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Teología, Escritura y praxis eclesial Hacia una teología bíblica del Nuevo Testamento A. W. Robertson Teología, Escritura y praxis eclesial: Hacia una teología bíblica del Nuevo Testamento 1º edición © Copyright 2013 por Publicaciones Alianza (Fundación Alianza) La Pampa 2975 P 1 1428 Buenos Aires, Argentina ISBN 978-950-759-121-1 Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro sin previa autorización de la Editorial. Impreso en Argentina - Printed in Argentina. Impreso en noviembre de 2013 El profesor Andrew William Robertson terminó de escribir este libro poco antes de su fallecimiento en 1998. Pasados ya varios años y tras haber completado algunos detalles que faltaban, he resuelto publicarlo en internet a través de la Biblioteca del Instituto Bíblico Buenos Aires. “Willie” Robertson, como así lo llamábamos todos, dedicó sus últimos años en este Instituto, a enseñar Teología y Biblia. Los recuerdos cariñosos de sus estudiantes todavía los sigo recibiendo. Es por eso que dedico este libro a los estudiantes del IBBA y a quienes quieran enriquecerse espiritualmente con él. Quiero reconocer de manera muy especial a todos los que hicieron posible este trabajo. No sólo al escribir los borradores sino también al colaborar con opiniones y sugerencias. De modo especial doy gracias infinitas a Héctor Elías Botella, quien se tomó el trabajo último de revisar y corregir el libro. Quiero también mencionar y reconocer a nuestros hijos, Tommy, Eddie y Douglas, quienes pudieron comprender con paciencia a su padre cuando dedicaba horas enteras a recopilar datos, libros, manuscritos y demás información. Que todo sea para Su gloria y para el enriquecimiento espiritual de Su pueblo aquí en la tierra. Ruth Delia White de Robertson Indice general PRÓLOGO 13 PRIMERA PARTE: INTRODUCCION, DESARROLLO Y ESTRUCTURA 17 I. DEFINICIONES Y ASPECTOS PRINCIPALES 19 1. Generalidades 2. ¿Por qué una teología bíblica? 3. La teología bíblica y las otras teologías 4. El desarrollo histórico de la teología bíblica 5. Unidad y diversidad 6. La estructura de la teología bíblica 7. Metodología de la teología bíblica 8. Misterio y revelación 9. Diagrama SEGUNDA PARTE: LA REVELACION DIVINA EN LA HISTORIA, SU PROCLAMACION Y CONSUMACION 37 II. METODOLOGÍA DE LA PERSPECTIVA HISTÓRICA 39 III. LA TEOLOGÍA BÍBLICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO 43 IV. JUAN EL BAUTISTA 47 V. JESÚS EN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS 51 VI. LA PROCLAMACIÓN DE LA REVELACIÓN: HECHOS 63 VII. LA CONSUMACIÓN DE LA REVELACIÓN: APOCALIPSIS 67 TERCERA PARTE: LA REFLEXION TEOLOGICA SOBRE LA REVELACION 69 VIII. METODOLOGÍA DE LA PERSPECTIVA TEOLÓGICA 71 IX. JUAN 77 A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Soteriología 4. Pneumatología 5. Eclesiología 6. Escatología 7. Antropología 8. Ley y gracia 9. Santidad 10. Etica B. La teología juanina desde la presentación expositiva X. PABLO 97 A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Soteriología 4. Pneumatología 5. Eclesiología 6. Antropología, cosmología y hamartología 7. Ley, gracia y pacto de gracia 8. La justicia de Dios 9. Etica 10. Escatología B. La teología paulina desde la presentación expositiva 1. Gálatas 2. Primera y Segunda Tesalonicenses 3. Primera y Segunda Corintios 4. Romanos 5. Efesios 6. Colosenses 7. Filemón 8. Filipenses 9. Las epístolas pastorales (Primera y Segunda Timoteo y Tito) XI. HEBREOS 145 A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Soteriología 4. Pneumatología 5. Eclesiología 6. Antropología 7. Ley y pacto de gracia 8. Santificación y perfección 9. Etica 10. Escatología B. La teología de Hebreos desde la presentación expositiva XII. LAS EPÍSTOLAS UNIVERSALES 163 1. SANTIAGO A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Pneumatología 4. Eclesiología 5. Antropología 6. La ley y la gracia 7. La justicia de Dios 8. Escatología 9. Etica B. La teología de Santiago desde la presentación expositiva 2. PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Pneumatología 4. Eclesiología 5. Antropología 6. La justicia de Dios 7. Etica 8. Escatología B. La teología de Primera Pedro desde la presentación expositiva 3. SEGUNDA EPÍSTOLA DE PEDRO A. Presentación temática 1. Dios 2. Cristología 3. Pneumatología 4. Eclesiología 5. Antropología 6. Etica 7. Escatología B. La teología de Segunda Pedro desde la presentación expositiva 4. JUDAS A. Presentación temática 1. Dios 2. Jesucristo 3. Pneumatología 4. Eclesiología 5. Antropología 6. Escatología B. La teología de Judas desde la presentación expositiva CUARTA PARTE: LA RELACION ENTRE LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO. CONCLUSIONES. EL ORDEN ETERNO 179 XIII. LOS LIBROS HISTÓRICOS Y TEOLÓGICOS DEL NUEVO TESTAMENTO 181 1. El alcance de las definiciones 2. La relación entre los libros históricos y los teológicos del Nuevo Testamento XIV. CONCLUSIONES 189 1. Aspectos generales 2. Revelación y desarrollo en los libros históricos y teológicos del Nuevo Testamento 3. La presentación histórica de la revelación divina 4. Reflexiones sobre la presentación teológica de la revelación divina XV. REFLEXIONES SOBRE LA TEOLOGÍA BÍBLICA Y EL ORDEN ETERNO 213 1. Evidencias bíblicas 2. La visión de los padres de la iglesia 3. Integración y unificación 4. Epílogo APENDICES 291 APÉNDICE A: TEOLOGÍA FEDERAL 221 1. Introducción 2. Teología federal y evangelismo a. Consideraciones históricas y doctrinales b. Exégesis Romanos 5.12-21 c. Teología d. La aplicación al evangelismo 3. Teología federal y escatología a. Introducción b. Exégesis 1 Corintios 15.21-22, 45-49 c. Teología y escatología APÉNDICE B: EL NUEVO PACTO Y EL EVANGELIO 233 1. Introducción 2. Los términos del pacto (Heb. 8.10-12) 3. El nuevo pacto y la revelación de Dios APÉNDICE C: LA PROCESIÓN Y PLENITUD DEL ESPÍRITU SANTO 237 APÉNDICE D: REVELACIÓN, GRACIA Y LLAMADO DIVINOS 241 1. Revelación general 2. Revelación especial 3. Llamado general y eficaz 4. Gracia común e irresistible APÉNDICE E: LA TEOLOGÍA BÍBLICA Y AMÉRICA LATINA 251 1. Generalidades 2. La teología de la liberación 3. La respuesta de la teología bíblica BIBLIOGRAFÍA 267 Rev. Dr. A. “Willie” Robertson, BA, BD, MSc, PhD, ThD Andrew William (“Willie”) Robertson nació en Argentina, en la ciudad de Bahía Blanca, el 1º de enero de 1930, y luego se trasladó a la ciudad de Buenos Aires en donde hizo sus estudios secundarios y universitarios. Asistió de niño a la Iglesia Presbiteriana de Temperley y de joven hizo profesión de fe y se bautizó en la Iglesia Misión Neo-Testamentaria de Temperley. En 1951 se casó con Ruth Delia White y tuvieron 3 hijos: Guillermo Tomás, Carlos Eduardo y Alan Douglas. En la actualidad, todos están casados y felizmente Willie tuvo el gozo de conocer a sus seis nietos. En el año 1956 se radicó en Londres, Inglaterra, y al mismo tiempo que desarrollaba una destacada carrera en el ámbito del transporte aéreo internacional, se concentró en estudios teológicos y tareas pastorales. Durante veinte años fue copastor de la congregación hispana en Londres, período en que obtuvo las licenciaturas en Humanidades y en Divinidades, por la Universidad de Londres, y luego su doctorado en Teología en el Geneva Theological College. También realizó un doctorado en Transporte Aéreo en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. Durante su estadía en Londres mantuvo estrechos contactos con el doctor Martyn Lloyd-Jones, de Westminster Chapel, y con el Pastor John Caigger, de Gunnersbury Baptist Church, de quienes recibió el beneficio de sus ministerios y consejos que profundizaron sus convicciones sobre el papel fundamental de la predicación expositiva en la vida de la Iglesia. Desde su retorno a la Argentina en 1983, se desempeñó como profesor de Exégesis y Teología Bíblica del Nuevo Testamento en el Instituto Bíblico Buenos Aires, hasta su fallecimiento. Durante ese período, ademásde artículos y otras publicaciones, escribió Fe y obras en la Epístola a Tito , publicado por Desarrollo Cristiano Internacional; El Antiguo Testamento en el Nuevo, publicado por Nueva Creación y Wm. B. Eerdmans Publishing Co., de Grand Rapids, EE.UU. Juntamente con la enseñanza en el instituto bíblico, Willie asistió a la Iglesia Bautista de Barrio Norte, ciudad de Buenos Aires, en donde colaboró con la enseñanza bíblica dominical y con la predicación del Evangelio. Pasados algunos años comenzó a asistir a la Iglesia Presbiteriana San Andrés, del Centro de la ciudad de Buenos Aires, en donde se hizo cargo de los cultos en inglés y castellano hasta que en 1991 fue ordenado Ministro de la Palabra, servicio que desempeñó para el Señor hasta su fallecimiento, el 15 de julio de 1998. Prólogo Aquellos que tuvimos el privilegio de disfrutar de las clases del doctor Andrew William (“Willie) Robertson en Teología Bíblica y Exégesis del Nuevo Testamento fuimos impactados por su intensa pasión por el conocimiento de las Escrituras, de la teología y de la vida de la iglesia. Una de sus preocupaciones fundamentales fue siempre que los cristianos estuvieran informados y formados en un conocimiento lúcido y profundo de la Biblia. Veía el empobrecimiento de los estudios bíblicos como una de las causas fundamentales de la decadencia de la iglesia y de su influencia en el mundo. Así, el doctor Robertson no podía más que confiar en que un regreso a una sana teología bíblica en los seminarios, en los púlpitos y en las iglesias debía ser el remedio a los males que, a su juicio, padece la iglesia en nuestro tiempo. Su clara toma de postura evangélica y reformada no le impedía ser un estudioso exigente consigo mismo y con sus alumnos. Colocaba la investigación bíblica y teológica metódica como uno de los pilares en la formación de los pastores y de los líderes cristianos. Con gusto se hubiera clasificado a sí mismo como un “conservador”, pero su apego a las verdades teológicas tradicionales no se convertía —como en tantos tristes casos— en una excusa para dejar de aprender o investigar. Tampoco se permitía la cómoda reiteración de las mismas fórmulas o clichés, por promovidos que estuvieran en los espacios eclesiales o teológicos del espectro evangélico. Como heredero de una formación europea amplia, sólida y profunda, era imposible descubrir que adhiriera a una determinada solución teológica porque ignoraba otras. Sus posicionamientos bíblico-teológicos provenían de sus íntimas convicciones cristianas y lo impulsaban a estudiar y a enseñar con pasión la materia que consideraba más elevada: la Palabra de Dios. En esta obra, abordada luego de largos años de estudio y práctica tanto de la enseñanza como de la predicación, el doctor Robertson nos transmite una verdadera estructura arquitectónica para sostener el estudio sistemático del Nuevo Testamento. Se trata este libro de un vasto panorama del pensamiento bíblico neotestamentario, asistido por una variedad de herramientas estratégicas útiles en extremo para el estudioso de las Escrituras cristianas. El doctor Robertson afronta su tarea mediante la exploración del campo de la Teología Bíblica, disciplina a la que dedicó extensos años de investigación y enseñanza, pues estaba convencido de que el estudio de esta asignatura podía reparar las ausencias o distorsiones en las que podían incurrir las teologías sistemáticas y las formulaciones dogmáticas. Y esto es así porque la Teología Bíblica conjuga una serie de elementos dinámicos que la hacen una disciplina pujante y reveladora. Por una parte, se sostiene en el desarrollo de una metodología rigurosa y formal, que busca elaborar esquemas de abordaje al texto bíblico que desentrañen los temas dominantes, las estructuras argumentativas y las ideas teológicas prevalecientes. No obstante, por otro lado, se destaca por no distanciarse de la lógica de los textos mismos, sino que se esfuerza por dejar “hablar al texto” en su originalidad. La Teología Bíblica se toma en serio las tensiones creativas que en los cuerpos escriturales se expresan en matices, énfasis y corrientes, lo que permite hablar de una “Teología del libro de Santiago” o de una “Teología juánica”. Las perspectivas diversas que aparecen en los distintos libros y las diversas tradiciones de la Biblia se rescatan así del silencio y la invisibilidad en las que, con frecuencia, las sumerge una sistematización excesiva. De ese modo, la Teología Bíblica hace posible, con el resultado de su tarea, que los textos hablen con su aporte específicio y particular. En este sentido, hay que señalar que la Teología Bíblica es una especie de disciplina intermedia entre la exégesis y la hermenéutica, que de por sí misma nos abre el acceso a los textos específicos de las Escrituras y, de forma paralela, a los grandes sistemas teológicos en los que las ideas originalmente escriturales se presentan sumamente estilizadas y mediadas por las estructuras del dogma. Es “Teología” porque se propone ir más allá de cada perícopa o texto en particular, para elaborar lecturas y reflexiones de conjunto en la búsqueda de armonías y disidencias, costuras y discrepancias. Es “Teología” porque extiende su tarea hasta la construcción de un “logos”, de un discurso articulado que dé cuenta del mensaje que portan los textos bíblicos. Es “Bíblica”, porque se esfuerza para que ese discurso articulado provenga de estructuras subyacentes a los textos. Es “Bíblica” en tanto que se esfuerza para que la inevitable sistematización de ideas se organice de acuerdo con las lógicas internas provenientes de los textos mismos. La Teología Bíblica como disciplina sirve así a la exégesis al elaborar los grandes conjuntos de pensamiento bíblico en los que el estudio de cada texto debe ser comprendido. Por otra parte, sirve a la Teología Sistemática al informarla de los patrones bíblicos en los que adquieren sentido los conceptos teológicos que organiza y articula. Por último, sirve a la pastoral y a la iglesia, al facilitar el estudio sistemático y organizado de las Escrituras y preparar las orientaciones de su aplicación práctica. Esta obra del doctor A. W. Robertson, a la que tenemos acceso luego de haber perdido el privilegio de seguir enriqueciéndonos con sus dones de profesor, tiene la virtud de reponernos su voz y sus principales intereses y preocupaciones. En un panorama evangélico latinoamericano en el que cada vez se hace menos teología y se lee menos la Biblia, es un soplo de aire fresco y una herramienta invalorable. Quienes se interesen por renovar el estudio del Nuevo Testamento para hacerlo pertinente para nuestro tiempo, hallarán en esta obra una parada ineludible. Su lectura nos enriquecerá de por sí, su estudio nos brindará herramientas permanentes para todo estudio bíblico posterior y nos llevará de regreso, una y otra vez, a las Escrituras, que es lo mejor que puede decirse de un libro de teología. Mgt. Eduardo Tatángelo Decano del IBBA Primera parte Introducción, desarrollo y estructura I. Definiciones y aspectos principales 1. Generalidades A Deo docetur, Deum docet, at Deum ducit (La teología es enseñada por Dios, enseña a Dios y nos lleva a Dios). Esta definición pertenece a Tomás de Aquino. La teología es un discurso racional acerca de Dios, dice un erudito al examinar etimológicamente theos y logos . Otro autor mira el término subjetivamente y lo define como “la ciencia de la religión”, o sea, la suma de fenómenos religiosos o experiencias del ser humano en su enfoque psíquico, vista desde una perspectiva antropológica. Si, en cambio, se entiende la religión de manera objetiva, se arriba a la naturaleza y voluntad de Dios, y esto nos lleva a tratar con Dios mismo. Otra definición, más generalizada, nos conduce a decir que la teología es la ciencia acerca de Dios. Esta obra se concentra en las grandes áreas del título. Es teología y Escritura, y la integración de ambas conduce a la teología bíblica. A su vez, se concentra en el Nuevo Testamento (en adelante NT), y lohace en una perspectiva neorreformada y evangélica. La tercera área es la praxis eclesial, o sea la práctica y acción de las iglesias que inspiran y expresan los escritos neotestamentarios a través de la presentación expositiva. Esta praxis comprende la que deriva de la doctrina, así como el conflicto eclesial ocasionado por la tensión con el mundo en que viven las comunidades cristianas. La palabra neorreformada retiene los principios de la Reforma, los que constituyen las verdades inmutables de la Palabra de Dios. Los aspectos esenciales son los redescubiertos por ese acontecimiento, pero sus categorías de comprensión y aplicación responden al lema: ecclesia reformata-semper reformanda. La religión cristiana recibe la contribución de ciertas disciplinas que forman parte de las ciencias bíblicas, humanas y naturales. La historia, el estudio de las culturas, la sociología, la antropología, la filosofía de la religión, la lingüística y el análisis literario tratan del ser humano: su evolución, entorno, relaciones y expresión, y configuran, así, el escenario de la actividad divina y de su manifestación general a la humanidad. El mensaje de la revelación divina se contextualiza en el ser humano y sus circunstancias para hacerse inteligible. No obstante, el conocimiento y el papel de esas disciplinas son secundarios y de ninguna manera determinan y condicionan la esencia de Dios y su revelación. Dice Guthrie que debe evitarse que esos estudios releguen el texto bíblico a un lugar de menor importancia (1981:59). Al profundizar estas ideas, podríamos decir que esas disciplinas de apoyo son más importantes para el estudio de la religión cristiana y de la revelación general de Dios, que para la revelación divina especial, o particular. La teología que enseña y nos lleva a Dios, sólo puede ser enseñada por Dios. Esta disciplina sagrada nos lleva a la esfera del espíritu y sólo es entendible por la revelación divina. De la revelación divina general, la Biblia afirma que la creación y la ley divina nos hablan de la gloria de Dios (Sal. 19); que el ser supremo “no se dejó a sí mismo sin testimonio” (Hch. 14.17); y que sus atributos invisibles, su poder y deidad, se han hecho visibles desde la creación (Ro. 1.20). No obstante, lo que nos concierne principalmente en el estudio de esta teología bíblica (en adelante TB), es la revelación especial de Dios que alcanza su manifestación suprema y final “en uno que es Hijo” (Heb. 1.2). El Hijo de Dios mismo lo afirmó públicamente, según leemos en el evangelio de San Juan 14.6ss. El conocimiento de Dios y sus cosas no se adquiere por métodos empíricos, sino que proviene de su revelación especial, el llamado eficaz y personal y su gracia irresistible (ver apéndice D). Los instrumentos de este testimonio son el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, es decir, las Sagradas Escrituras, la Biblia, el Antiguo Testamento (en adelante AT) y el NT. A su vez, este testimonio nos lleva al tema de la inspiración divina (2 Ti. 3.16) y al mensaje de la fe. Cuando hablamos del conocimiento divino y de la fe no nos restringimos a su percepción intelectual, según nuestro idioma, sino que tomamos también el sentido de las lenguas originales del mensaje bíblico que incluye la experiencia relacionada con ese conocimiento. Conocer a Dios, en el lenguaje cristiano, es tener también experiencia personal de él y sus cosas. La Palabra de Dios es vida y creación. Es por eso que debemos partir de ella. En el principio del Génesis aprendemos que “Dios dijo... y fue así”. Disiento de los eruditos que dan prioridad a la praxis sobre la Palabra. Es natural que el registro escrito de los hechos salvíficos de Dios haya llegado al hombre después de ocurridos los mismos, pero esto es sólo para interpretar el origen de la palabra y el verbo divinos al generar esa praxis. El tema de nuestro estudio es la TB. Nos ocuparemos en definirla, encontrar sus raíces, relacionarla con las otras teologías cristianas y examinar sus aspectos esenciales. El lector encontrará, en parte, una visión sumaria de esta obra en el Boletín Teológico N° 62 de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (Robertson, 1996:54-78). Pero este libro va más allá: el tema permanece, básicamente, teológico y bíblico, y su perspectiva es evangélica y neorreformada. La primera hace a la naturaleza del mensaje divino: las buenas nuevas de salvación. La segunda presenta esta teología bíblica evangélica desde la cosmovisión histórica de la Reforma: el retorno a las fuentes, las Sagradas Escrituras. Tenemos, entonces, la esencia del estudio: teología bíblica; y la manera de su presentación: evangélica y neorreformada. Ante la gran variedad de teologías definidas como tales, existe la necesidad de confiar en una que, interpretada en el contexto de la revelación divina, sea enseñada por Dios para conocerlo, llevarnos a él y comprender sus propósitos para el ser humano y su entorno en los diversos escenarios históricos y culturales de su existencia. Nos confrontamos entonces, por un lado, con una profusión ilimitada de teologías y, por el otro, con la exclusividad de otras. Necesitamos de una teología que cumpla con la definición de Tomás de Aquino y ante la cual las otras puedan exhibir la autenticidad de sus títulos. Por ello, es necesario contar con una TB cuyas raíces se hallen en las Sagradas Escrituras y que utilice una hermenéutica correcta de las mismas. Los presupuestos deberán ser objetivos y será Dios mismo quien nos concederá subjetivamente el aval de su legitimidad. La base de nuestro enfoque será el presupuesto de fe, alejado de toda presuposición tendenciosa o racional que observo en muchos títulos teológicos referidos a diversos temas. Si carecemos de esa objetividad honesta para discernir una verdadera TB, habremos de errar en la correcta interpretación del mensaje divino, de lo cual da testimonio la experiencia del pueblo de Dios en el AT y en el tiempo de Jesús. 2. ¿Por qué una teología bíblica? Somos conscientes de la amplia gama de obras teológicas que se despliegan en bibliotecas, librerías y catálogos. Es posible que algunas sean superfluas, o con un nombre que no corresponde a la materia, aunque muchas tengan vinculación con las Sagradas Escrituras. Las teologías que recurren con igual énfasis a las disciplinas que participan de la revelación general de Dios tienen que ver más bien sólo con aspectos de la religión cristiana, cuyos puntos de partida se hallan en la experiencia del hombre y su interacción con manifestaciones de la realidad divina. En tal caso, sus consideraciones estarán mayormente centradas en el plano histórico-religioso, más que en la reflexión sobre la verdad revelada en Jesús y testificada por los escritos proféticos y apostólicos. Si el lector cree que nuestro criterio es muy exclusivo, ¿qué diríamos de Bultmann (1981) que, por otras razones, sólo acepta dos teologías en el NT: la de Juan y Pablo? Agrega que los evangelios y demás escritos son meros presupuestos para la teología. Hace dos mil años Israel condicionó el perfil de su Mesías a determinados presupuestos y expectativas. En líneas generales, el Jesús de los evangelios presentó una realidad muy diferente de la hermenéutica aplicada por los líderes religiosos judíos. Esta, sumada a la frustración del pueblo, hace decir a muchos que fracasó. Sin embargo, el relato bíblico y el acontecimiento Jesús revelado en las Escrituras, y avalado por estos dos mil años de historia, muestran una perspectiva opuesta: Jesús no fracasó, sino que triunfó y fue erigido como Señor, Rey y Salvador. El conocimiento del AT y su mensaje está develado por el NT, a través de la hermenéutica del mismo Jesús y sus apóstoles. La ley, los profetas y los salmos hablan del Jesús de los evangelios (Lc. 24.44) y no del supuesto Mesías dictado por los prejuicios y presupuestos de los líderes religiosos judíos. Para un estudio detallado de este importante tema, ver El Antiguo Testamento en el Nuevo (Robertson, 1996a), dado que la presente obra examina estosasuntos en exclusiva relación con la Palabra de Dios, adecuada a su contexto y siguiendo el modelo de interpretación de aquel que constituye la revelación divina suprema y final. ¿Por qué una TB? Todo lo precitado explica su papel fundamental en presentar la verdad. Como respuesta me aventuro a decir que las teologías existentes deberán pasar el examen de la TB. Sólo ésta podrá autenticar la validez de sus premisas y conclusiones, según aquéllas se conformen a la autoridad normativa de la Palabra de Dios. Ampliando el contexto de Isaías 8.20, creo que debería aplicarse la prueba veterotestamentaria para conocer la legitimidad de esas teologías: “A la ley y al testimonio”. 3. La teología bíblica y las otras teologías Las comparaciones más corrientes nos llevan a la relación de la TB con la teología sistemática, la dogmática y la práctica. A esto debemos agregar que la TB es una rama de la teología exegética y está profundamente asociada con la teología histórica. El lugar preponderante de la TB no descarta la validez e importancia de las otras. Estas también apelan a las Sagradas Escrituras como fundamento de sus postulados y no son, por ello, menos bíblicas, aunque sus metodologías y estructuras difieran de la TB. No obstante, existen diferencias. La teología sistemática (llamada la “reina de la teologías”) agrupa las verdades bíblicas bajo temas y denota un aspecto estático y “circular”. La TB (diría, la “madre de las teologías”) tiende a ser dinámica y se proyecta en forma “lineal”. La TB constituye el registro de la revelación de Dios que encuentra su punto máximo en su Hijo, Jesucristo (Jn. 1.18, 14.6ss., Col. 2.9, 1 Ti. 3.16, Heb. 1.2). Para ello tiene como punto de partida la exégesis del texto bíblico y proyecta progresivamente la persona y los acontecimientos salvíficos de Dios en la historia de la humanidad, comenzando en el AT para arribar al hecho de Jesús y sus implicancias en el NT. En el caso de nuestro estudio, notaremos que esa revelación no se limita a las dimensiones espacio-temporales, sino que procede de la eternidad, se hace entendible por el ser humano en su historia y experiencia y retorna a la eternidad con un trofeo de gloria: la nueva humanidad y un nuevo cosmos en Jesucristo. Así es como la TB constituye el fundamento dinámico sobre el que se apoyan las teologías sistemática, dogmática y práctica. Ya expresamos que el testimonio exegético de la Palabra divina y su progresión autenticará lo que es válido en las otras teologías. La TB también contribuye a las teologías regionales que se han multiplicado, como la teología de la liberación (Gutiérrez, 1971; Gibellini, 1975; Kirk, 1979; Núñez, 1986; Boff, 1975; Sobrino, 1982; Míguez Bonino, 1977); la teología negra (Cone, 1970) y la teología latinoamericana en un sentido más amplio (Padilla, 1975, 1986; Escobar, 1985, 1994) (ver apéndice E). La TB ocupa un lugar intermedio entre el estudio histórico de las Escrituras y su uso por la iglesia en la teología dogmática. Dice Martens que la TB investiga los temas presentados en las Escrituras, define sus interrelaciones y busca el corazón teológico de los escritos sagrados (1977:123-132). Además de constituir una teología necesaria como fundamento e integración de las otras, la TB está considerada hoy como una disciplina de cooperación, con un uso necesario para los eruditos de las otras teologías. Hemos mencionado la relación entre la TB y la teología exegética. Esta sirve de fundamento para la anterior. Recomendamos a Kaiser, Jr. (1994), quien escribió un excelente libro sobre la misma. Coincido con su discusión inicial sobre la falta de Biblia en las iglesias contemporáneas. Ya hice notar este problema en un breve artículo: “¿Una iglesia sin Biblia?” (Robertson, 1996c). Kaiser, Jr. menciona un texto detallado de Smart (1970), acerca del extraño silencio de las Escrituras en la iglesia (1994:17, 21), y nombra también a Landes (1970/71:273-298). Si se toma en consideración el lugar de la teología exegética y la TB como fundamento de las otras, de las crisis de éstas (la consecuente ignorancia de la Palabra de Dios y una hermenéutica cada vez más distorsionada) no es extraño derivar conclusiones sobre la crisis de la iglesia, la que afecta su doctrina, su ética y su liturgia. Dice Kaiser, Jr.: “La iglesia y la Escritura están firmes o caen juntas” (1994:7). Bengel ya lo había expresado en 1742: “La Escritura es el fundamento de la iglesia; la iglesia es guardiana de la Escritura. Cuando la Escritura goza de buena salud, la luz de las Escrituras brilla resplandeciente; cuando la iglesia está enferma, la Escritura se corroe por negligencia” (1857/58:I.7). Me permito hacer aquí una digresión: aun la homilética está afectada con la presente popularidad de los mensajes topicales en detrimento de la predicación expositiva con raíces exegéticas. Kaiser, Jr. recomendó a sus alumnos que predicaran un sermón topical sólo una vez cada cinco años y, de inmediato, arrepentirse y pedir perdón a Dios (1994:19). La predicación expositiva, una condición sine qua non para aplicar la TB, exige una adecuada preparación exegética, la proclamación y enseñanza del mensaje divino en su debido contexto, y luego la aplicación correspondiente del genuino consejo de Dios en el terreno práctico de la vida. Estas consideraciones ratifican el lugar preeminente de la TB y sus usos en relación con las otras teologías y en su aplicación en el ministerio de la iglesia. 4. El desarrollo histórico de la teología bíblica En el siglo I la iglesia se nutrió de la Palabra sagrada, proclamada y enseñada por Jesús y los apóstoles, con una hermenéutica cristocéntrica del AT. La iglesia posapostólica se apartó muy pronto de aquella interpretación: la escuela alejandrina, influenciada por el neoplatonismo, dio rienda suelta a sus fantasías alegóricas, mientras que la escuela de Antioquía se adhirió a la interpretación literal. En la Edad Media la iglesia elaboró su teología dogmática y escolástica con una creciente proliferación de tradiciones eclesiásticas. La Biblia quedaba relegada con el paso del tiempo, salvo para algunas figuras notorias en la historia de la iglesia. La Reforma con su lema “Sola Scriptura” y la ruptura con las tradiciones eclesiásticas, recuperó para la iglesia el papel central de la Biblia y elaboró una TB enfatizando la interpretación literal sobre la alegórica. El período de la posrreforma hasta el Racionalismo (siglo XVII), mostró el creciente uso de las Escrituras para los distintos sistemas teológicos. Gabler (1787:98), en un discurso inaugural, fue el primero en diferenciar la TB de la teología dogmática. La primera es descriptiva y la segunda constructiva. La TB tiene un fundamento histórico, pero Gabler sostenía que la razón debería prevalecer sobre las ideas históricas del pasado ( rationalismus vulgaris ). La crítica histórica moderna (siglos XVIII y XIX) enfatizó el concepto de historias de la religión bíblica, en el lugar del concepto reformado de la TB. Predominaba la autonomía de la razón humana sobre la inspiración divina. Este enfoque racionalista fue gradualmente desplazado por la metafísica especulativa de Hegel y su visión dialéctica de la historia. A comienzos del siglo XIX, Baur trató de unir las funciones descriptivas y normativas en una. Enfatizó la tensión de las facciones judeopetrina y gentilpaulina. La influencia de Baur dio lugar a la “Escuela de Tubinga”. Holtzmann (1897), un liberal clásico de este movimiento histórico, rechazó la autenticidad del texto. Otros liberales incluyeron a Wernle y von Harnack. Entre ellos, Pfleiderer, Wrede (1897) y Weinel enfatizaron la experiencia religiosa. En el siglo XIX y comienzos del XX, se notó una reacción conservadora en relación con el texto de las Sagradas Escrituras. Debe mencionarse a Hofmann, Hengstenberg, Tholuck, Zahn, Feine, B. Weiss, Büschel, Beyschlag y Stauffer. El trabajo más influyente fue el de Schlatter (1922/23), quien dijo que “el presente tiene interacción con el pasado para clarificar elpasado”. Schlatter enfatizó la doctrina y aproximó la TB con la dogmática. Wrede (1897) en un ensayo citado por Morgan (1973:68-116) enfatizó la religión más que la teología. La teología del NT tiene que ver con la historia de la religión del cristianismo primitivo y, por ello, debería ser una disciplina descriptiva con un enfoque histórico que tome en cuenta los factores culturales y religiosos de esa época. Schweitzer (1967), siguiendo a J. Weiss, interpretó a Jesús en el contexto de una escatología realizada y respondió a Wrede, en particular a su obra sobre el secreto mesiánico en el evangelio (1901). Kähler preparó el debate moderno acerca del “Jesús de la historia” y el “Cristo de la fe” y así acompañó a Wrede(1901), aunque con diferencias. Bultmann (1981), bajo la influencia existencialista de Heidegger, cuestionó la historicidad de Jesús según los evangelios y mantuvo la permanente relevancia del texto sobre la base de sucesivas re-interpretaciones. Era necesario desmitologizar previamente el texto y distinguir entre lo que los autores del NT dijeron de lo que significaron. Bultmann, como vimos anteriormente, sólo reconoció dos teologías del NT, las de Juan y Pablo. El mensaje de Jesús es sólo un presupuesto de la teología del NT y no parte de ella. Lo que vale es el encuentro existencial con el Cristo de la fe. El texto bíblico examina a la persona y lo que interesa es que se produzca un encuentro personal de la misma con el texto hasta lograr su integración y así alcanzar al “ser”. El rechazo de Bultmann al concepto histórico ortodoxo y su actitud negativa al Jesús histórico hicieron que Barth lo acusara de docetista. A mediados del siglo actual, Kümmel (1972) enfatizó el kerigma asociado con el Jesús histórico. Esta interpretación kerigmática había sido precedida por el trabajo de Dodd, elaborado en varias publicaciones, como un desarrollo unificado del NT. La nueva búsqueda del Jesús histórico está enfatizada por la escuela posbultmanniana, en particular Käsemann, Robinson, Bornkamm y Conzelmann. Deben citarse también, aunque en un contexto más independiente, las obras de Goppelt (1975/76) y Jeremías (1974) con referencia al Jesús histórico. Así es que el comienzo del presente siglo experimentó un retorno a la Biblia y un movimiento positivo hacia la TB. Probablemente, comenzó con el trabajo de Karl Barth (1933) y su contribución a la dogmática y la cristología. Se destacan, además, Eichrodt (AT); Wheeler Robinson (AT); von Rad (AT); Vischer (AT); Rowley (AT); Meinertz (NT); Schelkle (NT). Oscar Cullmann (ver bibliografía) merece un lugar prominente con su énfasis en la heilsgeschichte (historia de la salvación). La teología es el significado de lo histórico en el tiempo, y así respondió a Bultmann al afirmar que el pensamiento bíblico es histórico. La revelación de Dios se muestra en acontecimientos que enfatizan la acción divina. Alan Richardson (1958) asumió el enfoque kerigmático y enfatizó la realidad de Jesús, y no el producto imaginario de las comunidades primitivas. La TB interpreta la historia bíblica desde una perspectiva de la fe bíblica. Autores conservadores como Guthrie (1981), Morris (1986) y Ladd (1993) siguieron en muchos aspectos el énfasis histórico y salvífico de Cullmann y la unidad teológica del NT. La mayoría de estos eruditos han escrito más bien teologías del NT, pero Geerhardus Vos (1948) es, en mi opinión, el que presentó una TB en su forma más genuina. Este autor sigue una metodología consecuente con la definición de la TB, al partir de la exégesis del texto. Reúne, a la vez, la revelación progresiva de Dios en la historia con la teología del pacto. Las otras son ciertamente bíblicas y muy valiosas, pero tienden a sistematizar los grandes temas. El “movimiento de la TB” comenzó a declinar en la segunda mitad del siglo actual, y en 1969 Grant pronunció la “muerte de la TB”. Childs (1970) rebatió esa postura. La contribución de este autor a la TB es importante por su énfasis en la integridad del canon. En su obra imputa la crisis de la TB al deseo de combinar una metodología crítica y liberal con una normativa bíblico-teológica. Este movimiento fracasó en establecer el puente entre la exégesis y la teología. La Biblia es inspirada y, a la vez, vehículo normativo de la revelación. Childs resumió cinco énfasis en el “movimiento de la TB”: el redescubrimiento de la dimensión teológica; la unidad de la Biblia; la revelación de Dios en la historia; el carácter distintivo de la mentalidad bíblica (el contraste del pensamiento hebreo con el griego); el contraste de la Biblia con su entorno. Reventlow, en su prefacio, definió la TB como una disciplina exegética, hermenéutica y sistemática, y agregó: “Queda aún por escribirse una TB” (1983). Esta TB futura resultará de los métodos actuales y de la interrelación de la reflexión teológica sobre la verdad revelada en el contexto de la experiencia de hoy. Así surgirán nuevos paradigmas que emerjan de una evolución dinámica de la TB. 5. Unidad y diversidad Este tema está estrechamente vinculado con las bases de la TB que ostentan un lugar esencial de la revelación divina en Jesucristo. Estos presupuestos asumen la inspiración divina de toda la Escritura, la canonicidad de los libros que integran el AT y el NT, así como el mensaje de la fe como punto de partida para la TB. La TB comprende a toda la Biblia, y debemos establecer primero la unidad y la diversidad en la relación entre ambos testamentos. Básicamente existe una relación histórica, pero es necesario examinar, asimismo, la relación teológica. Existen también otros niveles de relación que incluyen, principalmente, aspectos culturales, literarios y lingüísticos. Hay diversos enfoques en cuanto a la interpretación de la relación entre los testamentos, como, por ejemplo, el literal y el alegórico. También se ha enfatizado el aspecto de desarrollo y revelación divina de los dos pactos. No obstante, ha existido consenso en discernir el carácter cristológico de ambos. Esto les ha dado coherencia, unidad y armonía. El estudio del AT en el NT también requiere una TB integral en la que debe reconocerse la integridad y unidad teológica en medio de la diversidad de sus autores (Robertson, 1996a:11, 13). La persona de Jesús es la clave hermenéutica para entender el AT. Estos estudios hablan de épocas distintas y autores diferentes con diversas personalidades, modelados por trasfondos y entornos muy variados. Determinadas escuelas prefieren definir la Biblia como una suma de teologías diferentes, según sus autores en las condiciones antes mencionadas. Se hace énfasis en la diversidad y se omite o relega el concepto de unidad. Esta introducción nos lleva a una teología bíblica del NT (en adelante TBNT). Aun prescindiendo de las dificultades que presenta el AT en relación con los aspectos de unidad y diversidad, el NT, objeto de este trabajo, también contiene complejos elementos para examinar en los aspectos que nos ocupan. Tomemos los contrastes entre un Mateo, Juan, Pablo, Pedro y Santiago. Notemos también la diferencia entre los evangelistas, por un lado, y Pablo y el autor de Hebreos, por el otro. Como ilustración, se ha planteado la relación entre las enseñanzas de Jesús y la teología paulina: ¿oscureció Pablo las enseñanzas de Jesús, las clarificó o las desarrolló? Según Guthrie, el problema de la relación entre ambos está referido, principalmente, a los siguientes temas: el conocimiento que tenía Pablo del Jesús histórico; a cuáles fueron las tradiciones recibidas por el apóstol acerca del Jesús histórico (dos ejemplos son: 1 Co. 15.1ss., y la cena del Señor en 1 Co. 11.23ss.); y a que Pablo introduce varios conceptos ausentes en las enseñanzas de Jesús acerca de su persona y obra (1981:52-53). Un aspecto importante en la diversidad que encontramos en el NT es el cambio de escenario de la predicación y enseñanza de Jesús y Pedro en un medio judío, al de Pablo y otros apóstoles en un entorno helenista. En el último caso, es lógico apreciar variantesen la presentación para una audiencia gentil alejada de los conceptos hebreos provenientes del AT y utilizados en los evangelios. Así es como diferentes autores neotestamentarios adoptan expresiones relacionadas con sus objetivos. Esto a su vez plantea la pregunta, al comparar los evangelios, Hechos y las epístolas, de si el kerigma original tuvo un proceso de desarrollo. Guthrie expresa que “el kerigma es el eslabón entre el Jesús histórico y las epístolas” (1981:58). En el curso de nuestra obra esperamos satisfacer esta pregunta. Las bases de la unidad en la teología del NT se hallan en la persona y obra de Jesucristo; en el tema del cumplimiento, que asegura el concepto de continuidad; en la idea de comunidad; en la esperanza futura; y en el Espíritu (Guthrie, 1981:54- 56). Ladd descarta que la diversidad haya destruido la unidad de la TB. Enfatiza que esta concepción, tan radical en el pasado, ha dado lugar a un reconocimiento de la unidad en el tiempo presente. Encuentra que la diversidad enriquece la teología del NT y que no debe ser sacrificada. Debe rechazarse un tratamiento monocromático de los grandes temas redentores y, por el contrario, recalcar el desarrollo, progreso y diversidad en los significados de estos acontecimientos (1993:28). El tema de la unidad y la diversidad en el NT está analizada en forma exhaustiva por Dunn (1994), y recomendamos su lectura. Aun en la variedad de autores, escenarios y culturas de la Biblia, discernimos la coherencia de todo su mensaje y comprobamos que la unidad existe en medio de la diversidad de los instrumentos divinos. Esta unidad deriva de la inspiración del Espíritu Santo, y la diversidad en dicha unidad enriquece el mensaje, antes que reducir su nivel o crear contradicciones. Reventlow, al examinar nuevos enfoques en la TB, enfatiza la necesidad de explicar el entendimiento integral de la Biblia y así plantear los problemas que surgen de la variedad de testigos y de la unidad interna de las Escrituras (1983). 6. La estructura de la teología bíblica Este tema hace al corazón y esencia de la TB. Scobie distingue en su historia tres enfoques estructurales: el sistemático, el histórico y el temático (1991:42.2, 164). El sistemático, utilizado desde la Reforma hasta comienzos del siglo XVIII, se basó sobre el modelo de la dicta probantia , insertando “textos de prueba” al contenido de la teología dogmática. Tenemos obras valiosas, como la de Guthrie (1981), que proveen una forma híbrida de un enfoque sistemático con el histórico, prevaleciendo el primero. Eichrodt se opone a este acercamiento, pues le encuentra “categorías extrañas al pensamiento bíblico” (1975). Dice Terrien que tales intentos heredan el pensamiento conceptual platónico y la lógica aristotélica, y traducen la fuerza especial de la fe bíblica al idioma extraño de la exposición didáctica (1978:34). El enfoque histórico resultó de la tendencia en los siglos XVIII y principios del XIX de dar más prioridad a la Biblia como un texto histórico que como uno de teología sistemática. Para ello se sigue el orden histórico y cronológico de la revelación divina en Israel y en la iglesia primitiva, según el orden canónico de los libros sagrados. Es importante considerar en el siglo XX el enfoque histórico de von Rad, aunque difiera de otros autores. Este teólogo rechazó toda suerte de esquemas sistemáticos y expresó que la teología del AT es kerigmática y confesional al testificar la actividad divina en la historia. Dice Scobie que von Rad hace justicia a la diversidad de los escritores y su argumento se fortalece en ese enfoque histórico. A la vez demuestra el desarrollo del pensamiento bíblico (1991:42.2, 173). El enfoque temático modela el tratamiento de la TB alrededor de temas o tópicos que provienen del material bíblico y no están impuestos por sistemas dogmáticos predeterminados. Como ejemplos tenemos la teología federal (Coecio), la teología del pacto (Eichrodt), la justificación por la fe (Lutero), la historia de los hechos salvíficos de Dios (von Rad, Cullmann, Goppelt, Ladd), la vida (Klein) y la presencia de Dios (Terrien). En un seminario de profesores bautistas de los EE.UU., se arribó a la conclusión de que el gran tema de la Biblia es la reconciliación del hombre con Dios. Ciertamente, este enfoque tiene muchos méritos. Schillebeeckx (1980-1983) presenta un aspecto interesante de la teología católica posvaticano segundo, cuando muestra que el centro de la teología del NT es el acontecimiento salvífico en Jesús junto con la experiencia de la salvación. No obstante, sería imposible encontrar un solo tema como centro vital del mensaje de la TB. Es indudable que la realidad es politemática, aunque algunos tópicos de la estructura de la TB sean prioritarios sobre otros. Scobie sugiere cuatro temas para emplear en una TB: el orden de Dios, el siervo de Dios, el pueblo de Dios y el camino de Dios (1991:42.2, 187). Pienso que todas éstas son ideas excelentes y realistas que hacen al mensaje de Dios en la Biblia, aunque me inclino a considerar que los temas predominantes son el pacto y los hechos salvíficos y progresivos de Dios en la historia del hombre. Pero a su vez, éstos son instrumentos del pensamiento más profundo que permea el mensaje bíblico. El hilo conductor que corre desde la eternidad, continúa en la historia del hombre y se proyecta hacia la eternidad es el amor sacrificial de Dios en Jesucristo (Jn. 3.16). Es el amor del Padre que dio todo en su Hijo; es el amor de Jesucristo que vivió en humillación y murió en la vergonzosa cruz por el ser humano pecador; es el amor del Espíritu Santo que se digna de habitar en criaturas como nosotros; es el amor del discípulo que lleva la cruz de su Señor y Maestro en esta vida, por amor de su prójimo. Pablo lo expone de manera definitiva en 1 Corintios 13. El aspecto estructural de la TB tiene un énfasis progresivo. Para interpretarlo debidamente, debemos notar la manera en que Dios revela su obra redentora basada sobre el amor ( ágape ) y la manera en que devela con creciente claridad en el texto sagrado el misterio de sus propósitos que culminan en la manifestación de su Hijo, Jesucristo. Cualquiera sea la estructura que se defina para la TB, deberá reflejar dinámicamente este acontecimiento central: el hecho de Jesús. Los tópicos a examinar deberán mostrar esa relación con Cristo, su persona y su obra, tanto en el proceso histórico como en la reflexión teológica acerca de su significado. 7. Metodología de la teología bíblica Moffatt (1994), profesor del Instituto Bíblico Buenos Aires, en un ensayo monográfico propone algunas opciones metodológicas como punto de partida para hacer una TB: a) fenomenología de la revelación; b) la fe como condición previa para conocer la TB; c) definición de lo objetivo y subjetivo en la TB: d) la comunidad de fe en la epistemología de una TB y el proceso del canon como condición; e) el “fin” como punto de partida de la TB; f) dialéctica metodológica entre el fin y el principio; g) lo progresivo como plenificación de lo simbólico por la realización; h) niveles de relevancia revelacional; i) tensión entre historia y existencia; j) el Espíritu Santo como superación del obstáculo epistemológico entre el ser humano y Dios. Es difícil elaborar una TBNT per se , si se tiene en cuenta la estrecha interrelación del AT y el NT. Los principios de proclamación, promesa, cumplimiento y consumación corren el riesgo de quedar oscurecidos por un tratamiento parcial de las Escrituras, con los peligros de distorsión en la unidad del mensaje divino. Otro problema metodológico de la TBNT surge de la selección exegética de un texto como punto de partida para proyectar progresivamente el mensaje divino, en lugar del modelo menos riesgoso de la teología sistemática. ¿Cómo obviar la vulnerabilidad de caer en un “canon dentro del canon” al escoger los pasajes neotestamentarios? Quizá la única protección a ese posible riesgo será demostrar que las opciones que se toman, sólo tienen que vercon el propósito del trabajo y no detractan necesariamente la validez del resto de los pasajes, igualmente importantes en relación con otros contextos y estudios. Por ejemplo, Mateo 11, Marcos 1.1-12, Lucas 4.16-30 son pasajes que constituyen hitos en el trayecto histórico de la revelación divina y contribuyen a la elaboración de la TBNT. No obstante, los relatos de Mateo 8, el milagro de Marcos 6.30-44 y la misión de los setenta de Lucas 10.1-12 no son menos relevantes en el mensaje del NT y, canónicamente, de igual importancia. Antes de proceder con la metodología en la presentación de esta obra (primero, la histórica; y segundo, su interpretación teológica) debemos resolver cuestionamientos a la revelación divina en el contexto histórico, particularmente si se enfatizan el medio revelador de “la palabra” o “los hechos salvíficos de Dios”. Lemke expresa que la solución se halla en una yuxtaposición e interacción mutua entre los hechos históricos y su interpretación, la actividad divina en la historia y la palabra que la describe. Nunca debe sobreenfatizarse un aspecto en detrimento del otro, pues es así como la revelación divina en la historia se hace incoherente (1982:45-46). Nuestra TBNT necesita de la revelación histórica de Dios en los evangelios sinópticos, Hechos y Apocalipsis, así como su correcta interpretación teológica por Juan, Pablo y Hebreos. Pokorny identifica la solución que intentamos alcanzar por esta metodología bajo tres áreas: la relación entre revelación e historia, revelación y teología (el problema hermenéutico) y revelación y Biblia (la relación entre el AT y NT) (1993:85-91). Por ello, la lectura del mensaje de Dios en nuestra TBNT nos lleva a considerar en la primera parte, la introducción, el desarrollo y las características de esta disciplina y su estructura. La segunda parte muestra la revelación divina en su contexto histórico, según los evangelios sinópticos para culminar en la persona y obra de Jesús. Estos acontecimientos llevan a su proclamación por la iglesia, según Hechos y, finalmente, a su consumación en Apocalipsis, tomando este libro bajo el enfoque historicista, a la vez que profético. La tercera parte de esta obra tiene que ver con la reflexión teológica de Juan, Pablo y el autor de Hebreos, en la búsqueda del significado de aquellos acontecimientos históricos. El enfoque es doble: el temático y el que procede de la presentación expositiva, con elementos de la praxis eclesial. Las epístolas universales complementan el mensaje con temas que hacen a la vida de las iglesias del siglo I, incluyendo asuntos éticos, herejías y conflictos. La cuarta parte concluye con la relación entre los libros neotestamentarios, una recapitulación y la proyección al orden eterno. Los apéndices tratan en más detalle determinados temas de importancia que surgen de la obra. Así es que se integran los aspectos históricos y teológicos que surgen de la exégesis del texto neotestamentario. Se cumple, de esa manera, lo expresado por Vos: “el hecho a ser interpretado y las interpretaciones posteriores a dicho hecho” (1948:325). Esta obra no pretende elaborar una enciclopedia de temas y sus respectivos textos bíblicos de manera exhaustiva. El propósito es hacer una TB con particular énfasis en la metodología que resulte la más apropiada para la definición de la TB. Las bases se hallan en la exégesis, la revelación progresiva de los hechos salvíficos de Dios y su culminación suprema y final en Jesucristo. Para ello se respeta el orden canónico y se asume la total inspiración divina de las Sagradas Escrituras, conforme a los documentos originales. La segunda parte, que presenta la secuencia histórica en la revelación divina, se hace más sencilla que la tercera. Esta última constituye la revelación divina que surge de la reflexión teológica, principalmente de Juan, Pablo y el autor de Hebreos. Si bien aceptamos que pudo haber un desarrollo doctrinal en la iglesia primitiva y que éste resultó, básicamente, de la experiencia y conflictos de la proclamación en las iglesias, discrepamos con la idea de que la reflexión haya generado verdades no comprendidas en la persona y obra de Jesucristo. Tampoco aceptamos un canon abierto a la posibilidad de agregar tradiciones eclesiásticas o nuevas revelaciones que las manifiestas, o subyacentes, en la obra final, perfecta y suprema de Dios en su Hijo. Toda creencia actual que no surja de una iluminación de lo ya revelado, sea de manera explícita, o latente, debe descartarse. Las citas bíblicas que utilizamos son aquéllas necesarias para mostrar las situaciones históricas y expresar los significados teológicos. Las referencias no pretenden ser exhaustivas. El lector que busque esto lo encontrará en comentarios exegéticos sobre los libros sagrados. La TBNT que nos proponemos elaborar tendrá como punto de partida el texto bíblico, su exégesis en el contexto del pasaje, con su debida hermenéutica, y el lugar que tiene el mensaje divino en la revelación escrita. Si bien no debe desconocerse la importancia de la revelación general de Dios, se enfatizará la esencia de la revelación divina especial aplicada en forma particular y eficaz, conforme con los principios de la fe bíblica y neorreformada (ver apéndice D). 8. Misterio y revelación La teología sólo puede actuar sobre el área de conocimiento que proviene de la revelación divina. Fuera de la misma existe lo eterno, que corresponde al misterio de Dios. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29.29). Las palabras de la revelación están en la Biblia —el AT y el NT—, y la reflexión humana no puede trascender sus fronteras. Cualquier teología que pretenda explicarlo todo se convierte en falsa y presuntuosa. Los signos de una teología genuina están expresados por la proyección desde y hacia el misterio divino y eterno de cada hecho y enseñanza. La verdadera teología no puede cerrar y reconciliar sus argumentos siguiendo el razonamiento humano. Siempre deberá mantener abiertos sus extremos, como ventanas que se abren al infinito por medio de la fe. Su actividad sólo podrá mantenerse en el espectro de lo revelado, pero esto no le garantiza al ser humano respuestas a todas sus preguntas e inquietudes. Esto explica las continuas tensiones del mensaje bíblico y sus aparentes paradojas, al menos para la mente humana. Un ejemplo clásico es el interrogante irreconciliable (según la lógica del ser humano) entre los decretos soberanos de Dios y la responsabilidad moral del hombre. Un grave peligro de las teologías dogmáticas y prácticas, así como de los sistemas teológicos y tradiciones, es intentar aseveraciones dogmáticas que van más allá del área de lo revelado. La historia de la iglesia tiene un triste registro de los conflictos provocados por estos dogmas. Las cosas reveladas no constituyen el todo de Dios, sino lo que es necesario para que sus criaturas lo conozcan, se gloríen en sus designios —sus hechos salvíficos en la historia— y arriben a la culminación de su revelación en la persona de Jesús. Todo intento de llevar más allá un curso indefinido de causa y efecto conduce al fracaso. Toda doctrina en el plano revelado tiene un proceso de apertura y clausura para la comprensión humana, en particular, cuando se interrelaciona con otras doctrinas de la revelación. Es por ello que la verdad bíblica debe leerse en el contexto integral y canónico de todo el consejo de Dios y nunca de manera aislada. Sólo así mantiene su validez y equilibrio espiritual, porque el Dios, solo sabio y soberano, es justicia, verdad y amor a la vez, y nunca se contradice. La TBNT debe elaborarse sobre estas premisas y tener presente la delicada armonía y coherencia de todos los atributos divinos. Lo que trasciende y es inexplicable, sólo puede aceptarse por la fe, la misma fe que elabora los presupuestos para comprender, aun, lo revelado. 9. Diagrama La figura que siguebusca ilustrar la metodología que se propone para la TBNT. El plano horizontal representa el trayecto histórico de la revelación divina basado sobre los hechos salvíficos de Dios, e incluye el AT, a Juan el Bautista, Jesús y los evangelios sinópticos, así como Hechos (la proclamación) y el Apocalipsis (la consumación de la manifestación divina en la historia de la humanidad). Este plano se ubica en el entorno de la eternidad, desde y hacia el cual se proyecta la dimensión espacio-temporal de esa revelación. El plano vertical contiene la suma de reflexiones que hacen al significado teológico del hecho histórico de Jesús. Incluye a Juan, Pablo, Hebreos y las epístolas universales. En esta forma tenemos diagramados los acontecimientos de la redención y la interpretación de los mismos. El centro y eje de ambos planos está en el acontecimiento Jesús, su persona y obra en la cruz, su resurrección, exaltación en gloria y su retorno personal para consumar los propósitos de Dios en todas las cosas. La revelación divina se hace suprema y final “en uno que es Hijo” (Jesucristo), según Hebreos 1.2. No puede añadirse ni quitarse elemento alguno a dicha manifestación. Queda para la iglesia profundizar el conocimiento y experiencia que, por la iluminación del Espíritu Santo, se hacen infinitos en los sentidos históricos y teológicos de ambos planos. Segunda parte La revelación divina en la historia, su proclamación y consumación II. Metodología de la perspectiva histórica Esta segunda parte de la obra expone el contenido de la dimensión horizontal que muestra el diagrama. Corresponde a la fase histórica de la revelación progresiva de Dios y sus hechos salvíficos espacio-temporales. El mensaje de salvación no constituye una abstracción filosófica, sino que tiene fundamentos tangibles en la historia humana. Los hechos salvíficos de Dios, que se consuman en Jesús y dan lugar a su proclamación y consumación, tienen íntima relación con el ser humano y su entorno. Dios ha visitado a la humanidad y se ha identificado con la misma, aparte del pecado, en la persona de su Hijo, Jesucristo. La redención y reconciliación del ser humano se gestó en la eternidad, pero se plasmó en este mundo. La condición insensible de la humanidad hizo que Dios tuviese que adaptar su revelación y propósitos de gracia a un proceso inteligible. Sus criaturas recorrieron un largo trayecto histórico y teológico para comprender sus propósitos, siempre sujetas a la autorrevelación divina, en un desarrollo progresivo. Así es que toda lectura de la Biblia, AT y NT, contiene una base histórica para la cual debe añadirse la hermenéutica de los acontecimientos a la luz de sus claves de interpretación. En la dimensión horizontal que ilustra el proceso histórico, sólo se logra una manifestación velada de la realidad espiritual. El AT debe ser interpretado por el NT, y la clave hermenéutica es Jesús en el contexto de la fe. El significado integral requiere la reflexión teológica de los apóstoles neotestamentarios. Esto será examinado en la tercera parte de la obra. Pero la interpretación doctrinal no tendría sentido sin la realidad histórica. Aquí aflora la debilidad teológica existencial de Bultmann. Este erudito adjudica escasa relevancia al Jesús histórico y acepta los relatos como productos de las tradiciones de las comunidades primitivas. Así procede a enfatizar, casi exclusivamente, el encuentro personal con el Cristo de la fe. Buena parte de la iglesia contemporánea, aun sin profesar este enfoque existencial, a menudo procede según el criterio bultmanniano. Este siglo testifica de un mayor énfasis en el Cristo paulino que en el Jesús de los evangelios sinópticos, dando, a veces, una impresión docetista. Una fe bíblica y equilibrada traza el camino al Cristo de la fe sólo a través del Jesús histórico de los evangelios. Esto explica que tantos cristianos tengan imágenes dispares de Jesús al subordinar su personalidad a experiencias subjetivas, sin la unicidad y precisión que concede el acontecimiento histórico como punto de partida objetivo. ¿En qué Cristo creemos? “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13.8). Es el mismo de los evangelios y el Señor glorificado que muestra el Apocalipsis 1.13ss. En nuestra introducción enfatizamos la prioridad de la palabra divina sobre todo lo creado (capítulo I.1), pues la fe viene por el oír la palabra de Dios (Ro. 10.17). Esta afirmación se halla en el contexto de la predicación del mensaje y supone un entorno tangible y audible. El principio se hace notorio en la revelación divina del Hijo, Jesucristo, y hace que su persona y obra redentora (prometidas en el AT) tengan su cumplimiento en el NT. Esta revelación se manifiesta como hombre y está avalada por testigos (sus apóstoles y profetas) (1 Jn. 1.1-3, 2 P. 1.16-18). También expresó Pedro: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo...” (Hch. 5.32). El mensaje de Dios trata de una persona (Jesús) y de cosas concretas que le conciernen, a fin de que nuestra fe no se fundamente en vaguedades y especulaciones, sino en hechos históricos debidamente documentados. Es decir, que el proceso pasa de lo objetivo a lo subjetivo y nunca puede surgir del ser humano y su imaginación. Estas reflexiones manifiestan la importancia crucial de los acontecimientos salvíficos divinos en nuestra historia y experiencia. A la vez muestran la imposibilidad de su omisión, o aun de un cambio de sentido en su comunicación. La fe que procede de Dios (Ef. 2.8) se integra misteriosamente en lo íntimo de nuestra personalidad y responde al llamado y proclamación divinos. El contenido de la segunda parte de nuestra obra, que va del AT al NT, es condición sine qua non para avanzar hacia la reflexión y experiencia descritas en la tercera parte. Al describir la revelación divina en la historia, su proclamación y consumación, la metodología de la TB nos conduce de la exégesis del texto hacia la eventual formulación teológica. En las Escrituras se procede del hecho a su significado. Hemos mencionado una disciplina previa que podría incluirse en la TB: la teología exegética. Kaiser nos ofrece una interesante presentación que incluye la definición de esta teología, el método sintáctico- teológico y sus aplicaciones a la predicación expositiva (1994). Al transitar nuestro camino del AT al NT (evangelios sinópticos, Hechos y Apocalipsis), habremos de utilizar la exégesis de textos y pasajes esenciales que constituyen hitos en el trayecto salvífico-histórico divino que se proyecta hacia Jesús: su persona, ministerio, pasión y victoria. Se utilizará el mismo procedimiento para exponer la proclamación y la consumación final de esta magna obra redentora. III. La teología bíblica del Antiguo Testamento Dado que nuestra obra se ocupa de la TBNT, sólo se mencionarán de manera somera algunos aspectos generales que hacen a la revelación divina en el AT. Es imprescindible hacerlo para dar fundamento y principio al plano histórico que luego seguirá con Jesús y los evangelios. La teología bíblica del AT (en adelante, TBAT) constituye un estudio por separado, y el lector es consciente de la profusa bibliografía existente, no sólo en el aspecto histórico, sino también en el teológico. La TBAT, como sucede con la TBNT, no ha madurado aún como disciplina. Carece de definiciones, una metodología y estructuras claras y coherentes. Los doscientos diez años transcurridos desde Gabler (1787) y la falta de continuidad en la vigencia de la TB, en general motivada por los embates de otras concepciones, han dilatado el logro de una imagen definida. A fines del siglo XIX, predominaba más bien una teología del AT en el estilo de la historia de las religiones. Esto se debió, mayormente, a la influencia de Wellhausen (1878). En este siglo se publicaron dos libros fundamentales: en 1933 el de Eichrodt (1975) y en 1957 el de von Rad (1969). Estas dos obras abrieron un nuevo panorama para la TBAT, el que fue seguido por un importante número de eruditosque aportaron trabajos con otras perspectivas, con lineamientos influenciados por el existencialismo y la neortodoxia. Antes que la búsqueda de un centro focal en la teología del AT (Eichrodt) o la historia de las tradiciones (von Rad), algunos autores prefirieron la utilización de un enfoque dialéctico, como un nuevo paradigma para la organización del material del AT. No obstante, no faltaron insistencias en aplicar criterios sistemáticos para dicho ordenamiento. Un punto focal del AT es la bendición y promesa divinas, que algunos ven en once períodos: 1) los prolegómenos de la promesa: la bendición, la simiente, la raza y el evangelio; 2) los patriarcas; 3) la era mosaica; 4) la era premonárquica; 5) la era monárquica; 6) la era de la sabiduría; 7) los profetas del siglo IX a.C.; 8) los profetas del siglo VIII a.C.; 9) los profetas del siglo VII a.C.; 10) los profetas del siglo VI a.C.; y 11) los profetas posexílicos. Esta promesa incluye su fecha, el siervo de la promesa, el reino prometido y, finalmente, el triunfo de la promesa. Notemos que el AT ofrece el marco para el NT. El primero enfatiza las promesas y la bendición anticipadas por Yavé. El segundo continúa la línea histórica veterotestamentaria y arriba a Jesús —la culminación de la revelación y propósitos salvíficos divinos—, y en él, el cumplimiento final y supremo de toda la fase preparatoria y promesas del AT. Las Escrituras hablan de Cristo (Lc. 24.44; Jn. 5.39, 46). La TB es una e indivisible, porque el AT y el NT están estrechamente vinculados y no se pueden excluir recíprocamente de la revelación divina. Por ello, la TBNT debe asumir todo lo que representa el mensaje veterotestamentario que sólo logra significado y coherencia en la fase de cumplimiento, en el NT, de la promesa del AT. El lugar de Israel, receptor de las promesas anticipadas en el AT, es ocupado por la iglesia y ésta, con su mensaje, alcanza a toda la humanidad. La íntima relación entre los dos testamentos se resume en la frase de San Agustín: “El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo Testamento y el Antiguo Testamento se explica por el Nuevo Testamento”. Así es como el AT constituye el marco para el NT, y sólo puede ser entendido por él, según la clave hermenéutica de Jesús y los apóstoles. El resultado de todas estas consideraciones lleva a la reflexión de que el AT, según el propósito divino, carece de sentido a menos que se lo estudie e interprete por el NT. Desde la perspectiva cristiana, sólo es entendible a la luz del pacto, promesa, fe, tipología y las predicciones mesiánicas, cuyos cumplimientos se hallan en Cristo. Esta es también la manera en que lo comprendieron los santos veterotestamentarios, el remanente de gracia de Israel, al seguir lineamientos mesiánicos. Obviamente, y hasta tanto el AT alcanzase su forma presente, el pueblo de Dios recibió, en un proceso de desarrollo, aquellas tradiciones y palabras que divinamente inspiradas y entendidas por la fe, integraron su contenido espiritual. Ciertamente, el AT proporciona bases históricas imprescindibles, y prepara una TB en gestación, la que se realiza plenamente en y con el NT. El estudio independiente del AT puede conducir al rechazo del Mesías, tal como sucedió en la experiencia de Jesús en el entorno religioso judío de su época. El nuevo pueblo de Dios se compone de representantes de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas (Ap. 7.9). Judíos y gentiles son hechos uno en Jesucristo (Gl. 3.28, Ef. 2.14-16). El particularismo del AT da lugar al llamado universal del NT. Se cumple Mateo 28.19-20. Vos (1948) se apoya en ambas perspectivas desde un enfoque reformado. A su vez expone los propósitos divinos de manera tal que la concepción progresiva de los hechos salvíficos de Dios en la historia y sus tradiciones (von Rad) se unen con el concepto de pacto (Eichrodt). Los grandes temas que desarrolla Vos tienen que ver con el ser humano en su estado original y su caída: la vida, prueba, tentación y muerte; la mortalidad e inmortalidad. La revelación enfoca luego a Noé, los patriarcas, Moisés, la ley y los profetas, con particular énfasis en Israel. En cada etapa se reconoce una forma de revelación especial asociada con el berit (heb.), diatheke (gr.), nombres aplicados a la relación de pacto entre Yavé y su pueblo. Pasamos ahora a considerar los aspectos esenciales de la TBNT en la persona del Mesías, en un marco escatológico y universal. De esto nos habla el NT en dos contextos: el histórico y el teológico. Sin embargo, es necesario considerar previamente a Juan el Bautista. IV. Juan el Bautista Caben las preguntas: ¿Por qué debemos tratar a Juan el Bautista antes de considerar a Jesús? ¿Podríamos prescindir del último de los profetas en el estilo veterotestamentario? ¿Qué importancia tiene Juan el Bautista en la revelación progresiva de Dios en la historia de su pueblo? ¿Cuál es la relación especial que une a Juan con Jesús? Efectúo aquí una breve digresión: tengo por norma dedicarle a Juan el Bautista un sermón especial previo a la Navidad. No podría hablar de la natividad —el hecho y significado de Belén— sin expresar antes la importancia y la necesidad de este gran profeta. La primera revelación divina significativa acerca de Juan el Bautista es su relación familiar con Jesús, el Mesías. El profeta Juan, cuya representación del movimiento profético del AT se retrotrae a Elías (Lc. 1.17), introduce el profetismo al núcleo íntimo de la simiente de David, la línea real, en la persona de Jesús. Además, el padre de Juan era Zacarías, un sacerdote, y, en el propósito revelador de Dios, convergen así en Jesucristo los tres grandes oficios veterotestamentarios: profetismo, sacerdocio y realeza. El testimonio del Mesías es anterior aun a Elías, en cuya época comienza el movimiento profético más generalizado. Jesús habla de Abraham, quien proféticamente vio su día y se gozó (Jn. 8.57); se refiere a Moisés, quien escribió de él (Jn. 5.46); a Isaías, quien vio “su gloria, y habló de él” (Jn. 12.41). Abraham y Moisés, además de sus papeles preponderantes como padre y legislador, respectivamente, también fueron profetas, al igual que Isaías. Malaquías, el último cronológicamente, fue el más cercano en anticipar la venida de Juan el Bautista en el espíritu de Elías, previa al acontecimiento escatológico que tiene al Mesías como centro. Juan el Bautista es el mensajero y precursor de Jesús. Su ministerio fue preparatorio para el advenimiento de Cristo, y exhortaba a Israel al arrepentimiento como condición para el perdón de los pecados. Esto se expresaría por el bautismo de la gente realizado por Juan en el Jordán (Mc. 1.2-5). No obstante, Juan vive la realidad de esta revelación en ese momento crucial de la historia y proclama la preexistencia del Mesías. Jesús es anterior a él y superior en gloria y dignidad (Mc. 1.7, Jn. 1.30). La TBNT nos introduce aquí en el inicio de la misión redentora de Cristo. Vino para identificarse con el ser humano y, a pesar de estar exento de pecado, insiste ante el profeta para ser bautizado junto con el pueblo (Mt. 3.13-17). Y es la Trinidad, la que visita al ser humano en esta identificación bautismal. Por ello, la visión de Juan va más allá y entiende que Jesús inaugura la era del Espíritu Santo como culminación de la presencia de Dios con su pueblo y en el ser humano (Mt. 3.16, Mc. 1.8, Lc. 3.22, Jn. 1.33). Mateo 11.1-19 muestra una profunda vinculación entre Jesús y Juan. Recomendamos los sermones del doctor Lloyd-Jones en relación con el pasaje (1991). He aquí un texto de la Escritura de enorme importancia para vincular a los santos siervos del AT con el nuevo orden en Jesús. Juan el Bautista es la culminación del testimonio profético y de la ley. El es el más grande entre sus predecesores. Estos, desde Abraham, Moisés e Isaías hasta Malaquías, vieron al Mesías por la fe y a través de la visión divina. Juan el Bautista tuvo una relación muy personal con Jesús y conoció la realidad del Mesías. Con Juan se cierra una etapa de la revelacióndivina, la promesa, y ésta es reemplazada por el cumplimiento, la esencia misma que fuera señalada en la fase veterotestamentaria preparatoria. Tan grande es la gloria del nuevo orden del reino de los cielos inaugurado por Jesús, que el menor de sus miembros es mayor que el profeta (Mt. 11.11). ¡He aquí el contraste: el más grande del antiguo orden es menor que el más pequeño en el nuevo! Dios ha usado gigantes de la fe en el AT y Juan el Bautista es la transición a otros aún más gigantes en el NT y en la iglesia. Juan y los santos del AT también fueron salvos como los creyentes en Jesús en el reino de Dios, pero los últimos tienen mayor gloria. Respondemos ahora a las preguntas formuladas al comienzo de esta sección. No podemos prescindir de Juan el Bautista para introducir a Jesús como el Mesías. Juan es importante por ser el eslabón profético entre el AT y el NT y constituirse, así, en el más grande nacido bajo el antiguo orden. Juan el Bautista tuvo una relación vital con Cristo. No sólo lo unía un vínculo humano y familiar, sino que llegó a ser profeta-testigo, a diferencia de sus predecesores. Es esencial examinar en este punto el significado de Mateo 11.13. ¿Cómo interpretar “hasta Juan”? Las posibilidades serían excluir al profeta de la lista de antecesores del AT y de la ley, y ubicarlo en la dispensación neotestamentaria. Pero esto está descartado por el dicho de Jesús: “el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mt. 11.11). Otra opción es tratar a Juan el Bautista aisladamente, como transición, con lo cual “hasta Juan” lo excluiría de los profetas veterotestamentarios y de la ley, pero tampoco lo incluiría en el reino. Siguiendo el argumento anterior sobre Mateo 11.11, esto tampoco tiene sentido. Queda como alternativa final interpretar “hasta Juan”, eos ioannov , como incluido en la etapa final de los profetas veterotestamentarios y conforme a la ley en la profecía mesiánica. Esta sería la interpretación correcta. Juan el Bautista pertenece a la antigua dispensación en el estilo (espíritu) de Elías. Malaquías lo predijo como el mensajero y Elías (Mal. 3.1; 4.5). Isaías lo define como uno que clama. La versión R-V lo expresa así: “Voz que clama en el desierto” (“ Vox clamantis in deserto” , como reza el dicho popularizado). La Biblia de las Américas (así como la Nueva Versión Internacional) utiliza la otra alternativa de puntuación y dice: “Una voz que clama. Preparad en el desierto camino al Señor” (Is. 40.3). Aunque esta última sea, posiblemente, la correcta en el contexto de Isaías, ambos sentidos son válidos para su aplicación en Juan. Ciertamente, es también la transición que asoma de la predicción y promesa al cumplimiento en Jesús. Su privilegio sobre los que lo precedieron, en virtud de este testimonio personal, lo erige como el mayor de todos los profetas. Notemos el hito fundamental que significa Juan el Bautista, en la revelación histórica y progresiva de Dios, hacia la plena consumación en Jesús. En definitiva, no podemos comenzar con la revelación divina suprema y final en Jesucristo, antes de considerar a la persona y el papel de Juan el Bautista. V. Jesús en los evangelios sinópticos Mateo, Marcos y Lucas contienen los aspectos históricos esenciales que hacen a la revelación divina en la persona y obra de Jesús. Por un lado, hay autores que hacen teología de los evangelios y de Jesús mismo. Hemos visto, por el otro, que Bultmann cuestiona la historicidad de los acontecimientos y dichos de Jesús (salvo algunas excepciones), y toma estos relatos y tradiciones meramente como presupuestos para las teologías de Juan y Pablo. Zuck, Bock y los autores de una reciente publicación originada en el Dallas Theological Faculty (1994) presentan teologías de Mateo, Marcos, Lucas-Hechos y los restantes autores del NT. La escuela posbultmanniana tomó una posición menos escéptica que Bultmann y concede una mayor credibilidad al Jesús de la historia, o mejor, al Jesús de los evangelios. Es decir, que algunos presentan teologías aun de los evangelios sinópticos, mientras que otros sólo los toman como una base histórica de tradiciones. La crítica de las formas, que habla de los evangelistas en su función de ordenar el material antes que ser los autores de las tradiciones de cada libro, dio lugar a las teorías de composición. Pronto surgió la crítica de la redacción, redaktionsgeschichte . La idea es que los evangelistas, además de autores, fueron teólogos que adecuaron a sus propósitos las tradiciones adjudicadas a los evangelios. Se destacan Marxsen (1969), Conzelmann (1960) y Bornkamm, Barth y Held (1963). Nuestra obra reafirma enfáticamente la historicidad de Jesús y los evangelios, no meramente las tradiciones. Aunque afirmamos que hay también en ellos elementos teológicos, pero no tan desarrollados. Juan, Pablo, el autor de Hebreos y las epístolas universales también señalan aspectos históricos que armonizan con los evangelios sinópticos, generalmente los necesarios para sus argumentos doctrinales. Esta aclaración explica que nuestra división entre lo histórico y la reflexión teológica obedece al propósito principal de los evangelios sinópticos que enfatizan, mayormente, los acontecimientos en el ministerio y obra de Jesús, para luego encontrar su significado en Juan, Pablo y las demás epístolas. Una parte no puede prescindir de la otra, según los postulados básicos de la TB. Ambas coadyuvan para formular la TBNT que nos proponemos elaborar, y entendemos que su integración provee la metodología correcta para esta disciplina. La TBNT relata los acontecimientos y busca su significado espiritual. Mateo, que se dirige primordialmente a una audiencia judía, enfatiza escrituras mesiánicas del AT con abundantes citas literales y aplicación pešer precedidas, generalmente, con fórmulas introductorias (tenemos un ejemplo en Mateo 2.17-18). El pešer era una técnica hermenéutica judía que habla de cumplimiento, muy utilizada por Mateo y otros autores del NT. El propósito del evangelista es demostrar que Jesús cumple el significado y las predicciones del AT. Por ello, consideramos lógico que su evangelio encabece la lista de libros que componen el NT para constituir, así, un nexo natural entre ambos testamentos. Mateo también desplaza gradualmente el énfasis particularista veterotestamentario para incorporar y concluir su mensaje con un tono universal (Mt. 28.18-20). Marcos tiene una audiencia gentil in mente, y habría tomado su información principal de los sermones de Pedro. Lucas es el más largo y cronológico entre los evangelios sinópticos, y busca describir la vida de Jesús y mostrar su humanidad. Notamos en Mateo y Lucas la revelación especial de Dios en los acontecimientos de la natividad (Mt. 1.18-25, Lc. 1.26-2.38). Vos habla de un movimiento vertical del cielo a la tierra, lo suprahistórico desciende a la corriente de la historia, el Mesías preexistente entra en la naturaleza humana (1948). Estos evangelistas describen y enfatizan el aspecto humano de la natividad. Juan y Pablo agregarán el significado teológico que definimos como la encarnación a la venida del Mesías. Mateo comienza su genealogía en Abraham y termina con José, “marido de María de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” (Mt. 1.16). El Mesías proviene de la semilla de Abraham y descendió de David. Según Tasker, esta genealogía comienza con aquel que recibió las promesas y con quien, podría decirse, comenzó “la historia sagrada” (1978:31). Luego el evangelista describe la anunciación en sueños del ángel del Señor a José, en la que le da dos nombres al que habría de nacer: “Jesús, porque él habrá de salvar a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1.21) y “Emanuel, que traducido es Dios con nosotros” (Mt. 1.23). En el primer versículo la palabra iosua se traduce “Jesús salvador”. Mateo 1.23 cita a Isaías 7.14. La referencia primaria de la profecía es a Ezequías y la palabra en hebreo es alma . Mateo utiliza la palabra partenos , en griego, que significa “virgen”. Aquila y Símaco utilizan neanís
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