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Historia y filosofia de la medicina

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H I S T O R I A Y F I L O S O F Í A 
DE LA M E D I C I N A 
 
Saúl León Hernández 
Eleazar Lara Padilla 
Javier Camarena Olmedo 
H I S T O R I A Y F I L O S O F Í A 
DE LA M E D I C I N A 
INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL 
—MÉXICO— 
PRIMERA EDICIÓN: 2000 
D.R. © 2000, INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL 
Dirección de Publicaciones Tresguerras 
27, 06040, México, D. F. ISBN: 970-18-
4248-0 
Impreso en México/Printed in México 
A PROPOSITO DE LA HISTORIA 
 Quien no respeta el pasado, no tiene derecho al 
futuro. 
UN POETA SENEGALÉS. 
 Las verdades nuevas comúnmente comienzan como 
herejías, pero a menudo terminan como supersticiones. 
 THOMAS HUXLEY. 
 Cuando se ama la vida se ama el pasado, porque es 
 el presente tal como ha sobrevivido en la memoria 
humana. Lo que no quiere decir que el pasado sea 
 una Edad de Oro. Igual que el presente es a la vez 
 atroz, soberbio o brutal, o sólo mediocre. 
 MARGUERITE YOURCENAR. 
 La historia se vive o no se puede escribir. Aquel que 
 no vive sus datos no hace historia... La historia es 
un acto de creación... Clío es una musa, y cualquier 
exceso interpretativo del historiador es más que nada 
imaginación. 
 ELÍAS TRABULSE 
La diferencia entre la evolución biológica y la evolu-
ción histórica de la ciencia es como la diferencia que 
hay entre la amiba y Einstein: aunque ambos utilizan 
el método de prueba y eliminación de errores, la 
amiba odia equivocarse mientras que a Einstein le 
intriga el error. 
KARL POPPER. 
PRESENTACIÓN 
La presente obra constituye un esfuerzo por siste-
matizar los contenidos teóricos y prácticos trabaja-
dos durante algunos años en la impartición del curso 
de Historia y Filosofía de la Medicina en la Escuela 
Médico Naval, aunque la labor fue igualmente pen-
sada para cubrir en parte los contenidos de Antro-
pología Médica en la Escuela Superior de Medicina 
del Instituto Politécnico Nacional, toda vez que esta 
asignatura quedó contemplada en el proyecto de res-
tructuración curricular 1997 de dicha escuela, e in-
corporó la temática desarrollada en este trabajo. 
En virtud de estos antecedentes, consideramos que el 
libro puede resultar de utilidad para los estudiantes que 
cursen tales asignaturas en las escuelas y facultades de 
medicina del país. 
El propósito del libro es que el lector llegue a conclu-
siones fundamentales acerca del origen, desarrollo, situa-
ción actual y perspectivas de la medicina contemporánea, 
para lo cual se destaca, en el transcurso de la obra, el aná-
lisis de los problemas teóricos y prácticos que se han for-
mulado y resuelto a lo largo de la historia, para enfrentar 
el llamado proceso salud-enfermedad. Se pretende con 
ello que el lector logre ubicar el quehacer médico en el 
contexto de su historia y que el estudiante de medicina 
adquiera algunos elementos para "saber ser" un médico 
en el espacio-tiempo histórico donde vive. 
La obra está constituida de cuatro capítulos, cuyo or-
den responde a un problema epistemológico relativo al 
conocimiento de la historia, que es éste: ¿Por dónde em-
pezar de manera válida el estudio de los procesos históri-
cos? Y luego: ¿Cómo seguirlos estudiando? 
La hipótesis al respecto es que debemos empezar por 
el análisis general del todo más cercano, es decir, de lo 
actual (Marx, 1975). En virtud de esta hipótesis de trabajo 
empezaremos por analizar de manera general la forma 
lógica en que se estructura nuestro objeto de estudio ac-
tualmente (tal objeto de estudio es justamente el proceso 
histórico por el cual se ha contenido o estructurado la 
medicina contemporánea). Pero la estructuración de tal 
objeto está ligada indisolublemente a la elección de una 
teoría, de los métodos y las técnicas para construirlo. 
Por estas razones iniciaremos la unidad I analizando, en 
términos generales, la forma en que se estudian ahora las 
enfermedades por medio de los métodos clínico y epide-
miológico y sus técnicas más usuales, así como la descrip-
ción de las teorías (que llamaremos grandes sistemas de 
pensamientos médicos: el anatomoclínico, el fisiopatoló-
gico y el etiopatológico) que los han sustentado. En esta 
misma unidad, veremos el para qué sirve estudiar la his-
toria y la filosofía de la medicina, tomando en cuenta 
tanto las tesis a favor y en contra. 
Después de esto, abordaremos un tema trascendental 
en la historia y la filosofía de la ciencia y de la medicina: el 
10 
problema de la causalidad y la estructura del pensamiento 
científico. 
Enseguida, delinearemos la manera en que se estudia-
rán los contenidos de cada etapa histórica de la medicina, 
de manera que su abordaje tenga un patrón didáctico cons-
tante y uniforme. Al respecto cada etapa tendrá los 
subcapítulos lógicos de: 
1) Concepto de salud-enfermedad 
2) Marco epistémico 
3) Cuerpo humano 
4) El estudio de la enfermedad. 
En la unidad II, denominada "Los mecanismos del aná-
lisis intraobjetal" (véase glosario de conceptos básicos), 
veremos los temas de: medicina náhuatl, hipocrática y me-
dieval. Con sus debidas diferencias sociales e históricas, 
estas medicinas nos servirán para valorar al mismo tiem-
po el problema epistemológico (o de filosofía de la cien-
cia) del uso reiterado del análisis de tipo intraobjetal o 
intraorgánico para estudiar el llamado proceso de salud-
enfermedad, desde las civilizaciones primitivas (por ha-
ber sido las primeras) hasta el siglo XV. 
En la unidad III, denominada "Los mecanismos del 
análisis interorgánico", veremos los temas: La medicina 
del renacimiento, del barroco y de la ilustración que abar-
carán desde el siglo XVI hasta la primera mitad del XIX. 
En esta unidad, analizaremos la etapa de transición entre 
el dominio del análisis intraorgánico y el pasaje al análisis 
interorgánico, que será representado por los estudios ana- 
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tómicos de los prevesalianos (transicionales) hacia la ana-
tomía de Vesalio, la fisiología de Harvey, la clínica de 
Sydenham y de los grandes sistémicos (Boerhaave, Stahl y 
Hoffmann), que se coronarán con la anatomopatología 
de Morgagni y de Bichat hasta llegar a la instauración de 
la anatomoclínica que en realidad será la fuente del análisis 
transorgánico o transobjetal. 
En la unidad IV, que llamaremos "Los mecanismos del 
análisis transobjetal", abordaremos los temas de: la medi-
cina del romanticismo, del capitalismo y la contemporá-
nea. En esta unidad estudiamos fundamentalmente a 
Claude Bernard en cuanto representante del análisis fi-
siopatológico, pero lo ligaremos con la sociología, la antro-
pología y el evolucionismo, la genética, la bioquímica y la 
biofísica, la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis, y 
sobre todo con la física de las partículas, y además con 
los grandes adelantos que representan la microbiología 
de Pasteur y Koch, y la aritibiotecoterapia de Fleming en 
adelante. 
Con el fin de ayudar a verificar el avance del lector en 
la comprensión del texto, se incluyen cuestionarios sobre 
aspectos básicos de la obra en los cuatros capítulos que lo 
conforman. Se recomienda no continuar la lectura hasta 
que cada uno de ellos haya sido resuelto. 
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UNIDAD I 
El objeto de estudio: Situación actual 
En esta obra de historia y filosofía tomaremos como 
objeto de estudio al proceso por el cual se ha veni-
do construyendo la medicina a lo largo del tiempo. 
Para ello, partiremos de la descripción y el análisis 
 del núcleo mismo de la medicina actual; de esta 
manera podremos ver las partes que constituyen ló- 
gicamente a dicho núcleo y que nos servirán de guía 
 para la reconstrucción histórica de la medicina. 
El núcleo constitutivo de la medicina actual es el pro-
ceso de estudio del hombre enfermo mediante el llama-
do método clínico y epidemiológico. 
El primero, método clínico, una vez que se aplica, ge-
neralmente se expresa en resultados cognoscitivos que se 
relatan en la historia clínica (patografía). Describamos cada 
uno de estoselementos para observar sus partes grosso 
modo. 
 EL MÉTODO CLÍNICO 
El estudio clínico del paciente empieza recogiendo metó-
dicamente la información o los datos pertinentes acerca 
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del "padecimiento" en cuestión, que deviene un proble-
ma cognoscitivo del tipo ¿qué enfermedad tiene el pa-
ciente? 
En una primera etapa, los datos recolectados (signos y 
síntomas) se agrupan por órganos, aparatos y sistemas 
correlacionados. 
Este primer agrupamiento conduce a la formulación 
de hipótesis diagnósticas (del griego diagnosis — conocer) de 
índole descriptivo, localizadoras de probables alteracio-
nes anatómicas. Por ejemplo, se recibe un paciente cuyos 
datos clínicos son: hematemesis, melena, ictericia, coluria, 
acolia, esplenomegalia, red venosa colateral en abdomen 
y hepatomegalia. ¿Qué órganos, aparatos o sistemas están 
afectados? 
Al agrupar la hematemesis y la melena nos lleva a pen-
sar que probablemente estén afectados esófago, estóma-
go o duodeno. 
Agrupando ictericia, coluria y acolia podemos pensar 
en hígado o vías biliares como los órganos alterados. 
Si agrupamos red venosa colateral —en abdomen con 
esplenomegalia— probablemente esté alterado el sis 
tema porta. En conjunto, los datos correlacionados con 
los órganos, aparatos y sistemas alterados nos llevarían a 
inferir el diagnóstico de daño hepático (cfr. De la Sierra, 
1982). 
PENSAMIENTO ANATOMOCLÍNICO 
Históricamente, todo este proceso de conocimiento que 
acabamos de describir en un minuto, requirió varios si- 
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glos de desarrollo de la medicina: desde Hipócrates 
hasta el siglo XVIII, cuando se logró delinear el 
llamado pensamiento anatomoclínico y 
antomopatológico. Para dominar este modo de 
proceder, el médico recapitula el estudio de los 
siguientes aspectos, entre otros: anatomía normal y 
patológica, a la que contribuyeron en menor o 
mayor medida Hipócrates, Galeno, Vesalio (siglo 
XVi), Morgagni, Pinel y sobre todo Bichat (siglos 
XVII y XVlll); técnicas semiológicas y de 
clasificación de enfermedades, Hipócrates, Galeno 
Sydenham (siglo XVli) Auvenbrugger, Boer-haave y 
Laennec (siglos XVII, XVín y parte del XIX). 
Prosigamos con el ejemplo clínico de daño 
hepático. Una ve2 que se han organizado los datos 
por órganos, aparatos y sistemas, enseguida se 
pueden agrupar por síndromes de alteraciones 
funcionales. 
• Hematemesis y melena. Nos conduce a pesar en 
un síndrome de sangrando de la parte alta del 
tubo digestivo. 
• Ictericia, coluria, acolia y hepatomegalia. Nos 
plantea un síndrome de insuficiencia hepática. 
• Red venosa colateral, esplenomegalia más 
hematemesis y melena nos hace pensar en un 
síndrome de hipertensión portal con várices 
esofágicas. 
Al relacionar la primera hipótesis diagnóstica de 
daño hepático con los síndromes por alteración 
funcional es factible pensar en cirrosis hepática. 
Esta hipótesis se deberá someter a falsación por 
medio de exámenes de laboratorio y gabinete, por 
ejemplo rayos X de esófago, 
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endoscopía, pruebas de funcionamiento hepático, 
etcétera [cjr. el Método Científico Aplicado de la 
Clínica, 1985). 
 PENSAMIENTO FISIOPATOLÓGICO 
Históricamente, para llegar a este tipo de 
agrupación de datos se requirió el desarrollo de la 
fisiología normal y patológica a la que contribuyeron 
Serveto (siglo XVI), Harvey (siglo XVII), Magendi 
(siglo XVIII), Spallanzani, Van Helmont, Joule, y 
sobre todo Claude Bernard en la segunda mitad del 
siglo XIX. 
Por otra parte, la bioquímica y la biofísica del siglo 
XX han sido fundamentales para el desarrollo de 
instrumentos diagnósticos y pruebas de laboratorio, 
aunque su relación con la clínica empezó desde el 
siglo XVII, con la invención del termómetro y del 
microscopio. 
Finalmente, cuando mediante el proceso clínico 
metódico se llega a un diagnóstico nosológico, se 
piensa simultáneamente en la causa productora de la 
enfermedad en cuestión y luego en la secuencia 
temporo-espacial de los eventos. 
Por medio del interrogatorio se obtienen los 
siguientes datos: alcoholismo de veinte años de 
evolución más desnutrición proteino-calórica. Con 
la información disponible se puede pensar que la 
causa del problema fue el alcoholismo y la 
desnutrición, que produjeron daños hepático, 
cirrosis, hipertensión portal, várices esofágicas y su 
ruptura, y sangrado, en esa secuencia. 
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 PENSAMIENTO ETIOPATOLÓGICO 
 
La búsqueda de las causas de la enfermedad ha sido 
consustancial a la historia misma del ser humano y 
de la medicina. Tal problema lo veremos presente 
en Hipócrates así como en Pasteur y en Koch. Sin 
embargo, la búsqueda científica de la causalidad 
empezó en los siglos XVI y XVII, justo cuando 
iniciaron la anatomía de Vesalio y la fisiología de 
Harvey. Las fuentes más importantes en la historia 
médica del pensamiento etiopatológico las veremos 
en Fracastoro (siglo XVI), quien instauró la teoría del 
contagium vivum, en Paracelso (siglo XVII) y en 
Ramazzini (siglo XVIII) quien desarrolló la 
toxicología y la medicina del trabajo. Sin embargo, 
el pensamiento etiopatológico que alcanzaría más 
difusión fue el de Pasteur y Koch, por medio de la 
microbiología y la parasitología. 
PROBLEMAS DEL PENSAMIENTO ETIOPATOLÓGICO 
Estas últimas disciplinas, netamente etiopatológicas, 
proporcionaron a la medicina una fuerte base para 
reivindicar el paradigma científico de la física de 
Galileo y de Newton; según este paradigma el 
propósito de la ciencia es determinar las relaciones 
entre los fenómenos como relaciones de causa-efecto. 
Sin embargo, en el siglo XVIII el filósofo David Hume 
formuló el siguiente problema que aún no ha sido resuel-
to satisfactoriamente: las relaciones entre hechos que sólo 
pueden ser verificables empíricamente (por medio de la 
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experiencia o por los sentidos), no pueden ser demostra-
das como relaciones causa-efecto sino como relaciones 
contingentes o azarosas, en consecuencia nunca podemos 
establecer científicamente la verdad causal en una relación 
de hechos. En cambio, las relaciones entre ideas cuya de-
mostración de verdad es lógico-racional no requieren de 
ninguna demostración empírica y son las únicas que se 
pueden confirmar como verdades científicas. 
Veamos el problema de Hume con sendos ejemplos. 
Aprovechemos para el primero los datos de la figura 1. 
 
Figura 1. Demostración lógico-racional de la igualdad de 
las líneas A/B (primera parte) 
Con respecto al esquema, se nos plantea una demos-
tración de verdad del tipo. ¿Cómo demostrar que la línea 
A es de igual magnitud que la línea B? 
Para responder no necesitamos forzosamente medir 
cada línea con una regla. Basta con hacer el razonamiento 
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lógico de que la línea A es un radio (línea que va del centro 
del círculo a un punto de su periferia) y que B, en tanto 
que es una de las diagonales del rectángulo, es igual a la 
diagonal recíproca (digamos C en la figura 2), y en conse-
cuencia también es un radio. 
La demostración de verdad que se ha realizado no re-
quiere de ninguna verificación empírica (como lo sería la 
medición de las líneas con una regla); el argumento es axio-
mático o lógico-racional. 
 
Figura 2. Demostración lógico-racional de la igualdad 
de las líneas Ay B (segunda parte) 
En cambio, si alguien quiere demostrar que el virus x 
es el responsable de y enfermedad, es algo que sólo se 
puede realizar empíricamente, es decir, por verificación. 
Pero aquí es donde, según Hume, nunca podemos estar 
completamente seguros de que el x sea causa del. Porque 
la relación entre x y y puede ser contingente o azarosa, sin 
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importar que' tantas veces verifiquemos empíricamente su 
existencia relacional. 
Para comprender mejor este último ejemplo ponga 
mos otro del ámbito de lo cotidiano: cada vez que se le 
atraviesa ungato negro en el camino, se "contagia" de 
gripe. 
Por experiencia, usted sabe que eso sucede constan-
temente y entonces convierte la relación de los hechos en 
una ley que diría: gato negro que se atraviesa en el cami-
n o — a gripe. 
Sin embargo, tal relación puede ser puramente producto 
de azar (de su mala suerte y de ahí la superstición que 
confunde el azar con la necesidad) y, por tanto, la repe-
tibilidad del fenómeno asociativo no será ninguna garan-
tía de que usted esté demostrando una relación causal. 
En el ámbito del sentido común lógico, el evento aso-
ciativo arriba descrito resulta extremadamente aberrante, 
al grado de querer poner a demostración la hipótesis de 
que tal relación sólo puede suceder, por ejemplo, en el 
orden de uno entre mil. Es decir, que en realidad por 
cada mil casos de gripe sólo uno estuvo asociado al cru-
zamiento de un gato negro en el camino del paciente. 
Empero, reúna usted 10 mil pacientes y quizá 10 de 
ellos relatarán la mencionada asociación; ahora piense en 
una sociedad de 10 millones de sujetos que han tenido 
gripe e imagínese entonces que por lo menos 10 mil de 
ellos han sufrido la relación asociativa entre gato negro = 
Ahora imagínense una movilización política de 10 mil 
sujetos en una sociedad cuya demanda consista en que se 
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reconozca la susodicha asociación; puede que no lo lo-
gren, pero irremediablemente dejarán la duda: .¿tendrán 
razón o sólo se ha debido a su mala suerte? 
En tal caso, aun el más lógico de los sentidos comunes 
puede entrar en conflicto, y puede aceptar racionalmente 
que alcanzar la verdad es un hueso muy duro de roer, aun 
para los hombres de ciencia. 
Pero imaginémonos ahora que los hombres de ciencia 
han establecido empíricamente que por cada mil casos 
de gripe y, en mil se ha logrado aislar un virus x que 
aparentemente no tiene ninguna relación con los gatos 
negros. 
En virtud de tal demostración empírica ¿los hombres 
de ciencia estarán autorizados para decir que han logrado 
demostrar totalmente que la gripejy se debe al virus x? 
Según Popper (1973) la respuesta es negativa: no están 
autorizados para hacer tal afirmación de manera contun-
dente. Sin embargo, no todo está perdido en la cruzada 
de tratar de mostrar relaciones causales. 
Al respecto, quizá diría Popper, si los hombres de cien-
cia han demostrado que de cada mil casos de gripe en mil 
de ellos estuvo el virus x presente; ello no nos permite 
aceptar totalmente que la relación sea causal, pero sí nos 
permite rechazar la hipótesis de que los gatos negros sean 
la causa del problema. 
Ello por una simple razón: se puede demostrar que 
hay miles de casos de gripe sin la presencia de gatos ne-
gros, pero que no se ha dado un solo caso de gripe, sin 
la presencia del virus x. 
Sin embargo, la relación virus x y gripe es sólo una 
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aproximación de relación causal verdadera porque el azar 
puede seguir presente. En cambio, según Popper, el que 
la relación sea azarosa lo podrá demostrar un caso empí-
ricamente verificable en el que la gripe y se presente en 
ausencia del virus x: A esto le llama Popper la falsación de 
una hipótesis o de una teoría inclusive. La propuesta de 
Popper para resolver el problema de Hume tiene ventajas 
y desventajas. 
 Ventajas 
El falsacionismo evita la postura dogmática de que se 
puede tener la verdad absoluta en el conocimiento. Por 
ello evita que el investigador sólo se plantee estudios que 
únicamente coincidan con su teoría, pues ello podría re-
tardar el desarrollo de la ciencia. En cambio, invita a que 
el investigador dé cabida a teorías e hipótesis nuevas ca-
paces de contradecir a las anteriores. 
 Desventajas 
El falsacionismo de Popper puede conducir a la inacción 
de los científicos, al postular que las asociaciones repeti-
das bajo control experimental nunca son prueba de 
causalidad; en el caso extremo puede conducir a un abier-
to subjetivismo cognoscitivo o bien a un agnosticismo. 
En este curso iremos discutiendo los diversos mode-
los causales sobre el origen de las enfermedades, hasta 
llegar al debate actual. 
 
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 HISTORIA CLÍNICA 
Una vez que el clínico ha aplicado el método 
científico a su labor de nosólogo, para establecer el 
diagnóstico y la etiología de una enfermedad (para lo 
cual se enfrentará siempre con el problema de 
Hume) y tener bases racionales que lo guíen en su 
decisión terapéutica, pasa (debe pasar) a ser un 
patógrafo (es decir, un relator del hecho patológico 
estudiado). Sus procedimientos y resultados se 
vierten entonces en la llamada historia clínica, que 
tiene su propio método de exposición. 
El método clínico debe empezar por la 
identificación del paciente, seguida por el 
padecimiento actual, luego el interrogatorio por 
aparatos y sistemas y la exploración física 
(recolección de datos y su procesamiento mental 
para agruparlos según las mentalidades 
anatomoclínica y fisiopatológica como hemos visto 
antes). Pero la exposición o relato de la historia del 
paciente y de su enfermedad, generalmente tiene 
otro orden: identificación del paciente, antecedentes 
personales y no personales, patológicos y no 
patológicos, padecimiento actual, interrogatorio por 
aparatos y sistemas, exploración física, impresión 
diagnóstica, datos de laboratorio y gabinete, 
tratamiento, pronóstico y evolución, y en los casos 
que sea necesario los datos de autopsia y 
anatomopatología. 
HISTORIA DE LA HISTORIA CLÍNICA 
Paralelo al desarrollo del método clínico se fue desarro- 
 
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llando la patografía o historia clínica. El primer relato 
patográfico metódico se debió a Hipócrates, y sobre su 
estructura primaria se fueron haciendo modificaciones en 
el medioevo (historia clínica conciliar), en el barroco a 
partir de la clínica de las especies (Sydenham, siglo XVII), 
hasta los siglos XVIII y XIX en los cuales quedó definida la 
estructura moderna de la historia clínica. 
Múltiples problemas de orden epistemológico se pre-
sentaron a lo largo del tiempo para llegar a nuestra histo-
ria clínica, mismos que serán abordados a lo largo de este 
libro. 
MÉTODO EPIDEMIOLÓGICO 
El estudio del individuo enfermo es diferente del que se 
realiza cuando se estudia al ser humano enfermo a nivel 
colectivo. No obstante, formalmente, el método utiliza-
do es siempre el mismo si el estudio pretende ser cien-
tífico. 
El epidemiólogo también efectúa observaciones y re-
colecta datos bajo un marco teórico-explicativo acerca 
del origen y el desarrollo de las enfermedades colectivas, 
plantea problemas e hipótesis y elabora diseños metodo-
lógicos para someterlas a prueba. 
Empero, mientras que el clínico se interesa por el ha-
llazgo y el ataque de problemas individuales e inmediatos, 
el epidemiólogo se interesa más en los procesos de cau-
salidad compleja que se reflejan en la distribución y las 
determinantes de las enfermedades que se desarrollan en 
grandes grupos de población. 
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En los capítulos subsecuentes veremos cómo a partir 
del concepto de "constitución epidémica" de Hipócrates, 
la teoría miasmática del medioevo, la del contagium vivum 
de Fracastoro, el concepto de "epidemia" de Sydenham, 
etcétera, se fue organizando la moderna epidemiología y 
su método. 
¿PARA QUÉ SIRVE ESTUDIAR 
LA HISTORIA DE LA MEDICINA? 
Hasta aquí hemos visto grosso modo la situación actual de 
nuestro objeto de estudio con algunas anotaciones que 
nos guían a los orígenes de sus partes constitutivas. Em-
pero, la importancia en sí del estudio de la historia médica 
no ha sido abordada. Cabe entonces preguntarnos: ¿para 
qué sirve estudiar la historia de la medicina? 
Al respecto, veamos algunos argumentos sustentados 
en el estudio mismo de la historia y que justifican la im-
portancia de su abordaje (Laín Entralgo, 1973). 
1) El conocimientoanterior no siempre ha sido 
inferior al conocimiento posterior 
A partir de este argumento se quiere hacer hincapié en 
el hecho de que conocimientos obtenidos en épocas ante 
riores han tenido cierta validez que en épocas posteriores 
se pueden demostrar. . 
Por ejemplo, los náhuatl utilizaban emplastos de ma-
guey para curar heridas y fracturas expuestas. Después de 
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500 años se pudo demostrar que tal práctica tenía un sus-
tento cognoscitivo, probablemente empírico, no desde-
ñable, ya que tales emplastos tienen una acción antibiótica 
y fungostática. ¿Podríamos encontrar algún conocimiento 
válido en la medicina náhuatl que aún no hemos visto? 
2) Lo posterior no siempre ha recuperado 
lo más valioso y positivo de un saber anterior 
Lo valioso y positivo de la terapéutica herbolaria de los 
náhuatl en general fue despreciada por los médicos novo-
hispanos. Incluso, los españoles conquistadores destruye-
ron muchas fuentes originales de información acerca de 
la herbolaria indígena. La historia clínica conciliar (del me-
dioevo español y en general del europeo) no añadió nada 
a la historia clínica hipocrática; no obstante, si los con-
quistadores hubiesen tomado en cuenta los procedimien-
tos y las concepciones de los ticit náhuatl quizá hubiesen 
aportado mucho a la edificación de una nueva historia 
clínica. Aun hoy el médico adocenado que desprecia el 
estudio de la medicina náhuatl corre el riesgo de no po-
der recuperar lo más valioso y positivo que aquella medi-
cina probablemente tuvo, y que podría ser actualizado. 
3) Lo posterior no siempre ha evitado lo erróneo, 
falso e inadecuado de un saber anterior 
La medicina monacal del medioevo europeo, y la me- 
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dicina novohispana hasta el siglo XVIII, continuaron los 
errores y las falsedades de la medicina de Hipócrates y 
Galeno. Los errores de la anatomía estudiada por Galeno 
se mantuvieron más de mil años.
 
: 
4) Sistemas médicos 
En el pasado, han coexistido sistemas médicos dife- 
rentes, a veces contrapuestos, a veces divergentes, a veces 
complementarios. 
El sistema médico de los mecanicistas del siglo XVII 
era contrapuesto al sistema de los vitalistas en el mismo . 
siglo. 
El de los iatroquímicos era divergente. La patología de 
Virchow no era contrapuesta ni divergente de la patolo-
gía de Bichat, sino complementaria. Bichat llegó al tejido; 
Virchow hasta la célula. 
Entre los sistemas contrapuestos no siempre se ha 
elegido continuar con el más acertado: los divergentes (in-
cluso cuando hayan tenido mucho o poco de vei'dad) ge-
neralmente han sido rechazados, y los complementarios a 
veces no han sido comprendidos en su complementariedad 
y se les ha catalogado, o bien como contrapuestos o bien 
como divergentes. 
De acuerdo con lo anterior, el estudio de la historia ha 
demostrado que ésta no se desarrolla serialmente bajo una 
sola línea, sino por la consecutividad, el enfrentamiento, la 
divergencia o la complementariedad entre líneas de de-
sarrollo que existen en paralelo. 
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5) La medicina y sus cambios 
El desarrollo de la medicina no ha sucedido sólo por 
la continuidad de saberes positivos, sino por saltos 
discontinuos que introducen cambios súbitos en los pun-
tos de vista de un sistema médico a otro. 
La anatomía de Vesalio no surgió por simple continui-
dad de la galénica, sino como producto de una visión del 
cuerpo humano completamente diferente a la de éste. 
Vesalio planteó una ruptura con el saber anatómico de 
Galeno. Ello no sólo porque Galeno haya estudiado la 
mayor parte de su anatomía en modelos animales y Vesalio 
lo haya hecho en modelos humanos sino, además, porque 
este último tuvo una visión de la realidad radicalmente 
diferente de la de Galeno. 
6) Saberes y prácticas médicas 
Los saberes y las prácticas médicas pretéritas se trasmi-
ten por la tradición y se recrean en cada época ulterior, 
por tanto, el pasado siempre convive con el presente 
La medicina científica contemporánea coexiste con las 
llamadas medicinas tradicionales y populares. Sea por la 
transmisión generacional o por recreación de la segunda 
en los grupos populares. 
De acuerdo con la OMS, actualmente el 80% de los 5 
mil millones de habitantes del planeta recurre principal-
mente a remedios tradicionales y sólo el 20% a la medici-
na tradicional. 
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Uno se puede preguntar: ¿de qué población proviene 
la mayoría de los médicos que se forman y ejercen en la 
medicina científica? No se requieren artificios de proba- 
bilidad estadística para estimar la respuesta: la mayoría de 
los médicos científicos provienen de la población que prin- 
cipalmente recurre a los remedios tradicionales. De igual 
manera, se entiende que estos médicos reciben gran canti 
dad de pacientes que poseen concepciones tradicionales 
de la medicina. Esta coexistencia de visiones, saberes y 
prácticas de la.medicina puede tener muchas implicaciones 
para el futuro médico. Pero ello sólo se podrá determi 
nar a través de la investigación histórica, social y antropo 
lógica de la medicina. Quien estudia o ejerce la medicina 
científica podrá negar esta realidad y por ello despreciar 
el estudio de la historia médica, de la medicina social y la 
de antropología médica, mas ello no impedirá la existen- 
cia de dicha realidad. 
Parece claro que el estudio de la historia dista mucho 
de ser un simple ejercicio intelectual que incremente la "cul- 
tura" del médico. El estudio de la historia médica nos 
lleva a la formulación de preguntas como las siguientes: 
¿Qué significado actual tiene un saber pretérito? 
Por ejemplo: ¿qué significa para el médico actual la 
herbolaria náhuatl? ¿Es totalmente errónea esta herbola 
ría por ser del pasado? ¿El médico científico puede aprender 
algo del estudio de la herbolaria náhuatl? 
Demos una respuesta simple a estas preguntas 
ejemplares; la industria de los esferoides nació en México 
hacia 
 29 
 
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1950 merced al estudio científico de la planta del barbas-
co o "cabeza de negro", utilizada desde hacía siglos por 
la herbolaria indígena (cfr. De la Cruz M., 1991). 
Otro ejemplo: ¿Qué significa el problema de relacio-
nar la concreta individualidad de un paciente con la 
necesaria universalidad del verdadero saber, tal y como 
lo plantearon los griegos en la historia clínica hipocrá-
tica? ¿Está dicho problema resuelto en la historia clínica 
actual? 
¿Por qué sobreviven en nuestra época saberes médicos preté-
ritos y cómo fueron éstos edificando el saber actual? 
El método clínico actual fue configurado casi total-
mente desde el siglo XVIII, principalmente en Francia. ¿Por 
qué sobrevive este saber si surgió en una época y en un 
espacio social totalmente diferente de los actuales? ¿Po-
dríamos imaginar una técnica de auscultación distinta de 
la inventada por Laennec? 
¿Por qué aparecen nuevos saberes y prácticas 
médicas, cuando cada época cree haber alcanzado 
el máximo desarrollo posible? 
La historia de la medicina nos ofrece múltiples ejem-
plos del surgimiento de nuevos saberes médicos. La 
historia no es una simple memoria del desarrollo del co-
nocimiento, es un valioso e insustituible laboratorio 
epistemológico. Bichat ayudó a resolver el problema epis-
temológico de cómo ver intra vitum (dentro del orga- 
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nismo vivo) la lesión patológica tisular observada en la 
inspection cadaveris? 
Palpación, percusión y auscultación fueron los recursos in-
ventados por los clínicos para ver intra vitum las lesiones tisulares 
observadas por los patólogos en el cadáver. 
Y mientras Bichat creyó haber descubierto el último 
elemento (el tejido) que componía a los órganos, negán-
dose incluso a utilizar instrumentos analíticos, como el 
propio microscopio, por considerarlosinútiles para la la-
bor del patólogo, Virchow llegaría más lejos hasta decir 
que el organismo era una república de células. 
¿Cómo y por qué surgieron estos saberes? ¿Qué pro 
blemas se plantearon y cómo se resolvieron? Son pregun 
tas propias de la filosofía y la historia de la medicina que 
poseen no sólo un valor didáctico para la enseñanza mé 
dica, sino fundamentalmente epistemológico para el de 
sarrollo de la medicina contemporánea. 
¿Los médicos del pasado plantearon a la medicina 
problemas que aún no se han resuelto? 
Un mínimo repaso de la historia y filosofía de la medi-
cina nos hará descubrir, sin esfuerzo, variados problemas 
antes formulados que hasta ahora no han sido resueltos. 
Valga de ejemplo la última pregunta del punto 1 (hay mu-
chos más, pero una permanece incólume): ¿Qué es en rea-
lidad la enfermedad, por qué enferma el ser humano? 
Estas preguntas son tanto de carácter científico como 
filosófico y pueden sonar incómodas para la mayoría de 
los médicos pragmáticos. Sin embargo, la incomodidad 
 3 1 
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se transforma en impotencia cuando la pregunta se parti-
culariza: ¿En realidad qué son los cánceres, por qué se 
presentan, cómo evitarlos o curarlos? Este problema, dirá 
la mayoría, es de actualidad. 
No obstante (les respondería la historia médica), es un 
problema relativamente viejo. Ello nos demuestra que el 
estudio de la historia también es un medio de actualiza-
ción cognoscitiva. 
Que la historia no es lineal ni unívoca (no sigue un solo 
camino positivo de desarrollo), y que en cambio no sólo ense-
ña qué se hizo y cómo se hizo algo en el pasado, sino 
también aquello que se pudo haber hecho pero que no se 
hizo. E, inclusive, lo que se planteó en el pasado para que 
se hiciera en el futuro sin que necesariamente se llegara a 
la especulación pura. ¿Fue mera especulación imaginativa 
el viaje submarino o el lunar formulado por Verne? Fue 
especulación la computadora imaginada por Babbage? 
Estas últimas preguntas nos llevan al terreno de la dis-
cusión, quizá más filosófica que científica, pero también 
al de tener que aceptar su indisociabilidad. 
A partir del estudio de la historia nos podemos dar 
cuenta de que no hay ciencia sin filosofía ni filosofía sin 
ciencia y que, entre ambas, estarán siempre presentes el 
arte, la religión, la ética y la moral. Y más aún, que ningu-
na de ellas puede existir ni desarrollarse fuera de la políti-
ca y de la economía. La medicina (o las medicinas) no 
puede(n) sustraerse al problema esencial, universal, que se 
plantea originalmente el ente humano: ¿Qué es el ser hu-
mano, cuál es su destino, cuál es su posición en el univer-
so...? No ha existido, no hay medicina sin una concepción 
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del universo (sin una cosmovisión), sin una concepción 
sobre la intrínseca naturaleza humana (sin una micro-
cosmovisión y un concepto del yo) y sin una concepción 
acerca del destino(una teleología) del ser humano. En suma, 
no hay medicina sin filosofía justamente porque la filoso-
fía es: "Una autorreflexión del pensamiento sobre el va-
lor de su conducta teórica y práctica que, simultáneamente, 
aspira al conocimiento de las últimas relaciones entre las 
cosas, a una concepción racional del universo." 
Y la medicina aspira, en el fondo, a contribuir a ese 
conocimiento de las últimas relaciones entre las cosas desde 
la perspectiva del conocimiento de lo que es realmente la 
enfermedad, de por qué enferma el ente humano y sobre 
todo de cómo puede evitar, remediar o simplemente mo-
dular la ¿natural? presencia de la enfermedad y de la muerte. 
¿Puede la medicina aspirar al objetivo de lograr la inmor-
talidad del ser humano, o hasta dónde están sus límites de 
aspiración? ¿Quién y por qué puede establecer esos lími-
tes? Cualquier respuesta a estas interrogantes, hoy en día, 
nos llevará irremediablemente a entroncar a la medici-
na con la filosofía, la ciencia, la religión, el arte y, sobre 
todo, con la deontología. El aborto, la eutanasia, la pena 
de muerte, la demarcación entre lo vivo y lo muerto, et-
cétera, cada vez más dejan de ser objetos exclusivos de la 
"ciencia médica" y pasan a inscribirse en los campos de 
la filosofía y la deontología. El propio estatus de ser mé-
dico, luego de la contumaz demostración histórica y so-
ciológica de que la enfermedad contiene un gravísimo 
componente económico y político, además del puramen-
te biológico, acaso condu2ca a que el médico se pregunte: 
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¿En dónde empieza mi responsabilidad técnico-científica 
y en dónde mi responsabilidad social ante el problema de 
la enfermedad? En este caso la interrogante, sin abando-
nar propiamente los terrenos de la filosofía, de la ciencia 
y de la moral, incursiona más bien en los campos de la 
economía, la sociología y la política. Entonces, la medici-
na se transforma en una medicina social. La asunción de 
la medicina social, ante el problema de la enfermedad, 
también tiene una historia y quienes se dedicaron a ella tam-
bién plantearon problemas que aún no han sido resueltos 
por la medicina contemporánea. En el siglo XVI11 los fran-
ceses discutían la alternativa entre una medicina totalmente 
pública y bajo la égida del Estado, o una medicina 
totalmente privada y liberal. Actualmente, casi todos los 
países debaten acerca del punto medio entre la atención 
pública y la privada. El problema, planteado desde la 
Revolución francesa, está lejos de haber sido resuelto. 
Después de todo lo expuesto, quizá se ha dado una 
respuesta a la pregunta inicial del presente escrito: ¿Para 
qué sirve estudiar historia y filosofía de la medicina? 
Bajo el supuesto de que se le haya otorgado un estatus 
cognoscitivo al estudio de la historia, sin duda quedará la 
pregunta: 
¿CÓMO ESTUDIAR LA HISTORIA 
Y LA FILOSOFÍA DE LA MEDICINA? 
Si aceptamos como bueno el concepto de que la historia 
es la sucesión de los intentos del ser humano por resolver 
el problema de serlo (humano) en el devenir de tiempo, la 
34 
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historia es pues la existencia del hombre en el tiempo. La 
historia de la medicina son los sucesivos intentos de indi-
viduos o grupos para resolver el problema de las enfer-
medades en el devenir del tiempo humano. 
Para estudiar la historia necesitamos un método, esto 
es, un conjunto organizado de operaciones teóricas que 
traducidas en normas nos conduzcan a seleccionar y co-
ordinar un conjunto de técnicas o procedimientos ope-
rativos. 
Cuando decimos o intentamos decir lo que es la histo-
ria, tomamos una posición ante la esencia de la realidad. 
Por ejemplo, si decimos que la historia es incognoscible, 
tomamos una posición denominada agnosticismo. Es de-
cir, tomamos una posición filosófica acerca de la posibi-
lidad del conocimiento. Y si decimos lo que la historia es, 
tomamos una postura teórica, es decir, aceptamos tener 
una teoría sobre la historia. En consecuencia, la filosofía y 
la teoría plantean el qué. Empero, una vez tomada una 
posición teórica y filosófica generalmente nos pregunta-
mos el cómo estudiarla. A esto último hace referencia el 
tener un método. El método se hace operativo o maneja-
ble por medio de las técnicas. Así, por ejemplo, el méto-
do clínico implica seguir un conjunto organizado de 
operaciones y normas para estudiar a un individuo enfer-
mo: hacer el interrogatorio, la exploración física, estudios 
de laboratorio, elaborar un diagnóstico, etcétera. Para la 
forma operativa de realizar la exploración física se vale 
de procedimientos técnicos, como el uso de estetosco-
pio, por ejemplo. Para el interrogatorio puede usar un 
cuestionario, etcétera. 
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Para nuestros fines, debemos ahora distinguir otros dos 
niveles con respecto al estudio de la historia. Uno es el re-
lativo al estudio de la historiografía o de los relatos de la 
historia a partir de la fuente directa, o relator del hecho 
histórico en su propia época. Puede lograrse a partirde 
los documentos u otros medios relativamente imperecede-
ros (iconos, pinturas, filmaciones, etcétera), o bien, en po-
cos casos, de testimonios directos del relator. Otro es a 
partir de la historiografía secundaria o relatos de quienes 
en su época escribieron, hablaron o pintaron, acerca de 
un antecesor. 
PROBLEMAS METODOLÓGICOS 
DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 
Ilustremos lo anterior con un ejemplo: para estudiar la 
medicina náhuatl no hay, hasta ahora, mejor fuente que 
los códices originales escrito-dibujados-pintados por los 
relatores de la historia náhuatl en su época. Obviamente, 
ya no podemos disponer de testimonios directos de aque-
lla época. Por otra parte, muchos códices desaparecieron 
y de su existencia sólo nos queda lo escrito por quienes 
refieren que los vieron e interpretaron. Ante ambas fuen-
tes queda presente la tensión que se ha señalado anterior-
mente: ¿Qué tanto coincide lo dicho (escrito o relatado) 
con el hecho real? Menudo problema; por eso dice Hegel 
que el problema de la historia es la historia del problema 
{cfr. M. A. Dynnik, 1975). 
Muchos aspectos relatados en la historiografía, aun en 
las fuentes originales de una época o de un autor, jamás 
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podrán ser corroborados de manera directa. Sin embar-
go, cuando tal relato se ubica en el contexto histórico que 
el historiador logra reconstruir a partir de diversas fuen-
tes (documentos de historia económica, política, reli-
giosa, etcétera), dicho relato puede adquirir un sentido 
lógico, capaz de indicar su acercamiento al hecho real. 
Por ejemplo, existen relatos náhuatl acerca de su original 
concepción para clasificar los remedios medicinales se-
gún su naturaleza fría o caliente. Vistos en el contexto que 
ofrecen otros relatos acerca de la cosmovisión náhuatl, 
los relatos médicos sobre aquella concepción clasificato-
ria tiene un sentido lógico, ya que el binomio dialéctico 
frío-caliente era un concepto central de aquella cosmo-
visión. 
Un hallazgo historiográfico de este tipo adquiere ma-
yor congruencia de realidad (una especie de "confiabilidad 
experimental" que puede resultar grata a los perrunos de-
fensores del empirismo científico), cuando por medio del 
método genético comparativo (más cercano a la antro-
pología etnológica y a la sociología que a la historia) se 
puede comprobar que sociedades actuales —pero con 
un nivel de organización parecida a las antiguas— tam-
bién conciben la clasificación de remedios medicinales 
según su naturaleza, fría o caliente. Aunque habrá ocasio-
nes en que el historiador (como cuando el antropólogo 
carece de referencias y de registros fósiles) intentará llenar 
los huecos históricos que le impiden relatar una historia 
continua con puras inferencias lógicas carentes de refe-
rentes empíricos. 
Otros hechos relatados por la historiografía llegan a 
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tener mejor suerte con respecto al problema de lo fide-
digno con lo real. Bajo la primera comprobación de que 
un documento es original de su época (por ejemplo, un 
manuscrito o un códice) y de que en él se relata cierto 
hecho médico del tipo: tal planta sirve para curar tal en-
fermedad, basta con someter el anunciado a la prueba 
del experimento y, si se quiere, con el correlato de su aná-
lisis farmacológico. La historia de los digitálicos y de los 
anticonceptivos es contundente en este caso. 
Pero lo mismo puede comprobarse con respecto a cier-
tas terapias psicológicas y psicoanalíticas que, sin ser con-
cebidas como se hace en la actualidad, utilizábanse en 
sociedades antiguas y se siguen utilizando por grupos in-
dígenas y populares contemporáneos. 
Los ritos y ceremonias terapéuticas de los náhuatl para 
regresar el tonalli y el teyoiía (la razón, el alma) o virar el 
corazón a la normalidad o al equilibrio armónico al en-
fermo de "espanto", nada (o quizá muy poco) pedirían 
de eficacia a los ritos y ceremonias de la psicoterapia 
actual. 
Al problema de las fuentes informativas de la historia, 
cuando no originales de una época, habrá que sumarle el 
problema que se suscita por nuestra propia interpretación 
de ellas. Sin embargo, este es un problema epistemológico 
(léase problema cognoscitivo sobre la validación y la 
justificación de un conocimiento como verdadero) que 
enfrentan todas las ciencias, sean éstas naturales o sociales. 
En la física nuclear el conocimiento del átomo no está 
exento de la interpretación que hace el físico nuclear de 
sus "manifestaciones". 
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En las ciencias, en general, no existe la descripción de 
hechos desnudos de interpretaciones. Sin embargo, cada 
interpretación tiene un rango demostrable de validez. 
Tal validez se establece de manera relativa cada vez que 
los datos empíricos obtenidos por la observación y el 
experimento resultan compatibles con la interpretación 
teórica. 
De acuerdo con lo anterior, cualquier interpretación 
que realice el historiador de un hecho, tarde o temprano 
tendrá que ser cotejada con alguna evidencia que la 
sustente. Pero la falta de evidencia misma no puede ser 
considerada prueba de la supuesta invalidez de una inter- 
pretación teórica sino, al contrario, una interpretación teó-
rica sólo podrá ser invalidada cuando la existencia de una 
evidencia empírica no cuadre o no encaje con dicha inter-
pretación. 
El dato empírico necesariamente se subordina a una 
teoría, tanto en el terreno de las ciencias naturales como 
en el de las sociales. 
Otro gran problema que se presenta en el estudio de la 
historia es el de saber delimitar cuándo inicia y cuándo 
termina una época histórica. Tal es el problema que algu-
nos autores han denominado el problema de la perio-
dización de la historia. 
En efecto, ¿cuándo podemos decir que inició la histo-
ria de la medicina hipocrática y cuándo terminó ésta? El 
problema del inicio quizá pueda resolverse tomando a 
Hipócrates, en tanto individuo original, como punto de 
referencia según la fecha de su nacimiento y de su muerte 
entre las cuales, por supuesto, pasará la de su ejercicio 
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médico. Sin embargo, sobre ello pesará la interrogante de 
saber de quién recibió Hipócrates enseñanza médicas. Y 
al contrario: ¿Hasta cuándo se puede señalar el fin de la 
medicina hipocrática? 
Ahora bien, el historiador tiene siempre el problema 
de enfrentarse al saber de una época, que a su vez consti-
tuye la interpretación de las anteriores. 
El saber médico de Galeno es de suyo una interpre-
tación del saber de Hipócrates; en consecuencia, estudiar 
a Galeno es también estudiar indirectamente a Hipócra-
tes. Pero cuando se leen directamente las obras de este 
último se le comprende de otro modo, y por extensión 
también se entiende de otro modo al primero. Aún más, 
frente a las sucesivas interpretaciones se impone al final la 
interpretación original de quien las estudia. 
TEORÍAS EPISTEMOLÓGICAS SOBRE LA 
EVOLUCIÓN DE LA HISTORIA 
Junto al problema de periodizar la historia está el de po-
der identificar correctamente lo que ésta tiene de conti-
nuidad a partir de lo que Khun (1971) ha denominado los 
"paradigmas" o bien, que tiene de discontinuidad a partir 
de las "rupturas epistemológicas" como las llamó 
Bachelard (cfr. P. Bourdieu, 1983). 
La historia, dice Engels (1961), tiene una forma que 
está dada por la continuidad de la tradicción, pero tam-
bién tiene un contenido que está dado por la discontinui-
dad o por la lógica del movimiento de una época. El 
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movimiento lógico de una época "fija" los contenidos 
históricos que le son propios y les proporciona el ropaje 
con las formas históricas precedentes. 
Por un lado, el movimiento lógico abre la posibilidad de 
un cambio súbito en los modos de "ver" la realidad 
(esto es, de una ruptura epistemológica), pero dependerá 
del mismo movimiento el que tal modo de "ver" lo real sea 
fijado y desarrollado hasta el grado de convertir el contenido 
de lo "visto" en un paradigma.En mayor o menor medida 
el paradigma forjado se revestirá con •/ las formas 
heredadas de la continuidad histórica. 
Veámoslo con un ejemplo: el movimiento lógico de 
ciertas sociedades europeas del siglo XVII abrió la posibi-
lidad de "ver" súbitamente a la naturaleza como una gran. 
maquinaria de relojería muy diferente a la que se "veía" en el 
alto medioevo. Pero, en la misma época algunos también 
"verían" la naturaleza como una gran fuerza vital. 
Inclusive, dentro de la visión mecanicista habría diversas 
perspectivas. Sin embargo, sólo una fue fijada y desarrollada 
en su potencialidad, la que mejor respondió a la lógica del 
movimiento social y cognoscitivo en la que apareció. Pero no 
porque la susodicha visión se haya "adaptado" (un tanto al 
modo darwiniano del concepto, como lo cree Popper 
erróneamente) a la lógica del movimiento referido, sino 
porque la novedosa visión cognoscitiva reforzó, fortaleció 
dicha lógica. 
Y, claro, lo hizo porque a su vez aquella visión resultó 
epistemológicamente superior (o igual inclusive) a sus ri-
vales. Por ejemplo, el mecanicismo de Descartes triunfó 
sobre el de Borelli porque, no obstante descansar ambos 
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en un similar principio epistemológico (ambos superiores 
al mecanicismo de la física de Aristóteles), el mecanicismo 
cartesiano no sólo se "adaptó" mejor a la lógica social y 
congnoscitiva de su época, sino que la reforzó y le impri-
mió un mayor grado de desarrollo. Sin embargo, el pro-
pio mecanicismo de Descartes estuvo envuelto con el 
ropaje de la tradición filosófica aristotélica, del mismo 
modo que la fisiología mecanicista de Harvey lo estuvo 
de la fisiología hipocrática y galénica. 
En consecuencia, un elemento histórico no lo es sólo 
porque haya sido constituido como tal por la historia, 
sino porque dicho elemento es también constituyente de 
la misma en dos sentidos: el histórico-lógico (el que nos 
establece el peculiar problema de periodizar la historia en 
sentido diacrónico o de etapas sucesivas a lo largo de ésta, 
tal como lo hace el antropólogo para establecer la lógica 
de la dinámica evolutiva de miles de años para una espe-
cie = filogénesis); y el lógico-histórico (el que nos estable-
ce el problema de conocer la lógica interna o sincrónica 
de una etapa histórica dada, pero vista a la vez como pro-
ducto de etapas anteriores y de su propio movimiento 
interno por el cual vive su presente). 
Y del mismo modo que en la ontogénesis embrionaria 
sólo se recapitula parcialmente la filogénesis evolutiva, en 
la "ontogénesis" cognoscitiva sólo se recapitula parcial-
mente la evolución histórica del saber pasado. Por otra 
parte, digamos que en el proceso histórico del conoci-
miento también suceden especies de mecanismos hetero-
crónicos. 
No obstante, los mecanismos cognoscitivos del homo 
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sapiens son de índole transhistorico. Es decir, que no han 
cambiado a lo largo de la historia. 
El cerebro de Hipócrates funcionaba con los mismos 
mecanismos cognoscitivos que el de Galeno o el de Claude 
Bernard, pero un mismo mecanismo puede ser usado de 
infinitas maneras, lo cual explica la enorme variabili-
dad de los productos del conocimiento ante un mismo 
objeto de estudio. 
Ahora bien, el estudio de la historia a partir de la his-
toriografía tiene otro nivel de abordaje problemático: el 
de su enseñanza y de su aprendizaje. 
En este caso, la mejor manera de aprender historia 
es realizar investigación histórica a partir de los proble-
mas que ésta plantea al conocimiento. Por ejemplo, có-
mo resolvió Harvey el problema de saber que la sangre 
circula. 
Otro camino es por medio del método genético com-
parativo a nivel de la psicogénesis epistemológica, por 
ejemplo, cómo resuelve el mismo problema un. niño actual 
que carece de conocimientos trasmitidos acerca de la cir-
culación sanguínea. 
¿Qué tanto se parecerán las respuestas del mencionado 
niño a las de Hipócrates, a las de Harvey o a las de un 
estudiante de medicina que ya cursó fisiología, e inclusive 
a las de un estudiante de secundaria o preparatoria? 
Ambos caminos son válidos e incluso se complemen-
tan. Sin embargo, el segundo camino, el de psicogénesis 
epistemológica —en tanto nos acerca a los problemas de 
la filosofía de la ciencia—puede resultar más fructífero a 
nivel de la enseñanza-aprendizaje, sobre todo si se puede 
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comprobar que los mecanismos cognoscitivos son en 
verdad transhistóricos, porque nos pueden servir de 
referencia para comprender el desarrollo evolutivo de la 
ciencia. 
Finalmente, queda por ver la respuesta: ¿Cómo estu-
diaremos cada etapa histórica de la medicina? Iniciare-
mos cada época o periodo haciendo una descripción 
general del (o los) concepto(s) sobre salud-enfermedad 
que la caractericen. 
Enseguida, veremos el marco epistémico en el que 
dicho(s) concepto(s) se mueve(n). Téngase presente que por 
marco epistémico entenderemos las interrelaciones entre 
obstáculos y rupturas que suceden entre paradigmas so-
ciales y epistemológicos. 
Después de cada marco espistémico abordaremos las con-
cepciones sobre el cuerpo humano (tanto morfológicas 
como fisiológicas y sociales) que se han tenido en cada 
época. Terminaremos el análisis de cada época haciendo 
referencia al modo o a los modos de estudiar y compren-
der el estudio de la enfermedad. 
Para cada época, haremos una mención somera de las 
relaciones entre medicina y organización social. 
Terminemos la unidad I señalando la postura llamada 
"positivista" y según la cual no tiene caso estudiar la his-
toria, puesto que en el presente está condensado todo lo 
valioso y positivo del pasado. 
De acuerdo con los argumentos de los incisos 1 a 6 ¿se 
puede sostener empírica y racionalmente la postura posi-
tivista acerca del estudio de la historia? 
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CUESTIONARIO 1 
1) Exponga un ejemplo diferente al del libro, acerca de 
la tesis de que conocimientos anteriores han sido su- 
periores a los posteriores. 
2) Exponga un ejemplo acerca de la tesis de que el saber- 
médico actual no siempre ha recuperado lo más va 
lioso de saberes médicos. 
3) Exponga un ejemplo acerca de que un saber erróneo 
en el pasado se transmitió a épocas posteriores sin mo 
dificación. 
4) Con base en el análisis del presente, ponga un ejemplo 
referente a la tesis de que la medicina del pasado con 
vive con éste. 
5) ¿Qué diferencia(s) hay entre método y técnica? 
6) Señale tres problemas metodológicos para el estudio 
científico de la historia. 
7) ¿Cómo explicaría la tesis epistemológica de que el "mo 
vimiento" lógico de una época "fija" los contenidos 
cognoscitivos que históricamente le corresponden, pero 
que a la vez los reviste con las formas cognoscitivas 
heredadas? 
8) ¿Cómo entiende la tesis de que la historia no es una 
simple memoria del desarrollo de la historia? 
9) ¿Qué sostiene la postura positivista acerca del estudio 
de la historia? 
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UNIDAD II 
Los mecanismos del análisis intraobjetal 
 MEDICINA Y MITO 
La medicina científica tuvo como antecesora 
primaria (primitiva) una medicina fundamental en 
el uso del pensamiento mitopoetico que, en la 
filogénesis de la historia, fue común a casi todas las 
civilizaciones primarias de la antigüedad. Los 
problemas acerca del conocimiento de la 
enfermedad, así como las tentativas de solución, 
fueron muy diversos entre aquellas civilizaciones. 
Los contenidos de sus corpus médicos fueron 
también más o menos elaborados, pero en ningún 
caso exentos de complejidad, sobre todo con 
respecto a su elaboración filosófica. Sin embargo, 
aunque parezca sorprendente, los mecanismos 
cognoscitivos empleados por el pensamiento 
mitopoetico revelan una constante regularidad de 
uso entre civilizaciones disímbolas. De hecho, aunque 
empleados de otras maneras, dichos mecanismos se 
descubren aun en lasllamadas medicinas 
tradicionales y populares contemporáneas. Más aún, 
son los mismos que podemos constatar en el uso 
del pensamiento infantil o inci- 
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píente. Sin descuidar el análisis de los contenidos históri-
cos, veremos al mismo tiempo su relación con el uso de 
los mecanismos cognoscitivos del pensamiento mitopoé-
tico y la contribución de ambos a la edificación de la me-
dicina científica y al pensamiento científico. 
EL CASO DE LA MEDICINA NÁHUATL 
1. El concepto de salud-enfermedad 
El equilibrio y la armonía del hombre con el cosmos, con 
los dioses creadores y con los demás hombres en convi-
vencia social, representaba el estar sano entre los náhuatl, 
y enfermedad lo era la ruptura del equilibrio referido. 
El desequilibrio o la pérdida de la armonía se producía, 
antes que nada, por la interrelación disarmónica entre los 
elementos de la unicidad del mundo. No existía un mo-
delo de causalidad como el que conocemos actualmente 
en las sociedades occidentales. Para comprender la medi-
cina náhuatl debemos analizar su visión filosófica sobre el 
mundo (su cosmovisión), ligada estrechamente a su 
cosmogonía de la vida social. 
2. Marco epistémico 
En la cosmogonía náhuatl, el mundo fue creado-destrui-
do por un dios dual: Ometeotl, creador de la primera 
pareja humana. El ser humano fue formado con tierra y 
restos de antepasados amargasados con sangre divina. 
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El mundo náhuatl se constituía por 13 cielos, una Tie-
rra plana cuadrangular rodeada por agua y por nueve es-
tratos subterrestres. Por encima de la Tierra estaban los 
cielos que ocupaban, entre otros elementos, la Luna, el 
Sol y las moradas de los distintos dioses, hasta llegar al 
topan. Por debajo, estaban los estratos de las raíces, la co-
rriente de los ríos, el nacimiento de las montañas y las 
cuevas, etcétera, hasta llegar al mictlán o morada del señor 
de los muertos. Hacia arriba estaba lo caliente y lo mascu-
lino; hacia abajo lo húmedo, frío y femenino. 
La Tierra era el centro donde se unían lo superior y lo 
inferior, lo frío y lo caliente, lo masculino y lo femenino, 
la vida y la muerte. No eran, pues, concebidos como as-
pectos bipolares sino como unidades dialécticas. 
Los cielos y los estratos subterrestres tenían múlti-
ples puntos de comunicación. Por ejemplo, las puntas de 
las montañas comunicaban con los cielos, pero sus cuevas 
lo hacían con el inframundo. Las cosas adquirían cualida-
des, según la situación que tuvieran con respecto a los 
cielos y a los estratos subterrestres. 
No existían cosas, como plantas, por ejemplo, que en 
sí mismas contuvieran un tipo de naturaleza, fuese ésta 
fría o caliente. Según la forma de muerte de cada indivi-
duo, estaba destinado a continuar su existencia, ya fuera 
en alguno de los cielos o en el mictlán subterrestre. No-
bles, guerreros muertos en combate, mujeres muertas en 
su primer parto, iban hacia los cielos; en cambio, los indi-
viduos comunes muertos por alguna enfermedad corriente 
se trasladaban hacia el mictlán. Lo más importante para un 
náhuatl era saber cómo moriría y no tanto como viviría. 
49 
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La vida social, económica y política de los náhuatl 
estaba basada en: 
1) El trabajo, principalmente agrícola, que se 
realizaba en masa por trabajadores organizados 
por cooperación simple. 
La unidad productiva y de organización del 
trabajo era el calpulli, trabajado por los macehuali 
o gente común. Éstos se encontraban a cargo de un 
señor tecutli quien, a su vez, se regía por su Huey 
Tlatoani o déspota. 
2) El Huey Tlatoani, quien recibía y distribuía los 
medios y los productos del trabajo. Para 
controlar esto, contaba con un aparato 
burocrático, religioso y militar. 
3) La cohesión de la vida social se sustentaba 
principalmente en la capacidad del poder 
despótico y tributario de controlar eficientemente 
los lugares de trabajo, los tiempos para que se 
realizaran las múltiples faenas, la organización de 
las actividades y de la gente que realizaba 
éstas. Todo ello era necesario, merced a la 
característica fundamental de su modo de 
producción, sustentado en el trabajo en masa 
por cooperación simple. 
4) Ideología. Sin embargo, ninguna organización 
social se puede mantener por coerción de tipo 
físico, sino que requiere una fuerte ideología de 
grupo. En este caso, la ideología religiosa de 
carácter mítico era el elemento de mayor fuerza 
de cohesión. 
5) La distribución de los productos y del poder 
debía tener un canal de movilización de los 
individuos y los grupos, como el social, que se 
podía recorrer no sólo por la tradición hereditaria 
o patrimonial de títulos de 
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nobleza o de cargos públicos, militares o religiosos, 
sino por hazañas que realizaran los individuos, sobre 
todo las de carácter militar o comercial. 
 3. El cuerpo humano 
La descripción de las partes y funciones del cuerpo hu-
mano fue prolija entre los náhuatl, pero no llegaron a 
constituir un saber anatómico que cumpliera con los 
requisitos que señala Laín Entralgo (1987) para estimar 
que se trataba de una ciencia: una intención teórica, un 
método de estudio y una sistematización de los 
conocimientos. : 
La estructura del saber anatómico respondió más al 
procedimiento de un saber mitopoético, religioso e intui 
tivo. Sin embargo, lograron conocer el cuerpo de manera 
metódica y sistemática. 
 
Semejante a la visión hipocrática del hombre como 
microcosmos, la del cuerpo de los náhuatl fue la de esta-
blecer un paralelismo configurativo tanto estático como 
dinámico. De la primera forma, la cabeza copia al cielo 
(ilhuicaíi), el corazón al Sol, y el hígado (tlacaelli) a la 
Tierra. De la segunda forma, hay una estrecha correspon-
dencia entre las partes del cosmos y las del cuerpo; la 
parte superior del cosmos corresponde al tonalli (entidad 
anímica situada en la cabeza); la parte central, en la que 
se encuentra el quinto Sol, al teyolía, situado en el 
corazón; la parte inferior del inframundo al ihiyotl o 
entidad anímica del hígado (véase esquema). 
La configuración es muy semejante a la que refiere 
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Hijos 
Figura 3. 
La concepción del cuerpo en la cultura náhuatl 
Hipócrates en Sobre la dieta, donde señala las correspon-
dencias firmamento-piel, mar-vientre, Tierra-estómago, 
etcétera, y además señala la existencia de tres circuitos 
concéntricamente ordenados: uno exterior (piel-astros), 
otro intermedio (Sol-corazón), y finalmente, otro interior 
(Luna-diafragma o Luna-peritoneo). Lo esencial en la 
doctrina del microcosmos de Hipócrates es, dice Entralgo, 
la correspondencia entre los ritmos del universo y los del 
cuerpo, presididos ambos por la ley del número. 
De acuerdo con el Códice Vaticano Latino 3788, los 
náhuatl usaban los símbolos de sus números para relacio-
narlos con las partes del cuerpo humano que, a la vez, 
tenían correspondencia con los signos astrales. "De lo cual 
se deduce —dice el Códice— que esta gente no era tan 
bestial como algunos lo suponían, porque tenían tanto 
orden y concierto en sus cosas y usaban del mismo me- 
52 
Tonalli Padre
Madre
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dio que usan los astrólogos y médicos de nosotros" (véa-
se figura 4). 
El cuerpo en general se nombraba como Tonacayo 
(nuestro conjunto de carne) o metafóricamente como in 
tiállotl (la tierra o el lodo). 
La metáfora remitía al mito de la creeación del hom-
bre a partir de la tierra y las cenizas de los hombres ante-
riores al mundo del quinto Sol. 
 
Figura 4. Correspondencia entre las partes del cuerpo y 
las del cosmos en la cultura náhuatl 
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No se puede decir que los náhuatl hayan tenido una 
estequiología tan profunda como la de los griegos que, 
con respecto a la composición humoral del cuerpo, crea-
ron el concepto más abstracto y universal de physis. En la 
concepción náhuatllas partes del cuerpo y las entidades 
anímicas se describen, más que como compuestos por 
alguna sustancia universal, por el tipo de naturaleza que 
las anima, según su correspondencia con las partes del 
cosmos. 
Los conceptos clasificatorios más importantes eran los 
del par frío-caliente, que se aplicaban según la posición de 
las cosas en la dinámica del cosmos. 
Mientras los griegos explicaban las características de los 
humores de acuerdo con las proporciones (exceso o de-
ficiencia) de los elementos que los componían (agua, fue-
go, aire, tierra) a través de las entidades o contraposiciones 
de los mismos, para los náhuatl la diversidad de las mani-
festaciones de las cosas se explicaba por sus relaciones 
con las partes del cosmos. 
Como ejemplo, que resulta a primera vista chocante 
para la mentalidad occidental, López Austin (1989 y 1993) 
refiere que Redfield y Rojas encontraron que entre los ma-
yas yucatecos se piensa que "el calor del horno es capaz 
de comunicar naturaleza fría, mientras que lo cocido en 
olla o comal adquiere naturaleza caliente". Al respecto, 
aclara López Austin, ello se puede entender si vemos que 
comal y olla están al descubierto o abiertos a la comuni-
cación con el cielo, que es de naturaleza caliente; en cam-
bio, el horno es subterráneo y por tanto comunica con la 
madre tierra de naturaleza fría. 
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Finalmente, el cuerpo humano era dividido por los 
náhuatl según dos formas principales relacionadas con 
aspectos simbólicos y sociales. 
Primera. Parte alta, relacionada con el cielo, con lo mascu-
lino y con el poder real de tlaíoani o "el que habla". 
Parte baja, relacionada con la tierra, con lo femeni-
no y con el poder real secundario del áhuacóatl o "ser-
piente femenina". 
Segunda. Parte derecha, relacionada con la bondad, la 
limpieza, la suavidad, etcétera, y la habilidad práctica 
cotidiana. 
Parte izquierda, relacionada con el corazón y con lo 
sobrenatural. Esta parte no era de signo negativo. Al 
contrario, representaba el lugar delegado a los indivi-
duos que los dioses o el Tlatoani considerara elegibles 
para estar con ellos. 
El resumen, podemos decir que, no obstante la com-
plejidad de las descripciones náhuatl acerca del cuerpo 
humano (mismas que individualmente siguieron un méto-
do y una ordenación sistemática), a los náhuatl les faltó la 
intención puramente teórica del conocerlo, pero además 
no pudieron rebasar la concepción de un espacio topoló-
gico cargado de simbolismos psicosociales. 
Las normas taxonómicas se quedan en el intento de 
ver equivalencias entre sistemas clasificatorios de las par-
tes del cuerpo, para tratar de descubrir las regularidades 
(las leyes) del orden cósmico. Las explicaciones de la rea-
lidad están montadas (como dice López Austin, 1989) so- 
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bre el orden humano, y desde éste se intenta operarla, 
sancionarla y comprenderla. 
Entonces, los náhuatl comprendieron muy bien y de 
manera muy elaborada las características del espacio to-
pológico y simbólico: "Los nombres de las partes de los 
árboles o de los componentes de una casa suelen derivar-
se de los organismos humanos, o los del organismo hu-
mano pueden estar equiparados a los distintos pisos del 
universo", pero no lograron llegar a la concepción de un 
espacio euclidiano. En consecuencia, oscilaron entre la apli-
cación sistemática y metódica del análisis intraobjetal e 
interobjetal, 
4. El estudio de la enfermedad 
Para el náhuatl estar sano era estar en armonía con el 
mundo de los dioses y con el de la vida social y religiosa. 
Evidentemente, existía una noción de lo que ahora lla-
mamos causalidad del enfermar, pero el ser de la enfer-
medad no se reducía a esta noción. De suerte que entonces 
ni siquiera una fractura ósea, fácilmente correlacionada con 
el golpe de combate, era vista simplemente como tal des-
de un punto de vista médico-biológico. 
En consecuencia, ni el proceso diagnóstico ni el tera-
péutico se abordaría como ahora por el médico occiden-
tal. Sin duda que ahora, de manera anacrónica, podemos 
identificar grupos causales de enfermedad entre los 
náhuatl. Así, podemos decir que reconocían enfermeda-
des "causadas" por hombres contra hombres. Aunque 
quizá lo correcto sería decir "males" lanzados de un ser 
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humano a otro, cuya evidencia empírica serían los sínto-
mas de lo que nosotros llamamos una enfermedad. Re-
conocían también "males" sufridos por el desequilibrio 
de la armonía entre el frío y lo caliente de los elementos 
corporales, merced al contacto o al influjo de cosas o de 
espíritus que por su situación, no por su naturaleza intrín-
seca, era fríos o calientes. Y, por supuesto, reconocían "ma-
les" mandados por los dioses. 
La consecuencia de un "mal" no sólo se revelaría por 
enfermedad del cuerpo, sino de las entidades anímicas, 
como el tonalli y el teyolía. No obstante, lo destacable es 
que la enfermedad era vista desde una concepción holística 
(total) de la realidad (Álvarez Amézquita et ai., 1960). 
Si un niño enfermaba de diarrea, lo trascendental no 
era la diarrea en sí misma. Antes bien, el ticit (el médico) 
ubicaba el problema en el amplio contexto de la vida fa-
miliar-social y cosmológica del orden náhuatl. Tanto para 
el diagnóstico como para la terapéutica y la prevención, el 
ticit utilizaba artes mágicas, adivinatorias, religiosas, ritua-
les, pedagógicas y naturales. Del niño enfermo había que 
saber su fecha de nacimiento, y a partir de ella su destino 
y sus cualidades, pero además la vida de sus padres con 
respecto al cumplimiento de sus deberes familiares, reli-
giosos, etcétera (valga recordar las enseñanzas de los pa-
dres sobre los hábitos higiénicos y alimenticios de los 
infantes, que los había correctos y muy variadas, o las res-
ponsabilidades conyugales de los padres). 
Del conocimiento que sobre todo lo anterior tuviera el 
ticit dependía el diagnóstico, la terapéutica y la preven-
ción. Y junto a la terapéutica pedagógica se daba desde 
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luego la basada en el conocimiento de plantas y minerales 
de orden medicinal. En estos últimos campos, la terapia 
náhuatl tuvo grandes aciertos, a veces despreciados y tam-
bién aveces sobrevalorados (Viesca, 1986). 
Independientemente de que podamos clasificar causas 
de enfermedades entre los náhuatl, lo cierto es que a fin de 
cuentas todas ellas se remitían a una causalidad inexora-
ble: la del orden de los dioses, que se reflejaba en el orden 
terrestre, que no era más que el producto de su creación. 
Y si los dioses no eran más que unicidades compuestas de 
elementos duales en armonía y ubicables por posiciones 
móviles, cambiantes, entre los cielos y los estratos del 
inframundo (todos ellos comunicables entre sí) ¿de qué 
otra forma se podía concebir la vida terrestre? 
Se concibió como se podía concebir entonces: la vida 
terrestre estaba ubicada en un plano rodeado de agua, 
cuya organización (con estratos por arriba y por abajo) 
reflejaban coherentemente una organización social igual-
mente estratificada y "el paso de la existencia mundana a 
las distintas moradas sobrenaturales (del Topan alMictlán) 
era semejante al paso a través de distintos grados socia-
les" (Carrasco, 1981). Aunemos a ello que la concepción de 
una Tierra plana, rectangular y rodeada de agua, también 
resultaba coherente con una astronomía basada en los mo-
vimientos aparentes del Sol, y que por lo demás dicha 
astronomía tenía el inconveniente de no poder orientarse 
con la observación constante de las "estrellas fijas" del 
sur (Lemercier-Rumayor), lo cual contribuía a mantener 
la visión de una Tierra decididamente plana (León, 1985). 
Por otra parte, la idea de una Tierra esférica pudo fruc- 
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tificar más rápidamente en aquellas sociedades que tran-
sitaron de la concepción de un espacio topológico (basa-
do en las descripciones espaciales con categorías 
elementalescomo arriba/abajo, izquierda/derecha, ade-
lante/atrás, etcétera, y cargadas de elaboraciones simbóli-
ca) a uno euclidiano, como lo hicieron primitivamente los 
puluwat de las islas Carolinas del Pacífico, con el sistema 
de navegación marítima denominado Etak (véase figura 
en "medicina hipocrática", más adelante), pero sobre todo 
como lo hicieron las sociedades mediterráneas (griegos y 
alejandrinos) que iniciaron desarrollando una trigonome-
tría esférica y no una plana (P. Thuiller, 1990). Lo cual, a 
fin de cuentas, les harían ver de otra manera el universo, 
es decir, a tener otra cosmovisión que luego influiría po-
sitivamente en el renacimiento. Con base en lo anterior, 
pasemos al ensayo acerca de la posibilidad de un pensa-
miento epidemológico entre los náhuatl, que nos servirá 
para ir desarrollando algunos aspectos de su medicina. 
¿Hubo un pensamiento epidemiológico en )a medicina 
náhuatl? En la sociedad náhuatl los dioses representaban 
elementos de la naturaleza tanto como actividades huma-
nas. Al orden de los dioses se aplicaban los principios 
ordenadores que regían la vida económica y social que, 
como vimos, se sustentaba en el trabajo en masa por coo-
peración simple. De acuerdo con Carrasco, dichos prin-
cipios eran: estricto control de los lugares de trabajo y de 
los tiempos de trabajo, de la gente y sus actividades. 
Si a la vida social y a los dioses se aplicaban estos prin-
cipios ordenadores ¿no se aplicarían también para orde-
nar un pensamiento epidemiológico o de la distribución y 
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los determinantes de las enfermedades a nivel colectivo? 
La hipótesis del presente ensayo es afirmativa y ahora 
corresponde fundamentarla. En vasta encuesta "epidemio-
lógica", realizada por frailes españoles en el siglo XVI —a 
pedido de Felipe II para determinar las causas del incre-
mento en la mortalidad que estaba padeciendo entonces 
la población indígena—, los encuestados refirieron las si-
guientes causas: 
1) El traslado de indígenas hacia zonas 
climáticas no habituales para ellos 
Sobre este aspecto hay múltiples referencias acerca del 
conocimiento náhuatl sobre los efectos del clima y sus 
cambios en la salud humana. El conocimiento preciso 
sobre las estaciones del año y la distribución de los cere-
moniales rituales y religiosos para los dioses respectivos, 
según su poder morbigeno o terapéutico (por ejemplo, 
en equinoccio de primavera la ceremonia dedicada a 
Xipetotec, el dios productor y curador de enfermedades 
dermatológicas que se exacerban justamente en primave-
ra), confirma que la apreciación de los encuestados no 
era producto de la influencia española hacia el siglo XVI. 
2) La insalubridad creciente en las 
zonas urbanas conquistadas 
Acerca de un sistema de salubridad pública entre los 
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náhuatl no sólo existen referencias escritas sino, inclusive, 
restos arqueológicos de letrinas, sistemas de drenaje y 
ductos de agua prácticamente potable. La correlación entre 
aguas negras y enfermedades diarréicas era perfectamente 
identificada y se le otorgaba al dios A.mimitl, el encargado 
del trabajo en. las chinampas donde manejaban aguas y 
tierras contaminadas con excremento humano para el 
cultivo. 
3) El trabajo forjado en las minas 
El trabajo forzado en las minas, así como la disminu-
ción del número de casas para habitación eran de gran 
relevancia. 
La pérdida de energías constituía una de las principales 
"causas" de enfermedad que identificaban los náhuatl. 
Sólo que no la consideraban aislada de otros factores 
como, efectivamente, las formas de trabajo y de vida de 
los individuos que enfermaban. Para los náhuatl la vida 
familiar era sagrada. 
4) La prohibición de las ceremonias 
religiosas tradicionales 
Los españoles prohibieron la realización de las cere-
monias religiosas tradicionales en "los momentos" y los 
"lugares" propicios. 
En esas ceremonias se pedía a los dioses salud y bien- 
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estar para el pueblo. Antiguamente (antes de la Conquis-
ta), dijeron los encuestados, se vivía más tiempo, se mo-
rían más viejo, y cuando morían tres o cuatro se tenía por 
muy grande pestilencia. En cambio, ahora ya no es posi-
ble contar el número de muertos. 
Esta respuesta requiere subrayar el acento puesto en 
"los momentos", "los lugares" y "el número de muer 
tos". Pero más importante es destacar la importancia otor 
gada a las ceremonias religiosas para pedir por la salud 
del pueblo. 
En ello está implícita la afirmación de que la enferme 
dad era un siglo de ruptura en la armonía del hombre 
con los dioses. 
En efecto, para los náhuatl no había una causa aislada 
que produjera enfermedad, y la "causa" no era sino un 
"quien": un dios, un hombre, un espíritu, etcétera, pero ca-
da "quien" entendido en una compleja red de elementos di-
námicos, imbricados como en un tejido finamente hilado. 
Sin embargo, el principio supremo era el del orden de 
los dioses. Toda evidencia de enfermedad, sin importar 
propiamente la "causa" inmediata directa, tenía que ver 
con la ofensa a una divinidad o bien relacionado. 
5) El exceso de trabajo impuesto por los 
españoles 
Esto está relacionado con la pérdida de energías y los 
modos de vida y de trabajo. Hay que recordar que uno 
de los principios ordenadores de la vida social náhuatl era 
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el de un estricto control en los tiempos y las actividades 
de trabajo. 
6) La ociosidad y la embriaguez 
en la que solieron caer muchos 
La ociosidad y la embriaguez eran tenidas por grandes 
formas de ofender a los dioses, y por tanto consideradas 
males propiciantes de enfermedades. La ebriedad inclusi-
ve era motivo de que tonalli (quizá la principal entidad 
anímica) saliera del cuerpo y ello, cuando era prolongado, 
ocasionaba enfermedades. 
Por otra parte, se estima por algunos historiadores, que 
la ociosidad y la embriaguez (como el suicidio, los abor-
tos provocados, la abstenencia sexual, etcétera) fueron 
formas conscientemente asumidas por los indígenas ante 
"el desánimo vital" (la pérdida de un rostro o la torcedu-
ra del corazón, dirían los náhuatl) ocasionado por la Con-
quista. 
7) Los cambios de alimentación 
que trajeron los españoles 
Contrario a lo que comúnmente se cree, la alimenta-
ción entre los náhuatl fue rica y variada. El tipo, cantidad 
y hábitos alimenticios eran rigurosamente considerados 
para diagnosticar una enfermedad. La enseñanza de los 
hábitos alimenticios a los niños, dice Fernández del Casti- 
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lio (Álvarez Amézquita et al., 1960), era excepcional en las 
familias náhuatl. 
8) El abandono de medidas higiénicas que antes eran 
respetadas 
 
El baño, la muda de ropa, el lavado de manos antes y 
después de las comidas, así como el lavado de boca eran, 
entre otras medidas higiénicas, escrupulosamente respeta-
das y enseñadas en las familias náhuatl. La conquista rom-
pió de tajo con ellas. 
Además, no hay que olvidar que los españoles trajeron 
múltiples enfermedades epidémicas que a la sazón eran 
habituales en España (peste, sífilis, tifus exantemático y 
viruela), y ante las cuales los indígenas prácticamente no 
tenían defensas inmunológicas. 
9) La falta de la atención médica 
Por falta de atención médica se referían a la de los ticit 
náhuatl, de la cual incluso muchos españoles se beneficia-
ron al recurrir a ella hasta llegar a recomendarla. Cortés 
fue uno de esos españoles. 
En este punto hay que anotar los espléndidos recursos 
terapéuticos utilizados. 
Si bien es cierto que recurrían a la magia, la hechicería y 
la superstición, éstos no eran los principales recursos tera-
péuticos entre los náhuatl. 
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Destacan más bien los recursos imprescindibles del 
ritual religioso, el de la herbolaria, y el de la cirugía, entre 
otros. 
10) Las represalias guerreras 
de los conquistadores 
Aquí la percepción de las causas de muerte era más 
que evidente.

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