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Teología, Escritura y Praxis eclesial (Spanish Edition)

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Teología,
Escritura
y praxis eclesial
Hacia una teología bíblica
del Nuevo Testamento
A. W. Robertson
Teología, Escritura y praxis eclesial: Hacia una teología bíblica del Nuevo
Testamento
1º edición
© Copyright 2013 por Publicaciones Alianza (Fundación Alianza)
La Pampa 2975 P 1
1428 Buenos Aires, Argentina
ISBN 978-950-759-121-1
Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de
este libro sin previa autorización de la Editorial.
Impreso en Argentina - Printed in Argentina.
Impreso en noviembre de 2013
El profesor Andrew William Robertson terminó de escribir este libro poco
antes de su fallecimiento en 1998. Pasados ya varios años y tras haber
completado algunos detalles que faltaban, he resuelto publicarlo en internet
a través de la Biblioteca del Instituto Bíblico Buenos Aires. “Willie”
Robertson, como así lo llamábamos todos, dedicó sus últimos años en este
Instituto, a enseñar Teología y Biblia. Los recuerdos cariñosos de sus
estudiantes todavía los sigo recibiendo.
Es por eso que dedico este libro a los estudiantes del IBBA y a quienes
quieran enriquecerse espiritualmente con él.
Quiero reconocer de manera muy especial a todos los que hicieron posible
este trabajo. No sólo al escribir los borradores sino también al colaborar
con opiniones y sugerencias. De modo especial doy gracias infinitas a
Héctor Elías Botella, quien se tomó el trabajo último de revisar y corregir el
libro.
Quiero también mencionar y reconocer a nuestros hijos, Tommy, Eddie y
Douglas, quienes pudieron comprender con paciencia a su padre cuando
dedicaba horas enteras a recopilar datos, libros, manuscritos y demás
información.
Que todo sea para Su gloria y para el enriquecimiento espiritual de Su
pueblo aquí en la tierra.
Ruth Delia White de Robertson
Indice general
PRÓLOGO 13
PRIMERA PARTE: INTRODUCCION, DESARROLLO Y ESTRUCTURA 17
I. DEFINICIONES Y ASPECTOS PRINCIPALES 19
1. Generalidades
2. ¿Por qué una teología bíblica?
3. La teología bíblica y las otras teologías
4. El desarrollo histórico de la teología bíblica
5. Unidad y diversidad
6. La estructura de la teología bíblica
7. Metodología de la teología bíblica
8. Misterio y revelación
9. Diagrama
SEGUNDA PARTE: LA REVELACION DIVINA EN LA HISTORIA, SU PROCLAMACION Y
CONSUMACION 37
II. METODOLOGÍA DE LA PERSPECTIVA HISTÓRICA 39
III. LA TEOLOGÍA BÍBLICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO 43
IV. JUAN EL BAUTISTA 47
V. JESÚS EN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS 51
VI. LA PROCLAMACIÓN DE LA REVELACIÓN: HECHOS 63
VII. LA CONSUMACIÓN DE LA REVELACIÓN: APOCALIPSIS 67
TERCERA PARTE: LA REFLEXION TEOLOGICA SOBRE LA REVELACION 69
VIII. METODOLOGÍA DE LA PERSPECTIVA TEOLÓGICA 71
IX. JUAN 77
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Soteriología
4. Pneumatología
5. Eclesiología
6. Escatología
7. Antropología
8. Ley y gracia
9. Santidad
10. Etica
B. La teología juanina desde la presentación expositiva
X. PABLO 97
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Soteriología
4. Pneumatología
5. Eclesiología
6. Antropología, cosmología y hamartología
7. Ley, gracia y pacto de gracia
8. La justicia de Dios
9. Etica
10. Escatología
B. La teología paulina desde la presentación expositiva
1. Gálatas
2. Primera y Segunda Tesalonicenses
3. Primera y Segunda Corintios
4. Romanos
5. Efesios
6. Colosenses
7. Filemón
8. Filipenses
9. Las epístolas pastorales (Primera y Segunda Timoteo y Tito)
XI. HEBREOS 145
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Soteriología
4. Pneumatología
5. Eclesiología
6. Antropología
7. Ley y pacto de gracia
8. Santificación y perfección
9. Etica
10. Escatología
B. La teología de Hebreos desde la presentación expositiva
XII. LAS EPÍSTOLAS UNIVERSALES 163
1. SANTIAGO
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Pneumatología
4. Eclesiología
5. Antropología
6. La ley y la gracia
7. La justicia de Dios
8. Escatología
9. Etica
B. La teología de Santiago desde la presentación expositiva
2. PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Pneumatología
4. Eclesiología
5. Antropología
6. La justicia de Dios
7. Etica
8. Escatología
B. La teología de Primera Pedro desde la presentación expositiva
3. SEGUNDA EPÍSTOLA DE PEDRO
A. Presentación temática
1. Dios
2. Cristología
3. Pneumatología
4. Eclesiología
5. Antropología
6. Etica
7. Escatología
B. La teología de Segunda Pedro desde la presentación expositiva
4. JUDAS
A. Presentación temática
1. Dios
2. Jesucristo
3. Pneumatología
4. Eclesiología
5. Antropología
6. Escatología
B. La teología de Judas desde la presentación expositiva
CUARTA PARTE: LA RELACION ENTRE LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO.
CONCLUSIONES. EL ORDEN ETERNO 179
XIII. LOS LIBROS HISTÓRICOS Y TEOLÓGICOS DEL NUEVO TESTAMENTO 181
1. El alcance de las definiciones
2. La relación entre los libros históricos y los teológicos del Nuevo Testamento
XIV. CONCLUSIONES 189
1. Aspectos generales
2. Revelación y desarrollo en los libros históricos y teológicos del Nuevo Testamento
3. La presentación histórica de la revelación divina
4. Reflexiones sobre la presentación teológica de la revelación divina
XV. REFLEXIONES SOBRE LA TEOLOGÍA BÍBLICA Y EL ORDEN ETERNO 213
1. Evidencias bíblicas
2. La visión de los padres de la iglesia
3. Integración y unificación
4. Epílogo
APENDICES 291
APÉNDICE A: TEOLOGÍA FEDERAL 221
1. Introducción
2. Teología federal y evangelismo
a. Consideraciones históricas y doctrinales
b. Exégesis Romanos 5.12-21
c. Teología
d. La aplicación al evangelismo
3. Teología federal y escatología
a. Introducción
b. Exégesis 1 Corintios 15.21-22, 45-49
c. Teología y escatología
APÉNDICE B: EL NUEVO PACTO Y EL EVANGELIO 233
1. Introducción
2. Los términos del pacto (Heb. 8.10-12)
3. El nuevo pacto y la revelación de Dios
APÉNDICE C: LA PROCESIÓN Y PLENITUD DEL ESPÍRITU SANTO 237
APÉNDICE D: REVELACIÓN, GRACIA Y LLAMADO DIVINOS 241
1. Revelación general
2. Revelación especial
3. Llamado general y eficaz
4. Gracia común e irresistible
APÉNDICE E: LA TEOLOGÍA BÍBLICA Y AMÉRICA LATINA 251
1. Generalidades
2. La teología de la liberación
3. La respuesta de la teología bíblica
BIBLIOGRAFÍA 267
Rev. Dr. A. “Willie” Robertson,
BA, BD, MSc, PhD, ThD
Andrew William (“Willie”) Robertson nació en Argentina, en la ciudad de
Bahía Blanca, el 1º de enero de 1930, y luego se trasladó a la ciudad de
Buenos Aires en donde hizo sus estudios secundarios y universitarios. Asistió
de niño a la Iglesia Presbiteriana de Temperley y de joven hizo profesión de
fe y se bautizó en la Iglesia Misión Neo-Testamentaria de Temperley.
En 1951 se casó con Ruth Delia White y tuvieron 3 hijos: Guillermo Tomás,
Carlos Eduardo y Alan Douglas. En la actualidad, todos están casados y
felizmente Willie tuvo el gozo de conocer a sus seis nietos.
En el año 1956 se radicó en Londres, Inglaterra, y al mismo tiempo que
desarrollaba una destacada carrera en el ámbito del transporte aéreo
internacional, se concentró en estudios teológicos y tareas pastorales. Durante
veinte años fue copastor de la congregación hispana en Londres, período en
que obtuvo las licenciaturas en Humanidades y en Divinidades, por la
Universidad de Londres, y luego su doctorado en Teología en el Geneva
Theological College. También realizó un doctorado en Transporte Aéreo en
la Universidad de Birmingham, Inglaterra.
Durante su estadía en Londres mantuvo estrechos contactos con el doctor
Martyn Lloyd-Jones, de Westminster Chapel, y con el Pastor John Caigger, de
Gunnersbury Baptist Church, de quienes recibió el beneficio de sus
ministerios y consejos que profundizaron sus convicciones sobre el papel
fundamental de la predicación expositiva en la vida de la Iglesia.
Desde su retorno a la Argentina en 1983, se desempeñó como profesor de
Exégesis y Teología Bíblica del Nuevo Testamento en el Instituto Bíblico
Buenos Aires, hasta su fallecimiento. Durante ese período, ademásde
artículos y otras publicaciones, escribió Fe y obras en la Epístola a Tito ,
publicado por Desarrollo Cristiano Internacional; El Antiguo Testamento en el
Nuevo, publicado por Nueva Creación y Wm. B. Eerdmans Publishing Co.,
de Grand Rapids, EE.UU.
Juntamente con la enseñanza en el instituto bíblico, Willie asistió a la Iglesia
Bautista de Barrio Norte, ciudad de Buenos Aires, en donde colaboró con la
enseñanza bíblica dominical y con la predicación del Evangelio. Pasados
algunos años comenzó a asistir a la Iglesia Presbiteriana San Andrés, del
Centro de la ciudad de Buenos Aires, en donde se hizo cargo de los cultos en
inglés y castellano hasta que en 1991 fue ordenado Ministro de la Palabra,
servicio que desempeñó para el Señor hasta su fallecimiento, el 15 de julio de
1998.
Prólogo
Aquellos que tuvimos el privilegio de disfrutar de las clases del doctor
Andrew William (“Willie) Robertson en Teología Bíblica y Exégesis del
Nuevo Testamento fuimos impactados por su intensa pasión por el
conocimiento de las Escrituras, de la teología y de la vida de la iglesia. Una
de sus preocupaciones fundamentales fue siempre que los cristianos
estuvieran informados y formados en un conocimiento lúcido y profundo de
la Biblia. Veía el empobrecimiento de los estudios bíblicos como una de las
causas fundamentales de la decadencia de la iglesia y de su influencia en el
mundo. Así, el doctor Robertson no podía más que confiar en que un regreso
a una sana teología bíblica en los seminarios, en los púlpitos y en las iglesias
debía ser el remedio a los males que, a su juicio, padece la iglesia en nuestro
tiempo.
Su clara toma de postura evangélica y reformada no le impedía ser un
estudioso exigente consigo mismo y con sus alumnos. Colocaba la
investigación bíblica y teológica metódica como uno de los pilares en la
formación de los pastores y de los líderes cristianos. Con gusto se hubiera
clasificado a sí mismo como un “conservador”, pero su apego a las verdades
teológicas tradicionales no se convertía —como en tantos tristes casos— en
una excusa para dejar de aprender o investigar. Tampoco se permitía la
cómoda reiteración de las mismas fórmulas o clichés, por promovidos que
estuvieran en los espacios eclesiales o teológicos del espectro evangélico.
Como heredero de una formación europea amplia, sólida y profunda, era
imposible descubrir que adhiriera a una determinada solución teológica
porque ignoraba otras. Sus posicionamientos bíblico-teológicos provenían de
sus íntimas convicciones cristianas y lo impulsaban a estudiar y a enseñar con
pasión la materia que consideraba más elevada: la Palabra de Dios.
En esta obra, abordada luego de largos años de estudio y práctica tanto de la
enseñanza como de la predicación, el doctor Robertson nos transmite una
verdadera estructura arquitectónica para sostener el estudio sistemático del
Nuevo Testamento. Se trata este libro de un vasto panorama del pensamiento
bíblico neotestamentario, asistido por una variedad de herramientas
estratégicas útiles en extremo para el estudioso de las Escrituras cristianas. El
doctor Robertson afronta su tarea mediante la exploración del campo de la
Teología Bíblica, disciplina a la que dedicó extensos años de investigación y
enseñanza, pues estaba convencido de que el estudio de esta asignatura podía
reparar las ausencias o distorsiones en las que podían incurrir las teologías
sistemáticas y las formulaciones dogmáticas.
Y esto es así porque la Teología Bíblica conjuga una serie de elementos
dinámicos que la hacen una disciplina pujante y reveladora. Por una parte, se
sostiene en el desarrollo de una metodología rigurosa y formal, que busca
elaborar esquemas de abordaje al texto bíblico que desentrañen los temas
dominantes, las estructuras argumentativas y las ideas teológicas
prevalecientes. No obstante, por otro lado, se destaca por no distanciarse de la
lógica de los textos mismos, sino que se esfuerza por dejar “hablar al texto”
en su originalidad. La Teología Bíblica se toma en serio las tensiones
creativas que en los cuerpos escriturales se expresan en matices, énfasis y
corrientes, lo que permite hablar de una “Teología del libro de Santiago” o de
una “Teología juánica”. Las perspectivas diversas que aparecen en los
distintos libros y las diversas tradiciones de la Biblia se rescatan así del
silencio y la invisibilidad en las que, con frecuencia, las sumerge una
sistematización excesiva. De ese modo, la Teología Bíblica hace posible, con
el resultado de su tarea, que los textos hablen con su aporte específicio y
particular.
En este sentido, hay que señalar que la Teología Bíblica es una especie de
disciplina intermedia entre la exégesis y la hermenéutica, que de por sí misma
nos abre el acceso a los textos específicos de las Escrituras y, de forma
paralela, a los grandes sistemas teológicos en los que las ideas originalmente
escriturales se presentan sumamente estilizadas y mediadas por las
estructuras del dogma. Es “Teología” porque se propone ir más allá de cada
perícopa o texto en particular, para elaborar lecturas y reflexiones de conjunto
en la búsqueda de armonías y disidencias, costuras y discrepancias. Es
“Teología” porque extiende su tarea hasta la construcción de un “logos”, de
un discurso articulado que dé cuenta del mensaje que portan los textos
bíblicos. Es “Bíblica”, porque se esfuerza para que ese discurso articulado
provenga de estructuras subyacentes a los textos. Es “Bíblica” en tanto que se
esfuerza para que la inevitable sistematización de ideas se organice de
acuerdo con las lógicas internas provenientes de los textos mismos. La
Teología Bíblica como disciplina sirve así a la exégesis al elaborar los
grandes conjuntos de pensamiento bíblico en los que el estudio de cada texto
debe ser comprendido. Por otra parte, sirve a la Teología Sistemática al
informarla de los patrones bíblicos en los que adquieren sentido los conceptos
teológicos que organiza y articula. Por último, sirve a la pastoral y a la
iglesia, al facilitar el estudio sistemático y organizado de las Escrituras y
preparar las orientaciones de su aplicación práctica.
Esta obra del doctor A. W. Robertson, a la que tenemos acceso luego de
haber perdido el privilegio de seguir enriqueciéndonos con sus dones de
profesor, tiene la virtud de reponernos su voz y sus principales intereses y
preocupaciones. En un panorama evangélico latinoamericano en el que cada
vez se hace menos teología y se lee menos la Biblia, es un soplo de aire
fresco y una herramienta invalorable. Quienes se interesen por renovar el
estudio del Nuevo Testamento para hacerlo pertinente para nuestro tiempo,
hallarán en esta obra una parada ineludible. Su lectura nos enriquecerá de por
sí, su estudio nos brindará herramientas permanentes para todo estudio
bíblico posterior y nos llevará de regreso, una y otra vez, a las Escrituras, que
es lo mejor que puede decirse de un libro de teología.
Mgt. Eduardo Tatángelo
Decano del IBBA
Primera parte
Introducción, desarrollo
y estructura
I. Definiciones y aspectos principales
1. Generalidades
A Deo docetur, Deum docet, at Deum ducit (La teología es enseñada por
Dios, enseña a Dios y nos lleva a Dios). Esta definición pertenece a Tomás de
Aquino. La teología es un discurso racional acerca de Dios, dice un erudito al
examinar etimológicamente theos y logos . Otro autor mira el término
subjetivamente y lo define como “la ciencia de la religión”, o sea, la suma de
fenómenos religiosos o experiencias del ser humano en su enfoque psíquico,
vista desde una perspectiva antropológica. Si, en cambio, se entiende la
religión de manera objetiva, se arriba a la naturaleza y voluntad de Dios, y
esto nos lleva a tratar con Dios mismo. Otra definición, más generalizada, nos
conduce a decir que la teología es la ciencia acerca de Dios.
Esta obra se concentra en las grandes áreas del título. Es teología y Escritura,
y la integración de ambas conduce a la teología bíblica. A su vez, se
concentra en el Nuevo Testamento (en adelante NT), y lohace en una
perspectiva neorreformada y evangélica. La tercera área es la praxis eclesial,
o sea la práctica y acción de las iglesias que inspiran y expresan los escritos
neotestamentarios a través de la presentación expositiva. Esta praxis
comprende la que deriva de la doctrina, así como el conflicto eclesial
ocasionado por la tensión con el mundo en que viven las comunidades
cristianas.
La palabra neorreformada retiene los principios de la Reforma, los que
constituyen las verdades inmutables de la Palabra de Dios. Los aspectos
esenciales son los redescubiertos por ese acontecimiento, pero sus categorías
de comprensión y aplicación responden al lema: ecclesia reformata-semper
reformanda.
La religión cristiana recibe la contribución de ciertas disciplinas que forman
parte de las ciencias bíblicas, humanas y naturales. La historia, el estudio de
las culturas, la sociología, la antropología, la filosofía de la religión, la
lingüística y el análisis literario tratan del ser humano: su evolución, entorno,
relaciones y expresión, y configuran, así, el escenario de la actividad divina y
de su manifestación general a la humanidad.
El mensaje de la revelación divina se contextualiza en el ser humano y sus
circunstancias para hacerse inteligible. No obstante, el conocimiento y el
papel de esas disciplinas son secundarios y de ninguna manera determinan y
condicionan la esencia de Dios y su revelación. Dice Guthrie que debe
evitarse que esos estudios releguen el texto bíblico a un lugar de menor
importancia (1981:59). Al profundizar estas ideas, podríamos decir que esas
disciplinas de apoyo son más importantes para el estudio de la religión
cristiana y de la revelación general de Dios, que para la revelación divina
especial, o particular.
La teología que enseña y nos lleva a Dios, sólo puede ser enseñada por Dios.
Esta disciplina sagrada nos lleva a la esfera del espíritu y sólo es entendible
por la revelación divina. De la revelación divina general, la Biblia afirma que
la creación y la ley divina nos hablan de la gloria de Dios (Sal. 19); que el ser
supremo “no se dejó a sí mismo sin testimonio” (Hch. 14.17); y que sus
atributos invisibles, su poder y deidad, se han hecho visibles desde la
creación (Ro. 1.20). No obstante, lo que nos concierne principalmente en el
estudio de esta teología bíblica (en adelante TB), es la revelación especial de
Dios que alcanza su manifestación suprema y final “en uno que es Hijo”
(Heb. 1.2). El Hijo de Dios mismo lo afirmó públicamente, según leemos en
el evangelio de San Juan 14.6ss.
El conocimiento de Dios y sus cosas no se adquiere por métodos empíricos,
sino que proviene de su revelación especial, el llamado eficaz y personal y su
gracia irresistible (ver apéndice D). Los instrumentos de este testimonio son
el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, es decir, las Sagradas Escrituras, la
Biblia, el Antiguo Testamento (en adelante AT) y el NT. A su vez, este
testimonio nos lleva al tema de la inspiración divina (2 Ti. 3.16) y al mensaje
de la fe. Cuando hablamos del conocimiento divino y de la fe no nos
restringimos a su percepción intelectual, según nuestro idioma, sino que
tomamos también el sentido de las lenguas originales del mensaje bíblico que
incluye la experiencia relacionada con ese conocimiento. Conocer a Dios, en
el lenguaje cristiano, es tener también experiencia personal de él y sus cosas.
La Palabra de Dios es vida y creación. Es por eso que debemos partir de ella.
En el principio del Génesis aprendemos que “Dios dijo... y fue así”. Disiento
de los eruditos que dan prioridad a la praxis sobre la Palabra. Es natural que
el registro escrito de los hechos salvíficos de Dios haya llegado al hombre
después de ocurridos los mismos, pero esto es sólo para interpretar el origen
de la palabra y el verbo divinos al generar esa praxis.
El tema de nuestro estudio es la TB. Nos ocuparemos en definirla, encontrar
sus raíces, relacionarla con las otras teologías cristianas y examinar sus
aspectos esenciales. El lector encontrará, en parte, una visión sumaria de esta
obra en el Boletín Teológico N° 62 de la Fraternidad Teológica
Latinoamericana (Robertson, 1996:54-78). Pero este libro va más allá: el
tema permanece, básicamente, teológico y bíblico, y su perspectiva es
evangélica y neorreformada. La primera hace a la naturaleza del mensaje
divino: las buenas nuevas de salvación. La segunda presenta esta teología
bíblica evangélica desde la cosmovisión histórica de la Reforma: el retorno a
las fuentes, las Sagradas Escrituras. Tenemos, entonces, la esencia del
estudio: teología bíblica; y la manera de su presentación: evangélica y
neorreformada.
Ante la gran variedad de teologías definidas como tales, existe la necesidad
de confiar en una que, interpretada en el contexto de la revelación divina, sea
enseñada por Dios para conocerlo, llevarnos a él y comprender sus propósitos
para el ser humano y su entorno en los diversos escenarios históricos y
culturales de su existencia.
Nos confrontamos entonces, por un lado, con una profusión ilimitada de
teologías y, por el otro, con la exclusividad de otras. Necesitamos de una
teología que cumpla con la definición de Tomás de Aquino y ante la cual las
otras puedan exhibir la autenticidad de sus títulos.
Por ello, es necesario contar con una TB cuyas raíces se hallen en las
Sagradas Escrituras y que utilice una hermenéutica correcta de las mismas.
Los presupuestos deberán ser objetivos y será Dios mismo quien nos
concederá subjetivamente el aval de su legitimidad. La base de nuestro
enfoque será el presupuesto de fe, alejado de toda presuposición tendenciosa
o racional que observo en muchos títulos teológicos referidos a diversos
temas.
Si carecemos de esa objetividad honesta para discernir una verdadera TB,
habremos de errar en la correcta interpretación del mensaje divino, de lo cual
da testimonio la experiencia del pueblo de Dios en el AT y en el tiempo de
Jesús.
2. ¿Por qué una teología bíblica?
Somos conscientes de la amplia gama de obras teológicas que se despliegan
en bibliotecas, librerías y catálogos. Es posible que algunas sean superfluas, o
con un nombre que no corresponde a la materia, aunque muchas tengan
vinculación con las Sagradas Escrituras.
Las teologías que recurren con igual énfasis a las disciplinas que participan
de la revelación general de Dios tienen que ver más bien sólo con aspectos de
la religión cristiana, cuyos puntos de partida se hallan en la experiencia del
hombre y su interacción con manifestaciones de la realidad divina. En tal
caso, sus consideraciones estarán mayormente centradas en el plano
histórico-religioso, más que en la reflexión sobre la verdad revelada en Jesús
y testificada por los escritos proféticos y apostólicos.
Si el lector cree que nuestro criterio es muy exclusivo, ¿qué diríamos de
Bultmann (1981) que, por otras razones, sólo acepta dos teologías en el NT:
la de Juan y Pablo? Agrega que los evangelios y demás escritos son meros
presupuestos para la teología.
Hace dos mil años Israel condicionó el perfil de su Mesías a determinados
presupuestos y expectativas. En líneas generales, el Jesús de los evangelios
presentó una realidad muy diferente de la hermenéutica aplicada por los
líderes religiosos judíos. Esta, sumada a la frustración del pueblo, hace decir
a muchos que fracasó. Sin embargo, el relato bíblico y el acontecimiento
Jesús revelado en las Escrituras, y avalado por estos dos mil años de historia,
muestran una perspectiva opuesta: Jesús no fracasó, sino que triunfó y fue
erigido como Señor, Rey y Salvador.
El conocimiento del AT y su mensaje está develado por el NT, a través de la
hermenéutica del mismo Jesús y sus apóstoles. La ley, los profetas y los
salmos hablan del Jesús de los evangelios (Lc. 24.44) y no del supuesto
Mesías dictado por los prejuicios y presupuestos de los líderes religiosos
judíos. Para un estudio detallado de este importante tema, ver El Antiguo
Testamento en el Nuevo (Robertson, 1996a), dado que la presente obra
examina estosasuntos en exclusiva relación con la Palabra de Dios, adecuada
a su contexto y siguiendo el modelo de interpretación de aquel que constituye
la revelación divina suprema y final.
¿Por qué una TB? Todo lo precitado explica su papel fundamental en
presentar la verdad. Como respuesta me aventuro a decir que las teologías
existentes deberán pasar el examen de la TB. Sólo ésta podrá autenticar la
validez de sus premisas y conclusiones, según aquéllas se conformen a la
autoridad normativa de la Palabra de Dios. Ampliando el contexto de Isaías
8.20, creo que debería aplicarse la prueba veterotestamentaria para conocer la
legitimidad de esas teologías: “A la ley y al testimonio”.
3. La teología bíblica y las otras teologías
Las comparaciones más corrientes nos llevan a la relación de la TB con la
teología sistemática, la dogmática y la práctica. A esto debemos agregar que
la TB es una rama de la teología exegética y está profundamente asociada con
la teología histórica.
El lugar preponderante de la TB no descarta la validez e importancia de las
otras. Estas también apelan a las Sagradas Escrituras como fundamento de
sus postulados y no son, por ello, menos bíblicas, aunque sus metodologías y
estructuras difieran de la TB.
No obstante, existen diferencias. La teología sistemática (llamada la “reina de
la teologías”) agrupa las verdades bíblicas bajo temas y denota un aspecto
estático y “circular”. La TB (diría, la “madre de las teologías”) tiende a ser
dinámica y se proyecta en forma “lineal”. La TB constituye el registro de la
revelación de Dios que encuentra su punto máximo en su Hijo, Jesucristo (Jn.
1.18, 14.6ss., Col. 2.9, 1 Ti. 3.16, Heb. 1.2). Para ello tiene como punto de
partida la exégesis del texto bíblico y proyecta progresivamente la persona y
los acontecimientos salvíficos de Dios en la historia de la humanidad,
comenzando en el AT para arribar al hecho de Jesús y sus implicancias en el
NT. En el caso de nuestro estudio, notaremos que esa revelación no se limita
a las dimensiones espacio-temporales, sino que procede de la eternidad, se
hace entendible por el ser humano en su historia y experiencia y retorna a la
eternidad con un trofeo de gloria: la nueva humanidad y un nuevo cosmos en
Jesucristo.
Así es como la TB constituye el fundamento dinámico sobre el que se apoyan
las teologías sistemática, dogmática y práctica. Ya expresamos que el
testimonio exegético de la Palabra divina y su progresión autenticará lo que
es válido en las otras teologías. La TB también contribuye a las teologías
regionales que se han multiplicado, como la teología de la liberación
(Gutiérrez, 1971; Gibellini, 1975; Kirk, 1979; Núñez, 1986; Boff, 1975;
Sobrino, 1982; Míguez Bonino, 1977); la teología negra (Cone, 1970) y la
teología latinoamericana en un sentido más amplio (Padilla, 1975, 1986;
Escobar, 1985, 1994) (ver apéndice E).
La TB ocupa un lugar intermedio entre el estudio histórico de las Escrituras y
su uso por la iglesia en la teología dogmática. Dice Martens que la TB
investiga los temas presentados en las Escrituras, define sus interrelaciones y
busca el corazón teológico de los escritos sagrados (1977:123-132). Además
de constituir una teología necesaria como fundamento e integración de las
otras, la TB está considerada hoy como una disciplina de cooperación, con un
uso necesario para los eruditos de las otras teologías.
Hemos mencionado la relación entre la TB y la teología exegética. Esta sirve
de fundamento para la anterior. Recomendamos a Kaiser, Jr. (1994), quien
escribió un excelente libro sobre la misma. Coincido con su discusión inicial
sobre la falta de Biblia en las iglesias contemporáneas. Ya hice notar este
problema en un breve artículo: “¿Una iglesia sin Biblia?” (Robertson, 1996c).
Kaiser, Jr. menciona un texto detallado de Smart (1970), acerca del extraño
silencio de las Escrituras en la iglesia (1994:17, 21), y nombra también a
Landes (1970/71:273-298).
Si se toma en consideración el lugar de la teología exegética y la TB como
fundamento de las otras, de las crisis de éstas (la consecuente ignorancia de la
Palabra de Dios y una hermenéutica cada vez más distorsionada) no es
extraño derivar conclusiones sobre la crisis de la iglesia, la que afecta su
doctrina, su ética y su liturgia. Dice Kaiser, Jr.: “La iglesia y la Escritura
están firmes o caen juntas” (1994:7). Bengel ya lo había expresado en 1742:
“La Escritura es el fundamento de la iglesia; la iglesia es guardiana de la
Escritura. Cuando la Escritura goza de buena salud, la luz de las Escrituras
brilla resplandeciente; cuando la iglesia está enferma, la Escritura se corroe
por negligencia” (1857/58:I.7).
Me permito hacer aquí una digresión: aun la homilética está afectada con la
presente popularidad de los mensajes topicales en detrimento de la
predicación expositiva con raíces exegéticas. Kaiser, Jr. recomendó a sus
alumnos que predicaran un sermón topical sólo una vez cada cinco años y, de
inmediato, arrepentirse y pedir perdón a Dios (1994:19). La predicación
expositiva, una condición sine qua non para aplicar la TB, exige una adecuada
preparación exegética, la proclamación y enseñanza del mensaje divino en su
debido contexto, y luego la aplicación correspondiente del genuino consejo
de Dios en el terreno práctico de la vida.
Estas consideraciones ratifican el lugar preeminente de la TB y sus usos en
relación con las otras teologías y en su aplicación en el ministerio de la
iglesia.
4. El desarrollo histórico de la teología bíblica
En el siglo I la iglesia se nutrió de la Palabra sagrada, proclamada y enseñada
por Jesús y los apóstoles, con una hermenéutica cristocéntrica del AT. La
iglesia posapostólica se apartó muy pronto de aquella interpretación: la
escuela alejandrina, influenciada por el neoplatonismo, dio rienda suelta a sus
fantasías alegóricas, mientras que la escuela de Antioquía se adhirió a la
interpretación literal. En la Edad Media la iglesia elaboró su teología
dogmática y escolástica con una creciente proliferación de tradiciones
eclesiásticas. La Biblia quedaba relegada con el paso del tiempo, salvo para
algunas figuras notorias en la historia de la iglesia.
La Reforma con su lema “Sola Scriptura” y la ruptura con las tradiciones
eclesiásticas, recuperó para la iglesia el papel central de la Biblia y elaboró
una TB enfatizando la interpretación literal sobre la alegórica. El período de
la posrreforma hasta el Racionalismo (siglo XVII), mostró el creciente uso de
las Escrituras para los distintos sistemas teológicos.
Gabler (1787:98), en un discurso inaugural, fue el primero en diferenciar la
TB de la teología dogmática. La primera es descriptiva y la segunda
constructiva. La TB tiene un fundamento histórico, pero Gabler sostenía que
la razón debería prevalecer sobre las ideas históricas del pasado (
rationalismus vulgaris ).
La crítica histórica moderna (siglos XVIII y XIX) enfatizó el concepto de
historias de la religión bíblica, en el lugar del concepto reformado de la TB.
Predominaba la autonomía de la razón humana sobre la inspiración divina.
Este enfoque racionalista fue gradualmente desplazado por la metafísica
especulativa de Hegel y su visión dialéctica de la historia. A comienzos del
siglo XIX, Baur trató de unir las funciones descriptivas y normativas en una.
Enfatizó la tensión de las facciones judeopetrina y gentilpaulina. La
influencia de Baur dio lugar a la “Escuela de Tubinga”. Holtzmann (1897),
un liberal clásico de este movimiento histórico, rechazó la autenticidad del
texto. Otros liberales incluyeron a Wernle y von Harnack. Entre ellos,
Pfleiderer, Wrede (1897) y Weinel enfatizaron la experiencia religiosa.
En el siglo XIX y comienzos del XX, se notó una reacción conservadora en
relación con el texto de las Sagradas Escrituras. Debe mencionarse a
Hofmann, Hengstenberg, Tholuck, Zahn, Feine, B. Weiss, Büschel,
Beyschlag y Stauffer. El trabajo más influyente fue el de Schlatter (1922/23),
quien dijo que “el presente tiene interacción con el pasado para clarificar elpasado”. Schlatter enfatizó la doctrina y aproximó la TB con la dogmática.
Wrede (1897) en un ensayo citado por Morgan (1973:68-116) enfatizó la
religión más que la teología. La teología del NT tiene que ver con la historia
de la religión del cristianismo primitivo y, por ello, debería ser una disciplina
descriptiva con un enfoque histórico que tome en cuenta los factores
culturales y religiosos de esa época.
Schweitzer (1967), siguiendo a J. Weiss, interpretó a Jesús en el contexto de
una escatología realizada y respondió a Wrede, en particular a su obra sobre
el secreto mesiánico en el evangelio (1901). Kähler preparó el debate
moderno acerca del “Jesús de la historia” y el “Cristo de la fe” y así
acompañó a Wrede(1901), aunque con diferencias. Bultmann (1981), bajo la
influencia existencialista de Heidegger, cuestionó la historicidad de Jesús
según los evangelios y mantuvo la permanente relevancia del texto sobre la
base de sucesivas re-interpretaciones. Era necesario desmitologizar
previamente el texto y distinguir entre lo que los autores del NT dijeron de lo
que significaron. Bultmann, como vimos anteriormente, sólo reconoció dos
teologías del NT, las de Juan y Pablo. El mensaje de Jesús es sólo un
presupuesto de la teología del NT y no parte de ella. Lo que vale es el
encuentro existencial con el Cristo de la fe. El texto bíblico examina a la
persona y lo que interesa es que se produzca un encuentro personal de la
misma con el texto hasta lograr su integración y así alcanzar al “ser”. El
rechazo de Bultmann al concepto histórico ortodoxo y su actitud negativa al
Jesús histórico hicieron que Barth lo acusara de docetista.
A mediados del siglo actual, Kümmel (1972) enfatizó el kerigma asociado
con el Jesús histórico. Esta interpretación kerigmática había sido precedida
por el trabajo de Dodd, elaborado en varias publicaciones, como un
desarrollo unificado del NT. La nueva búsqueda del Jesús histórico está
enfatizada por la escuela posbultmanniana, en particular Käsemann,
Robinson, Bornkamm y Conzelmann. Deben citarse también, aunque en un
contexto más independiente, las obras de Goppelt (1975/76) y Jeremías
(1974) con referencia al Jesús histórico.
Así es que el comienzo del presente siglo experimentó un retorno a la Biblia
y un movimiento positivo hacia la TB. Probablemente, comenzó con el
trabajo de Karl Barth (1933) y su contribución a la dogmática y la cristología.
Se destacan, además, Eichrodt (AT); Wheeler Robinson (AT); von Rad (AT);
Vischer (AT); Rowley (AT); Meinertz (NT); Schelkle (NT).
Oscar Cullmann (ver bibliografía) merece un lugar prominente con su énfasis
en la heilsgeschichte (historia de la salvación). La teología es el significado de
lo histórico en el tiempo, y así respondió a Bultmann al afirmar que el
pensamiento bíblico es histórico. La revelación de Dios se muestra en
acontecimientos que enfatizan la acción divina.
Alan Richardson (1958) asumió el enfoque kerigmático y enfatizó la realidad
de Jesús, y no el producto imaginario de las comunidades primitivas. La TB
interpreta la historia bíblica desde una perspectiva de la fe bíblica.
Autores conservadores como Guthrie (1981), Morris (1986) y Ladd (1993)
siguieron en muchos aspectos el énfasis histórico y salvífico de Cullmann y
la unidad teológica del NT. La mayoría de estos eruditos han escrito más bien
teologías del NT, pero Geerhardus Vos (1948) es, en mi opinión, el que
presentó una TB en su forma más genuina. Este autor sigue una metodología
consecuente con la definición de la TB, al partir de la exégesis del texto.
Reúne, a la vez, la revelación progresiva de Dios en la historia con la teología
del pacto. Las otras son ciertamente bíblicas y muy valiosas, pero tienden a
sistematizar los grandes temas.
El “movimiento de la TB” comenzó a declinar en la segunda mitad del siglo
actual, y en 1969 Grant pronunció la “muerte de la TB”. Childs (1970)
rebatió esa postura. La contribución de este autor a la TB es importante por
su énfasis en la integridad del canon. En su obra imputa la crisis de la TB al
deseo de combinar una metodología crítica y liberal con una normativa
bíblico-teológica. Este movimiento fracasó en establecer el puente entre la
exégesis y la teología. La Biblia es inspirada y, a la vez, vehículo normativo
de la revelación. Childs resumió cinco énfasis en el “movimiento de la TB”:
el redescubrimiento de la dimensión teológica; la unidad de la Biblia; la
revelación de Dios en la historia; el carácter distintivo de la mentalidad
bíblica (el contraste del pensamiento hebreo con el griego); el contraste de la
Biblia con su entorno.
Reventlow, en su prefacio, definió la TB como una disciplina exegética,
hermenéutica y sistemática, y agregó: “Queda aún por escribirse una TB”
(1983). Esta TB futura resultará de los métodos actuales y de la interrelación
de la reflexión teológica sobre la verdad revelada en el contexto de la
experiencia de hoy. Así surgirán nuevos paradigmas que emerjan de una
evolución dinámica de la TB.
5. Unidad y diversidad
Este tema está estrechamente vinculado con las bases de la TB que ostentan
un lugar esencial de la revelación divina en Jesucristo. Estos presupuestos
asumen la inspiración divina de toda la Escritura, la canonicidad de los libros
que integran el AT y el NT, así como el mensaje de la fe como punto de
partida para la TB.
La TB comprende a toda la Biblia, y debemos establecer primero la unidad y
la diversidad en la relación entre ambos testamentos.
Básicamente existe una relación histórica, pero es necesario
examinar, asimismo, la relación teológica. Existen también
otros niveles de relación que incluyen, principalmente,
aspectos culturales, literarios y lingüísticos.
Hay diversos enfoques en cuanto a la interpretación de la
relación entre los testamentos, como, por ejemplo, el literal y
el alegórico. También se ha enfatizado el aspecto de desarrollo
y revelación divina de los dos pactos. No obstante, ha existido
consenso en discernir el carácter cristológico de ambos. Esto
les ha dado coherencia, unidad y armonía.
El estudio del AT en el NT también requiere una TB integral
en la que debe reconocerse la integridad y unidad teológica en
medio de la diversidad de sus autores (Robertson, 1996a:11,
13).
La persona de Jesús es la clave hermenéutica para entender el AT. Estos
estudios hablan de épocas distintas y autores diferentes con diversas
personalidades, modelados por trasfondos y entornos muy variados.
Determinadas escuelas prefieren definir la Biblia como una suma de teologías
diferentes, según sus autores en las condiciones antes mencionadas. Se hace
énfasis en la diversidad y se omite o relega el concepto de unidad.
Esta introducción nos lleva a una teología bíblica del NT (en adelante
TBNT). Aun prescindiendo de las dificultades que presenta el AT en relación
con los aspectos de unidad y diversidad, el NT, objeto de este trabajo,
también contiene complejos elementos para examinar en los aspectos que nos
ocupan. Tomemos los contrastes entre un Mateo, Juan, Pablo, Pedro y
Santiago. Notemos también la diferencia entre los evangelistas, por un lado, y
Pablo y el autor de Hebreos, por el otro. Como ilustración, se ha planteado la
relación entre las enseñanzas de Jesús y la teología paulina: ¿oscureció Pablo
las enseñanzas de Jesús, las clarificó o las desarrolló? Según Guthrie, el
problema de la relación entre ambos está referido, principalmente, a los
siguientes temas: el conocimiento que tenía Pablo del Jesús histórico; a
cuáles fueron las tradiciones recibidas por el apóstol acerca del Jesús
histórico (dos ejemplos son: 1 Co. 15.1ss., y la cena del Señor en 1 Co.
11.23ss.); y a que Pablo introduce varios conceptos ausentes en las
enseñanzas de Jesús acerca de su persona y obra (1981:52-53).
Un aspecto importante en la diversidad que encontramos en el NT es el
cambio de escenario de la predicación y enseñanza de Jesús y Pedro en un
medio judío, al de Pablo y otros apóstoles en un entorno helenista. En el
último caso, es lógico apreciar variantesen la presentación para una
audiencia gentil alejada de los conceptos hebreos provenientes del AT y
utilizados en los evangelios. Así es como diferentes autores
neotestamentarios adoptan expresiones relacionadas con sus objetivos. Esto a
su vez plantea la pregunta, al comparar los evangelios, Hechos y las epístolas,
de si el kerigma original tuvo un proceso de desarrollo. Guthrie expresa que
“el kerigma es el eslabón entre el Jesús histórico y las epístolas” (1981:58).
En el curso de nuestra obra esperamos satisfacer esta pregunta. Las bases de
la unidad en la teología del NT se hallan en la persona y obra de Jesucristo;
en el tema del cumplimiento, que asegura el concepto de continuidad; en la
idea de comunidad; en la esperanza futura; y en el Espíritu (Guthrie, 1981:54-
56). Ladd descarta que la diversidad haya destruido la unidad de la TB.
Enfatiza que esta concepción, tan radical en el pasado, ha dado lugar a un
reconocimiento de la unidad en el tiempo presente. Encuentra que la
diversidad enriquece la teología del NT y que no debe ser sacrificada. Debe
rechazarse un tratamiento monocromático de los grandes temas redentores y,
por el contrario, recalcar el desarrollo, progreso y diversidad en los
significados de estos acontecimientos (1993:28). El tema de la unidad y la
diversidad en el NT está analizada en forma exhaustiva por Dunn (1994), y
recomendamos su lectura.
Aun en la variedad de autores, escenarios y culturas de la Biblia, discernimos
la coherencia de todo su mensaje y comprobamos que la unidad existe en
medio de la diversidad de los instrumentos divinos. Esta unidad deriva de la
inspiración del Espíritu Santo, y la diversidad en dicha unidad enriquece el
mensaje, antes que reducir su nivel o crear contradicciones.
Reventlow, al examinar nuevos enfoques en la TB, enfatiza la necesidad de
explicar el entendimiento integral de la Biblia y así plantear los problemas
que surgen de la variedad de testigos y de la unidad interna de las Escrituras
(1983).
6. La estructura de la teología bíblica
Este tema hace al corazón y esencia de la TB. Scobie distingue en su historia
tres enfoques estructurales: el sistemático, el histórico y el temático
(1991:42.2, 164).
El sistemático, utilizado desde la Reforma hasta comienzos del siglo XVIII,
se basó sobre el modelo de la dicta probantia , insertando “textos de prueba”
al contenido de la teología dogmática.
Tenemos obras valiosas, como la de Guthrie (1981), que proveen una forma
híbrida de un enfoque sistemático con el histórico, prevaleciendo el primero.
Eichrodt se opone a este acercamiento, pues le encuentra “categorías extrañas
al pensamiento bíblico” (1975). Dice Terrien que tales intentos heredan el
pensamiento conceptual platónico y la lógica aristotélica, y traducen la fuerza
especial de la fe bíblica al idioma extraño de la exposición didáctica
(1978:34).
El enfoque histórico resultó de la tendencia en los siglos XVIII y principios
del XIX de dar más prioridad a la Biblia como un texto histórico que como
uno de teología sistemática. Para ello se sigue el orden histórico y
cronológico de la revelación divina en Israel y en la iglesia primitiva, según
el orden canónico de los libros sagrados. Es importante considerar en el siglo
XX el enfoque histórico de von Rad, aunque difiera de otros autores. Este
teólogo rechazó toda suerte de esquemas sistemáticos y expresó que la
teología del AT es kerigmática y confesional al testificar la actividad divina
en la historia. Dice Scobie que von Rad hace justicia a la diversidad de los
escritores y su argumento se fortalece en ese enfoque histórico. A la vez
demuestra el desarrollo del pensamiento bíblico (1991:42.2, 173).
El enfoque temático modela el tratamiento de la TB alrededor de temas o
tópicos que provienen del material bíblico y no están impuestos por sistemas
dogmáticos predeterminados.
Como ejemplos tenemos la teología federal (Coecio), la teología del pacto
(Eichrodt), la justificación por la fe (Lutero), la historia de los hechos
salvíficos de Dios (von Rad, Cullmann, Goppelt, Ladd), la vida (Klein) y la
presencia de Dios (Terrien).
En un seminario de profesores bautistas de los EE.UU., se arribó a la
conclusión de que el gran tema de la Biblia es la reconciliación del hombre
con Dios. Ciertamente, este enfoque tiene muchos méritos. Schillebeeckx
(1980-1983) presenta un aspecto interesante de la teología católica
posvaticano segundo, cuando muestra que el centro de la teología del NT es
el acontecimiento salvífico en Jesús junto con la experiencia de la salvación.
No obstante, sería imposible encontrar un solo tema como centro vital del
mensaje de la TB. Es indudable que la realidad es politemática, aunque
algunos tópicos de la estructura de la TB sean prioritarios sobre otros.
Scobie sugiere cuatro temas para emplear en una TB: el orden de Dios, el
siervo de Dios, el pueblo de Dios y el camino de Dios (1991:42.2, 187).
Pienso que todas éstas son ideas excelentes y realistas que hacen al mensaje
de Dios en la Biblia, aunque me inclino a considerar que los temas
predominantes son el pacto y los hechos salvíficos y progresivos de Dios en
la historia del hombre. Pero a su vez, éstos son instrumentos del pensamiento
más profundo que permea el mensaje bíblico. El hilo conductor que corre
desde la eternidad, continúa en la historia del hombre y se proyecta hacia la
eternidad es el amor sacrificial de Dios en Jesucristo (Jn. 3.16). Es el amor
del Padre que dio todo en su Hijo; es el amor de Jesucristo que vivió en
humillación y murió en la vergonzosa cruz por el ser humano pecador; es el
amor del Espíritu Santo que se digna de habitar en criaturas como nosotros;
es el amor del discípulo que lleva la cruz de su Señor y Maestro en esta vida,
por amor de su prójimo. Pablo lo expone de manera definitiva en 1 Corintios
13.
El aspecto estructural de la TB tiene un énfasis progresivo. Para interpretarlo
debidamente, debemos notar la manera en que Dios revela su obra redentora
basada sobre el amor ( ágape ) y la manera en que devela con creciente
claridad en el texto sagrado el misterio de sus propósitos que culminan en la
manifestación de su Hijo, Jesucristo. Cualquiera sea la estructura que se
defina para la TB, deberá reflejar dinámicamente este acontecimiento central:
el hecho de Jesús. Los tópicos a examinar deberán mostrar esa relación con
Cristo, su persona y su obra, tanto en el proceso histórico como en la
reflexión teológica acerca de su significado.
7. Metodología de la teología bíblica
Moffatt (1994), profesor del Instituto Bíblico Buenos Aires, en un ensayo
monográfico propone algunas opciones metodológicas como punto de partida
para hacer una TB:
a) fenomenología de la revelación;
b) la fe como condición previa para conocer la TB;
c) definición de lo objetivo y subjetivo en la TB:
d) la comunidad de fe en la epistemología de una TB y el proceso del canon
como condición;
e) el “fin” como punto de partida de la TB;
f) dialéctica metodológica entre el fin y el principio;
g) lo progresivo como plenificación de lo simbólico por la realización;
h) niveles de relevancia revelacional;
i) tensión entre historia y existencia;
j) el Espíritu Santo como superación del obstáculo epistemológico entre el ser
humano y Dios.
Es difícil elaborar una TBNT per se , si se tiene en cuenta la estrecha
interrelación del AT y el NT. Los principios de proclamación, promesa,
cumplimiento y consumación corren el riesgo de quedar oscurecidos por un
tratamiento parcial de las Escrituras, con los peligros de distorsión en la
unidad del mensaje divino.
Otro problema metodológico de la TBNT surge de la selección exegética de
un texto como punto de partida para proyectar progresivamente el mensaje
divino, en lugar del modelo menos riesgoso de la teología sistemática. ¿Cómo
obviar la vulnerabilidad de caer en un “canon dentro del canon” al escoger
los pasajes neotestamentarios? Quizá la única protección a ese posible riesgo
será demostrar que las opciones que se toman, sólo tienen que vercon el
propósito del trabajo y no detractan necesariamente la validez del resto de los
pasajes, igualmente importantes en relación con otros contextos y estudios.
Por ejemplo, Mateo 11, Marcos 1.1-12, Lucas 4.16-30 son pasajes que
constituyen hitos en el trayecto histórico de la revelación divina y
contribuyen a la elaboración de la TBNT. No obstante, los relatos de Mateo
8, el milagro de Marcos 6.30-44 y la misión de los setenta de Lucas 10.1-12
no son menos relevantes en el mensaje del NT y, canónicamente, de igual
importancia.
Antes de proceder con la metodología en la presentación de esta obra
(primero, la histórica; y segundo, su interpretación teológica) debemos
resolver cuestionamientos a la revelación divina en el contexto histórico,
particularmente si se enfatizan el medio revelador de “la palabra” o “los
hechos salvíficos de Dios”. Lemke expresa que la solución se halla en una
yuxtaposición e interacción mutua entre los hechos históricos y su
interpretación, la actividad divina en la historia y la palabra que la describe.
Nunca debe sobreenfatizarse un aspecto en detrimento del otro, pues es así
como la revelación divina en la historia se hace incoherente (1982:45-46).
Nuestra TBNT necesita de la revelación histórica de Dios en los evangelios
sinópticos, Hechos y Apocalipsis, así como su correcta interpretación
teológica por Juan, Pablo y Hebreos. Pokorny identifica la solución que
intentamos alcanzar por esta metodología bajo tres áreas: la relación entre
revelación e historia, revelación y teología (el problema hermenéutico) y
revelación y Biblia (la relación entre el AT y NT) (1993:85-91).
Por ello, la lectura del mensaje de Dios en nuestra TBNT nos lleva a
considerar en la primera parte, la introducción, el desarrollo y las
características de esta disciplina y su estructura. La segunda parte muestra la
revelación divina en su contexto histórico, según los evangelios sinópticos
para culminar en la persona y obra de Jesús. Estos acontecimientos llevan a
su proclamación por la iglesia, según Hechos y, finalmente, a su
consumación en Apocalipsis, tomando este libro bajo el enfoque historicista,
a la vez que profético.
La tercera parte de esta obra tiene que ver con la reflexión teológica de Juan,
Pablo y el autor de Hebreos, en la búsqueda del significado de aquellos
acontecimientos históricos. El enfoque es doble: el temático y el que procede
de la presentación expositiva, con elementos de la praxis eclesial. Las
epístolas universales complementan el mensaje con temas que hacen a la vida
de las iglesias del siglo I, incluyendo asuntos éticos, herejías y conflictos. La
cuarta parte concluye con la relación entre los libros neotestamentarios, una
recapitulación y la proyección al orden eterno. Los apéndices tratan en más
detalle determinados temas de importancia que surgen de la obra.
Así es que se integran los aspectos históricos y teológicos que surgen de la
exégesis del texto neotestamentario. Se cumple, de esa manera, lo expresado
por Vos: “el hecho a ser interpretado y las interpretaciones posteriores a
dicho hecho” (1948:325).
Esta obra no pretende elaborar una enciclopedia de temas y sus respectivos
textos bíblicos de manera exhaustiva. El propósito es hacer una TB con
particular énfasis en la metodología que resulte la más apropiada para la
definición de la TB. Las bases se hallan en la exégesis, la revelación
progresiva de los hechos salvíficos de Dios y su culminación suprema y final
en Jesucristo. Para ello se respeta el orden canónico y se asume la total
inspiración divina de las Sagradas Escrituras, conforme a los documentos
originales.
La segunda parte, que presenta la secuencia histórica en la revelación divina,
se hace más sencilla que la tercera. Esta última constituye la revelación
divina que surge de la reflexión teológica, principalmente de Juan, Pablo y el
autor de Hebreos. Si bien aceptamos que pudo haber un desarrollo doctrinal
en la iglesia primitiva y que éste resultó, básicamente, de la experiencia y
conflictos de la proclamación en las iglesias, discrepamos con la idea de que
la reflexión haya generado verdades no comprendidas en la persona y obra de
Jesucristo. Tampoco aceptamos un canon abierto a la posibilidad de agregar
tradiciones eclesiásticas o nuevas revelaciones que las manifiestas, o
subyacentes, en la obra final, perfecta y suprema de Dios en su Hijo. Toda
creencia actual que no surja de una iluminación de lo ya revelado, sea de
manera explícita, o latente, debe descartarse. Las citas bíblicas que utilizamos
son aquéllas necesarias para mostrar las situaciones históricas y expresar los
significados teológicos. Las referencias no pretenden ser exhaustivas. El
lector que busque esto lo encontrará en comentarios exegéticos sobre los
libros sagrados.
La TBNT que nos proponemos elaborar tendrá como punto de partida el texto
bíblico, su exégesis en el contexto del pasaje, con su debida hermenéutica, y
el lugar que tiene el mensaje divino en la revelación escrita.
Si bien no debe desconocerse la importancia de la revelación general de Dios,
se enfatizará la esencia de la revelación divina especial aplicada en forma
particular y eficaz, conforme con los principios de la fe bíblica y
neorreformada (ver apéndice D).
8. Misterio y revelación
La teología sólo puede actuar sobre el área de conocimiento que proviene de
la revelación divina. Fuera de la misma existe lo eterno, que corresponde al
misterio de Dios. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios; mas
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que
cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29.29).
Las palabras de la revelación están en la Biblia —el AT y el NT—, y la
reflexión humana no puede trascender sus fronteras. Cualquier teología que
pretenda explicarlo todo se convierte en falsa y presuntuosa. Los signos de
una teología genuina están expresados por la proyección desde y hacia el
misterio divino y eterno de cada hecho y enseñanza.
La verdadera teología no puede cerrar y reconciliar sus argumentos siguiendo
el razonamiento humano. Siempre deberá mantener abiertos sus extremos,
como ventanas que se abren al infinito por medio de la fe. Su actividad sólo
podrá mantenerse en el espectro de lo revelado, pero esto no le garantiza al
ser humano respuestas a todas sus preguntas e inquietudes.
Esto explica las continuas tensiones del mensaje bíblico y sus aparentes
paradojas, al menos para la mente humana. Un ejemplo clásico es el
interrogante irreconciliable (según la lógica del ser humano) entre los
decretos soberanos de Dios y la responsabilidad moral del hombre. Un grave
peligro de las teologías dogmáticas y prácticas, así como de los sistemas
teológicos y tradiciones, es intentar aseveraciones dogmáticas que van más
allá del área de lo revelado. La historia de la iglesia tiene un triste registro de
los conflictos provocados por estos dogmas.
Las cosas reveladas no constituyen el todo de Dios, sino lo que es necesario
para que sus criaturas lo conozcan, se gloríen en sus designios —sus hechos
salvíficos en la historia— y arriben a la culminación de su revelación en la
persona de Jesús. Todo intento de llevar más allá un curso indefinido de
causa y efecto conduce al fracaso. Toda doctrina en el plano revelado tiene un
proceso de apertura y clausura para la comprensión humana, en particular,
cuando se interrelaciona con otras doctrinas de la revelación. Es por ello que
la verdad bíblica debe leerse en el contexto integral y canónico de todo el
consejo de Dios y nunca de manera aislada. Sólo así mantiene su validez y
equilibrio espiritual, porque el Dios, solo sabio y soberano, es justicia, verdad
y amor a la vez, y nunca se contradice. La TBNT debe elaborarse sobre estas
premisas y tener presente la delicada armonía y coherencia de todos los
atributos divinos. Lo que trasciende y es inexplicable, sólo puede aceptarse
por la fe, la misma fe que elabora los presupuestos para comprender, aun, lo
revelado.
9. Diagrama
La figura que siguebusca ilustrar la metodología que se propone para la
TBNT. El plano horizontal representa el trayecto histórico de la revelación
divina basado sobre los hechos salvíficos de Dios, e incluye el AT, a Juan el
Bautista, Jesús y los evangelios sinópticos, así como Hechos (la
proclamación) y el Apocalipsis (la consumación de la manifestación divina
en la historia de la humanidad). Este plano se ubica en el entorno de la
eternidad, desde y hacia el cual se proyecta la dimensión espacio-temporal de
esa revelación.
El plano vertical contiene la suma de reflexiones que hacen al significado
teológico del hecho histórico de Jesús. Incluye a Juan, Pablo, Hebreos y las
epístolas universales.
En esta forma tenemos diagramados los acontecimientos de la redención y la
interpretación de los mismos.
El centro y eje de ambos planos está en el acontecimiento Jesús, su persona y
obra en la cruz, su resurrección, exaltación en gloria y su retorno personal
para consumar los propósitos de Dios en todas las cosas.
La revelación divina se hace suprema y final “en uno que es Hijo”
(Jesucristo), según Hebreos 1.2. No puede añadirse ni quitarse elemento
alguno a dicha manifestación. Queda para la iglesia profundizar el
conocimiento y experiencia que, por la iluminación del Espíritu Santo, se
hacen infinitos en los sentidos históricos y teológicos de ambos planos.
Segunda parte
La revelación divina en la historia, su proclamación
y consumación
II. Metodología de
la perspectiva histórica
Esta segunda parte de la obra expone el contenido de la dimensión horizontal
que muestra el diagrama. Corresponde a la fase histórica de la revelación
progresiva de Dios y sus hechos salvíficos espacio-temporales.
El mensaje de salvación no constituye una abstracción filosófica, sino que
tiene fundamentos tangibles en la historia humana. Los hechos salvíficos de
Dios, que se consuman en Jesús y dan lugar a su proclamación y
consumación, tienen íntima relación con el ser humano y su entorno. Dios ha
visitado a la humanidad y se ha identificado con la misma, aparte del pecado,
en la persona de su Hijo, Jesucristo. La redención y reconciliación del ser
humano se gestó en la eternidad, pero se plasmó en este mundo.
La condición insensible de la humanidad hizo que Dios tuviese que adaptar
su revelación y propósitos de gracia a un proceso inteligible. Sus criaturas
recorrieron un largo trayecto histórico y teológico para comprender sus
propósitos, siempre sujetas a la autorrevelación divina, en un desarrollo
progresivo. Así es que toda lectura de la Biblia, AT y NT, contiene una base
histórica para la cual debe añadirse la hermenéutica de los acontecimientos a
la luz de sus claves de interpretación.
En la dimensión horizontal que ilustra el proceso histórico, sólo se logra una
manifestación velada de la realidad espiritual. El AT debe ser interpretado
por el NT, y la clave hermenéutica es Jesús en el contexto de la fe. El
significado integral requiere la reflexión teológica de los apóstoles
neotestamentarios. Esto será examinado en la tercera parte de la obra. Pero la
interpretación doctrinal no tendría sentido sin la realidad histórica. Aquí
aflora la debilidad teológica existencial de Bultmann. Este erudito adjudica
escasa relevancia al Jesús histórico y acepta los relatos como productos de las
tradiciones de las comunidades primitivas. Así procede a enfatizar, casi
exclusivamente, el encuentro personal con el Cristo de la fe.
Buena parte de la iglesia contemporánea, aun sin profesar este enfoque
existencial, a menudo procede según el criterio bultmanniano. Este siglo
testifica de un mayor énfasis en el Cristo paulino que en el Jesús de los
evangelios sinópticos, dando, a veces, una impresión docetista. Una fe bíblica
y equilibrada traza el camino al Cristo de la fe sólo a través del Jesús
histórico de los evangelios. Esto explica que tantos cristianos tengan
imágenes dispares de Jesús al subordinar su personalidad a experiencias
subjetivas, sin la unicidad y precisión que concede el acontecimiento
histórico como punto de partida objetivo. ¿En qué Cristo creemos?
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13.8). Es el
mismo de los evangelios y el Señor glorificado que muestra el Apocalipsis
1.13ss.
En nuestra introducción enfatizamos la prioridad de la palabra divina sobre
todo lo creado (capítulo I.1), pues la fe viene por el oír la palabra de Dios
(Ro. 10.17). Esta afirmación se halla en el contexto de la predicación del
mensaje y supone un entorno tangible y audible. El principio se hace notorio
en la revelación divina del Hijo, Jesucristo, y hace que su persona y obra
redentora (prometidas en el AT) tengan su cumplimiento en el NT. Esta
revelación se manifiesta como hombre y está avalada por testigos (sus
apóstoles y profetas) (1 Jn. 1.1-3, 2 P. 1.16-18). También expresó Pedro: “Y
nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo...”
(Hch. 5.32).
El mensaje de Dios trata de una persona (Jesús) y de cosas concretas que le
conciernen, a fin de que nuestra fe no se fundamente en vaguedades y
especulaciones, sino en hechos históricos debidamente documentados. Es
decir, que el proceso pasa de lo objetivo a lo subjetivo y nunca puede surgir
del ser humano y su imaginación.
Estas reflexiones manifiestan la importancia crucial de los acontecimientos
salvíficos divinos en nuestra historia y experiencia. A la vez muestran la
imposibilidad de su omisión, o aun de un cambio de sentido en su
comunicación. La fe que procede de Dios (Ef. 2.8) se integra misteriosamente
en lo íntimo de nuestra personalidad y responde al llamado y proclamación
divinos. El contenido de la segunda parte de nuestra obra, que va del AT al
NT, es condición sine qua non para avanzar hacia la reflexión y experiencia
descritas en la tercera parte.
Al describir la revelación divina en la historia, su proclamación y
consumación, la metodología de la TB nos conduce de la exégesis del texto
hacia la eventual formulación teológica. En las Escrituras se procede del
hecho a su significado. Hemos mencionado una disciplina previa que podría
incluirse en la TB: la teología exegética. Kaiser nos ofrece una interesante
presentación que incluye la definición de esta teología, el método sintáctico-
teológico y sus aplicaciones a la predicación expositiva (1994).
Al transitar nuestro camino del AT al NT (evangelios sinópticos, Hechos y
Apocalipsis), habremos de utilizar la exégesis de textos y pasajes esenciales
que constituyen hitos en el trayecto salvífico-histórico divino que se proyecta
hacia Jesús: su persona, ministerio, pasión y victoria. Se utilizará el mismo
procedimiento para exponer la proclamación y la consumación final de esta
magna obra redentora.
III. La teología bíblica
del Antiguo Testamento
Dado que nuestra obra se ocupa de la TBNT, sólo se mencionarán de manera
somera algunos aspectos generales que hacen a la revelación divina en el AT.
Es imprescindible hacerlo para dar fundamento y principio al plano histórico
que luego seguirá con Jesús y los evangelios.
La teología bíblica del AT (en adelante, TBAT) constituye un estudio por
separado, y el lector es consciente de la profusa bibliografía existente, no sólo
en el aspecto histórico, sino también en el teológico.
La TBAT, como sucede con la TBNT, no ha madurado aún como disciplina.
Carece de definiciones, una metodología y estructuras claras y coherentes.
Los doscientos diez años transcurridos desde Gabler (1787) y la falta de
continuidad en la vigencia de la TB, en general motivada por los embates de
otras concepciones, han dilatado el logro de una imagen definida. A fines del
siglo XIX, predominaba más bien una teología del AT en el estilo de la
historia de las religiones. Esto se debió, mayormente, a la influencia de
Wellhausen (1878).
En este siglo se publicaron dos libros fundamentales: en 1933 el de Eichrodt
(1975) y en 1957 el de von Rad (1969). Estas dos obras abrieron un nuevo
panorama para la TBAT, el que fue seguido por un importante número de
eruditosque aportaron trabajos con otras perspectivas, con lineamientos
influenciados por el existencialismo y la neortodoxia. Antes que la búsqueda
de un centro focal en la teología del AT (Eichrodt) o la historia de las
tradiciones (von Rad), algunos autores prefirieron la utilización de un
enfoque dialéctico, como un nuevo paradigma para la organización del
material del AT. No obstante, no faltaron insistencias en aplicar criterios
sistemáticos para dicho ordenamiento.
Un punto focal del AT es la bendición y promesa divinas, que algunos ven en
once períodos: 1) los prolegómenos de la promesa: la bendición, la simiente,
la raza y el evangelio; 2) los patriarcas; 3) la era mosaica; 4) la era
premonárquica; 5) la era monárquica; 6) la era de la sabiduría; 7) los profetas
del siglo IX a.C.; 8) los profetas del siglo VIII a.C.; 9) los profetas del siglo
VII a.C.; 10) los profetas del siglo VI a.C.; y 11) los profetas posexílicos.
Esta promesa incluye su fecha, el siervo de la promesa, el reino prometido y,
finalmente, el triunfo de la promesa.
Notemos que el AT ofrece el marco para el NT. El primero enfatiza las
promesas y la bendición anticipadas por Yavé. El segundo continúa la línea
histórica veterotestamentaria y arriba a Jesús —la culminación de la
revelación y propósitos salvíficos divinos—, y en él, el cumplimiento final y
supremo de toda la fase preparatoria y promesas del AT. Las Escrituras
hablan de Cristo (Lc. 24.44; Jn. 5.39, 46).
La TB es una e indivisible, porque el AT y el NT están estrechamente
vinculados y no se pueden excluir recíprocamente de la revelación divina.
Por ello, la TBNT debe asumir todo lo que representa el mensaje
veterotestamentario que sólo logra significado y coherencia en la fase de
cumplimiento, en el NT, de la promesa del AT. El lugar de Israel, receptor de
las promesas anticipadas en el AT, es ocupado por la iglesia y ésta, con su
mensaje, alcanza a toda la humanidad. La íntima relación entre los dos
testamentos se resume en la frase de San Agustín: “El Nuevo Testamento está
escondido en el Antiguo Testamento y el Antiguo Testamento se explica por
el Nuevo Testamento”.
Así es como el AT constituye el marco para el NT, y sólo puede ser
entendido por él, según la clave hermenéutica de Jesús y los apóstoles. El
resultado de todas estas consideraciones lleva a la reflexión de que el AT,
según el propósito divino, carece de sentido a menos que se lo estudie e
interprete por el NT. Desde la perspectiva cristiana, sólo es entendible a la luz
del pacto, promesa, fe, tipología y las predicciones mesiánicas, cuyos
cumplimientos se hallan en Cristo. Esta es también la manera en que lo
comprendieron los santos veterotestamentarios, el remanente de gracia de
Israel, al seguir lineamientos mesiánicos. Obviamente, y hasta tanto el AT
alcanzase su forma presente, el pueblo de Dios recibió, en un proceso de
desarrollo, aquellas tradiciones y palabras que divinamente inspiradas y
entendidas por la fe, integraron su contenido espiritual.
Ciertamente, el AT proporciona bases históricas imprescindibles, y prepara
una TB en gestación, la que se realiza plenamente en y con el NT. El estudio
independiente del AT puede conducir al rechazo del Mesías, tal como
sucedió en la experiencia de Jesús en el entorno religioso judío de su época.
El nuevo pueblo de Dios se compone de representantes de todas las naciones,
razas, pueblos y lenguas (Ap. 7.9). Judíos y gentiles son hechos uno en
Jesucristo (Gl. 3.28, Ef. 2.14-16). El particularismo del AT da lugar al
llamado universal del NT. Se cumple Mateo 28.19-20.
Vos (1948) se apoya en ambas perspectivas desde un enfoque reformado. A
su vez expone los propósitos divinos de manera tal que la concepción
progresiva de los hechos salvíficos de Dios en la historia y sus tradiciones
(von Rad) se unen con el concepto de pacto (Eichrodt).
Los grandes temas que desarrolla Vos tienen que ver con el ser humano en su
estado original y su caída: la vida, prueba, tentación y muerte; la mortalidad e
inmortalidad. La revelación enfoca luego a Noé, los patriarcas, Moisés, la ley
y los profetas, con particular énfasis en Israel. En cada etapa se reconoce una
forma de revelación especial asociada con el berit (heb.), diatheke (gr.),
nombres aplicados a la relación de pacto entre Yavé y su pueblo.
Pasamos ahora a considerar los aspectos esenciales de la TBNT en la persona
del Mesías, en un marco escatológico y universal. De esto nos habla el NT en
dos contextos: el histórico y el teológico.
Sin embargo, es necesario considerar previamente a Juan el Bautista.
IV. Juan el Bautista
Caben las preguntas: ¿Por qué debemos tratar a Juan el Bautista antes de
considerar a Jesús? ¿Podríamos prescindir del último de los profetas en el
estilo veterotestamentario? ¿Qué importancia tiene Juan el Bautista en la
revelación progresiva de Dios en la historia de su pueblo? ¿Cuál es la
relación especial que une a Juan con Jesús?
Efectúo aquí una breve digresión: tengo por norma dedicarle a Juan el
Bautista un sermón especial previo a la Navidad. No podría hablar de la
natividad —el hecho y significado de Belén— sin expresar antes la
importancia y la necesidad de este gran profeta.
La primera revelación divina significativa acerca de Juan el Bautista es su
relación familiar con Jesús, el Mesías. El profeta Juan, cuya representación
del movimiento profético del AT se retrotrae a Elías (Lc. 1.17), introduce el
profetismo al núcleo íntimo de la simiente de David, la línea real, en la
persona de Jesús. Además, el padre de Juan era Zacarías, un sacerdote, y, en
el propósito revelador de Dios, convergen así en Jesucristo los tres grandes
oficios veterotestamentarios: profetismo, sacerdocio y realeza.
El testimonio del Mesías es anterior aun a Elías, en cuya época comienza el
movimiento profético más generalizado. Jesús habla de Abraham, quien
proféticamente vio su día y se gozó (Jn. 8.57); se refiere a Moisés, quien
escribió de él (Jn. 5.46); a Isaías, quien vio “su gloria, y habló de él” (Jn.
12.41). Abraham y Moisés, además de sus papeles preponderantes como
padre y legislador, respectivamente, también fueron profetas, al igual que
Isaías. Malaquías, el último cronológicamente, fue el más cercano en
anticipar la venida de Juan el Bautista en el espíritu de Elías, previa al
acontecimiento escatológico que tiene al Mesías como centro.
Juan el Bautista es el mensajero y precursor de Jesús. Su ministerio fue
preparatorio para el advenimiento de Cristo, y exhortaba a Israel al
arrepentimiento como condición para el perdón de los pecados. Esto se
expresaría por el bautismo de la gente realizado por Juan en el Jordán (Mc.
1.2-5).
No obstante, Juan vive la realidad de esta revelación en ese momento crucial
de la historia y proclama la preexistencia del Mesías. Jesús es anterior a él y
superior en gloria y dignidad (Mc. 1.7, Jn. 1.30). La TBNT nos introduce
aquí en el inicio de la misión redentora de Cristo. Vino para identificarse con
el ser humano y, a pesar de estar exento de pecado, insiste ante el profeta para
ser bautizado junto con el pueblo (Mt. 3.13-17). Y es la Trinidad, la que
visita al ser humano en esta identificación bautismal. Por ello, la visión de
Juan va más allá y entiende que Jesús inaugura la era del Espíritu Santo como
culminación de la presencia de Dios con su pueblo y en el ser humano (Mt.
3.16, Mc. 1.8, Lc. 3.22, Jn. 1.33).
Mateo 11.1-19 muestra una profunda vinculación entre Jesús y Juan.
Recomendamos los sermones del doctor Lloyd-Jones en relación con el
pasaje (1991). He aquí un texto de la Escritura de enorme importancia para
vincular a los santos siervos del AT con el nuevo orden en Jesús. Juan el
Bautista es la culminación del testimonio profético y de la ley. El es el más
grande entre sus predecesores. Estos, desde Abraham, Moisés e Isaías hasta
Malaquías, vieron al Mesías por la fe y a través de la visión divina. Juan el
Bautista tuvo una relación muy personal con Jesús y conoció la realidad del
Mesías. Con Juan se cierra una etapa de la revelacióndivina, la promesa, y
ésta es reemplazada por el cumplimiento, la esencia misma que fuera
señalada en la fase veterotestamentaria preparatoria. Tan grande es la gloria
del nuevo orden del reino de los cielos inaugurado por Jesús, que el menor de
sus miembros es mayor que el profeta (Mt. 11.11). ¡He aquí el contraste: el
más grande del antiguo orden es menor que el más pequeño en el nuevo!
Dios ha usado gigantes de la fe en el AT y Juan el Bautista es la transición a
otros aún más gigantes en el NT y en la iglesia. Juan y los santos del AT
también fueron salvos como los creyentes en Jesús en el reino de Dios, pero
los últimos tienen mayor gloria.
Respondemos ahora a las preguntas formuladas al comienzo de esta sección.
No podemos prescindir de Juan el Bautista para introducir a Jesús como el
Mesías. Juan es importante por ser el eslabón profético entre el AT y el NT y
constituirse, así, en el más grande nacido bajo el antiguo orden. Juan el
Bautista tuvo una relación vital con Cristo. No sólo lo unía un vínculo
humano y familiar, sino que llegó a ser profeta-testigo, a diferencia de sus
predecesores. Es esencial examinar en este punto el significado de Mateo
11.13. ¿Cómo interpretar “hasta Juan”? Las posibilidades serían excluir al
profeta de la lista de antecesores del AT y de la ley, y ubicarlo en la
dispensación neotestamentaria. Pero esto está descartado por el dicho de
Jesús: “el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mt.
11.11). Otra opción es tratar a Juan el Bautista aisladamente, como transición,
con lo cual “hasta Juan” lo excluiría de los profetas veterotestamentarios y de
la ley, pero tampoco lo incluiría en el reino. Siguiendo el argumento anterior
sobre Mateo 11.11, esto tampoco tiene sentido. Queda como alternativa final
interpretar “hasta Juan”, eos ioannov , como incluido en la etapa final de los
profetas veterotestamentarios y conforme a la ley en la profecía mesiánica.
Esta sería la interpretación correcta. Juan el Bautista pertenece a la antigua
dispensación en el estilo (espíritu) de Elías.
Malaquías lo predijo como el mensajero y Elías (Mal. 3.1; 4.5). Isaías lo
define como uno que clama. La versión R-V lo expresa así: “Voz que clama
en el desierto” (“ Vox clamantis in deserto” , como reza el dicho
popularizado). La Biblia de las Américas (así como la Nueva Versión
Internacional) utiliza la otra alternativa de puntuación y dice: “Una voz que
clama. Preparad en el desierto camino al Señor” (Is. 40.3). Aunque esta
última sea, posiblemente, la correcta en el contexto de Isaías, ambos sentidos
son válidos para su aplicación en Juan.
Ciertamente, es también la transición que asoma de la predicción y promesa
al cumplimiento en Jesús. Su privilegio sobre los que lo precedieron, en
virtud de este testimonio personal, lo erige como el mayor de todos los
profetas.
Notemos el hito fundamental que significa Juan el Bautista, en la revelación
histórica y progresiva de Dios, hacia la plena consumación en Jesús.
En definitiva, no podemos comenzar con la revelación divina suprema y final
en Jesucristo, antes de considerar a la persona y el papel de Juan el Bautista.
V. Jesús en los evangelios sinópticos
Mateo, Marcos y Lucas contienen los aspectos históricos esenciales que
hacen a la revelación divina en la persona y obra de Jesús.
Por un lado, hay autores que hacen teología de los evangelios y de Jesús
mismo. Hemos visto, por el otro, que Bultmann cuestiona la historicidad de
los acontecimientos y dichos de Jesús (salvo algunas excepciones), y toma
estos relatos y tradiciones meramente como presupuestos para las teologías
de Juan y Pablo. Zuck, Bock y los autores de una reciente publicación
originada en el Dallas Theological Faculty (1994) presentan teologías de
Mateo, Marcos, Lucas-Hechos y los restantes autores del NT. La escuela
posbultmanniana tomó una posición menos escéptica que Bultmann y
concede una mayor credibilidad al Jesús de la historia, o mejor, al Jesús de
los evangelios. Es decir, que algunos presentan teologías aun de los
evangelios sinópticos, mientras que otros sólo los toman como una base
histórica de tradiciones.
La crítica de las formas, que habla de los evangelistas en su función de
ordenar el material antes que ser los autores de las tradiciones de cada libro,
dio lugar a las teorías de composición. Pronto surgió la crítica de la
redacción, redaktionsgeschichte . La idea es que los evangelistas, además de
autores, fueron teólogos que adecuaron a sus propósitos las tradiciones
adjudicadas a los evangelios. Se destacan Marxsen (1969), Conzelmann
(1960) y Bornkamm, Barth y Held (1963).
Nuestra obra reafirma enfáticamente la historicidad de Jesús y los evangelios,
no meramente las tradiciones. Aunque afirmamos que hay también en ellos
elementos teológicos, pero no tan desarrollados. Juan, Pablo, el autor de
Hebreos y las epístolas universales también señalan aspectos históricos que
armonizan con los evangelios sinópticos, generalmente los necesarios para
sus argumentos doctrinales.
Esta aclaración explica que nuestra división entre lo histórico y la reflexión
teológica obedece al propósito principal de los evangelios sinópticos que
enfatizan, mayormente, los acontecimientos en el ministerio y obra de Jesús,
para luego encontrar su significado en Juan, Pablo y las demás epístolas.
Una parte no puede prescindir de la otra, según los postulados básicos de la
TB. Ambas coadyuvan para formular la TBNT que nos proponemos elaborar,
y entendemos que su integración provee la metodología correcta para esta
disciplina. La TBNT relata los acontecimientos y busca su significado
espiritual.
Mateo, que se dirige primordialmente a una audiencia judía, enfatiza
escrituras mesiánicas del AT con abundantes citas literales y aplicación pešer
precedidas, generalmente, con fórmulas introductorias (tenemos un ejemplo
en Mateo 2.17-18). El pešer era una técnica hermenéutica judía que habla de
cumplimiento, muy utilizada por Mateo y otros autores del NT. El propósito
del evangelista es demostrar que Jesús cumple el significado y las
predicciones del AT. Por ello, consideramos lógico que su evangelio
encabece la lista de libros que componen el NT para constituir, así, un nexo
natural entre ambos testamentos. Mateo también desplaza gradualmente el
énfasis particularista veterotestamentario para incorporar y concluir su
mensaje con un tono universal (Mt. 28.18-20).
Marcos tiene una audiencia gentil in mente, y habría tomado su información
principal de los sermones de Pedro. Lucas es el más largo y cronológico entre
los evangelios sinópticos, y busca describir la vida de Jesús y mostrar su
humanidad.
Notamos en Mateo y Lucas la revelación especial de Dios en los
acontecimientos de la natividad (Mt. 1.18-25, Lc. 1.26-2.38). Vos habla de un
movimiento vertical del cielo a la tierra, lo suprahistórico desciende a la
corriente de la historia, el Mesías preexistente entra en la naturaleza humana
(1948).
Estos evangelistas describen y enfatizan el aspecto humano de la natividad.
Juan y Pablo agregarán el significado teológico que definimos como la
encarnación a la venida del Mesías.
Mateo comienza su genealogía en Abraham y termina con José, “marido de
María de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” (Mt. 1.16). El Mesías
proviene de la semilla de Abraham y descendió de David. Según Tasker, esta
genealogía comienza con aquel que recibió las promesas y con quien, podría
decirse, comenzó “la historia sagrada” (1978:31).
Luego el evangelista describe la anunciación en sueños del ángel del Señor a
José, en la que le da dos nombres al que habría de nacer: “Jesús, porque él
habrá de salvar a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1.21) y “Emanuel, que
traducido es Dios con nosotros” (Mt. 1.23). En el primer versículo la palabra
iosua se traduce “Jesús salvador”. Mateo 1.23 cita a Isaías 7.14. La referencia
primaria de la profecía es a Ezequías y la palabra en hebreo es alma . Mateo
utiliza la palabra partenos , en griego, que significa “virgen”. Aquila y
Símaco utilizan neanís

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