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Filosofia e História da Biologia, v. 8, n. 2, p. 341-359, 2013. 341 
La utilidad de las flores: el movimiento del diseño 
inteligente y la biología contemporánea 
Santiago Ginnobili * 
 
Resumen: Existe una tensión entre pretender aplicar una teoría científica 
genuina del diseño inteligente en general al caso de los organismos vivos y 
defender, al mismo tiempo, una posición minimalista al respecto del diseño 
inteligente en la que no se afirma nada al respecto de los objetivos ni la natu-
raleza del diseñador. Para que el argumento del diseño tenga la fuerza pre-
tendida, debería establecer la identidad del diseñador y sus objetivos. Por 
otra parte una teoría del diseño inteligente que acuda a un diseñador con un 
plan general de creación, como la presupuesta por los teólogos naturales del 
siglo XIX, es incompatible con grandes porciones de la biología funcional 
contemporánea. 
Palabras clave: biología funcional; Darwin, Charles; diseño inteligente 
The use of flowers: the intelligent design movement and contempo-
rary biology 
Abstract: There is some tension between attempting to apply a genuine 
general scientific theory of intelligent design to the origin of living beings, 
altogether with holding a minimalistic version of intelligent design in which 
nothing is said about the aims and nature of the designer. In order to pre-
serve the alleged force of the argument of design it will be necessary to ex-
plicitly state the designer identity and his aims. On the other hand, a theory 
of design that appeals to a designer with a general creation plan, in the nine-
teenth century natural theologists way, is incompatible with large portions of 
contemporary functional biology. 
Key-words: functional biology; Darwin, Charles; intelligent design 
 
* Universidad Nacional de Quilmes, Universidad de Buenos Aires, Consejo Nacional 
de Investigación Científicas y Técnicas. Instituto de Estudios Sobre la Ciencia y la 
Tecnología, Universidad Nacional de Quilmes. Roque Sáenz Peña 352, Bernal, Bue-
nos Aires, Argentina, B1876BXD. E-mail: santi75@gmail.com 
 
 342 
 
1 INTRODUCCIÓN 
Asumamos el marco y los motivos kuhnianos brevemente. Los 
paradigmas dominantes son implacables con todo nuevo enfoque 
incompatible con el conjunto de supuestos compartidos por la co-
munidad de pares. Aunque dicha implacabilidad ya no asume la forma 
de la hoguera, no habría criterio más valioso para la administración de 
la ciencia que aquél que nos permitiera distinguir, entre el fango de 
los enfoques alternativos, a la ciencia extraordinaria, fuente de nuevos 
paradigmas superadores. En tanto no poseamos este criterio, y podría 
haber razones para pensar no es asequible, no nos queda más que 
confiar en los sistemas evaluativos de las instituciones científicas. De 
todos modos, me atrevo a afirmar, que acaso si en este momento 
tales instituciones están cometiendo el error de no tratar seriamente a 
un programa prometedor de ciencia extraordinaria, no es esto lo que 
ocurre con el supuesto programa de diseño inteligente (DI en adelan-
te) de los organismos vivos. Sería sencillamente ingenuo considerar a 
Behe y a Dembsky como los nuevos Galileos. Los tiempos que cor-
ren tampoco parecen ser un nuevo renacimiento (en este caso, de las 
ideas del medioevo). Considero que la razón por la que nadie está 
proponiendo, por ejemplo, enfoques aristotélicos en los que la funci-
onalidad biológica es intrínseca a las sustancias que componen el 
mundo, independientemente de la selección natural y también del DI, 
es que no existe ningún movimiento político sosteniendo económi-
camente investigaciones en el área. De haberlo, habría un tercer en-
foque en el debate a tomar en cuenta. Permítaseme aventurar que, en 
tanto filósofos de la ciencia, tampoco podríamos dar repuestas con-
clusivas ni criterios de demarcación efectivos para evitar los ataques 
neoaristotélicos al darwinismo. 
En consecuencia, no me dedicaré en este trabajo a responder críti-
cas al darwinismo de los proponentes y defensores del DI de los or-
ganismos vivos, ni a simular un criterio de demarcación que me per-
mita destruir al contendiente. El punto consistirá en señalar la tensión 
que existe entre pretender aplicar una teoría científica genuina del DI 
más general al caso de los organismos vivos y defender, al mismo 
tiempo, lo que voy a llamar en este trabajo una posición “minimalis-
 
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ta” al respecto del DI, en un sentido que aclararé más adelante, pero 
que, adelanto, tiene que ver con, por una parte, una teoría del DI que 
no afirme nada al respecto de los objetivos ni la naturaleza del di-
señador, y por otra, que pueda ingresar a la biología contemporánea 
sin causar grandes cambios en áreas de la disciplina que no lidian con 
el origen filogenético de los organismos y sus rasgos. 
La razón por la que creo que la tarea a realizar puede ser relevante 
consiste en que me permitirá explicitar algunas relaciones entre diver-
sas partes de la biología que no son consideradas habitualmente. En 
parte, la razón por la cual no se dan respuestas claras a las denuncias 
antidarwinistas del DI es que en el mismo seno de la biología se des-
conoce la importancia del darwinismo (como enfoque general, que 
abarca más cuestiones que la selección natural). Además, la discusión 
precedente puede permitir entender mejor los alcances de lo sosteni-
do por los defensores del DI y su supuesta independencia de enfo-
ques teológicos o creacionistas. Esto puede ser útil, no para afirmar 
que dichos enfoques son pseudocientíficos – nada hay de pseudocien-
tífico en sí mismo en la afirmación de hay o hubo un arquitecto del 
mundo o de la vida– pero sí para ciertas discusiones más terrenales 
que pueden afectar decisiones pragmáticas, por ejemplo, en juzgados 
u otras instituciones que tengan como un valor la secularidad. 
2 VERSIÓN MINIMALISTA DEL DISEÑO 
INTELIGENTE 
En su elocuente comentario a la sentencia dictada por el juez 
Overton en el juicio McLean v. Arkansas, Laudan sostiene: 
Si establecemos estándares muy débiles del estatus científico [...] en-
tonces sería muy sencillo para el Creacionismo calificar como “cientí-
fico”. (Laudan, 1982, p. 18) 
El tiempo ha mostrado que las preocupaciones de Laudan eran 
justificadas. Los defensores del DI de los organismos vivos han sabi-
do vestir sus posiciones de científicas, separadas e independientes de 
sus creencias religiosas (p.e. Behe, 2001; Dembski, 2004, pp. 24-47). 
La estrategia ha consistido en sostener que la capacidad de detectar 
DI y por lo tanto, la búsqueda de herramientas que nos permitan 
detectar objetos diseñados, es genuina y de hecho, interesante para 
 
 344 
otras áreas como el proyecto SETI de búsqueda de señales emitidas 
por organismos extraterrestres inteligentes, la arqueología, los estu-
dios forenses, etc (Dembski, 2004, p. 34). Por supuesto, los defenso-
res del DI dicen poseer criterios científicos para detectar objetos 
diseñados. Behe ha propuesto como método para dicha detección la 
“complejidad irreducible” (Behe, 1998), Dembski la “complejidad 
específica” (Dembski, 1998; 1999; 2002). No es mi intención discutir 
tales criterios en este trabajo – aunque sean de hecho discutibles (p.e. 
Wilkins e Elsberry, 2001; Blanco, 2007). Pero sí resulta importante 
distinguir estos criterios, que podrían ser como mucho diagnósticos o 
síntomas de objetos diseñados – porque la ciencia fáctica normalmen-
te no logra más que este tipo de criterios – de aquello que podríamos 
esperar de una aplicación adecuada y completa de una teoría del DI 
general. En qué consistiría esta teoría del DI general y cuáles serían 
los componentes de una explicación completa en base a esta teoría es 
lo que discutiré en la siguiente sección. 
3 LA TEORÍA DEL DISEÑO INTELIGENTE 
GENERALIZADA 
Parece que los científicos genuinamente utilizan inferencias que 
van de ciertascaracterísticas de ciertos objetos a la postulación de 
diseñadores. Los arqueólogos todo el tiempo infieren que ciertas 
piedras han sido talladas por diseñadores inteligentes. Es más, ciertos 
rasgos de ciertos organismos vivos han sido elaborados por diseñado-
res inteligentes, como el rasgo de la soja transgénica de ser resistente 
a cierta enfermedad. Los científicos detrás de SETI, en realidad, no 
constituyen un buen ejemplo, dado que sólo abrigan la esperanza de 
alguna vez recibir una señal diseñada que sea claramente distinguible 
del ruido de fondo, pero lamentablemente no lo han logrado. Es 
importante señalar, y esto es central en mi trabajo, que una cosa es 
tener la sospecha de que cierta señal podría ser diseñada y otra lo que 
se espera de una aplicación exitosa de una teoría que explica el origen 
de una señal a partir de un diseñador inteligente. Behe y Dembsky 
pretenden haber encontrado nuevas aplicaciones a esta teoría transdi-
ciplinar. 
Podemos pensar que la ley fundamental de la teoría del DI genera-
lizada afirma algo como lo que sigue: Si un sujeto con ciertos objeti-
 
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vos conscientes diseña un artefacto para satisfacer dichos objetivos, 
entonces, ese artefacto tendrá rasgos que cumplen con esos objetivos. 
La dirección del condicional refleja el salto abductivo necesario 
para postular diseñadores y postular los objetivos que persiguen. El 
argumento del diseño, viejo como la filosofía misma, justamente sigue 
esa dirección (Kant [1787], A 626; Paley, 1809; Hume [1779], 1980). 
La fuerza del argumento del diseño tal como era presentado, por 
ejemplo, por Paley, radica en que se sustenta sobre la aplicación de 
una teoría que todos aceptamos y que científicos de diversas áreas 
utilizan. 
Existe, sin embargo, una gran diferencia entre el modo en que los 
teólogos naturales del siglo XIX y los defensores del DI minimalista 
de los organismos vivos actuales apelan a dicho argumento. El argu-
mento del diseño, en los teólogos naturales y en la tradición filosófi-
ca, no sólo permitía inferir la existencia del creador sino también 
permitía conocer su mente, sus planes y sus objetivos. Si la presenta-
ción de la teoría del DI es adecuada, queda claro en qué sentido esto 
es posible. Las explicaciones en base a la teoría del DI generalizada 
sólo estarían completas si se postula dicho diseñador y sus objetivos 
conscientes. El DI de los teólogos naturales podría considerarse una 
especialización de esta ley fundamental que surge de la instanciación 
del concepto de diseñador en Dios – el concepto de diseñador puede 
especificarse en otras especializaciones en carpinteros, neandertales, 
extraterrestres, etc. – y la especificación de los objetivos conscientes 
del diseñador en los objetivos que perseguía Dios con el plan general 
de la creación. Para los teólogos naturales los organismos vivos eran 
artefactos y las funciones de sus rasgos dependían, justamente, de los 
objetivos conscientes que predicaban de la no tan inescrutable mente 
divina. La biología funcional de los teólogos naturales adquiría senti-
do extrínsecamente (a diferencia de la aristotélica) por el rol de los 
organismos en el plan general de la creación. 
El argumento del diseño tan efectivo en manos de los teólogos 
naturales, ¿puede presentarse del modo incompleto que pretenden los 
defensores del DI minimalista? Juguemos el juego de Paley, pero 
posdarwinianamente. Imaginemos que en uno de los viajes no tripu-
lados a Marte nos encontramos con un objeto que podría ser diseña-
do, pero no pensemos en un reloj, pensemos en algún tipo de panal, 
 
 346 
muy complejo, con partes coadaptadas entre sí, con figuras geométri-
cas, etc. Rápidamente nos convenceríamos por una inferencia a la 
mejor explicación que deseche causas naturales inanimadas de que 
tales objetos – si es que son ellos mismos inanimados – fueros elabo-
rados por algún tipo de ser vivo. ¿Pero catalogaríamos tales objetos 
como “artefactos”? Es decir, ¿aplicaríamos la teoría del DI generali-
zada para explicar su origen? No necesariamente, puesto que sabemos 
que los panales son construidos en nuestro planeta por organismos 
que no tienen en ningún sentido razonable, la meta consciente de 
construirlos. Para convencernos de que los panales marcianos son 
artefactos en sentido estricto, deberíamos tener evidencia indepen-
diente de la existencia de las abejas marcianas, deberíamos predicar de 
tales abejas la capacidad de tener objetivos conscientes y una inteli-
gencia suficiente para realizar el diseño en cuestión, y deberíamos 
saber, además, qué objetivos conscientes permitían satisfacer tales 
artefactos. Sólo en ese caso obtendríamos una aplicación completa de 
la teoría. Por supuesto, carecer de tal explicación no beneficiaría au-
tomáticamente la hipótesis del surgimiento del panal a partir de algún 
procedimiento algorítmico tonto producido por la selección natural o 
algún otro mecanismo evolutivo operante sobre las abejas marcianas. 
Del mismo modo, carecer de la explicación darwinista de los panales 
no beneficiaría automáticamente a la explicación a través del DI. En 
ausencia de nueva información, no podríamos decidirnos por cuál 
teoría aplicar
1
. 
Lo que me interesa señalar a partir del ejemplo, es que la aplica-
ción minimalista de la teoría del DI generalizada, en donde se sostiene 
que un objeto es un artefacto, sin indicación de la naturaleza ni las 
 
1 Para resaltar la complejidad de la decisión a la que nos enfrentaríamos, dado que no 
todo instrumento es un artefacto en el sentido señalado, tómese en consideración la 
dificultad de establecer si una ramita mordida por un chimpancé para extraer hormi-
gas de su hormiguero o una piedra utilizada por un buitre egipcio para romper el 
cascaron de huevos de avestruz, son artefactos o meros instrumentos surgidos por 
procesos tontos de selección natural. Si la cuestión es compleja y difícil de dirimir en 
procesos que podemos observar en el presente, imagínese la complejidad de dicha 
determinación frente a procesos pasados que deben estudiarse a través de las huellas 
que dejaron, como en el caso de los panales relatado, o el caso de los signos de di-
seño que pretenden señalar los defensores de DI minimalista. 
 
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objetivos del diseñador, no puede resultar convincente. Se puede 
comparar la situación con la de un físico que al ver un objeto mover-
se dijera, “eso fue por alguna fuerza” y considerara que eso constituye 
una aplicación de la mecánica clásica. Simplemente esto no tendría 
sentido, hay muchas causas por las que las cosas se mueven, muchas 
diferentes de la mecánica clásica. 
Por supuesto, insisto, los defensores del DI sostienen que podrían 
existir propiedades intrínsecas a los panales marcianos que impliquen 
la imposibilidad de su surgimiento por un proceso darwinista –
aunque una prueba de que una teoría no se aplicará nunca a un caso 
parece implausible, considerando que las teorías son entidades cam-
biantes y los científicos logran elaborar nuevas formas de aplicarlas en 
lugares en donde antes nadie había imaginado que sería posible hacer-
lo. Si fuese cierto que los panales exhiben esta propiedad – p.e. que 
los panales fuesen entidades de complejidad irreducible – todavía no 
se volverían una aplicación exitosa de la teoría del DI generalizada en 
tanto no se instancien en el caso en cuestión todos los conceptos 
involucrados en la teoría. 
La apelación al esbozo de explicación que los defensores del DI 
de los organismos vivos realizan apelando a la teoría del DI generali-
zada resulta especialmente reprochable. Pues es parte esencial de su 
argumentación el rechazo de los esbozos de explicación realizados a 
veces desde el darwinismo. Sostener “alguien que no conozco lo hizo 
por algún motivo que ignoro” se parece bastante a afirmar“existe 
alguna historia adaptativa aunque no sé bien cuál es”. 
Llegamos al punto en el cual parece razonable exigir, entonces, 
respuestas al respecto de la naturaleza del diseñador y de los objetivos 
perseguidos en sus diseños. Si este es el caso, los actuales defensores 
del DI parecen obligados a dar las respuestas que evitan dar, si quie-
ren convencer (con buenas razones y no con mera publicidad o pro-
paganda) a alguien que no se encuentre convencido ya de antemano. 
En este sentido, se puede optar por una respuesta naturalista, es 
decir, apelar a arquitectos no sobrenaturales que hayan sembrado la 
vida en la Tierra (como en el caso de la reciente película Prometheus de 
Ridley Scott) o que hayan intervenido de cuando en cuando en la 
evolución (como en 2001 odisea en el espacio de Stanley Kubrick, basada 
en el libro de Arthur Clarke), o bien optar por alguna respuesta so-
 
 348 
brenatural apelando a alguna entidad con un plan de la Creación ge-
neral al modo de los teólogos naturales del siglo XIX. Creo que no es 
necesario aclarar que el segundo de los puntos es el que realmente 
está en juego. Si bien el descubrimiento de arquitectos extraterrestres 
revolucionaría absolutamente casi todo aspecto de nuestras vidas, 
podríamos seguir siendo tranquilamente darwinianos (Dawkins, 
2006), y por qué no, aplicar nuestros conocimientos biológicos en las 
vivisecciones correspondientes. 
La cuestión que me gustaría tratar ahora es, excluida la estrategia 
minimalista extrema de no afirmar nada acerca de la naturaleza del 
diseñador, cuán minimalista puede permanecer un biólogo que acep-
tara un entidad sobrenatural (o por qué no, varias) con un plan de la 
Creación. Trataré esta cuestión en los apartados siguientes. 
4 LA REVOLUCIÓN DARWINIANA DE LA BIOLOGÍA 
FUNCIONAL 
Si la posición completa y que debería ponerse en consideración no 
es la versión minimalista del DI, sino un diseño inteligente de los 
organismos vivos que apele a un creador sobrenatural del universo 
con ciertos objetivos últimos (DITN en adelante) - como en el caso de 
los teólogos del siglo XIX -, entonces, quisiera discutir la posibilidad 
de que tales creencias sean introducidas en la biología actual sin cau-
sar grandes estragos. Es decir, la pregunta que pretendo tratar es: ¿es 
posible trabajar como biólogo actual aceptando que el origen de algu-
nos rasgos, o de muchos rasgos, o de los organismos vivos en gene-
ral, se explican por medio de DITN? Por supuesto esto no será una 
crítica a la posibilidad de aceptar el DITN, como ya he dicho, tal 
creencia no parece poseer ningún problema epistemológico intrínse-
co. En todo caso, son las comunidades científicas a través de sus 
instituciones y asumiendo criterios de demarcación de naturaleza 
intraparadigmática, las que deciden qué puede ser considerado “cien-
tífico” y qué no, y en qué sentido es aceptable o no lo sobrenatural en 
el discurso científico. El punto consiste en señalar las implicaciones 
que la aceptación del DITN tendría para la biología actual. Esto resulta 
especialmente interesante porque resulta indicativo del sentido en 
que, en la cuestión del origen filogenético de los organismos vivos, se 
pone en juego casi toda la identidad de la biología contemporánea. 
 
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Por otra parte, porque a la hora de discutir con el defensor del DI 
minimalista conocer las verdaderas implicaciones (deseadas o no 
deseadas de su posición) puede resultar útil. 
Para esto me retrotraeré a los orígenes del darwinismo y a la revo-
lución en la forma de ver la naturaleza instaurada por Darwin (y otros 
darwinistas). Apelaré a los señalamientos realizados por Caponi acer-
ca del cambio que Darwin introdujo en la forma de concebir la adap-
tación (Caponi, 2011). Según este autor la adaptación darwiniana no 
se encontraba presente ni en teólogos naturales ni en ningún otro 
naturalista anterior. El punto de inflexión tendría que ver con el 
abandono de Darwin de la idea de economía natural (Caponi, 2011, p. 
15). Según esta idea la razón de un ser vivo y de sus rasgos reside en 
la manutención del orden natural general de la naturaleza, que en el 
caso de los teólogos naturales dependía del plan divino de la creación. 
Darwin, además de revolucionar la biología evolutiva, habría inaugu-
rado una nueva forma de ver el mundo, distinta de la de sus anteceso-
res, en la cual los organismos vivos hacen lo que hacen en búsqueda 
de su propio beneficio –entendiendo beneficio darwinianamente, por 
supuesto, como la búsqueda de una mejora en su éxito reproductivo 
diferencial –. Este es el sentido de frases de Darwin que pueden pare-
cer algo exageradas si no se tiene en mente el cambio gestáltico aludido: 
Si se pudiese probar que una parte cualquiera del organismo de una 
especie ha sido formada para ventaja exclusiva de otra especie, esto 
destruiría mi teoría, pues esta parte no podría haber sido producida 
por selección natural. (Darwin, 1859, p. 201) 
Un ejemplo de esto lo constituiría la idea de que la belleza en los 
seres vivos ha sido creada para nuestro disfrute estético (Darwin, 
1872, p. 159-160). El punto señalado por Caponi permite entender 
que estos fragmentos tratan sobre el cambio operado en el modo de 
ver la naturaleza propuesto por Darwin. En el marco de la teología 
natural era perfectamente aceptable y esperable que ciertos rasgos de 
los organismos sirvieran a otras especies (Paley, 1809, p. 351) como 
también lo era la apelación a la belleza, con respecto a nuestros es-
tándares o a estándares objetivos, para dar cuenta de ciertos rasgos de 
los organismos vivos (Paley, 1809, pp. 199-200). El punto relevante 
es que el cambio gestáltico aludido no compete únicamente a la bio-
logía que trata con el origen de los organismos vivos o al desarrollo 
 
 350 
filogenético de sus rasgos, sino implica también la reestructuración de 
la biología funcional. 
Por supuesto, la discusión acerca de la explicación funcional y los 
conceptos funcionales es extensa y compleja. En otra oportunidad 
defendí cómo el estudio de la biología funcional darwiniana permite 
pensar nuevos modos de afrontar la polémica acerca de la explicación 
funcional (Ginnobili, 2009; 2011a). Aquí no tomaré en cuenta toda 
esta discusión. Simplemente me interesa señalar el sentido en que la 
biología funcional darwiniana involucra una novedad al respecto de la 
biología funcional de la teología natural
2
. 
Gran parte de los escritos de Darwin tratan de manera central 
acerca del cambio señalado. Se pueden citar, por ejemplo, la serie de 
publicaciones dedicadas a la cuestión de la fecundación cruzada en el 
reino vegetal (Darwin, 1861; 1876; 1877a; 1877b). En estos textos 
Darwin intenta convencer de que el evitar la fecundación cruzada es 
la meta (por supuesto no consciente) que muchos de los rasgos de las 
flores persiguen. Sin tener en cuenta esta función, las estructuras 
florales serían completamente incomprendidas. 
La biología funcional darwiniana (y posterior) apela a una serie de 
objetivos (no conscientes) para dar cuenta de las diferentes funciones 
que pueden cumplir los rasgos de los organismos: alimentación 
(Darwin, 1872, p. 177), reproducción (Darwin, 1859, p. 88-89), mime-
tismo (Darwin, 1872, p. 182), etc. En el marco de la defensa de un 
 
2 El único presupuesto que asumiré en este trabajo consiste en rechazar enfoques que 
hacen depender de manera conceptual a la biología funcional de la biología evolutiva 
(como ocurre en el caso de los enfoques etiológicos de función (Wright, 1976; 
Millikan, 1989)). Pues, por una parte, creo que hay buenas razones para considerar 
tales enfoques inadecuados (Ginnobili, 2009; Nunes-Neto e El-Hani, 2009; Caponi, 
2010; 2013) y, por otro lado, si la función de un organismo vivo no es más que una 
adaptación (un rasgo que evolucionó por selección natural por realizar eso que hace) 
en esecaso, resulta trivial que la biología funcional fue revolucionada por Darwin, 
pues la biología funcional no sería posible sin la teoría de la selección natural. Apelo 
intuitivamente a la noción de biología evolutiva y biología funcional, pero tal división 
puede ser explicitada y elucidada adecuadamente (Tinbergen, 1963; Mayr, 1988, pp. 
24-37; Caponi, 2001; Ginnobili, 2009; 2011a). Este trabajo pretende ser más o menos 
(teniendo en cuenta la salvedad ya hecha) independiente de las diferencias a la hora 
de explicitar la distinción. 
 
Filosofia e História da Biologia, v. 8, n. 2, p. 341-359, 2013. 351 
nuevo objetivo deben catalogarse los escritos de Darwin dedicados a 
la importancia y extensión de la fecundación cruzada. 
Este panorama nos resulta familiar y aceptable, pues nuestra bio-
logía funcional es absolutamente darwiniana. Pero si damos unos 
pasos atrás en la historia de la ciencia, los libros de biología funcional 
resultan bastante diferentes. Paley, por ejemplo, no duda en señalar 
que la función de la noche es la de facilitar el sueño de los animales 
(Paley, 1809, p. 295). Esto es perfectamente aceptable en el marco de 
la teología natural. La noche tendría la función de favorecer un sueño 
tranquilo. Los objetos inanimados caen bajo el dominio de la biología 
funcional de los teólogos naturales y pueden ser explicados a partir de 
DITN. 
Pero incluso si nos restringimos a las aplicaciones de la biología 
funcional de los teólogos naturales a rasgos de los organismos vivos 
existen diferencias irreconciliables. Algunas partes de la biología fun-
cional, en particular aquellas que tienen como objetivo el tratamiento 
de la fisiología de los organismos, no difiere tanto de la actual (p.e. 
Roget, 1834). Uno puede encontrar, además, ciertas aplicaciones que 
podríamos considerar “ecológicas” en textos como el de Paley. Por 
ejemplo, considera que ciertas partes de semillas que les permiten 
planear en el aire se relacionan con el objetivo que tienen las plantas 
de esparcir sus semillas (Paley, 1809, p. 355), que la luz de la luciérna-
ga tiene la función de atraer a la pareja reproductiva (Paley, 1809, p. 
336) e incluso, caracteriza a la cantidad de hijos como una adaptación 
(Paley, 1809, p. 481). Estos son tres fenómenos que Darwin explíci-
tamente discute como adaptaciones (Darwin, 1844, p. 92; 1859, p. 66; 
1871, p. 345). Las diferencias importantes aparecen en las muchas 
partes de la biología funcional, en la que el rol central es cumplido 
por la manutención de la economía natural (tal como vimos que seña-
la Caponi), en aquellas que involucran el antropocentrismo de la 
Creación y aquellas que involucran objetivos estéticos como un fin en 
sí mismo. Por ejemplo, con respecto a funciones cuyo objetivo es el 
mantenimiento de la economía natural, puede mostrarse la opinión de 
Paley respecto los frutos, que por poseer más pulpa de la necesaria 
para alimentar a la semilla, puede inferirse que entre sus propósitos se 
incluye además la alimentación de los animales (Paley, 1809, p. 351), 
es decir, se comprende un fruto a partir del rol que este cumple en la 
 
 352 
economía natural. Otro ejemplo podría constituirlo el rol de las plan-
tas como purificadoras del ambiente (Paley, 1809, p. 372). Apelando a 
la belleza como un fin en sí misma, Paley explica los cambios de color 
en la corola de los tulipanes (Paley, 1809, pp. 199-200). En otros ca-
sos la belleza no es planteada como un fin de la Creación en sí mis-
mo, sino al servicio de lo humanos (Paley, 1809, p. 202) o de otros 
congéneres (Paley, 1809, p. 197). Ejemplos, entre otros, de la función 
estética lo constituyen el plumaje adornado de las aves o el color del 
iris (Paley, 1809, pp. 198-199). Con respecto a la visión antropocén-
trica de las funciones, podemos citar el papel que tiene la lana según 
Kirby que no se reduce al abrigo y protección de la oveja, sino que 
también tiene la función de servirnos de material para nuestro confort 
(Kirby, 1836, pp. 34-35)3. 
Resulta claro en qué sentido un mundo moldeado por la selección 
natural no sería compatible con la biología funcional de la teología 
natural. La teoría de la selección natural es utilizada por Darwin para 
explicar el origen de las adaptaciones. Las adaptaciones pueden carac-
terizarse como rasgos que cumplen una función de manera efectiva 
(Ginnobili, 2009; 2010). Pero sólo puede explicarse el origen de fun-
ciones por medio de esta teoría relacionándolas con beneficios repro-
ductivos del propio organismo – o, eventualmente, con beneficios 
reproductivos del grupo al que el organismo pertenece, puesto que 
Darwin acepta la selección de grupo. Nunca podría explicarse el ori-
gen de rasgos en términos altruistas en beneficio de otra especie ni en 
beneficio de un sistema general de economía natural. Por este motivo 
Darwin se vio obligado a cambiar drásticamente la biología funcional. 
A esta tarea dedico una enorme cantidad de tiempo y energías. 
La eliminación de estos tipos de funciones incompatibles con la 
selección natural no podía llevarse adelante sin más. En algunos casos 
podría sostenerse que, en realidad, el rasgo en cuestión no era funcio-
nal. El comportamiento o el rasgo citado sería un mero efecto de otra 
actividad funcional o no funcional, como el caso señalado de la puri-
ficación ambiental llevada a cabo por las plantas o de la lana de las 
ovejas. Pero tomar esta decisión con todos los fenómenos tratados 
 
3 Puede acudirse a Blanco (2008) para más ejemplos. 
 
Filosofia e História da Biologia, v. 8, n. 2, p. 341-359, 2013. 353 
exitosamente desde la biología funcional de la teología natural habría 
implicado una perdida costosa para su capacidad explicativa. Los 
fenómenos debían ser reacomodados, entonces, apelando a otros 
objetivos y funciones. Muchas de las discusiones de Darwin en biolo-
gía funcional deben entenderse en este sentido. En algunos casos la 
estrategia de Darwin consiste en subsumir los fenómenos que ahora 
quedan sin explicar bajo funciones que ya existían en la biología fun-
cional de la teología natural. Algunos rasgos cuya función tenía que 
ver con el embellecimiento del mundo cumplirán ahora el objetivo de 
atraer parejas reproductivas. Así ocurre por ejemplo con el plumaje 
de los machos de los pájaros (Darwin, 1859, p. 88), o los colores del 
iris (Darwin, 1871, v. II, p. 72). Tales objetivos serán subsumidos 
subsiguientemente en el enfoque evolutivo darwiniano apelando a la 
selección sexual, que puede pensarse como un caso de la teoría de la 
selección natural darwiniana (Ginnobili, 2011b). Lo mismo ocurre 
con algunos casos que toman en cuenta el rol de los organismos en la 
economía natural. Por ejemplo, el caso citado de los frutos que Paley 
explica a partir del rol en el sistema de la economía natural de alimen-
tar a los animales será subsumido por Darwin bajo las funciones pre-
existentes que tienen como objetivo el esparcimiento de las simientes 
(Darwin, 1844, p. 92). Un caso más interesante lo constituye el de las 
flores, que también era explicado por Paley apelando a la belleza, para 
el cual Darwin debió proponer el nuevo objetivo que tiene que ver, 
justamente, con los beneficios de la fecundación cruzada. 
5 ¿ES POSIBLE COMO BIÓLOGO CONTEMPORÁNEO 
CREER EN EL DISEÑO INTELIGENTE DE LA 
TEOLOGÍA NATURAL? 
La biología funcional actual es plenamente darwiniana, hecho ha-
bitualmente no reconocido por lo biólogos ni por filósofos de la bio-
logía, y que debe ser tenido en cuenta al juzgar la consistencia de un 
biólogo actual que incluye dentro del conjunto de sus creencias al 
DITN. La aceptación del DITN nos retrotraería a una biología funcio-
nal predarwiniana, en donde los roles de los rasgos de los organismos 
vivos deberían estar referidos al sistema de la economía natural de-
pendiente del plan de creación o a la utilidad que tales rasgos exhiben 
para los humanos. Por supuesto, esto no implica una críticairrebati-
 
 354 
ble a los defensores del DI de los organismos vivos, sino más bien, 
un análisis de las consecuencias de la aceptación de sus tesis. 
Tal vez pueda dar la sensación de que quedarían grandes partes de 
la biología sin cambiar si se aceptara el DITN – había afirmado en la 
sección anterior que la biología fisiológica se había mantenido más o 
menos semejante luego de la revolución darwiniana. Incluso, algunos 
de los que muestran un imprudente talante reduccionista podrían 
creer que lo que queda en pie es justamente lo más valioso y fuerte de 
la biología (como la biología molecular o la genética molecular). No 
discutiré aquí de manera exhaustiva el nivel de influencia sobre tales 
áreas de los enfoques darwinianos, pero si esbozaré dos cuestiones 
que deben considerarse al llevar adelante un análisis más pormenori-
zado de este punto. 
La primera de ellas consiste en señalar la presencia de conceptos 
funcionales en la biología molecular. Incluso si nos detenemos en la 
bioquímica, debe tomarse en cuenta por un lado que algunos de sus 
conceptos, como el concepto de enzima, son de naturaleza funcional 
– en el sentido de que la determinación de la pertenencia de una pro-
teína a la clase de las enzimas depende de la función que cumple la 
proteína como catalizadora de reacciones químicas – aunque en las 
discusiones sobre reducción suele considerarse a los conceptos de la 
bioquímica como estructurales – en el sentido de que son propieda-
des estructurales las que permiten determinar la pertenencia a la clase 
en cuestión (Rosenberg, 2001). Por otra parte, ciertas nociones caras 
a los bioquímicos, como “respiración” y “metabolismo” no sólo son 
funcionales, sino que además provienen de la biología funcional (a 
nivel celular en estos casos). Es posible dar una descripción bioquí-
mica de una ruta metabólica, pero el concepto de metabolismo no 
puede ser determinado desde la bioquímica. En un sentido semejante 
es posible dar una descripción bioquímica de los pasos que involu-
cran la confección de una pizza, aunque no es posible determinar la 
extensión del concepto de pizza desde la bioquímica. 
Este punto por sí mismo no es tan relevante. Pues, la biología 
funcional involucrada en estas ramas de la biología podría ser justa-
mente esa que no se encuentra afectada por el darwinismo. La in-
fluencia de la biología funcional sobre ramas “más fundamentales” de 
la biología, sin embargo, se vuelve significativa una vez que notamos 
 
Filosofia e História da Biologia, v. 8, n. 2, p. 341-359, 2013. 355 
que la distinción entre biología funcional ecológica y fisiológica no es 
tan pronunciada como se trató en el apartado anterior. La fisiología 
de los organismos multicelulares no es más que la ecología del grupo 
de organismos unicelulares que los componen. Las relaciones ecoló-
gicas que permiten entender las relaciones entre organismos en la 
naturaleza, que fueron revolucionadas – y en parte descubiertas – por 
Darwin, permiten entender una serie de fenómenos fisiológicos. Co-
mo las interacciones entre nuestras células y las diversas colonias de 
bacterias que también nos conforman (Sears, 2005), las relaciones 
entre distintos componentes de nuestras células (Margulis, 1981), el 
modo en que evolucionan ciertos virus en nuestro cuerpo (Ridley, 
2004, p. 75), el modo en que se tejen las redes neuronales (Cziko, 
2001, pp.20-25), el modo en que se desarrolla nuestro sistema inmune 
(Jeme, 1955), etc. 
Habría que, en consecuencia, determinar el grado de influencia 
que la biología funcional darwinista (a su vez influenciada por las 
teorías filogenéticas del darwinismo) ha tenido sobre la biología en su 
totalidad para poder determinar el sentido en el que es posible la vuel-
ta a una biología funcional en la que los roles de los rasgos de los 
organismos se encuentren determinados por el rol del organismo en 
el plan de la Creación. Esto permitiría comprender con más claridad 
el grado de incompatibilidad que el DITN tiene con la biología con-
temporánea. 
6 CONCLUSIONES 
He intentado discutir el sentido en que no es posible sostener una 
versión minimalista del DI de los organismos vivos – versión en la 
que no se afirma nada al respecto de la naturaleza del diseñador – y 
considerar que en esta versión se apela a una teoría científica genuina, 
general y transdisciplinar que es utilizada en muchas disciplinas cientí-
ficas no cuestionadas. De tener razón, para que la posición del defen-
sor del DI de los organismos vivos supere el mero esbozo explicativo 
y se vuelva convincente debería explicitar la naturaleza y los objetivos 
del diseñador. Considerando la opción de un diseñador creador del 
mundo, o de muchas de sus partes, con un plan general de Creación –
por supuesto la razón por la que ciertos grupos políticos se encuen-
tran interesados en defender y subsidiar las investigaciones de los 
 
 356 
defensores del DI tiene que ver con esta última opción, puesto que es 
este tipo de Creador el que tiene consecuencias éticas y políticas rele-
vantes – he intentado discutir en qué sentido es posible aceptar tal 
idea en tanto biólogo contemporáneo. Ninguno de los argumentos 
permiten rebatir al DI de los organismos vivos. Pero no creo que tal 
tarea sea ni necesaria ni pertinente. No creo que nos encontremos en 
la situación de poder brindar, en tanto expertos en filosofía de la 
ciencia, criterios de demarcación precisos. Insisto en que es tarea de 
las instituciones científicas, en base a los criterios de demarcación 
intraparadigmáticos que utilizan, considerar a las tareas realizadas por 
los defensores del DI como ciencia respetable o no. Debemos confiar 
en ellas y trabajar, ya no como filósofos sino como ciudadanos, en 
defender tales instituciones. En tanto filósofos de la ciencia podemos 
colaborar con echar luz sobre las discusiones, argumentos y concep-
tos involucrados en las discusiones. Este ha sido el objetivo del pre-
sente trabajo. 
AGRADECIMIENTOS 
Este trabajo fue realizado con la ayuda de los proyectos de inves-
tigación PICT-2007-1558 (ANPCyT, Argentina) y PIP nº 112-
201101-01135 (CONICET, Argentina). Agradezco los valiosos co-
mentarios realizados por Daniel Blanco y Andrea Melamed a versio-
nes previas del trabajo. 
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Data de submissão: 24/06/2013 
Aprovado para publicação: 24/09/2013

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