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ANTROPOLOGÍA Y PROFESIONALIZACIÓN:
ÉTICAS, RETOS Y LÍNEAS DE FUTURO
Lidia Montesinos Llinares
lidiamontesinos@gmail.com
Ankulegi Asociación Vasca de Antropología
Patricia Rubio López
patricia.rubio.lopez@gmail.com
Instituto Madrileño de Antropología IMA
Si bien la reflexión sobre el oficio y el quehacer antropológico ha acompañado a la práctica
etnográfica desde sus inicios, el desarrollo de la disciplina y su consolidación progresiva
dentro de las universidades en el Estado español ha cambiado y ampliado los debates en torno
a su desempeño profesional. Con este simposio hemos querido constatar la vigencia de la
reflexión sobre la profesionalización de la Antropología y la necesidad de seguir dialogando
en torno al desempeño de la Antropología como profesión, a partir, especialmente, de las
distintas realidades y experiencias de quienes trabajan fuera de la universidad en relación con
la disciplina. 
La propuesta de este simposio proviene del Grupo de Trabajo sobre Antropología y Práctica
Profesional del Instituto Madrileño de Antropología (IMA)1 y tiene el propósito de analizar
los retos a los que se enfrentan los y las antropólogas en sus experiencias de investigación
fuera de la Academia2 y reflexionar sobre cómo contribuir al desarrollo de la profesión:
1 https://ima.org.es/grupos/practica-profesional, https://twitter.com/ima_gt.
2 Aunque al hablar de profesionalización de la Antropología solemos pensar en dedicaciones y trabajos “fuera
1
¿hacia dónde se enfocan laboralmente los nuevos egresados?, ¿en qué áreas se demandan
profesionales de Antropología?, ¿cómo poner en valor tanto el trabajo que realizan como las
técnicas y metodologías empleadas?. 
En los encuentros organizados por este grupo, las conversaciones y eventos celebrados se han
centrado en la importancia de visibilizar el quehacer de antropólogos y antropólogas en
entornos en los que su actividad resulta desconocida y en buscar el reconocimiento de las
buenas prácticas profesionales. Además, el grupo se ha interesado por explorar y compartir
las formas particulares de proceder en cada contexto laboral: ¿cómo se toman decisiones o se
llega a acuerdos en momentos determinantes de la investigación y de su diseño?, ¿qué
limitaciones o conflictos de intereses surgen en el desarrollo de la práctica antropológica
profesional?, ¿qué nuevas dinámicas de trabajo se están desarrollando en la consultoría
antropológica o en las empresas?, ¿qué particularidades se presentan en el trabajo para/en
instituciones públicas o empresas privadas?.
La Asociación de Antropología Vasca Ankulegi3 se ha sumado a esta propuesta de simposio
porque la cuestión de la profesionalización de la Antropología ha sido también un tema
fundamental que ha trabajado prácticamente desde su fundación en 1994. De hecho, Ankulegi
nace ligada a la FAAEE, un espacio cuyo cometido inicial -como explicaremos enseguida-
estuvo muy ligado a la defensa de la Antropología, no sólo como disciplina sino también
como profesión. Ankulegi, junto a otras asociaciones del Estado, intentó impulsar la creación
de un colegio profesional que pudiera reconocer y defender la labor antropológica, aunque
finalmente esta vía no pudo consolidarse. En el año 2002, se creó en el seno de Ankulegi una
comisión integrada por profesorado, alumnado y personas ya licenciadas para tratar de definir
la profesión e identificar campos de trabajo (Díez Mintegui, 2002) y, en aquellos años, las
jornadas anuales de la asociación estuvieron relacionadas también con el tema. Los
contenidos tratados quedaron registrados en los números 4, 5 y 6 de la revista Ankulegi: “El
futuro profesional de la Antropología” (2002), “Problemas teóricos y metodológicos de la
investigación antropológica” (2001) y “Líneas de investigación en Antropología Aplicada”
(2000). 
Más recientemente, en 2015, se conformó dentro de Ankulegi un grupo de egresados y
de la Academia”, esta separación no siempre es tan clara y radical. Es habitual que las opciones de trabajo se
vinculen con las universidades; ya sea porque a través de la colaboración con la universidad se obtiene
legitimidad y reconocimiento, ya sea porque las opciones de trabajo se canalizan a través de los grupos de
investigación, personal docente e investigador. 
3 https://www.ankulegi.org/, https://twitter.com/Ankulegi.
2
egresadas del Grado de Antropología que se dedicó a la reflexión sobre la profesionalización
de la disciplina y abordó ciertas preocupaciones en torno al reconocimiento de la profesión,
de sus especificidades metodológicas, su versatilidad y transversalidad y su aplicabilidad
especialmente en políticas públicas. Como muestran las ponencias de Begoña Pecharromán
con Inès Dinant y con Araitz Rodríguez sobre la experiencia de la cooperativa Farapi, el
recorrido de la Antropología Aplicada y la consultoría antropológica en el País Vasco es
significativo y mantiene su vigencia actualmente, por lo que la labor de Ankulegi ha estado
siempre ligada a esta reflexión. De hecho, Ankulegi ha planteado su jornada anual en 2021 en
torno a esta temática “La Antropología como profesión”, a modo de balance tras casi 20 años
desde la celebración de la jornada “El futuro profesional de la Antropología” (2002).
En los últimos años, a estas reflexiones y líneas de trabajo se ha sumado también, en ambas
asociaciones, una preocupación en torno a cierto desamparo de la investigación antropológica
desde el punto de vista laboral, especialmente cuando se realiza de forma independiente a la
universidad y sin la cobertura de una entidad o cooperativa consolidada, quedando reducida
en muchos casos a pequeñas becas u ofertas de trabajo dispersas y en precario. En las
Jornadas “Antropología Aplicada y herramientas para el desarrollo profesional” que organizó
en 2018 el Grupo de Antropología y Práctica profesional del IMA, varias expertas pusieron
sobre la mesa que el trabajo fuera de la universidad es limitado y que la escasa demanda de
profesionales de Antropología hace que queden subsumidas en entidades o empresas. Sin el
apoyo de un colegio profesional o institución que vele tanto por la práctica profesional como
por sus trabajadoras y trabajadores, esto precariza aún más su situación.
Desde estas complejidades, y dado el interés compartido por ambas entidades y otras
asociaciones del Estado4, el simposio propone abordar la cuestión de la práctica profesional
en Antropología y de los diversos retos y problemáticas que se van haciendo cada vez más
presentes en los grados de Antropología y en la vida profesional: ¿qué aporta a nivel
profesional la Antropología?, ¿cómo determinar las labores que puede realizar una
antropóloga o antropólogo y qué marcos analíticos pueden ser aplicables?, ¿a qué retos se
enfrentan los y las antropólogas que trabajan en empresas, instituciones u organismos
públicos?, ¿qué posibilidades tienen de ejercer su profesión y hasta qué punto se sigue o no
realizando lo que entendemos por Antropología cuando se reformulan los marcos teóricos y
metodológicos?.
4 Desde el Instituto Catalán de Antropología (ICA), por ejemplo, se creó en 2010 la Associació catalana de 
professionals de l’Antropologia. 
3
1. Antecedentes: La Antropología como disciplina en el Estado español
Como destaca Rafael Tomás Cardoso en su ponencia, la Antropología Social surge como
especialidad dentro de las universidades en el Estado español en los años 70, dentro de los
planes de estudio de las Licenciaturas en Sociología y en Geografía e Historia y se consolida
en algunas universidades en los años 80 (Complutense de Madrid, Universidades de
Barcelona y Sevilla). Su desarrollo no fue homogéneo en todo el Estado, y tardó algo más en
introducirse, por ejemplo, en la Universidad del País Vasco (Díez Mintegui, 2002). A partirde entonces, poco a poco, en las reuniones y congresos de Antropología que se organizaron
en aquellos años se fueron poniendo sobre la mesa una serie de problemas: la falta de
formación específica en el Estado -mucha gente se había formado en el extranjero-, la
necesidad de asociarse y defender la profesión, y también el tema de la territorialidad, en
referencia tanto a las distintas identidades nacionales del Estado como a la Antropología en
relación a sus objetos de estudio5. 
Coincidiendo con el II Congreso de Antropología, celebrado en Madrid en 1981, comenzó a
discutirse la posibilidad de crear un mecanismo que permitiera una mejor comunicación entre
las asociaciones de Antropología existentes en aquel momento, así como la idea de generar
nuevas asociaciones en las Comunidades Autónomas en las que no había. En este sentido, se
planteó la creación de una federación de asociaciones que pudiera aglutinar a los y las
profesionales de la Antropología existentes por todo el Estado y que además pudiera mostrar
a la sociedad, más allá de la universidad, que la Antropología -poco conocida en aquellos
momentos- podía contribuir a resolver algunos de los problemas sociales que afectaban a la
ciudadanía. Como destaca la web de ASAEE: “las antropólogas y antropólogos se rebelaron
contra una visión estereotipada que identificaba la disciplina con una ciencia de lo exótico
que era, además, tenida por muchos como dependiente o subordinada de otras como la
sociología, la historia o la filosofía”. En ese congreso de Madrid se redactaron los primeros
borradores de estatutos de lo que sería la Federación de Asociaciones de Antropología del
Estado Español (FAAEE), que se discutieron en 1984 en el III Congreso Español de
Antropología, celebrado en Donostia / San Sebastián y organizado por la Universidad del
País Vasco UPV/EHU. Las bases se aprobaron finalmente en el IV Congreso de
5 En 1973 tiene lugar la Primera Reunión de Antropólogos Españoles en la Universidad de Sevilla y en 1974 la
segunda en Segovia, organizada por la Universidad Complutense de Madrid. En 1977 se celebra el I Congreso
Español de Antropología en la Universitat de Barcelona y el segundo fue organizado en 1981 por la Asociación
Madrileña de Antropología. 
4
Antropología celebrado en Alicante en 1987 donde, por tanto, nació la Federación. 
Es en los años 90, constituida ya la FAAEE, cuando se trabaja en la construcción de una
licenciatura específica en Antropología y se presiona al Ministerio de Educación para que sea
reconocida. Se constituyeron varias comisiones en las que estaban presentes los distintos
departamentos de Antropología del Estado y las asociaciones, en el seno de las cuales hubo
debates sobre las asignaturas o cursos que conformarían la licenciatura, especialmente entre
quienes defendían una gran troncalidad y los que defendían una menor para poder diseñar un
currículum más apropiado a cada realidad socio-política y cultural. Ya entonces se hizo un
informe para, de un lado, justificar la demanda social de la carrera y lo que iban a aportar
esos estudios a las personas que los cursaran, y de otro, construir una identidad propia que
destacase las singularidades de la Antropología frente a otras disciplinas de Humanidades y
Ciencias Sociales6. El título de la licenciatura “Antropología Social y Cultural” fue el
resultado de una discusión irresoluble entre quienes defendían una Antropología Social y los
partidarios de una Antropología Cultural.
De esta forma se consiguió una cierta independencia disciplinar en una licenciatura de
segundo ciclo a la que se accedía desde estudios previos, que empezó a impartirse en distintas
universidades entre 1993 y 1996. En estos años, gran parte del estudiantado que provenía de
otras titulaciones ya tenía una dedicación profesional7, y los itinerarios profesionales de
quienes querían dedicarse a la Antropología eran principalmente la enseñanza y la
investigación universitaria dentro del área. El informe sobre ocupación laboral de los
titulados/as en Antropología en el Estado español, elaborado por la subcomisión de perfiles
profesionales de la FAAEE (2008) a partir de una encuesta a egresados de la UCM y la UPV,
indica que la mitad del estudiantado tenía interés en estudiar antropología (52,7 % de la UCM
y 50,3 % de la UPV), mientras que otra parte del estudiantado quería tener una licenciatura y
mejorar laboralmente (33,5 % en UCM y 29,9 % en UPV). Como recoge este informe, el
interés por la profesionalización no estaba presente en todo el alumnado y, entre las y los
profesionales que respondieron a la encuesta, sólo un 36,4 % trabajaba fuera de la Academia.
6 En el País Vasco, por ejemplo, esta comisión estuvo formada por Carmen Díez Mintegui, Txemi Apaolaza,
Mikel Azurmendi, Teresa del Valle y Joxemartin Apalategi. Por su parte, en Madrid, María Isabel Jociles Rubio
fue la encargada de la realización del estudio junto con Ana María Rivas Rivas y María Cátedra Tomás.
7 Cursar Antropología y obtener una Licenciatura en sólo dos o tres años podía significar un ascenso en el
trabajo o una mejora salarial. 
5
2. La Antropología en el Estado español y el Espacio Europeo de Educación Superior
(EEES)
Como recoge también Tomás Cardoso en su ponencia, instituciones de referencia para la
disciplina como la American Anthropological Association o la National Association for the
Practice of Anthropology han atendido al desarrollo de la profesión antropológica fuera de la
Academia, impulsando encuestas y dando importancia al conocimiento y seguimiento de su
actividad y de sus ámbitos de trabajo. En esta misma línea, distintas universidades y docentes
del mundo anglosajón han realizado guías informativas y de orientación profesional. 
También la Antropología europea y, especialmente la European Association of Social
Anthropologists (EASA), ha dado apoyo a este tipo de investigaciones que visibilizan al
colectivo profesional y analizan su situación en diversos campos de investigación y trabajo.
Estos estudios impulsados por EASA sobre la situación de la Antropología en Europa han
sido una referencia para reformular y modernizar la disciplina en el Estado español,
concretamente para la construcción de los planes de estudio de los nuevos Grados de
Antropología en convergencia con el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).
En el Estado español, en 2004 se crea la Comisión Estatal del Grado de Antropología
(CEGA), a propuesta de 13 universidades junto con la FAAEE, con el objetivo de crear y
defender un Grado de Antropología en el marco de la reforma universitaria a nivel europeo.
La creación y diseño de un grado propio debía incluir una serie de perfiles profesionales, por
lo que se agudizó la búsqueda de nichos laborales, un reto imprescindible de cara a las nuevas
promociones de tituladas y titulados en Antropología. Esta comisión publicó el “Estudio
preliminar del Grado de Antropología Social y Cultural” (2005), que sirvió como Libro
Blanco de la Antropología Social y Cultural para la propuesta de aprobación por parte de la
ANECA8. Se publicó también la “Encuesta de Demanda Potencial de un Grado de
Antropología” (2005), lo que marcaba -siguiendo la ponencia de Tomás Cardoso- “un
proceso de ruptura con los perfiles híbridos y la aparición de una concepción estrictamente
autónoma de la carrera profesional de antropólogo”.
No hay que olvidar que la reflexión sobre la profesionalización estaba ya muy presente en el
8 En el informe para ANECA se consignaron las siguientes salidas profesionales: mediación y asesoría
(diversidad social, género y desigualdad, multiculturalismo, migraciones, derechos humanos, interculturalidad,
entre otras); promoción, conservación y gestión cultural(museos y patrimonio cultural y etnográfico); desarrollo
local y comunitario; asesoría en la industria audiovisual, cinematográfica y editorial; formación en diversidad
cultural; consultoría en recursos humanos, sanitarios y sociales; y docencia e investigación.
6
seno de la FAAEE y de las distintas asociaciones de Antropología9, pero en estos años el
tema se trabajó con mayor interés y también con cierta urgencia. En 2007, ligada a la
Comisión del Grado (CEGA) y a la FAAEE, se creó una comisión de trabajo centrada en el
tema de la profesionalización de la disciplina y la inserción laboral de las tituladas en
Antropología: la Comisión de Profesionalización de la Antropología (CPA). Dentro de la
CPA, la Subcomisión de Perfiles Profesionales publicó al año siguiente el “Informe de la
Ocupación Laboral de los Titulados/as en Antropología en España y otros países” (2008).
Fueron años en los que la celebración de jornadas sobre Antropología Aplicada y Práctica
Profesional evidenciaban el creciente interés por la construcción de salidas profesionales
fuera de la Academia para los planes de estudio (Cf. Colás Cortés, 2006; Buxó Rey, 2007). 
De hecho, la implantación del llamado “Plan Bolonia” suponía un giro de los estudios
universitarios hacia la práctica profesional, cuestión que no estuvo exenta de debate. Las
críticas a este modelo educativo dieron lugar a importantes protestas y resistencias en toda
Europa, por parte principalmente del estudiantado, pero también de ciertos sectores del
profesorado. Las luchas contra el Plan Bolonia en el Estado español, especialmente
significativas en las principales ciudades, anunciaron ya ciertas críticas al modelo del EEES
que recorren actualmente la institución universitaria (Asamblea PDI-PAS de les Universitats
públiques catalanes, 2009; Bagué, Comerma y Terradas, 2010), un espacio que, por otra
parte, no ha vuelto a experimentar la efervescencia política que se produjo en aquellos años.
Las protestas y ocupaciones de edificios por parte del estudiantado duraron meses, pero
algunas se fueron desgastando con el tiempo y otras fueron disueltas o reprimidas por la
policía, quedando prácticamente desactivadas en 2009. En el caso de la Antropología, la
prioridad por obtener un Grado propio decantó la balanza hacia la implementación del plan y
la asunción de todas sus implicaciones. El balance de este proceso está todavía pendiente,
pero aparece en algunas de las reflexiones que se plantean en este simposio: ¿qué tipo de
acercamiento y de relaciones se han producido en estos años entre las universidades y las
empresas?, ¿cómo se financia la investigación tanto dentro como fuera de las universidades?,
¿qué papel está cumpliendo el Practicum o los másteres en la formación universitaria?, ¿qué
balance podemos hacer del proceso de profesionalización de la disciplina diez años después
del Plan Bolonia?. 
En definitiva, los estudios de Antropología Social y Cultural en el Estado español
9 Véase, solo como muestra: Esteva Fabregat, 1975; San Román, 1984; Actas do III Congreso de historia da
antropoloxía e antropoloxía aplicada, 1997; o Uribe Oyarbide, 1999.
7
experimentaron un cierto cambio de orientación a partir de 2008 con la creación del nuevo
Grado de Antropología Social y Cultural, que comenzó a impartirse en trece universidades en
el curso 2009/2010. La necesidad de crear perfiles profesionales para futuros egresados se
tradujo también en una adaptación de la formación universitaria, que se materializó en la
creación del Practicum, cuyo objetivo es que el alumnado desarrolle los conocimientos, las
competencias y las habilidades necesarias para el desempeño de la labor profesional, para
facilitar así su proceso de inserción laboral. En este sentido, en este simposio también se
plantea un balance sobre el recorrido de esta formación específica y sobre qué consecuencias
reales ha tenido sobre el perfil profesional del estudiantado10. A grosso modo, parece que el
Practicum ha abierto vías profesionales para el alumnado y ha propiciado, aunque de forma
limitada, opciones de trabajo (Cf. Arrieta Aranguren, 2013; Bullen y Urquijo, 2014; Soto
Marata et al., 2014). 
Aun así, como explican en su ponencia Pecharromán y Dinant, la formación profesional es
muchas veces insuficiente para quienes se enfrentan al mundo laboral con una titulación en
Antropología. Coinciden en señalar, con muchas otras voces, la necesidad de una formación
complementaria, ya sea mediante un máster o mediante cursos de especialización en ámbitos
de Antropología Aplicada. Ana Laura Barrera Vilchis y Georgina María Arredondo destacan
también, para el caso de México, la importancia de la formación académica y la preparación
constante para la especialización del desempeño profesional. Explican cómo en la
Licenciatura en Antropología Social de la Universidad Autónoma del Estado de México
(UAEM) se promueve, a través de la prestación de Servicio Social y Prácticas Profesionales,
la vinculación laboral del alumnado con Organizaciones de la Sociedad Civil, facilitando así
que el alumnado desarrolle habilidades aplicadas. Lina Masana, por su parte, pone en duda
que “hagamos Antropología” cuando trabajamos o nos hacen trabajar de cierta manera y con
ciertas limitaciones en entornos laborales “fuera” de la Academia. Cuestiona así el valor
profesional de la Antropología y el valor de la Antropología profesional en entornos no
académicos, un aspecto que aparece de forma recurrente en los debates sobre
profesionalización.
10 En este sentido, cabe destacar la colaboración entre los departamentos de Antropología de la Universidad del
País Vasco, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de
Granada para promover la reflexión sobre la profesionalización de la Antropología entre el alumnado del
Practicum, organizando jornadas e intercambios de experiencias (entre los años 2014 y 2018).
8
3. La Antropología como profesión
Desde la consolidación del Grado en Antropología la cuestión de las salidas profesionales
para la formación antropológica nunca ha dejado de estar en las conversaciones, inquietudes
y también dudas tanto del profesorado como del alumnado y de quienes desempeñan labores
profesionales (Cf. Tomé Martín, 2011; Valdés Gázquez, 2012). En este sentido, como explica
Tomás Cardoso en su ponencia, la Comisión de Profesionalización de la Antropología (CPA)
creó en 2012 el Portal Estatal de Antropología, una herramienta online para la promoción
profesional del colectivo, donde junto a información general sobre la disciplina en el Estado
español (enseñanza, actividad académica, oferta formativa) se incluía un “Registro de
Expertos”, una base de datos abierta con distintos perfiles de actividad (en ámbitos
académicos o fuera de estos), orientado a promover la visibilización de la Antropología. Sin
embargo, actualmente el portal ya no está activo.
Más recientemente, en octubre de 2017, la constitución de la Asociación de Antropología del
Estado Español (ASAEE) abrió una nueva etapa en la organización de los distintos sectores
vinculados a la Antropología que se ha traducido en la creación de tres comisiones
diferenciadas: la Comisión de Asociaciones, la Comisión Académica y la Comisión
Profesional11. ASAEE recoge el testigo de la FAAEE, la CEGA y la CPA, y prosigue su
labor en torno a la consolidación académica, la profesionalización de la disciplina y su
reconocimiento social. La comisión profesional atiende cuestiones específicas sobre
deontología y salidas profesionales, y sirve también para difundir -y en cierta manera
legitimar- la labor de entidades que se dedican al ejercicio profesional de la Antropología. No
obstante,como se desprende de las temáticas abordadas en este simposio, es necesaria la
coordinación y el trabajo conjunto de las tres comisiones para mejorar y afianzar la formación
profesional en las universidades, y también para impulsar la divulgación y el reconocimiento
de la investigación antropológica. La redefinición del rol de las asociaciones de Antropología
tras la desaparición de la FAAEE podría incluir -entre otras cosas- la creación de un espacio
de encuentro y de diálogo entre el mundo académico y el profesional.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que las preocupaciones más recientes en materia
11 Como explica la web de ASAEE: “La comisión profesional aglutina a entidades no universitarias con
personalidad jurídica, públicas o privadas, que son titulares de instituciones que se dediquen al ejercicio
profesional de la Antropología, los Museos u organismos que, en sus diferentes ámbitos de actuación,
contribuyan al desarrollo y profesionalización de la Antropología. El propósito principal de esta comisión es
establecer un foro de debate permanente sobre el quehacer antropológico, deontología, salidas profesionales y
todas aquellas otras cuestiones que afecten directa o indirectamente a los/as antropólogos/as como
profesionales”.
9
de profesionalización se han visto afectadas por las transformaciones del mundo laboral, las
sucesivas crisis económicas y la precarización del trabajo asalariado en general. A los retos
metodológicos y de reconocimiento de la disciplina, se suman ahora las dificultades de un
mercado laboral flexibilizado y competitivo, que afecta tanto al ámbito universitario como a
la dedicación profesional fuera de la universidad (Cf. Díez Mintegui, 2011; Jovanović, 2018).
Dentro de las universidades sigue sin resolverse la situación del profesorado asociado en
condiciones muy precarias y el problema de las falsas y falsos autónomos. También las
nefastas consecuencias de los recortes, la reducción de la financiación pública tanto para
becas como para la investigación en general, o los engorrosos procesos de acreditación y el
problema del reconocimiento de sexenios de investigación y transferencia que ha trabajado
ASAEE12. Fuera de la universidad el panorama no mejora: el problema de la precariedad
laboral que afecta de forma incisiva a la juventud con una tasa de paro elevado, la
proliferación del régimen de autónomos/as para poder trabajar, la diversificación laboral, las
irregularidades en los procesos de licitación y la elaboración continua de proyectos que
implican un trabajo no remunerado. Uno de los aspectos que más se ha destacado en este
simposio ha sido la necesidad de adecuar los tiempos de un estudio antropológico a los que
exige la empresa o las instituciones públicas, así como las implicaciones que tiene esta
reducción del tiempo sobre las metodologías a emplear y sobre la relación tiempo/salario. Así
lo han relatado Olatz Retegi y Enara Eizagirre en su ponencia, donde destacan el poco tiempo
que se consigna para la consecución de múltiples objetivos; o Diego Parejo, que destaca estos
mismos problemas en el mundo de la empresa a partir del análisis de entrevistas en
profundidad a profesionales de la Antropología más allá de la Academia. Parejo estudia las
tensiones, dudas y dilemas éticos que la reducción de tiempos implica, así como las
iniciativas metodológicas que se están generando y que considera actualizan la disciplina.
Lina Masana, sin embargo, se pregunta: ¿es posible hacer Antropología en estas
condiciones?.
Otro elemento a tener en cuenta es que la investigación que realizan las universidades, al ser
complementaria de la docencia, no se remunera de la misma forma que debería pagarse la
investigación aplicada o independiente. Los grupos de investigación y departamentos
universitarios trabajan con alumnado en formación y su labor investigadora se considera
inherente a su desempeño profesional. En este sentido, reciben casi exclusivamente el
reembolso de gastos complementarios o viáticos, incluso en grandes proyectos. Esto hace que
12 Grupo de Trabajo ASAEE para los Sexenios de Transferencia.
10
puedan ofrecer precios de investigación mucho menores que los que consignan las
consultoras o investigadoras autónomas, a quienes les resulta complicado competir con sus
proyectos. Si bien hay departamentos que renuncian a participar en becas, concursos o
licitaciones para desarrollar investigaciones aplicadas porque se consideran vías para el
alumnado o para el ejercicio profesional, el debate está todavía pendiente, y hay
departamentos y grupos de investigación que sí participan en estudios de este tipo porque
cuentan para la carrera académica como méritos de transferencia del conocimiento. Una
opción mixta más operativa, como hemos mencionado al inicio, es la colaboración de estos
grupos y departamentos universitarios con proyectos realizados por investigadoras e
investigadores autónomos, operando muchas veces como entidades coordinadoras o
supervisoras del trabajo. No obstante, aún no se han definido claramente este tipo de
relaciones.
En relación con estas problemáticas, el acto inaugural del I Congreso de Antropología
Catalana (COCA) celebrado a final de enero de 2020, fue una mesa de debate titulada
“Hegemonías, precariedades y dependencias: los contextos de producción del conocimiento
antropológico”, centrada especialmente en la precariedad de la investigación doctoral y post-
doctoral en el mundo académico. Participó en la mesa Giacomo Loperfido, miembro de
PrecAnthro, un colectivo que trabaja por la organización colectiva y la construcción de una
unión antropológica transnacional que actúe de forma coordinada y solidaria ante los abusos
del neoliberalismo13. En la Conferencia EASA 2018 de Estocolmo, el Colectivo PrecAnthro
organizó un encuentro para reflexionar críticamente sobre la remodelación de la producción
de conocimiento en grandes proyectos financiados con fondos externos, como resultado
directo de la neoliberalización de la Academia y para redactar un código de buena conducta
(Salazar, 2019). Varios miembros de este colectivo han publicado este año, por encargo de la
EASA, el informe The Anthropological career in Europe: A complete report on the EASA
membership survey (Fotta, Ivancheva y Pernes, 2020). 
Por último, cabe destacar la iniciativa llevada a cabo por ASAEE junto a otras entidades
vinculadas a las Ciencias Sociales14 de lanzar el comunicado “Las ciencias sociales y la
gestión e investigación de la COVID-19”, reclamando un lugar para las ciencias sociales en
la investigación contemporánea y, en concreto, respecto a la situación de emergencia sanitaria
13 https://www.facebook.com/precanthro/
14 Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA), Asociación Española de
Geografía (AGE), Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AE-IC), Federación Española de
Sociología (FES) y Sociedad Española de Pedagogía (SEP).
11
que atravesamos. Disciplinas afines que en ocasiones parecen disputarse el poco espacio de
representación que se da a las ciencias sociales, han unido fuerzas y establecido alianzas para
reivindicar la investigación social y el reconocimiento de su labor: 
...queremos hacer constar que no hay salida posible a la crisis de la COVID-19 que no incluya
los saberes y experiencia de las ciencias sociales. Necesitamos apoyar urgentemente la
investigación en ciencias sociales sobre la COVID-19. Necesitamos incorporar las
sensibilidades y perspectivas de estas disciplinas a la gestión política de la pandemia en sus
distintos ámbitos territoriales y administrativos (central,autonómico, municipal).
Necesitamos escuchar los saberes situados que las ciencias sociales han aprendido a conjugar
de la mano de movimientos sociales y comunidades vulnerables. 
Cristina Sánchez Carretero, presidenta de ASAEE, ha ahondado en este tema en su artículo
“Los silencios de la covid-19: de una pandemia a una sindemia”, en el que enfatiza la
necesidad de potenciar líneas de investigación desde las ciencias humanas y sociales.
Con estos breves apuntes, hemos querido ilustrar la importancia de la reflexión sobre la
Antropología como profesión ante distintas problemáticas y retos contemporáneos. La labor
de ASAEE y de las distintas asociaciones, comisiones y grupos de trabajo en torno a la
profesionalización sigue siendo fundamental tanto dentro como fuera de las universidades y,
especialmente también, en ese espacio de intersección que conforma el estudiantado. La
próxima cita tras este simposio será la XXIII Jornada de Antropología organizada por
Ankulegi que se celebrará el 5 de marzo de 2021 en Donostia / San Sebastián. Tiene el
propósito de hacer un balance del estado de la profesión en el País Vasco y de la situación
laboral de quienes se licenciaron y ahora se gradúan en Antropología: ¿dónde se sitúan las y
los antropólogas cuando concluye su periodo formativo?, ¿qué recorridos y elecciones
profesionales hacen?. La participación de Cristina Sánchez Carretero en la jornada quiere
ampliar un poco más la reflexión y abrir de nuevo un debate necesario para la proyección
social y laboral de la disciplina: ¿qué papel juegan las asociaciones de Antropología en esta
materia?, ¿y las cooperativas, las empresas, instituciones públicas y privadas que ofrecen o
demandan servicios profesionales de Antropología?. 
4. Ámbitos de trabajo y líneas de reflexión
Apuntaremos ahora, de forma sucinta, algunos de los ámbitos de trabajo vinculados a la
12
Antropología que se dan fuera de la Academia y las reflexiones que plantean o las
problemáticas a las que se enfrentan, centrándonos especialmente en aquellos que han tenido
presencia en el simposio. No abordaremos la situación de la investigación y la docencia en las
universidades, sobre la cual hemos hecho ya algunos apuntes, pero sí vale la pena mencionar,
en relación a la educación secundaria, la labor personal y colectiva que se ha realizado en
distintas comunidades autónomas para que las y los graduados en Antropología puedan dar
clases en educación secundaria en más ramas de las que están reconocidas actualmente (Cf.
Pérez Aldasoro, 2015)15.
4.1. Antropología Aplicada: un debate que se reactualiza
Como ha quedado en evidencia en este simposio, existe una diversidad de posturas respecto a
la profesionalización de la Antropología, y en concreto, se generan ciertas discrepancias entre
las personas más fieles al espacio académico y las que optan por desempeñar también una
labor aplicada a la gestión e intervención de problemas particulares (Giménez, 2011; 2012).
Sin embargo, también se ha hecho patente la inexistencia de posturas dicotómicas que quizá
eran más habituales hace unos años. La distinción entre una Antropología esencialmente
teórica y otra aplicada se ha ido diluyendo con los años, tanto por el avance de la
profesionalización de la disciplina como por la emergencia de problemas sociales de
envergadura que demandan la implicación de quienes investigan y/o la intervención pública.
Además, cualquier etnografía, independientemente de la finalidad con la que se haya
realizado, tiene efectos y resonancias sociales y sus conclusiones o reflexiones situadas
siempre pueden ser tomadas en consideración para impulsar procesos más o menos dirigidos.
En este sentido, este debate se ha visto desbordado por la cantidad de egresados en
Antropología que buscan trabajo en los últimos años y, quizá por ello, el cuestionamiento de
la aplicabilidad de la Antropología y de la práctica profesional no es ya la principal
problemática en discusión, pues: “¿acaso es evitable?” plantea Teresa San Román (2006). El
debate, en todo caso, se actualiza y se rearticula en torno a las formas de esa aplicación, es
decir -como plantea Lina Masana en su ponencia-, si acaso toda práctica profesional cabe o
15 El profesorado del Área de Antropología Social del Departamento de Antropología y Filosofía de los valores
de la UPV/EHU, por ejemplo, hizo una solicitud al Departamento de Educación para que se reconociera la
concordancia e idoneidad del Grado de Antropología Social para las especialidades de Intervención
Sociocomunitaria y Servicios a la Comunidad, ya que actualmente solo se reconoce para Filosofía, Orientación
Pedagógica / Psicología-Pedagogía, Diversificación Curricular Socio-Lingüística y Geografía e Historia.
También se hicieron peticiones personales ante el defensor del pueblo. Otra demanda pertinente es que la
titulación en Antropología sea reconocida como válida para el desempeño de empleos públicos en la Ley de
Cuerpos y Escalas de la Administración.
13
no en eso que delimitamos como nuestra forma de trabajar, aquella que se inserta dentro de
un perímetro epistemológico y metodológico concreto y que reconocemos como común.
La Antropología Aplicada se va consolidando en los centros de salud, en políticas públicas,
en gestión de la diversidad cultural, en labores de consultoría o gestión cultural, y se abre
paso también en relación a temas medioambientales, educación, criminología o en la
Antropología industrial y forense. Las múltiples maneras de enfocarla y llevarla a cabo han
sido formuladas y cuestionadas en infinidad de congresos y jornadas, aunque nuevas formas
de profesionalización aún no han tenido la oportunidad de participar en estos debates. Es por
ello que hemos aprovechado este simposio para preguntarnos acerca del valor antropológico
que se vierte en la práctica profesional, y más aún en espacios donde antes no estaba
formulada siquiera esta disciplina. Un ejemplo claro de esta ampliación y diversificación de
la práctica antropológica profesional es el caso que exponen en su ponencia Sergio Gil y
Federica Marzoni en relación a la Gastropología y el papel del “anfitrión flotante”: aquel
investigador o investigadora que actúa como agente de mejora del servicio y la satisfacción
del cliente en bares y restaurantes.
De todas formas, a pesar de su ausencia en el simposio, cabe destacar otros ámbitos como el
del turismo, la Antropología feminista o la Antropología de la Salud y la Enfermedad,
posiblemente una de las especialidades más desarrolladas en Antropología Aplicada. Como
plantea Blázquez (2017)16: “la antropología feminista y la antropología médica han sido dos
de los campos disciplinares donde más experiencias prácticas se han desarrollado, la riqueza
etnográfica ha ido acompañada (con mayor o menor intensidad) con una producción teórica”.
4.2. Antropología y desarrollo
Los debates en torno a la Antropología vinculada a la cooperación y el desarrollo comunitario
tienen también una larga y controvertida trayectoria (Escobar, 1991, 1995, 2012; Fernández
de Larrinoa, 2003, 2006, 2011; Gimeno y Monreal, 1999; Pérez Galán, 2012; Viola, 2000,
2011). Ciertos dilemas éticos, debates conceptuales e incluso conflictos de orden político
siguen vigentes en relación al papel de la Antropología en el seno de estos proyectos y se han
actualizado en relación a las políticas neo-extractivistas -especialmente en Latinoamérica-, y
el abordaje de conflictos ambientales por la gestión de recursos naturales (Campanera, 2017).
David Lewis y Kate Gardner (2003), desde su experiencia como profesionales de la
16 Maria Isabel Blazquez Rodriguez (12/04/2017) Antropología Médica y Feminismo en Análisis/News.
14
Antropología, analizaronla obra de las agencias de desarrollo y de lo que denominaron “la
industria de la ayuda”. Los estudios de caso que expusieron mostraban el dinamismo de los
discursos sobre el desarrollo, según el contexto, y ponían el foco en las posibilidades de
apertura y de cambio que se producían en las prácticas concretas. Plantearon que las
aportaciones de la Antropología tienen un carácter maleable y que las perspectivas y
herramientas antropológicas pueden ser adoptadas por agentes diversos, incluyendo las
organizaciones comunitarias locales y las ONGs. En este sentido, más que en los discursos en
torno al desarrollo, se enfocaron en los esfuerzos por transformar las relaciones sociales de
pobreza y desigualdad. En esta misma línea se posiciona la ponencia de Barrera y Arredondo,
con una visión constructiva y comprometida de la Antropología Aplicada al desarrollo de las
comunidades a partir del trabajo con la sociedad civil en México; concretamente con la
asociación Crea A.C., que promociona el empoderamiento económico de mujeres habitantes
de zonas marginadas a través del desarrollo empresarial. Plantean que el papel de las y los
antropólogos aplicados, como intermediarios o como enlaces entre las organizaciones que
impulsan procesos de cambio o gobernanza y las poblaciones involucradas, puede promover
procesos más participativos y colaborativos, menos dirigidos, que contribuyan a generar
oportunidades de mejora en las condiciones de vida de ciertas poblaciones. Barrera y
Arredondo consideran que la crítica reiterada hacia los programas implementados por
gobiernos y entidades externas se puede retomar con el fin de aprender de los errores
cometidos en el pasado: 
En México tenemos la tarea pendiente de valorar la actividad profesional propia de la
disciplina antropológica para trascender y convertirnos en generadores de empleo formal.
Quitarnos la vergüenza de ser antropólogos y mostrar la utilidad y trascendencia que ha
tenido y puede tener la Antropología en cualquier ámbito de las organizaciones (pública,
privada y social). (...) Movernos sobre las demandas que tiene el mundo y adaptarnos con
ética y responsabilidad como científicos sociales.
En este sentido, es de suma importancia replantearse lo que un/a antropólogo/a alcanza hacer
y qué marco analítico aplica, así como la forma de difundir y comunicar conocimientos. Se
vuelve necesaria la realización de documentos más sencillos, informes más cortos,
presentaciones de carácter tallerista o producciones audiovisuales (Pichardo 2013). Cada vez
más organismos dan cuenta de la importancia de las investigaciones de carácter social, e
intentan paliar el desconocimiento en cada ámbito organizando equipos interdisciplinares,
contando así con profesionales de la Psicología, la Sociología o la Antropología entre sus
15
investigadores. Barrera y Arredondo se apoyan en la obra, ya clásica, de George M. Foster
(1971), que ejemplifica con proyectos de desarrollo y modernización el funcionamiento de lo
que denomina “cambio cultural planificado o dirigido”. Foster (1971) organizó un compendio
de propuestas al desarrollo para analizar el quehacer de la Antropología Aplicada en este
ámbito y detectó, en aquellos años, la ausencia de la labor antropológica en los proyectos de
cooperación. A partir del análisis de esos casos aportó una serie de reflexiones críticas con las
directrices etnocéntricas y los proyectos que no tienen en cuenta las formas de vida de cada
sociedad. Por eso Barrera y Arredondo ponen el foco en el trabajo con la sociedad civil y la
colaboración con instituciones y empresas tanto públicas como privadas. 
4.3. Antropología de la empresa y de los negocios
Otro de los ámbitos de trabajo para las y los profesionales de la Antropología que ha ido
ganando peso en el Estado es la consultoría empresarial, el asesoramiento para el desarrollo
organizacional, así como los estudios sobre el comportamiento del consumidor o de los
mercados. La Antropología de la empresa ha dado pasos importantes en los viveros de
empresas o en proyectos como los Medialabs, donde la disciplina ha ido adaptando sus
metodologías a campos menos conocidos y prácticamente inexistentes en la formación
universitaria. 
A nivel internacional, publicaciones como el International Journal of Business Anthropology
o el Journal of Business Anthropology recogen el empeño y esfuerzos de decenas de
profesionales de la Antropología por relatar sus experiencias en el campo profesional en el
terreno de la empresa, a menudo en el área de marketing o de consultoría. En los diferentes
números de estas publicaciones encontramos debates sobre ética y metodología (Cf. Bainton,
2012; Morais y Waal Malefyt, 2014; Beeman, 2019), así como experiencias prácticas donde
es clave la colaboración de antropóloga y antropólogos en la gestión de problemas cotidianos
que surgen entre las empresas y las y los “usuarios” de los servicios que estas ofrecen (Qirko,
2012; Heer y Jenkins, 2012; Bjerk, 2016; Ilkjaer, 2019). En el Estado español, junto a
trabajos clásicos como los de Jordi Roca (1998, 2001), la obra Antropología de la Empresa
publicada por Sergio López (2017) expone y sintetiza el papel del antropólogo/a en el
contexto empresarial tanto desde la investigación teórica como desde la aplicada. 
En este sentido, Pecharromán y Dinant, por ejemplo, y también Rodríguez, relatan su
experiencia iniciática en Fagor, empresa de electrodomésticos de la cooperativa-corporación
Mondragón, exponiendo tanto las dificultades que tuvieron en un inicio como los valiosos
16
aprendizajes a la hora de consensuar con la empresa un lenguaje, unos objetivos y una
metodología común. Coinciden con Barrera y Arredondo en que hay que aprender de otras
ciencias sociales y de otros saberes, investigando constantemente y sistematizando estrategias
de aplicación. 
4.4. Consultoría antropológica
En cuanto a la Antropología en entidades e instituciones públicas o público-privadas
(fundaciones, por ejemplo), encontramos que los ámbitos de trabajo se han ido ampliando y
fortaleciendo, por ejemplo en la gestión y difusión sociocultural, el diseño y la gestión de
museos, o el estudio y la salvaguarda del patrimonio etnológico material e inmaterial (Roigé,
del Mármol, Guil, 2019; Pérez Galán, 2011). Gana peso también la figura del antropólogo/a
como técnico/a o consultor/a de políticas públicas o de dinámicas sociales (Giménez, 2004;
Agudo, 2013; Gimeno y Monreal, 1999): gestión y resolución de conflictos, intervención y
mediación sociocultural, estudios de sostenibilidad e impacto social, así como investigaciones
para la aplicación de medidas para la igualdad de género (Bullen, 2012). Las metodologías
participativas y colaborativas, los diagnósticos y los talleres formativos para técnicos y
técnicas de la administración, para fundaciones o para la ciudadanía en general son una parte
consolidada de las labores de los profesionales de la Antropología que es aplicada en el sector
público (Cf. Isla, 2014). Asimismo, la recuperación de historias locales, memoria oral o
trabajo gráfico y de archivo en investigaciones sobre territorios (Ríos, 2018) también se
presentan como ámbitos de trabajo fructífero, generalmente también -pero no solo- con
instituciones públicas. Las consultoras que forman parte de la comisión profesional de
ASAEE, cooperativas como Farapi koop., fundaciones o proyectos como el Observatorio de
la Vida Cotidiana OVQ o L’etnográfica, son solo algunos ejemplos de iniciativas
profesionales en estos campos. 
En el ámbito público se sitúa también el trabajo que presentan David Berna y Eva Herrero
sobre los procesos de transformacióndel barrio madrileño de Usera, a partir de su experiencia
de trabajo en la organización participativa del Año Nuevo Chino. Su comunicación
reflexiona, a partir de esa experiencia de Antropología Aplicada en el sector público, sobre
cómo articular diferentes intereses y posiciones, y sobre las implicaciones éticas y políticas
que surgen a la hora de diseñar y provocar procesos sociales. Consideran que la organización
de esta “fiesta étnica” y “de barrio” contribuyó en cierta forma a la “exotización” del barrio y
a su incipiente gentrificación. 
17
Joan Costa también relata, desde su experiencia laboral, los retos que supone colaborar con la
administración pública y coordinar un equipo de trabajo multidisciplinar. En su ponencia
explica cómo desarrolló su papel en la tarea de inventariado de bienes municipales y
catalogación de caminos y vías rurales en Eivissa y Formentera: elegir los marcos analíticos
aplicables, diseñar una metodología adaptada a las peculiaridades locales y con un enfoque
participativo, crear redes comunitarias y profesionales de apoyo, comunicar del proyecto a
muy diversos actores, entre otras muchas tareas. Su trabajo, vinculado al desarrollo territorial
y a la intervención pública, consistía en determinar la titularidad de los bienes -lo que a
menudo resulta complejo y conflictivo- y determinar también el interés patrimonial y turístico
de distintos espacios, atendiendo principalmente a documentos de archivo y fuentes orales. 
Posiblemente, el ámbito de la consultoría e intervención pública sea uno de los más
receptivos a la investigación antropológica, aunque es probable también, que sea uno de los
que más complejidades entraña.
5. La profesionalización de la Antropología: dilemas éticos, retos y líneas de futuro.
Para terminar, y a modo de conclusiones, podemos afirmar que las formas en que se
desarrolla la investigación etnográfica y antropológica en cada contexto profesional implica
una serie de singularidades; la asunción de ciertos límites y ciertas potencialidades, retos y
dificultades específicas que se siguen poniendo sobre la mesa una vez las y los titulados en
Antropología salen al mercado laboral o, aun siendo estudiantes, buscan alternativas a una
vida académica cada vez más precarizada (Jovanovic, 2018). Estas potencialidades,
limitaciones o dificultades a la hora de habitar otras claves de investigación social o llevar
adelante proyectos de investigación antropológica ameritan, año tras año, encuentros y
diálogos como el que hemos querido generar en este simposio; espacios en los que
profundizar en ellas y en los que conversar, a partir de diferentes experiencias investigadoras,
sobre cómo se están articulando metodologías y herramientas antropológicas generadas en y
para contextos muy diversos.
En relación con estas temáticas, el debate sobre los problemas éticos en la investigación
social también puede ser abordado desde muy diferentes prismas: desde el manejo de las
relaciones de poder que se generan con las personas que participan en la investigación; el
rigor científico y metodológico empleado en el proceso de recogida de datos; la medida en la
18
que se informa con claridad y transparencia de los objetivos de la investigación a las y los
informantes; el uso y divulgación de los resultados de la investigación; la conciliación de las
exigencias y formas de trabajo en entornos institucionales públicos y privados con nuestro
código ético, entre otras. Como ilustran las comunicaciones de Barrera y Arredondo, Herrero
y Berná o Costa, estas cuestiones se relacionan con las diferentes maneras de articular la ética
profesional de cada investigador o investigadora, que surgen a su vez de la pluralidad de
subjetividades que construyen las percepciones existentes sobre cómo trabajar desde la
Antropología. 
En este sentido, las orientaciones deontológicas para la práctica de la Antropología
profesional elaboradas en septiembre de 2014 por un comité ad hoc de ASAEE sobre ética
profesional supuso un paso adelante en la elaboración de un Código Deontológico
compartido para la gran diversidad de perfiles profesionales vinculados a la Antropología.
Barrera y Arredondo mencionan en su comunicación que en México cuentan con el Código
de Ética del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. (CEAS), de 2020, en el que
se incluyen principios generales para la toma de decisiones en la práctica profesional,
destacando el respeto de los derechos de las personas que participan en las investigaciones.
Aún así, la dedicación etnográfica plantea infinidad de dilemas en su práctica cotidiana que
se diversifican aún más en la diversidad de experiencias profesionales, lo que hace compleja
esta labor regulatoria. Además, existe una tendencia clara a la realización de proyectos
multidisciplinares en los que colaboran diferentes profesionales en algunas o en todas sus
etapas -es muy habitual que se trabaje con profesionales de la Sociología, la Psicología, la
Educación Social, la Arquitectura, diferentes Ingenierías o distintas ramas de las Bellas
Artes- y en este tipo de relaciones contractuales pueden surgir complejidades en relación al
consentimiento informado (Gazzotti, 2016; Del Olmo, 2010; Estalella, 2011), especialmente
cuando ha sido elaborado a partir de protocolos ya estandarizados por profesionales de otras
disciplinas. Parece que siempre está presente la ambigüedad del rol profesional vinculado a la
Antropología, cuestión que aparece también en las evaluaciones por parte de comités o
comisiones de ética de instituciones de distinta índole. En este sentido, es necesario también
abordar y debatir en torno al papel que la formación antropológica tiene en otras dedicaciones
profesionales, el uso metodológico que se hace de la disciplina en otros campos profesionales
y de saber, así como las reflexiones epistemológicas y éticas que esto plantea. En esta línea,
Adolfo Estalella plantea su blog Problematorio17 como una insfraestructura o recurso para
17 Problematorio. Un colaboratorio para la ética de la investigación.
19
cuestionar y problematizar la ética en la investigación social, proponiendo un espacio de
trabajo participativo que intervenga sobre las prácticas de producción de conocimiento, la
temporalidad de sus problemáticas y los mecanismos de formalización y circulación de ese
conocimiento.
En definitiva, hemos constatado la necesidad de acordar criterios éticos, de defender técnicas
y herramientas metodológicas, de visibilizar la labor antropológica; condiciones sine qua non
para desarrollar y mejorar las condiciones de trabajo de las y los profesionales en
Antropología. Es una tarea, que si no la promovemos y realizamos de forma coordinada
desde todos los ámbitos implicados en la docencia e investigación antropológica (tanto dentro
como fuera de las universidades), acabará suponiendo la marginalización e invisibilización de
los saberes antropológicos, ahondando en la precarización de la investigación tanto fuera
como dentro de las universidades. 
Por último, queremos aclarar que hemos expuesto la historia sobre la profesionalización de la
Antropología que conocemos de una forma situada, aunque sabemos que en otros territorios
las relaciones entre la práctica profesional, la Academia y las fórmulas asociativas han sido
distintas. Para trascender nuestros ámbitos territoriales, es necesario construir alianzas entre
profesionales a partir, por ejemplo, de los campos o áreas de trabajo. Gran parte del relato
sobre la historia de la profesionalización de la Antropología no está registrado, pero es
posible reconstruirlo y ampliarlo, recogiendo experiencias a través de la comunicación directa
con las y los diferentes agentes sociales que lo han vivido. 
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