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Sourrouille, J_ B Kosacoff y J Lucángeli (1985) - La política económica del gobierno militar 1976-1981

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Sourrouille, J; B Kosacoff y J Lucángeli (1985) - La política económica del gobierno militar 1976-1981
abril de 1976 : Martínez de Hoz Ministerio de Economía hizo conocer el “Programa de Recuperación, Saneamiento y Expansión de la Economía Argentina”. Los objetivos se sintetizaban en tres puntos:
• Lograr el saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la modernización y expansión del aparato productivo del país en todos los sectores, garantizando un crecimiento no inflacionario de la economía.
• Acelerar la tasa de crecimiento económico.
• Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de los salarios.
En la primera parte del programa se propuso reducir drásticamente la espiral inflacionaria, concentrando su acción en cuatro líneas fundamentales: congelamiento de salarios nominales; eliminación del control de precios internos; una rápida devaluación de los tipos oficiales de cambio, y la obtención de un margen mínimo de maniobra en las reservas internacionales.
1976: Inicia segunda fase “caracterizada por el comienzo de la reactivación a través de una salida gradual que evite el desempleo y dé privilegio a la inversión como factor del impulso por el lado de la demanda.”
Entre junio y noviembre de ese mismo año, cae el índice del costo de vida. El nivel anual del producto interno era inferior en 1,7% al del 1975 y la industria cayó un 4,5% respecto de 1975. Hubo fuertes aumentos en las exportaciones y una seria caída tanto en las importaciones como en consumo, en tanto que el salario real cayó a un 60%.
TRATAMIENTO DE LAS INVERSIONES EXTRANJERAS Y POLÍTICAS DEL SECTOR PÚBLICO:
Se sienta el principio de igualdad entre inversiones extranjeras y nacionales. 
En cuanto a las políticas del sector público, se postulaba una redefinición del papel del Estado, ajustando los límites de su accionar y partiendo del reconocimiento de que es la empresa privada el verdadero motor de la economía, conservando aquél el control de la orientación general y el manejo de los grandes instrumentos de la política económica.
RELACIONES COMERCIALES CON EL EXTERIOR:
Las afirmaciones de Martínez de hoz sobre el programa si bien mantienen siempre un conflicto latente entre el papel relativo del tipo de cambio en el desarrollo agrario en contraposición al industrial, muestran una clara señal en cuanto a que las ideas sobre cómo resolver la restricción externa apuntaban por entonces más a la expansión de la demanda que a la transformación radical de la estructura productiva. 
A fines de noviembre de 1976, se avanza en la definición del programa de estabilización al unificarse las cotizaciones del dólar en el mercado cambiario y además se reducen notablemente los derechos de importación. Esta medida apuntaba a la reducción de la protección no utilizada. Tal caída implicó un incremento de las importaciones, cambios en su composición e impacto en la producción local. 
También se reducen los derechos de exportación de productos agropecuarios, que oscilaban entre el 10 y el 50% y resultaron ajustados entre el 5 y el 25%.
Fines 1978: Puesta en marcha reforma arancelaria gradual. Reducción derechos de importación de bienes de capital. Facilita importación bienes agrarios (plaguicidas, maquinarias, etc).
A mediados de 1977, y contra toda proyección del Gobierno, hubo un resurgimiento de la inflación. Los llamados a la responsabilidad empresarial fueron continuos en los discursos de las autoridades económicas y señalaban el comienzo de lo que sería un brecha cada vez mayor en la confianza que depositaron en los empresarios como agentes activos en la búsqueda de una reducción de la inflación.
Se sancionó a principios de 1977 la Ley de Entidades Financieras. La modificación fundamental fue la liberación de las tasas de interés para todas las operaciones, incluidas las de la banca oficial, que abandonaba prácticamente su misión de fomento agrícola (Banco de la Nación), de la industria y minería (Banco Nacional de Desarrollo) y de la construcción de viviendas (Banco Hipotecario Nacional), que habían sido características de sus operaciones desde el momento de su creación.
A partir de junio de 1977 desaparece el doble mercado de préstamos internos, pasando todas las operaciones al mercado no regulado, o sea, a tasas libremente concertadas. El Banco Central se reservaba a su vez el control del tipo de cambio nominal, siguiendo una política que si bien en los anunciados correspondía a un modelo de ajuste periódico de la cotización conforme a la marcha de la inflación local e internacional, en la práctica implicaba una lenta pero perceptible revaluación del tipo de cambio real.
Hacia fines de 1977, los índices de precios mostraban un crecimiento anual en torno del 150%.
El salario real mostraba un cierto repunte sobre los niveles de un año atrás. El tipo de cambio se había ajustado conforme a la inflación interna. El crecimiento del PBI fue del 5%, en tanto que la inversión aumentó un 16%. Las exportaciones crecieron un 50% y las importaciones un 25%, que permitieron alcanzar un saldo en cuenta corriente positivo de 1.250 millones de dólares y un aumento de reservas de 2.200 millones de dólares.
Las tasas nominales de interés comenzaron a crecer sostenidamente a partir de junio de 1977, siguiendo de cerca el movimiento de precios. Hacia fines de año, cuando se desaceleró el ritmo de la inflación, las tasas reales llegaron a valores positivos de un 8% aproximadamente. Esto se hizo sentir sobre el nivel de actividad. La postura oficial fue imputar gran parte de esta explosión a las expectativas erróneas de los empresarios.
Hacia mayo de 1978 y a dos años de su lanzamiento, la marcha de algunos indicadores clave ponía un serio llamado de atención sobre los resultados del programa. A pesar de los compromisos de reactivar la economía, el PBI había caído en el primer trimestre a nivel inferior al de cualquiera de los cuatro años anteriores. Los precios mayoristas y minoristas continuaban creciendo a no menos de un 25% por trimestre.
El aumento en las tasas de interés nominales y el paulatino proceso de revaluación del peso comenzaron a movilizar la entrada de capital externo. En consecuencia, el sector externo comienza a generar una presión sobre el control del crecimiento de la base monetaria. Dado que el Gobierno estaba preocupado por controlar la oferta monetaria, debido a su política antiinflacionaria, comienzan a sucederse cambios en las reglamentaciones sobre movimientos de capitales. De los tradicionales controles a la salida de capitales, se pasaba ahora insólitamente a regular su ingreso.
En mayo de 1978 se abandona la aplicación del modelo de política monetaria activa. El principal objetivo era provocar una ruptura en el proceso de formación de expectativas y se recurrió a distintos mecanismos de desindexación. Así es que la base monetaria comenzó a crecer. También el Banco Central abandonó la línea restrictiva y empezó a aumentar la capacidad prestable de los bancos. De allí en más se impulsaría rápidamente el proceso de expansión secundaria permitiendo bajar la brecha entre las tasas de interés activas y pasivas del circuito bancario y mantener un razonable control sobre los valores reales de las tasas, las que pasaron a ser negativas en la segunda parte del año.
Por su parte, la tasa de inflación trimestral repuntó a 26,9% entre septiembre y diciembre. La tasa de interés real comenzaba a ser nuevamente negativa y el producto industrial volvía a crecer, si bien los niveles absolutos de producción continuaban por debajo de los alcanzados n el año anterior y el Banco Central seguía controlando el tipo de cambio en un proceso continuo de revaluación del peso
En diciembre de 1978 Martínez de Hoz anunció nuevas medidas tendientes a profundizar el plan económico en la nueva etapa que se iniciaba en 1979. Las modificaciones implicaban un abandono de la estrategia antiinflacionaria seguida durante todo el año que se cerraba. Además, se propuso por primera vez expresamente el tema de la apertura de la economíacomo objetivo y como instrumento de acción. Tal como señaló el ministro “pasar de un esquema básicamente cerrado y signado por el intervencionismo estatal agudo, a uno de apertura de la economía y de confianza en la empresa privada como sostén y motor de la economía bajo la función orientadora del Estado”.
La idea del plan era que la tasa de crecimiento de precios internos convergiera a un valor igual al de la inflación internacional más la tasa de devaluación. El ministro basaba su estrategia en el anuncio de la cotización de referencia del dólar para los meses siguientes a una tasa mensual declinante (en un principio, se anunció la cotización diaria del dólar a ocho meses de plazo). El plan se apoyaba en un sistema de cambio fijo, con la variante de que el precio de las monedas extranjeras se ajustaría en el tiempo de acuerdo con una regla conocida por todos los participantes en el mercado.
Para reafirmar el cambio operado en la distribución de cargas en la lucha antiinflacionaria, el llamado a la responsabilidad empresarial efectuado en abril de 1976 era reemplazado por una invocación al juego de las reglas de mercado en un escenario de economía abierta, y acompañado por un amenaza concreta de liberar aún más las importaciones. Este nuevo plan, a diferencia del lanzado en 1976, no estuvo apoyado por el FMI.
En tanto el nivel de actividad económica se recuperaba desde comienzos de 1979 con respecto a 1978, el Gobierno liberaba en la práctica los niveles de salarios, a la vez que creaba un mecanismo de control de precios. El objetivo fundamental de la reforma arancelaria era afirmar el pasaje de una estructura industrial protegida a un sistema “eficiente”.
A fines de diciembre de 1978 se modificaron los aranceles de todas las posiciones de la nomenclatura de importaciones y se puso en marcha un programa de reducción trimestral sistemática hasta enero de 1984. Elementos centrales del nuevo régimen son un ajuste generalizado en los niveles de la tarifa nominal y una considerable reducción en su dispersión, que surgen tanto de una disminución de las categorías de referencia como de una menor distancia entre sus extremos. El objetivo central de la reforma era crear una perspectiva de competencia creciente en función del tiempo. Se pretendía, según el texto de la Resolución, corregir la gran dispersión existente, siguiendo un criterio “gradual, pragmático y programado”, con el fin de otorgar a actividades desarrolladas bajo normas diferentes el tiempo necesario para adaptarse o transformarse de acuerdo con las nuevas reglas.
A partir de 1979, el tema principal en la evaluación de la marcha de la economía se centró en el llamado “proceso de convergencia”, entendiéndose por tal el paulatino acercamiento de la tasa interna de inflación hacia la combinación de las observadas en el contexto internacional y su propia pauta de devaluación nominal, continuamente decreciente en función del tiempo.
Si bien el Gobierno se ajustó rigurosamente a su compromiso de devaluación nominal, la respuesta de los precios internos a esa pauta no fue de ninguna manera tan rápida. El Gobierno había previsto que la inflación para 1979 iba ser del 80%, cuando en realidad fue del 130%; mientras que para 1980 se había calculado que la inflación iba a estar ser del 50%, proporción que sería también claramente superada al cerrar el año.
Según la hipótesis de este modelo, la minimización de los controles a las relaciones económicas externas de la Nación llevaría a que su comportamiento reflejase un nivel de producción óptimo, compatible con una tasa natural de desempleo. En ese esquema, el conjunto de precios relativos internos sería aproximadamente equivalentes a los internacionales, con una tasa de interés nominal también compatible con la internacional. Por su parte, el ritmo de inflación dependería del manejo del tipo de cambio, que se convierte en el eje de administración de la política. Una vez abatida la inflación a un nivel compatible con los países centrales, se abriría paso al nuevo sendero de crecimiento de largo plazo sobre bases más sólidas que en el pasado.
Durante la primera parte de 1979 se vivió una etapa de expansión de la actividad económica compatible con una caída de la tasa de interés real y escasa desaceleración en el ritmo de la inflación. A partir de la segunda parte del año, el deterioro en la cuenta corriente indujo a un paulatino ascenso de la tasa de interés real para lograr una mayor entrada de capitales y sostener la cuantía de las reservas internacionales. En tanto el nivel de la actividad comenzaba a desacelerarse primero y caer significativamente después, particularmente en el sector industrial. La persistente revaluación del peso inducía a una constante sustitución de bienes domésticos por importados y a un aumento descomedido de los gastos de turismo en el exterior, presionando de tal manera sobre la situación de las reservas y la tasa de interés.
El fin del año 1979 no sólo marca el comienzo de una etapa de persistentes tasas reales de interés positivas, sino también el momento en que el tipo de cambio real se sitúa claramente por debajo de cualquiera de las estimaciones posibles para determinar su nivel de equilibrio de largo plazo. Los niveles de la actividad industrial y del conjunto de la economía indicaban el comienzo de otra etapa de recesión. El alza en la tasa real de interés, la persistente revaluación y el nivel sin precedentes del endeudamiento privado con los bancos, agregaban un nuevo elemento de tensión a la evolución coyuntural: el inicio de un año crítico en la actividad financiera. Los bancos y compañías financieras, cuyo número y volumen real de actividad se había expandido notablemente desde 1976, comenzaron a encontrar dificultades generalizadas para la recuperación de sus carteras de préstamos.
En un proceso que se inició en marzo de 1980 con el Banco Intercambio Regional (BIR), son intervenidos por el Banco Central una veintena de bancos y compañías financieras. La caída del BIR produjo una rápida corrida sobre los bancos privados, lo que motivó que el Banco Central se viera obligado a poner en marcha un régimen de redescuento especial, por el cual las entidades obtenían fondos en proporción al descenso de sus depósitos. El monto de los adelantos otorgados bajo este régimen alcanzó a principios de abril los mil millones de dólares.
Como era de esperarse, no sólo se transfirieron recursos entre bancos sino que también comenzó a sentirse una fuerte presión sobre las reservas del Banco Central. En el segundo semestre de 1980, por primera vez desde la puesta en marcha de la nueva estrategia, el saldo de la cuenta de capitales resultó negativo, produciendo una caída aún mayor en las reservas internacionales.
Los resultados de 1980 indicaban que el nivel del producto era prácticamente igual al del año anterior. Entre 1980 y 1974 la tasa del crecimiento anual del producto per cápita es negativa en una valor cercano al 0,6%. Los mismos datos indican que el producto industrial era equivalente al logrado en 1974. Solamente tuvieron un importante crecimiento, de alrededor del 15%, los productores de servicios. Este comportamiento de los servicios fue acompañado por una fuerte expansión en dos áreas adicionales, la construcción y la producción de energéticos, básicamente petróleo y gas. La reorientación en la asignación de recursos desde los sectores productores de mercancías hacia los servicios tuvo una influencia importante en la situación del mercado de trabajo y particularmente en la absorción del desempleo industrial.
Por el lado de la demanda final, es posible observar que el consumo total permaneció constante, o con una obvia caída en los niveles per cápita frente a los alcanzados en 1974/75; en tanto que la inversión tuvo un comportamiento muy errático. 
A partir de 1977 es evidente que la rebaja de aranceles, la revaluación del peso y la posibilidad de acceder al financiamiento externo gravitaron en las importaciones de bienes de capital, las que llegaron en 1979 al 25% de lainversión total en equipo. En valor constante, son un 30% superior a las de 1971.
Las exportaciones también estuvieron condicionadas por la marcha del tipo de cambio real. A la rápida expansión observada en 1976/77, cuando se duplicaron los valores de los primeros años de la década, se sucede un período de dos años del crecimiento del orden del 4% anual.
En tanto en 1980 se observa que las exportaciones comienzan a caer.
El empeoramiento de las cuentas públicas (persistente aumento del gasto militar), junto con el deterioro de la confianza en la seguridad con que operaba el sistema bancario, y la incertidumbre con respecto a la continuidad de la política económica a partir de la rotación presidencial prevista para marzo de 1981, comenzaron a influir sobre el plan de estabilización.
Esta incertidumbre llevó a que a fines de 1980 hubiera una fuerte caída en el nivel de reservas internacionales.
En diciembre de 1980 se volvería a ajustar la pauta de devaluación fijándola en el 1% para ese mes y en el 2% mensual para cada uno de los tres meses siguientes. A principios de febrero, de común acuerdo con su sucesor, introdujo un nuevo cambio en esas reglas de juego y, por primera vez desde el inicio de su gestión, volvió a la práctica de la devaluación tradicional. El ajuste fue del 10% por una vez y la pauta se fijaba en el 3% mensual. El programa llegaba así a su fin en medio de una sensación de crisis generalizada.

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