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Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616. 
 
 
Funciones metalingüísticas y dobles lecturas del código: 
estudio introductorio a través de los “dardos” de F. Lázaro Carreter 
 
Ana Pano 
Università degli Studi di Bologna 
 
 
 
Muchas operaciones verbales como, por ejemplo, la creación de palabras derivadas, la 
traducción, el desarrollo verbal en los niños, se llevan a cabo bajo un control 
metalingüístico a través del cual la selección y la combinación de los constituyentes del 
mensaje verbal implican una serie de operaciones metalingüísticas que facilitan 
información acerca del funcionamiento y de las posibilidades del código (Jakobson, 
1988 [1980]; Weinrich, 1981 [1976]). Tomando como punto de partida un estudio de 
Vigara Tauste (1992) sobre el alcance metalingüístico que la lingüística teórica atribuye 
a nuestro comportamiento comunicativo, analizamos las características principales de lo 
que la autora llama funciones metalingüísticas explícitas y funciones metalingüísticas 
implícitas. Las primeras aparecen sobre todo en actividades de desambiguación y de 
reflexión sobre terminología. Las segundas invitan a razonar sobre el código cuando 
éste se utiliza con otros fines como la ironía. Llevamos a cabo una reflexión basada en 
los ejemplos de uso incorrecto de la lengua en el lenguaje periodístico, recogidos por 
Fernando Lázaro Carreter en sus célebres libros El dardo en la palabra (1997) y El 
nuevo dardo en la palabra (2003). Por un lado, el autor lleva a cabo una función 
metalingüística refiriéndose al código de manera explícita; por otro lado, apela a la 
conducta metalingüística del lector usando el código como referente de manera irónica y 
lúdica. En este último caso, la función metalingüística invita a jugar con las 
posibilidades de relación significante-significado-sentido del signo lingüístico y, por 
tanto, no puede desligarse de las funciones poética y referencial. 
 
 
El metalenguaje y la función metalingüística 
 
Jakobson habla de función metalingüística en “Metalanguage as a Linguistic Problem” 
(1980), un artículo en el que toma prestado el término “metalenguaje” de Tarski, quien 
usa sistemáticamente esta noción, y encierra entre comillas los signos (palabras, 
expresiones) cuando son objeto de mención (y no de uso). No obstante, la distinción 
entre uso y mención está basada en la teoría de la jerarquía de lenguajes propuesta por 
Russell (1922) en su “Introducción” al Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein. 
Distinguiendo entre lenguaje-objeto y metalenguaje, Russell busca evitar la paradoja 
semántica derivada de uno de los principios recogidos en esa obra: “Lo que puede ser 
mostrado no puede ser dicho” (1921 [1997]: 67). En este mismo sentido, Jakobson 
asigna al término “metalenguaje” un significado equivalente al del lenguaje “que hace 
del lenguaje el objeto de su reflexión” y habla entonces de función metalingüística o 
glosadora cuando la comunicación se concentra en el código. Como es sabido, partiendo 
de la teoría general de las funciones –emotiva, conativa y referencial– del lenguaje de 
Karl Bühler, Jakobson establece una caracterización genérica del lenguaje, y más 
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Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616. 
concretamente de la comunicación verbal, a partir de seis factores básicos: hablante, 
oyente, mensaje, contexto, código y contacto. Asimismo asigna a cada factor una 
función específica: expresiva, conativa, referencial, poética, metalingüística y fática 
respectivamente. La función metalingüística está pues centrada en el código y se lleva a 
cabo cuando nos detenemos a aclarar el sentido de una palabra o a analizar la lengua en 
cualquiera de sus aspectos. 
Cabe recordar aquí que, como un dominio más de la experiencia, el lenguaje 
aparece representado en las lenguas como un campo léxico-semántico que puede ser 
estructurado a partir de toda una serie de distinciones funcionales. Las unidades 
pertenecientes a este campo corresponden precisamente a la función metalingüística 
(Coseriu, 1981 [1977]: 108). Se trata no sólo los términos, enunciados o locuciones del 
metalenguaje científico-técnico sino también del “metalenguaje corriente” (Rey-
Debove, 1978), es decir, un conjunto de construcciones mediante las cuales los 
hablantes comprueban si emplean o no el mismo código
1
 y reflexionan sobre el propio 
idioma. De este modo, la función metalingüística predomina en la comunicación cuando 
el propósito principal de ésta es atender a los signos que se están empleando y que, 
según Loureda (2003: 18), pertenecen a tres ámbitos específicos de la lengua: la 
fraseología, la gramática y el léxico. 
Como apunta Vigara Tauste (1992), “la lingüística ha añadido poco a una 
concepción filosófica que identifica la función metalingüística con el metalenguaje o 
lenguaje con el que se habla acerca del lenguaje”. Por este motivo, se la considera una 
función externa, secundaria, limitada a ciertas estructuras típicas como la mención o la 
“frase ecuacional” utilizada en las definiciones, que se relaciona con un uso particular 
de la función referencial en la que el referente es el código, el lenguaje, y no una 
realidad extralingüística. Según la autora, la función metalingüística se suele relegar a la 
categoría de secundaria por dos motivos: a) la ausencia de rasgos formales que permitan 
identificarla inequívocamente; y b) la imposibilidad de aislar en los enunciados una 
función metalingüística diferenciada de la función referencial. En efecto, la proposición 
“el bolígrafo es un objeto para escribir” y “el bolígrafo es útil” no son formalmente 
distintas y solamente pueden diferenciarse desde un punto de vista semántico. 
Las excepciones a una concepción de la función metalingüística limitada al 
metalenguaje que pueden encontrarse en las descripciones de los lingüistas “suelen ser 
usos intuitivos de útil aplicación práctica pero sin valor teórico” (Vigara Tauste, 1992). 
En este sentido, una visión más completa y adecuada del metalenguaje debe superar el 
modelo tradicional, ampliando el campo de acción y consideración de la función 
metalingüística. Para ello, la autora propone: a) extender los criterios formales y 
semánticos que acompañan a la función metalingüística; b) tener en cuenta el hecho de 
que es una constante en la comunicación, puesto que el lenguaje humano no sólo está 
capacitado para hacer uso de esta suerte de reflexividad, sino que está confinado y 
condicionado por esta característica. De acuerdo con estos criterios, ofrece una 
clasificación de la función metalingüística (glosadora) que divide en dos categorías: 
 
1 Jakobson sostiene que “fiel metalenguaje” es el que desarrolla “una importante función en el lenguaje de 
todos los días cada vez que el emisor y/o el destinatario deben verificar si utilizan el mismo código” 
(1988 [1980]: 372). Del mismo modo, Weinrich sitúa el metalenguaje en un proceso comunicativo en el 
que se tiende a comprobar si se está utilizando el mismo código, “siempre que al hablar se producen 
perturbaciones o dificultades en la comprensión” (1981 [1976]: 114-115). Desde esta perspectiva, se 
habla de “comportamientos lingüísticos” de los interlocutores teniendo en cuenta que las funciones del 
lenguaje no son sino funciones de los signos lingüísticos actualizados en el proceso comunicativo (cfr. 
Vigara Tauste, 1992; Jakobson 1988 [1981]). 
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Metalinguaggi e metatesti. Lingua,letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
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FUNCIÓN METALINGÜÍSTICA EXPLÍCITA FUNCIÓN METALINGÜÍSTICA IMPLÍCITA 
 
Constituye un fin en sí misma y el lenguaje es 
fuente de conocimiento acerca del propio 
lenguaje. Aparece en: 
 
 Actividades de desambiguación 
 Reflexión sobre terminología 
 Traducción 
 Aprendizaje y enseñanza de lenguas: 
corrección sobre pronunciación y ortografía; 
sobre el significado o propiedad de una 
palabra o expresión 
 
Se lleva a cabo una reflexión (más o menos 
consciente) sobre el código o su funcionamiento 
y sobre las posibilidades de relación significante 
-significado-sentido. Finalidades: 
 
 Humor 
 Ironía 
 Juego de palabras 
 Actividad literaria 
 Interacción 
 
 
Función metalingüística explícita 
 
En las expresiones típicas “¿qué has dicho?”, “¿qué quieres decir con eso?”, “la palabra 
pájaro designa un ave”, predomina la función metalingüística explícita. Este tipo de 
expresiones hacen referencia al código en sí. En las fases de decodificación-
reconocimiento-interpretación de un mensaje se produce un acto de contextualización 
de los diferentes signos por el que se asigna a cada uno de ellos un significado que 
contribuye de manera coherente al sentido del conjunto. La función metalingüística 
explícita surge en el momento en que los signos ofrecen o solicitan una doble estrategia 
de contextualización por la que la asignación de significado a esos mismos signos pasa 
a través de la verbalización y reconocimiento explícitos del código. Así, cuando el 
metalenguaje “strictu sensu”, es decir, la terminología o el lenguaje usado para discutir 
acerca del mismo lenguaje aparece, la función metalingüística constituye un fin en sí 
misma ya que el signo lingüístico es actualizado a través de otro signo lingüístico y el 
lenguaje es fuente de conocimiento acerca del lenguaje. 
Puesto que el objetivo fundamental de El dardo en la palabra y El nuevo dardo 
en la palabra es, aunque “sin afán purista”, “criticar aquello que va contra los usos 
generales, bien por ignorancia, bien por pedantería, y priva la lengua de matices, o la 
hace menos creadora consagrando automatismos” (1997: 692), los “dardos” presentan 
innumerables ejemplos de función metalingüística explícita. En ellos, el autor reflexiona 
sobre el léxico, sugiere correcciones sobre la pronunciación o la ortografía de una 
determinada palabra o expresión, da información acerca del significado o la propiedad 
de una palabra o sobre la formación de un sintagma o una proposición. A través de su 
análisis, hace tres tipos de crítica a un lenguaje periodístico con cierta tendencia al 
cliché, al uso de frases hechas, metáforas manidas y tópicos. En primer lugar, se ocupa 
del uso y abuso de algunas palabras que existen en el diccionario. En segundo lugar, de 
las palabras nuevas que se usan y no están en el diccionario, pero que darán lugar a 
incluirlas. Por último, de las palabras existentes que no se usan apropiadamente y que 
llevan a forjar vocablos o acepciones inexistentes. Lázaro Carreter analiza el lenguaje 
de la prensa, televisivo y radiofónico, en particular, de los ámbitos deportivo, político, 
económico y jurídico. Se ocupa también de los extranjerismos, sobre todo de galicismos 
y anglicismos. En su Recetario de El dardo en la palabra, Rechea Bernal (1999) propone 
una clave de interpretación de los “dardos” que se basa en 1) la estructura del artículo 
(errores totales, parciales y abusos); 2) los mecanismos del error: “cruce de cables 
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Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
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léxico-semántico, falta de distinción entre transitividad e intransitividad, lugar común, 
vagancia mental, automatismo, ignorancia, sesquipedalismo y esdrujulismo”, pedantería 
y; 3) la preferencia por las “palabras más largas y, a ser posible, menos corrientes, de 
acuerdo con la ley de que a mayor necedad, mayor presunción”. En lo que se refiere a la 
función metalingüística explícita, Lázaro Carreter lleva a cabo actividades de: 
 
1) desambigüación: 
 
¿Pensará el autor que los restos fueron ahumados?”. Tiene razón: inhumar es, 
simplemente enterrar, porque ‘humus’ era tierra en latín [...]. Este escribidor vio en 
inhumar (del latín humus, ‘tierra’) el humo (del latín fumus), por la humareda que 
soltamos cuando nos meten en el horno. [...] Pero aquí no es el humo fugitivo, lo que 
importa, sino el montoncito de ceniza (Perdonar, 1997: 703)
2
. 
 
2) reflexión sobre léxico y terminología (sin duda, las más numerosas): 
 
Obsérvese cómo, en el lenguaje del fútbol, ya no se dice que el árbitro ha pasado por alto 
el tortazo a la remanguillé que, al saltar, ha dado Pérez a Gómez, porque no ha apreciado 
intencionalidad. [...]. Dando noticia de un suicidio, por ejemplo, será rarísimo glosar la 
determinación del suicida diciendo que se ignoran los motivos que lo indujeron a ella; el 
coro de los comunes dirá que sus motivaciones son desconocidas. Estos incansables 
alargadores de palabras suelen constituir aguerrida tropa que confunde a los grafólogos 
con los calígrafos, la cohesión con la conexión y los panfletos con los folletos (Grafólogo 
1997: 673). 
 
Ocurre que paliativo, según define el infolio y entendemos la mayoría abrumadora de los 
hispanos, sirve para designar algo que suaviza o lenifica, y se dice especialmente de los 
remedios aplicados a “las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su 
rapidez” (Sin paliativos, 2003: 161-162). 
 
3) reflexión sobre morfología y etimología: 
 
Se trata [...] de un plural muy curioso y frecuente en español. Aparece en buenas noches 
(o días o tardes), en las Pascuas felices (nadie piensa que son tres) o en las Navidades; 
también en muchas formaciones semánticamente audaces o morfológicamente raras 
(cantamañanas, pintamonas, ablandahigos [...] Y en general, ayuda a constituir texturas 
idiomáticas anómalas, es decir, creadas fuera de las normas comunes de nuestro sistema, 
y a incrustarlas, por su faz singular, en la memoria del hablante (Buenas madrugadas, 
2003: 35). 
 
Por ello entiende dicho comunicante que en olor de multitud procede de haberse 
tergiversado la locución correcta en loor de multitud. De hecho, algunos ya dicen o 
escriben esto último. Pero el loor no ha precedido al olor, sino que es invención posterior. 
Ha resultado del fenómeno llamado etimología popular... (En loor de multitud, 1997: 
545). 
 
4) reflexión sobre ortografía: 
 
Entre otras cosas decía: “La Santa Compaña también se paseaba de noche por allí, como 
 
2 Los términos en cursiva son nuestros. 
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dice la tradicción gallega. Comenzaba su andadura desde la playa de Melide para llevarse 
consigo algún pobre alma. Muchos isleños ponen ramos de hierbas secas en las puertas 
de su casa para expantarla”. ¿Caben más horrores en dos centímetros de prosa? [...] A lo 
que saltaron con que los periódicos de todas partes estaban llenos de disparates 
ortográficos (¿Ons culpable?, 1997: 661). 
 
Ahí tenemos a nuestra vieja compañía, hoy abreviada de nombre, casi en tanga, 
exibiéndose en letreros por aquí y toda la América hispana como Telefonica, así, monda 
de tilde. [...] Pues no, el acento gráfico pertenece a nuestro sistema de escritura igual quelas letras; significa también o ayuda a significar (Telefonía sin tildes, 2003: 54). 
 
5) corrección del significado o propiedad de una palabra o expresión: 
 
en uno de cuyos artículos se lee: ‘En todo caso, se aplicará el grado máximo a las faltas 
cometidas en convivencia con otras personas’. Pero al editor de dicho texto le debió 
resultar raro eso de que las personas de dedicaran a convivir para cometer faltas, y anotó a 
pie de página la siguiente advertencia: ‘Debe querer decir conveniencia’. [...] Pero el 
compilador de tal decreto, ignorante tal vez del vocablo connivencia, que es lo que diría 
el documento... (Sensible, 1997: 705). 
 
La presencia de la función metalingüística en los “dardos” no se limita a los 
ejemplos que acabamos de ver, en los que el lenguaje se convierte en el referente 
explícito de la comunicación. En muchos de sus “dardos”, el autor no sólo facilita 
información acerca del buen uso del código sino también del funcionamiento y de las 
posibilidades de significación del código
3
, apelando a un comportamiento lingüístico 
que, para aprehender esa información, recurre al código de manera implícita. Esta 
información que el autor facilita con fines humorísticos invita al lector a asumir una 
conducta metalingüística que le permite actualizar el signo lingüístico a través de otro 
signo no ya para aclarar su significado o comprobar si ese signo lingüístico pertenece al 
código que ambos comparten, sino para llegar a “leer” en ese signo la ironía, el chiste, 
que se cela en él. 
 
 
Función metalingüística implícita 
 
De acuerdo con Vigara Tauste (1992), “nuestras actividades cotidianas nos 
proporcionan también numerosísimos ejemplos de esta función metalingüística 
implícita, poco o nada estudiada, que aparece ligada a otras funciones, con las que, 
obviamente, no es incompatible”. La función metalingüística implícita aparece 
entonces, en algún momento del proceso comunicativo, cuando el emisor o el receptor 
toman el código (o su funcionamiento) como “referente”, en enunciados cuya finalidad 
primaria no es la de informar acerca del lenguaje. En ella no surge el metalenguaje, sino 
una “conducta” metalingüística que se inscribe en el acto de habla “al servicio unas 
veces de la función poética o de la voluntad de estilo del autor; de la simple connotación 
 
3 A propósito de la denotación y la connotación de las palabras, Lázaro Carreter recuerda que “la 
denotación de las palabras es el significado en que todos los hablantes coinciden, mientras que su 
connotación son los valores suplementarios que no pertenecen al núcleo significativo del vocablo, y que 
pueden variar según los hablantes. [...] En muchas ocasiones, la connotación es compartida por todos los 
hablantes. [...] El papel que las connotaciones, es decir, que esas notas periféricas que acompañan al 
significado nuclear del vocablo, desempeñan en el funcionamiento del idioma es enorme” (1997: 616). 
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ingeniosa, otras; de la expresividad en la interacción, de la función lúdica o de una 
mayor eficacia comunicativa para con el receptor” (Vigara Tauste, 1992). 
Este es el caso de numerosos “dardos” en los que el autor acompaña sus 
reflexiones sobre el lenguaje periodístico de una utilización consciente del código y de 
su funcionamiento, jugando con las posibilidades de relación significante-significado-
sentido, con fina ironía. Lázaro Carreter sugiere al lector tomar el código y su 
funcionamiento como “referente”, invitándole a adoptar una conducta metalingüística 
que se apoya en su conocimiento del código y sobre todo la cultura lingüística
4
 que 
comparten. Los ejemplos más numerosos en los “dardos” corresponden, con mucho, a 
casos de reflexión metalingüística implícita en los que se hace un empleo intencional 
del recurso al código como referente. En este sentido, cabe también recordar que la 
lengua escrita favorece la aparición de este tipo de función metalingüística implícita 
reflexiva debido a sus condiciones de actualización del signo lingüístico. Los recursos 
lingüísticos adoptados por el autor para desviar la atención hacia el funcionamiento del 
código, y a través de éste, hacia significados inéditos, implicando la función 
metalingüística en los enunciados, son muy diversos. Veamos algunos ejemplos que 
“hablan” por sí solos, clasificados en función del procedimiento utilizado: 
 
1) alteración en la forma gráfica de la palabra: 
 
A la empresa le ha complacido la ablación, y es cierto que, así, la palabra queda más 
yanqui: ¡lástima que la Academia acordara suprimir ph en 1803! No se previó la futura y 
deslumbrante imagen visual de Telephonica (Telefonía sin tildes, 2003: 54). 
 
2) desglose morfosemántico que, actuando sobre la forma y el contenido de manera 
simultánea, invita al lector a reconocer en la forma de la unidad nuevos significados: 
 
Y sobre todo, pluviométrico...alcoholimétrico (Sufrir mejoras, 1997: 710) 
 
Lo malo de la cosa es que el barbipungente galardonado entró al trapo y le informó de a 
cuántas pesetas/euros ascendía el premio... (Babel, 2003: 89). 
 
3) recursos morfológicos, sintácticos y semánticos con fines humorísticos: 
 
...se interrumpe después tal despilfarro, y surge enseguida el vocablito innúmera y 
sincopadamente repetido como a empujones de gárgara (Definir, 1997: 441). 
 
...la hablilla deportiva (Rumorología, 1997: 729). 
 
Siguiendo con periódicos en la mano, no es difícil toparse abudantemente con tropelías de 
este tipo: Zapatero declaró que “queremos dar un paso más”. Véase cómo están 
dislocadas las comillas propias del estilo directo, el cual tendría que haber sido 
reproducido así: Zapatero declaró: “Queremos dar un paso más”. Pero el escribidor al 
preferir el indirecto, le ha torcido el pie al verbo, con esguince de modo y de persona 
(Retrato de familia, 2003: 159-160). 
 
 
4 Entendida como “cultura (=saberes, creencias sobre las ‘cosas’) lingüística (=sobre el lenguaje)” 
González Ruiz (2006: 122). 
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4) etimología, que obliga al lector a buscar información lingüística relacionada con la 
composición de una determinada palabra para asimilar su significado: 
 
Como el equinotécnico que, narrando una descomunal... (Sociedad mediática, 1997: 723) 
 
Según la rumorología, asegura una infinidad de menesterosos verbales, tal famosa [...] 
está embarazada a consecuencia de su relación sentimental (sic) con un vaquero de la 
Finojosa. [...] El tal hexasílabo no cesa de empellar al bisílabo rumor o al trisílabo 
rumores porque su gran tamaño seduce a sus mediocres entusiastas (Rumorología, 1997: 
729). 
 
5) locuciones y unidades fraseológicas semánticamente fosilizadas que permiten jugar 
con las posibilidades de relación significante-significado-sentido por medio de su 
descontextualización, deformación, aprovechamiento para contextos nuevos o 
interpretación literal: 
 
Casi en blanco pasé esa malhadada noche, tras oír al hablador que un determinado asunto 
le había puesto los pelos de gallina [...] Hay muchos para quienes, hablando o 
escribiendo, las gallinas crían pelo (A punta de pistola, 1997: 600). 
 
Aquel cronista deportivo, por ejemplo, que, censurando recientemente el mal juego de 
quien fue un as del balón, aseguró que hacía aguas por su banda. No es infrecuente tal 
desmayomental: hay muchos a quienes también parecen lo mismo hacer aguas, es decir, 
‘orinar’, y hacer agua, que, referido a una embarcación, consiste en aprovisionarla de 
agua potable; [...] Así, pues, el futbolista, si se interpreta su hacer agua “a pie de 
Diccionario” [...], no es que estuviera hundiéndose en el fracaso, sino que estaba 
dedicando una cochinería a la forofada, enojado tal vez con sus silbidos (Moción de 
censura, 1997: 682). 
 
Emplear juntos el que y las comillas [en el estilo indirecto] puede provocar muertos de la 
risa (Retrato de familia, 2003: 160). 
 
6) polisemia, sinonimia, metáfora, que inducen en el lector asociaciones léxicas a través 
de la relación metalingüística de los significados implicados: 
 
Ahora es crédito la palabra que los malhablados han desterrado de su léxico (Grafólogo, 
1997: 673). 
 
La antedicha cronista de Bagdad refería también aquel momento terrible en que unas 
declaraciones de nuestro ministro de Asuntos Exteriores pusieron en peligro la operación 
del intrépido comando; por ellas, aseguró, “los negociadores vieron temblar sus 
gestiones”. Esas gestiones temblorosas sólo pueden ser imaginadas por una cinceladora 
genial del idioma (La cumbre, culminada, 1997: 543). 
 
Ni por prescripción médica dirán tales empecinados que no ha estimado intención 
(Copias, 1997: 675). 
 
Primero fueron los reyes y próceres, que podían pagarse un pintor para que les hiciera un 
goya a ellos con mujer y prole (Retrato de familia, 2003: 157). 
 
Y la metáfora según la cual se llama flecos a las cuestiones menores que quedan 
pendientes en una negociación, ha determinado, hace pocos días, que, en la Ley de 
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Ordenación del Sistema Educativo, es decir, la LOSE, “queden aún algunos flequillos”; 
resultará más mona si se los rizan (Relax, 1997: 524). 
 
7) intertextualidad, que conduce a información lingüística asociada a otro contexto y 
que es posible recontextualizar por medio de la conducta metalingüística: 
 
...haya escrito que “el PSOE defendió en Pleno, la necesidad de conveniar con la 
Diputación la financiación [...]. Figura este esperpento debajo de una fotografía (Sociedad 
mediática, 1997: 721). 
En verdad parece justo y necesario proclamar que la democracia es la forma menos mala 
de gobernarse los pueblos (2003: 65). 
 
Estos “dardos” apelan a una doble lectura de los signos lingüísticos en un proceso 
comunicativo cuya finalidad no es primariamente la de informar acerca del lenguaje. La 
atención del lector se ve guiada hacia el funcionamiento del sistema lingüístico y hacia 
las relaciones que se establecen entre los componentes fonológicos, morfosintácticos y 
semánticos de ese mismo sistema en determinados contextos, es decir, hacia las 
posibilidades de relación significante-significado-sentido relativas a un determinado 
signo. 
Ahora bien, si se quiere ampliar el campo de acción y consideración teórica de la 
función metalingüística, es importante realizar una serie de consideraciones sobre la 
función metalingüística implícita, cuya caracterización presenta dificultades si no se 
analiza en relación con otras funciones del lenguaje y con los procedimientos 
semánticos que subyacen en la formación de palabras. En efecto, ésta no se limita al 
código sino que se apoya también en el contexto en el que se inscribe y debe 
interpretarse (función referencial) y sobre todo en una forma particular del mensaje 
(factor determinante en la función poética). Por otro lado, si aceptamos que es “una 
constante en la comunicación”, es preciso explorar su relación con lo que Gibbs (1994) 
llama el “pensamiento poético del hablante”. 
 
 
Conclusión 
 
En su estudio sobre las funciones del lenguaje, Jakobson afirma que cualquier expresión 
lingüística cumple más de una función. Partiendo de esta consideración y del hecho que 
la función metalingüística implícita juega con las posibilidades de asociación 
significante-significado-sentido, transformando en algún momento del proceso 
comunicativo la información “extralingüística” en “lingüística” con fines humorísticos, 
no podemos no tener en cuenta la estrecha relación de ésta con las funciones referencial 
(contexto) y poética (mensaje) del lenguaje. En efecto, predomina la función poética en 
el discurso cuando hay una preocupación, por parte del hablante, de organizar bien su 
mensaje, y esta buena organización va a depender de cómo combinamos y 
seleccionamos las palabras para construir el discurso. Cuando intentamos organizar 
nuestro mensaje para que llegue de la mejor forma posible al oyente, lo primero que 
hacemos es seleccionar las palabras que usaremos, basándonos en relaciones de 
semejanza o contraste, que Jakobson llama de “equivalencia”. Combinamos las 
expresiones seleccionadas disponiéndolas en una determinada secuencia, con lo cual las 
relaciones de semejanza o contraste son el recurso que permite constituir la trama 
secuencial del discurso. Por tanto, cuando hablamos de posibilidades de relación 
 Funciones metalingüísticas y dobles lecturas del código: estudio introductorio... 615 
Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616. 
significante-significado-sentido entran en juego la función metalingüística (implícita 
reflexiva), relacionada con la selección de ciertos componentes del código en función de 
su funcionamiento y posibilidades de significación, y la función referencial, relacionada 
con la combinación de esos componentes en un determinado contexto lingüístico. La 
función poética, determinada por ambos ejes, selección y combinación, permite dar 
forma a un mensaje que desvía la atención “desde la posibilidades ‘lógicas’ de sentido 
atribuibles a (y en) una determinada situación, al funcionamiento del sistema de la 
propia lengua implicada” (Vigara Tauste, 1992) e incluso a “esas notas periféricas que 
acompañan al significado nuclear” (Lázaro Carreter, 1997: 616) del mensaje. 
Relacionado con este aspecto, hemos visto que la función metalingüística 
implícita se apoya en procedimientos pragmático-lingüísticos en que se recurre a 
menudo a la sinonimia, el aprovechamiento de recursos sintáctico-semánticos y la 
intertextualidad. En base a esto, ampliar los criterios formales y semánticos que 
acompañan a la función metalingüística pasa por tener en cuenta el hecho de que la 
función metalingüística es una constante en la comunicación
5
 y que en el lenguaje 
cotidiano se recurre constantemente a un lenguaje figurado, a la metáfora, a la ironía y 
otras figuras retóricas a través de un conocimiento (consciente o inconsciente) del 
propio código. A propósito de la metáfora, Lakoff y Johnson afirman que este tropo 
cuya esencia es “entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra” (1980: 
40), está parcialmente determinado por la propia experiencia y la cultura a la que 
pertenecen los interlocutores, lo cual es evidente como hemos visto en los ejemplos, en 
particular basados en la intertextualidad y en la descontextualización de locuciones y 
unidades fraseológicas. Sin embargo, desde la perspectiva que aquí planteamos, la 
correlación sistématica que lleva de un signo al otro está determinada también y, en 
mayor medida, por el conocimiento del código y por la posibilidad de recurrir a la 
función metalingüística implícita a través de inferencias sobre cómo funcionan 
lingüísticamente (fonología, morfosintaxis, semántica, pragmática) los componentes de 
ese código, que los interlocutores comparten. La función metalingüística implícita, que 
puede considerarsepropiamente metalenguaje, merece pues un análisis sistemático 
aparte capaz de formalizar e ilustrar la relación de esta función con otras funciones del 
lenguaje y con los innumerables procedimientos semánticos empleados por los 
hablantes en la comunicación, en un lenguaje cotidiano marcado por el recurso literal y 
poético al código. 
 
 
 
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5 “Las operaciones metalingüísticas resultan ser una parte integral de nuestras actividades verbales” 
(Jakobson, 1988: 372). 
616 ANA PANO 
Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007), 
a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616. 
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