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LOS CIMIENTOS DE LA GEOLOGÍA: LA COMISIÓN DEL MAPA GEOLÓGICO DE ESPAÑA (1849-1910) LOS CIMIENTOS DE LA GEOLOGÍA: LA COMISIÓN DEL MAPA GEOLÓGICO DE ESPAÑA (1849-1910) INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA Madrid 2015 ISABEL RÁBANO Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual y del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. © INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA Ministerio de Economía y Competitividad c/ Ríos Rosas, 23 28003 Madrid Tel.: + 34 913 495 700 Fax: + 34 913 495 762 web: http://www.igme.es Catálogo y venta de publicaciones de la Administración General del Estado en: http://publicacionesoficiales.boe.es/ ISBN: 978-84-7840-963-1 NIPO: 728-15-018-5 Depósito Legal: M-17145-2015 Producción: INFORAMA, S.A. Imprime: ARTES GRÁFICAS PALERMO RÁBANO, Isabel Los cimientos de la Geología: la Comisión del Mapa Geológico de España (1849-1910) / Isabel Rábano. – Madrid: Instituto Geológico y Minero de España, 2015 329 p.: figs., tbs.; 30 cm ISBN 978-84-7840-963-1 1. IGME 2. Historia 3. Historia de la geología I. Instituto Geológico y Minero de España, ed. II. Título 551:061.6:93(460) Sobrecubierta: Paisaje geológico en la margen izquierda del río Jalón. Litografía realizada por José Vallejo en 1864 para la memoria geológica de la provincia de Zaragoza (Donayre, 1873). iii Los extranjeros nos echan en cara, y tal vez con alguna razón, el que no hayamos todavía puesto en conocimiento del público científico la ordenación geológica de nuestro suelo, como lo han hecho ya otras naciones. Joaquín Ezquerra del Bayo Ensayo de una descripción general de la estructura geológica del terreno de España en la Península (1850) Mientras que en otras naciones difícilmente se podrá señalar una sola comarca que no haya sido visitada y explorada con diferentes objetos, hay todavía muchas en nuestra Península donde ningún hombre consagrado a las ciencias, ningún curioso ha penetrado todavía, y de este número es aquella en que se hallan los picos llamados de Europa. Casiano de Prado Valdeón, Caín, la Canal de Trea. Ascensión a los Picos de Europa en la Cordillera Cantábrica (1860) Echados están, pueden decirse, los cimientos de la geología en España. (…) La obra es larga y exige en los que hayan de llevarla a cabo mucho celo e interés por la ciencia. Casiano de Prado Mapa Geológico de España (1861) vPRESENTACIÓN E l Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en su carácter de Organismo Autónomo adscrito al Ministerio de Economía y Competitividad, tiene como misión disponer de información precisa sobre la constitución geológica del territorio nacional, brindando la infraestructura necesaria de conocimientos para aplicaciones importantes relacionadas con la ordenación del territorio, los recursos naturales, la hidrogeología, la prevención de riesgos geológicos y otras infraestructuras relacionadas con las Ciencias y Tecnologías de la Tierra, así como con el patrimonio geológico español. El papel del IGME equivale esencialmente al de los servicios geológicos de muchas otras naciones desarrolladas, y el primer paso en su formación y atribuciones se dio con la creación en 1849 de la Comisión del Mapa Geológico de España, de la que el IGME es su heredero institucional. El nacimiento de la Comisión del Mapa Geológico convirtió a España en el segundo país europeo en dotarse de un servicio geológico nacional, tras el Ordnance Geological Survey, creado en 1835 como antecedente del actual Servicio Geológico Británico. El propósito que imperaba a mediados del siglo XIX para el conocimiento geológico nacional era, esencialmente, la necesidad de conocer el potencial en recursos mineros y energéticos disponibles para acompasar el rápido e intenso desarrollo industrial de la época, y secundariamente, para otras utilidades relacionadas con la planificación y mejora agrícola, u otros sectores productivos como el de la construcción o el abastecimiento de aguas. Todos ellos aparecen mencionados en el Real Decreto de 12 de julio de 1849 por el que se crea la Comisión, que perseguía el conocimiento integral del subsuelo nacional mediante la realización de mapas geológicos provinciales que acabasen cubriendo todo el territorio español. Desde su nacimiento en 1849, la producción de mapas geológicos cada vez más precisos, y el propio marco institucional de la Comisión, atravesaron diversas vicisitudes. La Comisión se reestructuró o refundó varias veces, dando paso en 1910 al Instituto Geológico de España. Éste adoptó desde 1927 la actual denominación de Instituto Geológico y Minero de España, salvo el breve periodo comprendido entre 1988 y 2000 cuando fue renombrado como Instituto Tecnológico Geominero de España. Pese a su dilatada trayectoria de 166 años desde su creación, la historia del actual IGME no ha sido objeto de estudios detallados, más allá de las contribuciones aportadas por los ingenieros de minas Primitivo Hernández Sampelayo y Juan Manuel López de Azcona, centradas en las personalidades destacadas en las primeras etapas de la institución, así como en los grandes logros científicos y técnicos registrados a lo largo de su existencia. De todas las etapas atravesadas por el IGME desde su creación, sin duda la más desconocida fue la desarrollada en el siglo XIX, hasta la reestructuración de 1910 como Instituto Geológico de España. Las fuentes históricas de este periodo eran muy escasas e indirectas, con ausencia generalizada de documentación original en el archivo histórico del IGME, hasta el punto de considerarse perdida y desconocerse incluso la relación completa de los presidentes que tuvo la institución. Todas las carencias reseñadas vienen a completarse con la edición del presente libro, fruto del riguroso estudio histórico de los primeros sesenta años de existencia de la Comisión y las personas que hicieron posible su misión. Esto ha sido posible por el empeño personal de su autora, directora desde 1993 del Museo Geominero del IGME, quien redescubrió el grueso de los “papeles perdidos” de la Comisión en la Biblioteca del Instituto Geográfico Nacional, donde habían ido a parar tras la disolución de la Junta General de Estadística del Ministerio de Fomento en 1868. La documentación analizada comprende actas de reuniones, estados de cuentas, presupuestos, facturas, informes, órdenes de servicio, cartas, salvoconductos para trabajos de campo, inventarios, manuscritos de publicaciones, proyectos legislativos, etc. El conjunto ha permitido reconstruir de manera fidedigna la intrahistoria de la elaboración de los primeros mapas geológicos provinciales y el funcionamiento interno de las distintas secciones naturalistas, las relaciones institucionales e interpersonales de sus miembros, apuntar la naturaleza de los nombramientos de los sucesivos presidentes y vocales, conocer la incidencia de las crisis políticas y económicas en las actividades de la Comisión y, en suma, obtener una visión general y al mismo tiempo detallada de todas las vicisitudes subyacentes a la formación de los primeros mapas geológicos y a las investigaciones geocientíficas de muchas figuras de la Geología española. El presente libro supone, pues, un avance fundamental en el conocimiento de la historia de la Comisión del Mapa Geológico de España, hasta ahora constreñida por las aportaciones biográficas y por lo publicado en las escasas memorias anuales correspondientes al periodo 1850-1855, reeditadas en versión facsimilar entre 1996 y 2005 por el IGME, en una cuidada edición a cargo de la autora de esta importante obra. Como director del Instituto Geológico y Minero de España me complace mucho propiciar la publicación del presente libro, resultado de más de dos años de investigaciones históricas de su autora, que completa de manera decisiva el conocimientode las primeras etapas del desarrollo de nuestra institución. Jorge Civis Llovera Director Instituto Geológico y Minero de España vi PRESENTACIÓN T razar la historia de la Tierra y descubrir que tenía un “tiempo profundo”, según explicó Stephen Jay Gould en La flecha del tiempo, fue una empresa intelectual de largo aliento. En ella se implicaron a lo largo de la era moderna una legión de estudiosos, entre los que sobresalió un grupo de observadores de la superficie terrestre que a principios del siglo XIX sentaron las bases de una nueva disciplina científica: la geología. Entre 1830 y 1833 el británico Charles Lyell publicó su tratado fundacional: los tres volúmenes de sus Principles of Geology. En ellos se ofrecía una visión de conjunto sobre el origen, formación y evolución de la Tierra, los materiales que la componen y su estructura. En esa época ya se había profundizado en el conocimiento de la estructura geológica de una parte de Europa, fundamentalmente de las islas Británicas, Sajonia, la cuenca de París y las regiones volcánicas de Francia e Italia. Sin embargo, solo se tenían nociones de algunas partes del territorio español. De hecho, el propio Charles Lyell viajó a Cataluña en 1830 para explorar la región volcánica de Olot. Los Principles of Geology de Lyell condensaron, por tanto, tres décadas de descubrimientos geológicos, de consolidación de fundamentos empíricos de la geología y de perfeccionamiento de sus métodos de análisis. En estos métodos desempeñó un papel fundamental la estratigrafía o estudio de los estratos rocosos que constituyen la corteza terrestre. Fue la estratigrafía la que permitió convertir la geología en una ciencia histórica, como destacaron Stephen Toulmin y June Goodfield en la obra El descubrimiento del tiempo. William Smith (1769-1839) fue el inventor de esta innovadora técnica cuya importancia en el nacimiento de la moderna geología ha sido subrayada por Simon Winchester en su libro The map that changed the world 1. William Smith, hijo de un herrero, se formó como topógrafo y luego se convirtió en un ingeniero práctico. Sus numerosos viajes por Inglaterra para trabajar en la estimación de reservas de minas de carbón o en la construcción de canales le permitieron hacer observaciones directas del orden y sucesión de los estratos, así como reunir los fósiles orgánicos contenidos en cada capa. Así pudo constatar que cada conjunto de estratos particular se podría identificar por los fósiles que contenía. En 1796 estableció que los estratos de la misma antigüedad contenían idéntico tipo de fósiles. Fue entonces cuando formuló el principio de sucesión faunística, de manera que los contenidos fósiles de dos estratos suministraban una sólida base para comparar sus posiciones relativas y, por tanto, sus edades relativas. La investigación estratigráfica de Smith proporcionó así una escala intelectual que permitía al estudioso remontarse a las épocas más antiguas del pasado. En esa escala los fósiles ejercían la función de travesaños. Los estudios “paleontológicos” desempeñarían a partir de entonces un papel fundamental en el desarrollo de la geología. Otra gran contribución de William Smith al desarrollo de la moderna geología fue la elaboración y publicación de su gran mapa geológico de Inglaterra y Gales, editado en 1815 a escala de cinco millas a una pulgada, es decir, 1/300.000 e. El mapa tenía unas dimensiones colosales: medía 1,85 m x 2,66 m. Era el primero de semejantes características y su importancia fue tal para la geología británica y mundial que Simon Winchester lo ha considerado el mapa que cambió el mundo. La concepción utilitarista de este mapa se demuestra en el interés por resaltar en él los yacimientos mineros, las salinas y las vías de comunicación, como son los canales. Y es que estaba destinado a ser fuente de conocimiento para mineros, comerciantes, agricultores, y otros protagonistas de la Revolución industrial entonces en marcha en el Reino Unido. Así lo quiso destacar el mismo autor en el largo título del mapa2. La primera tirada fue de 400 ejemplares. Poco después William Smith hizo una versión más reducida y en los primeros años de la década de 1820 publicó veintiuna cartas geológicas de otros tantos condados. En ellas se mostraba el uso industrial y agrícola de sus suelos. Su objetivo final era la formación de un atlas geológico de Inglaterra y País de Gales. Aunque esta pretensión no pudo ser alcanzada, es indudable que la labor cartográfica de William Smith supuso un hito en el poderoso lenguaje visual de la ciencia geológica que fue emergiendo en el Reino Unido y en la Europa continental entre 1760 y 1840. Este aspecto ha sido analizado en un importante texto por el historiador de la geología Martin J.S. Rudwick3. viiPRÓLOGO 1 Agradezco a mi compañero Juan Pimentel que me facilitase la consulta de esta obra a la hora de elaborar este prólogo. 2 Este título era: A Geological Map of England andWales, with part of Scotland; exhibiting the Collieries, Mines, and Canals, the Marshes and Fen Lands originally overflowed by the Sea, and the varieties of Soil, according to the variations of the Substrata; illustrated by the most descriptive Names of Places, and of Local Districts ; showing also the Rivers, Sites of Parks, and principal Seats of the Nobility and Gentry, and the opposite Coast of France. 3 M.J.S. Rudwick, “The emergence of a visual language for geological science, 1760-1840”, History of Science, 1976, vol. 14, pp. 149-195. viii PRÓLOGO La profundización y finalización de la tarea de crear un atlas geológico del Reino Unido fue la misión que emprendió el primer servicio geológico oficial organizado en el mundo. Me refiero al Ordnance Geological Survey, fundado en 1835, y estrechamente vinculado a la industria minera inglesa. Su primer director fue Henry de la Beche, conocido, entre otras razones, por ser el autor de una famosa caricatura de Charles Lyell en la que le representó como el futuro profesor Ictiosauro4. Ese servicio oficial británico de cartografía geológica inspiró la creación de instituciones parecidas en diversos países europeos y americanos, cuyas historias están siendo investigadas en los últimos años. Y así disponemos de estudios sobre los servicios geológicos de Prusia y de la Alemania unificada, Suecia, Italia, Bélgica, Portugal, Estados Unidos y Brasil 5. Las funciones que asumieron esos servicios geológicos fueron muy complejas, entremezclándose en ellos actividades científicas, técnicas, docentes, económicas y culturales. Así, el servicio inglés, al establecerse en una nueva sede en 1851, organizó levantamientos geológicos, acogió la escuela real de minería, sostuvo un museo de geología práctica y estableció una oficina de concesiones mineras. Dado el volumen de recursos económicos que movilizaron, la complejidad organizativa que demandaron y la masa crítica de investigadores y técnicos que congregaron, esas instituciones geológicas han sido contempladas por Pietro Corsi como ejemplos de una “big science” en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX. En este contexto internacional se ubica el libro que tiene el lector en sus manos. Gracias a él podemos conocer las vicisitudes que rodearon la larga elaboración del Mapa Geológico de España, publicado en 1889 a escala 1:400.000. Su autora, Isabel Rábano, nos demuestra que sabe usar como buena geóloga los dos instrumentos principales de su oficio: la brújula y el martillo. Así, nos orienta con tino por las diferentes instancias administrativas creadas por el Estado liberal para dotarse de un mapa temático que representase las estructuras geológicas, los elementos geomorfológicos y los tipos de rocas de la superficie del territorio español. Y separa la ganga de la mena para reconstruir con rigor, gracias a una sólida base documental, la historia de la Comisión del Mapa Geológico de España, denominada inicialmente, al constituirse en 1849, “Comisión de la Carta geológica de Madrid y General del Reino”. El Mapa Geológico de España de 1889 representóla culminación de la compleja y costosa construcción del edificio del conocimiento geológico del territorio español. Finalizado ese proyecto, cuyo carácter titánico es resaltado por Isabel Rábano, se pudieron acometer otros proyectos, como la elaboración de diferentes mapas temáticos, fuesen mineros o de riesgos, a escalas cada vez más reducidas, destinados a un mayor control de los recursos naturales del país. El recorrido histórico al que la autora nos invita concluye en 1910, momento en el que se decidió crear el Instituto Geológico de España. En ese año, que puede ser considerado como un “annus mirabilis” de la ciencia española, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, el principal organismo creado en la España contemporánea para promover la ciencia y la educación, experimentó en efecto una profunda transformación que traería consecuencias beneficiosas para el desarrollo científico español del primer tercio del siglo XX. Isabel Rábano nos ofrece un libro poliédrico que reúne diversas y valiosas aportaciones sobre la historia de la geología, en particular, y la historia de la ciencia española, en general. A través de sus páginas nos muestra los progresos experimentados por la geología hecha en España a lo largo del siglo XIX, a ritmo lento en las primeras décadas, y más dinámico en el último tercio. Página a página vamos siguiendo los avances de las investigaciones efectuadas por geólogos extranjeros y españoles para conocer mejor el territorio de este país y sus recursos naturales, fundamentalmente mineros, en una época en la que el Estado español se transformó en una potencia minera6. Entre los geólogos extranjeros la autora destaca las aportaciones del italiano Alberto Ferrero della Marmora y los franceses Frederic Le Play y Edouard de Verneuil en la primera mitad del siglo XIX, sin olvidar, entre otros, las contribuciones de los alemanes Leopold von Buch y Heinrich Moritz Willkomm, los escoceses Thomas Stewart Traill y William Maclure, considerado este último el padre de la geología norteamericana, y los ingleses Charles Silvertop y Samuel Edward Cook, amigo de Lyell. 4 Está reproducida en Stephen Jay Gould, La flecha del tiempo, Madrid, Alianza Universidad, 1992, p. 119 5 Varios de ellos fueron presentados en el dossier coordinado por Pietro Corsi dedicado a “Geological mapping and Geological Surveys” publicado en Earth Sciences History. Journal of the History of the Earth Sciences Society, vol. 26, nº 1, 2007. 6 Gérard Chastagnaret, L’Espagne, puissance minière dans l’Europe du XIXe siècle, Madrid, Bibliothèque de la Casa de Velázquez, 2000. ixPRÓLOGO Respecto a los españoles podemos seguir paso a paso los aportes de un amplio contingente de ingenieros de minas y de algunos naturalistas, que en su mayor parte pertenecen a la que se conoce como “generación intermedia”. Los integrantes de esa generación, nacidos en el primer tercio del siglo XIX, actuaron de enlace entre los científicos ilustrados y los positivistas, y tuvieron que afrontar los efectos de la crisis del Antiguo Régimen, la cual implicó un severo debilitamiento del incipiente sistema científico-técnico construido con mucho esfuerzo durante la segunda mitad del siglo XVIII. Detalles biográficos de casi una veintena de los ingenieros y naturalistas de ese grupo generacional se ofrecen en uno de los valiosos apéndices documentales que ilustran y enriquecen la concienzuda labor de la autora. Este libro incrementa nuestro conocimiento sobre el proceso de construcción de los cimientos de la geología en la España del siglo XIX. Particularmente, la autora ofrece nuevas luces sobre una etapa oscura del desenvolvimiento científico en este país, en concreto del período histórico que abarca la era isabelina y el Sexenio democrático. La autora lo consigue mediante el seguimiento meticuloso de los trabajos científicos de un cualificado grupo de geólogos, entre los que destacaron diversos ingenieros de minas. En efecto, la parte más amplia de la narración de Isabel Rábano corresponde a los avatares institucionales de la Comisión de la Carta Geológica de Madrid y General del Reino, desde su creación en 1849, en plena década moderada, hasta su refundación en 1870, tras la revolución democrática de septiembre de 1868. Fueron dos décadas de muchos vaivenes políticos e institucionales, de dificultades organizativas, de problemas económicos, de tensiones entre naturalistas e ingenieros de minas, como revela la controversia sobre el elefante fósil de San Isidro, un episodio fundamental en el interés social por la paleontología en la España decimonónica. En esta controversia se enfrentaron desde 1850 las poderosas personalidades de Mariano de la Paz Graells, quien por aquel entonces tenía plenos poderes en la pequeña comunidad de naturalistas isabelinos, y Casiano de Prado, uno de los mejores ingenieros de minas de su generación, un hombre de firmes convicciones liberales, cuyas aventuras y desventuras son seguidas con mucho detalle por Isabel Rábano. Casiano de Prado no fue solo un precursor del alpinismo, sino un hombre multifacético. En 1856 culminó la ascensión de la Torre del Llambrión, en los Picos de Europa, cuya cima está situada a 2.652 m de altura. También fue un apasionado de la paleontología y un experto geólogo. Sus conocimientos serían apreciados y reconocidos por sus colegas europeos, como el geólogo escocés sir Roderick Impey Murchison, presidente de la Sociedad Geológica de Londres, o el francés Edouard de Verneuil. Su labor en la comisión estudiada por Isabel Rábano le permitió hacer importantes investigaciones en la cuenca carbonífera de Orbó, Santullan y Sabero, en el norte de la provincia de Palencia, así como la elaboración de una de las piezas más valiosas de la cartografía temática efectuada en la España del siglo XIX: su Mapa geológico de la provincia de Madrid a escala 1:200.000, publicado en 1864. Acompañó este mapa con un relevante estudio científico: la Descripción física y geológica de la provincia de Madrid. Si la etapa isabelina aparece como un período difícil para la construcción de los cimientos de la geología, la situación cambiará con el dinamismo cultural del Sexenio democrático y la liberalización de la monarquía borbónica restaurada en la década de 1880, momento en el que se impulsará el cultivo de las Ciencias de la Tierra. Ese período está dominado en la geología española por la fascinante personalidad de Manuel Fernández de Castro, cuyas dotes de liderazgo científico son resaltadas atinadamente por Isabel Rábano. Desde 1873, año de la proclamación de la Primera República, hasta 1895, fecha de su fallecimiento, Manuel Fernández de Castro dirigió la Comisión del Mapa Geológico. En esos veintidós años ejerció de ideólogo y gestor del moderno mapa geológico español y asumió también la responsabilidad de ser el coordinador y catalizador de las energías de un cualificado grupo de ingenieros de minas más jóvenes que él. Entre ellos destacará Lucas Mallada, quien en el discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que pronunció en 1897, evocará así las consecuencias del empuje que supo transmitir Fernández de Castro a sus colaboradores de la Comisión del Mapa Geológico de España: “todas nuestras montañas, todos nuestros valles, todos nuestros ríos y arroyos, todas nuestras llanuras se cruzaban sin sosiego ni descanso por una juventud a que alentaba y enardecía tan entusiasta Director”. Pero este libro poliédrico no se limita a hacer un seguimiento de los trabajos científicos y de las vicisitudes político-administrativas que dieron lugar a la elaboración del Mapa Geológico de España. También se preocupa por la dimensión internacional de la Comisión del Mapa Geológico de España. En efecto, la autora da a conocer las negociaciones de los integrantes de esa institución, mostrando su disposición a contribuir en la elaboración del mapa geológico de Europa, que finalmente se publicaría en 1896. Para acometer esa tarea los geólogos españolesbuscaron una estrecha alianza con sus colegas portugueses. Esa colaboración originó interesantes intercambios científicos entre los geólogos de los países ibéricos a lo largo del último cuarto del siglo XIX. Isabel Rábano presta asimismo atención a la labor cultural y educativa que desplegaron los ingenieros de minas en las exposiciones universales y nacionales. Esos escenarios fueron espacios de encuentro entre los científicos y tecnólogos y el gran público durante la segunda mitad del siglo XIX. En ellos los ingenieros de minas españoles mostraron los avances de sus investigaciones y dieron respuesta a demandas sociales relacionadas con un mejor aprovechamiento de los recursos naturales del país. Así se demuestra con su presencia en la Exposición Universal de Filadelfia de 1876, en la Exposición Nacional de Minería de 1883 y en la Exposición Hispano-Americana de 1892. La preocupación de la autora por las acciones divulgativas de los geólogos e ingenieros de minas de la Restauración está indudablemente relacionado con las experiencias que ha ido acumulando como directora del Museo Geominero del Instituto Geológico y Minero de España. Este Museo se ha convertido en un referente para la didáctica de las ciencias naturales. Esa dimensión pedagógica surge del interés de los responsables de esa especie de “teatro natural” por descubrir los secretos de la Gea y acercar a públicos diversos las maravillas de las entrañas de la Tierra que custodia el museo. Así lo podrá constatar y admirar cualquier ciudadano que se acerque a ese lugar o cualquier internauta que navegue por su sitio web. Entre las numerosas aportaciones de este singular libro quizás una de las más relevantes consista en el potente lenguaje visual que lo acompaña. A lo largo de más de doscientas ilustraciones tenemos la oportunidad de apreciar y valorar el variado dispositivo iconográfico que utilizaron los geólogos españoles del siglo XIX para representar sobre una superficie plana las estructuras tridimensionales que observaban en el territorio español. Así, desfilan ante nuestros ojos en múltiples escalas mapas, cortes geológicos, cuadros gráficos de altitudes, dibujos de paisajes, de diversas partes y provincias de España. Llevar a cabo esos dispositivos fue una tarea ardua y una labor colectiva. La autora nos permite acceder a una importante mapoteca y a una relevante galería iconográfica. En la lograda imbricación entre textos e imágenes se inserta además valiosa información sobre los guías locales y sobre los artistas que colaboraron con los científicos para crear los complejos y bellos mapas temáticos que desfilan por las páginas de este libro. Estamos, pues, de enhorabuena al disponer de una nueva obra que enriquece la literatura sobre la historia de la geología española. El reciente libro de Manuel Julivert Una historia de la geología en España, editado en 2014 por Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, tiene un digno continuador y complemento en esta obra de Isabel Rábano. Hace una década –en noviembre de 2005– el historiador de la ciencia Pietro Corsi organizó, con el apoyo de la European Science Foundation, una reunión científica en Paris para debatir sobre “The first big science: European geological maps 1800-2000”. En el encuentro no hubo representación española y no se abordó, por tanto, el tema objeto de este libro. Ahora, gracias a la investigación de Isabel Rábano, se cubre ese vacío. Confiemos que en próximas reuniones internacionales sobre la construcción de mapas geológicos se pueda mostrar que en España también se produjo en la segunda mitad del siglo XIX una singular simbiosis entre el aparato del Estado liberal y los ingenieros de minas para disponer de un solvente mapa geológico del territorio español, como se constata en el libro que el lector tiene ante sí. Su relevante y cuidada información incita a su lectura y consulta. Leoncio López-Ocón Cabrera Instituto de Historia-CCHS Consejo Superior de Investigaciones Científicas x PRÓLOGO PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . v PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . vii I. INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 II. INVESTIGACIONES GEOLÓGICAS EN ESPAÑA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 III. LA COMISIÓN DE LA CARTA GEOLÓGICA DE MADRID Y GENERAL DEL REINO . . . . . . . . . . . . . . . . 17 III.1. Primeros pasos para una organización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 III.2. Una comisión de ingenieros y naturalistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 IV. UN MILITAR EN LA COMISIÓN. LA PRESIDENCIA DE FRANCISCO DE LUJÁN (1849-1854) . . . . . 31 IV.1. Y por fin comienzan los trabajos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 IV.2. La polémica sobre el elefante fósil de San Isidro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 IV.3. Actividades de las secciones entre 1850 y 1853 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 IV.3.1. Sección Geográfico-Meteorológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 IV.3.2. Sección Geológico-Mineralógica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 IV.3.3. Sección Geológico-Paleontológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 IV.3.4. Sección Botánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 IV.3.5. Sección Zoológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 V. UN ALEMÁN EN LA COMISIÓN. LA PRESIDENCIA DE GUILLERMO SCHULZ (1854-1857) . . . . . . 69 V.1. Comisiones de estudio de las cuencas carboníferas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 V.2. La Sección Geológico-Paleontológica y otras nuevas secciones geológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 V.3. Sección Geográfico-Meteorológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 V.4. Sección Geológico-Mineralógica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 V.5. Sección Botánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 V.6. Sección Zoológica . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 VI. LOS AÑOS DIFÍCILES. LA PRESIDENCIA DE VICENTE VÁZQUEZ QUEIPO (1857-1859) . . . . . . . . . . 95 VI.1. Rendición de cuentas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 VI.2. El final de una etapa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 VII. TAN SÓLO MAPAS. LAS BRIGADAS GEOLÓGICAS DE LA JUNTA GENERAL DE ESTADÍSTICA (1860-1867) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 VII.1. Mapas y memorias geológicas provinciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 VII.1.1. Primera brigada geológica: Casiano de Prado y Felipe Martín Donayre . . . . . . . . . . . . . . . . 115 VII.1.2. Segunda brigada geológica: Amalio Maestre y Agustín Martínez Alcíbar . . . . . . . . . . . . . 121 VII.1.3. Tercera brigada geológica: Juan Manuel Aránzazu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 VII.1.4. Los mapas de Juan Vilanova y Felipe Bauzá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 VII.2. El mapa geológico de España: Amalio Maestre vs. Édouard de Verneuil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 VII.3. La “Comisión de aplicaciones útiles a la geología” (1865): un proyecto sin resultados . . . . . . . 135 xiÍNDICE VIII. REFUNDACIÓN. LA NUEVA COMISIÓN DEL MAPA GEOLÓGICO DE ESPAÑA DE 1870 . . . . . . . 137 VIII.1.La nueva organización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 VIII.2.De nuevo en la brecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 IX. OTRA VUELTA DE TUERCA. LA COMISIÓN DEL MAPA GEOLÓGICO DE ESPAÑA Y LA JUNTA SUPERIOR FACULTATIVA DE MINERÍA (1873-1910) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 IX.1. Manuel Fernández de Castro: el artífice del éxito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 IX.2. Compañeros de viaje: Lucas Mallada y Daniel de Cortázar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 IX.3. Memorias, bosquejos y reseñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164 IX.4. Estrechando relaciones con los geólogos portugueses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172 IX.5. La Exposición Nacional de Minería de 1883 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 IX.6. La Exposición Histórico-Americana de 1892 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182 IX.7. Cambiando de estructura: el nuevo Instituto Geológico de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189 APÉNDICES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 Apéndice I. Cronología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 Apéndice II. Diccionario biográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217 Apéndice III. Presidentes del Consejo de Ministros; ministros de Comercio, Instrucción y Obras Públicas y ministros de Fomento (1849-1910) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 Apéndice IV. Disposiciones relevantes sobre la Comisión del Mapa Geológico de España y las Brigadas Geológicas de la Junta General de Estadística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 Apéndice V. Selección de documentos de la Biblioteca del Instituto Geográfico Nacional, del Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y del Archivo Histórico del Laboratório Nacional de Energia e Geologia (LNEG, Portugal). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269 Apéndice VI.Tablas 8 a 13 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305 ÍNDICES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313 Índice de tablas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315 Índice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316 Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317 xii ÍNDICE I. INTRODUCCIÓN Es indiscutible que no se ha realizado descubri- miento alguno de las ciencias físico-naturales por investigaciones eruditas en libros desconocidos, sino por la exploración directa de la Naturaleza, la cual solo entrega sus secretos y rinde sus energías ante quien acude en persona a interrogarla. José Rodríguez Carracido Estudios histórico-críticos de la ciencia española (1917) Este libro trata sobre la historia de la construcción de un mapa, y la de las personas que pusieron todo su empeño por hacerlo realidad. Cuando a mediados del siglo XIX un gobierno moderado, al servicio de la monarquía isabelina, se propuso conocer la Historia Natural de nuestro país, tuvo lugar la institucionalización de las investigaciones geológicas con la creación, en 1849, de la “Comisión para formar la carta geológica del terreno de Madrid y reunir y coordinar los datos para la general del reino”.A pesar de este título, no se iba a ocupar únicamente de la realización del mapa geoló- gico, sino que debía de reunir también los datos geográficos para apoyar el levantamiento del mapa, además de los zoo- lógicos y botánicos en unos catálogos de las producciones naturales del país. En esencia, se trataba de un proyecto inno- vador para la época, en el que la asociación de ingenieros y naturalistas trabajando codo con codo, debía proporcionar a la nación unas valiosas herramientas para la mejora de su calidad de vida. Las circunstancias políticasy los problemas económicos que atravesó nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX, de sobra conocidos a través de los mag- níficos estudios históricos sobre la monarquía de Isabel II, el Sexenio Democrático, la Primera República y la restauración borbónica, incidieron gravemente sobre la marcha de esta Comisión, que padeció fuertes vaivenes hasta su estabiliza- ción en 1873. La alternancia de gobiernos moderados y progresistas, y los sucesos que marcaron esta época, tuvieron un fiel reflejo en la azarosa marcha de esta empresa, que se suspendió a finales de 1859. Fue entonces cuando la realiza- ción de investigaciones zoológicas y botánicas, y el levantamiento del mapa geográfico tomaron caminos distin- tos, y la construcción del mapa geológico pasó a formar parte de un plan mayor en el seno de la Junta General de Estadís- tica que, en aras de una mayor eficacia, asumió la ejecución de todos los mapas temáticos. No fue hasta 1870 cuando se volvió a crear una nueva Comisión para la realización del mapa geológico nacional, esta vez integrada únicamente por ingenieros de minas. Para que las circunstancias políticas no volvieran a afectar a un plan tan necesario para el país, como era el de descifrar la naturaleza geológica de su suelo, en 1873 se desligó a la “Comisión del Mapa Geológico de España”, como se deno- minó ya formalmente desde entonces, de las instancias políticas, y pasó a depender directamente del cuerpo de Inge- nieros de Minas. En 1889, cuarenta años después de su inicio, se hizo por fin realidad la representación geológica del país; se había culminado la formación del Mapa Geológico de España a escala 1:400.000. El cambio de paradigma produ- cido por la pérdida de las posesiones ultramarinas y la necesidad de conocer nuevas fuentes de riqueza y de apro- vechamiento de los recursos del subsuelo, fue el motivo por el que a comienzos del siglo XX se introdujeran innovaciones en los fines de la Comisión, lo que propició su remodelación en 1910. A consecuencia de ello, la institución se modernizó y dio paso al nuevo Instituto Geológico de España, que en enero de 1927 tomaría carta de naturaleza como Instituto Geológico y Minero de España (IGME). El planteamiento del presente libro es contar parte de esta historia, la que transcurre entre 1849 y 1910, cuando el objetivo principal era la realización del mapa geológico, sin dejar de lado el papel que jugaron los naturalistas durante la primera Comisión, vigente entre 1849 y 1859. Las recopila- ciones históricas de Fernández de Castro (1874), Hernández Sampelayo y Ríos (1948), López de Azcona y Meseguer Pardo (1963) y López de Azcona y Hernández Sampelayo (1974) han proporcionado mucha información sobre los trabajos rea- lizados a lo largo de las diferentes etapas del IGME. Sin embargo, ésta ha adolecido siempre de los testimonios direc- tos ofrecidos por las fuentes primarias; es decir, los documentos de archivo de la primera comisión de 1849, y los generados durante la etapa de la Junta General de Estadís- tica. El traslado del Instituto Geológico de España en 1926 desde el vetusto edificio de la calle Isabel la Católica a la nueva sede de la calle Ríos Rosas, calificado como trágico por José Ramón Bataller al referirse al lamentable estado de las importantes colecciones paleontológicas de Lucas Mallada tras la mudanza, inducía a pensar que estos expedientes administrativos se habían quedado por el camino. Igualmente, la escasa diligencia en conservar su archivo desde la llegada al nuevo edificio, del que resta una fracción muy reducida, era la responsable de que los documentos más antiguos de la Comisión del Mapa Geológico de España se considerasen perdidos para siempre. La investigación del paso por la dirección de la Comisión del Mapa Geológico de España de Vicente Vázquez Queipo, entre 1857 y 1859, negada por alguno de los historiadores del organismo, nos llevó a localizar en el Instituto Geográfico Nacional los “papeles perdidos” de la institución, perfecta- mente conservados en su Biblioteca. Vázquez Queipo fue el responsable del traspaso en 1860 del archivo administrativo de la Comisión del Mapa a la Comisión de Estadística Gene- ral del Reino, que en 1861 se reorganizó como Junta General de Estadística. Sin embargo, los documentos de la Comisión del Mapa permanecieron con los expedientes del nuevo Ins- tituto Geográfico, y no fueron transferidos a la siguiente Comisión del Mapa Geológico de España que se creó en 1870. Podemos afirmar que esta circunstancia fue la que salvó a los documentos de su pérdida o destrucción durante la mudanza antes mencionada, así como del desinterés de los responsables del IGME (de entonces y posteriores) por la 1INTRODUCCIÓN constitución de un archivo histórico institucional. Es de lamen- tar la escasa documentación del siglo XIX conservada en el actual Archivo Histórico de este organismo tan longevo, el segundo servicio geológico más antiguo de Europa. En este sentido, sus escasos fondos del siglo XIX se limitan a una serie muy reducida de documentos sobre investigaciones geo- lógicas, alquileres de los pisos de la calle Isabel la Católica, donde se ubicó la Comisión del Mapa Geológico de España entre 1870 y 1926, y los proyectos de construcción del nuevo edificio de la calle Ríos Rosas. La información sobre la Comisión del Mapa Geológico y las brigadas geológicas de la Junta General de Estadística, redescubierta ahora en los fondos históricos del Instituto Geo- gráfico Nacional, abarca 3.933 documentos inéditos, conservados en 93 legajos reunidos en la Serie VI (“Docu- mentos referentes a trabajos geológicos”).También se ha consultado el Fondo Graells del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN, CSIC), que ya ha dado sus frutos en dos trabajos previos, uno sobre las circunstancias de la creación en 1849 de la Comisión, y otro sobre una polémica que man- tuvieron dos “pesos pesados” de la Comisión, Casiano de Prado y Mariano de la Paz Graells, en torno a un descubri- miento paleontológico madrileño. Fue en este fondo del MNCN donde comenzaron nuestras investigaciones sobre Vicente Vázquez Queipo, el director desconocido en la histo- riografía del IGME. Otra información indirecta sobre las primeras etapas de la Comisión proviene del Museo de Pre- historia de Valencia, donde se custodia el legado de Juan Vilanova y Piera, quien realizó trabajos geológicos para aqué- lla. Finalmente, en el archivo del Laboratório Nacional de Energia e Geologia de Portugal, antiguo Instituto Geológico e Mineiro, institución prácticamente hermana del IGME, se con- serva un interesante epistolario entre miembros de ambas instituciones en diferentes momentos del siglo XIX. Con estos mimbres, y con la ayuda de las memorias de actividades publicadas parciamente en algunos periodos por los vocales de la Comisión y los responsables de las brigadas geológicas desde Estadística, se ha podido reconstruir un periodo de la historia del IGME que hasta el momento sólo se conocía a través de las pocas publicaciones generadas por sus protagonistas.A pesar de la ausencia de archivo histórico en el IGME referente a su etapa de refundación en 1870 y a su continuación a partir de 1873 bajo la sabia dirección de Manuel Fernández de Castro, el estudio se ha extendido hasta 1910, por constituir una etapa en extremo interesante de la historiografía del IGME, en la que este director logró finalizar el mapa geológico de España a escala 1:400.000. A lo largo del libro desfilan las personas que sentaron los cimientos de la geología en la España de la segunda mitad del siglo XIX, desentrañándose gran parte de las circunstancias, personales y políticas, que tuvieron que atravesar para iniciar la construcción sistemática del edificio del conocimiento geo- lógico del territorio nacional. En ese sentido, esta obra quiere rendir un homenaje a la memoria, al esfuerzo y a la dedica- ción de cuantos intervinieron en la puesta en marcha de tan titánico propósito; proseguido de continuo hasta llegar al actual IGME, heredero de la construcciónde los nuevos mapas geológicos nacionales a escalas cada vez más reducidas, así como de mapas temáticos de diversa índole (hidrogeológicos, mineros, de riesgos, etc.), que en su conjunto revierten el bene- ficio de la geología al servicio de la sociedad. Agradecimientos Son muchas las personas que han contribuido con el intercam- bio de informaciones, documentos e imágenes a la realización de este libro. Jesús Sastre Domingo, del Instituto Geográfico Nacional, me llamó la atención sobre la existencia de archivos históricos de carácter geológico en los fondos de esa institución. Su consulta me fue facilitada por Francisco J. Dávila Martínez y Paz Vellón Serrano, del Servicio de Documentación Geográfica y Biblioteca, a quienes agradezco especialmente haberme permitido acceder a esta valiosa información, que ha servido de base para la elaboración del núcleo principal del presente libro. En la Biblioteca del Instituto Geológico y Minero de España, Margarita Gutiérrez Gárate, Julio Pascual Rubia- les, Juan Carlos Vico Sánchez y Rafael Rodríguez Rodríguez, han atendido con especial paciencia y profesionalidad mis innumerables consultas. Agradezco a las siguientes personas e instituciones la cesión de imágenes, la información proporcionada sobre ciertos per- sonajes o hechos particulares, o el acceso a sus fondos históricos: Ana Carneiro (Universidad Nueva de Lisboa), Pelayo González- Pumariega Solís y Elisa Villa Otero (Universidad de Oviedo), Mª Victoria Romero Sanz (Biblioteca, Facultad de Ciencias Geológicas, Universidad Complutense de Madrid), Antonio González Bueno (Facultad de Farmacia, Universidad Complutense de Madrid), Luis Magallanes Pernas (Archivo Cartográfico, Centro Geográfico del Ejér- cito), Carolina Martín Albaladejo (Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC), Eladio Liñán Guijarro y Miguel Calvo Rebollar (Uni- versidad de Zaragoza), Rodolfo Gozalo (Universidad de Valencia), Luis Carcavilla Urquí y Rafael Lozano Fernández (Instituto Geológico y Minero de España), Mariano Ayarzagüena Sanz (Universidad de Castilla-La Mancha), José Manuel Brandão, Aurora Rodríguez Villa, Juan Pedro Velasco Sayago, Fernando Sáenz Ridruejo, Museo Soro- lla, ETSI Minas y Energía de Madrid, Museo de Prehistoria de Valencia y Biblioteca Nacional de España. Las imágenes que acom- pañan a los textos han sido tratadas y mejoradas informáticamente por Mª José Torres Matilla (Instituto Geológico y Minero de España) y Carlos Alonso Recio (Facultad de Ciencias Geológicas, Universidad Complutense de Madrid). Quiero expresar también un reconoci- miento especial a Leandro Sequeiros San Román, Juan José Durán Valsero, Antonio Perejón Rincón y Juan Carlos Gutiérrez-Marco, cuyas observaciones sobre el manuscrito original han mejorado nota- blemente el resultado final. Finalmente, al Instituto Geológico y Minero de España, en la persona de su director Jorge Civis Llovera, por hacer posible la edición de este libro. Acrónimos ACN: Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC, Madrid, España). AH.IGME: Archivo Histórico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME, Madrid, España). AHLNEG: Archivo Histórico del Laboratório Nacional de Energia e Geologia (LNEG, Lisboa, Portugal). AHN: Archivo Histórico Nacional (Madrid, España). BIGN: Biblioteca del Instituto Geográfico Nacional (Madrid, España). 2 CAPÍTULO I
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