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La_psicologia_es_social_O_no_es_psicolog

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La psicología es social. O no es psicología 
 
Ensayo breve 
Josep Seguí Dolz∗ 
 
Será otra cosa; pero no psicología. 
 
Tengo un pequeño problema: no sé definir la psicología. Entonces, si se me 
pregunta cuál es mi forma de entenderla –y/o aplicarla- me hago un 
pequeño lío. Así, a veces, me va bien discurrir (o sea narrar-me) lo que 
entiendo que NO es la psicología. Y eso es lo que transfiero a este papel. 
 
Pero antes permítaseme repasar un poquito la historia de la psicología. Si 
quiera sea sólo por situarme y ver qué ha pasado los últimos años y así, 
quizás, entender mejor qué está pasando ahora. 
 
En 18751, en la ciudad alemana de Leipzig, más concretamente en su 
universidad, un filósofo y fisiólogo, Wilhelm Wundt, inventa el que es 
conocido y reconocido por todas y todos como el primer laboratorio de 
psicología. Y con ello se da oficialmente por inaugurada esta ciencia. Es 
decir, se inicia un corpus de saber diferenciado de sus antecesoras, las ya 
citadas filosofía y fisiología. Lo que Wundt aporta es un método –importante 
para que algo sea ciencia- y además, experimental –imprescindible para 
probar la veracidad o no de las hipótesis que se propongan-. 
 
Este método no es otro que la introspección. Más concretamente, se inicia 
con la autointrospección del profesor alemán. Se dice lo que se siente por 
dentro y otros especialistas toman nota y lo analizan para después 
comparar y discutir los puntos de acuerdo y desacuerdo. 
 
Poco después, en Austria, a principios ya del siglo XX, Sigmund Freud voy a 
decir que descubre que todos los traumas, histerias y cosas así del ser 
humano son fruto de la represión sexual durante la infancia e inventa el 
psicoanálisis que, en mi opinión, algo tiene que ver con la introspección ya 
que, durante años y años, lo que hace la persona afectada por esas 
enfermedades es autointroinspeccionarse para, con la ayuda del analista, 
llegar a las raíces infantiles de su vida e identificar esas represiones y cómo 
dan lugar a sus pulsiones que son las que provocan sus males. 
 
Casi al mismo tiempo, dos psicólogos norteamericanos –John B. Watson y 
Burrhus F. Skinner- se enteran de los experimentos que está realizando un 
 
∗ Psicólogo social. Miembro Asociado del Taos Institute. Miembro de la Red de Trabajo para Diálogos 
Productivos. Cofundador del blog Socioconstruccionismo, http://www.construccionismosocial.net. 
Contacto: jseguid@gmail.com. 
Este ensayo no sería posibles sin los diálogos constantes al respecto con la psicóloga y miembro también 
de la Red, Sara Olivé Horts. 
1 Como este es un ensayo un poco anárquico, dejo fluir mi discurso sin referenciar las referencias (sic). 
En cualquier caso, durante el mismo sí digo los nombres de algunas personas que influyen poderosamente 
en mi narración que, como todas, no sale de la nada; perdón por la obviedad. 
 2
fisiólogo ruso –Iván Pavlov- con la conducta de los perros, niegan la validez 
científica del método introspectivo, se rebelan muy críticamente contra el 
psicoanálisis y se inventan algo que puede considerarse revolucionario para 
sus tiempos: el conductismo. 
 
Lo que los norteamericanos vienen a afirmar –y parece bastante razonable- 
es que la introspección –y el psicoanálisis- no es científica porque no es 
observable; la conducta sí. Además, esta última es modificable mediante 
más o menos complejos métodos de estímulo y respuesta y esto es 
práctico, bueno y saludable para entender la psique humana y para curar a 
las personas que están mentalmente enfermas. Skinner lleva estas ideas y 
prácticas a su extremo en lo que se ha dado en llamar conductismo radical 
y piensa que mediante estas técnicas se puede mejorar no sólo al individuo, 
sino también a la sociedad. 
 
El filósofo y pedagogo John Dewey –también norteamericano- es profesor 
en la Universidad de Chicago e invita al también filósofo –y también, de 
nuevo norteamericano- George Herbert Mead a dar clases allí. Mead se 
pasa, por decirlo así, a la psicología y se hace conductista; pero conductista 
social. Es decir, no se interesa tanto por el comportamiento del individuo 
como por el de la persona –Self- en la sociedad. Aunque no publica ningún 
libro en vida, sus artículos y los apuntes de clase de sus alumnos –
publicados póstumamente- dan lugar a lo que muchas y muchos 
reconocemos como las bases de la psicología social. 
 
Mientras tanto, el francés Émile Durkheim ya ha conseguido crear la primera 
cátedra de sociología –y su consecuente nacimiento como ciencia- en la 
universidad de Burdeos. Y el alemán Max Weber defiende la irracionalidad 
de las conductas humanas. Desde la sociología. 
 
La psicología conductista se orienta a una practicidad tremenda 
especialmente en aspectos relacionados con el reforzamiento de ciertas 
conductas que mejoren, por ejemplo, el rendimiento de los soldados 
durante las dos guerras mundiales. Las ciencias fisiológicas, por cierto, 
están siguiendo su propio camino. 
 
Y a mediados del siglo pasado se celebra en Estados Unidos de 
Norteamérica el Hixon Symposium sobre los mecanismos cerebrales y el 
comportamiento. Se dan cita especialistas de diversas ciencias –la 
incipiente aunque ya influyente computación, por ejemplo- y surge el 
germen de lo que se ha dado en llamar la segunda revolución cognitiva –o 
conductismo de segunda generación o segunda ola- en psicología. O sea, a 
la orientación cognitivo conductual. Se respetan los principìos fundacionales 
de Watson y Skinner; pero se olvida totalmente a Mead. Esto me parece 
importante e incluso afortunado, como explico enseguida. 
 
El cognitivismo conductual propone cada vez con más fuerza que la mente 
funciona en base a inputs que se procesan en su interior y salen al exterior 
como outputs de conducta. Como parece que no pueda ser de otra manera 
 3
–dado el contexto- surgen las primeras ideas sobre el símil mente-
computador. La mente es una máquina de procesamiento de información. Ni 
más ni menos. 
 
Además, los ya citados avances en fisiología descubren aspectos 
neurológicos y genéticos insospechados hasta esas fechas. La psiquiatría 
también avanza con fuerza ocupada en descubrir fármacos que sustituyan a 
determinadas prácticas bastante agresivas con los pacientes, como los 
electroshocks, la reclusión o la lobotomización. Sí, hace muy poco aún se 
lobotomiza a la gente. Surgen los primeros psicofármacos a gran escala y la 
industria farmacéutica echa un ojo al gran negocio que se le puede venir 
encima. 
 
Digo que quizás es afortunado que el cognitivismo conductual olvide a 
Mead porque, por suerte, algunos sociólogos tienen en cuenta sus 
aportaciones y surge el interaccionismo simbólico. Y de él lo que 
conocemos como microsociologías o sociologías de la situación. Uno de los 
autores seguramente más significativos y conocidos es Erving Goffman, con 
sus teorías sobre la performance y sus agudos y críticos trabajos sobre el 
internamiento en instituciones de control psíquico y otras. Si el conductismo 
de segunda generación se hubiera apropiado de Mead seguramente lo 
hubiera reinterpretado de manera muy diferente a como lo hacen los 
sociólogos. 
 
La psicología social, pues, prácticamente ha desaparecido a mediados del 
siglo pasado. Se dedica casi exclusivamente a seguir los pasos de la 
sociología dominante –no la micro o la situada- y a inventar complicadísimas 
fórmulas estadísticas orientadas a explicar los comportamientos de los 
consumidores, las influencias de la publicidad y los discursos políticos y 
cosas así. Se dice que entra en crisis. 
 
La psicología pura y dura, si se me permite la expresión, está absolutamente 
dominada por la orientación cognitivista tanto a nivel de investigación como 
terapéutico y no acaba de casarse con la neurología, que sigue 
desmenuzando los misterios del cerebro. Estamos ya a principios de los 
años setenta. Surgen algunas voces discordantes, como actualizaciones del 
psicoanálisis, las orientaciones humanistasy, quizá, la gestalt (no como 
teoría sino como terapéutica). Voces que se siguen oyendo en nuestros días 
y que, en algunas ocasiones, se conjugan con estilos de vida y espiritualidad 
pseudofilosóficos como, ya digo que a veces, la New Age. 
 
Ahora que he hablado de filosofía (bueno, de pseudofilosofía, pero vale). 
Después de la segunda guerra mundial surgen algunos movimientos 
filosóficos influyentes en la vieja Europa. Recordemos dos: el 
estructuralismo y el existencialismo. Y ya en los setenta, el post-
estructuralismo, con Michael Foucault, Gilles Deleuze, Félix Guattari y –un 
pelín más tarde- Jacques Derrida. Pues bien, de la conjunción –entre otras- 
de estas orientaciones filosóficas y las microsociologías asistimos al 
 4
renacimiento de, y superación de la crisis en que estaba inmersa, la 
psicología social. 
 
En 1973 el norteamericano Kenneth J. Gergen publica el que puede ser 
considerado como artículo fundacional de lo que llamamos 
construccionismo social (CS) y refundacional de la psicología social: “La 
psicología social como historia”. Yo me atrevo a afirmar que asistimos a la 
revolución socioconstruccionista que seguimos viviendo y compartiendo 
ahora mismo. Algunas de las ideas fundamentales del CS son que no hay 
una esencia interior (sea biológica, genética, computacional o lo que sea) 
que nos haga ser como somos y actuar como actuamos; que la realidad no 
está en la naturaleza ni dentro de nosotras/os mismas/os, sino en la 
interacción social; que el mundo social está basado en las emociones –que 
no son algo puramente fisiológico- y las relaciones –que se basan en el 
lenguaje-; no vivimos en un mundo de hechos, sino de procesos; la Verdad 
absoluta no existe, existen verdades relativas que construimos en relación. Y 
más cosas que la brevedad voluntaria de este espacio no me permite ni 
siquiera nombrar ahora. 
 
¿En qué situación nos encontramos actualmente? Un lío, la verdad. Pero un 
lío apasionante, eso sí. Entonces, por eso cuando se me pregunta cuál es mi 
forma de entender la psicología –y de aplicarla- no sé responder. Pero, 
como digo al principio, haciendo esta brevísima (y con muchos olvidos y 
vacíos) revisión histórica me voy situando en lo que NO es la psicología. 
 
Digamos que, al margen, con permiso, de la psicología social, hay ahora 
mismo varias psicologías que -no sé si la/el lectora/or aceptará esta 
concepción- estudian y actúan sobre la mente (que nadie sabe lo que es) y 
el comportamiento (en esto podríamos estar más de acuerdo). Habría una 
psicología genética que miraría cómo la herencia biológica condiciona 
nuestras formas de ser, nuestras enfermedades mentales y/o nuestras 
desviaciones conductuales. Habría otra psicología: la neuropsicología, que 
investiga cómo funciona el cerebro, las neuronas, los neurotransmisores. 
Otra, la cognitivo conductual –mayoritaria y dominante en terapia- que sigue 
utilizando el símil computacional. Y muchas más (como el psicoanálisis, que 
sigue), aunque seguramente estas tres psicologías son las más influyentes. 
Permítaseme, de nuevo muy brevemente, reflexionar en voz alta y crítica 
sobre ellas. 
 
Si nuestra mente, si nuestra personalidad, nuestras emociones, nuestros 
sentimientos y pasiones, nuestras relaciones, nuestras elecciones, nuestras 
tristezas y alegrías (perdón, ya he citado las emociones; pero bueno, vale 
para dar más énfasis) dependen de genes, neuronas y programas cognitivos 
computacionales, entonces la psicología no hace falta para nada. No sirve 
para nada. Olvidemos nuestra profesión y/o nuestros estudios y 
dediquémonos a estudiar genética, neurociencia o computación. Además, 
así podremos ponernos más al lado de la psiquiatría que, mediante la 
química en la mayoría de ocasiones, es muy capaz de modificar y 
domesticar todas esas cosas que parece que nos configuran. Dicho sea con 
 5
todos mis respetos para la psiquiatría, la neurología, la genética y el 
cognitivismo. 
 
Pero si queremos revitalizar la psicología, independizarla de esas cosas, sólo 
puede ser social. Porque sólo en las relaciones, interacciones, palabras, 
actuaciones e intersecciones se puede explicar –y ayudar- al ser humano 
con una práctica independiente de las mencionadas. La psicología, para 
seguir existiendo tiene que autojustificarse –o no justificarse, vale, si se 
quiere-. No puede justificarse en ciencias que le son ajenas por próximas 
que puedan parecer en muchas ocasiones. 
 
La nueva psicología social inventa nuevos conceptos –como hace la 
filosofía, pero a un nivel más concreto, por decirlo así- y nuevas formas de 
relación, descripción y acción. Y así el CS, las terapias postmodernas (en 
plural; ver, por ejemplo, Harlene Anderson y Sheila McNamee) y los diálogos 
generativos (Dora Fried Schnitman) invaden hoy muchos de los espacios 
reservados hasta la fecha a científicos de bata blanca, como la psicología 
del desarrollo, la psicoterapia, la intervención comunitaria y en 
organizaciones, la investigación pura y dura. A este respecto, por ejemplo, 
desde el CS investigamos sí, pero sin estadísticas ni números. Incluso sin 
métodos2. 
 
Y el CS no es sólo una epistemología –aspecto que agrada enormemente a 
este que escribe: cómo construimos el conocimiento- sino una acción. Y, 
como tal, se orienta a los citados diálogos generativos y terapias 
postmodernas. Y no olvida las orientaciones latinoamericanas de la 
psicología comunitaria (Maritza Montero) y de la liberación (Ignacio Martín-
Baró). Como más o menos viene a decir este último, una psicología que se 
limita a reproducir las estructuras burguesas de poder y dominación de lo 
institucional (e incluyo aquí lo científico –neurológico, genético y tal-) no es 
una psicología; es una doctrina. Muy científica, vale, pero doctrina. 
 
Probablemente hay otras psicologías sociales, pero yo no las veo por ningún 
lado. Ojalá se mostraran. Y hay algunas que tienen fuertes imbricaciones 
con el CS y están buscando su camino, lo que me parece estupendo. De 
hecho comparto intereses: la psicología social crítica (orientación, por 
ejemplo y entre otras, del Departamento de la Universtat Autònoma de 
Barcelona; Tomás Ibáñez, Lupicinio Íñiguez y más), la teoría queer, las 
orientaciones postfeministas y postmarxistas. La psicología cultural (muy 
comprometida con la del desarrollo; James V. Wertsch, Michael Cole, 
Barbara Rogoff). Y más en el campo de la investigación, como el análisis del 
discurso (Michael Billig, Jonathan Potter, Charles Antaki, Margaret Wetherell). 
O, incluso, en el campo de la etnografía postmoderna; orientaciones como el 
estiramiento actual de las posibilidades de la descripción densa (Clifford 
 
2 Ahora mismo, y tras una interesantísima reciente experiencia conjunta en un congreso en Mérida, 
Yucatán, México, estoy explorando con dos colegas latinoamericanos las posibilidades de lo que 
llamaríamos “investigación sin método” para escribir un artículo y su posible publicación. También en 
covisión terapéutica y en gestión de conflictos puedo relatar algunas experiencias que no están orientadas, 
por ejemplo, a la curación o a la resolución del conflicto en un sentido, digamos, clásico. 
 6
Geertz). Las autoetnografías. Por seguir con los métodos (o no-métodos): la 
psicoliteratura (en este campo trabaja el colombiano Luis Felipe González) o 
el mapeo (el mexicano César Cisneros). 
 
Y hay también otras psicologías al uso que tratan de reinventarse. Por 
ejemplo, la cognitivo-conductual (CC; de hecho ya se está hablando de la 
tercera revolución u ola conductista). En terapia, la CC parece querer abrirse 
un poco más al contexto social de la persona, no centrarse tanto en su 
mente (sea eso lo que sea), en su interior. Pero mucho me temo –por 
diferentes lecturas y participación en algún congreso- que lo tienen 
complicado. Si no hubieran olvidado a Mead el siglo pasado lo tendrían más 
fácil. Y, reinventando pues intentan adoptar/adaptar cosas que ya estabanahí seguramente en otros espacios y contextos; con otros nombres. 
Mindfullness, Terapias de Aceptación y Compromiso,… 
 
Finalmente (por ahora), adopto el lema del Taos Institute (totalmente 
orientado por el CS), “Creando futuros prometedores a través de la 
construcción social”. Aunque no estoy absolutamente seguro, 
probablemente esta es mi forma de entender y aplicar la psicología. 
Siquiera sea por contraste con lo que creo que NO es la psicología y que he 
intentado, con mayor o menor fortuna, argumentar aquí. 
 
Seguimos… 
 
Josep Seguí Dolz 
Valencia, 12 de junio de 2012 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Esta obra está bajo una HHUUUUlicencia de Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 Unported UU 
 
Citación 
 
Seguí Dolz, Josep (2012). La psicología es social. O no es psicología. Ensayo enviado para su 
publicación a la Biblioteca de la Red de Trabajo para Diálogos Productivos y a la página de 
Facebook, Hablemos de psicología.

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