debido, muy probablemente, a la impronta ejercida por 
Uclés y de la que nunca pudo liberarse. En 1884 obtuvo el grado de Bachiller en Artes 
en el Instituto de San Isidro6 y ese mismo año iniciaría sus estudios universitarios en 
la Facultad de Derecho de la Universidad Central7, aun cuando su verdadero propó-
sito era estudiar Arquitectura8. Surgía aquí uno de los grandes dilemas a los que tuvo 
que enfrentarse y que, a la postre, dictaminó irreversiblemente su futuro. Tuvo que 
decidir entre lo que «quería» y lo que «debía» hacer, entre lo vocacional y lo pragmáti-
co —que hoy llamaríamos carrera con futuro—. Ciertamente, con un padre abogado 
empeñado en que su hijo continuara con la tradición familiar, el margen de maniobra 
era muy escaso. Sin embargo, bien por temperamento, bien por obstinación de juven-
tud, simultaneó los estudios de Derecho con los de Dibujo en la Escuela de Bellas 
Artes y en la de Artes y Oficios de Madrid a costa, claro está, de un esfuerzo personal 
que anticipaba su inagotable capacidad de trabajo.
Durante dos años se prolongó esta situación hasta que sucedió lo inevitable. En 
1886 Quintero abandonaba el Derecho para iniciar los estudios de Archivero-Anticua-
rio-Bibliotecario. Una decisión, cuando menos chocante, ya que lo previsible hubiera 
sido comenzar los deseados estudios de arquitectura que le enfrentaron a su padre y en 
los que tanto interés manifestó a la hora de reseñarlos en su supuesta autobiografía. Por 
5 VV.AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, vol. XLVIII, Espasa-Calpe, Madrid, 1908-1930, pp. 
1391-1392.
6 La Correspondencia de España, 9632 (1884), p. 3. 1884, agosto, 5. Madrid.
7 Hay que advertir que en la descripción del citado expediente académico de Pelayo Quintero en 
la Universidad Central se menciona la fecha de 1883-1885 como período de estudios en la Facultad 
de Derecho. No obstante, si la noticia de su graduación como Bachiller en 1884 es correcta, es razo-
nable pensar que Quintero estudió los dos años Derecho entre 1884 y 1886, año este último en el 
que inició la carrera de Archivero-Anticuario en la misma Universidad. De no ser así, quedaría un 
vacío en el curso 1885-1886. 
8 VV.AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, vol. XLVIII, op. cit., p. 1391.
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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
tanto, un cambio de esta magnitud solo puede ser imputable a la indecisión propia de 
un joven de diez y nueve años que se debate entre sus opciones de futuro y las influen-
cias recibidas en el transcurso de estos dos últimos años. Quería estudiar arquitectura 
pese a que, visto con perspectiva, siempre se mostró más inclinado hacia el dibujo y la 
pintura. Además, inició lo que hoy correspondería a la carrera de Historia, de modo que 
este giro habría que atribuirlo a los influjos recibidos de su tío Román García Soria.
En efecto, el calado de las estancias veraniegas en Uclés acompañando a su tío en 
las excavaciones debió de ser muy profundo. Conviene recordar que desde 1875-
18789 García Soria realizaba excavaciones a su costa en El Haza del Arca, La Adehue-
la y otros yacimientos cercanos a Uclés, así como algunas prospecciones en el cerro 
de Cabeza de Griego (Segóbriga) que continuaron durante la década de 1880. A estos 
trabajos, que despertarían el interés de un Quintero adolescente, habría que añadir 
el atractivo suscitado por la llegada de los Jesuitas en 1880. Ambas circunstancias, 
esto es, los resultados obtenidos por García Soria y el impulso cultural ejercido por 
esta comunidad, estimularon el reconocimiento científico de una comarca olvidada 
que a partir de ahora, por méritos propios, comenzará a ser tenida en cuenta en el 
campo de las investigaciones arqueológicas. En consecuencia, la actividad de García 
Soria dejó de pasar desapercibida y paulatinamente sus hallazgos alcanzaron mereci-
da recompensa. A comienzos de esta década, gracias a sus donaciones al Museo Ar-
queológico Nacional, fue condecorado con los prestigiosos distintivos de la Enco-
mienda de Isabel la Católica y la de Carlos III10. En torno a 1886-1887 fue nombrado 
correspondiente para el distrito de Uclés por la Comisión Provincial de Monumen-
tos de Cuenca, al tiempo que se le confería la custodia del recién creado Museo Ar-
queológico de Uclés ubicado en la antigua sede conventual11. 
9 Los datos de Quintero sobre el inicio de las excavaciones por García Soria no son precisos. Mientras 
en su artículo de 1889 «Uclés histórico y arqueológico», Revista de España, CXXV/495 (1889), p. 75 
afirma que las excavaciones comenzaron en 1875, en el libro Uclés. Excavaciones…, op. cit., p. 75 cita que 
empezaron los «…trabajos de exploración por el año 1878». De esta situación ya se percataron A. J. Lorrio 
y Mª. D. Sánchez de Prado, «La necrópolis romana de Haza del Arca y el Santuario del Deus Aironis en 
la Fuente Redonda (Uclés, Cuenca)», en Iberia: Revista de la Antigüedad, 5 (2002), pp. 163 y 166. 
10 P. Quintero Atauri, «Uclés histórico y arqueológico», op. cit., p. 76. La donación se produjo el 
31 de enero de 1880
11 BRAH, XIII/5 (1888), pp. 348-349. El 26 de octubre de 1888 García Soria pronunció un breve 
discurso por su nombramiento como correspondiente en Uclés de la Real Academia de la Historia.
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Aun cuando su situación económica parece que no era demasiado holgada a la 
altura de 1888, lo cierto es que este año podría considerarse como uno de los mo-
mentos de mayor éxito gracias a la visita de los académicos de la Historia Juan de 
Dios de la Rada y Fidel Fita, pues suponía el respaldo a su trabajo desde el punto de 
vista institucional y, sobre todo, científico. No hay duda de que este viaje a Uclés 
estuvo motivado por la envergadura de los descubrimientos de García Soria, pero 
tampoco puede descartarse la posible intervención de Quintero a la hora de incen-
tivarlo. Cabe recordar que en el momento de la visita iniciaba su tercer curso de 
carrera y para entonces, es razonable pensar que mantuviera una relación fluida con 
tan ilustres personalidades a quienes más tarde calificó como… mis queridos maes-
tros…12. Durante los tres días que permanecieron en Uclés (17 al 19 de septiembre) 
Rada y Fita estuvieron acompañados en todo momento por García Soria y su sobri-
no, el cual, contribuyó de manera muy activa con el dibujo de restos arquitectóni-
cos, cerámicos y fragmentos epigráficos13.
En todo caso, el año 1888 es una fecha a tener muy en cuenta ya que repre-
senta, al menos a nuestro juicio, el punto de partida de una nueva etapa para un 
joven Quintero que por entonces cumplía los 21 años de edad. Si la visita de 
Fita y de la Rada14 pudo ser el detonante para el nombramiento de García Soria 
como correspondiente en Uclés de la Real Academia de la Historia15, para nues-
tro autor representó un momento decisivo ya que supuso su presentación ante el 
público especializado de mano de personalidades de reconocido prestigio en el 
campo de la investigación histórica. Es de sobra conocido que ambos investiga-
dores manifestaron en su informe su satisfacción por las aportaciones de Quin-
tero y ello, muy probablemente, pudo significar el respaldo definitivo que des-
12 P. Quintero Atauri, Uclés. Excavaciones…, op. cit., p. 78.
13 J. de D. de la Rada y Delgado y F. Fita, «Excursión arqueológica…», op. cit., p. 148,… sirvionos 
de mucho para la copia de estas inscripciones y monumentos la pericia artística del distinguido joven D. 
Pelayo Quintero… 
14 Conviene recordar que estos dos personajes, entre otros cargos dentro de la RAH, constituían la 
Comisión del Boletín de la Academia, y que podría equipararse a lo que actualmente conforman los 
comités científicos de las revistas especializadas. BRAH, XVI/1-2 (1890), p. 12.
15 De hecho, en el cuaderno de enero de 1889 ya aparece como correspondiente de la Academia 
junto a Mariano Sánchez Almonacid, Juan Vicente Benito, DomingoSoria, Francisco Peñalver y 
Blas Valero. BRAH., XIV/1-2, p. 122.
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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
embocara en el inicio de su producción escrita, la cual, al contrario que la de su 
tío16, será bastante prolija en el futuro. Si aceptamos como autobiográfico el 
texto de la Enciclopedia Espasa, él mismo definiría sus investigaciones de la si-
guiente manera:
La producción de Quintero de Atauri, siendo tan extensa y va-
riada dentro de su especialidad artístico-histórico-arqueológica, se 
distingue por su solidez y sencillez de exposición y descripción en 
temas y asuntos, casi siempre originales o no tratados aún por nin-
gún historiador ni arqueólogo español o extranjero. Formado en la 
escuela crítica más severa e imparcial, se atiene siempre a la prueba 
concluyente del monumento o del documento, no utilizando el tes-
timonio popular de la leyenda o la tradición sino cuando le faltan 
las fuentes directas de conocimiento. Con su pericia artística ha 
ilustrado con vista, planos y facsímiles, debidos a su pluma, muchas 
páginas de sus interesantes obras17.
Desde luego, una valoración crítica tan generosa solo puede partir de uno mis-
mo o de un gran conocedor de su obra, si bien, hay matices que deben tenerse en 
cuenta y de los que nos ocuparemos más adelante. De cualquier manera, lo que no 
parece casual es que a comienzos de 1889, tan solo unos meses después de la visita 
de Fidel Fita y Juan de Dios de la Rada, Quintero Atauri publicara su primer artícu-
lo conocido en la Revista de España, considerada como una de las de mayor calidad 
intelectual de la segunda mitad del siglo xix18. De la misma manera, tampoco pare-
ce anecdótica la elección del tema: «Uclés histórico y arqueológico»19, que si bien es 
16 Todos los indicios apuntan a que Román García Soria, bien por voluntad propia o por algún 
impedimento que desconocemos, fue bastante remiso a publicar sobre el papel los resultados de sus 
hallazgos. De hecho, así lo atestiguan las escasas, o más bien nulas, referencias bibliográficas docu-
mentadas en la actualidad.
17 VV.AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, vol. XLVIII, op. cit., p. 1391.
18 C. Ortiz García y L. A. Sánchez Gómez (eds.), Diccionario Histórico de la Antropología Española, 
CSIC, Madrid, 1994, pp. 584-586. La revista fue fundada en 1868 por José Luis Albareda y en el 
momento al que nos referimos estaba dirigida por Benedicto de Antequera.
19 P. Quintero Atauri, «Uclés histórico y arqueológico», op. cit., pp. 69-78.
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lógica si nos atenemos a la trayectoria de nuestro autor, adquiere mayor trascenden-
cia si la ubicamos en el contexto en el que tuvo lugar. En efecto, a partir del año 
1888 se advierte un interés desconocido hasta entonces por Uclés y Cabeza de 
Griego20, como así lo atestigua el hecho de que entre noviembre de este año y octu-
bre de 1889, solo en el Boletín de la Real Academia de la Historia, se publicaran 
hasta 11 textos de diferentes materias entre artículos, informes y documentos21. A 
partir de estos momentos Uclés y Segóbriga pasaban a formar parte del complejo 
entramado cultural y científico del país, si bien, tras esta avalancha inicial de publi-
caciones, el mérito posterior habrá que otorgarlo en buena medida a los trabajos de 
Pelayo Quintero. 
Si la década de 1880 supuso el punto de partida en su formación intelectual, los 
años comprendidos en la de 1890 representan el verdadero paso hacia la madurez. 
Tras debutar con este primer artículo, al año siguiente publicó otro dedicado a «La 
pintura y la crítica» 22, mucho más subjetivo y personal, que constituye toda una 
declaración de intenciones sobre su postura en torno al desprestigio de la pintura 
española de finales del siglo xix. En tan solo tres páginas muestra una madurez crí-
tica inusual en un joven de 22 años a través de una defensa contundente de la pin-
tura de historia, al tiempo que censura la tendencia de los jóvenes pintores españoles 
imbuidos por la moda burguesa de los maestros franceses, cuyos temas calificará 
de… tristes y antipáticos de la vida actual… Dada la rotundidad con la que se expre-
sa —bien podría incluirse como parte de un manifiesto—, nos parece oportuno 
reproducir un fragmento del texto:
20 BRAH., X/1 (1887), p. 5. Es probable que este hecho estuviera condicionado por la creación en 
1887 de una «Comisión de Estudios y Monumentos Protohistóricos» en la Real Academia de la His-
toria integrada por Fernández Guerra, Saavedra, Fabié, de la Rada y Fita. Su finalidad era… atender 
exclusivamente a este ramo primordial de la Arqueología…
21 Cfr., BRAH., XIII-XV (1888-1889). Buena parte de la responsabilidad de esta situación hay 
que atribuirla a Fita y de la Rada, que fueron autores de los artículos o supervisaron la edición de 
muchos de estos textos. Se publicaron los informes de José Cornide sobre Cabeza de Griego (1790-
1795) y el de Isidro Palomino sobre el estado del convento (1872), así como se reeditaron los artícu-
los de Escudero de la Peña sobre el archivo santiaguista (1872).
22 P. Quintero Atauri, «La pintura y la crítica», Revista de España, CXXVIII/2 (1890), pp. 
234-236.
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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
A algunos de estos señores, que creen sin duda que el ser crítico 
consiste en murmurar de todo lo existente, les ha dado por censurar 
los cuadros de historia, sin tener en cuenta que en esos cuadros es 
donde se ve el artista, y no ya el artista que siente únicamente, sino 
el artista inspirado, instruido y de un talento sólido; puesto que en 
un cuadro de costumbres no hay que hacer sino aquello que todos 
vemos, al paso que en los de historia, para que sean buenos tiene 
que crear y estudiar los usos, costumbres, trajes, modo de ser, etc., de 
la época que retrata, para darlos a conocer con gran verdad a sus 
contemporáneos; encontrándonos, pues, que el cuadro de historia, 
además del mayor número de dificultades que en sí reúne, instruye 
a la generación presente y a la futura, mientras que el de costumbres 
sólo instruye a la futura; esto sin tener presente que el artista ha de 
ser libre y no se ha de pretender forzarle la marcha que ha de se-
guir… 23. 
Como vemos, su actitud es tan explícita que no admite ningún género de duda 
sobre sus tendencias pictóricas. De hecho, junto con los temas históricos, resulta 
evidente su apuesta por la pintura figurativa, y por encima de todo, del dibujo co-
mo reflejo directo de su formación en las Escuelas de Bellas Artes y Oficios de Ma-
drid, así como de las influencias recibidas en los estudios de los pintores Plácido 
Francés (1834-1902) y Casto Plasencia (1846-1890)24. Además, emplea un lengua-
je en el que se detecta un pesimismo crítico hacia la situación cultural de España, 
algo que entronca directamente con las tendencias regeneracionistas de finales del 
siglo xix y que constituye la seña identitaria de buena parte de la intelectualidad 
española de este período25. 
23 Ibídem, p. 235.
24 VV.AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, vol. XLVIII, op. cit., p. 1391.
25 P. Quintero Atauri, «La pintura y la crítica», op. cit., p. 234. Consecuencia, sin duda alguna, de la 
última Exposición de París y del carácter genuino español, que sólo encuentra lo bueno fuera de casa, ha 
sido la campaña emprendida por algunos en contra de la moderna pintura española; arrastrados por un 
mal entendido amor patrio, pretende, a fuerza de palos, corregir los defectos que esta pudiera tener, sin fi-
jarse que lo que hacen es desanimar a los artistas y crear una opinión contraria a nuestra pintura, que era 
lo único propio que teníamos en este país, en que no se sabe sino imitar lo malo del extranjero…
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En el transcurso de los tres años siguientes no nos consta ninguna otra aporta-
ción en revistas, aunque tenemos conocimiento de que concluyó sus estudios de 
archivero y que en junio de 1892 comenzó a dirigir las excavaciones de Segóbri-
ga26. También, en este mismo año, se celebróla Exposición Histórico-Europea para 
conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América27, evento de gran im-
pacto cultural y de importantes repercusiones para Quintero, no solo porque fue 
premiado con… Diploma y Medalla de bronce por varios trabajos artísticos y arqueo-
lógicos…28, sino también porque aquí se gestó la creación de la Sociedad Española de 
Excursiones29 y seguramente estableció contacto con sus fundadores: Enrique Serra-
no Fatigatti, Adolfo Herrera y Jerónimo López de Ayala, vizconde de Palazuelos y 
después conde de Cedillo. Concebida para funcionar como instrumento útil al 
conjunto de la ciudadanía, su modus operandi consistía en el desarrollo de visitas o 
«excursiones» a los monumentos, colecciones privadas y actos culturales representa-
tivos con el fin de impulsar la difusión de un patrimonio histórico-artístico español 
desconocido, olvidado o poco accesible para el gran público. Todas sus actividades 
quedaban plasmadas en un Boletín de carácter mensual en el que, a través de artícu-
los monográficos o mediante el formato de crónica, se informaba a todos los socios 
de los resultados de la visita. Se trataba, pues, de un ambicioso proyecto de ámbito 
nacional que tuvo gran éxito y que no tardó en completar el vacío dejado por la 
desaparición de revistas como Semanario Pintoresco Español (1836-1857) o Museo 
Español de Antigüedades (1872-1880)30. 
Tanto si fue por iniciativa propia, por el apoyo de Rada y Fita, o por ambas razo-
nes a la vez, lo cierto es que desde los primeros momentos desarrolló una actividad 
frenética en el seno de la Asociación. De las catorce salidas que se realizaron entre 
marzo y diciembre de 1893 asistió a las de Guadalajara (7 de mayo), Brihuega-To-
26 P. Quintero Atauri, Uclés. Excavaciones…, op. cit., pp. 21 y 91-92. Estas excavaciones fueron 
financiadas por el inglés Mr. Thomson. 
27 P. Martín Nieto, «Historia de las adquisiciones de algunas colecciones del Museo Arqueológico 
Nacional», ANABAD, XLIII/1-3 (1993), p. 69. En su organización y desarrollo Fidel Fita y Juan de 
Dios de la Rada tuvieron un papel destacado.
28 Diario oficial de avisos de Madrid, 96 (1902), p. 2. 1902, abril, 7. Madrid.
29 BSEE., L/1 (1943), pp. 1-4.
30 Este último dirigido por Juan de Dios de la Rada.
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Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
rija (4-5 de julio), Segóbriga (14 de septiembre) y Alcalá de Henares (10 de diciem-
bre), en las que efectuó las crónicas o reseñas de las de Guadalajara y Segóbriga31 así 
como las fotografías de Torija y Brihuega32. Este último aspecto abre un nuevo 
perfil de un Quintero interesado en la fotografía y su empleo como documento 
gráfico puesto que si en un principio la utilizó para testimoniar las actividades de la 
Asociación, con el paso del tiempo la incorporó de manera sistemática en sus artí-
culos y memorias de excavación. De este modo, según estudios recientes, se convir-
tió en pionero de la aplicación de este soporte dentro de la metodología arqueológi-
ca33. En torno al mes de noviembre de este mismo año fue nombrado secretario de 
la sección de Bellas Artes34 y algunos meses antes, seguramente debido a su media-
ción, su tío Román ya había sido designado como delegado de la Sociedad en 
Uclés35. A todo ello, habría que añadir su contribución como dibujante, tanto con 
la incorporación de dibujos complementarios a las reseñas de algunas excursiones 
como con el diseño de la portada del Boletín36.
31 P. Quintero Atauri, «Excursión a Guadalajara», BSEE., I/ 5 (1893), pp. 56-58; «Excursión a las 
ruinas de Segóbriga, BSEE., I/9 (1893), pp. 114-116; «Excursión a la cueva prehistórica de Segóbri-
ga», BSEE., I/10 (1893), pp. 125-128.
32 BSEE., I/5 (1893), p. 60,…en su número próximo publicará el Boletín la reseña de aquella expedi-
ción (Brihuega y Torija), debida a la pluma del Sr. Catalina García, y a ella acompañarán varios graba-
dos de importantes monumentos tomados de fotografías que sacó nuestro consocio Sr. Quintero… BSEE., 
I, 6 (1893), p. 70…el mal estado de aquellas pinturas impidió que nuestro consocio el Sr. Quintero las 
reprodujese fotográficamente, según había hecho con otras antiguallas de Brihuega…
33 S. González Reyero, La fotografía en la arqueología española, Real Academia de la Historia, Ma-
drid, 2007, pp. 365 y ss… las memorias parecen haber prestado una prioritaria atención por la fotogra-
fía. Así, por ejemplo, en las memorias que P. Quintero escribió sobre las excavaciones de Cádiz la documen-
tación fotográfica resulta ser claramente superior…
34 BSEE., I/10 (1893), p. 143,…por haberse dado de baja en nuestra Sociedad uno de los secretarios de 
la sección de Bellas Artes, la Comisión ejecutiva ha nombrado para sustituirle al Sr. D. Pelayo Quintero…
35 BSEE., I/5 (1893), p. 60,… ha sido nombrado delegado de la Sociedad de Excursiones […] en 
Uclés D. Román García Soria…
36 BSEE., II/12 (1894), p. 184,…el dibujo de la portada del primer tomo que se acompaña a este 
número, es debido a nuestro compañero el distinguido escritor y artista, D. Pelayo Quintero, y donado ge-
nerosamente a la sociedad. La Comisión ejecutiva se complace en hacer pública esta donación y da las más 
expresivas gracias al Sr. Quintero… En sus dibujos aparecen las letras L.R. y C.
82 
Juan Zapata Alarcón
Al año siguiente continuará con su participación en las actividades aunque de 
manera más atenuada debido, seguramente, a que se incorporó como Ayudante 
numerario de Dibujo lineal y de adorno en las Escuela de Bellas Artes de Granada 
(7/8/1894) y al poco tiempo en su homónima de Cádiz (26/11/1894)37. Aun así, y 
pese a que tuvo que prepararse la oposición, en el mes de enero asistió a la visita de 
«Madrid Viejo», a la de El Escorial en febrero y participó en el homenaje a José Fe-
liú y Codina38, sin olvidar la publicación de dos artículos referentes a un relieve de 
Aniceto Marinas39 y otro, al que nos referiremos después, sobre el castillo y monas-
terio de Uclés40.
A partir de estos momentos su ingreso en el cuerpo de funcionarios públicos y, 
sobre todo, su trabajo como profesor en las Escuelas de Bellas Artes e Institutos Téc-
nicos de varias capitales andaluzas lo distanciaron paulatinamente de Madrid, moti-
vo por el que en 1896 fue nombrado delegado de la Asociación en Cádiz41. Estas 
nuevas circunstancias no impidieron que continuara durante algún tiempo en la se-
cretaría de la comisión de Bellas Artes, compartida ahora con Manuel Crespo, o que 
asistiera entre 1897 y 1900 a diversas visitas realizadas en el ámbito madrileño42. 
Que sepamos, los vínculos de Quintero con la Asociación arrojan un saldo final de 
32 artículos hasta el año 1934, momento en el que se documenta el último dedicado 
37 Diario oficial de avisos de Madrid, 96 (1902), p. 2. 1902, abril, 7. Madrid. El 14 de agosto de 1895 
superó por concurso la plaza de Ayudante numerario en Sevilla, después pasó a Málaga (4/7/1902) 
donde impartió diversas asignaturas hasta que se instaló definitivamente en Cádiz en 1904.
38 BSEE., II/13 (1894), p. 2 y II/14 (1894), p 30.
39 P. Quintero Atauri, «Pacificación de los Bandos de Salamanca. Relieve de de Aniceto Marinas», 
BSEE., II/14 (1894), pp. 41-44. Este relieve estaba destinado a la fachada de la iglesia de San Juan de 
Sahagún de Salamanca, que por entonces se construía bajo la dirección del arquitecto Joaquín de 
Vargas. En la actualidad aún puede contemplarse, junto con otro de similares características realizado 
por el mismo autor, en su lugar de origen.
40 P. Quintero Atauri, «El castillo y monasterio de Uclés», BSEE, II/21 (1894), pp. 184-190.
41 BSEE., IV/37 (1896), p. 14.
42 Tenemos conocimiento de su asistencia en enero de 1897 a las visitas del Palacio Real y la Basí-
lica de Atocha (BSEE., IV/48 (1897), p. 208.), así como a las efectuadas a la capilla del Obispo en 
marzo de 1898 (BSEE., VI/61 (1898), pp. 39-40) y Alcalá de Henares en enero de 1900 (BSEE., 
VIII/84 (1900), p. 47).
/ /
83 
Pelayo Quintero y sus estudios sobreel convento de Uclés
a un cuadro de Rubens43. Muchos de ellos conciernen al estudio de diversas sillerías 
de coro españolas, tema al que se aficionó a partir de 1900 y que culminó con la 
edición de un libro monográfico, a modo de compendio, en el año 190844.
Fig. 1. Portada del Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, obra de Pelayo Quintero.
43 P. Quintero Atauri, «Un cuadro inédito de gran interés», BSEE., XLII/3 (1934), pp. 163-166.
44 P. Quintero Atauri, Sillas de coro. Noticia de las más notables que se conservan en España, La Ibé-
rica, Madrid, 1908.
84 
Juan Zapata Alarcón
Como vemos, la relación de nuestro ya «maestro» Quintero con la Sociedad Espa-
ñola de Excursiones constituye un factor a tener muy en cuenta en el contexto de su 
formación y proyección posterior. Está claro que le sirvió de plataforma editorial para 
la publicación de numerosos trabajos pero, sobre todo, el carácter social de las visitas 
le permitió el acceso definitivo a los círculos eruditos del momento. Mantuvo contac-
to directo con grandes personalidades del mundo del arte y la cultura como el Conde 
de Cedillo o Catalina García, así como con otros personajes dignos de mención como 
José Garnelo (1866-1944) —discípulo del pintor Casto Plasencia y a quien segura-
mente conoció en su estudio—, o Miguel Velasco y Santos (1831-1897) —miembro 
de la comisión que se ocupó de catalogar en 1860 el archivo y biblioteca del convento 
de Uclés—45. Además, gracias a la Asociación pudo contemplar importantes coleccio-
nes arqueológicas privadas como las del Conde de Valencia de D. Juan o la de la Mar-
quesa de Mondéjar, cuyo acceso era estrechamente restringido46. 
Una vez instalado definitivamente en Cádiz, Pelayo Quintero publicará en 1904 
la que todavía en la actualidad puede considerarse como una de las obras más desta-
cadas sobre Uclés. Concebida a modo de trilogía, tuvieron que pasar más de diez 
años hasta que se publicó de manera íntegra a pesar de que el texto ya estaba prepa-
rado desde el primer momento. Más adelante nos ocuparemos de su análisis deta-
llado, al menos en lo que corresponde al convento, aunque debemos adelantar que 
se trata de la gran aportación de nuestro autor, aunque también la última, referente 
a su pueblo natal.
2. El convento de Uclés en el siglo XIX.
Resulta difícil comprender lo que representó el convento de Uclés para Pelayo 
Quintero sin conocer las vicisitudes que lo llevaron al estado en el que se encontra-
ba en el último cuarto del siglo xix. La evolución del edificio, incluida la permanen-
45 J. Mª Escudero de la Peña, «El archivo de Uclés», op. cit., p. 163. Junto con Velasco, la comisión 
estaba integrada por Juan Eugenio Hartzenbusch, Escudero de la Peña, Antonio María Cossio y 
Manuel de Goicoechea. Desde 1862 fue Académico Correspondiente de la Historia y miembro de la 
Subcomisión de Monumentos de Alcalá de Henares. Director del Archivo General de Valencia y 
luego del Central del Alcalá. Cfr., M. Vallejo Girvés, El solar de Complutum. Memoria histórica de la 
arqueología en Alcalá de Henares, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, Alcalá, 2005, pp. 100 y 135.
46 BSEE., V/49 (1897), pp. 23 y 39. Las visitas se efectuaron el 24 de febrero y el 22 de marzo 
respectivamente. 
85 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
cia de su comunidad, estaba unida al destino de la Orden de Santiago y éste, a su 
vez, a las políticas irreconciliables sobre las que descansaba el futuro de las Órdenes 
Militares. No en vano, éstas eran consideradas como una de las instituciones que 
mejor representaban los valores del Antiguo Régimen y, precisamente por ello, 
siempre estuvieron en el punto de mira de las diferentes ideologías a la hora de apli-
car su reformas políticas, por no mencionar la poderosa atracción que despertaban 
los cuantiosos bienes y rentas acaparados desde su nacimiento en la Edad Media. 
En un contexto más complejo, liberales y absolutistas vieron en la supresión o vi-
gencia de las Órdenes, según el caso, un medio eficaz para la proyección social de 
sus políticas, ya sea como requisito ineludible en el camino hacia la erradicación del 
Antiguo Régimen, ya como muestra de la pervivencia, en mayor o menor medida, 
de los valores tradicionales. Basta con recordar que a lo largo del siglo xix estos ar-
queológicos institutos, como se les denominara en la I República (1873-1874), fue-
ron suprimidos y restituidos en varias ocasiones47, sin olvidar la disolución de sus 
conventos48 y la aplicación de reforma estructurales en sus órganos de gestión inter-
47 Durante el siglo xix, el primer golpe importante a la integridad institucional de las Órdenes 
Militares se produjo en el reinado de José I mediante la creación de la Orden Militar de España, deno-
minada después Orden Real de España, y constituida por decreto de 20 de octubre de 1808. Sobre la 
Orden Real de España véase A. de Ceballos y A. de Arteaga, La Orden Real de España (1808-1813), 
Ediciones Montalvo, Madrid, 1997. Por decreto de 18 de agosto de 1809 se suprime el Consejo de 
Órdenes, siendo el siguiente paso la disolución de las Órdenes de Militares y la aplicación de sus 
bienes para la dotación de la Real de España (decreto de 18/09/1809). Cfr., Prontuario de Leyes y 
Decretos del rey nuestro señor Don José Napoleón I, tomo I, 2ª edición, Imprenta Real, Madrid, 1810, 
pp. 56-57 y 349-352, publicados también en la Gaceta de Madrid, 264 (1809), pp. 1163-1164, y 
194 (1810), p. 842. Tras la caída del gobierno afrancesado y el restablecimiento del absolutismo con 
Fernando VII, las Órdenes Militares fueron restituidas en 1814. Aun cuando sufrieron una merma 
importante de sus atribuciones en las décadas posteriores, no volverán a ser disueltas hasta la llegada 
de la I República (Decreto de 9/3/1873) siendo restituidas de nuevo durante la Restauración Monár-
quica (R.D. 12/1/1875), Gaceta de Madrid, 70 (1873), p. 820, y 13 (1875), p. 108.
48 Naturalmente, la supresión de las Órdenes Militares llevaba aparejada la disolución de sus sedes 
o casas conventuales, y así ocurrió durante el período del llamado gobierno «Intruso». No obstante, no 
tenía por qué suceder lo mismo en el caso contrario. Por decreto de las Cortes de 1/10/1820 (sancio-
nado por Fernando VII el día 25) quedaron suprimidos los conventos y colegios de las Órdenes Mili-
tares, pero no se estableció la disolución de las mismas. Lo mismo ocurrió con la supresión definitiva 
de los conventos por decreto de 9 de marzo de 1836, sobre la base de los de 25 de julio y 11 de octubre 
de 1835. Gaceta de Madrid, 444 (1836), pp. 1-3; 211 (1835), pp 841-842 y 292 (1835), p. 1157
/ / /reformas/
86 
Juan Zapata Alarcón
na que las redujeron, en la práctica y de manera progresiva, a meros símbolos testi-
moniales49.
Fig. 2. Vista occidental de monasterio y fortaleza de Uclés anterior al año 1845. (Litografía de J. Banon 
sobre dibujo de F. J. Parcerisa)50.
49 Uno de los ejemplos que mejor demuestran esta situación es la creación del «Tribunal Especial 
de las Órdenes», instaurado por las Cortes de Cádiz por decreto de 26 de mayo de 1812, que sustituía 
al disuelto Consejo de Órdenes (18/09/1809) y limitaba sus competencias a los «negocios religiosos», 
Gaceta de Madrid, 61 (1812), pp. 509-510. Derogado por Fernando VII (11/10/1814), restituido 
por las Cortes (20/03/1820) y así sucesivamente en cada uno de los convulsos períodos políticos del 
siglo xix. De hecho, es probable que hubiera desaparecido totalmente de no ser por el celo de la Co-
rona —no olvidemos que Rey era administrador de los maestrazgos—, por conservar sus regalías en 
materia de jurisdicción eclesiástica: «…teniendo en consideración S M. que la jurisdicción de que se 
trata no radicaba en las casas religiosas de las mismas órdenes, sino en el gran maestre y gran prior (de San 
Juan)…». Gaceta de Madrid, 926 (1837), p. 1.
50 J. Mª. Quadrado, Recuerdos y Bellezas de España, vol. VII, Castilla la Nueva-II, Imprenta de 
López, Madrid, 1853.
87Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Los efectos derivados de esta situación no tardaron en manifestarse en el con-
vento de Uclés, tanto en el deterioro de su fábrica material como, sobre todo, en el 
abandono, degradación, expolio y dispersión de las innumerables obras de excep-
cional valor artístico que conformaban su riquísimo patrimonio de bienes muebles. 
No es el momento de pormenorizar en cada uno de los sucesos que condujeron a 
esta situación51 pero valga, a modo de contexto, el recuerdo de algunos aconteci-
mientos que nos permitan acercarnos al Uclés que contempló Quintero.
Tras los…perjuicios inevitables que suelen acometer las tropas al entrar en los pueblos 
obstinados…52 —tal como denominó el gobierno josefino a los saqueos y las represa-
lias durante la Guerra de Independencia—53, el convento de Uclés fue restituido en 
dos ocasiones (1814 y 1823) 54 e incluso agregado al crédito público en 182155 hasta 
51 P. QUINTERO ATAURI, Uclés. 13 de enero de 1809. Centenario de la Guerra de la Independen-
cia, Comisión de Monumentos de Cádiz, Cádiz, 1909, p. 13, (citamos por la edición facsimilar del 
Ayto. de Uclés, 2009). Según nuestro autor, durante la Guerra de la Independencia la población su-
frió tres saqueos (13/1/1809, 21/6/1810 y 27/9/1812), afectando también, al menos en la primera 
ocasión, al convento, ya que no sólo se robaron numerosos libros de la biblioteca sino que, peor aún, 
se quemaron otros muchos. ID., Uclés, antigua residencia…, op. cit., p. 51. A esta circunstancia, aun-
que Quintero no lo menciona, habría que añadir el expolio de objetos de oro, plata y todos aquellos 
bienes considerados de valor por los franceses y susceptibles de ser transportados con facilidad. 
52 Prontuario…, op. cit., vol. I, p. 179.
53 AHN., Estado, Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, leg. 46.308. Un ejemplo de las atro-
cidades cometidas en Uclés por el ejército francés podemos encontrarlo en el relato desgarrador del mar-
qués de Sabrán: Relación de los crímenes cometidos en la ciudad de Uclés en la Mancha por el exército francés al 
mando del General Victor, dirigida a los franceses padres de los conscriptos», oficina del Diario, Valencia, 1809.
54 R.O. de 20/05/1814 y 11/05/1823, cfr., F. Martín de Balmaseda, Decretos del Rey Don Fernando 
VII, vol. I, Imprenta Real, Madrid, 1818, p. 19; ID., vol. VII, Imprenta Real, 1824, p. 35. 
55 Real Academia de la Historia (RAH.), sig. CACU/9/7953/10(2), fol. 19r-v,…Por último y en 
comprobación de que sería muy oportuno y conveniente la conservación de dicho palacio, puede decirse que 
cuando fue extinguida la corporación canonical de Uclés en el año 1821 y agregado dicho edificio al crédi-
to público, por las oficinas de este ramo se mandó justipreciar para sacarlo a subasta; vinieron arquitectos 
a la práctica de dicha operación y nada verificaron por manifestar que para realizarla con exactitud y 
precisión necesitaban invertir muchos meses, por lo que y que su encargo era puramente de oficio, se retira-
ron sin ejecutarlo; mas sí expresaron que el valor de dicho palacio con las obras que le son adyacentes […] 
no bajaría de 80 o 90 millones de reales…». I. Palomino, «Descripción de la Real Casa-Palacio Episco-
pal de Uclés», BRAH., XV/4 (1889), pp. 284-298.
88 
Juan Zapata Alarcón
que, junto con el resto de comunidades y colegios de las Órdenes Militares, quedó 
definitivamente suprimido en el contexto de las propuestas desamortizadoras de 
Mendizábal (R.D. 9/3/1836)56. Para entonces, igual que en otros muchos conventos 
y monasterios, una parte significativa del tesoro artístico de Uclés había desapareci-
do57, de ahí que la comunidad santiaguista, durante su restitución, tuviera que adqui-
rir nuevos ornamentos para la celebración del culto ordinario58. 
Por el inventario de 1828, publicado por el propio Quintero, parece evidente 
que el patrimonio artístico del convento estaba prácticamente extinguido, al menos 
en lo tocante a la orfebrería. Según este documento, cuyos datos hay que manejar-
los con reservas mientras no haya un estudio más detenido59, de las innumerables 
56 Gaceta de Madrid, 444 (1836), pp. 1-3. A partir de este momento, los freiles santiaguistas nun-
ca volverán tomar posesión de su antigua sede. Para el caso del proceso desamortizador en Cuenca 
véase F. González Marzo, La desamortización de la tierra eclesiástica en la provincia de Cuenca, Dipu-
tación Provincial de Cuenca, Cuenca, 1985; La desamortización de Madoz en la provincia de Cuenca 
(1855-1866), Diputación Provincial de Cuenca, Cuenca, 1993. 
57 El saqueo y el pillaje no fueron las únicas causas que produjeron la pérdida o dispersión del pa-
trimonio del convento. Hay que tener en cuenta que la propia normativa legal para la supresión de 
conventos, en virtud de la cual se asignaba al crédito público todos los bienes de los mismos, ampara-
ba el reparto de sus ornamentos a las parroquias más necesitadas, la apropiación de los exclaustrados 
de «los muebles de su uso particular», el traslado de los archivos, bibliotecas, cuadros, etc., a institutos 
públicos e incluso, como ocurrió durante el reinado de José I, se aplicaban «…al remedio de las urgen-
cias del Estado las alhajas de oro y plata no necesarias para el servicio del culto en la iglesias del reyno». 
58 AHN., Sección Códices y Cartularios, sig. 435b, fol. 260. «Libro de gastos y productos de la 
casa de Uclés, de la Orden de Santiago 1832-1836», …día 28 de marzo de 1833 se pagaron a D. Tadeo 
Aparicio, maestro platero de la ciudad de Cuenca, nueve mil nuevecientos rs por el coste total que han te-
nido las ánforas de plata para la consagración de Santos Olios…». 
59 Sin detenernos en analizar la imparcialidad de este tipo de inventarios, no debemos olvidar la 
dificultad que supone la comprobación de lo existente con lo inventariado, más aún cuando, desde 
antiguo, han existido coyunturas que pueden derivar en conclusiones erróneas. Es el hecho, por 
ejemplo, de la reutilización ornamentos deteriorados para la composición de otros nuevos o, simple-
mente, para el cambio por otros más necesarios. En dicho inventario no aparecen recogidos otros 
bienes de valor artístico como es el caso de los retablos, algunos de los cuales, junto con el magnífico 
monumento de Semana Santa, todavía se conservaban a finales del siglo xix y fueron reproducidos 
por Quintero. En cuanto a la orfebrería, valga como ejemplo el hecho de que en 1833 algunas de las 
piezas citadas en el inventario, después consideradas inútiles, se canjearon por un cáliz…en el mismo 
día (28 de marzo) se dio al mismo platero (Tadeo Aparicio) un caliz, patena y vinageras de plata ya 
89 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
piezas que en su día conformaron el rico tesoro de Uclés, tan sólo se conservaban 
unas cuantas y la mayoría de ellas ni siquiera llegó a conocerlas nuestro autor:…de 
las alhajas citadas en este inventario, no queda ninguna y de los cuadros se conservan 
algunos… 60. 
En cualquier caso, de lo que no hay duda es que a partir de 1836 (R.D. 
9/3/1836) se inicia un largo camino sin retorno para el convento de Uclés. Como 
en las supresiones anteriores, la comunidad santiaguista quedó disuelta y sus freiles 
ordenados in sacris se incorporaron a las parroquias como eclesiásticos seculares 
(arts. 12 y 19). De la misma manera, la jurisdicción eclesiástica —que antes ejercían 
los priores santiaguistas como parte de sus antiguos privilegios—, se transfería a los 
ordinarios de las diócesis en las que se hallaban los territorios afectados (art. 14). 
Sin embargo, a diferencia de las ocasiones precedentes, el Obispo-Prior de Uclés 
mantuvo sus competencias en materia de jurisdicción eclesiástica (R.O. 
25/04/1836)61, condicionando así la evolución del antiguo convento en las décadas 
posteriores. De hecho, en la medida en la que el prelado conservó sus atribuciones 
espirituales el edificio pudo considerarse como palacio episcopal y, por tanto, queda-
baexento de la nacionalización en virtud del artículo 4º de la Ley de supresión del 
diezmo (29/07/1837) en el que se estipulaba que…el palacio de cada prelado […] 
continuará aplicado a sus actuales destinos…62. Puesto que la «Real Casa-Palacio 
Episcopal de Uclés» —como se le denominará a partir de ahora— no fue incautada, 
la propiedad del inmueble siguió en manos de la Orden de Santiago, de modo que 
se alejaba, al menos por el momento, la posibilidad de su venta o reutilización por 
el Estado para cualquier otra función.
No por ello la situación dejó de ser compleja y delicada. Por un lado, el Estado 
mantuvo su interés en el edificio, lo que explica su intención de destinarlo a vi-
desechadas con peso de 42 onzas, valorado todo en setecientos noventa y ocho rs, y dio en cambio un caliz 
nuevo con patena, y cucharita de plata, en precio de setecientos sesenta rs, y su peso es de 18 onzas y un 
adarme, y el exceso de treinta y ocho rs que devolvió el platero constan anotados y cargados en el libro co-
rrespondiente… AHN, Sec. Códices, sig. 435b, fol. 260. 
60 P. Quintero Atauri, Uclés. Excavaciones…, op. cit., pp. 181 y ss.
61 Gaceta de Madrid, 499 (1836), p. 2.
62 Ibídem, 974 (1837), p. 1. Esta misma exención se mantendrá en el art. 6º de la Ley de 2 de sep-
tiembre de de 1841, en la que se declaraban bienes nacionales las propiedades del clero, y en el art. 2º 
de la Ley desamortizadora del 1 de mayo de 1855.
/ /
90 
Juan Zapata Alarcón
vienda militar63 justo después del fallecimiento del último Obispo-Prior D. Anto-
nio García Balsalobre († 3/11/1844)64. Por otro, los largos años sin reparos se ma-
nifestaron especialmente en el deterioro de las cubiertas, lo que derivó en la 
pérdida en poco más de treinta años de los dos chapiteles de la fachada occidental 
de la iglesia65.
Tras la desaparición de los priores, los gobernadores eclesiásticos66 tuvieron que 
sortear de la mejor manera posible la falta de recursos económicos sin los cuales, era 
difícil evitar la ruina del inmueble. Su escaso margen de maniobra y los constantes 
vaivenes políticos tampoco ayudaron a la facilitar su tarea. Gracias a que la vicaría 
eclesiástica aún se ubicaba en el antiguo convento, el Estado mantenía una pequeña 
dotación que los gobernadores aplicaban en frenar el alarmante deterioro de las 
cubiertas. Tan solo en ocasiones excepcionales se documentan otro tipo de inter-
venciones, como la efectuada en los órganos de la iglesia a finales de la década de 
186067.
63 AHN., Sec. Órdenes Militares, Consejo, leg. 5505, s/f. 1845, enero, 5, Madrid. En esta fecha el 
Tribunal Especial de las Órdenes se quejaba del envío de un ingeniero a Uclés para reconocer el edi-
ficio de cara a su inminente destino como vivienda militar.
64 A. Horcajada Garrido, Priores santiaguistas de Uclés, edición de autor, Tarancón, 1982, pp. 167-
173. Según el autor, este Obispo-Prior (1831-1844) desarrolló buena parte de su labor episcopal 
desde su palacete de Torrubia del Campo (Cuenca), a causa de la interrupción de la vida conventual. 
De ser así, es probable que este absentismo animara al Estado a intervenir en Uclés.
65 P. Quintero Atauri, Uclés. Antigua residencia…, op. cit., pp. 66-67. Según Quintero el 3 de ma-
yo de 1845, a las nueve de la noche y el 23 de febrero de 1877 a las tres de la tarde. El propio autor, 
que probablemente asistió a la destrucción del segundo chapitel, afirmaba que los incendios se pro-
dujeron por estar los chapiteles «…desprovistos en parte de las pizarras que los cubrían…». 
66 A. Horcajada Garrido, op. cit., pp. 171 y ss. Los gobernadores eclesiásticos administraron el 
antiguo priorato desde la muerte del último Obispo-Prior en 1844 hasta la disolución de las Órdenes 
Militares en 1873.
67 I. Palomino, «Descripción…», op. cit., p. 291. En su memoria del año 1872, este autor afirma-
ba que estaban… colocados entre barandas dos órganos recientemente construidos, y el mayor, de dos tecla-
dos… A primera vista, cuesta trabajo creer que la precaria situación económica permitiera invertir en 
la construcción de dos órganos nuevos. Puesto que no disponemos de suficiente información para 
rebatirlo pensamos, tan solo como hipótesis, que lo que realmente se ejecutó fue el reparo de los an-
tiguos. Además, gracias a la imagen proporcionada por Quintero, se puede comprobar que los órga-
nos mantenían sus primitivas cajas barrocas a finales del siglo xix. 
91 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Fig. 3. Interior de la iglesia del antiguo convento de 
Uclés a finales del siglo XIX en la que se muestra la 
imagen del magnífico monumento barroco de Sema-
na Santa y los dos órganos, también con caja barro-
ca, en las tribunas del coro. (Foto: P. Quintero).
Desde el año 1848 se celebraban las 
negociaciones que desembocaron en el 
Concordato de 1851, en cuyo articulado 
se contemplaba tanto la supresión de la 
exención eclesiástica en el territorio de 
las Órdenes Militares, como la creación 
de un Coto Redondo en el que faltaba por 
precisar los pueblos que lo integrarían y 
la modalidad de su gobierno. En cual-
quier caso, las posibilidades de ubicar en 
Uclés la nueva sede prioral eran muy escasas68. Además, por otro lado, el derroca-
miento de Isabel II por La Gloriosa de 1868 despertó los recelos, con bastante funda-
mento, de los que temían por la supervivencia de las Órdenes Militares. De hecho, 
una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la integración del Tribunal Espe-
cial de Órdenes en el Tribunal Supremo de Justicia (Decreto de 2/11/1868)69 y para 
entonces, según Escudero de la Peña, la vicaría eclesiástica ya se encontraba en Villa-
mayor de Santiago70. Del mismo modo, la asignación a la gobernación y la pequeña 
dotación para el mantenimiento de Uclés quedaron suprimidas en el presupuesto 
eclesiástico de 187371. El 9 de marzo de ese mismo año, el gobierno de la Primera 
República decretó la disolución de las Órdenes Militares72.
68 J. Jimeno Coronado, «Creación del Obispado Priorato de las Órdenes Militares», en Cien años del 
Obispado Priorato de las Órdenes Militares, Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1977, p. 7-20.
69 Gaceta de Madrid, 309 (1868), pp. 1-2.
70 J. Mª. Escudero del a Peña, «El archivo de Uclés», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 
(RABM.), 11 (1872), p. 164
71 RAH., sig. CACU/9/7953/10(1).
72 Gaceta de Madrid, 70 (1873), p. 820.
/pp./
92 
Juan Zapata Alarcón
Ciertamente, el escenario económico y político no contribuía al optimismo, 
pero los años transcurridos desde la expulsión de los santiaguistas en 1836 sirvieron 
también para la incorporación de importantes cambios culturales gracias a la paula-
tina asimilación del Romanticismo73. En efecto, a partir de las décadas centrales 
del siglo xix asistimos al desarrollo de una sensibilidad hacia la riqueza monumen-
tal del país desconocida hasta el momento, dando lugar, por mencionar un ejemplo 
representativo, al nacimiento de la definición moderna del concepto de «monu-
mento histórico-artístico»74. No obstante, a pesar de los cambios, Uclés continua-
ba con su lucha particular por evitar la ruina en un momento en el que ya se había 
efectuado el traslado de buena parte de los documentos santiaguistas al Archivo 
Histórico Nacional75. La supresión de la escasa remuneración para el manteni-
miento del edificio desencadenó una serie de reacciones encabezadas por Isidro 
Bernardo Palomino, llamado a ser el último gobernador eclesiástico76. A finales de 
1872 elaboró una interesante descripción para recabar el apoyo de personajes como 
Tomas de Huet que, por su condición de caballero de Santiago77 y sobre todo co-
mo Presidente de la sala 2ª del Tribunal Supremo, gozaba de un alto grado de in-
fluencia78. El contenido de esta descripción no destaca solo por los datos que 
aporta sino, más bien, porque centra su interés en la necesidad de conservar el edi-
ficio por su propio valor histórico-artístico desligándolo, al menos sobre el papel y 
73Cfr. M. Cortés Arrese, Las Órdenes Militares de los Románticos, Catarata, 2011.
74 I. González Varas, Conservación de bienes culturales. Teoría, historia, principios y normas, Cáte-
dra, Madrid, 1999, pp. 29-42.
75 Por Real Decreto de 1 de enero de 1869 el Estado incautaba todos los archivos y bibliotecas 
pertenecientes a las Órdenes Militares. Por Real orden de 25 de enero de 1872 se mandaba que los 
documentos del archivo se incorporaran a los fondos del AHN., mientras que los libros de la biblio-
teca, así como su estantería, debían trasladarse a la biblioteca provincial de Cuenca. RABM, 2 (1872), 
p. 20. Sobre las diligencias practicadas cfr., J. Mª. Escudero de la Peña, «El archivo de Uclés», RABM, 
10 (1972), pp. 145-151 y 11 (1972), pp. 161-176; C. Crespo, «Los primeros cien años del Archivo 
Histórico Nacional (1866-1966)», RABM., 73/2 (1966), pp. 293-294.
76 A. Horcajada Garrido, op. cit., p. 171
77 V. Cadenas y Vicent, Caballeros de la Orden de Santiago que efectuaron sus pruebas de ingreso 
durante el siglo XIX, Hidalguía, Madrid, 1958, p. 310.
78 B. Díaz Sampedro, La politización de la justicia. La designación de los Magistrados del Tribunal 
Supremo (1836-1881), Dykinson, Madrid, 2005, pp. 174 y 409.
/
/ /sin cursiva/
93 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
de manera inteligente, del futuro incierto de la gobernación. Huet envió el texto de 
Palomino a las Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, con una 
carta adjunta en la que proponía la ubicación en Uclés de una comunidad de misio-
neros79. Como era preceptivo, ambas instituciones solicitaron los informes a sus 
respectivos correspondientes, de modo que la de Bellas Artes preguntó a la Comi-
sión Provincial de Monumentos de Cuenca80 mientras que su homónima de la 
Historia hizo lo propio con Fermín Caballero. El resultado fue una comunicación 
oficial al ministro de Fomento el 23 de febrero de 187381.
En este sentido, cabe destacar que la implicación de Fermín Caballero y Mor-
gáez, conquense de pro, antiguo ministro de la Gobernación, alcalde de Madrid, 
abogado, erudito y literato, fue más intensa aun cuando su postura hacia los santia-
guistas no era precisamente favorable82. El 25 de junio de 1873, suprimidas ya las 
Órdenes Militares desde el 9 de marzo por la I República, Caballero firmó en Bara-
jas de Melo, su pueblo natal, un artículo titulado «Santiago de Uclés» que vio la luz 
en La Ilustración Española y Americana, uno de los rotativos gráficos de mayor al-
cance en la época. El texto nacía del ya citado informe remitido a la Real Academia 
de la Historia y destacaba sobre todo por su planteamiento, claramente inspirado 
en el concepto de «monumento» y en el convencimiento de que su protección debía 
considerarse como una obligación moral del Estado y sus ciudadanos:…de esta casa 
(Uclés) quiero hablar en alta voz, no por entretener la curiosidad de los lectores, sino 
con el objeto patriótico de que el público conozca lo que fue y lo que es este edificio mag-
79 RAH., sig. CACU/9/7953/10(2). La descripción fue remitida a D. Antonio Benavides, presi-
dente de la misma y también caballero de Santiago. En la carta adjunta le exhortaba a medrar desde 
su cargo para buscar una salida, al tiempo que le informaba de su propuesta al gobierno a través del 
Presidente del Tribunal Supremo.
80 Cfr., Actas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pp. 481-482. 1873, febrero, 3. 
Madrid. La Academia resolvió informarse de la Comisión Provincial de Cuenca.
81 RAH., sig. CACU/9/7953/10(4). Publicado en BRAH, XV/4 (1889), p. 298. 1873, febrero, 
24. Madrid,…muy pronto quedaría y sería presa de la rapacidad y el vandalismo si el Gobierno no aten-
diera a su conservación como monumento artístico como de los más notables de España, de grandes recuer-
dos históricos y muy propio por su construcción sólida y espaciosa para Colegio de enseñanza o de Misione-
ros de Ultramar. Urge por tanto adoptar alguna determinación que le libre del peligro que le amenaza…
82 A. Horcajada Garrido, op. cit., p. 43. 
94 
Juan Zapata Alarcón
nífico, y ayude con su fuerza moral a que se salve de la ruina próxima, que desgraciada-
mente le amenaza…83. 
Ahora bien, a pesar de los esfuerzos, hubo que esperar algunos años hasta el ini-
cio de las primeras reformas, ya que a lo largo de este tiempo los intereses se centra-
ron en las negociaciones que derivaron, no sin ciertos problemas, en la ejecución 
del concordato de 185184. Su aplicación, y la consiguiente anexión a la Diócesis de 
Cuenca de la mayor parte de los territorios del antiguo priorato de Uclés, supuso el 
traspaso al obispado de la Real Iglesia y Casa Matriz de Santiago85 y, por tanto, ad-
quiría la responsabilidad de conservar el monumento. En consecuencia, las prime-
ras reacciones no tardaron en llegar. El 4 de febrero de 1874 el obispo de Cuenca 
declaraba efectiva la nueva situación y a la Casa-Matriz de Uclés parte principal de la 
parroquia de la misma villa…86. Acto seguido, la Comisión Provincial de Monu-
mentos se apresuró a enviar a uno de sus académicos para reconocer el inmueble e 
informar sobre las obras necesarias87, de manera que en septiembre de 1874, una 
83 La Ilustración Española y Americana, XXVII (1873), p. 438. 
84 J. Jimeno Coronado, op. cit., pp. 17-18. La disolución de las Órdenes Militares en marzo de 
1873 provocó la reacción del Vaticano mediante la publicación de la bula «Quo gravius» (14 de julio), 
que fue ejecutada por el Cardenal Moreno, Arzobispo de Valladolid, el 26 de enero de 1874. Sin 
embargo, la ejecución de esta bula fue considerada «nula» puesto que carecía del exequatur o pase del 
Gobierno quien, a su vez, reaccionó con la restitución del Tribunal Especial de las Órdenes el 14 de 
abril. Puesto que se consideraba ilegal, se intentó procesar a los Obispos que se habían anexionado los 
territorios de las Órdenes. El conflicto se solventó, al menos temporalmente, con la publicación de la 
nueva bula «Ad Apostolicam» (18-XI-1875) por la que se creaba en Ciudad Real el Priorato «nullius» 
de las Órdenes Militares. 
85 J. Guerra Campos, «Por qué el Convento santiaguista de Uclés es de la Diócesis de Cuenca», 
en Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, 10 (1979), pp. 178-179. La declaración se produjo el 4 de 
febrero de 1874, es decir, tan sólo diez días después de la ejecución de la bula.
86 Ibídem, pp. 180-181. A. Horcajada Garrido, op. cit., p. 185. Según este autor, la iglesia con-
ventual no llegó a ser utilizada como parroquia.
87 Comisión Provincial de Monumentos Históricos de Cuenca, Reseña de los trabajos verificados 
por la misma desde su reinstalación en 1879, Imprenta provincial, Cuenca 1882, p. 9. Según el propio 
Quintero, Uclés. Excavaciones…, op. cit., p. 65, en 1876 el vicepresidente de la Comisión, Vicente 
Sánchez Almonacid, giró una visita a Saelices para comprobar el hallazgo del acueducto que abastecía 
Segóbriga, hecho que podría encuadrarse en el contexto al que nos referimos. El informe fue publica-
do en el BRAH., XV/1-2, pp. 160-170.
95 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
vez realizados los reparos de urgencia, se constituía en el antiguo convento el Cole-
gio de Santiago, sección del Seminario de Cuenca 88. 
No obstante, el cambio de propiedad tampoco supuso un gran avance durante 
los primeros momentos. En los años inmediatamente posteriores se evidenciaron 
las dificultades del obispado para mantener el inmueble, y así lo demuestra el in-
cendio del último chapitel de la fachada de la iglesia a causa de un rayo89. En con-
secuencia, la carencia de fondos para acometer las obras más urgentes obligó a 
buscar nuevas soluciones. Una de ellas era albergar a una de las comunidades de 
Jesuitas expulsados de Francia, solución que parecía del agrado del obispo y ello 
explicaría que les ofreciera personalmente el inmueble en 187990. Superadas algu-
nas reticencias iniciales, al año siguiente se estableció una comunidad procedentede Toulouse y con su llegada se efectuaron reparos notables en el convento91. Ade-
más, gracias a los Jesuitas, Uclés conoció un período de verdadero renacimiento 
cultural que actuó, sin ninguna duda, como uno de los referentes más importantes 
en el devenir del joven Pelayo Quintero. Tras la marcha de los franceses, cuyo re-
cuerdo se mantiene en la placa conmemorativa que aún se conserva en el zaguán de 
la entrada principal, en 1897 el obispado instaló un colegio de Segunda Enseñanza 
que pasó a ser regentado por Agustinos a partir de 190292.
88 J. Guerra Campos, op. cit., p. 180.
89 Vid. cit. 65.
90 Sobre las negociaciones para la llegada a Uclés de los jesuitas franceses y su posterior repatria-
ción véase M. Revuelta González, La Compañía de Jesús en la España contemporánea, vol. I, Universi-
dad Pontificia de Comillas, Santander, 1984, pp. 577 y ss. Según el autor, los Jesuitas manifestaron 
algunas reservas sobre los inconvenientes de establecerse en el ex convento de Uclés. 
91 Comisión Provincial de Monumentos Históricos de Cuenca, op. cit., p. 9. «En 1879 en que 
dicho ex convento estaba entregado a la mitra de esta Diócesis también se solicitó del Ilmo. Sr. Obispo 
atendiera a su conservación, y finalmente en 1880, el ilustrado Arquitecto provincial Sr. Alfaro lo recono-
ció de nuevo e informó sobre las reparaciones que eran necesarias y que hoy están en parte realizadas por la 
orden de Jesuitas que lo ocupa».
92 Reglamento del Colegio de Santiago de 2ª Enseñanza establecido en Uclés (Cuenca) bajo la inme-
diata inspección del Excmo. e Ilmo. Señor Don Pelayo González Conde, obispo de esta Diócesis. Fundador 
y jefe nato de este centro docente incorporado al Instituto Provincial, Imprenta y Librería de José Gómez 
Madina, Cuenca, 1899. 
96 
Juan Zapata Alarcón
3. Trascendencia de las investigaciones sobre el convento.
Que sepamos, Quintero nunca mostró un interés especial por el estudio de las Ór-
denes Militares en general o por la de Santiago en particular más allá de lo indispen-
sable para contextualizar sus trabajos sobre la villa y el convento de Uclés. Su única 
aportación conocida sobre esta materia procede del año 1905, en la cual, aborda de 
forma breve la convocatoria de las Órdenes a mediados del siglo xvii con motivo 
del levantamiento catalán93. Así pues, los estudios dedicados por nuestro autor al 
análisis del convento se limitan al artículo de 1894 y al primer volumen de su trilo-
gía publicado diez años después, si bien, hay menciones de carácter puntual en los 
textos de 188994, 190895 y 191396.
Desde los primeros momentos, incluso antes de impartir esta materia en las Es-
cuelas de Bellas Artes, manifestó un gran interés por el ornato, seguramente hereda-
do por influencia de Casto Plasencia y, sobre todo, de Plácido Francés97. Este he-
cho se muestra sin reservas en el artículo de 1894, pues al referirse a la fachada 
oriental del convento añade que estaba…cuajada de finos adornos platerescos que 
bien merecieran reproducirse…98. En efecto, a lo largo de su obra se detecta una 
fuerte inclinación por incluir motivos ornamentales, entre los que destacan prefe-
rentemente los de tipo vegetal, como también el empleo de una grafía que intenta-
ba asemejar caracteres medievales. Así, en la apertura del texto de 1894, reproduci-
do diez años después en el libro de Uclés, introdujo hojas de parra y letra capital 
gótica, si bien, donde mejor se advierten estas características es en la portada del li-
bro dedicado a las sillerías de coro, concebida a modo de frontispicio con imitación 
de tipografía gótica y orla vegetal.
93 P. Quintero Atauri, «Noticias históricas referentes al batallón de las Órdenes», RABM., XIII 
/9-10, pp. 241-243.
94 P. Quintero Atauri, «Uclés histórico y arqueológico», op. cit., pp. 71-75. 
95 P. Quintero Atauri, Sillas de coro…, op. cit., pp. 34-35. Corresponde con la descripción de la 
silla prioral que reproduce, casi de forma íntegra, el texto publicado en 1894 y 1904. 
96 P. Quintero Atauri, Uclés. Excavaciones…, op. cit., pp. 183-194. Se trata del inventario de al-
gunos bienes muebles realizado en 1828 y que está inserto a modo de apéndice.
97 Hay que recordar que éste último se encargó de la decoración de varias estancias en los palacios 
madrileños del Marqués de Dos Aguas y del Duque de Santoña.
98 P. Quintero Atauri, «El castillo y monasterio…», op. cit., p. 187.
97 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Fig. 4. El ornato siempre fue algo que despertó un gran interés en Quintero Atauri. Imagen del comienzo 
del artículo sobre el castillo y convento de Uclés en 1894 (izquierda) y portada del libro dedicado a las si-
llerías de coro españolas (derecha).
De la misma manera, también son dignas de consideración las numerosas imá-
genes que ilustran sus trabajos, ya sea mediante carboncillos o plumillas —en los 
que demuestra su dominio técnico del dibujo—, o a través de fotografías. Entre los 
primeros, además del ya citado para la portada del Boletín de la Sociedad Española de 
Excursiones, cabe destacar la Alegoría de la Orden de Santiago que se inserta en el 
primer volumen sobre Uclés publicado en 1904, cuya composición y marco arqui-
tectónico hunden sus raíces en el más puro academicismo de la época. Entre los 
segundos, sobresalen las ruinas de la fortaleza medieval con las torres del Póntido y 
del Palomar en primer plano, y la muralla y la torre Albarrana al fondo. Sin duda, se 
trata de un documento gráfico excepcional en tanto que corresponde, que sepamos, 
con una de las primeras vistas dedicadas al castillo en detrimento del convento, 
cuya monumentalidad acaparaba la atención de todas las imágenes editadas hasta 
entonces.
/ /
/¿Póntido? 
o Pontido/
98 
Juan Zapata Alarcón
Fig. 5. Vista de las ruinas de la fortaleza en 1894 según Quintero (arriba) y la misma en su estado actual 
(abajo). (Fotografía: Francisco A. Mazuecos)99.
99 http://cofrades.pasionensevilla.tv/profiles/blogs/monasterio-de-ucles-el (9/7/2012).
99 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Por otro lado, dentro de lo que aportan sus dibujos como documento gráfico, es 
necesario aludir a la reproducción de la magnífica silla gótica que tradicionalmente se 
ha identificado como asiento presidencial, bien de los antiguos maestres o bien de los 
priores. Trasladada primero al Museo Arqueológico Nacional y en 1881 a la catedral 
de Ciudad Real con motivo de la creación del Obispado-priorato, esta magnífica obra 
fue destruida en 1936 y tan solo conservamos testimonio de su imagen gracias auto-
res como Manuel de Assas, Quintero y algunas fotografías. Ahora bien, contamos 
con indicios que apuntan a que nuestro autor no llegó a conocerla directamente, pues 
su descripción formal, así como el propio dibujo, son una copia fiel de las aportacio-
nes de Assas en 1878 a pesar de que nunca llegó a mencionarlo en sus textos. 
Fig. 6. Imagen de la antigua silla presidencial de Uclés tal como la reprodujo Assas en 1878100 (izquier-
da) y la copia de la misma por Quintero (derecha) en las sucesivas publicaciones de 1894, 1904 y 1908.
100 M. de Assas, «Silla presidencial del castillo-monasterio de Uclés», Museo Español de Antigüeda-
des, 9 (1878), pp. 11-33.
100 
Juan Zapata Alarcón
En todo caso, y sin ánimo de restar importancia a su trabajo, a la hora de ana-
lizar su obra sobre la sede santiaguista hay que tener en cuenta una serie de facto-
res que, en el contexto historiográfico de finales del siglo xix, determinan en 
buena medida el resultado de los estudios. En primer lugar, no debemos olvidar 
que en este período la metodología empleada en el análisis de las obras de arte 
estaba más ligada al interés que despertaban desde el punto de vista arqueológico, 
esto es, por su antigüedad, que por su valor intrínseco dentro de un estilo artísti-
co101. Con una disciplina como la Historia del Arte todavía en proceso de forma-
ción, no resulta extraño que nuestro autor aplicara las metodologíasprocedentes 
del formalismo y del positivismo histórico102 a la hora de abordar sus trabajos 
sobre Uclés a pesar de que, como ya se ha visto, gozaba de un juicio crítico plena-
mente formado al menos en el caso de la pintura de su época. No obstante, según 
el propio Quintero su finalidad no era «estudiar», esto es, «interpretar» la docu-
mentación sobre Uclés, sino aportar el mayor número de datos posible para que 
otros los analizaran. Aun así, está claro que no se limitó a realizar un simple com-
pendio documental y, más aún si cabe, a partir de su nombramiento como «Cro-
nista de Uclés» en 1904103. Basta con recordar los lamentables sucesos ocurridos a 
mediados de siglo sobre el expolio de la biblioteca conventual, entre los que des-
tacan como más sangrantes la sustracción a cambio de un reloj de un códice «Bea-
to» donado por el obispo Martín Pérez de Ayala104, para comprender el senti-
miento de responsabilidad que debió de inundar a nuestro autor.
101 J. Gállego, «Varias tendencias en la Historiografía del Arte», en Historiografía del Arte español 
en los siglos XIX y XX, Alpuerto, Madrid, pp. 9-15.
102 P. Quintero Atauri, Uclés. Antigua residencia…, op. cit., p. 5,…al publicar este trabajo, no pre-
tendo hacer una historia completa de la villa de Uclés […] Propóngome únicamente recoger cuantos datos 
y documentos encuentre relacionados con Uclés, y reuniéndolos todos, al tiempo que facilito la tarea al que 
quisiera hacer una historia, pongo a disposición, tanto de vecinos como de viajeros, todas aquellas noticias 
que pudieran serles de algún interés, sin que tenga que molestarse en pesadas averiguaciones y sin correr el 
peligro de ser engañados por despreocupados y poco verídicos cronistas… 
103 A. Mª Gálvez Bermejo, Uclés. Antigua residencia…, op. cit., prólogo a la edición facsimilar de 
2007, p. XX. El nombramiento tuvo lugar con motivo de la publicación del primer volumen de la 
trilogía.
104 G. de Andrés, «Nuevas aportaciones sobre los códices «Beatos», RABM., LXXXI/3 (1978), p. 
545. Según el autor en la actualidad este códice se encuentra en la colección Pierpont Morgan de 
101 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
Por tanto, y en segundo lugar, es necesario prestar atención a las fuentes docu-
mentales conocidas en la época, pues no debemos olvidar la tendencia común a 
omitir la referencia de muchas de ellas. Algo similar ocurre con la utilización de 
textos escritos por otros autores que, o bien no se mencionan con la frecuencia de-
bida o, peor aún, ni siquiera se aluden a los mismos. Este hecho, entorpece el segui-
miento sobre el origen de las ideas aportadas por los diferentes autores ya que mu-
chas de estas hipótesis, por «efecto dominó», se mantuvieron con el paso de los años 
al no efectuarse la necesaria revisión documental. De este modo, surgen problemas 
importantes sobre todo cuando la interpretación de las fuentes es errónea, algo en 
lo que Quintero tampoco es una excepción.
A lo largo del siglo xix las fuentes más conocidas procedían de algunas obras 
impresas entre los siglos xvi y xviii, así como de diversos documentos del conven-
to incorporados paulatinamente al Archivo Histórico Nacional. Entre las primeras 
destacan las de autores como Ambrosio de Morales, Francisco de Rades y, sobre 
todo, las de Diego de la Mota, José López de Agurleta y Antonio Ponz105. Entre las 
segundas, sobresalen las menciones al llamado Tumbo Menor de Castilla106, así co-
Nueva York con la signatura Ms. 644, tal como se reconoce en su catálogo en red: http://utu.morgan-
library.org/medren/mslistview.cfm?ACCNO=M.644&Startrow=1 (18/12/2012)
105 A. Morales, Noticias históricas sacadas del Archivo de Uclés, de sus sepulcros y calenda y del testa-
mento del Infante Don Enrique con un cronicon hasta ahora no publicado, oficina de Benito Cano, 
Madrid, 1793; F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cavallerias de Sanctiago, Cala-
trava y Alcantara… Imp. Juan de Ayala, Toledo, 1572; D. de la Mota, Libro del principio de la Orden 
de la Cavalleria de S. Tiago del Espada […] y la fundación del convento de Ucles, cabeça de la Orden, con 
un catalogo de los maestres y priores y de algunos cavalleros, Alvaro Franco, Valencia, 1599. J. López de 
Agurleta, Vida del venerable fundador de la Orden de Santiago y de las primeras casas de redempcion de 
cautivos, continuacion de la Apologia por el habito canonico del patriarcha Santo Domingo en la misma 
Orden, Imp. Bernardo Peralta, Madrid, 1731; A. Ponz, Viaje de España o cartas en que se da noticia de 
las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, vol. III, Imp. Joaquín de Ibarra, Madrid, 
1774, pp. 174-181
106 Este manuscrito procedía de Uclés y en esta fecha se encontraba ya entre los fondos del Archi-
vo Histórico Nacional (actualmente en la Sección Códices, sig. 1046b). En el folio 15r, en el docu-
mento correspondiente a la donación de Uclés a la Orden de Santiago, se incluye la famosa represen-
tación del castillo con el pendón de Santiago.
/conocida/
102 
Juan Zapata Alarcón
mo las diferentes visitas efectuadas al convento entre mediados del siglo xv y co-
mienzos del xvi107. 
A lo largo de sus diversos trabajos sobre Uclés, Quintero incorporó de manera 
progresiva el contenido de casi todas estas obras, aunque la ya citada tendencia a 
omitir o restringir las citas sobre las fuentes utilizadas dificulta que sepamos si la 
información procedía de su consulta directa o si, por el contrario, la obtuvo a través 
de otros autores108. Esta circunstancia se manifiesta de manera clara en sus investi-
gaciones, cuya evolución alcanza su plenitud con la publicación de los tres volúme-
nes publicados entre 1904 y 1915. En efecto, si el primer artículo de 1889 corres-
ponde a una obra de juventud, —con los errores que ello conlleva—, en el de 1894 
ya se advierte una madurez que le permitió aprovecharlo como esbozo de la obra 
definitiva posterior. De hecho, reutilizó la práctica totalidad del texto, fotografías y 
dibujos, algo que será una constante a lo largo de sus publicaciones. Como él mis-
mo reconoció, a la altura de 1904 ya tenía redactado, o al menos previsto, el conte-
nido de los otros dos volúmenes posteriores, lo que significa que se escribieron a lo 
largo de los diez años transcurridos entre esta fecha y el artículo de 1894109. Es pre-
cisamente a través de esta trilogía donde mejor se pueden evaluar las verdaderas 
aportaciones de Pelayo Quintero sobre el convento de Uclés.
Con diferencia, uno de los trabajos más completos de cuantos se escribieron 
sobre este tema a lo largo del siglo xix corresponde al realizado en 1853 por José 
María Quadrado110. A través de Diego de la Mota, Agurleta y Ponz, así como de la 
consulta de fuentes documentales como la visita de 1480 este autor, con la retórica 
107 Las visitas eran inspecciones periódicas a través de las cuales se supervisaba el correcto funcio-
namiento de la vida espiritual en el convento así como la gestión de los bienes materiales. En la actua-
lidad están consideradas como una de las fuentes más representativas para el conocimiento de las 
Órdenes Militares. Las referentes a Uclés han sido publicadas respectivamente por Mª. L. Rokiski 
Lázaro, Colección de documentos para la Historia del Arte en España, vol. V, Real Academia de Bellas 
Artes de San Fernando, Madrid, 1998, pp. 262-318; E. Jiménez Rayado, y otros, Libros de visita de la 
Orden Militar de Santiago. Provincia de Cuenca. Siglos XV-XVI, 2 vols., Junta de Comunidades de 
Castilla-La Mancha, Sevilla, 2009. 
108 Aquí cobran especial interés los numerosos artículos publicados entre 1888 y 1889 en el 
BRAH. 
109 P. Quintero Atauri, Uclés. Antigua residencia…, p. 6.
110 J. Mª. Quadrado, op. cit., pp. 550-561.
103 
Pelayo Quintero y sus estudios sobre el convento de Uclés
que le caracteriza, fue capaz de reunir en apenas doce páginas la información que se 
conocía en la época, al tiempo que su interpretación de las fuentes se mantuvo prác-

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