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236 PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 ORIGINAL Correspondencia R. H. Gahr Trauma Centre St. Georg Clinic Delitzscher Strasse 141 04129 Leipzig ralf.gahr@sanktgeorg.de RESUMEN Las fracturas tóraco–lumbares son frecuentes y presentan un tratamiento discutido tanto por su indicación como por las técnicas empleadas. Establecemos las indicaciones ortésicas y quirúrgicas de este tipo de fracturas, estable- ciendo un protocolo de actuación y mostrando ejemplos de nuestras indicaciones. Palabras clave: Columna vertebral, fracturas, cifosis. ABSTRACT The majority of traumatic vertebral fractures occur in the thoracolumbar spine. Decision to operate or treat conserva- tively often is based on the amount of posttraumatic kypho- tic deformity. Hence, the physician should perform the mea- surement of angulation of endplates of adjacent, not injured vertebrae – resembling the local kyphosis – which is known to be more reliable. We stablished the conservative and sur- gical indications for the thoracic indications and the treat- ment algorithm, with example of our cases. Key words: Spine, thoraco-lumbar fractures, kyphosis. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas Kyphosis. Toracic vertebral fractures H. Gahr R. Haessler O. Schmidt Oliver I . Trauma Centre St. Georg Clinic Departamento de Traumatología y Cirugía Reparadora Leipzig Patología del Aparato Locomotor, 2006; 4 (4): 236-246 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 236 DATOS EPIDEMIOLOGÍCOS SOBRE LAS FRACTURAS DE LA COLUMNA TORÁCICA Las fracturas de la columna vertebral son muy fre- cuentes (1,2). La mayoría de las fracturas vertebrales traumáticas se localizan en la columna torácica (80%), con una distribución por sexos de 2:3 (mujeres:varones) (1). Los accidentes de tráfico, pre- cipitados y los traumatismos deportivos son los res- ponsables del pico de frecuencia que se observa entre los 20 y 40 años. Predominan las lesiones de la pri- mera vértebra lumbar, lo cual es debido a las inten- sas fuerzas que se transmiten a la unión tóraco - lumbar desde la columna torácica, anclada a la caja torácica, hasta la columna lumbar, que es móvil. Por otra parte, cada vez se registran más frac- turas vertebrales osteoporóticas en los ancianos (3). El envejecimiento de la población aumentará la incidencia de estas fracturas, y su tratamiento, ya sea quirúrgico o conservador, junto con la fisioterapia y los programas de rehabilitación, supone unos costes económicos considerables. ¿POR QUÉ SE DIVIDE LA COLUMNA TORÁCICA EN REGIONES? Desde el punto de vista biomecánico y quirúrgi- co, la columna torácica se divide funcionalmente en dos regiones, torácica (T1 – T10) y dorso-lumbar (Figura 1). Las vértebras torácicas entre T1 y T10 forman un ángulo cifótico cuyo vértice se sitúa en T6 y T7, y son estabilizadas por la caja torácica. Según datos experimentales, la caja torácica aumen- ta en más del 30 % la rigidez total de la columna osteo-ligamentosa y la rigidez relativa máxima corresponde a la extensión (220 %) (4) (Figura 2). En consecuencia, la mayoría de las fracturas se producen por compresión axial. Las fracturas de tipo C – generadas por fuerzas de rotación – según la clasificación de Maderl et al (5) son raras en la columna torácica. Las vértebras torácicas se encuen- tran muy próximas a la médula espinal, de manera que el espacio de reserva del conducto raquídeo es inferior al 10 %. Así, las fracturas por estallido de la columna torácica se suelen acompañar de déficit neurológico. La unión tóraco-lumbar es la transición desde la columna torácica cifótica a la columna lumbar lordótica (Figura 3). La unión tóraco – lumbar Fig. 1: La columna torácica está formada por las vértebras torácicas T1-T10, relacionado con los aspectos biomecánicos de la cifosis y con la estabilización por parte de la caja torácica. La mayoría de las lesiones de la columna torácica son fracturas por compresión axial en el vértice de la cifosis (T6-T7). Fig. 2: La caja torácica aumenta la rigidez relativa en el movimiento de extensión de la columna osteo- ligamentosa. 237 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 237 238 PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas abarca desde la vértebra torácica T11 hasta la vér- tebra lumbar L2. Más del 50% de todas las frac- turas de la columna torácica y lumbar se localizan en esta zona (1), por lo que aparecen unas vértebras más robustas, con un arco posterior más fuerte y amplio que aumenta el espacio de reserva del con- ducto raquídeo en un 40 % que disminuye el ries- go de lesión neurológica. LA CIFOSIS FISIOLÓGICA DE LA COLUMNA TORÁCICA La cifosis fisiológica de la columna torácica absorbe las fuerzas axiales durante el paso o la marcha normal e imita la función de los amorti- guadores. Esto protege a la cabeza y al sistema nervioso central de los impactos y vibraciones. De acuerdo con el concepto de la columna de White- sides et al (6) (Figura 4), los pilares posterior y anterior de la columna vertebral están sometidos a fuerzas de tracción y de compresión. La curva cifó- tica de la columna torácica hace que el 80 % de las solicitaciones axiales se transmitan por el segmen- to anterior, concretamente por los dos tercios ante- riores del cuerpo vertebral (7) (Figura 5). La decisión de operar o de seguir un tratamiento conservador se basa, a menudo, en el grado de deformidad cifótica postraumática. Sin embargo, la medición de la cifosis vertebral presenta una varia- bilidad importante entre diferentes observadores [8] (Figura 6). Se ha comprobado que es más fiable determinar la angulación de los platillos vertebra- les de las vértebras indemnes adyacentes, que repre- senta la cifosis local (9). ASPECTOS DE LA CIFOSIS POSTRAUMÁTICA Aunque los datos experimentales demuestran que la caja torácica estabiliza la columna torácica Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Fig. 3: La unión tóraco-lumbar transmite las fuerzas desde la columna torácica, hasta la columna lumbar. Así, las fuerzas de las porciones superior e inferior del tronco confluyen en la columna tóraco - lumbar. Fig. 4: Concepto de los dos pilares de Whitesides et al [6]. Se muestran las solicitaciones de compresión axial del pilar anterior y de tensión del pilar posterior. 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 238 (Figura 2), la fuerza axial produce una cifosis pos- traumática, la deformidad más importante en las fracturas de la columna torácica (10). En diversos estudios se ha observado una pérdida de la reduc- ción con la consiguiente cifosis independiente- mente de si el tratamiento había sido quirúrgico o conservador. La instrumentación posterior de las fracturas de la columna torácica sin una fusión anterior no evita la cifosis a los dos años de su implantación (11,12). En esa población de pacien- tes, las causas principales de la cifosis postraumá- tica fueron la discopatía degenerativa postraumática en el segmento dañado y en los segmentos adya- centes y la consiguiente disminución de la altura de la porción anterior del disco. Esto también se ha visto, recientemente, en las fracturas considera- das estables tipo A1 (Figura 7) tratadas conser- vadoramente. En un estudio se comprobó que la cifosis postraumática aumentaba significativa- mente durante un período de seguimiento de dos años, debido a la pérdida de altura del disco (11). Según nuestra experiencia clínica la caja torácica no parece añadir una rigidez considerable a la colum- na torácica y, por lo tanto, no impide su deformidad postraumática por lo que consideramos que puede estar indicada la instrumentación posterior asociada con una reconstrucción del pilar anterior median- te una vertebroplastia o una cifoplastia. ¿PRODUCE DOLOR LA DEFORMIDAD? Conrespecto al dolor y la discapacidad futuras, sigue habiendo dudas sobre cuándo operar y cuán- Fig. 5: La carga axial fisiológica se transmite por el segmento anterior de la columna torácica. La cifosis normal se convierte en una cifosis postraumática después de una lesión por compresión axial de las vértebras torácicas. Fig. 6: La determinación del ángulo cifótico postraumático se asocia con una elevada variabilidad entre observadores. Las vértebras fracturadas no permiten cuantificar con precisión el ángulo, sobre todo si están dañados los platillos vertebrales. En su lugar se puede medir el ángulo ‚ de la cifosis local a partir de los platillos de las vértebras indemnes adyacentes. Fig. 7: Véase la sección del texto asociada. 239 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 239 240 PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas do tratar conservadoramente. En varios estudios se menciona que los pacientes con una cifosis pos- traumática de la columna torácica mayor de 15º sufren molestias importantes al cabo de 10 años (13,14) y a partir de los 10º de angulación pos- traumática se observa un deterioro funcional aso- ciado al dolor (15). La sobrecarga y el sobreesfuerzo de los segmen- tos adyacentes (6) provocan una descompensa- ción de los mismos secundaria a una degeneración discal y a espondiloartrosis (16,17). La degeneración discal disminuye la altura del disco e interviene en la inestabilidad segmentaria aunque la espon- diloartrosis comprende también la artrosis de las articulaciones interapofisarias (18,19). Los osteo- fitos de la pared vertebral posterior y de las arti- culaciones interapofisarias, junto con la hipertrofia del ligamento amarillo, son elementos anteriores y posteriores que disminuyen el espacio de reserva y conducen a una estenosis del conducto raquídeo. El resultado es la aparición de síntomas de claudica- ción neurógena y de un deterioro neurológico secundario (20,21). Un hecho que dificulta la interpretación del resul- tado es la escasa correlación existente entre los signos radiológicos de deformidad y las molestias reales y la disminución de la calidad de vida (22). Además, hay pocos estudios prospectivos extensos y con un seguimiento prolongado que nos pro- porcionen los datos científicos necesarios para aconsejar cuándo es mejor un tratamiento quirúr- gico o un tratamiento conservador. CÓMO Y CUÁNDO SEGUIR UN MÉTODO CONSERVADOR Böhler definió como objetivos en el tratamiento de las lesiones de la columna vertebral enderezar la vértebra comprimida y mantener su posición hasta la consolidación (23). Actualmente el tra- tamiento conservador de las fracturas de la colum- na vertebral atrae el interés de muchos médicos, especialmente en los EEUU y Canadá, tal vez por que la cirugía de las fracturas vertebrales no obtie- ne resultados satisfactorios. En Europa, sin embar- go, parece haber preferencia por el tratamiento quirúrgico. La principal ventaja del tratamiento conservador es la ausencia de morbilidad asociada a la vía de acceso, por ejemplo la denervación muscular causa de molestias postoperatorias con la instru- mentación posterior clásica (24-29). La vía ante- rior, como la transtorácica, se asocia a una morbilidad intraoperatoria y perioperatoria algo mayor (30). Otras ventajas del tratamiento con- servador son la corta duración del ingreso hospi- talario y la rápida derivación a rehabilitación, con unos costes inferiores a los de la cara cirugía de columna (31). Sin embargo, el tratamiento conservador de las fracturas de la columna torácica está indicado en pocas ocasiones (31). De hecho, sólo se puede ofrecer a las llamadas fracturas recientes «estables» y sin déficit neurológico en pacientes dispuestos a soportar un corsé rígido durante tres a cinco meses. Si el diagnóstico se establece pasadas 24 horas, la posibilidad de conseguir una reducción cerrada es baja. Tras un seguimiento prolongado de 43 pacientes tratados conservadoramente, se observó que todos ellos, tanto los sometidos a reducción e inmovilización con corsé como aque- llos en los que se omitió la reducción, presentaban una cifosis postraumática significativa (22). Es interesante señalar que no hubo correlación entre el dolor y la deformidad radiográfica 16 años después del tratamiento. Un estudio reciente de 48 pacientes con fracturas por compresión y por estallido de la columna tóraco – lumbar demostró que el tratamiento conservador era factible inclu- so en las fracturas por estallido con una angulación de hasta 30º (32). Sin embargo, 13 pacientes habían sido tratados con corsé de escayola y seis pacientes soportaron hasta seis meses de reposo absoluto en cama. En una población de 86 pacien- tes con fracturas de tipo A1 a A3, Resch et al (33) demostraron las ventajas de la instrumenta- ción posterior comparada con la reducción cerra- da e inmovilización con corsé. La reducción cerrada consiguió una corrección de la deformidad angular del 12 %, mientras que la instrumentación posterior redujo la deformidad cifótica en un 56 %. Tras un seguimiento promedio de 57 meses, la pérdida relativa de reducción respecto a la reduc- ción intraoperatoria fue del 28 %, comparada con el 132 % en el grupo de tratamiento con- servador. Curiosamente, este hallazgo no se aso- ciaba con mayores molestias en los pacientes tratados conservadoramente. 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 240 INDICACIONES DEL TRATAMIENTO QUIRÚRGICO La cirugía vertebral ha avanzado durante decenios, desde el diseño del tallo de Harrington pasando por la instrumentación posterior de Roy-Camille hasta llegar a los fijadores internos por vía percutá- nea (34,35). Es innegable que la vía anterior para la columna torácica se acompaña de una morbilidad impor- tante, con complicaciones tales como el hidrotó- rax o la hemorragia intratorácica postquirúrgica (30). Sin embargo, las técnicas modernas, como la toracoscopia (36), la corporectomía mínimamente invasiva y las cajas expansibles, ofrecen la posibili- dad de reducir significativamente la morbilidad (37,38). Existen varios sistemas percutáneos para la ins- trumentación posterior en los que ya no son nece- sarias una preparación subperióstica y una retracción muscular excesivas (34). La morbilidad de la vía qui- rúrgica se limita a las incisiones del bisturí, la disec- ción roma y la separación de partes blandas, con lo que se acorta el tiempo quirúrgico y se consigue una movilización rápida sin riesgo de complicacio- nes, tales como hemorragias o infecciones, frecuen- tes en las técnicas abiertas con los sistemas clásicos de fijación interna. Los inconvenientes de la morbi- lidad de la indicación quirúrgica ya no es el mismo que antes, y los argumentos a favor del tratamiento conservador están perdiendo fundamento. Como se ha señalado, todas las fracturas «estables» son las únicas candidatas al tratamiento conservador. La aparición de un déficit neurológico, sea cual sea el tipo de fractura, es una indicación para la revisión quirúrgica. También la mayoría de los cirujanos coinciden en que todas las fracturas «inestables», como son las fracturas por estallido (tipo A3) y las lesiones discoligamentosas en las fracturas de tipo B y C, constituyen una indicación firme para la cirugía. Más polémico es el tratamiento de las fracturas de tipo A2 «en pinza» («pincer fractures») y las split fractures, si bien se ha puesto de manifiesto que la hernia del disco intervertebral perjudica a la conso- lidación de la fractura y puede ser causa de consoli- dación viciosa, pseudoartrosis y de inestabildad persistente. Según nuestra experiencia, la vía anterior es indispensable para restablecer el pilar anterior en aquellas situaciones en las que la carga axial se asocia a una cifosis postraumática previsible,como ocurre en las fracturas por estallido (tipo 3). La adi- ción de una corporectomía o un injerto óseo a la ins- trumentación posterior proporciona estabilidad al segmento dañado para la movilización ulterior y permite comenzar pronto la deambulación y la carga completa. Las vías posterior y anterior ofre- cen la posibilidad de conseguir una reducción ana- tómica y una alineación fisiológica del segmento móvil lesionado, que disminuye las complicaciones secundarias tardías tales como la inestabilidad y la discopatía degenerativa del segmento adyacente secundarias a una sobrecarga no fisiológica. Hasta ahora no se han presentado datos sobre si las inter- venciones quirúrgicas que necesitan una estancia hospitalaria prolongada consiguen a cambio una reincorporación laboral más rápida y un mayor grado de actividad. En un estudio con 34 pacientes que necesitaron revisión tras el tratamiento conservador o quirúrgico, de una fractura tóraco – lumbar, Klöckner et al [12] confirmó que la instrumentación posterior ais- lada no evita la angulación cifótica en las lesiones «inestables», subrayando la necesidad de clasificar preoperatoriamente y con exactitud las fracturas en «estables» e «inestables», reflejando la capacidad del pilar anterior para soportar la carga axial y la capacidad del sistema disco - ligamentoso, para soportar las fuerzas de tracción del pilar posterior. Se aconseja tratar las lesiones inestables mediante una vía combinada posterior y anterior. La primera investigación prospectiva sobre los efectos de las vías anterior, posterior y combinada consistió en un estudio multicéntrico en 682 pacien- tes y un seguimiento promedio de 26 meses (39). Es interesante señalar que ninguna de las técnicas man- tuvo intraoperatoriamente el ángulo de cifosis corre- gido, si bien los mejores resultados correspondieron a la cirugía combinada. La corrección de la cifosis fue peor con la vía anterior aislada que con la instru- mentación posterior. Al igual que en estudios ante- riores, no se observó correlación alguna entre los signos radiográficos y la intensidad de las molestias, y el resultado funcional fue semejante en los tres gru- pos. A pesar de ello, se aconsejó utilizar la vía com- binada anterior y posterior. En un metanálisis de 132 artículos que suma- ban 5784 pacientes operados por una lesión de la 241 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 241 242 PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas columna tóraco – lumbar (40), los grados más altos de satisfacción del paciente se conseguían mediante la instrumentación posterior corta y la vía anterior aislada. No se ofrecieron resultados de las vías combinadas. Las complicaciones graves fueron raras y ninguna de las técnicas logró man- tener intraoperatoriamente el ángulo de cifosis corregido. En una revisión bibliográfica reciente, Thomas et al (41) afirmaron esto mismo e hicieron hincapié en que no se ha demostrado la superiori- dad de un método sobre otro. Tampoco hay datos científicos que vinculen la cifosis postraumática con los resultados clínicos. NUESTRO PROTOCOLO DE ACTUACIÓN Las pruebas diagnósticas que solicitamos en pacien- tes con fractura de la columna torácica, ya sea de ori- gen traumático, osteoporótico o patológico: 1. Comprobar el tipo de lesión de la columna ver- tebral: tal y como demostraron hábilmente Klöc- ker et al (12) para encontrar el tratamiento correcto es indispensable clasificar con exacti- tud la fractura. Lo primero en todos los pacientes que han sufrido una fractura de la columna torá- cica es realizar radiografías simples para identificar y clasificar la lesión ósea. En las fracturas por estallido también es necesaria una TAC para determinar la extensión de la lesión y la frag- mentación de la pared posterior. 2. Descartar o confirmar una lesión disco -liga- mentosa: Los traumatismos por hiperflexión- tracción y por rotación se asocian a menudo a lesiones disco - ligamentosas. La RMN descarta o confirma la lesión del disco intervertebral, del ligamento longitudinal anterior y posterior, del complejo ligamentoso posterior y de la muscula- tura aravertebral. 3. Clasificar las lesiones: Efectuada la RMN, clasi- ficamos la lesión como fractura A1, A2, A3, B o C, siguiendo la clasificación de Magerl / AO (5). En términos generales, las fracturas A1 y algunas A2 sin lesión disco-ligamentosa se definen como esta- bles, mientras que algunas fracturas A2, por divi- sión, y todas las fracturas A3, por estallido, B, por tracción, y C por rotación se consideran inestables. 4. Valorar el déficit neurológico: Sea cual sea el tipo de lesión, un déficit neurológico constituye una indicación firme para la intervención qui- rúrgica inmediata con el fin de reducir la pre- sión ejercida sobre las estructuras nerviosas mediante una descompresión anterior, posterior o combinada. 5. Identificar la causa de la fractura: Las fracturas de la columna torácica se pueden producir por un traumatismo agudo o, en una columna vertebral osteoporótica, sin un impacto importante o sin un mecanismo conocido, algo que es frecuente en los ancianos. Otra posible causa son las metástasis y las fracturas espontáneas. 6. Decidir el tratamiento de forma individualiza- da: Para decidir de forma individualizada el tra- tamiento se tiene en cuenta toda la información acerca del paciente, incluida la edad, el nivel de actividad, la profesión y la situación social y médica, así como los datos obtenidos sobre el tipo de fractura y las lesiones asociadas. INDICACIÓN DEL TRATAMIENTO. EJEMPLOS CLÍNICOS Ofrecemos ejemplos de fracturas específicas y el tra- tamiento que aconsejamos. Fractura de tipo A1, lesión anterior por compresión axial (Figura 7) La lesión se limita al pilar anterior y la fractura tiene una extensión pequeña. La RMN descartó una lesión disco-ligamentosa, por lo que consideraremos que se trata de una fractura «estable». sin déficit neu- rológico. Está indicado el tratamiento conservador mediante un corsé en tres puntos y deambulación inmediata. Para las fracturas osteoporóticas del anciano, aconsejamos estabilizar el pilar ante- rior mediante una vertebroplastia monosegmen- taria o una cifoplastia para evitar la angulación cifótica ulterior. Si la angulación es mayor de 15º, recomendamos una instrumentación poste- rior percutánea combinada con una vertebro- plastia con cemento óseo (PMMA) en el anciano o con hidroxilapatita no reabsorbible en el pacien- te joven. 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:48 Página 242 Fractura de tipo A2 (Figura 8) El tratamiento de esta fractura «en pinza» es con- trovertido. Cuando el disco intervertebral está indem- ne y no se interpone en el foco de fractura, el tratamiento conservador es una alternativa. Por otra parte, nosotros aconsejamos restablecer mediante una cifoplastia la capacidad del pilar anterior para soportar la carga axial. Dado que el cuerpo vertebral está dividido, el ries- go de que se produzca una fuga de cemento es menor con la cifoplastia que con la vertebroplastia, en la que se necesita mayor presión para aplicar el cemento. Para evitar la pérdida secundaria de la reducción y garantizar la consolidación de los platillos vertebrales, recomendamos hacer además una instrumentación posterior mínimamente invasiva con una retirada rápida del implante al cabo de seis a nueve meses. Fractura de tipo A2.2 y A2.3, fractura «por divi- sión» del pilar anterior (Figura 9) A diferencia de la anterior, esta fractura consiste en una división vertical completa del cuerpo vertebral en dos partes, anterior y posterior, entre las que se interponen numerosos fragmentos y el disco. Se considera una situación «inestable» cuando es pro- pensa a una consolidación defectuosa y a la pseu- Fig. 8: Véase la sección deltexto asociada. Fig. 9: Véase la sección del texto asociada. Fig. 10: Véase la sección del texto asociada. 243 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:49 Página 243 244 PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 Gahr R.H., Haessler O., Schmidt O.I. Cifosis y fracturas vertebrales torácicas doartrosis. Nuestra indicación es la reducción cerra- da y una instrumentación mínimamente invasiva. Después, por una vía anterior secundaria extirpamos el disco herniado y hacemos una corporectomía con fusión bisegmentaria con una caja expansible. Fractura de tipo A3, fractura completa «por esta- llido» del cuerpo vertebral (Figura 10) La fractura afecta a las paredes anterior y poste- rior del cuerpo vertebral, así como al centro del pla- tillo vertebral. En la RMN se comprueba una lesión del disco intervertebral superior. Esta fractura se clasifica como «inestable» y debe tratarse con reducción cerrada, instrumentación posterior míni- mamente invasiva y fusión monosegmentaria o bisegmentaria por vía anterior, según la integri- dad del platillo vertebral inferior. Fractura de tipo B, lesión por «hiperflexión-trac- ción» de los pilares anterior y posterior (Figura 11) Se lesionan los dos pilares, el pilar anterior duran- te la hiperflexión y el posterior durante la tracción. Esta fractura se considera «inestable» sea cual sea el alcance de la lesión ósea. Se aconseja una vía com- binada para restablecer la banda de tensión posterior (instrumentación torácica) y la capacidad de carga axial del pilar anterior (extirpación del disco daña- do, fusión monosegmentaria). Fractura de tipo C, lesión «por rotación», muy ines- table (Figura 12) Esta lesión es debida a una combinación de fuerzas de rotación asociadas a fuerzas de compresión axial o tensión sobre la columna vertebral. Habitual- mente se acompaña de una inestabilidad máxima y es obligado el tratamiento quirúrgico. Según la extensión de la lesión, se asocia una vía combinada anterior y posterior. Fig. 11: Véase la sección del texto asociada. Fig. 12: Véase la sección del texto asociada. 236-246 Fractura toracica.qxd 11/1/07 20:49 Página 244 1. Buhren V. [Injuries to the thoracic and lumbar spine]. Unfallchirurg 2003; 106:55-68. 2. Vaccaro AR, Silber JS. Post-traumatic spinal deformity. Spine 2001(suppl); 26:S111-8. 3. Riggs BL, Melton LJ. 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