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La medicalización del hambre 
en Colombia: desnutrición, 
alimentación y salud pública, 
1917-1975 
 
 
 
 
 
Javier Díaz-Scarpetta 
 
 
 
 
 
 
Universidad Nacional de Colombia 
Facultad de Medicina 
Bogotá D.C., Colombia 
2020 
 
La medicalización del hambre 
en Colombia: desnutrición, 
alimentación y salud pública, 
1917-1975 
 
 
 
 
Javier Díaz-Scarpetta 
 
 
 
 
Tesis presentada como requisito parcial para optar al título de: 
Magíster en Salud Pública 
 
 
 
Director: 
PhD. Mario Esteban Hernández Álvarez 
 
 
 
 
 
Línea de Investigación: 
Historia de la Salud Pública en Colombia 
Grupo de Investigación: 
“Estudios socio-históricos de la salud y la protección social” 
 
 
Universidad Nacional de Colombia 
Facultad de Medicina 
Bogotá D.C., Colombia 
2020 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
a Noemí Oliver Medina 
 
 
 
 
Una noche de llovizna de enero caminaba para ver por 
primera vez la gran cúpula de Brunelleschi y al llegar a la 
esquina me estrellé contra la fachada de Santa Maria del 
Fiore. Alcé la mirada, los pulmones se llenaron de manera 
súbita, pero delicada, y la mente se vació de todo lo que 
no fuera esa imagen. No reparé en la cúpula detrás. Aún 
no sé cómo describir semejante calma y felicidad sin 
nombre que duró unos segundos, breves, eternos. Le di 
un par de vueltas completas a la catedral esa misma 
noche, al día siguiente y casi una semana después, pero 
la sensación no regresó. 
Unos meses después conocí a Noe y desde entonces, 
casi cada día, en La Paz, Bogotá y Barcelona, ella genera 
en mí algo parecido. La veo y regreso a esa noche en 
Florencia. 
J. 
 
 
Agradecimientos 
 
 
A la Universidad Nacional de Colombia y su laberinto de senderos y pasillos por 
los que continuaba rumiando las buenas ideas que encontraba en sus aulas. 
A las amables funcionarias y funcionarios de la Biblioteca del Instituto Nacional de 
Salud, en especial a la Sra. Imelda Flórez, y también del Archivo General de la Nación. 
Mi profundo y eterno agradecimiento al profesor Mario Hernández Álvarez por su 
invaluable contribución y apoyo, desde las charlas iniciales en las que escuchaba 
atentamente mis ideas y respondía con sus pinceladas ilustradoras, recomendaciones 
bibliográficas y trazos caóticos en papeles que terminaban siendo sendos mapas 
conceptuales; hasta sus oportunas y certeras observaciones en la fase de escritura. Mi 
madre no le conoce, pero le encanta saber que el profe Mario es la única persona que 
me llama por mis dos nombres. 
A sus clases y las del profesor Juan Carlos Eslava durante la Maestría en Salud 
Pública debo también mi interés por plantear este trabajo. Asimismo, a la profesora Sara 
Eloísa del Castillo por la inspiración y orientación en la Maestría en Seguridad 
Alimentaria y Nutricional, y su ejemplo de lucha incansable por la justicia alimentaria. 
Agradecer a mi madre, y a la vida por hacer de ella mi madre, es seguramente la 
frase que más me ha acompañado desde que respiro. Su voz ha animado cada paso. 
 Finalmente, a Noe, quien como nadie conoce el indecible esfuerzo que representa 
este trabajo, y como nadie logra salvarme cada día para ir a por más. 
Y a nuestra Bruna, su frente de fuego y sus ojos azules que todo lo saben. 
 
 
 
Resumen 
 
 La situación nutricional de la población es un aspecto fundamental en los planes y 
políticas de salud pública, por su relación con características que determinan factores de 
riesgo o de protección frente a la enfermedad. El trabajo que aquí se presenta indaga en 
el proceso previo que llevó a la consolidación de la relación entre la nutrición y la 
planificación de la salud pública en Colombia, lo cual remite no solo a la desnutrición 
como problemática socialmente relevante a la que se buscó solución desde la acción 
estatal, sino, y en primera instancia, al hambre. El análisis que se propone parte de una 
idea central: el hambre se configuró como un asunto de salud pública en Colombia 
durante los tres primeros cuartos del siglo XX y tal configuración puede ser estudiada 
como un proceso de medicalización. El estudio inicia en la segunda década del siglo, 
cuando se establecieron los primeros programas orientados a enfrentar las carencias 
nutricionales, y finaliza en la coyuntura de la formulación del Plan Nacional de 
Alimentación y Nutrición de 1975, principal referente de los actuales instrumentos de 
planificación de la nutrición en salud pública en el país. 
 
Palabras clave: hambre, desnutrición, nutrición y alimentación, salud pública, 
medicalización, políticas públicas. 
 
 
 
 
 
 
 
Resumen y Abstract XI 
 
 
Abstract 
 
The nutritional situation of the population is a fundamental aspect in public health 
plans and policies, due to its relationship with characteristics that determine risk or 
protective factors against diseases. The dissertation investigates the previous process 
that led to the consolidation of the relationship between nutrition and public health 
planning in Colombia. This refers not only to malnutrition as a socially relevant problem to 
which a solution was sought from State action, but, and in the first instance, Hunger. The 
proposed analysis is based on a central idea: hunger was configured as a public health 
issue in Colombia during the first three quarters of the 20th century and such 
configuration can be studied as a medicalization process. The research begins in the 
second decade of the century, when the first programs aimed at addressing nutritional 
deficiencies were established, and ends when the 1975 National Food and Nutrition Plan 
was formulated, the main reference of the current planning instruments on public health 
nutrition in the country. 
 
Keywords: hunger, undernutrition, nutrition and food, public health, 
medicalization, public policies. 
 
Contenido XIII 
 
Contenido 
 
INTRODUCCIÓN 1 
LA INQUIETUD Y EL MEOLLO 1 
CONTEXTOS, PERIODIZACIONES Y LA ORGANIZACIÓN DEL DOCUMENTO 2 
PRECISIONES DE ESTILO 7 
1. DE HAMBRIENTOS A DESNUTRIDOS: ACERCA DEL HAMBRE MEDICALIZADA 9 
1.1 APUNTES SOBRE LA MEDICALIZACIÓN 11 
1.2 UN CASTIGO DIVINO Y UNA CUESTIÓN MORAL 16 
1.3 INFANCIA, MISERIA Y LOS INICIOS DE LA MEDICALIZACIÓN DEL HAMBRE 25 
1.4 UN PROBLEMA SOCIAL 31 
1.5 LA ALIMENTACIÓN ENTRE LA MEDICALIZACIÓN Y EL CAPITAL 38 
2. HAMBRE Y DESNUTRICIÓN EN EL TRÁNSITO DE LA HIGIENE A LA SALUD PÚBLICA EN 
COLOMBIA, 1917-1946 43 
2.1 GOTAS DE LECHE PARA NIÑOS MAL ALIMENTADOS 46 
2.2 ASISTENCIA E INSTRUCCIÓN PARA NIÑOS MAL NUTRIDOS 52 
2.2.1 LAS ENFERMEDADES CARENCIALES 52 
2.2.2 UNA RAZA PRÓSPERA Y SIN HAMBRE 60 
2.2.3 HACIA UNA MODERNIZACIÓN INSTITUCIONAL 67 
3. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA NUTRICIÓN, EL ENFOQUE ALIMENTARIO Y EL CONTROL 
SOCIAL MEDICALIZADO, 1947-1960 77 
3.1 UN INSTITUTO NACIONAL DE NUTRICIÓN 78 
3.2 EDUCACIÓN NUTRICIONAL Y CONTROL SOCIAL 84 
3.3 UN NUEVO RÉGIMEN ALIMENTARIO 90 
3.4 LA LECHE Y LA FORTIFICACIÓN: DE LA MEDICALIZACIÓN DEL HAMBRE A LA DE LA ALIMENTACIÓN 93 
4. LA PLANIFICACIÓN DE LA NUTRICIÓN EN SALUD PÚBLICA Y LA AYUDA ALIMENTARIA 
INTERNACIONAL, 1961-1975 103 
4.1 EL PROGRAMA INTEGRADO DE NUTRICIÓN APLICADA – PINA 106 
XIV La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
4.2 DEL INN AL ICBF 115 
4.3 EL ENFOQUE ALIMENTARIO SE IMPONE 119 
4.4 EL PLAN NACIONAL DE ALIMENTOS PARA EL DESARROLLO O LA DEPENDENCIA DE LA AYUDA 
INTERNACIONAL 125 
4.5 EL PLAN NACIONAL DE ALIMENTACIÓN Y NUTRICIÓN – PAN DE 1975 133 
5. CONCLUSIONES 147 
BIBLIOGRAFÍA 155 
 
Contenido XV 
 
 
 
 
Lista de abreviaturas 
 
ACPO Acción Cultural Popular 
AID Agencia Internacional para el Desarrollo 
CARE Cooperativa Americana de Remesas al Exterior 
CNAN Consejo Nacional de Alimentación y Nutrición – 1975 
CONPES Consejo Nacional de Política Económica y Social 
CRS Catholic Relief Services - Caritas 
DNP Departamento Nacional de Planeación 
DRI Programade Desarrollo Rural Integrado 
FAO Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura 
ICA Instituto Colombiano Agropecuario 
ICBF Instituto Colombiano de Bienestar Familiar 
IDEMA Instituto de Mercadeo Agropecuario 
INCORA Instituto Colombiano de la Reforma Agraria 
INDERENA Instituto Nacional de los Recursos Natuarles Renovables y el Ambiente 
INN Instituto Nacional de Nutrición 
INA Instituto Nacional de Abastecimientos 
INS Instituto Nacional de Salud 
OMS Organización Mundial de la Salud 
OPS Organización Panamericana de la Salud 
OSP Oficina Sanitaria Panamericana 
PAN Plan Nacional de Alimentación y Nutrición – 1975 
PIDESC Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales 
PINA Programa Integrado de Nutrición Aplicada 
PLANALDE Plan Nacional de Alimentos para el Desarrollo 
PMA Programa Mundial de Alimentos 
PRONENCA Programa Nacional de Educación, Nutrición y Complementación 
Alimentaria 
SCISP Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública 
UNICEF Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia 
 
Introducción 
 
La inquietud y el meollo 
 
En la planificación en salud pública, los aspectos nutricionales y alimentarios 
constituyen un elemento de base. Las carencias y enfermedades asociadas, así como los 
estándares sobre sus estados óptimos, son ineludiblemente asuntos de la salud pública. 
Pero, por supuesto, esa relación tan clara no siempre lo ha sido. Entonces la inquietud 
por ese vínculo: ¿En qué momento la salud pública en Colombia se interesó por los 
problemas nutricionales y alimentarios y los hizo parte de su ámbito? 
La inquietud se hizo más precisa al dirigirse a esa categoría de “problemas 
nutricionales y alimentarios”, que expresa ya una condición de problematización desde el 
pensamiento médico: deficiencias en la alimentación, desnutrición, malnutrición (que 
incluye el exceso, pero nos interesa la carga por insuficiencia), etc. ¿Cuál es el fenómeno 
originario problematizado de esa manera? Entonces el foco sobre el hambre. 
¿De qué manera el hambre se configuró como asunto de interés para la salud 
pública en Colombia? Esta es la pregunta que orienta el trabajo que aquí presentamos. 
 Que el hambre constituya un objeto de una disciplina y un campo como la salud 
pública, supone que se le aborde desde el pensamiento médico, que se le defina desde 
éste. De ahí una relación básica de ‘medicalización’ de ese objeto: se le ha dado un 
carácter médico, diría con simpleza el diccionario. Pero medicalizar algo supone dotarlo 
de otra definición, lo cual puede conllevar efectos sobre las relaciones que ese objeto 
establece con otros, o consigo mismo. Más todavía un problema como el hambre, que 
refiere personas, cuerpos, relaciones, alimentos, consumos, etc. 
2 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
El objeto medicalizado es, en principio, un asunto de otra naturaleza, no médica. 
Entonces aparece el interrogante sobre aquello que el pensamiento médico trastocó, 
“invadió”, reemplazó o añadió, etc. Antes de que el hambre fuera dominio de la autoridad 
médica, de su saber y el poder que comporta, ¿Qué era lo que definía al hambre? Por 
otro lado, la cuestión sobre la forma en que ese proceso de medicalización se desarrolló: 
los mecanismos, las estructuras, los actores, los enfoques, las temporalidades. 
A manera de hipótesis de trabajo, el hilo conductor de nuestro estudio es el 
siguiente: 
El proceso de medicalización del hambre constituye el paso de una visión 
religiosa y caritativa del hambre, que se compadece del hambriento y lo culpabiliza de su 
miseria o la naturaliza, a una visión del hambre como problema social susceptible de ser 
medido, diagnosticado y solucionado con base en el saber fisiológico médico y los 
conocimientos de la disciplina de la nutrición. Un problema social medicalizado. 
Esa transición tuvo lugar fundamentalmente en la primera mitad del siglo XX, pero 
es en el período de la posguerra y hasta los años setenta cuando el proceso se consolida 
en el nivel de las políticas públicas, definiendo modelos de planificación y enfoques sobre 
la lucha contra enfermedades asociadas a carencias nutricionales, que, aún hoy, son 
referentes en los documentos de planificación sobre alimentación y nutrición desde el 
campo de la salud pública. 
El siguiente apartado precisa estas relaciones en sus contextos principales, 
refiriendo elementos históricos clave que enmarcan la temporalidad de nuestro estudio y 
las periodizaciones según las cuales hemos dado orden al análisis y a la presentación de 
este documento. 
 
Contextos, periodizaciones y la organización del 
documento 
 
Nuestra mirada parte en la segunda década del siglo XX, cuando se establecieron 
las primeras iniciativas con base en el pensamiento médico de la época para enfrentar el 
hambre asociada a la mortalidad infantil. Es en la segunda década cuando se empieza a 
Introducción 3 
 
hablar de problemas nutricionales en Colombia, gracias a los médicos que se formaban 
tanto en el país como en Europa y Estados Unidos en pediatría y nutrición, y regresaban 
escribiendo artículos, fundando sociedades médicas, dictando cátedras y dando 
discursos1. 
En ese momento, el hambre, como expresión de la miseria de los pobres, seguía 
siendo el problema. Todavía era un asunto al que se hacía frente desde la beneficencia 
pública y, principalmente, la caridad católica. En la segunda década es cuando 
convergen, en torno a esa preocupación por la niñez, el componente asistencial y el 
pensamiento médico. 
1917 es un año significativo del curso descrito, cuando se originaron los primeros 
restaurantes escolares, se fundó la Sociedad de Pediatría de Bogotá, apenas un año 
después la Dirección Nacional de Higiene, y, muy importante, en torno al año 17 se 
organizó la primera Gota de Leche en el país, la iniciativa que aglutinaría varios de los 
principales elementos de la medicalización del hambre. 
A partir de ese momento, el campo de la higiene en Colombia sería el ordenador 
del creciente interés del Estado por resolver los problemas asociados a las deficiencias 
nutricionales, a partir de programas asistenciales y educativos orientados a la población 
pobre del país. Este sería un proceso que desde los años veinte, y hasta mediados de 
los cuarenta, tuvo como marco las transformaciones institucionales y normativas de la 
higiene, los crecientes conocimientos sobre nutrición, composición y necesidades de 
alimentos, la preocupación por un mayor desarrollo agropecuario, desafíos en materia de 
política social y económica; todo lo cual hizo parte de una travesía que desde inicios de 
siglo, y aun desde finales del XIX, significó retos para un Estado todavía en formación y 
con ideales de modernización2. 
El punto de inflexión de mediados de los cuarenta lo es por la trascendencia de 
los cambios institucionales en la rama de la higiene, en un contexto de fuerte intervención 
internacional del panamericanismo en torno a la salud (y la política social), que tuvo un 
 
 
1 Márquez-Valderrama, J.H. y Gallo-Vélez, O., “Eufemismos para el hambre: saber médico, mortalidad infantil 
y desnutrición en Colombia, 1880-1940”. Historia y Sociedad, Nº 32, Medellín, enero-junio 2017. 
2 Hernández Álvarez, M. La salud fragmentada en Colombia, 1910-1946. Universidad Nacional de Colombia 
– Facultad de Medicina – Centro de Historia de la Medicina, Bogotá, 2015. También: Quevedo E, Hernández 
M, Miranda N, Mariño C, Cárdenas H, Wiesner C., La salud en Colombia: análisis socio-histórico. Estudio 
Sectorial de Salud, Departamento Nacional de Planeación, Ministerio de Salud, Bogotá D.C., 1990. 
4 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
impacto decisivo en materia nutricional: un Departamento de Nutrición, que fue la primera 
realización institucional deese tipo en el país. 
Quevedo et al, en su estudio La salud en Colombia, análisis socio-histórico, 
plantearon una interesante periodización, que sitúa entre mediados y finales de los años 
cuarenta la transición del modelo higienista al de la salud pública en el país, justo en el 
marco de aquel referente internacional y especialmente norteamericano. La creación del 
Ministerio de Higiene en 1946 fue, paradójicamente, la consolidación del curso higienista 
de la primera mitad del siglo y también el punto de inflexión de la asunción de la salud 
pública como enfoque3. Para nosotros 1946 representa también una referencia temporal, 
por la organización que adquiriría la nutrición dentro de ese ministerio y porque el año 
posterior constituye el inicio de un nuevo período en ese ámbito, como veremos. 
Así, 1917-1946 es el primer período definido para nuestro análisis, sobre cómo el 
hambre se medicalizó en el contexto del higienismo en Colombia. A ello dedicaremos el 
capítulo 2 de este documento. 
 En 1947 fue creado el Instituto Nacional de Nutrición (INN), que sería la entidad 
clave para el desarrollo de conocimientos y acciones en materia nutricional y alimentaria, 
y para el fortalecimiento mismo de la nutrición como campo de la salud pública4. Por otro 
lado, ese año tiene también una connotación histórica y política fundamental: enmarca el 
inicio de la Guerra Fría, que además de consolidar la influencia norteamericana, tuvo un 
impacto profundo en la economía agroalimentaria5. A su vez, en esa coyuntura de 
posguerra tuvieron origen los principales organismos internacionales que definirían las 
políticas y enfoques sobre salud y lucha contra el hambre, desde un modelo de desarrollo 
económico capitalista fortalecido luego de la guerra. 
Semejante marco histórico tuvo un impacto directo sobre nuestro objeto de 
estudio. En el contexto de la posguerra, la salud, el hambre y los alimentos adquirieron 
mayor dimensión política y económica6. Incidió en la organización de la salud pública del 
 
 
3 Ibíd. 
4 Chacón-Barliza, O. A. y Ruiz-Rojas, D. G., Historia de la formación del Nutricionista Dietista en Colombia. 
Los primeros cinco programas, 1952-1971. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2007. 
5 Rubio, B., El dominio del hambre. Crisis de hegemonía y alimentos. Universidad Autónoma Chapingo. 
México, 2014. También: McMichael, P. Regímenes alimentarios y cuestiones agrarias. Universidad 
Autónoma de Zacatecas – Miguel Ángel Porrúa. México, 2015. 
6 Ibíd. 
Introducción 5 
 
país7 y orientó acciones, como la educación popular y la propaganda sanitaria para 
población campesina y obrera, o la ayuda alimentaria internacional como principal 
mecanismo de lucha contra el hambre. En ese panorama, el control social que supone la 
medicalización jugaría un papel destacado, sobre lo cual nuestro estudio espera aportar 
pistas desde el contexto de la nutrición en salud pública. 
A propósito de esta relación, en la década de los cincuenta, desde la nueva 
institucionalidad y enfoque de salud pública, además de reafirmarse la importancia de la 
nutrición en la salud de las personas, se empezó a dar gran impulso al factor alimentario. 
Lo que desde un par de décadas previas constituía una inquietud del Estado para sumar 
al país al mercado agroexportador, tuvo en la nutrición un argumento de necesidad que 
supo aprovecharse. Pero mucho antes que el Estado, fueron las corporaciones privadas, 
fundamentalmente las extranjeras, y la ‘cooperación’ internacional desde las agencias de 
desarrollo, las que incorporaron al país en un nuevo y “com-prometedor” mercado 
internacional: el de los países pobres receptores de excedentes alimentarios8. 
El hambre de los pobres fue el pretexto para esa transacción entre economías y 
políticas9. Por otro lado, el factor nutricional fue el contenido del auge de productos 
alimentarios industriales como la leche en polvo y las fortificaciones de alimentos, 
ejemplos muy sugerentes del alcance de la medicalización del hambre10. 
Con todo ese bagaje, la nutrición en salud pública hizo parte del proyecto 
planificador que a finales de los cincuenta emprendió el Estado colombiano. Quevedo 
et.al. encontraron en esa coyuntura otro punto de inflexión, el de la vinculación entre 
salud y desarrollo, siendo este último un modelo en el que países como Colombia 
(‘subdesarrollados’) debían emprender un camino promisorio según las pautas de los 
‘desarrollados’, que ya habitaban con éxito el mundo capitalista. De manera que había 
que planificar bien ese camino. Aquella nueva promesa del capital se afirmó en 
Latinoamérica con la denominada política de “Alianza para el Progreso”, establecida en 
 
 
7 Quevedo, E., et. al., La salud en Colombia…, op. cit. 
8 Machado Cartagena, A., Ensayos sobre seguridad alimentaria. Universidad Nacional de Colombia / Red de 
Desarrollo y Seguridad Alimentaria – RESA, Bogotá, 2003, pp.15-16. 
9 Rubio, B., El dominio del hambre…, op. cit. 
10 Saurith-López, V., Entre tetas y tetes: políticas de la lactancia materna en Colombia. Pontificia Universidad 
Javeriana, Bogotá, 2015 
6 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
1961 y orientadora del nuevo auge de planificación de la salud en esa década. La salud 
se promocionó como una inversión, no un gasto, en aquel camino hacia el desarrollo11. 
De tal aspiración, y del importante trabajo del INN desde su creación, surgió en 
1961 el Programa de Nutrición Aplicada – PINA, otro hito para nuestro trabajo, como lo 
fue para la planificación de la nutrición en salud pública en Colombia en esa década. 
Nuevos planes y programas seguirían esa senda hasta la formulación del Plan Nacional 
de Alimentación y Nutrición – PAN de 1975, el principal referente histórico de las políticas 
y planes actuales en esos ámbitos12. Constituye, desde nuestro punto de vista, la 
consolidación de la relación entre el hambre medicalizada y la salud pública en el nivel de 
la política pública en nutrición y alimentación en el país. 
Este marco entre 1947 y 1975 constituye la segunda periodización de referencia 
para nuestro análisis, cuando se consolidan la nutrición y la lucha contra las 
enfermedades carenciales en el campo de la salud pública, haciéndose política pública 
en el contexto de la planificación del Estado desarrollista. Para la organización literaria 
del documento, hemos decidido presentar este período en dos capítulos diferentes: 
• El capítulo 3, 1947-1960, sobre la nueva institucionalidad de la nutrición –
partiendo de la creación del INN–, la profundización de la medicalización del 
hambre y el nuevo régimen alimentario. 
• El capítulo 4, 1961-1975, sobre la planificación de la nutrición y alimentación en el 
campo de la salud, entre las formulaciones del PINA y el PAN. 
Por otra parte, el capítulo 1 da continuidad a esta introducción, presentando los 
principales derroteros conceptuales que orientan nuestro análisis y profundizando en 
algunas de las relaciones de elementos históricos significativos referidos en las páginas 
previas, así como en el hilo conductor del trabajo. 
Finalmente, el capítulo 5 sintetiza las conclusiones del estudio. 
 
 
 
11 Quevedo E., et. al., La salud en Colombia…, op. cit., pp. 46-54. 
12 Restrepo-Yepes, O. C., “La protección del derecho alimentario en Colombia: descripción y análisis de las 
políticas públicas sobre alimentación y nutrición desde 1967 a 2008”. Opinión Jurídica, Vol. 10, Nº 20, 
Medellín, pp. 47-64. 
Introducción 7 
 
Precisiones de estilo 
 
Las citas textuales, siempre entre comillas dobles, se incluyen en el texto principal 
con estilo cursiva para los casos inferiores a cuatro líneas, y como párrafo indentado sin 
cursiva para los que igualan o superan esa extensión. 
Las citas textuales en las notas al pie se incluyen en el cuerpo del texto, entre 
comillas dobles y con estilo cursiva. 
La cursiva seutiliza también para resaltar denominaciones o conceptos relevantes 
de una descripción, análisis o explicación que desarrollemos. También para títulos de 
algunos documentos que se mencionen en el texto principal. 
Se usan comillas simples según dos criterios: 
§ Reemplazar las comillas dobles dentro de textos que estemos citando. Por 
ejemplo: “Citamos este texto y ‘aquí’ hay una palabra entre comillas 
propias del texto citado”. 
§ Denotar conceptos, expresiones o imaginarios de la época estudiada y que 
no precisamente compartimos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
1. De hambrientos a desnutridos: acerca del 
hambre medicalizada 
 
“El hambre ha sido en toda época el terror de los pueblos, por lo cual, al través de la 
historia ha integrado siempre la triada de calamidades públicas con la peste y la guerra: a 
peste, fame et belo liberanos Domine [‘de la peste, el hambre y la guerra, líbranos Señor’] 
se oye como súplica en las letanías con que la Iglesia solicita la intervención de lo 
celestial. La mitología la reconocía como diosa y la denominaba FAMES reputándola como 
hija de la noche; Virgilio la coloca en las puertas del infierno y otros la representaban 
sentada a orillas del río Cocito que corre en ese lugar de tormentos, en medio de un 
campo árido, arrancando yerbas con las uñas”.1 
 
El fragmento es de una ponencia sobre patología del hambre, presentada en la 
Academia de Medicina de Antioquia, en su sesión del 9 de abril de 1958. La referencia 
religiosa y mitológica, en medio de un documento de una autoridad médica a mediados 
de siglo XX en Colombia, es llamativa, pero no sorprendente. 
El presente capítulo trata los principales elementos conceptuales que orientan 
nuestra comprensión sobre la medicalización del hambre, así como los aspectos más 
relevantes de nuestro abordaje en el caso colombiano, para dar al lector una idea de las 
relaciones clave que desarrollaremos en los capítulos siguientes. 
Haremos un primer acercamiento al hambre a partir de la propuesta de J. Vernon, 
que en su estudio histórico sobre ese fenómeno en el Imperio Británico, entre finales del 
siglo XVIII y mediados del XX, desarrolló la idea de tres dimensiones modernas del 
hambre, “la divina, la moral y la social”. Vernon centró su trabajo en la última dimensión, 
como una mirada sobre la concepción y gestión del hambre desde la política de la 
 
 
1 Restrepo, J.M., “Comentarios sobre patología del hambre”. Antioquia Médica, Vol. 8, No. 5, Medellín, junio 
de 1958, p. 208. 
10 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
socialdemocracia y el Estado de bienestar2, proponiendo además que la historia del 
hambre da luces sobre la necesidad de reflexionar y reconsiderar tal política. 
 
“…la noción de hambre, bien como parte, funesta aunque inevitable, del plan divino, o 
como señal necesaria del fracaso moral del individuo de aprender las virtudes del trabajo, 
fue desplazada poco a poco, aunque nunca totalmente desterrada, por el descubrimiento 
de que el hambre era un problema social colectivo. Por fin, se reconoció que el hambre no 
era culpa de los hambrientos. Eran, en cambio, víctimas inocentes de fallidos sistemas 
políticos y económicos sobre los que no tenían ningún control, y su hambre no sólo los 
amenazaba a ellos, sino también a la salud, el bienestar y la seguridad de la sociedad en 
conjunto.” 3 
 
En nuestro caso, las tres dimensiones resultan pertinentes no solo para la 
comprensión de la transformación en las representaciones sobre el hambre (y sobre la 
pobreza y la enfermedad), sino también como marco para el análisis de su configuración 
como asunto de salud pública. Asimismo, porque la salvedad que introduce Vernon como 
“nunca totalmente desterrada”, para referirse al desplazamiento de la noción de hambre 
desde lo divino y lo moral ante su emergente definición como problema social, es aún 
más necesaria y vigente en el caso de Colombia. Por un lado, porque, al menos hasta los 
años sesenta del siglo XX4, las iniciativas que desde la higiene y la salud pública 
buscaron hacer frente a las carencias nutricionales no dejaron de reflejar vínculos con 
mecanismos de control social ligados a contenidos morales y religiosos. Por otro lado, 
porque un análisis desde la medicalización de un problema social supone una importante 
carga de sistemas morales: el de la moral higienista predominante, como principal; pero 
también la moral civilizatoria desde el Estado y las élites políticas y sociales; y la moral 
religiosa, fundamentalmente desde el catolicismo, ampliamente difundido y arraigado en 
la sociedad en el período de estudio. 
 
 
2 Vernon, J., El hambre: una historia moderna. Publicacions de la Universitat de València, Valencia, 2011. 
3 Ibíd., p. 16. 
4 Más allá del caso específico del hambre y la nutrición, bien podría extenderse la permanencia hasta la 
actualidad, considerando declaraciones personales y hasta oficiales de autoridades públicas, exacerbadas en 
el momento en el que escribimos este trabajo: la actual coyuntura/proceso de pandemia de SARS-COV-2, en 
las que abundan las alusiones de presidente y ministros de gobierno consagrando a la fe católica y al milagro 
el devenir de la salud del país. A propósito, una reciente decisión de un Tribunal Superior que ordena al 
presidente eliminar una publicación en ese sentido, por vulnerar el principio de laicidad del Estado. Cf. “La 
tutela que ordena a Duque borrar un trino sobre la virgen”, El Tiempo, 27 de julio de 2020. Recuperado de: 
https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/tutela-ordena-a-ivan-duque-borrar-un-trino-sobre-la-virgen-de-
chiquinquira-522490. 
Capítulo 1 11 
 
El casi permanente vínculo entre las tres dimensiones tiene cierto peso sobre 
nuestro relato, especialmente en este primer capítulo, con algunas referencias 
temporales de ida y vuelta en las ejemplificaciones. 
 
1.1 Apuntes sobre la medicalización 
 
La comprensión sobre la medicalización tiene en Foucault una de sus principales 
referencias, desde su análisis del control de la sociedad sobre los individuos gracias al 
pensamiento médico como estrategia biopolítica. Es decir, la medicina como dispositivo 
de poder y control, y la medicalización como un proceso de integración de la conducta, el 
comportamiento y el cuerpo humano al sistema médico, más allá de lo concerniente a las 
enfermedades. Se trata entonces de una noción sobre determinada función política del 
saber médico y una existencia cada vez más sometida a su intervención5. 
M. Germain, en uno de sus trabajos sobre “genealogía de la medicalización”, 
propone una sugerente síntesis: 
 
“(…) puede de modo muy vago ser referida a los procesos por los cuales en las 
sociedades occidentales modernas de los últimos dos siglos sobre todo se han ido 
integrando como objetos y campos propios de las disciplinas, instituciones y saberes 
‘médicos’, prácticas sociales, objetos y cuestiones que con anterioridad no eran remitidas 
al terreno de lo ‘médico’, ni problematizadas en relación con la salud.” 6 
 
En nuestro caso, el análisis parte con la descripción de algunos elementos de 
transformación del tipo de problema que representó el hambre antes y durante su 
configuración como asunto medicalizado. Justamente esa transformación refleja la 
transición de la autoridad del pensamiento religioso a la del pensamiento médico, un 
aspecto constitutivo de la medicalización en general: 
 
 
 
5 Foucault, M., “Historia de la medicalización”. Educación Médica y Salud, Vol. 11, No. 1, 1977, pp. 3-25. 
6 Germain, M., “Elementos para una genealogía de la medicalización”. Revista Cátedra Paralela, No. 4, 2007, 
pp. 6-7. 
12 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
“[Foucault] señala que ‘el nuevo poder pastoral cambia la preocupación por conducir a la 
gente a la salvación, por la preocupaciónpor la salud, el bienestar, la seguridad’; en este 
sentido la función social que durante largo tiempo aseguraron las iglesias fue transformada 
y parcialmente asimilada por la medicina en la medida en que ésta provee también 
técnicas para el cuidado de sí y de los otros.” 7 
 
Un apunte de Canguilhem refleja bien la relación: “Durante siglos, la actividad del 
médico había sido la respuesta a la plegaria del hombre golpeado por el mal” 8. Así, la 
transición a la que aludimos es la de la legitimación de las autoridades religiosa y 
científico-médica; del paso del poder en manos de la institucionalidad eclesiástica (la 
Iglesia y sus parroquias) al poder en manos de la institucionalidad médica (las facultades 
y academias de medicina, los hospitales); del “cuerpo de especialistas religiosos” (como 
definió Bourdieu9 a los curas) al cuerpo de especialistas médicos. 
La reflexión se hace más interesante al constatar las correspondencias entre los 
dos tipos de autoridades, tanto por tradicionales comprensiones de la salud como 
extensión de la autoridad eclesiástica en sus funciones de control social y de cuidado de 
‘las almas’, como por la manera en que la práctica del médico y sus efectos sobre la cura 
de padecimientos generó asociaciones entre creencia y ciencia médica: el poder curativo 
del médico fue, frecuentemente, cuestión de fe. 
Más adelante recordaremos algún apunte sobre cierto rol de los sacerdotes como 
agentes de salud, como parte de los referentes para nuestra idea de que las emergentes 
iniciativas medicalizadas contra el hambre reflejaron cierta permanencia de atributos 
religiosos, así como morales de distinto tipo, vinculados a imaginarios sobre el control 
social. 
Conrad y Schneider desarrollaron una interesante propuesta sobre la 
medicalización como control social de las conductas desviadas. Para estos autores, el 
pecado, el delito y la enfermedad constituyen los tres paradigmas de la desviación: “En 
las sociedades industriales modernas, las designaciones de desviación se han vuelto 
 
 
7 Germain, M., op. cit., p. 10, nota al pie No. 7. La cita de Germain a Foucault es de: Foucault, M. Dits et 
Écrits. Gallimard, Paris, 1996, Tomos I a IV, pp. 230-231. 
8 Canguilhem, G. Études d’histoire et de philosophie des sciences. Pais, Vrin, 1994. Citado por: Germain, M., 
op. cit., p. 7, nota al pie No. 3. 
9 Cf. Pierre Bourdieu, “Génesis y estructura del campo religioso”. Relaciones. Estudios de historia y sociedad, 
Vol. XXVII, núm. 108, 2006, pp. 29-83. 
Capítulo 1 13 
 
cada vez más medicalizadas. (…) La desviación que se considera voluntaria se define 
como crimen; cuando se considera no deseada, tiende a definirse como enfermedad.”10 
Así, en tanto el comportamiento desviado se designa como enfermedad, la medicina se 
legitima como agente de control social. 
De la misma manera en que al comportamiento desviado se le exime o se le 
reduce la culpa y el castigo al definírsele como enfermedad, a los miserables se les hizo 
menos responsables de su hambre en la medida que esta se reconoció como problema 
social. El hambre no es una conducta desviada, ni es en sí misma una enfermedad, pero 
se constituye como tales por la relación de sus causas y efectos: los hambrientos y “los 
desviados” tenían (tienen) en la pobreza y la miseria su principal contexto. Hambrientos y 
desviados fueron frecuentemente uno mismo. Por otro lado, el hambre genera y agrava 
enfermedades y “conductas desviadas”. Y, en todo caso, su reconocimiento como 
problema social devino en acciones y estructuras de atención por parte del Estado, como 
la asistencia pública, que se configuró también desde un enfoque medicalizador, como 
veremos a lo largo de este trabajo. 
De Conrad y Schneider nos interesa resaltar también su comprensión de la 
enfermedad como construcción social: 
 
“(…) se podría argumentar que los fenómenos biofisiológicos son lo que usamos como 
base para etiquetar una condición u otra como un padecimiento o enfermedad; Los 
fenómenos biofisiológicos no son en sí mismos padecimiento o enfermedad. (…) Las 
enfermedades representan juicios humanos de las condiciones que existen en el mundo 
natural. Son esencialmente construcciones sociales, productos de nuestra propia 
creación.” 11 
 
Estos elementos resultan ilustradores frente a la idea de que las dimensiones 
divina, moral y social del hambre responden precisamente a construcciones y 
reproducciones de ese tipo por parte de actores sociales, pero sobre todo actores 
investidos por cierta legitimidad tradicional, legal o científica, como la Iglesia, el Estado y 
los médicos. 
 
 
10 Conrad, P. y Schneider, J. W., Deviance and Medicalization. From Badness to Sickness, Temple University 
Press, Philadelphia, 1992, pp. 36-37. 
11 Conrad, P. y Schneider, J., op. cit., p. 31. 
14 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
A su vez, Didier Fassin llama la atención sobre la medicalización como una 
construcción social: “Es una transformación cultural y no simplemente una conquista 
profesional”12, precisa, con lo cual la medicalización supone una legitimación de la 
relación de poder y dominación que configura. Una legitimación de lo que M.J. Devillard 
sintetizó como la “desposesión del profano de su capacidad de construir la 
enfermedad”13. Es decir: la sociedad otorga esa desposesión. 
“La pregunta no es ya únicamente: ¿cómo el poder médico se ejerce hasta lo más 
profundo del individuo? Es también: ¿cómo el lenguaje médico se impone como modo 
legítimo de gestión del orden social?”14. Todo lo previo no es apunte menor: supone que 
la sociedad, los individuos, aunque comprendidos como objeto medicalizado, participan 
del proceso; asumen definiciones según contenidos del pensamiento médico y lo 
incorporan a su experiencia cotidiana. En esa medida, cuando la atención del 
pensamiento médico pasa de las carencias alimentarias a la normalización, a las 
recomendaciones y al llamado a la sociedad a ver en la nutrición un elemento sustancial 
para el mejoramiento de su salud, implica a las personas en la revalorización del hecho 
alimentario. 
Cuando Foucault propuso que “la medicina es una estrategia biopolítica”, lo hizo 
desde la consideración de que “El control de la sociedad sobre los individuos no se operó 
simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerció en el cuerpo, 
y con el cuerpo” 15. Como recuerda Zandra Pedraza, con el ideal de modernidad a finales 
del siglo XIX e inicios del XX, en Colombia “vino el reconocimiento del cuerpo como un 
componente básico de la persona y sobre todo como un requisito indispensable del 
progreso”16. Con ese reconocimiento, en el nuevo siglo vino también el imperativo de 
formar ese cuerpo. 
 
 
 
12 Fassin D., “Introducción”, en: Aïach, P. y Delaoë, D. (comps.). L’ère de la médicalización. Anthropos, 
France, 1998, p. 5. 
13 Devillard, M. J., “La construcción de la salud y de la enfermedad”. Reis: Revista Española de 
Investigaciones Sociológicas, Nº 51, 1990, p. 82. 
14 Fassin, D., op. cit. 
15 Foucault, M., “El nacimiento de la medicina social”. En: Estrategias de Poder, Obras esenciales. Vol. II. 
Paidos, Barcelona, 1999, pp. 365-366. 
16 Pedraza Gómez, Zandra, En cuerpo y alma: visiones del progreso y de la felicidad, Universidad de Los 
Andes, Bogotá, 1999, p. 19. 
Capítulo 1 15 
 
“Con la higiene a la cabeza se desarrolló una nueva sensibilidad apoyada en el deporte y 
la nutrición. La introducción de los hábitos adecuados para incorporar estos principios 
recurrió a la educación: cuanto más temprana, más efectivos y legítimos los resultados. El 
hogar y la escuela se convirtieron en los principales espacios para adecuar el cuerpo; la 
higiene, la puericultura y la pedagogía, a su turno, en los medios predilectos para propiciar 
la adquisición de hábitos…”17 
 
Con ese fundamento había surgido la eugenesia a finalesdel siglo XIX en Europa, 
como una propuesta con pretensión tanto filosófica como científica, que basada en 
conocimientos de la genética y en ideas de determinismo social buscó el mejoramiento y 
perfeccionamiento de la naturaleza física, moral e intelectual de los seres humanos. No 
resulta sencillo dimensionar el alcance de semejante empeño. 
En América Latina tuvo una importante acogida, como sea que la combinación de 
herencias de colonización y mestizajes, así como de formación reciente de nuevos 
Estados, fueron escenarios oportunos a los discursos e iniciativas sobre la cuestión racial 
y la búsqueda de bases sociales más aptas a los ideales de ‘progreso’. Particularmente 
en Colombia, más conveniente aún fue que la eugenesia se dio en medio del período de 
Regeneración. Como recuerdan Runge y Muñoz, el trasfondo del auge eugenésico en 
Colombia fue la concepción de un país que “según el modelo de la civilización occidental 
europea que se tenía como referente y como guía, era todavía atrasado, no desarrollado, 
no modernizado, incivilizado, incluso en decadencia” 18. 
Por su parte, Gutiérrez-Urquijo señala: 
 
“(…) sirvió para impulsar nuevas ideas y políticas enfocadas en la selección social 
deliberada de la vida humana que influenciaron diferentes esferas como la medicina, la 
criminología, la salud pública, el bienestar social, la familia, la maternidad y la niñez. (…) 
Articulados a la eugenesia, se crearon nuevos objetos de estudio enfocados en garantizar 
una buena población como fueron la obstetricia, la puericultura, la higiene mental.” 19 
 
 
17 Ibíd. 
18 Runge, A. K. y Muñoz, A., “El evolucionismo social, los problemas de la raza y la educación en Colombia, 
primera mitad del siglo XX: el cuerpo en las estrategias eugenésicas de línea dura y de línea blanda”. Revista 
Iberoamericana de Educación, Nº. 39, 2005, pp. 130-131. 
19 Gutiérrez-Urquijo, N. M., “El certificado médico prenupcial en Antioquia (Colombia), 1933-1936”. Revista de 
Historia Regional y Local (Historelo), Vol. 9, Nº 17, 2017, pp. 225-226. 
16 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
 
El campo de la salud fue decisivo porque las propuestas eugenésicas lo 
demandaban y porque tal condición permitió especialmente a los médicos su 
ascendencia como autoridades en la definición de acciones y programas estatales, 
orientados a ‘nobles’ ideales como la modificación de valores, comportamientos, hábitos 
y costumbres populares, así como “formas de sociabilidad propias de la modernidad 
burguesa (familia, industriosidad, civilidad, etc.)” 20. 
 
“El fin último de la eugenesia es el ‘mejoramiento’ a largo plazo de las disposiciones 
naturales de la población, favoreciendo, por un lado, la reproducción, el mantenimiento y el 
mejoramiento de los ‘saludables’, y, por otro, impidiendo la reproducción de los ‘enfermos’ 
y de los menos aptos a base de medidas sociopolíticas (…).” 21 
 
El cuerpo hambriento se sumó a ese espectro de cuerpos enfermos, obstáculos a 
la redención de la raza. Como apuntó Vernon: “El hambre destruía la vitalidad de los 
trabajadores (…) y aceleraba la degeneración de la raza”22. 
 
1.2 Un castigo divino y una cuestión moral 
“Incluso en Europa, hace algunos siglos, el hambre era considerada una parte 
inevitable de la condición humana, ya que se creía que era un castigo divino por los 
pecados del hombre.”23 En Colombia, aun a inicios del siglo XX, tenía algún lugar la 
representación del hambre como castigo de Dios, según refleja una Circular emitida en 
1917 por el Obispo de Ibagué, Ismael Perdomo (quien luego fuera Arzobispo Primado de 
Colombia), en la que manifestando a los sacerdotes su preocupación frente a la pobreza 
y el hambre, además de solicitarles fomentar el ahorro y el cultivo de alimentos de 
consumo básico para ayudar a los pobres, les pidió “hacer ver a los fieles que tales 
calamidades suelen ser castigos de Dios por lo mucho que se le ofende.” 24 
 
 
20 Runge, A. K. y Muñoz, A., op. cit., pp. 129-130. 
21 Ibíd., p. 133 (Nota el pie No. 11). 
22 Vernon, J., op. cit., p. 37. 
23 Ibíd., p. 24. 
24 “Circular Vicaría General, por la que se pide atenta lectura de la Circular de Mons. Perdomo”. El Eco del 
Vaticano, Serie X, No. 282, Garzón, marzo de 1917, p. 1143. 
Capítulo 1 17 
 
No parece desacertada una correspondencia con el paradigma de Conrad y 
Schneider sobre la desviación como pecado: la ofensa a Dios es el comportamiento 
desviado y el hambre es la condena correspondiente. Esta relación ha sido mejor 
conocida por la historiografía en Colombia respecto de fenómenos de salud y 
enfermedad más documentados que el hambre, como la viruela o la lepra. 
Algunas referencias sobre estos casos nos permitirán ilustrar imaginarios 
relacionados con marcos morales del pensamiento religioso y del pensamiento médico, 
que extendieron su dominio sobre algunos problemas sociales. Breves ejemplos de 
procesos de medicalización que luego alcanzaron al hambre. 
A propósito de la epidemia de viruela de 1782, Renán Silva describe: 
 
“El 30 de enero de 1783 el virrey Caballero y Góngora dirigía al ministro del Estado 
español José de Gálvez un oficio reservado donde informaba acerca de la epidemia de 
viruela en curso en la Nueva Granada (…). El virrey empezará recordando su 
interpretación general del suceso como castigo del cielo: el cuadro sanitario dramático que 
ofrecía Santafé aparecía para él como recuerdo y lección ‘de los altivos y orgullosos 
pensamientos de otros tiempos verdaderamente lastimosos en que olvidaron estas gentes 
por algunos momentos los debidos respetos a su Dios y a su Rey’, … una referencia 
directa a la insurrección de los Comuneros (…).” 25 
 
Tal interpretación, según un apartado de la Historia de la Medicina en Colombia 
(“Las viruelas: castigo divino y calamidad pública”), fue al parecer compartida por José 
Celestino Mutis26, por su vinculación clerical y su cercanía con el virrey, aunque fueron 
más conocidas sus Instrucciones sobre las precauciones que deben observarse en la 
práctica de la inoculación de las Viruelas, donde propuso medidas de higiene pública 
frente a la epidemia27. El caso recuerda la cercana relación entre ciencia, moral y religión. 
 
 
25 Silva, R., Las epidemias de viruela de 1782 y 1802 en el Virreinato de Nueva Granada: contribución a un 
análisis histórico de los procesos de apropiación de modelos culturales. La Carreta Editores, Medellín. 2007, 
pp. 50-51. 
26 “(…) el virrey y el galeno, los dos promotores de la filosofía de las Luces en el virreinato, consignaron la 
relación entre el flagelo epidémico y la actitud revoltosa de los Comuneros y recordaron que los súbditos 
tenían la obligación de obedecer a Dios y al Rey” (Quevedo, E. et. al, Historia de la Medicina en Colombia, 
Tomo II: De la medicina ilustrada a la medicina anatomoclínica (1782-1865), Tecnoquímicas, 2010, p. 2). 
27 Ibíd. 
18 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
 “Con el avance de la epidemia arreciaron las denuncias sobre la existencia de 
prácticas curativas supersticiosas y sin base racional, en especial en las clases bajas. 
Muchas de aquellas prácticas eran de origen indígena, africano o mestizo” 28. Como 
precisan Quevedo et. al., en cambio tal suspicacia de irracionalidad no recayó sobre 
otras prácticas frente a la calamidad virulenta, como “las procesiones, las rogativas y la 
exposición pública de estatuas e imágenes de vírgenes y santos, así como las sesiones 
colectivas de oración”29. 
La sospecha sobre lo popular no remitía únicamente a formas empleadas en el 
tratamiento de enfermedades, sino a costumbres señaladas como causa misma de los 
padecimientos. De los informes del virrey y arzobispo fue bien conocida la fórmula de 
culpar al ‘bajo pueblo’ por contraer la enfermedad: 
 
“‘El [vulgo] ha sido víctima de sus caprichos; yen él se ha cebado la furia de las viruelas’ 
(…). El mayor número de víctimas, por resistirse a las viruelas sembradas, era parte ‘de la 
ínfima plebe: gente miserable, indigente, mal gobernada y peor dispuesta por la inclinación 
a las bebidas fermentadas’.”30 
 
Aún un siglo después, a finales del XIX, lejos ya de la figura del virrey, aunque no 
tanto de episódicas epidemias de viruela, la lepra significó a las emergentes autoridades 
sanitarias una enfermedad asociada a prácticas populares como el consumo de bebidas 
alcohólicas (en especial la chicha y el aguardiente31), y a las chicherías como focos de 
infección y como perjuicio para la moral pública32. 
Por supuesto, del virreinato de la Nueva Granada a la República en el período de 
la Regeneración se dieron importantes cambios en los métodos diagnósticos y 
terapéuticos, transformando no solo la respuesta frente a la enfermedad, sino el campo 
mismo de autoridad sobre ella: “La bacteriologización de la lepra [después de 1889] 
permitió a los médicos penetrar un campo que hasta ese momento había sido patrimonio 
 
 
28 Historia de la Medicina en Colombia, Tomo II…, op. cit., p. 3. 
29 Ibíd., p.3. 
30 Ibíd., p. 7. 
31 Revista de Higiene, Órgano de la Dirección Nacional de Higiene de Colombia, 1890, p. 645. 
32 Revista de Higiene, No. 34, 10 de abril, 1892 p. 405. 
Capítulo 1 19 
 
de la Iglesia y de la beneficencia”33. Sin embargo, y es el sentido del paralelo entre los 
dos períodos, esa medicalización operante no fue ajena a los preceptos morales 
señalados (y de hecho se apoyaba en ellos), claramente con una fundamental diferencia: 
comportaba menos una moral religiosa y cada vez más una moral higienista. Seguiremos 
refiriéndonos a estas dos dimensiones, porque a pesar de sus diferencias y choques, 
compartían ideas e intereses, como veremos. 
Luego de la mencionada relación entre el consumo de bebidas alcohólicas y la 
lepra, recordemos que en la segunda década del siglo XX los higienistas pusieron su 
foco en el alcoholismo, prendiendo alarmas por su relación con enfermedades, como la 
tuberculosis, así como por su impacto en la moralidad pública. Justamente el alcoholismo 
es uno de los principales casos de comportamiento desviado descritos por Conrad y 
Schneider, en sus análisis sobre control social y la medicalización34. Como han propuesto 
otros autores sobre la lucha contra el alcoholismo en las primeras décadas del siglo XX: 
 
“Las campañas de salubridad buscaban erradicar el vicio, la inmoralidad, la enfermedad y 
la ignorancia bajo el manto de reformas sociales. (…) el alcoholismo y la tuberculosis se 
convirtieron en temas recurrentes en el discurso médico de principios de siglo, el cual 
enmarcaba a estas dos enfermedades como símbolos de la decadencia social y moral del 
pueblo colombiano.” 35 
 
“Los hijos del alcoholismo eran una generación infeliz, especie de malogro del capital 
humano necesario para el progreso. (…) En lo social y moral, el alcoholismo y las 
toxicomanías eran consideradas no sólo incubadoras de la enfermedad sino también 
germen del hambre, la pobreza integral y la locura moral.” 36 
 
En un Acuerdo para reglamentar el expendio de bebidas alcohólicas, el Concejo 
de Bogotá puntualizó en 1916: “…son notorios los estragos que causa en relación con la 
 
 
33 Quevedo, E. et. al, Historia de la Medicina en Colombia, Tomo III: Hacia una Profesión Liberal (1865-1918), 
Tecnoquímicas, 2010, p. 135. 
34 Cf. Conrad, P. y Schneider, J., op. cit. 
35 Jalil-Paier, H., y Donado, G., “Socio-political implications of the fight against alcoholism and tuberculosis in 
Colombia, 1910-1925: Tuberculosis, alcoholismo y salud pública en Colombia, 1910-1925”. Revista de Salud 
Pública, 12 (3), 2010, p. 486. 
36 Gallo, O. y Márquez, J. Alcoholismo, enfermedad social y trabajo en Colombia, 1861-1969. In: González, P. 
H. (Coord.). Alcohol y trabajo en América Latina (siglos XVII-XX): experiencias económicas, políticas y 
socioeconómicas. Valparaíso, 2017, p. 5. 
20 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
moral y la salubridad públicas y la degeneración visible de la raza”; “la ciencia demuestra 
que los hijos de los alcoholizados son seres degenerados, incapaces para el trabajo y 
agentes en embrión de crímenes o delitos”. Por su parte, la Dirección Nacional de 
Higiene conformó en 1921 una Liga Nacional contra el Alcoholismo37. 
Los ejemplos citados, además de elementos eugenésicos, reflejan otro tipo de 
moral que expresaba ideales de modernidad de la clase social acomodada colombiana. 
Una especie de moral civil inspirada en sistemas de valores de la burguesía europea, 
que motivaron desde finales el siglo XIX manuales de urbanidad que se enseñaban 
principalmente a los niños en las escuelas, y que, como señala Z. Pedraza, tenían como 
como base “la introducción y consolidación de una ética y un código de comportamiento 
burgués”38, desde lo cual formar individuos civilizados, burgueses, católicos y orgullosos 
de su herencia española. 
Es decir, ideales de modernidad basados en estructuras tradicionales, y por eso 
este tipo de moral civil tenía en la moral religiosa un referente de base, así como en la 
moral higienista encontró argumentos modernistas que orientaban el comportamiento de 
sujetos limpios y saludables. 
A propósito de esto último, Mario Hernández precisó: 
 
“El discurso higienista era a la vez modernizante y moralista. Lo primero, porque suponía 
que sus bases científicas, llenas de verdades incontrovertibles, permitirían acceder al 
mundo moderno del progreso y al desarrollo económico. Lo segundo, porque se instalaba 
en el comportamiento de las personas, bajo la forma de un código moral sin el cual lo 
único posible era vivir en la barbarie, la ignorancia y el vicio. La higiene se instaló para 
reforzar el código moral que venía de la urbanidad. Por este doble carácter, sus 
propuestas modernizantes chocaban, como era obvio, con las propuestas sanitarias 
populares.”39 
 
 
 
37 Ministerio de Salud - Dirección Nacional de Higiene y Asistencia Pública, Resolución 146 de 1921, “Sobre 
campaña contra el alcoholismo”. Cf. Medina, P.G. Resolución Número 146, Sobre la Campaña contra el 
alcoholismo. Revista de Higiene (Órgano de la Dirección Nacional de Higiene de Colombia) 1922; 12 (141), 
pp. 37- 47. 
38 Pedraza Gómez, Z., En cuerpo y alma…, op. cit., p. 30. 
39 Hernández Álvarez, M. La salud fragmentada en Colombia, 1910-1946. Universidad Nacional de Colombia 
– Facultad de Medicina – Centro de Historia de la Medicina, Bogotá, 2015, p.55. 
Capítulo 1 21 
 
Las representaciones que asociaban la enfermedad a las faltas morales40 tuvieron 
en el hambre y sus consecuencias otro foco. Enfermedad y hambre eran 
fundamentalmente asuntos de pobres, pero las acusaciones e iniciativas moralizadoras 
no se enfocaron solo en los pobres, o mejor, no en todo tipo de pobres; como tampoco 
fue igualmente repartida la responsabilidad de su pobreza y su hambre. 
 
“(…) cuando las teorías de Malthus todavía imperaban, se creía que el hambre era una 
base natural para el orden moral, que empujaba a los indigentes a trabajar y evitaba un 
crecimiento demográfico insostenible [las hambrunas como ‘controles naturales de los 
moralmente débiles’]. Entonces, los hambrientos eran objeto de oprobio, no de 
compasión…” 41 
 
Una cosa eran los mendigos, los vagos y los ociosos (vicios condenados 
largamente tanto por la moral católica como por la moral burguesa) y otra bien diferente 
los pobres forzosos o verdaderos, merecedores de las limosnas, a quienes la explicación 
religiosa definió y naturalizó como buenos a los ojos de Dios. 
 
“Los pobres antes del siglo XVII estaban unidos a una cierta experiencia religiosa que los 
santificaba. Inscrita en la concepción de la pobreza que tradicionalmente había sostenido 
la Iglesia, el miserable posee una especie de dignidad asociadaa la presencia de Dios. Lo 
que estaba en vigor era la ‘idea tradicional que presenta al pobre como (…) el que abre las 
puertas del reino divino’. De allí que la función del cristiano para salvarse tenga que pasar 
por la caridad particular.” 42 
 
J.C. Jurado recuerda que desde el final de la época colonial la pobreza fue vista 
como un asunto de policía, de manera que los pobres, al asociarse con comportamientos 
delictivos, “perdieron algo de su inveterado significado religioso, de modo que fueron 
vistos como un problema del orden público que no correspondía enfrentarlo solamente a 
 
 
40 Como parte de las medidas contra el cólera en 1887, la Revista de Higiene publicó que debía “observarse 
una higiene personal rigurosa: evitar los sufrimientos, los excesos en la alimentación, las impresiones 
morales bruscas…” (Revista de Higiene, sesión del 31 de octubre de la Junta Central de Higiene, 1887). 
41 Vernon, J., op. cit., p. 31, citando al Oxford English Dictionary (Nota al pie 1, Cap. 2). 
42 Martínez, A. "La policía de la pobreza". Revista Foro. No. 3. Bogotá. julio de 1987. p. 62. 
22 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
la Iglesia católica” 43. El autor plantea que, en el siglo XIX, a esos pobres y delincuentes 
los “arroparía” la moral de las élites, desde tres objetivos básicos: 
 
“Primero, inculcar la ética del trabajo vigente, que tenía dos vertientes: una en el orden 
religioso, según la cual el trabajo, como mandato divino, moralizaba al individuo, y otra de 
orden profano, la utilidad económica del individuo en la sociedad, con lo cual el trabajo se 
constituía en un factor de progreso social y económico. Segundo, administrar el mercado 
de la fuerza de trabajo para hacerla dócil y explotable, pues era evidente que los 
mecanismos de subordinación y acatamiento social sobre los sectores populares no eran 
del todo efectivos. Tercero, asignar roles sociales específicos y salvaguardar el lugar 
legítimo de los pobres en la sociedad cristiana. Los múltiples oficios que desempañaron 
muchos trabajadores en la agricultura, la minería, los oficios artesanales y otros tantos 
para enfrentar su precariedad material producían una mezcla confusa de roles sociales 
que era necesario aclarar. En consecuencia, era necesario superar la confusión social y 
saber quién era ciertamente pobre forzoso o verdadero pobre y diferenciarlo del falso, del 
trabajador disoluto y del holgazán voluntario, calificados de delincuentes y de mendigos.”44 
 
Los pobres hambrientos (los “buenos”) fueron entonces merecedores de la 
compasión, de la ayuda que Vernon recordó arriba como negada a los moralmente 
desahuciados. En medio de esa transición de las representaciones, del desprecio a la 
compasión, del pobre y el hambriento ya no como culpables sino como desgraciados, 
tuvo lugar la configuración del hambre como problema social, como enfermedad social, 
es decir, como problema social medicalizado, a finales del mismo siglo XIX y 
especialmente a principios del XX. 
La dimensión religiosa, más allá de un marco de creencia, tenía que ver con el 
influjo de la autoridad eclesiástica, pues además de la fe ampliamente arraigada y 
compartida en el país, el poder del pensamiento religioso se soportó en la legitimidad de 
la autoridad de obispos y sacerdotes. Justamente esto último fue un elemento central de 
las transformaciones liberales de mediados del siglo XIX, que buscó romper con la 
tradicional relación Estado-Iglesia, históricamente decantada por el predominio de esta 
última. Asunto clave también a finales del mismo siglo como parte del proyecto de 
 
 
43 Jurado, J.C., “Pobreza y Nación en Colombia, Siglo XIX”. Revista de Historia Iberoamericana, Vol. 3, No. 2, 
2010, p. 64. 
44 Ibíd. 
Capítulo 1 23 
 
Regeneración, afirmado mediante la idea de Dios en la Constitución Política de 1886 
como “fuente suprema de toda autoridad”, y como fuente suprema de saber, según se 
reflejó en las reformas y desarrollos de la educación en el país, con un alcance 
semejante en la formación y profesionalización médica45. 
En Colombia, además de su labor religiosa, fue conocido el rol de los sacerdotes 
como autoridad o facilitador en materia de salud, en la atención a enfermos y 
hambrientos, en especial en lugares y épocas en que las estructuras médicas y de salud 
tenían una condición precaria o inexistente46. Si bien durante la primera mitad del siglo 
XX se diluyó el rol de los curas como “agentes de salud” –a medida que en el país 
empezaron a consolidarse la salud pública y las competencias del Estado en este 
campo–, no dejaron de representar una figura relevante en la materia. 
Un ejemplo de esto, aún mucho después y directamente de una parte de la salud 
pública referida al hambre, es la presencia del Arzobispo Primado de Colombia, Luis 
Concha Córdoba, como el primero de la lista de integrantes del Consejo Nacional de 
Alimentación y Nutrición que se creó en 195947. Aunque tal lugar del “Excelentísimo” se 
correspondía con la proximidad de la Iglesia al ordenamiento político y con el respeto 
protocolario a su jerarquía, seguramente fueron válidas también algunas razones, 
digamos, estratégicas: la honda relación entre la Iglesia y las instituciones y actividades 
de caridad, fundamentales para la atención de población pobre y para la organización de 
buena parte de la asistencia pública desde el Estado, dentro de lo cual tenía lugar la 
 
 
45 Al respecto Cf. “El poder y el saber vienen de Dios”, en: Quevedo, E. et. al, Historia de la Medicina en 
Colombia, Tomo III…, op. cit., pp. 121-132. 
46 Muy ilustradora es la descripción de Renán Silva sobre tal función de los sacerdotes en el marco de las 
epidemias de viruela del siglo XVIII: “Al lado del corregidor, en asocio con él, el otro gran agente movilizado 
por el acontecimiento epidémico era el cura del lugar, quien asumía en estos casos la doble condición de 
encargado de la salud y de la salvación. (…) En todos los casos la labor del doctrinero, por fuera de sus 
ruegos y de la elevación de plegarias colectivas, tendía a ser de pocos efectos en el plano de la curación y 
de la puesta en marcha de medidas sanitarias –como resulta comprensible–, centrándose sobre todo su 
papel en la visita y consolación y en la recepción de alimentos (cacao, manteca, azúcar) para distribuir entre 
los sufrientes y sus familias.” (Silva, R., Las Epidemias de Viruela…, op. cit., pp. 25-26). También Cf. Alzate-
Echeverry, A.M., “Tribunas eclesiásticas y prácticas ilustradas. Los sacerdotes como agentes de salud en la 
Nueva Granada del siglo XVIII”. Investigaciones y ensayos. Academia de historia de la República de 
Argentina, No. 59, 2011, pp. 17-39. 
47 Presidencia de la República de Colombia, Decreto 1928 de 1959 (16 de julio), Por el cual se crea el 
Consejo Nacional de Alimentación y Nutrición, Bogotá, 1959. 
24 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
asistencia alimentaria (así como la educación en higiene y nutrición); a su vez, podría 
señalarse un elemento de orden “logístico”: la difusión48. 
Convenía la estructura jerárquica clerical, su alcance territorial a través de las 
parroquias, su ascendencia entre la población urbana y especialmente en la rural 
(mayoritaria en el país hasta los años 50 del siglo XX49). Un ejemplo de esto último es la 
petición que el Director de la revista Salud y Sanidad, una publicación del Departamento 
Nacional de Higiene (“para la vulgarización y propaganda de la higiene pública y 
privada”), hizo en 1936 al entonces Arzobispo Ismael Perdomo: 
 
“… y como nuestro clero representa una valiosa fuerza de interés público y de 
vulgarización frente a nuestro pueblo, muy respetuosamente solicito a Su Excelencia una 
circular dirigida a los Párrocos en el sentido de insinuarles su apoyo franco en este 
problema vital de la higiene entre nosotros.(...) la Higiene nacional, que se empeña en la 
defensa de su salud, requiere para el éxito de sus labores del apoyo franco y firme de 
todas las fuerzas espirituales y morales de la nación.”50 
 
En todo caso, la presencia del primado en el Consejo Nacional de Alimentación y 
Nutrición no dejaba de significar “una garantía fiel de los días venideros”, como apuntó el 
ministro Jácome cuando su discurso de instalación avanzó desde los datos lamentables 
sobre el hambre y la desnutrición. Destacó que el arzobispo “como pastor atento a su 
rebaño y su grey, desea llevarla a los sitios seguros donde esté protegida, nutrida y 
 
 
48 Era frecuente que el clero transmitiera mensajes sobre asuntos de interés de las autoridades públicas, por 
supuesto siempre que la materia y la fuente fueran afines a la Iglesia, o cuando menos al párroco a cargo, en 
los casos en que la labor tuviera un efecto local. 
49 Hasta el Censo de Población de 1951 el área rural (61,3%) tuvo una proporción mayor que la urbana 
(38,7%) entre el total de la población del país. A partir del siguiente censo (1964) se profundizó el proceso de 
urbanización, consolidándose en los setenta (Universidad Externado de Colombia, Ciudad, espacio y 
población: el proceso de urbanización en Colombia, UNFPA – U. Externado, Bogotá, 2007, pp. 13-14). Aún 
así, por dinámicas sociales y culturales, muchos municipios del país mantuvieron (y aún hoy) características 
de ruralidad y con ello la tradicional influencia de la Iglesia católica en tales entornos. A propósito de la 
condición de ruralidad mayor a la medición censal, véase el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, 
que desarrolló un Índice de ruralidad, concluyendo que “las tres cuartas partes de los municipios colombianos 
son rurales [75,5%]; el porcentaje de población que vive en ellos es superior al que indican cifras oficiales 
[31,6% frente al 24% según la categoría resto del censo 2005] y casi la totalidad del territorio nacional está 
ocupado por municipios rurales [94,4% de la superficie de Colombia]”. En materia de políticas públicas en 
general, en Colombia no se tiene tal panorama ni comprensión. (PNUD, Colombia rural: razones para la 
esperanza. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, PNUD, Bogotá, septiembre de 2011, p. 56). 
50 “La Higiene Nacional y la Iglesia”. Salud y Sanidad, Año V, No. 45-46, Bogotá, 1936, p. 10. 
Capítulo 1 25 
 
educada en la mejor forma…”51. Esto último reitera la correspondencia Estado-Iglesia 
respecto de la promoción de buenos hábitos de higiene y alimentación, como parte de los 
esfuerzos por lograr ciudadanos física y moralmente “sanos”. 
A propósito, es bien sugerente la reproducción que hizo Salud y Sanidad de una 
circular que el arzobispo de Santiago de Chile envió a su clero, solicitando el apoyo a una 
campaña de la Dirección Nacional de Sanidad de ese país para educar al pueblo en 
preceptos higiénicos: “… así como no se puede conservar la fuerza del cuerpo sin la 
pureza del pensamiento, así también de ordinario es difícil concebir la existencia de las 
virtudes cristianas en medio del desaseo y del desorden.”52 
A pesar de las fuentes de estos últimos ejemplos, el tridente ciencia, moral y 
religión no tenía en la Iglesia su eje, sino en el pensamiento médico y la moral higienista. 
Medicalización, finalmente. 
 
1.3 Infancia, miseria y los inicios de la medicalización 
del hambre 
 
"Los mendigos llenan las calles i plazas (…) Pero no todos los mendigos se exhiben en las 
calles: el mayor número de los pobres de la ciudad, que conocemos bajo el nombre de 
vergonzantes, ocultan su miseria, se encierran con sus hijos en habitaciones 
desmanteladas, i sufren en ellas los horrores del hambre i la desnudez. Las escenas que 
pasan en esas familias a quienes el pudor mantiene encerradas, que se alimentan por 
milagro, o que perecen de hambre antes que salir a importunar en las calles, conmoverian 
el corazon de todos aquellos que directa o indirectamente han contribuido a crear esta 
situacion.” [sic]53 
 
Este conocido escrito de Miguel Samper es un interesante ejemplo de las 
descripciones y denuncias que sobre la miseria en las ciudades se hicieron recurrentes 
 
 
51 Ministerio de Salud Pública, Memoria del Ministro de Salud Pública, 1960…, op. cit. p. 95 [El resaltado es 
nuestro]. 
52 “La Iglesia y la Higiene”. Salud y Sanidad, Año I, No. 4, Bogotá, junio de 1932, p. 39 
53 Samper, M., La miseria en Bogotá, Imprenta de Gaitán, Bogotá, 1867, pp. 1-2. 
26 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
desde mediados del siglo XIX y hasta inicios del XX. Como destaca Beatriz Castro54, a 
pesar de la todavía mayor proporción de población rural en Colombia, fue en los centros 
urbanos donde la pobreza se hizo evidente como fenómeno social55. La frase final de 
Samper refleja el punto de inflexión de la transformación en las representaciones sobre el 
hambre hacia su dimensión social: “…todos aquellos que directa o indirectamente han 
contribuido a crear esta situacion [sic].”56 La culpa de los miserables y los hambrientos 
sobre su condición les dio cierta tregua e involucró otro nivel de responsabilidades. 
Aunque sin exculparlos por completo, como veremos. 
A finales del siglo XIX, el proyecto regeneracionista tuvo precisamente en la 
cuestión social un problema a resolver. Los reclamos de las agremiaciones de artesanos 
en Colombia y en especial las reivindicaciones obreras en Estados Unidos y Europa 
alertaron la suspicacia sobre lo social como peligroso, pero antes que tal nivel de 
organización preocupó el riesgo potencial de la miseria que sufrían las clases 
desfavorecidas en general. El pensamiento médico tuvo un papel destacado en ello. 
 
 “Cuando la alimentación insuficiente, las privaciones, la falta de abrigo, el hacinamiento 
en habitaciones insalubres, la miseria, en fin, se han apoderado de una parte de la 
población de una ciudad, estad seguros de que se ha formado un foco productor de 
enfermedades infecciosas; (…).”57 
 
A pesar del reconocimiento de causas estructurales de la miseria y el hambre que 
escapaban al control de la gente que las padecía, la lectura principal fue la de su 
condición como amenaza a la salubridad pública, así como las mencionadas 
implicaciones sobre ‘la moral’ y las preocupaciones de un Estado por la fortaleza de la 
‘raza’ y la fuerza productiva de sus gentes, en sus afanes de ‘progreso’ económico y 
modernización. 
 
 
54 Cf. Castro, B., La pobreza en Colombia, 1886-1930. Estado, Iglesia y Ciudadanos. Universidad del Valle, 
Cali, 1997. 
55 Durante el siglo XIX las ciudades mostraron los efectos del crecimiento demográfico iniciado a finales del 
XVIII, y a su vez aglutinaron los emergentes discursos del pensamiento ilustrado sobre la caridad y la 
beneficencia. Las ciudades fueron el núcleo de desafíos, iniciativas y transformaciones fundamentales en 
materia social y de salud. (Sobre pensamiento ilustrado Cf. Silva, R. Prensa y revolución a finales del siglo 
XVIII. Banco de la República, Bogotá, 1988). 
56 Samper, M., op. cit. [El resaltado es nuestro]. 
57 García Medina, P., El método experimental aplicado a la clínica médica. Discurso pronunciado en la Sesión 
Solemne de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, el día 21 de julio de 1897. Bogotá, Imprenta de 
la Luz, 1897, pp. 47-48. Citado en Historia de la Medicina en Colombia, Tomo III…, op. cit., p. 171. 
Capítulo 1 27 
 
El desafío que representaba la miseria generó desde el siglo XIX dispositivos de 
control por parte de las autoridades, siendo tal vez el encierro el más conocido, 
representado en leprosarios y en asilos para locos, huérfanos, mendigos y otros 
lamentados, desde un enfoque de caridad cristiana. Pero a finales del mismo siglo, y 
especialmente a inicios del siguiente, los mecanismos de control reflejaron su transición 
hacia un enfoque de beneficencia y luego de asistencia pública,de una progresiva 
(aunque lenta) laicización y del ascenso de la autoridad médica como ordenador de las 
iniciativas. 
 
“Estos planteamientos abrían un espacio nuevo de acción de la higiene y la medicina 
social en el país, en el cual todos los sectores (los legisladores, los dueños del capital, los 
higienistas y la Iglesia) tenían que participar activamente para garantizar las condiciones 
de vida de la clase pobre, con el fin de asegurar el equilibrio y la salubridad de la nación. 
Este planteamiento biopolítico criollo, que tenía como base la microbiología, la 
inmunología, los preceptos de la Regeneración y la doctrina social de la Iglesia…, 
desarrollaba de una manera particular las perspectivas de la medicina urbana y de la 
medicina estatal. (…) le adjudicaba a la higiene pública el poder de control sobre las 
clases pobres para evitar que contaminaran a las ricas. Al fin de cuentas, un control 
biopolítico sobre los cuerpos.”58 
 
La medicalización fue entonces el contenido esencial de esa transformación, por 
fuera de asuntos administrativos y de financiación, siempre un desafío a las autoridades. 
La consolidación del cambio se dio con las reformas institucionales de principios de siglo 
XX, que definieron “la asistencia pública como rama de la higiene nacional.”59 
 
 
 
58 Quevedo et al., Historia de la Medicina…, op. cit., pp. 171-172. 
59 “(…) para que la discusión sobre el paso de la beneficencia a la asistencia pública se diera, en la década 
de 1920, hubo tres condiciones fundamentales: en primer lugar, los discursos raciales e higienistas que ya 
desde 1916 empezaron a ser populares entre los médicos colombianos. Este discurso racial no solo motivó 
un gran debate en 1920, sino que puso a los establecimientos de beneficencia en la mira de higienistas, pues 
para los moderados eran sus características retardatarias lo que hacía la degeneración y no la raza en sí. En 
segundo lugar, el general Marceliano Vargas puso el dedo en la llaga al declarar que la beneficencia debía 
ser asistencia pública y que la beneficencia, al ser financiada con dineros del Estado, era un derecho y no 
una caridad. Finalmente, la imposición de la higiene desde 1914 como ramo importante de la política social 
nacional, y el llamado desde el higienismo a que se constituyera la asistencia pública como rama de la 
higiene nacional". (Gutiérrez Márquez, M. T., “Pobres los pobres”: debates políticos alrededor de la 
beneficencia en Cundinamarca en 1910 y 1920. Una aproximación desde el Estado”. Historia y Sociedad, No. 
26, Medellín, enero-junio de 2014, p. 133). 
28 La medicalización del hambre en Colombia: 
desnutrición, alimentación y salud pública, 1917-1975 
 
“Dada la actividad cada vez mayor de la higiene en la detección temprana y la atención de 
enfermedades endémicas transmisibles, como la lepra, la tuberculosis, la anemia tropical y 
las venéreas, y de epidemias como la gripa, la higiene comenzó a afectar el campo de los 
servicios individuales de salud para pobres que estaban en manos de la beneficencia.”60 
 
Si bien el encierro continuó como mecanismo de control, la medicalización los 
transformó: pasaron de lugares de abandono y muerte a lugares para la atención de la 
enfermedad, la terapéutica y la experimentación y práctica médicas, como se dio también 
y más profundamente en los hospitales, cuya evolución ha sido ampliamente 
documentada61. A su vez, la transformación de los establecimientos de asistencia 
significó también que éstos constituyeran una especie de laboratorio para la 
medicalización de fenómenos sociales, como el hambre. 
Un ejemplo de ello se dio desde la relación establecida entre el hambre y las 
enfermedades mentales. Un artículo de 1923 publicado en la Revista de la Sociedad 
Clínica del Hospital de Medellín, sobre “factores etiológicos de la locura” en Antioquia y 
Caldas, aludió a efectos del hambre como descripción fundamental de la miseria 
causante de los trastornos: “A estas conclusiones hemos llegado al seguir la observación 
de esos enfermos que se presentan emaciados, famélicos, esqueléticos, que no tienen 
otras causas que justifiquen suficientemente la aparición de la psicosis...”62 
Este documento es referido por los investigadores Gutiérrez y Márquez, quienes 
precisan que “la locura por miseria obraba unas veces debido a las grandes penas 
morales que ocasionaba la pobreza, y otras, por la desnutrición avanzada”, citando 
informes y diagnósticos de médicos y síndicos de manicomios departamentales y asilos 
de locos y locas en Medellín y Bogotá entre 1919 y 1936: mujeres ‘alienadas’ “tal vez por 
la pobreza y el hambre que hoy aflige a la clase menesterosa”; “[Labradoras o sirvientas] 
 
 
60 Hernández Álvarez, M. La salud fragmentada en Colombia, 1910-1946…, op. cit., p. 49. 
61 La referencia general más conocida es el trabajo de Foucault. Por ejemplo: “Incorporación del hospital en 
la tecnología moderna”, Educ Med Salud, Vol. 12, No. 1, 1978, pp. 20-35. También: El nacimiento de la 
clínica, una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI Editores, México, 1983. Sobre la transformación de 
los hospitales en Colombia, además de los tomos I, II y III de la Historia de la Medicina en Colombia, op. cit., 
Cf. Alzate Echeverri, A. M., Geografía de la lamentación: Institución hospitalaria y sociedad, Nuevo Reino de 
Granada, 1760-1810, Editorial Universidad del Rosario, Bogotá, 2012. 
62 Uribe, L., “Principales factores etiológicos de la locura en los departamentos de Antioquia y Caldas. Revista 
clínica: órgano de la Sociedad Clínica del Hospital de Medellín. 1923; Vol. 3, Núm. 25-28, p. 196. Citado por: 
Gutiérrez y Márquez, “Pobreza y locura como enfermedades sociales…”, op. cit., p. 62 [El resaltado es 
nuestro]. 
Capítulo 1 29 
 
mal comidas y poco alimentadas”; un agricultor que “se ha impresionado debido a la 
escasez de pan para su hijos”, puede leerse entre ellos63. 
Relaciones tipo hambre-locura llamaron la atención de médicos e higienistas, pero 
fue otro tipo de alcance del hambre el que amplió el marco de preocupación por ese 
fenómeno e impulsó el proceso de su medicalización: la mortalidad infantil. Esto generó 
todo un campo de atención médica de gran relevancia, la salud materno-infantil, con lo 
cual la medicina no solo se ocupó en reducir el riesgo de enfermedad y muerte, sino que 
avanzó a la proyección –desde la moral higienista– de otras condiciones de vida para la 
niñez, fundamentalmente de los pobres. 
Desde este contexto tuvieron origen establecimientos como las Gotas de Leche, 
encargadas de la atención a recién nacidos y madres lactantes. Surgidas en Colombia en 
la segunda década del siglo XX, fueron una iniciativa que aglutinó la transición desde la 
tradicional preocupación por la penosa situación de la infancia desamparada, reflejada en 
la fundación de hospicios para huérfanos y abandonados en el siglo XIX bajo un enfoque 
de caridad y beneficencia; hacia una nueva sensibilidad por las condiciones de vida y el 
futuro de los niños y niñas, desde un enfoque que integraba la asistencia pública y la 
higiene, y que motivó la fundación de nuevos hospitales infantiles. Por otro lado, 
aglutinante también de desarrollos en los campos de la medicina y de la naciente ciencia 
de la nutrición, y con ellos la relación entre hambre, alimentación y enfermedad. 
 
“El hambre tuvo una gran connotación social, pues produjo infanticidios y abandono de 
niños, pero su significado nosológico era escaso. 
(…) Luego, en los años de 1920, emergió en el saber médico un [‘grupo de enfermedades 
causantes de la mortalidad infantil’] que se puede reunir bajo la denominación de 
‘enfermedades por deficiencia nutricional’. (…) 
En los años siguientes se consolidó el tema de la alimentación nutritiva para los niños y las 
‘huellas del hambre’ se hicieron más visibles en el diagnóstico del cuerpo enfermo.” 64 
 
 
 
63 Ibíd., p. 63. 
64 Márquez-Valderrama, J.H. y Gallo-Vélez,