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DIPLOMADO PERSONAS MAYORES Y DEMENCIA: ABORDAJE GERONTOLÓGICO 
Programa Adulto Mayor UC I Instituto de Sociología UC I Centro UC de Estudios sobre Vejez y Envejecimiento 
UCvirtual I Pontificia Universidad Católica de Chile 
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CURSO 2: Perfil cognitivo-psicológico de una persona mayor dependiente y 
con demencia 
UNIDAD 2: Principios generales de las funciones cerebrales y la plasticidad cognitiva 
 
 
PRINCIPIOS GENERALES DE LAS FUNCIONES CEREBRALES 
Y LA PLASTICIDAD COGNITIVA 
 
 
Susana González Ramírez 
 
• Magíster © en Psicogerontología de la Universidad Maimónides. 
• Médico Psiquiatra de la Universidad de Chile. 
• Diplomada en Atención Gerontológica Pontificia Universidad Católica de Chile, UC. 
• Profesora de la Escuela de Psicología UC. 
• Directora Académica del Diplomado en Psicogerontología Educativa y Social y del Diplomado 
Prevención y Abordaje del Maltrato hacia las Personas Mayores UC. 
 
 
IDEAS PRINCIPALES 
 
• Dentro de las funciones cerebrales, el adecuado funcionamiento de los componentes de la 
cognición es imprescindible para el funcionamiento autónomo del individuo y para su vida de 
relación. 
 
• La investigación acerca de cómo afecta el envejecimiento al rendimiento cognitivo es 
fundamental para poder discriminar entre los declives normales y esperables en la persona 
mayor sana y el deterioro cognitivo anormal que se presenta en las demencias. 
 
• Las funciones cognitivas dependen de la indemnidad del cerebro, sin embargo, a pesar del 
envejecimiento cerebral, la mayor parte de ellas sigue siendo funcional, gracias a la 
neuroplasticidad, capacidad de modificación estructural y funcional que el cerebro no pierde 
con el paso del tiempo. 
 
• En las demencias, sin embargo, no solo se deteriora el funcionamiento cognitivo, sino que, la 
capacidad de compensación del cerebro también es menos eficiente. 
 
 
 
 
 
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1. INTRODUCCIÓN 
 
El cerebro, órgano que representa el comando central de la vida consciente e inconsciente, es el 
responsable de todas las acciones y reacciones del individuo. Su complejidad anatómica y funcional, 
especialmente como consecuencia del desarrollo de la corteza cerebral, es lo que diferencia al ser 
humano de los animales. Las funciones cerebrales se pueden dividir en funciones cerebrales 
inferiores o simples, aquellas condicionadas genéticamente como el funcionamiento motor y 
sensorial, y las funciones cerebrales superiores que se desarrollan a lo largo de la vida mediadas por 
la interacción social, como el lenguaje y el razonamiento (Álvarez & Trápaga, 2005). 
 
Dentro de las múltiples tareas que el cerebro cumple, las funciones cognitivas ocupan un papel 
central, dado que permiten el manejo de toda la información que proviene tanto del medio interno 
(soma y psiquis) como del mundo circundante. Las funciones cognitivas se definen como aquellas 
que están al servicio de adquirir información, procesarla, retenerla, integrarla y utilizarla, por lo tanto, 
son esenciales para la eficiente realización de las actividades cotidianas, para el aprendizaje, para las 
relaciones vitales y en la autonomía del individuo. Entre las funciones cognitivas destacan la atención, 
concentración, orientación en tiempo y espacio, memoria, lenguaje, cálculo, razonamiento lógico, 
funciones visoperceptivas y visoconstructivas, *praxias, *gnosias y juicio (Álvarez & Trápaga, 2005). 
 
Como todos los órganos del cuerpo, el cerebro envejece, por lo tanto, hay cambios en el 
funcionamiento cognitivo que son propios del paso del tiempo. Conocer las modificaciones normales 
en las funciones cognitivas, esperables en las personas mayores, es de fundamental importancia 
para poder detectar la aparición de déficits patológicos que orientarán a la aparición de un posible 
daño cerebral, por ejemplo, una demencia. La distinción entre cambios cognitivos normales del 
envejecimiento y las señales de deterioro en el funcionamiento cognitivo permiten, por una parte, 
tranquilizar a la persona mayor sana que se queja de dificultades de rendimiento y, por otro lado, 
identificar claramente lo anormal que conduce a la sospecha diagnóstica de una demencia en su 
etapa inicial. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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2. FUNCIONES COGNITIVAS SIMPLES 
 
1) Atención y concentración 
 
La capacidad de atención es la cualidad de estar alerta a los estímulos del *medio interno y externo y 
la concentración o atención sostenida es la focalización en un estímulo o tarea específica a lo largo 
de un tiempo determinado, dejando de lado los distractores circundantes. Se describen también otras 
formas de atención como la atención dividida, cuando se realizan dos tareas simultáneamente y la 
flexibilidad o el cambio atencional se pone en juego al conmutar la atención de un estímulo a otro, y la 
atención selectiva que consiste en escoger un estímulo específico entre otros similares, por ejemplo, 
lo que dice una persona en medio de una conversación donde todos hablan al mismo tiempo 
(Yanguas, 2006). 
 
Dentro de las funciones cognitivas, las variaciones que se producen en la atención a causa del 
envejecimiento no han sido tan estudiadas como los cambios en la memoria, por lo tanto, las 
conclusiones de los diversos estudios no han sido suficientemente validadas. En lo que coinciden 
distintos autores es en afirmar que la capacidad de atención no varía de manera notoria a través del 
tiempo, a no ser que la tarea que se pida sea compleja. En este caso sí se evidencian diferencias 
entre sujetos jóvenes y viejos. Sin embargo, también se plantea que las diferencias en el rendimiento 
atencional se evidencian en pruebas de laboratorio, pero que en las tareas que desempeñan las 
personas mayores en su vida cotidiana no habría evidencias de déficits atencionales significativos 
producto del envejecimiento (Yanguas, 2006). 
 
2) Orientación 
 
La orientación es la adecuada conciencia de la persona en relación a su identidad, al espacio que la 
rodea y al transcurrir del tiempo. Para que la función de orientación opere correctamente, se requiere 
que el individuo no tenga problemas atencionales, perceptivos, de concentración ni de memoria. La 
orientación autopsíquica permite dar cuenta de la identidad de uno mismo y no cambia con el paso 
del tiempo. Una persona mayor sana es capaz de dar cuenta de su identidad y de sus características 
distintivas, independientemente de la edad que tenga. 
 
La correcta orientación espacial requiere que el sujeto reconozca elementos de su entorno y los 
asocie a un lugar específico como el consultorio donde se atiende habitualmente, la cabaña de la 
playa donde veranea todos los años o las dependencias de su propia casa. El envejecimiento no 
disminuye la capacidad de orientarse en el espacio, por lo que, cuando una persona mayor se 
 
 
 
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extravía en un lugar que le es familiar o afirma estar ahí por primera vez, esto sí constituye una señal 
de alarma de una probable patología (Yanguas, 2006). 
 
La orientación en el tiempo tampoco se afecta con el envejecimiento normal y comprende tanto la 
correcta ubicación en el tiempo presente (día de la semana, fecha, año en curso) como la inscripción 
de los sucesos importantes en la línea del tiempo pasado (hace cuántos años enviudó, cuánto tiempo 
hace que jubiló, etc.) (Yanguas, 2006).Cuando se evalúa la orientación temporal y se detectan 
errores, si estos son mínimos no traducen necesariamente la presencia de deterioro cognitivo, por 
ejemplo, afirmar de manera poco segura que hoy es sábado, cuando en realidad, es viernes, no es un 
error significativo, pero sí lo es asegurar que estamos en el año 1996. Si la persona trata de recordar 
hace cuántos años jubiló, que responda 14 ó 16 años no es relevante; sí lo es cuando responde que 
jubiló el año pasado. 
 
 
3. LA MEMORIA 
 
La memoria, capacidad de retener y recuperar información, es una de las funciones cognitivas más 
estudiadas. Al mismo tiempo, las quejas acerca del rendimiento de la memoria se han convertido en 
una de las preocupaciones más importantes de las personas mayores. A lo largo del tiempo, se han 
propuesto y se han popularizado numerosos modelos explicativos del funcionamiento de la memoria, 
sin embargo, los autores concuerdan en que la memoria no es un simple contenedor de información, 
sino un complejo proceso dinámico al que la información es sometida (Schaie & Williams, 2003). 
 
Una forma de entender cómo se desarrolla el proceso de memoria se observa en la siguiente figura: 
 
 
 
 
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Existirían tres estadios de memoria: la sensorial, la de corto plazo y la de largo plazo. La información 
es sometida a tres procesos: la codificación, el almacenamiento y la recuperación. Los estadios o 
almacenes de memoria, sensorial, de corto plazo, de largo plazo, son estables en el tiempo y su 
capacidad no cambia y no se daña con el envejecimiento. Sin embargo, es en los procesos de 
codificación, almacenamiento, recuperación, donde sí se verifican cambios vinculados a la edad del 
sujeto (Schaie & Willis, 2003). 
 
La memoria sensorial es la huella del impacto de un estímulo sobre el sistema sensorial 
correspondiente, receptor, vía, área del cerebro, y es específica para cada sentido. Por ejemplo, la 
memoria icónica es un almacén de imágenes fugaces denominadas íconos y la memoria ecoica 
almacena sonidos, llamados ecos. 
 
La memoria de corto plazo tiene dos componentes: la memoria primaria que es pasiva o espontánea, 
es decir, no necesita de la voluntad y la memoria de trabajo que requiere que la información sea 
intervenida por el sujeto (Schaie & Willis, 2003). La memoria primaria tiene una capacidad de 
retención de alrededor de 30 segundos, pero si la información se procesa a través de la memoria de 
trabajo y se le da una “forma”, un “sonido” o una orden especial, se puede retener durante un tiempo 
mayor (Papalia, 2007). Por ejemplo, si se quiere retener un número telefónico que se acaba de 
 
 
 
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escuchar, en vez de tratar de memorizar la secuencia de los nueve números uno a uno, estos se 
pueden agrupar ( 9---26-47---13-38), lo que facilita recordar el número para digitarlo un momento 
después. 
 
Dentro de la memoria de corto plazo, la memoria primaria o espontánea no sufre variaciones a través 
del tiempo, pero en la memoria de trabajo, donde se requiere mantener y trabajar la información de 
manera consciente e intencionada para retenerla durante el tiempo que se usará dicha información, 
se verifica un declive a causa del envejecimiento, el que se acentúa a medida que el procesamiento 
de los estímulos se hace más complejo y hay que manejar información distinta al mismo tiempo. Las 
causas del menor rendimiento de la memoria de trabajo en las personas mayores serían la menor 
velocidad en el proceso y el uso ineficiente de *estrategias de procesamiento (Schaie & Willis, 2003). 
En la demencia tipo Alzheimer la memoria de trabajo se deteriora profunda y notoriamente, tanto es 
así, que suele ser el primer síntoma que aparece en dicha demencia (Agüera, Martín & Cevilla, 2002). 
 
La memoria de largo plazo es un contenedor de información que no tiene límite de capacidad, es 
decir, la cantidad de información que se puede guardar es infinita. Por otro lado, el contenido 
almacenado no se daña con el envejecimiento al igual que la memoria de corto plazo, lo que declina 
con el paso de los años son los procesos y las estrategias para guardar y recobrar algunos tipos de 
información, es decir, lo que se denomina “codificación” del material o de la información (Schaie & 
Willis, 2003). 
 
En general, la memoria de largo plazo comprende cuatro tipos diferentes de memoria, aunque 
algunos modelos incluyen más subtipos. La memoria episódica es aquella compuesta por las 
imágenes de momentos y lugares, experiencias vividas y fijadas en la memoria, por lo tanto, es como 
un álbum de recuerdos compuesto por una colección de videos y fotografías. La memoria semántica, 
en cambio, guarda contenidos e información del mundo y de las cosas, es la responsable del 
vocabulario, del aprendizaje formal y de las cosas que se aprenden informalmente a lo largo de la 
vida. Al tercer tipo de memoria de largo plazo se le denomina memoria procedimental porque 
contiene el conocimiento acerca de cómo se hacen las cosas, habilidades y acciones aprendidas 
como bailar, tocar el piano, manejar un automóvil, o abrocharse los cordones de los zapatos. 
Finalmente, la memoria prospectiva es aquella que guarda la información de las cosas a realizar en el 
futuro como si fuera una agenda; por ejemplo, compromisos sociales, la planificación de lo que se 
hará al día siguiente, las tareas pendientes o el horario en que hay que tomarse un medicamento 
(Schaie & Willis, 2003). 
 
Dentro de los cuatro tipos de memoria de largo plazo explicados previamente, la memoria episódica 
se altera con la edad, acerca de la memoria prospectiva hay resultados contradictorios en los 
 
 
 
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estudios realizados, la memoria semántica se mantiene, salvo por el recuerdo de nombres que 
declina notoriamente y la memoria procedimental no sufre declive con el paso de los años (Papalia, 
Sterns, Feldman, & Campos, 2007). Tal como se mencionó, la memoria es un proceso, por lo tanto, 
es más importante el “camino” (procesos), que los almacenes de información cuando se investigan 
las diferencias que se producen en el rendimiento de la memoria con el paso del tiempo (Schaie & 
Wiillis, 2003). En el caso de las personas con demencia, la memoria de largo plazo se deteriora 
lentamente tanto en el contenido de cada uno de los tipos como en los procesos a los que se debe 
someter la información (Agüera et al., 2002). 
 
Existen diversos factores que influyen en el procesamiento de la información a través de los distintos 
estadios de la memoria en los sujetos sanos. Dentro de las características individuales no vinculadas 
a la edad, destacan el conocimiento general, el funcionamiento sensorial, la capacidad verbal, la 
salud física, y el sexo. Las mujeres rendirían mejor en memoria episódica. Las características que 
posea el material a memorizar, también marcan una diferencia, por ejemplo, la estructura organizativa 
en que se presente el material y la dificultad de manejo o de ordenamiento que se requiera 
(Cornachione, 2008). 
 
Sin embargo, los factores vinculados a la codificación del material, es decir, la forma de organizar la 
información a memorizar, las instrucciones para ordenar el material, la profundidad del procesamiento 
al que se le someta y las estrategias mnemotécnicas que se empleen son los elementos que más 
pueden dependerde la edad en sujetos sanos. En diversos estudios se ha establecido que el menor 
rendimiento de la memoria de largo plazo en personas mayores, se relaciona fuertemente con no 
usar procedimientos de codificación adecuados, especialmente, si se trata de tareas que requieren 
atención sostenida, son poco familiares o requieren de una combinación de estrategias. Sin embargo, 
si a los mayores se les enseñan técnicas de codificación (formas de ordenar el material a retener o 
reglas mnemotécnicas para memorizar), las diferencias de rendimiento con sujetos más jóvenes, 
desaparecen (Schaie & Willis, 2003). 
 
Una vez guardada la información en la memoria de trabajo o en la memoria de largo plazo, en ambos 
casos, ésta debe ser recuperada para usarla según la necesidad presente. El acto de rememorar o 
evocar, también es un proceso que ha sido estudiado en función de la edad de la persona. Se le 
denomina “recuerdo” a la capacidad de recuperar una determinada información, en cambio, la 
memoria de reconocimiento es la habilidad de identificar como conocida una información específica, 
entregando el mismo ítem que se pide reconocer y es más fácil que el recuerdo (Schaie, 2003). Por 
ejemplo, en el caso de la memoria de trabajo visual, el recuerdo se evalúa mostrando un conjunto de 
dibujos de objetos que se solicita memorizar, durante un minuto. Luego se le pide a la persona que 
recuerde todos los objetos que pueda. En cambio, si después del minuto en que la persona trató de 
 
 
 
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memorizar la mayor cantidad de objetos posible, se le muestra otro conjunto de objetos en el cual 
están contenidos algunos de los que memorizó y se le pide que indique cuáles objetos había visto y 
memorizado antes, esa es una prueba de reconocimiento. En general, los jóvenes rinden mejor que 
los mayores en pruebas de recuerdo, pero el rendimiento mejora considerablemente si se les aportan 
claves para recordar, en cambio, el reconocimiento es una habilidad que no varía con la edad 
(Cornachione, 2008). 
 
 
 
4. OTRAS FUNCIONES COGNITIVAS 
 
En cuanto al lenguaje, si bien, el vocabulario no se pierde, el acceso al léxico se dificulta. Para los 
mayores es más demoroso encontrar la palabra adecuada que se quiere utilizar, sobre todo cuando 
se trata de nombres propios, apareciendo con frecuencia la queja de “lo tengo en la punta de la 
lengua”. Hay estudios que han encontrado más dificultades en la comprensión de textos en las 
personas mayores, así como también en la construcción de oraciones complejas (Yanguas, 2006). 
 
Las funciones visoperceptivas y visoconstructivas son capacidades difíciles de comparar entre sujetos 
jóvenes y mayores, ya que su eficacia depende de otros factores que sí declinan con la edad como la 
velocidad y el estado sensoriomotriz. Aun considerando dichas interferencias, algunos estudios 
muestran en los mayores un declive de las habilidades visoconstructivas, dibujos en tres 
dimensiones, construcción de figuras y ensamblaje (Yanguas, 2006). 
 
Las funciones ejecutivas se adquieren gracias a la maduración cerebral, a los conocimientos 
adquiridos y a las experiencias vividas. Consisten en la habilidad para generar una conducta dirigida 
a un propósito y tener éxito. Implican la capacidad para identificar conceptos, seguir reglas, planificar 
una tarea o la solución de un problema, y llevar a cabo lo planificado de manera eficiente (Álvarez & 
Trápaga, 2005). Las funciones ejecutivas decrecerían con la edad, sin embargo, hay autores que 
concuerdan en que la evaluación y medición de las funciones ejecutivas, de manera aislada y en un 
contexto de laboratorio, no ofrecen resultados que se puedan trasladar de manera simple a la vida 
cotidiana de las personas (Yanguas, 2006). 
 
 
 
 
 
 
 
 
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5. INDIVIDUALIDADES, CONTEXTO Y ADAPTACIÓN 
 
La velocidad de los cambios tecnológicos, la globalización y el mayor acceso a información de todo 
tipo, se han convertido en un desafío cognitivo para las personas que crecieron y aprendieron a 
desempeñarse en contextos circunscritos y limitados. Si comparamos el esfuerzo físico y el tiempo 
que requerían antes muchas de las tareas cotidianas como cocinar, lavar ropa, pintar una pieza, etc., 
no cabe duda que hoy se facilitan muchas de dichas tareas. Sin embargo, el progreso exige el 
manejo de nuevos artefactos, es decir, se necesita aprender a hacer las cosas de otra forma y con 
otras herramientas, poner en juego las habilidades cognitivas. Por otro lado, las formas de 
comunicación también han cambiado. La irrupción del computador personal y del teléfono celular en 
la década de los 90’ fue un primer desafío para las personas de más de 50 años y, en los años 
recientes, los “teléfonos inteligentes” masificaron el acceso a las redes sociales, que hoy son casi 
imprescindibles para mantenerse comunicados. 
 
Aprender a manejarse con los cambios del entorno, de las costumbres, del lenguaje juvenil, de las 
tecnologías y de las formas de comunicación, exige buena disposición al cambio (no pensar que “todo 
tiempo pasado fue mejor”), autoestima y percepción de control fuertes (“yo soy capaz y puedo 
hacerlo”) y capacidad de adaptación (ser flexible y tolerante a la frustración) (Cornachione, 2008). Por 
lo tanto, el que una persona mayor sea capaz de aprovechar todas las funciones de su computador o 
su celular, no depende solo de su estado cognitivo, sino también de su disposición emocional y su 
voluntad de aceptar el desafío de aprender algo nuevo, ya sea por placer o por necesidad. Las ganas 
y la confianza en lograr un objetivo siempre han sido los mejores predictores de éxito. 
 
Es así como existen múltiples factores que influyen en el rendimiento cognitivo de la persona mayor, 
ya sea para mejorarlo o empeorarlo. Afectan negativamente en el rendimiento de la atención, 
concentración y memoria: la falta de sueño, el consumo abusivo de alcohol y otras *sustancias 
psicotrópicas, la mala salud física, la depresión y los estados de ansiedad, la falta de interés y 
motivación, la poca confianza en sí mismo (Cornachione, 2008). Sin embargo, es sorprendente que, a 
pesar de que el cerebro envejece, disminuye en tamaño, en cantidad de neuronas, en cantidad de 
*neurotransmisores, en velocidad de conducción eléctrica, el rendimiento cognitivo no declina de 
manera proporcional ni uniforme (Schaie & Willis, 2003). Tal como se ha descrito a lo largo de este 
capítulo, hay numerosas funciones cognitivas que se mantienen intactas a pesar del envejecimiento, 
más aún, el entrenamiento cognitivo puede mejorar el rendimiento a cualquier edad, incluso en las 
personas mayores. 
 
Si bien, la disposición positiva es un gran motor para mantenerse vigente en lo cognitivo, el cerebro 
tiene características fisiológicas y funcionales que permiten combatir y compensar los efectos del 
 
 
 
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envejecimiento biológico y de algunas lesiones cerebrales, cualidad que se denomina plasticidad 
cerebral o neuroplasticidad. Esta capacidad del cerebro se desarrolla a través de modificaciones 
funcionales y estructurales, según sean las necesidades, modificando y generando nuevas redes 
neuronales, de tal forma de conservar la función correspondiente, ya sea motora, sensorial, sensitiva 
o cognitiva. La capacidad de las neuronas de generar conexiones sinápticasconstruyendo nuevos 
circuitos es la base del aprendizaje y es una cualidad neuronal que se conserva a lo largo de toda la 
vida en el cerebro sano. Por lo tanto, la neuroplasticidad no solo es responsable que muchas 
funciones cognitivas se mantengan a pesar de las consecuencias del envejecimiento cerebral normal, 
sino que también otorga la posibilidad de mejorar el rendimiento cognitivo (Navarro & Calero, 2011). 
 
El aprendizaje de una tarea nueva genera nuevos circuitos neuronales y la práctica y entrenamiento 
de dicha tarea refuerza progresivamente los circuitos, fortaleciéndolos, haciéndolos más expeditos y 
mejorando la rapidez de la transmisión. En el ámbito cognitivo, esta cualidad se traduce en un mejor 
rendimiento de una tarea cognitiva si es entrenada y reforzada durante un tiempo, lo que le otorga 
una aplicación práctica a los talleres de estimulación cognitiva que tanto se propician actualmente. 
Por ejemplo, si se somete a una persona mayor a una prueba de memoria de trabajo y luego se la 
entrena en actividades donde se ponga en juego la memoria de trabajo durante un tiempo, al volver a 
evaluar la misma función de memoria se constata que el rendimiento mejora. A este potencial de 
aprendizaje se le denomina “plasticidad cognitiva” y es la expresión concreta de la plasticidad 
cerebral. Investigaciones recientes han postulado que la pérdida de la plasticidad cognitiva sería una 
de las primeras señales de demencia, por lo tanto, la medición de esta capacidad de aprendizaje 
podría transformarse en una herramienta al servicio del diagnóstico precoz de las demencias 
(Navarro & Calero, 2011). 
 
Finalmente, es importante considerar que la existencia de la plasticidad cognitiva, que consigue 
optimizar el rendimiento en aquellas tareas que se ejecutan de forma constante o repetitiva, permite 
relativizar los resultados de las investigaciones en torno a las funciones cognitivas que se realizan en 
condiciones “artificiales” de laboratorio. Varios investigadores han evaluado rendimientos cognitivos 
vinculados con la vida cotidiana de las personas mayores y los resultados han mostrado que, en 
tareas vinculadas a las necesidades reales de los adultos mayores, aquellas que se requieren en el 
diario vivir, los resultados se vinculan menos a la edad y mucho más a la familiaridad de aquello que 
se ejecuta, a la percepción que cada uno tiene acerca de su capacidad de memoria, al estado 
emocional y a características de la personalidad (Cornachione, 2008). 
 
 
 
 
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CONCLUSIONES 
 
El envejecimiento acarrea cambios en el rendimiento cognitivo de las personas, sin embargo, a 
diferencia del envejecimiento físico que implica una pérdida sostenida de la reserva funcional de 
todos los sistemas del organismo, el cerebro posee mecanismos de adaptación que le permiten 
compensar las pérdidas cognitivas, sostener sin cambio muchas de las funciones cognitivas 
revisadas en este capítulo e, incluso, poder mejorar el rendimiento a través del aprendizaje, la 
estimulación y el entrenamiento. 
 
En las demencias, no solo se deterioran las funciones cognitivas en distintos momentos de la 
evolución de la enfermedad, sino que también disminuye la neuroplasticidad y, en consecuencia, la 
plasticidad cognitiva. Esta condición debe ser considerada cuando se diseñan intervenciones de 
rehabilitación en las personas con demencia, así como también en los dispositivos donde se le 
enseña al cuidador, formal o informal, nuevas formas de vincularse con el sujeto que padece una 
demencia. 
 
 
 
 
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GLOSARIO 
 
Estrategias de procesamiento 
Todas las formas de intervenir la información, de tal manera, de poder manejarla mejor 
cognitivamente, por ejemplo, ordenar, agrupar, generar categorías y ordenar la información en dichas 
categorías o asociar dos o más palabras con una frase. 
 
Gnosias 
Capacidad de identificar un objeto en base a sus características y entender su significado o el uso 
que tiene. Por ejemplo, identificar un reloj y saber que sirve para ver la hora y medir el tiempo. 
 
Medio interno y medio externo 
“Medio interno” se refiere a lo que ocurre o proviene desde dentro de los límites del sujeto, por 
ejemplo, un dolor de espalda, un recuerdo, una idea; el “medio externo” es todo aquello que está 
fuera de los límites físicos y mentales del individuo. 
 
Neurotransmisores 
Sustancias químicas producidas por las neuronas que, al vaciarse en el espacio intersináptico, son 
captadas por los receptores específicos de la neurona contigua; de esta forma se transmite el 
estímulo entre una neurona y otra. Los neurotransmisores más conocidos son la noradrenalina, la 
serotonina, la acetilcolina y el ácido gama-aminobutírico. 
 
Praxias 
Habilidades motoras aprendidas, para las cuales se requiere conocer la función y características del o 
de los objetos involucrados, contar con la motricidad para ejecutar el o los actos correspondientes y 
realizarlos en la secuencia correcta. Por ejemplo, comer usando los cubiertos, vestirse, etc. 
 
Sustancias psicotrópicas 
Sustancias de origen natural o sintético que, ingresadas al organismo por cualquier vía, pueden 
producir cambios en el pensamiento, afectividad, cognición, percepción, motricidad y conducta. 
Pueden estar bajo la categoría de drogas ilícitas, medicamentos o sustancias de uso cotidiano como 
la cafeína o la nicotina. 
 
 
 
 
 
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BIBLIOGRAFÍA 
 
• Agüera, L., Martín, M. & Cervilla, J. (2002). Psiquiatría geriátrica. Masson, Barcelona. 
 
• Álvarez, M. A. & Trápaga, M. (2005). Principios de neurociencias para psicólogos. Paidós, Buenos 
Aires. 
 
• Cornachione, M. A. (2008). Psicología del desarrollo. Brujas. Córdoba, Argentina. 
 
• Navarro, E. & Calero, M. (2011). Relación entre plasticidad y ejecución cognitiva: el potencial de 
aprendizaje en ancianos con deterioro cognitivo. EJIHPE: European Journal of Investigation in 
Health, Psychology and Education, (2), 45-59. 
 
• Papalia, D. E., Sterns, H. L., Feldman, R. & Camp, C. J. (2007). Desarrollo del adulto y vejez. 
McGraw Hill, México. 
 
• Schaie, K. W. & Willis, S. L. (2003). Psicología de la Edad Adulta y la Vejez. Pearson Educación 
S.A., Madrid. 
 
• Yanguas, J. J. (2006). Análisis de la calidad de vida relacionada con la salud en la vejez desde 
una perspectiva multidimensional. Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO). Madrid. 
 
• Bibliografía complementaria 
 
o https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/11759/58165_cabras_emilia.pdf?seq
uence=1 
o http://www.fundacioace.com/wp-content/uploads/Volver_a_empezar.pdf 
o http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/crea-recursos-01.pdf

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