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MACRO I 
 
 
 
 
 
 
 
Complementos teóricos 
 
Parte I 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cátedra: Mario Damill 
 
 
Macroeconomía y políticas económicas en la argentina: 
Una visión panorámica del análisis macroeconómico 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mario Damill 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CEDES 
Buenos Aires, agosto de 2004 
 
El enfoque de la macroeconomía 
 
¿Qué es la macroeconomía? 
No intentaremos aquí comenzar con una definición. Antes que recurrir a fórmulas 
sintéticas, procuraremos acercarnos a este campo del conocimiento en aproximaciones 
sucesivas, examinando sobre todo qué es lo que hacen o hacemos los macroeconomistas. 
Como primer paso describiremos, a grandes rasgos, lo que puede catalogarse como el 
enfoque macroeconómico. Sería quizás conveniente empezar definiendo a la “economía” en 
general, antes de considerar qué cualidades caracterizan a un enfoque particular dentro de 
ella, pero no es esa una tarea simple y nos llevaría inmediatamente a un terreno pantanoso. 
Suele pensarse en la economía como una disciplina cuyo tema central es la escasez: la 
cuestión de cómo resuelven las sociedades humanas el problema de asignar recursos 
escasos a fines alternativos. Sucede, sin embargo, que la macroeconomía se ocupa, con 
bastante frecuencia, de situaciones en las cuales la escasez no es precisamente lo que nos 
quita el sueño: por ejemplo, frente a un cuadro de desocupación masiva, el trabajo no es un 
recurso “escaso”; al contrario, la sociedad cuenta con una capacidad de trabajo superior a la 
que el sistema productivo parece capaz de emplear. El problema que hay que resolver no es, 
en ese caso, exactamente de escasez, sino de empleo de un recurso que está siendo 
subutilizado. Es claro que, desde la perspectiva de los desocupados, habrá “escasez de 
puestos de trabajo”, pero en esa situación habrá también, posiblemente, máquinas ociosas; 
la abundancia de trabajo suele venir acompañada por subutilización de los recursos 
productivos físicos. Estos tampoco “escasean”, en tales circunstancias. Están las máquinas y 
están los trabajadores, pero por alguna razón no se juntan: hay un problema de coordinación. 
Problemas de ese tipo se hallan en el corazón de la macroeconomía y son también el objeto 
de intensas controversias. Dejemos entonces en suspenso, como anticipamos, la cuestión de 
definir la disciplina en general, y tratemos de aproximarnos a ella a través de un atajo: 
caracterizando el enfoque “macro”. 
Cuando observamos un sistema económico (por lo general una economía nacional, pero 
también puede tratarse de una región, de varias ,o de todo el globo) desde esta perspectiva, 
procuramos establecer una visión de conjunto de ese sistema. Esa es la idea básica. 
Observar el bosque y no los árboles, para decirlo con un lugar común. 
Aunque se trata de una simplificación tal vez excesiva, suele decirse que, en líneas 
generales, el enfoque macroeconómico apunta a captar una totalidad, sin perderse en los 
detalles de firmas individuales o mercados específicos, por ejemplo. En otras palabras, 
intentamos trazar una imagen comprehensiva del sistema, de sus características más 
importantes y de sus articulaciones internas (y también externas, con el resto del mundo). 
Tratamos de entender su forma de funcionamiento, sus “leyes”. Hacemos todo esto con la 
esperanza de comprender los ejes centrales de su evolución y seguramente con el ánimo de 
evaluar la calidad de su desempeño global. Ésta última tiene que ver, en lo esencial, con la 
capacidad de la organización económica para generar inclusión social y bienestar. Claro que 
a algunos observadores esto les interesará menos que la posibilidad de anticipar algunos 
hechos de modo que les sea posible ganar dinero, pero aquí trataremos de plantarnos en 
una perspectiva científica, si se quiere. Nos interesa conocer. Y conocer es esencial para 
pensar qué cursos de acción son preferibles para mejorar la calidad del desempeño de un 
sistema económico. Aquí arribamos al terreno de las políticas y, en nuestro caso, de las 
políticas macroeconómicas. Entendido en un sentido amplio, este campo es el de las 
políticas fiscales, monetarias, cambiarias, financieras, de ingresos y otras, cuyos significados 
se irán desplegando a lo largo del texto. Incluye también las cuestiones relativas al diseño de 
las instituciones (fiscales, monetarias, etc.) que están involucradas en el proceso 
macroeconómico. 
 
Los agregados 
 
Pero, ¿cómo hacemos para observar el sistema económico “en su conjunto” y 
examinarlo? Los hechos económicos que tienen lugar, aún en un segmento relativamente 
pequeño de cualquier sociedad y en un período breve, son muy numerosos. Todos nosotros 
tomamos cientos de decisiones económicas cada día o cada semana, muchas veces casi sin 
notarlo, porque con frecuencia se trata de la reiteración de conductas habituales como 
comprar un boleto de tren u optar por el colectivo. El funcionamiento del sistema global 
resulta de innumerables decisiones de ese tipo, aunque algunas son de pequeña importancia 
relativa y otras de mayor peso. Esas decisiones generan flujos de información. Cuando 
pagamos el boleto del tren, por ejemplo, esa transacción queda registrada en el sistema que 
opera el expendedor. Tiempo después y tras varias operaciones, esa suma aparecerá en 
algunos registros o estados contables de la compañía ferroviaria. Y más adelante será 
incluida en el cómputo del valor de los servicios generados por el sector “Transporte”, que 
forma parte del cálculo del producto total de la economía. De modo que estamos rodeados, 
en nuestra vida cotidiana, de múltiples informaciones económicas de detalle; se refieren a 
transacciones realizadas por agentes económicos individuales como nosotros mismos o 
nuestras familias, la empresa en que trabajamos, el municipio, etc.. Observar el sistema 
económico quiere decir, en realidad, examinar flujos de información que se generan a partir 
de las decisiones económicas que se toman cotidianamente. Pero es fácil concluir que no 
podemos seguirle la pista a las innumerables decisiones y transacciones que tienen lugar 
cada día, aunque todas deban reflejarse , de algún modo, en el resultado global. No 
podemos materialmente hacerlo y además, si fuera factible, sería de todos modos inútil, 
como el mapa de los cartógrafos de Borges, que “tenía el tamaño del Imperio y coincidía 
puntualmente con él”, según nos cuenta en “Del rigor en la ciencia”. 
En otros términos, para hacer posible una visión panorámica o de conjunto del sistema 
se requiere, previamente, construir la información sintética que la haga factible. Y así se 
hace: esa información la recibimos ya compilada y “compactada” a través de instrumentos 
que llamamos indicadores. Esos indicadores son una mediación entre el observador y el 
sistema económico concreto. Por esto, es imprescindible prestar alguna atención a la forma 
en que se producen y elaboran, a fin de tener en claro qué naturaleza tienen los objetos 
informativos de los cuales nos vamos a ocupar. Avanzaremos en ese camino en el capítulo 
siguiente, antes de entrar propiamente en el terreno del análisis. 
Muchos de los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico podemos 
referirlos a determinados flujos de información. Por ejemplo, si nos interesa examinar el 
consumo (sin definirlo precisamente todavía), encontraremos cifras correspondientes a ese 
concepto, para la economía argentina, producidas y publicadas por un organismo oficial con 
frecuencia trimestral. 
Gran parte de los flujos informativos que utilizamos en macroeconomía corresponden a 
conceptos que calificamos como "agregados", vocablo que proviene de "agregar" o 
simplemente sumar. Así, el producto interno bruto, por ejemplo, que es una suerte de "suma" 
de todos los bienes y servicios producidos en una economía en cierto período,es un ejemplo 
de la “información compactada” de la que habláramos más arriba. Hay muchos otros: cuando 
nos referimos al nivel general de precios, al nivelde empleo, a la tasa de desempleo, a la 
tasa de interés, estamos hablando de agregados. Estos elementos son la materia prima del 
análisis macroeconómico y son, también, de primera importancia en el examen de las 
políticas macroeconómicas, de sus problemas de diseño y de su eficacia. 
Los agregados son extremadamente útiles porque nos suministran información en forma 
sintética. Sin ellos sería imposible articular una visión de conjunto del sistema económico: 
simplemente nos perderíamos en una densísima jungla de números e informaciones 
particulares o detalladas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Las fluctuaciones económicas 
 
Tomemos el agregado más típico de todos los que solemos emplear: el producto interno 
bruto (PIB). Examinaremos brevemente algunos datos de la Argentina para transmitir de un 
modo más o menos palpable la noción del campo del que nos estamos ocupando y para 
comenzar a reflexionar, además, acerca de nuestra historia y de algunos de nuestros 
problemas económicos. 
En el capítulo siguiente nos detendremos en la explicación de qué es y cómo se contruye 
ese indicador que llamamos “producto”. Aquí tomémoslo provisoriamente, de un modo 
todavía algo impreciso, como una medida de las “cantidades” o de los volúmenes totales de 
bienes y servicios generados en la economía por unidad de tiempo (es decir, por trimestre o 
por año, por ejemplo). En otras palabras, se trata de algo así como una medida de “volumen 
físico” de lo que se produce. Si una sociedad sólo produjese una mercancía, como trigo, por 
ejemplo, no tendríamos problemas para concebir esta medida. Claro, ese es un supuesto 
que bordea lo insensato, pero la economía recurre frecuentemente a simplificaciones 
extremas para explorar algunos problemas. Nos imaginamos cómo resultarían ciertas 
acciones en el mundo económico de Robinson Crusoe, por ejemplo, qué caminos seguirían 
los intercambios comerciales entre dos países en condiciones de producir los dos mismos 
bienes (y sólo esos...), como vino y telas. Si viviéramos en la economía imaginaria que 
produce sólo trigo podríamos contabilizar las toneladas producidas en cada período y así 
sabríamos, sin ambigüedad, si esas cantidades crecen o declinan a lo largo del tiempo. El 
economista británico David Ricardo, por ejemplo, utilizó una simplificación semejante para 
razonar acerca de problemas importantes relativos al crecimiento y a la distribución del 
Sobre los agregados 
 
Si bien, por constituir información sintética, los agregados son 
imprescindibles para el análisis macroeconómico, es recomendable 
no olvidar que al construirlos “se pierde” mucha información, la que 
al agregarse a otra en cierta forma desaparece de nuestra vista. 
Ése es un costo que suele valer la pena pagar, pero frente a él es 
prudente mantenerse alerta, porque no siempre está claro que 
alguna información perdida por agregación no sea relevante para 
el problema específico que el analista quiere abordar. 
El desacuerdo acerca de cuáles son los agregados apropiados 
para examinar determinado problema no es un hecho raro y 
constituye una de las fuentes de disenso difíciles de resolver en la 
disciplina. 
ingreso ("Imaginemos una economía que produjese una única mercancía..."). Pero basta con 
introducir un bien más (trigo y vino, quizás), para que ya resulte complicado concebir el 
producto total de la economía. Hay que encontrar una forma de "sumar" entidades 
heterogéneas, como trigo, acero, manzanas, servicios médicos, servicios de educación, etc.. 
Pero el esfuerzo vale la pena. 
Sin entrar aún en la forma de resolver ese incómodo problema, pensemos, por el 
momento, que la representación gráfica que sigue representa la evolución, a lo largo de poco 
más de un siglo, de (algo así como) las cantidades de bienes y servicios producidas por la 
Argentina, por año.1 A esa medida de cantidades la llamamos producto interno bruto. Le 
hemos asignado al PIB del año 2002 el valor 100. Como se ve, eso indica que el PIB de ese 
año duplicaba aproximadamente al de 1964, y equivalía a unas 18 veces el generado en 
1900.2, 3 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
1 Este y los restantes gráficos del producto y de tasas de crecimiento incluidos en este capítulo deben 
entenderse como si fuesen series de “cantidades”. El significado de esto será aclarado en el capítulo siguiente, 
cuando nos ocupemos de los conceptos básicos del sistema de cuentas nacionales. 
2 Además del problema ya mencionado de "sumar entes heterogéneos", hay otros. Uno muy importante del 
que cabe ya alertar es que la composición del producto total cambia a lo largo del tiempo, aunque al utilizar una 
medida agregada o única perdemos estos cambios de vista. Esto hace que esa medida sea de utilidad relativa 
para comparaciones que abarcan períodos prolongados. Por otro lado, cuando se examinan lapsos extensos es 
también corriente que se mire el producto por habitante. Incluimos gráficos relativos al PIB por habitante un 
poco más adelante. 
3 La fuente de los datos del PIB de la Argentina presentados en este capítulo es: 
Elaboración propia a partir de datos de Cuentas Nacionales (Ministerio de Economía de la Nación) y de: 
CEPAL, Recopilación de series históricas del producto y del ingreso, Buenos Aires, 1999. LC\BUE\R.242.2, e 
INDEC para los datos a partir de 1993. 
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0
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40
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Gráfico 1
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
Año
 
 
 
La línea del PIB sigue una trayectoria sinuosa como un río de llanura. Tal como se vería 
en cualquier economía, el producto se expande en ocasiones y a veces se contrae, oscilando 
entre picos y valles; atraviesa expansiones (o auges) y recesiones (o contracciones). Esos 
meandros ilustran lo que llamamos “fluctuaciones económicas”, aunque a veces se les 
denomina también “ciclos”, palabra que parece menos neutra puesto que sugiere una cierta 
regularidad que podría no estar garantizada. Buena parte de la tarea de los 
macroeconomistas corresponde al análisis de estos problemas. ¿Por qué hay recesiones? 
¿Es posible evitarlas? ¿Es deseable hacerlo? 
Examine cuidadosamente la línea de esa ilustración, tratando de asociarla con lo que 
sabemos de la historia económica. Es apenas un dato entre muchas cuestiones relevantes, 
pero es muy importante. Destaquemos algunos rasgos de su evolución. 
En el primer tercio del siglo XX se observan períodos de fuerte expansión, cortados por 
dos notables declinaciones. La primera de ellas se extiende a lo largo de los años de la 
guerra mundial iniciada en 1914 (aunque la caída del producto comienza en 1912 y se 
extiende hasta 1917: fue la contracción más larga del siglo). La segunda gran caída del PIB 
se asocia con la depresión desatada por el crack de 1929 y dura tres años, hasta 1932. 
Luego hay una extensa fase de crecimiento bastante estable del PIB, desde mediados de 
los años treinta hasta mediados de los setenta, en la que se observan sin embargo varios 
episodios recesivos, aunque de menor tamaño y duración que las contracciones de la etapa 
anterior. Dentro de este período sobresale la prolongada fase de crecimento sostenido (y 
relativamente rápido), que va desde 1963 hasta 1975. 
Posteriormente, desde mediados de los años setenta, sobreviene un período notable, 
que se destaca nítidamente, por contraste, de todo lo anterior: la economía sufre marcadas 
fluctuaciones sucesivas, pero en torno a una tendencia estancada, hasta alrededor de 1990. 
Luego vuelve a crecer, con bastante rapidez, para declinar violentamente entre 1998 y 2002. 
Afortunadamente, desde la primera mitad de ese año la actividad económica interna ha 
vuelto a repuntar, aunque en 2004, cuando escribimos esto, todavía no se ha recuperado el 
valor del PIB alcanzado en 1998. 
Un gráfico como el que acabamos de presentar puederesultar un poco engañoso, sin 
embargo, para el ojo no entrenado. Observe que la inclinación de la curva nos induce a 
pensar que el ritmo de crecimiento del PIB fue mayor, por ejemplo, en la primera mitad de 
los años noventa, o en la fase 1963-75, que a comienzos del siglo; pero tal vez no sea así. 
Una pequeña digresión ayudará a entender por qué. Tomemos cualquier indicador, como el 
tamaño de una población, por ejemplo, o cualquier otra variable, y supongamos que se 
incrementa año a año al mismo ritmo. Por ejemplo, siguiendo una tasa (acumulativa) de 4% 
anual. La gráfica correspondiente resultaría así: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Esa curva se denomina exponencial. Si bien la población crece año a año al mismo 
ritmo, la gráfica tal vez dé la errónea impresión visual de un crecimiento más lento al principio 
y más rápido al final. Es cierto que los incrementos anuales en los primeros años son 
menores a los que se dan en los últimos años, pero se comparan con niveles de la población 
también mucho menores. Las tasas anuales de variación representadas en la ilustración son, 
como hemos dicho, iguales. 
Con las cifras que presentamos en el gráfico 1 sucede algo parecido. Si el producto 
creciera a tasas relativamente estables en períodos prolongados, generaría una curva con 
forma exponencial. En efecto, si observamos el comportamiento del PIB desde 1900 hasta 
1975, podremos constatar que se asemeja a una curva exponencial, aunque algo "abollada" 
aquí y allá. Eso indica que, efectivamente, en promedio, las tasas de crecimiento fueron 
bastante estables en ese lapso, como mostramos más adelante. 
La información disponible indica que las tasas de crecimiento del producto fueron en 
realidad muy elevadas a comienzos del siglo XX, por ejemplo, pero en el gráfico parecen 
palidecer, por este problema visual, frente a las de los tempranos años noventa. 4 
Existe una forma de uso corriente de ajustar el gráfico para corregir este problema visual, 
pero requiere la utilización de logaritmos y por eso la dejamos de lado aquí. Emplearemos 
un camino más sencillo. 
En un primer intento de corregir este problema de percepción podemos presentar 
directamente los datos de las tasas anuales de variación del PIB, como hacemos en el 
gráfico siguiente. 
 
4 La información de la primera parte del siglo XX es ciertamente bastante menos confiable que el resto. Los 
sistemas de cuentas nacionales se desarrollaron en el mundo en el período de entreguerras, y la Argentina 
comenzó a realizar estimaciones sistemáticas luego de la creación del Banco Central, en 1935. Las series del 
PIB se inician en 1940. 
0
1000
2000
3000
4000
5000
6000
1900 1920 1940 1960 1980 2000
Gráfico 2
Evolución de una población (o de cualquier variable)
hipotética que crece a una tasa constante (1900=100)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sin embargo, esta ilustración resulta difícil de interpretar, porque las subas y bajas de 
esas tasas son muy frecuentes y, más allá de las fuertes oscilaciones del primer tercio del 
siglo, que se atenúan después, no es mucho lo que podemos decir a simple vista. El dibujo 
luce como un electroencefalograma para un lego. 
Para poder lograr un poco más de claridad vamos a someter a los datos del PIB a 
algunas transformaciones: dejando por el momento el tema de las fluctuaciones (al que 
retornaremos luego), prestaremos ahora un poco más de atención a las tendencias, es decir, 
a los comportamientos en períodos largos. Para hacerlo obtenemos, utilizando un 
procedimiento habitual, una “línea de tendencia” que superponemos a la del PIB.5 
Presentamos ambas curvas en el gráfico siguiente. 
 
5 Hay varias formas de obtener una tendencia a partir de una serie fluctuante. Aquí hemos utilizado un 
procedimiento denominado "filtro de Hodrick-Prescott". Más allá de las cuestiones técnicas, puede verse que se 
trata, en este caso, de una línea que parece trazada a mano alzada, atravesando a la del PIB "por el medio". 
-15
-10
-5
0
5
10
15
20
25
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Gráfico 3
Tasas anuales de variación del PIB de la
Argentina (1900-2003)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Representamos en el gráfico sólo el período 1960-2003, a título ilustrativo.6 La llamada 
línea de tendencia atraviesa los meandros del PIB, revelando el comportamiento del producto 
en períodos largos o, en otros términos, abstrayendo expansiones y recesiones. 
Así, entre 1960 y mediados de los años setenta la tendencia del producto (la línea 
continua) es creciente, y las fluctuaciones del PIB (indicadas por las oscilaciones de la línea 
de puntos en torno a esa tendencia) son relativamente pequeñas. Luego, en la fase 1975-90, 
el producto fluctúa marcadamente alrededor de una tendencia estancada. La pendiente de la 
línea continua se torna nuevamente positiva a comienzos de los años noventa, para 
achatarse otra vez hacia el final del período considerado. Si bien el PIB ha repuntado desde 
el primer semestre de 2002, el procedimiento de cálculo de la tendencia no refleja todavía la 
recuperación del sendero positivo, lo que requerirá de la persistencia de este 
comportamiento por algún tiempo. 
Ya introducido el concepto de tendencia del PIB y trazada la línea correspondiente, 
podemos ahora examinar lo que sucede con las tasas de crecimiento de esa línea (es decir, 
de las tasas de crecimiento del “PIB tendencial”) en todo el lapso 1900-2003. 
El gráfico del crecimiento tendencial del producto de la Argentina en el siglo XX (y lo que 
va de éste) que incluimos a continuación nos muestra, entonces, un comportamiento 
suavizado de las tasas de crecimiento, abstrayendo las fluctuaciones de corto plazo.7 
 
6 Lo hacemos por razones de claridad. Si se grafica todo el lapso 1900-2003, ambas líneas aparecen 
prácticamente superpuestas en buena parte del trayecto, dificultando la lectura. 
40
50
60
70
80
90
100
110
120
130
60 65 70 75 80 85 90 95 00 05
PIB Tendencia
Gráfico 4
Producto Interno Bruto de la Argentina
y su comportamiento de tendencia
(datos anuales, período 1960-2003,
PIB de 2002=100)
Situándonos en un mirador muy distante, podemos identificar, a grandes rasgos, tres 
etapas en la centuria contemplada en la gráfica. En el primer tercio del siglo XX se observan 
oscilaciones muy marcadas en las tasas de crecimiento tendencial. Se registran, por una 
parte, las tasas positivas más elevadas del período, pero también son muy fuertes las 
declinaciones. 
Luego, a partir del punto bajo al que llevaron los años de la Gran Depresión, comienza 
una prolongada etapa con variaciones mucho menores en el ritmo de crecimiento tendencial, 
en general en el intervalo que va de 3 a 4,5% anual. El fin de este período puede ubicarse 
en 1975. Desde entonces comienza una nueva fase, signada también por tasas de 
crecimiento tendencial muy fluctuantes a lo largo del último cuarto del siglo XX. 
El primer tercio de ese siglo corresponde todavía a la economía con eje en la integración 
de la Argentina al comercio mundial como país agroexportador, con una relativamente baja 
protección de las actividades productivas internas y un grado elevado de apertura a los 
movimientos de capitales, como orientaciones generales. Con excepción de algunos 
períodos críticos en que la convertibilidad de la moneda nacional fue suspendida, el pilar 
central del andamiaje macroeconómico en esa fase es el patrón oro. La intervención del 
sector público en la economía es menor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El largo período siguiente, extendido entre la depresión de 1930-32 y la crisis de 1975 es 
muy diferente en sus lineamientos centrales. El crecimiento del producto se articula en torno 
al proceso de industrialización orientada a la sustitución de importaciones (un crecimiento"hacia adentro"), bajo elevadas barreras de protección de la producción industrial local frente 
al comercio internacional. El sector público interviene activamente de diversas maneras en la 
 
7 Compare los gráficos 3 y 5. El primero presenta las tasas anuales de variación del PIB. El segundo, las 
tasas anuales de variación del “PIB de tendencia". Como esta última línea ignora las fluctuaciones de corto 
plazo, resulta mucho más suave. 
-2
0
2
4
6
8
10
12
14
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Gráfico 5
Tasas anuales de variación del PIB tendencial
de la Argentina (1900-2003)
po
rc
en
ta
je
s
economía, y ésta permanece esencialmente aislada del resto del mundo en el plano 
financiero, por mecanismos de regulación de las operaciones con divisas (controles de las 
operaciones de cambio de monedas) que bloquean la movilidad de capitales. 
Como puede verse en la tabla que incluimos más abajo, las tasas medias de crecimiento 
(estimadas) del PIB son muy similares en esas dos grandes etapas históricas (aunque las 
variaciones en torno a esas medias fueron mucho más elevadas en el primer tercio del siglo 
que en el período subsiguiente).8 
Luego, el último cuarto del siglo XX marca un nuevo cambio de rumbo. Los ejes centrales 
de la evolución macroeconómica se modifican sustancialmente: es la etapa de apertura 
financiera y endeudamiento. En esta fase las fluctuaciones económicas internas están 
también conectadas en gran medida con los vaivenes en las condiciones internacionales, 
pero ahora los cambios en el contexto financiero externo dominan largamente a los 
asociados a modificaciones en los flujos comerciales, que habían tenido un impacto más 
determinante a comienzos de la centuria. 
Los dos hitos que nos permiten dividir el siglo XX en tres grandes fases son muy nítidos: 
la Gran Depresión, en primer lugar, y la crisis económica y política de 1975, con el shock 
devaluatorio conocido como “el rodrigazo”, en segundo término. Por cierto, cada una de las 
etapas que hemos identificado contiene además subperíodos bastante nítidamente 
diferenciados que vale la pena examinar con cuidado. Más adelante analizaremos algunos 
aspectos de estas fases históricas con algún detenimiento, en particular las posteriores a 
1930. 
 
 
 
8 En realidad el corte en 1900 no corresponde al inicio de la etapa de crecimiento orientado hacia fuera, que 
había comenzado mucho antes. Las tasas de crecimiento del último cuarto del siglo XIX, que no incluimos aquí, 
fueron muy altas, y elevarían considerablemente el ritmo medio de incremento del PIB de esta larga etapa. 
 
 
Para complementar lo que hemos planteado hasta aquí, agregamos ahora las 
ilustraciones correspondientes a la evolución del PIB por habitante (Gráfico 6) y a la 
evolución del producto y de la población tomadas por separado, en cada una de las grandes 
fases históricas mencionadas. 
 
 
Período el quinquenio la década
1901-1905 9,71
1906-1910 6,97
1911-1915 -3,30
1916-1920 3,73
1921-1925 6,74
1926-1930 4,40
1931-1935 0,23
1936-1940 2,76
1941-1945 2,74
1946-1950 5,09
1951-1955 3,07
1956-1960 3,10
1961-1965 4,52
1966-1970 4,30
1971-1975 2,88
1976-1980 2,32
1981-1985 -1,88
1986-1990 -0,19
1991-1995 5,78
1996-2000 2,66
2001-2002 -7,67
(1) 1900-1932
(2) 1933-1975
(3) 1976-2002
(3) 1,04
0,22
5,57
1,50
(2) 3,72
Tasa media de crecimiento en
-1,04
4,22
8,34
(1) 3,89
3,92
3,08
4,41
cada gran etapa histórica
2,60
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
50
100
150
200
250
300
350
400
00 05 10 15 20 25 30
PIB Población
Gráfico 7a
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
en el primer tercio del siglo XX
(1901=100)
20
40
60
80
100
120
140
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Gráfico 6
Evolución del Producto Interno Bruto por habitante
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El producto por habitante aumentó a un ritmo medio de 0,82% al año entre 1900 y 1932. 
En la fase siguiente, entre 1932 y 1975, creció bastante más rápido: un 1,75% anual. Sin 
0
100
200
300
400
500
35 40 45 50 55 60 65 70 75
PIB Población
Gráfico 7b
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1932 y 1975
(1932=100)
90
100
110
120
130
140
150
160
1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
PIB Población
Gráfico 7c
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1975 y 2003
(1975=100)
embargo, las tasas medias de aumento del PIB no fueron muy diferentes en esos lapsos, 
como ya se vio. La diferencia resulta de que las tasas de crecimiento de la población 
declinaron significativamente. Interpolando a partir de los datos censales puede estimarse el 
crecimiento poblacional entre 1900 y 1932 en un 2,74% anual. Pero esa tasa declina a 1,86% 
en la fase subsiguiente. 
Como puede verse en el gráfico 7c, la tercera etapa ha sido la más desfavorable en 
materia de PIB por habitante, pese a que el crecimiento poblacional siguió declinando. A 
comienzos del tercer milenio, el producto per capita se encontraba por debajo de su nivel de 
1975. Entre 1900 y 2003 la población aumentó a un ritmo medio de 2% anual, mientras que 
nuestra serie de producto estimado arrojaría un crecimiento de casi 3% por año. 
 
El contexto externo 
 
Para completar esta periodización histórica planteada a vuelo de pájaro, introductoria, 
haremos ahora una breve mención a ciertos rasgos del contexto internacional que tuvieron 
gran relevancia en el curso de los acontecimientos internos. Estos aspectos también serán 
abordados con mayor detenimiento más adelante. 
Lo primero que cabe señalar es que las tres grandes fases de la historia económica 
argentina que hemos mencionado tienen contrapartida en etapas también nítidamente 
marcadas de la evolución del contexto mundial. El primer tercio del siglo XX estuvo 
caracterizado, entre otros rasgos, por una intensa movilidad internacional de capitales y por 
la expansión del comercio mundial. El sistema monetario de patrón oro era el eje del 
mecanismo de regulación de los pagos internacionales. Los movimientos de capitales, 
intensos en buena parte del período (desde aproximadamente 1870 en adelante), mostraron 
sin embargo un comportamiento cíclico, con períodos de marcada retracción, como el de la 
Primera Guerra, ya referido. La Argentina se integró al comercio mundial, desde el último 
cuarto del siglo XIX, como país receptor de fuertes flujos de capital, exportador de productos 
agropecuarios e importador de manufacturas. 
La depresión de 1930 dio lugar a un cambio muy drástico en el panorama externo. A 
diferencia de lo que había sucedido luego de la Primera Guerra, superada la cuál el 
dinamismo económico mundial se recompuso, las consecuencias de la depresión serían 
mucho más perdurables. En efecto, se inició entonces un largo período que, en algunos de 
sus rasgos principales, se extendería hasta comienzos de los años setenta, aunque es 
posible identificar varias fases diferenciadas en su desarrollo. 
Inicialmente se pasó, con el derrumbe del patrón oro, a una etapa de "devaluaciones 
competitivas" y de cierto desorden en el sistema de pagos internacionales. Los flujos de 
capitales se retrajeron sustancialmente, dando lugar a una prolongada fase de baja 
movilidad. Las economías nacionales se tornaron más cerradas comercialmente (correlato 
bastante natural de la retracción de los flujos de capitales, puesto que, como veremos más 
adelante, el acceso limitado a fondos externos limita también las posibilidades de una 
economía de tener déficit en su comercio exterior, a menos que su moneda sea una moneda 
de reserva, mantenida por ejemplo por los bancos centrales de otras naciones como 
respaldode su propia emisión monetaria). 
Esta fase tiene un hito intermedio en 1944, cuando los acuerdos de Bretton Woods, que 
dieron lugar, entre otros aspectos, a la creación del Fondo Monetario Internacional y del 
Banco Mundial, establecieron un nuevo orden en el sistema de pagos internacionales. Este 
se basó en la determinación de paridades cambiarias fijas (pero ajustables) entre las distintas 
monedas nacionales, con el FMI como institución destinada a velar por la salud de ese 
sistema de pagos y a apoyar a los países miembros (del Fondo) que enfrentaran eventuales 
déficits en sus balances de divisas. La mayor parte de las naciones mantuvo, ya bajo este 
nuevo esquema, controles (limitaciones, restricciones) a los movimientos de capitales, por lo 
que los flujos internacionales de fondos continuaron siendo relativamente limitados por largo 
tiempo. 
Este es un punto muy importante para el análisis de las políticas macroeconómicas, 
puesto que el grado de movilidad de capitales hacia y desde una economía nacional modifica 
en gran medida la forma de operación de las políticas internas y afecta también su eficacia, 
como examinaremos detenidamente en capítulos posteriores. 
Hacia fines de los años cincuenta, sin embargo, el panorama que acabamos de trazar 
comenzó a cambiar con cierta rapidez. Un factor importante en este sentido fue el desarrollo 
del llamado "euromercado". Esta innovación comienza en la plaza bancaria londinense. Los 
bancos británicos empiezan a operar en dólares de los Estados Unidos, en cantidades 
significativas. Estas operaciones, de captación y de préstamo, no afectan a la oferta 
monetaria británica (es decir, a la oferta de libras esterlinas), por lo que permanecen sujetas 
a bajas regulaciones por parte de las autoridades monetarias locales. Resultan así muy 
atractivas para los bancos, ya que su rentabilidad aventaja a la que generan las operaciones 
en moneda local, sometidas, por ejemplo, en el caso de los depósitos, a requisitos de 
encaje.9 Ese mercado, que opera en dólares estadounidenses pero fuera de los EE.UU., se 
expande de un modo bastante rápido canalizando, entre otras transacciones financieras, las 
que realizan empresas estadounidenses que extienden por entonces su esfera de negocios 
hacia Europa. Más tarde este mercado atraería flujos importantes de fondos provenientes de 
la Unión Soviética, resultado de excedentes comerciales en dólares que son canalizados 
hacia allí, en plena guerra fría, con la intención de mantenerlos a distancia de posibles 
acciones (como un potencial embargo) del gobierno de los Estados Unidos. 
Con la expansión del euromercado los flujos internacionales de capitales comienzan a 
adquirir mayor volumen. Este proceso actúa en cierta forma como un ariete favorable a la 
liberalización de los flujos financieros entre naciones, y al interior de las mismas. Esto es 
promovido en buena medida por las instituciones bancarias: la mayor rentabilidad de las 
operaciones en eurodólares desata presiones competitivas muy fuertes y hace que los 
bancos presionen procurando desarticular las regulaciones financieras aún vigentes en 
distintas economías nacionales. Se van creando también así condiciones favorables para un 
progresivo desmantelamiento de los controles a las salidas y entradas de capitales, aunque 
este proceso se limitaría, en un principio, a las naciones industrializadas. 
Las economías de la periferia tienen inicialmente, y por bastante tiempo, muy limitada 
presencia en las transacciones en eurodólares, aunque hay algunos casos relativamente 
aislados de toma de fondos en ese mercado durante los años sesenta. Pero puede decirse 
que, en líneas generales, hasta comienzos de la década siguiente, las economías de 
América Latina, entre otras, tienen un muy limitado acceso al crédito externo (de fuentes 
privadas). El financiamiento que podían obtener provenía primordialmente de los organismos 
multilaterales (FMI, Banco Mundial, BID) y de gobiernos, con algún lugar también para cierto 
volumen de crédito comercial de origen privado. Eran, en síntesis, economías relativamente 
"aisladas" del resto del mundo en el plano financiero. 
El contexto financiero externo cambiaría nuevamente de modo muy profundo a 
comienzos de los años setenta. Dos eventos deben destacarse: en primer lugar, el final del 
esquema basado en "paridades cambiarias fijas pero ajustables" que se había acordado en 
 
9 El encaje o “efectivo mínimo” es una fracción de los fondos que los bancos captan como depósitos, que 
deben mantener en forma líquida, es decir, que no pueden prestar. Veremos, en un capítulo posterior, qué 
papel tiene el encaje en el proceso monetario y en el funcionamiento macroeconómico. 
Bretton Woods. A comienzos de los setenta, los Estados Unidos, seguidos luego por el 
conjunto de las naciones industrializadas, ingresan en una fase de tipos de cambio 
fluctuantes. Esta transformación abre un espacio sustancial para la expansión de las 
transacciones financieras internacionales, al crear las condiciones para el desarrollo de un 
extenso mercado donde se compra y vende el riesgo cambiario. 
En segundo lugar, en 1973 se produjo el primer shock de los precios del petróleo. La 
suba sustancial de los precios del crudo tuvo un amplio conjunto de efectos. El que 
queremos destacar aquí es financiero: enormes excedentes de fondos obtenidos por las 
naciones exportadoras de petróleo se canalizaron hacia el euromercado. Apareció una masa 
de recursos prestables gigantesca y, con ello, el acceso al financiamiento externo, 
principalmente bancario, para economías como las de Latinoamérica, que hasta entonces 
habían estado financieramente aisladas, se hizo mucho más fluido. Es el comienzo de la 
tercera “gran etapa” de la centuria que estamos enfocando. Coincide con la llamada “nueva 
globalización” financiera, y se extiende hasta nuestros días. 
Esta etapa tiene, a su vez, observada desde la perspectiva de la Argentina, tres 
subperíodos. Una etapa inicial de grandes ingresos de capitales y expansión económica que 
concluyó en la crisis de la deuda de 1981-82, seguida por una fase de racionamiento del 
crédito hasta comienzos de los años noventa. Y luego, desde allí en adelante, una nueva 
fase de ingresos de capitales que culminaría con la crisis de 2001-2002. Estos rasgos son en 
parte compartidos con otros países, en especial de América Latina, aunque hay divergencias 
importantes, particularmente en los años recientes. 
Según se verá más adelante, los cambios en el contexto financiero externo producidos 
desde mediados de los años setenta modificaron significativamente la forma de 
funcionamiento de las economías de la región, de algunas más que otras, y afectaron tanto la 
viabilidad cuanto la eficacia de distintas políticas o conjuntos de políticas macroeconómicas. 
El aumento inicial de la disponibilidad de crédito internacional de fuentes privadas fue una 
condición necesaria, por ejemplo, para los procesos de endeudamiento que desembocarían, 
a comienzos de los años ochenta, en la crisis de la deuda. Antes de esta fase, cuando la 
movilidad de los capitales era todavía baja y el acceso al crédito externo muy limitado, las 
deudas externas de economías como la nuestra se mantenían, por lógica, en niveles 
relativamente pequeños. 
Como ya se señaló, la crisis de la deuda de comienzos de los años ochenta fue seguida 
por una nueva fase de relativo "aislamiento" de América Latina (en el sentido de que por casi 
una década se perdió el acceso al crédito privado voluntario), que se extendió hasta 
comienzos de la década de los noventa. 
Posteriormente, en el último decenio del siglo XX, hemos atravesado nuevamente una 
época de liberalización financiera y alta movilidad de capitales. Al igual que en otras etapas 
históricas, como la extendida entre 1870 y 1930, estos movimientos presentaron un 
comportamiento fluctuante, y la fuerte expansión de la primera mitad dela década dio 
después lugar a una etapa de mayor volatilidad y a una sucesión de crisis, incluyendo la 
experimentada recientemente por la Argentina. Nos ocuparemos más adelante sobre estos 
temas, puesto que la intención principal de los desarrollos conceptuales y de teoría que 
plantearemos en los capítulos siguientes es precisamente la de procurar comprender estos 
procesos que nos envuelven todavía. 
 
Perturbaciones y fluctuaciones 
 
Luego de esbozar una visión a vuelo de pájaro, de muy largo plazo, de la evolución 
macroeconómica argentina y de algunos rasgos del contexto externo, queremos retornar 
ahora, para completar esta introducción, al tema de las fluctuaciones del PIB. Con ese 
propósito, enfocaremos con un detalle algo mayor que anteriormente, aunque de todos 
modos en forma sintética, las últimas dos décadas. 
Para hacerlo, podemos recurrir a cifras de mayor frecuencia que las que empleáramos 
hasta aquí. Hemos venido examinando datos anuales, pero las estimaciones del PIB se 
publican trimestralmente. Siempre considerándolas como una suerte de medida de 
cantidades, las presentamos a continuación. Son en verdad los mismos datos utilizados en el 
Gráfico 1, pero aquí en secuencia trimestral en lugar de anual. La ilustración que sigue 
corresponde únicamente al período 1980-2004.10 
La línea del PIB presenta una trayectoria muy quebrada. Sin embargo, pueden fácilmente 
constatarse ciertas regularidades. Lo que más resalta es el hecho de que siempre, en todos 
los años el primer trimestre presenta un punto relativamente bajo en la serie. 
Si al observar el dato del PIB correspondiente al primer trimestre de cualquier año, y 
constatar que esa cifra es inferior a la del último cuarto del año precedente, concluyéramos, 
sin más, que la economía se está moviendo hacia una recesión, estaríamos en grave riesgo 
de cometer una insensatez. En el primer trimestre del año mucha gente se toma vacaciones 
en esta región del globo. Y si bien eso incrementa la actividad económica en algunas áreas y 
actividades, como las ligadas al turismo, el nivel general declina sistemáticamente. Se trata 
de un fenómeno propio del verano en casi cualquier parte. En otros términos, es un 
fenómeno estacional. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Si queremos saber, sobre bases más firmes, si el producto del primer trimestre de un año 
resulta "realmente" inferior al cuarto del año anterior, tenemos que corregir de algún modo 
las cifras crudas, depurarlas del “efecto vacaciones”: corregirlas por estacionalidad. Por 
cierto, el ejemplo del primer trimestre es muy claro, pero cada trimestre tiene su 
 
10 De 2004 se incluye sólo el trimestre inicial, único dato disponible al momento de escribir este texto. 
70
80
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100
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130
1980 1985 1990 1995 2000
Gráfico 8
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980 y 2004:1
(datos trimestrales, promedio de 2002=100)
estacionalidad característica, positiva o negativa. Existen métodos estadísticos para depurar 
una serie de la estacionalidad (es decir, para “desestacionalizarla”). Lo que esos métodos 
hacen, en esencia, es “levantar” las cifras correspondientes a los períodos que tienen 
estacionalidad negativa (como es el caso del primer trimestre) y “bajar” un tanto las de los 
períodos con estacionalidad positiva (como, por ejemplo, el tercer trimestre). En el gráfico 
que sigue presentamos de nuevo la misma serie quebrada anterior, de los datos crudos del 
producto (la que aparece ahora en línea punteada), superponiéndole la serie de trazo 
continuo, del PIB desestacionalizado. A los efectos de que pueda verse con más claridad la 
línea del PIB corregido por estacionalidad la presentamos nuevamente, en soledad, en el 
Gráfico 9b. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
70
80
90
100
110
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130
1980 1985 1990 1995 2000
PIB desestacionalizado PIB
Gráfico 9a
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(datos trimestrales con y sin estacionalidad,
promedio de 2002=100)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la ilustración 9a puede verse, por ejemplo, que en el primer trimestre de 1996 el 
producto estaba aumentando (contra el trimestre inmediato anterior) según las cifras 
desestacionalizadas, mientras que los datos con estacionalidad mostraban, como es 
habitual, una declinación.11 
La serie corregida nos permite observar mejor la historia de recesiones y expansiones 
del período, sin el “ruido” que introducen las vacaciones y otros factores estacionales. Por 
eso, en adelante trabajaremos sobre la línea continua únicamente, para examinar los 
procesos que nos interesa comprender. 
El Gráfico 9b nos muestra otra vez una secuencia de marcadas fluctuaciones, tanto en 
los años ochenta como en los noventa. Observe estas curvas con detenimiento. Ellas nos 
cuentan, en verdad, aspectos de nuestra propia historia de vida y la de nuestros padres, 
parientes y vecinos. Muchas veces las fluctuaciones están asociadas con episodios 
históricos muy fácilmente identificables. Por ejemplo, la recesión de comienzos de los años 
ochenta se vincula con la crisis de la deuda (y con el fracaso de la política de estabilización 
de la "tablita" cambiaria iniciada a fines de 1978, de la que nos ocuparemos más adelante). 
Los fuertes "valles" de recesión de fines de aquella década se asocian con los episodios de 
 
11 Las cifras del PIB trimestral se publican multiplicadas por 4, es decir, “anualizadas”. De modo que el 
producto de un año no lo calculamos como la suma de lo producido en cada período intraanual, sino como el 
promedio de cuatro trimestres. Así, cuando decimos que el PIB de un año varió en tanto por ciento en relación 
con el año anterior, estamos comparando los promedios de las cifras publicadas del producto en ambos 
períodos anuales. La tasa de crecimiento del PIB de un año no se mide “entre puntas” (diciembre contra 
diciembre, por ejemplo), sino entre promedios. Esto tiene algunas consecuencias interesantes relativas a la 
forma de leer la información que se publica corrientemente. Para presentar un ejemplo al respecto, vinculado 
con una cuestión relevante como es el impacto de la depreciación cambiaria de 2002 en la Argentina, incluimos 
una nota periodística publicada por el diario Clarín en abril de 2003, al final de este capítulo. 
70
80
90
100
110
120
130
1980 1985 1990 1995 2000
Gráfico 9b
Evolución del Producto Interno Bruto desestacionalizado
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(promedio de 2002=100)
hiperinflación de 1989 y 1990; la recesión de 1995 con el efecto tequila y la iniciada a 
mediados de 1998 con el impacto de la crisis rusa de agosto de ese año. 
También algunas expansiones pueden vincularse con episodios bien definidos, como las 
experimentadas al inicio del plan Austral, en 1985-86, y del plan de convertibilidad, a partir de 
1991. 
En realidad, parece posible "contar la historia" de la economía (de la que por cierto 
estamos mirando aquí apenas uno entre múltiples aspectos importantes) como una sucesión 
de shocks o perturbaciones, seguidos por procesos de adaptación o respuesta del sistema 
económico a esos impulsos. Estos procesos son, justamente, las fluctuaciones. 
Si estuviésemos escribiendo una introducción a la macroeconomía de un país 
desarrollado, sin embargo, difícilmente adoptaríamos esta perspectiva. Esto es así porque, 
sobre todo en economías de grandes dimensiones, como la de los Estados Unidos, es más 
habitual pensar en las fluctuaciones como resultado de fuerzas endógenas, internas, que 
como la adaptación o respuesta a shocks. 
Por ejemplo, durante un auge, las ventas de las firmas están aumentando y las 
expectativas de rentabilidad mejoran; en consecuencia, se hacen más atractivas nuevas 
inversiones; las inversiones contribuyen a su vez a un mayor crecimiento de las ventasy 
consolidan las expectativas favorables. En tales circunstancias, es posible que el optimismo 
no sea un consejero del todo bueno: algunas firmas, llevadas por el entusiasmo inversor, tal 
vez encaren proyectos que son relativamente riesgosos, o que dependen para ser rentables 
de que la expansión continúe a un ritmo elevado. Así, el proceso expansivo se hace más 
frágil. En algún punto, comienzan a surgir dudas, o algunas inversiones acaban resultando 
menos rentables de lo que se esperaba o incluso dan pérdidas. El optimismo decae y los 
más cautos adoptan conductas más austeras para precaverse de un eventual freno. Con 
esto, la expansión puede efectivamente tender a detenerse o incluso a revertirse. El giro 
desfavorable de las expectativas se alimenta a sí mismo, porque menos optimismo resulta en 
menos ventas, y menos ventas en todavía menos optimismo. Con el tiempo, la recesión 
destruye las inversiones excesivas que se habían llevado a cabo en el clima optimista del 
auge. Pero también genera desempleo y un aumento en el número de quiebras. Esto que 
estamos describiendo es un proceso endógeno, en el que cada etapa va creando las 
condiciones de la fase subsiguiente. La expansión crea condiciones que preparan el terreno 
de la recesión subsiguiente, y así sigue la historia. 
Sin embargo, en economías relativamente pequeñas como las de Argentina o países de 
grado de desarrollo similar, es frecuente que las fluctuaciones no se originen en procesos de 
ese tipo, sino en cambios de contexto, y predominantemente, en modificaciones en el 
contexto externo, aunque muchas veces también, por ejemplo, en reformulaciones 
importantes de la política económica. Abundan los ejemplos de ambos tipos. De allí que 
tendamos a pensar en las oscilaciones del PIB a partir de secuencia “shock-fluctuación”, más 
que como un proceso movido por sus propias fuerzas. 
 
Perturbaciones, información y fluctuaciones 
 
Varias de las perturbaciones que acabamos de mencionar al mirar la evolución del PIB 
de la Argentina desde 1980 tomaron la forma de cambios muy significativos en algunas de 
las condiciones del contexto externo. En las series más largas que comentamos previamente 
se destacaban, por ejemplo, las recesiones vinculadas a la Primera Guerra Mundial o la 
depresión del treinta. Fuertes variaciones en las tasas de interés internacionales o en los 
precios de los bienes que comerciamos con el resto del mundo, una devaluación en un país 
vecino, o el "derrame" de una crisis en otra economía que provoque cierto contagio (por 
ejemplo, en la forma de un mayor riesgo percibido por los prestamistas internacionales y 
menores ingresos de fondos) son ejemplos posibles de perturbaciones de origen externo. 
Entre las de origen interno pueden destacarse: el lanzamiento (o el derrumbe) de un plan de 
estabilización, como en los casos del plan de la "tablita", el Austral o el de convertibilidad. 
Además de “shocks externos” o “de política económica”, también puede haber, entre otros, 
de origen político, tecnológico, o provocados por circunstancias climáticas. Y naturalmente, 
pueden ser positivos (favorables) o negativos, aunque muchas veces veremos que un shock 
positivo puede tener también algunos efectos negativos, y viceversa. 
Para ilustrar, aunque de un modo todavía bastante abstracto, los efectos de un shock, 
permítasenos imaginar un estado de equilibrio, lo que entenderemos aquí como una 
situación en la que los planes de los agentes que operan en la economía de que se trate (o 
con ella, si no son residentes) resultan mutuamente compatibles y en consecuencia pueden, 
todos ellos, hacerse efectivos (pueden realizarse, diremos frecuentemente) de manera 
simultánea.12 Si un milonguero planea bailar con una señorita, y ella estuviera planeando lo 
mismo, los dos podrán eventualmente realizar sus planes. Se trata de algo semejante, 
aunque aquí nos interesan sobre todo los planes de naturaleza económica, es decir, las 
transacciones económicas que se piensa realizar. En economía se utiliza la noción de 
equilibrio para referirse a una situación (ideal) en la que esa correspondencia (o 
“consistencia”) entre magnitudes planeadas se da de manera generalizada (es decir, en 
todos los mercados). Es concebible que, en esas circunstancias, las transacciones que se 
realicen sean, grosso modo, las que se planeaba ejecutar. Podemos además suponer que, 
en tanto los planes se realizan, no hay incentivos para cambiarlos. En ausencia de algún 
nuevo impulso la economía seguirá, probablemente, en el curso en el que viene 
desenvolviéndose. 
¿Cómo pensar un shock? Imaginemos una suba de las tasas de interés internacionales, 
por ejemplo. Este cambio modifica el conjunto relevante de informaciones a partir de las 
cuales muchos de nosotros tomamos decisiones económicas y elaboramos planes. Ésa es 
una manera productiva de pensar una perturbación: es una alteración importante del 
conjunto de informaciones a partir de las cuáles los individuos toman decisiones. 
Podemos imaginar que muchas personas reaccionarán al shock calculadora en mano, 
rehaciendo cuentas, revisando decisiones y redefiniendo planes, porque es posible que, con 
los nuevos datos, algunos cursos de acción que se pensaba seguir ya no resulten apropiados 
(debido a que algunas inversiones, para citar un ejemplo, quizás no sean rentables en la 
nueva configuración). 
Trate de concebir esta nueva escena: muchos agentes económicos (individuos, firmas) 
reaccionan simultáneamente, revisando planes y estrategias. Podría decirse, de un modo 
meramente descriptivo o "impresionista", si se quiere, que el sistema económico, que estaba 
"ordenado" o en equilibrio, según lo imaginamos, sufrirá muy probablemente un cierto 
desorden luego del shock. Tome en cuenta que este proceso de revisión se da, en las 
economías de mercado, de manera individual, descentralizada. 
Una acentuada división del trabajo, y la descentralización de las decisiones son, en 
efecto, dos características muy importantes de las modernas economías de mercado. Son la 
matriz que da pie a la existencia potencial de problemas de coordinación entre las distintas 
actividades económicas individuales. Luego del shock, es natural que la revisión de algunos 
planes individuales lleve a cambios de conductas que no resulten compatibles con los 
cambios que se producirán, simultáneamente, en las conductas y planes de otros individuos. 
 
12 En términos tal vez más familiares, esa compatibilidad de planes simplemente significa que los distintos 
mercados muestran ofertas y demandas que aproximadamente se igualan. 
Podría configurarse así un estado de desequilibrio. Lo que sugerimos es que es muy posible 
que en diversos puntos del sistema económico los planes individuales ya no sean 
compatibles entre sí, y por lo tanto no podrán realizarse todos de manera simultánea. En ese 
caso, algunos planes (y algunos agentes) se verán frustrados. 
Un estado de desequilibrio puede suponer la aparición de "racionamiento".13 Quizás en el 
mercado laboral se presente un exceso de oferta: hay más trabajadores que quieren trabajar 
al salario vigente que puestos vacantes. En ese caso decimos que algunos trabajadores 
están racionados porque no pueden vender todo el trabajo que querrían a esos salarios. 
Situaciones similares pueden presentarse en algunos mercados de bienes y de servicios. 
¿Cómo se restablecerá el "orden"? En términos más concretos, la pregunta es: ¿de qué 
mecanismos dispone una economía de mercado para recuperar una situación de adecuada 
coordinación entre las actividades económicas individuales, luego de un shock?¿Cuán 
eficaces son los mecanismos que promueven la recuperación espontánea o automática del 
equilibrio?¿Cuánto podemos confiar en ellos? 
Esas preguntas han estado siempre en el corazón de los debates macroeconómicos, 
aunque a veces detrás del telón. No pretendemos abordarlas ni mucho menos intentaremos 
responderlas aquí.Pero seguramente vale la pena enunciarlas desde ya, y también decir 
algo acerca de cuáles son los principales caminos que se han seguido para buscar las 
correspondientes respuestas, con la intención de seguir configurando una imagen inicial del 
campo de problemas de los que nos ocuparemos. 
Los mecanismos autorreguladores de que disponen las economías de mercado son 
básicamente los mecanismos de precio. Los precios de mercado, en efecto, tienen varias 
funciones, y una de ellas es la de coordinar las decisiones y planes individuales. Volviendo a 
nuestro shock, esto simplemente quiere decir que en la situación de relativo "desorden" que 
sigue a la perturbación, cuando aparecen excesos de oferta en algunos mercados y 
posiblemente excesos de demanda en otros, se espera que los precios se muevan en el 
sentido requerido para reequilibrarlos. Es decir, para restablecer la compatibilidad entre los 
planes de los agentes que operan en ambos lados (oferta y demanda) de los distintos 
mercados. Sencillamente, se espera que los precios suban allí donde aparezcan excesos de 
demanda, y que bajen donde la demanda sea insuficiente para absorber la oferta. 
Los economistas a los que, en los debates macroeconómicos, suele asociarse con el 
calificativo de clásicos, se caracterizan porque tienden en general a suponer que los 
mecanismos autorreguladores que operan vía precio son muy potentes en las economías de 
mercado (al menos en ausencia de "interferencias" como regulaciones estatales u otras 
trabas político-institucionales), de manera que, cuanto mayor es el shock, mayor la 
consiguiente reacción espontánea en el sentido de restablecer el equilibrio. Quienes adoptan 
esta perspectiva suelen confiar, así, en la capacidad de la economía para reencontrar de 
manera automática un estado ordenado si un shock las ha desplazado de esa posición. En 
una visión extrema, en realidad, se suele interpretar a las fluctuaciones como manifestación 
de procesos en equilibrio continuo. No creemos que sea una interpretación atractiva en 
general, aunque pueda tener sentido en alguna situación concreta, pero tiene prestigio en 
ciertos círculos académicos. Las fluctuaciones del PIB podrían simplemente reflejar, por 
ejemplo, la absorción de cambios tecnológicos, determinados por la evolución del 
conocimiento, que hasta cierto punto podemos considerar “exógena” (lo que en este contexto 
 
13 Decimos que los agentes están racionados cuando no pueden realizar sus planes, es decir, no son 
capaces de concretar las transacciones que estarían dispuestos a hacer a los precios vigentes, porque a esos 
precios no hallan compradores (o vendedores), es decir, no encuentran contraparte. Este problema constituye la 
manifestación de un estado de desequilibrio tal como lo entendemos aquí. 
quiere decir, no explicada por la argumentación económica), con los precios moviéndose de 
modo de mantener todo el tiempo el equilibrio de los mercados . Sin embargo, en tal caso las 
recesiones deberían explicarse como resultado de “regresiones tecnológicas” y la evidencia 
no parece favorable a una hipótesis de ese tipo. 
De cualquier manera, hay muchos macroeconomistas que son más escépticos en 
relación a la capacidad del sistema de mercado de restablecer espontáneamente el 
equilibrio. Como señaláramos ya en la introducción, es frecuente que se los reúna 
(seguramente para incomodidad de muchos de ellos) bajo la etiqueta común de 
keynesianos.14 Los hay de diversas vertientes, pero creemos que los unifica la creencia en 
que, al menos a veces, hay circunstancias en las que los mecanismos autorreguladores 
están "trabados", no funcionan con rapidez y eficacia para restablecer el equilibrio luego de 
una perturbación, lo que puede dar lugar a la configuración de fallas masivas de 
coordinación. 
Una falla de coordinación se produce cuando un desequilibrio no tiende a autocorregirse. 
En realidad, en los enfoques keynesianos es habitual que aparezcan también mecanismos 
amplificadores de las perturbaciones. El multiplicador keynesiano, por ejemplo, que 
abordaremos algo más adelante, es uno de los más populares. Estos mecanismos no sólo 
dificultan el tránsito de retorno hacia el equilibrio sino que pueden hacer que la economía, 
librada a su propia dinámica, se aleje, espontáneamente, todavía más de un estado 
coordinado. 
Así, por ejemplo, una suba de las tasas de interés internacionales podría, al aumentar el 
costo del crédito, desalentar la inversión interna, algunos proyectos se dejarían de lado o se 
postergarían para más adelante, esto podría afectar el nivel de ventas de las firmas, lo que a 
su vez generaría una reducción de las horas de trabajo y eventualmente cierto desempleo. 
Como los ingresos de algunos trabajadores declinarían, se reduciría un tanto la demanda de 
bienes, por lo que la declinación de ventas se extendería a otras firmas, no alcanzadas por la 
primera oleada contractiva. De este modo, en sucesivas ondas, el impacto negativo inicial 
podría amplificarse y observaríamos una recesión. Naturalmente, estamos hablando aquí de 
un fenómeno de desequilibrio. 
Del enfoque clásico emana, más o menos naturalmente, una mayor proclividad hacia las 
políticas económicas pasivas (es decir, a no recurrir a la acción estatal, dejando en cambio 
que el sistema se autorregule, o bien a atar al gobierno a reglas de conducta en materia de 
política monetaria, cambiaria y fiscal, por ejemplo, para reducir el grado de interferencia 
estatal en el curso de las actividades económicas privadas). 
Por el contrario, el enfoque keynesiano conlleva una mayor propensión a las políticas 
activas. En efecto, si se considera que, al menos a veces, hay fallas masivas de 
coordinación, ya no se puede descansar en una capacidad automática del sistema para 
reordenarse y se abre al menos un espacio para discutir las políticas activas o el tipo de 
intervención que podría resultar adecuado para mejorar su funcionamiento. 
La historia de la macroeconomía moderna tiene, como eje de su desarrollo, a la 
controversia en torno a estas cuestiones; el contenido dramático de esa historia está 
sostenido principalmente por la tensión entre las dos visiones básicas que hemos 
esquematizado aquí muy sucintamente. 
 
 
 
 
14 Aunque hay, por cierto, otras corrientes "no clásicas" de pensamiento, como la marxista, la 
poskeynesiana, la llamada estructuralista, etc.. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Modelos 
 
¿Cómo se desarrolla esta discusión acerca de la capacidad de autorregulación de las 
economías de mercado, y a las políticas macroeconómicas, su papel y su eficacia? ¿En qué 
lenguaje se argumenta? 
Como sabemos, el debate económico suele desarrollarse en un lenguaje formal 
particular, que plasma en modelos, frecuentemente matemáticos. Nosotros vamos a utilizar 
también ese lenguaje como complemento de la argumentación verbal, pero manteniendo un 
grado de complejidad matemática bajo, utilizando bastante apoyo de gráficos, diagramas y 
ejemplos numéricos, y poniendo el énfasis en las cuestiones conceptuales más importantes, 
antes que en los problemas formales de la construcción de argumentos. Pero queremos 
dejar establecida esta idea: un modelo es simplemente una argumentación, más allá del 
lenguaje particular en el que la elaboremos, y por lo tanto traducible, en lo sustancial, a un 
lenguaje diferente. 
Como cualquier modelo, los económicos están estructurados a partir de conceptos, los 
ladrillos básicos del razonamiento, a los que normalmente llamamos también variables, 
porque en general podemos medirlos (o concebirlos como mensurables), lo que hace factible 
tratarlos como una variable matemática. Es el caso, por ejemplo, de los agregados que 
mencionamos más arriba. 
Los modelos económicos son sistemas de interrelaciones entre conceptos o variables. 
Las relaciones entre variables (las proposiciones)que aparecen en ellos son básicamente de 
tres tipos. 
En primer lugar, están las relaciones contables (o de definición), que suelen constituir el 
punto de partida de la argumentación, en parte porque suministran el marco en el que 
solemos reunir y sistematizar buena parte de los datos que empleamos. Se trata, en este 
Sobre la noción de equilibrio 
 
La noción de equilibrio juega un papel tan central en el análisis 
económico que frecuentemente se convierte en un totem al que debe 
reverenciarse y perdemos de vista que dice relativamente poco 
acerca de, por ejemplo, el bienestar. Que el sistema se encuentre en 
un estado bien coordinado como el que hemos mencionado más 
arriba no implica que se trate necesariamente de un óptimo 
(entendido, en el sentido de Pareto, como una configuración tal que 
no puede mejorarse la situación de alguien sin empeorar la de 
alguien más). Por otro lado, como se sabe, los planes económicos 
individuales de los que nos ocupamos están trazados a partir de las 
restricciones (de dotación de recursos, de presupuesto) que cada 
uno enfrenta, y está claro que nunca, o casi nunca, estamos 
cómodos dentro de nuestras restricciones. Por ende, la idea de 
equilibrio macroeconómico no es la de una "edad de oro". Puede 
también ser concebida, en algún caso, como una situación con 
mucha gente muy descontenta. Pero no estamos sugiriendo que se 
trate de una noción equívoca o engañosa. El concepto de equilibrio 
es un instrumento útil, si no lo llevamos más allá de su campo. 
 
caso, de identidades, es decir, de relaciones que se cumplen siempre (como la que nos dice 
que el patrimonio neto de una firma es igual a su activo menos su pasivo). Esto es 
interesante porque tales relaciones establecen una suerte de "límite contra el error". Pero 
esta cualidad también constituye una limitación, puesto que si bien sirven como primer paso, 
para ordenar la información disponible y para avanzar en la descripción, no nos permiten 
desarrollar verdaderas explicaciones. 
Para esto es necesario ir más allá de la contabilidad e introducir vínculos de otro tipo 
entre los conceptos que utilizamos: se trata de relaciones de comportamiento, que 
constituyen en principio hipótesis acerca de regularidades que es posible esperar que se 
cumplan entre determinadas variables. Estas regularidades suelen expresar justamente 
"comportamientos", y deben estar sujetas, como es lógico, a escrutinio y evaluación 
empírica. Son imprescindibles para construir explicaciones, porque introducen elementos de 
causalidad. Así, nos permiten entender que cierto fenómeno es el origen de algún otro. 
Decimos, por ejemplo, que "la inversión en maquinaria y equipos depende del nivel de las 
tasas de interés...", con lo que establecemos una relación de determinación y una secuencia. 
Si anticipamos un cambio en las tasas de interés, por ejemplo, preveremos que tendrá algún 
efecto sobre las decisiones de inversión, etc.. 
Finalmente, en los modelos aparecen también relaciones que llamamos reglas de cierre 
o condiciones de equilibrio. Sobre éstas últimas volveremos más adelante, al comenzar a 
construir nuestras primeras argumentaciones relativas al funcionamiento global de la 
economía. 
Nota periodística: 
 
 
La reactivación cumple un año 
 
Mario Damill 
Economista del CEDES. 
 
Publicado en el Suplemento Económico del diario Clarín, 6 de abril de 2003. 
 
 Tengo una buena noticia para darle (no es una primicia, pero es muy probable que no 
la haya leído de este modo): comenzó el otoño y la reactivación continúa. 
El veranito se extendió al verano y ya lleva, en verdad, cuatro estaciones. Proponer un 
festejo sería una frivolidad frente a los rasgos abrumadores de la crisis social y económica 
que todavía nos envuelve. Pero vale la pena al menos tomar nota del hecho. Reconocerlo. 
Un año. 
 ¿Qué quiere decir eso? Ateniéndonos estrictamente a los datos disponibles, significa 
que a partir del primer trimestre del año pasado, el producto bruto interno de la Argentina 
comenzó a ascender sostenidamente. Las golondrinas se fueron, volvieron, pronto partirán 
de nuevo, y todo indica que ese proceso, hasta aquí, sigue adelante. 
 El producto bruto interno es, simplificadamente, una medida de las cantidades de 
bienes y servicios que se generan dentro de nuestras fronteras, por período. Para que la 
“noticia” que comentamos adquiera mayor nitidez, le propongo que la contraste con lo que 
venía pasando anteriormente: el producto empezó a contraerse a mediados de 1998 y lo hizo 
(casi) ininterrumpidamente hasta comienzos de 2002. Faltaba apenas un trimestre (los datos 
del producto total de la economía tienen frecuencia trimestral) para que esa depresión 
completara cuatro años. Ahí, ya no estamos. 
El nivel actual del PIB es, sin embargo, todavía bastante más bajo que el máximo 
alcanzado a mediados de 1998 (un 15% menor, aproximadamente), lo que dificulta, sin 
dudas, que percibamos el cambio de tendencia. 
 Segunda buena noticia: todas las cifras disponibles (de carácter sectorial, como la 
producción industrial, la del sector de la construcción, y de servicios públicos) coinciden en 
señalar que el ritmo de la reactivación ha sido más intenso en el primer trimestre de 2003 (los 
datos agregados se publican naturalmente con demora, marzo acaba de terminar). A lo largo 
del año pasado el PIB se expandió a un ritmo (anualizado) de 3%. Ahora lo está haciendo, 
aparentemente, algo más rápido, pese a la falta de crédito y a la incertidumbre política, entre 
otras amenazas. 
 Tercera buena noticia (y prometo que será la última): en el cuarto trimestre de 2002 
aumentó a una tasa muy alta la inversión (claro, lo hizo desde niveles extremadamente 
bajos, a los que había caído en la larga contracción de fin de siglo). 
 Detengámonos brevemente en este punto. La reactivación comenzó impulsada por el 
comportamiento del comercio exterior. En los primeros dos trimestres de vida de este repunte 
(digamos, otoño-invierno de 2002), la expansión se sustentó en un moderado aumento de las 
exportaciones, pero sobre todo en la caída de las importaciones. Para mantener la 
argumentación en términos simples, digamos que la sustitución de bienes importados por 
bienes producidos internamente tuvo un papel destacado. Por el contrario, todos los 
componentes de la demanda interna (el consumo privado, el consumo del sector público, y la 
inversión), siguieron declinando en esa fase inicial, como lo habían hecho a lo largo de la 
depresión, aunque a un ritmo considerablemente atenuado. 
 Ese panorama cambió en el último trimestre de 2002. El comercio exterior no fue 
entonces un factor expansivo, no tanto por el comportamiento de las exportaciones (que 
siguieron creciendo moderadamente), sino porque las importaciones se incrementaron 
mucho (en términos porcentuales). En cambio, en contraste con lo que venía sucediendo 
hasta entonces, todos los componentes de la demanda interna aumentaron. Muy levemente 
en el caso del consumo (público y privado), pero visiblemente más en el de la inversión. 
 Esta última tiene, a su vez, dos grandes componentes. Uno de ellos es la inversión en 
construcciones, que aumentó casi 6% en el trimestre, contra el trimestre anterior. Es una tasa 
muy elevada. Considere que, anualizada, daría alrededor de 25%. Pero la inversión en 
maquinaria y equipo, el otro componente, dio un paso (para no hablar de un salto, tomando 
nota del débil punto de partida) hacia arriba de alrededor de 22% entre trimestres contiguos. 
En conjunto, considerando ambos elementos, la inversión aumentó más de 10% en ese 
último cuarto del año pasado. Por supuesto que, además de que se parte de un nivel 
extremadamente deprimido, los datos de un solo trimestre no alcanzan para hacer una 
historia. Pero registremos lo que pasa. 
 Lo decimos, en especial, algo abrumados por la forma extraña en que, con demasiada 
frecuencia, estos que llamamos quizás exageradamente “hechos” (cuando son “datos”), son 
presentados al públicomientras desayuna. 
 El ejemplo que daremos al respecto se refiere estrictamente a esta reactivación. 
Muchos lectores se habrán informado recientemente de que, poco más o menos, “el producto 
bruto interno de la Argentina cayó un 10,9% en 2002, el año posterior a la devaluación”, 
contra 2001. Dos hechos se dan por sobreentendidos: que esa caída se dio a lo largo de 
2002, y que la devaluación fue su causa mater. Pero este es el tema del que hemos venido 
hablando hasta aquí (en un tono muy diferente): el comportamiento reciente del producto. 
¿Cómo es posible presentar la noticia de un modo tan distinto? Confieso que me cuesta 
entenderlo, pero procuraremos explicar qué sustenta esta segunda visión (llamémosla la 
visión “ready made”) de los hechos, o de los datos, apoyándonos en el gráfico adjunto. 
 Allí puede verse una línea continua, que corresponde a las cifras del producto bruto 
interno publicadas. No se preocupe por las unidades en que se mide. Observemos su 
comportamiento en el tiempo, tomándola como una medida de las "cantidades" producidas 
de bienes y servicios. Queremos destacar, en primer lugar, la caída vertical que se produce 
desde mediados de 2001 (es decir, desde un semestre antes de la devaluación). Y 
nuevamente el hecho de que la línea continua, el producto, comienza a ascender a partir del 
primer trimestre de 2002. Hasta aquí, estamos en nuestro terreno. 
Ahora bien, el valor “promedio” del producto de 2002 es mucho más bajo (alrededor de 
11% menor) que el del año precedente (como muestra la comparación de las líneas 
punteadas). Esa es la comparación que usted quizás leyó hace algunos días. Una 
comparación interanual entre promedios. Los promedios son buenos para muchas cosas, 
pero es aconsejable tratarlos con delicadeza. 
Contemplando el gráfico, cualquiera puede constatar que la parte sustancial de esa 
caída “entre promedios” se gestó en el segundo semestre de 2001, cuando todavía vivíamos 
bajo el 1 a 1. En otros términos, esa declinación de casi 11% no pertenece plenamente a 
2002. En su mayor parte refleja hechos anteriores (esto se conoce como arrastre estadístico, 
y en este caso "explica" alrededor de 60% de la caída de la que hablamos). Lo sorprendente 
en relación con la depreciación cambiaria es en realidad lo contrario de lo que sugiere el 
tratamiento “ready made”: la contracción del PIB se frenó rápidamente y enseguida comenzó 
a revertirse. No estamos ofreciendo aquí otra respuesta "ready made" de signo contrario a la 
anterior. Menos ambiciosamente, nos remitimos a un conjunto de datos y a una pregunta: 
¿cómo es posible que, considerando la forma traumática que adquirió la salida del régimen 
macroeconómico de los años noventa, y todo el daño que ese proceso (que tuvo a la 
depreciación cambiaria entre uno de sus ingredientes centrales) trajo sobre los contratos y 
sobre la distribución del ingreso, la caída del producto haya cesado apenas al trimestre 
siguiente? No le pedimos una respuesta (ni el FMI la tiene), pero ojalá que nos acompañe en 
el reconocimiento de los hechos y en el interés por comprenderlos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
230000
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280000
01:1 01:2 01:3 01:4 02:1 02:2 02:3 02:4 03:1 03:2
Producto Interno Bruto de la Argentina,
datos trimestrales (a precios de 1993)
del período 2001-2002
Promedio de 2001
Promedio
 de 2002
Trimestres
M
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19
93
Introducción al marco contable del análisis macroeconómico 
 
La información macroeconómica 
 
Comencemos con una nota de alerta: este capítulo será de lectura algo más trabajosa 
que el anterior. Antes de retornar al análisis de los temas de política económica que 
seguramente nos resultan más interesantes, tenemos que construir paso a paso y 
pacientemente un conjunto de herramientas. Empezamos ahora a recorrer ese camino. 
En el capítulo anterior señalamos que el conjunto de relaciones que solemos establecer 
entre los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico incluye a las que son de 
tipo contable. Se trata de identidades, es decir, de relaciones que siempre se cumplen. Estas 
constituyen frecuentemente el punto de partida de la argumentación, lo que se debe en parte 
a que mucha de la información que utilizamos se reúne y organiza en sistemas contables. 
Los principales datos cuantitativos relativos a los bienes y servicios que la sociedad 
produce, por ejemplo, los genera el Sistema de Cuentas Nacionales, del que nos 
ocuparemos enseguida. Hay otros tres sistemas contables que nos suministran también 
informaciones básicas para nuestra tarea de análisis macroeconómico. El primero de ellos es 
el Sistema de Cuentas Internacionales, cuya pieza central es el balance de pagos, que 
informa acerca de las transacciones económicas entre los residentes y los no residentes en 
el país. Luego contamos con las Cuentas Monetarias, con eje en los balances del Banco 
Central y del resto del sistema bancario, y también con el Sistema de Cuentas Fiscales. 
Utilizamos, asimismo, cifras que provienen de otras fuentes y que no se encuentran en 
formato contable, como las que se refieren al comportamiento de distintos conjuntos de 
precios (al consumidor, mayoristas, etc.), o al empleo, el desempleo, las tasas de interés y 
otras. En este capítulo nos concentraremos en algunas cuestiones fundamentales de las 
cuentas nacionales, y dejaremos por el momento de lado las restantes cuentas, sobre las 
que retornaremos, una a una, en capítulos posteriores. 
 
A la búsqueda de una medida de cuánto se produce 
 
Hemos visto ya algunos datos que provienen del Sistema de Cuentas Nacionales. En el 
capítulo anterior presentamos gráficos con índices del producto. Este concepto lo 
concebimos entonces, provisoriamente, como una medida de las cantidades de bienes y 
servicios producidos en el país, en cierto período. Sobre ese tema nos detendremos ahora: 
vamos a indagar cómo se construye una medida aproximada de las cantidades de bienes y 
servicios que una sociedad produce. 
 
Flujos, “stocks”, períodos 
 
Una primera cuestión que hay que dejar establecida es que una medida de este tipo 
tiene que estar asociada a cierto período. ¿Las cantidades de bienes y servicios producidas 
cuándo?¿Entre qué fechas? Las variables que se miden así, en “tanto por período”, suelen 
llamarse flujos. Los flujos se diferencian de los acervos (aunque es frecuente que utilicemos 
la palabra stocks, tomada del inglés, para referirnos a lo mismo). Los stocks se pueden medir 
en un instante determinado. Si hablamos de cuantos fideos produce una firma, decimos, 
“produce 300 toneladas por trimestre”; eso es un flujo. Pero hoy tiene en sus depósitos 150 
toneladas acumuladas. Eso es un acervo. 
Puede ilustrarse esta distinción con la imagen de una canilla abierta. El flujo de agua que 
sale de la canilla es, digamos, de 20 litros por hora. Hace una hora y media que está abierta, 
de modo que en la pileta (suponemos que está tapada) se han acumulado 30 litros. Este es 
un acervo. Los acervos suelen originarse en la acumulación de flujos a lo largo del tiempo. El 
producto generado por una economía lo concebimos como un flujo. 
Retornemos entonces a nuestro problema: construir una medida agregada de lo que la 
sociedad produce. 
Parece razonable empezar por reconocer que todo el tiempo se están elaborando 
muchísimos bienes diferentes (y servicios; en adelante hablaremos de “bienes”, entendiendo 
que nos referimos a “bienes y servicios”, para simplificar). Asumamos que se producen “M” 
bienes. “M” es un número muy grande, seguramente, pero no precisamos, a nuestros fines 
presentes, definir cuántos son, por eso los describimos con una letra. Nuestro problema es, 
justamente para no extraviarnos entre ese denso conjunto de M bienes diferentes, construir 
un agregado. 
Ahora podemos asignar a cada bien un número, desde 1 hasta M. Utilizaremos otra letra, 
la N, para designar a las cantidades producidas de los distintos bienes,

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