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Marcas & Mentes Autor: Lizardo Vargas Bianchi Primera edición: noviembre de 2014 © Universidad de Piura, Facultad de Comunicación. Av. Ramón Mugica 131, San Eduardo, Piura, Perú. RUC: 20172627421 www.udep.edu.pe Copyright de la presente edición: Lizardo Vargas Bianchi Diseño de carátula e interiores: Universidad de Piura, Facultad de Comunicación ISBN: 978-9972-48-162-8 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares. ____________ Agradezco a mis padres, quienes son mi principal ejemplo y cuyo apoyo incondicional siempre agradeceré. A mis hermanos Felipe y María José. A Fran, Mela, Eduardo, Catherine, Rolando, Margony, José Carlos, Rosa y Sandra; a Paola, Jose, Diego y Julio, a Pati, Antonia, mis cuatro abuelos, mis primos y tíos; todos ellos quienes de distintas maneras me motivan e inspiran a pensar, trabajar y entregar lo mejor de mi. ____________ Prólogo Pocas publicaciones pueden reemplazar la libertad de reflexión que se permite el autor en cada uno de los textos que recoge en este libro. Y es que cada semana desde su blog –fundamento de este libro–, el autor ha hecho partícipes a cada uno de sus seguidores –entre los que me incluyo– de su particular perspectiva y análisis acerca de las titánica dimensión que ha cobrado el comportamiento del consumidor en el proceso de consumo. Su personalísimo aporte radica en la armoniosa intersección entre marketing, comunicación y psicología que él mismo personifica, gracias a años de estudio y experiencia, poniendo a disposición de todos nosotros un extraordinario conjunto de propuestas e ideas. Proyectos como este libro comienzan como muchos otros, con una entrada en un blog que a veces no sabemos si será leído. Una ventana electrónica llena de expectativas y de ganas de contribuir y compartir lo que uno sabe con personas que también pudieran estar interesadas en un tema que nos apasiona. De esa primera incertidumbre ha pasado ya mucho tiempo y actualmente se puede decir que el blog Marcas & Mentes, se ha convertido ya en consulta obligada para todos aquellos que profesionalmente desean comprender el comportamiento del consumo y de compra, sea cual sea su actividad y de todos aquellos que, por un inmanente interés personal, buscan conocer a ese consumidor que descansa dentro de cada uno de nosotros. E l timing es inmejorable. La aparición de esta “plataforma de aterrizaje” de las inquietudes académicas de Lizardo aparece en el preciso momento en el que, desde diversos frentes, se están reconociendo las determinantes implicancias estratégicas del comportamiento del consumidor el proceso de marketing. Es así pues que, desde el campo del marketing y la comunicación, el interés http://www.udep.edu.pe/ por la amplia selección de textos que recoge este libro es inevitable. Al enfrentarse con cada uno de ellos uno puede discordar, participar, asumir o no sus proposiciones; pero es imposible no contagiarse con la fascinación del autor por el objeto de estudio, su compromiso personal y sobre todo, su coherencia. Es precisamente por esta razón que este libro cobra particular relevancia, ya que el autor propone –y consigue– sumergirnos en un vórtice de reflexión acerca de las diversas aristas que componen el estudio del consumidor en el siglo XXI y como ésta puede ayudarnos a entender a la persona detrás de cada consumidor. Y es que el incremento de la competencia, los rápidos cambios del entorno y el aumento de las exigencias comerciales demandan iniciativas como ésta, que señalen el camino hacia el entendimiento de las personas en este entorno dinámico, complejo, competitivo e incierto. En consecuencia, los lectores de este libro podrán encontrar impreso en sus páginas el talento, el carácter y las experiencias del autor desde el tajo y la trinchera, desde su extensa experiencia académica y su constante abordaje de las profundas cuestiones que configuran a un individuo en un consumidor, ayudándonos a entender, sobretodo, su condición humana, un objetivo que solo puede conocerse a través de la observación, la escucha, la síntesis y la deducción. Cualquiera que sea la circunstancia y momento del lector, estoy convencido que este libro le impregnará y servirá de guía constructiva hacia el conocimiento de ese constantemente desconocido consumidor, inestable y turbulento. Francisco Arbaiza, Ph.D. ….. Introducción Marcas y Mentes es una compilación de artículos sobre psicología del consumidor y comunicaciones de marketing, publicados a lo largo de dos años, con periodicidad semanal, en la edición digital del diario de economía y negocios Gestión, reconocido medio periodístico peruano. Los textos cubren temas diversos de estos campos, como la atención, publicidad, percepción, toma de decisiones, la influencia de la memoria, hasta los sesgos cognitivos que intervienen en la compra de bienes. Cada uno de los escritos procura divulgar, de forma breve y ausente de tecnicismos académicos, diversas investigaciones y avances realizados en el campo de la psicología del consumidor, con el objeto facilitar su alcance a los profesionales de la industria, quienes por motivos como el tiempo o la accesibilidad no están ordinariamente en contacto directo con la investigación científica que aparece en publicaciones como los journals académicos. En otras oportunidades, quizá las menos, los artículos fueron una oportunidad de reflexión y exposición de ideas y posturas frente a distintos temas, en particular el neuromarketing. En ambos casos espero haber aportado a originar en los lectores esa misma oportunidad de reflexión crítica, en todos los temas tratados, así como una aproximación a los estudios más recientes y la aplicación de la psicología al marketing y las comunicaciones. Esta compilación de artículos sigue el orden cronológico con el que fueron publicados en el diario. Al final de la obra se presenta el ensayo titulado “Esquemas adaptados de consumo: la relación de los consumidores con los productos y la consecución del bienestar subjetivo” . Se trata de un texto de naturaleza académica que expone la relación del individuo con los productos y el bienestar que éste obtiene de los mismos. Para ello se toma como base los esquemas, elementos de la psicología cognitiva, y los estudios realizados sobre el concepto de bienestar y la utilidad hedónica. La propuesta final es un marco teórico de psicología del consumidor denominado ‘Esquemas Adaptados de Consumo’, el cual procura exhibir la relación entre la expectativa y proyección de satisfacción individual del sujeto cuando consume un producto, así como la limitación de los bienes de satisfacer plenamente y por sí solos a la persona como consumidora. ….. Sobre el autor Lizardo Vargas Bianchi es Ph.D. en comunicación por la Universidad de Navarra (España) y posdoctorado en Psicología por la Staffordshire University (Reino Unido). Es profesor e investigador en la Universidad de Piura, su tema principal de estudio es la psicología del consumidor, con especial interés en la memoria, la atención y la toma de decisión de compra. Ha publicado el libro ‘Publicidad en Mercados Saturados’, así como distintos artículos académicos en revistas científicas. Trabajó en las agencias PragmaDDB y Wunderman, y en el área de comunicación de la empresa de banca de inversión Valinvest. Colabora semanalmente como columnista del blog Marcas & Mentes en el diario de economía y negocios Gestión. Su cuenta en Twitter es @lvargasbianchi ….. Índice Prólogo (por Francisco Arbaiza, Ph.D.) Introducción El amor a la marca La compra como predicción de desempeño La paradoja del conocimiento-del-conocimiento Cuando la emoción compra lo que la razón no haría El efecto silencioso del ‘likeability’ publicitario La fluidez que otorga la confianza Algunas fronteras del neuromarketing Cuando un ‘me gusta’ puede alterar la compra http://blogs.gestion.pe/marcasymentes/ Sabores congruentescon las percepciones Cuando un 5 no es igual a otro 5 La memoria del gusto Decisiones tomadas con natural imperfección Uno no se comporta igual cuando es ‘consumidor’ que cuando es ‘individuo’ Asimetría entre la cantidad de información y la calidad de las decisiones Un comprador relajado evalúa los precios de diferente manera Decibelios que favorecen la compra La leche que quizá no emancipe a los insurrectos La influencia en el desembolso del efecto de ‘anchoring’ Estímulos que conviven con la atención focalizada Compras basadas en listas vs compras basadas en la memoria Las ofertas menos matemáticas son más persuasivas La relación entre el sentido del tacto y el marketing Medicinas con promesas no aprobadas El proceso y anatomía de la atención Precios monetarios y no-monetarios El funcionamiento de la publicidad y la actitud hacia la marca Ehrenberg y la negación de la actitud en publicidad ‘Likeability’ en la publicidad y comportamiento de consumo ¿Cuánta información quiere un consumidor? Pensar rápido, pensar despacio Información que satisface las elecciones de marca Awareness vs. Conjuntos de Consideración Dónde habita una marca Fluidez en el proceso de elección Posibilidad de la publicidad ante la atención localizada Publicidad y tipos de memoria ¿Qué top of mind tiene más valor? La 'ilusión de pérdida de oportunidad’ Ética y exhibición de productos alimenticios 6 factores que influyen el comportamiento del consumidor La cultura y su influjo en el consumo Conocimiento: variable de predicción del desempeño de marca La personalidad en la gestión de marcas Motivación primaria y decisiones de compra La influencia limitada de los medios Priming y su influencia preconsciente Marketing viral ¿porqué las personas comparten? Ideas para aumentar la comprensión de un mensaje Starbucks y el consumo conspicuo Compra por impulso y escalas materialistas Mensajes que favorecen la pertenencia o singularidad del consumidor Un proyecto para profundizar en el cerebro humano Límites de la publicidad sobre el consumo Estudio sobre preferencias de productos alimenticios e influjo publicitario Comentario en torno a la revolución de los sentidos American: publicidad disonante en el aire Aprovechar para la marca las últimas experiencias El ciclo de vida de los productos Creatividad en la geografía de un supermercado 4 puntos para practicar en comunicaciones de marketing Atentos a la neuromanía La satisfacción ¿en el deseo o en la posesión? La aversión a la pérdida 4 modos para que el consumidor pronostique el beneficio Uno come lo que percibe del producto 70 años de la pirámide de Maslow ¿aún vigente? Rebautismo de términos en marketing ¿Se puede medir la actitud hacia la marca? Análisis de atributos en conjuntos de marcas y sensibilidad al precio Un anuncio sin insight entrega un mensaje neutro Las emociones son rara vez la ruta a la lealtad de marca 7 errores de investigación en psicología del consumidor 7 errores del neuromarketing Satisfacción y 'Estados de Consumo’ La música y su consumo como producto emocional Dan Ariely: la irracionalidad predecible en la toma de decisiones La neurociencia como una burbuja financiera La publicidad no funciona como el flautista de Hamelin Ensayo: “Esquemas Adaptados de Consumo: la relación de los consumidores con los productos y la consecución del bienestar subjetivo” ….. El amor a la marca Hace una semana, como introducción a este blog, me hicieron una breve entrevista en la versión impresa del diario. Entre las preguntas hubo una que, por motivos de espacio, no tuvo cabida. Sin embargo, fue muy sugerente pensarla en torno a ella y responderla. El reportero inquiría “si el amor es un proceso mental, ¿podemos enamorarnos de una marca?” Sin duda detrás de la pregunta se hallaba la idea que ya forma parte de la cultura popular de las comunicaciones de marketing: lovemark. El término fue propuesto hace unos años en el libro titulado con esa misma palabra y escrito por K. Roberts, director global de la agencia publicitaria Saatchi & Saatchi. En Lovemarks el autor no pretendía proponer teorías de funcionamiento publicitario ni modelos de procesos de toma de decisión. Es una obra divulgativa y sugerente basada en su experiencia en el campo, donde aparece el término amor para describir la relación última a la que una marca puede aspirar con sus consumidores. Sin embargo, volviendo a la pregunta que me hizo el reportero, desde mi perspectiva el amor es un proceso dinámico donde interviene toda la persona, no únicamente mental. Ni mucho menos sólo biológico (como lo proponen de forma incompleta algunos estudiosos de la neurociencia, y a lo que se han sumado autores de marketing, tema que trataré en otro post). Hablar de enamorarse de una marca es una prolongación del sentido de la palabra, pues el amor pertenece a otra dimensión de la persona. Sería un caso patológico verse fuertemente acongojado hasta observar síntomas de depresión leve o moderada por la pérdida de tu iPhone. Y creo que aún en ese caso no podríamos hablar de pérdida de lo amado. Sin embargo estoy de acuerdo con que la prolongación del sentido de la palabra amor –como en lovemark– resulta útil para describir la relación que la marca puede establecer con un consumidor. Mediante prácticas comerciales se puede elaborar una carga emocional en torno a la marca, lo cual favorece la predisposición de compra sobre sus competidoras, alimentar la querencia hacia un producto concreto, etc. Las prácticas de marketing experiencial son un ejemplo ya que inciden directamente en la vivencia del sujeto y esto a su vez en la dinámica emocional. El caso de KLM y pequeños regalos para sus pasajeros antes de abordar en el aeropuerto de Schiphol o la buena atención en una tienda originan una relación. No afirmaría que los individuos se enamoran de la marca, pero sí que elaboran una vinculación emocional. Si no me equivoco es en esta dimensión donde Roberts también propone comprender el término lovemark, aquella marca hacia la cual se tiene afecto. Mantener una relación emocionalmente cargada y con un sentido convergente con las expectativas y necesidades del consumidor es un activo en el corto y largo plazo en la gestión de la marcas. [volver al índice] ….. La compra como predicción de desempeño Hace un tiempo leí en el Journal of Marketing un artículo de S. Van Osselaer, profesor e investigador de marketing en la Escuela de Negocios Rotterdam de la Universidad Erasmus en Holanda, donde afirmaba que todas las compras que el individuo realiza son un pronóstico del desempeño del bien que está adquiriendo. La propuesta me llamó la atención por diversos motivos. Quizá el primero fue la fuerza del sentido común detrás de la premisa: el individuo sólo adquiere un bien cuando pronostica que éste va a desempeñarse como él espera. Es un acuerdo general de la literatura de comunicaciones de marketing que en inicio del proceso de compra o toma decisión se encuentra la percepción de una necesidad como un detonante. Los grados de complejidad y articulación de la necesidad son variados, desde reabastecer de azúcar la alacena de la casa hasta tener que elegir un médico para una cirugía cardiovascular. Sin embargo, lo interesante es que con independencia de ese grado de complejidad la decisión por la que se opte siempre se diseña apuntando a la óptima satisfacción de la necesidad, y sucede que la decisión se realiza siempre antes del consumo de bien. Es en ese escenario donde la observación de Van Osselaer opera. El individuo realiza un pronóstico del desempeño del bien y actúa en consecuencia del mismo. Es decir que se proyecta en el tiempo y da por hecho que el bien seleccionado satisfará la necesidad cubriendo o incluso superando sus expectativas cuando lo consuma. Es evidente que la experiencia del consumidor facilita y dinamiza este proceso cognitivo, porejemplo se observa en las compras ordinarias de reabastecimiento que se hacen en el hogar: aceite, leche, shampoo, bebidas carbonatadas, pasta de dientes, detergente, harina, mantequilla y demás. Estos productos de rápida rotación son conocidos por el consumidor, factor que le permite pronosticar su precio, calidad, funcionalidad, etc. Por otro lado, en situaciones donde el producto no se conoce por experiencia previa, sea por ausencia de consumo del mismo u otro de su categoría o similar (que es el caso de las compras que se realizan por primera vez, como una madre primeriza cuando se abastece de bienes para atender a su recién nacido), el pronóstico se funda en otras variables. Quizá las más influyentes sean la experiencia de terceros y el reconocimiento de la marca que produce el producto. En el primer caso se puede hablar de un pronóstico vicario, es decir que el sujeto se apoya en el conocimiento de otro consumidor que sí ha usado el producto y puede determinar si su desempeño se alinea con las expectativas de desempeño (siguiendo con la madre primeriza, se apoyará en el consejo de amigas con bebes pequeños, familiares experimentados, el pediatra u otros). En el segundo caso la marca del fabricante puede ser la base que permita al consumidor hacer un pronóstico de desempeño del producto. La marca de un fabricante conocido otorga un buen grado de confianza en la calidad de sus productos, variable que facilita predecir su desempeño. Como se observa, la confianza o familiaridad hacia la marca es una variable importante para que el consumidor lleve a cabo su predicción. Y no podría ser de otra forma, ante el axioma de que se sólo se decide sin inquietud cuando se percibe tener suficiente información confiable. Cuando la persona se halla ante una situación en la que no puede predecir su desenlace se origina un estado de tensión, tanto cognitiva como emocional, en este contexto podría denominarse ‘ansiedad de decisión de compra’. Para salir de ese escenario la persona requiere información que le permita proyectar lo que obtendrá al comprar y consumir el producto o servicio. La misma lógica subyace en la compra de bienes que son poco conocidos o por cuya naturaleza acarrean mayor complejidad al individuo, como por ejemplo algunos productos financieros de banca de consumo. La proyección del desempeño del producto es un fenómeno interesante de observar y a tener en mente. Como se observa, la información derivada de la experiencia propia o de terceros, es un factor relevante en esta dinámica, dado que modula la capacidad del consumidor de realizar el pronóstico y hasta qué punto estará satisfecho. [volver al índice] ….. La paradoja del conocimiento-del-conocimiento Hace una semanas pude ver como un preadolescente jugaba un trivia (preguntas y respuestas respecto a un campo determinado) improvisado sobre fútbol. Lo hacía con una persona mayor quien sólo tenía el ánimo de ponerlo en jaque para divertirlo, pues el muchacho confiaba en sus conocimientos futbolísticos. Las preguntas eras difíciles y él ante el estímulo de afrontarlas victorioso se ponía de pie y hacía gestos de esfuerzo para dar con la respuesta, cosa en algunas oportunidades hacía para gran satisfacción suya y del interlocutor. Observando el juego me di cuenta que en realidad el muchacho, al confiar en sus conocimientos también confiaba en la capacidad de traerlos a colación desde la memoria de largo plazo o almacenamiento. Pero esta parte de proceso era implícita: en primer lugar sólo pensaba si lo sabía mas no si tenía la capacidad de recordarlo. Al ver la fuerza la confianza en su conocimiento hice experimento sencillo, lo situé ante una pregunta que podría haber respondido pero requería más esfuerzo de rememoración (“¿quién fue el penúltimo fichaje, no el último, de un brasileño en un equipo portugués?”). El muchacho sí sabía quién había sido el último fichaje de Brasil a Portugal, lo cual le daba pie a continuar confiando en que debía saber quién había sido el previo. Sin embargo la memoria no correspondía con su esfuerzo. Hizo todo lo posible por dar con la respuesta, empeño que se manifestaba como en otras oportunidades en su ímpetu y movimientos, pero finalmente se dio por vencido y afirmó no saber la respuesta. Yo tampoco la sabía (no sé prácticamente nada de fútbol) pero parte de mi plan era darle una respuesta creíble, de forma que le dije un apellido de evidente fonética portuguesa. Y con ello desapareció su inquietud inicial, simplemente dio por hecho que el dato lo había olvidado pero que en su momento lo supo. El trivia continuó y el muchacho respondió otras varias preguntas, ya que como buen aficionado a algo maneja la información en torno al objeto de la afición. Yo no participé más pues en realidad se nada o muy poco de fútbol. Pero mi intención no era ponerle una trampa sino observar en una circunstancia corriente un efecto propio de la psicología cognitiva, en particular de la memoria. El efecto se denomina Knowledge-of-knowledge (KOK), que traduzco con libertad no literal como Saber-que-se-sabe. KOK es un fenómeno cognitivo muy interesante. Cuando el sujeto sabe que sabe algo pero no lo recuerda, no deja de ser consciente que ese conocimiento está contenido en su memoria. Puede pasar con cualquier dato o fragmento de información. Por ejemplo ¿cómo se llamaba el crucero de línea que encalló a inicios de año frente a la costa occidental italiana? La probabilidad de obtener una respuesta correcta (Costa Concordia) en un espacio razonable de tiempo debe ser alta, ya que se trató de un evento que originó mucha prensa por lo llamativo del caso. Pero ante la pregunta ¿qué empresa de cruceros era la dueña del crucero Costa Concordia? caben dos opciones: con mucha facilidad el individuo sabrá si conoce la respuesta, es decir si posee la información, o si la ignora. En el primer caso habrá un esfuerzo de rememoración, en el segundo caso la persona no realizará ninguna dinámica que involucre la memoria ya que es automáticamente consciente de que por más esfuerzo que haga la información no no cuenta con el dato. Knowledge-of-knowledge es el fenómeno que explica lo que todos hemos experimentado en diversas ocasiones, tener la respuesta en la punta de la lengua. Saber que se sabe, pero no recordarlo en ese momento versus la conciencia automática de saber que no se posee el dato. Este fenómeno tiene distintas implicaciones. En este caso solo procuro presentarlo y no profundizar en las disquisiciones psicológicas vinculadas. Por el contrario mi interés radica en aterrizar KOK en el comportamiento del consumidor ¿Qué es oportuno tener en consideración? �Vuelvo al ejemplo del muchacho confiado en sus conocimientos futbolísticos. Un fenómeno similar puede ocurrir con los consumidores en particular si se trata de productos de rápida rotación. En ambos casos si la confianza en los conocimientos propios es muy robusta el consumidor puede hallarse cegado ante nueva información del producto, y como consecuencia ésta podría pasar desapercibida (una oferta o una nueva presentación). O cuando se elabora una lista de compras basada en la memoria (no anotada por escrito) también puede ocurrir que se pase por alto algún bien. Paradójicamente parece que el grado de familiaridad de una marca puede convertirse en una barrera de información sobre ella misma. Y no menos paradójico es que la forma de romper el conocimiento- de-conocimiento es captar la atención del consumidor sobre el producto o un atributo diferencial, proceso que es necesario para hacerlo familiar. [volver al índice] ….. Cuando la emoción compra lo que la razón no haría En muchas oportunidades las pruebas que se realizan en psicología experimental no requieren sofisticados instrumentos electrónicos y diodos conectados a los lados del cerebro u otras partes del cuerpo de los sujetos, como quizá uno podría imaginarse. Los experimentos se diseñan en función a las preguntas que se quieren responder, y es común que éstos seanrealmente simples, como el realizado por Baba Shiv, actualmente profesor asociado de marketing en la Universidad de Stanford hace algún tiempo, y publicado en Journal of Consumer Research. Shiv reclutó a varias decenas de estudiantes de pregrado de la universidad donde trabajaba y los dividió en dos grupos. A uno de ellos les entregó un papel con dos dígitos y pidió que los memorizaran. Mientras que al segundo grupo le entregó otro papel pero con siete dígitos, también solicitando que éstos fueran memorizados. A todos los participantes se les indicó que una vez terminada la memorización debían caminar por el pasillo donde se llevaba a cabo el experimento, donde debían recitar las cifras. Ahí encontrarían un carrito con dos opciones distintas de comidas: un pedazo de torta de chocolate o un plato de ensalada de frutas. Los participantes podían seleccionar la que quisieran como agradecimiento por su participación. Shiv seleccionó ambas comidas bajo la premisa de que la torta es menos beneficiosa que las frutas, debido a su alto valor calórico y contenido graso (Para asegurar mejor el experimento en ambos casos, los snacks estaban dentro de cajas plásticas etiquetadas con el precio US$1, de forma que ambas se emparejaban en este aspecto. Asimismo, estaban dispuestos de forma que no eran visibles mientras uno caminaba hacia el carrito, sino solo estando frente a él, de manera que los participantes no fueran elaborando sus elecciones en el camino sino sólo frente a ambos postres). Lo que sucedió fue que los estudiantes que se esforzaron en memorizar los siete dígitos fueron dos veces más propensos a desear la torta de chocolate, en lugar de la saludable ensalada de frutas, en comparación con aquellos quienes memorizaron sólo dos dígitos. El psicólogo explica que en situaciones de elección donde las características y dinámica de procesamiento de información no tienen una relación con el objeto sobre el cual se va a decidir (memorizar números no tiene nada que ver con elegir un postre) el sujeto tiende a darle mayor importancia a la alternativa que le ofrece mayor recompensa afectiva o emocional, pasando lo racional a un segundo plano. Y este fenómeno aumenta cuando el esfuerzo mental requerido a la persona es mayor, y memorizar siete números es bastante más exigente que memorizar solo dos. Jonah Lehrer, autor del libro “Cómo Decidimos”, sostiene que este es el mismo principio por el cual cuando llegamos cansados a la casa luego de un largo día de trabajo es más difícil negarse un gusto en aspectos como la dieta y atender otras tareas domésticas. La persona ha sido mentalmente exigida durante las horas previas, y cuando llega el momento u oportunidad de comer algo su dimensión emocional cobrará fuerte peso en la decisión. Obsérvese que el punto clave del fenómeno se encuentra en la disociación entre el esfuerzo cognitivo realizado por el sujeto y el objeto sobre el que eventualmente se tiene que decidir. Por ejemplo, almorzar en un típico día de trabajo y tener que decidir el plato mientras todavía se piensa en temas de la oficina, o hacer la compras de la casa al salir del una jornada de trabajo cuando todavía se tienen la cabeza en otro lugar pero no en le hogar. ¿Esto significa que el consumidor es mentalmente disminuido o manipulable ante sus elecciones? Pienso que no, que simplemente nos hallamos ante un sesgo cognitivo como muchos otros, una imperfección natural en el procesamiento de información. Shiv pertenece a la escuela psicológica de la economía conductual, que argumenta que las personas no somos decisores perfectos, que nunca cometemos fallas en las elecciones que hacemos. Por el contrario, fenómenos como el de la torta de chocolate o la ensalada de frutas ponen de relieve que la elección en algunos casos es un fenómeno irreflexivo, y no por eso deja de ser la conducta de un consumidor libre. [volver al índice] ….. El efecto silencioso del ‘likeability’ publicitario Siempre nos encontraremos con preguntas que no tienen respuesta, y no necesariamente porque la respuesta sea desconocida, sino porque existen múltiples respuestas y muchas ellas son de alguna forma u otra válida. Una de estas preguntas es cómo funciona la publicidad. Planteada desde otro ángulo esta disyuntiva intenta averiguar cómo operan las comunicaciones de marketing en la toma de decisión del consumidor y en último término en la dinámica total del mercado. Es una pregunta abierta que admite una amplia alternativa de respuestas reales. Los esfuerzos de comunicaciones de marketing que realiza cada marca no tienen un carácter lineal y directo. Si bien es un acuerdo general que se encuentran orientados al beneficio comercial de la marca (por ejemplo aumentar su cuota mercado o evitar que disminuya) éste sigue siendo un terreno genérico que es posible traducir en múltiples objetivos particulares. Uno de ellos que me parece de especial interés es el denominado ‘likeability’ en la literatura académica de marketing y publicidad. Difícilmente se puede traducir al castellano en una sola palabra con en el sentido que se le otorga en los artículos de investigación. El concepto es sencillo y ha sido observado por distintos autores y profesionales de la industria: aún cuando el estímulo no resulte relevante, si deja un residuo emocional positivo, esta característica positiva impregna el la percepción actual y recuerdo futuro del estímulo. En breve y aplicado a la comunicación comercial: aunque un anuncio no tenga nada nuevo o relevante que transmitir, si éste gusta al consumidor, origina una actitud positiva hacia la marca anunciada. De ahí que el efecto se denomine ‘likeability’, ya que sucede por el gusto agradable que deja el anuncio en el individuo. Su manifestación puede ser advertir en detalles tan sutiles como una sonrisa al terminar de ver el anuncio, que el sujeto sea consciente de lo buena que es la marca por lo bien realizada que está la pieza (sea por su nivel creativo o por la producción del mismo), un jingle o música de fondo que termina siendo familiar haciendo cercana la marca. En definitiva, una marca cuya comunicación es gusta a la audiencia, tanto la actual como la conformada por los prospectos. El fenómeno de ‘likeability’ es muy interesante cuando se percibe su efecto en las personas que ya son compradoras de la marca promocionada y que se encuentran ante el estímulo del anuncio. La consecuencia que arrojan los estudios es que los consumidores no sólo disfrutan del anuncio (’like’) sino que se sienten afianzados en dos variables muy importantes, su actitud hacia la marca y la conducta de compra habitual hacia ella. Lo que se observa es que el consumidor se siente bien al estar expuesto a las piezas publicitarias de los bienes que ordinariamente consume o eventualmente le gustaría consumir, como si fuera confirmado de forma preconsciente que la elección que realiza es la correcta – “es la marca que yo uso, se presenta ante las demás como la alternativa correcta” o “es la marca que me gustaría, me agrada verla publicitada”. Es un efecto de percepción preconsciente y automático, no hace falta un esfuerzo mental para llegar a la conclusión ante cada estímulo publicitario sobre si éste nos gusta o no, o si reafirma o no la actitud que tenemos hacia lo anunciado. Asimismo es un fenómeno corriente, por lo que puede pasar fácilmente desapercibido a los ojos de quienes miden la eficacia del esfuerzo publicitario. En mercados altamente competitivos el refuerzo de la actitud positiva hacia la marca no es una variable que se pueda despreciable frente a otras definitivamente más tangibles como índices de ventas o niveles de recordación. Por otro lado, el efecto también sucede en el sentido contrario. Una pieza de comunicación da pie a ‘likeability’ cuando se alinea con actitudes y experiencias vinculadas con la marca que también son positivas, no obstante puede suceder que la publicidad cause rechazo en el consumidor y ese fenómeno contamine las relaciones mentalesdel sujeto con la marca. Como se observa con ‘likeability’, la publicidad también funciona aportando componentes muy sutiles, que hacen poco ruido pero tienen una eficaz repercusión psicológica y que refuerzan los fundamentos para la construcción y sostenimiento de un marca en el tiempo. [volver al índice] ….. La fluidez que otorga la confianza En un post anterior desarrollé la propuesta del investigador Van Osselaer de que toda compra es en cierta forma una predicción que realiza el consumidor del desempeño del producto que va a adquirir. Es decir que al realizar la elección del producto o servicio el individuo presupone de antemano si este va a satisfacer correctamente su necesidad.Un tema que me resulta muy interesante observar es la variable ‘confianza’ como elemento del proceso de comportamiento y toma de decisión de compra. Confianza comprendida en sinónimos como certidumbre o esperanza. Esta variable modula el procesamiento de información y la conducta del individuo como consumidor, quien precisamente selecciona sobre una base cognitiva y afectiva de confianza. El propio Van Osselaer sostiene que el pronóstico y acción de compra encuentra su fundamento de modo particular en las experiencias de compra precedentes de los individuos.Es un acuerdo general en los estudios de comportamiento del consumidor que la confianza facilita de forma notable la dinámica de toma de decisión, no sólo porque faculta al sujeto a realizar elecciones en menor tiempo sino también porque economizan esfuerzo cognitivo y emocional que en otro escenario sería necesario. Quizá el ejemplo más claro y común sea la compra de bienes de rápida rotación, en autoservicios, mercados, o bodegas. En estos casos se puede observar como los individuos eligen con bastante fluidez los productos y sus marcas, fenómeno que se explica porque no es la primera vez que lo hacen, ordinariamente el patrón de compra es repetitivo, y subyace la confianza en la calidad y desempeño de los bienes que compran.La confianza en el producto o servicio como certidumbre de su buen desempeño reduce la posibilidad que existiría en otros escenarios de compra, donde el consumidor podría carecer de la capacidad para pronosticar el resultado de su conducta de consumo. Esta situación sería causada exactamente por el efecto inverso: la ausencia de experiencia y conocimiento del objeto sobre el cual se debe realizar una elección. Este fenómeno da lugar a una ‘tensión’ en la decisión de compra, donde el consumidor no se siente cómodo sino que experimenta la incertidumbre de quien no puede predecir el resultado de una decisión, o en el caso de consumo, el desempeño y obtención de un beneficio de un bien.�� La tensión por insuficiencia de confianza se observa de ordinario en dos situaciones. Por una parte cuando el individuo es primerizo o novato en relación con el producto, o cuando las características de este son complejas. Como se puede advertir, en ambas circunstancias es el grado de conocimiento y pericia del individuo el factor determinante. Por ejemplo una barra de jabón difícilmente acarreará tensión o incertidumbre a alguien, sin embargo sí lo puede causar algún producto financiero aunque se trate de alguno diseñado para banca de consumo. Algunas personas lo entenderán sin problema y podrán decidir si lo adquieren o no, pues son capaces de realizar el pronóstico de los beneficios y riesgos asociados. Sin embargo a otro grupo de personas no le resultará tan sencillo, hecho que exigirá acciones por parte de la empresa bancaria para acercar el producto, reducir la tensión y aumentar las posibilidades de una potencial toma de decisión positiva.�� Es particularmente interesante observar que el objeto o depositario de la confianza del consumidor en el proceso de elección no siempre es la propia marca. En diversas oportunidades el individuo no adquiere de modo directo una marca concreta, sino que opta por ella con base en la confianza que tiene a algún elemento vinculado con este. Por ejemplo el punto de venta o la recomendación de una tercera persona. En este caso el elemento vinculante hace las veces de marca, cuando esto se formaliza nos hallamos ante una marca blanca (la marca de la tienda).En cualquier caso el principio se mantiene activo, el consumidor requiere consignar su decisión en una realidad confiable y predecible para el. En cierto modo este efecto es una prolongación del Teorema de Thomas, un principio de psicología social que postula que cuando una persona define una situación como real, las consecuencias de esta son reales para ella. Refraseado para comportamiento del consumidor cabría señalar que cuando el sujeto percibe que tiene los medios para pronosticar el desempeño del producto, es decir que puede confiar en el, puede proseguir su proceso de selección correcta y compra. [volver al índice] ….. Algunas fronteras del neuromarketing Los estudios referidos a neurociencia no son particularmente nuevos. Como resulta natural su origen se halla en ciencias como la biología, química o farmacología y retroceden en el tiempo básicamente desde inicios del siglo veinte e incluyendo iniciativas del siglo diecinueve. Sin embargo fueron dos los factores que catalizaron el interés por la neurociencia en otros campos de estudio y práctica. Quizá la economía fue una de las primeras ciencias sociales en tomar ese ángulo de estudio para el desarrollo y análisis de sus teorías y modelos de comportamiento del mercado. Otras disciplinas que no tardaron en seguirle o pasos fueron la como la psicología y la sociología. El primero de los factores mencionados fue el desarrollo de las técnicas de neuroimagen que permiten observar los procesos cerebrales, en concreto del sistema nervioso central, mientras estos suceden. El primer avance ocurre durante la década de los setenta con la aparición de la Tomografía Axial Computarizada (TAC) la cual mediante el uso de rayos x reconstruía imágenes del cerebro en vivo. En los años 80 se introdujo una técnica bastante más avanzada, la Resonancia Magnética Nuclear (RMN) que permitía una mayor resolución sin requerir radiación para obtener las imágenes del cerebro. Los equipos más actuales de neuroimagen que permiten ver el cerebro en funcionamiento son la Resonancia Magnética Funcional (RMf) y las tomografías por emisión de positrones (TEP). A ello se suman otras técnicas como eye-trackers, medidores del estrés en la voz, entre otros. El segundo factor no es técnico, sino más intelectual ya que se relaciona con la comprensión del individuo y cómo se entiende el funcionamiento de sus capacidades superiores, la cognición y la voluntad. La noción que subyace en gran cantidad de propuestas neurocientíficas es que prácticamente toda la actividad cerebral humana sucede fuera del nivel consciente del sujeto, por lo que la dinámica psicológica del mismo, tanto cognitiva como emocional, ocurre en un plano subconsciente y en ella se encuentra la procedencia de la conducta y las decisiones. El neuromarkting aparece, como otras disciplinas con el ‘neuro’ a modo de apellido, en torno a esta visión de la persona. Como consecuencia, uno de sus principales propósitos es la utilización de las técnicas descritas para observar la actividad neuronal de la persona cuando esta se encuentra ante diversas situaciones o estímulos comerciales. Por ejemplo qué áreas corticales o de otras zonas del cerebro reaccionan ante determinados colores, alguna música con un ritmo particular, el olor, recuerdos, etc. La intención evidente es procurar participar en ese supuesto plano subconsciente del consumidor en último término intervenir su conducta de compra. Uno de los principales ponentes de esta idea es G. Zaltman de la Universidad de Harvard, quien en los 90’s desarrolla una técnica de vinculación entre recuerdos subconscientes y estímulos mediante el análisis de metáforas (Zaltman Metaphor Elicitation Technique) con el objeto de profundizar en el pensamiento inconsciente que luego motivaría la conducta. Otropartidario del análisis subconsciente y hasta subliminal del consumidor es el autor y consultor M. Lindstrom. Autor de ‘Buyology, la ciencia del shopping’, una obra que lo hizo muy popular, también procura observar la actividad neuronal de los consumidores y en función a ello concluir como las comunicaciones de marketing tiene efectos psicológicos y conductuales. Leí ambos libros cuando fueron publicados y no puedo negar que ambas propuestas originaban una reminiscencia a escuelas psicológicas que no avanzaron en la historia debido a su imposibilidad de comprobar su validez y eficacia. Me refiero a las psicodinámicas (con la freudiana como origen) y en el caso de Lindstrom al conductismo de Watson (mediante el cual se explicaba la conducta de un organismo mediante una lógica de estímulo-respuesta). Para situar las ideas del neuromarketing aún más en contexto me parece oportuno revisar algunas premisas. Por una parte, si bien la neurociencia revela algunas de las más importantes condiciones necesarias para el comportamiento y la conciencia del sujeto, no parece proveer una explicación satisfactoria sobre qué condiciones son las suficientes para el comportamiento y la conciencia de la persona. Por ese motivo, cuando se observa actividad o estructuras inusuales en el cerebro la tendencia natural es atribuirles una causa, no obstante son numerosos y complejos los factores que intervienen en un proceso cerebral como para cerrar la causalidad. Parece importante no perder de vista que la actividad en el cerebro no es necesariamente equivalente a la preferencia real del consumidor: puedo ver un anuncio, involucrarme en el y no necesariamente originar una predisposición a la compra. Es decir que la actividad cerebral no es un factor predictivo de cambio de comportamiento. Sin embargo sucede que en algunos estudios y prácticas profesionales se encuentra la idea generalizada pero al parecer errónea de que la neurociencia otorgase la facultad de modificar variables como actitudes y comportamiento, una práctica que sería mejor denominada como neurocientificismo. Las disquisiciones en psicología entre mente y cerebro son de larga data y difíciles de conciliar. No obstante se observa una tendencia en las corrientes de neuromarketing de reducir al sujeto a la mera actividad neuronal, bajo el supuesto de que el comportamiento humano puede ser explicado en función a transmisiones neuroquímicas. No niego que investigaciones y práctica realizadas en neurociencia sean de interés y que estas tengan la posibilidad de explicar mejor aspectos de la psicología humana relacionada con el consumo y consecuentemente las prácticas de comunicación y marketing. Sin embargo no observo suficiente evidencia para afirmar que éstas sean definitivas para explicar la conducta y tampoco tengan la capacidad de conducir las decisiones de un consumidor libre. [volver al índice] ….. Cuando un “me gusta” puede alterar la compra A inicios de mes un estudio realizado por la Escuela de Administración de Negocios de la Universidad de Miami y dos empresas privadas, una de investigación de mercados, Empirical Research, y el blog digital de modas StyleCast, concluyó que la exposición de los iconos de redes sociales en las páginas de internet de las tiendas aumentaba la probabilidad de que los consumidores compraran algunos productos y dejaran de adquirir otros.Los pequeños botones como "me gusta" de Facebook o el destinado a compartir información mediante Twitter en las páginas de retail fueron el tipo de estímulo que se analizó entre 200 sujetos quienes participaron en esta investigación sobre los hábitos y conducta de compra en-línea.El estudio encontró suficiente evidencia para afirmar que cuando los consumidores son expuestos a un icono de la naturaleza de los Facebook que permiten compartir la información de su potencial compra con otras personas y que se encuentra visualmente cerca de un producto que pueda avergonzarlos o hacerlos experimentar inseguridad (por ejemplo una prenda de ropa interior para dar forma a la figura, o productos para el acné, etc.) reducía en un 25% la disposición de compra de esos productos.�� Por otro lado el estudio también evidenció el efecto contrario. Los consumidores que vieron el icono “me gusta” o similares cercano a productos con los que se sentían confortables o que afirmaban su imagen (por ejemplo ropa deportiva femenina o perfumes para hombre), fueron significativamente más propensos a la compra. Los sujetos mostraron una predisposición superior al otro grupo, también en una proporción de 25%, cifra significativa para una conducta de consumo.Estas observaciones de la intención de compra surgieron independientemente de si la gente recordaba haber visto en la pantalla los iconos de los medios sociales durante su proceso de compra. Esto sugiere que estos símbolos han ingresado en la memoria y pueden participar en los procesos cognitivos de compra a un grado pre-atencional, es decir en ausencia de percepción. De esta manera parecen tener la posibilidad de influir en las decisiones de compra a niveles más sutiles, donde la conciencia participa con menor actividad, también denominados niveles periféricos de procesamiento de información.La explicación que dieron los investigadores del equipo conformado por académicos y gente de la industria es que la simple presencia de iconos de redes sociales en una página web en la que el individuo va de compras parece hacerlo sentir como si su elección estuviera siendo en cierto modo observada por los miembros de su red social o bien expuesta a otros individuos, motivo por el cual ajustan sus decisiones en concordancia con su percepción del parecer de esas terceras personas.En último término el fenómeno que subyace es el de disonancia cognitiva, propuesto y largamente reportado por el psicólogo social L. Festiger a mediados del siglo pasado. En breve su principio postula queEl individuo experimenta incomodidad cuando se enfrenta a construcciones cognitivas (por ejemplo, las ideas, creencias, valores, las reacciones emocionales) que se hayan en conflicto o son opuestas de forma simultánea. Bajo esta lógica es natural que en un estado de disonancia, el sujeto puede sentir sorpresa, miedo, culpa o vergüenza, y que este procure evitar la incomodidad y busque alinear y hacer concordantes los fenómenos a los que enfrenta con sus pensamientos, creencias y emociones. Este efecto se evidencia con mayor claridad cuando se estudia manifestaciones propias de psicología social. Por ello el caso de compras en línea y la ilusión de ser visto o compartir la información con otras personas solo por la presencia de iconos como el de Facebook resulta interesante, pues el riego social es una variable moduladora importante en la dinámica de decisión de compra. A ello cabe agregar que StyleCast, empresa que participó en el estudio, es un website que permite a los consumidores compartir sus propios estilos de formas de vestir, a modo de comunidad social de modas y tendencias, espacio idóneo para la expresión de la auto-imagen, una realidad que naturalmente toda persona procura resguardar. Interesante efecto para los retailers que empiezan a dar mayor fuerza a sus tiendas virtuales. [volver al índice] ….. Sabores congruentes con las percepciones Quizá más de alguno ha participado alguna vez en un test denominado ‘prueba ciega’ de un producto. Se trata de un ejercicio simple, donde a un individuo se le presentan diferentes variedades de bienes de una misma categoría pero en ausencia de elementos que le permitan reconocer de qué marca son, su precio, punto de venta, etc.Se trata de una práctica común que permite conocer los niveles de conocimiento, pericia o experiencia, predisposición de compra y gusto de un consumidor cuando se enfrenta a un producto entre alternativas similares. Por ejemplo un estudio reciente) evidenció que un grupo de niños prefería y afirmaba que entre comidas y bebidas, idénticas entre sí pero que ello no sabía, las que se presentabanen cajas y envases de McDonald’s no solo eran más ricos sino que sabían a McDonald’s.�� En algunas oportunidades este efecto originado por las pruebas ciegas se utilizan como activaciones en vivo en puntos de venta o la vía pública, o filmadas como material para ser utilizado en piezas publicitarias. A mediados de los años ochenta en nuestro país fue famosa la campaña El Reto Pepsi, donde espontáneamente se reclutaba sujetos para que tomaran Pepsi y Coca Cola para luego decir cuál les gustaba más. Los resultados de quienes se inclinaban por Pepsi eran utilizados para el comercial y transmitidos.��Ejemplos más recientes han utilizado marcas de cerveza. Los estudios de percepción en pruebas ciegas de esta categoría de productos tienen la ventaja de encontrar un mayor número de marcas competidoras (no solo dos como las bebidas carbonatadas negras) de forma que el individuo se enfrenta a un esfuerzo perceptual más complejo y el resultado que se origina y observa tras la prueba es más próxima a un escenario natural de compra.Desde inicios de los años sesenta investigaciones permitieron identificar la existencia del influjo de las percepciones y creencias de cada persona en sus preferencias de compra, en particular cuando con bienes alimenticios y bebidas.�� En el estudio clásico de Allison & Uhl, los autores advirtieron que la preferencia de los consumidores de una conocida marca de cerveza norteamericana incrementaba significativamente la percepción del sabor y preferencia cuando esta podía ser identificada en comparación con la condición de evaluación a ciegas. Quizá el caso no experimental más famoso donde se observa este efecto sea cuando Coca Cola decidió cambiar el sabor de la bebida a inicios de los años ochenta, fundando su decisión en la evidencia de pruebas ciegas de que los consumidores preferían ese sabor. Al enterarse de ello, y a pesar de la evidencia manifestada en los estudios de mercado realizados previamente, los consumidores mostraron su descontento.La explicación detrás del fenómeno es que la vinculación emocional de los individuos hacia la marca fue subestimada, y que existen casos como el descrito donde la experiencia del mejor sabor es subjetivamente experimentada como peor, desestimado el sabor objetivamente superior de acuerdo con lo reportado ciegamente por los mismos sujetos. La vinculación emocional permite que las marcas gocen en un alto grado de familiar de marca y que los consumidores las aprecien y se encuentren predispuestos a comprarlas por reconocer en ellas su alta calidad, que sean de fácil reconocimiento, las asociaciones y experiencias positivas o características y relevantes al sujeto. Esta explicación por familiaridad de marca se halla ampliamente reportada por distintas investigaciones.Sin embargo estudios más recientes han identificado una variable distinta a la familiaridad que también participa en la percepción de sabor y la consecuente preferencia del consumidor. Se trata de la explicación basada en la Congruencia/Incongruencia del sistema de valor y simbología de marca percibida por el consumidor. Esta contempla sus sistemas de creencias hacia fenómenos como el medioambiente, la preocupación por las comidas orgánicas o más naturales, la propia imagen y la forma en que el individuo quiera proyectarla a otros.�� La comparación de las dos aproximaciones (familiaridad y Congruencia/Incongruencia del sistema de valor y simbología de marca) es tratada en un interesante artículo publicado en el Journal of Consumer Behaviour de inicios de este año. La propuesta de los autores es que, si bien ambas dinámicas participan en la percepción de sabor y preferencia de las personas, lo hacen de forma independiente pero interrelacionada. Por ejemplo los factores de valor y simbología no necesariamente aumentan la familiaridad hacia una marca, pero sí pueden intervenir y mostrar elementos de la marca que son incongruentes con los sistemas de creencias del consumidor.�� La evidencia del efecto que originan las creencias en la percepción final se encuentra muy documentada. De ahí que sea conveniente poner en práctica ambas aproximaciones (familiaridad y Congruencia/Incongruencia del valor y simbología de marca), y que las marcas de alimentos se encuentren alineadas con los valores centrales de sus clientes actuales y potenciales clave. [volver al índice] ….. Cuando un 5 no es igual a otro 5 Uno de los temas que me resulta más interesantes de estudiar es el comportamiento de las personas en función al precio de los bienes. Este no es primer post que escribo sobre ello y dudo que sea el último, no sólo por mi interés sino principalmente por la cantidad de investigaciones que existen al respecto.El precio es una variable de múltiple significación para el consumidor: le transmite seguridad respecto al producto cuando compra algo vendido a un precio más alto que el resto de alternativas, también le permite pronosticar la calidad del bien cuando aún no lo conoce porque no lo ha experimentado antes, puede convertir un producto de manufactura en un producto de deseo cuando se trata de bienes con los que quiere expresar su personalidad como la ropa.�� El precio, una cifra adjunta al producto, ofrece una amplia plataforma para la gestión de la marca, para el diálogo y pacto de la misma con sus compradores. En esta oportunidad comparto una de las manifestaciones de esta relación, la de percepciones de gasto o ahorro en la forma en cómo el precio es presentado en conjunto con en bien en venta.Investigaciones realizadas por analistas del comportamiento y los precios ya han determinado que es bastante más efectivo colocar la cifra en ausencia del signo de la moneda de país. (La mayoría de los estudios lo han determinado dejando de colocar el icónico símbolo de $ al lado del monto por haber sido realizados en los Estados Unidos). La explicación subyacente es que ver el símbolo de dinero detona de forma automática la idea de gasto y por disminución de dinero, lo cual origina una tensión que de ordinario sucede por debajo del nivel perceptual y sin embargo disminuye la predisposición a la compra del individuo.�� Investigadores de la Universidad de Cornell diseñaron un sencillo experimento para observar este efecto, y lo aplicaron en un café en una ciudad del estado de Nueva York. Para efectos del experimento el restaurante ofreció a sus clientes tres tipos de cartas con el menú. La primera tenía en símbolo de dólar impreso al lado de los precios expresados en números; la segunda exponía el solo el precio como de forma numérica; la tercera carta presentaba el precio antecedido por la palabra ‘dólares’.�� En los resultados se observó que las personas quienes elegían a partir de las cartas que sólo presentaban los precios como 5.00 tendían a consumir y gastar más en el café en comparación con los otros grupos que se enfrentaban a $5.00 o la palabra ‘dólar’, evidencia que les permitió corroborar nuevamente que la constitución de percepciones mentales cercanas al concepto dinero originan una reacción de protección del mismo. Este efecto concuerda con el sesgo de Aversión a la Pérdida, reportado y ampliamente demostrado por los psicólogos D. Kahneman y A. Tversky, el cual sostiene que las personas tendemos a preferir las situaciones que nos aseguran no perder ante aquellas que presentan opciones donde es posible obtener una ganancia.�� Es decir que psicológicamente $5.00 no es lo mismo que 5.00 cuando se vende un producto. Quizá nunca nos hayamos detenido a observar si en la carta de los restaurantes nos ponen el signo de Sol antes, pero todos experimentamos la presentación de precios .99. Steve Jobs revolucionó la industria de la música vendiendo canciones individuales a ese precio en lugar de a $1.00 en la tienda digital iTunes de Apple. La explicación subyacente a este fenómeno perceptual es la misma: la mente tiende a leer y percibir las cifras de distinto modo cuando ve el .99 igual que cuando ve el símbolo $. Es decir que $4.99 se codifica como más cercanoa cuatro que a cinco. Siguiendo la lógica del resultado de estos hallazgos, quizá el consumidor gaste aún más si el precio se le presenta como 4.99 en lugar de 5.00. Sería interesante un nuevo estudio con cuatro cartas de menú en el restaurante, donde se incluya esta última opción. [volver al índice] ….. La memoria del gusto �Uno de los temas que más interés causaba al novelista Marcel Proust era la relación entre el tiempo y la memoria. En un de las novelas que forma parte de a colección ‘En busca del tiempo perdido’, el narrador cuenta el momento en que se acerca la taza de té para tomar un poco, infusión donde había antes mojado un pequeño bizcocho. En el preciso instante en que lo hacía sintió como un temblor le recorría el cuerpo, por lo que se detuvo a experimentar la vivencia que estaba experimentado, el gozo que sabía se encontraba vinculado al té y al bizcocho pero no exactamente de qué manera. “El sabor era el de un bizcocho tomado el domingo en la mañana en Combray (pueblo al norte de Francia) que mi tía Leonie usualmente me invitaba y que ella antes mojaba en su propia taza de tilo”.�� Es un acuerdo que a través de la memoria retenemos los olores. Y pasajes como el de la novela de Proust, recurrentes en las obras del autor francés, han sido estudiadas como experiencias naturales en los individuos por distintos estudios de psicología, en particular los que versan sobre la memoria y los procesos de rememoración. Los investigadores han determinado en distintas oportunidades el hecho de que objetos o sucesos despiertan recuerdos particulares, que han quedado registrados por asociación en la mente y el cerebro.Estudios realizados en el Monell Chemical Senses Center en Philadelphia evidenciaron que vincular un evento desagradable con un objeto era más rápido si lo desagradable era un olor (en comparación, por ejemplo, con un ligero dolor). Reportes como este evidencian la fuerza del olor en el proceso de aprendizaje y valoración de objetos así como su almacenamiento y rememoración posterior.Estos recuerdos que vinculan olfato y sabor, especialmente de alimentos, dependen especialmente del olor y usualmente tienen un alto componente emocional. Cierta parte de este aprendizaje que queda registrado en la memoria se remonta hasta cuando la persona se encuentra en el vientre materno, donde percibe y retiene los gustos de ella a través del líquido amniótico.El ‘gusto’, como la experiencia descrita por Proust o la propia experiencia de tomar un café caliente por la mañana o las hamburguesas y papas fritas en una cadena de comida rápida, sucede cuando se suman el sabor y el olor. De hecho técnicamente el sabor sólo involucra los receptores que se encuentran en la lengua y distinguen lo dulce, ácido o salado. Por otra parte lo que denominamos ‘gusto’ es una experiencia completa en torno a un objeto.�� Este suceso en el que participan el olor y el sabor para originar una experiencia en torno a un objeto es extensivo también a las marcas. Es común encontrar conductas de consumidores que ya han conformado un vínculo entre el olor y un fenómeno o vivencia particular. Al tratarse de un fenómeno de aprendizaje, este tiene componentes propios de la memoria de largo y corto plazo – una marca favorita que se usa hace años, el olor a una tienda que trae a colación recuerdos de niñez o de navidad, la colonia que utiliza o utilizaba alguien apreciado, entre otros.La naturaleza emocional y cognitiva del olor en el sujeto presenta una oportunidad para desarrollar un vínculo experiencial con las marcas. Como en la narración de Proust los recuerdos que traía a colación el bizcocho y la taza de té en un domingo en Combray, puede suceder con diversos productos y servicios.Desde la década de los sesenta algunas tiendas por departamento colocaban odorizadores en los sistemas de ventilación, con el objeto originar una experiencia agradable y vincular el olor con el establecimiento. Otros puntos de venta han eliminado su olor natural para hacerse más amigables con el propio consumidor, como muchas cadenas de las gasolineras, las cuales no tienen el característico olor a gasolina de forma que pueden presentarse como lugares de servicio, realidad que ante el olor a gasolina hubiera sido más complicado debido al fuerte vínculo mental unívoco entre gasolina y automóvil.�� El campo del olor no queda relegado a los productos cosméticos, y mucho menos sólo a los perfumes. La complejidad de la experiencia del ‘gusto’ y el olfato crea un marco para la gestión de experiencia de la marca amplio e interesante por su impacto emocional y aferramiento positivo la memoria de los sujetos, variable que favorece su predisposición a la compra. [volver al índice] ….. Decisiones tomadas con natural imperfección Uno de mis temas de interés es la toma de decisión de compra, de modo que constantemente ‘escaneo’ la literatura disponible sobre este campo. Hace un tiempo leí la obra de un psicólogo dedicada a exponer los errores comunes que las personas cometemos al tomar decisiones, juzgar o sostener creencias. El título es ‘How We Know What Isn't So’ y el autor Thomas Gilovich. No es nueva, la publicó en 1993, sin embargo su contenido no ha perdido una pizca de actualidad. El libro es un aporte a la divulgación de una de las principales bases conceptuales de la economía comportamental (behavioral economics), fundada por D. Kahneman a mediados del siglo pasado, y con ello a las ciencias sociales en general – su utilidad para las comunicaciones de marketing radica en las explicaciones que entrega sobre las tomas de decisiones.Gilovich, profesor de psicología de la Universidad de Cornell, hace un recorrido por pequeñas distorsiones cognitivas de la realidad que los individuos realizamos, y que no son producto de la estupidez o de desorden, sino connaturales a la persona. Desde un inicio el científico afirma que los sesgos cognitivos son imperfecciones en el procesamiento de información, y los sostenemos porque son consistentes ante la evidencia disponible en el momento. Un ejercicio de traducción de la obra puede ser ‘Cómo saber lo que no es así’, aunque no es preciso, pues el autor hace un juego de palabras en inglés. Sin embargo, el subtítulo salva la situación y describe mejor el contenido: ‘la falilibilidad de la razón humana en la vida cotidiana’. Ese es precisamente uno de los elementos que fundan la economía comportamental: argumentar contra los postulados de la economía que proponen que la toma de decisiones es ordinariamente racional. Así, al consumidor procurar la consecución de la utilidad, la consecuencia de ese proceso disuelve la posibilidad de cometer errores cuando decide. �� El autor desarticula, con detalle, orden y esgrimiendo los estudios de psicología apropiados, numerosos sistemas de creencias, juicios y racionamientos sobre los cuales nos movemos y funcionamos en el día a día sin tener consciencia de ello.Los primeros capítulos son particularmente interesantes y cautivadores, no sólo por el interés del cuerpo de conocimiento sino por la riqueza de sus ejemplos, los que reflejan el actuar corriente del lector (académico o profano).Por ejemplo, uno de éstos lo dedica a la tendencia psicológica de observar patrones causales donde en realidad sólo hay vaguedad y aleatoriedad. Por ejemplo, creencias categórico- generales que toda comida picante causará acidez, que los perros negros más son propensos a atacar que los de pelaje claro, o que toda persona con mala caligrafía es desordenada, o que todas las personas que tienen aspecto de bibliotecaria deben serlo (de hecho, algún fenómeno debe originado ese estereotipo). �En el 2007, en una entrevista realizada en la Universidad de Berkeley, D. Kahneman sostuvo que la mente era una máquina en constante esfuerzo por buscar el sentido y causa de las cosas – que buscaba tener razones para hallarse confortable. Esta clase de juicios es un ejemplo de ello, donde esperamos de forma errónea atribuir causas a efectos dispersos basándonos en atributos similaresentre ellos. En capítulos posteriores, Gilovich describe uno de los sesgos cognitivos más comunes: el impacto que tiene la información poco representativa o incompleta en la confirmación de un dato o suceso. Se trata de los típicos casos que se resumen en frases como “yo conozco alguien a quien le pasó”, “eso sucede en cada momento”, “un amigo me lo contó”, “se lo escuché a alguien en la oficina”, “lo vi en televisión”. �� Si se somete a un escrutinio estadístico, toda esta información sería desaprobada por ser carecer de fuerza o evidencia suficiente. Y sin embargo mantenemos un buen número de creencias que no exigen examen previo para subsistir. El psicólogo dedica una sección de su libro para exponer el fenómeno de la natural tendencia humana a buscar datos auto-confimatorios: forma mediante la cual el individuo reafirma y justifica sus sistemas de creencias. Es lo que explica frases como “yo sabía que sucedería”, cuando en realidad la persona carecía de datos objetivos e insuficientes para sostener un predicción. Este efecto se denomina ‘profecías que se cumplen a sí mismas’, a las que el autor también dedica espacio. ��Este aspecto redaccional es uno de los puntos fuertes de la obra: el autor hilvana diversos formatos de sesgos cognitivos, utilizando su trasfondo conceptual común, al tiempo que los ilustra con ejemplos cercanos a lo cotidiano.Por ejemplo, Gilovich destina varias páginas a otro fallo común, la tendencia a ver lo que uno espera ver, técnicamente denominados efectos confirmatorios o no-confirmatorios. El psicólogo presenta modelos de comportamiento prototípicos que ilustran este fenómeno, como la tendencia a recordar mejor la información que refuerza nuestras creencias en contraste con aquella data que las contradice. Hacia la mitad de su obra explica el efecto placebo que este sesgo ejerce, y se manifiesta en ciertas prácticas de medicina naturista o chamanería.Uno de los fenómenos más interesantes que se exponen es el llamado Asimetría Hedónica. Cuando estamos apurados y tratamos de abrir un cajón parece que nunca acertamos con la llave correcta. “!Siempre tomo la llave equivocada!”. Un análisis cuantitativo de la apertura de ese mismo cajón en distintas oportunidades probablemente indicaría un bajo nivel de error en la elección de llaves, pero la tensión del momento originada por la prisa magnifica la frustración de la experiencia. En apariencia siempre se toma la llave equivocada, pero el día a no corrobora esa afirmación, y además pasa desapercibido con lo cual no refuerza la frustrante experiencia. �� La Asimetría Hedónica es el mismo efecto que explica la experiencia universal “¡siempre supe donde estaba esa taza hasta hoy que la necesito, ya no la encuentro!”: la exigencia de la necesidad e inmediatez magnifica y dramatiza la ausencia del objeto. Eso es una distorsión cognitiva (bias) producida por breves imperfecciones en el procesamiento de información.Gilovich el mérito de haber redactado un libro divulgativo que no deja de ser científico, dado que no claudica en la precisión de la terminología que utiliza, ni en la descripción de las distintas metodologías y referencias citadas a lo largo de su obra. Un equilibrio que requiere destreza en la exposición y manejo del campo de conocimiento. [volver al índice] ….. Uno no se comporta igual cuando es ‘consumidor’ que cuando es ‘individuo’ La frase ‘el dinero no compra la felicidad’ es un lugar común y hasta ha sido usada en campañas publicitarias. Un estudio reciente demuestra que además del dinero la cultura y comportamiento consumerista, es decir el ánimo constante por adquirir o renovar bienes, tampoco lo logra. Estudios ya han reportado que las personas que centran su bienestar o felicidad en la compra, riqueza o status manifiestan eventualmente mayor niveles de depresión, ansiedad y son menos sociables que otros sujetos. Galen Bodenhausen, profesor de psicología y marketing en la prestigiosa escuela de negocios Kellogg de la Universidad de Northwestern con un grupo de colegas realizó recientemente una investigación al respecto que, además de reafirmar dichos resultados y otro también interesante: el efecto de la mentalidad materialista o consumerista no es solo un problema personal sino que también tiene influencia del entorno. El estudio de Bodenhausen se centró en la tendencia denominada consumerista, término que se utiliza para designar la práctica de acumulación o compra de bienes y servicios no esenciales, así como el fomento de basar el status y prestigio dentro de un colectivo social en función a la adquisición competitiva de riqueza o bienes. El consumismo es un estilo cognitivo y comportamental muy extendido en la sociedad occidental. La investigación evidenció que, independientemente de la personalidad de cada sujeto, aquellas situaciones que activan un modo de pensar consumerista no facilitan la corrección de las actitudes o patrones comportamentales de las personas que con afectos negativos personales o sociales. En el primer experimento enfrentó a un grupo de estudiantes universitarios a un conjunto de productos y bienes de lujo, acompañados de palabras y conceptos que motivaban el consumismo. Otro grupo fue expuesto a bien de consumo estándar y palabras neutras. Posteriormente se les aplicó una serie de encuestas donde se evidenció un mayor índice de ansiedad, inquietud y síntomas de depresión, así como interés disminuido a participar de actividades sociales como fiestas o reuniones y búsqueda de conductas de carácter solitario, en comparación con el grupo que no estuvo afecto a la estimulación de consumo. En un segundo experimento, los investigadores de Northwestern diseñaron unos cuestionarios que dos grupos de participantes debían completar. En un conjunto de cuestionarios se hacía referencia a los individuos como ‘individuos’ y en otro conjunto como ‘consumidores’. En la primera parte de este experimento cada grupo de participantes debía responder a los cuestionarios vinculando distintas palabras, algunas vinculadas con conceptos de orden materialista o consumerista (riqueza, poder) y otras más neutras (sencillez, disciplina), consigo mismo. Quienes se les presentó el cuestionario utilizando el término ‘consumidor’ aproximaron más rápidamente aquellas palabras que reflejaban valores materialistas. En la segunda parte de este experimento, presentó a los participantes una hipotética escasez de agua y un pozo compartido por cuatro personas, incluidos ellos mismos. Los usuarios de agua fueron nuevamente calificados como ‘consumidores’ o ‘individuos’. Los "consumidores" se calificaron como menos confiables ante los demás para conservar el agua, más individualistas y menos dispuestos a colaborar con los demás para hacer frente a la hipotética crisis. Ante la calificación o auto-comprensión como consumidor o mentalidad consumerista, las investigaciones evidenciaron que las personas no se unen sino que por el contrario, se dividen. Los autores advirtieron el uso que la industria, los medios y la propia opinión pública dan al término ‘consumidor’. En muchos casos se ha vuelto sinónimo de sujeto, individuo, ciudadano o hasta hombre o mujer. El consumerismo lleva consigo el riesgo de comprendernos como individuos-con- capacidad-de-compra, y no necesariamente como personas, cuando distinciones semánticas sutiles como esta pueden tener repercusiones posteriores y inhibir una comprensión correcta del comportamiento de compra de las personas, al medir o estudiar sus actitudes, conducta y tomas de decisión. [volver al índice] ….. Asimetría entre la cantidad de información y la calidad de las decisiones Hace una semana fue la ceremonia de apertura del año académico en la Universidad de Piura, institución donde realizo mis investigaciones y dicto clases. Cada año en la lección inaugural expone un invitado distinto, en esta oportunidad fue el Dr. A. Meisen, investigador canadiense de larga trayectoria en temas científicos y cuyos intereses actuales se enfocanen cómo la tecnología tendrá un impacto en desarrollo económico futuro.Durante su lectura, titulada ‘El futuro: una guía para las acciones presentes’, una de las ideas que sacó a colación me pareció particularmente interesante. En un momento de la exposición, mientras hablaba de las tecnologías de la comunicación y su impacto en la sociedad durante la última década, señaló la ausencia de correlación entre la cantidad de información disponible y su utilidad, o más precisamente, la maximización de su utilidad.Es decir, tener acceso a grandes volúmenes de información no logrará que las personas nos hallemos mejor informadas, seamos más cultas o tomemos mejores decisiones en las distintas dimensiones de la vida. Por el contrario –ya no son reflexiones de Meisen– la facilidad de acceso y disponibilidad de ingentes cantidades de información puede originar una interrupción o bloqueo en los procesos cognitivos.�� En el plano de la psicología del consumo este fenómeno, que podemos describir como asimetría entre la cantidad de información y la calidad de las decisiones de compra, se observa en diversas categorías. Particularmente aquellas donde los productos son por naturaleza de baja relevancia como los bienes de consumo masivo o rápida rotación: cepillos dentales, desodorantes, lejía, jabones, bebidas carbonatadas, galletas y golosinas entre otros.En la sociedad de la información al consumidor no sólo se le oferta un bien, sino una serie de componentes que lo acompañan y uno de ellos es acceso a datos sobre el producto. No sólo aquellos controlados por la marca fabricante, sino la generada por los propios individuos en foros o comentarios en redes sociales. Es evidente que internet se presenta como la vía principal para la entrega de este volumen de data así como el manejo que los sujetos consumidores hacen con ella. Por ejemplo no son pocas las marcas de rápida rotación que cuentan con fan pages en internet, como el detergente Ariel o los productos para cuidado de la piel dirigidos a jóvenes Clean & Clear, o servicios de otra naturaleza como la tarjeta de crédito MasterCard.�� Distintos estudios evidencian que cuando el número de opciones de compra, o su equivalente en cantidad de información, es muy alto, no se observa que la persona pueda o tenga el ánimo o interés de procesar toda información ofrecida. En algunas oportunidades puede hasta originar una tensión y la sensación final de no haber realizado la elección de adecuada luego de haberse enfrentado a tantas ofertas o tanta información que no fue atendida.No sugiero que se practique el silencio en las comunicaciones de marketing, por el simple principio de que si no hablo la marca su competencia sí lo hará y esa acción tendrá una repercusión en el sistema actitudinal y su posicionamiento. La propuesta se enfoca hacia una administración dosificada de la información, en cuanto a la cantidad y su calidad, de forma que sea una variable a favor de la toma de decisiones y relación entre la marca y el individuo.�� El consumidor atenderá la data si la aprecia porque le aporta un beneficio, si satisface una necesidad. En la gestión de las relaciones con los clientes o prospectos parece oportuno atender (1) la relevancia de la información ante la realidad de la persona, (2) la dosificación en las entregas y (3) los lapsos temporales con se hace la entrega de información de marca por los diversos canales, para evitar la saturación cognitiva y un rebote negativo en las actitudes y conducta de los individuos. Asimetría entre la cantidad de información y la calidad de las decisionesHace una semana fue la ceremonia de apertura del año académico en la Universidad de Piura, institución donde realizo mis investigaciones y dicto clases. Cada año en la lección inaugural expone un invitado distinto, en esta oportunidad fue el Dr. A. Meisen, investigador canadiense de larga trayectoria en temas científicos y cuyos intereses actuales se enfocan en cómo la tecnología tendrá un impacto en desarrollo económico futuro.Durante su lectura, titulada ‘El futuro: una guía para las acciones presentes’, una de las ideas que sacó a colación me pareció particularmente interesante. En un momento de la exposición, mientras hablaba de las tecnologías de la comunicación y su impacto en la sociedad durante la última década, señaló la ausencia de correlación entre la cantidad de información disponible y su utilidad, o más precisamente, la maximización de su utilidad.�� Es decir, tener acceso a grandes volúmenes de información no logrará que las personas nos hallemos mejor informadas, seamos más cultas o tomemos mejores decisiones en las distintas dimensiones de la vida. Por el contrario –ya no son reflexiones de Meisen– la facilidad de acceso y disponibilidad de ingentes cantidades de información puede originar una interrupción o bloqueo en los procesos cognitivos.En el plano de la psicología del consumo este fenómeno, que podemos describir como asimetría entre la cantidad de información y la calidad de las decisiones de compra, se observa en diversas categorías. Particularmente aquellas donde los productos son por naturaleza de baja relevancia como los bienes de consumo masivo o rápida rotación: cepillos dentales, desodorantes, lejía, jabones, bebidas carbonatadas, galletas y golosinas entre otros.En la sociedad de la información al consumidor no sólo se le oferta un bien, sino una serie de componentes que lo acompañan y uno de ellos es acceso a datos sobre el producto. No sólo aquellos controlados por la marca fabricante, sino la generada por los propios individuos en foros o comentarios en redes sociales. Es evidente que internet se presenta como la vía principal para la entrega de este volumen de data así como el manejo que los sujetos consumidores hacen con ella. Por ejemplo no son pocas las marcas de rápida rotación que cuentan con fan pages en internet, como el detergente Ariel o los productos para cuidado de la piel dirigidos a jóvenes Clean & Clear, o servicios de otra naturaleza como la tarjeta de crédito MasterCard.Distintos estudios evidencian que cuando el número de opciones de compra, o su equivalente en cantidad de información, es muy alto, no se observa que la persona pueda o tenga el ánimo o interés de procesar toda información ofrecida. En algunas oportunidades puede hasta originar una tensión y la sensación final de no haber realizado la elección de adecuada luego de haberse enfrentado a tantas ofertas o tanta información que no fue atendida.�� No sugiero que se practique el silencio en las comunicaciones de marketing, por el simple principio de que si no hablo la marca su competencia sí lo hará y esa acción tendrá una repercusión en el sistema actitudinal y su posicionamiento. La propuesta se enfoca hacia una administración dosificada de la información, en cuanto a la cantidad y su calidad, de forma que sea una variable a favor de la toma de decisiones y relación entre la marca y el individuo.El consumidor atenderá la data si la aprecia porque le aporta un beneficio, si satisface una necesidad. En la gestión de las relaciones con los clientes o prospectos parece oportuno atender (1) la relevancia de la información ante la realidad de la persona, (2) la dosificación en las entregas y (3) los lapsos temporales con se hace la entrega de información de marca por los diversos canales, para evitar la saturación cognitiva y un rebote negativo en las actitudes y conducta de los individuos. [volver al índice] ….. Un comprador relajado evalúa los precios de diferente manera En uno de los últimos números del Journal of Marketing los investigadores Michel T. Pham, Iris W. Hung y Gerald J. Gorn publicaron un artículo (Relaxation Increases Monetary Valuations) donde argumentaban que el estado de relajación de una persona y su relación en cuanto a la valoración monetaria que otorgan a diferentes productos y servicios. Este intrigante fenómeno en la conducta fue reporta a lo largo de seis experimentos que realizaron con distintos tipos de productos. En
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