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TEOLOGÍA_DE_GÉNERO_Una_respuesta_biblico_teológica_a_la_ideología

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TEOLOGÍA DE GÉNERO
UNA RESPUESTA BÍBLICO TEOLÓGICA
A LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
 
TFG PRESENTADO EN LA
FACULTAD DE TEOLOGÍA ASAMBLEAS DE DIOS
 
CURSO INSTITUCIONAL
 
POR
Xesús Miguel Vilas Brandón
 
La Carlota (Córdoba)
20 marzo de 2018
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
TEOLOGÍA DE GÉNERO
UNA RESPUESTA BÍBLICO TEOLÓGICA
A LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
 
 
 
 
 
 
 
 
DEDICATORIA
 
A mi padre, que me ha precedido volando más allá, donde me espera.
Siempre recuerdo su ejemplo.
A mi madre Carmen y mi hermana Sara, me habéis enseñado que la familia
es para siempre. Me gusta saber que estáis ahí.
A mi esposa Tamar. Sabes que lo que soy, lo que algún día llegue a ser, es
solo mérito tuyo. Gracias, me completas y te amo.
A mi hija Natane. Has logrado que crea que me es posible hacer algo bien en
este mundo: Tú.
 
Contenido
 
 
DEDICATORIA 
INTRODUCCIÓN 
1. UN ACERCAMIENTO HISTÓRICO A LA GÉNESIS DE LOS
ESTUDIOS DE GÉNERO Y SU IDEOLOGÍA 
2. IDENTIDAD DE GÉNERO FRENTE A TEOLOGÍA DE LA
IDENTIDAD 
1. IDENTIDAD DE GÉNERO 
2. TEOLOGÍA DE LA IDENTIDAD 
3. SEXUALIDAD DE GÉNERO VS. TEOLOGÍA DE LA
SEXUALIDAD 
3.1. SEXUALIDAD DE GÉNERO 
3.2. UNA TEOLOGÍA DE LA SEXUALIDAD 
4. FAMILIA DE GÉNERO VS TEOLOGÍA DE LA FAMILIA 
4.1. FAMILIA DE GÉNERO 
4.2. TEOLOGÍA DE LA FAMILIA 
5. EDUCACIÓN DE GÉNERO VS TEOLOGÍA DE LA
EDUCACIÓN 
5.1. EDUCACIÓN DE GÉNERO 
5.2. UNA TEOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN 
CONCLUSIÓN 
BIBLIOGRAFÍA 
APÉNDICE. TEOLOGÍA DE LA IGUALDAD 
 
 
 
 
 
Nuestra vida expresa el resultado de
nuestros pensamientos dominantes
Soren Kierkegaard
INTRODUCCIÓN
 
Los estudios de género y la ideología que de ellos deriva, son asunto de
amplísima difusión en los años transcurridos de nuestro milenio,
convirtiéndose en un ataque en toda regla a muchos de los principios
cristianos fundamentales, y teniendo un efecto “disolvente” sobre cuestiones
que siempre se han considerado pilares de la fe y la practica cristiana. Así,
asuntos como la sexualidad, la familia, la creación, la soberanía divina,
pretenden ser “destruidos” de forma “científica” por esta línea de
pensamiento. Añadamos el hecho de la existencia de una gran cantidad de
material que apoya y difunde esta corriente ideológica, amplificando su
influencia en áreas tan importantes como los poderes públicos (legislativo,
judicial y ejecutivo), los partidos políticos, los medios de comunicación, la
educación y la familia.
Por si esto fuera poco esta corriente ideológica está mostrando un carácter
marcadamente totalitario, pretendiendo imponer lo que consideran “El
Derecho Fundamental”, a otros como los de libertad de expresión, o de
religión, considerados temas menores a subordinar.
Ante esta situación, en la que nuestros principios y bases fundamentales se
encuentran bajo asedio ideológico, se hace necesario reforzar, sobre la base
de las Escrituras y de su revelación, los fundamentos que están siendo
atacados; es necesario responder a una pregunta fundamental: ¿Que dice Dios
en La Santa Biblia, sobre todas estas ideas? Así seguiremos la recomendación
del Apóstol Pedro en su primera epístola, en 3:14, donde conmina a los
creyentes con estas palabras «estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de
la esperanza que hay en vosotros».[1]
1. UN ACERCAMIENTO HISTÓRICO A LA GÉNESIS DE
LOS ESTUDIOS DE GÉNERO Y SU IDEOLOGÍA
 
Si bien la posición ideológica que los estudios de género aparejan ha
disfrutado de gran difusión en los últimos tiempos, en especial desde el inicio
del nuevo milenio, la realidad es que su génesis es muy anterior a este
período de auge, expansión e imposición de sus conceptos ideológicos en
nuestra sociedad.
Existe un buen número de autores que reconocen el inicio la llamada
ideología de género como parte de un movimiento de renovación dentro de la
izquierda, fruto de la caída de la URRS y del “telón de acero”; sería un
intento de revitalizar y dar nuevo impulso a la lucha de clases que una buena
parte de la izquierda había sostenido durante prácticamente todo el pasado
siglo XX, y que amenazaba con desaparecer tras la “catarsis” que sufrió el
bloque soviético en los años 90.
La realidad nos muestra de forma bastante evidente que los llamados
“estudios de género”, que derivarían en lo que hoy se denomina de forma casi
global “ideología de género”, independientemente de su filiación o cercanía a
posicionamientos políticos generalmente alineados con la izquierda, tiene su
origen en los movimientos de liberación feminista, y estos han evolucionado,
cada vez más, hacia un carácter político transversal, no asignable a una sola
corriente de pensamiento, y con manifestaciones en todas las tendencias
presentes en el espectro político.
Es en los primeros textos decididamente feministas donde encontraremos los
primeros retazos de pensamientos que derivarán, con el transcurso del tiempo
y llevados por una deriva hacia la radicalidad, en la base de pensamiento de
la ideología de género; así podría citarse a Wollstonecraft, Olympia de
Gouges, Stuart Mill, y otros autores que desde el S. XVIII denunciaron la
posición de desventaja política y social que sufría el sexo femenino. Una
corriente que reivindicaba una posición paritaria entre hombres y mujeres, y
que ciertamente atendía a razones de justicia social; esta corriente fue
creciendo y desarrollándose a lo largo del tiempo, logrando pequeños avances
que fructificarían con el “sufragismo” y la consecución del voto para la que
había sido una mitad silenciosa y silenciada de la sociedad. A ese paso
logrado en la primera mitad del siglo XX, seguirían in crescendo, otras
reivindicaciones feministas; así mientras muchas se mantendrán dentro de lo
que en justicia es de reclamar (paridad salarial, igualdad de derechos y
deberes, etc.), otras adquirirán matices de radicalidad que llevarán a la
temprana llamada de atención por parte de algunos teóricos de cierto
renombre como Von Mises, que ya en 1922 realizó la siguiente advertencia.
Mientras el movimiento feminista se limite a igualar los derechos jurídicos
de la mujer con los del hombre, a darle seguridad sobre las posibilidades
legales y económicas de desenvolver sus facultades y de manifestarlas
mediante actos que correspondan a sus gustos, a sus deseos y a su situación
financiera, sólo es una rama del gran movimiento liberal que encarna la idea
de una evolución libre y tranquila. Si, al ir más allá de estas
reivindicaciones, el movimiento feminista cree que debe combatir
instituciones de la vida social con la esperanza de remover, por este medio,
ciertas limitaciones que la naturaleza ha impuesto al destino humano,
entonces ya es un hijo espiritual del socialismo. Porque es característica
propia del socialismo buscar en las instituciones sociales las raíces de las
condiciones dadas por la naturaleza, y por tanto sustraídas de la acción del
hombre, y pretender, al reformarlas, reformar la naturaleza misma.[2]
Resultó Von Mises profético, pues una parte del movimiento feminista se
lanzó por la pendiente de la más combativa radicalidad sobre la que él
alertaba, empujado, o cuando menos impulsado por el pensamiento de
reconocidos teóricos, como el materialista Engels a través de su libro El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde preconiza la
desaparición de ciertas instituciones como el matrimonio o la familia
tradicional. Esta evolución del pensamiento feminista más radical ha logrado
permear e influir de forma transversal a todos los ámbitos y posiciones
ideológicas de nuestra sociedad a través de la ideología de género, que bebe
directamente de las fuentes de ese feminismo revolucionario más extremo.
El feminismo revolucionario fue incluido, durante buena parte del S.XX
dentro del proceso hegemónico, postuladopor Antonio Gramsci en su teoría
política[3], y que la izquierda más cercana al movimiento comunista
impulsaba desde la antigua URRS, asumiendo así algunos postulados de esa
corriente ideológica como propios.
Con estos orígenes, las ideas más anticristianas y contrarias a los
fundamentos bíblicos se imponen en la línea más dura del feminismo radical,
que sostiene líneas ideológicas defensoras de: la educación estatal o grupal de
los menores, el amor libre, el sexo como actividad recreativa desligada del
amor, la disolución de la familia, el aborto libre y sin restricciones como
método anticonceptivo y otras ideas de similar calado.
Con la llegada de los convulsos años 80 y 90 del pasado siglo, el bloque
comunista sufre las más diversas convulsiones de tipo social y político, que
por último devendrán en el derrumbe del citado bloque, la disolución de la
URSS, la caída del muro de Berlín, y la aparente desaparición de su fuerza
ideológica. La realidad, sin embargo, es que muchos de los postulados que en
su momento defendieron los países comunistas pervivieron, en casos de
forma casi anecdótica como es el reducto resistente de la revolución castrista
de Cuba; en otros casos viven un renacer en los regímenes de carácter
socialista revolucionario (caso de Venezuela), o en movimientos de marcado
carácter indigenista en otros países de Latinoamérica. Más allá de esa
persistencia ideológica que puede ser considerada residual, el feminismo
permeó a la sociedad capitalista occidental desde movimientos
revolucionarios como fueron el del mayo francés de 1968; instalándose de
forma estable, firme e influyente en nuestra sociedad.
Como parte de la teoría de la “hegemonía de clases” ya mencionada, la
ideología derivada de ese germen feminista revolucionario más radical busca
la anexión de nuevas “clases sociales” marginadas que puedan unirse a su
causa y a su combate por cambiar la sociedad que les “oprime”. El
feminismo más extremista se une en una alianza en pro de la libertad e
igualdad de derechos, con los grupos de gays y lesbianas, y posteriormente
con los colectivos transexuales. Se origina así «el feminismo culturalista,
radical y/o neomarxista como tercera ola, responsable de la germinación de la
llamada “Ideología de Género”»[4].
La adaptación e inclusión de los intereses particulares de los grupos añadidos
a la corriente ideológica feminista radical, llevará aparejado también la
asunción de postulados ideológicos queer[5]; así como la asunción por parte
los colectivos LGTB de ciertos postulados fundamentales de la corriente
feminista. Esta amalgama de ideas y principios ideológicos de variado origen
y tendencia resulta en la llamada Ideología de Género.
Esta corriente de pensamiento feminista revolucionario, que integraría, como
hemos expuesto a grupos homosexuales y transexuales, se asienta entre otras,
sobre las ideas filosófico-políticas de la pareja Sartre-Beauvoir, a los que
algunos consideran los verdaderos padres de la ideología de género.
Propuestas como la de que el ser humano es únicamente lo que hace de sí
mismo, que la mujer y el hombre son conceptos construidos socialmente, etc.
tienen su germen en obras de los citados, como por ejemplo El Segundo
Sexo, de Simón de Beauvoir, obra en la que se introduce la idea de que el
sexo es meramente circunstancial, casi un fortuito accidente natural, mientras
el género, lo que la persona construye, lo es todo.
Estos conceptos, base ideológica del pensamiento de género, serán
refrendados, apoyados, e incluso llevados más al extremo en autoras como
Kate Millet, Shulamith Firestone, Zilla Einsenstein que con sus trabajos van
colaborando en la definición, construcción, desarrollo y sustento ideológico
de las ideas de género: hetero-patriarcado, liberación sexual, subversión a
través del sexo, etc.
Con el nuevo milenio, la ideología de género que se había venido gestando en
la segunda mitad del S.XX adquiere una penetración política y social sin
precedentes, transcendiendo decididamente los límites que en algún momento
podrían haber marcado su origen anclado en el feminismo, e influyendo en
todas las áreas de nuestra sociedad occidental, desde los medios de
comunicación a los parlamentos nacionales, pasando por los centros
educativos, las asociaciones de defensa de los derechos de los grupos
marginados o desfavorecidos, los partidos políticos, las asociaciones
culturales y artísticas, los deportes o cualquier otro ámbito de desarrollo
social del ser humano; hasta el punto de ser posible afirmar que vivimos la
“Era del Género”, visto el grado de influencia de esta ideología en nuestro
vivir diario.
Así las cosas, es de justicia reconocer a Cesar lo que de Cesar es, esta
corriente de pensamiento ha ayudado a lograr el equilibrio social y de
derechos de ciertos grupos que de forma injusta e injustificable habían sido
mantenidos en un estado de menoscabo de derechos civiles y sociales,
reclamando para ellos visibilidad en igualdad de condiciones.
La desgracia es que, como la historia nos ha mostrado en innumerables
ocasiones, la tendencia de la sociedad humana es a reproducir el movimiento
del péndulo, pasando de un extremo al otro sin detenerse en el justo centro,
que sería sin lugar a dudas el punto de equilibrio. Así, los que un día fueron
oprimidos, no sólo aspiran a la igualdad de condiciones con los que fueron
sus opresores, sino que basculan hacia el lado del opresor, no contentándose
con la paridad y buscando una “compensación” de los males sufridos. Tal
parece que puede ser al caso de la ideología de género, que de un punto de
reclamación de los justos derechos de grupos a los que se habían
menoscabado los suyos, bascula a una posición donde algunos, al amparo del
pensamiento de género, pretenden una imposición global de ideas que son
justo eso: ideología o pensamiento, y no verdades universales irrefutables
como algunos parecen pretender.
Hoy la posición dominante de la ideología de género ha alcanzado las más
altas cotas de poder e influencia posibles, llegando a poner en duda los que
otrora eran defendidos como “derechos inalienables” del ser humano o, al
menos, supeditándolos a lo que se definen como “derechos de más alto
rango”. Un ejemplo de esto lo encontramos en las respuestas dadas por Vitit
Muntarbhorn, experto independiente de la ONU sobre orientación sexual e
identidad de género, a preguntas realizadas por Henk Jan van Schothorst, del
Consejo Transatlántico Cristiano; sobre sus líneas de trabajo. Muntarbhorn
manifestó: «Hay algunos derechos absolutos, pero hay algunos que no son
absolutos; la libertad de expresión y la expresión de la religión no son
derechos absolutos y podrían reducirse si fuera necesario»[6]. Cierto que el
señor Muntarbhorn podría referirse al derecho a la vida, y en ese aspecto su
postura posiblemente sea asumida de forma bastante general, pero a lo largo
de su intervención también se refiere a otros derechos que considera
fundamentales para el colectivo LGTBI, como son el derecho a influir en la
educación o en la legislación, derecho que sin embargo negaría a la expresión
religiosa que sí debería ser coartada o limitada en esos ámbitos en los que
reclama carta abierta la ideología de género.
Analizaremos en adelante diferentes posiciones de la ideología de género, y
su contrapropuesta desde una óptica bíblica.
2. IDENTIDAD DE GÉNERO FRENTE A TEOLOGÍA DE
LA IDENTIDAD
 
1. IDENTIDAD DE GÉNERO
Una de las premisas fundamentales de la ideología de género es la distinción
trazada entre sexo y género, esta se atribuye a la pensadora feminista Simone
de Beauvoir que afirmaba sobre el sexo femenino: «No se nace mujer: se
llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura
que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la
civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el
castrado al que se califica de femenino»[7]; de esta forma, establecía una
diferencia entre las características físicas con las que se arribabaa este
mundo, y lo que en realidad la persona venía a ser; postulaba además que esto
último era producto de la “elaboración” de la sociedad, negando de facto
ninguna influenciada al sexo biológico del nacimiento.
Esta idea de la feminista radical de la primera mitad del s. XX apoyada en la
filosofía del que entonces era su pareja, el marxista y existencialista Jean Paul
Sartre, resulta en pilar fundacional de la ideología de género, que asume
como verdad indubitable la existencia de diferencias entre sexo y género; así
el sexo referirá únicamente a las características físicas y genéticas con las que
un ser humano nace, y que vienen marcadas por su capacidad reproductora y
los órganos externos que le definirán como hombre o mujer; y frente a esta
categorización taxonómica sobrevenida se encontraría el género, que es la
forma en la que el ser humano, en sociedad, y normalmente bajo la influencia
“opresora” de esta, construye su propio ser.
Cuando crecemos, al mismo tiempo que desarrollamos la conciencia de ser
un individuo distinto de los demás, el denominado self existencial,
adquirimos el self sexual, la autocategorización como hombre o como
mujer, y junto con éste el self de género. La división biológica que traemos
conlleva diferencias reproductivas pero no diferencias actitudinales,
normativas, conductuales o de roles. Todo ello es producto de la asignación
social. La identidad de género es la autoclasificación como hombre o mujer
sobre la base de lo que culturalmente se entiende por hombre o mujer.[8]
Entienden los pensadores de género que, como expone la psicóloga Patricia
García-Leyva, la sociedad termina imponiendo su categorización de forma
forzada, normalmente alineada con el sexo con el que se ha nacido, pero
sostienen que esto no se da así porque el sexo de nacimiento tenga una
influencia real y definitoria sobre lo que el ser humano es, sino que es
producto de la enseñanza general de la sociedad, del entorno del recién
nacido, posteriormente del sistema educativo… y así en una larga y férrea
cadena, que en ocasiones se forja de forma inconsciente por lo actores, pero
que termina por forzar la correlación entre el sexo de nacimiento y el género
asignado y asumido.
De esta forma, las relaciones entre los seres humanos no serían plenamente
libres, sino que han sido programadas socialmente de acuerdo a unos cánones
no naturales, sino fruto del devenir evolutivo e histórico de la humanidad,
desde su descenso de los árboles para convertirse en los primeros homínidos
hasta nuestro punto de actual desarrollo social humano.
El concepto “género” es la variable que permite considerar al sexo como
categoría analítica, es el factor a partir del cual se realiza el análisis de la
construcción sociocultural de los sexos desde el plano ideológico. El
género facilita el marco en el que se construyen y recrean las relaciones
entre hombres/mujeres; por ello, se debe analizar como resultado de un
conjunto de factores sociales, culturales e históricos.[9] 
Así los denominados “antropólogos de género” estudian las diferentes
sociedades humanas e incluso animales para buscar retazos de los que sería la
esencia de género del ser humano libre de ataduras heredadas socialmente, se
muestra como evidencia los vestigios de sociedades de carácter matriarcal,
como serían las míticas amazonas, en las que personas de sexo femenino
tomaban los roles de varones comportándose como si su género fuera ese,
sociedades animales donde las hembras se imponen a los machos como es el
caso del bonobo;[10] estos casos, evidentemente excepcionales y fuera de lo
naturalmente habitual, son evidencias de que otras sociedades son posibles,
sociedades donde los roles no han sido determinados de la misma manera, y
que tienen como resultado grupos más libres , sanos y equilibrados.
El derrotero evolutivo de nuestra sociedad viene determinado, según esta
línea de estudio antropológico, no por las condiciones que naturalmente
pueden distinguir al hombre de la mujer, sino por una imposición y
subyugación de las hembras por parte de los machos, apoyados en su
desarrollo físico, y que ha impregnado y marcado las sociedades que de esos
grupos surgieron y, por ende, la humanidad casi a su completo, pues
históricamente esas sociedades marcadas por la heteronormatividad[11]
patriarcal se impusieron a otras con paradigmas diferentes.
Con esta explicación se sustenta la idea de que todo lo que rodea al ser
humano, desde su mismo nacimiento, está empujándole hacia una posición
socialmente aceptada, educándole en asumir un rol de género que sea
coincidente con el sexo atribuido con el nacimiento, así desde los colores de
la ropa, el nombre que se le da al recién nacido, la forma de dirigirse a él, los
pañales que se escogen, los juguetes, la educación reglada, etc. todo tiende a
forzar la asunción de un género, y de un tipo de relaciones sexo-afectivas
acordes con una normatividad que no es necesariamente natural.
Inevitablemente, fruto de esta situación, la sociedad reproduce aquello que
considera normal usando para ello todas las armas de las que dispone, que
son a entender de la ideología de género, las que los estados alineados con
esa normatividad consideran naturales. Aquellos alineados con la ideología
de género ven en todo una herramienta de la sociedad y de sus estados para
seguir imponiendo una norma heterosexual sobre lo que sería una elección de
género libre. Podríamos usar como botón de muestra de ese arsenal
ideológico el lenguaje, que empuja a una separación entre hombre y mujer,
imponiendo el uso de lo masculino sobre lo femenino como un efecto
alienante más; ese sería la justificación al intento de introducir un lenguaje
“no sexista” donde se use a la par el masculino y el femenino, o mejor aún, si
es posible un género neutro, que no empuje hacia ninguna opción en
concreto.
Las fronteras de género, como las de clase, existen para servir a una
variedad de funciones políticas, económicas y sociales. Estas fronteras a
menudo son movibles y negociables. No operan sólo en la base material de
una cultura, sino también en el mundo imaginado del arte. Las normas de
género no siempre están explícitamente expresadas; a menudo son
transmitidas de manera implícita a través de los usos del lenguaje y de otros
símbolos. Así como la especificidad de género de la lengua ejerce
influencia sobre cómo se piensan o dicen las cosas, las formas narrativas
arquetípicas de Occidente que asumen un protagonista masculino influyen
sobre cómo se cuentan historias sobre mujeres.[12]
La ideología de género, en contraposición a esa norma socialmente impuesta,
afirma que «El género individualiza a cada persona no necesariamente por su
condición sexual hombre o mujer sino por el modo como autónomamente se
percibe a sí misma o como quiere ser sin depender de roles
preestablecidos»[13]. Cada ser humano decide, sin ataduras de ningún tipo: ni
aquellas propiciadas por el azar genético o la naturaleza, ni las dirigidas
desde la norma social, cuál es su género en función de cómo se percibe a sí
mismo; esta percepción se alcanza por medio de sus emociones y
sentimientos que le indican lo que es, o bien por medio de la voluntad propia
mediante la cual el individuo, en función de sus intereses, gustos, o situación
personal, adquiere u opta por un género.
Podríamos decir como resumen, que el género de cada persona lo decide la
propia persona en función de sus deseos o emociones, así descubrimos una
posibilidad de géneros muy amplia, hasta el punto de que la ONU, de forma
no oficial en una declaración de su Defensor Global LGBT, ha aceptado una
lista preliminar, susceptible de ampliación en el momento en el que se
definan nuevos géneros alternativos, de al menos 112 géneros diferentes[14];
este listado[15] de posibles opciones de género recoge desde aquellos más
conocidos: masculino, femenino, bisexual, etc.; hasta algunos de difícil
definición incluso para aquellos que dicen vivirlos. Pero no ha sido este
miembro de la ONU el únicoen aceptar y publicar listados de géneros
reconocidos, diferentes empresas, grupos e instituciones gubernamentales,
están introduciendo listas de géneros reconocidos a la hora de que una
persona pueda auto-clasificarse, apareciendo regularmente noticias que
recogen esa posibilidad, como por ejemplo: la red social Facebook[16] que
recoge hasta 50 géneros posibles, la comisión antidiscriminación de la ciudad
de New York[17] que recoge en su listado 31 posibilidades de clasificación en
razón del género, o la red social Tinder[18], usada por multitud de adolescentes
y jóvenes para establecer relaciones románticas, que recoge para ellos la
posibilidad de escoger entre 27 definiciones diferentes de su género. Las
opciones parecen no tener límite, y todos estos listados se consideran
abiertos, pues siempre es posible que una persona descubra una nueva
manera de sentirse y definirse en relación a su género.
Los medios recogen también con cierta asiduidad y con una mezcla entre
asombro, incredulidad y admiración, casos personales que pueden resultar
muy sintomáticos del camino al que se está dirigiendo la Ideología de
Género. Stefonknee Wolscht es un hombre de 52 años que, en un momento
dado y a pesar de estar casado y tener hijos propios, decidió que lo que
realmente sentía era ser una niña de 8 años, ahora vive adoptado por una
familia, vistiéndose y comportándose de acuerdo al género y a la edad que
percibe tiene realmente[19], este debería catalogarse como un caso de “trans-
edad”. Nano es una joven nórdica que manifiesta haber nacido en el cuerpo
equivocado, afirma que desde que nació siente que es un gato atrapado en un
cuerpo humano, y quiere ser reconocida como lo que realmente es; se trataría
de un caso de “trans-especie”[20]. Grace Neutral es otro caso que podríamos
calificar de extremo, esta chicha afirma ser un alíen atrapado en un cuerpo
humano, y ha iniciado un complicado y agresivo proceso para adaptar su
físico a lo que realmente ella entiende que es[21], se trataría de un caso de
“trans-humanidad” que dista mucho de ser único. La lista posiblemente
podría seguir con casos cada vez más extremos de personas que afirman ser
algo diferente a lo que su cuerpo y su género, especie o edad natural indican.
La ideología de género concibe, siguiendo la estela del feminismo radical, el
género como una herramienta subversiva, destinada a provocar un cambio
social que libere a la humanidad de una normatividad alienante y opresora de
los distintos. «La pérdida de las reglas de género multiplicaría diversas
configuraciones de género, desestabilizaría la identidad sustantiva y privaría a
las narraciones naturalizadoras de la heterosexualidad obligatoria de sus
protagonistas esenciales: “hombre” y “mujer”»[22]. De esta forma, y a través
de la implantación general del concepto de género se logrará la revolución
social que devendrá en una sociedad más libre, plural e igualitaria.
 
2. TEOLOGÍA DE LA IDENTIDAD
La revelación divina a través de las Sagradas Escrituras se sitúa en las
antípodas de los posicionamientos mantenidos por la ideología de género,
aportando una respuesta a esos postulados que casa perfectamente con lo que
podríamos llamar “revelación natural”.
El Libro Sagrado, La Santa Biblia, comienza con una declaración de suma
importancia para el tema que estamos tratando: «En el principio creó Dios…»
(Génesis 1:1). Esta afirmación es relevante porque indica que la creación,
todo lo existente, es producto de una creación divina; no se trata pues del
producto del azar o la casualidad derivada de la interacción fortuita de
materia y energía desde un Big-Bang supuesto en un pasado remotísimo.
Dios creó. Bara’ ( אָרָּב ,) es un término de sumo interés en este contexto
porque es un verbo que se usa únicamente referido a Dios, y su significado es
revelador: crear, pero crear de donde no hay nada; bara’ es un término que se
refiere a una creación ex nihilo, desde donde no hay materia prima ni base
sobre la que realizar el acto creativo. En las Escrituras este término solo se
usa vinculado al sujeto divino, es Dios el único que puede crear en el sentido
al que se refiere bara’.[23]
Este versículo nos refiere, mediante el acto creativo divino, no sólo al poder
infinito y absoluto de Dios, el único capaz de sacar de donde no hay nada,
sino que también nos refiere a su voluntad, a su deseo, y por tanto a su
designio y diseño en la creación. El acto creativo del que nos habla este verso
inicial de la Biblia no puede ser un acto entregado al azar, la fortuna o la
casualidad, sino que se trata de un acto volitivo de parte de la divinidad, un
acto que por el mero hecho de darse implica un diseño y un propósito. Esto se
hace más importante cuando ese acto se aplica a la creación de la humanidad.
Isaías es posiblemente el escritor bíblico que con más asiduidad usa el
término bara’ en el sentido de creación de la nada, de hecho lo usa en 20 de
las 49 veces que este término aparece en el Antiguo Testamento, resultando
especialmente revelador Isaías 45:12, pues refiere este término al ser humano
«Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron
los cielos, y a todo su ejército mandé». Si en el primer versículo del texto
bíblico bara’ hacía referencia a la creación en general, Isaías aquí lo aplica al
ser humano de forma concreta y específica.
Aparte de otras consideraciones posibles, en el asunto de lo que en este
trabajo llamamos teología de la identidad, este versículo es fundamental pues
enmarca la creación de la raza humana en un acto bara’ de Dios, en una
creación marcada por la acción voluntaria de Dios, por su diseño específico y
concreto que, desde donde no había, crea a la raza humana. Los seres
humanos, en la forma que tenemos, tampoco somos producto del azar a del
devenir evolutivo de diferentes especies, sino que somos un diseño divino,
creados por un Dios que de forma específica decidió darnos la forma que
tenemos.
Si unimos esto al relato primero de la creación del ser humano que
encontramos también en el primer libro del Pentateuco, «Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda
la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó»
(Génesis 1:26-27), nos encontramos con un panorama que aclara algo más el
asunto que estamos tratando.
Dios no solo creó la raza humana, sino que la creó de una forma específica: a
imagen y semejanza de Dios y dividida en dos formas diferenciadas
sexualmente: varones y hembras.
De nuevo usa el escritor bíblico el termino bara’ reafirmando así las ideas
antes expuestas, pero aquí vincula el término a la creación como varón y
hembra; esto nos lleva a la inevitable conclusión de que al igual que la
creación de la raza humana fue un acto creativo y volitivo de Dios, el
dimorfismo sexual evidente entre hombres y mujeres forma parte de ese
diseño creativo ex nihilo por la divinidad. Dios diseñó y creó una raza
humana diferenciada en dos formas: la masculina y la femenina. El diseño
además no puede calificarse de otra forma que no sea la de brillante, tanto la
forma, el tamaño, la capacidad de adaptación de los diferentes órganos
sexuales de hombres y mujeres, encajan a la perfección para el fin para el que
fueron creados: proveer a la raza humana de una forma de reproducción y
auto propagación optima, cuya validez y funcionamiento quedan demostrados
a través de la simple observación del grado de difusión que como especie
hemos alcanzado.
La naturaleza apoya en esto a la revelación bíblica, pues es manifiesto, y así
lo han expresado en multitud de ocasiones médicos y biólogos que, salvo
patologías reconocidas, la raza humana esta diferenciada en dos sexos que
corresponden con dos géneros: hombres y mujeres; y estos dos sexo-géneros
tienen un componente claramente físico, biológico y genético, al punto que, 
aúnen los casos de patologías o alteraciones físicas de hermafroditismo[24] o
la andrógina[25], genéticamente, el individuo puede ser catalogado sin lugar a
dudas como hombre, o como mujer. La ideología de género insiste en
referirse a esos casos como “género intersexual”, pero lo único que hace es
dar carta de naturaleza como nuevo género a una situación que está
científicamente reconocida como una alteración o patología. Así pues,
revelación y ciencia se encuentran, al menos en este caso.
La Biblia es clara, la diferenciación entre hombres y mujeres tampoco es cosa
del azar, sino que Génesis manifiesta que forma parte de un plan divino,
debemos considerar junto con los anteriores el versículo 28, «Y los bendijo
Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias
que se mueven sobre la tierra». Dios creo hombres y mujeres, diferenciados
sexualmente, para que estos tuviesen unidos y coordinados,
complementándose, la capacidad para llenar, sojuzgar y señorear sobre el
resto de la creación.
No hay en el relato bíblico ninguna otra posibilidad de un género intermedio
o diferente al de hombre o mujer. ( רָכָז ) y ( הָבֵקְנ ,) zakar y nequebá, varón y
hembra, «destaca lo “masculino” en contraste con lo “femenino”; el vocablo
indica el género de una persona»[26]. No hay duda, no hay confusión, tampoco
hay más posibilidades u opciones. De hecho, lo que sí reconoce el texto
bíblico es la existencia de acciones, de comportamientos, diferentes al del
hombre y mujer, pero no se les reconoce en ningún caso como alternativas a
los géneros creados por Dios, sino como formas de actuar que son
condenadas como pecado.
Encontramos en este sentido términos como: afeminado y homosexual en 1ª
Corintios 6:9. Independientemente de la interpretación que de estos términos
griegos se haga, es consenso general que tanto (μαλακός) traducido como
afeminado, como (ἀρσενοκοίτης) que se traduce como homosexual o el que
se hecha con varones, no hacen referencia a otra cosa que a prácticas sexuales
que el versículo condena sin paliativos, pero no es posible atribuirles,
atendiendo a su origen etimológico, ninguna posibilidad de idea de género
alternativo. Estos términos se encuentran en otros versículos bíblicos, pero de
forma general se aplica en todos la misma norma, se refiere a prácticas,
siendo de acuerdo al uso correcto de la hermenéutica un error pretender
referirlos a una cuestión de identidad de género.
Otro versículo que puede resultar controvertido a efectos de su interpretación
desde una perspectiva de género es este: «No vestirá la mujer traje de
hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová
tu Dios cualquiera que esto hace» (Deuteronomio 22:5).
El asunto aquí no es simplemente en cuanto a modas, sino en relación con
ciertas prácticas sexuales anormales, manifestadas por usar la ropa del sexo
opuesto. Las prácticas homosexuales pudieran estar detrás de esta ley (ver
Levítico 18:22; 20:13). También es posible que algunos rituales de
religiones no israelitas involucraran el travestismo, y por esta razón se
condena la práctica.[27]
Todo indica que este versículo habla de forma directa de una práctica, un
comportamiento. Desde lo que manifiesta el versículo, resulta imposible
aseverar cuál era la razón que llevaba a aquellos a los que alude al uso de
vestimentas correspondientes a un sexo diferente al propio, los comentaristas
y estudiosos no logran unanimidad al respecto, si bien la mayoría lo vincula,
como en el caso del comentario bíblico citado, a la realización de prácticas
homosexuales o idolátricas; otros hacen también referencia a un posible
intento de escapar de los deberes militares, o a asumirlos sin tener derecho a
ello. En cualquier caso, lo evidente y seguro, es que fuese cual fuese la razón,
la alusión del texto bíblico se refiere también a un comportamiento, no
pudiendo vincularlo a una cuestión de identidad de género, pues esa situación
no se menciona de forma explícita, ni tampoco de forma implícita evidente,
en ningún lugar de las Escrituras; pretender atribuir esa intención sería una
flagrante extralimitación interpretativa.
El relato bíblico de la creación del hombre termina diciendo «Y vio Dios todo
lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera» (Génesis 1:31).
Dios se refiere a su creación, y más concretamente a la creación del ser
humano como algo «bueno en gran manera»; Dios usa dos expresiones
interesantes para referirse a su última creación, mientras a cada día la opinión
divina es que lo hecho es bueno (טויב) tôb, cuando se refiere a lo creado en el
sexto día, a la creación de la humanidad, añade la expresión ( דיעְמ ) meód, en
gran manera[28]. Así ambas palabras juntas transmiten la idea de algo que. una
vez terminado, es cómodo, placentero, agradable y completamente perfecto y
acabado. Esa expresión deja fuera de la ecuación la posibilidad de un error o
algo defectuoso.
Es habitual escuchar la expresión “nació en el cuerpo equivocado”, debemos
tener en cuenta al examinar esta idea que la usan personas que no creen en la
creación ni en el diseño divino, es más, personas que mayoritariamente
niegan la intervención divina en ningún aspecto de sus vidas, así que lo que
realmente pretenden expresar es un error del azar, de la naturaleza, de los
genes, o del universo, pero que lo que están haciendo realmente es achacar un
error al diseño divino aun cuando no crean en él. Pretender que es posible que
Dios se equivoque e “instale” una mente de mujer en un cuerpo de hombre, o
viceversa, es pretender que Dios es un ser cruel y mal intencionado que,
parafraseando fuera de contexto a Albert Einstein, “sí tira los dados de vez en
cuando”, lo que lleva a que algunos desafortunados les toque la china de
lidiar con un género que no le corresponde mentalmente.
Pero Dios lo hizo todo bueno y perfecto, y en el caso de la creación de la raza
humana lo hizo «bueno en gran manera».
¿A qué es achacable entonces esos casos de personas que se sienten
incómodos o fuera de lugar con su sexo físico?
Si nos acercamos desde una óptica médica a los problemas de identidad de
género estos se definen como una “disforia de género”. Hasta no hace mucho
la nomenclatura usada para esta afección era: Trastorno de identidad de
género o transexualidad, pero la presión ejercida desde el Lobby LGTBI en el
sentido de que no se considere su situación como un trastorno, sino como una
condición, ha generado el cambio de nombre.[29] la disforia sería un trastorno
de la personalidad en el que la percepción del individuo le lleva a no
identificarse con el género con el que ha nacido. Hasta el momento el único
tratamiento que la ciencia médica aporta a esa situación es: por un lado, tratar
farmacológicamente y con terapias psicológicas los trastornos que genera,
como puede ser la depresión, las tenencias suicidas, etc. y por otro lado la
llamada reasignación de género, procedimiento médico que combina
tratamiento químico hormonal y operaciones quirúrgicas. La terapia para la
reasignación de sexo implicará el mantenimiento de medicación hormonal
durante toda la vida del paciente, a fin de que los efectos logrados no se
reviertan, cuando menos en parte, por la acción de las hormonas que el
cuerpo genera de forma natural, acordes con su género genético.
Teológicamente, el origen de la enfermedad y la muerte están en el pecado,
antes de la caída de la humanidad en este su existencia estaba libre de ambos
elementos, Adán y Eva no conocieron muerte, dolor ni enfermedad hasta su
castigo y expulsión del Edén. El abordar la disforia de género en las dos
formas en las que médicamente es tratada lo único que logra es perpetuar o
agravar el problema, será una situación de difícil solución mientras no se
aborde desde el ámbito espiritual y de relación con Dios. Los esfuerzos de los
médicos y psicólogos serán baldíos entretanto no se asuma la realidad de la
identidad de género conla que hemos sido creados. Jesús mismo en Mateo 16
argumenta «¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere
su alma?»; la realidad es que la medicina, la psiquiatría y la psicología
pueden paliar ciertos efectos o forzar ciertos cambios, pero el origen del
trastorno, condición, afección o como quiera que le llamemos seguirá siendo
el mismo: la rebeldía a la voluntad divina, y ante ese mal, todo intento
médico o psicológico resulta mero placebo, puede aparentar tener resultado
pero que en realidad no afecta al verdadero origen de la situación..
Debemos entender que la creación “buena en gran manera” de Dios es previa
a la caída del hombre; la Santa Palabra también nos relata como la
humanidad, estando aún en un estado de perfección bienaventurada donde
todo encajaba de forma perfecta: cuerpos, sexo, pareja, familia, propósito,
tomó la decisión de rebelarse contra la voluntad divina, escogiendo en el uso
de su libre albedrío y de su capacidad de decisión ponerse fuera del ámbito de
la perfección en la que Dios los había situado.
El pecado, la transgresión, el error, dañaron no solo la relación del ser
humano con Dios, sino también su propia naturaleza, e incluso el entorno en
el que vivían, la propia tierra.
Las consecuencias inmediatas fueron numerosas, fuertes, extensas e
irónicas (observe cuidadosamente Génesis 1:26-3:24). la relación divino
humana de comunicación abierta, amor, confianza y seguridad fue
cambiada por el aislamiento, una actitud defensiva, la culpa y el destierro.
Adán y Eva y su relación mutua degeneraron, la intimidad y la inocencia
fueron reemplazadas por la acusación (al echarse la culpa el uno al otro). Su
rebelde anhelo de independencia desembocó en los dolores de parto, la
dureza del trabajo y la muerte. Sus ojos quedaron realmente abiertos,
conocedores del bien y del mal (por medio de un atajo), pero trataba de un
gravoso conocimiento que no estaba equilibrado por ningún otro atributo
divino (por ejemplo, el amor, la sabiduría y el conocimiento). La creación
encomendada a Adan, y cuidada por él, fue maldita y gime por su liberación
de las consecuencias de su pecado… [30]
En esta situación caída, el ser humano no puede fiarse ya de su naturaleza,
caída como él mismo, de ahí que la propia palabra recomiende: “No seas
sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será
medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos” (Proverbios 3:7-8). No
disponemos, como seres caídos, de una capacidad sin mancha que nos
permita percibir el mundo o incluso nuestro propio ser en la justa medida en
la que debemos hacerlo, de ahí el consejo de Dios: «Fíate de Jehová de todo
tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus
caminos, Y él enderezará tus veredas.» (Proverbios 3:5-6). Se trata, pues, de
escoger fiarse de Aquel que lo hizo todo «bueno en gran manera», en lugar de
fiarse de la opinión de aquel que lo manchó todo con el estigma del pecado.
La ideología de género propone que sea el hombre caído el que determine su
identidad, como si esta dependiese de su decisión o voluntad, propone que
sea el hombre caído el que decida qué es y cómo se expresa pasando por
encima de toda evidencia física, biológica, genética, incluso por encima de la
determinación de la creación divina. La propuesta de Dios es otra: se trata de
confiar en Él, en sus designios y su diseño original, se trata de aceptar la
identidad que la Palabra nos revela tenemos en Él, criaturas hechas a su
imagen, creados como hombres y mujeres con un propósito claro. Cierto que
la caída en el pecado ha trastocado, perturbado y deformado esa imagen y ese
propósito, pero no es menos cierto que Dios manifiesta, desde el propio
Génesis y a lo largo de todas las Escrituras, tener un plan de alcance y
salvación, de restauración de su diseño original en Cristo Jesús, de ahí que
sea posible la tajante afirmación paulina: «De modo que, si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas.» (2 Corintios 5:17); el comentarista bíblico Mathew Henry lo expresa
de esta forma:
La redención adquiere carácter cósmico […] El adjetivo griego kainé indica
novedad de algo que ya existía. Así ha de entenderse la creación aquí como
en Efesios 2:10. El ‘nuevo hombre’ no es otro hombre, sino el mismo que
ya existía, renovado, cambiado. Dice Tasker “Todo hombre regenerado por
el Espíritu de Dios, es una nueva creación, y un mundo en el que existen
tales creaciones es, al menos potencialmente, un mundo nuevo”.[31]
Se trata pues de una cuestión de confianza: confiar en las emociones, deseos
y sentimientos de los hombres caídos, o fiarse del Diseño de Dios para ser de
nuevo lo que Él siempre quiso que el hombre fuese, y también que este
mundo fuese.
La cuestión podría aclararse un poco cuando consideramos ambas partes.
La confianza en el propio ser, en la propia mente, en nuestras decisiones y
emociones es calificada con claridad meridiana por la propia Escritura:
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?» (Jeremías 17:9), «Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que
confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de
Jehová.» (Jeremías 17:5). Ambos textos son muestra de cómo la Palabra de
Dios considera el intelecto, la voluntad y la sabiduría humanos, se trata de
algo deficiente, engañoso, equívoco, y por lo tanto no fiable para la toma de
una decisión tan importante y fundamental como es la de la propia identidad.
La propia experiencia de algunas personas que han tomado decisiones sobre
la base de sus emociones, sentimientos y percepciones son para nosotros una
importante señal de aviso, es posible encontrar publicados en diversos medios
experiencias personales de quién optó por la vía propuesta por la ideología de
género, siguiendo unos impulsos y percepciones contrarios a su propia
naturaleza física; algunas cifras aportadas hablan de al menos un 5% de
transexuales que han declarado públicamente las nefastas consecuencias de
las medidas tomadas para “adaptar” su situación a la realidad que percibían y
sentían[32]. También es necesario hacer notar que la “presión de grupo” dentro
del lobby defensor de la Ideología de género es realmente intensa,
propiciando que sea más fácil mantener silencio que manifestar un
pensamiento contrario a las ideas liberadoras de la asunción del género
deseado y escogido. Es interesante considerar también otros datos que avalan
la falsedad de la solución supuestamente idílica de asumir un género diferente
a aquel con el que se ha nacido. En este sentido resulta revelador el estudio
epidemiológico realizado por varios científicos en la ciudad americana de
Boston en 2015[33], en el que se recoge la mayor tendencia a la depresión,
drogadicción y suicidio en aquellos que toman la senda del transgénero. Se
hace tristemente evidente la expresión del salmista sobre la situación de quién
toma un camino diferente al del arrepentimiento ante el pecado en el Salmo
32:3-4: «Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el
día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi
verdor en sequedades de verano». Es posible intentar escapar a la realidad
natural, al diseño de Dios, pero no será posible escapar a las consecuencias de
tomar esa vía de huida; en el mejor de los casos supondrá una vida de
negación de una realidad física que no es posible obviar continuamente; en
los peores llevará al individuo a un camino de automatización y de continua
violencia química sobre su propio cuerpo, con la finalidad de intentar cambiar
algo que finalmente no es transformable por estar escrito en nuestros genes,
en el libro interior del diseño de Dios de nuestra naturaleza.
El camino diseñado por Dios es radicalmente diferente, supone la aceptación
de su soberana voluntad, de su diseño original claramente manifestado, como
hemos visto, en la revelación bíblica: varón y hembra. Las palabras de Pedro
en su discurso en el Pórticode Salomón resuenan hoy como entonces, clara
expresión de un camino a seguir por el hombre errado, pecador: «Así que,
arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que
vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio» (Hechos 3:19). La
situación es la misma para esas personas que de forma contumaz, o por
ignorancia, se están oponiendo a la voluntad manifiesta de Dios. Tomar ese
camino supone aceptar que Dios es más sabio que nosotros, simples
creaciones suyas; es más, significa aceptar que Dios nos conoce mejor de lo
que podremos conocernos jamás nosotros, pues a fin de cuentas es el autor
del diseño y de la creación original, y también es el diseñador de lo que será
nuestra condición postrera; quiere decir que debemos aceptar que apartarse de
esa voluntad manifestada en nuestra creación es pecado, y que por lo tanto
lleva aparejado el castigo que la Palabra manifiesta como seguro: la muerte;
supone el arrepentimiento, (μετανοέω) metanoeo, un «cambio de vida,
basado en un cambio completo de actitud y de pensamiento en lo relativo al
pecado y la rectitud»[34], un dejar de mirar al camino equivocado para
enfocarse en el correcto, esto no es necesariamente fácil ni cómodo, pero es
indispensable; y como paso siguiente supone el convertirse, que completa el
proceso iniciado con el arrepentimiento, (ἐπιστρέφομαι) epistrephomai, que
significa «1. LN 15.90 regresar, volver a un punto; 2. LN 31.60 cambiar las
creencias personales, cambiar una opinión respecto a la verdad; 3. LN 31.61
hacer cambiar las creencias; 4. LN 41.51 cambiar la conducta propia, cambiar
el comportamiento»[35], un proceso este, en el que la voluntad humana, la
libre decisión, tiene mucho que ver, pues es una expresión reflexiva, nace de
aquel que la lleva a cabo, para sí mismo, no para otros.
La respuesta bíblica a las dudas de género es afirmarse en la verdad divina, y
moverse en ella, aun cuando esto suponga contravenir los deseos, los
pensamientos o las percepciones personales, que se reconocen como erradas
y pecaminosas.
«Quizás la mejor definición del pecado sea la que aparece en 1ª Juan 3:4
donde dice: “El pecado es infracción de la ley”. Cualquier otra cosa que sea
el pecado, en su centro mismo es una infracción de la ley de Dios»[36].
Pretender cambiar el diseño del hombre realizado por Dios, es infringir la
Ley de Dios manifiesta a través de la propia naturaleza creada por Él mismo.
Pretender enmendar la plana a Dios asumiendo que el género con el que
hemos sido creados es incorrecto es pecado.
Afortunadamente la solución divina de vuelta al camino de la creación
original conlleva una promesa de parte de Dios: “…para que sean borrados
vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio”. Aquellos que retoman la senda del creador tienen asegurado de su
parte perdón, absolución total, borrado de sus faltas. El autor del libro de los
Hechos pone en boca de Pedro la expresión (ἐξαλείφω) exaleifo, serán
borrados, que expresa una eliminación total, no parcial, si asumiéramos un
símil judicial, podíamos decir que el expediente judicial del encausado
aparece completamente limpio, en blanco, sin ningún tipo de referencia a la
causa que pudo llevar a la apertura de ese expediente. Se trata de un perdón
total. La eliminación de ese pecado, conlleva, en palabras de Pedro que “…
vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”; (καιρός ἀνάψυξις)
kairos anapsuxis, traducido como tiempos de refrigerio, otra traducción más
cercana al sentido pleno y original de las palabras griegas sería: para kairos:
«Tiempo, oportunidad, momento oportuno, tiempo favorable, tiempo
señalado, temporada, estación, época»[37], y para anapsuxis: «propiamente
recuperar el aliento»[38] y «alivio, refrigerio, descanso de una circunstancia
opresiva»[39]; esta situación de aquellos que aceptan el camino divino
contrapuesta a la anteriormente presentada de muchos que prefieren el
camino propuesto por la ideología de género es cuando menos notable. El
descanso, el alivio de una situación que no podemos menos que reconocer
como angustiosa, es resultado de aceptar la identidad diseñada por Dios para
hombres y mujeres, y de vivir en la presencia de ese Dios que perdona y
alivia.
Pero también es importante señalar que la solución que Dios a través de su
Palabra propone, no está exenta de dificultades y un cierto grado de
sufrimiento. La Biblia en eso es clara, es el ser humano el que tiene la
responsabilidad de colaborar y participar en la obra regeneradora que el
Espíritu Santo comienza en la vida de aquellos que se acercan arrepentidos a
Dios, en ese sentido las referencias bíblicas son amplias, un ejemplo sería:
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales
la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros
también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora
dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia,
palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros,
habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del
nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta
el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni
incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y
en todos. (Colosenses 3:5-11).
Aquí Pablo enseñando a los creyentes de Colosas les expresa de forma clara y
fehacientemente la necesidad de su colaboración en la obra del Espíritu
Santo, la necesidad de la participación de su voluntad en el proceso de
cambio que se produce por el hecho de haber entrado a formar parte del
cuerpo de Cristo; (νεκρόω) «hacer morir. Se usa en la voz activa en el sentido
de destruir el poder de, privar de poder, con referencia a los malos deseos que
obran en el cuerpo»[40], (ἀποτίθημι) «siempre en la voz media en el Nuevo
Testamento, poner afuera (apo, afuera; tithemi, poner). Se traduce «dejad» en
Col 3:8»[41], (ἀπεκδύομαι) «despojarse totalmente uno mismo, o (para uno
mismo) despojar»[42], (ἐνδύω) «significa entrar dentro, meterse dentro, p.ej.,
dentro de ropas, vestirse, revestirse»[43]. Todos son verbos con un carácter
reflexivo, en el que la persona es a la vez actor y objeto de la actuación
referida, así el apóstol nos transmite que en el proceso de cambio la
participación de aquel que cambia es necesaria. Tratando de asuntos de
identidad de género es importante entender que tomar y vivir la identidad que
Dios ha diseñado para nosotros es un proceso en el que los implicados
necesariamente deben actuar de forma volitiva, no se trata entonces de un
cambio mágico y milagroso producto de una decisión de un momento, sino
más bien de un proceso en el que los afectados deben negarse a ciertos deseos
y pensamientos, fomentando en su vida otro tipo de pensamientos y modos de
actuar. Este proceso es igual para todos los pecados sea cual sea su carácter, y
los problemas de identidad de género podrían encuadrase en el listado dado a
los colosenses dentro de las pasiones desordenadas y los malos deseos.
Se trata pues de un trabajo intenso en el que los creyentes son guiados y
ayudados por el Espíritu Santo de Dios, principal interesado en su
restauración al diseño original, previo a la caída en el pecado, aceptando y
viviendo en el género que les corresponde de acuerdo a ese diseño; un trabajo
que seguramente no está exento de dificultades y dolores, pero en el que el
creyente puede apoyarse en la idea de que “Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses
2:13). Así pues, el que se embarca en la recuperación de la identidad de
género que Dios diseñó para él como criatura suya, no está solo en el camino,
por duro que este pueda hacerse.
3. SEXUALIDAD DE GÉNERO VS. TEOLOGÍA DE LA
SEXUALIDAD
 
3.1. SEXUALIDAD DE GÉNERO
La ideología de género manifiesta unatendencia a entender la sexualidad
desde un punto de vista abierto y carente de fronteras morales o límites
establecidos; excluyendo, al menos inicialmente, aquellas expresiones
sexuales que interfieran en la libre decisión de algunAs de las partes para
participar en ella, como podrían ser las violaciones. No hay más límite que el
que marca el propio deseo y el de aquel con quien se interactúa; no hay nada
prohibido de antemano, no hay nada censurable ni malo en esencia, no hay
frontera moral que resulte inamovible, siempre dentro de los parámetros ya
descritos.
El amor sirve de coartada y justificación para cualquier práctica sexual
justificándola de forma general como una expresión de un amor libre; como
quiera que no existen normas ni fronteras para el amor, tampoco deben existir
para la sexualidad.
Cada individuo debe tener libertad para optar por la orientación sexual que
le parezca, sea heterosexual u homosexual, o bien, abstenerse de practicar
alguna (asexualidad). Todas las orientaciones sexuales que no afecten los
derechos ajenos deben ser respetadas por todos, la sociedad y el Estado, así
no se compartan o no se comprendan ciertos principios, perfiles,
expresiones o conductas de las personas diversas.[44] 
Esta idea de libertad total del individuo para tomar sus propias decisiones y
opciones es compartida de forma general, otra cosa es la opinión que un
individuo o grupo tenga al respecto; siempre que se mantengan dentro de la
legalidad y sin afectar a derechos ajenos es de general consenso que las
personas deben ser respetadas por la sociedad y los gobiernos. Ahora bien,
este principio general, entra frecuentemente en contradicción con
legislaciones particulares de estados, y con concepciones de grupos sociales
que se sienten agredidos por la expresión de ciertas libertades personales;
como ya se ha citado en su momento. La opinión de la persona que la ONU
ha elegido para la representación y defensa de los derechos LGTBI, Vitit
Muntarbhorn, considera que en estos casos de “conflicto de derechos”, los
derechos LGTBI deberían ser considerados de un “rango” superior a otros
derechos que se le contrapongan, y si bien es cierto que cuando hablamos del
derecho a la vida se puede estar de acuerdo con el sr. Muntarbhorn,
conviniendo de forma general que no se debe privar a nadie de su vida por
una cuestión de conciencia u opinión, el asunto se torna más espinoso y
difícil de definir cuando se trata de evaluar la importancia de derechos no
relacionados con la vida, como son ciertos tipos de expresiones y
manifestaciones públicas de las ideas, el derecho a influir en la educación,
etc.
La controversia se agudiza al examinar ciertas afirmaciones de grupos
vinculados a la ideología de género o que se valen de ella por tener intereses
y fines comunes; algunos de estos grupos, como pueden ser las feministas
más radicales o los autodenominados “amantes de todos los niños”[45], tienen
presencia e influencia en la ideología de género, produciendo en la misma un
avance en la dirección de la defensa de sus intereses; encontramos un ejemplo
de lo que propugnan algunos de estos grupos en el pensamiento de Shulamith
Firestone, mujer canadiense que puede ser buena representación de las ideas
que sobre el sexo se desarrollan en la filas más radicales del feminismo;
afirmaba Shulamith que era necesario ganar « La libertad de todas las
mujeres y los niños para hacer cuanto deseen sexualmente. No habrá ya
razones para no hacerlo»[46]. El salto ideológico que da esta activista radical
feminista provoca que hasta lo que pudieran parecer fronteras generalmente
aceptadas comiencen a diluirse. 
Se hace evidente, y así lo manifiesta la propia autora sin el menor reparo,
cuando dice «Las feministas tienen que cuestionar, no sólo toda la cultura
occidental, sino también la organización de la cultura en sí misma, e incluso
la propia organización de la naturaleza»[47], que el uso de las relaciones
sexuales no es sino otra forma de subvertir una sociedad que necesariamente
debe ser cambiada, y no solo eso, sino que el afán revolucionario trasciende
ese ámbito y alcanza también la intención de subvertir el propio orden
natural, o expresado en términos cristianos, la creación divina.
Bajo esta idea de revolución que, toma como arma subversiva las prácticas
sexuales, han florecido multitud de grupos de diversa índole y adscripción,
que de una u otra manera mantienen posiciones similares, y que suelen
ampararse bajo el paraguas común de la ideología de género; entre ellos
encontramos el colectivo “Manada de lobxs”, de inclinación queer, y que
publicó en su momento un libro-manifiesto que expresa, sin lugar a ningún
género de dudas, su ideario en relación a la sexualidad.
La renuncia a mantener relaciones sexuales naturalizantes heteronormales
habilita la resignificación y deconstrucción de la centralidad del pene y
critica las categorías de “órganos sexuales” […] separar el uso de los
placeres de las formas de reproducción humana (de la cual también
abdicamos por varias temporadas), explorar y experimentar otros usos de
los placeres (por ejemplo, en las prácticas de juegos de poder
consensuados). La abolición de la práctica de la sexualidad en pareja,
mediante prácticas de placer en grupo con afines sexoafectivos resignifica
el cuerpo como barricada de insubordinación política, de desobediencia
sexual, de desterritorialización de la sexualidad heteronormativa, sus
regímenes disciplinarios naturalizados y sus formas de subjetivación para la
subsecuente creación de espacios de afinidad anti-género y anti-humanos:
destruir hasta los cimientos la heterosexualidad como régimen político. Ése
es nuestro destino.[48]
La ideología de género y sus afines plantean la heterosexualidad, o como en
muchas ocasiones prefieren llamarlo, la “heteronormatividad”, como una
imposición inaceptable que trunca los anhelos de liberación sexual de los
individuos. Ven la practica heterosexual como una forma de imposición de
roles de género que consideran ajenos, y que perciben como una atadura que
les impide el pleno desarrollo de su ser real tal y como lo perciben.
La heterosexualidad, práctica por otro lado aplastantemente mayoritaria, es
vista como una herencia de la evolución humana, un residuo de cuando el
hombre era más animal que humano, y que en la actualidad merma o impide
el pleno desarrollo de la humanidad como tal. Pero su percepción de este
asunto va más allá, ni siquiera aceptan que esta forma de entender la
sexualidad humana como la relación física entre un hombre y una mujer sea
algo natural, sino que perciben en ella una forma de dominación política y
social, y les es indiferente que esa haya sido el método a través del cual la
humanidad ha conseguido subsistir y propagarse hasta la actualidad, sigue
siendo algo que consideran alejado de lo natural. La política española, Beatriz
Gimeno, diputada autonómica en la Comunidad de Madrid en una entrevista
realizada por el periódico La Gaceta expresa así ese pensamiento:
La heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que
es una herramienta política y social con una función muy concreta que las
feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres
[…] La heterosexualidad no sólo se enseña, sino que además, se hacen
ímprobos esfuerzos para que la mayoría de las mujeres sientan que no
tienen otra opción; la heterosexualidad está fuertemente inducida, y de ahí
los múltiples mecanismos destinados a sustentarla, a enseñarla, a
favorecerla, a castigar la disidencia[49] 
Frente a la heterosexualidad opresora e impuesta, la ideología de género
entiende como natural cualquier tipo de relación sexual, sea del tipo que sea:
solitaria, en pareja de cualquier tipo, en grupos más o menos numerosos,
dentro de una relación, con personas desconocidas, o cualquier otra variante
que sea posible imaginar. El único objetivo del sexo, tenga este la forma que
tenga, es la obtención de placer y satisfacción personal,sea esta como sea.
Así se normalizan prácticas como el sadismo, el bondage, el masoquismo, la
asfixia auto-erótica o en pareja, el uso de cualquier juguete erótico, e incluso
en ciertos círculos empiezan a diluirse prácticas aún consideradas tabú como
la pederastia.
En la práctica eso lleva a una deshumanización del individuo, a convertirlo, o
en el menor de los casos a relacionarse con él, como si de un objeto destinado
a la obtención de placer se tratase. Lo saben los ideólogos del género, y no
solo lo saben, lo expresan explícitamente: «El otro ya no es alguien con quien
se haga el amor por deseo, es un objeto al que se lo inviste de una sádica
voluntad, o es una parcialidad susceptible de llenar pulsiones parciales»[50].
La deshumanización tristemente no se limita al otro, al usado para obtener
placer, sino que la ideología de género, que se alza en defensora de los
derechos de los débiles y oprimidos, deshumaniza también a sus propios
promotores. Herederos de la ideología feminista de la que la de género ha
bebido abundantemente, los seguidores de las ideas de género se han
convertido en los máximos promotores del aborto libre, identificando al no
nato como un mero apéndice desprovisto de humanidad, como un tumor que
es posible extirpar porque: «en mi cuerpo decido yo», «mi cuerpo, mis
derechos, mi libertad». El feto no es humano, no está vivo, no importa y
puede desecharse para evitar que coarte la libertad de nadie. Esta concepción
permite seguir disfrutando de la sexualidad sin tener que preocuparse en
demasía por la consecuencia que de esas prácticas se pudiesen derivar.
Un único objetivo al que todo se supedita: la obtención de placer; sumado a
la decisión de derribar cualquier paradigma en pro de una total y plena
libertad sexual, parece la reedición del pensamiento del filósofo Aristipo de
Cirene, 2400 años después. En una sociedad cada vez más hedonista, la idea
de la sexualidad que propone la ideología de género, en la que el ser humano
y el placer que puede lograr son el centro de la ecuación, encaja a la
perfección con el espíritu que se respira de forma general; posiblemente esa
sea la razón por lo que la idea de plena libertad sexual expresada en el
paradigma “haz lo que te haga sentir bien y te produzca placer, sin hacer daño
a nadie” es aceptada de forma casi unánime. Nuestra sociedad es hoy el caldo
de cultivo ideal para que las ideas sobre sexualidad asociadas a la ideología
de género triunfen plenamente.
 
3.2. UNA TEOLOGÍA DE LA SEXUALIDAD
La forma en la que la Biblia nos muestra el diseño divino de la sexualidad es
radicalmente diferente al propuesto por la concepción asociada a las ideas de
género hasta ahora expuestas. En la cosmovisión cristiana bíblica de la
realidad el hombre no es el centro de la cuestión; el centro siempre es Dios; y
tratando de sexualidad no iba a ser diferente.
La sexualidad, la forma de relacionarse física y emocionalmente, como la
forma de reproducirse los seres humanos, no son un invento humano, ni
siquiera han sido elegidas por los hombres y mujeres, sino que se trata de
algo que nos viene dado por diseño. En la anterior sección se expuso la
realidad bíblica del ser humano como creación de Dios, y como parte de esa
creación fue el diseño en dos formas diferenciadas: el hombre y la mujer.
La sexualidad es un diseño divino que forma parte de la propia naturaleza
humana; cuando Dios creó al ser humano varón y hembra, dentro de esa
creación estaba inserto el apetito sexual, el deseo mutuo que atrae a hombre y
mujeres entre sí. Desgraciadamente a lo largo de su historia el cristianismo ha
desarrollado visiones de las relaciones sexuales que han llegado a considerar
sucio o pecaminoso lo que Dios creo como natural y agradable a su voluntad,
pero ello no debería ser razón para negar lo que la Biblia nos revela de forma
clara y explícita como una parte del plan de Dios para los seres humanos.
Los seres humanos hemos sido creados sexuados. Dios hizo al hombre y a la
mujer, como ya hemos visto en Génesis 1; las diferencias entre hombre y
mujer son evidentes a nivel físico; como especie manifestamos un claro
dimorfismo sexual y pese a esas diferencias evidentes, también manifestamos
una clara complementariedad de diseño. Los órganos sexuales femeninos y
masculinos encajan a la perfección, con una capacidad de adaptación mutua
casi total, lo que facilita las relaciones sexuales placenteras y efectivas a nivel
reproductivo, con unos riesgos para la salud, cuando se dan en condiciones
naturales, prácticamente nulos.
La Palabra hace referencia a esa complementariedad que se da entre hombre
y mujer a todos los niveles cuando dice: «Por tanto, dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis
2:24); la expresión «una sola carne» (ד ַחֶא רָׂשָּב )[51] edjad basar, hace
referencia en una interpretación directa a la unión física, pues transmite la
idea de unir, juntar, hacer algo común, dos carnes, o cuerpos; aparte del
sentido emocional o espiritual, el primer significado directo hace referencia a
una unión física y carnal. En base a este versículo puede decirse que el plan
de Dios fue que entre hombre y mujer hubiese una unión de tipo carnal,
físico, que sin duda implica más aspectos, pero que tiene como base
primordial la relación sexual; y fue parte de la voluntad de Dios cuando creó
al hombre. El sexo es pues parte fundamental de la relación perfecta entre
hombres y mujeres.
Debe recordarse que la razón que llevó a Dios a diferenciar los sexos en la
humanidad fue el crear un binomio que se completase y se desarrollase en
conjunto. Génesis 2, en un relato más pormenorizado de la creación, nos dice
que Dios creó la raza humana perfecta, hecha a su imagen, pero eso parece
que limitaba al ser humano a una vida de soledad, sin nadie aparte del propio
Dios con quien pudiera relacionarse en igualdad, pues los animales no eran
suficiente para un desarrollo pleno del hombre «Y puso Adán nombre a toda
bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se
halló ayuda idónea para él.» (Génesis 2:20); ese es el momento en el que
Dios decide diferenciar los sexos en la humanidad, creando varón y hembra,
como nos relata de forma más somera Génesis 1. La razón de esa
diferenciación entre hombre y mujer, es que haya una relación de
compañerismo, apoyo mutuo, ayuda, que la raza humana lejos de vivir en la
alienación que provocaría la unicidad, encuentre en la duplicidad de los sexos
un medio de crecimiento y desarrollo como especie. Parte de ese desarrollo se
da a través de las relaciones sexuales donde el hombre y la mujer se entregan
mutuamente y se funden en uno sólo.
«Algunos han asumido que el acto sexual llegó a ser una práctica impura
cuando entró el pecado en el mundo»[52]. Esta postura es difícil de sustentar
bíblicamente, como los propios Wheat recogen en su libro, Jesús mismo
sancionó y respaldó el matrimonio usando esas palabras del Pentateuco en
Mateo 19:5. Lo que indudablemente sí cambió fue la relación entre el hombre
y la mujer, la forma en la que estos se relacionaban y se consideraban;
previamente a la caída nos encontramos: «Y estaban ambos desnudos, Adán
y su mujer, y no se avergonzaban.» (Génesis 2:25), en cuanto la humanidad
cae la situación muta: «Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y
conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se
hicieron delantales» (Génesis 3:7). Adán y Eva vivían en desnudez, nada les
resultaba vergonzoso o sucio, ni sus cuerpos, ni el uso que de ellos hacían.
Como quiera que desconocemos por completo el tiempo transcurrido entre la
creación y la caída, podemos suponer que esta no fue inmediata, por lo que
Adán y Eva pasarían un tiempo en el huerto, siendo una sola carne,
manteniendo relaciones sexuales, sin que viesen o percibiesen nada negativo,
malo en ello. Cuando Adán y Eva pecan, la situación da un vuelco trágico, el
versículo 7 del capítulo tres ya mencionado expresa que tras la caída sus ojosfueron abiertos; se trata de una expresión que el contexto nos hace entender
como metafórica, no puede estar refiriéndose a los ojos físicos, como órgano
encargado de la visión, porque ni Adán ni Eva eran ciegos o tenían los ojos
cerrados antes de caer en pecado; debería entenderse entonces que hace
referencia a otra situación; en lo que se percibe un cambió no es en los ojos,
ni su visión, sino en lo que ellos entendieron de lo que estaban percibiendo
por sus sentidos; la Biblia usa la palabra ( עַדָי ) yadá; «En esencia, yada’
significa: (1) saber por observación y reflexión, y (2) saber por
experiencia.»[53], el cambio se produce en el conocimiento, en la
comprensión, en la experiencia; Adán y Eva fueron conscientes de su
desnudez, de su fragilidad, de los vulnerables que eran en el área de la
sexualidad, de ahí su gesto de cubrirse, de protegerse. El pecado no hizo malo
el sexo, solo hizo conscientes a los seres humanos de cuan frágiles son en el
área de su sexualidad; perdida la inocencia de la vida ignorante del pecado, se
abre a ellos todo un mundo atemorizante y peligroso en lo que lo creado
«bueno en gran manera» se convertía en “peligroso en gran manera”.
Para evitar esos peligros en la sexualidad, descubiertos a través de la caída,
los seres humanos deben relacionarse sexualmente dentro de los parámetros
originales del diseño de la relación sexual por parte de Dios.
Una sexualidad heterosexual
Frente a la “diversidad” de opciones sexuales propuestas por la ideología de
género, La Biblia nos presenta un Dios que creó una raza humana compuesta
por hombres y mujeres; podría haber creado a la humanidad solo compuesta
por mujeres, o por hombres, o por alguna creación intermedia hermafrodita o
directamente asexuada; sin embargo, el diseño de Dios fue hombres y
mujeres destinados a unirse en una sola carne. Este diseño heterosexual se
manifiesta en la idoneidad de los órganos que Dios ha provisto para tal
efecto; la interacción entre los órganos genitales masculinos y femeninos esta
prevista por diseño de tal manera que esta puede darse de forma que sea
“perfecta”. Las gónadas masculinas y femeninas agrupan la mayor cantidad
de receptores relacionados con la percepción del placer sexual; estos no se
encuentran únicamente ahí, pero sí es donde se encuentra la mayor
concentración de ellas, de forma que la estimulación mutua a través de los
órganos sexuales es la forma más directa y sencilla de alcanzar el placer
sexual. Es posible alcanzar placer en otro tipo de relaciones, como pueden ser
las homosexuales o las autoeróticas, y también puede lograrse a través de la
estimulación de otras zonas erógenas no vinculadas a los órganos sexuales,
pero la forma más “natural”, “habitual” y extendida en el género humano son
las relaciones heterosexuales, y esto encuentra su razón en el diseño mismo
del cuerpo que facilita y prima ese tipo de relación. Cierto que algunos
defensores de la ideología de género aducen que ese hecho es algo cultural,
como Oscar Guasch, que afirma que «la sexualidad humana no está definida
por imperativos biológicos, sino que está sujeta a condicionantes sociales. En
ese sentido la sexualidad no se ajusta a un modelo unívoco, sino que es
profundamente plural»[54]. La realidad estadística insiste en contradecirle,
apoyando la concepción bíblica de una naturaleza sexual heterosexual, y solo
torciendo cifras para alejarlas de la realidad se puede hablar de esa «profunda
pluralidad», así la configuración física de la humanidad como hombres y
mujeres que se relacionan de forma heterosexual resulta avalada por ser la
relación más extendida, alcanzando en Europa el 94,1% de media, y el 92,4%
en el caso más bajo[55], lo que es un porcentaje algo más que destacable para
considerar la opción heterosexual como la opción mayoritaria naturalmente
en el ser humano.
Una sexualidad limitada al matrimonio
Frente a la variedad de parejas posibles, la Biblia nos presenta una unión
entre hombre y mujer que se manifiesta a través de todo el texto bíblico como
excluyente. En el momento mismo de la creación se dice: «dejará el hombre a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer» (Génesis 2:24) marcando así
una exclusividad que alcanza incluso posibles interferencias familiares en el
núcleo de la pareja hombre-mujer. A lo largo de toda la Escritura
encontramos que se condena sin paliativos la rotura de esa exclusividad,
desde el Decálogo, compendio de leyes divinas para los hombres, que dice:
«No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14); el adulterio se define como: «En
sentido particular y literal, relación sexual entre un hombre casado o una
mujer que no es la suya, o entre una mujer casada y un hombre que no es su
marido»[56]; o sea, el adulterio supone cualquier tipo de acto sexual fuera del
estricto ámbito del matrimonio, hasta el Sermón del Monte en el Nuevo
Testamento, compendio de las llamadas “leyes del reino”, donde Jesús dice:
«Habéis oído que se dijo: “no cometerás adulterio”. Pero yo os digo que todo
el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su
corazón.» (Mateo 5:27-28), no solo ratificando la ley mosaica, sino
extendiendo el ámbito de la infidelidad matrimonial del acto físico al deseo
codicioso de la mujer ajena. No es posible encontrar ningún lugar en la
Escritura en el que, de alguna manera, aún oscura, se permitan las relaciones
fuera del seno del matrimonio.
En necesario considerar que en cierto período de la historia, y dentro de unas
circunstancias determinadas, se ha dado la poligamia, la posibilidad de que
un hombre se casase de forma simultánea con más de una mujer, pero aún en
esos casos, siempre se consideró la necesidad de que hubiese un compromiso
matrimonial de por medio, y cualquier contacto sexual fuera de ese ámbito
era considerado igualmente adulterio, por lo que no es errado afirmar que a lo
largo de toda la revelación bíblica el acto sexual se limita, al menos bajo la
aprobación divina, al entorno matrimonial.
Una sexualidad monogámica
En la porción ya citada en su momento, Génesis 2:24, usa la expresión «se
unirá a su mujer”, en la construcción idiomática original, que posteriormente
repetirá Jesús, la referencia es en singular femenino, habla de una única mujer
y no de mujeres, reforzando esa idea con la expresión «serán una sola carne»,
también en singular, lo que excluiría la posibilidad de terceras personas
fuesen varones o hembras. En cualquier caso, es necesario reconocer que la
Biblia recoge, sin la menor sanción explícita en contra, la poligamia como
una práctica habitual, al menos en buena parte del Antiguo Testamento.
Tradicionalmente el cristianismo ha justificado esta aparente contradicción
acudiendo a explicaciones de tipo contextual y cultural, argumentando, por
ejemplo:
… Parece que Dios permitió la poligamia para proteger y proveer para la
mujer que no pudiera encontrar un esposo de otra manera. Un hombre
tomaría varias esposas y serviría como el proveedor y protector de todas
ellas. Mientras que definitivamente esto no es lo ideal, vivir en una casa con
poligamia era mucho mejor que las otras alternativas: prostitución,
esclavitud, inanición, etc.[57]
Como refuerzo del argumento basado en el momento de la creación del ser
humano nos encontramos con versículos que disuaden sobre la práctica la
poligamia, por los peligros que esta encierra, Deuteronomio 17:17, por
ejemplo, desaconseja tomar «muchas mujeres» a los reyes, para que su
corazón no se desvíe como le sucedió a Salomón a causa de sus muchas
mujeres (1ºReyes 11); aun cuando no se puede afirmar que se trate de una
prohibición tajante. En el Nuevo Testamento la poligamia ya no era práctica
habitual entre los judíos, pero podemos notar que, al menos los cristianos
parecen descartar tal posibilidad, y siempre que encontremos alguna
referencia al matrimonio y a sus componentes, se tratará de frases escritas en
riguroso singular, siempre habla de esposo y esposa, o marido y mujer, pero
no hay ninguna referencia a esposos, maridos, esposas, mujeres.

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