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Comunicación como sentido

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Clase del 4/5 al 10/5 
 
La comunicación como producción de sentido, Prof. María Teresa Poccioni 
En clases anteriores estuvimos trabajando sobre los modelos de comunicación, viendo las 
distintas formas de considerar qué es lo que sucede frente a una situación que denominamos 
proceso de comunicación, y vimos que puede explicarse de diferente manera según los 
distintos marcos teóricos que se tengan en cuenta. 
Vimos también que el modelo informacional de la comunicación ha tenido mucha vigencia 
pero que no termina de responder todas las preguntas en torno a por qué no siempre sucede 
que el destinatario de un mensaje comprenda efectivamente lo que alguien quiso decir, algo 
que Prieto Castillo intenta a su vez ampliar con la idea de pensar los procesos de 
comunicación en un contexto más amplio donde quienes intervienen provienen y participan 
de situaciones socio-culturales, políticas, económicas diversas y cómo esto a su vez influye 
en lo que suceda en dichos procesos, rompiendo la linealidad que propone el modelo 
informacional. 
 
Otra propuesta superadora del modelo informacional de la comunicación fue la que provino 
de las conceptualizaciones de distintos campos de conocimiento como los estudios 
culturales, la semiótica, la teoría literaria, entre otros. Uno de los aportes más importantes y 
que hoy es algo que difícilmente se cuestione es la consideración de las prácticas 
comunicativas como procesos de producción de sentido. Es decir que no se piensa la 
comunicación como transmisión de un punto a otro, o de un emisor a un receptor para ser 
más precisos, sino de un proceso dentro del cual tanto uno como otro tienen una concepción 
del mundo por medio de la cual producen distintos sentidos y por lo tanto, admiten distintas 
interpretaciones en sus intercambios comunicativos. En nuestra vida cotidiana, ante cada 
situación a la cual nos enfrentamos, tomamos una postura, construimos una mirada o un 
punto de vista en torno a lo que nos sucede. Frente al proceso de salud-enfermedad-
atención, las personas han ido asumiendo distintas perspectivas en los diferentes contextos 
históricos. Se ha pensado a la salud como un bien individual, como ausencia de 
enfermedad, como forma de salvación, como un fenómeno colectivo… En cada caso, se 
produce un sentido diferente, según el contexto, las costumbres, los valores vigentes en 
cada época. Estos sentidos a su vez se construyen en el proceso mismo de comunicación 
social, en nuestras interacciones, en nuestros intercambios. 
Como sostiene María Cristina Mata (1985), “ser receptor, en consecuencia, no es ser un 
pasivo recipiente o mecánico decodificador. Es ser un actor sin cuya actividad el sentido 
quedaría en suspenso”. Emisores y receptores producen, circulan y reproducen distintos 
sentidos, a partir de sus propias percepciones, interpretaciones, producto de las distintas 
tramas culturales en las que están inmersos. Por lo tanto la comunicación debe considerarse 
como “hecho y matriz cultural”, lo que implica según Mata (1985) “indagar y percibir, por 
ejemplo, las articulaciones que se producen entre los diversos productos o mensajes que 
circulan en una sociedad y en un momento dado; permite plantearse cuestiones tales como 
la modelación histórica de los gustos y las opiniones; permite indagar el sistema de relevo 
con que operan diversas instancias de producción de mensajes y la manera en que ellas 
constituyen la trama discursiva -la trama de sentidos- de una sociedad.” 
Todos los procesos de comunicación, así como todos los procesos de significación, no 
pueden existir – ni analizarse - por fuera de la cultura. Son, fundamentalmente, procesos 
culturales, o mejor dicho, procesos situados en alguna cultura, en un determinado momento 
histórico. En un sentido amplio podemos decir que la cultura es todo lo creado por los 
seres humanos a lo largo de su existencia. 
Sin embargo, pueden encontrarse muchísimas definiciones de cultura, desde los contextos 
más variados. Incluso el uso cotidiano, no académico, del término, ha contribuido a 
generar más confusión en torno a ella, tomando a la cultura como nivel de instrucción o 
como conocimiento emparentado con las “bellas artes”. En cuanto a la concepción 
antropológica de cultura, si bien han existido distintos paradigmas en dicho campo para 
explicar el concepto, nos interesa la postura según la cual la cultura es entendida como un 
proceso o entramado de significados. 
Podría decirse que este es uno de los conceptos más predominante actualmente en las 
investigaciones en torno a la cultura o a las culturas, y su principal exponente fue el 
antropólogo estadounidense Clifford Geertz, fallecido en el año 2006, quien la definió de 
la siguiente manera: 
 
 "El concepto de cultura que propugno... es esencialmente un 
concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un 
animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, 
considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la 
cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca 
de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones” 
(Geertz, 1991). 
 
La cultura es para él la trama de sentidos con los cuales le damos significado a los 
fenómenos de la vida cotidiana. El uso de la palabra “trama” es interesante porque nos 
lleva a pensar en sus distintas aplicaciones. La trama en el campo de la narrativa tiene que 
ver con la historia, el relato: la trama de un libro, la trama de una novela… En el campo 
informático se emparenta con la idea de redes. También se habla de la “trama urbana” en 
el discurso arquitectónico, y de las tramas en las artes visuales. Pero el uso que Geertz hace 
en su definición es el que se vincula fundamentalmente al mundo textil y la vincula con 
“urdimbre”. La trama es un tejido, se va armando con distintos hilos que se entrecruzan 
para dar forma a los distintos sentidos que se producen y circulan en un grupo humano, que 
comparte una forma de vida y una historia determinada. 
Estos entramados, o estas tramas que conforman las relaciones entre las personas y les 
permiten formar parte e interactuar en una cultura, dan cuenta del sentido que dichas 
personas le dan al mundo que los rodea y a sí mismas dentro de ese mundo. Y la manera de 
expresar dicho sentido, es indudablemente a través del lenguaje. Como afirma Victorino 
Zeccheto en La danza de los signos, “toda actividad cultural lleva implícito algún tipo de 
lenguaje… en ese universo de signos se introduce la reflexión semiótica en busca de las 
estructuras y de las manifestaciones de sentidos que expresan los lenguajes” 
(Zeccheto,2003). 
A su vez, desde una perspectiva semiótica, el lenguaje es lo que nos permite acceder al 
mundo que nos rodea, nos construye dicho mundo, a través de sus propias reglas, y esto se 
genera en procesos de comunicación. Según Stuart Hall, referente de los “estudios 
culturales” británicos, plantea que le damos sentido al mundo a través del lenguaje, 
mediante un proceso que se denomina “representación”. Para él la representación “es la 
producción del sentido de los conceptos en nuestras mentes mediante el lenguaje. Es el 
vínculo entre los conceptos y el lenguaje, el cual nos hace capaces de referirnos sea al 
mundo „real‟ de los objetos, gente o evento, o aun a los mundos imaginarios de los objetos, 
gente y eventos ficticios”. 
Estos conceptos que se forman en nuestras mentes pueden pensarse como “mapas 
conceptuales”, los cuales no son iguales entre las personas, ya que en esa configuración 
interviene la cultura, las prácticas sociales, la historia de las personas… Esa diferencia no 
impide que nos comuniquemos, ya que “somos capaces de comunicarnos porque 
compartimos de manera amplia los mismos mapas conceptuales y de esa manera damos 
sentido o interpretamos el mundo, aproximadamente de maneras similares”. 
De eso hablamos cuandodecimos que pertenecemos a la misma cultura, significa que 
interpretamos el mundo de forma parecida, porque compartimos sentidos en torno al 
mundo que nos rodea. “Por ello „la cultura‟ es definida a veces en términos de „sentidos 
compartidos o mapas conceptuales compartidos‟ (du Gay, Hall, et al., 1997). Pero además 
del mapa conceptual tenemos que poder representar e intercambiar sentidos y conceptos, y 
esto lo hacemos a través del lenguaje, en tanto signos compartidos que permitan que 
podamos realizar dicho intercambio. 
 
Para finalizar este capítulo, insistimos en la necesidad de pensar los procesos de 
comunicación en tanto procesos complejos, ya sea en su forma masiva, grupal, 
interpersonal, en los cuales no existen los mensajes aislados ni códigos que condicionen o 
determinen exactamente cómo deben ser recibidos dichos mensajes. Los mensajes, sus 
distintas interpretaciones, se inscriben en las prácticas culturales, forman parte de lo que 
desde la semiótica se denomina “el discurso social”, lo que puede decirse (y lo que no) en 
un momento dado de una sociedad determinada.

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