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PATOLOGÍA DEL APARATO LOCOMOTOR, 2006 · VOL.4 · Nº 4 · 236-246 ORIGINAL
Correspondencia
R. H. Gahr 
Trauma Centre
St. Georg Clinic
Delitzscher Strasse 141
04129 Leipzig
ralf.gahr@sanktgeorg.de
RESUMEN
Las fracturas tóraco–lumbares son frecuentes y presentan
un tratamiento discutido tanto por su indicación como por
las técnicas empleadas. Establecemos las indicaciones
ortésicas y quirúrgicas de este tipo de fracturas, estable-
ciendo un protocolo de actuación y mostrando ejemplos
de nuestras indicaciones.
Palabras clave:
Columna vertebral, fracturas, cifosis.
ABSTRACT
The majority of traumatic vertebral fractures occur in the
thoracolumbar spine. Decision to operate or treat conserva-
tively often is based on the amount of posttraumatic kypho-
tic deformity. Hence, the physician should perform the mea-
surement of angulation of endplates of adjacent, not injured
vertebrae – resembling the local kyphosis – which is known
to be more reliable. We stablished the conservative and sur-
gical indications for the thoracic indications and the treat-
ment algorithm, with example of our cases. 
Key words:
Spine, thoraco-lumbar fractures, kyphosis.
Cifosis y fracturas vertebrales torácicas
Kyphosis. Toracic vertebral fractures
H. Gahr R.
Haessler O.
Schmidt Oliver I .
Trauma Centre
St. Georg Clinic
Departamento de Traumatología y Cirugía Reparadora
Leipzig
Patología del Aparato Locomotor, 2006; 4 (4): 236-246
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DATOS EPIDEMIOLOGÍCOS SOBRE LAS
FRACTURAS DE LA COLUMNA TORÁCICA
Las fracturas de la columna vertebral son muy fre-
cuentes (1,2). La mayoría de las fracturas vertebrales
traumáticas se localizan en la columna torácica
(80%), con una distribución por sexos de 2:3
(mujeres:varones) (1). Los accidentes de tráfico, pre-
cipitados y los traumatismos deportivos son los res-
ponsables del pico de frecuencia que se observa entre
los 20 y 40 años. Predominan las lesiones de la pri-
mera vértebra lumbar, lo cual es debido a las inten-
sas fuerzas que se transmiten a la unión tóraco -
lumbar desde la columna torácica, anclada a la
caja torácica, hasta la columna lumbar, que es
móvil. Por otra parte, cada vez se registran más frac-
turas vertebrales osteoporóticas en los ancianos
(3). El envejecimiento de la población aumentará la
incidencia de estas fracturas, y su tratamiento, ya sea
quirúrgico o conservador, junto con la fisioterapia
y los programas de rehabilitación, supone unos
costes económicos considerables. 
¿POR QUÉ SE DIVIDE LA COLUMNA
TORÁCICA EN REGIONES?
Desde el punto de vista biomecánico y quirúrgi-
co, la columna torácica se divide funcionalmente en
dos regiones, torácica (T1 – T10) y dorso-lumbar
(Figura 1). Las vértebras torácicas entre T1 y T10
forman un ángulo cifótico cuyo vértice se sitúa en
T6 y T7, y son estabilizadas por la caja torácica.
Según datos experimentales, la caja torácica aumen-
ta en más del 30 % la rigidez total de la columna
osteo-ligamentosa y la rigidez relativa máxima
corresponde a la extensión (220 %) (4) (Figura
2). En consecuencia, la mayoría de las fracturas se
producen por compresión axial. Las fracturas de
tipo C – generadas por fuerzas de rotación – según
la clasificación de Maderl et al (5) son raras en la
columna torácica. Las vértebras torácicas se encuen-
tran muy próximas a la médula espinal, de manera
que el espacio de reserva del conducto raquídeo es
inferior al 10 %. Así, las fracturas por estallido de
la columna torácica se suelen acompañar de déficit
neurológico. 
La unión tóraco-lumbar es la transición desde la
columna torácica cifótica a la columna lumbar
lordótica (Figura 3). La unión tóraco – lumbar
Fig. 1: La columna torácica está formada por las
vértebras torácicas T1-T10, relacionado con los
aspectos biomecánicos de la cifosis y con la
estabilización por parte de la caja torácica. La
mayoría de las lesiones de la columna torácica son
fracturas por compresión axial en el vértice de la
cifosis (T6-T7).
Fig. 2: La caja torácica aumenta la rigidez relativa en
el movimiento de extensión de la columna osteo-
ligamentosa. 
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Schmidt O.I.
Cifosis y fracturas 
vertebrales torácicas
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vertebrales torácicas
abarca desde la vértebra torácica T11 hasta la vér-
tebra lumbar L2. Más del 50% de todas las frac-
turas de la columna torácica y lumbar se localizan
en esta zona (1), por lo que aparecen unas vértebras
más robustas, con un arco posterior más fuerte y
amplio que aumenta el espacio de reserva del con-
ducto raquídeo en un 40 % que disminuye el ries-
go de lesión neurológica.
LA CIFOSIS FISIOLÓGICA DE 
LA COLUMNA TORÁCICA
La cifosis fisiológica de la columna torácica
absorbe las fuerzas axiales durante el paso o la
marcha normal e imita la función de los amorti-
guadores. Esto protege a la cabeza y al sistema
nervioso central de los impactos y vibraciones. De
acuerdo con el concepto de la columna de White-
sides et al (6) (Figura 4), los pilares posterior y
anterior de la columna vertebral están sometidos a
fuerzas de tracción y de compresión. La curva cifó-
tica de la columna torácica hace que el 80 % de las
solicitaciones axiales se transmitan por el segmen-
to anterior, concretamente por los dos tercios ante-
riores del cuerpo vertebral (7) (Figura 5).
La decisión de operar o de seguir un tratamiento
conservador se basa, a menudo, en el grado de
deformidad cifótica postraumática. Sin embargo, la
medición de la cifosis vertebral presenta una varia-
bilidad importante entre diferentes observadores [8]
(Figura 6). Se ha comprobado que es más fiable
determinar la angulación de los platillos vertebra-
les de las vértebras indemnes adyacentes, que repre-
senta la cifosis local (9).
ASPECTOS DE LA CIFOSIS
POSTRAUMÁTICA
Aunque los datos experimentales demuestran
que la caja torácica estabiliza la columna torácica
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Schmidt O.I.
Fig. 3: La unión tóraco-lumbar transmite las fuerzas
desde la columna torácica, hasta la columna lumbar.
Así, las fuerzas de las porciones superior e inferior del
tronco confluyen en la columna tóraco - lumbar. 
Fig. 4: Concepto de los dos pilares de Whitesides et
al [6]. Se muestran las solicitaciones de compresión
axial del pilar anterior y de tensión del pilar posterior.
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(Figura 2), la fuerza axial produce una cifosis pos-
traumática, la deformidad más importante en las
fracturas de la columna torácica (10). En diversos
estudios se ha observado una pérdida de la reduc-
ción con la consiguiente cifosis independiente-
mente de si el tratamiento había sido quirúrgico o
conservador. La instrumentación posterior de las
fracturas de la columna torácica sin una fusión
anterior no evita la cifosis a los dos años de su
implantación (11,12). En esa población de pacien-
tes, las causas principales de la cifosis postraumá-
tica fueron la discopatía degenerativa postraumática
en el segmento dañado y en los segmentos adya-
centes y la consiguiente disminución de la altura de
la porción anterior del disco. Esto también se ha
visto, recientemente, en las fracturas considera-
das estables tipo A1 (Figura 7) tratadas conser-
vadoramente. En un estudio se comprobó que la
cifosis postraumática aumentaba significativa-
mente durante un período de seguimiento de dos
años, debido a la pérdida de altura del disco (11).
Según nuestra experiencia clínica la caja torácica no
parece añadir una rigidez considerable a la colum-
na torácica y, por lo tanto, no impide su deformidad
postraumática por lo que consideramos que puede
estar indicada la instrumentación posterior asociada
con una reconstrucción del pilar anterior median-
te una vertebroplastia o una cifoplastia. 
¿PRODUCE DOLOR LA DEFORMIDAD?
Conrespecto al dolor y la discapacidad futuras,
sigue habiendo dudas sobre cuándo operar y cuán-
Fig. 5: La carga axial fisiológica se transmite por el
segmento anterior de la columna torácica. La cifosis
normal se convierte en una cifosis postraumática
después de una lesión por compresión axial de las
vértebras torácicas. 
Fig. 6: La determinación del ángulo cifótico
postraumático se asocia con una elevada variabilidad
entre observadores. Las vértebras fracturadas no
permiten cuantificar con precisión el ángulo, sobre
todo si están dañados los platillos vertebrales. En su
lugar se puede medir el ángulo ‚ de la cifosis local a
partir de los platillos de las vértebras indemnes
adyacentes.
Fig. 7: Véase la sección del texto asociada.
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vertebrales torácicas
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Cifosis y fracturas 
vertebrales torácicas
do tratar conservadoramente. En varios estudios se
menciona que los pacientes con una cifosis pos-
traumática de la columna torácica mayor de 15º
sufren molestias importantes al cabo de 10 años
(13,14) y a partir de los 10º de angulación pos-
traumática se observa un deterioro funcional aso-
ciado al dolor (15). 
La sobrecarga y el sobreesfuerzo de los segmen-
tos adyacentes (6) provocan una descompensa-
ción de los mismos secundaria a una degeneración
discal y a espondiloartrosis (16,17). La degeneración
discal disminuye la altura del disco e interviene
en la inestabilidad segmentaria aunque la espon-
diloartrosis comprende también la artrosis de las
articulaciones interapofisarias (18,19). Los osteo-
fitos de la pared vertebral posterior y de las arti-
culaciones interapofisarias, junto con la hipertrofia
del ligamento amarillo, son elementos anteriores y
posteriores que disminuyen el espacio de reserva y
conducen a una estenosis del conducto raquídeo. El
resultado es la aparición de síntomas de claudica-
ción neurógena y de un deterioro neurológico
secundario (20,21). 
Un hecho que dificulta la interpretación del resul-
tado es la escasa correlación existente entre los
signos radiológicos de deformidad y las molestias
reales y la disminución de la calidad de vida (22).
Además, hay pocos estudios prospectivos extensos
y con un seguimiento prolongado que nos pro-
porcionen los datos científicos necesarios para
aconsejar cuándo es mejor un tratamiento quirúr-
gico o un tratamiento conservador. 
CÓMO Y CUÁNDO SEGUIR UN MÉTODO
CONSERVADOR
Böhler definió como objetivos en el tratamiento
de las lesiones de la columna vertebral enderezar
la vértebra comprimida y mantener su posición
hasta la consolidación (23). Actualmente el tra-
tamiento conservador de las fracturas de la colum-
na vertebral atrae el interés de muchos médicos,
especialmente en los EEUU y Canadá, tal vez por
que la cirugía de las fracturas vertebrales no obtie-
ne resultados satisfactorios. En Europa, sin embar-
go, parece haber preferencia por el tratamiento
quirúrgico. 
La principal ventaja del tratamiento conservador
es la ausencia de morbilidad asociada a la vía de
acceso, por ejemplo la denervación muscular
causa de molestias postoperatorias con la instru-
mentación posterior clásica (24-29). La vía ante-
rior, como la transtorácica, se asocia a una
morbilidad intraoperatoria y perioperatoria algo
mayor (30). Otras ventajas del tratamiento con-
servador son la corta duración del ingreso hospi-
talario y la rápida derivación a rehabilitación,
con unos costes inferiores a los de la cara cirugía
de columna (31). 
Sin embargo, el tratamiento conservador de las
fracturas de la columna torácica está indicado
en pocas ocasiones (31). De hecho, sólo se puede
ofrecer a las llamadas fracturas recientes «estables»
y sin déficit neurológico en pacientes dispuestos a
soportar un corsé rígido durante tres a cinco
meses. Si el diagnóstico se establece pasadas 24
horas, la posibilidad de conseguir una reducción
cerrada es baja. Tras un seguimiento prolongado
de 43 pacientes tratados conservadoramente, se
observó que todos ellos, tanto los sometidos a
reducción e inmovilización con corsé como aque-
llos en los que se omitió la reducción, presentaban
una cifosis postraumática significativa (22). Es
interesante señalar que no hubo correlación entre
el dolor y la deformidad radiográfica 16 años
después del tratamiento. Un estudio reciente de 48
pacientes con fracturas por compresión y por
estallido de la columna tóraco – lumbar demostró
que el tratamiento conservador era factible inclu-
so en las fracturas por estallido con una angulación
de hasta 30º (32). Sin embargo, 13 pacientes
habían sido tratados con corsé de escayola y seis
pacientes soportaron hasta seis meses de reposo
absoluto en cama. En una población de 86 pacien-
tes con fracturas de tipo A1 a A3, Resch et al
(33) demostraron las ventajas de la instrumenta-
ción posterior comparada con la reducción cerra-
da e inmovilización con corsé. La reducción
cerrada consiguió una corrección de la deformidad
angular del 12 %, mientras que la instrumentación
posterior redujo la deformidad cifótica en un 56
%. Tras un seguimiento promedio de 57 meses, la
pérdida relativa de reducción respecto a la reduc-
ción intraoperatoria fue del 28 %, comparada
con el 132 % en el grupo de tratamiento con-
servador. Curiosamente, este hallazgo no se aso-
ciaba con mayores molestias en los pacientes
tratados conservadoramente. 
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INDICACIONES DEL TRATAMIENTO
QUIRÚRGICO
La cirugía vertebral ha avanzado durante decenios,
desde el diseño del tallo de Harrington pasando
por la instrumentación posterior de Roy-Camille
hasta llegar a los fijadores internos por vía percutá-
nea (34,35). 
Es innegable que la vía anterior para la columna
torácica se acompaña de una morbilidad impor-
tante, con complicaciones tales como el hidrotó-
rax o la hemorragia intratorácica postquirúrgica
(30). Sin embargo, las técnicas modernas, como la
toracoscopia (36), la corporectomía mínimamente
invasiva y las cajas expansibles, ofrecen la posibili-
dad de reducir significativamente la morbilidad
(37,38). 
Existen varios sistemas percutáneos para la ins-
trumentación posterior en los que ya no son nece-
sarias una preparación subperióstica y una retracción
muscular excesivas (34). La morbilidad de la vía qui-
rúrgica se limita a las incisiones del bisturí, la disec-
ción roma y la separación de partes blandas, con lo
que se acorta el tiempo quirúrgico y se consigue
una movilización rápida sin riesgo de complicacio-
nes, tales como hemorragias o infecciones, frecuen-
tes en las técnicas abiertas con los sistemas clásicos
de fijación interna. Los inconvenientes de la morbi-
lidad de la indicación quirúrgica ya no es el mismo
que antes, y los argumentos a favor del tratamiento
conservador están perdiendo fundamento. 
Como se ha señalado, todas las fracturas «estables»
son las únicas candidatas al tratamiento conservador.
La aparición de un déficit neurológico, sea cual sea
el tipo de fractura, es una indicación para la revisión
quirúrgica. También la mayoría de los cirujanos
coinciden en que todas las fracturas «inestables»,
como son las fracturas por estallido (tipo A3) y las
lesiones discoligamentosas en las fracturas de tipo B
y C, constituyen una indicación firme para la cirugía.
Más polémico es el tratamiento de las fracturas de
tipo A2 «en pinza» («pincer fractures») y las split
fractures, si bien se ha puesto de manifiesto que la
hernia del disco intervertebral perjudica a la conso-
lidación de la fractura y puede ser causa de consoli-
dación viciosa, pseudoartrosis y de inestabildad
persistente. 
Según nuestra experiencia, la vía anterior es
indispensable para restablecer el pilar anterior en
aquellas situaciones en las que la carga axial se
asocia a una cifosis postraumática previsible,como
ocurre en las fracturas por estallido (tipo 3). La adi-
ción de una corporectomía o un injerto óseo a la ins-
trumentación posterior proporciona estabilidad
al segmento dañado para la movilización ulterior y
permite comenzar pronto la deambulación y la
carga completa. Las vías posterior y anterior ofre-
cen la posibilidad de conseguir una reducción ana-
tómica y una alineación fisiológica del segmento
móvil lesionado, que disminuye las complicaciones
secundarias tardías tales como la inestabilidad y la
discopatía degenerativa del segmento adyacente
secundarias a una sobrecarga no fisiológica. Hasta
ahora no se han presentado datos sobre si las inter-
venciones quirúrgicas que necesitan una estancia
hospitalaria prolongada consiguen a cambio una
reincorporación laboral más rápida y un mayor
grado de actividad.
En un estudio con 34 pacientes que necesitaron
revisión tras el tratamiento conservador o quirúrgico,
de una fractura tóraco – lumbar, Klöckner et al
[12] confirmó que la instrumentación posterior ais-
lada no evita la angulación cifótica en las lesiones
«inestables», subrayando la necesidad de clasificar
preoperatoriamente y con exactitud las fracturas
en «estables» e «inestables», reflejando la capacidad
del pilar anterior para soportar la carga axial y la
capacidad del sistema disco - ligamentoso, para
soportar las fuerzas de tracción del pilar posterior. Se
aconseja tratar las lesiones inestables mediante una
vía combinada posterior y anterior. 
La primera investigación prospectiva sobre los
efectos de las vías anterior, posterior y combinada
consistió en un estudio multicéntrico en 682 pacien-
tes y un seguimiento promedio de 26 meses (39). Es
interesante señalar que ninguna de las técnicas man-
tuvo intraoperatoriamente el ángulo de cifosis corre-
gido, si bien los mejores resultados correspondieron
a la cirugía combinada. La corrección de la cifosis fue
peor con la vía anterior aislada que con la instru-
mentación posterior. Al igual que en estudios ante-
riores, no se observó correlación alguna entre los
signos radiográficos y la intensidad de las molestias,
y el resultado funcional fue semejante en los tres gru-
pos. A pesar de ello, se aconsejó utilizar la vía com-
binada anterior y posterior. 
En un metanálisis de 132 artículos que suma-
ban 5784 pacientes operados por una lesión de la
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vertebrales torácicas
columna tóraco – lumbar (40), los grados más
altos de satisfacción del paciente se conseguían
mediante la instrumentación posterior corta y la vía
anterior aislada. No se ofrecieron resultados de
las vías combinadas. Las complicaciones graves
fueron raras y ninguna de las técnicas logró man-
tener intraoperatoriamente el ángulo de cifosis
corregido. En una revisión bibliográfica reciente,
Thomas et al (41) afirmaron esto mismo e hicieron
hincapié en que no se ha demostrado la superiori-
dad de un método sobre otro. Tampoco hay datos
científicos que vinculen la cifosis postraumática con
los resultados clínicos.
NUESTRO PROTOCOLO DE ACTUACIÓN
Las pruebas diagnósticas que solicitamos en pacien-
tes con fractura de la columna torácica, ya sea de ori-
gen traumático, osteoporótico o patológico:
1. Comprobar el tipo de lesión de la columna ver-
tebral: tal y como demostraron hábilmente Klöc-
ker et al (12) para encontrar el tratamiento
correcto es indispensable clasificar con exacti-
tud la fractura. Lo primero en todos los pacientes
que han sufrido una fractura de la columna torá-
cica es realizar radiografías simples para identificar
y clasificar la lesión ósea. En las fracturas por
estallido también es necesaria una TAC para
determinar la extensión de la lesión y la frag-
mentación de la pared posterior.
2. Descartar o confirmar una lesión disco -liga-
mentosa: Los traumatismos por hiperflexión-
tracción y por rotación se asocian a menudo a
lesiones disco - ligamentosas. La RMN descarta o
confirma la lesión del disco intervertebral, del
ligamento longitudinal anterior y posterior, del
complejo ligamentoso posterior y de la muscula-
tura aravertebral. 
3. Clasificar las lesiones: Efectuada la RMN, clasi-
ficamos la lesión como fractura A1, A2, A3, B o C,
siguiendo la clasificación de Magerl / AO (5). En
términos generales, las fracturas A1 y algunas A2
sin lesión disco-ligamentosa se definen como esta-
bles, mientras que algunas fracturas A2, por divi-
sión, y todas las fracturas A3, por estallido, B, por
tracción, y C por rotación se consideran inestables. 
4. Valorar el déficit neurológico: Sea cual sea el
tipo de lesión, un déficit neurológico constituye
una indicación firme para la intervención qui-
rúrgica inmediata con el fin de reducir la pre-
sión ejercida sobre las estructuras nerviosas
mediante una descompresión anterior, posterior o
combinada. 
5. Identificar la causa de la fractura: Las fracturas de
la columna torácica se pueden producir por un
traumatismo agudo o, en una columna vertebral
osteoporótica, sin un impacto importante o sin un
mecanismo conocido, algo que es frecuente en los
ancianos. Otra posible causa son las metástasis y
las fracturas espontáneas.
6. Decidir el tratamiento de forma individualiza-
da: Para decidir de forma individualizada el tra-
tamiento se tiene en cuenta toda la información
acerca del paciente, incluida la edad, el nivel de
actividad, la profesión y la situación social y
médica, así como los datos obtenidos sobre el
tipo de fractura y las lesiones asociadas.
INDICACIÓN DEL TRATAMIENTO.
EJEMPLOS CLÍNICOS
Ofrecemos ejemplos de fracturas específicas y el tra-
tamiento que aconsejamos.
Fractura de tipo A1, lesión anterior por compresión
axial (Figura 7)
La lesión se limita al pilar anterior y la fractura tiene
una extensión pequeña. La RMN descartó una
lesión disco-ligamentosa, por lo que consideraremos
que se trata de una fractura «estable». sin déficit neu-
rológico. 
Está indicado el tratamiento conservador
mediante un corsé en tres puntos y deambulación
inmediata. Para las fracturas osteoporóticas del
anciano, aconsejamos estabilizar el pilar ante-
rior mediante una vertebroplastia monosegmen-
taria o una cifoplastia para evitar la angulación
cifótica ulterior. Si la angulación es mayor de
15º, recomendamos una instrumentación poste-
rior percutánea combinada con una vertebro-
plastia con cemento óseo (PMMA) en el anciano
o con hidroxilapatita no reabsorbible en el pacien-
te joven.
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Fractura de tipo A2 (Figura 8)
El tratamiento de esta fractura «en pinza» es con-
trovertido. Cuando el disco intervertebral está indem-
ne y no se interpone en el foco de fractura, el tratamiento
conservador es una alternativa. Por otra parte, nosotros
aconsejamos restablecer mediante una cifoplastia la
capacidad del pilar anterior para soportar la carga
axial. Dado que el cuerpo vertebral está dividido, el ries-
go de que se produzca una fuga de cemento es menor
con la cifoplastia que con la vertebroplastia, en la que
se necesita mayor presión para aplicar el cemento.
Para evitar la pérdida secundaria de la reducción y
garantizar la consolidación de los platillos vertebrales,
recomendamos hacer además una instrumentación
posterior mínimamente invasiva con una retirada
rápida del implante al cabo de seis a nueve meses. 
Fractura de tipo A2.2 y A2.3, fractura «por divi-
sión» del pilar anterior (Figura 9)
A diferencia de la anterior, esta fractura consiste en
una división vertical completa del cuerpo vertebral
en dos partes, anterior y posterior, entre las que se
interponen numerosos fragmentos y el disco. Se
considera una situación «inestable» cuando es pro-
pensa a una consolidación defectuosa y a la pseu-
Fig. 8: Véase la sección deltexto asociada.
Fig. 9: Véase la sección del texto asociada.
Fig. 10: Véase la sección del texto asociada.
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Cifosis y fracturas 
vertebrales torácicas
doartrosis. Nuestra indicación es la reducción cerra-
da y una instrumentación mínimamente invasiva.
Después, por una vía anterior secundaria extirpamos
el disco herniado y hacemos una corporectomía
con fusión bisegmentaria con una caja expansible. 
Fractura de tipo A3, fractura completa «por esta-
llido» del cuerpo vertebral (Figura 10)
La fractura afecta a las paredes anterior y poste-
rior del cuerpo vertebral, así como al centro del pla-
tillo vertebral. En la RMN se comprueba una
lesión del disco intervertebral superior. Esta fractura
se clasifica como «inestable» y debe tratarse con
reducción cerrada, instrumentación posterior míni-
mamente invasiva y fusión monosegmentaria o
bisegmentaria por vía anterior, según la integri-
dad del platillo vertebral inferior.
Fractura de tipo B, lesión por «hiperflexión-trac-
ción» de los pilares anterior y posterior (Figura 11)
Se lesionan los dos pilares, el pilar anterior duran-
te la hiperflexión y el posterior durante la tracción.
Esta fractura se considera «inestable» sea cual sea el
alcance de la lesión ósea. Se aconseja una vía com-
binada para restablecer la banda de tensión posterior
(instrumentación torácica) y la capacidad de carga
axial del pilar anterior (extirpación del disco daña-
do, fusión monosegmentaria). 
Fractura de tipo C, lesión «por rotación», muy ines-
table (Figura 12)
Esta lesión es debida a una combinación de fuerzas
de rotación asociadas a fuerzas de compresión axial
o tensión sobre la columna vertebral. Habitual-
mente se acompaña de una inestabilidad máxima y
es obligado el tratamiento quirúrgico. Según la
extensión de la lesión, se asocia una vía combinada
anterior y posterior. 
Fig. 11: Véase la sección del texto asociada. Fig. 12: Véase la sección del texto asociada.
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